El Velo Del Silencio 3g4z3n

El Velo del Silencio K'Anne Meinel

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Traducido por Alexander Sánchez

“El Velo del Silencio” Escrito por K'Anne Meinel Copyright © 2021 K'Anne Meinel Todos los derechos reservados Distribuido por Babelcube, Inc. www.babelcube.com Traducido por Alexander Sánchez “Babelcube Books” y “Babelcube” son marcas registradas de Babelcube Inc.

Tabla de Contenido

Título

Derechos de Autor

EL VELO DEL SILENCIO

CAPÍTULO I

CAPÍTULO III

CAPÍTULO IV

CAPÍTULO V

CAPÍTULO VI

CAPÍTULO VII

CAPÍTULO VIII

CAPÍTULO IX

CAPÍTULO V

CAPÍTULO VI

CAPÍTULO VII

CAPÍTULO VIII

CAPÍTULO XIV

CAPÍTULO XV

CAPÍTULO XVI

CAPÍTULO XVII

CAPÍTULO XVIII

CAPÍTULO XIX

CAPÍTULO XX

CAPÍTULO XXII

EL VELO DEL SILENCIO

Una novela de K'Anne Meinel Edición electrónica

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Publicado por: Editorial Shadoe para K'Anne Meinel en E-Book Derechos de autor © K'Anne Meinel junio 2016

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EL VELO DEL SILENCIO

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Notas de la licencia de la edición del libro electrónico: Este eBook tiene licencia sólo para su disfrute personal. Este eBook no puede ser revendido o regalado a otras personas. Si quieres compartir este libro con otra persona, por favor compra una copia adicional por cada persona con la que lo compartas. Si está leyendo este libro y no lo compró, o no lo compró para su uso exclusivo, entonces debe regresar y comprar su propia copia. Gracias por respetar el trabajo del autor.

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Se tomó una licencia poética con esta historia, ya que NO permitieron que la teniente Marsha Gagliano viera a su esposa o a su hijo hasta después de haber sido absuelta, adjudicada o totalmente exonerada de todos los cargos. He diseñado mi base militar en las afueras de Chicago siguiendo el modelo de la Base Aérea Scott (AFB), una base logística de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos (USAF) y de la Estación Aérea Naval de los Grandes Lagos (NAS), que es una estación aeronaval de entrenamiento. Muchas gracias a las mujeres y hombres que han servido allí junto con sus homólogos civiles.

CAPÍTULO I

Los guardias estaban especialmente atentos. Ese día parecía haber una cantidad desmesurada de tráfico en la carretera frente a la embajada. La carretera del aeropuerto de Kabul era una vía recta que parecía obligar a la gente a correr por ella, pasando por delante de las embajadas de Estados Unidos, Corea del Sur e incluso del cuartel general de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF), en su camino hacia y desde el hospital Wazir Akbar Khan. Valía la pena estar alerta, ya que las embajadas estadounidenses eran con frecuencia objetivo de extremistas que buscaban hacerse un hueco en esta violenta zona del mundo. Hombres, mujeres e incluso niños eran sospechosos, ya que llevaban las túnicas de sus distintas tribus, que podían ocultar desde la compra diaria hasta una bomba. Cualquiera que se acercara sabía que debía tener su identificación preparada y las manos extendidas. Cualquier conducta sospechosa era tratada inmediatamente, no sólo por autoconservación, sino para proteger esta pequeña franja de tierra que los estadounidenses declaraban suya. Los guardias miraban, escudriñaban y evaluaban constantemente cualquier posible amenaza, desde los carros tirados por burros hasta los coches caros que bajaban a toda velocidad por la calle como si amenazaran con atropellar a todos los peatones que se encontraran en su camino. Los peatones, en particular, eran vistos con una preocupación sospechosa, ya que no era inaudito que la gente se acercara a la embajada de Estados Unidos con una bomba atada al cuerpo. Hoy los peatones parecían especialmente abundantes, los hajibs ocultaban la identidad de las mujeres. Nadie podía distinguir si eran jóvenes o mayores bajo el atuendo negro, completamente envolvente, que exigen los hombres de este país. Supuestamente para proteger a sus mujeres, también proporcionaba anonimato frente a las numerosas hordas de hombres extraños que habían llegado a esta parte del mundo, supuestamente para hacer la paz. Como el atuendo ocultaba tanto, podía ser intimidante para aquellos soldados que eran nuevos en esta parte de un mundo violento. Los guardias observaron a una mujer con dos niños muy pequeños desde el otro lado de la Carretera del Aeropuerto hacia la Carretera del Gran Massoud, donde se encontraba la embajada. Estaba evaluando la embajada, al menos así les pareció a sus ojos conocedores. Miró cuidadosamente hacia arriba y hacia abajo de la calle varias veces antes de guiar a los niños con cautela a través de la concurrida calle. Un vendedor que utilizaba una vaca para tirar de su lento carro

le gritó y ella inclinó la cabeza en señal de sumisión, disculpándose en silencio por haber ralentizado su avance por la concurrida calle. Tenía las manos alrededor de los hombros de los dos niños, empujándolos mientras se acercaba a la entrada. Los dos guardias se pusieron rígidos cuando se hizo evidente que se dirigía hacia ellos. Una barrera de hormigón se encontraba ligeramente detrás de ellos, impidiendo que cualquier coche se abalanzara sobre la embajada y detonara una bomba en su interior. Aun así, cuando pudo pasar por la concurrida acera, la observaron con recelo. Miró repetidamente detrás de ella... no era una buena señal. Se acercó a los guardias y les sonrió, pero este gesto de buena voluntad quedó oculto por el chador que llevaba, un velo negro que le cubría la mitad inferior de la cara. Al comprender sus miradas cada vez más alarmadas por su presencia, se dio cuenta de su error. Quitando la mano de la espalda de la niña mayor a la que pastoreaba, extendió la suya y se llevó lentamente la mano a la cara para que no pudieran malinterpretar su gesto mientras tiraba de la tela hacia abajo para mostrar su rostro. Sonrió temblorosamente mientras se aclaraba la garganta. "Soy la teniente Marsha Gagliano. Llevo años cautiva. Soy ciudadana estadounidense y pido refugio en la embajada", declaró, casi con miedo a hablar. Miró a su alrededor una vez más, y su mano volvió a posarse en el hombro del pequeño niño que tenía a su lado. "¿Señora?", le preguntó el guardia, incrédulo. Esta mujer no parecía en absoluto una americana con el burka de cuerpo entero que llevaba; sin embargo, su acento era decididamente americano, nada que ver con el de los nativos que aprendieron inglés por necesidad. "Por favor", suplicó. "Estoy segura de que me están siguiendo. Me llevarán de vuelta. Me quitarán a mis hijos. hijos. Esta vez me matarán ..." "¿Tienes alguna identificación?", comenzó él, pero ella le interrumpió. "Claro que no la tengo", afirmó enfadada, mirando a los rostros que pasaban por allí, algunos curiosos, otros ocupándose de sus propios asuntos. "¿No estabas escuchando? Me han mantenido cautiva. Soy la teniente Marsha Gagliano", repitió, mirando despectivamente la insignia en la parte superior del brazo del soldado, tratando de intimidarlo para que la creyera. "Soy teniente del Ejército

de los Estados Unidos y exijo que me lleven dentro". "Señora, no podemos dejar...", comenzó él, sin saber qué hacer. "Venga por aquí", le ofreció el otro guardia, creyéndole. Si todo lo demás fallaba, la echarían si su historia resultaba falsa. Le hizo un gesto con el brazo extendido, indicándole el camino hacia las puertas, que otro guardia comenzó a abrir mientras la escoltaba. Una vez superadas las puertas y en suelo americano, respiró aliviada. La tensión de sus hombros se disipó de inmediato mientras avanzaba arrastrando los pies, sin dejar de empujar a los dos niños pequeños. El mayor de los dos se volvió hacia ella y, con voz suplicante, le preguntó: "¿Moray?". "Ya está bien", dijo ella consoladora, el miedo que escuchó en la voz de su hijo la golpeó en el pecho. Ella los guió detrás del guardia que la escoltaba hacia el interior del edificio. "¿Qué es esto, soldado?", los detuvo una voz una vez dentro. Marsha se sintió aliviada de estar fuera de la vista de la calle y detrás de una puerta. Otro manto de miedo comenzó a desprenderse de sus hombros. Se apartó el chador de la cara y se quitó la capucha del burka, dejando al descubierto otro pañuelo atado a la cabeza: un pañuelo gris más rico, elaborado y colorido. También se lo quitó, dejando al descubierto el pelo negro recogido y alejado de la cara. "Soy la teniente Marsha Gagliano", repitió como si fuera una letanía, como si lo hubiera dicho tantas veces que hubiera memorizado las inflexiones y los tonos una y otra vez. "¡He estado cautiva durante años y exijo asilo!" La mujer parecía alarmada. Sin embargo, creyó a la extraña mujer y la hizo pasar al despacho que tenía detrás. Miró con curiosidad a los niños. Ellos también llevaban una versión más pequeña del chador, pero de color azul. "Podéis quitároslo", dijo la mujer en inglés a los niños. Estos la miraron, alarmados, cuando empezó a tirar del traje que lo envolvía todo. Al quitarles las prendas, apareció un niño vestido con una prenda azul que cubría unos pantalones rojos. Llevaba sandalias en los pies y su pelo estaba cubierto por un pañuelo rojo que hacía juego con los pantalones. Tenía el aspecto de un niño afgano tradicional, muy querido y de imagen perfecta, con ojos marrones oscuros y un rostro angelical.

El mayor de los niños era una niña. Llevaba un vestido rojo hasta las rodillas, del mismo color que los pantalones y el pañuelo de su hermano. Los pantalones también hacían juego con el vestido. Llevaba un tocado que le cubría el pelo, también del mismo color. Era como si se hubiera estirado un trozo de tela para hacer coincidir estos trajes tradicionales en ambos niños. Bajó la mirada a sus pies, ocultando tímidamente sus ojos de la extraña mujer de aspecto oficioso que las miraba con curiosidad. "Usted dijo que era teniente...", preguntó la mujer para comenzar la entrevista mientras se sentaba detrás de su escritorio. Indicó las sillas frente a ella y la mujer sentó al mayor, la niña, en la segunda silla antes de acomodarse con el menor en su regazo. "Soy la teniente Marsha Gagliano", repitió por tercera vez ese día. "Estaba en un helicóptero que cayó en las montañas. Nos capturaron. No sé cuánto tiempo he estado retenida", dijo, las palabras salían a toda prisa como si temiera no ser escuchada de otro modo. "Quiero ir a casa", suplicó. "Lo entiendo. ¿Alguien te está buscando...?", indicó a los niños, "por ellos". "Sí, su padre", asintió ella complacida. "Si nos encuentra, me matará". Ella asintió, comprendiendo la cultura. Un hijo era especialmente valioso para un padre en esta tierra. "¿Son tuyos?", verificó. "Sí, y éste también", indicó su vientre, oculto bajo la túnica que llevaba. La mujer parecía alarmada al descubrir que llevaba un tercer hijo, pero era comprensible, la túnica lo ocultaba todo. Se presentó: "Soy Leslie Murrough. Soy especialista del Servicio Exterior", se puso rápidamente oficiosa al comenzar a interrogar a la mujer. Extrañamente, a la teniente le costó responder a algunas de las preguntas más allá de su identidad, casi como si no estuviera acostumbrada a hablar... especialmente en inglés. Al cabo de un rato, la mujer descolgó el teléfono y habló rápidamente por él. Una vez que colgó, se dirigió a

la mujer de nuevo: "Alguien estará con nosotros en breve". Marsha comprendió. La acusarían, si no la acusarían, de connivencia con el enemigo. Le preguntarían por qué no había aprovechado la oportunidad de escapar y evadirse, sobre todo porque era evidente que llevaba tiempo con ellos. Tres niños eran el resultado de ese supuesto cautiverio. No querrían creerla. Supondrían que estaba mintiendo para salvar su pellejo, que sólo quería volver a casa sin consecuencias. Ella lo entendía. Le molestaba la suposición, pero quería volver a casa. Quería coger a sus hijos e irse a casa ahora... ¿pero la dejarían? Un hombre entró en la oficina, mirando con curiosidad a Marsha y a la mujer del otro lado del escritorio. Los hijos de Marsha empezaron a inquietarse. Hizo las mismas preguntas que la mujer. Tardó mucho tiempo "Por favor, responderé a sus preguntas, pero ha sido un largo viaje y los niños están cansados. Yo estoy cansada". Ella puso la mano en su vientre de embarazada, "Necesitamos descansar, comer si es posible". "Mis disculpas. Por supuesto que sí", dijo el hombre con diplomacia. Tenían que ser cautelosos. Si realmente era la teniente Gagliano y se había casado con un ciudadano afgano, esto podría ser realmente complicado. Asintió a la mujer que le había escuchado haciendo las mismas preguntas para ver si la mujer se desviaba de su historia. Hasta ahora no lo había hecho. La mujer, Leslie, hizo otra llamada telefónica y en poco tiempo una mujer más joven llamó a la puerta del despacho. "Ah, Linda, ¿podrías acompañar a nuestra invitada a una habitación para que ella y sus hijos puedan asearse y descansar? Que les traigan la cena", dijo cuidadosamente, en clave. Básicamente, estaba diciendo que permitían que Marsha se quedara, pero sólo si verificaban su identidad, y estaría bajo supervisión. "Sí, Sra. Murrough. Por supuesto, Sra. Murrough", respondió respetuosamente. "Gracias", respondió Marsha sinceramente mientras reunía a sus hijos. Les puso las túnicas envolventes sobre el brazo y los sacó de la habitación. Sabía que las dos personas que quedaban atrás hablarían de ella y de su historia, de lo que habían sacado de ella. No podía decirles mucho, ya que los niños habían estado

escuchando. Mientras Bahir había escuchado y no había entendido realmente, a Amir no le había importado en absoluto. De hecho, había caído en un ligero sueño en sus brazos. Estaba cansada, muy cansada. Los había cargado tantas veces en su viaje de huida. El miedo era un gran motivador para mantener su adrenalina, pero ahora había desaparecido y estaba agotada. "Aquí tenéis", les dijo Linda alegremente mientras les mostraba un dormitorio. "Espero que no os importe compartir, pero pensé que los niños querrían estar con ustedes". "No, no me importa y tienes razón. Estarían asustados en este lugar extraño sin mí", le dijo Marsha agradecida. "Gracias". "Les traeré la cena dentro de un rato", prometió Linda mientras se mostraba fuera de la habitación. "Gracias", repitió Marsha amablemente. Una vez cerrada la puerta, se hundió aliviada. Estaba aquí. Era libre. Libre de Zabi, libre.... No podía creerlo. Se preguntó cuánto tiempo había estado fuera. Se frotó la barriga de forma protectora y el bebé pareció entender su necesidad de estar tranquilo. Ahora le preocupaba que tal vez hubiera hecho algo que dañara al feto que crecía en su interior. Zabi se enfadaría, sobre todo si también era un hijo. Entonces se dio cuenta de que no tenía que preocuparse por Zabi y su ira... nunca más. "¿Moray?" Bahir preguntó con ansiedad. Ella no había entendido a dónde iban y los alrededores parecía tan extraño. Le daba miedo esa gente. "No pasa nada, mi flor", le dijo Marsha de forma consoladora, hablando su lengua materna. Había tardado más de un año en entender todo lo que hablaban Zabi y los suyos. Mucho había sido gestos con las manos y exigencias airadas, pero ahora lo dejaba de lado. Estaba en suelo americano y era libre. Se arrodilló ante su hija, sonriendo ante el vestido nativo que llevaba... el mejor, no había habido tiempo para cambiarse. Las túnicas de cobertura estaban llenas de polvo de sus viajes. La ropa que llevaban era la típica de los niños afganos; su hija y su hijo eran el orgullo de Zabi. Estaban preciosos con sus mejores galas. Marsha estaba orgullosa de sus hijos y aliviada de haberlos sacado a ambos. Estaba incrédula de haberlo conseguido, finalmente. "¿Por qué no nos bañamos? Esa

amable señora nos va a traer la comida y luego podemos dormir", indicó la enorme, para los estándares de sus hijos, cama de matrimonio en el centro de la habitación. Los muebles eran escasos, pero para los niños la habitación era lujosa y extraña. "¿Bañarse?" preguntó Bahir, un poco más entusiasmado. Le encantaba bañarse. Los arroyos de la montaña eran el patio de recreo favorito de los niños. Todavía era lo suficientemente joven como para haberse librado de jugar en ellos. Dentro de unos años no se lo habrían permitido. "¿Dib?" dijo Amir, entendiendo la palabra. Marsha sonrió. Los niños eran muy jóvenes. Había intentado enseñarles todo el inglés que Zabi le había permitido. Se enorgullecía de su herencia persa y su carácter era tan voluble que Marsha había aprendido a no imponer su propia cultura a sus hijos. Sus palizas sólo habían cesado cuando ella estaba embarazada. No quería perder a "sus" hijos por su temperamento. Se sintió decepcionado cuando nació Bahir, pero dejó que Marsha se curara lo suficiente antes de volver a pegarle, violándola hasta que volvió a quedarse embarazada. Se estremeció al recordar el hijo que había perdido por el temperamento de Zabi. Miró a los dos supervivientes que tenía delante. "Sí, vamos a bañarnos", dijo, utilizando la palabra tayika dib que ambas entendían. Les explicó el uso del retrete, fascinando a los niños con este fenómeno interior. Pronto les hizo desnudarse y meterse en una bañera, otra novedad para los dos niños. La tribu de Zabi había sido muy remota. Supuso que eso era deliberado, para evitar ser descubiertos. No tenían lujos y vivían más o menos como lo habían hecho las generaciones de su pueblo durante miles de años, nómadas hasta cierto punto, pero con muy poco que mostrar de su estilo de vida. No necesitaban comodidades ni lujos modernos. Los vistió de nuevo con sus trajes después de haberles sacudido todo el polvo posible, y llegó justo a tiempo para oír que llamaban a la puerta. Dejó entrar a Linda de nuevo. Venía con una bandeja con alimentos que Marsha sólo había soñado. "Oh, gracias", dijo de forma muy sincera. Los olores que emanaban de la bandeja hicieron que se le hiciera la boca agua. "Lo pondré aquí", indicó Linda al pequeño sofá de la habitación con una mesa de centro delante. "¿Sabes cuándo querrán interrogarme de nuevo?" preguntó

Marsha. "No, ya te lo harán saber", dijo Linda, con la mirada puesta en la mujer que se había quitado el burka, revelando un traje más rico y envolvente de color gris con dibujos negros en el material. Parecía rica y no se parecía en absoluto a la prisionera que decía haber sido. Marsha se dio cuenta de que miraba su atuendo. "Estábamos celebrando cuando se presentó la oportunidad de escapar. Esta era nuestra mejor ropa", explicó, señalando su propio atuendo y luego el de los niños. Los niños parecían frescos y limpios después de sus baños. Miraban atentamente la extraña pero deliciosa comida que había en la bandeja. "No tienes que darme explicaciones", le aseguró Linda, aunque se lo había preguntado. Sonrió alegremente: "Si necesitas algo, sólo tienes que coger el teléfono y marcar el cero". "Gracias", dijo Marsha con calidez, sintiéndose tan cansada. Ella también quería un baño... un baño de verdad después de todo este tiempo. La comida, sin embargo, no sólo olía bien, sino que era una necesidad después de días sin ella. Linda los dejó y Marsha se sentó cansada en el sofá. Llenó dos platos para sus hijos, observando cómo usaban los dedos para comer. Sonrió. Ya aprenderían. Ella misma cogió un tenedor y se puso a comer. La comida estaba tan deliciosa como olía. Tal vez fuera el hambre que todos experimentaban o tal vez fuera realmente la comida. Marsha tuvo cuidado de no dejar que ninguno de ellos comiera demasiado. Los días sin comer, aunque eran comunes en su lugar de origen, significaban que sus estómagos se habían encogido. No quería que ninguno de los niños comiera y enfermara. Así que, a pesar de sus protestas de que querían más, les cortó en un momento dado. "No, es hora de dormir", les aseguró. Los dos estaban caídos por el cansancio. Ella también estaba lista para dormir. La comida los había cansado aún más. Sin embargo, quería ese baño antes de meterse entre las sábanas. Los desnudó hasta la ropa interior y los llevó a la cama, contándoles una historia que inventó sobre la marcha, hasta que ambos se durmieron. Luego se desnudó y

se bañó, lavando su ropa interior en la bañera con ella, y luego la colgó para que se secara. La miró pensativa, preguntándose, no por primera vez, qué llevaban otras mujeres afganas. También se preguntó, y no por primera vez, dónde había conseguido Zabi un sujetador americano. La chemise que llevaban muchas mujeres, pero el resto de la ropa interior era sexy, seductora y sorprendentemente cómoda. Sabía que a Zabi le había gustado verla con esa fina ropa, la mejor que poseía. Mostraba su estatus. Demostró que podía mantenerla mejor que cualquier otro hombre de la tribu y que había merecido tomarla como esposa. A su primera esposa, mucho mayor que ellos, no le había gustado, sobre todo cuando Marsha había demostrado ser fértil. Ella había instigado la paliza que hizo que Marsha perdiera un hijo. Zabi había jurado no volver a tocarla cuando estuviera embarazada y ella agradecía al menos esa consideración. Ella había detestado su o desde el principio. Mientras se tumbaba en la bañera, con el pelo más largo de lo que recordaba, se deleitó con la sensación del agua caliente. El calor del agua le caló hasta los huesos y la relajó. Estuvo a punto de dormirse, pero se levantó de un tirón. Se lavó rápidamente el pelo con la botellita de champú de olor dulce que le habían proporcionado, como en un hotel. Era maravilloso después de años de usar sólo lo que conseguían hacer. Los jabones de tacto áspero que creaban estaban muy lejos de estos lujos manufacturados. A Marsha le encantaba la sensación del jabón en el pelo. Encontró un cepillo en el tocador y, tras exprimir el exceso de agua, se cepilló los largos rizos. Recordó lo orgulloso que había estado Zabi de su pelo cuando crecía. Él había odiado la longitud corta que ella había llevado anteriormente como una necesidad de estar en el ejército. No es que todas las mujeres se sintieran así, pero a Marsha le había gustado la facilidad de cuidar el pelo corto en aquella época. Se miró en el espejo. Su aspecto era muy diferente al de la mujer que había subido a aquel helicóptero, por mucho tiempo que hubiera pasado. La vida dura la había envejecido. La maternidad la había envejecido. Zabi y sus golpes la habían envejecido. Al principio se había resistido, pero la cantidad de golpes la había agotado. Al no querer ser violada en grupo, había sucumbido ante Zabi. Sentía que había domesticado a la teniente americana, pero también respetaba a esta mujer guerrera a su manera. Traducido a grandes rasgos, teniente era lomri baridman. Había olvidado el significado, pero estaba orgulloso de haberla conquistado. Al menos, Marsha le hizo creer que lo había hecho... para evitar la violación en grupo y para evitar las palizas en la medida de lo posible. Se miró el vello de las axilas, preguntándose si habría una navaja, pero sin

molestarse en buscarla. El vello de las piernas había alcanzado cierta longitud y había dejado de crecer. Volvió a preguntarse cuánto tiempo hacía que no se afeitaba esos excesos. Cerró los ojos por un momento, deleitándose con el hecho de que que no tenía que rendir cuentas a nadie por el momento. Se secó una vez más con la toalla. Estuvo tentada de usar el secador de pelo, pero sabía que aterrorizaría a sus hijos. Incluso un coche, el jeep que había conseguido robar, les había aterrorizado hasta que se acostumbraron a él. Le habían proporcionado un albornoz como el de un hotel y pasó los brazos por las mangas, sintiéndose "normal" por primera vez. Colgó la toalla y echó un vistazo al cuarto de baño, un lujo que no había visto en mucho tiempo, y apagó la luz. De repente, curiosa, se dirigió a la puerta de la habitación y la abrió. No estaba cerrada con llave. De hecho, vio que no había cerradura en el interior. Al asomarse al vestíbulo, vio que un marine armado del cuerpo de seguridad de la embajada se ponía en guardia al verla. Ella asintió con rigidez y se retiró a la habitación. Por supuesto que la tendrían vigilada. No era diferente de cuando estaba en el pueblo. La vigilaban, todo el tiempo la vigilaban. Ahora, era por su propia gente. Sólo que ahora, en lugar de ser esa mujer americana que algunos despreciaban, era esa desertora americana, al menos sospechaba que eso era lo que probablemente pensaban de ella. No los culpaba. Ella tampoco se creería su historia. Al acercarse a la cama, vio que los niños estaban profundamente dormidos. El agotamiento había influido en ello. Llevaban días de miedo, de hambre y de temor, y la combinación los había cansado un poco. Sonrió. Eso era un eufemismo. Había estado aterrorizada de que Zabi o sus hombres la encontraran, de que descubrieran dónde había ido. Había girado deliberadamente hacia el este para despistarles una vez que abandonara sus caminos de montaña. La carretera asfaltada había ocultado bien sus huellas cuando dio la vuelta y se dirigió al oeste, hacia la civilización. La autopista había sido como un río de lava para ella y aceleró todo lo que el vehículo le permitía. Sólo dejó el jeep al llegar a Kabul. Se había quedado sin gasolina y tenía demasiado miedo de comprar más. Con la cabeza cubierta, los ojos bajos y cargando a los niños cuando no podían o no querían caminar, se dirigió por la carretera del aeropuerto hasta la carretera de Great Massoud, donde sabía que se encontraba la embajada estadounidense. Estaba agradecida por poder dormir en una cama, una cama de verdad, con sus

hijos. Elevó una pequeña oración. A Alá, a Yahvé, a Dios... a quienquiera que estuviera escuchando. Todo lo que dijo fue "Gracias", pero eso fue todo lo que necesitó mientras inclinaba la cabeza y se metía en la cama con sus hijos. Su bata se sentía cálida bajo las suaves sábanas, pero no iba a dormir desnuda con sus hijos. Tardó apenas unos minutos en caer en un sueño sin sueños.

CAPÍTULO II Marsha se despertó con el sonido de las risas de sus hijos, algo habitual. Esperaba que no fueran demasiado fuertes o Zabi lo haría... Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que no estaba en la cueva que Zabi y su gente llamaban hogar. Ni siquiera estaba en la tienda de color tierra que utilizaban durante los meses de verano cuando viajaban de forma nómada. No estaba en el suelo, en el compacto colchón que constituía su cama, sino en la embajada americana de Kabul. Lo había conseguido. Su sueño de todos esos años se había cumplido. Había escapado. Marsha levantó la vista para ver el origen de las risas de los niños. Linda estaba en la habitación con ellos y les mostraba libros para colorear, demostrando cómo colorear con los rotuladores mágicos que había traído. Los colores brillantes hacían las delicias de los dos niños provincianos. Ella sonrió ante su asombro. Ninguno de sus hijos había visto nunca un libro para colorear, y mucho menos un rotulador mágico. Tenían mucho que ver y aprender. "Buenos días", llamó Linda alegremente al notar el escrutinio de Marsha. "Buenos días", repitió Marsha con una voz áspera por el sueño, y lo dijo en serio. Era extraño. Por fin podía decirlo, en inglés, y decirlo en serio. Las mujeres del pueblo lo habían dicho a menudo, pero Marsha nunca lo había sentido como algo real. Se estremeció al recordarlo. Ya no volvería a escuchar el despectivo Mahsa con el que la llamaban. Sabía que significaba como la luna, pero lo decían con tanta vehemencia que sabía que se lo escupían como un insulto. En lugar de intentar utilizar su verdadero nombre, Marsha, Zabi le había puesto el nombre afgano de Mahsa. Supuso que lo decía con buena intención, a su manera, pero ella no lo sentía. Su primera esposa, Malekah, que significa reina, se aseguró de que ella supiera que no era bienvenida. No era como si Marsha tuviera alguna opción en el asunto. "También les traje algunos juguetes, pero supongo que no saben..." Linda

comenzó. "¿Sabes si mi familia ha sido informada de...?", dejó, sin saber cómo describirlo. Oh, Dios, había pensado tanto en su familia a lo largo de los años. ¿Habían seguido adelante sin ella? "No lo sé", itió Linda. "¿Tienes hambre?" Miró la bata ajustada y se dio cuenta de lo embarazada que estaba realmente Marsha. "¿Estás bien?", preguntó cuando la morena se levantó torpemente de la cama. Estaba agarrotada por el viaje y no estaba acostumbrada a la buena cama en la que acababa de dormir. Los niños parecían haberse recuperado ya de su penoso viaje. Sonrió ante sus saludos de buenos días, sinceros y en el dialecto local afgano llamado tayiko. Es uno de los cuarenta idiomas que se hablan en Afganistán, que tiene más de doscientos dialectos. "inglés ahora, mis bebés", les corrigió suavemente. "Estoy bien. Sólo un poco agarrotada por el viaje", itió a Linda. Se levantó con el típico gesto de mujer embarazada, con la barriga sobresaliendo ante ella, pareciendo enorme y haciéndola sentir incómoda al mismo tiempo. "¿Tienes hambre?" volvió a preguntar Linda. "Sí, estoy hambrienta", itió. Aunque no se habían comido todo lo que Linda les había traído la noche anterior, podía ver que sus hijos se habían servido de las sobras. Pudo ver las huellas dactilares en la salsa congelada, su mente de madre se estremeció ante eso, pero agradeció que ambos niños parecieran estar limpios. Linda debió suponer lo que Marsha estaba pensando. "Les enseñé el baño y les expliqué para qué servía el retrete", explicó. "Los dos estaban saltando un poco", se rió. Marsha sabía que ninguno de los niños había visto nunca un retrete antes de la noche anterior, y mucho menos había utilizado uno. Se preguntó cuánto habían entendido y se lo agradeció a la mujer. Ella también les había enseñado anoche, pero la repetición era buena. "¿Cuánto me he quedado dormida?", murmuró en voz alta mientras se dirigía con determinación al baño.

"No demasiado", le aseguró Linda, todavía riendo. "Una vez que te hayas vestido", miró a los niños, inconscientemente todavía en ropa interior, "podemos bajar". Marsha lo agradeció y se levantó, balanceando su protuberante estómago mientras se dirigía cansada al baño. No se había sentido así ayer, pero a pesar del buen sueño nocturno su cuerpo seguía agotado. Se cambió rápidamente y, llamando a los niños de uno en uno, les cepilló el pelo y los vistió. Les limpió la cara con una toallita limpia y les besó la nariz, mirándolos a los ojos oscuros con una sonrisa. Le devolvieron la mirada solemne, tan confiada. Esperaba no haberles hecho un flaco favor al alejarlos de la única vida que habían conocido. Pero eran jóvenes, esperaba que se adaptaran. Les mostraron una pequeña cocina. Marsha estaba segura de que normalmente se utilizaba para el personal, pero con los niños presentes no le importaba. No había terminado de comer -ayudando a los niños a intentar usar cucharas, algo con lo que estaban familiarizados desde el campamento, en lugar de los dedos- cuando entraron dos hombres en la habitación. Uno de ellos era un mayor, a juzgar por su uniforme. Marsha se enderezó lentamente de su silla y se levantó de ella, desgarbada en el mejor de los casos con el estómago sobresaliendo ante ella. Intentó ponerse en posición de firmes, incómoda en su embarazo. "Descanse, capitán", la saludó el mayor. "Soy el mayor Scott". "teniente", le corrigió ella mientras abría las piernas en una postura relajada, su mano se dirigió a su espalda para ayudar a apoyarla. Él bajó la mirada a su papeleo por un momento y luego volvió a mirarla. "Es cierto, no lo sabías. Su papeleo acababa de pasar cuando subió al helicóptero. Su ascenso fue verificado, capitán". Marsha lo miró por un momento y luego no pudo evitar la sonrisa. Hacía mucho tiempo que quería eso. Había sido su objetivo en aquel momento. Parecía otra vida. "¿Son tus hijos?", preguntó él, estúpidamente. "Sí, señor", contestó ella, dándose cuenta de que sólo estaba haciendo

conversación. Se sintió muy nerviosa. Entonces vio que Linda se cernía detrás de él y que miraba a Marsha con cariño. "Necesito hablar con usted, capitán Gagliano", dijo formalmente. "Sí, señor. Por supuesto, señor". "Linda cuidará a sus hijos durante el tiempo que necesitemos para hablar", le informó. "¿Le parece bien?" Ella miró a sus hijos. Eran ajenos a la tensión de los adultos. Miró a Linda. "¿Sólo colorear y tal vez algunos Legos?", ofreció la mujer con una sonrisa. Marsha se sintió realmente aliviada. Los niños nunca habían visto una televisión o un ordenador y ella no quería asustarlos ni agobiarlos. "Por supuesto", aceptó con una sonrisa. Se inclinó hacia los niños: "Moray volverá enseguida", les dijo en tayiko. Los dos niños levantaron la vista. Bahir tenía un poco de gelatina en el borde de la boca que Marsha limpió rápidamente con la servilleta que había estado usando. Marsha pudo percibir la impaciencia del mayor y rápidamente terminó y lo siguió fuera de la habitación. Sonrió temblorosamente a la amable mujer al pasar. "Aquí", indicó el comandante a otro despacho, permitiendo a la mujer caminar delante de él. El otro hombre del día anterior los siguió a ambos a la sala. "Tome asiento", le ofreció solícito, su embarazo era evidente a pesar de su atuendo. Era evidente que el traje era de la mejor tela. En realidad le sentaba bien, le daba un aspecto elegante, a pesar de su aspecto desgarbado por el embarazo. Marsha estaba nerviosa, pero esperaba algún tipo de intervención militar. Querrían saber qué le había pasado. Querrían saber qué había pasado con el helicóptero. Querrían saber qué les había pasado a los otros pasajeros, el piloto y el copiloto. Tragó saliva, deseando haber comido más en el desayuno antes de la reunión. Estaba nerviosa. Acostumbrada a permanecer callada durante años, su silencio no sería apreciado por estos hombres. "Este es el Sr. Wynn. Trabaja en el Departamento de Estado. También tendrá preguntas para usted", le presentó el comandante. Marsha no estaba segura de si debía estrecharle la mano, pero como él no hizo ningún esfuerzo por extender la suya, le asintió con frialdad. Sintiéndose todavía

atenta en la silla al sentarse con la espalda recta, sintió que el bebé daba patadas. También había querido un desayuno completo. "Ahora, empecemos", empezó él. Abrió una carpeta en el escritorio y comenzó a interrogarla. Sus respuestas fueron directas; no se explayó ni adornó. Sólo respondía a preguntas directas. No ofreció ninguna información innecesaria que no le hubieran pedido. No añadía nada, aunque ellos esperaban que lo hiciera. Se limitó a esperar a que le hicieran más preguntas. El juego de la espera entre ellos hizo que se produjeran algunas pausas bastante largas entre las preguntas, entonces el mayor o el señor Wynn finalmente abandonaban su espera y preguntaban otra. Marsha no estaba acostumbrada a esto... ya no. Después de años de estar en el ejército, estar sometida a un marido tribal le había "enseñado" su lugar en su mundo. Estaba acostumbrada a recibir órdenes, no a ser cuestionada. Nunca se le pidió su opinión, su contribución. No era necesaria. Su "marido" sabía lo suficiente para los dos y se lo hacía saber con frecuencia a su nueva "esposa". A Marsha le había costado mucho tiempo aprender a someterse a un hombre... a cualquier hombre. Criada en Estados Unidos, había creído plenamente que las mujeres eran iguales a los hombres. En el mundo de Zabi aprendió lo contrario. Tardaría más de unos días en acostumbrarse a poder decir lo que pensaba o a compartir información libremente como ellos querían. Su vacilación parecía perturbar a estos dos hombres. "¿Así que no sabes exactamente dónde está su campamento?", preguntó el mayor, molesto. Su falta de voluntad para cooperar le hizo sospechar. Ya había visto fotos del aspecto del capitán Gagliano, antes teniente Gagliano, y esta mujer era muy parecida, pero tenía el pelo más largo, mucho más largo, y era definitivamente mayor. Sacudió la cabeza. "Vivían en cuevas una parte del año. Otras veces eran nómadas", trató de explicar de forma amable. Estaba cansada. Esto había durado demasiado y estaba embarazada. También había caminado demasiado en los últimos días para una mujer embarazada. No había comido, ni bebido, ni dormido para escapar. Necesitaba descansar. Al parecer no se lo iban a dar. "¿Cómo puede un oficial entrenado en el ejército ser incapaz de escapar?" preguntó el Sr. Wynn con una burla apenas disimulada.

"¿Cuánto tiempo estuve fuera?", preguntó ella finalmente, sintiéndose estúpida. "¿No lo sabes?", preguntó él, con altanería. Era obvio que no la creía. Ella negó con la cabeza, preguntándose si le responderían. "Llevas cinco años clasificada como desaparecida en combate", le informó el comandante. Marsha lo miró fijamente. No podía creerlo. ¿Habían pasado cinco años? Ella sabía que había habido diferentes estaciones. La tribu, después de todo, se trasladó a mejores zonas de pastoreo y se escondió de los soldados de ambos bandos para evitar la guerra. Había tenido tres embarazos, cuatro si se contaba su aborto, pero ¿cinco años? Tuvo otro pensamiento. "¿Qué pasa con mi mujer? ¿Nuestra hija?" Había pensado en ellas con frecuencia mientras estaba fuera. Cinco años significaba que su hija tenía ahora seis años y medio y estaba en la escuela. ¿Cómo había sobrellevado Heather su ausencia durante tanto tiempo? ¿Había seguido adelante? La idea de que su mujer hubiera encontrado a otro no le resultaba cómoda. "¿Su mujer?", preguntó el comandante, volviendo a mirar sus papeles. Sus ojos se abrieron ligeramente. Se le había había pasado por alto ese detalle. "¿Ha sido informada de que estoy vivo?" Una nota de súplica había entrado en la voz de Marsha. "Ah, sí, aquí dice que ella ha estado recibiendo tus cheques", trató de mantener su voz neutral, pero un tono en ella indicaba su desaprobación. A Marsha le pareció que era de la vieja escuela. Pensaba que el DADT, Don't Ask Don't Tell, debería haberse mantenido para siempre y no haberse derogado nunca. A ella no deberían haberle permitido entrar, o ya que lo había hecho, debería haberlo callado, no haber sido abiertamente lesbiana. Apretó los dientes ante las cosas que le hubiera gustado decir al ver su reacción. El espíritu que había en ella de hace cinco años empezaba a rondar su psique y a abrirse paso a través de las grietas de la coraza que había creado. "¿Eso es todo?", preguntó ella, sabiendo que él no deseaba compartirlo. "Bueno, no podemos decírselo hasta que no hayamos verificado tu identidad", le dijo formalmente.

Ella tuvo que acceder a que esto era correcto. No sería bueno decirle a la familia de alguien desaparecido y dado por muerto que podría estar vivo. ¿Y si se equivocaban? El interrogatorio continuó. Como no había señales de que fuera a terminar, y se oía el llanto a través de la puerta, finalmente levantó la mano. "Tendremos que continuar con esto en otro momento, señor", dijo, dirigiéndola al mayor. "Como puede ver, estoy embarazada", su mano indicaba su estómago. "Tengo hijos que atender. También estoy agotada por mi huida", dijo suplicante, esperando que él lo entendiera. Vio la sospecha en sus ojos y lo lamentó. Siempre había sido sincera y extrovertida. Había sido una teniente estelar. Había trabajado duro para alcanzar ese rango y había esperado con ilusión la posibilidad de llegar a ser capitana. Haberlo conseguido y no saberlo, fue una pequeña decepción. Se sintió robada de algo tan simple. "¿Se niega a responder a alguna otra de nuestras preguntas?" Preguntó el Sr. Wynn, con suspicacia. "No, señor", objetó ella cortésmente, sin ninguna emoción en su voz. "Digo que necesito un descanso. Por supuesto, responderé a sus preguntas". "Entonces creo que me gustaría saber...", comenzó de nuevo como si ella no hubiera interrumpido la entrevista, pero ella le interrumpió. "No estaba escuchando, señor", levantó la mano para impedir que continuara. "Necesito descansar. Necesito atender a mis hijos". Por lo que parecía, Amir se estaba esforzando mucho y cuando se ponía así, exigía atención. Por algo le llamaban "rey". Zabi se había enorgullecido mucho de su único hijo. Había mimado al chico en cada oportunidad. "Dejaremos esto por ahora, Capitán Gagliano. Me aseguraré de que se le proporcione más ropa," indicó la fina ropa que llevaba. "Me veré muy gracioso con el uniforme", intentó bromear. Él sonrió con rigidez, pero asintió ante la observación. "Puedes retirarte... por ahora", le dijo como si toda la idea hubiera sido suya.

Marsha se levantó de la silla. Llevaba demasiado tiempo sentada y estaba muy rígida. La postura erguida que le habían enseñado estaba ahora en su contra y el bebé que llevaba dentro protestaba, dándole patadas bruscas y causándole dolor. La capitana no mostró ninguna emoción en su rostro mientras se ponía de pie. En realidad, le sorprendió que el señor Wynn no le ofreciera ayuda cuando la vio luchar, pero no estaba tan segura de que no lo hubiera rechazado de todos modos. "Gracias, señor", le dijo al comandante mientras se ponía en posición de firmes por un momento. Él asintió secamente, despidiéndola aún más. Observó cómo se dirigía a la puerta. El atuendo la hacía parecer regia y, por alguna razón, esto le molestaba aún más.

CAPÍTULO III

"Capitán Gagliano, por aquí, por favor", el comandante le indicó el camino hacia una sala de conferencias donde le esperaba un grupo de diferentes oficiales. Marsha tragó saliva. Se sentía decididamente incómoda con la ropa de deporte que le habían proporcionado. Estaba hecha para hombres en buena forma física, no para mujeres embarazadas. El bebé estaba activo esta mañana y estaba segura de que su propio nerviosismo le estaba haciendo saltar sobre su vejiga. "Por favor, tome asiento, capitán", le ofrecieron, de cara al de los que serían sus jueces y jurado. "¿Quiere un vaso de agua?" "¿Hay algo más que podamos ofrecerle?" Intentaron ponerla cómoda, pero era difícil que una mujer tan embarazada estuviera realmente cómoda. Había visto las miradas al entrar en la habitación. Al parecer, no sabían que la militar desaparecida estaba embarazada, al menos la mayoría de ellos no lo sabía. En privado, disfrutó de la sorpresa en sus rostros. Sabía que esto no iba a ser agradable. Vio que había un tipógrafo en un rincón preparado para grabar todo lo que dijera. Observó que había una cámara instalada en otro rincón. "Capitán, se trata de una investigación formal para investigar los hechos de...", sus voces no dejaban de dar detalles de fechas y horas. No podía comprender que hubieran pasado cinco años; sin embargo, tres hijos y un aborto espontáneo después, debería haberse dado cuenta de la posibilidad. Era tan diferente en el pueblo. Una parte del año vivían en las cuevas y otra en tiendas de campaña. Lo determinaban los ciclos del año, no las fechas. Una primavera temprana o un invierno tardío podían determinar cuándo y dónde se trasladaba la aldea. "Nos reunimos aquí para tu comodidad", le dijo como si le hiciera un gran favor, pero Marsha se preguntó si no querían que dejara la embajada. Los días aquí habían sido un paraíso, excepto por el interrogatorio que habían intentado. Saber que estaba a salvo, aunque fuera temporalmente, había sido un alivio. Lejos de Zabi y sus exigencias, la embajada significaba una posible libertad. Las preguntas continuarían, tanto si las respondía como si no. "Capitán, ¿podría contarnos los hechos con sus propias palabras?", continuó la voz. Ella sabía que no era el comandante que había conocido. Cuando le habían

presentado a todos, había asentido con la cabeza, pero por alguna razón su mente no podía captar los nombres. Menos mal que llevaban su insignia en el vestido azul o no sabría quién era quién. Era mucho más fácil dirigirse a ellos por su rango que por un nombre que no podía recordar. Curiosamente, no todos llevaban una placa con su nombre en el pecho. Marsha se preguntó ante ese descuido... ¿todas esas personas eran del ejército? "Ese día salíamos de Afganistán. Nos subimos al UH-1. Éramos seis...", comenzó, pero la puerta de la sala de conferencias se abrió de nuevo y un hombre se quedó mirando a los ocupantes. "¿Puedo ayudarle, capitán?", desafió el mayor ante la interrupción. "Soy el capitán Lance McKellan. Soy el representante legal designado del capitán Gagliano. He sido enviado por el JAG. No debía comenzar este... interrogatorio", vaciló deliberadamente al pronunciar la palabra, "¡hasta que tuviera la oportunidad de hablar con mi cliente!". "Esto es un interrogatorio informal...", empezó a fanfarronear el mayor, con un gesto de impotencia. Marsha estrechó los ojos hacia él. "Esto me parece bastante formal, mayor", dijo el capitán mientras miraba deliberadamente a su alrededor a la cámara, al transcriptor y a los con sus uniformes. "Voy a suspender esto ahora hasta que tenga noticias de mi cliente". "El capitán Gagliano no está bajo...", comenzó de nuevo, sólo para ser interrumpido por el capitán. "No, y con mi ayuda no lo estará", terminó por él. "Capitán", indicó con la mano que Marsha se levantara y le siguiera. Ella miró al grupo de personas que había llegado antes y de nuevo al comandante. No se había dado cuenta de que su historia y su interrogatorio podrían ser utilizados en su contra. "¡Esto es indignante!", intervino otro de los que estaban sentados allí. Parecía que estaban más molestos por haber sido interrumpidos que por haber hecho algo malo. "Se les informará después de consultar con mi cliente", les dijo. No le asustaba su rango. Habían intentado hacer una jugada rápida y casi lo consiguen. Todo lo

que el capitán Gagliano había dicho podía y sería utilizado en su contra. Aquí había mucho más de lo que ella sabía. La acompañó fuera de la sala de conferencias. "¿Sabe dónde podemos hablar? No conozco la embajada". "¿Qué ocurre, capitán?", se atrevió a preguntar. Después de todo, tenían el mismo rango. "No estoy muy seguro, pero el general Biggins me asignó este caso en contra de los deseos directos de un tal coronel Kodel. ¿Conoce a alguno de estos hombres?" "No, no los conozco", confesó ella. "Lo siento, pero va a tener que repetir su historia varias veces. No sólo a mí, sino a ellos", le indicó indicó con un movimiento de cabeza hacia la habitación de la que acababan de salir, "y probablemente incluso más". "No sé si podré", contestó ella con sinceridad, mientras su mano recorría su embarazadísimo vientre. "Capitán, va a tener que hacerlo", le dijo él siniestramente. Marsha le miró a los ojos y le creyó. Todo era demasiado. Ella sólo quería irse a casa. Ahora que estaba en la embajada, sólo quería volver a su casa y estar con su mujer y sus hijos. Ese era todo el drama que podía soportar ahora mismo. Los exámenes médicos realizados esta misma mañana a ella y a los niños habían sido inquietantes, y las inyecciones que les habían puesto para que se pusieran al día con las vacunas les habían hecho llorar y gritar. Su corazón se había roto ante sus sollozos. No había sabido que casi no tenía derechos mientras la procesaban y el papeleo que habían generado. Su propio examen se había sentido como una invasión y estaba resentida por ello. Se suponía que la entrevista de esta mañana iba a ser el final, o así lo había creído ella. Le habían prometido de forma tentadora y vaga que por fin vería a su mujer, que le dirían a Heather que estaba viva. Lo máximo que esperaba era hablar por Skype con ella por ahora. Luego, tal vez, en unos días, verla realmente. "Vamos a hacer que un experto en TEPT te escuche mientras me cuentas tu versión de las cosas antes de que te hagamos antes de que te pongamos en esa

situación", su cabeza se dirigió de nuevo a la habitación. "¿Y el pago de los atrasos?", preguntó ella, sólo para ver su reacción. "¿Qué pasa con eso?", preguntó él, curioso. Le sorprendió que ella no hiciera otras preguntas. "Tengo entendido que un prisionero de guerra o un desaparecido en combate recibe la paga atrasada en el rango que tenía, así como los ascensos. ¿Mi mujer ha estado viviendo con mi paga de teniente o de capitán? Como yo no figuraba como muerto, no podía cobrar ninguna prestación por fallecimiento". Eso ya lo había adivinado, aunque ella y Heather aún no habían hablado. "Ya debería ser teniente coronel", señaló. "Ya llegaremos a todo eso", descartó él, tratando de burlarse de ella. "No, llegaremos a todo eso a la vez", respondió ella, volviendo a sentir algo de chulería y seguridad. No iban a encontrar nada de lo que acusarla. Ella no había hecho nada malo, sólo había sobrevivido en condiciones duras. Parte del acuerdo con el ejército había sido que ellos cuidarían de su familia. No lo habían hecho, por lo que ella sabía, pero aún no había hablado con su mujer para confirmarlo. Se lo indicó a su representante legal. "Sé que no pueden esperar hasta que dé a luz. Quieren saberlo ahora, pero puedo y voy a echar por tierra sus planes si las cosas no mejoran pronto". Su mano indicó la habitación que acababan de abandonar. Lance miró sorprendido a la embarazadísima mujer y luego sonrió con pesar. Sabía que tenía al ejército agarrado por las proverbiales pelotas, pero no les iba a gustar que apretara. El hecho de que se negara a abandonar la embajada, obligándoles a acudir a ella en su lugar, había sido una sorpresa. Investigaría sus reclamaciones. Ella tenía razón. La llevó lejos, hablando en voz baja: "Su esposa recibió una póliza de seguro de vida. Un seguro de vida para militares. El beneficio actual es, creo, de 400.000 dólares". "¿Mi esposa recibió los 400.000 dólares?" Tal vez Heather ni siquiera estaba. ¿Qué es lo que no le dijeron a ella? "Bueno, no te han declarado muerto. Los beneficios caducan a partir de cierto

momento en que se te da por muerto. Tienes razón, los soldados tomados como prisioneros de guerra siguen recibiendo ascensos. Lo investigaré", prometió, sabiendo que tenía mucho trabajo por hacer. Ella no se lo iba a poner fácil y eso no le importaba. Se alegró de ver su espíritu. Había visto las grabaciones de la entrevista a principios de esta semana aquí en Kabul y ella estaba muy agotada. Llevar el burka le había dado un aspecto y un comportamiento totalmente diferentes. Tenía un aspecto horrible con la sudadera que le habían puesto. Iba a haber un pequeño problema con el pago de los atrasos, pero pensó que conocía algunos hilos de los que podía tirar. El hecho de que le asignaran el caso y de que hubiera niños de por medio, hacía que la situación fuera... interesante. "Así que su mujer no cobró ninguna prestación del seguro, ¿verdad?", confirmó. "Tendremos que hablar con mi mujer. Todavía no la he visto ni he hablado con ella", le dijo. Parecía tener en cuenta sus intereses, al menos eso esperaba ella. Ella no estaba tan segura... no estaba segura de poder confiar en nadie. "Entonces vamos a hablar con tu mujer", dijo él mientras la acompañaba fuera del edificio hacia el jardín. Miró a su alrededor como si buscara un teléfono o una habitación que pudieran utilizar para hablar. A Marsha se le subió el corazón al pecho por un momento con la esperanza de poder escuchar al menos la voz de Heather. "Espere un momento, capitán", las detuvo una voz. "No pueden abandonar el recinto hasta que hayamos entrevistado al capitán". Otro capitán estaba de pie, saludando al abogado, pero sin dejar que ni él ni Marsha salieran del jardín. "¿No puede esperar esto?" Estaba exasperado y quería hablar con ella en algún lugar donde no los escucharan. "No, señor. Si viene por aquí, le mostraré un lugar donde podrá hablar con su...", miró a Marsha enfundada en la ajustada ropa de deporte y terminó con "cliente". Marsha se sentía decididamente incómoda. Sus hijos habían sido llevados a "jugar" con una mujer que ella no conocía y ellos no conocían, pero con todos los disgustos de los últimos días, parecían aceptarlo más. Ella lo sabía mejor. Era cuestión de tiempo que empezaran a llorar y a gritar. La novedad de la situación desaparecería. Había estado tan cerca de hablar con su mujer y su hija que casi

se había olvidado por un momento de los otros dos niños. Ahora se daba cuenta de que el destino había intervenido. El ejército no iba a dejarla hacer nada sin una explicación completa. Técnicamente, seguían siendo sus dueños. Mientras los escoltaban de vuelta al edificio, ella soltó un suspiro de exasperación. Realmente era demasiado pedirle y sintió que quería patalear y gritar por la situación. Sabía que era un periodo de tiempo relativamente corto y que sin una explicación completa no la iban a dejar volver a los Estados Unidos, pero guardaba su silencio... por ahora. "¿Iba a alguna parte, capitán?" El mayor Scott y el coronel que había formado parte del estaban de pie dentro de las puertas. Obviamente, habían enviado al otro capitán para impedir que salieran del edificio o hicieran algo a lo que se opusieran. "Sólo la llevo a hablar con su mujer y su hijo", dijo con despreocupación, como si eso fuera lo más natural cosa más natural del mundo. "Eso tendrá que esperar hasta que la hayan interrogado por completo", dijo el coronel con frialdad.

CAPÍTULO IV

"Bien, Capitán. Va a tener que confiar en mí. Este es el Capitán Lamar. Es una doctora, psiquiatra, experta en TEPT que nos ayudará con su caso". Le dejó reconocer la presencia de las personas que había traído a la sala que estaban utilizando para esta entrevista. "Voy a filmar esto para que podamos utilizarlo para nuestro caso y entonces quizás algo de esto, que sé que va a ser doloroso, no tenga que repetirse", le dijo esperanzado. Sabía que, si el ejército quería ser difícil, lo haría y podría preguntarle una y otra vez. Con el testimonio del doctor Lamar, tal vez podrían evitar algunas de las incómodas repeticiones que el ejército intentaría. "Este es mi asistente, el cabo Harris. Nos ayudará a agilizar algunos de los trámites que necesitamos para empezar a investigar algunas de las cosas que ya hemos discutido." Marsha sabía que se refería al otro ascenso, a los atrasos y a otras cosas que habría que investigar. Asintió con la cabeza mientras se sentaba donde él le indicaba. La cámara estaba justo enfrente de ella. "Cuéntenos, con sus propias palabras, qué ocurrió exactamente en....", empezó él, de forma similar a como había empezado el mayor Scott en el otro interrogatorio. Ella comenzó con: "Nos dirigíamos a la base en el helicóptero. Se estrelló. No sé qué pasó con los demás, pero a mí me llevó una tribu local. Ya ves los resultados de eso", se indicó el vientre y señaló el exterior en una vaga dirección hacia donde jugaban sus hijos. Parecía realmente apenada por compartir esa información. El capitán McKellan sonrió con pesar. Esto iba a ser más difícil de lo que pensaba. "Tal vez debería empezar de nuevo", pulsó la cámara para ponerla en pausa. "Capitán, cuanto más nos cuente con detalle, mejor irá esto", aconsejó. "Espero que lo acepten y no tenga que repetirlo una y otra vez". La miró esperanzado hasta que ella asintió y respiró profundamente para continuar. El capitán McKellan volvió a pulsar el botón del mando a distancia de la cámara para reiniciarla. "Estaba a punto de volver a casa. Había conseguido mis papeles y tenía que ir a la base para embarcar en un vuelo militar de vuelta a Estados Unidos. El UH-1 era la forma más rápida de ir y los pilotos se ofrecieron a llevarnos a la base

aérea. Me subí con otros tres chicos". La detuvo. "Creía que habías dicho que erais seis". Ella asintió para reconocerlo. "Sí, con el piloto y el copiloto éramos seis". Completando ese pequeño detalle, verificando su historia pasada, él le permitió continuar a su propio ritmo. "Recuerdo que era un día hermoso, perfecto en realidad, ni una nube en el cielo. No había polvo, ya que el día anterior había dejado de llover. Incluso los rotores del helicóptero no levantaban mucho". Miró al capitán y luego al cabo, que asintió en señal de comprensión. El polvo aquí en Afganistán podía ser mortal. Se sabía que las tormentas de polvo habían acabado con el equipo y los hombres como no se había visto antes. "Yo había empacado el día anterior y tenía mi bolsa de equipo, al igual que los demás. Dos estaban siendo reasignados y uno se iba a casa como yo. Teníamos que llegar a Bagram para tomar un vuelo a casa. Iba a ser un salto rápido en helicóptero. No es que lo hayan mandado especialmente para nosotros ni nada por el estilo. Todo empezó bien. Fue al sobrevolar unas montañas cuando hicimos un descenso que hizo que se me cayera el estómago". Inconscientemente se acarició su redondeado estómago al recordarlo. "Todos nos aferramos con fuerza a las correas". Se refería a las correas que colgaban del helicóptero en lugares convenientes. "Quiero decir que todos nos abrochamos el cinturón para no preocuparnos, ¿saben?" Miró a su alrededor y ante sus asentimientos comprensivos continuó. "Se oyó un fuerte golpe y como estaba junto a una ventana, miré hacia arriba. Juro que vi que algo se desprendía del helicóptero y que casi inmediatamente se veía humo negro detrás de nosotros. Vi al piloto luchando contra el palo. Gritó que íbamos a caer. Los dos intentaban algo, pero como no soy piloto no sé hasta qué punto eran eficaces", se detuvo de nuevo para mirar al capitán y al cabo. "El choque en sí fue anticlimático. Es decir, sabíamos que íbamos a caer, pero nos pareció algo propio de las atracciones de un parque de atracciones. Quizá esos pilotos sí que sabían lo que hacían, después de todo. Al ver a los demás, supe que todos nos enfrentábamos a la realidad de la muerte. El giro era asqueroso". Se frotó el estómago un poco más, recordando cómo había sentido ganas de vomitar. Sabía que no debía mirar al exterior y ver la montaña girar

ante las ventanas, así que había cerrado los ojos. Los cerró ahora al recordar. "Saber que vas a morir y chocar con la montaña...", sacudió la cabeza. Se quedó callada un momento. "¿Te has hecho daño? ¿Murió alguien en el impacto?" Preguntó el capitán McKellan en medio del silencio. Podía ver que no lo estaba pasando bien. También hablaba de forma extraña, entrecortada, como si el inglés le resultara difícil después de tanto tiempo. "Los dos pilotos estaban muertos. Una enorme roca atravesó el cristal delantero", abrió los ojos para mirar a la cámara y luego miró al capitán Lamar. "¿Recuerda sus nombres?", preguntó. Lo sabía por sus informes, pero quería que ella los dijera si lo sabía. Ella negó con la cabeza. "Acababa de conocerlos. El sargento Ames era el único que conocía y eso era porque él también se iba a casa". "¿Qué pasó cuando chocaron?" "El ruido era horrible, los rotores no dejaban de girar y golpear la ladera de la montaña. Tenía miedo de que, de alguna manera, cortaran el helicóptero. No podíamos salir por la puerta de detrás del copiloto ya que estaba contra la montaña. Intentamos abrir la puerta por mi lado, pero nos hizo falta a los tres para hacer palanca, ya que se había doblado un poco con el choque. Acabamos dando patadas a la cosa. La cabina se llenó de ese humo negro y pensé que íbamos a morir ahogados por él". Se detuvo un momento, respirando profundamente mientras lo revivía en su mente. No es que no haya pensado en ello a lo largo de los años, pero nadie en el pueblo de Zabi quería oírlo y nunca le habían preguntado. Tenían su propia versión de los hechos. "Entonces, ¿los cuatro estaban vivos en ese momento?" Ella asintió. "Creo que sí, pero uno de los chicos tenía problemas para respirar. El humo negro", hizo una pausa hasta que él asintió, repitiendo lo que acababa de decir. "Creo que era asmático, pero no podía estar segura. Una vez que

conseguimos abrir la puerta, oímos un ruido de chirrido cuando las cuchillas empezaron a detenerse. Estaban golpeando la montaña y el estruendo contra las rocas era terrible". Se estremeció un poco al recordar, sus ojos se cerraron al "ver" todo de nuevo. Esperaba no tener que repetirlo muchas veces. No se dio cuenta de que era la primera vez que hablaba en voz alta de ello. El capitán Lamar la observaba atentamente, tomando notas mientras contaba su historia. "Se estaba calentando ahí dentro y el sargento Ames gritó: 'Creo que va a explotar'. Todos nos apresuramos a salir mientras los rotores se detenían. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que el cuarto hombre no había seguido. Ames y yo volvimos para sacarlo. Maldita sea. Hacía calor", levantó la vista, avergonzada por haber maldecido. Cuando el capitán McKellan la alentó, continuó: "Lo sacamos ahogado y jadeante. Nos alejamos del helicóptero unos veinticinco metros, entre otras rocas. El camino era difícil. Después de todo, estábamos en la ladera de una montaña. Fue una suerte que esas rocas estuvieran allí, ya que el helicóptero explotó. La bola de fuego se elevó y todos pudimos sentir el calor a pesar de la distancia. Debí de desmayarme porque, cuando volví en mí, los demás habían desaparecido y unos lugareños me arrastraban. Iban vestidos de forma muy sencilla respecto a lo que había visto de otros nativos afganos. No paraban de gritarme, pero no les entendía ni a ellos ni a su dialecto". Miró disculpándose a sus oyentes, como si fuera culpa suya no poder contarles más. "¿No vio al sargento Ames ni a ninguno de los otros?" verificó el capitán McKellan, sabiendo que los demás que esperaban para interrogarla habrían reiterado estos hechos. Ante su asentimiento, preguntó: "¿No vio lo que pasó con los cuerpos de los pilotos?". "Tengo que pensar que fueron despedazados por la explosión", respondió ella. Era lógico, después de todo. "¿Por qué crees que cayó el helicóptero?" "Bueno, no fue por nada que estuvieran haciendo, que yo sepa. Tal vez el helicóptero simplemente funcionó mal". "¿Funcionan mal a menudo, Capitán?" "No sabría decirle, capitán. No soy mecánico de helicópteros". Sonrió, sabiendo que no estaba en la cámara. Sus respuestas eran exactamente lo que él quería oír. No estaba culpando a nadie y no estaba asumiendo nada. Eran

lógicas y bien pensadas. Por la forma en que contaba su historia, él sabía que decía la verdad. Esperaba que el ejército la creyera. Sabía que ya eran escépticos, pero esperaba que hacer este vídeo ayudara a su caso. Tenían un camino por delante, pero no sabía si sería largo o corto. Contó cómo la colgaron sin miramientos de la grupa de un caballo. No sabía si tenía alguna herida en ese momento, pero se desmayó de nuevo al tener la cabeza por encima de la grupa. Cuando volvió en sí, la estaban violando. Pasó por alto esa parte de la historia y miró hacia otro lado. El capitán Lamar creyó ver una lágrima, y entonces la mujer embarazada tragó audiblemente y enderezó la columna vertebral. "¿Quiere un vaso de agua?" le ofreció el capitán McKellan, y ante su asentimiento se lo sirvió él mismo. Ella le dio un sorbo, mirando el vaso como si no supiera muy bien qué hacer con él después de haber dado un trago. "¿Le pasa algo, capitán?" le preguntó el capitán Lamar, preocupado, mientras ella seguía mirando el vaso. "El agua está muy clara", comentó ella. "¿El agua no era clara donde usted estaba?", preguntó ella, insinuando que el capitán debía continuar con su relato. "Sí, era directamente de los arroyos de las montañas. Había algunos de los que la tribu sabía que no debíamos beber. No sé cómo lo sabían, pero yo bebí accidentalmente de uno y acabé con la peor disentería", confió con una pequeña sonrisa de pesar. Todos intercambiaron sonrisas. Todo el mundo había sufrido un poco de disentería en el ejército de vez en cuando. "¿Están listos para continuar?" Preguntó el capitán McKellan, con una insinuación un poco más amplia que la del capitán Lamar. "Sí", sonrió y asintió, tomando otro sorbo antes de continuar. Contó cómo la

llevaron a las montañas y cómo la tribu vivía en cuevas. Evitaban a la mayoría de la gente. Más tarde se enteró de que las piezas del helicóptero habían sido enterradas para que no se encontraran, para que la gente no fuera a investigar. Incluso los vestigios de la explosión habían sido ocultados, primero por la tribu y luego por el tiempo. "¿Cómo lo sabes?" preguntó el cabo Harris, interrumpiendo su relato. "Oí a las mujeres hablar de cómo sus maridos habían enterrado los restos que habían encontrado. Cómo me encontraron a mí y a los demás. Dejaron de hablar cuando vieron que yo podía oírlas. Nunca supe qué pasó con los demás", dijo con tristeza. "Esta gente, ¿no eran insurgentes?" aclaró el capitán McKellan. Ella negó con la cabeza. "No, parecían evitar los combates. No querían que sus hijos lucharan en una guerra que no entendían. No estaban de acuerdo con ella". "¿No eran afganos?" "Sí, lo eran. No querían que sus hijos murieran por una guerra con la que no estaban de acuerdo. Pasamos los inviernos en las cuevas, escondiéndonos de la gente. Los veranos los pasábamos en las llanuras o viajando". "¿Cómo viajaban... con jeeps y camiones?" Ella volvió a negar con la cabeza. "No, la única vez que vi un jeep fue el último día que estuve allí, cuando lo robé. Iban a caballo o a pie y eran muy reservados. Hay otras tribus nómadas así. Se reunían en verano y sus jóvenes se emparejaban. Hay muchos que se sienten así". "¿No quieren luchar?" El capitán McKellan sabía que esto sería una información valiosa para el ejército. "No, su gente no quiere ver a sus hijos salir al mundo. Cualquier persona diferente", sonaba como si estuviera hablando de sí misma, "era aplastada o sus pensamientos modernos ridiculizados. Intenté introducir algunas comodidades modernas, incluso hice una rueda de paletas en el arroyo para mi hijo, y la rompieron". Su propia voz se quebró al recordar.

"¿Cómo te trataron?" Preguntó el capitán Lamar, escuchando la nota en la voz de la mujer. "Mal", itió ella. Su voz adquirió una nota hueca. "Me entregaron al jefe de este clan. Se llamaba Zabi. Detuvo las violaciones de los otros hombres cuando me reclamó. Eso no significaba que no me violara él mismo. Más tarde supe que me tomó porque sentía que yo era una mujer guerrera americana. Sentía que yo era un desafío". "¿Peleaste con él? ¿Intentaste escapar?" Preguntó el capitán McKellan, sabiendo que el ejército querría saber esta información. Ella asintió. Su voz seguía siendo un tono monótono sin emoción. "Lo intenté muchas veces. No sabía dónde estaba. Me golpearon horriblemente". "¿Y no pudiste escapar?" "Me vigilaban. Todo el tiempo me vigilaban. Cuando logré escapar algunas veces, me golpearon en las plantas de los pies. Me dolía tanto que no podía caminar. Luego me pegaban por no trabajar". "¿Dejaron de pegarme?" le preguntó Lamar, sintiendo el dolor de la mujer, pero sin mostrarlo. "Sólo cuando me quedé embarazada ese primer año. Zabi estaba encantado porque su primera esposa era estéril. Era mayor que él. Estaba resentida conmigo y con la atención que él me daba. Aunque nunca quise nada de eso, me culparon por ello". Intentó no sonar amarga. "¿También te pegaba?" Marsha asintió. Se estaba cansando. Contar esta historia, revivirla, la estaba agotando. "Dejó de hacerlo cuando Zabi se lo ordenó. Le decepcionó que mi primer hijo fuera una niña. Él", cerró los ojos al recordarlo, "se me echó encima en cuanto dejé de ser impura. Perdí a ese bebé por sus golpes". Su público se horrorizó ante su relato. Le faltaban detalles, pero la simple historia era suficientemente mala. La cámara captaba el dolor en el rostro de la mujer mientras contaba su historia.

"El siguiente bebé fue el ansiado hijo. Mi hijo. Mi hijo", repetía. "Mis hijos fueron entregados a la primera esposa, Malekah. Fueron tratados como si ella los hubiera dado a luz". Volvió a cerrar los ojos. "A éste le esperaban otro varón". Se frotó el estómago de forma protectora. "Todos los hombres quieren que los niños vengan después de ellos". Se encogió al recordar algo que no compartiría con ellos. No ahora, tal vez nunca. Miró al capitán McKellan y preguntó: "¿Podríamos hacer un descanso?" "Por supuesto", aceptó, aunque deseó que pudieran seguir adelante. Cuanto antes tuvieran la historia completa, antes dejarían de pedirle a ella los funcionarios que querían interrogarla tan desesperadamente. Pulsó un botón del mando a distancia y apagó la cámara. El cabo Harris se levantó para conectar la cámara a un ordenador y grabar el vídeo en él. Los discos que harían con él serían valiosos para su defensa. "Puede retirarse, capitán", le dijo formalmente el capitán McKellan. Vio cómo ella asentía y se levantaba penosamente de la silla. Estar sentada demasiado tiempo estaba poniendo rígida a la embarazadísima mujer. Salió de la sala donde realizaban la entrevista, apoyándose en la puerta después de atravesarla. Llegó a tiempo de oír al capitán preguntar al psiquiatra: "¿La crees?". "¿Usted no?" "Sí, pero es muy sencillo. Van a intentar destrozar su historia. No van a querer creerla. ¿Dos muertos definitivamente y otros tres desaparecidos? No van a querer comprar ese escenario". "Sí, pero en ausencia de otras pruebas..." "¿Por qué la tribu enterraría el helicóptero? Eso no tiene sentido para mí", preguntó el cabo Harris. "Si no puedes encontrar las pruebas entonces no puedes seguir buscándolas, ¿verdad?" le preguntó el capitán McKellan. En ese momento, Marsha se alejó de la puerta para buscar a sus hijos. La creyeran o no, estaba diciendo la verdad. No podían obligarla a mentir ni a decirles lo que querían oír.

* * * * *

Continuaron al día siguiente. Marsha fue entrevistada tres días seguidos: unas horas por la mañana y otras horas por la tarde. Se le permitieron descansos con sus hijos para que pudiera relajarse de la rigidez de la grabación de su declaración. Repasaron una y otra vez la historia, preguntándole de varias maneras para ver si se tropezaba, pero su declaración sobre lo que le había sucedido se mantuvo firme. Se enteraron de que la tribu nómada no tenía nada que ver con los forasteros por su estilo de vida tan mezquino y secular. Las pocas veces que se encontraron con la guerra, la tribu cambió de rumbo o se escondió hasta que pasó el peligro. Todos se escondían si un helicóptero o un avión se acercaba demasiado. Los niños eran los más asustados por estas cosas. Marsha no tenía ni idea de dónde había salido el jeep, pero lo había cogido por impulso, reuniendo a sus hijos para poder correr con ellos. No tenía ni idea de adónde se dirigía, salvo por aquella carretera de montaña. Esperaba que la carretera asfaltada que había visto desde su refugio en la montaña la llevara a un lugar seguro. Su corazón estaba en la garganta durante todo el camino. Tardó tres días en llegar a la civilización y tuvo que robar gasolina para el jeep. De alguna manera se las arregló y, a pesar del hambre y la falta de agua, sus hijos estaban sanos y salvos. Se sintió aliviada por ello.

* * * * *

El segundo día, el capitán McKellan compartió la entrevista del día anterior con el mayor Scott, el coronel y los demás que habían venido de la base para entrevistar a Marsha. Tenían una lista de preguntas para que él se las hiciera después de ver este chisme. Se negó a hacerlas de inmediato, pero trató de incorporarlas mientras ella continuaba su relato. "Muy bien, capitán. Ya ha tenido su primera oportunidad, ahora nos toca a nosotros", le dijo el coronel, presentado como el coronel Rugster, tratando de imponer su rango. "No, señor", dijo respetuosamente. "Ella confía en mí ahora y su relato no está completo. Cuando lo tenga todo grabado, podré ayudarla a responder a sus preguntas". "¡Ya basta! No tenemos tiempo que perder aquí", respondió enfadado. Habían acudido a la embajada por cortesía, sin saber si la capitana y sus hijos podrían ser trasladados. Ya había informes de un aumento de posibles civiles cerca de la fachada de la embajada. Al no querer aumentar las hostilidades, nadie interrogaba a estos civiles que parecían estar fingiendo. El personal de la embajada estaba en alerta máxima, especialmente los guardias. "Señor, comprendo su posición; sin embargo, tengo autoridad para tomar esta decisión", comenzó, sólo para ser interrumpido y anulado. "Señor", volvió a interrumpir, "si lo comprueba con el general Biggins, verá que estoy bien dentro de mi mandato". Intentó no ser arrogante ni decirlo de una manera que pudiera ofender al fanfarrón coronel. Sabía que primero tenía que sacarle la historia a la capitana. Al no poder interrogarla durante ocho horas seguidas, estos pequeños lapsos de tiempo eran todo lo que tenía. "Eso es todo, capitán. Un día más y se acabó", le advirtieron. Afortunadamente para él y para Marsha, ese tercer día era todo lo que necesitaban para que su historia estuviera completa. El cabo Harris se aseguró de que se enviaran copias a Estados Unidos y a los que esperaban para interrogar al capitán. "¿Las enviaste a dónde?", espetó el coronel con enfado. "Quiero que sepa que esta investigación ha...", empezó, pero el capitán McKellan le interrumpió,

aunque sabía que era de mala educación y que podía tener problemas por hacerlo. "Señor, tengo instrucciones de mantener a ciertas personas al tanto del testimonio del capitán Gagliano. Esto no tiene nada que ver con usted y sí con esta investigación". "Ella confraternizó con el enemigo", señaló enfadado. "Fue capturada por los nativos y mantenida como prisionera durante estos cinco años. Fue violada y golpeada por esta gente. Eso no fue confraternizar. La mantuvieron contra su voluntad. Intentó escapar en varias ocasiones y al final lo consiguió". Al coronel no le gustó que un simple capitán señalara estos hechos. Quería darle la vuelta a su manera. En última instancia, ninguno de los dos tendría opción a lo que ocurriera. El embajador, un buen hombre llamado Tudor, se acercó a ellos. "Mi gente me dice que hay un aumento de la actividad alrededor de la embajada. Me gustaría que su gente", indicó al coronel, "llevara esta investigación a su base. He oído decir a su gente", indicó al capitán, "que lo mejor sería llevarla a Estados Unidos. ¿Cuál es el plan?" El capitán McKellan asintió. Él también había oído hablar de los civiles y sabía que era el momento de trasladarla. Tendrían que ser rápidos, ya que el coronel y su gente querían tener a ella. Los civiles, si eran Zabi y su gente, la querrían desesperadamente, especialmente su hijo, Amir. No se le escapaba que el nombre Amir significaba rey en su idioma. Comenzó a hacer arreglos, y rápidamente.

CAPÍTULO V

"No sé si puedo", negó con la cabeza mientras se alejaba de lo que él le había dicho, del concepto. "La última vez que estuve en una de esas cosas, se estrelló. Ese tipo de cosas se te quedan grabadas". "Creemos que tu marido..." "¡No es mi marido!", dijo ella con vehemencia, corrigiéndole. "Era mi torturador, mi guardián. Yo era su concubina, su esclava, una simple sirvienta". La ira en su voz era evidente. Se había vuelto más valiente día a día desde que se sintió más segura. No se sentiría verdaderamente segura hasta que estuviera en suelo americano, en los Estados Unidos. Miró a los niños que jugaban tan inocentemente con juguetes que nunca habrían visto en las colinas de Afganistán. No habían sufrido privaciones -ningún niño de la aldea lo había hecho-, simplemente no habían conocido otra cosa. No es que el estilo de vida americano fuera mejor... sólo diferente. "Tenemos que sacarte ahora", le dijo el señor Wynn, tratando de ser diplomático. Marsha asintió en silencio. Ella lo sabía. Tenía que tragarse sus miedos, y eran muchos. Tenía que ponerse a salvo ella y sus hijos. No debe permitirse que Zabi la encuentre a ella o a los niños... ¡nunca! Si se apoderaba de los niños, desaparecerían en las cuevas de esas colinas y ella no volvería a verlos. Si se apoderaba de ella, la muerte sería preferible a lo que le haría. "¿Serías capaz de identificar a tu...?", empezó a decir marido de nuevo, reconsideró y dijo: "captor si tuviéramos una foto". "¿Está Zabi fuera de las puertas?", jadeó ella, sus manos comenzaron a retorcerse en su regazo. El miedo era real. Él o su familia vendrían a por ella si pudieran. ¿Habían averiguado dónde había ido? Por supuesto que sí. No eran estúpidos, sólo incultos. Miró a su alrededor con temor, preguntándose por la seguridad de la embajada. Estaban sentados en los jardines, viendo jugar a los niños. Era mucho más relajado que las oficinas donde la habían interrogado, para frustración de ambos. Había cosas que ella no quería, o no podía, decir. "No estamos seguros", le dijo el mayor Scott. "Parece que hay una actividad local inusual en las calles. No estamos seguros de que sea la misma gente, pero no creo que debamos arriesgarnos. Queremos sacarte ahora".

"¿Cómo?" "Ya te lo dije", le recordó con suavidad. Él lo entendía. Ella tenía que tener miedo por el accidente anterior. Era ciertamente razonable. Ella tragó saliva, comprendiendo que no tenía otra opción. Una turba, incluso una que pudieran reunir, detendría un coche si sospechaba que la "esposa" de Zabi estaba dentro con sus hijos. Aunque estaba segura de que estaría bajo escolta militar, no quería que nadie más muriera. Ya habían muerto bastantes tratando de protegerla. Recordó a un par de hombres del accidente de helicóptero que habían sobrevivido antes de que ella se desmayara. Después de intentar luchar contra los "rescatadores" que se habían estrellado, habían desaparecido. Apenas recordaba las primeras violaciones. Estaba aturdida por el accidente, aturdida por su captura, y bloqueó la forma en que la trataron a ella y a los otros captores hasta que desaparecieron. Había estado en este estado de estupor hasta que se dio cuenta de que la habían llevado a las colinas para convertirse en la "esposa" de un violador particularmente desagradable. "¿Puedes estar lista para salir en una hora?" Confirmó el capitán McKellan. Ella asintió en silencio. "¿Puedo ir?", preguntó en voz baja. "Puede hacerlo, capitán", dijo formalmente el comandante. Se preguntó si ella volvería a ser la misma. ¿Recuperaría algo de la chispa que había sido la teniente Gagliano? Se dio cuenta de que ella no recordaba que se hubieran conocido antes. En una época, él había trabajado con ella, pero eso había sido hace mucho tiempo. Entonces no había sido mayor. Ya había recomendado evaluaciones psicológicas basadas en lo que había dicho el capitán Lamar. Ella necesitaba ayuda. También había hecho los trámites para que una obstetra y ginecóloga se reuniera con ella cuando aterrizara en Estados Unidos. "¿Creen que la perderá?" les preguntó Wynn después de coger a los niños y cerrar la puerta de cristal tras ella. Indicó su estado mental mientras hacía un movimiento giratorio junto a su cabeza "Creo que esa mujer está hecha de un material más duro que la mayoría", comentó el capitán como respuesta.

"¿Cómo la sacarás de aquí?" "Voy a llevarla en avión comercial. No se lo esperan. Puede que salve a algunos de nuestros hombres". "¿Cómo puedes hacer eso? ¿No estarán vigilando todos los aeropuertos? Esperarán, estando en el ejército, que saldrá en uno de nuestros transportes", protestó el mayor. El capitán asintió. "Precisamente por eso no lo haré". "¿Cuál es su plan?" Preguntó el señor Wynn. "Todavía tengo que resolver algunos detalles", le dijo, sin confiar lo más mínimo en el hombre del Departamento de Estado. No tenía que decirle nada. Habían cooperado para entrevistar al capitán Gagliano, pero no había mucho que estuviera dispuesto a compartir.

* * * * *

Marsha reunió a los niños y les contó un cuento fantástico sobre dos niños pequeños que iban a volar en un gran pájaro. Ya había contado cuentos de este tipo antes, pero esperaba que les facilitara la transición a volar en un helicóptero. El ruido sería horrible. No se parecía a nada que hubieran conocido antes. Ella misma había subido de buena gana a un UH-1, una reliquia de la guerra de Vietnam que parecía seguir produciéndose hasta hoy. Los problemas de motor habían comenzado después de que estuvieran en el aire apenas media hora. La caída no se debió a que las fuerzas rebeldes atacaran el pájaro, sino a un error mecánico. No fue culpa de nadie. El infierno que Marsha había vivido después, lo podía achacar claramente a los pies de Zabi. Marsha fue informada por Linda de que el comandante Scott le había pedido que se vistiera con la ropa que le habían dejado a ella y a los niños. Adivinando sus tallas, alguien había conseguido comprarles ropa actual y occidentalizada. Marsha llevaría ropa militar. Era de risa mientras intentaba cerrar los pantalones sobre su gran barriga. La camiseta tenía un aspecto grotesco. Los niños, sin embargo, parecían entrañables con sus vaqueros y camisetas. En la camiseta de Amir había una gran esponja amarilla y en la de Bahir una Barbie estereotipada. Marsha no sabía qué hacer con su ropa afgana. "Lleva eso aquí", le ofreció Linda, mostrándole una bolsa de lona. "Puede que las necesites más adelante". Marsha siguió su consejo, e incluso empacó el burka negro y el chador, así como sus más bellos de seda en color gris con dibujos negros, doblándolos cuidadosamente para que no se arrugasen. Recordó cuando vio el material que Zabi había adquirido, ya fuera por comercio, trueque o robo. Se había emocionado cuando Malekah anunció que haría la prenda requerida para no avergonzar a Zabi en las celebraciones a las que asistirían. Marsha había sonreído para sus adentros al sentir que había conseguido el mejor atuendo. Nada podía hacer que Malekah pareciera atractiva. Si Marsha hubiera hecho algún gesto de agrado o gratitud, la amargada mujer se habría asegurado de que el atuendo se arruinara de alguna manera. Empaquetó los trajes tradicionales de los niños con más ganas. Estos habían sido confeccionados por la madre de Zabi, Aadila, una anciana astuta que adoraba con cariño a sus únicos nietos. No le gustaba Malekah, había querido que Zabi la

dejara de lado en favor de una mujer más joven. Esta cautiva, esta mujer americana, le había dado prestigio cuando anunció su intención de tomarla como segunda esposa, y esto sólo después de darse cuenta de que estaba embarazada de él. Anticipó un hijo de esta hembra sana. Se había sentido decepcionado por el hijo femenino que le había dado. Su ira había continuado hasta el punto de que un hijo malogrado le había enseñado una lección inestimable. El nacimiento del tan esperado hijo significaba que su legado seguiría vivo. Estaba seguro de que este último embarazo era otro hijo. Marsha estaba lista mucho antes de lo que el comandante había previsto y Linda la condujo a través de la embajada hasta la azotea. Oyó las aspas del helicóptero mucho antes de verlas. El ruido era bastante ensordecedor y pudo ver el miedo en los ojos de sus hijos. Fingió su propia cara de felicidad por el bien de ellos. Podía sentir el sudor que había brotado en su cuerpo. La frente se le estaba llenando de gotas, y no por el calor extremo de este país. "¿Te acuerdas? ¿El gran pájaro? Vamos a volar", les dijo emocionada, esperando engañarlos para que disfrutaran del viaje. Bahir estaba emocionado. La historia se estaba haciendo realidad. Al ser mayor, comprendía mejor lo que estaba pasando. Amir estaba aterrorizado. Se quedó atrás hasta que Marsha no tuvo más remedio y lo levantó para llevarlo al helicóptero. Su cuerpo protestaba. Un bebé en el estómago y otro en brazos era demasiado para su atribulada espalda. Se lo tomó con calma mientras intentaba sostener la mano de Bahir y llevar su bolsa de viaje. "Buena suerte", gritó Linda por encima del ruido cuando salieron al tejado. "Gracias por todo", gritó ella a su vez, parpadeando las lágrimas por el polvo que levantaba el helicóptero. Linda vio cómo la mujer embarazada, con sus hijos, se apresuraba hacia la puerta abierta del helicóptero. El niño que llevaba en brazos gritaba aterrorizado. La niña miraba ansiosa la aventura. Un hombre vestido con uniforme de combate se adelantó para coger la bolsa de lona y ayudar a los pasajeros a subir al avión. Asustó aún más a la niña en sus brazos, ya que tenía un aspecto muy extraño con su casco y sus auriculares. Cerró la puerta corredera tras de sí y también subió a bordo. Marsha se sintió mareada. No podía creer que estuviera en uno de esos

artilugios... otra vez. El bebé daba patadas dolorosas. Amir gritaba como un loco. Se sentó, cogió unos auriculares y se los puso en la cabeza al niño. El niño dejó de gritar casi de inmediato, ya que el ruido se había borrado, y luego miró con asombro los extraños artilugios. Rápidamente lo bajó de su regazo y lo sentó en un asiento para él solo, abrochándole el cinturón de seguridad. Colocó a Bahir en otro asiento y la abrochó, dándole también unos auriculares. Sonrió con los dientes de leche, que brillaban con el color marrón de su piel. Marsha se sentó. Las patadas del interior le hacían doler el estómago. Se abrochó el cinturón y se puso sus propios auriculares. "¿Bien?", dijo alguien en ellos y ella le hizo un gesto con el pulgar hacia arriba. No tenía ganas de hablar. Estaba demasiado enferma y esperaba no vomitar. Cerró los ojos y sintió la sacudida enfermiza que significaba que estaban despegando. Los abrió rápidamente para ver las reacciones de los niños. Los grandes ojos marrones de Bahir estaban muy excitados. No parecía asustada, lo que fue un alivio para su madre. Miró a Amir y éste jugaba con los auriculares, el ruido amortiguado le atraía. Había sentido el tirón, pero no le había prestado atención porque no estaba mirando por las ventanas. Marsha se recostó y volvió a cerrar los ojos. No tardaron mucho y ya estaban aterrizando. El cabo que había saltado con ellos los escoltó a un hangar, llevando su bolsa de lona. "¿Tiene una muda de ropa ahí, capitán?", le preguntó. "¿Tiene ropa local?" "¿Por qué?", preguntó ella, curiosa. "Debes cambiarte con ella si la tienes", le dijo él. "Te vamos a sacar de aquí de forma anónima. ¿Necesitas ¿Necesitas un burka? ¿Un chador? ¿Y los niños?" "No, tengo lo que necesito aquí", indicó la bolsa de lona. Ahora entendía por qué Linda le había dicho que empacara todo. Agradeció que alguien hubiera lavado las prendas, ya que estaban llenas de polvo de su angustiosa huida y ninguna bofetada las liberaría. El cabo le dio privacidad y la condujo a una pequeña y anónima oficina mientras

se cambiaba la ropa militar que no le quedaba bien y se ponía la hermosa ropa afgana. Ocultó a los niños y a sí misma con el burka absolutamente feo y envolvente. Agradeció que no fuera del tipo que tiene una red en la cara, pero estaba segura de que si Malekah hubiera pensado en eso, habría insistido en que Mahsa, es decir, Marsha, llevara uno. Tuvo cuidado de sujetar el chador a través de la cara, dejando sólo los ojos visibles. A continuación, cubrió a Bahir con otro burka que había robado de su campamento. Lo había elegido porque su tamaño le permitía ocultar a la niña. La mayoría de los niños, la mayoría de las niñas, no tenían que llevar estas túnicas negras hasta que se convertían en adolescentes. Esta era de color azul pálido. Su pequeña hija no se veía rara con ella y ocultaba bien sus rasgos. A continuación, le puso la de Amir. Zabi se pondría furioso si supiera que su hijo llevaba ropa "de mujer". Cualquier cosa que afectara a su masculinidad era una amenaza. Ella no lo había entendido al principio. La mayoría de los hombres de la aldea eran decentes, pero Zabi se enorgullecía de su pretensión sobre la mujer americana. Más tarde se enteró de que muchos habían recomendado que la devolvieran, pero él la había conservado por su capacidad de lucha, por el hecho de que había sido vencida, de que la poseía y de que le había dado sus ansiados hijos. Una vez que ella le diera un hijo, no la habría dejado ir a menos que fuera en la muerte. Amir no quería volver a ponerse el burka porque hacía demasiado calor. Marsha le había calmado por fin después de su terror volando en el helicóptero, pero las grandes lágrimas seguían siendo evidentes en su pequeña cara. Se reía y arrullaba con él, haciéndole cosquillas, tratando de distraerlo mientras lo vestía. Llamaron a la puerta. "Capitán Gagliano, señora", el cabo lo hizo sonar como una disculpa. "Su escolta está aquí. Tengo esto para usted", dijo, mostrándole un frasco de gotas para bebés. Ella frunció el ceño hasta que él le explicó que ayudarían a adormecer a los niños para la siguiente etapa de su viaje, especialmente si Amir volvía a portarse mal. "Mi mujer las ha utilizado para ayudar a la presión del aire en sus oídos". Marsha se alegró y le agradeció su previsión. No pudo decirle que al niño no le molestaba la presión del aire, sino el ruido. Ninguno de los dos tenía experiencia con esas maravillas mecánicas. Eran cosas sacadas de las pesadillas de los niños. "Estos hombres irán con usted", explicó el cabo. Marsha miró a los dos hombres, vestidos como cualquier joven afgano de buena posición económica. Sus trajes de estilo semioccidental llevaban debajo ropa

afgana más tradicional, una combinación habitual entre los hombres afganos. El corazón se le puso en la garganta y dio un paso protector, aunque desequilibrado, delante de sus hijos. "¿Qué significa esto?", preguntó. "El comandante pensó que usted parecería menos sospechoso si su escolta tenía el aspecto de los lugareños", explicó el cabo. "Pete y Johann os escoltarán hasta Europa y posiblemente de vuelta a Estados Unidos". "¿Qué tal?", la saludó un tono tejano cuando el hombre de aspecto muy afgano, que se presentó como Johann, se adelantó para estrecharle la mano. "Soy Pete", la saludó el otro hombre de aspecto muy sombrío y le tendió la mano para que se la estrechara. Era firme, estaba húmeda y, si no se equivocaba, era gay. Ella lo miró, preguntándose cómo lo había visto después de todos estos años. "Si te ven viajar con estos dos hombres y dos niños se notará menos", explicó el cabo explicó más adelante. Marsha asintió. En realidad, era un plan bastante brillante, aunque sencillo. "¿Cuándo es nuestro vuelo?", preguntó, mirando a su alrededor. "Ahora", le dijo Pete mientras le tendía un codo para que lo cogiera. "No", le dijo ella mientras declinaba tomarlo. Él enarcó una ceja en su dirección. "Debo caminar detrás de ustedes dos como corresponde a una buena esposa", explicó. "Ustedes dos deben aparentar que ignoran mi existencia. Quizá mirar hacia atrás de vez en cuando, incluso parecer un poco enfadada por lo lentos que son esta simple mujer y los niños. Si a los niños les gusta, ¿quizás llevarlos de vez en cuando?" Los hombres asintieron, comprendiendo más. Todos los que venían aquí recibían un curso intensivo de la cultura, pero hasta que no lo experimentaban o lo veían realmente, no eran más que habladurías. Ella les había proporcionado una información inestimable para que su plan funcionara. Tenían que sacarla de Kabul. Se había explicado que la capitana Marsha Gagliano y la información que

contenía su cerebro podían ser valiosas. Su trabajo era llevarla a casa sana y salva. La escoltaron, de espaldas a Johann, pero mirando hacia atrás con frecuencia y mostrando exasperación como lo haría un marido u otro miembro masculino de la familia. Pete iba en la retaguardia, atento a cualquier problema que pudiera surgir. Caminaron a lo largo del borde de los edificios y luego a través de la pista hasta un avión que esperaba pasajeros. Ella guió a sus hijos detrás de Johann, sin levantar la vista mientras los subían al avión primero, subían por la pasarela desde debajo del avión y se sentaban. Puso a Bahir en el asiento junto a la ventana y a Amir en el asiento del medio. Ella misma se sentó en el exterior. Así se sentía más segura. Los dos hombres tomaron asiento al otro lado del pasillo, con espacio para tres más al otro lado. Ambos la miraron con preguntas en los ojos. "¿Puedo ofrecerles algo?", preguntó solícito el auxiliar de vuelo, con un acento decididamente francés. Se trata de personas VIP que han subido al avión antes que nadie. Él se encargaría de atenderlos. "¿Podría traerme un poco de 7-up para la barriga?", preguntó ella, sin levantar la vista para que él pudiera verle la cara. su cara. "Sí, señora, ahora mismo", le dijo él. Preguntó a los hombres del otro lado del pasillo y ambos le rechazaron y ambos lo rechazaron. Volvió en unos minutos con una lata y una taza. Marsha esperó a que él volviera a la cocina para esperar a los demás pasajeros. Dejó la bandeja en el asiento de enfrente y puso la taza y la lata sobre ella. La tapó y miró a tiempo para ver a sus hijos fascinados con el sonido. Se contuvo de sonreír mientras empezaba a verter el refresco en el vaso. Las burbujas que subían y se pegaban a las paredes del vaso les fascinaban. Metió la mano en el bolsillo y sacó las gotas. Después de leer la etiqueta, echó un poco en el vaso de refresco, utilizando el cuentagotas para remover la mezcla. Le entregó el vaso a Bahir. "Bebe sólo la mitad. El resto es para tu hermano", le advirtió a la niña. "Ohhh", suspiró felizmente ante el extraño sabor a limón. Marsha esperaba que la medicina no la hubiera empañado. "Mío", exigió Amir en tayiko mientras observaba a su hermana disfrutar de la bebida.

"Espera tu turno", le advirtió Marsha en inglés. No iba a tolerar algunos de los comportamientos que eran aceptables en la tribu. La arrogancia masculina se fomentaba a una edad temprana. Algunos la atemperaban con el respeto a las mujeres. Algunos, como Zabi, se le subía a la cabeza. Bahir bebió obedientemente la mitad, quizá un poco más. Se sorprendió y se alegró de los eructos que surgieron. Marsha ayudó suavemente a Amir a beber el resto, inclinándose dolorosamente sobre su protuberante estómago al llegar. Le cayó un poco por la barbilla y ella se lo limpió con cuidado. Oyó cómo abrían las puertas para el resto de los pasajeros. Quería que nadie se fijara en ella y en los niños. Finalmente, Amir terminó. "¿Más?", preguntó esperanzado y luego pareció decepcionado cuando su madre negó con la cabeza. Volviéndose con resentimiento, miró por la ventanilla del avión la actividad que había debajo de ellos, los manipuladores de equipaje y el resto del personal del aeropuerto. Marsha volvió a sentarse en su silla y dio un sorbo al refresco que quedaba en la lata. Esperaba que las burbujas le calmaran el estómago. El bebé daba patadas de protesta. Sus nervios, su estrés, todo estaba alterando al pequeño y se frotó el estómago antes de bajar la mano. Quería que nadie se diera cuenta de que era una mujer embarazada que viajaba con dos niños. Los dos hombres morenos que viajaban con ella ayudarían a su fachada. Pete se levantó cuando los demás pasajeros empezaron a subir al avión y se acercó, inclinándose para susurrarle al oído. "Quiero asegurarme de que sepan que estamos juntos. ¿Hay algo que pueda hacer?" Marsha sacudió la cabeza. Los pasajeros ya estaban bajando por el pasillo en busca de sus asientos, y Pete estaba en medio. De mala gana, volvió a su asiento, ya que la gente no podía pasar por el estrecho pasillo. Las repetidas peticiones de "Disculpe", en varios dialectos afganos y europeos, le hicieron fruncir el ceño. Una vez que se sentó de nuevo, dirigió la mirada hacia ella, esperando que la gente captara la indirecta. Lo que la gente vio fue una mujer con un burka negro y dos niños pequeños a su lado. Los dos niños miraban ansiosos por la ventana y eso hizo sonreír a más de uno. Se supone que las dos eran niñas, ya que también estaban cubiertas con los trajes azul claro. Aunque a muchos niños se les permitía llevar la ropa afgana normal, no era inaudito que algunas sectas religiosas ocultaran a sus hijas bajo la ropa integral, incluso desde una edad

temprana. Marsha agachó la cabeza y sólo miró a los niños mientras disfrutaban de las vistas por la ventana. Se dio cuenta de que no sólo el viaje en avión sería una novedad, sino que incluso algo tan simple como una ventana era una novedad. Habían experimentado una ventana en el jeep, otras en la embajada y ahora la del avión. "Moray, ¿esto es como el cuento?" preguntó Bahir, en voz demasiado alta. En voz más baja, Marsha hizo callar a la exuberante niña, pero le aseguró que sí lo era. Vio los signos reveladores de la somnolencia en la niña. Amir ya parpadeaba con fuerza. Sin embargo, luchaba contra ello, ya que había demasiada actividad en el exterior y los pasajeros entraban a raudales en el avión. Poco a poco, fue perdiendo la lucha y Marsha lo atrapó antes de que el avión estuviera completamente cargado y empezara a dormirse de espaldas en su asiento. Le dio la vuelta, le abrochó el cinturón y se levantó para buscar una almohada. "¿Qué estás buscando?" siseó Pete desde el otro lado del pasillo. "Almohadas, quizá mantas, para los niños", le dijo ella. Se desabrochó el cinturón y se levantó a mirar. Ella volvió a sentarse, mirándose las manos mientras esperaba. Pete recorrió dos compartimentos superiores para encontrar lo que ella buscaba, deteniendo a un par de pasajeros que esperaban para ir por el pasillo. Ignoró sus murmullos y le entregó a Marsha los objetos requeridos. Levantó la vista sólo un momento y el corazón casi se le salió de la garganta. Creyó reconocer a alguien que esperaba en el pasillo. Rápidamente desvió la mirada, dándole la espalda mientras colocaba una almohada debajo de Amir. Le echó la manta por encima, sabiendo que probablemente sudaría bajo la manta y el burka que llevaba. Por el momento, quedó oculto para la pasajera mientras pasaban por su asiento una vez que Pete se hubo sentado de nuevo. Marsha giró y, haciendo o visual con Pete, miró al pasajero que acababa de pasar por el pasillo, ladeando la cabeza para indicar que era de cierta importancia. Pete comprendió de inmediato y miró hacia el pasillo para tomar nota de dónde se sentaba el hombre. Marsha volvió a darse la vuelta y acomodó a Bahir en su asiento. Utilizando la manta como segunda almohada para la joven, pronto la tuvo acomodada. Cuando el avión despegó, los dos niños estaban durmiendo, felizmente ajenos al drama que ocurría a su alrededor. La lista de comprobación previa al vuelo estaba en marcha con los azafatos. En

esta zona del mundo, dominada por los hombres, no se permiten azafatas en los aviones. Los anuncios se hicieron en dari (la versión afgana del farsi). Bajo el anuncio, Pete siseó: "¿Qué?". Marsha negó con la cabeza mientras respondía: "Me resulta familiar". Eso fue suficiente para que tanto Pete como Johan se pusieran en alerta sobre el pasajero que ella había marcado. Marsha se sentó. No podía hacer nada más que esperar. La bebida de limón la había ayudado a eructar parte de su ansiedad, pero una nueva serie de pensamientos ansiosos la asaltaron cuando el avión comenzó a alejarse de la terminal.

CAPÍTULO VI

Como no había nada que Marsha pudiera hacer con el pasajero, se sentó en su silla y trató de descansar. Sus pensamientos eran caóticos. Decidió pensar en lo que podría estar esperándola en casa. Heather había sido una esposa maravillosa. ¿La había esperado? Quería desesperadamente verla... saber. El comandante no lo había sabido y llamarla no había sido una opción. ¿Realmente había pasado sólo una semana desde que entró en la embajada? Pensó mientras el avión empezaba a rodar por la pista para prepararse para el despegue.... "He decidido que me gustaría casarme", le dijo Marsha a Heather. Asintiendo ligeramente ante la noticia, su novia preguntó: "¿Alguien en particular en mente?". Las cejas de Heather se alzaron ante la pregunta, esperando con impaciencia la respuesta de la morena. "Bueno...", se atragantó. "Pensé que tú, tonto", respondió con una sonrisa. Con un silbido, soltó el aliento que no sabía que estaba conteniendo, sonriendo a su vez. "Eso es bueno. Odiaría pensar que he invertido todo este tiempo en esta relación y en entrenarte sin cosechar los beneficios y conseguirte al final." Marsha se rió de la frase "entrenarte" y tomó a la rubia sucia en sus brazos, mirándola con una sonrisa cariñosa. "No eres tú la que me entiende", le dijo con sinceridad. "A ti te entiendo", le dijo con reverencia mientras se inclinaba para darle un merecido beso. Poco después, cuando subieron a respirar, a Heather se le ocurrió preguntar: "Ahora que me has dicho que nos vamos a casar, ¿no crees que deberías decírselo a tu familia?" Ella dudó. No había pensado en decírselo a su familia. Palideció al darse cuenta de la enormidad de esa tarea. "¿Tengo que hacerlo?", gimió ligeramente en broma, con la frente apoyada en la de su novia, ahora prometida. Asintiendo ligeramente, la frente de Heather hizo que la de la mujer más alta se

moviera en sincronía, respondió: "Creo que es hora de que le digas a tu familia que eres gay". Tragando ligeramente, preguntó: "¿Tienen que saberlo? ¿No puedo dejar que lo adivinen?". "Bueno, cuando camines por el pasillo y yo te siga, ¿no crees que podrían intuir que te vas a casar con una mujer?". "No lo sé. Algunos son bastante obtusos. Pueden pensar que eres una de mis damas de honor sólo con un vestido mejor..." sonrió al pensar en ello. "Creo que vas a tener que salir del armario con tu familia", le dijo. Marsha perdió la sonrisa y la jovialidad que había sentido hasta ese momento. "¿Por qué no nos fugamos y se lo contamos ¿Por qué no nos fugamos y se lo decimos después? "Es un poco inútil invitar a todos nuestros amigos y familiares a nuestra boda", señaló Heather. "No tienen por qué saberlo", señaló ella a su vez. "Quiero una gran boda con vestidos blancos, mi padre llevándome al altar, y la celebración de nuestro amor. Me gustaría que asistieras". "Tu padre está muerto", señaló ella. "Eso es irrelevante para el punto que estoy haciendo. Quiero una boda, en una iglesia, con todo el mundo allí... ¡incluida tú!" utilizó su dedo índice para señalar la nariz de su prometida. "Entonces supongo que vamos a tener que decirle a mi familia que soy gay", concedió con un largo suspiro. Sacudiendo la cabeza, retrocedió ligeramente. "No, es tu familia. Dales tú la noticia". "¿No irás por apoyo moral?", preguntó incrédula.

"No creo que lo moral sea el problema", bromeó ella a su vez. Marsha sonrió al recordarlo. Salir del armario con su familia había sido mucho más difícil que con el ejército. La derogación del "Don't Ask, Don't Tell" y de la "Defense Against Marriage Act" había permitido a muchos del ejército declarar a sus cónyuges que antes estaban ocultos, lo que les permitía obtener beneficios y había sido un gran avance. Marsha quería que Heather fuera su esposa. Quería que tuviera sus beneficios si alguna vez le ocurría algo. Quería declarar públicamente: "Esta es mi esposa". Y lo hizo. Sus pensamientos continuaron mientras miraba a sus hijos dormidos. Ahora sus pensamientos se dirigían a la boda y a la recepción posterior. "Eres una gran bailarina", dijo Marsha. "¡Shhh, no se lo digas a nadie! Lo estoy contando". Compartieron una risa porque era obvio que ella sabía bailar. Para mantener la brevedad, ella empezó: "Uno, dos, tres... uno, dos, tres". Compartieron otra carcajada porque estaba muy lejos de la canción que estaban bailando. A Marsha le había sorprendido quién había acudido a su boda y quién se había quedado fuera. Los que desaprobaban la boda eran una minoría y pensó que no eran una pérdida. Los que realmente se preocupaban habían acudido a celebrar el matrimonio de las dos mujeres. Marsha observó a Amir mientras se giraba en el asiento, intentando ponerse más cómodo. El cinturón de seguridad lo mantenía fijo en su sitio. Ella levantó la manta y, usándola como acolchado, le hizo más hueco para acurrucarse. Ella misma estaba sintiendo el cansancio de los últimos días, diablos, de la última semana y de su huida del cautiverio. Zabi había insistido en comprar ropa nueva para toda su familia: sus dos hijos y sus dos esposas. Como se creía que el americano no servía para nada más que para criar, Malekah y sus amigas cosieron los trajes. Marsha pensó que era irónico que Malekah quisiera decir reina. No era la palabra que ella usaría para describir a la vieja y amargada mujer, pero no la culpaba, no realmente. Zabi era un verdadero "partido" para los estándares de su tribu. Un guerrero prometedor, se había casado con la mujer mayor y luego se había arrepentido cuando ella no pudo reproducirse. Había reclamado a la mujer americana porque había demostrado ser una luchadora y él disfrutaba dominándola. Las primeras veces

había necesitado ayuda mientras ella luchaba contra él, pero una vez acobardada, Marsha había demostrado ser una atracción incesante para el hombre. Una vez que estaba embarazada, él proclamaba sus proezas a todo el que quisiera escuchar. Malekah se había puesto celosa sin medida. Marsha había compartido los niños con ella hasta cierto punto, con la esperanza de aliviar su suerte en la vida, pero cuando la esposa mayor había intentado hacerse cargo, hacer que la llamaran morena, la morena había puesto fin a sus gestos amistosos. La mujer se había resentido con ella desde entonces, llegando a patearle el trasero cuando yacía recuperándose de su aborto. Como Zabi había asumido toda la responsabilidad de la paliza que había provocado el aborto, los moratones adicionales en la espalda de Marsha no se habían notado. Al final, Malekah había ganado. Los niños habían pensado que ella era su madre y que Marsha era sólo la segunda esposa, también llamada morena. Incluso en el angustioso viaje desde el campamento en el jeep, cuando llamaron a Moray, Marsha no había estado segura de que no estuvieran llamando a Malekah. Se aferraban a ella porque era alguien conocido, al menos eso era lo que Marsha había pensado. La ropa nueva era para un festival en el que participaban la tribu de Zabi y otra. Intentaban hacerlo varias veces al año con varias tribus para que sus jóvenes se conocieran y se casaran. Se comprometían niñas de hasta once años, a veces obligadas a ir a vivir con la familia de su pretendido, ya que podían pasar varios años antes de que las dos tribus volvieran a reunirse. La práctica preocupaba a Marsha mientras miraba a su hija, con el estómago protegido por su mano. Sabía que ya había consultas para emparejar a Bahir debido a la posición de Zabi en la comunidad. Marsha no tendría nada que decir y la niña tampoco. Al ver un jeep aparcado a las afueras de su pueblo de tiendas, el corazón de Marsha palpitó ante la oportunidad. Nadie la estaba viendo, nadie se atrevería. Fingió que no le interesaba, pero vio que las llaves estaban dentro, colgando tentadoramente del o. Lentamente, se dirigió hacia donde Malekah se exhibía, fingiendo que el hijo de Zabi, Amir, era el suyo. Estaba sentada en una gran manta que había extendido para ella y su hijo, sus amigos sentados en el borde irando al robusto niño. Ya se quejaba porque se le había pasado la hora de la siesta. Marsha se inclinó respetuosamente ante la primera esposa del cacique. "Lo llevaré a dormir la siesta", se ofreció generosamente, pero por dentro le escocía tener que ser deferente con esa mujer por encima de su propio hijo.

"Eso estaría bien", dijo Malekah amablemente. Marsha buscó a Bahir, pero no la vio mientras se dirigía a su tienda. "Mahsa", la áspera voz de Zabi la detuvo. Marsha bajó rápidamente la mirada, esperando que él dijera lo que tenía que decir. Ella era más alta que él, algo que parecía molestarle desde el principio. No le gustaba el hecho de tener que mirar hacia arriba a la americana. "Quédate tapada", le ordenó, buscando algo por lo que amonestarla. Marsha apretó más el burka que llevaba, ocultando por completo las preciosas prendas que llevaba debajo. Se colocó el chador sobre la cara con una sola mano, ya que llevaba a Amir en brazos. Esto pareció apaciguar al líder, que la miró con un brillo en los ojos. Marsha levantó la vista para ver si había terminado con ella, vio el brillo y casi gimió. Eso significaba que querría acostarse con ella más tarde, a pesar de su embarazo. Parecía no tener suficiente con ella. Ella se estremeció interiormente. Los años con él habían sido un infierno y, si hubiera podido, lo habría matado. Sabía que su propia vida duraría poco con esa gente si lo hacía. Sus hijos se criarían con los mismos valores que ellos; su propia cultura y sus valores no tenían importancia aquí. Marsha pellizcó subrepticiamente a Amir, lo que le hizo graznar inmediatamente, como sabía que haría. Zabi retrocedió. Criar a los niños era un trabajo de mujeres. Se enorgullecía de sus retoños, como si sólo él fuera responsable de su existencia, pero no aprovechaba la oportunidad de interactuar con ellos más que para exhibirlos. Hizo un gesto y Marsha continuó hacia la tienda. Estaba preocupada, con el corazón palpitante, como si como si él pudiera leer sus pensamientos... como si pudiera discernir sus planes.... Al acercarse, se alegró de ver a Bahir jugando con otros. Tranquilizó a Amir poniéndolo contra su hombro y se detuvo a esperar a que Bahir la viera. El niño dejó de jugar ante el silencio de su segunda madre. Ante la sacudida de cabeza de Marsha, se dirigió a la tienda, sin saber si estaba en problemas o qué, pero aprendiendo a obedecer al instante por las discrepancias del pasado. No era de Marsha, sino de lo que Zabi y Malekah habían estado enseñando a "sus" hijos. Dentro de la tienda, Marsha se dirigió rápidamente a las cosas de Malekah y cogió un burka para Bahir, colocándoselo por encima de su bonita ropa. "¿Moray?" Bahir protestó. Le gustaba que su ropa nueva y brillante se viera.

"Shhh", le ordenó Marsha, tomando otro y colocándolo sobre Amir, que era mucho más pequeño. Lo envolvió totalmente. Al principio protestó. Estaba malhumorado por el juego, cansado y listo para una siesta, pero la novedad del traje lo hizo jugar con el material mientras Marsha lo tomaba una vez más en sus brazos. "Ven conmigo", le ordenó a Bahir, que obedeció sin rechistar. Por una vez, Marsha se sintió agradecida por la absoluta obediencia que aquella gente exigía a sus mujeres y niños. Marsha se asomó y se deslizó fuera de la tienda. Sería otra mujer anónima en un campamento lleno de hombres y mujeres de la tribu. Nadie se fijó en ella mientras se dirigía lentamente hacia donde había visto el jeep, aparcado fuera del campamento y fuera de la vista por una curva de la colina. Era perfecto. Si pudiera escaparse. Sabía que si la atrapaban con él, moriría. Se quedó helada cuando un grupo de mujeres parlanchinas pasó a su lado. Mantuvo los ojos bajos y ellas la miraron con curiosidad, pero al verla caminar con niños, la ignoraron. Marsha miró a su alrededor, sus viejas habilidades de soldado surgiendo dentro de ella mientras evaluaba la situación. Al llegar al jeep, subió a Amir a la parte trasera y le puso el cinturón antes de que pudiera protestar. También hizo subir a un sorprendido Bahir y la acomodó en el asiento contiguo. Sabía que la niña le haría preguntas si no se daba prisa. Una vez más, miró a su alrededor asegurándose de que nadie los viera. Se sentó en el asiento del conductor, soltó el freno, pisó el embrague y el jeep empezó a rodar colina abajo hacia atrás. No fue hasta que llegó al fondo que giró el volante para que estuviera orientado hacia el otro lado. Giró la llave, asegurándose al mismo tiempo de que estaba en primera, y se estremeció ante el ruido que hizo al girar suavemente. Respiró ligeramente aliviada, con el corazón latiéndole dolorosamente en el pecho, mientras pisaba el embrague y, al mismo tiempo, le daba gas y empezaban a avanzar. "¿Moray?", escuchó desde el asiento trasero, Bahir ya no guardaba silencio y sonaba bastante alarmado. La novedad de la máquina había desaparecido y el miedo a su extrañeza empezaba a asustarla. "¿Mo...?" La vocecita de bebé de Amir se hizo eco de su hermana mayor, no tan coherente. Estaba disfrutando de la novedad de ir en el jeep. Zabi y sus hermanos ya habían subido al pequeño a sus caballos, enseñándole las costumbres de su pueblo a una edad temprana. Rápidamente, pisó el acelerador, y todos ellos fueron empujados hacia atrás en

sus asientos por la gravedad mientras ella se alejaba a toda velocidad por la ladera de la montaña. Cambió de marcha como pudo, sin pasar a tercera o incluso a cuarta hasta que estuvo en una recta. Lo único en lo que pensaba era en escapar, en intentarlo o morir en el intento. Su mayor temor era morir y que sus hijos fueran criados por esa gente. Antes de quedarse embarazada, había intentado escapar muchas veces, pero la habían traído de vuelta y la habían castigado. Eso le había dado un conocimiento general de la zona, aunque no supiera muy bien dónde estaban. Ahora le preocupaba que el sinuoso camino fuera más largo y que Zabi y sus hombres conocieran un atajo a través del campo con sus caballos. Era un espectáculo extraño verlos sobre los caballos con su antiguo linaje exhibido con orgullo en sus trajes y monturas, sosteniendo modernos AK-47 y otras armas. "¿Moray?" Bahir gimió, realmente asustado en esta máquina. "Está bien, cariño", le aseguró Marsha, extendiendo la mano entre los cambios para tocar a la niña en la pierna. Miró hacia atrás cuando tuvo un corto recorrido y vio que la niña había rodeado con su brazo al niño para abrazarlo. El niño miraba fascinado el paisaje que pasaba junto a ellos a ambos lados. Sus ojos eran grandes, y todos los pensamientos de una siesta habían desaparecido por el momento. Marsha conducía como una loca... lejos, muy lejos de esa gente que la había retenido durante quién sabía cuánto tiempo. No todos eran malos. De hecho, la mayoría de ellos eran gente amable. Ella podría, en otras circunstancias, haber disfrutado entre ellos. Como segunda esposa de Zabi, tenía cierto prestigio. Como su esclava, algunos de los hombres la menospreciaban. Algunos de ellos habían utilizado su cuerpo cuando había llegado por primera vez entre ellos, y más tarde, sólo cuando intentó escapar como una especie de castigo o técnica de conquista. Zabi había reconocido a la guerrera en esta americana y la reclamó para sí, pero no hasta que varios de sus hombres la violaron en grupo. La mantuvo alejada de los hombres después de su reclamo. Quería que todos los hijos que diera a luz fueran suyos. Marsha se sorprendió, pero no se sorprendió, al encontrarse embarazada meses después. No había sido fácil quedarse embarazada de su primer hijo. Marsha había alejado deliberadamente los pensamientos sobre Hayley en su interior. Dejarla recién nacida para volver a sus deberes en el ejército había sido una de las cosas más difíciles que podía hacer. Tenía dieciocho semanas de permiso de

maternidad pagado antes de tener que presentarse en la base y reanudar sus funciones. No tardó en ser enviada a la base. "¿Por qué no lo dejas?" le había suplicado Heather. Quería que su mujer estuviera en casa y en su entorno más a menudo. Casarse con un teniente del ejército no había sido tan divertido como ella pensaba. Se mudaban mucho. Ella había pensado que viajarían más a menudo, y trasladarse tan a menudo no era nada divertido. "Sabes que estoy a punto de ser capitán. Esto me ha hecho retroceder", indicó al bebé y a su propio cuerpo post-bebé. La fecundación in vitro se había llevado todos sus ahorros. La elección de un donante había provocado peleas. Pero eso fue hace mucho tiempo. "¡Pero dieciocho meses! Vas a estar fuera DIECIOCHO meses", protestó. Criar a Hayley sola durante tanto tiempo asustaba a Heather. "¿Sabes cuánto te vas a perder de ella?" "No se puede evitar. Ya sabes lo molestos que estaban conmigo cuando se enteraron de que estaba embarazada. Algunos lo consideraron inmoral". "Pero estamos casados", protestó ella una vez más. Ya habían tenido esta conversación antes. "No a los ojos de algunos militares..." Marsha señaló de nuevo. Eso había sido hace tanto tiempo. Marsha suspiró mientras se acomodaba en la silla del avión, mirando a los niños dormidos. Había leído en alguna parte que una vez que tienes un hijo, tu cuerpo es más propenso a ser fértil y te quedas embarazada más fácilmente. Tendría que estar de acuerdo con esa apreciación después de que Zabi la hubiera dejado embarazada una y otra vez. Había estado deseando volver a casa con Heather y Hayley y quedarse embarazada de nuevo, pero de eso hacía ya cinco años. Se preguntó cómo sería Hayley ahora. Había tenido rizos rubios al nacer. Había bromeado con que necesitaba un corte de pelo cuando volvía a casa del hospital. Hablando por Skype con Heather, habían resuelto muchas de sus diferencias. Estaban deseando que volviera a casa. Ella estaba deseando ser una familia. Heather había disfrutado haciendo de mamá, pero quería que su pareja, su mujer, volviera a casa con ella. Había crecido mucho criando sola a Hayley. Había crecido mucho mientras su mujer estaba en

el extranjero. La echaba de menos. Ahora Marsha se preguntaba si la había esperado. ¿La habían declarado muerta? Lo sabría en unos días, estaba segura. Se preguntó si ya se lo habían dicho a Heather.

CAPÍTULO VII

Pensó que el vuelo de Kabul a Qatar sería lo peor... No lo fue. Sus nervios ya estaban destrozados. Despertar a los niños y trasladarlos a otro vuelo, este de Qatar a Alemania, alteró aún más a los dos niños. Tardaron en calmarse de nuevo mientras esperaban el vuelo. Un zumo, una galleta y algunos abrazos parecieron ayudar. Al menos esta vez los anuncios estaban en francés y Marsha podía entenderlos. Miró a su alrededor, tratando de ver si alguien más le resultaba familiar. En esta parte del mundo, su burka y su chador no estaban fuera de lugar. Se preguntó si la habían recibido en Alemania. Deseó que hubiera habido un vuelo directo de Kabul a Alemania. Si hubiera estado en un avión militar, lo habría habido. El G8 o Grupo de los Ocho se refiere al grupo de ocho naciones altamente industrializadas -Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, Japón, Estados Unidos, Canadá y Rusia- que se reúnen y forman un consenso sobre cuestiones globales. Desde la agitación en Oriente Medio, este grupo prohibió estos vuelos directos desde algunos de estos países devastados por la guerra. Se esperaba que, al redirigirlos a través de países menos virulentos, los elementos más fanáticos serían eliminados antes de que pudieran llegar a Europa, y mucho menos a cualquier otra parte del mundo. Lo más alarmante para todos ellos, especialmente para sus dos acompañantes, era que el hombre de aspecto familiar les seguía de un avión a otro y se subía a su mismo vuelo. Les ponía a todos nerviosos, pero no podían hacer nada. Tal vez tuviera negocios legítimos en Europa y, como no había un vuelo directo de Kabul a Alemania, éste era el camino a seguir. Marsha volvió a ver a sus dos hijos dormir, agradecida de que le hubieran dado la medicina para que durmieran; sin embargo, le preocupaba haberlos medicado en exceso. Los observó respirar de vez en cuando para asegurarse de que seguían vivos. Su mente se agitaba en varios frentes. En un momento, le preocupaba que el hombre que estaba a bordo fuera alguien que Zabi había enviado y que la cogiera y la llevara de vuelta. Al momento siguiente, le preocupaba haber dañado de alguna manera a sus propios hijos y que esta huida fuera en vano. Luego, para colmo, se preocupaba por Heather y Hayley y se preguntaba si pensaban que estaba muerta. Esto la dejaba fatigada, ya que simplemente no podía dormir profundamente. Se despertaba constantemente cada vez que alguien pasaba por allí. Johann miró al otro lado del pasillo. Era el más cercano a ella en este vuelo y se preguntó qué estaría pensando. Estaba bastante inquieta incluso cuando conseguía dormir un poco.

* * * * *

"¿Señorita Gagliano?", el nombre que sonaba formalmente alarmó a Heather. Ella, por supuesto, había tomado el nombre de Marsha. Había estado orgullosa de hacerlo. Sin embargo, pocos la llamaban por él. Para la mayoría, era simplemente "Heather". "¿Sí?", preguntó con cautela al ver sus uniformes. Su corazón latía con fuerza. Miró la hora. Hayley llegaría pronto a casa desde la guardería en el autobús y tenía que encontrarse con ella. ¿Estaban aquí para decirle algo sobre Marsha? ¿Habían encontrado por fin su cuerpo? Nadie sabía qué había pasado con su helicóptero ni con la gente que iba a bordo. Simplemente había desaparecido en ese vasto páramo que era Afganistán. Tragó saliva con nerviosismo. "¿Es usted la esposa del capitán Gagliano?", le preguntó el segundo hombre, para verificar más su identidad. "teniente", corrigió ella automáticamente. "Tenemos aquí", dijo musitando, confundido, "que esta es la residencia de la esposa del capitán Gagliano". ¿Capitán Marsha Gagliano?" Levantó la vista de su papeleo con una pregunta en su joven y oficioso rostro. "Soy la esposa de Marsha Gagliano. Era teniente en el ejército", respondió Heather con orgullo. Su El corazón le latía tan fuerte en los oídos que empezaba a desmayarse. "Ahí está el error. El teniente fue ascendido a capitán", la corrigió suavemente. "Oh, ¿no habría estado Marsha orgullosa de saberlo?", pensó Heather. ¿Por qué no la habían informado? Eso explicaba el aumento de dinero que había recibido del ejército. Al criar un hijo sola, había necesitado desesperadamente lo poco que recibía. No se había atrevido a cuestionarlo por si se lo quitaban. "¿Qué puedo hacer por ustedes, señores?", preguntó, temiendo descubrir lo que sí querían. "¿Podemos entrar?", preguntó amablemente el primero.

Pensando en lo desordenada que estaba la sala de estar por el juego bastante bullicioso de Hayley, se negó. "¿Qué puedo hacer por ustedes, caballeros?", repitió con cierta irritación. Más por el nerviosismo de que vieran su casa sucia que por otra cosa, o eso se dijo a sí misma. "Estamos aquí para informarles de que la capitana Marsha Gagliano...", comenzó formalmente. El tiempo pareció ralentizarse y Heather esperó que la frase "ha sido encontrada muerta" saliera de su boca. En cambio, cuando continuó, dijo: "ha sido encontrada viva". Heather no le escuchó. El pulso que le latía en los oídos le impedía oírle. Parpadeó. Ellos esperó. Ella parpadeó de nuevo y luego tragó saliva, esperando que él le dijera. "¿Señora?", preguntó él, al ver que se ponía pálida. Se preguntó si se había vuelto a casar o algo así. Después de todo, el capitán Gagliano llevaba cinco años fuera. Esto podría ser un verdadero desastre. "¿Qué? ¿Qué has dicho?", preguntó ella, temblorosa. "El capitán Gagliano ha sido encontrado vivo", repitió. "¿Está bien?" Heather jadeó, llevándose la mano al pecho. "La están interrogando", le informó él, mirándola con curiosidad y preguntándose por su relación. Era difícil estar casado con alguien del servicio. Se preguntó si era diferente para las parejas del mismo sexo. Heather no sabía qué pensar. Se agarró a la puerta para mantenerse erguida. Mucho después de que los dos oficiales se fueran, se quedó mirando por la ventana delantera, preguntándose.... Habían pasado cinco años. Finalmente se había resignado a que Marsha estaba muerta. Incluso había tenido un par de citas este último año. No habían sido agradables, pero su familia le dijo que tenía que "seguir adelante". Ella no había querido seguir adelante. Se había encerrado en

su dolor por saber que Marsha se había ido, probablemente muerta, durante tanto tiempo que no podía resolverlo por el momento. Había criado a su hija ella sola, apenas capaz de mantenerse a flote con las facturas y el poco dinero que recibía del gobierno. Hayley ni siquiera iba a conocer a Marsha. Había visto fotos de su madre, por supuesto. Heather incluso la había sorprendido hablando con la foto que guardaban junto a su cama, pero para la niña era más bien una persona ficticia o imaginaria. ¿Dónde había estado Marsha todo este tiempo? No habían dicho en qué estado se encontraba. La habían llevado en avión a través de Europa, haciendo escala en Alemania antes de llevarla a casa. Inicio.... Miró la pequeña casa en la que habían vivido durante tanto tiempo. Nunca se había mudado. Le habían "permitido" quedarse, pero se había hablado de que una persona no militar viviera en una vivienda que se ofrecía al personal de servicio y sus familias a un precio reducido. Heather sabía que no podía permitirse más, no ahora. Hayley acababa de empezar la guardería. Esperaba que para cuando su hija estuviera en primer grado y fuera a la escuela a tiempo completo, pudiera empezar a trabajar, pero después de todo este tiempo sin trabajar no estaba segura de que alguien la contratara. "Mamá", dijo una voz quejumbrosa y ella levantó la vista, asustada. Una linda niña de pelo negro con un corte pixie subía por la acera hacia la casa y la había visto a través de la ventana. La niña la saludó con la mano y le devolvió el saludo con alegría. Heather la recibió en la puerta. "Hola", dijo, encantada de ver a la niña. "¿Qué tal el colegio hoy?" La niña comenzó a hablar con tanta emoción que a menudo olvidaba las palabras. Se movía de puntillas mientras contaba su día. Todo era tan importante para relatar. Heather la ayudó a quitarse la chaqueta, cogió su pequeña mochila y juntas repasaron los proyectos de arte que sacaron de ella. Heather dejó que la niña se tranquilizara antes de abordar el delicado tema. Podría haber esperado, pero tenía que parecer real, al menos para ella. No tenían mucho tiempo. Mañana Hayley no iría a la escuela porque se reunirían con Marsha en el aeropuerto. El ejército le había ofrecido transporte. "Cariño... cariño", le dijo mientras guardaban sus cosas para otro día de clase, que normalmente sería el siguiente. "Tengo algo que decirte", le dijo mientras la

subía a su regazo. "¿Qué, mamá?", preguntó la niña, prácticamente. Empezó a jugar con los largos mechones de rizos rubios como el agua de la vajilla que estaban sobre el hombro de Heather. "Hoy vinieron dos hombres a la casa", comenzó. "¿Estaban vendiendo algo?" Había visto a su madre ahuyentar a los que vendían de puerta en puerta en esta zona, sabiendo que probablemente había alguien en casa, ya que la mayoría eran esposas de militares. "No, cariño, no lo hacían. Vinieron a decirme algo". "¿Qué te han dicho?", levantó la mirada, sus ojos eran exactamente iguales a los de Marsha. El sentimiento de amor se aferró tanto a la garganta de Heather que casi se ahogó. Era difícil continuar. "Me han dicho que tu otra mamá vuelve a casa", intentó que sonara emocionante. Sabía que estaba emocionada por ver a Marsha, pero ¿esta niña, que no recordaba haber conocido a su madre biológica, estaría tan emocionada? "¿Mamá está en la foto?", preguntó, y sí parecía emocionada. Ninguno de sus otros amigos "de mentira" había nunca había vuelto a la vida o a una visita. Heather asintió, pensando en todo lo que podría contarle a esta niña. "Mañana nos reuniremos con ella en el aeropuerto". Se preguntó cuánto tiempo había estado Marsha en el lugar de donde venía. ¿Cuánto tiempo le habían ocultado los militares su existencia a su familia? "¿También tenemos que ir en avión?", sonaba intrigada y aún más emocionada ante la idea. "No, cariño. Vamos a encontrarnos con ella en el aeropuerto. Esos dos hombres dijeron que alguien vendría y nos llevaría". "¿No podemos llevarnos la vieja ruina?", preguntó inocentemente.

Heather hizo una mueca. La niña la había escuchado demasiadas veces referirse a su viejo y destartalado Corolla como "la vieja ruina". Se había convertido en su nombre completo. Con un presupuesto limitado, sólo era capaz de mantenerlo en funcionamiento... a duras penas. Había rechazado la ayuda de sus propios padres y de los de Marsha. Su madre y su padrastro por orgullo, y los padres de Marsha porque sabía que eso significaba que había ataduras y que no tendría más remedio que dejarles ver a Hayley más a menudo. Tal como estaba, las pocas veces al año que permitía las visitas dejaban a la niña confundida sobre quién era su "verdadera" madre. La mayoría de los días comprendía que tenía dos mamás, pero después de una visita a los padres de Marsha se preguntaba con frecuencia quién era su "verdadera" madre. Heather sabía que era por las cosas que los padres de Marsha le contaban a la niña, su versión de lo que la niña 'debía' saber. Ella aún no lo entendía y Heather no creía que debiera saber a los seis años y medio lo que significaba la madre biológica. "No, muñeca. Vamos a dejar que nos lleven. ¿No será divertido?" La niña no sabía si sería divertido o no y asintió porque su madre decía que sería divertido y ella quería estar de acuerdo. "¿Puedo tomar una galleta e ir a jugar?", preguntó a continuación, pasando a temas más importantes. Heather se preguntó si la niña entendía la importancia del día siguiente mientras le preparaba un bocadillo y luego la dejaba ir a jugar. Supuso que era demasiado joven. Más tarde sorprendió a Hayley hablando con la foto de Marsha. "¡Mañana podré conocerte!", le dijo de forma importante, como si la foto no lo supiera. "¡Mamá ha dicho que podemos ir a conocerte al aeropuerto!" Heather observó cómo la niña miraba la foto enmarcada de Marsha con uniforme y luego la de ambas, Marsha y Heather, abrazadas, sonriendo a la cámara. Tiempos más felices. "Espero que te guste", dijo la niña, sorprendiendo a Heather. Heather le había contado durante años historias sobre Marsha. Cómo se habían conocido, cómo se habían amado tanto que se habían casado en cuanto pudieron. Intentó explicarle con delicadeza que hacían falta un hombre y una mujer para hacer un bebé y que Marsha la había llevado en brazos, pero que era "su bebé" para ambas mamás. "¿Por qué nos dejó?", había preguntado la niña más de una vez cuando se hizo mayor.

"Ella no quería dejarnos, cariño. Nos protegía. Era soldado del ejército y volvía a casa con nosotros cuando el helicóptero en el que viajaba desapareció", intentó explicar. Sabía que, por repetición, la niña lo sabía, pero entenderlo era una cosa completamente diferente. "Ella nos quería mucho a los dos y estaría aquí si pudiera". "¿Crees que a mi otra mamá le gustan los macarrones con queso?", preguntó mientras cenaban juntas esa noche. Heather se había puesto elegante y había cortado salchichas en la mezcla. "Oh, estoy segura de que sí", le aseguró Heather, preguntándose en qué estaría pensando esta descarada. Ella Se preguntó si Marsha se sorprendería tanto de su hija como la hija de su madre. Mientras Heather estaba tumbada en su cama, con el otro lado frío desde hacía tantos años, se preocupaba por lo que no le habían contado. ¿Dónde había estado Marsha? Cinco años era mucho tiempo. Nunca había conocido a Hayley de pequeña, sólo de bebé. Se había ido cuando Hayley tenía cuatro meses y sólo la había visto por Skype durante esos dieciocho meses que había estado en el extranjero. Ahora era una pequeña personalidad, preparada para afrontar el primer grado el próximo año después de sus vacaciones de verano. El mes que viene terminaría su año de jardín de infancia. A Heather le costaba dormir porque se preocupaba por todo lo que no sabía.

CAPÍTULO VIII

El vuelo de Qatar a Alemania fue largo. Los niños se despertaron y se alimentaron. Uno por uno, Marsha los llevó al baño para que usaran las instalaciones y se lavaran. Agradeció a Pete que dejara al otro niño con él. El hombre que estaba más atrás en el avión la miraba cada vez que volvía. Marsha se inclinó y se lo mencionó a Pete y a Johann para que estuvieran al tanto, en caso de que ocurriera algo. Se sentía muy paranoica. Los niños estaban maravillados con su primera película. Era una película de Disney en inglés doblada al francés y con subtítulos en árabe. A Marsha no le importaba mientras los mantuviera entretenidos. No necesitaban saber lo que decía: los colores vivos y los personajes los mantenían cautivados. Estaba muy cansada y sabía que el vuelo a Alemania era sólo la segunda etapa. La bajaron del avión primero y la metieron en un carrito de golf para apresurarla a tomar otro vuelo. Johann y Pete estaban especialmente atentos, buscando al hombre del avión. Marsha se sintió aliviada al ver palabras en inglés y escucharlas en los anuncios aéreos junto con el alemán y el francés. "Tenemos una hora antes de nuestro próximo vuelo", le dijo Johann cuando llegaron a la otra puerta. "¿Qué tal si comemos algo de verdad, no comida de avión?". Su cabeza se inclinó hacia un McDonalds y miró hacia los dos niños asustados que se aferraban a su madre. La gente miraba sus burkas y algunos fruncían el ceño. Marsha aceptó y luego observó con absoluta alegría cómo sus hijos experimentaban su primera hamburguesa con patatas fritas. El batido les hizo girar los ojos. Habían experimentado el frío, incluso un poco de nieve en sus cortas vidas, pero nada que bebiera frío, no como esto. La comida, aunque extraña para sus paladares, les resultó absolutamente deliciosa. Marsha tuvo que estar de acuerdo. Hacía tanto tiempo que no comía comida rápida que la sentía extraña en su lengua. Ya no estaba acostumbrada a la grasa y usaban demasiada sal. Sus gustos habían cambiado definitivamente con los años... eran más simples. Se rió cuando Bahir escupió el pepinillo, pero cuando Amir empezó a jugar con la salsa de tomate, lo detuvo. Era muy diferente de las salsas que la tribu hacía para sus comidas. "Tenemos que usar los baños antes de subir a otro avión", advirtió Marsha a los

dos guardias. Ambos Pete y Johann asintieron comprensivamente. Marsha se alegró de encontrar un baño "familiar". Los dos hombres montaron guardia fuera mientras ella llevaba a los niños al interior. Rápidamente les hizo usar los baños. La novedad y el ruido de la cisterna les asustó y a la vez les intrigó a los dos niños. Marsha se sentó ella misma. El estrecho espacio del aseo del avión lo hacía casi imposible de usar, especialmente con el burka puesto. Se quitó el burka negro al salir del baño. El rico color gris de su traje reflejaba clase y riqueza. Los dos hombres se dieron cuenta al instante de que transformaba totalmente su aspecto. Los niños también parecían los clásicos niños afganos con sus hermosas ropas nativas. Ambos hombres sonrieron con aprecio a los niños. "¿Están listos?" preguntó Pete y Marsha asintió. Metió los burkas negros en su única maleta de mano, sin saber si podrían necesitarlos una vez más para pasar al anonimato. Llevaba el chador que hacía juego con su traje, cruzando la mitad inferior de su rostro. No se veía ningún mechón de pelo, sólo sus ojos. Se dirigieron a la terminal para tomar el siguiente vuelo, éste con destino a Estados Unidos y un paso más cerca de casa. Mientras Marsha estaba en el baño con los niños, Pete le comentó a Johann: "No habla mucho, ¿verdad?". También había estado callada en el vuelo a Alemania. "Ha pasado por muchas cosas. Apuesto a que querían que se quedara callada". "La van a interrogar a fondo cuando llegue a casa. Habría pensado que lo harían aquí en Alemania". "Lo habrían hecho si hubiera llegado en un vuelo militar, pero quieren mantenerla oculta. Así está escondida a la vista de todos". Pete estuvo de acuerdo. Estaban aquí no sólo para vigilarla, sino también para acompañarla a ella y a sus hijos. No era de su incumbencia lo que había pasado o lo que el ejército decidiera hacer con ella. Ella no se daba cuenta, pero era más importante que los dos hombres. Las miradas que Marsha y los niños recibían ahora no eran tan hostiles. Los vivos colores de las ropas nativas de los niños provocaban sonrisas. La elegancia y el evidente aspecto caro del burka de seda de Marsha, sus ojos bajos y su

actitud recatada, hacían que la gente la tratara con respeto. Tal vez fueran los dos hombres que las acompañaban, pero no llamaban tanto la atención como los niños. "Pasaportes y billetes, por favor", un rico acento alemán los recibió en la puerta. Marsha miró a Pete, que entregó un pequeño paquete al taquillero. Sus ojos se abrieron de par en par al ver a los dos niños, la mujer cubierta y los dos hombres. Retrocedió un momento y, tras una acalorada discusión con su compañera de trabajo y una llamada telefónica, le devolvió el paquete. "Le voy a sentar a usted primero", le dijo respetuosamente a Pete. "Por favor, siéntate hasta que anunciemos el vuelo". Indicó los asientos de la terminal. Asintió y condujo a Marsha y a sus hijos a los asientos, donde él se sentó a un lado de ellos y Johann al otro. Amir volvió a levantarse casi en cuanto se sentó. Estaba alimentado, estaba limpio y tenía una exuberante energía que quemar. Marsha lo dejó por ahora, asegurándose de que no molestara a ninguno de los otros pasajeros. Sus ojos miraron a su alrededor, escudriñando, en busca de alguien a quien pudiera reconocer. Inclinándose hacia Pete, preguntó en voz baja: "¿Qué había en ese paquete?". "Documentos del gobierno que nos identifican como soldados americanos. Básicamente nos da un trato VIP, ya que tú y los niños no tenéis pasaportes oficiales y Johann y yo estamos de incógnito. Escuché su conversación". "¿Hablas alemán?" Asintió con la cabeza antes de continuar: "También Johann. Ella estaba pidiendo indicaciones y leyendo los documentos a la que supongo que era su supervisora. El supervisor había sido alertado para que nos vigilara y nos dejara subir primero. Al menos, eso es lo que deduje de su conversación". Sonrió, mostrando unos dientes uniformes y blancos. "¿Qué me hace tan importante?", se preguntó, sin darse cuenta de que lo había dicho en voz alta. "Lo importante es lo que sabes o podrías saber", señaló él. Ella asintió. Sabía que no era más que una pieza del engranaje. En Kabul no había podido aportar mucho. Sabía que no le darían mucho margen de maniobra. Sólo quería desesperadamente volver a casa, sentirse segura. Quería estar lejos de Zabi y de su gente... no de todos, sólo de la mayoría.

Marsha observó cómo los niños corrían por la pequeña zona que habían tomado, lejos de los demás. Estaban lo suficientemente cerca como para coger el vuelo y lo suficientemente encerrados por la presencia de los adultos como para que los niños pudieran correr algo de su exuberancia. Se persiguen unos a otros y Marsha les hace callar cuando su ruido es demasiado fuerte. Finalmente, llamaron a su vuelo. Cuando vio que cogían el micrófono, Pete se puso en pie instando a Marsha y a los niños a seguirles. Levantando a Amir, que se estaba comportando como un verdadero gusano, se comportó como un padre típico. "¿Moray?" Marsha miró a los brillantes ojos marrones de su hija. "¿Sí, hija mía?", respondió suavemente, con recato, como haría una buena mujer. Se le había inculcado la necesidad de expresar este tipo de modales. Una buena mujer era modesta, callada y servil. Ella no había sido capaz de desprenderse de esa capa de comportamiento de ninguna forma, al menos no todavía. Se preguntó si alguna vez lo haría. Miró su vestimenta y se preguntó si, tal vez, cuando dejara de lado el burka, la ayudaría a convertirse en la teniente del ejército, ahora capitán se corrigió mentalmente, que había sido. "¿Vamos a otro...?", pensó con dificultad, tratando de recordar la palabra ya que no estaba familiarizada con ella. Terminó señalando los aviones que estaban alineados en la pista fuera de la terminal. "Sí, hija mía. Eso es un avión. Nos vamos en otro", explicó. Sabía que los niños estaban cansados de estar encerrados en los pequeños tubos de metal, pero no había otra forma de llegar a su destino. Su mundo había dado un vuelco desde el festival en el que los atrapó. Ella lo lamentaba. El terror lo tendrían durante mucho tiempo. Ella misma sentía el temor de que en cualquier momento Zabi y sus hombres la arrebataran. No le iría bien si la encontraba. Recordó las numerosas palizas, violaciones y humillaciones que había sufrido a manos de él. Parecía disfrutar con ello, dominándola, destrozando a la "americana". Sintió el miedo de lo que él había causado dentro de ella y comenzó a convertirse en ira. Hacía muchos años que no permitía esa ira. Había creído que la había sacado a golpes, pero se equivocaba. En lugar de eso, la había enterrado profundamente y ahora estaba saliendo por las grietas; podía sentirla burbujear. Lo utilizó para evitar el miedo, para no preocuparse de que esos hombres la encontraran.

Siguiendo a Pete, agachando la cabeza, tratando de parecer menos notable, no se dio cuenta de que sólo por su postura, su porte, era notable... casi regia. El hermoso burka le daba un aire de misterio y nadie podía decir que estaba embarazada. El chador aumentaba aún más el aura de misterio y sus increíbles ojos marrones como el chocolate con leche, cuando se veían, atraían a la gente hacia ella. No era en absoluto consciente de que, por su humilde comportamiento, llamaba más la atención de esa manera que si llevara ropa sencilla. Estaban sentados tres en un lado junto a la ventanilla, tres en el centro y otros tres en el otro lado del pasillo. Marsha miraba de vez en cuando a los pasajeros que iban entrando, pero mantenía la cabeza agachada para que no la vieran observándolos. Los dos pasillos la hacían subir y bajar y no se dio cuenta de que Amir estaba rebotando en su asiento hasta que se cayó de él. Sus gritos de indignación y dolor se oían por todo el avión. Marsha se convirtió inmediatamente en la madre preocupada y lo levantó, determinando que tenía un simple chichón, pero que por estar demasiado cansado, a pesar de haber dormido tanto, estaba de mal humor. Tardó todo el tiempo de embarque en calmarlo hasta que tuvo hipo y se quedó dormido en sus brazos. Pete lo miraba con simpatía. La azafata había intentado ayudar, pero Marsha le hizo un gesto para que no lo hiciera. El niño estaba demasiado cansado y molesto. "¿Moray?" Bahir susurró preocupado. Todos estos cambios eran muy molestos para la niña. El dolor y el mal humor de su hermano la estaban afectando. Cada vez estaba más callada ya que no podía entender. Todo lo que sabía era que su segunda madre la había alejado de todo lo que había conocido y la había puesto en estos lugares diferentes y a menudo aterradores. Marsha vio la cara de preocupación de su hija y casi rompió a llorar. Estaba cansada y quería que el viaje terminara. No podía dormir tranquila, preocupada por si se despertaba y encontraba que los niños no estaban, aunque sabía que Pete y Johann no permitirían que eso sucediera. Marsha se sentía responsable de sus hijos. El bebé que llevaba dentro pateaba con fuerza contra su caja torácica. Debía sentir su malestar. Extendió la mano y se frotó primero el estómago para aliviar la angustia que sentía con el talón del bebé bajo su piel contra la costilla, casi como si estuviera pegado allí. Luego se acercó y frotó el hombro de Bahir, acercándola un poco más mientras frotaba la espalda de Amir. Estaba casi dormido cuando la azafata regresó. Era evidente que estaba enfadada con el pequeño malhumorado.

"Tendrá que atarlo a un asiento", dijo con sorna. Pensaba para sí misma que esta gente no sabía ni siquiera lo suficiente como para viajar con sillas de coche para niños. Marsha levantó la vista y notó con el rabillo del ojo cómo Pete se ponía rígido. Se levantó de inmediato, con el semblante de un marido indignado. "Hablarás a mi mujer con respeto", dijo enfadado. "Nuestro hijo se ha caído y necesita consuelo". Marsha se asombró de que aquella voz tan acentuada, que normalmente hablaba un inglés americano tan normal, sonara como si fuera de Oriente Medio. "¿Usted, señor, se sentará o tengo que llamar al comisario de aviación?", espetó. "Por supuesto, me siento. No le hablará a mi esposa de esa manera", le dijo él mientras fingía que accedía a sus deseos. Se sentó de nuevo e hizo un gran alarde de abrocharse el cinturón de seguridad. Para cuando terminó este pequeño incidente, Marsha se había levantado ligeramente y colocó a Amir en el asiento de al lado, empujando a Bahir al asiento contra la ventanilla. "Moray", protestó el joven, pero Marsha puso un dedo en los labios de la chica con una leve sonrisa. Luego abrochó el cinturón de Amir y lo apoyó contra la manta que había preparado en previsión de que durmiera. En realidad, él no quería dormir. Todavía estaba malhumorado y dispuesto a pelear con ella por ello, así que en su lugar ella empezó a frotarle la espalda mientras se sentaba de nuevo en su propio asiento. "Tendrás que abrocharte el cinturón", le dijo la azafata mocosa a su espalda. Marsha asintió, pero se concentró en su hijo pequeño. Estaba casi dormido. "Señorita", intentó la azafata llamar de nuevo su atención. "La he oído", dijo Marsha por encima del hombro en perfecto inglés, sobresaltando a la mujer, obviamente prejuiciosa. Había pensado que intimidaría a la mujer vestida de Oriente Medio, suponiendo que no hablaba inglés. "Tenemos un par de minutos y está casi dormido. ¿O quiere que grite a pleno pulmón para incomodidad de los demás pasajeros?", su tono coincidía con el de la mujer.

La azafata se sobresaltó, pero sabía que tenía la sartén por el mango. Decidió continuar con la comprobación del cinturón de seguridad, pero cuando regresó, si la mujer no tenía puesto el cinturón.... "¿Está bien?" susurró Pete desde el otro lado del pasillo, todavía con el acento falso por si alguien estaba escuchando. Marsha sonrió ante la pregunta. Amir estaba casi inconsciente, luchando contra los últimos vestigios de sueño por pura orfandad. Le gustaría pensar que esto se debía a que Zabi era su padre, pero sabía que probablemente eran sus propios genes los que hacían a este entrañable niño tan intratable. Finalmente cerró los ojos al ver que ella le sonreía, su propia boca se curvó en una sonrisa propia antes de relajarse en un beso de querubín. Marsha retiró su mano mano lentamente, con cautela, y vio que él estaba fuera. Miró a Bahir y sonrió a la niña buena que se había puesto su propia hebilla, fascinada con el artilugio, y que le devolvió la sonrisa y luego miró por la ventana la actividad que había alrededor del avión. Estaba anocheciendo, así que las luces eran cautivadoras. Marsha volvió a sentarse en su silla y se abrochó el cinturón de seguridad mientras se giraba para responder a la pregunta de Pete. "Sólo está cansado. ¿No lo estamos todos?" Asintió con una leve sonrisa, inclinándose hacia delante para comprobar cómo estaba Bahir. Se echó hacia atrás a tiempo para que la azafata se adelantara, comprobando de nuevo a quienes había tenido que hablar, incluyendo a Marsha y su grupo. Sus labios se fruncieron en señal de desaprobación al ver que la mujer y sus hijos estaban abrochados. Pensó en decir algo sobre la silla de bebé para el niño pequeño, pero no quiso insistir. Ya habían demostrado ser conflictivos. No necesitaba ese dolor de cabeza en lo que sería un largo vuelo. Una vez en el aire y con la luz del cinturón de seguridad apagada, Marsha reclinó ligeramente su silla y animó a Bahir, su silenciosa niña, a sentarse con ella en brazos. Se acurrucaron juntos, disfrutando de su tiempo juntos y antes de que ninguno de los dos se diera cuenta, se habían quedado dormidos. Sólo cuando se estaba sirviendo el desayuno, Marsha se despertó de un tirón. Estaba segura de que alguien había chocado con ella. Cuando levantó la vista y vio el carrito y a la azafata, estuvo segura. Miró con fastidio a la mujer, el chador ocultaba el resto de su rostro, pero sus ojos eran bastante expresivos. Tenía el

brazo dormido desde que Bahir se había recostado sobre él, pero usando su brazo bueno, levantó con cuidado a la joven para colocarla de nuevo en su propio asiento. No se despertó mientras Marsha la abrochaba. "¿Quiere algo?", preguntó la azafata ahora que veía que la mujer estaba despierta. "Quizá más tarde", dijo Marsha en voz baja, mirando fijamente a la mujer. Se sentía muy incómoda, el bebé le producía náuseas. Se lo pensó mejor y dijo: "He cambiado de opinión. ¿Puedo tomar un poco de 7up, por favor?". La mujer, que había empezado a moverse, suspiró con fuerza y accedió. Se aseguró de que hubiera mucho hielo en el vasito antes de verter el 7up en él, lo que significó que el pasajero recibió muy poco de la bebida. Se lo dio a la pasajera, considerando derramarlo "accidentalmente" sobre la mujer y su costoso traje, y luego lo reconsideró. ¿Por qué contrariarla más? "Gracias", dijo Marsha amablemente mientras se bajaba el chador para tomar un trago. Sabía que si llevaba el chador negro o su burka negra, se podría esperar que bebiera a través del material. Para ella eso había sido ridículo y una de las muchas y dolorosas lecciones que había aprendido de Zabi y Malekah. "¿Podría tener toda la lata?", preguntó para molestar a la mujer. Podía ver que la petición, aunque razonable, molestaba a la mujer, pero accedió, sin querer, y luego siguió adelante. Una vez que terminó de beber toda la lata, vertiéndola cautelosamente, una y otra vez, sobre el hielo que se derretía, Marsha se limpió la boca con cuidado y volvió a colocarse el chador. Ya podía sentir las burbujas en su estómago mareado y se permitió eructar, respirando a través de todas y cada una de ellas para que no fueran audibles para sus compañeros. El resto del vuelo transcurrió sin incidentes. Sirvieron el almuerzo y los dos niños estaban despiertos para ello. Pete o Johann habían dispuesto una comida infantil para cada uno de los jóvenes pasajeros. Marsha, al ver las pequeñas y bonitas comidas preparadas especialmente para los niños, se alegró. Luego se preguntó qué había pasado con la comida de los niños para el desayuno. Estaba segura de que la azafata nunca lo habría mencionado si Johann no hubiera preguntado cuando llegaron a pedir la comida. Los dos niños estaban muy bien a pesar de las largas horas de trabajo. Después de la comida, uno por uno, Marsha los llevó al baño. La estrechez, la novedad de

la experiencia de volver a usar un retrete, hacían difícil mantenerlos limpios y quietos, pero Marsha se las arreglaba. Los dos niños tenían un aspecto muy presentable. Justo antes de aterrizar, Amir empezó a portarse mal de nuevo, pero quién podía esperar que un niño pequeño no saliera corriendo con su exuberancia. El cambio de presión en la cabina pareció alterar sus orejitas, pero un cambio de asiento con Bahir le permitió arrodillarse y mirar por la ventanilla, lo que le distrajo hasta que tuvo que sentarse, abrocharse el cinturón y prepararse para aterrizar. Eso no le gustaba, pero Marsha era firme. Cuando el avión aterrizó en el aeropuerto O'Hare de Chicago, Marsha respiró aliviada. No sabía a dónde iban a ir a partir de ahora, pero estaba en suelo americano y por ello estaba eternamente agradecida. Elevó una oración de agradecimiento a quienquiera que la escuchara.

CAPÍTULO IX

La llevaron rápidamente a través de la aduana. El papeleo que llevaban los dos hombres aseguraba que no necesitaban pasaportes y Marsha se preguntaba distraídamente por ello. La única bolsa que llevaba era la de todos sus bienes materiales. Los dos niños estaban malhumorados e inquietos y ella había tenido que calmar a Amir varias veces; su temperamento podía ser bastante feroz. Sabía que los niños estaban preocupados por si volvían a subirse a uno de esos tubos metálicos, pero les aseguró que no lo harían. Como no estaba segura de adónde iba, no podía decirles que se iban a casa. Siguió a sus guardias, sabiendo que finalmente no los necesitaba. Se sintió más feliz mientras se dirigían por los largos pasillos de O'Hare hacia el destino que le esperaba. Amir se retorcía para que lo dejaran bajar y caminar solo, pero ella lo sostenía firmemente de la mano. Su exuberancia le hacía dar saltos y Bahir le imitaba saltando. Marsha sentía que los niños tiraban de sus brazos hacia arriba y hacia abajo. Agotada, pero sabiendo que necesitaban gastar su energía y sin querer dejarlos ir, aguantó y soportó los saltos y brincos.

* * * * *

Estaban junto al mayor que las había acompañado desde la furgoneta que las había llevado a la base. Heather llevaba un bonito traje de pantalón y había vestido a Hayley con un vestido que guardaba para eventos especiales. Estaba muy guapa con el lazo azul que le cruzaba la cintura y balanceaba la falda de un lado a otro porque se abultaba cuando lo hacía. "Hayley", le advirtió Heather por enésima vez y se detuvo unos minutos, antes de que olvidara y comenzara de nuevo. Heather también estaba nerviosa. El mayor había sido muy cortés, pero no había sabido mucho más de lo que le habían contado. Había conseguido que pasaran por seguridad para encontrarse con Marsha. Normalmente tendrían que esperar fuera, pero él había conseguido una exención a esta norma. Esperaron pacientemente mientras veían entrar y salir a varias personas, y todavía no había Marsha. El vinilo plástico de las sillas era áspero y se sentía un poco pegajoso, así que pasaron de estar sentados a estar de pie mientras esperaban. Parecía haber mucha actividad, mucha gente entrando y saliendo de la pasarela justo delante de donde estaban.

* * * * *

Observando a la gente salir del pasillo, Heather estaba ansiosa. ¿Reconocería a Marsha? Por supuesto que sí. Reconocería a esa mujer en cualquier lugar. ¿Había cambiado? Después de cinco años de quién sabe qué, por supuesto que cambiaría. Estaba ansiosa. Su corazón latía a mil por hora mientras examinaba a todas y cada una de las mujeres que bajaban por el pasillo. Finalmente, se fijó en una mujer con la cabeza inclinada. Llevaba de la mano a dos niños, uno pequeño que saltaba y otro pequeño que saltaba. Al atravesar las puertas, los dos niños dejaron de hacer sus travesuras y miraron hacia arriba y alrededor con asombro ante este nuevo destino. Uno de ellos preguntó algo a la mujer y ésta se inclinó para responder, frenando a los que venían detrás, que ahora tenían que rodearla. Heather miró más allá de ella para ver si podía ver a Marsha bajando por el pasillo, pero la mujer, al haberse detenido, estaba creando un atasco ya que la gente tenía que maniobrar alrededor de ella y sus hijos. Heather miró con ansiedad más allá del pequeño grupo. Cuando la mujer se levantó de nuevo, Heather jadeó, reconociendo aquellos ojos. Fue entonces cuando empezó a evaluar a la mujer, vestida con una prenda gris... ¿cómo se llamaba? ¿Un abrigo? La cubría de la cabeza a los pies y tenía unos preciosos pergaminos y cosas negras por todo el diseño. Una bufanda, o algo que hacía juego con el atuendo, le cruzaba la cara. Cuando la mujer vio a Heather, soltó la mano de la niña para levantar el chador de la cara. Fue entonces cuando Heather vio completamente a Marsha. Volvió a jadear. Parecía mucho... mayor. Sólo se le veía la cara. Sus ojos estaban llenos de una agonía que Heather no podía comprender. Marsha se quitó la cubierta de la cabeza y su pelo negro quedó a la vista. Los demás se detuvieron a mirar al ver que algo dramático parecía estar ocurriendo. Vieron que las dos mujeres se miraban fijamente. Intercambiaron miradas. Ella sabía que alguien se encontraría con ellas y vio a un comandante que se acercaba discretamente. Él agradeció la inclinación de cabeza que ella le envió con una inclinación propia. Marsha contempló el hermoso rostro de Heather, con el que había soñado tantas veces mientras estaba tumbada en su colchoneta en la cueva o en la tienda. Repasó cada una de las líneas que podía ver, observando cómo las líneas de preocupación eran mucho más profundas de lo que ella podía recordar.

Heather no podía creer que Marsha estuviera ante ella. Sabía que la gente tenía que rodear a la mujer, pero realmente no los veía. Toda su atención estaba ahora en la mujer que finalmente se había resignado a aceptar que podría estar muerta. "¿Marsha?" Heather fue la primera en hablar. La mujer de pelo negro asintió con la cabeza, casi vacilante. De todas las voces que había anhelado escuchar a lo largo de los años... ésta era la más entrañable. Ninguno de los dos se movió. Ninguno sabía qué hacer. "¿Moray?" dijo Amir de forma lastimera, y mientras Marsha bajaba automáticamente la mirada, él levantó los brazos para que lo levantaran. Esto atrajo la atención de Marsha hacia los niños que estaban a su lado y los ojos de Heather se abrieron de par en par. Heather nunca había esperado... niños. Miró a los dos niños, dándose cuenta de que tenían que ser de Marsha. Se parecían demasiado a ella como para no serlo. Miró a Hayley y la vio mirando a la mujer vestida de forma divertida y a los niños que la acompañaban. Con Amir en brazos, volvió a coger la mano de Bahir y la llevó hacia delante. Sin mirar a Heather, respiró profundamente y dijo en inglés: "Bahir, Amir, me gustaría que conocierais a mi mujer. Esta es Heather". Miró a Heather para ver su reacción, preguntándose si todavía era su esposa. Sin embargo, le habían dicho que había recibido su paga. Rápidamente volvió a mirar a Bahir. La niña parecía desconcertada mientras miraba a la otra mujer y a la niña que la acompañaba. Las dos niñas se miraron fijamente, evaluando la posibilidad de una amistad entre ellas. Heather miró a Marsha. Sus ojos lo asimilaron todo, pero su mente tardó un momento en comprender realmente las implicaciones. La presentación la dejó sin aliento durante un segundo antes de que, respirando hondo, pusiera una sonrisa falsa para los niños. La niña ya la ignoraba y miraba fijamente a Hayley. La otra niña en brazos de Marsha era preciosa. Por un momento, Heather sintió una punzada de celos. No eran sus hijos. No eran los hijos que habían planeado juntos. Hayley era su hija. Era Hayley en quien debían centrarse. Inmediatamente se sintió avergonzada al pensarlo. No era culpa de Marsha, fuera

lo que fuera lo que había pasado. Heather no había escuchado su versión de la historia. "Hola, Amir", no sabía qué niño era cada uno, los nombres no parecían tener un género específico. "Hola, Bahir". Su mirada abarcó a ambos niños, pero en realidad estaba mirando a Marsha, asimilándola, preguntándose qué le había pasado. "Y ella es Hayley", presentó Marsha a sus hijos, tirando ligeramente de su mano para que Bahir se acercara a conocer a su hermana mayor. Los dos hermanos seguían mirándose fijamente. Hayley levantó la vista al oír su nombre. Vio a la mujer de sus fotografías, aunque su aspecto era... diferente. La niña no se dio cuenta de que la mujer de la fotografía no tenía el mismo aspecto. Ya era mayor, había pasado por demasiadas cosas como para seguir siendo la misma mujer joven y despreocupada. Sólo su ropa cambiaba mucho su aspecto. Tímidamente, la niña dio un paso atrás y se escondió detrás de la pierna de su madre. "Hayley, ¿no quieres saludar a tu madre?" protestó Heather. "No... no la obligues", la excusó Marsha. "No la obligues". Las dos adultas se miraron fijamente a los ojos mientras llegaban a algún acuerdo sin verbalizarlo. "¿Capitán?", se oyó una nueva voz. Marsha miró y reconoció la insignia de mayor en el uniforme. Se preguntó brevemente si alguna vez habría alcanzado ese rango. Asintió con la cabeza, incapaz de saludar y sin uniforme, por lo que no lo necesitaba. "Mayor". El nombre en su etiqueta decía Osborn. "Estoy aquí para llevarte a ti y a tu familia a casa", ofreció generosamente. Volvió a mirar a su público. "Tenemos una furgoneta". "Gracias, Mayor. Es muy amable". "Podemos hablar... mañana", le dijo, viendo que eso aliviaría su mente sobrecargada. Había sido todo un viaje, lo sabía. A juzgar por la carpeta que ya tenía sobre ella, tenían mucho que hablar.

"Gracias", dijo ella amablemente. Todos se dieron la vuelta para salir del edificio. Marsha llevaba a Amir, con su mano en la de Bahir. Bahir caminaba junto a Hayley, que había salido de detrás de su madre, y Heather estaba al otro lado de Hayley, cogiéndole la mano y mirando a Marsha mientras caminaban. El mayor las seguía, preguntándose cómo de extraña sería la conversación en esa casa esta noche. Por la cara de sorpresa de Heather, se dio cuenta de que no sabía lo de los niños. Podría habérselo dicho, pero pensó que no le correspondía. Después de todo, ella era una civil. Johann y Pete caminaron detrás de la familia después de presentarse en silencio al mayor. Caminaron a ambos lados, mirando y evaluando cualquier amenaza potencial. Sólo porque estaban en suelo americano, no era el momento de relajarse; sus deberes aún no estaban completos. Llegaron al exterior y fueron escoltados a través de una puerta especial para llegar de nuevo a la furgoneta aparcada y esperando. Un guardia uniformado iba al volante y eso asustó a los niños. Amir ya estaba harto. Estaba cansado, malhumorado y no podía correr. Empezó a llorar y a gritar. "¿Está enfermo el niño?", preguntó en la oscuridad uno de los uniformados que Marsha supuso que eran guardias, mientras consolaba al pequeño. "No", respondió ella en voz baja. Los llantos de Amir eran molestos, pero estaba bien a pesar del largo viaje. "¿Entonces por qué llora?", le preguntaron estúpidamente. "Oh, no lo sé. ¿Quizás porque ha estado viajando durante dos días en aviones, que nunca había visto antes, y sólo tiene dos años?", respondió sarcástica. Oyó a Johann reprimir una carcajada. Oyó a Pete decir algo, pero no pudo oír lo que era por encima de los gritos del niño. No le hicieron más preguntas estúpidas. Heather comprendía ahora por qué el comandante y su chófer habían traído una furgoneta. Todos esos niños y adultos habían necesitado el espacio. Marsha sujetó con cuidado a los niños una vez que hubo calmado a Amir, mirando mientras Heather se aseguraba de que Hayley estuviera abrochada. Sentía curiosidad por este primer hijo suyo. No sabía nada de más de cinco años de su vida. Su mirada fue interceptada por Heather e intercambiaron miradas hasta que ambas volvieron a ocuparse de los niños.

"Tendríamos que haber traído sillas de coche", se disculpó la mayor, y luego se preguntó si habría alguna disponible en la base. "Nos arreglaremos", le aseguró Marsha mientras se sentaba junto a sus dos hijos menores. Ella también se había arreglado en los aviones. "Moray, ¿a dónde vamos?" preguntó Bahir en el dialecto local tayiko con el que se había criado. "En inglés, Bahir", la corrigió Marsha. Heather, al escuchar, se dio cuenta de que la niña debía ser la que se llamaba Bahir. Se preguntó qué edad tendría la niña. Era obvio que era más joven que Hayley. El pequeño miraba a su alrededor, interesado, pero todavía moqueando de tanto llorar. Parecía ser un niño muy difícil de manejar. Heather había deseado secretamente un niño cuando Marsha estaba embarazada de Hayley. Miró a su hija mientras se abrochaba el cinturón y supo que no podía imaginar la vida sin ella. "¿Adónde vamos?", preguntó la niña con una voz de niña tan desesperada que a Heather se le encogió el corazón de Heather. "Nos vamos a casa", le dijo Marsha, mirando brevemente a Heather y luego a la niña. "¿De vuelta a Padar?" "No, cariño, no a... Padar", dudó, mirando de nuevo a Heather. "Tenemos un nuevo hogar". "¿Quién es ese?", preguntó la niña, señalando al mayor que se había subido al asiento delantero junto al conductor. Pete y Johann se metieron en la parte trasera de la furgoneta y cerraron la puerta corredera tras ellos. "Ese es el mayor. Ha venido a recogernos". "¿Quién es?" Amir habló, para no quedarse fuera. Señaló a Hayley mientras se revolvía en su asiento. Marsha y Heather intercambiaron otra mirada. "Esa es mi otra hija, Hayley. Es tu hermana", respondió Marsha sin dudar. Sus

ojos casi desafiaron a Heather a contradecirla. "¿Hermana?", preguntó la mayor, oyendo a la mujer del cuadro con bastante claridad. "¿Te acuerdas, Hayley?" animó Heather, que no quería que se creara una escena incómoda. "Esta es tu madre y esta es tu hermana y tu hermano". Marsha clavó los ojos en Heather y sus ojos se calentaron al oír sus palabras, agradeciéndole aquello. Eso pareció resolverlo por ahora para los niños pequeños y no se volvió a mencionar. Los niños más pequeños tenían un montón de preguntas mientras conducían. Ahora que estaban fuera del avión, era como si pudieran hablar. Marsha sabía que parte de ello era que había otro niño cerca, lo que les hacía sentirse un poco más cómodos. Pasó mucho tiempo explicando qué eran las cosas mientras conducían. "¿Por qué no saben qué es eso?" Hayley le preguntó a Heather, tratando de mantener su voz en un susurro y fallando. "Han vivido en un país que quizá no lo tenga", adivinó Heather con precisión. Marsha se retorció un poco en su asiento para mirar a Heather y el bebé dio una patada, protestando por la incómoda posición. Sonrió al ver a su mujer y a su hija. "Sí, nunca han visto estas cosas", le explicó a la pequeña. Hayley apoyó la cabeza contra Heather con timidez, pero levantó la vista a tiempo para ver que Marsha se volvía. "¿Por qué no te pareces a tu foto?", preguntó inocentemente a la espalda de la mujer y Marsha volvió a girarse. "Estoy más vieja. Han pasado cinco años", trató de explicar. Miró a Hayley a los ojos y se dio cuenta de lo injustas que habían sido las cosas. Su hija tenía más de seis años, probablemente estaba en el colegio y no la conocía más que por lo que le habían contado otras personas. Volvió a mirar a Heather y suspiró, y luego se

volvió hacia el frente para que el bebé que llevaba dentro dejara de protestar por ser retorcido. El resto del trayecto fue bastante silencioso, salvo por los dos pequeños que preguntaban qué cosas eran y Marsha respondía. Llegaron a la casa y Marsha la miró. Se parecía a todas las casas de la manzana, pero sabía que era la suya. Se preguntó cómo se las habría arreglado Heather sola. Supuso que lo averiguaría pronto. "Capitán, la espero en mi despacho mañana para una nueva sesión informativa", le dijo formalmente el comandante mientras bajaban de la furgoneta. "Necesitaré ropa", le informó ella mientras señalaba, casi cohibida, el burka. "Por supuesto. Haré que me den uniformes inmediatamente", le informó él. Marsha miró a Heather, que la miraba con curiosidad. Mientras subían por la acera hacia la casa, le preguntó: "¿No tienes ropa?". "Bueno", dijo ella con una sonrisa, "tuvimos que irnos de forma bastante abrupta". Heather asintió mientras sacaba las llaves y abría la puerta. "Moray, ¿qué es este lugar?" preguntó Bahir, mirando con curiosidad. Nunca había visto edificios como éste. Cuando habían pasado por Kabul, la arquitectura era muy diferente. Había visto más maravillas en los últimos días que en toda su corta vida. "En inglés, Bahir", la corrigió automáticamente. "Esta es nuestra casa", le explicó suavemente. Cuando entraron, Heather dijo con vacilación: "No esperaba...", señalando torpemente a los dos niños. Marsha sonrió. "Lo sé. Va a costar algunos ajustes, ¿no?". Heather se rió. "Eso es un eufemismo. Tenemos que encontrar algo de ropa para todos ustedes...." "¿Queda algo mío?" "Lo puse todo en cajas en el garaje". "¿No en el sótano?"

"No, no quería que se pusiera todo mohoso". "¿Por qué no lo donaste?" "No estabas muerto. No quería desprenderme de..." confesó y luego apartó la mirada, avergonzada. Marsha puso su mano en el brazo de Heather, el primer o desde que se habían visto. "Va a llevar tiempo". Heather miró la mano y luego la siguió por el fino material que cubría el brazo de su mujer para mirar a los ojos de Marsha. "Lo siento", dijo con tristeza mientras tomaba a Marsha en sus brazos. Marsha sollozó un poco al sentirse envuelta por el abrazo de su mujer. Sentir que alguien la abrazaba y que la quería, más allá de sus hijos, era algo que había anhelado durante mucho tiempo. Podía sentir que lo que había estado reteniendo durante tanto tiempo, se deslizaba ligeramente. Cerró los ojos y sintió el olor único de Heather. Su nariz se hundió en su cuello, aferrándose con fuerza a algo que habían perdido. "Te he echado de menos", confesó, murmurando en su cuello. "Probablemente tanto como yo te he echado de menos", se reafirmó Heather cuando se apartó para mirarla de nuevo. "Iba a volver a casa. Iba a volver a casa con vosotros cuando..." "Lo sé. Cuando me dijeron que tu helicóptero había caído, todos pensamos lo peor. Cuando no pudieron encontrarlo ..." Estaba insinuando que Marsha le iba a contar más cosas, pero vio la sombra que apareció en el rostro de su mujer. "Eso puede esperar". Los niños se miraban con inquietud. Los dos de ultramar en un hogar desconocido, y Hayley, preguntándose qué lugar tenía ahora en esta familia. No se había dado cuenta de que al traer a su otra madre a casa tendría un hermano y una hermana. No estaba segura de que eso le gustara. "Bueno, ¿qué deberíamos hacer primero?" preguntó Marsha para distraerlos a todos mientras se apartaba de los brazos de Heather. Ansiaba abrazar a Hayley, pero sabía que, entre su extraña vestimenta, la situación y el hecho de que antes

de hoy la niña no la conocía realmente, sería empujarla. Decidió mostrarse alegre y dejar que la niña se acercara a ella. Esperaba que lo hiciera... eventualmente. "Bajemos esas cajas de las vigas del garaje y veamos si hay algo que salvar", anunció Heather. "Ayudaré", se ofreció Hayley. Salieron por la cocina hacia el garaje. "Todavía tienes esto, ¿eh?" Marsha miró el viejo coche. "No podía permitirme otro", confesó. Eso decía mucho más de su situación de lo que ella pretendía. Desató una cuerda de la pared donde estaba clavada y bajó la plataforma que estaba sobre poleas. Contenía varias cajas que estaban marcadas como "ropa de Marsha". "Seguro que ahí encontrarás algo que ponerte. Podemos revisar algunas de las cosas de Hayley para Bahir. No sé si...", indicó a Amir. Los dos niños miraban el garaje con asombro. Había tantas cosas diferentes. Estaban bastante abrumados. Los últimos días habían traído tantos cambios. "Seguro que encontraremos algo", aceptó Marsha y sacó lo que parecía una caja de luz de la parte superior. Su espalda le dijo lo contrario cuando empezó a llevarla dentro de la casa. "Aquí, chicos. Que cada uno coja una", dijo Heather mientras repartía lo que eran cajas más ligeras a cada uno de los niños. Incluso Amir pudo coger una, aunque ella no estaba segura de que supiera lo que estaba haciendo. Se preguntó cuán joven era realmente. Sin embargo, la caja era pequeña y siguió a las mayores. Frunció el ceño mientras recogía una caja más pesada con las cosas de Marsha y se preguntó cómo había visto a Marsha llevar la primera. Marsha, tan orgullosa de ser capaz de levantar mucho peso para ser una mujer, tan encantada con su cuerpo rasgado, debía de haber perdido mucho tono muscular para que una caja como aquella la hiciera retorcerse. Marsha se dirigió a la sala de estar. Se había planteado llevar la caja al dormitorio, pero no estaba segura. No vio ninguna señal de que hubiera alguien más viviendo en la casa con Heather, pero no quiso asumirlo. Lo natural sería que, después de todo este tiempo, Heather se hubiera mudado. Levantó la vista

cuando cada uno de los niños, incluido Amir, trajo cajas. "Gracias", dijo amablemente cuando Hayley dejó su caja encima de la que había traído Marsha. "Hay más, pero podemos empezar con esto", dijo Heather mientras traía su caja. "¿Por qué no la has puesto en el dormitorio?", preguntó, frunciendo el ceño ante las cajas que había en el salón. "No quería asumirlo. No sabía qué esperar", respondió Marsha, casi tartamudeando en su torpeza. Esta no era la mujer militar segura de sí misma que Heather recordaba. Le sorprendió que Marsha se sonrojara. Se dio cuenta de que era incómodo para todos. "Hayley, ¿por qué no les enseñas a tu... hermano y a tu hermana el parque infantil del patio trasero?", le dijo a la niña. "De acuerdo, mamá", dijo la niña alegremente. Le gustaba la idea de ser útil y se agarró a la mano de Bahir para llevarla fuera, pero la niña se detuvo en seco. "¿Moray?", preguntó, mirando hacia arriba, insegura. "Está bien, Bahir. Tú y Amir estáis a salvo con tu hermana en el patio trasero", les aseguró Marsha. Ella observó felizmente cómo los tres niños salían por la cocina hacia la puerta trasera. "¿Van a estar bien?" se preocupó Heather. "Todo esto es tan nuevo para ellos. Jugaban con niños de su edad todo el tiempo... la mayoría eran parientes de alguna manera. Tenían campos y arroyos para jugar, pero nada como ese juego", se había levantado para mirar a los niños desde fuera. Se preocupaba constantemente por ellos. "¿Cuándo lo compraste?", preguntó, inclinando la cabeza para indicar el juego. Observaba cómo Hayley

atraía a Bahir hacia el tobogán. Los niños sabían casi instintivamente para qué servía. "Tus padres se lo regalaron un año". No mencionó lo que casi le habían costado esos regalos. "¿Lo saben?", se giró para mirar a Heather, preguntándose. "Nadie lo sabe. Yo me enteré ayer". "¿Ha sido duro?" Su voz implicaba más de lo que estaba preguntando. Heather asintió mientras dibujaba sus labios en una línea dura. "No ha sido fácil con lo que el gobierno me dejó tener". "¿No te han dado mi paga?", se sorprendió. Había asumido.... "Tuve que luchar por lo poco que pude conseguir. Apenas puedo permitirme...", comenzó con amargura y luego se detuvo. No era culpa de Marsha que los militares hubieran intentado joder a su familia. Después de lo que seguro que había pasado Marsha, como demostraban los dos niños que jugaban fuera, ¿qué derecho tenía a quejarse? Ella, al menos, había estado a salvo aquí con Hayley. "Bueno, ya lo veremos..." dijo Marsha acaloradamente, sonando como la chica del ejército de antaño. Heather se alegró de ver la chispa de ira en los ojos de su mujer. Habían parecido tan apagados, con sólo la angustia visible desde que la había visto en el aeropuerto. Sonrió. "Vamos a cambiarte", indicó la sala de estar donde estaban las cajas. "¿No te habías mudado?" Marsha sintió curiosidad. Heather levantó la caja que había traído, la más pesada de todas. "Bueno, he tenido algunas primeras citas. Me sentí incómoda y horrible al mismo tiempo. Simplemente no me sentía capaz de hacerlo durante tanto tiempo. Salir y tener citas... es una mierda", terminó mientras conducía a Marsha a lo que había sido su dormitorio. La habitación era escasa y, sin las cosas de Marsha, estaba desnuda. Heather no había sustituido nada y sus propias cosas estaban casi escondidas en la habitación. Puso la caja sobre la cama y abrió la tapa. "Parece que hay vaqueros

y camisetas en ésta". "Parece que hay piedras y hierros en esta", se quejó Marsha con buen humor de la caja que traía. Le sorprendió el aspecto del dormitorio. Miró la cama de matrimonio junto a Heather. "Tendremos que llevarte al gimnasio y hacer press de banca otra vez", se burló Heather. La Marsha que ella había conocido nunca se habría quejado del peso de una caja. "Bueno, eso tendrá que esperar". "Sí, probablemente quieran interrogarte primero. ¿No lo hicieron en....?" "Un poco, pero estaba muy cansado. Todavía en estado de shock por haber conseguido escapar". Heather se sentó en la cama con un pequeño plop. "¿Por qué tardaste tanto en escaparte?" Su mirada se dirigió hacia la cocina y más allá, donde los niños estaban jugando. "Me observaban. Todo el tiempo, me observaron. Podría haberme ido sola, muchas veces". Heather entendió. Al menos creía que lo entendía. Marsha no podía irse sin sus hijos. "Deja que coja a los demás mientras te cambias", se ofreció mientras se levantaba de nuevo y se dirigía a coger las cajas que los niños habían traído a la casa. Como eran más pequeñas, las apiló en sus brazos y las llevó al dormitorio. Al volver, las dejó caer a sus pies justo dentro de la puerta del dormitorio. El sonoro golpe hizo que Marsha diera vueltas desde donde se estaba quitando el burka. "¡Oh, Dios mío!" exclamó Heather, viendo por primera vez el cuerpo de Marsha saliendo de debajo del burka que lo envolvía todo. "¡Estás embarazada!", jadeó lo evidente. "Sí, lo estoy", itió Marsha, y su mano se dirigió automáticamente al estómago que había dejado al descubierto. Se quedó orgullosa con sus prácticas bragas y su sujetador. No se le había ofrecido ni dado nada sexy, sólo lo mínimo.

Se llevó la mano a la camisa que se había puesto, una camiseta demasiado grande que le gustaba. Apenas le cabía sobre el vientre agrandado y se sentía rara después de todos estos años de llevar conjuntos holgados y fluidos. "¿De cuánto tiempo estás?" Heather trató de recuperarse. Estaba sorprendida por los dos niños que estaban jugando en su patio trasero en este momento, pero este.... "No lo sé", itió con pesar. Buscó un par de pantalones cortos, segura de que los vaqueros de las cajas no le servirían. Luego recapacitó al mirar sus piernas sin depilar. Los pelos oscuros eran asquerosos contra su piel blanca. No le había molestado cuando le habían permitido bañarse en las colinas, pero ahora, aquí en Estados Unidos, le daba asco. "¿Cómo puedes no saberlo?" "No es que tengan un plan prenatal allí", sonó amargada. "Lo siento. Supongo que voy a decir cosas inapropiadas durante un tiempo". "Lo siento. No es tu culpa. Es sólo que... supongo que... estoy cansada. Además, no sé si las cosas ...." Buscó y encontró unos pantalones de deporte. Se los puso. Al menos tenían un cordón para poder dejar la abertura amplia para su vientre. "¿Qué cosas?" Heather creía saberlo, pero quería que Marsha se lo explicara. "No sabía nada de ti", confesó. "Sobre nosotros". Levantó la vista y el dolor en sus ojos era real. "No sabía si habías seguido adelante. No sabía..." "Shhhh", dijo Heather, tomándola en sus brazos de nuevo. Se sintió estúpida por no haber notado antes el bulto del bebé bajo el caftán. ¿Cómo no se había dado cuenta? Marsha estaba enorme. La camiseta y la sudadera lo acentuaban. "Tenemos que tomárnoslo con calma y ver hasta dónde llega. Ya estoy aquí. Estoy tan agradecido de que estés vivo..." "¡Nuestra hija ni siquiera me conoce!", replicó con amargura, comenzando las lágrimas. "Malditas hormonas", dijo necesitando un pañuelo de papel, ya que su nariz también empezó a gotear. Heather la dejó ir lo suficiente para acercarse a la mesita de noche y entregarle la

caja. "Sólo va a tomar tiempo". "Bueno, nunca esperaste a los demás". Se limpió la nariz después de sonarse una vez, con fuerza. Usando el borde limpio del pañuelo, se limpió las lágrimas, luego lo hizo bola y lo tiró a la papelera junto a la mesita de noche. "ito que los dos...", su mano se acercó tímidamente al vientre de Marsha, "tres, son una sorpresa, pero siempre quisimos una familia grande". Sonrió, moviendo la cabeza para que Marsha la mirara. Marsha levantó la vista. Siempre podía contar con que Heather viera el lado bueno de las cosas. "Esto es mucho pedirte". "Vamos a ver cómo funciona. Un paso a la vez, un día a la vez. Diablos, ¡no llevas ni una hora en casa!" "No sé cuánto puedo compartir contigo", confesó ella. "Sé que algunas cosas deben ser clasificadas..." "No", interrumpió ella. "Eso no, por supuesto. Me refiero a esto y a ellos..." su mano tomó su vientre y un movimiento de su cabeza tomó a los niños que podían escuchar atrás. "Será mejor que los controlemos. No están acostumbrados a ...." "Están bien, y Hayley va a disfrutar siendo la hermana mayor. ¿Qué quieres decir?" Miró de un lado a otro los ojos de Heather. "No sé cuánto puedo decirte". "Bueno, nunca fuiste de muchas palabras. Acabas de llegar, así que vayamos despacio. Ahora mismo, ¿qué tal si hacemos macarrones con queso y vemos si a los niños les gusta? Es uno de los favoritos de Hayley". También era una de las comidas más baratas que podía permitirse. Las dos dejaron las cajas en el dormitorio, algunas aún sin abrir, mientras entraban juntas en la cocina. Marsha, que no sabía dónde estaban las cosas, observó a los niños por la puerta trasera. Amir y Bahir se habían adaptado y corrían con Hayley como si jugaran juntos todos los días. Mirando a su hija

mayor, sonrió con nostalgia. Heather captó su mirada y echó un vistazo al exterior. Los niños jugaban juntos con facilidad, como lo hacían los niños. Sólo los adultos veían problemas donde no los había. A los niños les encantaban los macarrones con queso. A Marsha no le preocupaba que ninguno de ellos utilizara una cuchara, ya que estaban familiarizados con ellas. Los vio mirar a Hayley, irando a su nueva amiga y hermana. Se habían sorprendido al ver a su madre con pantalones, incluso con pantalones de chándal y una camiseta, un atuendo absolutamente desconocido para ambas. Hayley, mayor que las demás, se dio cuenta de lo que significaba el bulto en el estómago de su otra madre. "¿Vas a tener un bebé?", preguntó sorprendida. Como si tener un nuevo hermano y hermana no fuera una sorpresa. "Vamos a tener un bebé", corrigió inmediatamente Heather, preparada para la pregunta. Marsha miró a Heather con una sonrisa de agradecimiento. "Sí, Hayley, vamos a tener otro bebé pronto". "¿Qué tan pronto?" "No lo sé. Tendremos que averiguarlo". "¿Es un niño o una niña?" "No lo sé. ¿Cuál te gustaría tener?" La niña se lo pensó mientras su hermana la miraba. Esta era una conversación extraña para estar teniendo, y aunque su inglés no era perfecto, lo estaba siguiendo. No recordaba que su abuela -su otra madre, la primera esposa de papá- hubiera hablado así. Estaba fascinada. "Creo que me gustaría tener otra hermana, pero no sería justo para Amir". "¿Por qué no sería justo para Amir?", preguntó, pero sonrió, creyendo conocer la respuesta. La pequeña La niña intentaba ser justa. "Bueno, tenemos dos mamás", comenzó y los adultos asintieron, animándola.

"Él es el único niño. Él debería tener otro niño para igualar las cosas". "Eso suena bastante bien", convino Heather con una sonrisa, "pero, ya sabes, podría ser una niña otra vez". "No, debería ser un niño", afirmó la niña con firmeza. "Bueno, iremos al médico en los próximos días y nos aseguraremos de que mamá está bien", le dijo Heather. "¡También tenemos que conseguirle ropa! No puede llevar eso todo el tiempo". Marsha miró la camiseta y la sudadera estiradas y tensas. "¿Qué tiene de malo esto? ¿No es esto lo que llevan todos los capitanes de moda en esta época del año?" "Seguro que el ejército tendrá algo que decir al respecto". "Seguro que tendrán mucho que decir sobre muchas cosas", convino ella mientras se ponía sobria al pensar en ello. No le apetecía nada los interrogatorios a los que iba a someterse. Habían sido duros con ella en Kabul y sólo podía imaginar lo que le harían pasar aquí. Recordando las palizas que había recibido en las colinas por decir lo que pensaba o hablar demasiado, no estaba dispuesta a compartirlas. "¿En qué estabas pensando hace un momento?" preguntó Heather. Marsha negó con la cabeza, incapaz de compartirlo o sin quererlo. En ese momento sonó el timbre de la puerta y ella se sobresaltó al oírlo. El estridente ruido era algo a lo que no estaba acostumbrada. "Tranquila, es sólo el timbre", trató de hacer divertido Heather mientras se levantaba para contestar. "Tú quédate ahí y termina de cenar", le dijo a Hayley, que intentó levantarse para ver quién estaba en la puerta. "Tú también", bromeó con Marsha. Podía ver que el ruido la había descolocado, o quizás sus pensamientos lo habían hecho. Marsha se sorprendió de cómo el timbre la había alarmado. El sonido le había acelerado el pulso. Pudo sentir la ansiedad que inmediatamente comenzó. Estaba sudando, así que tomó un sorbo de agua de su vaso. Podía oír claramente a

Heather en la pequeña casa. "¿Sí?" Heather respondió a la puerta. "¿Tengo un paquete para el capitán Gagliano?", el chasquido en la voz del visitante indicaba que o era muy joven o tenía un impedimento en el habla. Marsha escuchó y se levantó. "Quédate aquí", miró a Amir y a Bahir. Se dirigió a la sala de estar caminando a trompicones, sintiendo cada uno de los viajes que le había costado llegar a casa en los últimos días. Heather oyó a Marsha levantarse de la mesa de la cocina, así que le dijo al soldado raso de su puerta: "Un momento". Se giró cuando Marsha llegó a la esquina de la cocina, por lo que no vio el ensanchamiento de los ojos del soldado raso, pero Marsha no lo hizo. "¿Qué tiene para mí, soldado?", le preguntó mientras se acercaba. "¿Es usted el capitán Gagliano?", preguntó él, inseguro. "Sí, lo soy", le aseguró ella, sintiéndose muy desgarbada. Saludó rápidamente, casi dejando caer su paquete. "Tengo ropa para usted, señora", sonó oficial y luego dudoso. oficial y luego dudoso. "¿Hay algún problema, soldado?", preguntó ella, retomando el sonido de mando al que estaba acostumbrada hacía tanto tiempo como teniente. "Señora, sí, señora. La ropa se entregó en base a su talla anterior", respondió con un casi trago audible, dándose cuenta de que estaba siendo atrevida y posiblemente insubordinada. Marsha estuvo a punto de reírse. En lugar de eso, fijó su rostro para no delatar nada mientras ordenaba: "Entonces sugiero que se hagan arreglos para aliviar este problema, ¿no cree, soldado?" "Señora, sí, señora", dijo él, saludando de nuevo. "Dejaré su insignia y volveré

con la ropa adecuada". "Eso estaría bien", le dijo ella. Él rebuscó rápidamente en el paquete y le entregó una pequeña caja. Saludando una vez más, se dio la vuelta y se alejó rápidamente. Heather cerró la puerta, divertida. "Te faltó hacer eso, ¿no?", se burló. "¿Haciendo qué?" preguntó Marsha, tratando de sonar inocente mientras abría la caja para revelar las barras de su capitán. "Vaya, qué bonitas son", dijo Heather, frotando el brazo de Marsha. "Sí", respondió ella casi con reverencia. "Y ya era hora, ¿eh?" Miró a Heather. Las dos habían querido esto hace tiempo, o al menos ella se había dicho a sí misma que las dos lo querían. Ella sabía que lo quería. Heather la había querido en casa. "Terminemos la cena", sugirió Heather.

* * * * *

La hora de acostarse era incómoda porque los niños necesitaban bañarse. Heather resolvió el problema dejando que los niños se bañaran juntos. Ya eran muy amigos, jugaban y hacían tanto lío que se resistían a salir. Heather pudo ver que todos estaban cansados por el día completo. Comprobó que las camisetas viejas de Marsha les quedaban como vestidos a los niños e incluyó a Hayley en los conjuntos extraños. "¿Cómo vamos a organizar el sueño?" preguntó Marsha mientras terminaba de lavar los platos. Le parecía justo ya que su mujer había cocinado. Heather al principio no entendió nada, pensando que Marsha se refería a ellos. Luego, al darse cuenta de que se refería a los niños, respondió: "Que duerman todos en la habitación de Hayley esta noche. Tendremos que ver cómo conseguir más camas". Marsha se dio cuenta de su error en cuanto las palabras salieron de su boca y vio la reacción de Heather. Asintió con la cabeza. "Me parece una buena idea". Decidió ignorar la incómoda tensión que sentía que se estaba creando entre ella y su esposa. Los niños no tardaron en llegar a la habitación de Hayley con mantas adicionales y Heather incluso se las arregló para hacer un fuerte de tienda de campaña con la ayuda de Marsha para que, mientras los niños acampaban juntos en el suelo, pudieran dormir. Les leyó un cuento con Marsha mirando. Esto era algo de lo que había soñado volver a casa hace tanto tiempo. No había querido hacer ese recorrido extra, pero con la paga de capitán podría jubilarse con los beneficios que necesitarían para criar a su hija y ella podría conseguir un trabajo. No había planeado que nada de esto sucediera. Había estado de camino a casa con ellos. Miró a los otros dos niños y se llevó la mano a la barriga. No se arrepentía de ellos. Sólo que no lo había planeado. Justo cuando los niños se estaban durmiendo, el timbre volvió a sonar. Heather levantó la vista bruscamente para ver a Marsha se estremeció y se agarró el pecho. "¿Estás bien?" Marsha asintió con la cabeza mientras se giraba desde donde había estado

apoyada en la puerta, irando lo que obviamente era una habitación de niña dedicada a su hija. Los ponis rosas de la pared le hicieron preguntarse qué dibujos animados y programas veían los niños hoy en día. El corazón volvió a latir con fuerza y se apretó el pecho mientras se dirigía a la puerta principal. "¿Quién está aquí, mamá?" preguntó Hayley, somnolienta. Estaba disfrutando del cuento y acababa de quedarse dormida. "Shhhh, ¿o quieres que deje de leer?" "No, más", protestó ella. "Más", repitió Amir, demostrando que no estaba tan dormido como Bahir, que no contestó. "¿Sí?" dijo Marsha al abrir la puerta. Vio que era el soldado raso de nuevo. "Señora, tengo su ropa", dijo respetuosamente mientras intentaba saludarla. "Gracias", dijo ella con sinceridad. "¿Cree que ya tiene las tallas adecuadas?". "Sí, señora", le aseguró él. "¿Cómo lo sabe?" Sentía curiosidad. "Mi hermana estaba embarazada y lo adiviné", le dijo sonrojado mientras le tendía la pila de ropa pulcramente doblada. "Veamos qué tienes aquí", ignoró su rubor y el comentario sobre su hermana mientras desplegaba el uniforme. La camisa era enorme y sabía que tenía que ser de talla masculina. Probablemente la cubriría bastante bien, como una tienda de campaña. "¿Qué más tienes?", preguntó, mirando los pantalones. También eran enormes, pero estaba segura de que con un alfiler o dos podría hacerlos encajar. "Gracias, soldado. Estos me servirán". "Tengo que acompañarla mañana, señora", le informó él, de nuevo sonrojado. "¿Escoltarme?", preguntó ella, preocupada. "Al despacho del comandante Osborn", dijo él, con las cejas fruncidas, como si ella debiera saberlo. "Oh, sí", respondió ella. "¿A qué hora?" "¿A las diez le parece bien, señora?" "A las diez está bien", respondió ella. "Buenas noches, soldado", le dijo mientras

cerraba la puerta, llevándose la ropa al dormitorio. Heather la encontró sujetando la ropa de gran tamaño contra su cuerpo. "¿Qué es eso?", le preguntó, tratando de no reírse. "Al parecer, esto es lo que me pondré mañana", respondió secamente. Podía ver la gracia en ello, pero no se sentía con mucho humor en ese momento. Estaba cansada, muy cansada, y deseaba desesperadamente un baño. Una ducha sería suficiente, pero quería sumergirse en una bañera caliente. Sabía que eso era malo para una mujer embarazada, pero ansiaba ese calor hasta los huesos. Suspirando, colgó los pantalones y la camisa. "¿Quieres que los planche?" "Oh, ¿quieres?", respondió ella agradecida. "Claro", extendió la mano para sacarlos de la percha en la que Marsha acababa de colocarlos. "No tienes que hacerlo esta noche", protestó. Heather se encogió de hombros mientras seguía sacando la ropa del dormitorio, llevándola a la cocina. Marsha se encogió de hombros y entró en el baño para ducharse.

CAPÍTULO V

"Moray sólo se va por un tiempo. Mamá estará aquí para cuidarlos", explicó Marsha por tercera vez. Dejar a los pequeños iba a ser duro y estaban asustados ya que ni siquiera tenían a Hayley, que había vuelto hoy al colegio. "No te vayas", gimió Bahir en tayiko. "Cariño", utilizó el mismo idioma, "Moray tiene que ir, es su deber. No querrás que me meta en problemas, ¿verdad?" La niña lo entendió. Miró a Heather, que las observaba. No estaba segura de que le gustara de que le gustara esa otra mujer a la que su morena llamaba mamá. "Vamos, Bahir. Será divertido", prometió Heather. Ya tenía a Amir en sus brazos. Se había despedido sin decir ni pío, pero sabía que él también lloraría si Bahir seguía así. Observó cómo Marsha le hablaba a la niña en la lengua extranjera sin esfuerzo y se preguntó qué habrían dicho. Finalmente, Marsha tuvo que entregar a Bahir a Heather. Su expresión era de disculpa, pero tenía que salir. El soldado estaba esperando con un coche del personal para llevarla al mayor. Oyó a Bahir llorar en la casa mientras cerraba la puerta tras ella. Estaba segura de que iba a ser un día largo. El soldado raso estaba impresionado por lo elegante que se veía con la ropa de gran tamaño. Él no lo sabía, pero Heather se había fijado y había hecho que pareciera ajustada al cuerpo sobredimensionado de Marsha. Su gorra estaba colocada en el ángulo adecuado y sus barras de capitán brillaban. Heather incluso le había encontrado unos zapatos de vestir a los que dio brillo. Los lazos y los adornos estaban bien sujetos sobre el pecho, confiscados de otros uniformes de gala que había dejado en casa. Estaba preparada para esto. Marsha se preguntaba qué le pedirían. Sabía que querrían que contara todo lo que le había pasado, pero sería difícil. Ya no estaba acostumbrada a hablar abiertamente... eso se lo habían quitado a golpes hacía mucho tiempo. Estaba acostumbrada a estar de pie y esperar a que la vieran. Estaba acostumbrada a estar callada. No sabía si quería decírselo, pero sabía que no tenía otra opción.

* * * * *

Heather vio cómo Marsha se alejaba, escoltada por el soldado raso que le había traído la ropa ayer. Se veía bien con su vestido azul. No llevaba todas las cintas en el pecho, sólo las pocas que le habían quitado de otras prendas. Tendrían que reemplazarlas, pero las barras de capitán se veían bien. La camisa y los pantalones de gran tamaño no ocultaban nada, pero la hacían parecer mucho más cómoda mientras se alejaba. Heather no sabía cómo había ocultado Marsha ese contoneo el día anterior. Ahora era más pronunciado, pero tal vez todavía estaba un poco cansada. Había dormido a pierna suelta. Ambas se mantenían en su propio lado de la cama, pero el mero hecho de saber que estaba en casa ayudaba a Heather a dormir mejor. Encontrar su pierna tocando la de su mujer era un consuelo. Ninguna de las dos se sentía cómoda todavía abrazando a la otra para algo más que un abrazo o dos, pero Heather esperaba que eso cambiara. Necesitaban hablar. No era propio de Marsha no contarle las cosas. Este silencio era desconcertante. Habían tenido una relación tan buena antes.... "Mamá", dijo Bahir casi formalmente, sin darse cuenta del significado del nombre. Era lo suficientemente parecido a morena como para que ella lo aceptara. Estaba acostumbrada a tener dos madres. Malekah había sido su primera madre, aunque sabía que Mahsa era la madre que la había parido. Aceptó que fuera así. La tribu tenía otras parejas con dos esposas. Era demasiado joven para darse cuenta de que estas dos madres eran diferentes. Heather se sobresaltó ante la niña que le hablaba. Amir había estado bastante callado con ella hasta ahora. Ninguno de los dos le había gustado que Hayley tuviera que ir a la escuela. "¿Sí, Bahir?", se preguntaba qué significaba ese nombre. "¿Podemos salir a jugar?", preguntó amablemente y Amir asintió, imitando a su hermana y mirando con añoranza a la puerta trasera. Recordó la diversión del día anterior con Hayley. "Vamos a limpiar después del desayuno y saldremos los tres", prometió. Los dos niños se sorprendieron de que se esperara que llevaran los platos al fregadero para ponerlos en remojo. Mientras se remojaban, Heather se dedicó a recoger y doblar la ropa de cama que los niños habían utilizado la noche anterior. Se preguntó qué usarían en el dormitorio... no podían acampar indefinidamente.

Pronto se deslizaron por el tobogán, y Heather columpió a Amir en la parte superior para que no tuviera que subir. Se reía con locura, disfrutando de la atención del adulto. Bahir permitió que Heather la empujara en el columpio, un artilugio que no había visto antes el día anterior, pero que aceptó de buen grado. Los dos niños aceptaron rápidamente a Heather porque jugaba con ellos, no les pedía nada y los trataba igual que a Hayley. "Vamos a recoger a Hayley al colegio", les dijo Heather después de que hubieran entrado a comer. Guardó los platos que había dejado secar en el estante. Los dos niños la miraron, sin comprender lo que quería decir. Se preguntó si simplemente no conocían las palabras en inglés. Los limpió con un paño y les puso los trajes con los que habían viajado. Se fijó en las finas telas, las excelentes costuras y la tradición de cada traje. Los dos niños estaban encantados después de que les cepillara el pelo, pero se preguntó si lo habían usado antes cuando miraron el cepillo de forma extraña. Encontró un viejo asiento de coche de Hayley para colocar a Amir, atándolo en el asiento trasero del coche y luego atando a Bahir en el asiento de coche de Hayley. Tendrían que comprar otra. Pensó en lo poco que tenían en el banco y cruzó los dedos para que no tuvieran que gastar mucho. Tenían algo de tiempo antes de que terminara el colegio, así que dio la vuelta al viejo coche y se dirigió a la tienda de segunda mano. Cogiendo a los dos niños de la mano, los acompañó a la tienda. Puso a Amir en el carrito y observó el asombro en los ojos de ambos niños mientras miraban la tienda. Odiaba venir a esta tienda en la que siempre había un olor a "viejo" o a sótano ajeno. Encontró un buen asiento de coche de segunda mano, así como ropa para los dos niños: varios pares de pantalones, camisas y blusas. Se alegró de que la factura total no supusiera una gran carga para sus finanzas. Esperaba que con Marsha en casa eso cambiara. Para colocar una tercera silla de coche junto a las otras dos, hubo que hacer algunos arreglos. Mientras lo hacía, los dos niños jugaban en la parte trasera del viejo cacharro. Observó con interés cómo Bahir enseñaba a Amir una especie de juego de palmas. Sus risitas eran preciosas de escuchar. Heather notó que Bahir era un poco más callado que su hermano o su hermana; mucho más serio. Tal vez fuera la novedad de todo aquello, o tal vez sólo fuera una niña tranquila. Cuando Heather llegó al colegio, había una larga fila de coches aparcados delante esperando para recoger a los niños. Aparcó en la fila y sacó a los dos niños de sus asientos. Llevando a Amir, caminó con Bahir hacia las aulas del

jardín de infancia. La clase era tan grande que había dos. Se preguntó si podría inscribir a Bahir en las clases de preescolar. Tendría que preguntarle a Marsha la edad de la niña, pero debía tener al menos cuatro años con el tiempo que Marsha había estado fuera. "¿Estás haciendo de canguro, Heather?", le preguntó una voz y se giró para ver a varias de las madres de pie agrupadas. Detestaba ese aspecto social de las madres que se ponían de pie y cotilleaban mientras esperaban a sus hijos. Nunca la habían invitado a tomar café con ellas y sabía que era porque era lesbiana. Se lo habían dicho cuando se enteraron de que era la esposa de un militar desaparecido. "No, Helen. Estos niños son el hermano y la hermana de Hayley", dijo, sintiendo una especie de malestar al de dar esta noticia. Sabía que al final del día sería un alimento para el ganado. La mujer frunció el ceño ante la información, confundida. "No sabía que el padre de Hayley era ...." "No, estos son los hijos de Marsha", aclaró, pero no les dijo nada más mientras sonaba el timbre y los niños empezaban a salir de las aulas. Hayley chilló cuando los vio esperándola. Heather bajó a Amir para que corriera detrás de su hermana mientras se abrazaban. "Sra. Gagliano, Hayley me ha hablado de su hermano y su hermana que vinieron a quedarse con ella ayer. No estaba segura de si debía creerla", dijo la profesora con alegría mientras saludaba a Heather. "Sí, ha sido bastante inesperado", subrayó Heather mientras sonreía ante la exuberancia de los niños. Ya estaban hablando a mil por hora -incluso Amir, que no sabía tantas palabras- mientras se ponían al día sobre las pocas horas que habían estado separados. Heather se dio cuenta de que la profesora quería más información, pero no se la iba a dar. En cambio, sonrió y se dirigió a los niños. "Vamos, vosotros tres. Tenemos que ir a casa y esperar a vuestra madre... vuestra morena", aclaró, disfrutando de la palabra por primera vez. Los tres se dieron la vuelta y, cogidos de la mano, se dirigieron al pasillo. Más de un ojo se fijó en ellos mientras los chismes comenzaban a extenderse. Meter a tres niños pequeños en la vieja ruina era difícil. Las sillas estaban muy apretadas en el asiento trasero, pero a los niños no parecía importarles ni darse

cuenta mientras charlaban. "Y mamá puso a Amir en el tobogán y whoosh, bajó", le decía Bahir a Hayley. Ella imitaba los sonidos que había hecho Heather, que no había oído la palabra "whoosh" esa mañana. "A veces también me empuja en el columpio", le dijo Hayley.. "Me ha empujado esta mañana", alardeó Bahir, con un ligero acento en su voz. Heather se preguntó qué inglés le habían enseñado a Bahir. Ciertas palabras que ella no conocía... palabras comunes y corrientes. Tendría que preguntárselo a Marsha cuando llegara a casa.

* * * * *

"¿Capitán Gagliano?", la saludó una voz conocida en la puerta por la que la acompañaba el soldado raso. Marsha sonrió al reconocer al capitán McKellan y le devolvió el saludo. "Pensé que se quedaría..." su voz se interrumpió al reconocer al coronel Rugster de Kabul, así como al Sr. Wynn y al Mayor Scott. "¿Veo que toda la tripulación está aquí?" Se giró para mirar al capitán con preguntas en los ojos. "Sí, al parecer el video no fue suficiente y tienen más preguntas. Estoy aquí para representarte y que no se te tiren al cuello", le advirtió, bajando la voz en esa última frase. La mirada de él le decía que su testimonio hasta el momento no estaba siendo creído. Marsha suspiró. Tenía la esperanza de que algo de esto hubiera terminado. Se suponía que el vídeo ayudaría a ello. "¿Qué esperan encontrar?", murmuró mientras empezaban a caminar hacia una habitación. El soldado raso, al ver que ella estaba con el capitán, se hizo el desentendido. "No lo sé. El coronel Kodel está detrás de esto y el general Biggins me ha ordenado que lo lleve a cabo hasta el final". "¿Qué final?" "Eso es lo que hemos venido a averiguar". Esperó a que estuvieran casi al otro lado de la puerta cuando recomendó en voz baja: "Sólo manténgase agradable y comunicativo. Yo llevaré la peor parte". Marsha no sabía cómo podía hacerlo cuando vio que la sala estaba abarrotada de mucha más gente de la que había esperado. Estaban el mayor y el coronel de Kabul, así como varios otros. Algunos de los rostros tenían un aspecto terrible, como si Marsha estuviera a punto de ser sometida a un tribunal. Ella no había hecho nada malo. Luego vio que algunos miraban con recelo su vientre. Tampoco eso era culpa suya. Comenzaron pidiéndole que repitiera lo que le había sucedido el día en que desapareció su helicóptero. "El capitán Gagliano ya ha respondido a esa pregunta. Todos ustedes recibieron

una copia del vídeo mucho antes de que el capitán regresara de Kabul", respondió el capitán McKellan por ella antes de que pudiera abrir la boca. "Esto todavía no es una investigación formal, capitán", trató de interponer con voz engatusadora alguien con rango de mayor. "Como todos pueden ver, el capitán Gagliano no está en condiciones de hacer una investigación formal. Ya ha dado varios días de testimonio. No es necesario que responda a preguntas redundantes". "Necesitamos averiguar la verdad de..." "¿Está insinuando que el capitán Gagliano no estaba siendo veraz en el testimonio que le proporcioné?" "Por supuesto que lo fue, pero necesitamos saber..." "Entonces le sugiero que haga preguntas diferentes a las que ya se han hecho". Y así fue durante horas. Las preguntas se formulaban a Marsha, pero el capitán McKellan respondía por ella o las redirigía, puesto que ya se habían formulado y respondido en el vídeo. Se presentaron muy pocos ángulos nuevos y ambos capitanes se preguntaron de qué se trataba todo esto. Había algo más de lo que parecía. Finalmente, el capitán McKellan pidió un descanso debido al "estado" del capitán Gagliano. Varias personas se opusieron a ello, pero fueron fácilmente anuladas. Se les permitió levantar la sesión hasta el día siguiente. "¿Qué demonios fue todo eso?" preguntó Marsha mientras intentaba salir con normalidad del edificio. Se sentía muy agarrotada de tanto tiempo sentada. "No lo sé, pero pienso llegar al fondo del asunto", le prometió. Había sido muy extraño. No sólo su repetición de preguntas que ya se habían hecho de cinco maneras diferentes, sino su concentración en lo que había sucedido con los demás. Marsha no lo sabía y lo había dejado muy claro. Era obvio que no la creían. "¿Cómo voy a llegar a casa?", preguntó, agotada. "Te llevaré", se ofreció él, galantemente. "Gracias", respondió ella mientras le permitía tomar su brazo. No lo necesitaba, pero habría parecido infantil pero habría parecido una chiquillada apartar el brazo.

Marsha se sorprendió y se alegró en secreto cuando él la acompañó hasta un descapotable. Era un vehículo llamado Sebring. Tenía un aspecto deportivo y era de color rojo brillante. "¿Compensando algo, capitán?", bromeó ella. Él se rió mientras la ayudaba a subir al vehículo. Le sujetó las manos mientras ella dejaba caer su trasero en el asiento. "¿Estás bien ahí?", preguntó solícito. "Mi esposa nunca me perdonaría si no ayudara a una dama, especialmente a una embarazada, con esa cortesía". "Sólo métame en esta cosa", gruñó ella con una sonrisa. "En realidad, respondiendo a tu pregunta, mi mujer no me dejaría tener un Corvette", bromeó él a su vez con una sonrisa. "He conducido uno de esos, hace años. Tienes que tener los pies pequeños", bromeó ella, mirando sus pies e insinuando su hombría. Él se rió agradecido mientras ella metía sus propios pies en el coche y él le entregaba el cinturón de seguridad. Mientras conducía, le dijo que su oficina estaba investigando el asunto del dinero y sus ascensos. "No creo que se decanten por ti siendo teniente coronel, pero ya deberías tener el rango de mayor", le dijo mientras le explicaba. "Bien. Creo que a mi mujer le vendría bien el dinero. Sigue conduciendo el mismo coche que teníamos cuando me fui". "Vi que le sugirieron que se mudara de la vivienda que se proporciona con descuento", mencionó él. "¿Lo hicieron?", preguntó ella, sorprendida. "¿Ella no te lo dijo?" "Entre llegar a casa, buscarme ropa y ocuparme de los niños, no hemos hablado mucho". "Pero no menciones...", empezó él, pero ella levantó la mano para detenerlo. "Lo sé", le dijo con frialdad. "Debe ser difícil", intentó otra táctica. No necesitaba que ella se molestara o se enfadara. "Averigua desde su perspectiva de lo que pasó mientras estabas fuera. Puede que necesitemos esa información". "¿Qué demonios está pasando?", se

preguntó ella. "No lo sé, pero pienso averiguarlo". El resto del viaje fue relativamente tranquilo mientras ella lo dirigía a la casa. Le resultaba muy familiar. Estaba encantada de haber vuelto. No le habían gustado las horas de interrogatorio y estaba hambrienta. Desde luego, no tenía ganas de que se repitiera mañana. "Te recogeré a las 09:00 horas", le dijo mientras detenía el coche y salía por su lado, corriendo para ayudarla a salir. "Gracias", dijo ella mientras él la ayudaba a salir del coche. Estaba realmente incómoda. "He conseguido una ginecóloga y obstetra aquí en la base", le indicó la cabeza desde donde habían llegado. "Debería llamarte a casa". Ella suspiró. Se sentía muy grande. Deseó saber cuánto tiempo llevaba realmente y cuánto más tendría que soportar. "¿Cuándo puedo pedir una cita?" "Probablemente mañana por la tarde, después de que hagan unas cuantas preguntas más", sonrió, intentando hacer una broma de las intensas preguntas que ya le habían lanzado. "Quiero que esté mi mujer", le dijo ella. "Oh, por supuesto", respondió él contrito. "Si lo haces por la tarde, ella puede reunirse contigo allí". "¿Me dejarán salir del interrogatorio? Quiero decir que ni siquiera he almorzado". "Nos aseguraremos de ello", prometió. Levantó la vista cuando Heather salió por la puerta principal. "Dale esto para que lo vea y puedas responder a sus preguntas". Le entregó una copia del disco que ella le había visto entregar a los demás: el testimonio que ella le había dado en Kabul. "¿Esto le parece bien al ejército?", preguntó ella, preocupada. Estaban buscando una razón para dudar de ella y esto podría hacerlo... compartir con un civil. "Este ha sido editado", le aseguró él y luego levantó la vista alerta. "Hola", dijo

cortésmente a modo de saludo. "Hola", respondió ella, mirándole con curiosidad. "Heather, este es el capitán McKellan. Me defiende", les presentó Marsha. "Señora Gagliano", sonrió y asintió con respeto. Sabía que iba con el apellido de su mujer por el expediente de Marsha. "¿Defendiéndote?" preguntó Heather, curiosa. "Bueno, tienen muchas preguntas. Evita que pregunten demasiado y se las arregla para conseguirme tiempo libre debido a mi 'condición'". Hizo comillas en el aire al decir la palabra condición. "Bueno, deberían darte tiempo libre por eso", sonrió Heather. "También dispuso que un médico echara un vistazo...", comenzó. "Oh, a eso se refería la mujer del contestador automático". "¿Ya han llamado?" Heather asintió. "Bueno, capitán, veo que está en buenas manos. Le veré mañana por la mañana", dijo el capitán McKellan al salir. Podía ver que tenían cosas que discutir y esperaba que algo de eso les diera alguna idea de lo que el ejército buscaba en su interrogatorio al capitán Gagliano. "Gracias, capitán. Nos vemos por la mañana", dijo Marsha formalmente y le saludó. Él le devolvió, giró y marchó alrededor de su coche. "¿Ese es su abogado?" preguntó Heather cuando se dieron la vuelta para entrar en la casa. Podían oír a los niños en la casa. "Sí, ha sido realmente útil. Están detrás de algo y no sé de qué". "¿Creen que has hecho algo malo?", sonó preocupada. Marsha negó con la cabeza y luego se encogió de hombros. "No lo sé. Realmente no lo sé. Toma, esto es para ti", dijo mientras le entregaba el disco. "¿Qué es esto?", preguntó. Era obvio que no había escuchado al capitán.

"Es mi testimonio. Me gustaría que lo vieras para que podamos conversar". Marsha miró intensamente a los ojos. Tenían que hablar, y pronto. Sobre todo, si el ejército venía a por ella.

* * * * *

"¿Tenemos tiempo para ir de compras?" preguntó Marsha en voz baja mientras lavaban los platos de la cena. Los niños jugaban fuera antes de que oscureciera demasiado. "No sé si tenemos el dinero..." Heather empezó a dudar. Realmente no quería que Marsha supiera lo pobres que eran. "Mierda", murmuró Marsha, preguntándose qué más no le había dicho Heather. El sueldo de teniente no había sido muy grande, pero el ascenso a capitán debía compensar de alguna manera. Se preguntó qué más encontraría y esperó que no hubiera sido demasiado duro para Heather o Hayley. "¿Había algo que querías en particular?", se mordió el labio con preocupación. Al ver que Heather se mordía el labio, Marsha supo que su mujer estaba preocupada por algo. Siempre lo había hecho. Era entrañable. Le dieron ganas de besar a Heather, y eso la sorprendió. No había besado a su mujer, ni una sola vez desde que había vuelto. Puso una sonrisa brillante. "Bueno, los niños pueden acampar por un tiempo, pero necesitaremos camas... eventualmente". "Sí, he pensado en eso. Hoy he comprado un asiento para el coche en la Beneficencia", le dijo alegremente, satisfecha con su hallazgo. Salió y lo limpió con Pine-Sol después de llegar a casa. Se sintió mejor con el rico olor a cítricos que ahora impregnaba El Naufragio. Marsha supo entonces que su mujer no lo había tenido fácil durante su ausencia. El hecho de que estuviera comprando en la tienda de segunda mano le decía más de lo que Heather podía decir en voz alta. "Nos arreglaremos", respondió mientras terminaba de lavar el último plato y Heather lo llevaba a secar y guardar. Marsha esperó a que ella cerrara el armario para inclinarse. "Siento que haya sido tan duro para ti", dijo con tristeza mientras le daba un beso en la mejilla. Heather se sorprendió. No había dicho nada y echó un vistazo a la casa para ver qué había avisado a su mujer. Marsha era increíblemente perspicaz y se había perdido eso. También se alegró de que estuviera aquí y viva. Miró el vientre embarazado. Marsha volvía a llevar sudor y tenía un aspecto horrible. Volvió a levantar la vista. El beso había sido agradable y cogió a la pelinegra en brazos

para abrazarla y suspiró profundamente. Se apartó de nuevo para mirarle la cara, notando las líneas que antes no estaban allí. "Nos las arreglamos", dijo antes de inclinarse para besar a Marsha en los labios. Marsha respondió, pero apenas. No quería que Heather pensara que estaba pensando en sexo. Su barriga de embarazada se interponía entre ellas y les impedía estar realmente cerca, pero la acción de los labios era agradable. Profundizó el beso. "Te he echado de menos", murmuró contra los labios de la rubia. "Sólo tanto como yo te he echado de menos", respondió mientras sus manos se deslizaban por la espalda de Marsha hasta sus nalgas para tirar de ella más cerca... Se escuchó un grupo de risas y Marsha oyó claramente el comentario de Bahir: "Ella no besó a mamá ni a papá de esa manera". Habló claramente en tayiko. Marsha se apartó, pero no soltó a Heather, que intentó apartarse. "No, Bahir", dijo en inglés para corregir a la niña. "No las habría besado así porque no las quería. Quiero a tu mamá Heather y ella me quiere a mí". Lo dijo con más seguridad de la que sentía. Miró a Heather que sonrió en respuesta. Heather la dejó ir ya que no era apropiado mostrar demasiado delante de los niños, en su opinión. Lo único que necesitaban saber era que sus dos madres se querían. Dejó que Heather diera un paso atrás, pero mantuvo su brazo alrededor de ella. "¿Por qué no estáis jugando fuera?", preguntó al grupo, observando lo sucio que estaba Amir y preguntándose si había encontrado barro en el patio trasero de alguna manera. "Teníamos sed", le dijo Hayley, sin estar segura de cómo se sentía respecto a que su mamá imaginaria, ahora real, besara a su mamá. Sin embargo, su madre parecía feliz por ello. Miró entre las dos. "Bueno, entonces deberíamos daros un vaso de agua a cada una", anunció Marsha y se volvió hacia el armario donde ya habían guardado todo. Cogió tres tazas y se dio cuenta de que todos los platos estaban desparejados, otra compra de buena voluntad, estaba segura. Le molestaba, pero no podía hacer nada al respecto. Heather llenó las tazas del grifo. "¿No deberíamos comprar un filtro o una jarra o algo así?" murmuró Marsha, recordando lo mal que se había puesto a veces con el agua de los arroyos de la montaña a pesar de la lejanía de las

regiones. "Con el tiempo", suspiró Heather. Había muchas cosas que le hubiera gustado comprar a lo largo de los años, pero con lo que apenas llegaba a fin de mes y ahora tres bocas más que alimentar, este mes iba a quedarse corta. Los niños pronto tuvieron vasos de agua y se dieron por satisfechos. Se fueron a jugar. Heather los observó un momento y luego Marsha le sugirió que fuera a vigilar el disco. "Yo vigilaré a los niños. Tengo mucho que ponerme al día", indicó a Hayley, que estaba mandando a su hermano y hermana menores. "¿No has visto jugar a Bahir y Amir?" Ella negó con la cabeza. "Yo era una sirvienta. Los niños sabían que yo era su madre, pero Malekah era la primera esposa y ella mandaba. Eran "sus" hijos", dijo con resentimiento. "Yo no era más que una criadora". Heather se horrorizó al ver lo que Marsha había dicho. Recogió el disco de donde lo había dejado en la encimera y fue a verlo. Sin los niños en la casa, era el mejor momento. Tenía mucho que aprender. Heather observó la cámara mientras captaba a Marsha. No escuchó las palabras, no al principio. En su lugar, observó lo tensa que parecía Marsha. El vídeo se había grabado en Kabul, al parecer en la embajada. Intentó prestar atención a .... "Recuerdo que era un día precioso. Perfecto en realidad, ni una nube en el cielo. No había polvo, ya que el día anterior había dejado de llover. Incluso los rotores del helicóptero no levantaban mucho". Desvió la mirada de la cámara hacia alguien, aparentemente esperando una respuesta. Lo que sea que haya dicho, obligó a Marsha a continuar. "Yo había hecho las maletas el día anterior y tenía mi bolsa de equipo. Los demás también. Dos estaban siendo reasignados y uno se iba a casa, como yo. Teníamos que llegar a Bagram para tomar un vuelo a casa. Iba a ser un salto rápido en helicóptero. No es que lo hayan mandado especialmente para nosotros ni nada por el estilo. Todo empezó bien. Fue al sobrevolar unas montañas cuando hicimos una bajada que hizo que se me cayera el estómago". Acarició su redondo estómago al recordarlo.

Heather sonrió ante aquel gesto que le resultaba tan familiar. Ella también lo había hecho mucho cuando estaba embarazada de Hayley. "Todas nos aferramos con fuerza a nuestras correas", refiriéndose a las correas que colgaban del helicóptero en lugares convenientes. "Es decir, todos nos abrochamos el cinturón, así que no nos preocupamos, ¿sabes?". Volvió a mirar a alguien fuera de la pantalla y luego en otro ángulo antes de continuar, lo que hizo que Heather se diera cuenta de que había más de una persona allí. "Se oyó un fuerte golpe y, como estaba junto a una ventana, miré hacia arriba. Juro que vi que algo salía despedido del helicóptero y que casi inmediatamente se veía humo negro detrás de nosotros. Vi al piloto luchando contra el palo. Gritó que íbamos a caer. Los dos estaban intentando algo, pero como no soy piloto no sé hasta qué punto fueron eficaces", se detuvo de nuevo para apartar la mirada de la cámara. "El choque en sí fue anticlimático. Es decir, sabíamos que íbamos a caer, pero parecía algo de las atracciones de un parque de atracciones. Tal vez esos pilotos realmente sabían lo que hacían después de todo. Al ver a los demás, supe que todos nos enfrentábamos a la realidad de la muerte. El giro era asqueroso". Se frotó un poco más el estómago y cerró los ojos. "Saber que vas a morir y chocar de verdad con la montaña..." sacudió la cabeza. Se quedó callada un momento. "¿Te has hecho daño? ¿Murió alguien en el impacto?" Una voz que Heather reconoció ahora como la del capitán McKellan preguntó en el silencio. Pudo ver que no lo estaba pasando bien. "Los dos pilotos murieron. Una enorme roca atravesó el cristal delantero", abrió los ojos para mirar a la cámara y luego miró hacia el otro lado de la misma. Evidentemente, había otras personas en la sala, además del capitán y quizás otro. "¿Recuerdas sus nombres?", preguntó. Ella negó con la cabeza. "Acababa de conocerlos. El sargento Ames era el único que conocía y eso era porque él también se iba a casa". "¿Qué pasó cuando chocaron?" "El ruido era horrible, los rotores no dejaban de girar y golpear la ladera de la

montaña. Tenía miedo de que, de alguna manera, cortaran el helicóptero. No podíamos salir por la puerta de detrás del copiloto ya que estaba contra la montaña. Intentamos abrir la puerta de mi lado. Hicimos falta tres personas para abrirla, ya que se había doblado un poco con el choque. Acabamos dando patadas a la cosa. La cabina se llenó de ese humo negro y pensé que íbamos a morir ahogados por él". Se detuvo un momento, respirando profundamente mientras lo revivía en su mente. "Entonces, ¿los cuatro estaban vivos en ese momento?" Ella asintió. "Creo que sí, pero uno de los chicos tenía problemas para respirar. El humo negro", hizo una pausa hasta que Heather escuchó al capitán McKellan, repitiendo lo que acababa de decir. "Creo que era asmático, pero no podía estar segura. Una vez que conseguimos abrir la puerta, oímos ese ruido de chirrido cuando las cuchillas empezaron a detenerse por fin. Estaban golpeando la montaña y el estruendo contra las rocas era terrible". Se estremeció un poco al recordarlo, y sus ojos se cerraron al describirlo. "Empezaba a hacer calor ahí dentro y el sargento Ames gritó: 'Creo que va a explotar'. Todos nos apresuramos a salir mientras los rotores se detenían. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que el cuarto hombre no nos había seguido. Ames y yo volvimos para sacarlo. Maldita sea. Hacía calor", levantó la vista y Heather sonrió, sabiendo que estaba avergonzada por haber maldecido. Alguien debió de hacer algo fuera de cámara, ya que ella continuó. "Lo sacamos, asfixiado y jadeante. Nos alejamos del helicóptero unos veinticinco metros, entre otras rocas. El camino era difícil. Después de todo, estábamos en la ladera de una montaña. Fue una suerte que esas rocas estuvieran allí, ya que el helicóptero explotó. La bola de fuego se elevó y todos pudimos sentir el calor a pesar de la distancia. Debí de desmayarme porque, cuando volví en mí, los demás habían desaparecido y unos lugareños me arrastraban. Iban vestidos de forma muy sencilla respecto a lo que había visto de otros nativos afganos. No paraban de gritarme, pero no les entendía ni a ellos ni a su dialecto". Parecía arrepentida. "¿No vio al sargento Ames ni a ninguno de los otros?". verificó el capitán McKellan. Cuando la cámara captó el asentimiento de Marsha, preguntó: "¿No vio lo que pasó con los cuerpos de los pilotos?". "Tengo que pensar que fueron despedazados por la explosión", respondió ella. "¿Por qué crees que cayó el helicóptero?"

"Bueno, no fue por nada que estuvieran haciendo, que yo sepa. Tal vez el helicóptero simplemente funcionó mal". "¿Funcionan mal a menudo, capitán?" "No sabría decirle, capitán. No soy mecánico de helicópteros". Contó cómo la colgaron sin contemplaciones sobre la grupa de un caballo. No sabía si tenía alguna herida en ese momento, pero se desmayó de nuevo, ya que tenía la cabeza por encima de la grupa. Cuando volvió en sí, la estaban violando. Pasó por alto esa parte de la historia y miró hacia otro lado. El corazón de Heather se dirigió a Marsha cuando la mujer embarazada tragó audiblemente y enderezó su columna vertebral. "¿Quiere un vaso de agua?" le ofreció el capitán McKellan, y ante su asentimiento se oyó el sonido de un líquido que se servía y luego apareció un vaso. Ella le dio un sorbo, mirando el vaso como si no supiera qué hacer con él después de haber bebido. "¿Pasa algo, capitán?", se oyó otra voz, la de una mujer. "El agua está muy clara", comentó. "¿El agua no era clara donde usted estaba?", preguntó. "Sí, era directamente de los arroyos de las montañas. Había algunos de los que la tribu sabía que no debíamos beber. No sé cómo lo sabían, pero yo bebí accidentalmente de uno y acabé con la peor disentería", confió con una pequeña sonrisa de pesar. "¿Están listos para seguir?" preguntó la voz del capitán McKellan. "Sí", sonrió, asintió y tomó otro sorbo antes de continuar. Contó cómo la llevaron a las montañas, cómo la tribu vivía en cuevas y evitaba a la mayoría de la gente. Más tarde se enteró de que las piezas del helicóptero habían sido enterradas para que no lo encontraran y para que la gente no fuera a investigar. Incluso los vestigios de la explosión habían sido ocultados, primero por la tribu y luego por el tiempo. "¿Cómo lo sabes?", preguntó otra voz, interrumpiendo su relato, confirmando el pensamiento de Heather de que había otras personas en la sala detrás de la

cámara. "Oí a las mujeres hablar de cómo sus maridos habían enterrado los restos que habían encontrado, cómo me encontraron a mí y a los demás. Dejaron de hablar cuando vieron que yo podía oírlas. Nunca me enteré de lo que les pasó a los demás", dijo, con cara de tristeza. "Esta gente, ¿no eran insurgentes?" aclaró la voz del capitán McKellan. Ella negó con la cabeza. "No, parecían evitar los combates. No querían que sus hijos lucharan en una guerra que no entendían. No estaban de acuerdo con ella". "¿No eran afganos?" "Sí, lo eran, pero no querían que sus hijos murieran por una guerra con la que no estaban de acuerdo. Pasamos los inviernos en las cuevas, escondiéndonos de la gente. Los veranos los pasábamos en las llanuras o viajando". "¿Cómo viajaban... jeeps y camiones?" Ella volvió a negar con la cabeza. "No, la única vez que vi un jeep fue el último día que estuve allí, cuando lo robé. Iban a caballo y eran muy reservados. Hay otras tribus nómadas así. Se reunían en verano y sus jóvenes se emparejaban. Hay muchos que se sienten así". "¿No quieren luchar?" Preguntó el capitán McKellan y Heather se preguntó si esa sería una información importante. "No, su gente no quiere ver a sus hijos salir al mundo. Cualquiera que fuera diferente", sonaba como si estuviera hablando de sí misma, "era aplastado o sus pensamientos modernos eran ridiculizados. Intenté introducir algunas comodidades modernas, incluso hice una rueda de paletas en el arroyo para mi hijo, y la rompieron". Su propia voz se quebró al recordar. "¿Cómo te trataron?" Preguntó el capitán Lamar. "Mal", itió ella. Su voz adquirió una nota hueca. "Me entregaron al jefe de este clan. Se llamaba Zabi. Él detuvo las violaciones de los otros hombres cuando me reclamó. Eso no significaba que no me violara él mismo. Más tarde supe que me tomó porque sentía que yo era una mujer guerrera americana. Sentía que yo era un desafío".

Heather tenía el corazón en la garganta, llorando por dentro por lo que su mujer había soportado. Tenía la mano en el pecho mientras miraba a su mujer intentando no tener ninguna emoción mientras contaba lo que le había pasado. "¿Te peleaste con él? ¿Intentaste escapar?" Preguntó el capitán McKellan. Ella asintió. Su voz seguía siendo monótona y no mostraba ninguna emoción. "Lo intenté muchas veces. No sabía dónde estaba. Me golpearon horriblemente". "¿Y no pudiste escapar?" "Fui observado. Todo el tiempo me vigilaron. Cuando logré escapar un par de veces me golpearon en las plantas de los pies. Me dolía tanto que no podía caminar. Luego me pegaban por no trabajar". "¿Dejaron de pegarte?", preguntó la voz de la mujer desde el otro lado de la cámara "Sólo cuando me quedé embarazada ese primer año. Zabi estaba encantado porque su primera esposa era estéril. Ella era mayor que él. Estaba resentida conmigo y con la atención que él me daba". "¿También te pegaba?" Marsha asintió. Parecía cansada. "Dejó de hacerlo cuando Zabi se lo ordenó. Le decepcionó que mi primer hijo fuera una niña. Él", cerró los ojos al recordarlo, "se ensañó conmigo en cuanto dejé de ser impura. Perdí a ese bebé por culpa de sus golpes". Heather estaba horrorizada por lo que había pasado Marsha. Los detalles no estaban ahí, pero la simple historia que contaba era lo suficientemente mala como para que su imaginación pudiera rellenar los espacios en blanco. La cámara captó el dolor que le producía el relato. "El siguiente bebé fue el ansiado hijo. Mi hijo. Mi hijo", repitió. "Mis hijos fueron entregados a la primera esposa, Malekah. Fueron tratados como si ella los hubiera dado a luz". Volvió a cerrar los ojos. "A éste le esperaban otro varón". Se frotó el estómago de forma protectora. "Todos los hombres quieren que los niños vengan después de ellos". Se estremeció ante algo y Heather se preguntó qué estaría pasando por su mente. Miró a quien Heather supuso que era el capitán McKellan y preguntó:

"¿Podríamos hacer un descanso?". "Por supuesto", aceptó él y el vídeo se quedó en blanco. Heather levantó la vista y vio a Marsha apoyada en la entrada del salón. Ambas mujeres tenían lágrimas en los ojos.

CAPÍTULO VI

"Tengo algo que decirte", empezó Heather aquella noche, cuando los niños ya estaban en la cama. Marsha se puso tensa, aunque nada en el comportamiento de Heather indicaba que hubiera algo que fuera a molestarla. Su febril imaginación estaba juntando los detalles que su mujer le había contado desde que volvió a casa. Había salido con otros, tal vez había alguien más. "Cuando desapareciste por primera vez, no me lo dijeron. Sólo después de que preguntara por qué no había tenido noticias tuyas, me lo dijeron por fin. Prometiste ponerte en o conmigo desde la base antes de embarcarte hacia casa", le recordó a Marsha y la mujer de pelo negro asintió. "Sé que derogaron el DADT y que ahora se nos permite casarnos en el servicio, pero ciertamente no nos tratan igual", dijo con un tono de amargura. "Tuve que hacer todas las preguntas y no me dijeron mucho. Después de haberme puesto en evidencia, vino a verme un oficial de asistencia a las bajas". Al oír la palabra baja, Marsha empezó a fruncir el ceño. "¿Creían que estaba muerta?" "No sabían dónde estabas. No había rastro del helicóptero derribado, ni del lugar del accidente, ni de los supervivientes. Simplemente no lo sabían". Empezó a hurgar en el borde deshilachado de sus vaqueros. Había subido la pierna para estar más cómoda en el sofá y jugaba con los flecos mientras continuaba su relato. "Me explicó que el ejército le había asignado la misión de ayudarme en todo lo posible durante el tiempo en que mi amado estuviera desaparecido o capturado. Ahora bien, no se me había ocurrido que te hubieran capturado hasta entonces. Pensé que sólo estabas herido y que no podías ar con el ejército". Levantó la vista para ver la reacción de Marsha a sus pensamientos. La mujer de pelo negro parecía preocupada. "Me explicó que él era mi fuente inmediata para asegurarme de que conocía todos los recursos disponibles, tanto militares como no militares. Me dijo que sería a él a quien tendría que acudir para recibir información actualizada sobre tu estado, si es que había alguna." "¿A quién has estado acudiendo?" "Bueno, cuando el ejército me dio largas, intenté ir por los canales oficiales. Fui

a su oficial al mando. Era el coronel Brenson, ¿verdad?" Marsha asintió, recordando a ese viejo y agudo pájaro. No lo había visto desde su regreso. Se preguntó qué le habría pasado en los cinco años que había estado fuera. Esperó a que Heather continuara. "Me dio mucha información. Lo que debía o no debía decir a los medios de comunicación si preguntaban". "¿Preguntaron?" Marsha tenía curiosidad ahora por saber cómo se había relacionado su desaparición con el público, y mucho menos con su esposa. Heather asintió. "Al principio estaban en el jardín delantero, pero la policía les hizo retroceder hasta la acera. No pudimos salir durante semanas por eso". "¿Les dijeron algo?" "No, el oficial de asistencia a las víctimas -se llamaba sargento Wiggins me dijo que no concediera ninguna entrevista en cámara mientras creyeran que estabas cautivo". "¿Así que ya entonces pensaban que estaba cautiva?" Heather se encogió de hombros. "Hablaron de formas tan poco específicas que no sé lo que creían. Creo que querían que sacara mis propias conclusiones para poder desmentirlas después. Me pidieron que no impidiera ninguna investigación. Creo que la única razón por la que hicieron algo fue porque yo estaba molestando al preguntar dónde estaban y qué estaba pasando. Tardaron en enterarse de que tu helicóptero había caído". Sus ojos suplicaban que Marsha lo entendiera. Marsha alargó la mano para detener el insistente juego de Heather con las frondas de sus vaqueros y cogerla, animándola a seguir. "Me indicó que podía conceder entrevistas, que era libre de hablar con los medios de comunicación cuando quisiera. Él también señaló que con ese tipo de libertad había una gran carga de responsabilidad". Algo en la forma en que Heather estaba recitando esta historia molestó a Marsha. "¿Se sintió amenazada por eso?"

Ella asintió mientras miraba los increíbles ojos marrón chocolate de Marsha. "Sí, exactamente así. Me estaba dando la palabra oficial según su procedimiento operativo estándar, pero también era una advertencia. Decía cosas como 'su principal preocupación era tu bienestar. Si hablaba de cosas personales, de nuestro matrimonio, de nuestro hijo, etc., podría ser información que quien te tuviera podría desear que le fuera revelada'. Insinuaban que tus captores podrían utilizarla en tu contra si se hacían con ella". Marsha se estaba enfadando. Se dijo a sí misma que no debía reaccionar todavía, ya que necesitaba escuchar todo lo que Heather tenía que decir. No le había gustado cómo la había tratado el ejército ni a ella ni a su mujer hasta el momento, y mañana iba a echarle una bronca al capitán McKellan. "¿Y tus padres o los míos?" Frunció el ceño, dándose cuenta de que debía llamar a los suyos y hacerles saber que estaba viva. "Creo que el sargento Wiggins los visitó también para impartirles lo importante que era no decir nada que pudiera ser usado en su contra". "¿Alguien dijo algo?" Heather asintió. "Tus padres lo hicieron después de sentir que no estaban recibiendo suficiente información o cooperación. Crearon un gran alboroto sobre las cosas. No solicitaron la ayuda de un oficial de asuntos públicos con experiencia, como había recomendado Wiggins, y los medios de comunicación tergiversaron las cosas. Los medios de comunicación querían saber en qué misión secreta estabas, quién estaba en el helicóptero contigo, todo". Tragó saliva mientras miraba la mano que sostenía la suya. Fue entonces cuando se dio cuenta de que el anillo que Marsha siempre llevaba, para significar su amor eterno, había desaparecido. Ni siquiera había una marca de bronceado que indicara que había estado allí. Inconscientemente, sus dedos empezaron a acariciar la mano de Marsha y se concentraron en el lugar donde había estado su anillo de boda y lo frotaron. "Bueno, mis padres no son conocidos por su silencio", respondió Marsha, no para excusarlos, sino para itir de forma sarcástica que estaba segura de que era una bomba de relojería. "Bueno, esa es otra historia", advirtió Heather. Continuó con su relato. "Me decía que podía conceder entrevistas, pero que habría repercusiones. Después de que me negara una y otra vez a conceder ninguna entrevista, acudieron a tus padres. Vi el circo en que se convirtió. Concedieron todas y cada una de las entrevistas

que se les pidieron. Pidiendo, suplicando realmente, tu regreso. Mostrando fotos de Hayley. Fue horrible. Cuanto más me negaba, más insistían". Marsha podía imaginar. Ella había visto el frenesí que los medios de comunicación a menudo promueven a expensas de los que pretenden entrevistar a lo largo de los años. Ahora se preguntaba si alguien informaba de su regreso. Tendría que preguntárselo al capitán McKellan. "Incluso contaron a los medios de comunicación lo de la fecundación in vitro y que Hayley era su hija. Insinuaron que la estaba criando para ti". "¿Que hicieron qué?" Marsha estaba indignada y empezó a levantarse del sofá. Heather la agarró de la mano, tirando de ella hacia el sofá. "Relájate, no hay nada que puedas hacer ahora". "¿Cómo se atreven?", preguntó, con los ojos encendidos. A Heather le pareció una mirada extrañamente excitante. Tragó saliva. Tenía que sacar todo esto y había más... y peor. "Querían saber quién era el padre". "¿Mis padres?" Heather asintió y luego añadió: "Y los medios de comunicación". "¿Qué les dijiste?" "Les dije a todos ellos que no era asunto suyo. Soy tan madre de Hayley como tú". Marsha sonrió, imaginando a su aguerrida esposa diciéndoles exactamente eso. "Sí, lo eres". Heather sonrió a su vez. No había sido un momento agradable. "Tus padres parecían pensar que cuanto más atención atrajeran a tu caso, cuantas más entrevistas dieran, antes volverías a casa". "Bueno, eso funcionó bien, ¿no?", preguntó ella con sarcasmo. Sabía que a sus padres no les había gustado que fuera lesbiana, y mucho menos que tuviera un hijo "fuera del matrimonio". Señalar que estaba casada con Heather no parecía cambiar esa opinión.

Heather se rió ante el sarcasmo de su mujer. Se inclinó con la mano libre para acariciar su mejilla. "Tranquila babosa, hay más". La mujer de pelo negro asintió. Sabía que se estaba exaltando y eso no era bueno para ella. En Tampoco era bueno para el bebé, que protestó dándole patadas. Usó su propia mano libre para frotar. "¿El bebé está pateando?" preguntó Heather, mirando donde Marsha se frotaba. "Sí, creo que tenemos un jugador de fútbol aquí", itió con pesar. Heather sonrió al oír la palabra "tenemos". "¿Puedo sentir?" Marsha se sorprendió. Heather había participado plenamente en su embarazo con Hayley. Nunca se lo habría pedido antes. Tiró de sus manos entrelazadas hasta donde se frotaba y colocó las de Heather bajo las suyas. La sonrisa en el rostro de Heather era hermosa. Marsha se quedó sin aliento, maravillada. Heather podía sentir el pie bajo su mano, ¡presionando con fuerza! Este bebé estaba listo para salir y ella estaba de acuerdo, probablemente un jugador de fútbol. La sonrisa se disipó cuando el bebé, al sentir el disfrute de su madre por el o, se calmó y volvió a dormirse. "Bueno, será mejor que termine de contarte todo esto", sonrió ante la onerosa tarea que aún tenía. "Oficialmente estabas en la lista de personas desaparecidas. Decían que no habías entrado en combate. Lo dudé por un tiempo, pero dijeron que había otras cuatro personas desaparecidas". "Éramos seis en total", la corrigió Marsha automáticamente, pero en su mente empezaba a formarse una pequeña molestia de algo. De alguna manera, algo de lo que había dicho Heather la estaba molestando. "Oh, me dijeron otros cuatro y tú". "¿Te dieron los nombres?" Heather negó con la cabeza. "No recuerdo haber preguntado". Marsha se sintió decepcionada. Aun así, le pediría al capitán McKellan que investigara la versión oficial del ejército sobre su desaparición y quiénes

figuraban como desaparecidos. No sabía los nombres de todos. No recordaba si lo había sabido alguna vez, pero estaba segura de que después de su reaparición figurarían como muertos. "Los catalogaron como desaparecidos, no como muertos, así que no pude reclamar ninguna prestación por fallecimiento, pero no quería ninguna. Yo sólo te quería en casa". "Bueno, si hubieras conseguido las prestaciones por fallecimiento tendrías más de cuatrocientos mil en una suma global para criar a Hayley", le informó a su esposa. "¡Eso no es lo que me dijeron!", dijo ella, indignada. "Me dijo que tal vez cuarenta mil". "Bueno, tendría que haber sido declarada muerta", señaló y vio cómo su mujer se daba cuenta de la verdad de eso. Se rió. "Me alegro mucho de que no estés muerta", le dijo la rubia a su esposa, su mano pasó del estómago de Marsha a acariciar el lado de su cara. Se sorprendió cuando Marsha se estremeció. "Lo siento", dijo, inmediatamente arrepentida por la reacción de su esposa. "Dios mío, ¿qué te han hecho?" "Has visto el vídeo". "Eso sigue sin decirme nada". Ella sabía que habría sido editado y troceado, y probablemente no muy profesionalmente. Después de que la pantalla se pusiera en blanco la primera vez, el resto mostraba a Marsha en varios bloques pequeños de testimonio y no tenía sentido. "No, te contaré algo, pero no puedo, ahora no", prometió. Bajó la mirada, avergonzada por su reacción. Heather levantó la barbilla de Marsha. "Dímelo en tu momento. Yo esperaré". "¿No has esperado lo suficiente?" "Acabas de volver. Tenemos cosas de las que ocuparnos". Su mano tocó de nuevo el abultado estómago de Marsha, sabiendo que no se apartaría ante eso.

Marsha sonrió ante la respuesta de su aguerrida esposa. "¿Qué más?", insinuó ampliamente para que ella continuara. "En un momento dado, quiso saber si quería intentar que te declararan muerta". "¿Lo hiciste?" Ella negó inmediatamente con la cabeza. "No, nunca. Pensé que podía esperar los siete años. Entonces sería su decisión y no la mía". "Os habría comprado a los dos un montón de cosas que podríais utilizar", señaló ella. "Habría sido tan... definitivo", itió. Parecía muy triste. "Mantuve la esperanza. No sabes cómo me saltó el corazón a la garganta cuando llegaron a la puerta para decirme que estabas vivo. Pensé que ...." "¿Que venían a decirte que estaba muerta?" Vio como las lágrimas se formaban en los ojos azules de Heather, esos ojos azul aciano que tanto la habían embelesado, los ojos en los que había pensado tantas veces mientras estaban en la cueva o en la tienda. Incluso cuando Zabi, ella alejó los pensamientos de ese hombre. Lentamente Heather asintió, no le gustaba esta conversación y los malos sentimientos que le producía. "Tenía tantas esperanzas esperanza, pero este último año..." "¿Saliste con alguien? ¿Te diste por vencida?", terminó por ella. Ella negó con la cabeza. "Me sentía tan sola", confesó. "Hayley no sustituía a alguien en tus brazos", reconoció. Entonces hizo la pregunta cuya respuesta temía. "¿Tú...?", no pudo terminar. Heather negó inmediatamente con la cabeza. "No, nunca. Sentí que te traicionaba incluso saliendo". Marsha se sintió aliviada. "No es que no..." se frotó el estómago y su cabeza se dirigió hacia el dormitorio de los niños, donde dormían sus dos hijos con Zabi.

"No es que tuvieras muchas opciones por lo que escuché en ese disco". "Es cierto", itió. Parpadeó con lágrimas de autocompasión. Tragó, se aclaró la garganta y dijo, "Bueno, estoy segura de que estaba cubierta por la Ley de Personal de Servicio Desaparecido". Heather asintió. "Sí, eso es lo que dijo el sargento Wiggins. Debía seguir recibiendo sus cheques. I no cuestioné la cantidad ya que no sabía que te habían ascendido, pero necesitábamos el dinero". Eso le dijo a Marsha mucho más de lo que Heather pretendía. Podía ver que el dinero era escaso por aquí con su mujer conduciendo el mismo coche todos estos años y la cantidad de macarrones con queso en la alacena. "No dijeron que era una desertora ni nada por el estilo, ¿verdad?", preguntó, preguntándose por algunos de los ángulos que miraría el capitán McKellan. "No, ¿por qué lo harían? Te dirigías a casa". Heather se preguntó si se había perdido algo, un dato importante. Encogiéndose de hombros, Marsha trató de quitarle importancia. "Sólo me preguntaba qué habían hecho mientras yo no estaba". "Por lo que sé, figurabas como desaparecida. No pudiste desertar. ¿Es eso lo que dicen?" Tenía curiosidad por saber a qué se debían las horas de interrogatorio. "Que yo sepa, no", respondió con sinceridad, pero ahora se preguntaba. "¿Tal vez piensan que fuiste un prisionero de guerra?" Estaba disparando balas de salva en sus intentos de sacarle información a su mujer. Marsha era demasiado buena para no decir nada. Además, llevaba cinco años recibiendo palizas por hablar de más. "No creo que Afganistán o sus diversas tribus reconozcan la Convención de

Ginebra o sus artículos". Sus numerosas palizas lo atestiguan. "Es cierto". "¿Crees que te habrían dejado ir una vez terminada la guerra?" Marsha negó inmediatamente con la cabeza. "No, yo estaba allí para criar hijos. La prueba de ello es Amir. Si este niño hubiera sido otro hijo, no hay forma de que me hubiera liberado a menos que me matara". Heather se horrorizó ante esa idea. Se quedó mirando, sorprendida, la isión de su mujer. "Entonces, ¿se considera repatriada?" Marsha también se lo preguntó. No era que hubieran seguido ningún procedimiento del que ella hubiera oído hablar. Otra pregunta de pregunta para el capitán McKellan. "No lo sé", itió mientras se preguntaba. Repasaron algunas cosas más y Marsha se enteró de cómo sus padres habían intentado quitarle a Hayley a su esposa. Primero, con sobornos como el columpio y, segundo, con una demanda real por la custodia. "El sargento Wiggins realmente ayudó con eso. Menos mal que es muy riguroso con el papeleo o me habrían atrapado. No podía pagar los abogados que contrataron. Me preocupaba cada vez que Hayley iba a su casa que no volviera. Al parecer, su abogado insistió en que la devolvieran para que no pareciera un secuestro". Sacudió la cabeza. "Seguían intentando lavarle el cerebro", itió, sintiéndose fracasada por no haber impedido algo de eso. "¿Lavarle el cerebro cómo?" Marsha estaba muy enfadada con sus padres. Habían sabido lo mucho que esta niña había significado para ellos dos. "Sólo que tú eras su madre, su verdadera madre. Que sólo era su novia. No decían esposa. Fue muy confuso para Hayley. Inventé excusas para que no pudieran verla tan a menudo... Hayley ha estado muy ocupada para ser una niña".

"¿Realmente ocupada, o tuviste que mentir?" "Hice un poco de las dos cosas para que no pudieran acusarme de alejarla de ellos. Ha tenido más actividades extraescolares que la mayoría de los niños de su edad", itió. "Lo siento, cariño. No deberían haber convertido tu vida en un infierno de esa manera". "Estoy tan contenta de que estés en casa", empezó a llorar mientras se encontraban en el centro y simplemente se abrazaban. Marsha comenzó a besar las lágrimas de Heather como lo hubiera hecho en los viejos tiempos. El encuentro de sus labios fue un consuelo para ambas. Cuando las dos se calmaron por la agitación emocional, Marsha finalmente preguntó: "¿Qué vamos a hacer con esto?", indicando su gran barriga. También se refería a los otros dos niños. "¿Qué otra cosa podemos hacer sino aceptarlo y disfrutarlo?". respondió Heather con sensatez. "Queríamos tener más hijos, eventualmente. No me esperaba esto", itió, "pero te tengo de vuelta y éste será nuestro hijo", se frotó la barriga para dar suerte. "Sé que tenemos un camino que recorrer, pero lo resolveremos". "Oh, cariño, lo haremos", prometió ella. Esa noche terminaron acurrucados en su cama, un gran alivio para ambos. Poder tocarse fue un gran consuelo e hizo mucho más para sanar la brecha que inevitablemente había surgido entre ellos. Hablar esa tarde y esa noche había aclarado muchas cosas que cada uno se había preguntado y preocupado.

CAPÍTULO VII

Marsha le explicó lo que sabía al capitán McKellan durante el trayecto a la base. Fue un viaje relativamente corto y acabaron sentados en su descapotable para que no les escucharan. Ella hizo algunas preguntas muy astutas. McKellan se alegró de que ella lo hiciera, ya que le dio algo de munición para el que había sido convocado para interrogar al capitán Gagliano. Miró a la italoamericana. Estaba hecha de material duro y esos idiotas que dudaban de su historia tenían mucho que explicar. "¿Cómo te va?", le preguntó. Su mujer se había asegurado de que se lo preguntara, pero la miró de arriba abajo, su evidente embarazo no le parecía cómodo. "Estoy aguantando. Me gustaría que se acabaran las preguntas, pero yo también quiero algunas respuestas", indicó la conversación que acababan de tener. "La verdad es que estoy deseando que llegue la cita con el médico de esta tarde". "¿Quieres saber el sexo?", sonrió él. Los chicos siempre querían saberlo, por su experiencia. "En realidad, no. Me gusta la sorpresa", itió ella. "Mi hija dice que debería ser un niño para igualar las cosas". Compartió una risa. No debía ser fácil tener de repente tres, casi cuatro hijos en un hogar, y se preguntó cómo lo estaría llevando la mujer del capitán. Por lo poco que Marsha acababa de contarle de lo que habían hablado la noche anterior, era una guardiana. "Bueno, será mejor que entremos ahí", le indicó el edificio donde se realizaba la entrevista. Hoy no tenían a todos los del día anterior y había dos caras nuevas. No fueron presentados, pero uno de ellos era un coronel por su insignia. El otro llevaba ropa de civil y esto molestó al capitán McKellan. Cuando empezaron a entrar de nuevo, repitiendo las mismas preguntas, los apartó para preguntar: "¿Por qué no se repatrió al capitán Gagliano según las normas establecidas por la Agencia Conjunta de Recuperación de Personal?".

Varias personas se mostraron incómodas ante esta pregunta y Lance McKellan les hizo revolverse aún más en sus asientos al exponer en qué consistía la normativa para aquellos que parecían no saberlo. "Su interrogatorio tras escapar del cautiverio debería haber contado con psicólogos especializados en los efectos del cautiverio. Se debería haber puesto en marcha la Operación Cinta Amarilla, que le habría proporcionado apoyo y asistencia psicológica durante esos debriefings y el proceso de descompresión." Uno de los coroneles presentes defendió su procedimiento señalando que Lance había contado con la presencia de un psiquiatra, el capitán Lamar. "Eso fue sólo para sus entrevistas iniciales. Ustedes siguen queriendo descartarlas. ¿Por qué no se siguió el procedimiento de la Agencia Conjunta de Recuperación de Personal?" "¿Podría explicar qué quiere decir con esa pregunta?", preguntó el civil. Lance miró al hombre con desconfianza. No había sido presentado y esto le puso los dientes de punta. No sabía a quién se dirigía ni a quién le daba esa información. "La capitana Gagliano, en su fase inicial de recuperación, debió contar con psicólogos que la ayudaran en la transición. Es un momento imprevisible y emocional, sobre todo para una mujer tan embarazada". Señaló al capitán. Nadie podía negar que estaba muy embarazada. "Debería haber sido transportada desde la embajada a un lugar seguro". "Consideramos que la embajada era el lugar más seguro en ese momento", se defendió el coronel. "El comité de supervisión de la Agencia Conjunta de Recuperación de Personal la habría protegido de cualquier presión indebida mientras se integraba de nuevo. El Departamento de Defensa ha señalado muy claramente cuáles son esos procedimientos". Decidió cambiar de táctica con ellos. "¿Han informado a los medios de comunicación del regreso de la capitana Gagliano? ¿Ha anunciado que está viva?" Sintiéndose a la defensiva, el coronel Rugster miró al comandante Osborn, esperando que respondiera a las preguntas. Eran muy conscientes de que las cámaras que filmaban este interrogatorio serían vistas por otros. Sus motivos y respuestas serían puestos en duda. "Pensamos que estaba más segura en la

embajada y mantener su presencia en secreto era también por su seguridad. Su esposa fue informada, como usted sabe, pero sus padres no". "¿No se informó a sus padres debido a la atención mediática que suscitó su desaparición?", preguntó con cuidado. Algo apestaba aquí y tenía la intención de llegar al fondo del asunto. Su ayudante, el cabo Harris, estaba tomando notas. El mayor asintió. "Crearon una tormenta mediática injustificada con su desaparición. Queríamos cubrir todas las bases, incluyendo su salud general, antes de informarles". "¿La información que buscaban era relativa a su hija o a sus compañeros que cayeron en ¿se estrelló?", adivinó. Vio sus miradas sorprendidas y pensó: "¡Bingo!". "Eso no es importante aquí, capitán. Necesitamos la información del capitán Gagliano para intentar recuperar el helicóptero y cualquier información sobre los que murieron en el accidente y su paradero. Esas familias necesitan saber qué pasó con sus hijos". "¿Y sus hijas?" preguntó astutamente Lance, mirando a Marsha, pero sin perderse la molestia en los rostros del mayor Osborn y del coronel Rugster. Ignorando sus impertinentes preguntas, el mayor citó las normas. "La Fase III de la Cinta Amarilla la llevó a los Estados Unidos y su esposa fue informada para que pudiera reunirse con ella. Tengo entendido que tiene una cita médica esta tarde, así que se está siguiendo el protocolo". Harta de que se hablara de ella como si fuera un objeto y ni siquiera estuviera allí, Marsha empezó a hablar, pero Lance le puso la mano en el brazo, ejerciendo presión e indicándole que guardara silencio. "Sí, tiene una cita con el ginecólogo esta tarde. ¿Habrá pronto un psicólogo del SERE para supervisar el proceso de repatriación del capitán?" Le molestó, pero no le sorprendió que el comandante estuviera al tanto de su cita médica. Estaban vigilando al capitán Gagliano, muy de cerca. "Veré de arreglar eso", respondió el mayor, sintiéndose acorralado. Esto no estaba saliendo como el coronel quería. Miró al otro coronel presente, que

asintió con la cabeza, animándole a continuar su interrogatorio. Lance evitó hábilmente sus repetidos interrogatorios. Volvió a dirigirlo hacia ellos. "¿Se le dará al capitán Gagliano hasta que pueda reincorporarse plenamente al servicio tras el nacimiento de su hijo". Todos se sorprendieron ante su pregunta, incluida Marsha. Ella no había pensado en si deseaba volver al servicio, retirarse o simplemente dejar el ejército. Sabía que podía ser una opción. Sin embargo, deseaba conocer sus ascensos y su sueldo. Se inclinó hacia Lance para susurrarle: "¿Y mis ascensos?". Él asintió ligeramente, pero no preguntó en la sala. En su lugar, esperó a que respondieran a su pregunta. "Una vez que la capitana Gagliano haya sido interrogada por completo y después de que haya sido evaluada por la supervisión e intervención psicológica del SERE, estoy seguro de que tendremos un conocimiento completo de las habilidades de la capitana Gagliano". "¿Tendrá que ir al Centro Robert Mitchell?" Preguntó Lance a continuación. "¿Por qué tendría que hacer eso?" "Bueno, ahí es donde los prisioneros repatriados tienen derecho a servicios médicos y psicológicos de seguimiento". "Por supuesto que ella sería elegible para eso. Ahora mismo, estamos intentando interrogarla y determinar todo lo que ha pasado allí", dijo. "Usted ya sabe por lo que ha pasado la capitana. Sólo me pregunto quién iba en el helicóptero que realmente estáis buscando y que queréis saber si el capitán los vio después del accidente." La sala estaba tan silenciosa que se podría haber oído caer un alfiler. "Capitán, tengo la sensación de que no desea cooperar con esta investigación". El coronel Rugster se dirigió directamente a Marsha. "En absoluto, coronel. He sido muy comunicativa. Sin embargo, tengo que

preguntarme, como ha hecho mi abogado defensor, por qué se me niegan mis derechos, tal y como establece el ejército en relación con los militares desaparecidos, y por qué se me hacen las mismas preguntas de cinco formas diferentes una y otra vez. ¿A quién buscan y por qué debería saberlo? Ya le dije que sólo conocía a otra persona en ese helicóptero, y aparte de los dos pilotos, que definitivamente vi que estaban muertos, no tengo conocimiento de ningún otro pasajero". Se quedaron callados mientras intercambiaban miradas y el mayor barajaba papeles. "Señores", comenzó el capitán McKellan, "y señoras", su mirada se dirigió a Marsha, "sugiero que hagamos que el psicólogo interrogue a mi cliente después de que hayan visto su disco. Podrían estar haciendo un daño irreparable a mi cliente al presionarla. Entiendo que necesita información exhaustiva. Estoy seguro de que todos estaremos de acuerdo en que la capitana Gagliano estuvo, según ella misma ite, en cautividad de forma involuntaria. No podemos permitir que el trastorno de estrés postraumático que sin duda sufrirá no sea tratado. Una vez que los psicólogos del SERE hayan visto a mi cliente y la hayan liberado para un nuevo interrogatorio, entonces continuaremos con esto". Lance observaba al civil y vio que una ligera sonrisa aparecía en el rostro del hombre. Algo en el hombre le decía al avispado capitán que ese hombre no era un civil en absoluto. "Espere un momento, capitán. Ya nos ha hecho esto por última vez", le espetó el coronel Rugster. "Le aseguro, señor, que esto no me produce ningún placer. Mi cliente ha cooperado con usted todo lo que le voy a permitir. Tiene una cita", hizo un gran alarde de mirar su reloj, "esta tarde y estoy seguro de que todos comprenderán que una mujer embarazada debe tener su comida". Con eso, se levantó y el cabo Harris prácticamente saltó de su asiento con él, ayudando a la capitana Gagliano a salir de su propio asiento. El capitán McKellan sabía que no podría volver a hacer estas piruetas una vez que los psicólogos se hicieran con Marsha. Se dio cuenta de que sus preguntas de hoy habían enfadado a algunos de ellos, y que también habían provocado algunos pensamientos que era mejor dejar en paz. Tomó notas mentales para que el cabo Harris investigara algunas cosas más para él.

Acompañando a Marsha fuera del edificio, se alegró de ver que su mujer les esperaba en la acera. acera. "Su esposa es puntual", mencionó. "Sí, es buena en ese sentido. Odia llegar tarde a cualquier cosa y le sugerí que fuéramos a comer antes de salir hoy". "Tengo un millón de llamadas telefónicas que hacer", confió. "¿Puedo ir a tu casa esta tarde con lo que encuentre?". Ella se detuvo y le miró. "¿Crees que tendrás algo para que discutamos tan pronto?" "Oh, casi lo garantizo. Ese civil no era un civil", mencionó conspiradoramente. "¿También te has fijado en su porte militar?", preguntó ella con una sonrisa. Eso era lo que le había molestado. El hombre se sentaba como si nunca se hubiera relajado en una silla, siempre erguido y atento... toda una vida atenta. "No sólo eso, sino que estoy seguro de haberlo visto en alguna parte". "Bien, capitán, le veré esta noche después de cenar. Los niños están en la cama a las mil novecientas horas" le informó. Él sonrió y asintió a la esposa del capitán. "Señora", dijo con respeto. "Capitán", respondió ella, asintiendo y sonriendo a su vez. Ella observó, divertida, cómo él se dirigía a su coche, que estaba aparcado cerca. El cabo lo siguió, hablando animadamente. Había oído a Marsha decir que el coche compensaba algo. "¿Dónde comemos?", se dirigió a su mujer para ayudarla a subir al coche. "Bueno, como no tenemos dinero para comer fuera, ¿por qué no vamos al comedor?". "Nos he preparado un almuerzo. Lo que quería decir es que si os apetece ir a comer a un parque con los niños" miró a los dos del asiento trasero que miraban a las dos mujeres.

Marsha sonrió. Incluso comer en la base les habría costado dinero. "Sí, vamos a buscar un parque". Ella Terminó de entrar en el coche y Heather le pasó el cinturón de seguridad.

* * * * *

"Bueno, capitán, después de lo que me ha contado, goza usted de una salud sorprendente. Creo que esas cicatrices se desvanecerán al cabo de unos años", indicó el médico las marcas de la espalda de Marsha. Heather se había estremecido al verlas mientras el médico la examinaba. Los niños se habían quedado jugando fuera, supervisados por una enfermera. "Entonces, ¿de cuánto tiempo estoy?" preguntó Marsha, curiosa. "Diría que vas a dar a luz cualquier día por el tamaño de este bebé. No puedo creer que no te hayan examinado más No puedo creer que no te hayan examinado más a fondo antes de ponerte en un avión", dijo, indignada por el trato que le habían dado los militares. "Bueno, estaban un poco ansiosos por llevarme de vuelta a casa", itió. "Menos mal que no te pusiste de parto en el avión. ¿Quieres saber el sexo?", preguntó mientras preguntó mientras terminaba el examen y les entregaba a ambas copias de la ecografía con una imagen clara de un bebé en su interior. Marsha miró a Heather, que negó ligeramente con la cabeza. Ella sonrió. Debería haberlo sabido. "No, nos gustaría que nos sorprendieran". Se rió interiormente. Habían tenido suficientes sorpresas para toda la vida. "Bueno, te dejaré vestirte. Todavía me gustaría que tomaras las vitaminas prenatales que te voy a recetar. Me sorprende que hayas tenido estos hijos sin cuidados prenatales", negó con la cabeza mientras tomaba algunas notas en una tableta, marcando casillas. Marsha miró la tableta con asombro. La tecnología había avanzado mucho desde que tuvo a Hayley. "Bueno, estábamos muy aislados". Le contó a la doctora sus cuatro embarazos anteriores, incluido el aborto espontáneo. La enfermera fue a buscar un formulario para solicitar su historial del nacimiento de Hayley, ya que le ayudaría en futuros cuidados. "No veo ninguna razón por la que no pueda tener un bebé sano esta vez", le

aseguró el médico con una sonrisa. Estaba sorprendida por la historia que le había contado esta mujer. Le recordaba a las historias en las que las mujeres tenían un bebé en el campo y volvían al trabajo después. "Intente mantener sus niveles de estrés al mínimo", le aconsejó mientras terminaba y salía de la habitación para que la mujer pudiera vestirse. "Oh, sí, nada de estrés", murmuró Marsha y Heather se rió. La ayudó a ponerse de nuevo el uniforme, dándose cuenta de que con el sudor y el olor corporal de Marsha habría que lavarlo esa misma noche, al menos la camisa de vestir. "Me alegro mucho de que diga que todo está bien. Tendré que revisar las cosas de Hayley y ver qué tenemos para los recién nacidos". "¿Guardaste todo eso?", preguntó mientras se ponía de nuevo los pantalones. "En algún sitio. Recuerda que íbamos a intentarlo de nuevo cuando llegaras a casa y te jubilaras". Ella dudó, pero era el momento perfecto para preguntar, así que lo hizo. "¿Te vas a retirar ahora?" Marsha también se lo había preguntado. Todo estaba sucediendo tan rápido. No podía entenderlo. Negó con la cabeza. "No lo sé todavía, cariño. Hay muchas cosas que el capitán McKellan tiene que averiguar para mí antes de que pueda considerarlo". Heather asintió. Estaba decepcionada, pero estaba de acuerdo en que Marsha tenía que ser absuelta de cualquier misión de investigación que llevara a cabo esa gente. No sabía qué le estaban preguntando a su mujer, pero podía intuir, por la tensión que rezumaban tanto Marsha como el capitán McKellan, que no era algo bueno.

CAPÍTULO VIII

Durante la semana siguiente, la capitana Gagliano fue atendida por los psicólogos del SERE. Se reunieron con ella individualmente y, después de esa primera semana, con Heather para ver cómo se estaba adaptando. Marsha no había sabido, hasta que Heather lo mencionó, que se despertaba frecuentemente por la noche con pesadillas, incapaz de darse cuenta de que estaba en casa y a salvo. Seguía decidida a escapar de Zabi y su gente. Era obvio que estaba preocupada por poner a sus hijos a salvo. Su huida era muy importante para ella. Ayudó que Heather escuchara más sobre sus intentos de escapar. También ayudó que los psicólogos dejaran constancia de ello en su informe, que fue entregado al capitán McKellan para su defensa, así como a los que esperaban para interrogarla de nuevo. "No entiendo por qué no han puesto en marcha la fase II antes de la fase III", le preguntó la psicóloga al capitán McKellan. "Creo que se debió a una cuestión de seguridad", le dijo formalmente. "Su revisión médica en Kabul fue, en el mejor de los casos, azarosa. A los niños se les istraron esas inoculaciones como si fueran ganado", se quejó mientras leía el informe sobre los procedimientos médicos que ella y sus hijos habían soportado en la embajada. "Nos dijeron que no podían venir a Estados Unidos sin ellas". Sacudiendo la cabeza, el psicólogo principal murmuró para sí mismo: "Malditos burócratas". Miró a Lance y le preguntó: "¿Ha tenido tiempo la capitana de contarle sus historias sobre la vida en el pueblo o cualquier otra cosa que no sea el accidente real y las cosas en las que el ejército tendría interés?" "¿Historias?" "Cuando el repatriado vuelve a su casa, es esencial que tenga un tiempo a solas no estructurado, un tiempo a solas sin supervisión, para que pueda hablar de las cosas buenas, si las hay, para que el tiempo de ausencia no sea tan traumático, se normalice. Es parte del proceso de descompresión", explicó. "El capitán Gagliano ha estado con su mujer en su tiempo libre. Seguro que lo hace".

"Tendré que preguntarle. Es vital para su bienestar compartir esas cosas con su esposa. ¿Me pregunto cómo la esposa está lidiando con el reajuste también? Ella debería venir a algunas de estas reuniones". "¿Con el capitán Gagliano?" aclaró Lance. "No, sola. Ella también tiene que lidiar con muchas cosas. Al fin y al cabo, el capitán Gagliano trajo a casa dos hijos y está embarazada de otro. Ese nacimiento es inminente y estoy seguro de que todo este asunto es traumático para la señora Gagliano". "Se lo preguntaré", prometió. Se sorprendió de lo mucho que el ejército había dejado de lado con respecto al bienestar del capitán capturado. Habían ignorado totalmente parte del protocolo. Ya había presentado varias quejas en relación con el manejo de este caso.

* * * * *

"Capitán, tiene razón en cuanto a que el ascenso se ha retrasado por su ausencia. El ejército debería haber designado su promoción a los tres años durante su cautiverio. Hay casos en los que es de dieciocho meses a dos años. Estoy presionando para eso, así como la paga retroactiva". "¿Y mi ascenso a teniente coronel?", preguntó ella, recordándole la conversación inicial que tuvieron en Kabul. "Eso va a ser un poco más difícil de conseguir", afirmó él, y al ver la mirada combativa de ella, explicó: "Normalmente eso también puede llevar de dieciocho meses a tres años. Depende mucho de la zona en la que te encuentres y de tus cualificaciones. El Título 10 del Código de los Estados Unidos y sus requisitos reglamentarios son muy específicos en cuanto a la normativa, la directiva y la política de dichos ascensos." "Eso me suena a mucha jerga legal, abogado. Le sugiero que lo simplifique para este simple capitán". Sonrió. No se podía engañar a esta mujer y no la culpaba. Sólo el aumento de sueldo de capitán a mayor iba a ayudarla mucho. El teniente coronel iba a ser difícil de conseguir, pero lo único que podía hacer era intentarlo. Desde luego, tenía los años encima. "¿Pensabas hacer carrera militar?", le preguntó. "No creo que eso sea relevante", respondió ella. Eso le dijo que la respuesta era probablemente no. "Seguramente te darán el grado de mayor, sin problemas. Ya he puesto al cabo Harris a hacer el papeleo y he hablado por teléfono con algunas personas clave para agilizarlo; sin embargo, van a decir que tus acciones de hacer bebés te impedirán centrarte en tu carrera militar, y que llegar a ser teniente coronel no estaba en tus planes." "Eso no lo pueden saber", contestó enfadada. "Volvía a casa después de un despliegue de dieciocho meses. Había llegado a capitán. Por lo que saben, ¡tenía la intención de quedarme en el ejército para llegar a ser un maldito general! Además, eso es sexista. No es mi culpa en lo más mínimo que esté embarazada".

Con eso, Lance comprendió cómo podía redactar sus informes de manera que favorecieran a la capitana y le dieran el merecido ascenso. Estaba decidido a conseguirle todo lo que se merecía. Los poderes fácticos seguían deseando sacarle más información, pero ella simplemente no recordaba o no había visto nada de valor. La gente del campo que se la había llevado la había mantenido demasiado bien escondida. Sus otras investigaciones se centraron en las otras personas de aquel helicóptero. Los dos pilotos no levantaban ninguna bandera roja y el sargento Ames tampoco, pero los nombres de los otros dos habían sido redactados y había hecho que su oficial superior revisara los documentos originales para averiguar exactamente qué se estaba ocultando en esta investigación y de qué se acusaba realmente al capitán Gagliano.

* * * * *

"¿Sabes lo que significa Hayley?" Marsha le preguntó a la niña que se parecía tan dolorosamente a ella, pero que no quería hablar con ella. Reticente, pero curiosa, la niña preguntó: "No, ¿qué?". "Significa campo de heno", sonrió, observando el asombro en la cara de la niña. Estaba tumbada en la hierba recién cortada. Uno de los hijos de la vecina había estado ayudando a cortar el césped a Heather, ya que no tenían un cortacésped que funcionara. "¡Hayfield!", arrugó la nariz. "Cuando naciste..." Marsha comenzó a hablar en modo de contar historias, que sabía que la niña adoraba. Miró a su mujer, que estaba sentada en una silla en el jardín trasero, observando cómo los otros dos se deslizaban por el tobogán. Bahir se acercó a escuchar la historia y Amir la siguió, siempre a la sombra de su hermana. "Cuando naciste tenías el pelo tan rubio como un campo de heno. Tu madre lo comentó en cuanto te limpiaron. Era largo y rubio y decidimos llamarte Hayley". La niña, a la que al año se le había caído el pelo rubio y le había vuelto a crecer grueso y abundante y negro como el de su madre, sonrió ante la historia. "¿El pelo de Bahir era del color de un campo de heno?", miró casi con envidia a su hermana pequeña. Marsha negó con la cabeza, recostándose y mirando a las nubes mientras recordaba el nacimiento de Bahir. Apenas había visto a la niña cuando Malekah se la había llevado para exhibirla. Había tenido suerte de establecer una relación con cualquiera de sus hijos con el aire de propiedad que Malekah tenía hacia ellos. A la niña se la llevó para alimentarla, pero eso fue casi todo durante mucho tiempo. "No, el pelo de Bahir era de un marrón suave que se oscurecía cada día. Tenía más rizos de los que recuerdo que tenías tú", se burló un poco ya que el pelo de Hayley era muy rizado ahora, muy parecido al de Marsha de pequeña. Esa era otra de las razones por las que se lo había dejado corto en el ejército... era más fácil de mantener sin los gruesos y lujosos rizos que tenía ahora. "¿Qué significa el nombre de Bahir?"

Marsha sonrió, sabiendo que la curiosidad acercaría a su hija, más que cualquier otra cosa. No la había forzado en el tiempo que llevaba en casa y eso había sido bueno. Tanto Bahir como Amir se acercaban a ella libremente desde que Malekah no estaba cerca para frustrarlos. El cambio en ellos había sido muy bienvenido. "Significa primavera", respondió simplemente. Esperó a que el joven hiciera la siguiente pregunta, sin ofrecer nada. No se sintió decepcionada. "¿Por qué primavera?", preguntó ansiosa. "Porque nació en primavera", contestó con facilidad y miró a Heather. Pudo verla haciendo el cálculo del tiempo que habían estado separadas. Lo lamentaba y esperaba que la reunión con los psicólogos la ayudara a lidiar con los problemas que pudieran surgir. "¿Y qué hay de Amir?", continuó la joven. "Su nombre significa rey", hizo que sonara regio y la niña soltó una risita. "¡Pero no es un rey!" "Ah, pero su padre era el líder de una tribu, así que sí, en su cultura podría ser un rey", explicó con cuidado. Temía que la niña se diera cuenta de que tenían padres diferentes demasiado pronto y no quería explicarle lo de Zabi, cuyo nombre significaba persona sacrificada o sacrificada. Heather vio su expresión de anticipación. Era casi dolorosa, así que distrajo a los niños. "¿Quién va a ayudar a mamá a levantarse del suelo?", preguntó juguetonamente. Los niños tiraron y empujaron y se rieron mientras Heather se acercaba y ofrecía a Marsha una mano. Sólo rodando sobre las manos y las rodillas pudo poner lentamente los pies debajo de su desequilibrio. Menos mal que Heather estaba allí para ayudarla, ya que estuvo a punto de caerse. Todos se rieron de su cuerpo desgarbado mientras entraban a preparar la cena.

* * * * *

Esa noche, mientras los niños estaban en su tienda improvisada, Heather fue en busca de Marsha y la encontró fuera, delante de la casa. Los últimos rayos de sol se desvanecían lentamente sobre el horizonte, o lo que podían ver del horizonte dentro de la urbanización en la que vivían. "¿En qué estás pensando?", le preguntó en voz baja. "Estaba pensando en lo bonitos que eran los atardeceres en Afganistán", dijo en voz igualmente baja. "¿Hay algo que eches de menos de ese país?". Algunos de sus temores eran que algo mantenía a su esposa allí además de ser una prisionera. "Era hermoso allí. A veces acampábamos en un prado y sabía que no había nadie en kilómetros a la redonda. Incluso los desiertos y la arena infernal y el polvo y la suciedad eran hermosos en ese momento, las puestas de sol y los amaneceres tan intensos. Eso no se consigue aquí, con la ciudad bloqueando las vistas. Quiero decir, mira eso", señaló hacia el cielo. "Ni siquiera puedes ver todas las estrellas debido a las luces de la ciudad". "Me encanta mirar las estrellas. ¿Recuerdas cuando nos quedamos dormidos junto al lago mirándolas?" Marsha sonrió mientras asentía. Se inclinó y abrazó a su mujer más cerca, con un solo brazo. "Recuerdo que me desperté fría y húmeda por la niebla que nos envolvía". "Bueno, tú me calentaste muy bien, según recuerdo". "Algún día volveremos a tener todo eso", prometió ella. Se inclinó para darle un beso y después vio que los observaban desde el otro lado de la calle. No todo el mundo apreciaba las parejas del mismo sexo ni las muestras de afecto abiertas. "Lo único que quería era llegar a casa contigo". Llevó a Heather al interior para que al menos pudieran abrazarse en su sofá.

* * * * *

Tardaron semanas y luego los psicólogos estuvieron listos para dar a conocer no sólo sus hallazgos, sino a su paciente. Ella estaba bien y siempre podía hablar con cualquier miembro del personal del SERE. Las reuniones con los psicólogos trataron sobre la experiencia general de su cautiverio y se alegraron de que relatara las historias de la vida de la tribu y de que no estuvieran empañadas por el duro y brutal trato que había recibido. Su historial médico, que mostraba las cicatrices en la espalda, las nalgas y los muslos, avalaba su testimonio sobre las palizas. Le aconsejaron que hiciera un seguimiento en el próximo año, posiblemente años, de todo lo que le había sucedido. "No es una solución rápida, capitán. Las cosas que le han pasado pueden aparecer de improviso en los momentos más extraños", le aconsejó. "No sea valiente. Podría afectar negativamente a su relación con su esposa", había observado lo bien que se llevaban. "También podría afectar a tu carrera, ya que el trastorno de estrés postraumático aparece cuando menos te lo esperas". Marsha lo entendía, pero en ese momento no le importaba. Estaba nerviosa por la reanudación del interrogatorio al que iba a tener que someterse al día siguiente, ahora que los informes habían llegado. El representante del SERE le había ofrecido también los servicios de un capellán. "Oh, diablos, no", le dijo ella escuetamente. "No quisieron casarnos. No quieren reconocer mi matrimonio. No quiero tener nada que ver con ellos". Eso terminó. "¿Sabemos por qué no se asignó un jefe de equipo de procesamiento?", el psicólogo dirigió esta pregunta a Lance. "No, no lo sabemos. Tampoco sabemos por qué el ejército se desentendió de muchos de los pasos del procesamiento del capitán Gagliano". El psicólogo tomó notas en su informe. Estaba muy descontento con el aparente desprecio por el protocolo que había engendrado este caso. Algo no estaba bien. "Supongo que podríamos llamarle el oficial de escolta en este caso".

"También soy su oficial de enlace y defensa legal, pero fui enviado por Jag y más precisamente por el General Biggins". "¿General Biggins?", sus cejas se alzaron ante el nombre. "Eso es impresionante". Se volvió hacia Marsha y le preguntó: "¿Y cómo conoces al general Biggins?". "No lo conozco", itió ella. "Sí, me dijo en Kabul que no lo conocía. Coronel...", comenzó y entonces algo encajó en su sitio. El coronel Kodel no había querido que fuera a Kabul a ayudar al capitán Gagliano y Biggins había insistido. "Sí, coronel, ¿qué?", preguntó el psicólogo. Sacudió la cabeza. "Lo siento, he perdido el hilo", mintió. "¿Podría considerarse también su jefe de equipo de procesamiento, ya que he estado investigando cosas para ella?", preguntó para distraer al hombre, que le miraba con desconfianza. Asintiendo, el hombre añadió algunas cosas más en sus notas. "Ya que han eludido la Fase I y la Fase II de la Operación Cinta Amarilla, ¿es posible que durante la Fase III usted o su personal puedan estar presentes para el resto del interrogatorio?" preguntó Lance. Asintiendo, el hombre levantó la vista. "Intente mantenerme alejado". Estaba muy preocupado por todo este asunto. El capitán Gagliano no se había manejado correctamente, en absoluto. El capitán McKellan le estaba ocultando algo y el resto de las personas que esperaban ansiosamente sus informes de evaluación y los de su personal les estaban ocultando algo a todos ellos. Él también estaba ansioso por llegar al fondo del asunto. Observó cómo Lance se ponía al teléfono móvil nada más salir de su despacho. La tan esperada reunión informativa prevista para el día siguiente iba a tener que esperar. La capitana Marsha Gagliano se puso de parto esa noche.

CAPÍTULO XIV

Marsha había llamado a sus padres de mala gana la semana anterior. Sabía que era justo informarles de su situación. Estaban de luto y ni siquiera sabían que estaba viva. Sin embargo, lo debatió largo y tendido. Estaba tan enfadada por lo que le habían hecho a su mujer que quería dejarlos fuera, que sufrieran. Fue la psicóloga quien le señaló que no estaba pensando con claridad o racionalmente. Finalmente, respirando profundamente, y con Heather mirando, llamó después de que los niños se hubieran ido a la cama para que no la interrumpieran. "¿Hola?", la voz familiar le pareció cálida y amistosa. De hecho, se sintió aliviada al escucharla. Esperaba que otra voz respondiera al teléfono, de hecho se había preparado para ello. "¿Papá?" "¿Quién es?" "Papá, soy Marsha". Hubo una pausa y luego se enfadó. "No sé quién es, pero si esto es algún tipo de broma broma..." "No, papá, realmente soy yo. Estoy en casa. Estoy con Heather". No sabía si quería mencionar a los niños, todavía no. El silencio fue largo y ella pensó que había perdido la conexión por un momento. "¿Hola? ¿Papá estás ahí?" "Sí, estoy aquí", respondió él, pero Marsha pudo oír algo extraño en su voz. Sonaba a emoción. "Soy yo de verdad. Finalmente escapé y me dirigí a Kabul". "¿Cuánto tiempo llevas en casa?" Marsha se debatió sobre si debía mentir o no. Ella sospechaba que él estaba preguntando porque quería algo que decir en lugar de un verdadero deseo de conocer la línea de tiempo. "Un par de semanas", dudó.

"¿Por qué no llamaron antes? ¿Por qué no nos llamó el ejército? Podríamos haber venido a recogerte. Podríamos haberte traído a casa". "Papá, estoy en casa". Levantó la vista para ver a Heather poniendo los ojos en blanco y dándose la vuelta, molesta. Casi se rió de la reacción de su esposa ante la conversación unilateral. "¿Quién es, Lawrence?", escuchó la voz de su madre en el fondo y casi se encogió. "Es Marsha", dijo y Marsha pudo oír algo que sonaba sospechosamente a lágrimas en su voz. "¡No tiene gracia, Lawrence! ¿Quién es?" La voz enfadada de su madre llegó claramente a través de la línea. "No estoy bromeando, MaryBeth. Es realmente Marsha", protestó y Marsha pudo oír que algo estaba pasando. "¿Papá? ¿Qué está pasando?", preguntó, sólo para escuchar a su madre entrar en la línea. Fue entonces cuando se dio cuenta de que su madre debía de haberle quitado el teléfono a su padre. "¿Hola? ¿Quién es?", la voz irritó inmediatamente los nervios de Marsha. "Hola, mamá. Soy Marsha. He vuelto". Intentó sonar alegre y feliz de escuchar la voz de su madre, pero realmente se sentía tensa. El bebé se movió, sintiendo su ansiedad. Heather extendió la mano libre y la tomó entre las suyas y comenzó a acariciarlas, apretándolas para hacerle saber a Marsha que estaba allí para ella a través de esto. "¿Marsha? ¡Oh, Dios mío! ¿Dónde estás? ¿Estás en la base? ¿Estás en Afganistán? ¿Dónde estás? ¿Dónde estás? Vendremos a buscarte. Te traeremos a casa". No hizo ninguna pausa y lo dijo todo de un tirón. Marsha esperó a que su madre hiciera una pausa y, al no hacerlo, la interrumpió, encogiéndose al hacerlo. "Estoy en casa, mamá. Estoy aquí con Heather".

"Quise decir que te traíamos aquí, a casa", recalcó ella, ignorando la referencia a Heather. "¿Está Hayley ahí contigo?" ¿Dónde más podría estar su hija? "Por supuesto, mamá. Heather y Hayley están aquí", respondió ella con calma. Una parte de la vieja sabelotodo que había en ella quería decir que estaban fuera ganándose la vida con la prostitución o algo así, pero sabía que la broma caería en los oídos de su madre y entonces tendría que enfrentarse a un sermón sobre su boca inteligente. "Bueno, nos iremos mañana y vendremos a buscarte", afirmó, como si fuera un hecho y nadie lo discutiera. "Tu padre echará gasolina al coche y yo haré la maleta...." "Mamá, no puedo irme", interrumpió ella, sabiendo que era algo arriesgado. A su madre nunca le gustaba que la interrumpieran, lo consideraba una grosería. Sin embargo, no dejaba hablar a nadie más, así que era difícil no interrumpirla. "¿Estás bien? ¿Qué te han hecho esos monstruos? ¿Te han encerrado? ¿Estás herida?" "Mamá, todavía me están informando", le dijo el menor de los males mientras el bebé la pateaba, con fuerza. Retiró su mano de la de Heather para frotar y calmar al bebé alterado. Heather la observó, preocupada, sabiendo lo estresante que podía ser la madre de Marsha. "Oh, ¿el ejército aún no ha terminado con esas tonterías?". Marsha se dio cuenta de que su madre no tenía ni idea de lo que suponía estar en el ejército. Ella pensaba que sólo eran guardias glorificados y que estaban allí para aparecer en los desfiles. iraba que tuvieran un paso perfecto o que sus uniformes lucieran tan bien, pero realmente no tenía ni idea de lo que Marsha había hecho mientras estaba en el servicio. "Puede llevar un tiempo", contestó, tratando de ponerlo en términos que su madre entendiera. "Bueno, vendremos de visita a ver a Hayley y te llevaremos a..." comenzó como si Marsha no hubiera hablado. "Ahora no es un buen momento, mamá", volvió a interrumpir rápidamente,

encogiéndose, sabiendo que una de estas veces su madre se daría cuenta de la interrupción y la reprendería por esta falta de decoro. Miró alrededor de la pequeña casa, preguntándose dónde los pondrían de todos modos. Se preguntó dónde se habían alojado cuando visitaron a Heather y Hayley mientras ella no estaba. No necesitaba preguntárselo, ya que su madre parecía haberle leído la mente. "Bueno, no nos quedaremos allí", dijo en tono despectivo. "Esa mujer no nos dejaría de todos modos. Nosotros podemos quedarnos en un hotel y Hayley puede usar la piscina. ¿No le gustará eso?" "Mamá, ahora no es un buen momento. Estoy lidiando con muchas cosas. Sólo llamé para avisar que estaba viva y bien", se frotó el estómago al decir eso y llamó la atención de Heather. Su mujer la miraba disculpándose, como si entendiera exactamente lo que su madre estaba diciendo. "¡Bueno, deberías tener a tu familia cerca en un momento así!". Marsha se dio cuenta de la cantidad de veces que su madre empezaba una frase con la palabra "bueno". Era molesto y se encontró a sí misma concentrándose en ella, no en la indignación de lo que estaba diciendo. Pensar en lo último que había dicho su madre la tenía molesta. "Estoy rodeada de mi familia", señaló, preguntándose qué diría su madre sobre los añadidos que había hecho. Heather era su esposa y Hayley su hija. Eran la única familia que necesitaba. Que su madre siguiera menospreciando a su mujer la enfurecía. "Sí, pero somos nosotras las que te queremos", respondió, perfectamente satisfecha en su creencia de que nadie podía querer a su hija como ella. "Mamá, ¿te escuchas a ti misma?", explotó. "Heather es mi esposa. Ella me ama. Y Hayley es NUESTRA hija. ¿Cómo te atreves a despreciarla como si sólo fuera la cuidadora de Hayley? Es tan madre de Hayley como yo. El hecho de que yo la haya dado a luz no me hace más madre de la niña que Heather. Además, no te quiero aquí ahora mismo porque no sólo estoy lidiando con el ejército y mi interrogatorio, sino que también resulta que estoy enormemente embarazada y voy a dar a luz cualquier día. No necesito que tú o tus críticas a mi vida me respiren en la nuca. Si no puedes aprender a hablarme como un adulto, o al menos hablar de mi mujer sin burlarte, ¡no tenemos nada más que decirnos!" Pudo oír la inhalación de su madre ante las revelaciones que acababa de soltar.

No había querido decírselo así, pero realmente, cómo iba a decirle que estaba embarazada o que tenía otros hijos... no en el estado de ánimo en el que su madre ya estaba. No sólo se alegraba de que Marsha estuviera viva, sino que quería hacerse cargo de ella y llevarla a su casa. Ella tenía un hogar. Un hogar con Heather y sus hijos. "¿Estás embarazada? ¿Otra vez? ¿Quién es el padre? ¿Qué te hicieron esos monstruos? ¿Cuánto tiempo has vuelto? ¿Realmente estuviste fuera todo este tiempo? ¿Fue un truco para mantenernos alejados?" Heather pudo ver la molestia en el rostro de Marsha. Sólo podía imaginar lo que MaryBeth estaba diciendo. Esa mujer podía, y frecuentemente lo hacía, molestar a todos los que la rodeaban. Ni siquiera era consciente de ello y siempre lo negaba cuando se lo señalaban. Heather no podía entender cómo Lawrence, que era un encanto, la soportaba. Eran de una generación en la que sencillamente no se divorciaban, así que tal vez fuera eso. "Mamá, voy a colgar ahora. No voy a tolerar tus agresiones verbales. Estoy en una condición delicada...." Heather casi se atragantó con su risa mientras resoplaba. Marsha nunca había estado en un estado delicado en su vida. Había superado su embarazo con Hayley sin problemas y, por lo que veía, estaba superando éste. El médico se había quedado impresionado de lo sana que estaba a pesar de no haber tenido cuidados prenatales y de todo lo que había pasado. Marsha miró el teléfono mientras desconectaba la llamada. Sonó casi de inmediato y lo descolgó, escuchó la voz de su madre y volvió a desconectar, esta vez dejando el auricular descolgado. Estudió el teléfono durante un momento hasta que Heather alargó la mano y la cogió. Para su sorpresa, Marsha estaba temblando. "¿Estás bien, cariño?", le preguntó en voz baja. Marsha levantó la vista y sus ojos marrones se encontraron con los azules. "Pensé que podría llevarla, pero de repente sentí que Malekah me reprendía de nuevo". Heather se incorporó imperceptiblemente, más alerta cada vez que su cónyuge

mencionaba a la gente de Afganistán que la había apresado durante tanto tiempo. Lo poco que había sacado del disco no era nada comparado con oír a Marsha hablar de ello de primera mano. Lo había relatado en el vídeo, pero no con el matiz de sentimiento y emoción que era evidente en ese momento. Heather necesitaba oírlo directamente de Marsha mientras luchaba contra su propia necesidad de aceptar la situación. Había sido bueno hablar con los psicólogos y sospechaba que lo necesitaría de nuevo, pero mientras tanto pensaba que lo estaba llevando bien. "Estoy segura de que su intención era buena...", comenzó, excusando a la exasperante mujer. "Realmente no vas a intentar defenderla, ¿verdad?", se burló. Heather sonrió un poco, dejando salir el humor de la situación en su sonrisa. "No, sé muy bien cómo puede ser tu madre". "Sólo puedo imaginar lo que hizo mientras yo no estaba", suspiró profundamente y luego, al darse cuenta de que Heather no estaba enfadada, ella también empezó a sonreír. "¿Tal vez deberías llamar a tus padres?" Heather se rió y negó con la cabeza. "No, las tarjetas de Navidad con las fotos de Hayley son suficientes para mí. Además, si les llamo van a pensar que les llamo para pedirles dinero". "¿Tan difícil era que tuvieras que ...." Sacudiendo la cabeza con más fuerza. "Nunca lo pedí, pero ya sabes lo que supone la gente". Una madre soltera y el estado de su pareja desconocido... por supuesto que necesitaba dinero. "Sólo puedo esperar que Lance solucione las cosas", suspiró. "Realmente parece estar en la onda". "Nos las arreglaremos", dijo la rubia con confianza, segura de que con Marsha allí lo solucionarían. Estaba muy contenta de tenerla en casa. Muchas veces se había sentado frente al televisor después de que Hayley se fuera a la cama para olvidar sin pensar que tenía toda una vida de estar sola, de criar a su hijo sola. En poco tiempo tenía un hogar con niños, lo estaba disfrutando enormemente y tenía a su mujer de vuelta. "¿Estás bien?", volvió a preguntar mientras la cara de Marsha se fruncía y se frotaba la barriga.

"Sí, aquí Junior está saltando sobre mi vejiga", empezó a levantarse, "tengo que ir al baño". Heather sonrió mientras veía a Marsha caminar hacia el baño.

* * * * *

Heather cerró con llave por la noche y se dirigió al dormitorio cuando Marsha no regresó a la cocina, donde había telefoneado a sus padres. Encontró a Marsha de pie, mirando la cuna que Heather había resucitado del sótano. La había subido, lijado las asperezas y, con la ayuda de los niños, la había pintado. "Esas huellas de manos son adorables", dijo Marsha a la habitación, sintiendo la presencia de Heather detrás de ella. "A los niños les gustó", sonrió, recordando cómo sus manos se sumergían en la pintura. Había tenido que sujetar a cada uno de ellos para que no fueran demasiado generosos con las huellas de las manos que ahora decoraban la cuna blanca. Cada niño había utilizado un color que había elegido él mismo. Amarillo para Hayley, que dijo que era como un campo de heno, disfrutando de la historia que le había contado Marsha. El verde para Bahir, que insistía en que las plantas de la primavera eran muy importantes. Marsha no había tenido pintura dorada para Amir, pero le explicó al pequeño que el azul era real. Él no entendía lo que quería decir, pero sumergió la mano en la pintura repetidas veces mientras ella estampaba la huella en la madera de la cuna. Le explicó que su nuevo hermano o hermana tendría sus manos rodeadas cuando durmiera. Las dos niñas parecieron entenderlo. Ella sabía que Amir no tenía ni idea, pero se divertía y eso era lo importante mientras armaban las cosas. Estaba disfrutando de tener una pequeña por la casa de nuevo y Bahir era una alegría con sus preguntas mientras aprendía más palabras en inglés. Eso le recordó a Heather: "¿Cómo enseñabas inglés a los niños cuando estabas allí?". Marsha levantó la vista de examinar la hermosa cuna. Sus ojos tenían una mirada perdida y lejana cuando hablaba del pasado. Sabía por los psicólogos que era importante no reprimir esos recuerdos, pero aún así le costaba hablar de ello de vez en cuando. Le habían inculcado durante demasiado tiempo que se callara y no dijera nada. Incluso el ejército tenía problemas para sacarle información. Su silencio frustraba a todos, incluso a ella. "Solía jugar cuando se me permitía estar con ellos y utilizaba palabras en inglés. Tenía que tener cuidado porque Zabi y Melkah lo desaprobaban". "Entonces, ¿por qué hacerlo?", preguntó ella, sabiendo que Marsha probablemente había sido golpeada por insolencia. "Porque eran mías", respondió enfadada.

Heather se sobresaltó. Estos cambios de humor a veces daban miedo. Los psicólogos le habían advertido de que Marsha tenía un trastorno de estrés postraumático y que habría problemas que tendría que resolver. Le aconsejaron que tuviera paciencia, pero que si se volvían violentos, pidiera ayuda. "No eran de ella", continuó mientras lo escupía. "Esa vieja ciruela seca no podía tener hijos, así que confiscó los míos, pero no podía ocuparse de ellos todo el tiempo. Era demasiado importante en su propia mente dentro de la tribu, así que me convertí en la niñera de mis propios hijos", sollozó ligeramente. Heather hizo un movimiento para tomar a Marsha en sus brazos, pero fue detenida por una mano levantada mientras la mujer de pelo negro se tranquilizaba. "Tuve que tener cuidado, pero los niños son esponjas". Miró a Heather, que asintió. "Como era un juego, lo hice en secreto. Tenía que desafiarlos en lo que pudiera, ¿sabes?". Heather volvió a asentir. "Tienes que decírselo". "¿Decírselo a quién?" "Al ejército. Tienen que saber que, a pesar de tu situación, les desafiaste. Tienen que saber que que no estabas allí por voluntad propia". Marsha miró largamente a Heather mientras evaluaba las palabras y luego asintió. Tenía sentido. Cosas intrascendentes como esta eran las que echaba de menos y estaba agradecida de tener una esposa tan inteligente y comprensiva. Lo archivó para discutirlo mañana con los psicólogos del SERE que llevaban una semana hablando con ella.

* * * * *

Marsha y Heather no se sorprendieron al encontrar una nota pegada en la puerta de su casa al día siguiente cuando volvieron de la base. Los psicólogos se habían asegurado de que hubiera alguien que jugara con los niños mientras los dos adultos se reunían con los psicólogos. Ambos tuvieron sesiones individuales, así como terapia de pareja. Pudieron trabajar en muchas cosas que ninguno de los dos sabía que estaban enfadados, así como proporcionar información valiosa de Marsha... las pequeñas cosas mientras recordaba detalles de su cautiverio, toda la información que había pensado que era demasiado insignificante para compartirla. Heather se había sorprendido al descubrir que estaba enfadada con su mujer. Lo había hablado con la psicóloga que le habían asignado. Su tarea era hablar de ello con su mujer. 'Querida Marsha, hemos pasado por aquí, pero no has contestado a la puerta. Esto es infantil. Llámanos al Hilton Garden Inn para cenar. Mamá', decía la carta. "Oh, Dios", suspiró Marsha. Estaba cansada. Se suponía que la semana de conversaciones psicológicas, extracción de información y el proceso de repatriación la ayudarían a descomprimirse. En cambio, estaba agotada y estaba segura de que gran parte de ello tenía que ver con su embarazo y no sólo con la tensión mental de su situación. "Justo lo que necesito", suspiró. Ya podía sentir que se ponía tensa, sólo con saber que su madre estaba en el vecindario. Heather, que se esforzaba por llevar a Amir, que estaba siendo un gusano de la vida, miró la nota y suspiró ella misma. Con MaryBeth en los alrededores, sería como caminar entre minas terrestres. La más mínima presión y la mujer se dispararía. "¿Podemos ignorarlo?", preguntó esperanzada. Marsha se rió, una risa genuina, y apoyó la cabeza en el hombro de su mujer. "Vamos a intentarlo". No se lo permitieron. Apenas habían entrado por la puerta, conseguido que los niños se acomodaran, se alimentaran y se lavaran, cuando sonó el timbre. Su sonido hizo que el corazón de Marsha se acelerara. No sabía por qué le provocaba eso, pero archivó la reacción como algo que podría contar a los psicólogos. Las palmas sudorosas y el corazón acelerado eran definitivamente signos de TEPT y no entendía por qué. Estaba en el salón jugando con los niños

y se acercó a la puerta para abrirla. "¿Quién es?", preguntó a través de la puerta mientras ponía el ojo en la mirilla. Vio que su madre miraba la puerta, exasperada, no le gustaba que la hubieran hecho esperar. Había sido una buena decisión por parte de Marsha y Heather no proporcionar a sus padres una llave de su casa. Sonrió al ver que su padre parecía paciente y ansioso. "¿Marsha? Abre la puerta ahora mismo", le ordenó su madre. A través de la mirilla, su rostro distorsionado era aún más intimidante. Marsha se preguntó cómo lo había hecho, pero ya no se dejaba intimidar por su familia, y mucho menos por su madre. Desbloqueó lentamente la puerta para abrirla. "Oh, tienes un aspecto terrible", fueron las primeras palabras que salieron de la boca de su madre al mirar a Marsha. Marsha, que se había quitado el uniforme y se había puesto un chándal y una camiseta, no se emocionó al ver a su madre. Su padre, de pie detrás de la mujer, se limitó a permanecer de pie con lágrimas en los ojos. "Bueno, ¿no vas a invitarnos a entrar?", preguntó con voz estridente mientras intentaba escabullirse de Marsha. "Mamá, te dije que no vinieras", intentó Marsha bloquearle el paso, sujetando la puerta con su hombro izquierdo mientras su madre intentaba abrirla. "Bueno, supe que eso era una tontería en cuanto lo oí", descartó ella. Intentó empujar la puerta y pareció sorprenderse de que Marsha no cediera. "Mamá, te dije que no era un buen momento. Todavía estoy siendo interrogado por el ejército y..." "Pish posh", dijo su madre al tiempo que rechazaba las palabras de Marsha. "Soy tu madre y estoy aquí para ayudar".

"Pero, mamá, tú no ayudas, y te agradecería que llamaras y te invitara de verdad en el futuro". MaryBeth se apartó, sorprendida por las palabras de Marsha. Por un segundo se quedó sin palabras. "¿Hay alguna razón por la que no quieras vernos? ¿Le pasa algo a Hayley? ¿Quieres explicarlo?" Señaló la barriga que sobresalía prominentemente entre ellas. Marsha suspiró, ya exasperada por su madre. Cerró los ojos por un momento para recomponerse para para que no se le fuera la olla a la mujer, intentó contar hasta diez. "¿Qué pasa? ¿Viene el bebé? ¿Estás bien?" Marsha negó con la cabeza y Heather le puso la mano en el hombro. "Todo está bien, nena. Yo me encargo", dijo detrás de ella. Heather abrió la puerta justo cuando MaryBeth empujó, haciéndola tropezar. "Ups, te he pillado ahí", intentó ayudar a la mujer que se apartó enfadada. "¿Sigues aquí?" preguntó MaryBeth con maldad. "Por supuesto, señora Gagliano. ¿Dónde iba a estar si no?" "Sólo déjeme..." comenzó mientras se abría paso hacia la casa, Lawrence la seguía detrás disculpándose. Se detuvo al ver a los niños en el salón. "¡Abuela!" Hayley gritó encantada y vino corriendo para recibir abrazos y besos, que la mujer le concedió de buen grado. "¡Hayley, mi niña! Mi preciosa niña", dijo con náuseas. Marsha empezó a rechinar los dientes cuando el tono de su madre las puso de los nervios. "Hola, pastelito", Lawrence se inclinó para darle a Marsha un abrazo de costado. "Hola, papá", suspiró ella cuando el único padre que sí le gustaba la tocó. "¿Y quién es éste?", preguntó él, con su profunda voz retumbando de placer mientras abrazaba a Hayley.

MaryBeth habría aceptado todos los abrazos y besos, pero la niña se zafó de su abrazo para abrazar a su abuelo. Cuando MaryBeth se enderezó, vio a otros dos niños en el salón. Era obvio que estaban relacionados de alguna manera, ya que vio a Marsha en ambos. Su mirada sorprendida se fijó en los niños y en el desorden que habían creado, y luego miró acusadoramente primero a Heather y luego a su propia hija. "¿Quiénes son? ¿Habéis acogido a los perros callejeros? No es que puedas permitírtelo. ¿Son hijos del padre? Realmente creo que deberías replantearte esto antes de adoptarlos". Marsha se puso aún más rígida por el bombardeo. "Mamá, son mis hijos y no 'del padre'", hizo comillas con los dedos. "Heather y yo vamos a criarlos juntos". Heather sonrió y rodeó con su brazo a la orgullosa y ahora rígida Marsha, mostrando unidad. "La verdad es que no entiendo por qué no nos habéis llamado antes. Es obvio que hay que hacer algo aquí. Quiero decir, miren este lugar...", siguió y siguió, gesticulando con las manos, pero tanto Heather como Marsha habían dejado de escuchar. Con tres niños pequeños, la sala de estar, antes limpia, era ahora un desastre. Las dos madres volverían a limpiarlo cuando los niños se durmieran, pero hasta entonces no tendría sentido. "Papá", empezó Marsha, apartándose del incesante parloteo de su madre. "Ustedes dos sólo pueden quedarse esta noche. No tengo tiempo para esto y todavía me están informando". Ella sonrió mientras él asentía, con los ojos aún llenos de lágrimas al ver a su preciosa hija con vida. "¿Cuándo sales de cuentas?", le preguntó con insistencia, mirando el abultamiento de su estómago y pensando en lo espantosa que le quedaba la ropa. "Cualquier día", sonrió, su mano se dirigió automáticamente a la redondez y la acarició para dar suerte. "Creo que tienes algo que contarnos" su ceja se alzó hacia los otros dos niños y sonrió. "No sólo eso jovencita, sino que tú..." intervino su madre y parloteó. "MaryBeth, si dejas que alguien diga algo, tal vez Marsha y Heather puedan explicarnos sobre nuestros últimos nietos", refunfuñó Lawrence con fuerza. "¡No adoptes ese tono conmigo! Te haré saber...."

"Mamá", intentó Marsha, pero fue ignorada. "Mamá..." lo intentó de nuevo. Cuando eso no funcionó, finalmente gritó: "¡Cállate ya!". Sorprendida, MaryBeth se quedó callada durante cinco segundos. Todos pudieron ver el vapor que subía mientras se preparaba para arremeter contra su hija. "Si quieres saber de mí, de nuestros hijos, vas a tener que quedarte callada. Si no puedes Si no puedes, puedes irte ahora", amenazó Marsha, agarrando la puerta y sujetándola. MaryBeth estaba furiosa. La gente que interrumpía era maleducada. No podía entender que la gente no quisiera escuchar sus opiniones. Después de todo, ella sabía.... Se dio cuenta de que su hija hablaba en serio. Sin responder, se dirigió al sofá para sentarse, sacando algún juguete infantil. Lo cogió con dos dedos, observando con desagrado en busca de gérmenes. Bahir y Amir miraron fijamente a la intrusa y miraron a Heather y Marsha. Hayley, haciendo caso omiso de la desagradable situación, reanudó el juego y pronto los otros dos se unieron a ella. "Vamos, papá. Tengo que presentarte a algunas personas", dijo Marsha engatusando. "Desde luego que sí", dijo él con una sonrisa. El eufemismo del año", pensó mientras la abrazaba de nuevo, encantado de verla viva y sana. Los dos niños que los observaban se parecían mucho a ella, con sus grandes ojos marrones, y él sonreía mientras se giraba para caminar con su hija hacia ellos. "Bahir", indicó a la niña, "y Amir", indicó al niño, "son mis hijos que tuve mientras estuve cautiva". MaryBeth fue a abrir la boca, vio la mirada de advertencia tanto de su hija como de su marido y la cerró con un chasquido audible. "Son preciosos", dijo Lawrence y continuó sonriéndoles, sin querer asustarlos. "¿Hablan inglés?" "Sí, papá, lo hacen; sin embargo, aún no están acostumbrados a ti, así que no sé

si se acercarán a ti". Se volvió hacia los niños que seguían mirando. "Este es mi papá, mi papi, y esta -señaló a MaryBeth que estaba sentada con una mirada de desaprobación- es mi mamá, mi morena", explicó. Ambos niños miraron desde el hombre grande y fanfarrón que les sonreía, hasta la mujer desaprobadora que estaba sentada en el sofá mirándolos fijamente. "De todos modos, papá, siéntate", invitó Marsha, con el brazo todavía alrededor de Heather, que le indicó que se sentara primero. Heather se sentó en el brazo del sofá mientras los adultos observaban a los niños. Bahir y Amir volvieron a jugar con Hayley. Estaban jugando con Legos y parecían muy concentrados en construir. Los niños estaban fascinados con los pequeños ladrillos. "¿Por qué no respondiste a mi nota?", preguntó finalmente MaryBeth con voz acusadora. "Mamá, te he dicho que he estado ocupado. Estaba siendo interrogado por el SERE y...." "¡Estoy segura de que el ejército puede sacar tiempo para tus padres!", aseguró Marsha con un tono de conocimiento. "No, no pueden. Tengo que darles una información que necesitan desesperadamente. Puede que sea crucial para ellos allí, no lo sé, pero mi deber es ante todo con el ejército". "No sé por qué. No han sido de mucha ayuda para tu padre y para mí. Ni siquiera nos informaron de que estabas vivo. Por qué, cuando pienso en..." "Mamá, esta es una situación muy delicada. Me retuvieron durante cinco años. Ya ves tres de los resultados de eso", indicó a los dos niños que jugaban intensamente y luego se frotó el estómago. El bebé volvía a hacer de las suyas, percibiendo su malestar y disgusto. "No van a ir a informarte de que estoy viva después de la forma en que difundiste mi desaparición por toda la televisión". "Cuando pienso en lo útiles que fueron esos pobres periodistas", comenzó de nuevo, sin dejarse disuadir por la interrupción de Marsha. "¿Ayudantes? Pueden haber puesto en peligro mi seguridad allí. Afortunadamente, me retuvieron personas que no tenían televisores". Se detuvo para no revelar demasiado.

"¿Retenido? Yo diría que lo pasaste muy bien allí", indicó a los niños. "No veo por qué era todo un secreto tan grande..." "Mamá, ¿no lo entiendes?" Marsha se enfadó de repente por la actitud despectiva de su madre. "Me violaron. Me agredían continuamente cada vez que intentaba escapar. Se deleitaban haciéndome daño. Dejarme embarazada era un extra". Heather rodeó a Marsha con el brazo y le apretó el hombro en señal de advertencia. Enfadarse no era bueno para el bebé ni para Marsha. También sabía que proporcionar a MaryBeth demasiada información sería perjudicial para cualquier cosa que Marsha pudiera conseguir. Marsha se dio cuenta de lo que Heather estaba comunicando con el apretón y se controló. "No estaba allí por placer. Mi helicóptero cayó. No fue por elección", aseguró a su madre y miró a su padre, que parecía sorprendido por lo que había revelado. "Te hago saber que esa simpática reportera del Canal 9 de noticias estará encantada de saber...", comenzó, emocionada por tener algún chisme que compartir en las noticias, segura de que sería el centro de atención una vez más.. Le había encantado la atención que habían recibido por la desaparición de su hija y disfrutaba de la fama entre sus amigos en todas las entrevistas que concedían. "No, mamá, no puedes decir ni una palabra hasta que el ejército diga que está bien", intentó explicar Marsha, pero pudo ver el brillo en los ojos de su madre y supo que era inútil. Mañana estaría al teléfono, haciendo caso omiso del protocolo. Lo intentó de todos modos. "Si la noticia de mi aparición sale en las noticias y se enteran por allí...", comenzó. "Ya dijiste que no tenían televisión, así que ¿cómo se van a enterar?", señaló razonablemente. "Tienen amigos y seguro que me están buscando por todas partes". "Pssht, esos paletos no podrán encontrarte por aquí", descartó ella. "Esos 'paletos' como tú los llamas", hizo las comillas para enfatizar lo que iba a

decir, "llevan décadas luchando contra americanos y rusos y ganando". "Es imposible que ganen contra nuestra potencia de fuego superior". Marsha se rindió. No podía discutir con alguien tan aferrado a sus propios ideales y a su forma de vida, alguien que no podía comprender que la tecnología y la guerra moderna no significaban nada para esa gente. Lo harían y podrían ganar una guerra... y la habían mantenido oculta durante cinco años. Lo harían y podrían encontrarla si quisieran. Tragó saliva mientras miraba a sus tres hijos jugando. "Ahora, deberíamos planear un picnic familiar para poder invitar a..." empezó su madre de nuevo, haciendo planes. "No puedo", intentó decir Marsha varias veces sin éxito. Una de las muchas razones por las que se había alistado en el ejército era para escapar de esa mujer. Tenerla lo suficientemente cerca como para subirse a un coche y conducir hasta su casa no era algo que le gustara. Dejó que la mujer siguiera planeando. Al cabo de una hora, los niños estaban inquietos y Heather volvió a apretarle el hombro para recordarle que debían irse a la cama, no sólo los niños, sino también los adultos. "Bueno, mamá, ha sido un placer que nos visites, pero tenemos que llevar a los niños a la cama", comenzó, intentando que su que su madre se fuera. "Oh, yo ayudaré", le aseguró ella. "No, señora Gagliano. Tenemos un sistema", intentó interponer Heather. "Seguro que sí querida, pero yo sé más", le aseguró condescendiente. "Mamá, es mejor que sigamos nuestro sistema para que los niños se vayan a la cama a la hora y de la misma manera. Heather les lee y yo..." "Bueno, cuando eran pequeños sólo les decía que se fueran a la cama y no había ninguna de esas tonterías de la lectura". "Sí, mamá, lo recuerdo; sin embargo, ha sido un día largo y tengo otra mañana-...." "¿No puedes tomarte un día libre? Después de todo, hemos venido hasta aquí para veros a ti y a Hayley".

"No, mamá. No puedo tomarme un día libre. No hay tal cosa como un día libre en el ejército. Estoy segura de que lo recuerdas". Miró a su padre, que sonrió y asintió. Siempre se mostraba tan ajeno a los groseros murmullos de su mujer. "Bueno, te diré que...", empezó de nuevo y Marsha ya estaba harta. Se levantó del sofá, lo que no era fácil en su estado, pero lo hizo con bastante elegancia. "Bueno, mamá, ha sido un placer que nos visites, pero ahora tienes que irte", le dijo sin rodeos. "Estoy segura de que podemos arreglar una cena o algo después de tu trabajo mañana", intentó con dulzura mientras se levantó de mala gana. "No, mamá. No lo creo", dijo Marsha con suavidad, tratando de contener su temperamento. Lawrence se llevó la mano a la parte baja de la espalda de su mujer, dándole un ligero empujón, dándose cuenta, quizá tardíamente, de que su hija y su mujer estaban intentando deshacerse de ellas. "Despedíos de vuestros abuelos", les dijo Heather a los niños, sobre todo a Hayley, que lo entendería. entender. La niña, tras escuchar el enfado en las voces de los adultos, se mostró un poco reacia. Recordaba muy bien lo confundida que la había hecho sentir la abuela. No lo entendía, pero Heather siempre había sido su consuelo cuando volvía a casa. Le dio a sus dos abuelos un abrazo de despedida a regañadientes. "Papá, a ver si puedes mantener esto fuera de los medios de comunicación", le advirtió Marsha en un tono bajo, su madre se había ido sin decirle nada. Al fin y al cabo, su hija no le era de mayor utilidad en este momento y no giraba en torno a ella. "Haré lo que pueda, cariño", prometió, sabiendo lo ineficaz que podía ser. Veía el orgullo que su hija sentía por sus hijos y sabía que no podía someterla a las legiones de reporteros que descenderían si su mujer abría la boca. Haría lo que pudiera.

Marsha le dio a su padre un abrazo de costado. "Avísanos cuando éste esté a punto de llegar", se burló de ella mientras le pinchaba la barriga. "Lo haré, papá", prometió ella mientras sonreía y le dejaba salir de la casa. Su madre ya estaba de pie, impaciente, junto al coche. "Esa mujer podría provocar una avalancha", murmuró mientras los saludaba mientras se marchaban. Se volvió para ver que Heather ya había llevado a los niños al dormitorio. Les estaba contando un cuento para dormir en la tienda de campaña que habían montado en la habitación. Sonrió, preguntándose si Hayley había dormido siquiera una noche en su propia cama desde que habían llegado sus hermanos. Suspiró. Realmente necesitaban conseguir más camas.

CAPÍTULO XV

"Nena, ¿estás bien?" Heather observó a Marsha con ansiedad esa noche. Marsha levantó la vista de donde estaba sentada en el sofá, frotándose el estómago inconscientemente mientras miraba la televisión. Se sorprendió de los programas que se emitían y estaba viendo ávidamente un drama televisivo en el que aparecían abogados. El fiscal principal estaba muy bueno. No le dijo a su esposa que estaba muy enamorada de la mujer, aunque ambas se reirían de ello. "Sí, ¿por qué?" "Te ves incómodo". "Oh, es sólo la lasaña. No creo que al joven de aquí", se frotó más fuerte, "le guste el italiano". "Más vale que le guste el italiano, ya que eres la mamá", bromeó con una sonrisa mientras se inclinaba para darle un beso a su esposa. "Me gusta el italiano". Marsha sonrió y le devolvió el beso de todo corazón. Había echado de menos este tipo de cercanía. Había echado de menos el afecto. Deseaba poder tener más intimidad con su mujer, pero lo único que tenían era estar abrazados, acurrucarse en la cama por la noche. Había intentado iniciar más, pero Heather quería esperar hasta que naciera el bebé y las cosas no fueran tan unilaterales. Al principio, Marsha se había ofendido. Estaba embarazada, no muerta sexualmente, pero sospechaba que Heather había hablado con los psicólogos y que su trastorno de estrés postraumático por haber sido violada podría ser parte de todo ello. En su mente, o al menos lo que había contado a los psicólogos del SERE, era que era absoluta y totalmente diferente. Zabi había sido un hombre, su esposa era una mujer... no era comparable. Le aseguraron que ese era un factor importante, sin embargo, el sexo y la violencia ejercida sobre ella y su cuerpo podían provocar brotes. Le recomendaron precaución. Marsha no estaba tan cachonda en estas últimas semanas como para no poder esperar. Esperaba retomar una relación bastante normal con su mujer. No podía creer lo comprensiva y amable que había sido Heather; sin embargo, había sabido que su esposa era un valor seguro, un tipo de mujer entre un millón. Le encantaba todo de ella. Le sonrió cuando se separó del beso. "Te quiero", le respondió.

Heather le devolvió la sonrisa y acarició el lado de la cara de su esposa. Había echado de menos la fácil intimidad entre ellas. No se había dado cuenta de que había echado tanto de menos los años sin el o de otro ser humano adulto hasta que volvió a tenerlo. Acurrucarse cada noche con su mujer, sentir la vida que crecía en ella, la había conmovido hasta el fondo. No iba a dejar ir a esta mujer de nuevo, no sin luchar. El ejército podía hacer lo que quisiera, era su mujer y no iba a ir a ninguna parte. Todavía los culpaba, cambiándolo por la rabia que había sentido hacia su mujer por haberse ido. Los psicólogos con los que había hablado le ayudaron a explicarlo. La transferencia era normal ya que Marsha era una víctima inocente. Heather notó que su mujer se movía de nuevo incómoda. "¿Seguro que estás bien?", le preguntó. "Sí", descartó ella. "¿Tienes dolores de parto?" La miró con desconfianza. "No, es la lasaña. No quiere comportarse y tengo ardor de estómago", se lamentó. "¿Cómo sabes que no es el bebé? ¿Por qué culpar a la lasaña?", se burló ella. "He tenido bebés antes. Creo que podría distinguir entre los dolores de la lasaña por indigestión y los dolores de parto". Miró a su mujer divertida y luego su mente volvió al programa de televisión que estaban viendo. Heather no discrepó, no deseando entrar en una discusión con su esposa, pero la observó a ella, no al programa de televisión. Observando la incomodidad de Marsha, la rubia comenzó a cronometrarla. Cuando la "incomodidad" llegó a los cinco minutos, habló. "Um, nena", esperó a que Marsha levantara la vista. "Creo que estás de parto", explicó entonces su tiempo. "¿No puede esperar? El programa está en marcha...", señaló a la televisión. "No creo que el bebé vaya a esperar", se rió de ella mientras se levantaba para llamar a la niñera que había contratado. Era una chica que utilizaba ocasionalmente para cuidar a Hayley. Se la había presentado a Bahir y Amir para que no se asustaran con su presencia. Ella también era una esposa del ejército y tenía un niño de cuatro años, pero no se llevaba bien con Hayley. Simplemente era demasiado mandón con la niña mayor. Ella lo llevaría con ella, ya que aceptó venir enseguida.

"Creo que estás exagerando", le dijo Marsha durante una publicidad mientras Heather sacaba la maleta maleta con sus cosas. "Puede ser, pero estar preparada no es algo malo, ¿verdad?". "El programa está a punto de terminar. Shhh", la amonestó su mujer mientras volvía a mirar el televisor. En ese momento, un dolor le recorrió el abdomen y la espalda. Jadeó ante su intensidad. "¿Te encuentras bien, campeón?", le preguntó Heather, preocupada. preguntó Heather, preocupada. Había pasado por esto antes con ella y Hayley y conocía las señales. Sin embargo, su mujer era testaruda. "Esto no es muy deportivo", se quejó mientras respiraba entre el dolor. Reconoció que se trataba de una contracción real. El dolor era demasiado específico e intenso como para seguir ignorándolo. No había aumentado por pequeñas medidas, sino que se había convertido en algo muy fuerte en su mente, y estaba tratando de no entrar en pánico. La tribu la puso en cuclillas para dar a luz. Estaba deseando dar a luz en una instalación moderna de la base. "Nunca lo es", aceptó con una sonrisa mientras se sentaba, no para ver la televisión, sino para observar a su mujer y cómo evolucionaba. "No mires. Es de mala educación mirar", bromeó mientras terminaba de respirar por el dolor. "Hablas como tu madre", replicó ella con una sonrisa. "Oh, no empieces", espetó ella mientras se relajaba y volvía a ver el programa. "Al menos llegó durante un anuncio", añadió Heather con sarcasmo mientras intentaba ignorar a su mujer que se retorcía en incómodo silencio. Odiaba eso de Marsha, su capacidad de estar en silencio en momentos extraños. También había hablado de eso con los psicólogos, de su enfado porque su mujer no compartía sus experiencias. Le habían explicado que parte de ello se debía al ejército y a su interrogatorio, que ella no podía compartir. Otra parte se debía a la naturaleza de Marsha, que parecía haberse intensificado desde su captura. Simplemente necesitaba permanecer en silencio para salvarse de las palizas. Su silencio probablemente le había salvado la vida en más de una ocasión y ahora estaba arraigado.

Esperaron un par de contracciones más antes de que un golpe en la puerta revelara a Janet, que llevaba en brazos a un niño somnoliento llamado Eric. "Shhh", advirtió mientras susurraba. "¿Dónde puedo acostarlo?" "¿Qué tal aquí en el sofá?" Heather se ofreció y rápidamente fue a buscar sábanas y una manta para el pequeño. "¿Cómo estás?", le preguntó a Marsha, al ver que se frotaba el estómago. "Me gustaría terminar mi programa y luego podemos irnos", respondió mientras se cambiaba a una posición más cómoda, respirando por la nariz para ayudar con el dolor. Aquellas respiraciones purificadoras que había aprendido durante el embarazo de Hayley ayudaban en muchos niveles, y no sólo en el parto. Pensó momentáneamente en otras ocasiones en las que había utilizado esa técnica y luego las apartó con firmeza de su mente para no estropear este momento. No necesitaba pensar en Zabi y su brutalidad en este momento. Se concentró en su vientre y envió buenos pensamientos al niño que pronto nacería. Oyó a Heather regresar y vio cómo preparaba rápidamente una cama para Eric. El niño era un mocoso mimado, pero al ser hijo único Janet tendía a asfixiarlo con cariño y se salía con la suya. Aun así, necesitaban a alguien que vigilara a los niños cuando se levantaran y Heather iba a acompañarla al hospital. "Vuelvo enseguida", dijo Heather mientras tocaba el hombro de Marsha y se dirigía a la cocina para hacer otra llamada telefónica. Marsha trató de ver lo último de su programa. Ya había habido bastantes interrupciones y le molestaba perder parte de la trama. No sabía por qué era tan importante para ella seguir el programa de televisión, pero quizá al no haber visto ningún programa en todos esos años, lo echaba de menos. Tuvo un buen momento cuando la protagonista femenina se puso muy sexy con su homólogo masculino y pudo verla con un peluche revelador. El peluche negro contra su piel blanca hizo que todo valiera la pena. "¿Preparados para salir?" Heather preguntó alegremente. "Ya casi ha terminado..." señaló a la televisión donde los dos amantes se dirigían

a la cama después de besarse acaloradamente. Sonaba irritada. Heather trató de no poner los ojos en blanco, pero su mujer no lo habría visto de todos modos, ya que se volvió hacia la pantalla. "¡Oh, me encanta este programa! Los personajes son...", empezó Janet, pero Marsha la hizo callar con un poco de brusquedad y la mujer se calmó sorprendida. Miró de Marsha a Heather, que se encogió de hombros, y luego volvió a la escena de la televisión, que en breve se desvaneció y pasó a un anuncio. "Ya está", dijo Marsha mientras empezaba a levantarse de la silla y a ponerse de pie. "¿Necesitas ayuda?", se ofreció su mujer. "No, yo me encargo". Heather observó cómo su testaruda esposa se acercaba al borde del sillón reclinable y, tras forcejear, se puso en pie, sólo para doblarse con un jadeo cuando un dolor la golpeó de nuevo. Esperaron, dejando que Marsha se ocupara de ello antes de que las dos se dirigieran a la cocina. Heather llevó la maleta de Marsha al garaje. "Te llamaré", le dijo Heather a Janet antes de que salieran del salón. La mujer se limitó a asentir con la cabeza, todavía un poco aturdida, y tal vez molesta por la descortesía de Marsha. No podía evitar comparar el hecho de que su marido estuviera fuera por el ejército con el cautiverio de Marsha y eso la molestaba. "Pongamos este espectáculo en marcha", intentó bromear Heather mientras ayudaba a Marsha a subir al coche. "¡Esperemos que empiece el naufragio!" Marsha le devolvió la broma, ya empezaba otro dolor y sabía que lo había dejado demasiado tiempo... venían más rápido. Ese maldito programa de televisión probablemente se repetiría más adelante en la temporada de todos modos. Eso esperaba. Ya se había perdido bastante esta noche y quería volver a ver ese peluche. Tal vez podría comprar uno como ese para Heather algún día. Sorprendentemente, el Wreck arrancó al segundo intento y salieron con cuidado

del garaje. "Estás conduciendo como una anciana", le ladró Marsha a su mujer mientras agarraba el salpicadero y el de la puerta con los dedos, tratando de respirar por el dolor. "Estoy conduciendo a una velocidad segura para que llegues a salvo. No sería bueno tener un accidente en el camino al hospital, ¿verdad?" "Probablemente. Llévame más rápido". Heather intentó no tomárselo como algo personal. Después de todo, su mujer estaba sufriendo por el nacimiento del que sería su cuarto hijo. Intentó no pensar en cómo había sido concebido. Intentó no resentirse por no haber participado en la decisión de tener tres hijos más. No era su culpa. No era culpa de Marsha. Los psicólogos se habían portado de maravilla con sus problemas al respecto. De todos modos, ella no había sido de las que asignan la culpa, pero ¿cómo podía evitarlo cuando su mujer estaba dando a luz a un producto de una violación? Se repetía a sí misma que el hombre que lo había provocado estaba muy lejos y que nunca conocería a esos niños que había provocado. Eran suyos, de ella y de Marsha, y él, sin saberlo, les había proporcionado lo que realmente querían... una familia numerosa. También se olvidó convenientemente del esperma que tenían archivado para cuando llegara el momento de que Heather tuviera un bebé. Todavía lo deseaba, pero no se atrevía a planteárselo a su mujer... todavía no. El momento no había sido bueno desde que regresó. Pronto llegaron al hospital. Heather había llamado con antelación para que el médico de Marsha, una mujer llamada Doctora Cook, supiera que estaba de parto y pudiera estar preparada. Alguien salió corriendo con una silla de ruedas y ayudaron a la esforzada Marsha a subirse a ella. "Creo que este niño ya va a salir", consiguió decir a través del dolor que sentía. "Oh, no. No en la bahía de la ambulancia", se burló el hombre detrás de la silla de ruedas. "¡No queremos eso!", la cogió y se marchó corriendo mientras Heather iba a aparcar el coche siniestrado. Heather se apresuró a entrar, pero no había rastro de su mujer. La molestaron un poco antes de revelar que la habían llevado inmediatamente a las salas de parto. A Heather le costó encontrarlas, pero afortunadamente ya había estado allí una

vez por Hayley y los confusos pasillos al menos le resultaban familiares. Sabía que parte del problema era que eran una pareja del mismo sexo y era como si la gente se lo pusiera más difícil a propósito. Tuvo que explicar una y otra vez que Marsha era su esposa, y luego tuvo que lidiar con sus miradas vacías de incomprensión una y otra vez. Era frustrante, y para cuando encontró a Marsha, se vistió y entró en la habitación con ella, la mujer de pelo negro estaba gritando. "¿Qué coño os pasa? Quite esto de encima". Heather se sorprendió por el lenguaje. Su mujer, aunque estaba en el ejército y escuchaba un lenguaje selecto de la gente con la que se relacionaba, nunca hablaba así de otra manera. Sabía que era algo que desconocía en ese momento y que, de haberlo sabido, se habría arrepentido inmediatamente. Viéndola despotricar contra el médico y las enfermeras, tal vez no. Parecía una mujer salvaje, su pelo rizado ya caía por su cara y se pegaba a ella debido al sudor. "¿Dónde coño estabas?", preguntó cuando Heather le cogió la mano. Heather casi se encogió, no sólo por el lenguaje dirigido a ella, sino por el agarre de Marsha en su mano. La mujer no tenía ni idea de su propia fuerza. "El tráfico", respondió, utilizando el humor para desviar el dolor. "Está coronando", se oyó. "Empuja, cariño", animó Heather. "¿Qué cojones crees que he estado haciendo?", consiguió soltar a pesar del dolor. Jadeó mientras intentaba empujar la bola de bolos de entre sus piernas. Oyó que el bebé empezaba a llorar y eso la animó. "¿Qué es, un niño o una niña?", preguntó ansiosa. Ella, al igual que Hayley, esperaba que fuera un niño para igualar las cosas en la casa. El pobre Amir estaba inundado de estrógenos femeninos en ese hogar. "Bueno, no ponen el sexo en la cabeza, así que vas a tener que darme unos cuantos empujones más fuertes", dijo la doctora Cook con sarcasmo, pero con el suficiente humor como para que todos se rieran o sonrieran ante su respuesta. Probablemente se lo había dicho un millón de veces a otras madres.

Marsha obedeció, empujando como si su vida dependiera de ello, sintiendo un chorro de líquido cuando el bebé salió de su cuerpo. También sintió un poderoso dolor mientras su cuerpo se contraía una y otra vez, liberando los músculos del nacimiento del niño. La doctora Cook levantó la vista y sonrió. "Tiene usted un niño", anunció con orgullo y lo levantó. "¿Le gustaría tenerlo en brazos?". Marsha miró al bebé que lloraba, ensangrentado y cubierto de líquido amniótico, sangre y mugre, y negó con la cabeza. y negó con la cabeza. "No", dijo clara y distintamente. Heather se sobresaltó y miró al médico. Recordó que Marsha tampoco había querido coger a Hayley tampoco. "No te preocupes, esto ocurre con frecuencia", le aseguró la doctora Cook mientras cogía las tijeras. "¿Quieres cortar el cordón?", le ofreció a Heather, que se adelantó con entusiasmo, soltando la mano de Marsha mientras su mujer se desplomaba, exhausta, contra la cama. Marsha miró al techo, aliviada de que todo hubiera terminado, mientras le sobrevenía otro dolor y jadeaba. La doctora entregó rápidamente el bebé a una enfermera para que lo limpiara y se volvió hacia su paciente. "Otro empujón y podremos sacar la placenta y terminar con esto". Marsha ya estaba harta de esto y obedeció, pero sólo para que dejaran de decirle que empujara. Estaba cansada. Quería estar limpia y calentita y olvidar esta parte de tener hijos. Si nunca tuviera otro hijo, sería feliz por ello. Ya había terminado, muy terminado, y podía recordar que le habían quitado a Amir y Bahir. Extrañamente, de repente quiso sentir a este niño en sus brazos. Después de expulsar la placenta, vio cómo las enfermeras y Heather se preocupaban por el niño. "¿Puedo cogerlo ahora?", dijo débilmente. Sorprendida, Heather se dio la vuelta, con un bebé ya limpio y envuelto en sus brazos. Se acercó con una gran sonrisa, con los ojos sospechosamente húmedos por las lágrimas no derramadas. "Es precioso", le dijo a su mujer mientras la ayudaba a sostenerlo. "¿Cómo deberíamos llamarlo?" preguntó Marsha en lugar de discrepar con su

mujer. Los recién nacidos no eran hermosos. Estaban aplastados, rojos e hinchados de nacimiento. Se veían mejor en un día. No se volvían interesantes, al menos para Marsha, hasta que empezaban a mirar a su alrededor y a ver cosas. Se había perdido que Hayley caminara y aprendiera a hablar. Se había perdido algo de eso con Bahir y Amir. No se perdería nada de eso con esta niña si pudiera evitarlo. "Una vez hablamos de ponerle a un niño el nombre de mi padre", sugirió Heather con dudas. Marsha miró los rasgos oscuros de su bebé. No se parecía en nada a su mujer y no lo haría con su herencia italiana y la aportación de Zabi de Oriente Medio o Asia. Sonrió. No importaba. Era suyo. "Hola, Liam", dijo mientras miraba a su hijo. "¿Liam Lawrence?" preguntó Heather, incluyendo al padre de Marsha. Ella había adorado a su padre, y su padrastro, aunque era un buen hombre, no era lo mismo. "¿No son demasiadas “L”?”, preguntó, pensando en cómo sonaría? "No lo sé. Creo que suena impresionante". Marsha no iba a discutir con su mujer, no en un momento como éste. Así que, Liam Lawrence Gagliano debía ser..

* * * * *

"Dios, estoy cansada", suspiró Marsha cuando estuvo de vuelta en la habitación que le habían asignado. "Me imagino que sí. Ha sido rápido", le sonrió Heather a su mujer. La habían limpiado, asegurándole que había sido un buen parto y que podría tener más hijos si quería. Heather escuchó claramente: "Claro que no", de parte de su esposa. "Me alegro de que haya terminado", volvió a suspirar. "¿Puedes ayudarme a entrar en la ducha?" "No creo que...", empezó ella y luego rodeó rápidamente la cama mientras Marsha balanceaba los pies sobre el borde. "No deberías..." "Sé que no debería, pero no soporto lo pegajosa que me siento. Nunca me quitan todo el sudor y me siento asqueroso... por todas partes". "¿Debo llamar a una enfermera?", se preocupó. ¿Y si Marsha se desplomaba, o se desangraba, o manaba, o algo...? "Me has visto desnuda", señaló. Heather tragó saliva. Claro que sí. Había visto a Marsha en la ducha y sabía que su esposa, amante del baño, sólo estaba esperando el momento de volver a usar la bañera. Estaba muy guapa con el cuerpo lleno de su hijo. Sabía que nada disuadiría a Marsha de darse la ducha que ahora deseaba, así que lo único que podía hacer era ayudar o quitarse de en medio. Si ocurría algo, estaba ese botón rojo.... Marsha se sintió de maravilla de pie bajo el chorro caliente, dejando que se calentara más de lo que lo había hecho en su casa porque había temido dañar al bebé. Todavía no estaba lo suficientemente caliente. El hospital debía de tener algún El hospital debía de tener un medidor y miró hacia la ducha, molesta porque no estaba lo suficientemente caliente. Llevaba cinco años sin ducharse, utilizando el método del baño de esponja cuando no estaban cerca de un arroyo, o simplemente sin hacerlo. A la tribu no le importaban los olores corporales. Su

nariz occidentalizada contaba una historia diferente. Disfrutaba de las comodidades modernas mientras se agarraba a la barra de seguridad y dejaba que el agua cayera sobre su cuerpo sucio. Se lavó rápidamente el pelo y el cuerpo sudoroso de la película. Observó, preocupada, cómo los coágulos de sangre se desprendían de su cuerpo y se deslizaban por el desagüe. Cuando hubo llegado al límite y se sintió un poco desfallecer, cerró rápidamente el agua y utilizó la toalla que le entregó Heather. Se secó el cuerpo y se sentó en el retrete mientras se ponía la ropa interior y la compresa grande para recoger la sangre. Heather encontró otro juego de batas y la ayudó a ponerse una orientada hacia la espalda y otra hacia el frente para que estuviera totalmente cubierta. "¿Te sientes mejor?" Preguntó Heather alegremente una vez que Marsha estuvo de vuelta en la cama y se cepilló el pelo mojado. Sabía que se sentía mejor al saber que no había pasado nada en aquella ducha tan poco aconsejable. Los pacientes debían esperar. "Mucho", dijo con un enorme bostezo. "¿Quieres que te abrace?", le ofreció mientras se desplazaba por la cama del hospital. Sin necesidad de que se lo pidieran dos veces y disfrutando de la cercanía, Heather se levantó y abrazó a Marsha hasta que se quedó dormida. Luego se bajó suavemente de la cama y levantó las sábanas, observando cómo la hermosa mujer que era su esposa seguía durmiendo. Se maravilló de la fuerza de aquella mujer que acababa de dar a luz a su cuarto hijo. Sabía que ninguno de esos hijos era biológicamente suyo, pero también sabía que no hacía falta la biología para hacerlos suyos.

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Más tarde, mientras Marsha dormía, Heather fue a la guardería. Estaba mirando a los distintos bebés a través de las ventanas, pensando que aquello era como una exposición del zoo, cuando el capitán McKellan se acercó por detrás de ella. "¿Cuál es el tuyo?", le preguntó. Sorprendida, sonrió. Liam era suyo, ¿verdad? Marsha se había casado con ella para compartir su vida y sus sus hijos. Señaló el bulto azul de la alegría. "¿Cómo lo sabías?", preguntó, extrañada. "¿No sabías que Marsha estaba vigilada?". Ella lo miró sorprendida, perdiendo la sonrisa. "¿Qué? ¿Dónde? ¿Cuándo?" De repente se sintió como MaryBeth, preguntando tan rápido que no tuvo tiempo de responder. "Tenía que estarlo, viniendo de Afganistán. Es una vigilancia pasiva para asegurarnos de que no está en o con nadie que no deba". "¿Con quién en el mundo podría estar en o?" Se encogió de hombros, sabiendo que Marsha no era el enemigo. "Tienen que asegurarse". "¿Nuestros teléfonos también están intervenidos?", se preguntó ella en voz alta, enfadada. "Por supuesto que no", respondió él inmediatamente, pero su tono carecía de convicción. No tenía ni idea de hasta dónde llegaba esto. Sólo sabía que había algún alto mando involucrado y que no estaban hablando, sólo asegurándose de que ella iba a ser interrogada. Eso le recordó la otra razón por la que estaba aquí. "Tengo malas noticias. ¿Está despierta?" "No lo estaba cuando me fui, pero puede que lo esté ahora. ¿Qué malas noticias?" Empezó a caminar hacia la habitación de Marsha, el capitán se puso a su lado. "Tengo que decírselo primero", le dijo disculpándose.

Marsha estaba despierta y estaba comiendo por lo que parecía. "¿Creen que la gente quiere comer esto?" Les mostró la salsa congelada, que hacía juego con el budín que había abierto. Era asqueroso. Pero no debería quejarse. Ella habría agradecido algo de esto hace unos meses, incluso con mucho menos sabor. "Creo que se supone que es para aumentar tu fuerza", le dijo Heather de forma servicial. "Esto no", dejó la cuchara. "¿Dónde has estado?" "Controlando a Liam", sonrió y luego se sentó para escuchar lo que el capitán tenía que decir. "Capitán McKellan, qué bien que nos visite", dijo Marsha con una sonrisa cansada. "Tienes buen aspecto, teniendo en cuenta", se aclaró la garganta con incomodidad, sintiéndose incómoda por lo que ella debía haber pasado. "Sí, bueno, las mujeres tenemos reservas de fuerza que ustedes, los hombres, ni siquiera han imaginado", se burló ella. Parecía muy cansada y él quería acabar con esto rápidamente. "Estoy seguro de que sí. Mi esposa estaría de acuerdo. Tengo una noticia desafortunada. Ahora que has dado a luz, el ejército te da dos días para recuperarte antes de que te requieran para un interrogatorio." Marsha parpadeó. ¿Dos días? Eso no era muy generoso. Fuera lo que fuera lo que buscaban, obviamente no estaban siendo muy pacientes. "No es tiempo suficiente para que se recupere..." Comenzó Heather, indignada. Él levantó la mano para silenciarla. "Lo siento. No muerdas la cabeza del mensajero. Sé que deberían darle semanas, pero no están dispuestos a esperar. Los retrasos con los psicólogos del SERE ya tienen a algunos de ellos picando." "¿Dos días y dos noches?" preguntó Marsha, con sarcasmo. "¿Eh?", preguntó él, sin entenderla. "Bueno, tuve a Liam en mitad de la noche, así que tengo dos días y dos noches para descansar". "Um, sí", respondió él, sin entender realmente. Ella puso los ojos en blanco y negó con la cabeza. El maldito ejército no era para

los débiles de corazón. "Supongo que estaré allí entonces". "Esa es la actitud", la animó él, aunque podía oír el cansancio en su voz. Mantuvo su visita breve. "Me avisas si necesitas algo". "Voy a necesitar otro uniforme", le informó ella, señalando su estómago ahora desinflado. "Oh, sí, por supuesto. Ahora mismo", prometió él, incómodo. "Te dejaré dormir un poco", le dijo mientras mientras se apresuraba a salir. Ninguna de las mujeres señaló que ella acababa de despertarse. "Eso es terrible..." Heather comenzó enojada. "Es el ejército. ¿Qué demonios les apetece tanto meter mano?", se preguntó en voz alta. Ella averiguará mucho en los próximos días.

CAPÍTULO XVI

"El capitán Gagliano debería haber sido procesado correctamente a través de la Operación Cinta Amarilla", comenzó el psicólogo del SERE. "Los planes y acciones del Departamento de Defensa relacionados con el procesamiento del personal estadounidense retornado son muy claros y sus derechos y necesidades fueron claramente violados". Pudo ver cómo el se movía incómodo mientras ella golpeaba el manual que tenía delante. No se sentía intimidada y su informe ya había llegado a sus superiores y al Departamento de Defensa. Ellos ya sabrían lo que estaba a punto de impartir a esos imbéciles que se habían apresurado a extraer información de la mujer. "Es fundamental que las personas que han sido capturadas, a veces torturadas, y que regresan a nosotros, tengan estos pasos para poder descomprimirse. El proceso de repatriación no está estructurado. El hecho de que los psicólogos del SERE colaboren en el proceso ayuda al..." casi dijo "paciente" y quiso evitarlo con esta gente. "...soldado, al volver a su vida aquí y así podemos evitar algunos de los daños psicológicos a los que puede enfrentarse el repatriado. Al saltarse la fase I y la fase II como se ha hecho aquí, se puede comprometer la precisión de la inteligencia crítica que se puede necesitar en el caso del capitán Gagliano. Los interrogatorios de los que he tenido conocimiento, aunque algunos de ellos eran bien intencionados -miró al capitán McKellan disculpándose-, seguían estando fuera de las fases obligatorias que se establecieron para proteger a los repatriados como el capitán Gagliano." Miró a su alrededor con enfado. Ella y su equipo habían entrevistado, discutido y tenido mucho tiempo con Marsha Gagliano y su esposa Heather. Incluso les habían dado a sus hijos, que estaban traumatizados por la ausencia y el regreso. La primera niña, Hayley, aún no sabía quién era exactamente Marsha en su vida. Cosas como "madre biológica" no significaban nada para una niña pequeña. Los otros dos niños, aunque más pequeños, todavía estaban aprendiendo las comodidades modernas y se asustaban fácilmente con simples juguetes a los que un niño de esta parte del mundo estaría acostumbrado. Afortunadamente, se recuperaban mucho más rápido y fácil que los adultos. Iban a ser muchas más sesiones que las semanas que ya les habían permitido. "Si hubieran seguido el protocolo, algunos de estos retrasos de los que se quejan podría haberse evitado", señaló.

"Un terapeuta estuvo en las entrevistas iniciales", señaló el capitán McKellan en defensa de su propio papel en esto. Pensó que había cubierto sus bases grabando las entrevistas. "Sí, he leído los informes del capitán Lamar", sonrió dulcemente, mostrando unos dientes blancos y uniformes. "Deberían haberle permitido continuar para que tal vez las fases I y II no fueran ignoradas". Observó cómo el capitán se movía enfadado, su bienintencionada defensa del capitán Gagliano descartada. Se preguntó si él se daba cuenta de que delataba su lenguaje corporal de esa manera. Sabía que probablemente no le haría ninguna gracia descubrirlo. "Estoy seguro de que el capitán McKellan pensó que ahorraría tiempo", dijo el miembro del vestido de civil, defendiendo al hombre. El psicólogo se volvió contra él. "¿Y por qué no lleva usted el uniforme, coronel Kodel?". Sorprendido de que ella supiera quién era, se quedó con la boca abierta como un pez que boquea. "Eso no es de su preocupación, Capitán", comenzó enojado, tratando de intimidarla con su antigüedad y rango. "Usted no está de uniforme, señor", le respondió ella con un chasquido. "Como tal, no tiene ninguna autoridad aquí". El capitán McKellan evitó el triunfo en su rostro. Había sospechado quién era ese hombre, y el hecho de que se confirmara su posición en favor del capitán Gagliano le daba la razón. No dispuesta a alienar al coronel más de lo necesario, continuó: "Los retornados que no pasan por la Fase I y la Fase II pueden aumentar significativamente la probabilidad de que se centren en los sentimientos de impotencia y fracaso que sienten por su cautiverio o los amplíen. Estos problemas psicológicos pueden convertirse en algo duradero para los retornados". Ella utilizaba este caso como un ejercicio de aprendizaje para este . Estaba furiosa porque el capitán Gagliano no había tenido un psicólogo del SERE a su lado desde el principio. Aunque el capitán Lamar había iniciado el procedimiento, no se le había permitido continuar y su informe había reflejado su objeción en ese momento. Estaba atrapada en los engranajes del ejército y había sido reasignada a otro lugar.

Marsha escuchaba esto y se preguntaba por qué la trataban como si no estuviera aquí. Estaba cansada y sólo deseaba volver a casa. Las hormonas de su cuerpo y el cansancio resultante la hacían desear volver a casa con su bebé. Sabía que pronto tendría que tomarse un descanso para expulsar la leche de sus pechos. Podía sentir que se llenaban como un reloj. Sabía que el ejército no quería reconocer que era una madre lactante, pero en realidad ninguno de los dos tenía elección. Acababa de tener un bebé y su cuerpo aún se estaba reajustando. Estaba agradecida de poder llevar ropa más normal ahora. No iba a preocuparse de que sus pechos estallaran a través de la camisa, aunque la idea de las manchas de leche en su camisa blanca abotonada no le gustaba. "Capitán Gagliano", comenzó de nuevo. "¿Puedo interrumpir un momento, capitán?" El capitán McKellan intervino disculpándose. "Después de un arduo trabajo por parte de mi oficina -su mirada se dirigió a su ayudante, el cabo Harris-, hemos determinado y tenemos la confirmación aquí -sacó unos papeles y los deslizó por la mesa hacia la psicóloga- de que Marsha Gagliano perdió sus ascensos debido a su cautiverio. Tengo aquí la documentación correspondiente. En este momento, se la considera mayor y debe ser tratada como tal". Observó cómo la noticia de lo que estaba diciendo se extendía por la mesa. El coronel Kodel no parecía nada contento. "Además, hemos recurrido esta decisión. Después de su arduo trabajo, consideramos que la comandante Gagliano -disfrutaba de poder decir eso oficialmente ahora- debe ser ascendida al nivel de teniente coronel." "¡Eso es una barbaridad!", oyó murmurar a alguien, y antes de que pudiera mirar para ver quién lo había dicho, la psicóloga puso su granito de arena. "Es irable, capitán. Estoy segura de que, ahora, la comandante Gagliano aprecia su duro trabajo en su favor. Estamos aquí para escuchar mi evaluación de la comandante Gagliano", ella también parecía disfrutar dando a Marsha su nuevo título. Marsha se quedó sentada, aturdida. El ascenso, que debería ser retroactivo, significaría más dinero para ella y su familia. Sabía que Heather había perdido el sueño por el dinero que no tenían y por las cosas que no podían permitirse con el nuevo bebé. "Teniendo esto en cuenta, deseo continuar...." Miró alrededor de la mesa para ver

si había más interrupciones u objeciones y cuando nadie habló, continuó. "La comandante Gagliano no fue clasificada en ningún momento como evasora o persona aislada en territorio hostil o inamistoso que elude la captura", aclaró mientras había varios civiles escuchando su informe. "Como no fue retenida por fuerzas hostiles, sí intentó escapar y fue golpeada por ello, su clasificación sigue siendo dudosa". Rápidamente añadió para que no pudieran saltar al cuello de Marsha por no haber escapado antes, "No se hizo ninguna exigencia para su liberación. Ni siquiera dejaron que nadie supiera que la tenían. Ni siquiera se pudo considerar una liberación negociada. Dado que el ejército no conocía su paradero, no se pudo llevar a cabo una recuperación CSAR convencional. No se pudo verificar su supervivencia al accidente del helicóptero y un equipo de rescate, aunque fue enviado al lugar de la recuperación, ni siquiera encontró pruebas del helicóptero, que según el comandante Gagliano, había sido escondido." El psicólogo y el capitán McKellan pudieron comprobar que varios de los tertulianos deseaban interrumpir o hacer sus propias preguntas... muchas de estas cosas las habían deseado hace semanas. Sus torpes intentos de interrogar a Marsha habían provocado su retirada. Sus reiterados intentos y las preguntas repetitivas de entrevistas anteriores no hicieron más que acallar a la mujer. Su silencio la había salvado en más de una ocasión en los últimos cinco años. Ella necesitaba esa seguridad. "La comandante Gagliano fue declarada desaparecida, pero no fue clasificada como asediada ni como una baja rodeada por fuerzas hostiles para impedir su huida. No fue clasificada como asediada porque el ejército ni siquiera sabía de su supervivencia. No podía ser clasificada como tal porque el elemento organizado que la había capturado y obligado a rendirse, no eran fuerzas hostiles. Debemos preguntarnos si su clasificación debe ser bajo capturada". Aquí citó el manual: "La víctima ha sido capturada como resultado de la acción de una fuerza militar o paramilitar no amiga en un país extranjero". Miró a su audiencia para asegurarse de que estaban prestando atención a su informe. Algunos la seguían con avidez y otros se impacientaban por ignorar sus conclusiones e interrogar al mayor que la escuchaba con atención. "No fue retenida por fuerzas militares, pero la tribu que la retuvo podría ser clasificada como una fuerza paramilitar". "Todo esto está muy bien", intervino uno de los istas en un intento de hacer avanzar la situación. "Está todo en su informe", dio una palmada en la copia que tenía delante, "pero necesitamos entrevistar a la cap... er mayor", corrigió, casi

deliberadamente, "para averiguar otra información clasificada de la que pueda haber tenido conocimiento". "Lo comprendo, mayor, y estoy haciendo todo lo posible para explicarles a usted y a los demás", su gesto abarcó todo el , "por qué eso puede no ser posible porque simplemente no siguieron los procedimientos establecidos por el DODT para una situación como ésta. Intento explicar por qué el comandante Gagliano puede simplemente no recordar lo que usted necesita o no tener la información que desea. En las semanas que yo y mi equipo la entrevistamos, descubrimos más de lo que sus entrevistas hostiles podrían". Estaba furioso por su audacia al criticar sus intentos de obtener la información de la mujer. Empezó a hablar de nuevo, pero otro ista le interrumpió. "Creo que deberíamos dejar que la capitana termine su informe. Ha sido bastante minuciosa, por lo que veo, y creo que es importante que entendamos a la comandante y quizás su reticencia a compartir información vital con nosotros. Por favor, proceda, capitán". La psicóloga asintió y continuó. "Yo diría que la mayor Gagliano debería ser clasificada como internada, es decir", y aquí volvió a citar el manual con exactitud, "se sabe definitivamente que la baja ha sido puesta bajo custodia de una potencia extranjera no beligerante como resultado de, y por razones derivadas de, cualquier conflicto armado en el que las fuerzas armadas de los Estados Unidos estén involucradas." Hubo varios asentimientos en la mesa ante su valoración. "En ningún momento se supo la ubicación de la entonces teniente desaparecida. No estaba del todo desaparecida en acción, ya que el helicóptero cayó en lo que consideramos territorio amigo. Así que llamarla desaparecida en combate no es lo que yo aconsejaría para su periodo de internamiento en el campo de Zabi". "¿Tengo entendido que sería una prisionera de guerra?", preguntó uno de los civiles. "No sería clasificada como prisionera de guerra ya que esta persona de Zabi no intentó ar con ninguna fuerza exterior para organizar su regreso", intervino alguien para aclarar lo que decía el psicólogo. "¿Si me permiten?" preguntó el capitán McKellan. Él también citó el manual: "Una persona detenida, tal y como se define en los artículos cuatro y cinco de la

Convención de Ginebra relativa al trato de los prisioneros de guerra del 12 de agosto de 1949. En particular, aquella que, mientras participa en un combate bajo las órdenes de su gobierno, es capturada por fuerzas armadas enemigas. Como tal, tiene derecho al privilegio del combatiente de la inmunidad de la ley municipal del Estado que lo captura por actos bélicos, que no equivalen a infracciones del derecho de los conflictos armados. Por ejemplo, un prisionero de guerra puede ser, entre otros, cualquier persona que pertenezca a una de las siguientes categorías y que haya caído en poder del enemigo: un miembro de las fuerzas armadas, de la milicia organizada o de un cuerpo de voluntarios; una persona que acompañe a las fuerzas armadas sin ser realmente miembro de ellas; un miembro de la marina mercante o de la tripulación de una aeronave civil que no reúna los requisitos para recibir un trato más favorable; o individuos que, al acercarse el enemigo, tomen espontáneamente las armas para resistir a las fuerzas invasoras. El comandante Gagliano no fue detenido por las fuerzas armadas enemigas. Regresaba a su casa y el helicóptero sufrió una avería y se estrelló. Sus intentos de escapar, aunque irables, fueron infructuosos durante muchos años. No se la puede considerar ni clasificar como prisionera de guerra en ese momento, ya que Zabi y su tribu se negaron a luchar en ninguno de los bandos y se mantuvieron separados". Estas discusiones continuaron durante horas y Marsha finalmente se inclinó hacia el capitán McKellan. "Necesito expulsar la leche de mis pechos y todos necesitamos un merecido descanso". Él la miró sorprendido y echó un vistazo al reloj de la pared. Se sorprendió al darse cuenta de cuánto tiempo había pasado. Se alegró de cómo iban las explicaciones a los civiles del departamento de estado así como a los militares que estaban representados. Le había gustado el informe de los psicólogos, que reforzaba sus argumentos para defender a Marsha. "Por supuesto. Lo sugeriré inmediatamente". Dejó de susurrar y miró a dos de los militares que aún debatían sobre parte de la información que Marsha había proporcionado a los psicólogos y no a los militares sobre la tribu a la que pertenecía Zabi. "Señores y señoras, sugiero que se levante la sesión por hoy", su anuncio fue recibido con objeciones inmediatamente, pero continuó: "Mi cliente necesita descansar para poder continuar mañana". Cuando continuaron objetando, finalmente les dijo la verdad. "Tiene un bebé pequeño en casa y necesita ir a alimentarlo". Observó con agrado cómo la implicación de una madre lactante aparecía por fin en las

caras de algunos de los hombres. Su sugerencia de suspender la sesión por hoy fue finalmente recibida con una aprobación reticente. Mientras Lance caminaba con Marsha hacia el Corolla que había conducido hasta la base, observó lo viejo y destartalado que estaba el vehículo. Le entregó un sobre con mucho gusto antes de que ella subiera. "Esta es tu paga atrasada y los papeles que certifican tu ascenso. Todavía estoy trabajando en el otro", le dijo con una sonrisa. Marsha abrió el grueso sobre y de él salieron las insignias de su comandante. Las sostuvo en la mano, emocionada por un momento por lo que aquello significaba. A continuación, sacó los papeles que le informaban del ascenso. Por último, sacó la notificación de que le habían ingresado una cantidad concreta en su cuenta bancaria, desglosando los años y la diferencia de sueldo. "¿Ya está en mi cuenta?", preguntó, extrañada, mientras miraba al capitán. "Debería estarlo. Puede comprobarlo. No quería decir nada hasta estar seguro". No le dijo lo mucho que él y el cabo habían insistido en este tema. No se le había escapado cuando había visitado su casa lo pobre que era el hogar. Pudo ver que Heather se había esforzado durante mucho tiempo con muy poco. "Esto ayudará, capitán... enormemente", le dijo ella. Él podía oír el alivio en su voz. En ese momento ambos oyeron el sonido de los helicópteros que llegaban, varios por el sonido. Lance observó con asombro cómo los enormes CH-47 Chinooks venían en formación y los sobrevolaban, los tres con un aspecto absolutamente monstruoso de más de sesenta pies de largo. Se preguntó por qué entraban en su base y luego miró hacia atrás para encontrar a Marsha caída junto a su coche. Pensando que se había caído, se inclinó sobre ella y gritando por encima del ruido de los helicópteros le preguntó: "¿Estás bien?". Vio que no lo estaba. Tenía los brazos sobre la cabeza y era obvio que intentaba esconderse junto a la puerta del coche, haciéndose lo más pequeña posible, algo imposible con su tamaño de adulta. Se sintió aliviado de que los helicópteros volaran y pasaran tan rápido como habían llegado. Una vez que el sonido empezó a desvanecerse, volvió a preguntar: "¿Estás bien?". Marsha tardó un minuto en contestarle. Al principio, se sorprendió al escuchar las palabras en inglés. Parpadeó rápidamente mientras empezaba a recuperarse.

Miró a su alrededor, dándose cuenta de que no estaba donde tenía que esconderse de esas máquinas... ya no. Lentamente, con la ayuda del capitán, comenzó a levantarse de su desgarbada posición en el suelo. "Gracias", jadeó, intentando no parecer avergonzada. "¿Estás bien?", repitió él por tercera vez. Él pudo ver que no lo estaba. Estaba fría y húmeda y parecía haber sudado. "Vas a tener que hacerte un chequeo", le aconsejó, sin saber qué más decir aparte de: "Está bien, se han ido". Asintió con la cabeza mientras se enderezaba la ropa, tratando de recuperar algo de su dignidad. No sabía que iba a reaccionar así y tardó varios momentos en recuperar el equilibrio. Miró los papeles que tenía apretados en los puños. Hizo un gran esfuerzo para enderezarlos. Tardó unos minutos, pero finalmente se calmó lo suficiente como para intentar entrar en su coche. Lance la miraba preocupado, preguntándose si debía ofrecerse a llevarla a casa. "¿Mayor?", le llamó una voz y se giró para ver al psicólogo acercándose a ellos. "¿Capitán?", agradeció el saludo; después de todo, ambos llevaban uniforme. "Quiero que usted y su esposa continúen la terapia. Los psicólogos del SERE están aquí para ustedes", repitió lo que le había dicho un par de veces. "No me canso de insistir en lo importante que es que sigas hablando con nosotros", le dijo, reconociendo que se estaba repitiendo. "Sí, lo haremos. Mi mujer dice que ha ayudado y cree que seguirá haciéndolo". Y después de lo que acababa de ocurrir, sabía que necesitaba ayuda. Miró a Lance para ver si decía algo, pero él seguía mirándola con preocupación. Ella asintió para mostrar que estaba de acuerdo con la terapeuta. La mujer sonrió. Heather había creído que se estaba adaptando muy bien, pero había una ira subyacente que la mujer se había sorprendido de encontrar en la terapia. Se debía a la forma en que el ejército había manejado las cosas, pero estaba involuntariamente mal dirigida hacia su esposa. "El hecho de que SERE signifique Supervivencia, Evasión, Resistencia y Escape no significa que no estemos aquí para ti cuando termine todo el drama". Marsha sonrió. Sabía que necesitaba la terapia y la mujer y su equipo la habían ayudado enormemente. Hablar con los diferentes terapeutas le había abierto algunas de las cosas de las que necesitaba hablar con ellos. Les había permitido

compartir parte de la información que había surgido hoy mismo en el interrogatorio. La vuelta a casa fue un placer, tanto por las noticias que tenía para su mujer respecto al dinero y el ascenso, como por el alivio de alejarse del escenario de su vergüenza. Ver a su pequeño bebé y saber lo enamorada que estaba su mujer de su pequeño le dio mucha alegría. Le ayudó saber que tenía esto para volver a casa después de la fealdad de lo que estaba saliendo en el interrogatorio: la incredulidad de no saber más, de no poder darles más.

* * * * *

"El pashto y el dari son las lenguas oficiales de Afganistán, señor", explicó pacientemente, tratando de no sonar a la defensiva ante las continuas preguntas que estaba recibiendo. Estaba muy cansada de esto. "El idioma persa es el dari. Las lenguas menores, como el uzbeko, el turcomano, el balochi, el pashayi y el nuristaní, son habladas por grupos minoritarios en todo el país. Afganistán es un país antiguo y con más de cuarenta lenguas menores habladas y más de doscientos dialectos diferentes, no es de extrañar que no los hable todos. El dialecto o idioma que aprendí de la tribu era el tayiko". "Eso sigue sin explicar por qué no sabes más o no puedes contribuir más a esta discusión, Mayor". Escupió su rango como si le molestara reconocerlo. Marsha comprendió su frustración por no saber más. Todo volvía a los hombres que habían desaparecido del helicóptero. Uno de ellos era lo suficientemente importante como para que su falta de conocimientos provocara que esos hombres y mujeres se exasperaran con ella. "Aprendí los distintos idiomas, señor, antes de ser capturada", explicó. Él la miró con desconfianza. Era obvio para ella y para Lance que no se creían todo lo que les contaba. "¿Podría explicar cuándo se dio cuenta exactamente de que había sido capturada?", preguntó. Lance intervino antes de que ella pudiera abrir la boca: "Ya lo ha explicado". "Capitán, le agradecería que dejara a la comandante responder por sí misma, para variar. Tengo que decir que usted ha sido más perjudicial para esta investigación que cualquier otra cosa". "Como he explicado antes, señor, estoy aquí para defender los derechos de la mayor. Este grupo..." señaló al grupo, algunos de los cuales ahora sabía que habían sido trasladados desde Kabul a expensas del público y habían permanecido aquí durante todas las entrevistas y el parto de Marsha, "sigue haciendo las mismas preguntas y vuelven continuamente al mismo marco temporal: cuando el mayor fue capturado. Como he preguntado antes, ¿qué es exactamente lo que quieren saber para que todos podamos aplazar esta línea de interrogatorio sin sentido?" Estoy seguro de que todos estamos ansiosos, después de estas muchas semanas, de concluir esto.

"¡Está siendo impertinente, capitán!", casi gritó. "No, señor. Se lo digo respetuosamente, pero está desperdiciando el dinero de los contribuyentes estadounidenses y todo nuestro tiempo. A menos que resolvamos esto y ahora, le aconsejo a mi cliente que no coopere más y llevaremos esto más arriba en la cadena de mando hasta que mi cliente esté libre de cualquier cosa que usted crea que pueda tener sobre ella." "No ha sido acusada...", espetó. "No, no lo ha sido, no formalmente, pero usted ha hecho gala una y otra vez del protocolo en este asunto y agradecería una resolución de este ", respondió con firmeza, sabiendo que tenía razón. Varios del intercambiaron miradas y ante el asentimiento del coronel Kodel, el otro coronel se volvió hacia Lance y Marsha. "comandante, capitán, ¿podrían disculparnos unos minutos para discutir algunas cosas?". Miró a las cámaras y al hombre que las controlaba. "Puede apagar esas malditas cosas por ahora", ordenó. El hombre se apresuró a pulsar el botón de pausa. Marsha intercambió una mirada con Lance y los dos se levantaron, saludaron con elegancia y salieron de la sala, seguidos por el cabo Harris. "¿Qué demonios es eso?" preguntó Marsha, con el pulgar señalando por donde habían venido". "Creo que estamos a punto de entrar en el bucle de una información de alto secreto", murmuró en voz baja. Mirando a su alrededor, dijo: "Salgamos a disfrutar del sol". Como llovía a cántaros, ella lo miró con curiosidad, pero salió con él para colocarse bajo un saliente mientras caía la lluvia. El cabo Harris se quedó dentro, fingiendo que no le interesaba su conversación. "Me enteré la otra semana de que el coronel Kodel quiere que la información no se incluya en las conclusiones oficiales sobre tu desaparición", empezó y miró a su alrededor para asegurarse de que no les estaban escuchando. Con la lluvia que caía no era probable. "¿Por qué? ¿Qué sé que están buscando?"

"¿Conocías de algo a los otros dos pilotos del helicóptero?". Ella negó con la cabeza. "Sólo al sargento Ames". "¿Se presentaron? ¿Recuerdas sus nombres?" Ella negó con la cabeza. Se lo había preguntado muchas veces, pero no lo sabía. "¿Y tú?" Asintió con la cabeza. "Ahora sí". Ella esperó. Él esperó, observándola con curiosidad. "¿Y bien?", preguntó finalmente. "El teniente Kodel era uno de los hombres". El nombre era el mismo y demasiado interés por parte del coronel Kodel significaba que debía estar relacionado. "¿Hijo?" "Eso es lo que intento que ita. No sé qué demonios nos están ocultando, pero no se ve bien es lo que estoy suponiendo. ¿No te has fijado en su rango?" "No recuerdo haber visto barras de teniente en absoluto", cerró los ojos, tratando de imaginar a esos dos últimos hombres que habían bajado del helicóptero con ella y el sargento Ames. Sacudió la cabeza mientras volvía a abrir los ojos. "¿Crees que estaba sucio?" Lance asintió. Ahora que Marsha tenía más rango que él, se preguntaba qué haría ella si no conseguía que los poderes fácticos le dieran el ascenso a teniente coronel. Sus argumentos no habían servido de nada hasta el momento, pero si ella salía de algún modo de esta situación como una heroína, se vería mucho mejor y podría ayudar. "¿Recuerdas cuando nos conocimos? El coronel Kodel no quería que fuera, pero el general Biggins insistió. Creo que Biggins sabía que algo pasaba con Kodel o con su hijo, si es que era ese hombre". "Esto ha sido todo un ridículo", afirmó ella, cansada de todo. Sacarla de su tiempo libre por el nacimiento de su hijo era lo peor. Debería estar en casa disfrutando de este tiempo, pero en lugar de eso estaba aquí una vez más siendo interrogada. Era como si sintieran que tenían nueva munición para disparar contra ella cada vez y, en realidad, eran las mismas preguntas formuladas de

diferentes maneras. Ya es suficiente. "¿Capitán? ¿Mayor? Ya estamos listos", llamó una voz desde la puerta para que se oyera por encima de la lluvia. El sargento miró con curiosidad a los dos, preguntándose de qué habían estado hablando. Se dieron la vuelta y volvieron a la sala de conferencias, dirigiéndose a sus asientos. "Mayor, ¿comprende que todo lo que nos diga o le digamos en esta sala es clasificado?", comenzó el coronel. Marsha miró alrededor de la mesa y captó la ira en los ojos de Kodel. No estaba contento con lo que habían discutido y con su decisión. Decidió, ya que no tenía otra opción, que estaría de acuerdo y asintió mientras respondía: "Sí, señor"."El día que desapareciste, te acompañaban el suboficial Brown y el suboficial Wicker, ambos fallecidos", confirmó mientras levantaba la vista para verla asentir, "el sargento Ames, el teniente Wesley Kodel y una civil llamada Bridgette Townsend". Ella pareció sorprendida. Era imposible que pensara que el otro pasajero había sido una mujer. "Puedo ver en su cara que no sabía que la otra pasajera, Bridgette Townsend, era unamujer". Asintió con la cabeza, pero guardó silencio para poder escuchar el resto de la historia. "No tenemos muchos datos sobre Bridgette Townsend. Por lo que hemos reunido, era una trans de hombre a mujer. Conoció al teniente en algún momento, pudo haber desarrollado una relación romántica con él y lo convenció de desertar". Marsha era consciente de que el coronel Kodel se había estremecido ante esa afirmación sobre el romance. "Tomaron el mismo vuelo que usted para dirigirse a la base a recoger sus pertenencias. Tenemos información que indica que tenía dinero, pasaportes y otras cosas que necesitaría para llevar a cabo sus planes".

No podía creer lo que estaba escuchando. No se atrevió a mirar al coronel Kodel, sentado en un rincón. Sólo podía imaginar lo furioso que estaba por la publicación de esta información. No era de extrañar que quisieran saber lo que ella sabía. Una deserción no se trataba a la ligera. Lance no tenía esos reparos. Miró directamente a Kodel para ver su reacción ante esta noticia. El hombre estaba furioso, con la cara de un color rojo moteado. Cuando el coronel terminó su declaración, no pudo contenerse más y casi gritó: "Mi hijo no fue un desertor. Se ausentó sin permiso, pero no desertó de su puesto". "coronel Kodel, está usted aquí por cortesía mientras buscamos información que pueda ayudarnos a localizar al Teniente Kodel. Si no puede mantener una lengua civilizada y guardarse para sí mismo, puede ser excusado". Lance comprendía ahora por qué Kodel iba de paisano. Debía de haber perdido su comisión o haber dimitido voluntariamente. Hizo una nota mental para que el cabo Harris lo investigara más a fondo. Dado que Kodel había participado en sus órdenes a Kabul, pensó que tal vez el hombre estaba de licencia con respecto a esto y no tenía capacidad oficial en estos asuntos. "Además, ha quedado claro que la comandante Gagliano no tiene, ni tuvo nunca, información sobre el teniente Kodel". Marsha frunció el ceño ante esta afirmación, algo le rondaba por la cabeza. "No puede..." Comenzó el coronel Kodel. El coronel levantó la mano para cortar al hombre. "Consideramos que el comandante Gagliano no ha hecho nada malo y le agradecemos su tiempo. Si recuerda algo más que crea que puede sernos útil en este asunto, le agradeceríamos que lo comunicara a través del capitán McKellan. Aparte de eso -miró alrededor de la mesa para que todos pudieran ver que sus conclusiones eran definitivas-, pueden retirarse." Miró a Marsha, preguntándose cómo una mujer que acababa de dar a luz podía parecer tan poco embarazada a estas alturas. Había estado absolutamente enorme y ahora parecía muy desinflada y

casi normal con su uniforme. Lance se levantó inmediatamente y esperó a que Marsha la siguiera. El cabo Harris ya estaba de pie y recogiendo las pocas cosas que llevaban. Lentamente, Marsha se levantó. Quería decir algo, pero le pareció que sería inapropiado. Se sintió aliviada, pero al mismo tiempo sintió pena por el coronel Kodel. Permaneció atenta un momento, asintió y se marchó. "Mierda", murmuró una vez fuera de la puerta. Estaba segura de que la habían acusado de algo falso. Lance asintió con la cabeza. "Bueno, comandante, esto significa que puede tomarse un merecido tiempo libre mientras se ocupa de sus obligaciones familiares y decide qué desea hacer con su carrera". Ella asintió con la cabeza cuando por fin empezó a darse cuenta de las implicaciones de todo. Tenía que tomar algunas decisiones y sabía que Heather sería una parte importante de esa decisión. Ahora mismo no era el momento de tomarlas, ya que tenía que recuperarse del nacimiento de su hijo. Pensaba tomarse las doce semanas que le concedían, reducidas respecto a las dieciocho que le concedieron cuando nació Hayley. Al parecer, las normas relativas a la baja por maternidad habían cambiado mientras ella estaba cautiva. Lentamente, salieron al exterior. La lluvia había cesado por un momento y se dirigieron a sus coches por separado. Marsha miró el Corolla con desagrado. "¿Ya sabes lo que quieres hacer?" Lance le preguntó mientras la acompañaba a su coche y le abría la puerta. puerta. Ella negó con la cabeza. "Tendré que hablarlo con mi mujer". "Cuando lo decidas, o si recuerdas algo, ponte en o conmigo inmediatamente", le advirtió. "Lo haré, capitán", se volvió para mirarle con auténtica calidez en sus grandes ojos marrones. "Gracias".

Le tendió la mano para que la estrechara. Él la había mantenido cuerda durante una época de locura. Él sonrió ante su agradecimiento. "Sólo hacía mi trabajo, señora", le dijo formalmente. La acompañó al coche y le entregó el cinturón de seguridad antes de cerrar la puerta con un kathunk. La saludó mientras salía del aparcamiento y se marchaba. "Me preguntaba por qué se empeñaban en que recordara los detalles de ciertos puntos", mencionó el cabo Harris mencionó desde detrás de él. Lance se giró. A menudo se olvidaba de que su ayudante estaba allí, pero entonces, ese era su propósito. "Creo que la participación del coronel Kodel fue la razón por la que intentaron sacudir su memoria. Desgraciadamente", se encogió de hombros, "no había recuerdos que obtener". Repasó un par de papeles que tendrían que archivar antes de dirigirse él también a su coche. La capota estaba levantada hoy y maldijo cuando descubrió que había habido una fuga debido a las fuertes lluvias que habían caído.

CAPÍTULO XVII

Marsha condujo a casa con un pensamiento feliz. Por fin podía descansar, ya no tenía que preocuparse. Habían dictaminado que ella no había hecho nada malo. Le gustaría poder recordar algo más, pero descubrir que el cuarto "tipo" del helicóptero había sido una mujer había sido una sorpresa. No quería, o más bien no podía, contárselo a Heather. Tendría que alegrarse de que pudieran ser una pareja normal por un tiempo. "Bueno, hoy estás en casa temprano", Heather levantó la vista de donde estaba entreteniendo a los niños, todos en el interior debido a la lluvia. "¡Mamá!" dijo Bahir y vino corriendo a abrazarla. Hayley miró con anhelo y Marsha lo vio. Ella no la forzaría, pero quería más de esa niña. "¡Mamá!" Amir imitó a su hermana para conseguir un abrazo. "¿Cómo está Liam hoy?", le preguntó a Heather mientras terminaba de abrazar a los dos niños que se lo exigían y luego buscaba uno con su esposa. "Está de mal humor. Espero que estés en casa para alimentarlo". "¿Y la leche que dejé esta mañana?" "Alguien la derramó", respondió ella, mirando a Hayley con reproche. "Fue un accidente", protestó la niña, pareciendo avergonzada. "Seguro que lo fue", le dijo Marsha y luego miró a Heather, que negó rápidamente con la cabeza. "¿Por qué has llegado antes a casa?", preguntó, extrañada. "Lo tengo claro. Es oficial. No tengo que volver hasta dentro de doce semanas". "¡Oh, eso es fantástico! ¿Te seguirán pagando durante las doce semanas?", se preocupó. "Sí, el sueldo completo de la baja por maternidad", confirmó. "Eso es bueno", sonrió, aliviada. "Deberíamos ir a comprar un coche en algún momento", dijo significativamente. Ese dinero en el banco no les servía de nada si no lo utilizaban.

Heather asintió con la cabeza mientras Marsha la dejaba marchar y se dirigía al dormitorio para ponerse la ropa de civil.

* * * * *

Heather habría dejado que Marsha durmiera hasta la mañana siguiente, pero Liam insistió en que le dieran de comer temprano. Se levantó para preparar el desayuno para su prole, y esperaba con impaciencia ir a comprar coches con Marsha hoy mientras llevaba a Hayley a la escuela. Justo cuando Marsha se levantó y se duchó, sonó el timbre de la puerta. Abrió la puerta en bata y zapatillas. y zapatillas. "¿Sí?" "¿Buscamos al comandante Gagliano?", le preguntó uno de los dos oficiales uniformados. Harta de los militares y deseosa de disfrutar de su merecido permiso de maternidad, no le gustó que la molestaran a la mañana siguiente. "Soy la comandante Gagliano", respondió, tratando de evitar que se le notara el enfado. Los agentes se fijaron en su forma de vestir y uno de ellos le entregó un sobre de papel manila. "Se le espera "La esperan en la base más tarde hoy, Mayor", le dijo formalmente. Ella quiso preguntar: "¿Y ahora qué?", pero guardó silencio mientras abría el sobre de aspecto oficioso. Lo estudió un momento, leyendo la letra pequeña, y luego miró alarmada a los dos oficiales. "¿Cuándo ha llegado esto?", preguntó. "Anoche a última hora, señora", respondió él con respeto. Ella suspiró fuerte, audiblemente. "¿Cómo diablos puede...?", luego levantó la vista y cerró la boca. "Gracias Gracias, señores. Voy a cambiarme". "Vamos a esperar por usted, señora. Que la lleven". "¿Por órdenes de quién?", desafió ella. "Capitán McKellan", fue la respuesta.

Ella los miró fijamente, preguntándose por qué Lance no le había telefoneado esta información y luego se dio cuenta de que tenía que pasar por los canales como todo el mundo. Esto tenía que ser oficial. "Denme un poco, señores", les dijo y cerró la puerta. "¿Qué pasa, nena?" Preguntó Heather mientras salía del dormitorio cargando al bebé. "Me han convocado a la base", dijo abatida. Heather frunció el ceño. "Creía que todo estaba aclarado". "Esto es algo nuevo", le dijo, preguntándose si se atrevía a compartirlo con su mujer. Decidió que, puesto que el ejército estaba involucrado, por ahora no se lo diría. Sacudiendo la cabeza, Heather preguntó: "¿Estarás mucho tiempo fuera?" "No lo sé", respondió con sinceridad y se preguntó cuánto tiempo duraría. Quería estar en casa sin preocupaciones, y ahora esto. "¿Crees que deberías sacarte leche?", se preocupó, recordando a Marsha que tenía que sacarse leche para que Liam obtuviera la leche de sus pechos durante los últimos interrogatorios. Suspirando de nuevo, sabiendo que los hombres estaban esperando fuera, decidió que tendrían que esperar y fue a sacarse leche al dormitorio para que Bahir y Amir, que acababan de levantarse y estaban coloreando en el salón, no la vieran. No le gustaba exhibirse, aunque sabía que era perfectamente natural. Ambos la habían visto amamantar a su hermano Liam, pero no necesitaba que lo vieran todo. "¿Podrías avisar a las dos que me están esperando que tardaré unos minutos?", preguntó resignada. Heather, que estaba completamente vestida ya que había levantado a Hayley y la había llevado a la escuela, aceptó. Llevando a Liam con ella, salió y explicó a los agentes que la esperaban que la comandante Gagliano se retrasaría mientras se preparaba para ellos. "¿Cuánto tiempo tardará?", preguntó uno de ellos, molesto.

Heather consideró su respuesta antes de contestar: "La comandante Gagliano se está sacando los pechos, ya que no está segura de cuánto tiempo estará detenida en la base". Mientras sacudía a Liam por encima de su hombro, éste soltó un tremendo eructo que sonó jugoso, como si fuera a vomitar. El hombre parecía alarmado y un poco avergonzado. Heather sonrió dulcemente, se dio la vuelta y volvió a entrar en la casa con su hijo. "¿De qué crees que se trata esta vez?", le preguntó a Marsha cuando puso a Liam en la cuna que habían instalado en su dormitorio. "Sólo son más tonterías", sonó molesta. Ella lo sabía. Los papeles habían sido claros, pero no quería molestar a su mujer. Sin embargo, estaba muy molesta. Estaba afectando a su capacidad de bajar la leche y trató de pensar en otra cosa. "¿Tienes problemas?" Preguntó Heather, observando cómo se extraía la leche. "No hace ni media hora que le he dado de comer y no tengo mucho", se quejó mientras se daba por vencida y comenzó a limpiar. "Bueno, ya se apañará", intentó consolar y apartó la mirada cuando Marsha se levantó para poner la pequeña cantidad de leche en la cocina, cerrando la bata. Se mordió el labio, preguntándose qué estaría ocurriendo para que Marsha se molestara de nuevo. Ambas habían esperado con ansias la compra de un nuevo vehículo hoy. Cuando Marsha volvió para empezar a vestirse, poniéndose un sujetador de maternidad e introduciendo almohadillas para recoger la leche que pudiera gotear, preguntó: "¿Crees que podremos ir de compras más tarde o mañana?". Marsha levantó la vista. Ya había olvidado que hoy iban a ir de compras. "¿Quieres ir sola?" "No", dijo ella con rotundidad. Por eso habían esperado, para poder hacerlo juntas. Además, ir de compras con tres niños menores de cinco años era una locura. Si Hayley estaba con ellos, sólo sería peor, ya que últimamente se había portado mal. "Lo siento. Esto no era lo que había planeado", respondió Marsha al ver la alarma en la cara de Heather por la idea de ir de compras sola con los tres niños. Tenían que hacer algo y pronto. Sencillamente, no había espacio para cuatro asientos de coche en el Corolla. Además, había empezado a hacer ese siniestro

sonido de chisporroteo cuando lo conducían. Se acercó a poner la mano en el hombro de Heather. Heather tragó saliva. Marsha estaba vestida sólo con el sujetador y las bragas y no habían tenido intimidad desde su regreso. Estaba demasiado embarazada en ese momento, pero desde que había nacido Liam, se veía muy bien. Su cuerpo estaba preparado para esas intimidades, pero Heather se preguntaba cuándo lo estaría su cerebro. Las pocas veces que se habían abrazado habían sido fantásticas, pero había una línea que ninguna había cruzado. Heather ardía por las caricias de Marsha, pero no mostraba ningún interés en llegar a eso. "Ya se arreglará", le dijo consoladoramente y luego fue a vestirse, su traje de etiqueta le hizo hacer una mueca. Pensaba que lo había guardado por unos meses después de ayer y ahora estaba vistiéndose con él una vez más. Suspiró mientras se vestía.

* * * * *

"¿Capitán?" Marsha se presentó en el despacho que le habían dado a Lance mientras se ponía en posición de firmes y miraba a él que estaba sentado con aspecto afanoso. Él levantó la vista. Había estado tan absorto que no la había oído entrar. "Mayor, por favor, siéntese", señaló Señaló la silla que había frente a su escritorio. Se levantó para cerrar la puerta, la habitación era espartana y pequeña. "¿Qué es esto?", señaló el sobre de manila que llevaba. "Exactamente lo que dice. Zabi ha solicitado al gobierno de los Estados Unidos su paradero y busca la custodia de sus hijos". Se quedó sin palabras. Pensando rápidamente, preguntó: "¿Cómo puede hacer eso?". "Pasó por algunos canales en Kabul que luego se lo presentaron al señor Tudor". "¿El embajador en Kabul?", aclaró ella. Asintió con la cabeza. "Eso fue remitido al ejército, ya que Tudor sabía quién era usted". "¿Sabe Zabi dónde estoy?", preguntó temerosa. De repente, pensó en Heather y en los niños en casa y en su vulnerabilidad. Negó con la cabeza. "No sé cómo podría. Tenemos una opción. Podemos simplemente no contestarle y él puede volver a hacer la petición". Ella esperó. Él esperó. "¿O?", preguntó ella, cansada de esperar. "Puedes hacer que le contesten".

"¡Claro que no!", respondió ella escuetamente. "Pensé que esa sería tu respuesta", sonrió y luego se quedó pensativo. Ella esperó. Él esperó. "¿Qué estás pensando?", preguntó finalmente. Él frunció los labios y miró a la pared. "Esto no lo has oído de mí", continuó estudiando la pared, moviéndose hacia el techo, "pero alguien", utilizó comillas de dedo, "podría filtrar a Zabi que no sabemos dónde estás". "¿Cómo podría hacerse eso?" La miró finalmente. "Mayor, no creo que quiera saber eso". Ella le miró durante un largo momento antes de preguntar: "¿Podría arreglar eso?" "Hay pros y contras con ese plan. Uno, va a saber que estamos mintiendo y si ya tiene conocimiento de que has llegado a la embajada, eso podría crear cierta vergüenza. Dos, si sabe dónde estás aquí en los Estados Unidos eso podría convertirse en un problema para ti". "¿Crees que sabe dónde estoy?", sonó temerosa, pensando en Heather y los niños. Él la miró con tristeza. "No te voy a mentir, Marsha, podría. No conocemos sus capacidades y Estados Unidos es un país muy abierto; sin embargo, nunca dejamos que los periódicos o los medios de comunicación se enteren de tu regreso. Ahora que tus interrogatorios han terminado, tendrán que informar al público de que estás viva y has vuelto". "¿Ley de Libertad de Información?" Asintió con la cabeza. "Es una pena, pero le sugiero que, ya que usted y su esposa han vivido en esa casa durante muchos años, tal vez quiera pensar en mudarse". Vio su reacción. "No estoy sugiriendo un programa de protección de testigos".

"Si deseo permanecer en el ejército, ¿no pueden ayudarme?" "Por supuesto, y oficialmente estás de baja por maternidad". "Oh, Dios. Si Zabi se entera, tendrá más motivos para buscarme. Los hijos son muy deseados", pensaba ella en Liam. Ella ya sabía que Amir era lo que Zabi realmente quería. Si fuera sólo Bahir, podría no intentar nada. "Entonces, ¿qué sugieres que haga?", preguntó preocupada. "Por ahora, sólo vive tu vida y descansa. No se ofenda, mayor, pero tiene un aspecto horrible", notó las grandes ojeras por la falta de sueño y no creyó que fuera sólo por el bebé. "Aprovecha tu permiso de maternidad, decide qué quieres hacer cuando vuelvas y descansa". "¿Y si...?", empezó ella, haciendo un gesto con el sobre de manila. "Podemos jugar al 'y si' hasta que las vacas vuelvan a casa, Mayor. Sugiero que nos preocupemos del problema cuando se convierta en un problema". "Ya que ha llegado por los canales oficiales, ¿no tiene que responder?" Ella parecía muy preocupada. Él se preguntó qué clase de jugadora de póker era. "Me pondré a ello a su debido tiempo. Estas cosas llevan su tiempo", contestó él y con eso le mostró sus copias del papeleo, las puso de nuevo en su carpeta y colocó la carpeta en el fondo de la pila de su escritorio. Ella sonrió. Entendía muy bien lo de barajar el papeleo. "¿Necesita algo más de mí, capitán?", preguntó formalmente. "No, comandante. Eso es todo. Seguiré manteniéndola informada de todo lo que ocurra por este lado. Mientras tanto, me han reasignado a esta base y tengo otros casos en los que trabajar. Te avisaré si averiguo algo sobre la otra promoción en la que estábamos trabajando". "¿Te vas a trasladar aquí permanentemente?", preguntó ella. Él asintió. "Mi mujer está encantada. Ahora está recogiendo la antigua casa". No

parecía tan emocionado, pero así era la vida del ejército, de puesto en puesto a veces. "Avísame cuando llegue. Haremos una barbacoa", se sintió lo suficientemente cómoda para ofrecer. Él sonrió ante su genuina calidez. "Lo haré". Marsha se levantó para marcharse. Mientras alcanzaba el pomo de la puerta, miró hacia atrás. "Lance, si pudieras hacer desaparecer esto, hacerlo desaparecer, te lo agradecería". Él se sobresaltó por un momento, pensando que ella le estaba sugiriendo que contratara un escuadrón de asesinos para Zabi. Con lo poco que sabía de lo que el hombre había hecho -había leído los informes sobre las cicatrices en su espalda y piernas- sólo podía imaginar el resto y no la culpaba. Entonces, recordando lo que acababan de hablar, asintió una vez y vio como ella se daba la vuelta y salía de su despacho, dejando la puerta abierta.

* * * * *

Marsha hizo una parada antes de salir de la base. Como comandante en el ejército, necesitaría uniformes y equipo, al menos eso fue lo que le dijo al sargento de suministros cuando requisó los reemplazos. Con su cuerpo muy desinflado, tuvo que adivinar sus tallas y, tras probarse un par de trajes por principio, encontró lo que buscaba. El resto del equipo lo comprobó cuidadosamente, lo metió en una bolsa de equipo, firmó y asintió al sargento de suministros.

* * * * *

Marsha condujo a casa con cuidado. Estaba asustada, realmente asustada por su familia. No recordaba haber hablado nunca de dónde vivía mientras estaba cautiva. No creía que Zabi pudiera encontrarla, pero al recordar las entrevistas que sus padres habían concedido, se dio cuenta de que no costaría mucho localizarla. Ahora, en virtud de la Ley de Libertad de Información, la información relativa a su regreso al ejército tendría que hacerse pública. Era un arma de doble filo y no le entusiasmaba. Consideró cuidadosamente lo que le diría a Heather. "Hola, cariño. Me cambiaré y podremos ir de compras. No ha tardado mucho", dijo alegremente mientras entraba por la puerta. Estaba muy cansada. Nunca había tenido mucho tiempo de recuperación y ahora, con el estrés de los últimos días y el nuevo estrés de hoy, estaba agotada. Aun así, intentaría ser optimista y alegre. No quería que Heather sospechara que algo iba mal. Se dirigió al dormitorio para guardar su nuevo equipo y sus uniformes. Marsha no se dio cuenta, pero su forzada actitud alegre alarmó a Heather. La conocía lo suficientemente bien como para saber que algo pasaba. Sin embargo, si era confidencial, sabía que no podía preguntar. Así que, como buena esposa del ejército, lo aceptó y comenzó a preparar a los niños para salir. Tanto Bahir como Amir irían en los asientos del coche. Podrían poner a Liam en la tercera, pero traerían su portabebés para ponerlo después de que recogieran a Hayley de la escuela. "¿Sabes qué tipo de vehículo deberíamos conseguir o qué te gustaría?". preguntó Marsha cuando regresó, metiéndose la camisa en unos vaqueros que por fin le quedaban bien. Los vaqueros le quedaban un poco apretados por el bulto que le quedaba tras el parto, pero eran mucho mejores que las sudaderas con las que prácticamente había vivido en casa las últimas semanas. "Heather dijo en voz baja mientras levantaba la vista y sonreía a Marsha. Tenía mucho mejor aspecto y no sólo estaba "actuando" feliz. "Oh, Dios. Realmente nos hemos convertido en suburbanas", se quejó Marsha con voz bonachona mientras sonreía a su mujer. Sea lo que sea por lo que la habían llamado a la base, no debía ser para tanto si se encogía de hombros tan rápidamente", pensó Heather. "Bueno, ¿podríamos

coger uno de esos enormes todoterrenos que consumen mucha gasolina?", ofreció. "Oh, ¿podríamos?" Marsha sonaba soñadora mientras pensaba en lo mucho que le gustaría eso. Heather se rió. Marsha cambiaría de opinión cuando se asustara por el precio de uno de esos coches. Marsha recogió el portabebés con el bebé dentro y la bolsa de los pañales mientras Heather tomaba las manos de Bahir y Amir. Se dirigieron al garaje. "¿Ir?" preguntó Amir mientras señalaba el pecio. "Sí, Amir, vamos a salir", le respondió Heather, utilizando frases completas para que aprendiera más inglés. Se había dado cuenta de que cada vez hablaba menos en tayiko. Miró a Bahir mientras la ayudaba a sentarse en el asiento del coche. La niña intentaba hablar su lengua materna en la medida de lo posible, pero en vista de que en la casa se hablaba exclusivamente en inglés, ella también lo hacía cada vez menos, aunque seguía siendo una niña tranquila. Marsha colocó el portabebés de espaldas al asiento del coche donde normalmente se sentaba Hayley. Sonrió a Liam, que estaba bien abrigado para salir y gorjeaba felizmente. Pensó en Hayley y se preguntó si su relación se calentaría pronto. Deseaba desesperadamente abrazar a la niña con más libertad, pero se negaba a forzarla. Tendría que llegar a ella a su debido tiempo. En un abrir y cerrar de ojos, las dos madres tenían a los niños acomodados y en el coche. Marsha se sentó en el asiento del copiloto, sintiéndose incómoda por ser siempre la copiloto en sus viajes en coche. Sin embargo, tenía que itir que no podría haber conducido estando enormemente embarazada y que no conocía las carreteras tan bien como Heather. Heather pulsó el botón del mando del garaje y la puerta se abrió rápidamente. El coche, sin embargo, no arrancó al primer intento. Ni al segundo. Ni al tercero. Al cuarto, se puso en marcha a regañadientes. Finalmente, arrancó y lo puso en marcha para salir del garaje. Se dirigieron a la fila de coches de uno de los pueblos cercanos y empezaron a mirar. Pasaron por los distintos concesionarios, mirando con nostalgia los deportivos y los coches de lujo, de aspecto divertido y caro, y luego los coches

más prácticos para su estilo de vida con tantos niños. Comprar coches con dos niños y un bebé no era divertido. Las dos madres se distraían. Miraron tantos vehículos que se vieron obligadas a parar, ir a recoger a Hayley y volver. Los distintos vendedores con los que trataron trataron de ser comprensivos, pero no fue hasta que se montaron en el monovolumen Chrysler Town and Country que sintieron que habían encontrado lo que buscaban. A Marsha le pareció un transbordador espacial y a Heather le convenció el hecho de tener siete asientos. Se conducía como un sueño y no lamentaron que se fuera la ruina. Les dieron muy poco por el cambio, pero fue un alivio deshacerse del viejo y poco fiable coche. Al trasladar sus cosas al nuevo monovolumen, los niños se entusiasmaron cuando Hayley señaló que tenía una televisión". Lo que tenía en realidad eran dos es planos que se abatían para que los niños pudieran ver un DVD cuando iban en él. Amir y Bahir se habían enamorado de los pocos DVD que tenían y Hayley los volvió a ver todos ya que eran nuevos para sus hermanos. Parecía disfrutar mostrándoles todas las cosas que ella daba por sentadas. Después de que todo estuviera firmado, sellado y entregado, Marsha se dirigió a Heather y le dijo: "Vamos a comprar asientos nuevos para el coche, a juego con la nueva furgoneta". "¿Dónde sugieres que vayamos?", preguntó ella. Estaba muy contenta con la novedad de la furgoneta. "¿ToysRUs? Gritó Hayley, que escuchaba desde el segundo juego de asientos, donde se sentaba frente al portabebés ¡” ToysRUs!""¡Hayley!", la hicieron callar sus dos madres. Se miraron y rieron mientras Heather ponía la furgoneta en marcha. Comprar con cuatro niños en una tienda ToysRUs fue un error. Hayley parecía decidida a conseguir algo más que un asiento para el coche, y aunque Bahir y Amir no entendieron tan rápido lo que eran algunas de las cosas, se dieron cuenta pronto. Los asientos de coche eran bastante caros y Marsha y Heather se debatieron sobre ellos durante tanto tiempo que todos estaban malhumorados. "Vamos a donarlas", sugirió Marsha mientras instalaban las nuevas que no sólo hacían juego con la tapicería, sino que parecían tan limpias y nuevas. Cada niño tenía su propio asiento y, entre los tres mayores, podían cambiar de asiento para

que nadie tuviera uno asignado. A veces Hayley quería sentarse al lado de Bahir en la parte de atrás, y a veces con Amir, así que ahora podían cambiarse. Las madres sólo se preocupaban de que todos se abrocharan el cinturón de seguridad. El bebé tenía que ir en un portabebés a presión en su asiento, mirando hacia atrás. Así era más fácil alcanzarlo si lo necesitaban y era más seguro si tenían un accidente. "¿Por qué no puedo sentarme delante?" Hayley preguntó con resentimiento cuando Heather conducía y Marsha se sentaba en el asiento del copiloto. "Los niños tienen que sentarse en los asientos traseros", le dijo Heather con una firmeza que indicaba a la niña que no debía tentar a la suerte. Heather se había dado cuenta de que Hayley discutía si Marsha le decía cosas. Quería que lo solucionaran para que su vida familiar fuera más armoniosa.

CAPÍTULO XVIII

Cuando la boca de Heather engulló por completo su clítoris y sus labios, Marsha gimió con fuerza. Habían pasado años desde que sintió esa sensación y se sacudió por ello. Habían esperado tanto tiempo para estar juntas y el hecho de saber que el médico había autorizado a su mujer a hacer el amor si no era demasiado extenuante, sólo hizo que Heather la deseara más. La había seducido en cuanto los niños se habían acostado y ambas se habían duchado. Heather la soltó momentáneamente para preguntarle: "¿Te gusta eso, cariño?". "Oh, Dios. No pares... por favor", gimió mientras su cuerpo se convulsionaba hacia la boca de su mujer. Divertida, Heather cogió su lengua y realizó un amplio círculo de barrido y luego sopló aire frío en el clítoris hinchado. "No te metas..." La mano de Marsha bajó para ahuecar la parte posterior de la cabeza de Heather hacia su cuerpo. Sonriendo, Heather se llevó la fría piel a la boca, calentándola rápidamente con largos golpes de lengua y engullendo todo lo que pudo en la calidez. "Mmmm". Comenzó a rechazar la boca de su esposa. Suavemente, acarició la pierna de Marsha, levantándola sobre su hombro derecho para poder probar otro ángulo. Sus dedos no dejaron de acariciar la suave piel y luego se encontraron con la piel húmeda. Pero no se detuvieron, sino que siguieron avanzando... por dentro. "Oh, sí, tócame", jadeó, su cabeza se arqueó hacia atrás en la almohada mientras soltaba la cabeza de Heather para agarrar la almohada con sus puños. Lentamente, Heather introdujo sus dedos, primero uno y luego el otro, en la resbaladilla. Los curvó en un movimiento de "ven aquí", presionando la carne esponjosa. Marsha se quedó totalmente inmóvil por un momento. Heather miró por encima del monte de su mujer para ver si estaba bien. Pudo ver los pezones súper erectos sobre la carne, dos centinelas que la hicieron desear estar en dos

lugares a la vez. Alargó el otro brazo para que sus dedos pudieran jugar con las puntiagudas puntas. Marsha pudo sentir el tacto de su punto G y eso la derrotó totalmente como ninguna otra cosa podría hacerlo. Se quedó absolutamente sin fuerzas y entonces Heather empezó a mover los dedos. Sus labios habían capturado su clítoris y sus labios por completo, la combinación hizo que sus pezones se pusieran duros como una roca y realmente... dolían. Disfrutó de las sensaciones que Heather estaba provocando en su cuerpo. Se liberó de ellas mientras su mujer tocaba su cuerpo de forma experta. Heather podía sentir que esto iba a ser rápido. El cuerpo de Marsha manaba en sus dedos, en la palma de su mano, y mientras empujaba dentro, podía sentir el chapoteo contra su propio pecho. Volvió a sonreír mientras empujaba un poco más fuerte, un poco más rápido, y vio cómo su mujer se deshacía. Marsha se arqueó hacia atrás, con fuerza. Su cuello no podía retroceder más en las almohadas y sus puños tiraban de los bordes de las mismas. Jadeó y las venas de su cuello sobresalieron mientras se tragaba el grito que quería soltar. No quería que los niños interrumpieran esto... Fue cuando empezó a bajar del increíble subidón y Heather se arrastró por su cuerpo, besando su camino hacia esos pezones erectos, cuando Marsha oyó los reveladores ruidos de risa que el bebé hacía antes de despertarse. "Snurkle...snurkle...smack...smack", sonaron sus labios mientras les hacía saber que tenía hambre. "Waa...waa...waaaaa", se graduó rápidamente. Heather suspiró. Acababa de recostar todo su cuerpo sobre el de Marsha en espera de que la hiciera rodar y compartiera más con ella. Apoyó brevemente la cabeza en el pecho de Marsha antes de murmurar en voz baja bajo el llanto del bebé: "Voy a por él". Marsha se estiró, disfrutando de la sensación del cuerpo de Heather contra el suyo, aunque momentáneamente mientras murmuraba de vuelta: "Bien, porque no quería levantarme". Sonrió a su mujer cuando ésta parecía contrariada y se levantó. Disfrutó de la vista del culo desnudo de Heather mientras cruzaba la habitación, los músculos jugando a través de la piel... le hizo sentir hambre por el cuerpo de su mujer. Habían dejado esto demasiado incompleto como para no terminar. Cerró rápidamente los ojos para reprimir sus impulsos por el momento.

"Hola, hombrecito. ¿Qué pasa?" preguntó Heather mientras se acercaba a un Liam que lloraba. Él seguía llorando y ella sintió la plenitud de su pañal. También sentía frío. El pañal se había filtrado y todo su mono estaba empapado. "Maldita sea", murmuró. "¿Qué pasa?" preguntó Marsha desde la cama, sentándose y notando que sus pezones ya estaban que sus pezones ya goteaban leche en respuesta a los gritos del bebé. Hizo una mueca de disgusto al verlo. "Ha mojado toda la cama", se quejó mientras lo ponía encima de la cómoda que utilizaban como cambiador. "Yo ayudaré", se ofreció Marsha mientras ella también salía de la cama desnuda. Mientras Heather cambiaba a Liam, limpiándolo para que no estuviera lleno de orina y poniéndole rápidamente un pañal limpio y un body, Marsha sacó la sábana y el plástico de la cuna. Rápidamente lo envolvió todo en una bola para que no se escapara la orina. Abrió un cajón y sacó un recambio para ambos y rápidamente tuvo una sábana de plástico puesta y luego una bonita sábana de algodón con caballitos azules. Comprobó la manta de la que Liam había conseguido escabullirse, probablemente por lo que se había enfriado. La manta no estaba mojada y no olía a orina, así que se la puso sobre el brazo y le tendió los brazos a Heather para que cogiera al bebé. Ahora sí que le goteaban los pezones. Heather se quedó mirando cómo su mujer se inclinaba sobre la cuna. La había visto desnuda, por supuesto, pero nunca se había fijado en las cicatrices tan prominentes que tenía en la espalda, las nalgas y la parte superior de los muslos. Se notaban especialmente en la iluminación del dormitorio, resaltando, casi brillando. Tragó saliva al pensar en el dolor que su mujer debía de haber sufrido para conseguirlas. Parpadeó rápidamente para controlar las lágrimas. Liam comenzó a acariciar el pecho desnudo de Heather desde donde ella lo sostenía. "¿Pasa algo?" preguntó Marsha en voz baja mientras esperaba que Heather pusiera al bebé en la manta que tenía en sus brazos. Ya estaba haciendo ese sonido de cacareo, frunciendo los labios en espera de ser alimentado. Pronto volvería a llorar de rabia si no le ofrecían el pezón y ella no quería despertar a los otros niños ya que ambos estaban desnudos. Sacudiendo la cabeza, parpadeando, salió del estupor en el que se encontraba por

las cicatrices. "Aquí vamos, pequeño hombrecito", dijo mientras le entregaba su hijo a Marsha. "Sigue llamándole hombrecito y le vas a crear un complejo", se burló Marsha. Lo metió en la manta de forma experta, doblándola, y luego le metió la cabeza bajo el pecho y el brazo para poder dirigir el pezón hacia su boca. Rápidamente se prendió... dolorosamente. Sus pezones aún estaban tiernos y no estaban preparados para el bebé. "Sobrevivirá", sonrió al ver a su mujer amamantando, algo que había pensado que podría hacer a estas alturas de su vida. No había mencionado a Marsha que quería utilizar el esperma que habían guardado para su propia implantación. El año pasado estuvo a punto de utilizarlo, pero la idea de pasar por un embarazo sola le daba mucho miedo. La tarifa del banco por almacenarlo no había ayudado a su situación económica. Marsha se dirigió lentamente a la cama y se sentó. Liam se revolvió cuando su pezón salió de su boca. "Tranquilo", le dijo mientras le ayudaba a prenderse de nuevo. Se estremeció al ver la fuerza con la que él tiraba. Su otro pezón empezó a gotear. Levantó la vista al ver que Heather la observaba con ternura y sonrió. "¿Puedes pasarme un trapo?", señaló hacia uno con la barbilla. Heather se dio cuenta rápidamente y cogió el trapo del borde de la cómoda y se lo entregó a su mujer, tirando el pañal usado al cubo de basura sellado mientras lo veía. Se unió a su mujer en la cama, metiéndose con ella bajo las sábanas y subiéndolas por encima de las piernas de Marsha. "Gracias", dijo roncamente mientras miraba con ternura a su mujer. "Eso siempre parece que duele", le susurró ella. "Uno pensaría que después de todos estos niños ya no lo haría, pero cada vez tengo que acostumbrarme de nuevo porque cada vez me duele", suspiró mientras volvía a mirar a Liam. Estaba caliente, estaba cansado y ya se estaba quedando dormido. Sólo había querido un alimento reconfortante. No tenía hambre de verdad, sólo tenía frío. Esperó a que se quedara un poco más dormido antes de limpiarle la barbilla para absorber la leche que había soltado y, poniendo la mano detrás de su cuello, lo levantó para hacerlo eructar sobre su hombro. Estaba mojado y le preocupaba que vomitara sobre su espalda. En lugar de eso, suspiró profundamente y se acurrucó en su cuello, queriendo dormir. Lo bajó lentamente

a sus brazos y sonrió a su hijo. "¿Quieres que lo ponga en la cuna?" preguntó Heather, sintiéndose un poco excluida. "Ya lo tengo", le dijo Marsha mientras giraba en la cama, con las piernas sobre el borde. Usando sus músculos para tirar de ella, se levantó y lo llevó a su cuna, con cuidado de no empujarlo. Lo acostó boca abajo, con la cara hacia un lado, y él hizo ruidos de succión mientras se acomodaba y se adaptaba. Sonrió y lo observó un momento más mientras dormía plácidamente en su cuna. Estaba muy lejos del cabestrillo que había utilizado con Bahir y Amir. Habían estado con ella cuando los alimentaba, pero Malekah los había cogido con frecuencia para demostrar que ella, y no Mahsa, era su madre. "¿Todo bien?" llamó Heather suavemente, observando la suave mirada de su esposa. Marsha levantó la vista, viendo a su hermosa y desnuda esposa esperándola en su cama. La manta se había deslizado por debajo de los pechos de Heather, aparentemente exhibiéndolos para ella, esperándola también. Sintió el retorno del deseo que había sentido por su mujer no hacía mucho tiempo. "Sí", respondió con una sonrisa y comenzó a arrastrarse por la cama hacia su mujer, acechándola como un depredador. "¿Qué estás haciendo?" Heather soltó una risita. "¿Qué crees que estoy haciendo?" fue la respuesta de Marsha. Heather observó, fascinada, cómo Marsha se arrastraba por la cama, con los pechos colgando, mucho más grandes de lo que habían sido cinco años atrás tras el nacimiento de Hayley. Apartó con firmeza cualquier pensamiento sobre las cicatrices en el trasero de Marsha mientras esperaba ansiosamente lo que su esposa le haría. No se sintió decepcionada cuando Marsha se metió en su espacio, justo en su cara, y la besó profundamente.... Marsha sonrió en el beso, disfrutando de la sensación familiar de los labios de Heather bajo los suyos. Sus labios eran tan... besables que no podía dejar de disfrutarlos. Estaban llenos, cálidos y pedían ser chupados. Se dio el gusto de mordisquearlos, chuparlos y lamerlos, excitando a su esposa.

Heather había sido besada en los años en que Marsha no estaba, pero todo se había sentido tan... mal. Esto no. Esto se sentía como volver a casa. Le resultaba familiar. Se sentía... mmmmmm. Gimió de placer mientras Marsha jugaba con sus labios. Las manos de Marsha eran suaves cuando empezó a acariciar el cuerpo caliente, encontrando todos los puntos familiares que conocía tan bien. Le hacía cosquillas y sonreía en el beso mientras provocaba la excitación de su esposa. Acarició, lamió, acarició y acarició hasta el deleite de su corazón, mientras su cuerpo se frotaba sensualmente contra el de su esposa. Heather no podía creer lo excitada que estaba. Tal vez era porque no había hecho el amor en todos los años que Marsha había estado fuera o tal vez era sólo que amaba tanto a esta mujer. Marsha parecía estar volviendo a familiarizarse con el cuerpo de Heather. No estaba sucediendo lo suficientemente rápido para Heather. La bella pelinegra la tocaba por todas partes excepto donde ella quería que la tocaran. Finalmente, frustrada, agarró la mano de Marsha y la dejó caer sin contemplaciones sobre su entrepierna. Marsha casi se rió. Se había preguntado cuánto tiempo podría aguantar Heather. Podría haberse atragantado con la risa, pero al darse cuenta de lo mojada que estaba realmente la rubia, gimió en su lugar. Sus dedos se encontraron con el chorro y tuvo que probar.... "No, no puedo soportarlo", jadeó Heather, tirando del grueso pelo de Marsha. "Fóllame", suplicó en su lugar. Marsha levantó la vista, sorprendida por el lenguaje que salía de la boca de su mujer, y luego sonrió ante la nota de su súplica. La mujer accedió deslizando tres dedos y sacándolos de nuevo. Volvió a introducirlos, un poco más fuerte, y vio cómo los ojos de Heather se abrían de par en par ante la sensación. Fue un poco brusco, pero Heather parecía necesitarlo. Sus piernas subieron y rodearon la cintura de Marsha, impulsándola. Sus manos se aferraron a los hombros de la soldado, sus uñas se enroscaron en la piel mientras su espalda se arqueaba. "Más, más, más", cantó mientras jadeaba. Marsha no podía creer que fuera la misma mujer que había dejado. Por un momento, sospechó que Heather le había sido infiel, pero luego desechó esa idea. Heather era demasiado sincera y le había contado lo desagradables que

habían sido las citas a las que se había obligado a ir. Sus pocos amigos la habían animado a seguir adelante, pero Heather sólo había podido intentarlo; no las había disfrutado. Marsha se concentró en meter las caderas en sus empujones, frotándose en el pequeño y duro nubarrón bajo la bola de su pulgar. La cabeza de Heather se agitaba de un lado a otro mientras luchaba contra la creciente marea, pero era inútil luchar. Había esperado demasiado tiempo y la marea se abatió sobre ella. Su cuerpo empezó a sudar mientras capturaba rápidamente los labios de Marsha para poder gritar en la boca de su mujer. Marsha sujetó los labios de Heather con los suyos, disfrutando de las convulsiones del cuerpo de su mujer bajo los suyos. Podía sentir el temblor de las piernas de Heather mientras el orgasmo se prolongaba y su cuerpo exprimía la vida de los dedos de Marsh. Finalmente, Heather se tumbó debajo de ella, totalmente flácida por lo que le habían sacado. Normalmente le gustaba prolongar el orgasmo, tal vez sacar un segundo, incluso un tercero de su cuerpo, pero la marea de éste la había arrollado tan intensamente que se había dejado llevar. "¿Estás bien?" preguntó Marsha en un susurro, con sus cálidos labios besando la vida en los helados labios de su esposa. La sangre se había drenado de ellos y se concentró en su centro. Calentó el cuerpo de su mujer con el suyo propio, subiendo las mantas para ambas. Heather asintió débilmente y fue a apartar su pelo. "Espera, ¿qué es eso?" preguntó bruscamente Marsha, viendo algo. "¿Qué demonios? Es sangre", jadeó. Se echó hacia atrás y miró entre ellas para ver si Heather estaba con la regla o si había empujado demasiado fuerte. Se horrorizó al pensar que podía haber herido a su mujer, aunque fuera sin querer. Se giró para coger el trapo de bebé que había dejado en la cama y oyó a Heather jadear. Se volvió inmediatamente y preguntó alarmada: "¿Qué?" "Es tu hombro. Está sangrando", respondió Heather, preocupada. "¿Lo es?", preguntó estúpidamente, tratando de ver su propio hombro y cruzando los ojos. Negó con la cabeza. "Espera un momento", ordenó Heather y rápidamente se puso de rodillas para

inclinarse y coger el trapo que Marsha había alcanzado. Vio las marcas de las uñas y lo que había causado. Los dos hombros sangraban, sólo un poco, pero lo suficiente como para que, al peinarse hacia atrás, se hubiera pasado la sangre por la frente. "Será mejor que traiga vendas", dijo contrita. Marsha sonrió. Vio que Heather parecía avergonzada por sus propias pasiones. "Déjala reposar un minuto. El aire lo secará", le dijo mientras la rubia se secaba los arañazos. "¡No es divertido!" "Sí, lo es. Ninguna de nosotras sabía que lo habías hecho cuando estabas en la agonía", soltó una risita. "Sigue sin ser gracioso", se quejó, intentando no sonreír al recordar las sensaciones que su mujer había engendrado en ella. Marsha se pellizcó un pezón que estaba apoyado en ella mientras Heather se limpiaba con el trapo. "¡Eh!", gritó. "Shhh, vas a despertar a los niños", le advirtió. "¡Entonces mantén las manos quietas!" "Sí, señora", saludó ella y luego tomó el trapo para limpiar la sangre embadurnada en la frente de su esposa. "Eres algo más, ¿lo sabías?". "Tú lo provocaste", la acusación quedó colgada entre ellos. "Lo acepto". Sonrió mientras se inclinaba para darle un beso, encontrando los labios de Heather mucho más cálidos ahora. "¿Estás bien?", repitió su pregunta anterior. Volvió a sonreír cuando la rubia asintió y la miró con sus ojos azul aciano. Comenzó a parecer un poco somnolienta mientras se recostaba contra sus almohadas. "Oh no, no vas a dormir esta noche", prometió. "Tenemos hijos", le recordó. "Entonces haremos la siesta todos juntos". Miró a su esposa con una mirada lasciva y se inclinó para otra serie de besos que se estaba poniendo interesante.

Comenzaron a revolcarse juntos en la cama una vez más y, antes de que se dieran cuenta, el sol estaba saliendo y era hora de alimentar a Liam de nuevo. A ninguno de los dos parecía importarle la falta de sueño, ya que se sentían increíblemente renovados. Incluso consiguieron vestirse antes de que los otros niños se levantaran.

* * * * *

"¿Algún recuerdo?", preguntó el terapeuta una vez que Marsha confesó que por fin había hecho el amor con su mujer. "No. Se podría pensar que sí, pero hacer el amor con mi mujer no se parece en nada a ser sujetada por esos hombres". Se detuvo por un momento mientras los recuerdos de su violación... violaciones la asaltaron por un momento. Tragó saliva, sabiendo que el terapeuta la observaba atentamente en busca de signos de incomodidad o intentos de ocultar algo. "Intento no pensar en esos momentos. No tienen nada que ver con Heather. No tienen nada que ver con hacer el amor con mi mujer. Incluso a veces me convenzo de que no tienen nada que ver con la concepción de mis hijos". "Te das cuenta, lógicamente, de que no puedes suprimir esos recuerdos para siempre. Fue una experiencia traumática. Afrontarla es la única manera de dejarla atrás". Ella asintió mientras estaba de acuerdo, pero no iba a entrar en detalles sobre las muchas violaciones que había soportado a lo largo de los años. Ellos sabían lo básico. La habían violado en grupo hasta que Zabi la reclamó como suya. Desde entonces, él, y sólo él, la violó con el propósito de procrear. Él quería hijos... muchos, muchos hijos le dijeron. Ella le había dado uno. Ahora había dos de su sangre y nunca lo conocerían si ella tenía algo que decir al respecto. Su petición la había sacudido, pero estaba decidida a ignorarla. Quizá se le pasara. Después de todo, no sabía con certeza dónde estaba ella. Podía haber muerto en las selvas de Afganistán y ella rezaba para que él lo creyera.

CAPÍTULO XIX

"Quizá deberíamos pensar en comprar una casa. Nos queda lo suficiente para un pago inicial", sugirió Marsha unos días después mientras pasaban el rato en el salón con los niños. Intentaba hacer algo más para que la crianza de los niños no quedara completamente en manos de Heather, quien, aunque lo disfrutaba, se sentía frecuentemente abrumada. "¿Qué te ha hecho pensar?" preguntó Heather desde donde estaba sentada en el sofá intentando que Amir se durmiera para que no estuviera tan malhumorado. Ya había pasado la hora de la siesta y Bahir ya estaba dormido. Marsha estaba cambiando a Liam. "Estaba pensando que vamos a necesitar un dormitorio adicional", respondió, pero lo que realmente estaba pensando era: "si se mudan será menos probable que Zabi los encuentre". "¿No deberíamos esperar hasta que decidas si vas a volver o....?", dejó de decir, ya que habían discutido muchas veces si Marsha debía quedarse en el ejército o irse. "Sí", suspiró mientras terminaba el pañal y sonrió al pequeño. Su cara se iluminó un poco, pero era demasiado joven para devolver la sonrisa. "Supongo que debería esperar a saber si el capitán McKellan es capaz de sacarles ese otro ascenso". "¿Tenemos que seguir yendo a ver a los psicólogos?" Marsha levantó la mirada mientras acurrucaba a Liam en sus brazos. "No tienes que ir si no quieres, pero yo pensé que te gustaba ir". Heather asintió. "Me ayudaron, me ayudaron mucho. No sabía que estaba enfadada contigo por haberme ido. Me alegro de que se haya ventilado, pero me pregunto si todavía tengo que ir". "Eso depende de ti", asintió ante la explicación de su mujer, pero sabía que necesitaría ir durante un tiempo mientras intentaban que hablara más de lo que le había pasado. Los años de práctica para no hablar en absoluto eran difíciles de romper. Los pequeños y mundanos hechos que contaba de su vida en el pueblo no profundizaban en las cosas que podrían afectarla más adelante. Aun así, se

alegraban de que se hubiera adaptado tan bien. Sin embargo, había días en los que un sonido o algo desencadenaba sentimientos de ira, morosidad y peligro. Algunas veces quiso salir de casa y hablar de ello la ayudó. Tenía responsabilidades con sus cuatro hijos y su esposa y no podía dejar a Heather con todo eso de nuevo. Se sorprendió al saber que tenía recuerdos reprimidos. Poco a poco, algunos salieron a la luz, pero tanto los psicólogos como Marsha pensaron que no habían llegado a todos. También se sorprendió al descubrir lo enfadada que estaba con su madre por años de un tipo de abuso que extrañamente le recordaba a cómo la había tratado Malekah. La dominación de las opiniones o preocupaciones de los demás, esa necesidad de tener razón a toda costa. En el caso de Malekah, se sentía una reina y que Marsha se limitaba a dar a luz a los hijos de su marido por ella. Con los terapeutas, habló de este enfado y del doble sentimiento de resentimiento hacia su madre y de los sentimientos similares que tenía hacia Malekah. "Tendrías que haberla oído poner el grito en el cielo porque Liam se llamaba Liam Lawrence en lugar de Lawrence Liam. Mi hermano tiene un Larry en su familia. ¿Por qué iba a hacerle eso a un niño? Así se honra a un hombre que mi esposa adoraba y a mi propio padre también". "¿Cómo te hizo sentir eso?" Marsha odiaba estas preguntas casi retóricas que la hacían idear sus propias soluciones. Sabía por qué lo hacían, pero aun así le molestaba. "Me molestó. No es que le hayamos pedido su opinión. Es nuestro hijo y podemos ponerle el nombre que queramos. Si no le gusta, peor para ella". El terapeuta sonrió: hoy era una mujer. Le gustaba este soldado luchador. A Marsha le iba bien, pero sólo porque veía las cosas con lógica. Su trastorno de estrés postraumático estaba ahí. Aún no habían tocado la superficie, pero había otros problemas, como los de su madre, que también debían resolver. Sólo que llevaría tiempo. Después de todo, tenía que superar años de abusos.

* * * * *

"¿Tal vez deberías pasar más tiempo con ella?" sugirió Heather mientras Marsha se quejaba de su falta de conexión con Hayley. Se estaba vistiendo de nuevo porque Liam había escupido por todo el traje que llevaba puesto y Hayley, de alguna manera, había perdido el autobús escolar. "¿Qué sugieres que haga?" Se sentía mal porque ella y la niña no se llevaban bien. "¿Por qué no vas a buscarla hoy y la llevas a algún sitio, las dos solas?" Dejó de hacer lo que estaba haciendo. "¿Y dejarte sola con los otros tres? Eso no suena muy justo". La idea le pareció buena, pero realmente no quería dejar a Heather sola con toda la responsabilidad. "Tal vez podría al menos llevar a Bahir". "Eso anularía el propósito de que tú y Hayley se vinculen. Si pasas tiempo a solas con ella, tiene que llegar a conocerte un poco mejor". Marsha se encogió de hombros. "¿De qué vamos a hablar?" "¿De qué habláis tú y Bahir?" "En realidad de nada". Trató de pensar si realmente hablaba con sus hijos de algo en estos días. Ella había ha estado tan ocupada siendo interrogada por el ejército, teniendo un bebé, haciendo frente a .... "Entonces ve a recogerla al colegio y no habléis de nada en particular", le aconsejó Heather con una carcajada y casi la empujó hacia la puerta. "Y, y, y.... tengo a mi hermana Bahir, que significa primavera, y a mi hermano Amir, que significa rey, y a mi nuevo hermano Liam, pero... no sé qué significa su nombre. Es un bebé y hace mucho ruido. Mi madre tiene que cuidar de él todo el tiempo". oyó Marsha mientras se acercaba a la clase del jardín de infancia. Estaba agradecida de haber ido a caballo cuando pudo para saber dónde estaba la escuela y el aula.

"Tu otra madre también está en casa ahora. ¿No es emocionante?" oyó una voz femenina que se dirigía a Hayley. "Ella está bien. Es divertida a veces y muy triste otras veces. Vino a casa desde Afganistán. No creo que le guste”. ¿No lo crees? ¿Por qué?" "Ella tuvo a Bahir y Amir tanto tiempo y ellos son suyos. Yo soy de mi madre". "Estoy seguro de que ella te quiere". "No, ella quiere a Liam, a Amir y a Bahir porque todos tienen el mismo papá y la misma mamá. Liam acaba de salir de ella". Parecía asombrada por esa última afirmación. "Estoy segura de que si hablaras con ella te diría que os quiere a todos". Con eso, la mujer levantó la vista y vio a una mujer que sólo podía ser la madre biológica de Hayley. Hayley se parecía a la mujer de pelo negro. Cuando conoció a Heather, pensó que la cara de Hayley se parecía a la suya. Ahora, al ver a su madre biológica, se dio cuenta de su error. La niña era una mini imagen de su madre. Sonrió, preguntándose qué parte de su conversación había escuchado la madre. "Hayley", giró a la niña para que pudiera ver a la mujer, "¿es tu madre?". Hayley asintió y sonrió tímidamente, aliviada de no haber sido olvidada. "Lo siento, Hayley. Liam estaba enfermo y mamá no pudo venir a recogerte hoy. Intenté llegar antes cuando me enteré de que habías perdido el autobús". "No pasa nada, mamá. Me senté a hablar con la señorita Anderson", indicó la mujer, ahora con la cara roja, que estaba sentada a su lado. "Señorita Anderson", Marsha se acercó y le tendió la mano. "Es un placer conocerla". "Hacía tiempo que lo esperaba. Hayley estaba muy emocionada por tenerte en casa y por conocer a su hermano y a su hermana". Estrechó la mano de la mujer un fuerte y firme apretón de manos- y la soltó. Marsha estuvo a punto de decir: "Lo he oído", pero al ver el rubor en el rostro de la mujer decidió fingir que no lo había hecho. "¿Estás lista para irte, Hayley?", le preguntó a la niña con una sonrisa. Sus ojos mostraban que adoraba a la niña.

Por dentro, su corazón se rompía por lo que Hayley había revelado a su maestra. La niña se acercó a un pupitre y cogió su mochila. "Vamos", dijo. "¡Adiós, señorita Anderson!" "Adiós, Hayley. Nos vemos el lunes". "Ha sido un placer conocerla, señorita Anderson. Estoy segura de que nos veremos más en el futuro". "Eso espero, Sra. Gagliano. Que tenga un buen día". Observó cómo las dos salían de su aula, con la mano de Hayley firmemente sujeta a la de Marsha, saltando alegremente. Se preguntaba cuán difícil era la adaptación, volver a casa después de tantos años separados.

* * * * *

"Bueno, Hayley, mamá y yo decidimos que esta noche era una cita para ti y para mí", le dijo Marsha a la niña después de que se abrochara el cinturón en la parte trasera de la furgoneta. "¿Noche de cita? ¿Qué es eso?" "Sólo una noche para ti y para mí. Nadie más". "¿Sin Bahir?" "No", negó con la cabeza. "¿No hay Amir?" "No, sólo tú y yo". "¿No hay Liam?" "No, y de todos modos no querrías que viniera. Estaba escupiendo". "Qué asco". Marsha asintió con la cabeza. "Sí, qué asco". "¿Mamá tampoco viene?" El asentimiento de Marsha se convirtió en un movimiento de cabeza. "No, dijo que esta noche éramos sólo tú y yo, ya que no pasamos mucho tiempo a solas. Entonces, ¿a dónde te gustaría ir?" En el espejo retrovisor, con la tapa bajada para niños, vio a la niña pensar seriamente en la pregunta. "¿Podríamos ir a Chuck E. Cheese'S?", preguntó, esperanzada. "Chucky Cheeses será", respondió ella, sin darse cuenta de que se había equivocado de nombre. "¿Sabes dónde está?" Ella no podía recordarlo. "Está al lado del centro comercial", dijo la niña, llena de autoestima ya que sabía algo que Marsha no sabía. Sí, pero ¿qué centro comercial? Había muchos centros comerciales. Habían aparecido varios nuevos desde que ella vivía aquí, además del grande. Marsha se dirigió al más cercano a su casa y, por suerte, era lo suficientemente grande como para poder rodearlo con el coche. Chuck E. Cheese's estaba en el lado opuesto. El logotipo tenía una rata en una cuña de queso. Encantador, pensó, sabiendo que le iba a doler la cabeza por el ruido de los niños. Sin embargo, era la noche de la cita para ella y Hayley y la única manera de pasar tiempo a solas.

Estaba decidida a establecer un vínculo con su hija mayor. La idea de Heather era buena. Al no haber ido nunca a un restaurante Chuck E. Cheese'S, no estaba preparada para el abrumador ruido de los niños jugando, así como para las máquinas y los juegos destinados a chuparle la cartera y a entretener a los niños. "Juguemos primero y luego comamos", sugirió, complacida por el asentimiento entusiasta que obtuvo de Hayley. Jugaron a un juego que les permitía golpear a los animales que salían de los agujeros, y luego a un juego de bolos que llevaba las bolas a dianas curvas. Cuando ganaban, recibían boletos de papel para comprar más chatarra detrás del mostrador. Hayley no era muy coordinada a los seis años, pero sus esfuerzos eran tales que Marsha intentaba ganar el mayor número posible de esos estúpidos boletos para poder comprar los trastos de plástico y sentirse realizada por sus esfuerzos. Finalmente, se sentaron a comer pizza y beber refrescos entre el ruido y la algarabía. "¿Te has divertido hasta ahora?" preguntó Marsha a la pequeña doble que era su hija mientras daba un mordisco a su pizza y la regaba con refresco. La pizza era fina, grasienta y como de cartón. Era, como todo lo que había en el local, excesivamente cara, pero a los niños les encantaba. La niña asintió con entusiasmo mientras mordía un trozo. Tendrían que llevarse las sobras a casa, ya que su apetito y el de Marsha no eran lo suficientemente grandes como para comerse toda la pizza en mal estado. Aun así, ambas se divirtieron y Marsha incluso se coló en la piscina de bolas, sentándose con desagrado entre lo que parecían bolas sucias mientras su hija se lanzaba y rebotaba dentro. Se preguntó si era higiénico y luego se dio cuenta de que a los niños no les importaba. Decidió que a ella tampoco le importaba mientras se zambullía con su hija y le hacía cosquillas cuando la atrapaba. "Te quiero, mamá", la niña rodeó con sus brazos a Marsha y la abrazó mientras jugaban. Marsha parpadeó para contener las lágrimas ante esta primera muestra de afecto. ¿Podía una pequeña cosa como una noche de cita haber llegado a su hija? Esperaba que así fuera y no se lo cuestionó demasiado. Dejó que

Hayley jugara durante horas. Marsha observaba a Hayley jugar a un juego que parecía más propio de su edad. No era muy buena, pero le proporcionaba los billetes dorados que ansiaba en grandes cantidades... Marsha sólo tenía que seguir alimentándola con fichas. Pero valía la pena ver la alegría en la cara de su hija. Marsha tuvo un mal momento. Un juego que no había oído antes empezó de repente a hacer ruidos de disparos y choques. El nivel de ruido de todo lo demás se desvaneció mientras ella se concentraba en la máquina. Su corazón empezó a acelerarse como lo hizo con el ruido del timbre y las palmas de sus manos empezaron a sudar. Se encontró mirando la máquina con la que jugaba un niño. Parecía que se hacía más fuerte y entonces fue consciente de que todo su cuerpo había empezado a sudar. Tenía frío y empezó a temblar. "¿Mamá?", sonó la voz lejana de una niña. Marsha apenas podía oírla por encima de los ruidos de aquella máquina. El niño finalmente perdió y cuando no tuvo más fichas para insertar, tomó sus pocos billetes y se fue. Cuando el ruido se apagó, oyó: "¿Mamá?" y se volvió para ver a Hayley mirándola, preocupada. "Sí, cariño", contestó ella después de parpadear un par de veces, tratando de fingir que no había pasado nada. "Tengo que ir al baño", anunció de forma importante, con el puño agarrando un gran fajo de billetes. Marsha se levantó y dejó que la niña la guiara hasta el baño. "¿Necesitas ayuda?", preguntó mientras veía a Hayley buscar un puesto vacío. "Ya soy una niña grande, mamá", dijo exasperada, como si Marsha la hubiera insultado. Le entregó a Marsha sus importantísimos billetes y se metió en un puesto sola. Marsha sostuvo los billetes mientras se miraba en el espejo. Pudo ver el sudor en su frente y, con la mano libre, cogió un poco de agua del grifo y se lo lavó. Cogió una toalla y se limpió la cara y el cuello. Extendió la mano. Todavía le temblaba un poco, pero no tanto como antes. "Ya está, mamá", dijo Hayley junto a su codo y Marsha la ayudó a lavarse las

manos y le entregó una toalla. una toalla. Una vez que sus manos estuvieron secas, la guió fuera del baño. "¿Qué tal si vemos qué podemos conseguir con tus billetes?" sugirió Marsha, dispuesta a dar por terminada la noche. No se dio cuenta de la cantidad de opciones baratas que habría. Entonces a Hayley se le metió en la cabeza que debía llevar algo para sus hermanos y hermanas. "No creo que Liam se dé cuenta", dijo mientras la niña trataba de conseguirle algo. "No puedes permitirte eso", fue otro estribillo familiar mientras Hayley miraba los artículos de mayor valor. Finalmente, tuvo regalos para sus hermanos, incluyendo un pequeño oso de peluche para Liam y un gran anillo de plástico para mamá y se fueron de Chuck E. Cheese's. "¿Te has divertido?" preguntó Marsha mientras se aseguraba de que Hayley se abrochara el cinturón de seguridad. "Sí, mamá. ¿Podemos tener una cita todas las semanas?" Marsha se rió, pero al pensar en la experiencia de sudoración que tuvo, pensó que tal vez no.

CAPÍTULO XX

El sábado llegó un sobre de entrega especial y Marsha, que esperaba que el capitán McKellan hubiera manejado las cosas con respecto a Zabi, tuvo un pequeño ataque de pánico. Reconoció las señales de la noche anterior. Las palmas sudorosas, los temblores y la sensación de malestar. Al abrir el sobre, se emocionó al leer la carta del capitán. Había dispuesto que se hicieran certificados de nacimiento para Bahir y Amir. Como no tenía ni idea de sus fechas exactas de nacimiento, tuvieron que utilizar fechas aproximadas en torno a la época del año que ella podía recordar. Los tres hijos afganos eran ahora ciudadanos estadounidenses y era aún menos probable que el caso de Zabi pudiera seguir adelante. Liam, por haber nacido aquí, era extra especial en su mente. Los otros dos estaban ahora protegidos legalmente. "¿Qué es eso?" preguntó Heather con cautela. No le había pasado desapercibida la expresión del rostro de Marsha cuando abrió la carta. Vio el brillo del sudor en la frente de su esposa. "Los certificados de nacimiento de los niños", dijo Marsha, mostrándoselos. Los papeles nítidos y los sellos oficiales en cada uno de ellos les daban un aspecto aún más bonito. "Recibí el de Liam el otro día en el correo. Quería enseñártelos", respondió ella, mientras sentía el sello en relieve bajo las yemas de sus dedos. "Bueno, donde sea que las guardemos, se pueden poner en ese lugar seguro", dijo con confianza, satisfecha con la situación. "Será mejor que consigamos una caja de seguridad entonces. Los he estado guardando en una carpeta junto con nuestro certificado de matrimonio y el certificado de nacimiento de Hayley." Marsha puso los ojos en blanco, pero si le servía a su mujer, supuso que era lo mejor que podía hacer. Sin embargo, hizo una nota mental para hacer precisamente eso, conseguir una caja de seguridad. "¿Y mis papeles del seguro o cualquier otra cosa importante?" "La misma caja de carpetas", confirmó Heather. Se levantó para mostrar a Marsha el sobre en el que estaba el certificado de nacimiento de Liam. Estaba leyendo el de Bahir y se sorprendió al ver que en el apartado del padre aparecía

su propio nombre. "No los hacen unisex, ¿verdad?". Marsha se había preguntado si eso sería un problema. "No, todavía no", confirmó. Cuando miró el de Liam, vio que el Estado de Illinois se había limitado a tachar el nombre del padre y poner el de la esposa. Eso le pareció extraño. Tanto el "padre" de Bahir como el de Amir figuraban como Heather Gagliano. Sonrió. Sería más difícil para cualquier persona de la tribu o familia de Zabi encontrar a estos niños.

* * * * *

Tras recuperarse del parto y tener tiempo para curarse mental y físicamente, Marsha se estaba volviendo un poco loca. No era una ama de casa. Sabía que quedarse en casa con los niños acabaría volviéndola loca. Sin embargo, al ver a Heather con ellos, se sorprendía de lo feliz que la hacía. Puede que la casa no sea perfecta, pero los niños son felices con su madre. "Deberíamos comprar literas y, tal vez, una cama extraíble debajo", le sugirió Marsha a Heather. A ella le gustaba ir de compras. La primera vez que se llenaron los armarios, vio que su mujer había mirado con reverencia las provisiones antes de cerrar la puerta. El frigorífico y el congelador llenos hacían que tuvieran comidas completas todos los días. Marsha cocinaba cuando podía para aliviar a Heather de esas tareas, ya que ella cuidaba muy bien de su familia. "Deberíamos vigilar cómo gastamos el dinero. Esa suma global no va a estar ahí siempre", señaló. Se había alarmado al ver lo rápido que había bajado con la compra de la furgoneta. Eso la asustó. Después de años de arreglárselas, temía que el lujo de tener un vehículo en funcionamiento, la despensa llena y su mujer en casa no durara. "Tienes que itir que los niños no pueden acampar mucho más tiempo en el suelo de la habitación de Hayley". "Es cierto", aceptó ella y recogieron a los niños para ir a comprar una cama resistente. Tener cuatro hijos en una casa de dos habitaciones no era realmente práctico y Heather empezó a pensar en la sugerencia de Marsha de mudarse. Eso tendría que esperar hasta que se decidiera su carrera. Como única proveedora de su hogar, dependería de su decisión de permanecer en el ejército o no. Heather ya había dado a conocer su preferencia. Había pensado que ella misma volvería a trabajar este otoño, pero no ahora, no con todos esos niños menores de seis años en casa. Debatieron sobre las barandillas de seguridad, la madera frente al metal y muchas otras consideraciones mientras compraban. Los niños no ayudaban y Marsha se mostró severa cuando ordenó a Hayley y a Bahir que se bajaran de las camas en las que intentaban rebotar. Estaba enfadada cuando sacó a Amir de la escalera de otra. "¿Tal vez camas individuales y que las niñas compartan?", sugirió en un

momento dado. "Podríamos comprar dos juegos de literas y cuando Liam sea lo suficientemente mayor, Amir podría pasar a la cama de arriba", sugirió Heather. Finalmente encontraron una litera con una cama nido que se desplegaba debajo de la litera inferior. Eso serviría por ahora hasta que los niños fueran mayores. Eligieron colchones resistentes que pudieran soportar el paso del tiempo y cualquier mojado de cama que pudiera producirse. Al comprar nuevas fundas de colchón y juegos de sábanas, tuvieron que optar por lo que Bahir y Hayley acordaron para el único juego, y eligieron un juego azul liso para Amir. Los ponis del juego de las niñas, que era de color rosa, eran bonitos contra el azul. "Te das cuenta de que estamos estableciendo algunos estereotipos aquí", señaló Marsha mientras pagaba la cuenta extendiendo un cheque. "¿Azul para los niños y rosa para las niñas?" Heather se rió. "Sí, exactamente. Quiero decir que, si a Liam o a Amir les gustaban los ponis rosas bonitos, deberíamos haber conseguido eso". "No he oído que Liam haya votado", señaló su esposa mientras llevaba la cesta con su hijo que que gorjeaba felizmente. Marsha se rió como Heather quería que lo hiciera. Se sorprendió de lo caro que había sido este viaje. Luego sacudió la cabeza... los niños en general eran caros. Cogieron sus compras y se fueron a casa, habiendo acordado la entrega de los muebles para la semana siguiente.

* * * * *

"Pronto volveré a trabajar", se lamentó Marsha tras sus semanas de baja por maternidad. Estaba jugando con Liam sobre su manta, deleitándose con sus sonrisas. "¿Por qué no has tenido más tiempo libre en este embarazo?". Heather frunció el ceño ante el anuncio de su esposa. "Porque aparentemente cambiaron las reglas mientras yo no estaba. Pasaron de dieciocho semanas a doce". "Eso es una mierda". Estaba doblando la ropa. La nueva lavadora y secadora que tenían significaba que no tenían que arrastrar la ropa sucia a la lavandería. Marsha tenía que estar de acuerdo. Aunque seguía yendo a la base militar una vez a la semana para hablar con el psicólogo del SERE, se estaba volviendo loca. Quería su vida familiar, pero también necesitaba volver a ser útil. Sentía que estaba perdiendo el tiempo en casa, aunque los niños habían sido un motín. Tanto Amir como Bahir se habían convertido en niños muy americanos y su relación con Hayley era estupenda. Disfrutaba de Liam, pero odiaba la lactancia materna y, después de seis semanas, lo había destetado con leche artificial. Odiaba que le tirara de los pezones. Le dolía demasiado. "¿Sabes lo que vas a hacer?" Heather hizo una pregunta aparentemente inocente. Se lo había preguntado, pero Marsha aún no le había contado los planes que tenía con respecto a su carrera. "Esperaba que el capitán McKellan me hubiera conseguido ya mi ascenso a teniente coronel", dijo con amargura. Realmente quería ese dinero extra como un amortiguador para su jubilación, si era eso lo que decidía. De ese modo, cualquier trabajo civil que aceptara no tendría que depender de él. "¿Sabes algo de él?" "No desde que nos envió por correo los certificados de nacimiento. Lo he visto

en la base e intercambiamos saludos, pero por lo demás nada". No le dijo a su mujer que tampoco le había informado de lo que había pasado con la petición de Zabi para sus hijos. Casi le daba miedo preguntarle. "Tal vez deberías ir a verlo", señaló su mujer, sin saber los pensamientos que se arremolinaban en la cabeza de Marsha. "Lo veré oficialmente muy pronto". Heather frunció el ceño, extrañada por ese comentario. Marsha no se dio cuenta de lo profético que sería su comentario frívolo, ya que la llamaron a la base antes de que terminara oficialmente su permiso de maternidad. "Mayor Gagliano presentándose, señor", informó al coronel Brenson, que había regresado de Afganistán. "Mayor, creo que conoce al capitán", señaló a alguien sentado fuera de su campo de visión. Se giró ligeramente para ver al capitán McKellan sentado, con una sonrisa en la cara mientras la saludaba con los dedos, al estilo de Laurel y Hardy. "Capitán", reconoció ella, frunciendo el ceño ante el extraño saludo. Se volvió hacia el coronel, en posición de firmes. "Mayor, tengo el orgulloso deber de informarle de que ha sido ascendida a teniente coronel", le dijo el coronel. "¿Señor?", preguntó ella, confundida. El coronel Brenson le sonrió. "El capitán McKellan ha luchado mucho por usted y ha conseguido señalar al ejército el error de sus métodos". "Quiere decir que los chantajeé", intervino Lance con una carcajada. "Bueno, oficialmente, eso no es lo que ocurrió. El mayor merecía ese ascenso y lo habría recibido a su debido tiempo", se apresuró a decir el coronel. "Sin embargo, lo recibió con carácter retroactivo por un mero año y no por los dos años a los que ibas. Le ingresarán los atrasos en su cuenta".

"¿Un año, señor?" "Sí, el capitán iba a pedir los dos años que te merecías; sin embargo, hubo algunas objeciones al respecto. Además, hubo discusiones sobre si eras realmente un prisionero de guerra o simplemente un cautivo". "Utilicé sus argumentos en su contra", añadió Lance. "No todos fueron efectivos, pero entonces tu madre abrió la boca". "¿Mi madre?", frunció el ceño, tratando de seguir su hilo de pensamiento. "Al parecer, tu madre concedió una entrevista a uno de los canales locales, agradeciendo al ejército por traer a su hija a casa", le informó el coronel. "Le dijeron que no...", se preguntó que su padre hubiera podido mantenerla callada todo este tiempo. Sabía que su madre no estaba contenta por haberle negado el a Liam y esta era su venganza. Apretó los dientes, tratando de alegrarse por el ascenso. "Creo que esto es para ti", continuó el coronel, entregándole una caja que contenía su hoja de roble de plata. Vio cómo se quitaba las charreteras de oro y las sustituía por las de plata. También le entregó los papeles que indicaban su ascenso. "Te espero la semana que viene, ayudándome". "¿Ayudándole a usted, señor?", estaba todavía aturdida por la noticia. "Sí, como teniente coronel, serás mi ayudante". Lo que Marsha escuchó fue que sería una secretaria glorificada del coronel y eso no le gustó. Era una especialista en informática, ¡por el amor de Dios! "Sí, señor. Por supuesto, señor", respondió respetuosamente, sin dejar traslucir sus pensamientos. "Ya puedes irte", la despidió con una sonrisa. "Marsha", Lance la detuvo antes de que pudiera irse.

Ella lo miró con cara de interrogación, esperando que dijera lo que tenía que decir. Le sorprendió el uso informal de su nombre de pila. "Quizá quieras hablar con tu madre", le aconsejó. A ella le sorprendió la petición y no le hizo ninguna gracia. Si se trataba de una orden, podría soportarlo mejor, pero la idea de tratar con su madre no le gustaba. Sin embargo, comprendió que el ejército no quería un ojo morado. Su madre y la táctica que había tomado en su desaparición no podían repetirse. Asintió a su petición mientras se daba la vuelta y salía del despacho del coronel.

* * * * *

"¿Puedes decirme qué querían esta vez?" preguntó Heather, exasperada. Había lidiado con los cuatro niños mientras Marsha estaba en la base y estaba sintiendo la tensión. Con las vacaciones de verano en marcha y Hayley en casa a tiempo completo, realmente deseaba haberla programado para algunas actividades. Había perdido muchos de los plazos debido al regreso de Marsha. Marsha se paró en la puerta y sonrió a su mujer. ¡Lo había conseguido! ¡Los había esperado y había conseguido el rango de teniente coronel! ¡El sueldo atrasado les ayudaría enormemente! Hubiera preferido dos años de sueldo atrasado, pero, aun así, lo había conseguido. La idea de trabajar para el coronel Brenson como su ayudante no le atraía lo más mínimo. "Lo tengo", dijo en voz baja por encima del ruido de un juego al que estaban jugando Hayley y Bahir. Había un montón de pitidos y Marsha pensó que, si tenía que escucharlo durante mucho tiempo, tendría que quitarle las pilas o romperlo. "¿Qué tienes?" preguntó Heather mientras intentaba ponerle una camiseta a Amir. Su hermanito había vomitado esta vez la leche de fórmula y le había dado de lleno en el pecho. Ya estaba harta del olor agrio del vómito de bebé. "Me han ascendido". "¿A qué?", levantó la vista mientras ponía la camiseta sobre la cabeza del pequeño. Vio la sonrisa y el orgullo en la cara de Marsha y se extrañó de ello. Entonces vio las charreteras de diferentes colores en los hombros de su mujer. "¿Lo tienes?", sonrió encantada. "Sí, estás viendo al teniente coronel Gagliano", anunció con una sonrisa. "Oh, cariño", dejó que Amir se peleara con los brazos de la camisa por sí mismo mientras ella se levantaba para dar un abrazo a su mujer. "Felicidades", susurró mientras le daba un beso. "Sólo necesito hacer una cosa", le advirtió mientras la abrazaba con fuerza. Al oír la nota de inquietud en la voz de su mujer, Heather se apartó con cautela. Al instante le preocupó que quisieran que volviera a Afganistán. Esperó ansiosa a que su mujer se explicara.

"Tengo que ir a ver a mi madre", confesó. "¿Tu madre?" Marsha asintió, con cara de resignación. "Al parecer, ha dado una entrevista". "Oh, no", se preocupó Heather al ver qué podía ser. "Sí, supongo que se le escapó a papá". "¿Cómo se nos pasó eso?" "De momento, sólo es una emisora local por lo que tengo entendido. Tengo que prevenir cualquier otra". Heather asintió. "¿Tal vez puedas llamar?", preguntó esperanzada. Marsha se rió. "Sí, pero eso sería una gallina. Iré a llamar y les diré que estaré allí mañana para que no estén fuera o algo así". "Lo harás después de cambiarte y de comer algo", ordenó su mujer. Marsha se sentía tan bien que apretó a Heather con más fuerza durante una fracción de instante antes de soltarla. Amir estaba graznando porque sólo le entraba la cabeza por la camiseta y trataba de meter las manos por las mangas él solo. Vio cómo su mujer iba a callarlo. Sonrió. La vida era buena.

* * * * *

Llamando a casa de sus padres, se sentía tan bien con su ascenso que no iba a dejar que su madre y su necesidad de atención se interpusieran en su camino. Lo enfatizaría de una manera que ella amenazándola si era necesario. Se aseguraría de que la mujer entendiera por fin que estar en el ejército significaba discreción. Estaba orgullosa de servir. Lo que le había sucedido, aunque trágico, no significaba que su madre pudiera capitalizarlo para obtener algún tipo de fama. El teléfono sonó lo suficiente como para que saliera el contestador automático. "Hola, se ha comunicado con la residencia de los Gagliano. Después del tono, por favor deje su mensaje", la voz de su madre voz de su madre entonó alegremente. El teléfono emitió un pitido. "Hola, mamá, papá. Soy yo, Marsha. Hola, voy a estar en vuestro barrio mañana y me preguntaba si os importaría que me pasara a comer". "Su barrio" significaba que tendría que conducir a través de Chicago, en parte alrededor del lago, a través de la punta de Indiana, y en la parte inferior de Michigan, donde vivían sus padres. "Espero que recibas esto antes de..." el teléfono fue descolgado sin contemplaciones. "¿Mamá? ¿Eres tú?" La voz al otro lado del teléfono no era la de su madre... no era la de su padre... ni siquiera era inglesa. La voz, una que no había pensado volver a escuchar en esta vida, era de origen afgano y hablaba en tayiko. "Mahsa, vendrás a mí ahora y traerás a mis hijos. Si no lo haces, mataré a tus padres", le dijo Zabi en términos inequívocos. Marsha se quedó atónita. Se quedó en silencio, con el corazón latiendo a mil por hora. La voz era tan ominosa, tan amenazante. Quiso obedecer apresuradamente, pero entonces se dio cuenta de que estaba en suelo americano y que él no tenía derechos aquí. Cómo había encontrado... y entonces recordó la entrevista que había hecho su madre. Nadie se había percatado del regreso de la teniente Marsha Gagliano, nadie, hasta que su madre se jactó de ello en la televisión. Aunque le había permitido obtener su último ascenso, también había llevado al

padre de sus hijos hasta ellos. Se dio cuenta de que, como las unidades familiares permanecían juntas en Afganistán, Zabi asumiría que estaba viviendo con sus padres, que sus hijos estarían con ella allí. "Mahsa, ¿me oyes?", preguntó con enfado. La paciencia no había sido una de sus virtudes. "Te escucho", respondió ella en tayiko. "Entonces os espero a ti y a mis hijos en breve. Tengo entendido que tengo otro hijo", cacareó. Marsha rechinó los dientes. "Llevará tiempo", trató de decirle. "Tus padres informaron a mi hermano de que vives a varias horas de distancia. Te espero entonces", y colgó. Marsha se quedó mirando el auricular durante varios minutos hasta que el incesante y cada vez más fuerte pitido le indicó que colgara. "¿Has localizado a tu madre?" preguntó Heather alegremente mientras subía del sótano con una carga de ropa para doblar. "Umm, sí", asintió, volviendo a la tierra al darse cuenta de que Heather estaba hablando en inglés. Sonrió. Era una sonrisa falsa, pero Heather pensó que se debía a la conversación con su madre, que podía ser tan difícil. Esa mujer no era fácil. Marsha observó cómo Heather llevaba la ropa a la sala de estar para doblarla. Sabía que también recogería los juguetes y los pondría en las cestas que tenían para los niños. Echó un vistazo al salón y vio que, efectivamente, eso era lo que estaba haciendo su mujer. Siguió caminando por el pasillo. Vio la luz nocturna encendida en la habitación de los niños. Las literas habían funcionado perfectamente. Amir dormía en la cama nido, Bahir encima de él en la litera inferior y Hayley en la litera superior, bien cercada por la red que Marsha había añadido como medida de seguridad. Miró a sus hijos un momento antes de entrar en el dormitorio principal. Miró a Liam por un momento. Aspiraba aire con sus pequeños labios fruncidos y sin fruncir. Probablemente soñaba con un pezón en el que la comida llegaba con facilidad. Empezó a cambiarse de ropa.

Heather entró con un cesto de la ropa sucia con la mitad de la ropa dentro. Tenía más ropa de niños para doblar y lavar, pero para variar había algo para ella y Marsha. Si la guardaba enseguida, no se acumularía. Se sobresaltó al ver a Marsha limpiando una pistola sobre la cama. "¿Qué estás haciendo?", preguntó alarmada. Ni siquiera sabía que Marsha tenía una pistola en casa. Pensó que se había llevado todo ese equipo a Afganistán hacía mucho tiempo. Marsha levantó la vista. Llevaba puestos sus ACUs o trajes de combate verdes en lugar de los bronceados que había llevado en Afganistán. Por el momento sólo llevaba puesta la camiseta mientras limpiaba el arma que había requisado hacía tanto tiempo. Nunca pensó que la necesitaría. "Tengo algo que decirte", comenzó y luego vio cómo Heather dejaba caer el cesto de la ropa sucia en la puerta, desparramando la ropa. El ruido hizo que el bebé resoplara ligeramente, pero tenía la barriga llena, estaba caliente y seco, y no se despertaría hasta que volviera a tener hambre o se mojara. Marsha vio la expresión de miedo que apareció en la cara de su mujer. Lo lamentaba, pero tenía que decirle la verdad por si pasaba algo esta noche. "Hace unos meses, después de que me hicieran saber que estaba exonerada de cualquier delito y Lance me llamó de nuevo, ¿lo recuerdas?" Terminó de limpiar la pistola, la recompuso en un tiempo récord y puso el cargador completo en el receptor -el mango de la pistola-, cargando un cartucho antes de poner el seguro y guardarla en su funda. Levantó la vista cuando hizo la pregunta. Heather asintió mientras se apoyaba en la puerta abierta y se deslizaba por ella. Sabía que no le iba a gustar lo que su mujer estaba a punto de decirle. Observó cómo Marsha cogía su camisa y, poniéndosela, empezaba a abrocharla. "La razón por la que me llamó fue que Zabi había hecho una petición a través del gobierno afgano. Quería que les devolvieran a sus hijos de vuelta". Los ojos de Heather se abrieron de par en par ante eso. "No le vas a dar nuestro...", empezó, pero Marsha levantó la mano para detenerla. mano para detenerla. No tenía mucho tiempo. "Por supuesto que no. Ignoramos la petición. Incluso bromeé con el capitán McKellan sobre la posibilidad de eliminarlo, pero lo ignoramos. Pensamos que

si no recibía respuesta se rendiría". Heather asintió para demostrar que le seguía la corriente. "Como han pasado meses, pensé que lo volvería a intentar por los canales oficiales o se rendiría". "¿Por qué no me dijiste nada de esto?" "No quería molestarte. Fue justo después de que naciera Liam y no quería alterar las cosas". A Heather le molestaba que su mujer la protegiera de esa manera, pero eso no explicaba la pistola. "¿Supongo que las cosas han cambiado?" "Cuando llamé a mis padres, no fue mi madre la que contestó", comenzó a explicar. "¿Tu padre...?" Marsha negó con la cabeza. "Después de oírme dejar un mensaje en el contestador, la voz más inesperada llegó al teléfono... era Zabi". Esperó a que el nombre se asentara por un momento. "Me dijo que, si no le llevaba a sus hijos, iba a matar a mis padres". "¿Por qué no dejas que los profesionales se encarguen de esto? ¡Denúncialo!", suplicó, sabiendo que su mujer se encargaría de esto de la forma que considerara oportuna. "Porque tengo que hacerlo. ¿No lo entiendes? Tengo que hacerlo. Ese bastardo me violó, una y otra vez hasta que creí que me volvería loca. Sólo me mantuve firme por el bien de los niños, por la esperanza de que algún día pudiera escapar de él, de que pudiera sacar a mis hijos de sus garras. Tengo que hacerlo -suplicó ella a su vez. Heather miró fijamente a su mujer. Esta no era la Marsha tranquila, fría y serena que había llegado a conocer. La mujer que tenía delante tenía demonios ocultos que los psicólogos del SERE ni siquiera habían empezado a comprender. La mirada de Marsha era casi una locura. Heather no estaba tan segura de no tener miedo. Asintió con la cabeza para demostrar que lo entendía, pero esperaba que Marsha saliera de la casa. Necesitaba a esta loca fuera de su casa. "Sé que esto es una locura", dijo, haciéndose eco, sin saberlo, de los pensamientos de su mujer. "Esta tengo que ser yo. Sé que probablemente llamarán a la base o a Lance McKellan o a los psicólogos... pero denme una ventaja. Una hora, es todo lo que pido. Dame una hora para llegar allí y ver qué puedo averiguar".

"Se tarda por lo menos tres o cuatro horas en llegar a casa de tus padres", señaló, recordando la preocupación de conducir El Pecio esa distancia para las visitas de Hayley. Finalmente había pedido que vinieran a buscar a la pequeña, molestando aún más a MaryBeth por las molestias. "Entonces dame esas horas para llegar y ver qué puedo averiguar". "¿Y si Zabi está allí?" "Está. Ha contestado al teléfono". "¿Y entonces qué? ¿Lo matas?" "Si tengo que hacerlo", prometió. "Si puedo tomarlo como prisionero, espero que el ejército lo meta en una celda y tire la llave. No está solo", advirtió. "Mencionó que su hermano está con él, probablemente porque habla algo de inglés". "¿Zabi no hablaba inglés?" Marsha negó con la cabeza mientras terminaba de vestirse. "No, consideraba que estaba por debajo de él. Su hermano, sin embargo, se ocupaba de muchos..." se detuvo un momento mientras un recuerdo se deslizaba en su lugar, algo que no había sido capaz de captar antes. "¿Qué? ¿Qué es?" preguntó Heather, al ver la mirada desconcertada que se dibujó momentáneamente en el rostro de su esposa. "Acabo de recordar algo", dijo asombrada mientras el recuerdo empezaba a hacerse más claro. "¿Qué es?" Marsha negó con la cabeza. "No es importante para esto. Por favor, ¿podrías esperar a llamar a las tropas hasta que tenga la oportunidad de comprobar cómo están mis padres?" "Dijiste que Zabi respondió al teléfono. ¿Así que los tiene?" Marsha asintió, mirando a su mujer con esperanza. "De acuerdo, te daré seis horas. Es suficiente para llegar a través del tráfico de Chicago y echar un vistazo... pero no más". Se levantó de su posición sentada en el suelo. "Necesito que vuelvas con nosotros. No puedo criar a estos niños sin ti", suplicó, intentando que Marsha viera a través de la bruma de la venganza.

Marsha asintió una vez, entró en el espacio de Heather y la abrazó. Ambas eran muy conscientes de la pistola cargada que llevaba en la cadera. Ella se apartó para mirar aquellos ojos azul aciano. "Te quiero, Heather Gagliano", dijo con énfasis, sintiéndolo hasta en los dedos de los pies. "Te quiero, Marsha Gagliano. No me decepciones", amenazó burlonamente. "No lo haré", respondió ella mientras apoyaba su frente en la de su mujer. "Tengo demasiadas cosas por las que volver". Le dio un beso, más profundo de lo normal, y lo mantuvo durante varios segundos antes de apartar suavemente a Heather. Al salir del dormitorio, no le sorprendió que su mujer la siguiera mientras cogía las llaves del coche y se dirigía al garaje. Volvió a mirar hacia atrás para ver la expresión de preocupación en su rostro. "Llamaré si puedo", prometió y recibió una leve inclinación de cabeza mientras Heather se contenía, cruzando los brazos y con cara de preocupación.

* * * * *

El viaje por Chicago fue horrible. La razón por la que había un atasco a estas horas de la noche estaba más allá de la comprensión de Marsha. Sus pensamientos estaban en lo que encontraría una vez que llegara a la casa de sus padres. No se hacía ilusiones sobre lo que Zabi les haría a sus padres. Los mataría simplemente porque podía hacerlo. También para vengarse de la insolencia de Marsha al atreverse a escapar, y mucho menos a llevarse a sus hijos. Estaba segura de que la entrevista de su madre había llevado a su hermano angloparlante hasta ellos. No eran unos estúpidos paletos. Ella había sabido que averiguarían dónde estaba si podían. Sabía que probablemente estaba enfadado por no haber podido sorprenderla, golpearla, humillarla delante de sus padres. El hombre tenía una vena sádica kilométrica y había disfrutado teniéndola cautiva en su cueva, en su tienda, en sus brazos. Sabía que a ella no le gustaba. Sabía que ella se resistiría a él. Sólo el hecho de que ella hubiera dejado de luchar contra él, de resistirse, le había quitado parte de la diversión. Le echaba la culpa de su impotencia y las palizas eran una forma de excitarlo de nuevo. Que ella estuviera embarazada era la única forma de asegurar su proeza. Marsha no estaba segura de lo que iba a hacer cuando llegara a casa de sus padres. Estaba en la orilla oriental del lago Michigan, una pequeña ciudad muy provinciana. La casa de sus padres era acogedora, preciosa en realidad. Había sido un gran lugar para crecer. También había resultado asfixiante para la joven lesbiana que sabía que no podía ajustarse a sus expectativas. Su incorporación al ejército había sido una especie de traición para su madre. No podía entender por qué su hija no se comportaba como las demás chicas de su pequeño pueblo. Marsha no podía explicar que no podía comportarse como las demás chicas porque había salido con varias. Sus experimentos le habían confirmado a Marsha que, efectivamente, era lesbiana. Suspiró al recordar el desvío que tuvo que tomar. Hacía tantos años que no venía, que no estaba segura de recordarlo. Condujo, no a la casa de sus padres junto al lago, sino al Walmart local. Dejó su pistola reglamentaria, sin el cartucho en la recámara y con el seguro puesto, debajo del asiento. No quería tener ningún problema por ir armada en la tienda. Entró, atrayendo miradas curiosas mientras ponía las cosas en su carrito. No llevaba ninguna insignia que indicara su condición de teniente coronel. Sólo llevaba su nombre, Gagliano, en la parte delantera del uniforme. "Eh, soldado", intentaron levantarla dos tipos. La mirada de ella les hizo

retroceder. Este Esta tarde en un Walmart no era obviamente el momento de recoger a una solitaria chica soldado. Salió y volvió a la furgoneta en menos de media hora. Volvió a comprobar su pistola, puso la bala en la recámara y volvió a poner el seguro antes de volver a colocarla en su funda y cerrar la solapa por el momento. Apagó las luces antes de girar por el camino rural de sus padres. Era casi imposible ver con los árboles que sobresalían y la ausencia de luces en kilómetros. También contaba con eso para sus enemigos. Sin embargo, condujo con cuidado y sólo una vez escuchó el sonido de la grava al salirse ligeramente de la carretera. Aparcó a poca distancia del límite de la propiedad de sus padres y se deslizó al otro lado. Se encogió cuando utilizó el mecanismo de bloqueo eléctrico de la furgoneta y ésta emitió un pitido, haciendo que los faros se encendieran. Maldiciendo en voz baja, se adentró en el bosque y, recordando los caminos de su juventud, cuando ella y sus amigos jugaban a indios y vaqueros, se deslizó rápidamente hacia la casa. Vio que las luces de la casa de sus padres estaban encendidas. Sabía que sus padres normalmente se iban a la cama a las diez de la noche. Veían las noticias locales y luego se iban a dormir. Pudo ver a alguien paseando y se preguntó si sería Zabi, su hermano Maahir, o si habrían traído a más de la tribu con ellos. Vio un vehículo extraño en el camino, algo en lo que sus padres no estarían muertos. Fue entonces cuando ella vio a los otros cuatro hombres. Uno de ellos estaba fumando, la luz de su cigarrillo lo delataba. Evidentemente, estaba allí para vigilar el vehículo, pero lo hacía fatal. Los otros tres patrullaban el perímetro de la casa. Se preguntó por qué, cuando se dio cuenta de que esperaban que ella llegara con los tres niños y los entregara tranquilamente. Pues bien, estaban equivocados. Le hubiera gustado tener tiempo para afilar el cuchillo que había comprado, pero tendría que servir. Aunque no tuviera filo, acabaría con esos hombres, uno por uno. Se deslizó sobre el primero de sus objetivos, el del cigarrillo sin el que no podía vivir... no lo hizo. Apenas emitió un sonido mientras su sangre vital salía por la raja del cuello. No esperó a ver si moría bien, ya sabía dónde había cortado el

cuchillo. Siguió con su siguiente víctima y luego con la siguiente. Sólo la cuarta, alertada de alguna manera por el silencio de sus compañeros, se resistió. Acabó clavándole su Ontario 490, de uso militar, en el corazón y le tapó la boca con la mano para que no alertara a los de la casa. A continuación, limpió su cuchillo en su Shalwar Kameez. Cuando la luz de la casa cayó sobre su rostro, sintió una inmensa satisfacción al saber que uno de sus violadores había muerto por su propia mano. Marsha se deslizó hasta el porche trasero y se decepcionó al comprobar que la puerta del patio que había previsto utilizar estaba cerrada con llave. Con su cuchillo, intentó forzar la cerradura, pero algún sonido o algo hizo que Maahir apareciera. Marsha pudo sentir el pulso en su cabeza y en sus brazos al ver a uno de los hombres que odiaba. No por las violaciones, sino porque el hombre la devolvería a su hermano por sentido del deber. Maahir había sido realmente amable con ella en el campamento cuando Zabi no miraba. Tenerlo aquí, en la casa de sus padres, le causaba a Marsha todo tipo de ansiedad. Se escabulló, esperando que él no fuera a buscar a sus guardias. Se dirigió al escenario de muchas fugas de la infancia y se decepcionó al ver que sus padres habían quitado el enrejado que antes había utilizado como escalera. Maldiciendo en voz baja, se dirigió a la ventana de la despensa y la empujó. No estaba cerrada con llave, probablemente la habían pasado por alto. Como no estaba familiarizada con las casas americanas, esperaba que a los hombres no se les hubiera ocurrido revisar una ventana de la despensa o incluso que hubiera una ventana allí. Mientras se deslizaba por la despensa y entraba en la cocina, pudo ver a sus padres atados a las elegantes sillas de comedor de las que su madre se enorgullecía. El juego era del siglo XIX y ella había intentado en más de una ocasión decir que eran una reliquia familiar. Probablemente lo eran, pero no de la familia Gagliano. Los Gaglianos habían llegado después de la Segunda Guerra Mundial y no trajeron ningún mueble. Marsha evitó que la vieran mientras hacía el reconocimiento. No quería que su madre o su padre salieran perjudicados por sus propias acciones, por muy bien intencionadas que fueran. Marsha oyó un crujido en el piso de arriba. Sabía exactamente dónde estaba la tabla del suelo suelta. Había tenido que saltar sobre ella muchas veces en su juventud para no ser detectada, ya que su madre tenía un oído de perro. ¿Acaso era una sorpresa que MaryBeth se diera cuenta de que Marsha estaba en la casa? La oyó gritar, o intentar gritar a través de la cinta que tenían alrededor de la boca. Marsha la oyó y alguien más la oyó, y vinieron corriendo.

Marsha estaba preparada, o eso creía; sin embargo, no estaba preparada para ver a Zabi, de repente, de pie ante ella, con los típicos vaqueros americanos y una camiseta. Fue a golpearle con su cuchillo. Él lo apartó con el puño, desviándolo y haciendo que le diera en el hombro en lugar del golpe arterial que ella esperaba. Ella retrocedió rápidamente y se preparó de nuevo, sabiendo que él atacaría. El deleite en su rostro la sorprendió. Ella sabía cuánto le había gustado conquistar a esta guerrera americana, pero su excitación era algo palpable. Ella retiró el cuchillo y rápidamente intentó golpearle de nuevo. Usó su mano derecha, ocultando la izquierda de su vista mientras trabajaba para sacar su arma. No iba a arriesgarse. Oyó los gruñidos de su madre contra la cinta adhesiva detrás de ella. Se estaba aclarando y debía de estar trabajando en la cinta adhesiva que le cruzaba la boca. Marsha sabía que la cinta adhesiva no aguantaba bien la humedad. Sería muy propio de su madre ser incapaz de callarse y apartar la cinta de su boca. Golpeó a Zabi con el cuchillo y él lo apartó de nuevo con facilidad, su fuerza y el miedo que ella le tenía la hicieron cometer errores. "¿Dónde están mis hijos, mujer?", le preguntó conversando. "¿Te refieres a mis hijos?" "No, me refiero a los míos", se abalanzó sobre ella mientras intentaba esquivarlo con el cuchillo. Su otra mano se acercó y quitó el seguro con el pulgar antes de agarrarla con firmeza, de forma automática, ya que encajaba cómodamente en su mano. Puede que no haya disparado un arma en más de cinco años, y sólo en el blanco de práctica, pero la subió y disparó directamente al cuerpo de Zabi. Mientras él celebraba su habilidad para luchar contra ella con su cuchillo, ella le disparó. No se detuvo en un solo disparo al ver la mirada de confusión en su sádico rostro. Disparó y disparó y disparó. Se detuvo a la cuenta de catorce. Con la pistola en ristre, se sorprendió al verle caer. Él se había mantenido erguido mientras ella disparaba rápidamente el arma. Probablemente había muerto al segundo o tercer disparo, pero ella había seguido disparando para estar segura. Definitivamente estaba muerto al caer. Se sintió confundida al oír otro disparo justo después de que ella dejara de disparar. Al levantar la vista, vio un pequeño agujero entre los ojos de su madre. Rápidamente miró por encima de su hombro y apuntó con su arma. Maahir debió pensar que la Beretta estaba vacía, ya que levantó la suya para

dispararle a sangre fría. La pistola de servicio que había elegido era una Beretta M9. La Beretta estándar del ejército tenía capacidad para quince cartuchos de munición de 9 mm. Ella sabía que había versiones de diez cartuchos disponibles. Sólo deseaba haber podido conseguir una de esas versiones fabricadas por un par de empresas que producían cargadores de treinta cartuchos. Se sentía cómoda en la mano, era ligera, pero con el cargador y uno en la recámara, sólo tenía quince cartuchos. Sabía que tendría que ser suficiente. Además, tenía dos cargadores más en el cinturón. El único disparo que hizo antes de que él pudiera disparar ni siquiera se registró en su cerebro, era tan automático. Dio un paso... no hacia delante, sino hacia atrás y a un lado, para salir de su línea de tiro. Dejó caer el cargador de la pistola y ya estaba cogiendo el de repuesto. Hasta que la pistola no estuvo cargada y con una bala en la recámara, no miró para ver que lo había matado de lleno. Se acercó al cuerpo y le quitó la pistola de la mano de una patada, por si se equivocaba. Por si acaso, le metió una bala entre los ojos. Al volverse, Marsha miró con tristeza a sus padres. Mantuvo la pistola amartillada en sus manos mientras caminaba hacia ellos. Pudo ver la tristeza en los ojos de su padre mientras miraba a su esposa de más de cuarenta años. Se puso detrás de él para desatarle las manos. El olor a orina era fuerte en el aire. "¿Había más?", le preguntó cuando le arrancó la cinta de la boca. "Cuatro, fuera", le advirtió él mientras iba a desatarle los pies. Eso daba cuenta de todos ellos. Dejó que llorara a su mujer, su madre, mientras miraba la casa, preguntándose qué habían pensado Zabi y sus parientes de los adornos de la riqueza americana. Debió pensar que sería muy fácil recuperarla, recuperar a sus hijos. No había contado con una oficial del ejército bien entrenada... una mujer cabreada a la que había hecho indefensa y víctima durante tantos años. No había contado con una madre que protegía a sus crías. La policía fue la primera en llegar. Encontraron la puerta principal abierta y a padre e hija sentados en el salón esperándoles. Lawrence parecía aturdido y un poco confuso. La otra persona que estaba sentada, una mujer de unos veinte años vestida de uniforme, tenía una Beretta en la mano, con el seguro quitado. "Señora, ¿podría bajar el arma?", pidió uno de los agentes con suavidad. Marsha levantó la vista. Los había oído venir, por supuesto, pero no se dio cuenta de que seguía sosteniendo el arma. Puso el seguro y enfundó el arma con un solo movimiento.

"Señora, voy a tener que pedirle que me dé el arma", ordenó un poco más severamente. "Lo entiendo; sin embargo, no entregaré mi arma a nadie que no sea un oficial del ejército", le dijo ella con voz fría y llana. Él miró sus ojos marrones oscuros, que parecían casi dilatados, y se estremeció. Se preguntó si estaría drogada. Había llegado primero al lugar de los hechos y había visto al hombre muerto en la entrada. "¿Hay otros aquí?", preguntó, mientras otros agentes se acercaban por detrás. "Sí, señor. Hay cuatro muertos fuera y tres dentro, incluida mi madre". "¿Los has matado a todos?" "No, señor", respondió respetuosamente y luego se negó a responder a más preguntas. Su silencio les molestó. Como iba armada, colocaron a un agente armado junto a la puerta mientras revisaban la casa por completo, tanto en el piso de arriba como en el de abajo, por dentro y por fuera, y confirmaban lo que ella les había dicho. Cuando la revisaron a fondo, los oficiales del ejército ya estaban allí. Heather había llamado al oficial al mando de Marsha, el coronel Brenson, y éste había dispuesto que la policía militar la detuviera. "Ahora esperen aquí. Esta es nuestra jurisdicción", trató de decir el primer policía que llegó al lugar. Para cuando terminaron su discusión, Marsha estaba desarmada, esposada y en la parte trasera de un vehículo militar bajo arresto. Su padre fue trasladado en una ambulancia.

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CAPÍTULO XXI

"¿Le importaría explicarme, teniente coronel Gagliano, en qué estaba pensando anoche?" le preguntó el capitán McKellan mientras la visitaba en el calabozo. Ella le había causado un montón de papeleo y esto era una pesadilla que no necesitaba. Seis ciudadanos afganos que se habían colado en Estados Unidos a través de Canadá y de Michigan, estaban muertos. También había muerto un civil, la madre de esta mujer. No necesitaba que se supiera que ella había enloquecido y los había matado a todos.

Marsha miró al capitán McKellan, uno de los pocos hombres en los que sentía que podía confiar. No culpaba a todos los hombres por lo que le había ocurrido, pero su defensa de ella y las largas horas que habían pasado juntos significaban que confiaba en él. "Eres un buen hombre, Lance. Te agradezco todo lo que has hecho por mí y por mi mujer". Ella no dio más detalles. Se mantuvo en su silencio infernal.

Después de intentarlo durante una hora, Lance salió de la habitación. Fue recibido por el general Biggins, a quien saludó y se puso en posición de firmes. "¡Esto es un gran SNAFU, capitán!", declaró sin preámbulos. "¿Qué demonios hacía un desequilibrado con una Beretta del ejército?".

Lance estuvo a punto de reírse del acrónimo SNAFU. Le pareció un uso apropiado de las palabras que representaba: Situation Normal All Fucked Up. "Señor, creo que la teniente coronel Gagliano estaba defendiendo a su familia. Sabremos más cuando los forenses terminen en el lugar. También tenemos que interrogar a su padre".

"Sabes que la prensa va a tener un día de campo con esto, ¿no? Te dije que te encargaras de esto

por mí."

"Lo hice, señor. No podíamos saber que los afganos estarían tan decididos a obtener la custodia de Gagliano y sus hijos".

"Averigua cómo han entrado en el país y mantenme informado. Ya tengo a Kodel intentando decir que mintió durante su testimonio".

"Sí, señor. Por supuesto, señor", prometió.

* * * * *

"¿Puedo ver a mi mujer?" le suplicó Heather a Lance cuando por fin consiguió que le cogiera el teléfono dos días después. "Está viva, ¿verdad?" Lance se sintió fatal por no poder decirle más a Heather. Habían sido un par de días de pesadilla. Tuvo la ayuda del Departamento de Estado desde que se involucraron en el caso de Marsha todos esos meses atrás. Ayudaron a confirmar cómo habían entrado en el país Zabi, su hermano y los cuatro de la tribu. Nada había alertado a la patrulla fronteriza sobre seis tipos que hacían turismo en EE.UU. Mientras tanto, esperaban que los forenses confirmaran que Marsha había matado a los seis hombres. Sólo esperaba que no confirmaran que también había matado a su propia madre. "Lo siento, señora Gagliano", dijo formalmente, "el teniente coronel Gagliano está detenido bajo custodia militar...", comenzó, pero ella le interrumpió. "Lance, no me hagas esto. Te lo ruego. Por fin la he recuperado. Necesito verla. Necesito saber que está bien". "Puedo confirmar que está viva e ilesa", le dijo, de nuevo sonando oficial en caso de que esto estuviera siendo monitoreado. No quería meter la pata, aunque el uso de su nombre de pila no se vería bien si alguien estaba escuchando. "¿Eso es todo? ¿Puedes decirme dónde la tienen? ¿Puedo verla?" Sonaba frenética y él podía oír podía oír el llanto del bebé en el fondo. "Lo siento, señora Gagliano, no tengo información que pueda darle en este momento. Es un asunto militar". Odiaba tener que tirar de protocolo militar, pero su trasero también podía estar en juego aquí. "¿Olvidas que fui yo quien te llamó la otra noche?", trató de hacerle sentir culpable. "Sí, señora, soy consciente de ello; sin embargo, en este momento el teniente coronel Gagliano está retenido hasta que nuestra investigación demuestre exactamente lo que pasó". "¿Qué pasó, Lance?"

"Lo siento, Sra. Gagliano. No estoy en libertad de revelar esa información en este momento". "Cabrón", le espetó ella, liberando parte de su ira y ansiedad al mismo tiempo que colgaba el teléfono de golpe. Lance se quedó mirando el teléfono al oír el tono de llamada. Comprendía la frustración de Heather, pero realmente no podía hacer nada. Marsha había utilizado equipo militar para matar a aquellos hombres. Aunque hubiera defendido a sus padres, eso no justificaba matarlos. Tenían que llegar al fondo del asunto. Ya había solicitado los registros telefónicos de Marsha y alguna otra información que podría necesitar en su defensa. Se sentía mal por Heather. Era una mujer muy agradable y había acogido a su esposa en la zona e incluso le había enseñado los alrededores. Le pareció que tenía pocos amigos, si es que tenía alguno, y que ambos habían congeniado. Su propia esposa hacía preguntas y él no podía decir nada. Pasó una semana y Marsha seguía guardando silencio. Lance solicitó derechos de visita para Heather y se los negaron. Estaban decididos a doblegar a Marsha. Su padre pudo hacer una declaración. Contó cómo esos hombres habían fingido estar perdidos y luego, de la nada, preguntó: "¿No es usted el padre del teniente Gagliano?". Cuando confirmó su identidad, orgulloso de su hija, a la que consideraba una heroína, y de su aparente conocimiento de ella, les habían golpeado a él y a su mujer con una pistola y los habían atado. Estaban convencidos de que Marsha vivía en su casa y cuando no vieron ninguna prueba de ella ni de los niños, se enfadaron. "¿Dónde está ella?", les preguntaba una y otra vez el enfadado. Más tarde se confirmó que era Maahir, el hermano de Zabi. Parecía ser el único de los de la tribu que hablaba inglés. Sólo después de que Marsha llamara por teléfono se calmaron. Estaban seguros de que estaba de camino. Maahir se burló de Lawrence y MaryBeth con ese hecho. Los dos no podían hacer nada. Llevaban días atados, débiles por la falta de comida, y se habían meado encima porque sus cautivos no les dejaban salir para cubrir sus necesidades básicas. "¿Dónde está Marsha? Necesito ver a mi hija", sollozó. "Lo siento, señor. Necesitamos toda la información que pueda darnos para montar una defensa para Marsha", dijo el capitán McKellan al angustiado padre.

Lawrence miró al hombre que se había presentado como su abogado defensor. No tenía mucha fe en el hombre ya que no le decía nada. "Quiero ver a mi hija", exigió una vez más. El otro día le habían dado el alta en el hospital y lo habían puesto bajo la custodia de su hijo. Marvin tuvo palabras despectivas para el ejército y para el hecho de que su hermana hubiera matado a tantos en la casa de sus padres. "No lo entienden. Vinieron a llevarse a sus hijos", defendió Lawrence a su hija ante suhijo. "Si se hubiera quedado en casa como una buena mujer y no se hubiera casado con ese tortillero, nunca habría estado en ese país olvidado de Dios en primer lugar y nada de esto habría ocurrido", razonó. "¿Cuándo te crié para que fueras tan machista?", se preguntó mientras miraba a su hijo con horror. Fue entonces cuando se dio cuenta de la influencia que MaryBeth había tenido en sus hijos. Éste se parecía mucho a ella: testarudo, egoísta y maleducado. En Marsha había criado a una mujer rebelde que no se ajustaba a ninguna de las cosas que MaryBeth consideraba sagradas. Se había alistado en el ejército y se había convertido en su propia mujer. Le había decepcionado descubrir que era lesbiana, pero era un ser humano más respetable que su hijo. Además, había tenido el acierto de casarse con Heather, que había resultado ser una buena madre para su hija Hayley. Marvin no paraba de hablar mientras llevaba a su padre a su casa de Ohio. Opinaba de todo, desde el ejército hasta la posibilidad de que Marsha hubiera robado a esos niños y esos hombres sólo trataran de recuperarlos. Lawrence dejó de escuchar. Después de toda una vida aguantando a MaryBeth y sus fuertes opiniones, estaba acostumbrado a ignorar esas tonterías.

* * * * *

"Teniente Coronel Gagliano, si se niega a responder a nuestras preguntas será despojado de todas y cada una de las elogios y será enviada a Leavenworth para una vida de trabajos forzados", la amenazaron. Marsha permaneció callada. No fue hasta que le permitieron ver a Heather que finalmente rompió a llorar. Lloró -no por los hombres que había matado, ni siquiera por la muerte de su madre-, lloró porque quizá no volvería a ver a su mujer y a sus hijos. Incluso esta visita fue a través de una ventana y no permitieron que las dos mujeres se tocaran. La llamada telefónica fue muy poco fluida y no se reveló. Ambas eran conscientes de que las estaban vigilando con la esperanza de que Marsha revelara algo, cualquier cosa. Cuando se llevaron a Heather tras una visita de apenas quince minutos y Marsha fue devuelta a su celda, lloró. "Me gustaría ver a mi abogado, el capitán Lance McKellan", pidió formalmente. La ignoraron. Había permanecido callada cuando querían que hablara. Ahora quería algo de ellos y que la dejaran pudrirse. Pasaron dos días y siete solicitudes antes de que el capitán McKellan fuera informado de que su cliente quería verle. "Marsha, ya es hora", le dijo mientras se sentaban en una sala de la cárcel de la base. Marsha miró a su alrededor, sabiendo que los estaban escuchando. "No voy a hablar aquí. Quiero contarte algunas cosas". "Sí, tienes que contarme lo que pasó aquella noche", la animó él. Ella asintió, pero no era eso lo que él buscaba. "Te lo contaré, pero he recordado algo. ¿Sigue el coronel Kodel detrás de esto? ¿Es por eso que el ejército se ensaña conmigo?", le indicó las esposas y tobilleras que llevaba puestas. Lance la miró incrédulo, preguntándose a dónde iba su línea de pensamiento. Por supuesto que Kodel estaba detrás de todo esto, y también Biggins. Estaba cabreado por haber empezado a convertir a Gagliano en un héroe sólo para que se volviera rebelde. El papeleo de este incidente fue absolutamente asombroso. El Departamento de Estado también estaba enloqueciendo por los seis nativos

afganos muertos que tenían en sus manos. "Le aseguro, señor -dijo formalmente al capitán-, que el coronel Kodel y el general Biggins querrán oír lo que tengo que decir. Se trata de un tal teniente Kodel", insinuó lo suficiente en lo que decía como para que Lance supiera que quien estaba escuchando ya estaba al teléfono para adelantarse a él. "Espero que sepas lo que estás haciendo", murmuró él, preguntándose por el farol que estaba haciendo. Marsha le guiñó un ojo, se sentó y esperó. No tuvieron que esperar mucho. "Su cliente, el prisionero, está siendo trasladado", le dijeron a Lance cuando dos policías militares entraron para escoltar a Marsha a un Hummer que la esperaba. "¿Adónde la trasladan?", preguntó, tratando de seguir el ritmo. Hacían lo que podían, ya que Marsha sólo podía arrastrar los pies con los grilletes. "Washington", fue la breve respuesta y Lance se quedó quieto mientras veía cómo la metían en el vehículo. Recogió rápidamente sus cosas y regresó a su base, donde una serie de llamadas telefónicas le confirmaron la ubicación final de Marsha. Lo siguiente que hizo fue llamar a Heather. "¿Hola?", habló con cautela al teléfono. De alguna manera, los medios de comunicación habían conseguido su número de teléfono y no la habían dejado en paz desde que salió la noticia de que un teniente coronel del ejército llamado Gagliano había disparado en Michigan. MaryBeth habría estado orgullosa de la publicidad, pensaba Heather a menudo. "¿Heather? No cuelgues. Necesito el uniforme de Marsha y algunas mudas de ropa. También necesito que hagas la maleta. Me voy a Washington". "¿Qué? ¿Por qué?" "No lo sé. No puedo decírtelo... todavía no. ¿Puedes encontrar a alguien que se lleve a los niños?" Esperaba que ella tuviera a alguien en mente. La necesitaría para mantener a Marsha tranquila. No sabía lo que ella sabía, pero si se estaba tirando un farol, se iría por mucho, mucho tiempo.

"Supongo", respondió vacilante, mirando a los niños y preguntándose si se atrevía. "Estaré allí en poco más de una hora", le dijo mientras colgaba el teléfono. Corrió a su casa para hacer su propia maleta, molesto porque su mujer no estaba allí. No tuvo tiempo de dejarle nada más que una nota en la nevera mientras se dirigía a la casa de Marsha y Heather. Se sorprendió al encontrar a su propia esposa allí abriendo la puerta. "¿Qué haces aquí?", preguntó sorprendido. "Estoy haciendo de canguro", respondió ella con desgana y luego sus ojos grises le guiñaron un ojo. "Considéralo una buena práctica para cuando tengamos nuestra propia cría". Sonrió al ver a Heather con una bolsa preparada y una bolsa de traje que debía contener el traje azul del teniente coronel. "Vamos", le dijo y la acompañó hasta su descapotable. "¿Y qué pasa con la despedida de mis hijos?", preguntó ella, molesta, mientras él la sacaba de la casa a toda prisa. "No hay tiempo. He conseguido asientos en un vuelo militar que sale en consultó su reloj- quince minutos. Si no, no podremos conseguir otro hasta la noche. Los niños ni siquiera te echarán de menos". Esperaba que tuviera razón mientras se dejaba meter en su coche y se marchaba sin ni siquiera un abrazo de los niños. Se preocupó por eso hasta que pensó en Marsha. "¿Qué sabes de Marsha?" "No mucho. En nuestra entrevista de hoy ha dicho algo que ha hecho saltar a los jefazos. La trasladaron inmediatamente a Washington. Supongo que querrán que declare. De alguna manera Kodel y Biggins están involucrados y tengo que ir allí". "¿Por qué me necesitan?", se preguntó ella. "Por el bien de Marsha. Para que no se vuelva a rebelar". Eso le dio a Heather suficiente para pensar durante mucho tiempo. No fue hasta

que estuvo en el ruidoso avión que se dirigía a Washington con hombres y mujeres de servicio e incluso perros, que pensó en más preguntas para hacerle. Para entonces era demasiado tarde, estaba demasiado lleno y había demasiado ruido. Tendría que esperar a que aterrizaran.

CAPÍTULO XXII

"Teniente Coronel Gagliano, ¿podría explicar lo que sabe sobre la noche de...?" comenzó el interrogatorio, similar al que le habían hecho no hacía mucho tiempo. Con palabras claras y concisas, Marsha confesó los asesinatos de Zabi, su hermano Maahir y los cuatro de la tribu que les acompañaban. Se aseguró de mencionar que Zabi y uno de los de la tribu habían estado entre los hombres que la habían violado. Mencionó que Zabi era el padre de sus hijos. También les habló de la amenaza que él había hecho por teléfono. El capitán McKellan ya había aportado pruebas de que una llamada telefónica había salido de su casa al teléfono de sus padres esa noche y a Heather se le había permitido declarar sobre lo que había visto esa noche antes de que Marsha saliera de su casa. "¿Y esperó las horas prometidas hasta denunciar a su mujer al capitán McKellan?", le preguntaron. A Marsha no le gustó que interrogaran a Heather. Su mujer no era militar y no estaba siendo investigada. El hecho de que hubiera sabido que Marsha salía de casa con un arma cargada parecía ponerla a ella y a su testimonio bajo sospecha. Mientras repasaban los acontecimientos de aquella noche, leyeron el testimonio de su padre en el acta. Marsha se preguntó si tal vez estaba enfadado con ella por la muerte de su madre y por eso no hizo acto de presencia. "Usted declaró al capitán McKellan que recordaba algo", declaró el coronel Kodel, que ahora volvía a vestir el uniforme de gala y se sentaba en el convocado para juzgar a Marsha. Esto demostraba que había habido dispositivos de escucha en la cárcel donde Marsha había estado retenida. "Sí, señor, eso es correcto", respondió claramente al micrófono que tenía delante. Vio a varios de los mismos istas que la habían interrogado ilegalmente antes, ignorando el protocolo SERE. Se preguntó si la harían pasar de nuevo por las pruebas psicológicas. Al fin y al cabo, se había vuelto rebelde. "¿Podría explicar eso?", preguntó apresuradamente, casi con entusiasmo.

"Señor, creo que esa información sería más útil en un entorno más privado en lugar de...", empezó ella, pero fue cortada. "Teniente Coronel Gagliano, ¿se niega a responder a nuestras preguntas?" Preguntó el general Biggins, enfadado. "No, señor. Por supuesto que no, señor. Sólo sentí que, debido a la delicada situación, yo...." "Sus sentimientos en esto no importan. Sólo responda a lo que se le pregunta", le ordenó. "Sí, señor", respondió ella formalmente. Miró a Lance por un momento antes de respirar profundamente. "Como sabe, no recordaba algunas cosas de mi estancia en Afganistán. Por mis declaraciones y sus preguntas, sabía que se sentía frustrado porque no recordaba más. Lo intenté, realmente lo intenté, pero no pude. No creí que hubiera más". "Sí, sí", interrumpió el coronel Kodel. "¡Ve al grano!" "Usted me pidió que si recordaba algo se lo trajera a mi abogado. No hubo tiempo; sin embargo, sí recordé algo. Recordé algo que involucra a su hijo, el teniente Kodel". "Tal vez deberíamos tratar esto en una sesión más privada..." Kodel comenzó, pero fue detenido por Biggins. "Antes le negaste ese privilegio. Oigamos lo que tiene que decir". Marsha les contó cómo la tribu vivía en las cuevas en invierno para evitar el clima y en tiendas de campaña durante el verano, visitando a menudo otras tribus para que sus jóvenes pudieran emparejarse. Podía sentir que algunos de sus oyentes se impacientaban, ya que todo esto estaba en su testimonio anterior. Se animaron cuando dijo que, en uno de sus viajes entre campamentos, pudo ver a lo largo de la llanura. Vio a otros que viajaban a la misma reunión que ellos y uno de los viajeros llevaba un uniforme del ejército. "¿Qué ejército?" Preguntó el general Biggins. "Parecía ser americano, señor", respondió ella con respeto.

. "¿Cómo puedes estar seguro?" "Porque lo vi de nuevo, dos veces más, señor". "Por favor, continúe con su historia", afirmó él, intrigado con cualquier información que ella pudiera darles. Empezaba a sospechar que sabía quién podía ser el hombre y miró al coronel Kodel para ver si él también se había dado cuenta. El hombre parecía pálido. "Llegamos a la reunión de las tres tribus. Había juegos en los que los hombres despedazaban una oveja mientras montaban a caballo y el ganador se llevaba la oveja. Hubo otros concursos, carreras a pie, y fue entonces cuando creo que vi al teniente Kodel", reveló. "¡Eso es mentira! Mi hijo estaba..." El coronel Kodel interrumpió para objetar, pero fue silenciado por el general Biggins y otro hombre. "Corrió en la carrera a pie, claramente una parte de la tribu. No podía creer lo que veían mis ojos, pero luego me llamaron para que volviera a mis obligaciones y no lo volví a ver durante esa reunión". "¿Hace cuánto tiempo fue eso?" Preguntó el general Biggins. "Lo siento, señor, pero no tengo noción del tiempo mientras estuve allí. Puedo decir que fue después de dar a luz a mi hija y haber abortado a mi primer hijo". Marsha vio algunos asentimientos comprensivos antes de continuar: "La tercera y última vez que vi al teniente Kodel fue en una escaramuza entre las tribus. Viajaba con la familia extendida de Zabi cuando fuimos atacados por otra tribu. El teniente Kodel estaba entre la otra tribu que nos atacaba. Intercambiaron golpes de espada, pero cuando los hombres sacaron los AK-47 y se dispararon mutuamente, ambas tribus se escondieron y retrocedieron lentamente. Sé que uno de los hombres de la tribu de Zabi fue asesinado y llorado. No sé cuántos de la otra tribu fueron alcanzados o murieron". Terminó de recordar y esperó. La sala estaba en silencio. En ese silencio, el coronel Kodel se sintió obligado a objetar. "Ese no puede ser mi hijo. Esto es una trampa. Dirá cualquier cosa para proteger su pellejo".

"Creo, coronel, que a la luz de esta nueva información, junto con la que recogimos en Bagram, podemos acusar formalmente a su hijo de traidor", anunció el general Biggins. En el alboroto que siguió, Marsha observó asombrada cómo el coronel Kodel intentaba rechazar a gritos esa idea, defendiendo a su hijo desaparecido y la credibilidad de la información que Marsha recordaba. "Ya lo has hecho", murmuró Lance a su lado. "Sólo he dicho la verdad de lo que recordaba", murmuró ella, mirando detrás de ellos a su esposa sentada, sorprendida por el comportamiento de esos militares. "Me pregunto qué más habrá enterrado ahí", murmuró de vuelta mientras esperaban a que todos se calmaran. El coronel Kodel fue finalmente escoltado por los diputados de la gran sala donde habían estado celebrando la audiencia. "Creo que necesitaremos algo de tiempo para evaluar su testimonio, teniente coronel Gagliano", le dijo formalmente el general Biggins le dijo formalmente. "Por el momento, puede retirarse; sin embargo, no abandone Washington". Marsha se sorprendió. Esta misma mañana la habían llevado encadenada a una habitación para que se pusiera el traje de gala. Ahora la dejaban ir, pero sólo con la condición de que se quedara en la ciudad. "Vamos", siseó Lance mientras la tomaba del codo para conducirla a través de la barrera oscilante, "antes de que cambien de opinión". "No lo entiendo", trató de decir, pero el capitán la interrumpió mientras la conducía fuera de la habitación, con su esposa siguiéndola. "No lo cuestiones. Sólo vete", la instó hasta que salieron del edificio. Ella miró a su alrededor, parpadeando ante la dura luz del sol.

"¿Qué acaba de pasar?" preguntó Marsha. "La caza de brujas construida por Kodel acaba de volverse contra él. Ha estado defendiendo a su hijo gay ante todos, asegurando que es imposible que se relacione con un transexual. Él mismo es tan homófobo que le sangran las orejas. Te perseguía con ahínco", confesó. "Creo que fue una transferencia de la ira que sentía hacia su hijo. Lo que acaba de contar a ese comité formal sólo confirmó los rumores. Si se escapaba con esa mujer que antes era un hombre, eso era deserción. No puede barrer eso bajo la alfombra... ya no. Además, parece que el viejo y querido chico del sol puede ser un traidor también". "Realmente no me lo he inventado", empezó a defenderse Marsha. "Mira, pueden ignorar tu defensa de tus hijos y padres por esto", le aseguró. "¿Qué? ¡Maté a seis hombres y uno de ellos mató a una civil, mi propia madre!" "Sí, pero tenemos un hombre suelto en Afganistán que es un traidor. Estamos en guerra dentro del país y mientras hacemos una retirada estratégica, hombres como él serán una recompensa si podemos encontrarlos". "Pero ¿qué tendrá eso que ver con lo que se me acusa?", se mostró confusa. "Probablemente recomendarán tu testimonio a cambio de tu silencio. Venga, vamos a llevarte al hotel". Marsha estaba encantada de poder tocar por fin la mano de Heather, aunque sólo fuera para sostenerla. Se cogieron de la mano mientras el capitán McKellan las conducía al hotel donde se alojaba Heather y registraba a la teniente coronel. "¿Crees que perderé mi comisión?", se preguntó ella en voz alta mientras conducían. "Creo que no estás comprendiendo la magnitud de la traición de la que estamos hablando. El coronel Kodel participó en el encubrimiento de las fechorías de su hijo. Aunque lo que hizo no fue sancionado, probablemente le pedirán que se retire", explicó McKellan. "¿Vas a luchar contra ese retiro o vas a acceder a sus deseos?". "Tendré que pensarlo", insistió ella, sin querer comprometerse.

"Hazlo tú", dejó dicho. Sabía que podían pasar días antes de que tuvieran noticias del comité mientras debatían sobre la información que ella les había dado.

* * * * *

Marsha fue llamada ante ellos dos veces más. Su disposición a ayudar y su testimonio, que no se apartó del primero que dio, hicieron difícil el debate a pesar de los intentos de los compinches del coronel Kodel. Incluso el coronel Rugster lo intentó. Sus preguntas recordaban al interrogatorio que Marsha había recibido a principios de año y el capitán McKellan estaba preparado para ellas. Sus objeciones fueron fuertes y rápidas. Finalmente, el comité decidió exactamente lo que el capitán McKellan había advertido a Marsha que harían. "¿Está dispuesta a retirarse con el rango de teniente coronel por motivos de salud, sobre todo por el trastorno de estrés postraumático? A cambio, no perseguiremos los hechos ocurridos en Michigan". "No, señor. No lo haré", dijo Marsha claramente en el micrófono, sin permitir que Lance dijera nada en su nombre. Pudo oír su respiración entrecortada a su lado. También vio la sorpresa en las caras de muchos de los istas ante su audacia. "Sin embargo, aceptaré una jubilación médica siempre y cuando reciba el 100% de incapacidad y mi familia y yo recibamos todos los beneficios asociados al rango de teniente coronel. Además, si retiran cualquier consideración de esos cargos, mantendré mi silencio respecto a las acciones de traición de un tal teniente Kodel", soltó esa pequeña bomba y se sentó mientras el apagaba sus propios micrófonos y susurraba entre ellos. Lance apagó su micrófono y se acercó a los oídos de Marsha. "Los tienes cogidos por las pelotas, no aprietes", le advirtió. Ella asintió brevemente. "Si le preguntan, ¿volverá a declarar contra el teniente Kodel?", el general volvió a encender su micrófono tras un largo debate. Marsha volvió a encender su micrófono mientras asentía: "Por supuesto, señor. Creo que sería mi deber". Después de muchas consideraciones, en su mayoría posturas por parte de los distintos rangos, le concedieron su petición. Con efecto inmediato, Marsha se retiraría con el rango de teniente coronel a cambio de su silencio y el de su esposa. Si ella o su esposa violaban ese silencio, podrían ser procesadas como

criminales de guerra por sus acciones en Michigan. Marsha y su esposa recibieron la cortesía de un vuelo de regreso a Chicago. "¿Qué acaba de pasar?" Preguntó Heather, sintiendo que los últimos dos días habían sido irreales. "Hemos recuperado nuestra vida. Nunca podemos hablar de mi testimonio, pero tú y yo sabemos lo que fue. No volvamos a hablar de ello", dijo Marsha de forma significativa, con la mirada puesta en el capitán del otro lado del pasillo. "Tenemos que decidir a dónde vamos a ir, qué vamos a hacer", le dijo a su mujer. "Vaya, tenemos mucho que decidir, con los niños y todo eso". "Así es, cariño. Que sí", contestó mientras cogía la mano de su mujer y luego se la llevaba a los labios para darle un beso en el dorso. Los ojos castaños de chocolate se encontraron con los azules de aciano en mutua comprensión.

EPILOGO El funeral de MaryBeth Gagliano había quedado en suspenso mientras Lawrence intentaba que su hijo entendiera que quería esperar a que su hija asistiera, pero como no pudo averiguar dónde estaba recluida, siguieron adelante sin ella. Lawrence puso su casa en venta al día siguiente. Los limpiadores habían revisado y eliminado las manchas de sangre, sustituido la alfombra y limpiado a fondo el lugar, pero Lawrence no quería tener ningún recuerdo del lugar donde habían matado a su mujer. Esperando ansiosamente las ganancias de la venta de la casa de su padre, Marvin estaba encantado de llevárselo a Ohio con él. Estaba tan seguro de que se haría con el dinero que su padre obtendría por la casa junto al lago, que estaba dispuesto a soportar al cascarrabias... eso fue, hasta que su hermana Marsha llamó. "¿Papá?", le localizó finalmente en Marvin's. Los carteles de la inmobiliaria frente a la vieja casa la había alarmado y los agentes no le daban el número de donde se alojaba su padre.

"¿Marsha? ¿Estás bien? ¿Dónde estás?", preguntó, sus preguntas sonaban muy parecidas a las de MaryBeth. "Estoy bien, papá. He decidido retirarme", le dijo ella. "Heather y yo vamos a ver Silicon Valley y quizá algo en Colorado. Nos preguntábamos si te gustaría acompañarnos. ¿Quizás vivir cerca de nosotros o con nosotros? ¿Conocer a tus nietos? ¿Tal vez proporcionarles una figura paterna?" Se dio cuenta de que sonaba como su madre con todas esas preguntas y se sumió en el silencio mientras esperaba que su padre respondiera. "¿Quieres que te acompañe?", aclaró, sintiéndose repentinamente atraído y deseado. Sabía por qué lo quería Marvin. El imbécil ya estaba comprando un nuevo barco, el pequeño bastardo mercenario. "Sí, ¿qué tal si nos acompañas mientras conducimos hasta allí y vemos qué encontramos? Tal vez voy a enviar unos cuantos currículos y ver quién responde". "¿No tendrás ningún vínculo en la base?" "No, ya tengo mis papeles de baja". No le dijo que habían sido expedidos a toda prisa por Washington y que estaban condicionados a su silencio. "Me retiré como teniente coronel. Probablemente se alegraron de verme marchar". "¿Fue por el trastorno de estrés postraumático?", preguntó él, preocupado. "Sí, eso, y era el momento. He pasado suficiente tiempo lejos de Heather y los niños. Necesitamos encontrarnos y un equilibrio en nuestra vida familiar. Los niños son pequeños, así que dondequiera que nos instalemos, podrán empezar de nuevo sin que sea demasiado estresante para su vida escolar. Nos gustaría que vinieras. ¿Te apuntas?" Lawrence estaba encantado de que se lo pidieran. Sabía que Marsha era tal como parecía y que no quería otra cosa que su presencia. Conocer a sus nietos le parecía estupendo y proporcionarles una figura masculina le venía como anillo al dedo. Aceptó sin reservas.

* * * * *

"¿Estamos listos?" preguntó Marsha unos días después. Tenían el estante encima de la furgoneta con una caja de plástico que contenía maletas. La furgoneta estaba llena de cosas para los niños y una nevera que contenía zumos y otros aperitivos. La bolsa de los pañales estaba llena a rebosar y había una bolsa extra en la parte trasera sólo para los pañales. Su padre iba sentado en el asiento del copiloto y se alternaba con Heather o Marsha mientras se turnaban para conducir hacia el oeste y ver qué trabajos había disponibles para un teniente coronel retirado del ejército especializado en sistemas informáticos. El futuro parecía brillante dondequiera que aterrizaran. Volverían a por sus posesiones, pero por ahora estaban en una gran aventura juntos. Mientras cantaban canciones con los niños o veían películas en las pantallas planas del techo, Marsha se dio cuenta de que siempre habría secretos en su familia. Su silencio era primordial para su seguridad y su futuro. Cuando volvía a empaquetar la casa por última vez, se debatía sobre el burka y si debía empaquetarlo con el resto de sus pertenencias. Fue el chador el que creó el mayor debate en su mente. Mientras iraba el hermoso material, decidió conservarlo, pensando que era un velo... su velo de silencio.

EL FINAL Si ha disfrutado del Velo del Silencio, puede que le guste la inolvidable novela de K'Anne SMALL TOWN ÁNGEL. Una muestra está aquí para su disfrute: Mientras el autobús entraba en Port Washington, se preguntó si debía bajarse en esta parada o seguir más arriba en la costa. El autobús seguía bastante lleno, habían subido muchos pasajeros en Milwaukee, pero Amy decidió esperar, a ver a dónde iba. Sabía que el final de la línea de este tramo particular de su viaje sería Green Bay, pero estaba buscando. Buscando algo. Cualquier cosa. No estaba segura de qué, pero su instinto le decía que se sentara y aguantara el destino, que soportara a la maloliente mujer obesa que había subido al autobús en Milwaukee y desbordado su asiento hacia el de Amy. Al parecer, esta mujer no se había lavado en días y había comido ajo justo antes de subir al transporte. Amy se sonrió a sí misma y fue educada con la mujer. Probablemente no tenía ni idea de que olía o de que incluso estaba ocupando parte del asiento de Amy en el estrecho autobús. Amy estaba dispuesta a soportarlo. Algo la retenía en su

asiento y no sólo el hecho de estar metida como una sardina. Observó cómo subían y bajaban más pasajeros en Port Washington. El gran y ruidoso autobús despegó de nuevo y se dirigió hacia la costa oriental de Wisconsin y hacia el Pulgar. El apéndice de tierra que se adentraba en el lago Michigan y que recibía su nombre por el aspecto que tenía al sobresalir así en el agua. Se adentraron en el condado de Door y los pueblos se hicieron más pequeños. Los pueblos más pequeños le encantaron mientras entraban y salían de ellos, dejando y recogiendo a otros pasajeros. No le importaban los constantes arranques y paradas. Era fascinante observar a la gente, ver las diferentes vistas, el cambio de las hojas de otoño. De vez en cuando se detenían en una pequeña ciudad donde ella podía ver el gran mar interior conocido como el lago Michigan. Toda su vida había sido una característica en un mapa y ahora lo estaba viendo realmente. Poco a poco, el autobús se fue vaciando a medida que bajaba más gente que subía. En Sturgeon Bay cruzaron un puente que separaba la "tierra firme" de una isla del apéndice. Continuaron hacia el norte por la autopista 57 pasando por lugares como Whitefish Bay, Bailey's Harbor y Moonlight Bay. Más tarde se familiarizaría con Egg Harbor, Sister Bay y otros nombres tan intrigantes y singulares. Fue en Northpoint donde su voz interior le dijo que se bajara del autobús. Su billete estaba pagado en su totalidad para Green Bay, pero algo le decía que se levantara, que se bajara, y el conductor la obligó. No era su mirador donde desembarcaban sus pasajeros y la ayudó a sacar su gran bolsa de debajo del autobús. De todos modos, Northpoint era su punto de "giro". El punto más septentrional de El Pulgar, donde él giraba el autobús y se dirigía al sur, esta vez por la autopista 42, para llegar a los pequeños pueblos que dependían de este servicio. Observó cómo la mujer enganchaba su gran mochila y se las arreglaba para arrastrar tras ella la gran bolsa que acababa de sacar del maletero. Afortunadamente, tenía ruedas y un asa extensible. Se preguntó si llevaría un fregadero de hierro fundido en ese cacharro tan pesado. Sacudió la cabeza mientras empezaba a preparar el par de bolsas que le entregaban sus nuevos pasajeros y se olvidó de ella. Amy se dirigió a un cartel que había visto desde el autobús. La posada Duck and Swan tenía un aspecto encantador. Sabía que al ser un Bed and Breakfast sería caro, pero estaba cansada y de mal humor. Después de dormir varios días en varios asientos del autobús, necesitaba una buena noche de sueño y un buen baño caliente. Se frotó los brazos en la puerta por el frescor de la noche mientras

miraba a su alrededor preguntándose si esto era todo, este era su último destino. ¿Sería este su nuevo hogar? "¿Puedo ayudarle?", le respondió una mujer de rostro agradable al tocar el pequeño y discreto timbre del mostrador de la casa en la que había entrado. Había dudado en entrar sin más en la posada, pero un cartel igualmente discreto la había invitado a entrar y esperaba que estuviera bien. "Hola, soy Amy Adams y esperaba que tuvieran una habitación", preguntó con una agradable sonrisa, devolviendo la que le dedicaba la mujer. "Oh, has llegado a tiempo, es el final de la temporada y tenemos algunas abiertas ahora durante la semana. Menos mal que no has venido este fin de semana o no habría nada disponible en la ciudad, ¿quieres una con chimenea?", preguntó. "Oh, una chimenea suena encantador", dijo Amy con entusiasmo. "¿Y cuántas noches?", preguntó mientras empujaba una tarjeta de registro por el pequeño mostrador. Amy la rellenó rápidamente y con pulcra letra la mujer tomó nota. "¿Un par de noches?" Preguntó Amy preguntó Amy, esperanzada. "Eso estará bien, pero necesitamos la habitación para el fin de semana, ya que estamos llenos", respondió mientras leía los detalles que Amy había rellenado. "¿Necesitaré el pago por adelantado y una identificación con foto?" Amy estaba lista para ella y le entregó tanto una tarjeta de crédito como una licencia de conducir que la señora tomó y procesó eficientemente. "Soy Sarah Katzenburger, y mi marido y yo somos los dueños de esta casa", se presentó mientras la tarjeta de crédito pasaba por el pequeño teclado de pines e imprimía un recibo para que Amy lo firmara. "Es una casa preciosa", comentó Amy mientras observaba los toques hogareños y el aspecto antiguo de la casa de madera. Por fuera estaba desgastada, probablemente por las tormentas que deben ocurrir debido al lago. "Bueno, el desayuno es de seis a nueve de la mañana y puedo organizar una

comida o una cena en cualquiera de nuestros buenos restaurantes de la ciudad si estáis interesados", dijo alegremente mientras cogía una llave antigua y se la entregaba con un recibo a Amy. Miró a su invitada tratando de entender qué hacía una mujer sola y con acento sureño tan al norte en esta época del año. "Me parece bien", respondió Amy e ignoró la mirada inquisitiva. Sabía que la mayoría de la gente no haría demasiadas preguntas personales hasta que se sintieran más cómodos con un extraño y se escudó en eso por ahora. Mañana podría ser otro día y la mujer podría ser curiosa. "Tendré que encontrar algún sitio esta noche para cenar", comentó con una amplia insinuación. "Bueno, las hamburguesas de Chuckies son fantásticas, pero también hace una comida completa de bistec y verduras", añadió cuando Amy arrugó la nariz al oír "hamburguesas". "Eso suena bien, ¿dónde está?" preguntó Amy. La grasa no le atraía después de tanto tiempo en el autobús y con la única comida de la parada del autobús para mantenerse a flote, pero una comida completa le sentaría muy bien. Escuchó cómo la señora Katzenburger le explicaba brevemente la ciudad y dónde estaba Chuckies' en relación con la posada. Agradeciendo a su anfitriona, subió las escaleras hasta su habitación que estaba inscrita en la llave y descubrió, para su alegría, que no sólo tenía chimenea, sino que la leña ya estaba colocada. Dejo su pesada maleta y miro con deleite el baño privado. Estaba deseando disfrutar de la profunda bañera con patas mientras se lavaba rápidamente, se pasaba un peine por su espesa melena pelirroja y se retocaba ligeramente el maquillaje. Se miró en el espejo y examinó sus odiadas pecas, que se habían desvanecido junto con su bronceado de verano. Por lo demás, tenía una piel suave, unos ojos verdes brillantes, una nariz fina y estrecha y unos labios deliciosos y "besables". Sus ojos eran su mejor rasgo, y sus cejas los delineaban con delicadeza, junto con el doble par de pestañas que le facilitaban no llevar máscara de pestañas, ya que no la necesitaba. La mayoría de las pelirrojas tenían cejas y pestañas de color marrón claro o rojo, pero ella no. Las suyas eran oscuras y delineaban claramente sus rasgos. Le gustaba su aspecto a pesar de que toda su vida se habían burlado de él. Una vuelta más con el peine y su pelo volvió a estar ordenado y se dirigió a la encantadora habitación en la que se encontraba, cerrando tras de sí y guardando la llave. Sarah observó cómo la nueva invitada se dirigía a la salida y volvió a preguntarse por ella. Parecía bastante agradable, pero era una sureña, lo que iba a

crear un poco de cotilleo en esta ciudad turística. Amy encontró Chuckies con las excelentes indicaciones de Sarah y se alegró de la selección del menú que estaba escrito encima de la barra. Pidió un filete, patatas fritas y una ensalada, así como una Corona, y preguntó si podía sentarse en un reservado. El camarero le aseguró que podía hacerlo y que le llevarían toda la comida cuando estuviera lista. El camarero frunció el ceño cuando ella le dijo que la quería bien hecha, pero su bonita sonrisa con un hoyuelo le encantó. Tomó su cerveza y se dirigió a un lugar apartado donde podía observar el restaurante/bar y leer el periódico que había comprado. Amy empezó con los anuncios de búsqueda y siguió con los de "se vende", intentando hacerse una idea de la zona. Abarcaba toda la costa y los pueblos le resultaban desconocidos. Tendría que comprar un mapa del condado de Door mañana, cuando estuviera bien descansada. "¿Quién es esa?", preguntó una mujer alta y morena mientras se sentaba en un taburete de la barra. El camarero no le preguntó qué quería, sino que le sirvió una cerveza del grifo y se la deslizó hacia abajo, donde ella la cogió con destreza en la mano y bebió un sorbo. "Turista", gruñó mientras limpiaba la humedad de la barra bien pulida. Ella asintió mientras miraba con curiosidad a la mujer desde el reflejo del espejo y luego desvió rápidamente la mirada hacia los demás clientes del bar clasificándolos por turistas o pueblerinos en instantes. Sin embargo, sus ojos volvieron a la pelirroja cuando la luz que había sobre su puesto dio con los mechones de su pelo de forma muy atractiva. Podía apreciar a una mujer atractiva, pero cuando la mujer se sintió observada o simplemente levanto la vista de su periódico, la morena se concentró rápidamente en su borrador. "¿Comes?", preguntó el camarero y al ver que ella asentía escribió una etiqueta para la cocina y recogió la bandeja que la pelirroja había pedido y se la dio a una de las camareras. "¡Esto tiene una pinta deliciosa!" se entusiasmó Amy mientras la camarera se lo tendía. Olía a gloria y se le hacía la boca agua. Cortó unas cuantas lonchas de filete, dejó el cuchillo con delicadeza y cogió el tenedor para comerlas junto con las patatas fritas. Alcanzó el otro lado de la mesa y aplicó kétchup en su plato para poder mojar. Cortó con cuidado su ensalada para poder comer

cómodamente a bocados. Su mano izquierda volvía una y otra vez a su regazo, donde había colocado delicadamente su servilleta. Inconscientemente, hacía gala de sus modales y su educación ante el establecimiento y ante cualquiera que la observara. Amy disfrutó mucho de la primera comida sentada que había tenido en días y cuando la camarera volvió dos veces pidió una segunda botella de cerveza mientras se relajaba sobre el periódico leyéndolo de cabo a rabo. Levantó la vista de vez en cuando para mirar a los demás clientes y se dio cuenta de que uno o dos la observaban también, pero sus ojos los pasaron por alto y siguieron adelante. Se sintió deliciosamente llena mientras entregaba su tarjeta de crédito y esperaba a que la camarera volviera con el resguardo para que lo firmara. No tuvo ningún problema en dejar un veinte por ciento de propina mientras rellenaba los espacios en blanco y guardaba su copia, junto con la copia extra de la factura, en su cartera. Cuando se levantó, volvió a doblar el periódico con cuidado, lo metió bajo el brazo y se dirigió a la salida del bar observada por unas cuantas personas, entre ellas la morena que estaba cenando en la barra.

* * * * *

"Hola, ¿busco un agente inmobiliario?" preguntó Amy a la mañana siguiente al presentarse en una de las oficinas locales del periódico que había leído la noche anterior. Se sentía mucho mejor después de una buena noche de sueño y un excelente desayuno preparado por la señora Katzenburger. Conoció al Sr. Katzenburger y a algunos de sus otros huéspedes y charló amistosamente con ellos. Dio a entender que estaba de vacaciones, pero descubrió mucho más sobre ellos que ellos sobre ella, a pesar de sus preguntas y consultas bien intencionadas. Salió con entusiasmo al clima de principios de otoño, con el sol brillando, y se dio cuenta de que tendría que conseguir ropa de otoño, ya que hacía mucho más frío en el norte de lo que estaba acostumbrada. Las hermosas hojas otoñales estaban cambiando en los árboles de la ciudad. Era bastante pintoresco. "¡Bueno, has encontrado uno!", le dijo la mujer mayor a Amy con una sonrisa. Amy le devolvió la sonrisa mientras miraba la oficina bien iluminada. Casi toda la pequeña oficina estaba ocupada por ventanas que permitían una vista de dos lados del puerto deportivo y del lago. Era luminoso, aireado y perfecto para lucir los numerosos cuadros que colgaban en las paredes sobre las ventanas y alrededor de ellas de propiedades en venta o ya vendidas por esta oficina. "Estoy buscando un alquiler para todo el año, posiblemente un alquiler con opción a compra", le dijo a la mujer. Lenora sonrió ante la posibilidad de una venta por encima de un simple alquiler y se presentó rápida y eficazmente. "¿Qué quiere exactamente en una casa, una independiente, un condominio, una casa arreglada? ¿Se unirá su marido a usted, tiene hijos?", preguntó. Sólo una breve sombra cruzó los ojos de Amy, pero habría que conocerla muy bien para verla. "No, esto es sólo para mí, así que uno o dos dormitorios estarían bien. No sé si es un piso de segunda mano, pero ¿qué tienes tú? Oh, debería decirte que estoy pensando en mirar cualquier negocio que pueda estar en venta aquí en la ciudad ya que estoy pensando en quedarme". Lenora pensó que había muerto he ido al cielo, pero también fue cauta. Muchos turistas "pensaban" que les gustaría quedarse en uno de los muchos pueblecitos situados en esta zona del estado, pero nunca se quedaban, todo eran sueños

grandiosos y "qué pasaría si" y nunca llegaban a nada. Una enorme pérdida de sus esfuerzos y de su tiempo. Comenzó a mostrarle a la potencial clienta los alquileres que tenía archivados, pero también observó subrepticiamente que la mujer estaba bien vestida con pantalones y una bonita blusa con una costosa chaqueta de piel sintética que completaba el atuendo de forma atractiva. Su pelo rojo era un poco exagerado y Lenora pensó brevemente que debía estar teñido para que pareciera exactamente de ese color, especialmente con las cejas oscuras. color, especialmente con las cejas y pestañas oscuras. Sin embargo, hablaba con lentitud y precisión en su lenguaje sureño, lo que denotaba buenos modales y un cierto estilo. Impresionó a Lenora, que empezó a hablar de los negocios situados en la ciudad, tanto para el comercio turístico como para los lugareños. La mayoría de ellos compraba en las ciudades más grandes para abastecerse o incluso se desplazaba a Green Bay para las cosas más importantes. Su pueblo era un punto de partida hacia las islas que había en el lago. El transbordador y los viajes de pesca suponían un importante ingreso para su pequeño pueblo. Amy estaba intrigada. Había empezado como un pequeño pueblo de pescadores y había crecido para acoger a los turistas y seguir conservando su encanto hogareño. No era grande y, sin embargo, pasaba por allí suficiente gente como para que mereciera la pena que los lugareños mantuvieran el interés turístico. Lenora le mostró un par de casas, conduciéndola por el pueblo y sus alrededores mientras compartía las novedades y Amy encontró una que le gustó. Una vieja cabaña de caza que necesitaba algunas obras pero que era privada, discreta y no tenía vecinos cercanos. El precio era sorprendentemente bajo incluso para un alquiler, pero ella sabía que era más por su ubicación que por otra cosa. Mientras Lenora le mostraba la cabaña, observó cuidadosamente la distancia a la que se encontraba del pueblo y determinó que era un buen paseo, aunque con el invierno no tan lejano, tendría que conseguir algún tipo de vehículo. Firmó los papeles del alquiler con la condición de hacer una oferta en cualquier momento hasta un año después de la fecha del alquiler. Se aseguró de leer primero los papeles con atención. Entonces Lenora comenzó a mostrarle algunos de los edificios vacíos de la ciudad, así como los negocios establecidos, dándole un poco de cotilleo al mismo tiempo. "Este ha sido propiedad de la misma familia durante casi cien años, y sé que el propietario actual ya no tiene interés en mantenerlo", confesó Lenora mientras

entraban en una pequeña tienda de mercado con unos cuantos carretes de pesca en la única pared y un poco de todo. Había una casa adosada a la tienda con un coche de policía en la entrada. Amy ya podía ver que la tienda estaba infrautilizada y que se había reducido con respecto a sus antiguos días de gloria, ya que se utilizaba muy poco del espacio real. Sin embargo, pudo ver su potencial. Tenía un porche envolvente que rodeaba todo el edificio, excepto el lado que daba a la casa vecina, y un lado que daba al puerto deportivo, donde había un surtidor de gasolina en el muelle. "Hola Lenora, ¿qué tal los trucos?", preguntó una niña de unos seis o siete años desde detrás del mostrador. Amy parpadeó sorprendida y trató de no reírse. "Heather, eso no es educado", siseó Lenora con reproche. "Debes llamarme señora Watson y no por mi nombre de pila sin permiso". "Me llamas por mi nombre de pila", devolvió la chica enfurruñada. Era obvio que su forma de dirigirse había sido una repetición de algo que un adulto había dicho en algún momento. "¿Dónde está tu...?" Lenora dudó antes de continuar: "¿Madre?", preguntó con cautela. "Está por aquí, en alguna parte", contestó la niña con picardía, no la retuvo mucho tiempo el tono de Lenora y miró alrededor del lugar como para que su madre apareciera mágicamente. "¿Por qué no estás en la escuela hoy?" disparó Lenora a la niña. Amy observó divertida cómo la niña manejaba a la espinosa agente inmobiliaria sin esfuerzo. "Conferencias de padres y profesores", dijo distraídamente mientras gritaba "¡Mamá!" y los dos adultos se encogieron ante el grito desgarrador que salió de la pequeña. "¿Sí?", respondió una voz desde una habitación trasera y pronto todos vieron a una morena pavoneándose a la vista, era obvio que había estado trabajando en algo, ya que estaba desaliñada y parecía que acababa de levantarse. Amy se divirtió al reconocer a uno de los clientes del bar de anoche y se preguntó si habría estado bebiendo hoy.

"Abby, tengo aquí a alguien interesado en tu negocio", comenzó Lenora con su mejor voz de vendedora. No vio la mirada de sorpresa en la cara de ninguna de las otras mujeres. Amy porque no estaba preparada para lanzarse de esa manera y Abby porque no había esperado que la abordaran así. "¿Quién dice que estoy lista para venderlo?" preguntó Abby y el tono era similar al de su hija, enfurruñada. "Vamos Abby, sabes que se ha ido a pique desde que tus abuelos fallecieron y ya no tienes tiempo para ello", respondió Lenora sin intimidarse lo más mínimo por su tono. "Puede ser, pero ¿quién dice que quiero venderlo?" preguntó Abby. "Abigail Shipman, sabes que tú misma lo dijiste no hace mucho. Ahora tengo a esta simpática señora que está mirando posibles inversiones aquí en la ciudad, ¿te interesa o no la posibilidad de que alguien se haga cargo?" preguntó Lenora acaloradamente, harta de que jugaran con ella, primero su impertinente hija y ahora la madre. Abby sonrió sin reparo mientras compartía una mirada divertida con Amy. "Puede que sí, puede que no", le respondió Lenora exhaló ruidosamente por la nariz ante esta noticia y se cruzó de brazos, molesta. "Bueno, entonces no te haremos perder el tiempo", dijo mientras le hacía un gesto a Amy para que se fueran. Amy se vio acompañada a la salida y miró divertida los ojos marrones y risueños de la morena y se despidió con la cabeza mientras Lenora se hinchaba como un pollo mojado. El resto de la mañana le mostró edificios vacíos y, aunque había posibilidades, la mayoría de los "planes" que tenía eran vagas recreaciones de lo que ya existía en la ciudad. Amy le agradeció su tiempo, recogió las llaves de su alquiler y volvió a la posada. Sentada, hizo una lista de las cosas que iba a necesitar en su nueva casa y supo que sólo tenía unas cuarenta y ocho horas para realizarlas. Sólo tenía la habitación para otra noche y no podía quedarse más tiempo debido a los turistas. Con eso en mente, cogió el autobús antes de que saliera de la ciudad esa tarde,

utilizando el billete que había pagado hasta Green Bay para dirigirse allí. Pudo ver la parte interior del Pulgar. Al otro lado del agua pudo ver la tierra, pero no las ciudades hasta llegar a Green Bay. Pidió indicaciones y tomó un taxi para ir a los centros de automóviles. Sabía lo que necesitaría en una zona con mucha nieve y lo que sería necesario para sobrevivir aquí arriba. Los vendedores eran como cualquiera y su acento sureño les encantó a todos. Sabía que al ser una mujer sola comprando un coche estaba en desventaja, pero siguió adelante hasta que dio con un todoterreno que le gustó. Tenía un buen kilometraje, tracción a las cuatro ruedas y era sólo "ligeramente" usado con poco kilometraje, por lo que obtuvo un descuento sobre los modelos más nuevos. No se creyó la historia de que una pareja mayor había cambiado el vehículo porque era "demasiado" para ellos, pero le gustó el vehículo de cuatro puertas con mucho espacio de carga en la parte trasera. Firmó en todas las líneas necesarias y pidió un "pequeño" préstamo para establecerse en esta zona, afortunadamente todavía era lo suficientemente temprano como para que su cuenta bancaria en el sur "se comprobara" y supieran que era buena para ello. Al salir del terreno, se sintió poderosa mientras se dirigía a las tiendas más cercanas. Compró pintura para la cabaña, un colchón hinchable y un saco de dormir para cazadores hasta que las sábanas, las almohadas y las fundas que también había comprado pudieran utilizarse. Fue a un restaurante y comió mientras continuaba con sus listas y luego fue a las tiendas una vez más. Estaba realmente satisfecha con la selección y, por primera vez, oyó hablar de un lugar llamado Appleton y del centro comercial Fox River Mall que tenía tiendas "outlet". Al saber que estaba a una hora más al sur, decidió concentrarse en el lugar donde estaba por ahora. En poco tiempo consiguió una cama y colchones para su "humilde" casa, así como un juego de salón y una televisión. Consiguió algunos de los elementos básicos y, con todo esto apilado en la parte trasera de su nuevo todoterreno, se dirigió a la costa con la esperanza de no perderse. Fue un viaje bastante sencillo pero confuso para ella en la oscuridad, ya que no estaba familiarizada con la zona. Extrañamente, una vez que cruzó el puente de Sturgeon Bay, tuvo la sensación de que se dirigía a "casa". Se sintió aliviada cuando llegó a Northpoint y encontró el Duck and Swan. Aparcó en la calle y entró en la habitación para disfrutar de un merecido descanso después de todo el día. Agradeció que sus anfitriones hubieran limpiado la habitación y colocada madera nueva, que sólo tardó un momento en encender. Se durmió con el biombo frente a la chimenea mirando soñadoramente las llamas y preguntándose sobre su futuro aquí en Northpoint.

A la mañana siguiente, se marchó del Duck and Swan y agradeció a la señora Katzenburger su hospitalidad. Mencionó que había alquilado un lugar en las afueras de la ciudad y alivió la curiosidad de su anfitriona al mencionar el lugar. "Oh, ese lugar, ha estado vacío durante años. Va a querer que le revisen la calefacción y las rejillas de ventilación, aquí arriba hace bastante frío", dijo preocupada. "Puedo recomendarte un manitas si quieres", se ofreció. Amy aceptó su oferta, la mejor gente venía por recomendación y ella sabía que si sus nuevos amigos' los recomendaban, probablemente recomendarían al mejor. "Oh, ¿has comprado un camión?" fue el siguiente comentario en forma de pregunta. El Sr. Katzenburger intervino al respecto: "No estoy tan seguro de los trabajos en el extranjero, yo personalmente me adhiero al adagio, compra americano". Amy escuchó con respeto, pero como era el primer vehículo que se había comprado, iba a seguir con él, estaba orgullosa de él y podía permitírselo. Aunque sus anfitriones tenían sus propias opiniones, ella no iba a dejar que la molestaran con sus comentarios. Mientras ponía la pesada bolsa con toda su ropa en el asiento trasero, se alegró de tener tanto espacio en el todoterreno. Sin embargo, todo le pertenecía, era todo "suyo" y sólo suyo. Se detuvo frente a su cabaña y miró a su alrededor los altos árboles, la profunda capa de años de acumulación bajo ellos y respiró el silencio. Esto era suyo. Tal vez alquilada, pero suya. Sonrió y comenzó a descargar su todoterreno. Primero barrió la pequeña cabaña, observando los gruesos troncos y preguntándose si sería lo suficientemente cálida para pasar el invierno. No tenía ni idea de si lo haría y la madera que había junto a la cabaña, en una pila bien apilada, no parecía ser suficiente. No vio ninguna otra forma de calentar la pequeña cabaña y barrió concienzudamente todos los rincones, desde el techo hasta el suelo, mientras eliminaba el polvo y los restos de los años en que no había nadie en la cabaña. Ella misma levantó un poco de polvo con sus esfuerzos y abrió todas las ventanas notando lo "fresco" que estaba mientras trabajaba. Finalmente sintió que estaba lo suficientemente limpia como para sacar los jabones y acondicionadores que había comprado para sus suelos y paredes de madera. Empezó por la cocina y comenzó a fregar primero las paredes y luego los suelos, sorprendida por la cantidad de agua sucia que pronto tuvo en el cubo

que utilizó. Lo tiró fuera, más allá del porche, y estiró la espalda dándose cuenta de que había pasado mucho tiempo. Tendría que dejar parte de la casa para otro día si quería que se calentara. Cerró las ventanas y encendió un fuego en la chimenea sólo para que el humo comenzara a ahogarla. Probó con la gripe, pero no parecía funcionar bien y se preguntó si la chimenea tendría algo dentro. Se encogió de hombros; era demasiado tarde para hacer algo al respecto, así que trajo su saco de dormir e infló su colchón. Se dio cuenta de que necesitaba encender la electricidad en la cabaña y un teléfono. Hizo numerosas listas al darse cuenta de lo poco preparada que estaba. Se lavó con agua fría y encontró un calentador de agua eléctrico en un armario de la cocina, así que supo que al final tendría agua caliente. Como no tenía ni idea de cómo encender la electricidad, se estremeció en el agua fría, se bajó las mangas y se puso un jersey para ocultar su camisa sucia y volvió a la ciudad. Probó en otro restaurante. Este era un poco más fino que el Chuckies y se sintió un poco cohibida con sus vaqueros hasta que vio a otros clientes que llevaban lo mismo. La persona que la recibió le preguntó: "¿Mesa para uno?" y ella asintió con la cabeza mientras le mostraban una mesa cerca del puerto deportivo con una acera de madera que separaba la ventana del muelle real. Era un lugar muy bonito y pintoresco, y la sacaron de su ensueño cuando le pidieron que pidiera algo. Tuvo que itir que no había mirado el menú y pronto pidió las chuletas de cerdo rellenas, judías verdes y compota de manzana junto con un vaso de leche fría. Sonrió al darse cuenta de que la leche no era tan sofisticada, pero sonaba tan bien con el resto de la comida que no pudo resistirse. Volvió a mirar hacia el puerto deportivo y observó que podía ver y observar a los demás clientes en los reflejos de las ventanas mientras observaba subrepticiamente a la gente. Quiso encogerse y esconderse cuando vio a la morena que Lenora le había presentado antes. ¿Cómo se llamaba? ¿Abby o algo así? Pudo ver que estaba mejor vestida que los vaqueros y la camiseta que había llevado antes, de hecho, parecía estar vestida "elegantemente" pero no para salir ni nada parecido, simplemente "mejor". Volvió a mirar por la ventana y empezó a clasificar mentalmente lo que tenía que hacer para que su cabaña fuera habitable para el invierno. "¿Te importa si me uno a ti?" Amy levantó la vista sorprendida por la voz; había estado perdida en sus pensamientos mirando las luces del puerto. Se asustó más

al darse cuenta de que era la ruda morena. "Te prometo que no te voy a morder..." sonrió y luego añadió en voz baja, tan baja que Amy pensó que no la había oído bien, "fuerte". A Amy no se le ocurría ni una sola razón para rechazarla y quizás acababan de empezar con mal pie o quizás era Lenora. No sabía cómo salir de esta incómoda situación y señaló la segunda silla y observó cómo la mujer la retiraba y se sentaba. "Soy Abigail Shipman", dijo la morena tendiendo la mano para que se la estrecharan. Los modales que se le inculcaron desde que nació hicieron que Amy estirara la mano al otro lado de la mesa para estrechar la que se le ofrecía. "Amy...." Una ligera vacilación y luego, "Adams". Abby sonrió al notar la vacilación, pero no dijo nada mientras estrechaba firmemente la mano de la mujer y luego dijo: "Hola Amy Adams, bienvenida a Northpoint". "Gracias", dijo Amy en voz baja mientras le soltaba la mano y la devolvía a su regazo. "¿Qué diablos hace una mujer del sur en un clima tan frío?" Abby preguntó con una sonrisa mostrando que no quería hacer daño con la pregunta. "¿Puedo ofrecerte algo Abby?" su camarero estaba en su mesa. "Tomaré lo mismo que ella", dijo Abby con una sonrisa. El camarero sonrió a su vez. "¿Incluso la leche?", preguntó. "¿Leche?" preguntó Abby alarmada y luego negó con la cabeza. "En realidad, eso es probablemente algo bueno; sólo añada chocolate al mío si quiere". "¿Leche con chocolate entonces con chuletas de cerdo, judías verdes y salsa de manzana?", repitió él con una sonrisa de satisfacción. "¿judías verdes?", preguntó ella, y se pudo oír la preocupación en su voz.

"Las chuletas de cerdo están rellenas, si no, sugeriría patatas", se reía de ella y lo demostraba. "Tomaré esas patatas, en puré, tal vez con un poco de ajo", le devolvió la risa mientras él anotaba su pedido. "Lo haré, lo tendré en un santiamén jefe", dijo con alegre buen humor. Abby se rió de sí misma y Amy la observó divertida. "¿No te gusta la leche?", preguntó. "Me gusta, no me gusta. Intolerancia a la lactosa", dijo señalándose a sí misma con el pulgar antes de continuar. "Pero aparentemente la leche con chocolate está bien, algo sobre el lactato que es anulado por el grano de cacao", explicó. Amy asintió, tenía sentido. Tenía la suerte de no haberla experimentado ella misma, pero conocía a gente que lo había experimentado y no era agradable. "Entonces, ¿por qué Northpoint?" Abby volvió a su pregunta anterior. Amy se encogió de hombros. "Algo me dijo que debía comprobarlo, tienes que itir que Door County es hermoso". "Lo es, como atestiguan los millones de turistas que recibimos aquí cada temporada, pero a menos que estés preparada para la nieve, y mucha, te espera una sorpresa". El camarero les trajo dos platos pequeños, un montón de cuadrados de mantequilla y una cesta de pan de molde caliente, y se lo puso entre los dos con una sonrisa mientras se dirigía a otra mesa para tomar su pedido. Amy cogió el pan, estaba hambrienta, pero su mano chocó con la de Abby e intercambiaron una pequeña risa incómoda mientras tiraban de ambos extremos, el pan no había sido cortado. Ambas tuvieron pronto una rebanada y usaron la mantequilla para alisar la superficie de cada una de sus rebanadas, la mantequilla se derritió casi inmediatamente con el calor generado por el pan caliente.

"Espero lograrlo", dijo Amy con una confianza que no sentía. "Bueno, esa cabaña que alquilaste va a necesitar algo de trabajo", dijo Abby mientras se recostó y mordió su pan. "¿Cómo sabes...?" Amy comenzó sólo para ser cortada con un movimiento de la mano de Abby. "Pueblo pequeño, no crees que Lenora se lo guardaría para sí misma, ¿verdad?". Los ojos de Abby brillaron mientras sus dientes blancos y perfectos volvían a morder el pan. Amy se rió de su propia ingenuidad; por supuesto que Lenora contaría todo lo que sabía de ella. A pesar de haber pasado muchas horas juntas viendo lugares y discutiendo cosas, Amy le había contado relativamente poco sobre sí misma. Eso había frustrado mucho a la mujer mayor. Además, alquilar un lugar que no tenía interesados durante un par de años sería una pluma en su gorra inmobiliaria. "Bueno, supongo que no", concedió con gracia. Se le hizo la boca agua ante el delicioso pan que estaba comiendo. "¿Vas a calentarlo con madera?" preguntó Abby con conocimiento de causa. Amy asintió y luego preguntó: "¿Conoces a alguien a quien pueda comprarle una buena madera dura?". "¿Madera dura?" preguntó Abby fingiendo que no entendía. "La madera dura se quema más limpiamente y no quiero atascar la chimenea", dijo, su acento sureño sonaba muy apropiado para los oídos de la morena. "Me gustaría tener unas cuantas cuerdas de leña si pudiera conseguirlas y necesito un limpiador de chimeneas", añadió. Abby sonrió, no se trataba de una marchita alhelí del sur sino de una magnolia de acero de la que había oído hablar. Obviamente, sabía que necesitaría leña, y mucha, por lo que decía. Bien, odiaba que la gente no estuviera preparada para instalarse en la zona y se metiera en problemas. "Bueno, para las maderas duras me pondría en o con Jacob Meyers, está en el libro y tiene cuerdas que entregará". "¿Cuántas crees que debería comprar?" Amy preguntó mientras terminaba su primer pedazo de pan y

descaradamente alcanzó otro. "Tienes que calcular al menos una cuerda de leña por cada mes de invierno y algo más", le dijo Abby mientras Abby le dijo mientras ella también cogía otro trozo para tener su parte justa. ¡La pelirroja sabía comer! "¿Cuántos meses de invierno tenéis aquí arriba? Abby sonrió, con una ligera arruga en la nariz y alrededor de la boca que demostraba que apreciaba la pregunta. "Depende, pero está en el aire, así que te sugiero que llames a Jacob y veas si puede entregar esa madera para ti. Tiene otras para que no quieras esperar. En cuanto a la limpieza de tu chimenea estoy seguro de que Jacob puede recomendarte a alguien, el último que conocí que lo hacía regularmente se mudó". "¿Te has cansado de la nieve?" preguntó Amy con una sonrisa mientras terminaba su segundo trozo y alcanzaba el tercero y último. Abby se encogió de hombros. "Probablemente no había suficiente negocio para él y estoy segura de que no trabajó demasiado", le dijo mientras cogía el último trozo, el talón del pan antes de que Amy pudiera engullirlo. Charlaron de un lado a otro conociéndose a través de su deliciosa comida. A Amy no le sorprendió que la mujer hiciera más preguntas de las que respondía, pero de todos modos estaba preparada para esas preguntas. Sin embargo, no estaba preparada para una. "¿Sigues interesada en mi tienda?" preguntó Abby. Amy se encogió de hombros. "¿Pensé que no te interesaba venderla?", preguntó mientras disfrutaba del sabor de la salsa de manzana, era un excelente acompañamiento para sus chuletas de cerdo rellenas y sus judías verdes. "Puede que lo esté a la persona adecuada; Lenora tiene razón, pero no le digas que lo he dicho. No me interesa dirigirla y es casi como cualquier otra tienda de la ciudad. Va cuesta abajo desde que el abuelo y la abuela fallecieron. De todos

modos, ellos eran la atracción". Se encogió de hombros. "¿Era el local de tus abuelos?", preguntó genuinamente interesada con un brillo en sus ojos verdes. Abby asintió. "Sí, una vez que se fueron simplemente no tenía tiempo, pero vivimos al lado así que era conveniente y no quería que se fuera así como así. Pero ya es hora". "Si no es mucho pedir, ¿qué hay de tus hermanos o padres, no estarían interesados?" "No es un secreto, nunca me llevé bien con mis padres, viven al otro lado de la bahía, en Oconto". "¿Oconto qué?" Preguntó Amy, sonriendo sin arrepentirse de haber confundido el nombre. Abby se rió de su intento de nombre indio. "Oconto, es un pueblo en tierra firme. Ellos viven allí, yo aquí, y todos estamos bien con eso. Además, el abuelo me lo dejó para que cuidara de la abuela y así lo hice hasta que falleció también. Me encanta estar aquí y mis hijos han nacido y se han criado aquí". "¿Hijos? Conocí a tu hija", mencionó mientras se limpiaba delicadamente la boca. "¿Heather?" y ante el asentimiento de Amy continuó con una sonrisa orgullosa, "Sí, ella es algo, pero Bailey es un poco manoseado, ahora tiene diez años y está lleno de boca preadolescente y angustia". Amy se rió como debía y los ojos de Abby se dirigieron a ella. "¿Tienes hijos o marido?" Preguntó Abby notando la tenue línea blanca que el tiempo no había borrado de su mano izquierda. Amy no dudó ni un instante mientras negaba con la cabeza. "No, soy viuda y nunca fuimos bendecidos con hijos". "Oh, siento oír eso, eres joven para ser viuda", observó.

Amy asintió con un gesto de agradecimiento, pero no dijo nada mientras miraba con tristeza su plato. "¿No quería traer malos recuerdos?" preguntó Abby con preocupación. "¿Queréis postre, señoras?" se acercó el camarero a preguntar mientras cogía los platos terminados uno a uno. "Quiero tarta de zanahoria, si la tiene". preguntó Amy con una pequeña y tímida sonrisa. "Tenemos", le aseguró devolviéndole la sonrisa antes de dirigirse a Abby. "¿Y para ti, jefe?", preguntó con una sonrisa pícara. "Tomaré un poco de tarta de chocolate con glaseado de chocolate si la ha hecho Lance, pero si la ha hecho Tasha, tomaré tarta de zanahoria en su lugar", le dijo ella, sonriendo ante su sonrisa. Él asintió mientras se llevaba sus platos usados. "En un pueblo pequeño supongo que todo el mundo se conoce ¿eh?" Amy preguntó con la esperanza de evitar la disculpa de la morena disculpa de la morena y olvidar lo que habían estado hablando. "Sí, es una bendición y una maldición. Aunque los turistas lo hacen todo interesante", le dijo Abby y aunque había notado el cambio de tema no volvió a sacar el tema. "¿Qué harías con la tienda si te la dejara?", preguntó en cambio. Amy había visto las otras tiendas de la ciudad y había notado lo que les faltaba, los artículos turísticos estaban bien y estaban bien abastecidos en las otras tiendas. Ella misma llevaría... algunos. Pero quería un poco más que eso y comenzó a discutirlo con Abby, que demostró ser una buena oyente y asintió mientras comían sus pasteles de zanahoria, al parecer Tasha había horneado hoy. "Vaya, parece que sabes de lo que hablas", dijo Abby mientras terminaba el último bocado de su pastel y el delicioso glaseado. Amy asintió. "Mis padres tenían un pequeño lugar de pesca en el Golfo cuando yo crecía", confió

y luego se sonrojó. "¿No querías trabajar allí?" preguntó Abby al notar el rubor en el rostro de la pelirroja. "Murieron y el banco y mi hermano lo vendieron antes de que pudiera decir sí o no", le dijo a Abby y y apartó la mirada. "Siento tu pérdida", se encontró Abby disculpándose de nuevo y por alguna razón eso la irritó. Amy miró directamente a esos suaves y aterciopelados ojos marrones. Había sido más comunicativa con esta mujer y no sabía por qué. "Eran viejos; me tuvieron a mí y a mi hermano tarde, pero al final no importó, ya que ni el banco ni mi hermano se quedaron con las ganancias después de que el abogado de mi abuela se interpusiera. Todo fue a parar a un fideicomiso". Sonrió con pesar y se encogió de hombros ante los entresijos de la vida. "Parece que has tenido muchas pérdidas en tu vida", comentó Abby mientras se terminaba su leche con chocolate. Le dejó un bonito bigote en el labio superior. Amy resistió el impulso de manchar el labio superior de la morena mientras hacía una pantomima para que su compañera de cena se diera cuenta sin avergonzarla y luego observó divertida cómo se limpiaba los labios como lo haría un niño con el dorso de la mano. "Es sólo... la vida. No siempre juega limpio". Abby tuvo que itir que eso era ciertamente cierto. "¿Quieren algo más, señoras?", su camarero se acercó con facturas separadas que entregó a cada una de ellas. "Estoy bien", dijo Abby mientras miraba su cuenta. "Estaba delicioso", dijo Amy con una sonrisa cortés y él asintió y se apartó. "¿Por qué no me toca esto?" le preguntó Abby alcanzando la cuenta de Amy. Amy levantó la vista sobresaltada ante el ofrecimiento. "¿Por qué harías eso?",

preguntó. Abby parecía sorprendida de que cuestionara su oferta. "¿Por qué no? Hablamos de negocios; podría amortizar esto". Sonrió ante la idea. Amy negó con la cabeza. "Gracias, pero no, quizás en otra ocasión y si vas en serio con lo de venderme tu tienda, quizás podamos volver a hacerlo", le ofreció con la esperanza de que se impusiera su negativa. "¿Por qué no te pasas por la tienda de nuevo mañana, estaré... por aquí? Podríamos discutir los términos que nos convengan a ambos. Me gustan tus ideas y creo que tendrías éxito. Me gustaría que alguien tuviera éxito; Dios sabe que yo no tengo ningún interés". Amy asintió mientras deslizaba un billete de veinte dólares en su mano desde su bolso. Se levantaron de donde estaban sentados y se dirigieron juntos al cajero. "Me gustaría, ¿tal vez podríamos hacer que Lenora redactara algunos de los papeles para que no se sienta excluida?", sugirió. "Ya tienes su número, ¿no?" dijo Abby astutamente mientras veía a Amy pagar su cuenta y Luego, cogiendo el brazo de Mike, el camarero, al pasar, le dio un billete de cinco dólares. "Gracias señora", dijo él sonrojado. La mayoría de la gente dejaba las propinas en la mesa, pero a él le gustaba la oportunidad de agradecerle personalmente. Salieron a la fresca noche de principios de otoño y Amy se acercó la chaqueta. El aire era tan claro que casi se podía beber y ella respiró profundamente para agradecerlo. "Pareces un perro sabueso oliendo el aire así", se burló Abby mientras caminaban. "Podría haber cosas peores a las que me parezco. Papá tenía un buen par de perros sabuesos", respondió con una risa mientras pulsaba el botón de su llavero y abría la puerta de su nuevo todoterreno. "¿Esto es tuyo?" preguntó Abby sorprendida. Su coche estaba aparcado al lado. Observó que el vehículo aún tenía la matrícula del concesionario. Si no era nuevo, tenía poco tiempo, era un Mazda CX-5 y tenía un buen aspecto. Lo miró

con envidia. Amy asintió con orgullo. "Sí, lo compré ayer, sabía que necesitaría un buen vehículo robusto para los inviernos de aquí arriba y para entrar y salir de la cabaña que alquilé". "¿Tiene tracción a las cuatro ruedas?", preguntó mientras casi babeaba por el moderno todoterreno. Amy asintió de nuevo. "Sí y todo tipo de artilugios a los que voy a tener que acostumbrarme". Abby asintió preguntándose cuánto le había costado el todoterreno y sonrió con pesar. Un nuevo todoterreno estaba lejos en el futuro para ella y sus hijos, mientras tanto tenía su coche de paseo. Vio cómo Amy se subía al todoterreno y éste arrancaba suavemente para ella. "Oye, tal vez quieras comprar un arrancador a distancia", le sugirió a su nueva amiga. "Ya lo tengo, gracias", dijo Amy con una sonrisa. "Nos vemos mañana". Saludó con la mano mientras cerraba la puerta y salía lentamente de la caseta. No se dio cuenta de que Abby estaba entrando en el coche que había aparcado junto a su propio todoterreno. ~FIN DE LA MUESTRA~

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