Dios Es Mujer 3j3873

Diseño de cubierta: Departamento de Diseño Grupo Planeta Imagen de cubierta: ShutterStock Fotografía del autor: Archivo personal

© Alberto Linero Gómez, eudista, 2018 © Editorial Planeta Colombiana S. A., 2018 Calle 73 N.° 7-60, Bogotá, D. C.

Primera edición: abril de 2018

ISBN 13: 978-958-42-6761-0 ISBN 10: 958-42-6760-4

Impreso por:

Este libro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin el previo permiso escrito del editor. Todos los derechos reservados.

A Alcy Matallana, dueña de su mundo, gestionadora de felicidad, amiga solidaria…

Contenido

Palabras de inicio Un mundo nuevo pero viejo

Capítulo 1 Dios es mujer La Biblia no quiere el machismo Los rasgos femeninos de Dios Preguntas para reflexionar Tareas Oración

Capítulo 2 Ser mujer La cuestión principal: tu dignidad Mujer, tú no eres menos que nadie Mujer, tú todo lo puedes Mujer, tú todo lo sabes Amenazas a tu dignidad

Tu don más preciado: dar vida Dejar huella Dar y recibir Ser fuerte Amenazas a tu don de dar vida Preguntas para reflexionar Tareas Oración

Capítulo 3 Sé una mujer con propósito Sigue la voluntad de Dios Toma las riendas de tu proyecto de vida El sentido de vida El poder de las decisiones El pasado tiene respuestas valiosas Establece tu propósito Vive tu propósito todos los días Preguntas para reflexionar Tareas Oración

Capítulo 4 Mujeres bíblicas que te enseñan a vivir Tamar, una mujer justa Rajab, una mujer de fe Rut, la auténtica fiel Betsabé, la que consigue lo que quiere Preguntas para reflexionar Tareas Oración

Capítulo 5 Claves de independencia femenina Mujer, tú ya estás completa Eres tierna y eres fuerte Eres bella y eres hábil Eres intuitiva y eres racional Acciones para enfrentar el machismo Reconoce y ocupa tu lugar Toma tus decisiones con autonomía Hazte responsable de ti

Hombre y mujer: la ley de la complementariedad Preguntas para reflexionar Tareas Oración

Capítulo 6 Manifiesto antimachista Imagina un mundo sin machismo Preguntas para reflexionar Tareas Oración

Los diez mandamientos de la mujer diez

Palabras de conclusión Un mundo sin machismo

Palabras de inicio

Un mundo nuevo pero viejo

Henos aquí terminando la segunda década del siglo xxi, constatando maravillosos y sorprendentes cambios en nuestra existencia. Es como si fuéramos protagonistas de un nuevo relato del Génesis, en el que todo va siendo creado nuevamente. Ya nada es como antes. Todo parece nuevo. Somos protagonistas de una sociedad distinta donde hay nuevas formas de comunicarnos, juntarnos, leer la realidad, escribir, hablar, escoger pareja, vivir la genitalidad, etcétera. Sí, el ser humano está siendo creado nuevamente. Todo está cambiando. La tecnología, con sus dinámicas innovadoras, nos hace pensar, juzgar, actuar de una manera diferente. Y en esta extraordinaria e innovadora manera de estar y de relacionarnos en la sociedad hay una actitud que no ha cambiado o que tal vez se ha transformado en formas muy sutiles pero a la vez muy dañinas: el machismo, el sexismo. Seguimos leyendo noticias de feminicidios, seguimos encontrando en las redes agresiones contra las mujeres, manifestaciones encubiertas de desprecio por sus formas de ser y de expresarse, chistes sexistas que nos hacen creer que las mujeres son solo bellas, poco inteligentes, incapaces de manejar automóvil bien, desubicadas espacialmente, torpes para todo lo técnico e insoportables con sus cantaletas en las relaciones afectivas. Es como si estuviéramos todavía en la caverna, y las manifestaciones rupestres fueran nuestra mayor expresión emocional. Es el mundo de las innovaciones tecnológicas que nos rompe la cabeza, pero a la vez el mundo del troglodita que todavía lastima con el piropo e intenta aprovecharse de ellas porque las siente más débiles pues no tienen pene, como él. Somos habitantes del planeta, no hay fronteras y las identidades culturales amenazan con desaparecer. Internet lo ha revolucionado todo, conocemos mucho mejor el universo que nuestros antepasados, pero seguimos siendo hombres y mujeres que se relacionan desde ese paradigma dominio-sometimiento, superiorinferior, racional-emocional que ha creído que lo femenino debe ser subordinado a lo masculino. En este contexto, te propongo mi reflexión. Una reflexión que busca generar conciencia a hombres y mujeres sobre la necesidad de relacionarse desde la igualdad, la complementariedad, la equidad y el respeto por la dignidad del otro. Una reflexión que nos permita entender que lo masculino y lo femenino son maneras de ser, de estar y de juntarse en el mundo y no están en competencia.

Por lo tanto, no se puede ver a ninguno superior al otro. Una reflexión que genere nuevas preguntas y te cuestione en la manera como te estás relacionando con los demás. Espero que toda mujer que me lea se sienta llamada a ser libre, dueña de su proyecto de vida, gestora de su felicidad e independiente… que se reconozca en su autenticidad, se levante y se relacione con los hombres sin complejos, desde la igualdad de condiciones. Ahora, escribo este texto como varón caribe que soy, esto es, como alguien que ha aprendido una manera muy particular de ver el mundo, en la cual se cuelan formas explícitas, y también muy sutiles, de machismo. Escribo como alguien que ha vivido activamente a lo largo de treinta y tres años al interior de una institución patriarcal, que ha influenciado de manera directa la sociedad. Escribo como acompañante espiritual de muchas mujeres a las que les he escuchado sus sufrimientos y sus goces, sus miedos y sus expectativas, sus planes y sus limitaciones. Entiendo que el contexto al que pertenezco puede ser una limitante para hablar del tema: porque ser varón me impide ver el mundo como lo ve una mujer, ser católico cristiano puede haberme permeado de interpretaciones machistas y equivocadas de los relatos bíblicos y ser parte de una cultura machista puede haber contagiado algunas de mis ideas. Pero no considero que eso me inhabilite para escribir este texto. No creo que mi contexto me impida reflexionar y proponer unas ideas que nos ayuden a ser una sociedad en la que no haya ninguna manifestación de sexismo ni de machismo; una sociedad en la que podamos relacionarnos desde nuestra singularidad e identidad de género con inteligencia, bondad y equidad con todos los demás, sin miedo a las diferencias y entendiendo que hombres y mujeres nos complementamos. Considero que la lucha contra el machismo debe ser de todos y quiero que este libro sea un aporte a la causa. Lo escribo pensando en todas las mujeres que, en calidad de hijo, hermano y amigo, he visto batallar contra los paradigmas machistas y confiando en que juntos, hombres y mujeres, podamos construir una sociedad donde todos podamos ser auténticos y felices. Soy consciente de que no son pocas las lecturas distorsionadas que se han hecho de la Biblia y que han servido como fundamento para actitudes machistas en nuestra sociedad. Creo que estas páginas pueden ser un aporte para comprender mejor cómo la fe y la espiritualidad cristiana nos invitan a vivir las relaciones femenino-masculinas. No podemos seguir pretendiendo encontrar en la comprensión de Dios como Padre una razón para justificar una superioridad masculina. Dios no es ni hombre ni mujer. Dios es Dios. No tiene sexo, pero sí

tiene rasgos femeninos y masculinos, pues TODOS estamos hechos a imagen y semejanza de Él. Para eso el título de este libro, Dios es mujer, para que recordemos que no solo el hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios. También la mujer fue creada de este modo y por eso debemos tratarnos de igual a igual. En el primer capítulo busco dejar claras las razones por las cuales cualquier interpretación que pretenda sustentar comportamientos machistas en la fe, en las lecturas bíblicas, en las experiencias espirituales, es una razón errónea y contraria al contenido mismo de esa fe, de esos libros que consideramos sagrados los cristianos y de esa experiencia en la que nos sumergimos. Dios nos ha creado a su imagen y semejanza para ser felices. Por eso insisto en que hay que liberarse de cualquier imaginario que les haga creer a las mujeres que la voluntad de Dios es que se sometan a los hombres. En esta parte hago un esfuerzo por desmitificar todos los relatos en los que las costumbres propias de la cultura en las que se dio el proceso de revelación fueron confundidas con la verdad revelada. Sé que a algunas personas esto les ocasionará ruido, pero estoy en la línea del Magisterio de la Iglesia. El siguiente esfuerzo es mostrar lo que caracteriza lo femenino. Reflexionaré en torno a lo singular de ser mujer, en torno a eso que solo ella puede aportar a la sociedad y le permite vivir digna y libremente. Intento ir más allá de los clichés que tradicionalmente se usan para identificar lo femenino y espero que toda mujer se sienta identificada y motivada a vivir de manera auténtica, realzando sus dones y cualidades. En el tercer capítulo insisto en algo que me parece fundamental: que la mejor manera de enfrentar el machismo presente en la sociedad es que cada mujer tenga claro cuál es su propósito de vida. Necesitamos mujeres con propósito, es decir, seres humanos que saben por qué y para qué viven, personas que no están dispuestas a negociar con nadie el sentido de su vida. Lo peor que les puede pasar es que sean mujeres con una vida sin sentido. En estas reflexiones, me esforzaré por trazar líneas para la construcción de ese objetivo en su diario vivir, dejando claro que no se trata de una concesión que hace el mundo masculino, sino un legítimo reconocimiento de la manera de ser femenina. En el cuarto capítulo reviso las acciones de cuatro mujeres bíblicas presentes en la genealogía de Jesús: Tamar, Rahab, Ruth y Betsabé. Ellas son mujeres realmente inspiradoras, porque rompen todos los esquemas morales y nos

ofrecen lecciones de vida que van más allá de los imaginarios culturales que nos atan y nos anclan en momentos concretos. Estas mujeres son figuras que pueden motivarte a actuar de una manera auténtica y valerosa en tu existencia. En el quinto capítulo comparto algunas de las claves que considero fundamentales para que las mujeres comiencen a vivir en clave de independencia y libertad femenina. Expongo algunas acciones concretas que cada quien desde su cotidianidad puede llevar a cabo para contribuir a la lucha contra el machismo y vivir su experiencia de ser mujer a plenitud, comprendiendo que hombres y mujeres estamos aquí para complementarnos los unos a los otros. El último capítulo es un manifiesto antimachista. Es la declaración firme y concreta de cómo sería un mundo sin machismo, donde hombres y mujeres se complementen y se relacionen de igual a igual. Son líneas que describen la tarea que tenemos todos para evitar que el machismo siga haciendo sufrir a tantas mujeres. Termino con “Los diez mandamientos de la mujer diez”, una suerte de decálogo que resume este libro y busca recordarte día a día lo maravillosa que eres. Es un regalo para ti, escrito para motivarte a navegar el mundo y a relacionarte con los hombres y las demás mujeres desde una perspectiva nueva, libre y auténtica. Algunas de las ideas aquí presentadas han sido trabajadas en el seminario “Mujeres con propósito”, que he compartido en varios lugares de Colombia. En esas ocasiones, he sido testigo de la profunda transformación que estas reflexiones han generado en cientos de mujeres. Por eso estoy convencido de que este libro hace un gran aporte, desde el ámbito espiritual religioso, a que las mujeres se puedan entender de una manera diferente. Estoy seguro de que si lo lees concienzudamente encontrarás manifestaciones de amor y sobre todo ánimos para seguir caminando en seguimiento de Jesús. Gracias por leerme pero, en especial, gracias por acoger estas reflexiones con actitud crítica, aunque también con benevolencia. Estoy convencido de que juntos podremos crear un mundo nuevo y libre de machismo. Alberto Linero G.

@PLinero

NOTA: Quiero agradecer a mi equipo de trabajo, a Carlos Alberto Vargas M. y a Alejandro Guedez, quienes me han ayudado desde sus distintos roles para que estas líneas lleguen a sus manos.

Capítulo 1

Dios es mujer

Mujer, tú que me lees debes tener claro que no hay ninguna razón religiosa, en la experiencia cristiana, para rechazarte, marginarte, someterte, despreciarte o hacerte sentir inferior. Eres tan valiosa como cualquier hombre, y desde tu singularidad tienes que aportar a la comunidad eclesial y a la sociedad en la construcción de proyectos equitativos y justos. Nadie puede justificar en la fe ninguna actitud o comportamiento machista. Tienes, mujer, que ser firme y clara en la defensa de tu papel en el mundo, en la sociedad, y, si perteneces a ella, en la Iglesia. No eres menos que nadie y tu dignidad está dada por ser hija de Dios, como cualquiera de los varones con los que compartes la historia. No dejes que nadie quiera imponerte costumbres de otra cultura y de otro momento como Palabra de Dios. Estás llamada a vivir feliz y a realizarte desde tu singularidad, para eso te ha creado Dios. Tampoco puedes dejar que se te presente como causa de “pecado” desde una lectura equivocada de la participación de Eva en el relato de la caída. Si no se entiende el género literario de esta narración y no se comprende que no se trata de una crónica periodística, sino que es el resultado de una expresión literaria que busca mostrar lo que a los seres humanos les sucede cuando deciden romper su relación con Dios, se estigmatiza a las mujeres como responsables del pecado y se victimiza a los hombres. Eva es representación del ser humano que cede a la tentación. Adán es representación del ser humano que sabe qué hacer, pero sin embargo no es capaz de enfrentar la presión que recibe desde afuera de su corazón. Eva y Adán, más que dos sujetos individuales, son la dimensión presente en el corazón del ser humano. El capaz de lo mejor o de lo peor es el ser humano, el grandioso así como el culpable es el ser humano. Hay que tener cuidado con esta lectura, porque no son pocos los hombres que justifican su incapacidad de manejar sus emociones, de controlar sus instintos, de ser dueños de sus decisiones echándole la culpa a las mujeres y diciendo que su comportamiento pecador o delictivo fue ocasionado por ellas. Las mujeres no son las culpables de los errores, fallas o pecados que cometemos nosotros los hombres. Todos podemos decir que no y podemos tomar las mejores decisiones en función del desarrollo de nuestro proyecto de vida. Mujer, tú no eres culpable de lo que algunos hombres hacen por inmadurez o por la perversión de su corazón. Tú eres responsable de tus acciones y solo

de ellas. No dejes que te estigmaticen desde la figura de Eva. Cuando quieran hacerte sentir culpable por esta figura del relato de la caída, recuérdales el actuar de María, la madre de Jesús, y diles que más bien te valoren desde ella, que fue capaz de abrir el corazón y de aceptar la voluntad de Dios. Tampoco tu belleza puede ser entendida como fuente de tentación o de pecado para nadie. Que sepan que la tentación siempre viene de dentro y no de elementos externos. Sé tú misma, vive con libertad, con responsabilidad, desde los valores del Evangelio, luchando por ser feliz y ten la seguridad de que la auténtica fe cristiana quiere que tú vivas dignamente y sin sentirte inferior por el hecho de ser mujer.

La Biblia no quiere el machismo

Antes de continuar, dejemos algo en claro: cualquier lectura de la Biblia que justifique la discriminación de la mujer en cualquier medida nace de una interpretación superficial de los textos y desconoce la verdad de la historia de salvación. El que sigue a Jesús y tiene una vocación de servicio no puede excluir ni subvalorar a ningún ser humano. Muchas veces, la mirada patriarcal de la cultura bíblica puede ser usada como fundamento de discriminación hacia la mujer, y, peor aún, de maltratos emocionales, psicológicos y hasta físicos. Por eso creo que se hace necesario revisar la comprensión que tenemos del proceso de revelación de Dios y de sus implicaciones en el desarrollo de la humanidad. Es necesario que todos, hombres y mujeres, seamos capaces de deconstruir los paradigmas machistas nacidos en perversas interpretaciones bíblicas, desmitificar los relatos que se presentan como soporte de los comportamientos denigrantes hacia la mujer y evidenciar la incoherencia y falsedad de los clichés religiosos que han permitido subyugar a las mujeres. Estoy convencido de que para la visión de Dios expresada en la Biblia, hombre y mujer tienen el mismo valor y se complementan. Te preguntarás: ¿cómo explicar entonces algunos textos en los que pareciera que la mujer tiene que estar sometida al hombre? Para poder entender que la Biblia ha sufrido un largo y complejo proceso de producción literaria. Que fue inspirada por Dios, pero que es tributaria de la sociedad y la cultura en la que se gestó. Que lo que fue revelado por Dios fue consignado por unos seres humanos usando las imágenes, metáforas e ilustraciones que su momento histórico, social y cultural les permitía. Puede que la cultura del pueblo bíblico fuera de orden patriarcal, pero eso no quiere decir que someter a la mujer es lo que Dios desea que hagamos todos. Incluso estoy seguro de que eso está en contra realmente de lo que Dios quiere para nosotros. Las costumbres patriarcales, que han degenerado en comportamientos machistas, no son verdad de salvación. No se pueden asumir como si fueran lo que Dios quiere comunicarnos a nosotros, hombres y mujeres, del siglo xxi. Es necesario separar la verdad de salvación de esas costumbres. Debemos entender esto si

queremos progresar y evolucionar como sociedad. Reitero: cualquier interpretación bíblica que promueva relaciones de dominación y sometimiento entre el hombre y la mujer desconoce el plan de Dios para con los seres humanos. Pensar en los textos como una fuente de prácticas machistas es negar todo el proceso liberador de Dios, que encuentra en la vida de Jesús su expresión más plena. En la propuesta existencial de Jesús, el ser humano tiene un puesto central, está por encima de la ley religiosa (Marcos 2,27) y por eso su intención es que ninguno se pierda (Juan 17,12). Nada hay más valioso que el ser humano. Se refiere a todo el ser humano y a todos los seres humanos. No hace exclusiones. No cede a la invitación de las estructuras religiosas de la época, las cuales discriminaban y excluían a algunos (mujeres, enfermos, etcétera). Todos somos hijos de Dios y hermanos entre nosotros. Nadie puede ser excluido, bajo ninguna circunstancia, del plan de Dios. El ministerio de Jesús deja constancia de esto. Por otro lado, en el grupo de seguidores de Jesús hay mujeres (Lucas 8,2-3) y se les otorga un rol preponderante en la experiencia de acompañamiento en la cruz a las mujeres (Marcos 15,40-41; Mateo 27,55-56; Juan 19,25-27); en Marcos es una mujer, la Magdalena, la primera que presencia la sepultura de Jesús (15,47) y quien halla el sepulcro vacío (16,1-8) y en el cuarto Evangelio la Magdalena aparece como la primera en anunciar la experiencia de la resurrección (Juan 20,1-18). La mujer es importante en el ministerio de Jesús, aunque él hubiera vivido en una cultura patriarcal. Él, que sabe que en Dios no hay discriminación, asume la participación femenina como una gran oportunidad. Es más, en algunos momentos presenta a la mujer como modelo de fe, como en el caso de María, su madre (Lucas 11,28), o en la respuesta de fe que una extranjera le da en alguna ocasión (Marcos 7,24-30)¹. Por eso no se puede marginar a nadie en el nombre de Jesús, aquel que derribó todo muro que pudiera separar a los seres humanos. ¿Cómo rechazar o discriminar en nuestras prácticas religiosas a las mujeres si Jesús las incluye de manera clara y firme en la comunidad? ¿Cómo creer que las mujeres no son importantes para la experiencia evangelizadora o que su papel es secundario en la comunidad si el Evangelio de Marcos presenta a la Magdalena como primer testigo de la resurrección? Definitivamente, se tiene que haber tergiversado todo de la persona de Jesús o rechazar su propuesta de vida para poder justificar religiosamente el ser machista o tener prácticas religiosas que las discriminan.

Los rasgos femeninos de Dios

Es tan cierto que no se puede despreciar o marginar a las mujeres que en la Biblia encontramos muchos relatos en los que se deja ver en Dios rasgos femeninos. Entiendo que una sociedad patriarcal solo enfatice los rasgos masculinos, pero aun así no pudieron negar todas esas manifestaciones de feminidad que están en Dios y que muestran lo valioso e importante que son las mujeres en su plan de salvación. Antes de comentar sencillamente los textos para que tú te sientas invitada a vivir de manera auténtica tu feminidad, quisiera aclarar algunas cosas para que comprendas el objetivo de esta reflexión. El presupuesto básico es comprender que Dios es Espíritu². “Dios no es varón porque se hable de él como Padre, ni es mujer porque se hable de él como Madre, ni es bisexual porque se ita la legitimidad teológica, la necesidad antropológica o la oportunidad cultural de usar imágenes o metáforas tanto masculinas como femeninas a la hora de hablar de él”³. Él no es varón ni mujer. Él es Dios⁴. Un Dios con rasgos femeninos y masculinos. En los textos bíblicos se le presenta con rasgos mayoritariamente masculinos, pero también en algunos relatos se le describe con algunos rasgos femeninos; lo cual es importante, porque muestra que no hay ningún desprecio por la feminidad y que esta también se encuentra presente en la imagen que los hombres van descubriendo de Dios en su relación con Él. En una cultura tan patriarcal como la nuestra, es muy importante y valioso rescatar esas imágenes femeninas que no son algo accidental en el relato, sino que forman parte del núcleo central de la Revelación. Por eso expongo a continuación algunos pasajes bíblicos en los que se muestran esos rasgos femeninos de Dios y nos ayudan a entender que no se pueden usar las afirmaciones religiosas para excluir a las mujeres o la dimensión femenina de la experiencia espiritual. Descubrir que los relatos presentan imágenes femeninas de Dios —aunque hayan sido escritos en un contexto enteramente patriarcal— debe ser razón definitiva para comprender que la feminidad es tan valiosa, tan fundamental, tan digna como la masculinidad, y que nunca se deben establecer

relaciones de jerarquía entre ellos. Para empezar, recordemos que Dios dijo:

Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza…

(Génesis 1,16-17)

El relato bíblico confiesa que el ser humano ha sido creado por Dios. No dice cómo fue ese proceso de creación, pero sí encuentra en la decisión amorosa de Dios el inicio de la existencia humana. El ser humano no es fruto de un proceso ciego de evolución, sino que a la base de ese proceso evolutivo está la decisión amorosa de Dios. La fe en la creación es la fe por el sentido de la vida. Que Dios es el creador del ser humano significa que la existencia humana tiene un sentido, una razón de ser, un para qué. En el contexto de nuestra reflexión, es necesario precisar que el relato confiesa que el ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Esto es, el hombre y la mujer, los dos, son imagen y semejanza de Dios. Los dos géneros expresan el ser de Dios, en ellos se comunica la capacidad relacional, la capacidad de amar, la libertad, la posibilidad de reflexión de Dios. El Papa Juan Pablo II explicaba en estos términos las imágenes femeninas/masculinas que usan los textos bíblicos para comunicarnos características de Dios: “En ellas podemos ver la confirmación indirecta de la verdad de que ambos, tanto el hombre como la mujer, han sido creados a imagen y semejanza de Dios. Si existe semejanza entre el Creador y las criaturas, es comprensible que la Biblia haya usado expresiones que le atribuyen cualidades tanto ‘masculinas’ como ‘femeninas’ ”⁵. Comprender a Dios supondrá entonces abrirse a conocer las características de la masculinidad y de la feminidad sin juicios de valor que pretendan creer que una es mejor que la otra. Privilegiar un género en detrimento del otro nos impide comprender realmente quién es Dios y quiénes somos nosotros mismos. Esto implica ser capaz de valorar en su singularidad a cada uno de los géneros, sin reduccionismos ni enfrentamientos innecesarios.

Sion decía…

“El Señor me abandonó, mi Dios se olvidó de mí”. Pero ¿acaso una madre olvida o deja de amar a su propio hijo? Pues aunque ella lo olvide, yo no te olvidaré.

(Isaías 49,14-15)

Esta predicación del Segundo Isaías —que está recogida entre los capítulos 40 al 55— tenía como misión sostener al pueblo en su fe , propiciar una reflexión que les ayudara a las personas a leer en clave de fe todo lo que estaban viviendo y que pudieran fortalecer su relación con Yahvé. Este es el marco en el que se debe leer el fragmento que estamos citando: un pueblo necesitado de consuelo, de protección, que cree que su Dios lo ha olvidado y declara que se siente abandonado. Ese pueblo necesita certeza de su presencia protectora. Para provocar esa certeza en el pueblo, el profeta echa mano de un rasgo enteramente femenino, el rasgo de una madre que no olvida al hijo de sus entrañas. El amor de Dios por su pueblo es comparado con el de una madre por el hijo que ha llevado dentro. No tiene ningún problema el autor en comparar la fidelidad amorosa de Dios con la fidelidad amorosa de una madre, dejando claro que la de Dios supera a la de la madre. Lo interesante para nuestro análisis es ver que en un mundo patriarcal, en el que hay un énfasis en lo masculino, no hay reparos en comprender y expresar la acción de Dios desde emociones y sentimientos que parecerían propios de la mujer. Lo cual implica una valoración de la feminidad, un descubrirla como imagen de Dios. Se valora tanto la ternura y la fidelidad femenina que se le aplican a Dios. Es, de alguna manera, entender a Dios desde la imagen de una madre que, atenta a su hijo, da todo por salvarlo, por protegerlo. Seguro en nuestra manera de entender el mundo esto puede sonar escandaloso, porque erróneamente hemos identificado lo femenino con lo débil y Dios no podría ser débil. Pero el autor bíblico no tiene esa tara, él cree que presentar la imagen de una indefensa madre que recuerda para siempre a su hijo no hace débil a Dios.

Insisto en que la imagen de Dios como madre resalta la ternura y la fidelidad que tiene Él para con los hombres. Es la ternura de una madre, esa ternura que protege, que cuida, que alimenta, que acompaña. Es la ternura nacida en la caricia de una madre y no en la fuerza de un padre. Es la ternura que protege no por lo impenetrable de una armadura, sino por la unidad del amor que se siente por el otro. Es probable que una madre que cuida a su hijo sea una imagen que represente debilidad para un imaginario acostumbrado a la fuerza física y a la violencia, pero nada más poderoso que la ternura, que hace que los seres humanos se sientan enteros interiormente y protegidos por el amor. Aceptemos sin miedo que Dios ama como ama una madre, protege con la ternura de una progenitora, cuida con la dedicación de quien ha engendrado a un ser en su vientre, acompaña como aquella que siempre está atenta a su hijo pero lo deja vivir libre y autónomo. Nadie que entienda el amor, que haya vivido la ternura, podrá despreciar lo femenino o podrá pretender entenderlo como debilidad. Quien se ha sentido cuidado por su madre sabe que no hay nada que genere más seguridad. Toda posición que busque marginar lo tierno de su vida, por considerarlo algo femenino, no solo está negándose a sí mismo, sino que se está perdiendo de conocer una dimensión de Dios que le puede asegurar paz y serenidad en los momentos más difíciles de la vida. Dios también está expresado en la ternura femenina de una madre que da la vida por sus hijos y que prefiere quitarse el pan de su boca con tal de que lo tengan sus pequeños.

Por mucho tiempo he guardado silencio, he estado callado y me he contenido. Pero ahora grito como mujer de parto, resuello y jadeo a la vez.

(Isaías 42,14)

Este versículo pertenece a un hermoso cántico que expresa la alegría de la

realización de las “cosas nuevas” que hace Dios. Se invita al gozo a todos los habitantes cercanos al comprobar que el guerrero invencible camina hacia la batalla. El desierto, siempre entendido como un lugar de tinieblas, se verá iluminado por la acción de Dios que viene a actuar a favor de su pueblo. Dios, que ha estado en silencio y que no ha intervenido a favor de su pueblo, ahora está ansioso de hacerlo. Por eso se echa mano de un rasgo característico de la feminidad, que es usado para expresar una acción de Dios: parir. Los dolores de parto son la mejor metáfora para indicar el desasosiego e inquietud de Dios por llevar a cabo su obra en favor de Israel. El grito de Dios que busca anunciar su acción poderosa en medio de la historia de los hombres es comparado con el grito de una mujer que da a luz. Así es como Dios anuncia su acción salvadora: con la fuerza y la firmeza con la que grita una mujer que está pariendo. Es de nuevo muy diciente que no se tenga ningún reparo en comparar a Dios con una acción tan femenina, como el jadear y el pujar, de una mujer que está dando a luz. No se tiene ningún medio de comprender que esa imagen puede expresar una acción de Dios. La imagen sobrepasa cualquier límite marcado por el prejuicio de los paradigmas sociales que crean que esta acción de parir es muestra de fragilidad, de dependencia o inferioridad. En los gritos que anuncia el momento de dar vida se ve la proclamación que hace Dios de todo lo bueno que quiere hacer por su pueblo. En medio de una sociedad que ha subrayado la posición escultural del hombre que controlando sus emociones se muestra solemne y no comunica nada de lo que siente porque lo considera femenino y por lo mismo débil o frágil, el autor bíblico nos presenta a Dios expresando todas las emociones que tiene al comunicar su acción salvífica a favor de los hombres. Los que creen que las manifestaciones emocionales están llamadas a ser escondidas o deben pertenecer solo al círculo privado de la vida se encuentran con un Dios que no tiene miedo de gritar como cuando la mujer jadea y resuella porque está pariendo. Es la reivindicación de las manifestaciones emocionales que muchas veces se juzgan. También esa manera de comunicar la vida, a través de gritos y jadeos, puede ser usada por Dios para hacernos conocer todo lo que tiene para nosotros. Es apenas coherente que aquel que comunica la vida en la acción creadora encuentre en la manera humana más explícita de dar vida una imagen sugerente para propiciar

nuestra alegría.

Escuche, casa de Jacob, y todo el remanente de la casa de Israel, los que habéis sido llevados por mí desde el vientre, cargados desde la matriz.

(Isaías 46,3-4)

Se vuelve a exponer la madre como imagen de Dios. Se expresa que el pueblo es propiedad de Dios aludiendo a todo el proceso de gestación. Dios no actúa a favor de su pueblo porque en un momento ha decidido hacerlo, sino porque está con ellos desde la concepción. Ellos se han gestado en él. No son advenedizos, sino los hijos que se han concebido y creado. Llama la atención que se señale la matriz, órgano netamente femenino, como un órgano en el que Dios ha cargado a su pueblo. Se establece una relación íntima e intensa entre el pueblo y Dios. Pero creo que lo más importante es ver que no hay reparos en asumir a Dios como madre, como una mujer que ha concebido a sus hijos en su matriz. En la lectura que estamos haciendo, nos encontramos con otra imagen que ayuda a entender, aún más, que la relación con Dios no es accidental, sino que es desde siempre porque en Él hemos recibido la existencia y en Él hemos podido gestarnos hasta llegar a ser lo que hoy somos. Dios es una madre que nos ha concebido y gestado en su ser. No hay ninguna posibilidad de negar que la maternidad, como experiencia femenina, describe también una acción de Dios. En una sociedad que no le da todo el valor que merece la maternidad o que la exalta como el único propósito de vida de las mujeres, es bien importante entender que Dios es madre, que el profeta reconoce a Dios como fuente de la vida. Se exalta esta realidad femenina y se nos exige tener una actitud de reconocimiento y de valorarla con actitudes respetuosas. Es posible que los paradigmas actuales hayan llevado a subvalorar la maternidad y a creer que se trata de una función cualquiera, pero hoy desde la imagen que usa el profeta tenemos que comprender que es una acción fundamental para la vida y que debe

recibir de nosotros la mayor iración. Hay que recordar el sentido sublime que tiene el poder generar, gestar y compartir vida desde el cuerpo femenino. No podemos dar por sentado este milagro y dejar de sorprendernos ante la grandeza de esta acción humana que nos acerca a la dimensión divina. Solo por la posibilidad de gestar vida en su ser toda mujer debiera ser valorada y respetada, pero también se le debiera abrir todos los espacios posibles para que pueda realizarse como mujer y madre. No se está haciendo un “favor”, sino que se está procediendo como un verdadero ser humano. Lastimosamente, nuestros paradigmas machistas nos han hecho mirar la maternidad como una de las tantas acciones humanas, restándole toda la importancia que tiene. La mujer es madre, también mucho más que madre y todos tenemos que reconocerla como el ser maravilloso que es. Siempre con la misma dignidad y posibilidad de realización de nosotros los varones. Así nos los permite pensar esta imagen de Dios como Madre:

Como un hombre es consolado por su madre, así yo los consolaré a ustedes, y ustedes serán consolados en Jerusalén.

(Isaías 66,13)

En este último capítulo del Tercer Isaías, el pueblo está tratando de reconstruir todo lo que los babilonios habían destruido en la Ciudad Santa, y claro, no solo se trata de la reconstrucción física, sino del restablecimiento de la relación con Dios, de intentar hacer la voluntad de Dios de tal manera que esta dura situación del exilio no se vuelva a repetir. Hay que motivarlos y hacerles sentir que pueden hacerlo, y que Dios sigue de su lado también en esta tarea. Hay que resaltar que el profeta insiste en comparar las acciones de Dios con las de las madres. No basta con la fuerza del guerrero vencedor, sino que es necesario recordar que Dios también sabe apaciguar las terribles emociones fuertes que las derrotas le han generado con los cuidados de una madre. Una

madre tiene el poder de llenar con su ternura, con su amor, con su presencia el vacío que hay en el corazón del hijo que llora y consolarlo con palabras y acciones de amor. Por eso presenta la paz que Dios trae sobre Jerusalén en términos de la sucesión de abrazos, caricias y consuelo maternales para la comunidad que ahora sufre por las situaciones vividas. Es la manera de comunicar un mensaje esperanzador de parte de Dios para los hombres. Todos en algún momento hemos experimentado el consuelo que la madre da. Todos hemos tenido que ir hasta su presencia para hacer descansar nuestra cabeza en su regazo y sentir que nos está protegiendo, comprendiendo, amando y así nos llena de consuelo. De seguro esto no soluciona nuestros problemas, pero nos hace sentir que no estamos solos. Tal vez no tiene el poder para hacer que nuestras penas desaparezcan de nuestra existencia, aunque con su presencia nos asegura que podremos dividir con ella esos dolores y así tener consuelo para seguir adelante. Así ocurre también en este pasaje:

Más bien he calmado y aquietado mi corazón. Como un niño saciado en el regazo de su madre, así está aquietada en mi alma.

(Salmo 131,2)

En este versículo el salmista usa otra imagen muy maternal y femenina para expresar la relación con Dios y la necesidad que este tiene del Padre del cielo. “La imagen del niño que saciada ya el hambre, se cobija y se siente seguro en el regazo de su madre, expresa intuitivamente la plena confianza del que calladamente, tiene puestos sus ojos en Yahvé”⁷. Si hay algo femenino, además del gestar y parir, es el alimentar con los pechos a su hijo. Este hecho expresa la dependencia, la intimidad, lo necesitado que es un hijo pequeño de su madre, pero también la serenidad y calma que experimenta el niño luego de ser alimentado por los pechos de su madre. En este sentido, se presenta a Dios como madre, como la madre que alimenta a su hijo, que lo nutre

desde su propio ser. Presentar a Dios como aquella madre que alimenta con sus pechos a sus hijos, es presentarlo desde una metáfora evocadora, tierna y elocuente, ya que no solo refleja toda esa dimensión femenina de su ser, sino que vuelve a resaltar esa característica tan propia del Dios de la Biblia de estar metido en la cotidianidad de los seres humanos. No es lejano, es alguien que puede ser comprendido desde las acciones más humanas y más sencillas. No entiendo por qué estas formas de expresar la relación con Dios se han dejado de lado. Tal vez ese ocultamiento de expresiones tan humanas (y femeninas) corresponde a ese intento por constatar su total trascendencia, su ser santo, su pertenencia a una esfera superior a la humana. Así, hemos descuidado que es, también, un compañero de camino, que conoce nuestra realidad más íntima y que puede ser comprendido desde las situaciones más propias de nosotros, sus hijos. Además, asumir el género masculino como el más importante ha llevado a olvidar los rasgos femeninos de Dios, impidiendo que la ternura, la intimidad y la afectividad estén presentes en nuestra relación con Él y, muchas veces, tornándola vacía y fría. Que quede claro que en la comprensión cristiana del mundo, tanto el hombre como la mujer son creados a imagen y semejanza de Dios. Diferentes, pero ninguno superior en dignidad al otro. Con esto en mente, y dejando constancia de que desde la experiencia religiosa bíblica no se puede sostener ninguna acción discriminatoria de la mujer, iniciemos ahora sí nuestro recorrido.

Preguntas para reflexionar

¿Qué ideas o argumentos sustentados en la religión te han hecho sentir inferior a los hombres? ¿Cómo han cambiado esas ideas y argumentos después de leer este capítulo?

¿En qué contextos has permitido que te sometan o subordinen en nombre de doctrinas religiosas?

¿Realmente eres consciente de lo valiosa que eres para Dios y de que fuiste creada a su imagen y semejanza? ¿Cómo expresas ese valor propio en tu vida diaria?

Tareas

Haz una lista de tus cualidades y, durante una semana, léela en voz alta todos los días. Cada vez que termines el ejercicio, da gracias a Dios por esas virtudes.

Escribe una carta dirigida a ti misma, pidiéndote perdón por todas las veces en las que te has despreciado.

Redacta un documento donde te comprometas a pensar y a hablar bien de ti, entendiendo que es así como das gloria a Dios por ser tu criatura.

Oración

Señor mío y Dios mío,

Te doy gracias por hacerme mujer. Gracias porque he sido creada a tu imagen y semejanza. Soy valiosa y digna para ti y me has creado para que sea feliz. Gracias por permitirme tomar conciencia de que no soy inferior a nadie y que no debo darle permiso a nadie para que me pisotee o me maltrate. Me siento amada y valorada por ti y sé que mi tarea es construir con alegría y firmeza mi proyecto de vida.

También, mi Señor, te pido que me des inteligencia para comprender mi realidad diaria y saber decidir sabiamente. Dame paz en mi corazón para no desesperarme ni angustiarme y firmeza para actuar con los valores que Tú has puesto en mi corazón. Te confío todo lo que soy y me pongo en tus manos con la firme decisión de salir adelante. Gracias por bendecirme con tu fuerza y tu Espíritu Santo.

Amén.

1 Meier precisa este dato en los siguientes términos: “Así pues el testimonio múltiple de fuentes (Marcos, Juan y especial Lucas) habla a favor de la existencia de devotas seguidoras de Jesús. Más específicamente, los evangelios hablan de unas mujeres que viajaban con él, le ayudan económicamente con sus propios medios y están a su lado durante la crucifixión, cuando la mayoría de los discípulos varones, o acaso, todos, lo han abandonado” (Meier, J. Un judío marginal, compañeros y competidores, tomo III. Navarra: Verbo Divino, 2003, pág. 102). 2 “Es de naturaleza totalmente divina. Es espiritual del modo más perfecto, ya que ‘Dios es espíritu’ (Jn 4, 24) y no posee ninguna propiedad típica del cuerpo, ni ‘femenina’ ni ‘masculina’” (Juan Pablo II. Mulieris Dignitatem. No. 8. Eitorial del Vaticano, 1988.). 3 Cura Elena, Santiago del. et al. Dios es padre/madre. Significado e implicaciones de las imágenes masculinas y femeninas de Dios. Salamanca: Dios es Padre, Secretario Trinitario, 1991, pág. 307. 4 Catecismo de la Iglesia Católica. 3 ed. No. 370. Madrid: ppc, 2001. 5 Juan Pablo II. Op. cit. 6 Los estudiosos del libro de Isaías tienen la certeza de que esta es la recopilación del ministerio de tres profetas. Y el texto que tenemos en esta ocasión pertenece al Segundo Isaías, que vivió en el siglo vi a. C. y que ejerce su ministerio profético hacia finales del exilio de Babilonia. Tal vez este exilio ha sido el período más crítico para el pueblo de Dios. Ellos han caído ante el poderío del ejército caldeo y han sido obligados a abandonar su tierra e ir a habitar Babilonia —era la estrategia que usaba este imperio para evitar que se le armaran revoluciones en sus territorios conquistados—, lo que genera una gran crisis para los hombres y mujeres que han construido su vida en torno a Yahvé, su Dios. En principio, es una crisis de fe porque se sienten abandonados por Dios, llegan a pensar que Marduk, el Dios caldeo, es más fuerte que Yahvé y que por eso ellos han sido vencidos; lo cual les hace cuestionar si vale la pena seguir creyendo en un dios que no los puede defender ante Marduk. También les genera crisis ver destruido el templo —lugar de la presencia de Dios— y la Ciudad

Santa; no entienden cómo es posible que la Tierra Prometida —la que Yahvé les ha dado— ahora esté saqueada y destruida por los babilonios. Además, debió ser muy grande el impacto que las manifestaciones culturales y las dinámicas sociales de esta época causaban en su manera de entender la vida. Es una situación de crisis, de decepción, de desolación y de desesperanza la que vive el pueblo bíblico. 7 Hans-Joachim, K. Los Salmos, Tomo II. Salamanca: Sígueme, 1995, pág. 693.

Capítulo 2

Ser mujer

Decía el Principito que los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada y por eso le compran todas las cosas ya hechas a los mercaderes, y tenía razón. Cada vez la velocidad y el ruido aumentan y a la vez el tiempo para quedarse mirando algo fascinante o para detenerse y fijarse en alguien extraordinario se reducen. Me impresiona la cantidad de veces que en un mismo día puedo ver cómo para muchas personas el tiempo de conocer no existe, el momento para suspender lo que hacen y dejarse sorprender es imposible de encontrar. Corremos todo el día sin saber exactamente detrás de qué estamos corriendo, y cuando por fin logramos detenernos frente a algo valioso o importante, suele pasar que ya el tiempo se nos fue; el amor se fue apagando, la salud se escapó, la oportunidad dio media vuelta. Pero además compramos. Compramos para calmarnos, para desestresarnos, para expresar el afecto, para demostrar el olvido…, y gastamos, derrochamos. Y tengo la impresión de que por momentos se nos vuelve un hábito pensar que no vale la pena dedicarle tiempo a nada y que todo se puede comprar. Es entonces cuando las personas a nuestro alrededor, esas que decimos amar y también esas que nos cruzamos por la calle, pierden para nosotros su valor. Dejan de ser. Sería muy difícil negar que la mujer ha sido la que ha llevado la peor parte en ese olvidar el valor de los seres humanos. Aunque muchas vueltas ha dado el mundo y tantos logros han hecho que se reivindiquen sus derechos y su protagonismo en la historia, siguen siendo muchas las expresiones de desprecio, de maltrato, de humillación, incluso disfrazadas de glamour o de farándula. El otro día leía un titular en las noticias: “Delantera del equipo X deslumbra por su belleza”, y pensaba que no es justo de ninguna manera que alguien se esfuerce con toda su dedicación y disciplina para ser sobresaliente en un deporte, y en lo que se fijen los medios sea en que tiene un cuerpo o un rostro semejante al de sus caprichos de lo que es bello. Y lo más difícil es que esa fuerza es tan arrolladora que muchas de las mujeres que veo o que escucho realmente creen que necesitan parecerse cada día más a ese caprichoso estándar, que en verdad sus vidas serán mejores si cumplen con algunos de los requisitos sociales para ser consideradas atractivas, que van a ser más amadas y más valoradas si resultan ser más deseadas. Y no.

La cuestión principal: tu dignidad

Tal vez lo más importante que quisiera decir en este momento es que el valor de cada mujer es tan inmenso, tan enorme, tan incalculable, que no existe absolutamente nada que pueda dañarlo, ni reducirlo. Y el que muchos no logren darse cuenta no puede ser un pretexto para jugar su juego, para entrar en su lógica de usar y dejarse usar, sino lo contrario, un motivo para alzar la mirada y levantar la frente, una razón para no permitir que a nadie se le olvide reconocer la dignidad de una sola de ellas. Dignidad, qué palabra más preciosa. A mi modo de ver, significa que cada mujer es valiosa e importante por el simple hecho de existir, sin que eso dependa de ninguna circunstancia, ni de característica alguna. Enamorada o sola, anciana o joven, empleada o empresaria, ama de casa o mochilera por el mundo, o siendo un poco de todas las anteriores, sin importar dónde nació, cómo creció, qué le gusta, en qué cree, a quién le cree, cómo prefiera vivir, tiene un valor intocable que no obedece más que al hecho de estar viva, de ser. La dignidad significa también que nadie debería vivir estancado en una situación que no le permita crecer. Si cada mujer es valiosa por su vida misma, esa vida debe tener siempre un espacio hacia el cual desarrollarse, unas posibilidades de aprender, de mejorar, de progresar hacia donde sea que cada una elija hacerlo. No podemos seguir viviendo en un mundo en el que tantas mujeres, por resignación o por costumbre, se encerraron a hacer durante décadas lo mismo, que vivieron en una rutina que jamás cambiaron, que nunca supieron de lo que eran capaces porque no tuvieron la oportunidad de preguntárselo. Pienso en una educadora que conocí hace muchos años, que fue madre siendo aún joven y durante mucho tiempo sus hijos fueron el centro de su tiempo y de su esfuerzo, luego, cuando esos hijos crecieron, ella se dio cuenta de que tenía todavía mucho tiempo por delante y que ya no tenía que estar concentrada en loncheras, tareas, permisos, remiendos de ropa, y se preguntó qué habría querido hacer. Cuando la conocí era profesora de sociales de un colegio de niñas. Sus clases eran impresionantes, su capacidad de atrapar a las estudiantes cuando hablaba era única. Y la causa de todo eso fue su decisión de ingresar a la universidad siendo ya una persona adulta, sentándose en salones de universidad con chicos que

tenían la misma edad de sus hijos. Cinco años después, era una licenciada en sociales y su vida de ama de casa había cambiado para siempre. No porque estuviera mal dedicarse de lleno al hogar, sino porque fue bueno preguntarse qué más había en ella para aportar en su propia historia, para transformar su propia vida, incluso para seguir siendo un valioso ejemplo para los suyos al ser capaz de vivir esa experiencia que no dejaba de ser un poco extraña, aunque no tenga nada de raro. Al fin de cuentas, una mujer que reconoce de verdad su propio potencial nunca se resistirá a aprender más, a saber más, a conocer más. Recuerdo también una exitosa comunicadora con la que compartí algunos proyectos laborales hace ya un par de décadas. Qué mujer tan brillante, su expresión oral, su expresión escrita, siempre fueron sobresalientes, siempre nos causaron algo de envidia por su talento desbordado. Su carrera iba en ascenso y lo único que podía esperar en ese campo de su vida eran logros cumplidos y nuevos retos. Sin embargo, en un punto decidió adoptar un niño y dedicarse a él por encima de todas sus otras dedicaciones. Descubrió una faceta de sí misma que no conocía, que no sabía si quiera que podía vivir, y se sintió tan realizada que sus viejas ambiciones fueron reconsideradas y muchas de sus metas laborales dejaron de ocupar el primer lugar. Darse la oportunidad de tener una familia y un rol distinto, al formar, guiar, hacer posible la vida de otro, le lanzó a un escenario en el que muchos otros de sus talentos se dispararon y trascendieron. La clave está en no pensar que una sola conquista es suficiente, que solo por alcanzar éxito en un campo de la vida ya toda la existencia está completa, la clave está en preguntarse: ¿qué más hay de mí que todavía no he visto? Dignidad. Eres importante por estar aquí. Eres valiosa simplemente por respirar. Eres valiosa desde el día en que naciste y nada debe amenazar ese valor ni disminuirlo. No debes darle el permiso a nadie de hacerte dudar de lo que eres o lo que vales. Dignidad. Eres capaz de crecer, de desarrollar más capacidades, talentos, habilidades, de las que te has imaginado. Tienes un millón de posibilidades para convertir tu vida en algo extraordinario. Enfócate en lo mejor de ti. No desperdicies tu paso por la vida y no le des poder a nada que te pida quedarte siendo lo que ya eres y nada más. Muchos pasos faltan aún para que la mujer sea plenamente reconocida en toda su grandeza, en su inmensidad, en su profunda esencia, pero creo que los primeros

pasos de todo verdadero cambio parten de uno mismo, de su propia decisión, de su determinación por hacer de su vida algo distinto, algo único y diseñado a la medida de uno mismo. ¿No es acaso eso en lo que consiste la libertad? Por eso quiero dedicar unos cuantos párrafos a lo que considero que puede resultar útil a cada mujer que lee estas palabras, para hacer valer su dignidad, para que sea ella misma la que empiece por reconocer su auténtica valía. Creo que al menos tres elementos son necesarios a la hora de revisarse a sí misma y encontrar tan valioso todo eso de lo que hemos estado hablando, no solo para las relaciones con los demás, sean ellos pareja, hijos, compañeros, amigas, sino especialmente para lo que sucede cuando nadie nos está hablando ni mirando, para lo que pasa entre cada una y su pariente del espejo, esa que suele ser más dura y más implacable que todos los que están alrededor. Para empezar creo que es importante el reconocimiento personal, la autoafirmación, esa firmeza con la que decidimos ser y actuar de manera auténtica desde lo que más genuinamente somos. Luego quiero exponer dos visiones de lo femenino que considero importantes, y que si bien surgen de una mirada muy personal tengo razones para pensar que coinciden con lo que desde distintos enfoques de la mujer se les puede proponer como mirada sobre sí mismas; quiero ver en la mujer la enorme capacidad y el gran poder que tiene frente a la realidad y las cosas que se propone lograr, y en torno a todo lo que sabe y que enseña constantemente, pues me resultan en muchas cosas más hábiles que los hombres y más dispuestas a aprender y compartir lo que saben.

Mujer, tú no eres menos que nadie

Supongo que ya sabes que nadie va a darte tu lugar en el mundo si tú misma no haces nada para dártelo o estás esperando que alguien desde fuera te diga quién eres y de lo que eres capaz. No se trata de que tengas que buscar una determinada posición o cumplir un patrón de expectativas sociales. Me refiero a que vivimos en un mundo de relaciones, en el que muchas personas pasan su vida sin elegir a dónde quieren pertenecer, qué roles desean cumplir, qué protagonismos aspiran tener, sino que viven de las decisiones de los otros. Todos pasamos por momentos y circunstancias así, pero es bueno que sepas que siempre tienes la posibilidad de elegir, de buscar lo que sueñas vivir, de dar pasos hacia la clase de mujer que quieres ser, pero esa mujer tiene su punto de partida en la que ya eres. Tienes que conocerte y, especialmente, tienes que reconocerte.

Paso 1: Reconócete

Una mujer suele ser un misterio, incluso para ella misma. La enorme profundidad de su vida interior, de sus pensamientos, de ese abismo a veces insondable de sus emociones, suele tomarnos por sorpresa a todos, y a veces también a ti misma. Conocerte es algo a lo que le debes dedicar mucho tiempo. Eres la primera persona de la que eres responsable, y solo de tu verdadera felicidad depende la felicidad que puedas provocar en los que amas, en aquellos a los que te encantaría ver realizados y contribuir para que lo sean. Todo lo que eres, lo que sabes, lo que puedes, tiene su origen en las cosas que has vivido, en lo que te ha pasado y lo que has hecho. Las elecciones que tomaste en otro momento de la vida no solo te definieron un rumbo, sino muchas veces una manera de ser, una forma particular de tu personalidad. Muchas mujeres viven en constante pelea con ellas mismas. Poco les gusta ser como son, ni verse como se ven, ni les gustan las cosas que hacen, un tiempo después de haberlas hecho.

Conozco incluso un par de amigas que luego de probarse la mitad de una tienda y por fin encontrar algo con lo que se sienten a gusto, al llegar a casa les parece la cosa más horrible que pueden haber comprado, y no tiene que ver con la ropa, con el color, con la forma, tiene que ver con que están muy acostumbradas a boicotearse sus propias decisiones con permanentes arrepentimientos y con recriminaciones. Viven para reprocharse, aunque aparenten ser seguras de sí mismas e imponentes. No se conocen. Mi propuesta para ti es otra. Convierte tu ser en tu principal materia de estudio. Haz una especialización y dos maestrías en tu propia vida. No pases por alto nada de ti. Conoce a profundidad quién eres y, especialmente, por qué eres así. Saber de ti es mucho más que poder hablar de ti misma con fluidez. Es mucho más que poder repetir tu hoja de vida a ojo cerrado o poder presumir de las cosas buenas que te han pasado. Y ojo, porque hay quien presume con disfraz de espiritualidad y lo llama “testimonio” cuando en realidad solo busca un público para que vea lo afortunada que ha sido, o lo bendecida. Saber de ti es aceptar la vida que viviste, las cosas que han hecho parte de ti, que te marcaron, que te hicieron ser quien eres. Cuando hablemos de lo que significa ser una mujer con proyecto, con propósito, verás lo importante que es eso. Por ahora quiero proponerte que mires tu vida con honestidad, con generosidad, que te reconozcas en todo lo que eres, en lo que haces, en la huella que dejas y que hace que se note que estuviste allí. Es bueno por ejemplo repasar diariamente lo que has hecho desde que despertaste. Eso que los antiguos llamaban un examen de conciencia, y que no es más que un momento de compartir contigo y de mirar quién fuiste, cómo hablaste, cómo reaccionaste, qué te faltó, qué estuvo bien, en qué acertaste, en dónde apareció el miedo o la tristeza, o la soledad, o el ánimo invencible, o la alegría inexplicable. Bastan unos pocos minutos para que aparezcas con claridad delante de ti misma, y si se convierte en un hábito tendrás una mejor posibilidad de encontrarte y percibir cosas de ti que vale la pena tener claras. Si tienes una apertura a la vivencia espiritual la oración también es un momento vital para darte cuenta de lo que hiciste, de lo que fuiste durante el día, de la persona que aparece delante de Dios y que se muestra tal cual es. Las personas auténticamente espirituales son, perdón la redundancia, personas auténticas. Quien no teme mostrarse tal cual es delante de Dios, poco teme ser auténtico delante de los demás. Reconocerte entonces es poder afirmar de muchas maneras eso que ves en ti misma, eso que conoces de ti, que descubres o que recuerdas. No imaginas lo importante que es dar ese paso de simplemente vivir y tropezarte con las cosas

más sorprendentes —buenas o malas— de ti misma, a tomar consciencia de quién y cómo eres, y actuar libremente en consecuencia, afirmándote en cada instante, dejando tu huella, renunciando a la posibilidad de ser alguien más solo por agradarle a otra persona o intentar ser apreciada. Reconocerte es hacer cosas con la firme intención de enviarte un mensaje: soy valiosa, soy importante, soy capaz. Como en la película Vidas cruzadas, en la que la mujer de la limpieza le repetía una y otra vez en su inglés imperfecto a la niña que tenía a su cargo: “You is Smart, you is kind, you is important” (Eres brillante, eres gentil, eres importante). Puedes decírtelo siendo la primera cómplice de tus decisiones, también siendo gentil contigo misma, cuidando de ti, siendo responsable con lo que tienes a cargo, celebrando tus victorias, siendo indulgente con tus derrotas pero también corrigiendo tus errores con generosidad y dignidad. Tener y darse una vida digna depende de muchos factores, pero los que de ti dependen empiezan por conocerte y reconocerte, por darte la oportunidad de vivir conscientemente tu autenticidad.

Paso 2: Crece

Crecer es fundamental en cualquier proceso humano, en cualquier proyecto de vida, en cualquier existencia que no esté reducida a la resignación. Me duele cuando escucho mujeres que sienten que hace años están estancadas en su vida, que hace mucho que no les pasa nada extraordinario, que llevan un buen tiempo sin hacer algo nuevo o sin aprender algo, siento que les pasa el tiempo sin causarles nada, que se han quedado intactas, petrificadas, como en el viejo mito de Penélope, que se quedó detenida en el tiempo mientras todo cambió a su alrededor. La vida no puede ser un esfuerzo para que nada cambie, para que todo se quede intacto como está, por el contrario, puede ser una transformación permanente, un avance paulatino pero constante, un caminar en el que cada vez se van conquistando mejores posibilidades, más opciones de vida, más claridades para el mañana, más futuros posibles para la propia existencia. Crecer implica una elección de los aspectos que se quieren desarrollar de sí misma, de lo que cada mujer se da cuenta que necesita para poder estar a la altura de los

sueños que tiene, de las ilusiones que la inspiran, de las metas que se ha propuesto. Es difícil crecer si no se decide hacia dónde. Por eso es apasionante la libertad, porque nos coloca ante la necesidad de elegir qué caminos tomar, y también qué personas queremos ser. Para que nunca se pierda ni se esconda la propia dignidad hay que tener siempre en frente una elección, una decisión, un futuro que elegimos y que vamos construyendo, así no resulte exactamente como pensamos, pero en el que nos empezamos a hacer conscientes de lo que somos mientras lo vamos haciendo, en el que vamos ganando más personalidad, carácter, inteligencia emocional, mientras que andamos hacia lo que queremos. En tu vida deberías tener prohibido estancarte, quedarte quieta, no avanzar. Sin importar la edad que tengas o cuántas veces hayas intentado algo antes, aférrate a tu capacidad de mejorar. Camina con paso firme hacia las cosas que te gustan, te emocionan y te hacen sentir viva. Una de las preguntas que más me gusta hacer en los encuentros que he hecho con mujeres, porque escuchar la respuesta es realmente fascinante, es: ¿dónde y haciendo qué te vibra más el corazón? Creo que tienes que tener clara esa respuesta, y caminar hacia donde esta te indique. Muchas veces por su misma disposición a ser altamente afectivas y emocionales, las mujeres se desbordan desmedidamente en sus afectos. Se dedican tanto a los demás que pueden postergar lo propio por priorizar lo de los demás, dejando para luego sus anhelos, sus expectativas, sus deseos. Y, claro, gracias a esa clase de amor es que muchos hemos podido crecer como crecimos y llegar a donde llegamos, pero es necesario que las mujeres también crezcan y lleguen a donde quieren. Si tú has puesto en pausa tu vida por los demás, quiero recordarte que tu tarea fundamental eres tú. Realizarte como ser humano es tu mayor responsabilidad. Al hacerlo no solo cumples tu compromiso contigo misma, sino también con los demás, pues todos —tu pareja, tu familia, tus amigos y tu comunidad— necesitan de tus capacidades y talentos.

Paso 3: No negocies tus principios

Creo que pocas cosas vulneran tanto la dignidad de la mujer como obligarlas a actuar en contra de sus principios y sus valores fundamentales. Es indispensable que desde tu propia intimidad y desde tu propia vida interior tengas claro cuáles son las pautas fundamentales que definitivamente quieres que orienten tu vida y tu actuar. A eso es lo que llamo principios. Para poder hacer valer y respetar esos principios hay que tenerlos. Eso significa que no solamente debes tomar las decisiones sobre lo que quieres hacer, en qué quieres trabajar o dónde vas a vivir y con quién, sino que debes elegir las pautas que van a guiar tu vida, esas que serán sagradas y según las cuales quisieras actuar siempre. Se podría decir que la mayoría de las personas tienen medianamente claras algunas de esas pautas. Pero creo que no me equivoco si afirmo que pocas son las que han elegido de manera libre y consciente. Pasa con más frecuencia de la que imaginamos que las personas llegan a adultas sin haberse preguntado cuáles son las cosas que jamás negociarían. Algunas veces, escuchando a mujeres en confesión, noto que detrás de las cosas que me cuentan hay una enorme desconexión con sus principios. Por eso, ante presiones menores, terminan actuando en contra de sí mismas, de lo que han querido o pensado, de lo que han construido. Que este no sea tu caso. Tú debes ser plenamente consciente de cuáles son tus principios, de cuáles son las cosas que componen tu dignidad y del enorme valor que tiene tu vida. Un paso vital para proteger tu dignidad es no negociar tus principios, por ninguna razón y bajo ninguna circunstancia. Esos elementos que consideras sagrados de tu forma de ser, de tus decisiones, de tus prioridades en la vida, deben es- tar seguros y a salvo de cualquier tipo de presión, deben estar blindados de toda persuasión. ¿Cómo? Aquí te comparto algunas formas de lograrlo:

»No cultives relaciones nocivas, tóxicas, asfixiantes. »No permitas las pequeñas manifestaciones de irrespeto, pues detrás de ellas suelen venir unas mayores. »Ten claro lo que esperas de los demás y lo que ellos pueden esperar de ti. Comunícalo oportunamente.

»Valora y reconoce los principios de vida de los demás. »No temas pedir ayuda o usar los recursos disponibles cuando se presente una transgresión de tu dignidad.

Mujer, tú todo lo puedes

Soy uno de los que lamenta que la historia de la humanidad haya sido escrita en tan enorme proporción desde la mirada masculina, pues eso ha creado un gran desbalance en el protagonismo de los momentos que de alguna manera han sido determinantes para todos nosotros, haciendo que aparezcan muchos más hombres que mujeres en las lecciones de historia. Las conquistas, las guerras, las independencias, las revoluciones y las transformaciones de los seres humanos se nos han narrado desde la mirada masculina, y eso tal vez ha ido creando la idea errada de que los hombres tienen siempre más fuerza o mejores ideas, o una mayor valentía, tanto que suelen presentarse como extraordinarias las historias de mujeres que de alguna manera le dieron un giro a su tiempo, a su época y a su gente. El asunto es que la historia estuvo hecha —antes de ser registrada— por las historias, las de cada uno, las de cada persona involucrada, las de cada ser humano que estuvo cerca de los acontecimientos, y tal vez no nos sea posible reconstruir todos nuestros relatos para ubicarlas más objetivamente en el lugar determinante que ocuparon, pero sí nos es posible ver el presente con una mirada mucho más detenida, más detallista, que no pierda de vista que es la enorme capacidad de las mujeres la que ha hecho posible buena parte de lo que hoy son realidades para nosotros. Las mujeres pueden hacer muchas cosas, y es muy difícil que un obstáculo, por más grande que parezca, logre hacer retroceder a una mujer que tiene claro aquello que persigue. Tal vez sea incluso una de esas consecuencias inesperadas y beneficiosas de esos rasgos culturales que pronto debemos desechar, pero a ellas se les prepara para muchas más cosas que a los hombres, se les desarrollan capacidades para estar atentas a distintos procesos y actividades a la vez, mientras que a muchos hombres se nos ha incapacitado un poco para estar al tanto de más de una cosa. Hoy que se usa el multitasking (hacer varias tareas simultáneamente) como excusa para andar distraído. La verdad es que muchas de las mujeres más talentosas que conozco saben hacer muy bien esto del multitasking.

El equilibrio de tantas dimensiones les resulta con frecuencia más sencillo que a los hombres y logran mantener el balance entre múltiples responsabilidades, elecciones, preferencias y propósitos. Conozco mujeres que están estudiando, están encargadas de proyectos en sus trabajos, forman a sus hijos, cuidan su salud y su apariencia, dedican tiempo a su pareja y a su familia y saben divertirse sin poner en riesgo nada de lo que han elegido asumir. Nada se les cae, nada les queda grande. Me pregunto si serán conscientes de lo activas que pueden llegar a ser y de lo capaces que son. Me pregunto si detrás de algunas frustraciones que he escuchado, de muchas lágrimas que he ayudado a secar en la confesión y en el acompañamiento espiritual, no hay también un desconocimiento de ese enorme potencial, de ese poder tan particular y —lo digo con iración— tan femenino. Por eso quiero decirte esto: no dudes de tu propia capacidad. Confía en que puedes lograr todo lo que te propones. Nunca dejes de hacer algo que quieres por temor a no dar la talla. Si lo quieres, puedes lograrlo. Tienes con qué. Eres mujer. Ahora bien, al afirmar que todo lo puedes, que en tu calidad de mujer reside una enorme capacidad de emprender y de asumir, de elegir y de construir, no estoy diciendo de ninguna manera que baste con proponérselo o con desearlo, que sea suficiente con confiar y quedarse con los brazos cruzados. Al contrario, creo que se trata de reconocer que, a diferencia de muchos de nosotros los hombres, que escasamente podemos enfilar todas nuestras baterías hacia un solo y único objetivo a la vez, tú puedes muy bien distribuir tu energía, tu dedicación, tu tiempo, tu aprendizaje y tu conocimiento para todo aquello que te hayas propuesto lograr y todo lo que persigas dentro de tu plan de vida. No basta el deseo ni la decisión, siempre son esenciales los pasos y la puesta en marcha. Esta es una idea en la que quisiera ser insistente: no puedes convertirte en la primera persona en boicotear tus propias decisiones, por el contrario, confiar en tu fuerza, en tu vitalidad, confiar en los principios de vida que has elegido tiene que significar que toda esa fuerza y vitalidad confluyan en la búsqueda y construcción de lo que has querido y has elegido. En la vida de pareja, por ejemplo, muchas veces las mujeres han pensado que basta con el sentimiento de profundo amor que les brota por su pareja, y no es verdad, a ese sentimiento debe unirse una serie de esfuerzos, de lógicas distintas, de transformaciones para que el otro tenga cabida en tu mundo y allí se sienta acogido y perteneciente. En la maternidad no basta con el “instinto maternal”,

que es importante y natural, y es biológicamente potente, sino que a eso hay que unirle una enorme capacidad de aprendizaje y adaptación para que los distintos retos que van surgiendo con los días encuentren una respuesta valiente y sensata. En el proyecto de estudiar o de crecer en habilidades o conocimientos, no basta con el deseo de aprender, que es sumamente importante, sino que hay que unirle disciplina, coraje, la capacidad de posponer muchas veces algunos pequeños placeres y entretenimientos para que las cosas académicas se realicen a tiempo. Y así con cada uno de los ejemplos que pudiéramos seguir mirando. Es la convergencia de toda tu atención, de tu talento, de tu dedicación, de tu capacidad de sobreponerte a las dificultades y de volver al rumbo después de haberlo perdido lo que hace que ese enorme poder que tienes te sea útil para la vida que quieres llevar, para la existencia que elegiste. Pero hay un límite también para lo que una mujer puede hacer. Al decir “todo” siempre encontramos un “menos esto”, así como cuando decimos “nada” o “nunca” nos encontramos que siempre hay un “aunque…”, un “tal vez”. El límite que quiero proponer aquí no tiene que ver con capacidad, ni con magnitud, sino con el propósito y el resultado de lo que haces. La dedicación con la que muchas mujeres que conozco enfrentan la vida es de las cosas más sublimes que conozco, y es el combustible para que muchas logren seguir adelante con ese equilibrio de tantas elecciones y responsabilidades aún en medio de situaciones adversas. Pero cuando esa dedicación se convierte en abnegación, en una sutil resignación ante la infelicidad, entonces deja de ser sublime para terminar siendo una pesadilla. Echarse al hombro una situación insoportable no es un acto de heroísmo, sino un sigiloso suicidio que va consumiendo toda tu alegría, toda tu fuerza, hasta dejarte deshecha y con muy poca fuerza para volver a empezar. Si estás viviendo una situación así, es hora de que sepas que no es preciso que tu vida entera se vaya por la grieta de lo que no debe ser tolerado ni soportado, y que si bien es noble intentar sostener personas y situaciones en momentos difíciles, hay que diferenciarlos de los momentos en los que las cosas son irreparables, o de aquellos episodios en los que otro, por su propia conveniencia, ha dejado de hacer lo que le corresponde porque sabe bien que tú lo harás.

Mujer, tú todo lo sabes

Hace poco estuve celebrando una eucaristía con la familia de una mujer que había muerto hacía seis meses. Después de la ceremonia, en medio de lágrimas, el esposo expresaba que solo ahora, después de su partida, él había empezado a darse cuenta de todas las cosas que ella sabía y que habían mantenido la casa viva durante los más de 40 años que vivieron juntos. “Ella sabía tanto, y yo no me di cuenta. Ella lo sabía todo”, fueron sus palabras. Al parecer, en muchas relaciones y familias sucede lo mismo, es más, creo que ocurre en buena parte de nuestra vida social. Vivimos en sociedades a las que les cuesta reconocer los conocimientos que poseen las mujeres y que, por una pésima costumbre y lamentables imaginarios, siguen identificando la inteligencia con lo masculino. Sin embargo, con el aprendizaje sucede algo similar a lo que dijimos antes sobre las capacidades. Parece que del mismo modo en el que la preparación para asumir cualquier tipo de rol hace que la crianza de un buen número de mujeres las habilite para desarrollar toda clase de potencialidades, también les dispone para que construyan aprendizajes de los más variados temas y que tengan la capacidad de guardar enormes cantidades de información. Ellas saben tanto, y aunque no nos demos cuenta es así… ellas saben todo. Perceptivas, analíticas, detallistas y observadoras, las mujeres se desenvuelven con facilidad en tantos temas porque el aprendizaje en ellas se mantiene, porque no se pierde lo que aprenden, entre otras cosas, debido a que usan más el aprendizaje, ejecutan más, pasan de la teoría a la práctica más rápidamente y pueden entonces ver el resultado de lo que saben, su utilidad y su sentido. Son muchas las mujeres a las que iro por su capacidad de aprender, de enseñar, de compartir conocimientos, de aplicarlos y de transformarlos. En ellas hay mucho del saber cultural y hasta ancestral que permite que la vida funcione, que todos los días las cosas pasen tal como es necesario en los hogares, en las instituciones, en las empresas, aunque lamentablemente no siempre se reconozca y poco se recompense ese conocimiento. Las iro porque yo mismo, más de una vez al día, me siento perdido frente a cosas absolutamente sencillas que todo adulto debería ya saber de memoria, pero que no he terminado de aprender; en

cambio mi madre, mis hermanas, mis amigas, las tienen claras y las resuelven sin ni siquiera preguntarse cómo lo van a hacer. Si hemos dicho que la dignidad no es únicamente tu valor intrínseco, el que te corresponde por el hecho de existir, sino también es el derecho que tienes de crecer, de desarrollarte, de desplegar tu potencial hacia donde elijas, entonces es preciso que confíes en lo que sabes, que te muevas por la vida con la tranquilidad de que puedes aprender lo necesario para cada reto, lo que se requiere para cada desafío. No se pueden conseguir muchos logros en la vida si no se tiene seguridad de lo que se es capaz de aprender. ¿Has notado todas las cosas que conoces, que sabes y que usas a diario para lograr todo lo que propones? ¿Te has detenido a pensar en todo lo que has aprendido a lo largo de los años vividos y sin lo cual te sería imposible sobrevivir a uno solo de tus días? En eso quisiera que cada mujer pudiera detenerse a pensar, que no caiga en la trampa de creer que son otros los que tienen las respuestas. Por el contrario, para alcanzar lo que nos proponemos es importante que seamos capaces de cierto nivel de independencia, de cierta dosis de autosostenibilidad, que empieza por confiar en lo que sabes y en que puedes aprender cualquier cosa que quieras o necesites.

Amenazas a tu dignidad

Vivimos en un mundo que suele subestimar a la mujer, que les despoja de su protagonismo, que muchas veces pretende hacerlas a un lado de las decisiones que más les competen y que más les afectan. Vivimos en un mundo que con frecuencia amenaza la dignidad de la mujer de maneras escandalosas pero también sutiles, y lamentablemente habitamos una sociedad en la que hay mujeres que entran en la misma lógica machista y juegan bajo las reglas de un sistema y de una cultura que les hace daño, muchas veces sin saberlo, sin darse cuenta. A continuación quiero plantear algunas de las situaciones que creo que con más frecuencia ponen en riesgo la dignidad de la mujer, con el propósito de dejar algunas señales de alerta sobre circunstancias o condiciones que podrían evitarse.

»Las relaciones que te hacen sentir inferior. En algunas relaciones, sean estas familiares, de pareja, laborales e incluso de amistad, puede ser que se permita el menosprecio y se acostumbre a usarlo como manera de controlar la relación o de obtener un provecho de la otra persona. Cuando alguien logra con facilidad hacerte sentir inferior, menos inteligente, menos capaz, errada, equivocada, poco atractiva o cualquier otra forma en la que se aplaque tu autoestima y tu dignidad, esa relación hay que revisarla, hay que poner límites y hacer que las cosas cambien. Lo que sigue después de un menosprecio es la anulación del otro, la total dependencia y la mínima libertad. Permitir las palabras que denigran, las retroalimentaciones que descalifican, las expresiones que ofenden o que rebajan tu valor es una forma de acabar con tu dignidad y de poner en riesgo tu propia percepción de tu valor como mujer y como ser humano. »Vivir con miedo. Esta es la manera más clásica de desperdiciar la existencia, de dejar que el tiempo pase sin que nada significativo ocurra, sin hacer nada que realmente implique un reto, un desafío, ir más allá de lo conocido, de lo que ya es totalmente familiar. Si lo primero que aparece en tu pensamiento cuando vas a iniciar un proyecto o un plan es un “no voy a poder”, algo tienes que revisar en

tu manera de asumir la vida, en tu forma de tomar riesgos y en el conocimiento que tienes de ti misma. Si se te cruza por la mente un “no sé cómo hacerlo” cada vez que inicias algo, que te enfrentas a una responsabilidad nueva o que entras en un rol desconocido, es preciso que te dediques mucho tiempo recuperando tu conocimiento de ti misma, tu valor y tu seguridad. Con miedo e inseguridad, lo único que se consigue es ver cómo el tiempo pasa y las cosas fantásticas de la vida les suceden a los demás. »La actitud servil. Estoy convencido de que nada hay más valioso que el servicio desinteresado y que pocas cosas en la vida son tan determinantes para la felicidad que tender la mano a quien lo necesita, pero otra cosa es la actitud servil, que implica sentirse menos que las otras personas, estar dispuesto a hacer todo lo que pidan así eso pase por encima de los principios y valores propios, y permitir ser maltratado por el simple hecho de complacer a otros. Nada de eso es saludable para una vida digna. Acostumbrarte a sentir que los otros son superiores, más importantes, más inteligentes, más valiosos que tú, es una forma muy efectiva de destruir tu futuro y de poner en manos de los demás tu destino, perder tu posibilidad de crecer y negarte a la posibilidad de soñar. »El apego. Las mujeres que desarrollan un estilo dependiente, sea de otras personas o de cosas, de emociones, de sentimientos, de maneras de ser o de estar con los demás, suelen ser mujeres que han puesto su valor fuera de ellas mismas, que se miden según lo que significan para otras personas, que no encuentran adentro razones para quererse y sentirse orgullosas y por eso las buscan afuera, en el afecto de otros, en su aprobación, en su deseo o en la frecuencia con la que les expresan necesidad. Detrás del apego hay un lío de dignidad. Aquel es una fuerza tan poderosa que muchas veces somos capaces de poner en el objeto del mismo todas las razones para sentirnos realizados o felices. El problema es que ningún apego o ninguna dependencia es suficientemente satisfactorio, precisamente porque se encuentra fuera de lo que somos. Vivir con ellos y para ellos es una sentencia a tu propia dignidad, a tu futuro, a tu estabilidad y tu capacidad de sentirte segura de ti misma. »La falta de autenticidad. Dentro de las muchas formas como perdemos nuestra propia identidad, tal vez la peor sea la falta de autenticidad. El camuflarse entre los otros, el cambiar periódicamente lo que somos, lo que hacemos, cómo hablamos, nuestra apariencia, nuestros gustos, nuestras costumbres, sea la más evidente y la que mejor representa la carencia de profundidad, de sentido de pertenencia y de realidad. Muchos conocemos mujeres que cambian según las

personas con las que estén, que cada cierto tiempo parecen alguien completamente distinto, que no encuentran su verdadera identidad y se transforman con frecuencia en alguien más. Hay que tener cuidado con esa actitud camaleónica, con esa tendencia a camuflarse, pues la dignidad tiene el sello personal de cada uno, y el afecto que damos y recibimos solo es auténtico si nosotros mismos lo somos. »La obsesión por la belleza. Creo en el autocuidado. Creo que no podemos ir por la vida descuidando lo que somos, dejando nuestra salud al azar o desatendiendo nuestra apariencia. Muchas cosas están en juego en nuestra dimensión corporal, el bienestar físico no es poca cosa, y la autoimagen es cada vez más un factor determinante en la construcción de la propia libertad. Es por eso que se hace necesario que te conozcas bien, reconocer lo que eres y lo que necesitas, tener claridad en las prioridades y no caer en el juego de perder la libertad por un excesivo cuidado, o perder la salud por un excesivo descuido. Lo mismo sucede con la apariencia y la imagen personal. No puede ser que cambiemos todos nuestros hábitos como resultado de una moda, de unos estándares que, como ya hemos dicho, no son más que caprichos impuestos. La belleza no se corresponde con un único patrón, por lo que intentar casi que obsesivamente parecerse a ese patrón ajeno y arbitrario no pocas veces trae consigo riesgos para una vida digna.

Tu don más preciado: dar vida

Una de las cuestiones que más se debaten en la lucha actual por reivindicar el papel de las mujeres en el mundo ha sido el tema de la maternidad. Me atrevo a simplificar la discusión diciendo que hay dos posturas opuestas y extremas: los de un lado dicen que tener hijos es determinante para la realización de toda mujer y los del otro afirman que la maternidad poco o nada tiene que ver con la esencia de ser mujer. Si esas son las dos posturas, creo que hay muchos elementos que quedan por fuera y que ambas son exageradas y excluyentes. Muchas mujeres se realizan plenamente sin haber ejercido la maternidad, ni biológica ni afectivamente, y muchas otras encuentran esa realización justo en lo que implica para ellas haber tenido hijos. No hay una única fórmula que pueda satisfacer de manera plena a uno u otro lado, ambas posturas deben flexibilizarse si se quiere dar una discusión real sobre la relación entre las mujeres y la maternidad. Aquí nos interesa elegir un camino con el que puedan darse reflexiones útiles para todas las mujeres, independientemente de la vivencia que tengan o planeen tener en torno a la maternidad. Una mujer es un ser dotado biológica, emocional y espiritualmente para dar vida, ese es uno de mis principios al proponer esta perspectiva, reconocer que tiene en su ser unas cualidades y capacidades de las que o carecemos los hombres o tenemos que hacer mayores esfuerzos para desarrollarlas. Su corporalidad, fruto de la naturaleza y su proceso evolutivo les ha otorgado una posibilidad única de albergar y hacer crecer la vida para la continuidad de la especie. Pero también su emocionalidad, su capacidad para percibir, para compadecerse, para armonizarse con las emociones de otros, que buena parte suceden como fruto de la educación y la cultura, pero otra parte es innegable desde su propia biología, su química corporal. Sin embargo, la capacidad de dar vida no se limita exclusivamente a la maternidad, aunque esta sea una de sus más grandes expresiones. Para los cristianos, por ejemplo, dar la vida implica poner en marcha el amor capaz de transformar la vida y la realidad del otro. Por supuesto que una madre hace eso constantemente, pero no es necesario ser mamá para lograrlo. Una mujer con o sin hijos tiene la capacidad para dar a luz todos los proyectos que se proponga y puede alumbrar el camino

de quienes la rodean y ayudarlos a lograr su realización y su felicidad. Entendamos entonces la capacidad de dar vida no solo como una cualidad biológica, sino como la expresión de una manera elevada de existir.

Dejar huella

Para la tradición bíblica, el llamado a crecer y multiplicarse es mucho más que un llamado a reproducirse, es toda una vocación hacia el propio desarrollo y el progreso de la comunidad a la que se pertenece, haciendo que la vida tenga un valor más allá de ella misma, por el hecho de causar o de detonar algo a partir de uno mismo que haga que el mundo sea un sitio diferente, que tenga algo distinto gracias a que alguien existió. El fruto es la razón de ser de la vida en el relato bíblico, tanto las plantas como los animales están llamados a fructificar; la fecundidad es mucho más que una capacidad de prolongar la especie, es la posibilidad de que el esfuerzo no quede en el vacío, que las luchas diarias no sean golpes al viento. El fruto se da en las relaciones, en la familia, en el trabajo, en el aprendizaje, cuando una mujer hace que su presencia, su manera de estar, de vincularse con los otros, de aportar, sea un motor, una fuerza que produce cambios, bienestar, alegría, tranquilidad a su alrededor. El fruto se da cuando genuina y auténticamente se entrega de lo que se tiene para que los otros puedan surgir, para que puedan a su vez crecer y multiplicarse. Si entendemos la vida como un don, y a la vez como un acto de donación hacia otros, sin duda la mujer es determinante para que ese balance suceda, pues en ella reside la más grande capacidad de dar vida. Todo proyecto de vida implica dar fruto, ser consciente de tu propio destino, de cómo puedes definirlo, armarlo, planearlo, implica tener en cuenta que tu vida tendrá un efecto en otros. Que vas a dejar indudablemente una huella, y por eso es preciso que elijas qué impacto quieres causar. Las mujeres libres son las que hacen de su vida algo extraordinario, según sus propias convicciones y gracias a sus decisiones. Es una lástima que hoy iremos tanto a algunas que llegaron a ciertos lugares visibles o privilegiados por el mérito de otros o por casualidades de nuestros modos de exaltar lo efímero y lo vano, mientras que aquellas que se esfuerzan por salvaguardar su autenticidad, que causan una enorme marca en las historias de quienes las rodean suelen pasar desapercibidas ante la moda y los medios. Son las vidas las que impactan, son las mujeres que llevan en sus manos

el timón de su existencia quienes dejan una verdadera huella. Por eso es importante que hagas que se note tu paso por la Tierra. No necesariamente para ser reconocida, no solo pensando en ser recordada, sino con el propósito de realizar tu más honda capacidad de dar vida, de dar fruto, de fecundar el mundo con tu propia esencia, dejando lo mejor de ti en la vida de los que tienes a tu lado.

Dar y recibir

He dicho que en cada mujer hay una indudable capacidad de dar vida, que están preparadas para compartir, albergar y proteger la vida, eso es mucho más que una lectura cultural, tiene que ver con la perspectiva anatómica, relacional, con la forma de establecer vínculos, con sus emociones y su manera de expresarlas. Pero también hay una enorme capacidad de recibir la vida. Su cuerpo es también un albergue diseñado para la existencia. Su poder de dar viene en parte de su virtud de almacenar, de contener lo que hace posible vivir. El regazo de una madre siempre tiene la forma perfecta del consuelo, no importa la edad que tenga su hijo. El abrazo de una mujer puede contener todo tipo de emociones, y en esa virtud reside tantas veces la posibilidad de curar, de hacer sentir que todo puede mejorar. En una mujer se combina la anatomía del dar y del recibir, la configuración emocional de expresar y de contener, la disposición espiritual para acoger y para entregar. Por esto es importante que este balance se refleje en las relaciones, en los vínculos, en las interacciones en esos escenarios distintos a la familia en los que a veces se pasa tanto tiempo y cuyo impacto es tan significativo dentro de las prioridades de vida. Cuando solo se recibe, se reclama, se demanda de los otros según el propio capricho, la vida se desequilibra, se pierde el impacto, no se deja huella. Cuando solo se da, cuando se entrega desmedidamente, cuando se renuncia hasta a la propia identidad para complacer a otros se desvanece la armonía de la existencia, se pierde fuerza, se desdibuja la propia esencia.

Ser fuerte

Cuando pienso en esa constitución de lo femenino, que va más allá de los estereotipos, que no obedece a un canon ajeno o impersonal, pero que no desconoce lo natural ni lo afectivo, que deja campo para que se haga posible aquello para lo que parece haber sido diseñado el ser personal de la mujer, con o sin unos hijos propios, pienso en la enorme fortaleza que he visto en tantas mujeres, que han pasado su vida en medio de todo tipo de adversidades y dificultades, y sin embargo no han renunciado a lo más genuino de su ser mujer y han construido su identidad, han desplegado su autenticidad desde esa misma esencia, eligiendo libremente el lugar que quieren ocupar en el mundo y las responsabilidades que asumieron en cada rol que han ocupado frente a sí mismas y frente a los otros. Resistir y tener resiliencia son elementos claves para cualquier mujer que tome la decisión de vivir en clave de dar vida. Todas las relaciones, todos los proyectos, todos los planes de vida con sus itinerarios de deseos y luchas por cumplirlos, atraviesan por momentos difíciles y por situaciones adversas en las que es preciso continuar a pesar de que todo alrededor parezca un anuncio de “pare” o una orden de “ríndete”. No son pocas las circunstancias en la vida de una mujer en las que tiene que resistir y permanecer, porque abandonar es mucho más grave que la situación en sí misma. A veces, hacer las cosas a un lado implica un pésimo mensaje para uno mismo, una manera de convencerse de que no vale la pena luchar, que no somos capaces de dar un paso más en medio de la tormenta. Vendrán golpes duros de la vida y entonces será necesario recordar quién eres y reconstruir desde lo que conoces de ti misma. No permitas por ningún motivo que se deshagan los mejores rasgos de ti, no dejes que desaparezcan tus principios, tus valores ni tus elecciones fundamentales. Porque en últimas estás hecha de ellos y aunque tienes todo el derecho de cambiarlos y de buscar otras opciones, es importante que esa decisión tan trascendental no sea fruto de una mala experiencia, y mucho menos de un capricho ajeno. Los errores de los demás no deberían jamás cambiarnos, pues implicaría

cederles un terreno de victoria a sus equivocaciones. Al contrario, ser resilientes implica asegurarnos que las mejores cosas de nosotros mismos no desaparezcan por las situaciones en contra, que lo que somos no se transforme negativamente por las experiencias hostiles de la vida, experiencias que hemos vivido y que con seguridad volveremos a vivir.

Amenazas a tu don de dar vida

Nuestra cultura recién comienza a percibir la enorme discriminación que ha sufrido la mujer, y la gran cantidad de situaciones indeseables que convertimos en normales solo por no tomar en cuenta su auténtico valor y reconocer el lugar que ocupan en el mundo. Apenas ahora empezamos a reivindicar su derecho a hacer de su vida lo que decidan hacer, lejos de imposiciones, de estereotipos o de viejos paradigmas que les reducían a seres puestos en el mundo para cumplir con las expectativas de la parte masculina del planeta. Esa transición se está dando y son las mujeres de esta época las que van a abrir caminos en todo lo que debemos entender y lo que iremos comprendiendo con el tiempo, pues son muchas las costumbres arraigadas que debemos ir cambiando y desechando para que su lugar sea reconocido y respetado. Quiero aquí ofrecer algunas alertas sobre lo que creo que son ciertas amenazas a esa esencia de lo femenino, que no se limita solo a la maternidad, pero que sí se identifica esencialmente con la capacidad de dar vida en todos los sentidos en los que esa expresión pueda entenderse:

»Abandonar tu proyecto personal. Limitarte a la crianza de los hijos, incluso a tener tantos hijos como sea posible, puede resultar siendo una forma de abandono de la propia existencia para darle cabida a una idea de multiplicarse que literaliza la fecundidad y la limita a la procreación. El plan de Dios va mucho más allá de la población de la tierra, y apunta especialmente a la realización plena y total de la existencia personal y comunitaria. En absoluto el proyecto de maternidad sustituye o anula las otras dimensiones de la mujer, y en todas ellas está llamada a dar fruto y a ser fecunda, porque la construcción de propósito tiene que ver justo con la posibilidad de aportar y dejar que la esencia personal se irradie. Dedicarse de manera exclusiva a tener hijos sin mayor plan de vida puede ser incluso una forma de poner en situaciones innecesariamente difíciles a esos hijos que se han tenido con tanto anhelo y sacrificio. »Reducir tu valor únicamente a tu belleza física. Hemos hablado hasta la

saciedad en nuestro tiempo sobre la imposibilidad de seguir viendo y representando a la mujer como un objeto sexual, como un mero instrumento de placer, especialmente de placer masculino. Sin embargo, aún el giro no se da y las insinuaciones de ese tipo en toda clase de medios no solo no desaparecen, sino que adquieren nuevas formas y matices. Estoy seguro de que tendrán que ser las mismas mujeres las que logren derrotar ese insípido estereotipo que las condiciona a tener que ser deseadas para tener un valor en el mundo. Usar el tiempo de tu propia existencia en aparecer como alguien eróticamente atractiva y hacerlo como una prioridad por la que se dejan de lado otras cosas realmente importantes es un síntoma de que algo no va bien en la relación contigo misma. »La neutralización de los géneros. La reivindicación de la mujer no puede implicar que se desdibuje la esencia de lo femenino y lo masculino. Sin entrar en dilemas de identidad, es claro que desde la misma anatomía, el funcionamiento hormonal, la reacción emocional, entre tantas otras características, es posible distinguir unos rasgos de lo femenino, que no deben ser valorados con miras a un uso específico o limitados a un escenario de la vida, pero que sí deben ser reconocidos para que puedan aparecer en el mundo y aportar desde su valor auténtico. Lo femenino no es necesariamente lo delicado, lo sutil o lo rosado, así como lo masculino no es necesariamente algo tosco, rudo, fuerte y azul oscuro, pero sí hay una amenaza en cierta tendencia a desfeminizarlo todo, a neutralizarlo y a hacer que desaparezcan esos rasgos tan propios de cada género y que tanto bien hacen a ese balance de la vida del que he venido hablando. »La esterilidad existencial. Esta es, a mi modo de ver, la peor de las amenazas, pues detrás de ella no solo se esconde una negación de lo femenino, sino de la vida misma. Negarse a la posibilidad de dar fruto, de tener una vida fecunda en cualquiera de las dimensiones en las que se puede concebir la experiencia humana, es abandonar la posibilidad de trascender, es cortar el fluir de la vida y desperdiciarla. Lamentablemente, vivimos en épocas en las que lo efímero es sobrevalorado y se menosprecia lo permanente. En las que se hacen enormes esfuerzos y se invierten vastos recursos en cosas que no ofrecen más que una satisfacción momentánea. Sin embargo, esta misma época es la de la multiplicación de las búsquedas de trascender, de vivir a profundidad, de generar conexiones con lo infinito. Para nosotros en el cristianismo, la vida es un ejercicio permanente de dar, de entregar y servir, por eso nos es difícil concebir una vida sin fruto, sin aporte, sin entrega. Los hijos no necesariamente determinan qué tanto se aportó al mundo, pero sin lugar a dudas quienes los tienen deben asumir la valiente responsabilidad de, desde su esencia de mujer y

su rasgo de feminidad, hacer que la vida concebida se haga valiosa y a su vez fecunda. El círculo de dar no termina, y en él estamos todos dando lo que tenemos para mejorar el mundo.

Preguntas para reflexionar

Además de esposa, madre, hija, ¿que más eres? Enumera todo lo que eres y deléitate mirando todo lo que puedes dar.

¿En qué situaciones de tu vida cotidiana sientes que das vida a los demás?

¿De qué manera sientes que has dejado huella en tu hogar, en tu trabajo, en tus amigos?

Tareas

Ubícate frente al espejo y enfócate en las partes que te gustan de tu cuerpo. Regálate a ti misma al menos tres halagos. Repite el ejercicio cada día, durante una semana.

Regálate un día para ti: haz lo que te gusta y disfruta de cuidarte y consentirte.

Pregúntales a tus hijos qué han aprendido de ti.

Oración

Señor mío y Dios mío,

Gracias por hacerme como soy. Gracias porque cuando me veo al espejo me siento feliz de tener estas características y me siento amada por ti. Gracias porque me das fuerza en el corazón para no dejar que las críticas que recibo me hagan desfallecer y abandonar los proyectos que tengo. Gracias porque me impulsas para que no le tenga miedo a los desafíos que experimento a diario y pueda realizar con inteligencia, paz y firmeza mis proyectos. Gracias porque me haces vivir mi estado civil con felicidad, sin miedos, complejos ni envidias.

Te pido que me ayudes a ser honesta, valiente, cuidadosa, persistente y optimista en cada una de las actividades que tengo que realizar a diario. Te entrego mis planes y te suplico que no permitas que las dificultades me hagan creer que no soy capaz de seguir adelante, como mujer, pareja, madre y persona que se realiza a través de su profesión u oficio.

Doy gracias por tus bendiciones, mi Señor.

Amén.

Capítulo 3

Sé una mujer con propósito

Dios nos hizo libres y quiere que seamos los protagonistas de nuestra propia existencia. La historia de salvación da cuenta de un Dios que no se impone sobre nosotros, sino que nos hace continuas propuestas que podemos aceptar o rechazar (Deuteronomio 30,15-19). Es decir, no somos robots programados para hacer lo que Dios quiera. Hemos sido creados a su imagen y semejanza (Génesis 1,26) y por eso somos libres y elegimos qué camino seguir en la vida. Esta constatación es muy importante porque nos hace conscientes de la responsabilidad que tenemos en la construcción de nuestra propia historia. No deja de ser una constatación que sorprende, porque aquel al que declaramos Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra, para quien no hay nada imposible no violenta a sus hijos, sino que los respeta haciéndolos verdaderamente libres, capaces de decidir qué hacer con su vida. Siempre me emociona el encuentro de Jesús de Nazaret con el joven rico (Marcos 10,17-31) que sabe quién es Jesús y lo valora como un maestro —la acción corporal de hincarse delante de Él equivale a una declaración de fe—, y además es capaz de decirle que no ante la propuesta que le hace Jesús como camino de salvación (Marcos 10,31). Las condiciones de Jesús le parecen imposibles para él y prefiere retirarse triste. Le dice que no a Jesús. Sí. A Dios se le puede decir que no. El joven rico no está obligado a aceptar lo que Jesús le propone. Jesús no se impone, Él quiere ser amado y seguido, no quiere presionar a nadie a que vaya tras de él si quien ha sido invitado a hacerlo no lo quiere así. En este sentido, ningún ser humano se puede sentir obligado a vivir de alguna manera particular. Todos, desde nuestras capacidades y habilidades, tenemos que asumir nuestra manera de vivir en libertad. Escuchamos, experimentamos, sentimos, aprendemos, desaprendemos, aceptamos, rechazamos, amamos, nos distanciamos, pero siempre tenemos que ser nosotros los que decidimos que hacer con nuestra vida. Nos negamos, por esencia, a todo intento de sometimiento y de obligación.

Sigue la voluntad de Dios

La espiritualidad es una dimensión en la que nos realizamos como seres libres. La relación con Dios es una oportunidad para conocernos, para aceptarnos, para amarnos y vivir a plenitud siendo quienes somos. Sin miedos, sin imposiciones, sin dependencias absurdas, sin cohibiciones castradoras. En Dios somos en libertad. Somos protagonistas de nuestra propia historia. Decidimos cómo vivir y hacia qué puerto queremos llevar el velero de nuestra existencia. Él no nos creó para que le tuviéramos miedo o respondiéramos que sí ante la amenaza de su castigo. Nos creó para que fuéramos libres y felices, y nos muestra —con sus buenas dotes de seductor— una propuesta concreta para que lo seamos. Propuesta que nos hace en el encuentro personal que tenemos con Él, a través de los textos bíblicos y de la comunidad eclesial. En este contexto es necesario entender bien lo que significa “voluntad de Dios”, ya que muchas veces algunas personas abdican de la responsabilidad que tienen consigo mismo y con los demás dejando todo al azar, bajo la afirmación de que se haga la voluntad de Dios. No creo que Su voluntad se trate de un libreto construido minuciosamente y que nosotros tenemos que realizar al pie de la letra; es decir, no somos protagonistas de nuestra historia, sino intérpretes de las decisiones de otro ser, estamos actuando un papel de una obra que otro escribió. Si fuera así, ¿dónde queda la libertad humana? ¿Quién es el responsable de las consecuencias de las acciones? ¿Cómo entender a un ser libre como Dios, obligando a un ser libre —a su imagen y semejanza— a hacer lo que Él quiere? Desde mi lectura y estudio de la Palabra de Dios, desde mi fe católica, como presbítero, y mi experiencia personal de Dios, tengo claro que nuestra vida no está definida, la escribimos nosotros con cada decisión, con cada acción que realizamos. No hay destino predeterminado, no hay un libreto pre-escrito. Descubrir la voluntad de Dios es descubrir su forma de proceder, su manera de actuar en la historia. Es descubrir cuáles son las opciones fundamentales del Creador. Es descubrir las elecciones más claras de Dios manifestadas en las acciones más contundentes que vemos realizadas por Él en nuestra historia, en las relaciones comunitarias.

Tal manera de proceder se hace aún más explícita en Jesús de Nazaret en clave de proexistencia. Él entendió su vida como un don incondicional en función del otro, sin distinción de cultura, religión, sexo, posición social y edad. La voluntad de Dios es proexistir. El camino que Él te propone para que seas feliz es vivir a favor del otro. Hacer Su voluntad es “hacer como Jesús haría”, es elegir la “opción diáfana, radical, libre y continua por Dios, su Padre, poniéndolo por encima de toda motivación política, nacional o local, por encima de su propia religión, en cuanto institución limitante de la radicalidad absoluta de Jesús”⁸. Es la entrega por todo ser humano, pero particularmente de los que se encuentran en desventajas morales y físicas, como nos lo cuentan con sencillez los relatos evangélicos. Entonces, la voluntad de Dios no es una limitación a nuestra libertad, sino una oportunidad para vivirla de manera plena, cuando elegimos vivir como Dios no en función únicamente de nuestros intereses, sino a favor del otro, desde nuestra autonomía y responsabilidad. La voluntad de Dios no es que hagamos esto o aquello, Su deseo es que, decidamos lo que decidamos, actuemos como Él lo hace a diario. Esa es nuestra decisión. Cuando decimos que Dios tiene un propósito para cada ser humano no estamos diciendo, entonces, que Dios elaboró un libreto que nosotros tengamos que realizar al pie de la letra, sino que nos ha creado para ser felices, para vivir a plenitud, para construir relaciones fraternas, que posibiliten contextos de realización para todos pero, sobre todo, nos ha creado para que decidamos dejar a Dios acontecer en nuestro interior, siendo el criterio fundamental de vida. Nos ha creado no para que nos perdamos en el laberinto de sus impulsos y deseos, propios de un ser libre, sino para que nos encontremos en la plenitud de su amor. No se puede vivir sin entender este propósito y los propósitos particulares que descubramos, elaboremos y encontremos en la vida deben estar en consonancia con esta realidad trascendental. La vida no puede vivirse sin un propósito. No podemos vivir como quien no sabe para dónde va, pero tampoco se puede permitir que ese propósito sea impuesto desde afuera y sin contar con nuestra capacidad de soñar, analizar, crear, innovar, o a espaldas de lo que somos. Todos, hombres y mujeres tenemos que ser es de nuestra vida, gestores de nuestro propio proyecto existencial, decidir qué es lo que queremos y cómo vamos a salir adelante en la existencia. Somos los responsables de lo que nos sucede. Nadie puede permitir que otro le maneje la vida ni puede dejar que

le impongan propósitos que no los realizan como personas. El propósito tiene que ver con lo trascendental de la vida, con mi opción fundamental. No se reduce a las metas que vamos logrando, sino que siempre va más allá de ellas y nos jalona hacia mejores situaciones. El propósito nos inspira, nos reta, nos desafía, pero a la vez nos apasiona y nos hace vibrar. Es una orientación, una tendencia que está presente en cada paso que damos, pero a la vez los trasciende y nos jalona por más.

Toma las riendas de tu proyecto de vida

Muchas mujeres son infelices porque no saben qué es lo que quieren hacer, ignoran hacia dónde quieren ir, no tienen claro qué es lo que las define y cómo lo esperan lograr. Terminan haciendo lo que no las realiza, para aquello que no están preparadas, que no les satisface y a lo que tienen que estar amarradas porque tienen miedo de soltarse, de desorientarse por no saber qué rumbo desean seguir. El propósito, insisto, tiene que ver con el sentido, con la dirección que se le quiere dar a la vida, con el criterio de significado y de valor de las experiencias y las personas que se tengan. En la planeación estratégica se insiste mucho en la visión y en la misión. En cómo me quiero ver en el futuro y qué debo hacer para llegar a ser así. El propósito tiene que ver con esa visión a largo plazo que se tiene. Por ello es muy importante que cada quien haga ese ejercicio de visualizarse hacia el futuro y definir qué es lo que quiere para su vida. Sin dudas, esto se aplica a todos los seres humanos, pero creo que de manera especial debemos reflexionarlo en torno a las mujeres. La sociedad desde su visión machista ha encasillado a las mujeres en roles que no siempre les permiten realizarse plenamente ni están alineados con sus características individuales. En algunos casos, se les ve única y exclusivamente como esposas, madres, amas de casa, mientras que a los hombres se les ve como líderes, científicos, etc. Otras veces, se les define por el varón que tengan al lado, la madre de… la esposa de... No es de extrañar que en nuestro país normalmente las mujeres adquirieran el apellido de su esposo precedido de la preposición “de” (por ejemplo, Rosina Gómez de Linero). Tampoco es extraño que se les defina como “reinas”, “modelos”, apreciación que las comprende como objeto de un voyerismo morboso que las limita y no les permite desarrollar todas sus posibilidades. En el mundo empresarial todavía hay manifestaciones de una mirada

reduccionista y discriminadora de la feminidad que las ve como “menos” importantes que los hombres en la organización y, por lo mismo, se les paga un menor salario que a los varones en esos mismos cargos. Socialmente, se critican algunas prácticas afectivas y sociales de las mujeres que a los hombres se les ponderan y se les aplaude; por ejemplo, un hombre que da órdenes es alguien con buen índice de liderazgo, una mujer que da órdenes es una “mandona” que quiere usurpar funciones que no son suyas; un hombre que tiene varias parejas es alguien audaz en el amor, una mujer que haya tenido varias parejas se le señala como una persona sin moral y hasta recibe ofensivos epítetos. Eso tiene que cambiar porque los feminicidios, los maltratos a las mujeres encuentran en este tipo de percepciones su mayor causa. Y como ya hemos dejado claro en el primer capítulo, no hay ninguna razón religiosa, teológica, para creer que algunos de los géneros es superior al otro. Sin dudas, es toda la sociedad la que tiene que comprometerse en cambiar esa dinámica social y la que debe abrir espacios a la mujer para que ella, desde su feminidad, se pueda realizar y tenga igualdad de oportunidades que los hombres. Es toda la sociedad la que es gestora de un cambio tan importante. No es una situación solo de las mujeres, sino que nosotros los varones tenemos que abrir espacios para dejarlas ser, renunciar a muchos aprendizajes culturales que nos llevan a no valorar en su real dimensión. Son las instituciones sociales, los medios de comunicación, los programas de educación y cada uno de nosotros los que tenemos que comprender la singularidad de la feminidad y recibir su especial aporte a la sociedad. Pero eso vamos a lograrlo más rápido si cada mujer decide asumir que es digna y capaz de gestar desde la autosuficiencia, la autonomía y la convicción de su propio proyecto. Eso es lo que yo llamo una mujer con propósito. Es alguien que sabe qué quiere, cómo lo quiere hacer, que no se deja imponer nada, sino que construye un proyecto de vida desde sus dones personales. Entonces tú que me lees, decide ser una mujer con propósito. Construye un proyecto de vida que te permita ser dueña de ti misma, de tus ilusiones, de tus esperanzas. Procura tener relaciones afectivas con los hombres que se basen en el amor, la entrega mutua, el respeto y la posibilidad de ser libremente cada uno desde su género. Construye un proyecto de vida que no te permita sentirte inferior a ningún hombre en ninguna situación, y que al mismo tiempo exalte las cualidades de ambos géneros y permita que se complementen. Construye un proyecto que te haga sentir fuerte y útil y no como una “princesa” indefensa que

debe ser cuidada, protegida y venerada por algún príncipe azul.

El sentido de vida

Quién vas a ser es más importante que qué vas a hacer. No se trata de tener unas metas por lograr simplemente. Se trata de saber quién quieres ser, qué valores te van a definir, qué te mueve a actuar, cómo quieres que te comprendan y te recuerden. El propósito de la vida tiene que ver con el ser, más que con el hacer. Por eso, es necesario que todo se inicie desde un proceso de conocimiento, de aceptación, de amarte y de planear cómo quieres desarrollarte. Muchas veces, llenamos nuestra vida de actividades de las que tenemos la seguridad que nos van a satisfacer y comprobamos que luego de realizarlas con éxito seguimos teniendo los mismos vacíos que teníamos antes de hacerlas. Para saber quién eres tienes que vivir un auténtico proceso de autoconocimiento en el que puedas precisar tus cualidades y defectos, posibilidades y limitaciones, habilidades y taras. Trazar un proyecto sin conocerte puede llevarte a pedirte lo que nunca vas a dar o a construir sueños irracionales e irrealizables porque no tienen asidero en la realidad personal. Conocer tus características personales te propone una posible tendencia de vida. Ese o contigo misma es fundamental para no ceder a la tentación de querer ser quien no eres o de hacer lo que, por tus limitaciones, definitivamente no puedes hacer. Tienes que conocerte físicamente, conocer tu cuerpo, tener conciencia de tu condición social y cultural, conocer tu historia para tener más clara tu identidad. Un listado de lo que te hace ser quien eres es fundamental para saber orientarte en la vida. El proceso de autoconocimiento te pone ante realidades personales que no son como las soñaste; en él descubres errores, defectos, tendencias que no te gustan de ti misma. Y es aquí donde debes aceptarte tal como eres. Seguro no cumples el estándar y no tienes las medidas ni los indicadores que la sociedad declara como la mujer perfecta. Seguro tienes características físicas, tendencias emocionales, situaciones históricas que tal vez no te gustan, pero que sin duda son parte de ti. No hay posibilidad de vivir con autenticidad y coherencia tu

propio proyecto de vida si no eres capaz de aceptarte tal cual eres y así poder tener un plan de automejoramiento. El proceso de conocerte y aceptarte tiene que llevarte a amarte, a valorarte, a entender que eres lo más valioso que tienes, que nada puedes hacer sin ti y que nadie te va a amar si tú misma no lo haces. Amarte implica que quieres estar contigo misma, que te consientes, que te autoelogias y autorrecompensas, que te animas confiada y creyendo en ti. Sin amor propio no hay posibilidades de ser feliz. El propósito de la vida es consecuencia de ese amor propio que te convence de todo lo que puedes hacer y te lanza a ser cada día mejor. El amor propio se expresa en la autoconfianza. Crees en ti y en tus posibilidades. Entiendes que nadie tiene el derecho a pisotearte y decides no darle a nadie el permiso de que te haga sentir inferior. Comprendes que no tienes que mendigar amor y que la vida debe hacerse en interdependencia, pero jamás en una dependencia que te impida realizarte. Insisto, tu propósito tiene que estar más ligado a tu ser que a tu hacer. Lo primero es lograr ser quien has querido. Esto es lo fundamental. Estoy seguro de que el hacer es consecuencia del ser. No lograrás un proyecto de vida exitoso si no eres un ser humano feliz, si no estás constantemente mejorando y creciendo como persona. Uno de los riesgos más fuertes para no poder realizarte como persona es vivir en una continua insatisfacción crónica. Una constante sensación de que nada te hace plena y de que los vacíos que tienes dentro nunca alcanzan a ser llenados. El problema aquí no está en las metas o logros que te propones y alcanzas, está en tu propio ser en la manera como te estás relacionando contigo misma. Si no te conoces, aceptas y te amas tal cual eres, nada te va a llenar, nada te hará plena porque esta satisfacción no tiene que ver con lo que haces, sino con lo que eres. Cuando no te conoces, ni te aceptas y mucho menos te amas, te impones unos estándares irracionales que no podrás alcanzar para convencerte de que son ciertas las razones que tienes para no estar contenta contigo misma o simplemente te atrincheras en un perfeccionismo que no te permite gozar ninguna victoria, porque siempre le encuentras detalles de imperfección que te hacen sufrir. Es necesario que tu relación contigo misma sea sana y estés feliz con quien eres de tal manera que puedas sentir la satisfacción que cada logro trae en tu vida, que no es una satisfacción definitiva pero sí te hace reconocer lo valiosa que eres y lo que has logrado.

Otra situación para tener en cuenta es que muchas veces la vida la consumes en rutinas que no te agregan valor. Rutinas que atrapan todo tu tiempo, toda tu atención, todo tu esfuerzo pero que no te realizan, porque no te dan la posibilidad de detenerte, de pensar en ti misma, de comprender el rumbo que está llevando tu vida, de ser consciente de las opciones y los valores que están empujando tus actos. Claro que son importantes las rutinas que realizas a diario, pero ellas no son toda la vida. No puedes dejar que ese mar de acciones rutinarias te ahoguen y te quiten la posibilidad de saber que eres mucho más que todo esto que haces. Me imagino que te estás preguntado si el sentido de la vida no está únicamente en respirar, pagar deudas, cambiar de ropa, estudiar, subir de estrato, ¿dónde está? Ya que muchas veces, sobre todo en los momentos en los que nos sentimos frustrados al ver que los logros no son equivalentes a la inversión de tiempo y de esfuerzo que hemos hecho nos preguntamos: ¿y todo esto, para qué? ¿Toda está rutina para qué? ¿Vale la pena seguir haciéndolo? ¿Tiene sentido? Las respuestas a estas preguntas no vienen de afuera, no las tiene nadie más que tú misma. Es que, seamos claros, cada persona ha hecho sus propias opciones, tiene sus propios intereses y sus propias búsquedas; no podemos pretender que los otros nos den el sentido y la razón de ser de lo que hacemos. Quien espera esto normalmente termina frustrado al descubrir que los otros tienen su propio sentido y razón de hacer las cosas o de recibirlas. La razón de ser de nuestra vida no puede estar en el reconocimiento que hace el jefe, ni en la fidelidad de la pareja o de los amigos, ni en el agradecimiento de los hijos, sino que debe estar en cada persona, en la motivación que nos inspiró a actuar de esa manera. Insisto en que la razón de ser de nuestra existencia y en lo que hacemos no está en las personas con las que nos relacionamos, ni aún en las que amamos. Repito que no podemos hacer de ellos la razón de ser de nuestra vida, porque ellos tienen el derecho y la libertad para actuar como lo decidan, y no podemos depender de sus planes y proyectos. Por eso hay que tener cuidado con la importancia y el tiempo que le dedicas a tus relaciones. A veces nos damos permiso de estar en relaciones que quitan mucho más de lo que aportan. Relaciones tóxicas que se roban —con sus discusiones, ataques, manipulaciones e imposiciones— la fuerza que necesitas para construir tu vida hacia donde quieres. Elimina eso de tu vida y comprende que la razón de ser de tu vida la encuentras en ti. El sentido de la vida es el que tú le das. Como he dicho anteriormente, el mayor de los regalos que Dios nos ha dado es

la libertad, y la más sublime expresión de libertad es darle un sentido valioso y poderosamente significativo a nuestra vida. La pregunta por el sentido no es tanto un asunto de resultado, al menos no en la manera como muchos adultos esperamos que las cosas tengan resultado: productividad, ingresos, adquisición..., sino que es una pregunta de vínculo, de relación, de compromiso: ¿qué tiene que ver todo esto conmigo? ¿Qué relación hay entre lo que hago y lo que soy? ¿Qué de mí queda auténticamente en todo esto en lo que me ocupo? Es cierto que muchas mujeres sufren porque tienen una vida sin sentido. Es decir, juntan actividades, reúnen relaciones, acumulan logros, generan expectativas pero sin sentirse plenas, sin tener claro el porqué ni el para qué de todo. Son personas que sufren al experimentarse vacías, normalmente buscan que algo las llene y terminan dependiendo de personas, de sustancias, de objetos, etc. Por eso es imperioso que se tenga claro cuál es el sentido de la vida, cuál es el propósito por el que luchan y se esfuerzan. Normalmente, ese sinsentido está alimentado por la constatación de que muchas cosas de lo que hacemos no sirven para lograr los objetivos que nos hemos planteado, que a pesar de todo nuestro esfuerzo no alcanzamos las metas que queremos, o peor, que muchas veces a pesar de todo lo que hacemos el mal parece triunfar. En estas circunstancias, la pregunta que te haces es: ¿tiene algún sentido todo lo que hago? ¿Vale la pena tanto esfuerzo? ¿Es necesario el sacrificio, la disciplina que pongo en algunas realidades que no cambian? También lo alimentan todas esas situaciones absurdas que suceden en el mundo y que nos hacen dudar que algo tenga sentido. Sí, a veces, estamos sumergidos en un caudal de situaciones ilógicas, irracionales, que parecen negar cualquier posibilidad de razonabilidad y racionalidad del ser humano. Ante eso, muchos prefieren vivir sin sentido su existencia y no tener ningún propósito. No es menos desilusionante la continua constatación de que las cosas no salen como las planeamos ni terminan siendo lo que queríamos. Esta constatación nos enfrenta a nuestra finitud y nos hace pensar que somos una marioneta en manos de un titiritero que hace su voluntad con o sin nuestra ayuda. Lo que no sabemos no es cierto, pero igual nos hace dudar de la posibilidad de sentido y seguir teniendo una vida sin propósito. Definitivamente, es necesario tener un porqué, una razón de ser, un motivo para vivir. Ya sabemos que ese no cae del cielo ni lo da otra persona, sino que es fruto

de nuestra decisión, de la manera como queremos vivir, de las opciones fundamentales que hemos hecho, de los valores que nos gobiernan y nos impulsan. En esto hay que volver a decir que la vida no es un ente prefabricado, sino que es la suma de los días, es lo que hacemos a diario. Si quieres tener una vida feliz, debes hacer que cada día esté marcado por la alegría de hacer lo que es coherente con tu propósito, por la capacidad de concretar en acciones los valores que sostienen tu meta, por la fuerza y la disciplina de no caer en las tentaciones que te sacan del camino que tu propósito exige. Es a diario cuando se construye la vida. Es en la orientación que le damos a nuestras acciones cotidianas donde vamos teniendo sentido y realizando nuestro propósito de vida. Deben ser explícitos los motivos, las razones que hemos decidido como motor de nuestra vida. A diario tenemos que tener conciencia de qué es lo que nos mueve a actuar. No podemos dejar que nada nos haga perder de vista esos motivos y esas razones porque terminaremos perdidos en el laberinto de la vida, acabaremos desanimados y tristes. Sin ese propósito daría lo mismo hacer cualquier acción o tomar cualquier camino. Todo perdería su valor y significado. Hay que tener clara la respuesta a la pregunta ¿por qué vale la pena seguir viviendo? De eso depende la felicidad y el gozo de cada acontecimiento y de todo el proceso de la vida. A algunos nos da sentido la fe, la relación con Jesús de Nazaret, que nos ha revelado el amor infinito del Padre Dios, pero seguro hay muchas otras opciones que hacer como piedra de toque de la existencia y que llenan de sentido todo lo que se hace. Un amigo, Kiki Troia, compuso una canción que me gusta mucho y que lleva por título “Habrá valido la pena”. Conversando con él, me explicaba la experiencia que ella contenía: “El escenario más terrible para mí, como cristiano, es morir y encontrarme con que después de la muerte no existe nada. Es el peor escenario porque si fuera al infierno, seguro me lo he ganado con mis actuaciones, pero no encontrar nada sería como cuestionar el sentido de lo que he vivido”. Y él me decía que su fe y la manera como esta lo ha hecho vivir le asegura que aunque no existiera nada después de la muerte, igual haber creído habría valido la pena porque le ha hecho feliz. Me entusiasmó mucho su argumentación, porque creo que eso es lo que llamamos un propósito o un sentido en la vida, algo que alinea lo que hacemos hacia una dirección y nos hace felices no por la recompensa que podemos tener, sino por el hecho de vivir de esa manera y no de otra. Espero que tú puedas tener tu propósito en esos términos y saber qué es lo que quieres hacer y por qué.

El poder de las decisiones

La vida es una toma constante de decisiones. Hablar de una vida con sentido es hablar de las decisiones que se toman, y esto le permite tener sentido a los días, que se van sumando hasta llamarse la vida. Tu aquí y tu ahora es el contexto en el que tienes que revisar el propósito de tu vida y saber qué es lo que quieres hacer para seguir adelante. No planteas hoy tu propósito en el aire, sino en una realidad concreta que no puedes despreciar ni soslayar. Es necesario entender qué es lo que estás viviendo como mujer, qué debes cambiar y cómo podrás continuar adelante; todo, desde el propósito que has encontrado, define tu existencia. Es necesario, además, revisar tu pasado y tener claro cuáles son las tendencias de tu futuro. Sin esa acción, no podrás sentirte dueña de tu proyecto de vida. Uno de los problemas más serios que se tiene en la construcción del proyecto de vida es que no se está contento con nada de lo que se es o se tiene, se vive en una insatisfacción total que no les permite apropiarse de lo necesario para construir con inteligencia lo que sigue. Si no estás contenta contigo misma es muy difícil que puedas ser feliz. Si no estás satisfecha con nada de lo que vives es imposible que puedas construir un buen proyecto de vida. Está bien que haya insatisfacción en algunos aspectos de tu vida, pero esta no puede ser total. Hay mucho que conseguir, mucho que realizar, mucho que cambiar, pero estás satisfecha con lo que eres. Si no estás contenta contigo misma, si no te aceptas, ni te valoras y vives por vivir, de seguro la consecución de algunas metas y la realización de algunos sueños no te llenarán plenamente y no te quitarán esa sensación de insatisfacción total que vives. También sucede que quien no sabe quién es ni qué quiere tiene unos sueños y unas metas suntuosas que no están conectadas con la esencia de esa persona y aunque las logre no va a sentirse realizada. No se trata de tener éxito o de ser una ganadora, se trata de realizar los sueños y las metas que te realizan como mujer. Sin tener clara la esencia personal es muy complicado soñar y planear lo que te

realice como ser humano. En una sociedad marcada por la hipervaloración de lo físico, por la presión de los medios de comunicación y de las redes sociales, en una sociedad que ha hecho del dinero, la fama y el poder los valores absolutos de las personas, no es extraño que muchas de estas tengan sueños que responden a esos estándares sociales y no a sus propias necesidades. Muchas mujeres están más pendientes de ser valoradas por la sociedad en la que viven que por realizarse como seres humanos. Eso las lleva a trabajar en función de metas que le gastan muchos recursos, tiempo y atención, pero en las que no está comprometida realmente la realización de su identidad. Mujeres que anhelan una pareja no porque realmente la necesiten, sino porque se sienten acusadas, señaladas en un mundo que sospecha de aquellas que no tienen un hombre a su lado. Pero la situación no solo es que se esfuerzan en metas y sueños que no las realizan, sino que son obstinadas y tercas en seguir empeñadas en hacerlo. Cuesta mucho renunciar. A veces creemos que esas experiencias nos definen y aplicamos dos estrategias nefastas: la resignación y la autojustificación: “No somos capaces de más”, “hay muchas razones para no cambiar”, “por lo menos así tenemos algo que hacer”. Resignarte a seguir buscando lo que no te llena es una manera de dilapidar la vida. Autojustificarte en esa lucha por obtener victorias “pírricas” es una forma de perder el rumbo malgastando todos los recursos que la vida y Dios te han dado. Tienes que saber parar, renunciar, cambiar, innovar. No tienes que seguir haciendo lo que sabes que te deja insatisfecha y te impide crecer. Entonces, es necesario soñar pero hay que hacerlo entendiendo que esta no es una herramienta aislada de nuestro proyecto de vida, no es una posibilidad de fantasear, sino que se trata de una facultad para construir la vida. Se puede soñar con libertad e intensidad, pero hay que saber que el sueño debe contribuir a la construcción que estamos haciendo. Soñamos con la conciencia de nuestra insatisfacción y de la necesidad que tenemos de satisfacerla, eso solo es posible si entendemos el sentido de soñar. No se trata de vivir en la estratósfera, sino de generar posibles escenarios en los que realizamos nuestros deseos más profundos. Soñamos para realizar lo que nos satisface, lo que nos hace sentir plenos. Ahora, esto implica no soñar en lo que no podremos alcanzar, porque lo único que lograremos es que nuestra insatisfacción sea mayor. En este sentido, las mujeres felices son las que sueñan y hacen cosas que les ayudan a cumplir sus sueños. Tienes que motivarte para seguir soñando, sin

desviarte jamás de tu propósito fundamental. No dejes que haya barreras para tus sueños y tampoco permitas que estos te entretengan y te hagan distraer de lo que es esencial en tu vida. La satisfacción se encuentra en los momentos que constatas que tu sueño es una realidad y te lanza hacia tu propósito último con más fuerza. Los sueños concretizados que realizan nuestra meta o que nos aproximan más a este son los que quitan todas esas sensaciones de insatisfacción. Insisto, se trata de soñar con mucha creatividad pero con mucha inteligencia. Sin perder el sentido que tiene nuestra existencia. Como el contexto espiritual es trasversal a toda nuestra reflexión, es bien importante que tengamos presente que la voluntad de Dios tiene que ver con nuestra capacidad de vivir su propuesta existencial —explicitada en Jesús de Nazaret— en todo lo que decidimos y soñamos. No se trata de hacer esto o aquello, sino de ser capaz de actuar siempre a su manera, haciendo lo que inteligente y responsablemente decidamos.

El pasado tiene respuestas valiosas

En la construcción del proyecto de vida es fundamental la relación con el pasado. No puedes negar lo que has vivido, ni puedes olvidarlo fácilmente, como si no formara parte de tu vida. Es necesario que no te quedes atrapada en él y que aproveches lo que te ha aportado. Ni la nostalgia por todo lo ido ni la amnesia por todo lo que te ha hecho sufrir, pero a la vez crecer. Una mirada sana y libre frente al pasado te hace crecer como ser humano y como mujer en la realización de tu presente. Nada de lo que vives en el presente es una improvisación de la vida. Hay que ser consciente de que el pasado te preparó para lo que eres y estás viviendo. Eres hoy lo que has venido preparando desde hace algún tiempo, ya sea consciente o inconscientemente. En este sentido, entender tu pasado es una manera de entender tu presente. Tus frustraciones te han dejado marcas que te definen. Tus victorias te han hecho vivir feliz contigo misma. Somos el resultado de la historia y a la vez hacemos y escribimos la historia. Los acontecimientos del pasado nos han configurado de esta forma, tanto aquellos que nos tuvieron a nosotros como protagonistas directos o aquellos que padecimos por la decisión de otras personas. Muchas de las taras que hoy tenemos son fruto de esas experiencias del pasado. La insatisfacción que cargamos puede tener en los fracasos del ayer su gran causa. La mirada que tenemos de nuestro propósito no es el resultado de un ejercicio racional de laboratorio, sino la suma de tantas experiencias vividas en las que hemos crecido, llorado y festejado. Quien conoce bien su historia conoce bien sus sueños. Todo lo que necesitamos para saber cuál es nuestro sueño es revisar la vida que hemos recorrido. Nuestros sueños suelen estar relacionados con nuestra historia. Soñamos potenciar lo que ya tenemos y somos. Soñamos reparar lo que se ha dañado a lo largo de la historia. Soñamos con vivir en las mejores condiciones. Soñamos con saltos cualitativos en nuestra existencia que nos hagan vivir de manera nueva. Y todo eso está referido a lo que ya hemos

vivido. Recordemos que la vida es una escuela que nos permite las mejores facultades para vivir. Tus experiencias te deben hacer consciente de las habilidades y destrezas que tienes, y deben posibilitarte soñar con el mayor desarrollo de ellas. La vida te va dotando de facultades que requieres para realizar tus proyectos. Nada pasa en vano. Todo tiene un sentido desde las opciones que haces y concretas en tus acciones. Insisto en que esto implica una relación sana con el pasado. Conoces tu pasado y lo analizas con inteligencia para entender qué pasó y por qué pasó. Aceptas que tu pasado es ese y no otro. Y te esfuerzas por vivir libre desde él, por no dejar que te ancle, por impedir que algunos de tus recuerdos no te permitan fluir hacia un buen futuro, pero también sin vergüenzas por lo vivido, sin dejar que la culpa te encadene al ayer; vives consciente de tus responsabilidades y aceptando las consecuencias, pero con la libertad suficiente para querer conquistar nuevos territorios en la realización de tu propósito. En este contexto, vale la pena tener presente el sentido de las “cicatrices”. Ellas tienen que ser vividas como muestras de que hemos sido capaces de sobrevivir a todas las adversidades y heridas de la existencia. Seguro ellas representan un momento oscuro de nuestro pasado, un momento de dolor, de tristeza, de sufrimiento, pero también una muestra de nuestra superación; no nos quedamos derrotados, y si hoy podemos contemplar nuestras cicatrices es porque salimos adelante. Por eso no tengas miedo de ver los momentos duros de tu pasado, sino míralos con el lente de quien ha vencido, de quien le ha ganado a las situaciones y sigue en pie. Las cicatrices tienen un mensaje milagroso: “Aquí dolió, aquí sanó”. Cada una de ellas testimonia una victoria. Así las tenemos que mirar. Eso nos cambia la perspectiva y nos pone en pos del optimismo, y no de ser víctima todo el tiempo. No miras tus cicatrices para llorar y recordar lo triste que has vivido, sino para darte cuenta de que lo has vencido. En la dimensión espiritual es muy sanador leer todo el pasado en clave de Dios, encontrando en él las manifestaciones de su amor para nosotros. No has estado sola, has estado con Él y has podido superar las dificultades porque Él te ama y te quiere feliz. Esto es, a Dios se le encuentra cuando uno mira atrás y se permite descubrir que ha sido rescatado, amado, protegido por Él. Tienes que aprender a hacer lectura de fe de tu vida. Ahí no solo encuentras sentido para seguir adelante, sino que tienes la posibilidad de fortalecer más tu relación con Dios.

No olvides que a tus sueños no les conviene que vivas sin despertar.

Establece tu propósito

Tu pasado está ahí. Te reconcilias y aprendes de él, encuentras sus aprendizajes para seguir adelante y no desfallecer ante ninguna situación. Tu presente está en tus manos para ser vivido apasionadamente. El futuro es la consecuencia de todo eso vivido. Es el momento de pensar en cómo construir tu futuro, cómo ser verdaderamente feliz siendo una mujer con propósito. Está claro que la vida es la suma de las decisiones que a diario tomamos y que nos llevan a conseguir las pequeñas metas que nos hemos propuesto. Muchas de estas acciones forman parte de nuestra rutina y las hacemos automáticamente, otras las hacemos con toda la conciencia, porque son excepcionales o nos comprometen de manera vital. Hay, por lo menos, tres tipos de acciones:

1.Acciones que responden a compromisos que hemos adquirido. Compromisos que deben ser un combustible en la tarea de alcanzar el propósito que tenemos. Otras acciones nos dan una recompensa inmediata, porque satisfacen de manera singular alguna de nuestras necesidades básicas. Siempre habrá que tener claro la relación con estas acciones y el propósito que tenemos, porque cuando la vida trascurre solo en actividades terminas frustrada. La vida no se puede gastar en lo que no nos realiza. Todos hacemos acciones de esta clase, pero no pueden ser permanentes y absorber todo nuestro tiempo. Por ejemplo, es muy posible que no estés trabajando en el que consideras que es tu trabajo ideal, y que te sientas “bien” porque por el momento te brinda los recursos para estar tranquila y poder seguir adelante; pero es claro que no puedes quedarte allí para siempre, ya que seguro la vida te pide algo más —de acuerdo con tu propósito— que estar bien materialmente. 2.Acciones que forman parte del proceso. Es decir, acciones que están directamente relacionadas con el objetivo que estamos persiguiendo. Aquí la relación entre la acción y el propósito es más directa y explícita. Estas acciones son muy importantes porque son las que nos van haciendo sentir que somos seres realizados, ya que en cada una de ellas sentimos que estamos realizando

nuestro propósito de alguna manera. Por ejemplo, si hemos elegido un estilo de vida saludable, comer sano, hacer ejercicio, buscar serenidad son acciones que están directamente relacionadas con el sentido de vida y eso nos hace sentir seres realizados. 3.Acciones que son un fin en sí mismo. Estas las realizamos ya que tenemos una gratificación al hacerlas, ellas nos dan sensación de bienestar de manera inmediata. Los encuentros con los amigos para hablar, reír, recordar, los momentos para practicar hobbies de cualquier tipo, sin ninguna intención productiva, los espacios de intimidad con la pareja por el simple hecho de estar el uno con el otro, las aficiones culturales como el teatro, el cine, la música, el deleite de los sentidos, ir a comer algo delicioso, estar en lugares atractivos; pero también, lamentablemente, todas las actividades con un alto potencial de convertirse en vicio y generadoras de dependencias, como el alcohol, las sustancias psicoactivas, las apuestas, el sexo sin vínculos afectivos, entre otras, hacen parte de esta última categoría, con las cuales hay que tener mucho cuidado porque tienen la capacidad de convertirnos en esclavos al quitarnos la voluntad y hacernos sus títeres.

Dolorosamente, las acciones tipo 1 pueden llevarse mucho de nuestro tiempo y nos pueden someter a una vida dependiente de lo que no nos hace felices pero nos da lo que necesitamos para sobrevivir. Es evidente que las acciones tipo 3 son importantes y valiosas, porque nos llenan la vida de pasión y airean el corazón que tenemos. Pero de seguro que la tarea está en ser capaces de vivir más acciones tipo 2 en las que vamos realizando nuestro propósito de manera más clara. Estas últimas no solo nos hacen felices por la satisfacción que en sí mismas transmiten, sino que realizan el propósito de manera directa y nos empujan a vivir con la alegría de ser quienes somos, al fin y al cabo eso es lo que buscamos ser más que hacer. Si tienes el propósito claro, estoy seguro de que podrás organizar tu vida de manera coherente donde las prioridades estén bien definidas. Las acciones tipo 2 deben llenar la vida sostenidas por acciones tipo 1, que propician esos recursos, esas recompensas tan necesarias para subsistir. Está claro que las acciones tipo 3 tienen que estar iluminadas por el propósito, de no serlo serían simples antojos y caprichos que podrían tener un precio muy alto para la existencia misma.

Te propongo tres preguntas desde las cuales puedes pensar y tratar de precisar tu propósito de vida:

1.¿Qué es lo que quieres dejar como huella en los que tienes cerca? No somos eternos. En algún momento ya no estaremos más y seremos recordados por aquellas personas con las que nos hemos encontrado y compartido la vida. ¿Cómo quieres que esas personas te recuerden? No son imágenes pasajeras, sino las imágenes que se quedan retratadas en la mente y en el corazón de esas personas que compartieron contigo, por eso las llamo “huellas”. Es decir, seguro no son el fruto de un encuentro ocasional o de una salida genial que tuviste, sino que corresponden a expresiones y acciones más consistentes que se quedaron grabadas en otras personas. Esas huellas que quieres dejar ayudan a marcar tu propósito. Lo que quieres que recuerden de ti tiene que verse reflejado en tus decisiones y acciones del presente. Esas huellas las ocasionas con tu comportamiento, con la manera como te relacionas con ellas, con lo que haces y con las orientaciones de vida que descubren en ti quienes te rodean. Esas huellas no tienen que ver con tu aspecto físico ni con tu profesión, sino con la manera como tú te comportas con los demás, con la manera como vives y por qué vives. 2.¿Qué es lo que quieres que tu vida cause alrededor? Todas las personas generan un impacto en quienes las rodean. Nadie pasa totalmente desapercibido. Porque no hacerse notar es ya una manera de mostrar quién se es. Ese impacto no puede ser inconsciente, debe ser intencionado. Tienes que saber qué es lo que quieres ocasionar a tu alrededor. No puedes dejar que los otros te experimenten como tú no quieres ser o que el no tener control del timón de tu vida te lleve a mostrarte con características que no son tuyas realmente. No olvides que los otros te perciben como tú te muestras. 3.¿Qué es eso que quisieras vivir siempre, desde hoy hasta el último día? Tienes que precisar lo que te apasiona, lo que te define, lo que te llena de alegría y de gozo. No se puede vivir sin esa pasión, sin sentir que se está disfrutando cada momento y cada acción. No podemos gastar la vida en hacer lo que no nos gusta, lo que no nos define, lo que no nos hace trascender. Hay que tener definido qué es lo que queremos hacer y luchar por hacerlo. Cuando no lo tenemos claro, corremos el riesgo de terminar llevando una vida que no es nuestra y que no nos hará felices.

Considero que estas tres preguntas pueden ayudarte a definir tu propósito. Y tenerlo claro te ayudará a tener una vida con sentido. Tendrás claro por qué luchar y para qué hacerlo. No olvides que hay una sola vida, y no se puede desperdiciar. Los que creemos en la vida eterna tenemos la conciencia de que es una continuación de esta; no dejaremos de ser quienes somos, sino que viviremos a plenitud.

Vive tu propósito todos los días

Partamos de una certeza: “Vales todo eso que haces por ser feliz”. No pretendas que la felicidad te caiga del cielo ni que te la sirvan en bandeja de plata las personas que están a tu alrededor, y que seguro te aman. Tu felicidad es obra tuya. Eres tú quien tiene que estar comprometida con la tarea de ser feliz. Sabiendo que la felicidad no es una realidad permanente y definida, ni que está contenida totalmente en tal o cual logro o actividad. La felicidad es disfrutar lo que se vive, sentir que se está realizando los deseos más profundos del ser, celebrar esos momentos extraordinarios en los que nos sentimos plenos y llenos de alegría. Definir, renovar, rediseñar el propósito de la vida está conectado con nuestro deseo de ser felices. Sin propósito, con una vida sin sentido, no se puede ser feliz. Como mujer, tienes que ser consciente de que nadie te va a hacer feliz si tú no lo eres, que esa tarea es tuya y no puedes ceder esa responsabilidad. Esa tarea tiene que iniciarse inmediatamente. No se puede diferir el momento de dedicarte a ser feliz. Hacerlo implicaría dejar de vivir. Todas tus acciones tienen que estar orientadas hacia el propósito de vida que tienes, y de esta manera hacia tu felicidad. Ese proyecto hay que realizarlo en la cotidianidad. No lo vivimos en la situación ideal, ni en un ambiente controlado. Es en el aquí y en el ahora donde hay que comenzar a trabajar en función de la realización del proyecto de vida, de conquistar el propósito planeado. Esto supone enfrentar y asumir las condiciones en las que vivimos, teniendo presente que habrá que aceptar, vencer, aprovechar y trascender esas situaciones que conforman nuestra cotidianidad. Te propongo tres reflexiones para que tengas en cuenta en tu vida diaria:

1.Vivimos en medio de personas y situaciones que no podemos controlar. Eso es fundamental aceptarlo y asumirlo: no todo está bajo nuestro control. Somos libres y tenemos capacidad para decidir, hacer y controlar muchas cosas pero no

todas. Algunas se nos escapan de nuestro control por varias razones: porque depende de la decisión de otros, son el resultado de las decisiones de varias personas que se relacionan entre sí o simplemente porque las leyes físicas no te permiten actuar directamente sobre ellas. Tienes que contar con esta realidad en la realización de tu vida con sentido. No eres omnipotente y tienes que entender que hay límites a tu acción. Muchos seres humanos sufren por no poder controlarlo todo. Se esfuerzan por trabajar detalladamente en cada situación con la esperanza de que todo lo tendrán controlado, por lo cual terminan muy frustrados cuando descubren que hay pequeños detalles que se les salen de las manos y no pueden manejarlo directamente. Se tiene que hacer el propósito planteado teniendo en cuenta esta condición que nuestra estructura antropológica nos da. 2.Vivimos en medio de rutinas, compromisos y obligaciones que nos distraen de nuestro propósito. Como he insistido anteriormente, todas nuestras actividades no están en relación directa con nuestro propósito. Tenemos que hacer muchas cosas que la sociedad y todas sus instituciones nos exigen para poder participar de ellas, que posiblemente no están en la dirección de nuestro propósito. No podemos soslayarlas so pena de quedar fuera de la sociedad. Pero tampoco podemos dejar que ellas nos impidan seguir haciendo nuestra tarea. Es necesario saber repartir el tiempo, saber tener prioridades, saber racionalizar los recursos y seguir actuando en función del objetivo que tenemos. Quien quiera vivir con sentido tendrá que cumplir sus compromisos y obligaciones, pero no podrá dejarse ahogar por ese cúmulo de acciones, sino que buscará trascender en busca del sentido de su vida. 3.Vivimos en un mundo que no conspira a favor ni en contra de nadie, cada persona hace la vida. La mirada antropocéntrica que tenemos del universo nos hace creer que todo está en función de nosotros, nos cuesta aceptar que somos una parte más de todo el sistema. Son muchas las reflexiones que nos hacen creer que hay muchas fuerzas metafísicas externas que van a actuar a favor o en contra nuestra, lo cual nos deja inermes ante la vida misma. Está bien que no todo depende de nosotros, pero no podemos vivir esperando que desde el “más allá” nos traigan ayuda. Los cristianos sabemos que Dios nos ayuda, pero actuando en nosotros para que alcancemos lo que queremos. No se puede esperar una ayuda mágica para seguir adelante.

Dios nos da una mano en la capacidad de ser fieles a nosotros mismos. Allí nos hace muy fuertes, porque es la consistencia en nuestras opciones y en nuestros valores la que nos permite estar preparados para enfrentar las situaciones duras de la existencia. Ahora, también Él actúa en todas las capacidades que tenemos, en esos dotes naturales que usamos y desarrollamos en función del proyecto de vida que hemos decidido realizar. Dios, desde sus opciones, nos muestra el camino para ser persistentes y no desfallecer ante las dificultades que podemos experimentar. En este sentido, podríamos decir que Dios trabaja en nuestra capacidad de resistir a las adversidades. La historia de salvación muestra a Dios acompañando al hombre en todas sus batallas existenciales por encontrar el sentido de su vida. No lo invita a desfallecer, lo invita a superar las dificultades y a conseguir sus objetivos, siempre siendo fiel a los valores que soportan su proyecto. La historia de la salvación deja constancia de la lucha contra el mal y sus manifestaciones. Dios nos abre el panorama de la vida y nos muestra que hay muchas cosas más por las que vale la pena vivir. La esperanza del creyente siempre derriba la opción de lo imposible. Quien tiene fe no se da por vencido ante los no de la existencia, sino que deja que el Espíritu de Dios desde dentro le posibilite encontrar nuevos sentidos y posibilidades en sus batallas. No se trata de creer irracionalmente, se trata de tener la seguridad de que siempre se puede encontrar un camino de sentido (Romanos 8,28). No se trata de creer en lo que no se puede dar, sino de confiar en las capacidades que se tiene, en la acción de las personas que nos aman, en el poder de Dios y encontrar el camino que conduzca a la solución que buscamos. Estas son situaciones que no puedes ignorar. Tu esfuerzo por realizar tu proyecto tiene que contar con todas estas situaciones comunes en la existencia. Como mujer, tienes que ser consciente de tus capacidades, habilidades y destrezas, y confiar en todo lo que eres capaz de hacer para salir adelante. No tengas miedo de autoabastecerte de lo que necesitas para ser feliz. Teniendo una sana experiencia de Dios que no te bloquee tus opciones, sino que te ayude a potenciar todo lo que hay en ti. Es necesario que, como mujer, construyas relaciones sanas marcadas por el respeto de la diferencia, la autonomía frente a todos aquellos que te aman pero no pueden gobernarte y ser solidaria y generosa con los que te requieren. Es claro que, sea cuál sea la opción que se haya hecho para una vida con sentido,

es necesario siempre proteger la vida. La razón de ser es vivir, no se puede ir en contra de la vida nunca. Amar es primero. Amar la vida. Tú, como mujer, eres dadora de vida y por ello puedes comprender mejor lo que significa proteger la vida. Sabiendo que ser dadora de vida no significa simplemente embarazarse y parir, sino generar sentido en la vida de otros. Quien elige y trabaja en sus valores tiene mejores posibilidades de vivir lo que quiere y como quiere. Entiendo los valores como esas fuerzas que desde dentro empujan la vida y los proyectos de cada persona. Es necesario precisar cuáles son los valores fundamentales de nuestra existencia y la manera como estos se relacionan con el propósito fundamental. Es muy importante que esos valores los tengas bien claros, definidos, asumidos y que sean los rectores de tu existencia. Obrar desde ellos garantiza que vas a lograr lo que quieres, por ejemplo, no puedes pretender estar en paz y serenidad sin comprender la necesidad del diálogo como posibilidad de resolución de conflictos o negarte a tolerar las diferencias con los demás. Una de las dificultades más comunes entre los seres humanos es que somos empujados por valores que están en contravía del propósito que tenemos. No hay ninguna posibilidad lógica de alcanzar nuestro propósito fundamental con valores que no lo sostengan. Ser fieles a esos principios garantiza estar en el camino que dicho objetivo exige. Como mujer, te invito a que revises cuáles son los valores que te rigen y que seas fiel a ellos, eso te acercará al cumplimiento de tu propósito. Todos tenemos acciones que hacemos de manera repetida y casi inconscientemente. A veces, no les damos la importancia que merecen. Quien quiera alcanzar sus propósitos en la vida debe tener conciencia de sus hábitos, darse cuenta de cuáles son, qué ocasionan, hacia dónde lo están llevando. Quien genera hábitos diarios que apoyan sus sueños está más cerca del lograr el objetivo de su vida. La vida trascurre en medio de esas acciones y es una quimera querer lograr una meta si estas se están llevando por un camino distinto al que conduce a ella. Detenerse y reflexionar en torno a los hábitos que se tiene es fundamental en la construcción de un proyecto de vida. Sin cambios en los ellos, no hay cambio en el sentido de la vida. Es necesario esforzarse por ver la calidad de los hábitos, sus consecuencias y la coherencia que están generando. Ahora, unos hábitos que no pueden faltar son los de la lucha y la resistencia. Se necesita que no darte por vencida forme parte de las acciones, que son casi inconscientes, en tus comportamientos. La vida exige enfrentar dificultades y vencerlas con tenacidad, y esto no se logra sin hábitos que expresen tu capacidad de lucha.

Quien se ejercita en tomar decisiones coherentes con sus sueños de vida se cansa menos. Nada más desgastante que hacer muchas acciones fragmentadas sin ningún enfoque, ya que termina desperdiciándose la energía, la fuerza, los recursos. Por eso es muy necesario que sepas tomar decisiones, que no dejes que las circunstancias ni las personas te hagan tomar determinaciones que no te sacan de tu ruta de vida y no te acercan a lo que quieres lograr. Mujer, ten presente que tus valores, tus hábitos y tus decisiones son los que determinan si estás en camino hacia tu propósito. Sin que haya coherencia entre estas tres realidades, no podrás conquistar tus metas o lo harás con una pérdida de recursos muy grande. Como mujer, tienes que revisar cuáles son los valores que te están motivando a actuar, cuáles son tus hábitos y cómo estás tomando tus decisiones diarias. Ten presente los riesgos que corres de vivir una vida sin sentido, sin propósito: puedes terminar aferrada al pasado y vivir nostálgicamente todas las actividades creyendo que siempre lo pasado fue lo mejor. Otro riesgo es vivir en un mundo de ilusiones que no se pueden realizar y que si bien entretienen a cualquiera generan a la vez una experiencia de ansiedad que enferma. O terminar viviendo los proyectos de los otros. Es necesario que tengas claro también que el desarrollo de tu dimensión espiritual es un catalizador de tu proyecto de vida. Cuando tienes una sana experiencia espiritual adquieres una habilidad o echas mano de una herramienta básica para los procesos que implica tu propósito. Te propongo tener presente dos herramientas de la dimensión espiritual, para la construcción de tu proyecto de vida:

»La oración es fundamental en el desarrollo de la dimensión espiritual y ayuda mucho en la construcción de una vida con sentido. Entiendo la oración como esa acción en la que puedes revisar tu pasado, tu presente y tu futuro delante de quien mejor te conoce: Dios. Ese diálogo íntimo con el Padre Dios no se puede quedar simplemente en una entrega constante de un pliego de peticiones, sino que debe ser el leer en clave de Dios la vida misma. Eso hace que haya una apropiación consciente de cada experiencia de la vida, que se puedan obtener lecturas hermenéuticas que ayuden a la realización del proyecto, que se tenga esperanza frente a las situaciones adversas que se tienen, pero sobre todo que se

experimente la compañía del ser superior. Este discernimiento constante de la vida permite entender si se va en el camino correcto en la consecución de la trascendental meta que se tiene. Toda experiencia de oración tiene que llenar el corazón de serenidad, de armonía y de fuerza para seguir adelante en la vida. Sintonizarse con el Padre Dios permite conseguir esas emociones y sensaciones de seguridad y de confianza fundamentales para no desesperarse en los avatares de la vida diaria. »Encontrarse con Jesús de Nazaret, porque encontrarse con Él es encontrarse con alguien que vivió, murió y vive por su propósito. Él se presenta como modelo (Juan 14,6) para todo humano de cómo se debe vivir. Sus opciones fundamentales trajeron consecuencias que asumió en coherencia con su relación con el Padre Dios. Él se hace un modelo de fidelidad para todos nosotros. Quien quiera saber cómo responde Dios al que es fiel a sus valores y a lo que ha descubierto como voluntad de Dios, lo invito a que mire a Jesús, que allí encontrará una respuesta explícita. Los que asumen la propuesta de Jesús de Nazaret como suya tienen en la comunidad un espacio de contraste y de ayuda en la manera como están realizando su propio proyecto. Es decir, al juntarse en comunidad posibilitan que en la fricción con los otros puedan pulir las aristas astilladas de su vida. Sin la comunidad, sin los otros, el proyecto puede ser un bello constructo mental que no tiene asidero en la historia o una quijotesca obra de un aislado individuo frente a la descomunal realidad que es vivir. Pero también los otros son una posibilidad solidaria de enderezar o potenciar el propio proyecto. La dimensión espiritual exige siempre un pensar en el otro, un entender la existencia como un proyecto con otros.

Preguntas para reflexionar

Escribe tres sueños que tienes aún por cumplir. ¿Qué te impide que sean una realidad?

¿Qué hace que te despiertes día a día con deseos de seguir adelante?

¿Qué pasos diarios estás dando para que tu proyecto de vida sea aún más tangible?

Tareas

Elige uno de tus sueños pendientes y elabora un plan de acción.

Comparte ese sueño con alguien con quien convivas. Invita a esa persona a hacer parte de tu deseo e involúcrala en tu plan de acción.

Anota al menos quince cualidades con las que cuentas para convertir en tu sueño en realidad.

Oración

Señor mío y Dios mío,

Gracias por hacerme inteligente y capaz de tener mi propio proyecto de vida. No quiero ser dependiente de nadie, no quiero ser un apéndice de ninguna persona, sino que deseo realizar de manera autónoma mi proyecto de vida y ser feliz. Permíteme que tenga una relación sana, equilibrada y solidaria con aquellas personas con las que comparto la vida. No dejes, mi Dios, que los miedos me hagan generar conflictos innecesarios que hieran a las personas que amo. Dame la posibilidad de encontrar los recursos que requiero para ser autosuficiente y así poder ayudar a quienes comparten conmigo la historia.

Señor mío y Dios mío, gracias por inspirarme a realizar mis sueños y fundamentarme en los talentos que tengo para cumplir satisfactoriamente todas las metas y objetivos que tengo. Que sepa escuchar a la gente que me ama y ha demostrado ser confiable y me da consejos, a quienes me ayudan. Quiero seguir luchando por mi proyecto. Confío en tu bendición y estoy en tus manos, mi Dios.

Amén.

8 Baena G., Fenomenología de la Revelación. Navarra, España: Editorial: Verbo Divino, 2011, pág. 242.

Capítulo 4

Mujeres bíblicas que te enseñan a vivir

Todos necesitamos referentes al ir construyendo nuestro propio proyecto de vida. Siempre es necesario tener modelos que seguir y con los cuales contrastar lo que vamos haciendo. No se trata de calcar la vida de esas personas en nuestra cotidianidad, pero sí de encontrar luces para el camino que llevamos. Sus experiencias, sus decisiones, sus errores, sus aciertos y la manera como han vivido se convierten en lecciones que nos inspiran a decidir y actuar. Esos modelos deben estar identificados en nuestra vida diaria para que podamos evaluar constantemente cómo vamos. Todos tenemos esos modelos de vida que nos sirven para contrastar nuestra existencia y saberle dar el sentido que corresponde. Nadie puede decir que no tiene esos modelos de vida, ya que vivir sin ellos siempre conduce al absurdo y al fracaso total. Ser autorreferenciales es quedarnos condenados al egoísmo y empobrecidos por la mirada narcisista, y negarnos la posibilidad de enriquecernos con las diferencias que los otros les ofrecen. Como mujer con propósito, dueña de tu propio proyecto de vida, gestora de tu felicidad, luchadora resiliente en la construcción de tus relaciones y ser humano dispuesto a ofrecerle a la sociedad —sin ningún temor y con la seguridad que te da saber quién eres— toda tu singularidad, es necesario que tengas unos modelos que te sirvan para entenderte, comprender a los que están a tu lado, tener una experiencia espiritual y saber encaminarte por el sendero que debe llevarte a la plenitud. Esos modelos de seguro están en tu entorno y necesitas precisarlos. Ahora, esos modelos no solo están en nuestro círculo más íntimo, sino que a veces son personajes de la historia, líderes de la sociedad, grandes triunfadores de la vida, estrellas de los medios de comunicación. Pero también pueden estar en la Biblia, esa biblioteca que nos ofrece el plan de Dios para cada uno de nosotros. Por eso en este capítulo quisiera proponerte a algunas mujeres bíblicas como referentes y modelos para el desarrollo de tu proyecto personal. Son auténticos arquetipos, imágenes primordiales que te posibilitarán a que reflexiones y evalúes el sentido de tu existencia, y que te inspirarán a dar lo mejor de ti en cada uno de los lances diarios de tu vida. Son genuinos referentes que te marcan direcciones en tu camino o te sirven de espejos para que puedas mirar lo que no estás haciendo con coherencia con tu propósito de vida. Estas mujeres bíblicas

no las entiendo como personas concretas, sino como auténticos patrones de formación simbólica que te permiten entenderte mejor y comprender mejor el entorno en el que estás. Son figuras modélicas que, desde las páginas bíblicas, arrojan mucha luz en la realización de tu proyecto de vida. Al reflexionar sobre estas mujeres, no se trata de quedarse en sus situaciones particulares, sino ser capaces de captar cómo ellas, con sus decisiones y acciones, encarnan posibilidades para todas las mujeres de la historia, en este caso, para ti. Por eso la aproximación que hago a sus imágenes no es en busca de su retrato biográfico, sino el de tratar de presentar el perfil psicológico que los trazos literarios nos permiten descubrir y que son un posible modelo para ti. Ellas te pueden inspirar en ser una mujer que asume su ser, su condición, sus posibilidades y sus limitaciones para ser feliz. Esta aproximación a estas mujeres bíblicas la hago después de concluir que no se puede sostener, desde la experiencia religiosa, expresada en Jesús de Nazaret, ninguna práctica machista o sexista; después de insistir en lo singular de lo femenino, de dejar claro cómo sería un mundo sin machismo y de comprender que no puedes hacer tu vida sin un propósito trascendental que te jalone diariamente y le dé sentido a todas las decisiones y opciones de tu mundo. Es un aporte desde la experiencia espiritual a toda la reflexión que ha buscado hacerte consciente de que ser mujer es lo mejor que te puede pasar y que debes vivir tu feminidad sin ningún complejo y con la certeza de que tienes la misma dignidad de los hombres. Son muchas las mujeres de la Biblia que podría tomar para proponértelas, en algunos de sus aspectos, como modelos de vida. Pero quisiera elegir solo a cuatro de ellas, que me impactan no solo por su rol en el plan de salvación, sino porque están presentes en la genealogía de Jesús. Sí, estas mujeres me impactan y quiero presentárselas a ustedes porque representan decisiones y acciones que, en principio, no parecen las más comunes, porque sus maneras de vivir son atractivas y cuestionadoras, porque no son los relatos tradicionales de una heroína que hace lo que todo el mundo espera, sino que son capaces de romper esquemas y asumir nuevas posturas ante la vida. Quisiera reflexionar en torno a las acciones de Tamar, Rahab, Ruth y Betsabé. Las cuatro mujeres del Antiguo Testamento que aparecen en la genealogía del Señor Jesús.

Estoy seguro de que cada una de estas mujeres te aportará elementos bien valiosos para la batalla que estás dando en este mundo, ya que ellas representan a las mujeres que ante las dificultades no se dan por vencidas, sino que encuentran una solución y salen adelante. La idea no es que hagamos una lectura religiosa que nos haga conocer sus costumbres, sus actitudes morales o sus maneras de vivir su fe, sino que hagamos una lectura existencial que te ponga ante las encrucijadas que viven, la manera en que enfrentan esas situaciones y las resoluciones que toman, para que así tú te sientas animada a no negar los problemas que hay en tu vida, a enfrentarlos con inteligencia y a resolverlos de la mejor manera. Insisto, no quiero invitarte a imitarlas, sino a dejarte inspirar por ellas. Es claro que su situación está lejos en el tiempo, en la cultura y en la sociedad que vives, y que seguramente representan momentos muy particulares de su manera de ser, pero eso no significa que no puedan aportarte algunos rasgos que te impulsen a ser una mujer con propósito. Que ellas sean referencia y te posibiliten cuestionamientos, decisiones, acciones que te hagan ser cada día más feliz, que al fin y al cabo es lo que tú estás buscando desde hace mucho tiempo.

Tamar , una mujer justa

Mujer cananea, esposa de Er y luego de Onán, hijos de Judá. Onán, por egoísmo, no quiso cumplir con la ley del levirato (Deuteronomio 25, 5-10) y se negó a tener con ella relaciones genitales para consumar plenamente el matrimonio. Nos dice Génesis 38, 8-10 que por esa acción Dios le quitó la vida a Onán. Su suegro, Judá, decide no darle por esposo a Sela, dejándola sin la posibilidad de concebir y discriminándola a ser una mujer fracasada, según las costumbres de la época. En las categorías del momento, Tamar está condenada a sufrir el desprecio de los demás, a no encontrar realización como mujer, a ser rechazada por no poder tener hijos y a no existir para la historia. Su situación puede estar representando la de muchas mujeres de hoy, que tienen que enfrentarse a la decisión de otros, que las marginan, las discriminan y las conminan a la frustración y el dolor. Tú misma puedes estar pasando por situaciones como estas, en las que las decisiones de los demás amenazan con robarte el sentido de tu existencia y fracturar el proyecto de vida que quieres realizar. De varones que han decidido centrarse egoístamente en su placer y olvidarse del tuyo, hombres que se niegan a entender tu mundo y prefieren tratar de minimizar tus necesidades, tus opciones para sentirte bien, seres humanos que desconocen tus expectativas y solo se centran en la de ellos. E incluso de otras mujeres que, negándose a la solidaridad de género y tal vez sumergidas en paradigmas machistas y sexistas, buscan la manera de hacerte sentir que eres débil, frágil, no apta para la vida y que por no tener un varón a tu lado no podrás ser feliz. No son pocas las mujeres que pasan por situaciones de sometimiento, de violencia emocional y psicológica, de desprecio y rechazo por los hombres con los que comparten la existencia. ¿Qué hacer ante esta situación? ¿Darse por vencidas y entender que sufrir y no realizarse es su sino? ¿Llorar amargamente y esperar que alguien, ojalá un “príncipe azul” le solucione el problema? ¿Asumir que no se puede hacer nada y que su situación en la sociedad les impide alcanzar las metas que se han propuesto? Veamos qué hace Tamar y dejemos que su acción te inspire a vivir.

Tamar, fingiendo que lo suyo es la prostitución, tuvo relaciones con su suegro, ya viudo también, y de él tuvo hijos gemelos, Fares y Zara (Génesis 38, 27-30). Ella toma la decisión de engañar a su suegro y de engendrar a Fares, que es mencionado en la genealogía de Jesús. Seguro nos escandaliza la decisión por la que opta Tamar, y obvio que no es el consejo que se le daría a nadie. Pero lo fundamental es que decidió hacer algo, salir de la situación en la que estaba. No acepta la frustración como su destino. Se rebela contra las estructuras familiares del momento y encuentra una forma de solucionar su problema. Seguro que nos parecerá una acción inmoral porque implica una mentira, y no podemos aplaudir que lo haya hecho en esos términos, pero sí tenemos que celebrar que es capaz de romper el paradigma que la perjudicaba y la recluía al cuarto del dolor y la tristeza. Ella no se queda de brazos cruzados. No llora por el egoísmo de Onán o por el machismo de Judá, sino que decide actuar y encontrar el camino que la lleva a la realización. Sin el resultado de esa decisión, no se daría la descendencia que nos lleva a Jesús. Si tú que me lees has decidido darte por vencida y has olvidado que eres creativa, fuerte, hábil, capaz de encontrar una solución al problema que estás viviendo, quiero decirte que solo tú puedes sacarte de ahí y que tienes todo para hacerlo. Tú eres la dueña de tu vida, la a de tus habilidades y destrezas, la gestora de tu propio proyecto de vida. No vale la pena decretarse víctima y llorar las malas acciones de los otros. Es necesario que te rebeles al supuesto destino, que derribes los límites mentales y sociales y salgas adelante. Siempre hay posibilidades y el que decide valientemente las encuentra. No esperes que los varones que tienes cerca te den una palmadita de lástima en la espalda. No. Decide salir a encontrar, a armar, a gestionar, a construir una solución a tu situación y realizarte. Tienes todo para hacerlo. Es hora de que entiendas que no has sido creada para ser sometida, que no tienes por qué aguantar ningún tipo de maltrato, que debes estar en pie de lucha contra toda manifestación de machismo y que no necesitas el permiso o el aplauso de los varones para vivir tu vida. Eres dueña de su destino y para realizarlo es probable que tengas que desafiar los esquemas sociales y enfrentarte a muchas personas. No dejes que los esquemas sociales, culturales y religiosos te esclavicen y te quiten la oportunidad de realizarte. Tamar quiere ser madre y no se da por vencida. Ella echa mano de la ley de

levirato¹ , que le concede el derecho de ser madre, y que su suegro Judá le niega. Ella no suplica que le concedan el derecho que tiene, sino que lucha por él, lo alcanza. Insisto en que la manera nos puede parecer inmoral y no es la forma más recomendable para los que queremos vivir éticamente, pero lo que sí está bien es que Tamar lucha por su derecho, más allá de lo que el marco de su contexto se lo permite. Otras mujeres hubieran esperado que alguien, en un gesto magnánimo, les concediera ese derecho, pero ella lo reclama y lo hace valer con valentía y decisión. Muchas de ustedes, mujeres, tal vez por su educación, por su temperamento, por miedo, por la sociedad que les tocó vivir, sienten miedo de reclamar sus derechos y terminan despojadas de lo que les pertenece como seres humanos y, en el caso religioso, como hijas de Dios. Sé que vivimos en una sociedad en la que somos muy buenos para reclamar nuestros derechos, pero olvidamos los de los demás. Por eso no puedes esperar que alguien haga por ti lo que te corresponde hacer a ti misma. Echa mano de los recursos que la ley te da y pelea, batalla por tu derecho. Tamar decidió engañar a su suegro para poder concebir. Aunque lo hace a través de una mentira, le asiste el derecho del levirato, y ella lo sabe. Llama la atención la actitud de Judá, que al saber quién era la mujer con la que había sostenido relaciones genitales y la razón por la que ella lo ha engañado declara que esa mujer es más justa que él. Reconoce la decisión de Tamar como justa. Valora la resolución que ella le ha dado a su problema. De alguna manera, Tamar lo “obliga”, con su actitud y acción, a hacerle justicia. Lo cual implica que es una mujer que conoce las leyes de su momento, es decir, alguien que está preparada para actuar según las normas de su sociedad. Esto es, estamos ante alguien que no actúa por impulsos ciegos, sino que sabe lo que quiere hacer, porque conoce los códigos que rigen su vida diaria. Muchas de ustedes se han quedado sin conocer lo que puede ayudarles a resolver la situación que tienen. Tienen que ser personas abiertas al conocimiento, dispuestas a la comprensión crítica, a tratar de comprender bien qué es lo que está pasando a su alrededor y cómo les afecta. Tú, mujer, estás invitada a no darte por vencida, a luchar por lo que es tuyo, a no dejarte vencer por las imposiciones culturales y a encontrar motivos todos los días para seguir adelante haciendo lo que te corresponde. Eres una

guerrera y no debes hincar rodilla en el campo de batalla, sino continuar dando lo mejor de ti hasta lograr lo que te has propuesto. Tamar es considerada una mujer justa, estoy seguro de que tú también lo eres, pero no justa porque otro te da justicia, sino porque tú, desde tus valores, desde tus marcos éticos, la reclamas, la obtienes. Me gusta entender a Tamar como una mujer de fe. Ella cree en lo que es capaz de hacer y lo hace. Ella no entiende la fe como un placebo que la hace quedar quieta y sin nada que hacer, sino que se deja impulsar por su fe para dar la batalla. Que tu fe te impulse a ser cada día más feliz, a encontrar tu lugar en el mundo, a realizar tu proyecto de vida, a no fracasar en el intento y a encontrar maneras para realizarte y disfrutar lo que quieres. Ella se presenta como un arquetipo de la justicia para ti, es una mujer justa que te inspira a luchar por la justicia.

Aplicado a tu vida…

»¿Qué te aporta concretamente la actitud de Tamar? ¿Cómo podrías caracterizar su comportamiento? ¿Qué valores se destacan en ella? »¿Sientes que tienes derecho de reclamar? ¿Cómo lo estás haciendo? ¿Eres consciente de tus derechos y luchas por que te lo respeten? »Haz un plan de acción para salir delante de las situaciones que te tienen agobiada y que tienes que vencer.

Rajab¹¹, una mujer de fe

Cuando el pueblo de Dios estaba preparando la estrategia para la toma de Canaán, vivía en Jericó una prostituta llamada Rahab. Ella va esconder a los exploradores que Josué envío para reconocer el terreno cananeo y así poder establecer con mayor exactitud lo que debían hacer. Esta mujer arriesga su vida para salvar la de estos espías del pueblo de Dios; seguro que ella ha escuchado de las victorias israelitas y algo debe conocer de Yahvé (Josué 2,9-11), o tal vez conoció a Yahvé y su ética existencial a través del testimonio de estos espías (Josué 2,1b). Ella no solo los esconde, sino que además les ayuda en la huida. Es decir, su acción resulta fundamental para que se pueda cumplir el objetivo de esos espías, pero más allá de eso el plan de salvación que Dios tiene para con su pueblo. Creo que esta mujer está caracterizada por la valentía que deriva de su fe. En los textos del Nuevo Testamento se le alaba por su fe y sus obras (Hebreos 11,31; Santiago 2,25). La fe en Dios tiene que traducirse en valentía para vivir la vida. Quien confía en el poder de Dios no le tiene miedo a los desafíos que la vida le hace, sino que es capaz de enfrentarlos con inteligencia y firmeza. Tú, como mujer, tienes que ser valiente, aceptar los desafíos que te plantea la existencia y enfrentarlos con sabiduría. No podrás ser feliz, si no asumes los riesgos que la vida te está planteado. Toda decisión trae consigo unos riesgos y para poder ser feliz tienes que asumirlos. Rahab sabe que el rey de Jericó la puede matar a ella y a los suyos si la descubre, pero no obstante hace lo que cree que es necesario para ella. No se esconde ante lo que descubre que tiene que hacer. Creo que ella representa una imagen importante para ti como mujer, porque muchas de ustedes siguen padeciendo, no encuentran salidas, no pueden realizar lo que quieren porque les hace falta valentía. Es decir, les hace falta asumir los riesgos que saben que deben tomar. No estoy hablando de fanatismo, ni de acciones locas ni precipitadas. Estoy hablando de no temerle a los peligros que ocasionan romper con situaciones que les están haciendo daño y que les hacen sufrir. No pueden quedarse quietas esperando seguir sufriendo por miedo a

incomodarse y a salir de su zona de confort. Ser dueña de tu proyecto, gestionar tus planes de vida, asumir la responsabilidad de tus actos es riesgoso, pero es la única manera de ser independiente, autónoma y alcanzar la felicidad que quieres. Seguro quedarte bajo la protección que el maltratador, el esclavista, el opresor te brinda es una opción, aunque ten claro que así no serás del todo feliz y que esa situación normalmente no mejora, sino que empeora. A lo mejor quien toma la decisión de ser libre tiene que enfrentar muchas situaciones dolorosas y difíciles, pero podrá disfrutar de ser el dueño de sus actos y de no tener que aceptar lo que definitivamente no quiere. Aquel del que dependes siempre te cobra muy caro todo lo que te da. Si analizas bien, todo lo que tienes que soportar es demasiado en comparación con lo que recibes, y además no creo que ese sea el sentido de tu vida. No naciste para depender y hacer lo que otro quiere, naciste para ser libre y dar cuenta de tus acciones con responsabilidad y templanza. En Rahab la valentía es consecuencia de su fe. Ella conoce a Yahvé. Ella sabe que Él no defrauda y por eso toma los riesgos que ocasionan su decisión de auxiliar a los espías israelitas. Su experiencia de fe no la hace vivir como sometida, sino que la lanza a romper los esquemas que sean necesarios para poder ser libre y disfrutar de las consecuencias de sus opciones. Muchas mujeres son sometidas por los hombres de su entorno bajo lecturas distorsionadas de la Biblia o desde concepciones utilitaristas de las religiones que les hacen creer que Dios creó a las mujeres para estar sometidas a los varones. No hay nada más contrario a la verdad de salvación revelada en la persona de Jesús de Nazaret que esto. La fe te tiene que hacer libre. Libre para asumir tu propia realidad, actuar con inteligencia y asumir con valor los riesgos que resulten de lo que has optado. La fe no te puede hacer una mujer sumisa y temerosa, sino que te debe proyectar como alguien libre y valiente. ¿Cuántas situaciones que sabes que están mal tienes que soportar por no enfrentarlas y vencerlas? ¿Cuántas manifestaciones de dolor y tristeza tienes que soportar por no asumir las decisiones valientes que tu corazón te dicta? ¿Cuántas personas se aprovechan de tu cobardía para someterte y alimentar tu ser con migajas cuando tú mereces un buen alimento? No tengas miedo, ten claro que tienes que decidir y hazlo con firmeza.

Los seres que actúan con inteligencia y firmeza, asumiendo valientemente los desafíos de la vida, siempre alcanzan los objetivos propuestos. Tal vez por la crianza a muchas de ustedes, mujeres, les enseñaron a esperar, a enconcharse, a no salir de su zona de confort, a esperar que los hombres actuaran por ustedes, a necesitar siempre protección y a no poder enfrenar los problemas de la vida por sí solas, pues hoy es el día para comenzar a deconstruir esos paradigmas, a desaprender todo eso que te paraliza y no te impulsa hacia delante, a desmitificar todos esos metarrelatos que desde niña has escuchado y que no dicen la verdad. Estoy seguro de que los cuentos de hadas con sus paradigmas tan machistas les han inculcado a ustedes que tienen que ser unas niñas tiernas, débiles, necesitadas de protección, que esperan al “príncipe azul”, que las viene a librar, cuando en realidad están llamadas a ser guerreras que con inteligencia enfrentan las dificultades y las vencen. No pueden seguir esperando estar absolutamente seguras para hacer realidad las decisiones que tienen claro que deben tomar. No dejen que la historia vaya pasando con ustedes a la vera del camino, esto es, no vean pasar la vida, ustedes están llamadas a ser verdaderas protagonistas de su existencia. Den las batallas que tengan que dar y sepan que con la ayuda de Dios siempre saldrán adelante. Me impresiona que las mismas mujeres que son valientes para dar a luz, para batallar aguerridamente contra una enfermedad, para luchar como unas fieras por sus hijos, para asumir el peso de la unidad de la casa, sean las mismas que se niegan a asumir el riesgo de ser independientes, autónomas y establecer relaciones afectivas nacidas en la paridad y en la complementariedad. Ser valiente implica que asumas las consecuencias de las decisiones que has tomado. Como consecuencia de la acción de Rahab de proteger a los exploradores enviados por Josué, ella y sus familiares fueron sacados de Jericó antes de su destrucción (Josué 2,1-21; 6,17-23). Es decir, su acción valiente tiene una gran consecuencia. Su decisión de ayudar a los espías israelitas es recompensada con la protección. Normalmente, lo que se recibe es consecuencia de lo que se hace. Muchas mujeres quieren tener una gran recompensa, pero no toman las decisiones valientes que las generan. No le pidas a la vida lo que no estás dispuesta a conquistar. Asume que tu tarea, por dura que parezca, siempre trae para ti placer y alegría. Estás llamada a no darte por vencida, sino a ser una mujer auténticamente valiente. Me llama la atención que Rahab es prostituta. Y que, por la manera como se

gana la vida, no debiera estar en la genealogía de Jesús. Imagino a más de uno buscando la manera de desaparecer ese nombre de la lista de abuelas de Jesús o haciendo maromas para tratar de explicar cómo era moralmente el oficio de esta mujer. No. Simplemente es prostituta, y ya. Dios muestra que así actúa Él en los seres humanos, sin importar cuáles sean sus capacidades o limitaciones, sus taras o habilidades, sus seguridades o sus miedos. Es evidente que no está canonizando el oficio de esa mujer, pero sí está dejando claro que todos los seres humanos, sin importar lo que estén haciendo, pueden tomar decisiones que transformen su vida y los haga vivir mejor. Esto lo digo pensando en que muchas mujeres creen que Dios no actúa en ellas o no pueden ser útiles en la historia de salvación por sus opciones de vida, porque tienen defectos, porque han cometido pecados, porque no han sabido resolver con inteligencia algunas situaciones, y no hay nada más lejano a la lógica de Dios, quien siempre actúa y ayuda a aquellos que se abren a su poder, sin importar que no sean perfectos moralmente —no creo que nadie lo sea—. Tú estás llamada a ser útil al plan de Dios. No esperes ser perfecta para comunicar tu gracia a aquellos que están a tu lado. Tú eres valiosa para Dios y Él quiere actuar a través tuyo. Imagino a más de uno sufriendo porque la heroína de la conquista de Jericó es una mujer, pero aún más una prostituta. Bendito Dios, que se fija en la disponibilidad de los seres humanos de seguir su plan, y no si previamente somos perfectos según los parámetros de una mirada limitada. Ella es una mujer de fe, actúa desde su fe y por ello es bendecida por Dios. Estás invitada a actuar y a dar lo mejor de ti por la realización de tu proyecto de vida en consonancia con el plan de Dios. Sé perseverante en tu lucha y ten la certeza de que siempre puedes vencer, ya que Dios está de tu lado.

Aplicado a tu vida…

»¿Qué te aporta a tu vida la actuación de Rahab? Caracteriza su actuación en el relato. ¿Qué valores sobresalen en su perfil? »¿En qué crees? ¿Es tu creencia motor de superación? ¿Tienes una vida conforme a tu sistema de creencias?

»¿Tienes claro cuál es tu propósito? ¿Estás dispuesta a realizarlo enfrentando todas las batallas necesarias?

Rut¹², la auténtica fiel

Rut es extranjera, más precisamente, moabita. Cuando la familia de Elimelec, Nohemí y sus hijos Malón y Quilión se van a vivir a Moab, ella es desposada por Malón. Y se integra a esta familia israelita. La narración didáctica que cuenta su historia nos la presenta como alguien que se mantiene fiel a su suegra Noemí, ante la muerte de su esposo y sus hijos. Ella tiene la posibilidad de quedarse en su tierra como lo hace Orpá, pero decide, por fidelidad, regresar con su suegra a Israel. Las dos viudas regresan a Israel y Rut trabaja para ayudar a mantener a su suegra, luego se encuentra con Booz y este decide hacerla su esposa, después de escuchar hablar de ella por su gran capacidad de trabajo y darle las antiguas propiedades de Elimelec (Rut 1,1-7; 4,9, 10). Su primogénito se llamó Obed, abuelo de David, y de esta manera, aunque era gentil, Rut mereció un lugar en la genealogía del Mesías (Mateo 1,5-6). En la historia de salvación es muy llamativo que una extranjera se comporte de esta manera. Esto es, que sea fiel y que abrace la fe de su suegra. Esta mujer está en la genealogía de Jesús. No repara el evangelista Mateo en que sea extranjera y pagana. De esta manera, es un modelo de cómo Dios no discrimina a nadie, de cómo cualquiera, desde su singularidad, puede abrirse dócilmente al plan de Dios para su pueblo. Quisiera centrarme primero es su condición de extranjera que la hace una mujer diferente a todas las que están en o con Israel. Sí, ella por sus costumbres y creencias es diferente a las israelitas. Eso permite pensar en todas las mujeres que tienen características distintas a las comunes, que no caben en los clichés femeninos que se han establecido en nuestra sociedad. En la sociedad que busca homogeneizar y uniformar, por distintos medios, a todos los seres humanos, llama la atención que Rut sea presentada como modelo de virtudes, siendo extranjera. Esto implica entender que no por ser diferente estás descartada, que no por no cumplir con las características del estándar tienes que abdicar de tu posibilidad de ser una mujer feliz, que no por resaltar con tus propias cualidades estás llamada al fracaso y al aislamiento. Rut no deja de ser extranjera. Ella es

diferente y desde su diferencia participa del plan de salvación de Dios. Muchas veces te sientes inferior por ser diferente o te marginan por no tener las mismas características de la mayoría. Son muchas las mujeres que se mimetizan para ser aceptadas, que fingen para alcanzar una posición cómoda, que renuncian a lo que las caracteriza para no sobresalir. La sociedad machista está acostumbrada a establecer criterios de comportamientos femeninos y acusa, señala y aparta a las mujeres que no correspondan con esos estándares. Incluso en la comunidad eclesial, a veces tenemos la tentación de uniformar a las personas y creer que quien actúa diferente es un enemigo o alguien al que hay que excomulgar. Estoy pensando en las mujeres que han decidido no tener hijos o que no han podido tenerlos y por tal razón son miradas con cierta sospecha, son criticadas, denigradas y deben resistir el señalamiento por no responder al estándar de mujer-madre. ¿Acaso son menos mujeres? ¿Se justifica por esa razón todo tipo de críticas y de comentarios? No son pocas las mujeres que tienen que soportar la pregunta: ¿y cuándo te casas? Como expresión de la velada acusación: no eres mujer plenamente, ya que no estás casada. O la pregunta, si ya estás casada: ¿y para cuándo los hijos? Haciéndole sentir que algo no está completa en ella, porque no es madre. No son preguntas ingenuas, siempre son acusaciones e intentos de homogeneizarlo todo. También podríamos pensar en las mujeres que son exitosas profesionalmente y que no solo tienen que soportar el que a los hombres les paguen más que a ellas por hacer lo mismo, sino la soterrada crítica de que están dejando solos su hogar y su pareja. Claro, el cliché —dolorosamente, todavía muy presente en nuestra sociedad y a veces impulsado por algunas doctrinas religiosas— es que la mujer está en la casa, ella trabaja en el hogar, es la que tiene que cuidar a los niños y arreglar todo lo del hogar; y si se encuentra con una mujer ejecutiva, profesionalmente exitosa, se asume que no está haciendo lo que corresponde. Ella es diferente, pero eso no es un defecto o una pérdida, sino todo lo contrario, una oportunidad y una riqueza. Rut puede encarnar también a las que son dueñas de su proyecto de vida y poseen un índice de liderazgo alto y que no necesitan quien les diga qué tienen que hacer o quien las proteja o las provea de las herramientas que ellas requieren para vivir. Estas también son diferentes e igualmente son señaladas y atacadas por la sociedad; algunas veces por de su género, que les suplican que

actúen más sumisamente; o por “machos”, que no pueden entender que ella tenga su propia agenda, su propia voz y su propia decisión. Estas mujeres no solo a veces quedan “solas”, porque los hombres les tienen miedo y se sienten inferiores a sus aspiraciones y maneras, sino que tienen que soportar el cuestionamiento constante de todos, por no calzar en el modelo que tiene la sociedad. Se puede entender esta diferencia desde los comportamientos que no encajan en los “defectos” que la sociedad machista ha establecido como características de las mujeres, por ejemplo, cuando se asume que el hecho de ser mujer la hace ser alguien que fastidia, cela, persigue y trata de dominar a su esposo. Seguro que si tu buena autoestima, autoeficacia, salud emocional, conciencia de tus responsabilidades y respeto por el otro no te hace ser así, no tienes por qué sentirte señalada por los demás. Entre otras cosas, porque estoy seguro de que este es un imaginario cultural que no corresponde con la realidad de muchas mujeres. No des permiso para que te hagan sentir mal porque escapas a ese imaginario. No eres mala esposa porque no te comportas insegura ante tu pareja o no das muestras de que no lo amas porque no lo “fastidias”. Esos clichés hacen daño, te enferman. Tú, sé tú misma y relaciónate con tu pareja desde los valores que empujan tu vida. Luchar por la singularidad, por ser auténtica, por no imitar a nadie sino vivir lo que te caracteriza, es la ruta más rápida a la realización. Sé tú misma, es la única posibilidad que tienes de ser feliz. No trates de complacer a otros negado tu esencia. Quien te ama tendrá que dejarte ser, dejarte fluir. Debes evitar que te encasillen en uno de los clichés de la sociedad y que desde allí te manejen y te hagan ser lo que no quieres ser y debes también evitar discriminar al diferente. No dejes que las formas machistas te dominen y te hagan hablar y juzgar las actitudes de las demás mujeres desde los estándares que los medios de comunicación, las redes sociales y los grupos de dominio imponen. Deja ser y apoya que vivan en autenticidad. Tienes que aportar a construir un mundo sin machismos, sin tener que cercenarle a ninguna mujer lo que la caracteriza y la hace ser. Busca establecer relaciones donde a nadie le toque mimetizar, camuflar lo que es; relaciones donde cada uno tiene la posibilidad de expresar su esencia sin ningún reparo ni temor; relaciones donde todos se sienten aceptados y nadie es mirado con recelo por ser diferente. Esfuérzate por construir tu proyecto de vida

desde la autenticidad y no permitir que nadie intente cambiar lo que eres y quieres ser. Rut no deja de ser extranjera para estar en la genealogía de Jesús. Ella no tiene que abdicar de lo que la caracteriza como persona para responder a la invitación que Dios le hace y no se deja abrumar por las seguras presiones que recibe por ser una moabita, sino que está firme en lo que con- sidera valioso y fundamental en su existencia y en su relación con Dios y los demás. Llama la atención que la narración didáctica nos muestra que Orpá tomó la decisión de quedarse en su tierra y no acompañar a Noemí, y no hay ningún juicio contra ella por esa decisión contraria a la de Rut. Cada uno tiene la posibilidad de elegir qué quiere para su vida. Hay que evitar imponerle al otro lo que debe hacer. Respetar al otro en su libertad es una condición de posibilidad para ser realmente feliz. Nadie que manipule, imponga, presione a los otros contará realmente con el amor de la otra persona, siempre recibirá miedo como respuesta a su comportamiento. El respeto a la diferencia es fundamental para poder convivir en paz. Tenemos que esforzarnos por generar grupos humanos en los que todos se sientan valorados y reconocidos tal cual son, sin ningún temor y confiando siempre en que su ser singular y diferente al otro será bien recibido. Rut no es mejor que Orpá por tomar una decisión distinta. Son dos opciones de vida que se tienen que respetar y valorar. Cada una responde a los valores fundamentales de su proyecto. Ser diferente te tiene que hacer valorar al otro que es también es diferente. A veces, como varón, me escandaliza el comportamiento machista de algunas mujeres que hacen contra las demás lo que les duele y les maltrata que les hagan a ellas mismas. Comentarios, actitudes, señalamientos, comportamientos que reflejan más el mundo machista, que una sana sociedad. Tu solidaridad con tu género tiene que ser explícita y clara. He oído mujeres destrozar con sus comentarios a otras mujeres que no pertenecen al imaginario de belleza, de comportamiento, de oficio que ellas consideran el ideal. Tú evita ser destructora de la diferencia, posibilita y permite que todos desde su esencia puedan aportar lo que tiene para la vida. El otro elemento que quisiera reflexionar contigo del relato de Rut está

expresado en la frase que esta le dice a su suegra, Noemí: “Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios”. Es la fidelidad de esta mujer moabita a su suegra. Fidelidad que está soportada por la relación que han establecido, por la obligación que Rut tiene existencialmente con Nohemí —en términos legales, no tiene ninguna obligación de acompañarla a Israel—, por el interés de que esta, que es mayor, no esté sola, sino que encuentre en ella una ayuda para poder subsistir en su condición. Recordemos que como viudas serán personas muy pobres y sin ninguna posibilidad, ya que en esta cultura patriarcal el valor se los da a ellas el esposo o el hijo varón. Es fidelidad y solidaridad con la otra mujer en condición de carencia. No está obligada, pero aún así decide hacerlo. Es una decisión que la historia de salvación ha valorado mucho y que seguro la hace estar en la genealogía del Hijo de Dios. Esa fidelidad será acompañada de una docilidad a los consejos de Noemí, que conoce bien la cultura israelita y que la dirigirá para que puedan salir adelante. Llama la atención la relación nuera-suegra de esta narración didáctica. Mientras que en nuestra sociedad se ha satanizado ese vínculo, Rut y Noemí tienen una buena relación y muestran que eso sí es posible. No es cierto que se tengan que matar o vivir como enemigas. Se necesita madurez, sensatez, respeto y buena comunicación para que la relación, como cualquiera otra relación interpersonal, funcione. Muchos de los inconvenientes que se dan entre suegra y nuera en la actualidad obedecen a una inmadurez que les impide entender el rol que cada una tiene en la familia. Quien sabe quién es y cuál es su papel de seguro sabe relacionarse bien con el otro. Ninguna de las dos puede intentar usurpar el lugar o el rol de la otra persona, porque no solo estará manifestando que no ha entendido nada de la relación, sino que además causará problemas difíciles de resolver. Saber qué decir, cómo decirlo, en qué momento decirlo, con qué palabras y expresando qué sentimientos muestra el grado de sensatez que la persona tiene. No todos los momentos ni todos los lugares son para hablar, algunas veces habrá que hacer silencio y encontrar la oportunidad para decirlo de manera asertiva. Hay cosas que la suegra podrá decirle al hijo y no a la nuera, y claro habrá cosas que la nuera le pueda decir a su esposo pero no a la suegra. Es un ejercicio muy simple de prudencia y sensatez. Respetarse en sus roles y sus espacios es fundamental. Nadie quiere sentirse

invadido o irrespetado. Todos tienen derecho a reaccionar si sienten que la otra persona los está irrespetando con sus palabras o acciones. Tener claro cuál es el rol en la relación es básico para saber cuáles son los límites que tiene. No te metes en todo ni permites que la otra persona se meta en todo. Siempre he creído que en la relación con los familiares políticos es el familiar de sangre el que tiene que hablar y poner los límites porque, seguramente, la indisposición será menor. Como mujer, tienes que acabar con ese mito de que no te puedes entender con tu nuera o suegra, según corresponda. Eres una mujer inteligente, que se sabe comunicar y que tiene control de sus emociones y que, por lo mismo, puede establecer una relación sana y funcional con esa otra mujer que forma parte de su círculo familiar. Estoy seguro de que no todo tiene que pasar por peleas y conflictos, ustedes tienen la mirada femenina del mundo y saben cómo complementarse. Es hora de acabar con ese mito y poner de tu parte todo lo que se pueda para que esa relación sea fructífera. “Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios”. Esta frase expresa la fidelidad de Rut para con su suegra. Este valor es fundamental para las relaciones interpersonales permanentes. Nada brinda más seguridad que sentirse acompañado y respaldado por alguien que lo ama y que quiere ayudarle. Todos necesitamos sentir que las personas que son importantes para nosotros nos son fieles. Que están con nosotros para la batalla que sea y podemos contar con su ayuda. Resulta triste ver relaciones marcadas por el interés, ya que siempre serán efímeras porque efímeros son los intereses. La fidelidad de Rut se confirma en el abrazar la fe de su suegra. Rut sabe que Noemí está sola y que siendo viuda le espera una dura situación en el regreso a su tierra. Por eso decide ir con ella. Además de fidelidad, hay solidaridad. Rut es trabajadora y sabe que su fuerza y capacidad le aliviarán la situación de carencia a Noemí. Está interesada por el bienestar de su suegra. No es indiferente al destino que le espera a la mamá de su esposo muerto. Ser solidaria es fundamental para que las mujeres puedan vencer los obstáculos que este mundo machista les pone. Las mujeres tienen que apoyarse las unas a las otras en la tarea de no dejarse arrastrar por la corriente de sexismo típica de esta sociedad. El valor de la mujer está por encima de todo y debe ser defendido por todas las mujeres. Que el hecho de ser mujer no las haga enemigas, que no se vean como competidoras, sino como personas que se entienden porque pueden

ver el mundo desde lo femenino. No dejes que el nefasto dicho “no hay peor enemiga de una mujer que otra mujer” se haga realidad. Seguro habrá mujeres con las que no te entiendas y con las que tengas conflictos, pero que estos no nazcan de imaginarios machistas, de prejuicios o de indiferencias manifiestas. Tienes que luchar para que podamos tener un mundo sin machismo, en el que todos los seres humanos nos podamos relacionar desde la igualdad y desde el respeto. Esta es una lucha que se da en los espacios públicos si es necesario, pero que debe iniciarse por los espacios privados y cotidianos. Ser solidaria con las demás mujeres y fiel a tus propios valores te ayudará a ser una mujer con propósito.

Aplicado a tu vida…

»¿En qué te sientes diferente? ¿Te sientes rechazada por ser diferente? ¿Cómo enfrentas esa situación? »¿Eres solidaria con las demás mujeres? ¿Buscas establecer relaciones sanas y constructivas con ellas? ¿Te liberas de los prejuicios para conocerlas y dejarlas ser? »¿Cómo es tu relación con las mujeres de tu familia política? ¿Qué puedes hacer para mejorarlas?

Betsabé¹³, la que consigue lo que quiere

Betsabé es la esposa de Urías Heteo, un general del ejército de David. Ella es hija de Amiel (1 Crónicas 3,5). Esta mujer, según 2 Samuel 11,1 - 12,25, comete adulterio con el rey David, cuando su esposo se encuentra en el campo de batalla. El texto nos relata que David, desde la terraza de su palacio, ve a esta linda mujer bañándose y la hace traer a su alcoba y sostiene relaciones genitales con ella, esta queda embarazada y David, luego de ser informado, busca la manera de que Urías, quien es traído del campo de batalla a la ciudad real, duerma con su esposa para que pueda creer que el hijo es suyo. Urías se comporta como un hombre de bien y no se acuesta con su esposa porque cree que si sus hombres en la guerra no lo pueden hacer él tampoco debe hacerlo. Ante esta actitud de Urías de no estar con su esposa, David decide escribirle a su general Joab para que organice una situación en la que los enemigos puedan matar al general hitita. Al final así sucede y David se queda con Betsabé. La historia es truculenta y muestra la bajeza del ser humano. El rey David se muestra no solo como un adúltero, sino como un asesino, como alguien que para esconder su falla es capaz de tejer un plan que lo cubra. Llama la atención que ante la maldad del rey David se contrapone la lealtad y fidelidad de Urías a sus hombres en el campo de batalla. Lo sorprendente es ver que David y Betsabé forman parte de la historia de salvación, como dejando claro que Dios se revela también en medio de las páginas oscuras y dolorosas de la historia humana. El texto está centrado en mostrar la debilidad y el pecado de David, quien es culpable de la situación no solo por haberlo decidido libremente, sino además porque es el rey y tiene un poder que sin duda presiona a cualquiera, más a una mujer en una sociedad monárquica y patriarcal como esta. Pero siempre he pensado que no fue una casualidad que Betsabé se estuviera bañando allí, creo que ella también ha planeado esto, tanto así que va a pedir al rey que su hijo sea quien lo suceda. Insisto en que David es culpable y que nada va a atenuar su responsabilidad, pero creo que Betsabé es coprotagonista de la situación. El relato muestra luego el asesinato de Urías por orden de David y cómo luego toma a Betsabé por esposa. Natán, el profeta, le enrostrará su pecado a David y le manifiesta el castigo de Dios.

Reitero que el relato está centrado en el rey, pero creo que es fundamental para nuestra reflexión ver cómo esta es una mujer que tiene un objetivo y lo cumple. Su plan se lleva a cabo y logra lo que quiere. Su objetivo es que su hijo sea rey y para ello trabaja hasta conseguirlo, recuerden que tuvo un papel determinante en asegurar que Salomón fuera el sustituto de David, cuando Adonías pretendía reinar en lugar suyo. ¿Qué hizo? Pues estableció una alianza con Natán para conseguir que su hijo Salomón ascendiera al trono y así llegar a ser la reina madre (1 Reyes 1,5-40). Presentó a su hijo la petición de Adonías para que se le diera Abisag, concubina de David, solicitud que se interpretó como traición y redundó en la muerte de Adonías (1 Reyes 2,13-25). Todo el plan dio resultado. Es evidente que el adulterio con David es lo peor frente al compromiso de vida entre Urías y Betsabé, y que de allí no se puede señalar ninguna acción noble o virtuosa. Engañar, manipular, cometer ilícitos y aprovecharse de las emociones de los otros nunca será bueno ni recomendable para alguien que quiera vivir feliz en el desarrollo de su proyecto de vida. Eso lo vas a encontrar muchas veces y no puede ser un modelo de vida. Tú no puedes comportarte así. Tú no puedes dejar que tu fin justifique cualquier medio. Es necesario que siempre actúes a partir de unos valores que garanticen el respeto a los otros seres humanos, cuando pones tu objetivo por encima de la dignidad de los otros seres humanos tu vida se hunde en el sinsentido y terminas destruida. Por eso lo que quiero destacar no es el modo de actuar de Betsabé, sino su tenacidad para logar su objetivo, su sagacidad para encontrar el camino para realizarlo, su valentía para no amedrentarse ante las dificultades que tratarán de impedirle que alcance la meta que se ha propuesto. Es capaz de todo para lograr que su hijo sea el rey de Israel, un rey que llegará a ser el hombre más sabio reconocido por la Biblia. Insisto en que el fin no justifica los medios y no podemos presentarla como una buena mujer, pero sí podemos dejar que su tenacidad te inspire en la tarea de cumplir tus sueños. Betsabé encarna a la mujer que sabe lo que quiere y trabaja para conseguirlo. Ella no espera que caiga del cielo. Entiende que solo consiguen las metas que se han propuesto los que trabajan duro para realizarlas. Lástima sus métodos y son condenables de principio a fin, mi intención no es justificarlos. Pero nadie puede negar que tiene clara su visión en la vida. Ella quiere ser reina madre y para eso su hijo debe ser rey y luchará hasta lograrlo. ¿Cómo ser persistente en la consecución de los objetivos de vida sin dañar a nadie, sin pisotear a nadie? Esa es la cuestión que tienes que tener presente siempre. Sé clara en tu plan de vida,

sé disciplinada en realizarlo, se persistente en vencer los obstáculos que se te presenten pero nunca irrespetes, manipules, dañes, uses y perjudiques al hermano, ese será siempre el peor negocio en la vida. Toda mujer tiene que tener claro cuál es su propósito en la vida, debe saber hacia dónde quiere ir. Nadie es feliz si no sabe lo que quiere para su vida. Es necesario que haya respondido la pregunta de cómo se verá en diez años. Esa gran meta tiene que estar definida y tiene que ser clara. Esta visión no se la puede dar nadie, ni nadie la puede imponer, sino que tiene que ser elaborada por cada mujer desde la conciencia que tiene de sus capacidades y posibilidades y las circunstancias que la rodean. Muchas mujeres fracasan en la vida porque dejan que sea su pareja, su madre, sus hermanos los que establezcan esta visión y terminan luchando por lo que no quieren, y muchas veces por lo que no las realiza. Todos los días tienes que tener claro qué es lo que quieres en tu vida. Conozco mujeres que han envejecido sin saber, realmente, qué es lo que quieren hacer. No tengo que afirmar que han sido infelices, porque eso se desprende lógicamente de esa indefinición. Toda mujer debe tener conciencia de que esa visión que tiene para su futuro no se realizará por arte de magia, sino que será el resultado de la dedicación y el esfuerzo que ponga en su consecución. Tiene que saber con qué recursos cuenta para alcanzar ese propósito, debe establecer una misión —es decir, lo que tiene que hacer para lograrlo— precisa y bien planeada que le permita obtener esa realización que espera dentro de diez años. Sin la conciencia del esfuerzo que le corresponde y el plan de trabajo, esa visión puede quedarse en una quimera, en un sueño irrealizable. No esperes que otros hagan por ti esa misión, seguro podrán ser solidarios y ayudarte pero el peso primario de esa misión te corresponde a ti y nadie te puede remplazar en ello. Da la batalla con disciplina, con inteligencia, con creatividad, con perseverancia y con carácter para llegar a ver cumplido tu sueño. No te detengas por nada ni por nadie en la tarea de lograr tus sueños, porque tú eres la única que sufrirá el no haberlo alcanzado. Son muchos los que te darán consejos y opinarán de lo que debes hacer, pero eres tú la que decide qué hacer; recuerda que ninguno de ellos vivirá las consecuencias de tu fracaso. Esa es tu responsabilidad y nadie puede asumir por ti esos retos. Creo que toda mujer tiene que ser consciente de los recursos con los que cuenta para ver concretado el plan que tiene. Es importante volver a subrayar que no se

puede valorar positivamente el plan usado por Betsabé, nada que implique engaño, muerte, mentira, infidelidad puede conducir a algo bueno. Tú, como mujer, tienes que dar la batalla, pero tienes que hacerlo en medio de los valores que te da orgullo mostrar como fuerzas que te impulsan a vivir. Cuídate de creer que puedes hacer lo que sea para lograrlo, eso no es éticamente bueno y además te traerá mucho sufrimiento a ti y a los que participen en dichas acciones. Tu plan se puede realizar siempre en medio de actitudes y comportamientos éticos y coherentes con tu fe. No tienes que echar mano de lo malo. Tengo la impresión, fundada en muchas conversaciones, de que muchas mujeres son títeres de sus parejas o de sus familias y no tienen sueños propios. Otras se han vuelto un apéndice de las personas con las que viven, dejando que sean ellas las que decidan todo y, así, viviendo una vida de sombras en la que no alcanzan ningún objetivo porque no lo tienen. Recuerdo a algunas mujeres que han dependido de su esposo toda la vida y que cuando estos mueren o las dejan no saben cómo vivir y sienten que no son aptas para la vida. No faltan las que han decidido asumir mentiras y manipulaciones como sus recursos y han tenido que ver cómo se destruyen no solo sus sueños, sino también su vida misma. Nada que se construya sobre el dolor del otro nos podrá dar felicidad verdadera. Cada mujer tiene que ser dueña de su proyecto de vida y tiene que ser consciente de que lo que no haga por ella nadie lo hará. Debe quitarse de la mente cualquier idea que la haga dependiente y un apéndice de cualquier persona. Ella ha sido creada para que sea libre, autónoma y para que viva feliz. Esa debe ser su tarea diaria. Estoy seguro de que aquí hay que hacer algunos cambios en la crianza de nuestras niñas, a las cuales hay que llenar de seguridad, de fortaleza, de amor para que puedan conducir su vida de la mejor manera. Hay que enseñarles a vivir en igualdad de condiciones con los varones, sin sentirse inferiores a ellos ni creer tampoco que son superiores, sino haciendo un equipo en el que comparten y se complementan desde su singularidad y sus riquezas personales. Insisto en que Betsabé no es un modelo de vida. Sus métodos la descalifican como tal. No se puede ser modelo de vida haciendo lo malo. Tenemos que ser capaces de liberarnos de esa tendencia de irar al que ha hecho el mal porque ha conseguido unos objetivos. Una sociedad que hace de sus criminales sus héroes es una sociedad que ha perdido el norte y que no sabe qué busca en la vida. Si nuestra lectura es cierta, Betsabé representa un antimodelo de mujer.

Representa lo que toda mujer debe evitar ser. De seguro se puede valorar el que sea capaz de tener un objetivo de vida claro, así lo hemos hecho hasta ahora, pero nunca se podrán aceptar sus maneras, esas son muestras del mal. Aunque tú decidas no ser una Betsabé, tendrás que ser consciente de que te encontrarás con no pocas de ellas en tu camino. Y tendrás que enfrentarlas, no puedes ser una ficha en su tablero de juego. Muchas mujeres en tu vida, aprovechando la solidaridad de género, tratarán de volverte su marioneta para realizar sus planes y debes ser fuerte y clara para mostrar tu autodeterminación, tu independencia. Dios te hizo libre y esa debe ser una de las condiciones de tu proyecto de vida, vivir en libertad. Si Betsabé es un antimodelo, ¿por qué está en la genealogía de Jesús? No es fácil explicar esto desde nuestra moral, ya que alguno podría pensar que se están validando sus maneras de actuar y no es ese el objetivo. Lo que el relato quiere mostrarnos es cómo Dios actúa incluso en medio en la miseria humana, cómo Dios es capaz de mostrar su poder también en lo torcido de corazón, Él es capaz de sacar algo maravilloso —como la sabiduría de Salomón, hijo de Betsabé— de un plan siniestro como el de esta mujer y David. El texto no está escrito para validar las acciones de Betsabé, sino para mostrar el poder de Dios que actúa en toda la dimensión humana. Me gustaría hacer otra lectura totalmente independiente de la anterior. Una que ya no se centre en Betsabé y muestre lo que muchos seres humanos somos capaces de hacer por lograr nuestros objetivos, sino en la acción de David que, dolorosamente, también retrata las acciones que le suceden a nuestras mujeres a diario. La historia también puede ser leída como un aprovechamiento que hace David de su poder de varón —en esa sociedad patriarcal— o de rey poderoso, y eso nos pone ante una de las realidades más desafortunadas de la vida de las mujeres y es el dominio que quieren ejercer los hombres sobre ellas. Muchos son los hombres que, valiéndose de su estatus, su rol, su poder, su riqueza, abusan de las mujeres que están alrededor, haciéndolas sufrir y denigrando su dignidad. Dolorosamente, son muchos los casos que se presentan y que terminan siendo invisibles a la sociedad, porque esta o simplemente no los quiere ver o son tan sutiles que solo ellas lo experimentan. Tenemos una sociedad que de cierta forma apoya estos comportamientos, ya que no los censura con firmeza, sino que trata de justificarlos en las acciones femeninas. En esto hay que ser rotundo, nada

justifica el abuso contra una mujer. No se le puede hacer el juego a ninguna de esas perversas interpretaciones que quieren dar a entender que la víctima es de alguna manera responsable. Si es un abuso, no hay ninguna posibilidad sana de hacer ver a la mujer como un culpable. Eso solo demuestra insania por parte de nuestra sociedad, que quiere justificar al “macho” de cualquier manera. Hablando con amigas, me encuentro con situaciones indignas donde tienen que soportar “insultos” vestidos de piropos, que lo único que hacen es herir profundamente su autoestima, de manoseos y tocamientos irrespetuosos y morbosos, de violencia física y sexual, de comentarios sexistas que desprecian su ser y de marginación de los espacios de poder, por considerarlas débiles. No falta el jefe que se aprovecha de su rol para propasarse de palabra y de hechos con la mujer. Son situaciones más frecuentes de lo que imaginamos y creemos, en una sociedad que siempre ve en la mujer una culpable, como si el mito de Eva las hubiera condenado a ser culpables hasta que no demuestren lo contrario. Todo eso se debe a un mundo que cree que los “machos” son mejores, más fuertes y más inteligentes, y que considera que la mujer es un ser inferior que tiene que estar sometida a los hombres y que tiene que aprender a ser feliz en medio de esas situaciones. Todavía me avergüenza cuando escucho a alguien justificar en el modo en el que estaba vestida la mujer o la manera como baila el ataque sexual de un depredador. Estoy seguro de que así como es un criminal el que ha cometido la acción, también lo es quien la justifica. Esto es lo que tenemos que erradicar de este mundo. Necesitamos un mundo en el que ser mujer no significa objeto sexual, ni debilidad, ni fuente de tentación, ni esclava, sino compañera de camino con igual dignidad y oportunidades. Betsabé, en cuanto a los métodos, es un ejemplo de lo que no se puede hacer; en la manera de tener una meta clara y definida, es una demostración de hasta dónde puede llegar una mujer convencida de lo que quiere. Imaginemos que sus propósitos hubieran sido superiores a ella misma, que hubieran estado al servicio de alguien más, ¿qué la hubiera podido detener? Ella sería luego la madre del rey, como lo soñó y para lo cual trabajó. Y su historia es la demostración de que nuestro Dios es capaz de tomar los más crueles errores y de ellos sacar algo que sea útil para muchas personas. Su misericordia y su sabiduría son capaces de corregir en el futuro las grandes equivocaciones de nuestro pasado: todo esto puede inspirarte a tomar mejores decisiones para conseguir tus intereses y defender tu propia causa.

Aplicado a tu vida…

»¿Cuál es el objetivo de tu vida? ¿Cómo lo vas a realizar? ¿Con qué recursos cuentas? »¿Eres consciente de las batallas que tienes que dar para alcanzar tus sueños? ¿Estás dispuesta a no rendirte y a insistir en la lucha por realizar tus planes? »¿Estás dispuesta a no dejar que nadie abuse de ti y a usar las armas legales para hacer castigar al que lo intente hacer?

Las cuatro mujeres de esta genealogía no solo son arquetipos de justicia, fe, fidelidad y firmeza, sino que además son la oportunidad para que quien conozca sus historias tenga una actitud de respeto, de reconocimiento de su dignidad, de trato equitativo, frente a las mujeres y su rol en la sociedad. No deja de ser extraño y llamativo que aún en medio de una sociedad patriarcal, como la del pueblo de Israel, estas mujeres sean presentadas como abuelas de Jesús. Mujeres que vistas desde el prisma de la moral de hoy nos generarían muchos interrogantes y preocupaciones. Espero que conocer las características que el relato le da a cada una de ellas y leer las reflexiones que sus comportamientos nos generan te ayuden a ser más dueña de tu proyecto de vida y a ser una mujer con propósito. Habría otras mujeres que nos permitirían reflexionar (Débora, Judith, María, Lidia, etc.), pero he querido elegir estas cuatro de la genealogía de Mateo para que te inspiren desde realidades no perfectas, no santas, no paradigmáticas, a dar lo mejor de ti en cada situación y lograr ser feliz en medio de las situaciones que vives. Espero que cada personaje de estos te genere preguntas y te mueva a actuar de una manera sensata y madura.

Preguntas para reflexionar

¿En qué talentos personales, experiencias vividas y personas puedes apoyarte para cumplir tus sueños?

¿Eres una mujer valiente que enfrenta las dificultades sabiendo que en ellas puedes crecer? ¿Tienes claro qué es lo que quieres en tu vida?

Tareas

Esfuérzate por tener claro cuál es el objetivo de tu vida.

Genera relaciones que te ayuden a conquistar tus objetivos.

No dejes que tus miedos te paralicen, lucha por sobreponerte a las dificultades y lograr tus metas.

Oración

Señor mío y Dios mío,

Que las lecciones de estas mujeres de tu Biblia me hagan entender que no puedo desfallecer ante las dificultades que experimento en la vida, que debo tener claro cuáles son los objetivos de mi existencia y luchar por ellos con todas las fuerzas de mi ser. No dejes que nada me haga creer que estoy derrotada y frustrada. Cuento con tu ayuda para seguir sintiendo que puedo vencer. Confío en Ti y creo en tu poder. Te amo, mi Señor.

Amén.

9 Tamar, en hebreo, significa “palmera”. Sin duda, ya ese nombre nos da una perspectiva para comprenderla como aquella que es capaz de capotear los vientos que la van a estremecer. 10 La ley del levirato, que consistía en que si fallecía un hombre sin dejar simiente, su hermano siguiente debía tomar a la viuda para suscitar descendencia a su hermano (Levítico 25, 5–10). 11 Rajab, en hebreo, significa “amplia”, “ancha”. 12 Ruth, en hebreo, significa “compañera fiel”. 13 Betsabé, en hebreo, significa “la séptima hija” o la “hija del juramento”.

Capítulo 5

Claves de independencia femenina

Somos los creadores de los mundos en los que vivimos. Si a nuestro alrededor hay injusticia, dolor o miedo, es porque juntos hemos ido construyendo esa realidad y nos hemos ido acomodando en ella. Si a nuestro lado nos percibimos sumergidos en una cultura insípida o superficial, no es porque hayamos sido condenados a ella desde fuera, ha sido nuestro invento. Si hoy tenemos junto a nosotros una impresionante cantidad de creaciones tecnológicas que han cambiado nuestra manera de interactuar con los demás y con la realidad que vivimos, no es por accidente ni como fruto del destino, sino como consecuencia de la genialidad de algunas personas y de nuestra adaptación a lo que nos propusieron y se fue convirtiendo en un modo de vivir. Si tenemos un mundo que persiste en cierta irracional superioridad del varón sobre la mujer no es porque tal superioridad sea real, sino porque es real la persistencia y porque no hemos sido del todo capaces de encontrar los caminos para superarla o de apoyar seriamente a quienes han ido encontrando esos caminos. Estamos en un momento de la historia en el que los avances hacia un mundo sin machismo deben ser contundentes, y no es posible que nos permitamos dar pasos hacia atrás. Es hora de que todos, o al menos muchos, pasando primero por el necesario filtro de reconocer nuestros propios errores pasados cometidos desde una orilla machista, seamos capaces de decir “¡No más!” a todas las formas en las que las mujeres son vulneradas o marginadas, por el solo hecho de ser mujeres. A continuación comparto algunas de las pautas que considero fundamentales para que tú, desde tu condición de mujer, puedas tomar acciones concretas que te permitan experimentarte como mujer plenamente, encontrar sentido a tu vida, trazar tu proyecto de vida y vivirlo día a día.

Mujer, tú ya estás completa

Todas las mujeres tienen que entenderse como seres completos. No necesitan a nadie que las complete. Dios las ha creado capaces de ser felices por ustedes mismas. No es verdad que sin un hombre a su lado ustedes son seres incompletos y necesitados. Una mujer sola está capacitada, naturalmente, como cualquier varón, para ser feliz, para construir su propio proyecto y aportarle al mundo toda su singularidad. Quien no pueda ser feliz sola no podrá serlo con nadie. No todas las personas están obligadas a tener una pareja bajo cualquier circunstancia. No se tiene que mendigar compañía como si estar sola fuera una desgracia o vivir en un infierno. Su relación con los varones tiene que nacer de la conciencia de lo que son y pueden aportar. Nunca creyéndose inferiores o necesitadas. Ustedes tienen características que las hacen ser únicas e irrepetibles, no pueden dejar que nadie las desprecie o ponga en duda su dignidad. A diario tienen que autoafirmarse —como todo ser humano— en su identidad, en lo que las hace ser mujeres alejándose de la tendencia de una sociedad que las mira como una oferta comercial. Desde lecturas literalistas de la Biblia —insisto en esto— que no hacen justicia al contexto de la revelación de Dios, se cree que la mujer tiene que ser esclava del varón, olvidando que Dios no hace seres incompletos ni somete a unos bajo otros. Cualquier texto que de manera literal dé a entender algo semejante debe ser leído dentro de las reglas de una lectura crítica de la Biblia y desde la acción de Jesús para encontrar su verdadero sentido o su lugar en el sentido pleno de la revelación bíblica. Dios nos quiere a todos como hermanos, tratándonos desde la conciencia de una dignidad igual. Toda manifestación machista que quiera reducir el valor de la mujer y entenderla como un ser incompleto tiene que ser rechazada. No puedes caer en la trampa de considerarte un apéndice de otro, ni generar lazos de codependencia que no te permitan realizarte con autonomía; ni tampoco puedes hacer que tu proyecto de vida dependa de la presencia de alguien más. Me encuentro seguidamente con mujeres que viven en relaciones indeseables, pero indisolubles, esto es, relaciones interpersonales que no les proporcionan las condiciones necesarias para ser felices, pero de las que les cuesta mucho desligarse por diversos motivos. Realizarte como una mujer

completa debe llevarte a la independencia, a la autonomía, a la autosuficiencia; a saberte dotada de lo necesario para conquistar el mundo realizando tus sueños. No dejes que ninguna posición matizada por el machismo te haga dudar de tu completitud y te someta a situación alguna de discriminación.

Eres tierna y eres fuerte

La ternura propia de la feminidad —y seguro en el varón también hay mucha— no es signo de debilidad. La mujer no puede sentirse débil y frágil por no tener la misma constitución física de los hombres. Su fortaleza radica en la manera persistente de luchar por sus objetivos y de enfrentar sin miedo las situaciones adversas de la existencia. No tienen por qué renunciar a su feminidad para parecer fuertes, pero tampoco pueden dejar que las arrolle la fuerza física de los varones. No aceptar ningún desprecio por la diferencia en su estructura física, no dejar que las relaciones con los varones se manejen desde el miedo ni la manipulación e imposición nacida de la mayor fuerza física. Comprender que su ternura tiene el poder de transformar realidades y generar nuevas posibilidades. Ser tierna da la posibilidad de reparar (una de las dimensiones más difíciles en las relaciones), de transformar sin violencia, sin imposición, sin doblegar al otro, de crear nuevas dimensiones de las relaciones porque permite que nos abramos a lo nuevo sin sentirnos invadidos o señalados. La ternura es un poder infinito. Ser una mujer tierna es comprender el mundo desde lógicas bien diferentes a las de la violencia y la manipulación. Su ternura no la priva, sino, al contrario, la potencia para enfrentar las situaciones de la vida y gestar procesos que permitan un crecimiento personal y social. No es cierto que por ser tiernas son inaptas para enfrentar la vida. No se puede aceptar que llamar a las mujeres como tiernas sea una manera de decirles débiles, frágiles y de creer que no están cualificadas para defender sus derechos y consolidar sus procesos. Algunas manifestaciones de la llamada “caballerosidad” son solo sexismos cubiertos de buenos modales. A veces abrir la puerta del carro a la mujer es valorarla, pero ese mismo gesto, en ocasiones, denota verla incapaz de hacerlo por sí misma; la verdadera caballerosidad deja ser a la mujer en todas sus potencialidades, la acompaña sin cercenarle nada, la reconoce y respeta como un par, la crítica con la asertividad que las relaciones humanas exigen. Reducirla a acciones de halago, por su ternura, termina siendo más una herramienta de dominación. Compararla poéticamente con las flores y destacar su ternura sin reconocer toda la fortaleza que hay en ella es lindo, pero de alguna manera está reduciendo todo su valioso potencial a una cualidad importante pero no la más determinante. No dejes que

todo se reduzca a tu ternura. Eres tierna pero fuerte. Eres tierna pero tienes las posibilidades para superar todas las dificultades. Tu ternura no te inhabilita ni te hace depender.

Eres bella y eres hábil

Valorar a las mujeres por la simetría de su rostro, por el color de sus ojos, por la expresión estética de su ser no está mal, pero no puede ser lo único ni lo determinante a la hora de valorarla. Vivimos en una sociedad que hizo de la estética corporal el criterio absoluto para calificar el comportamiento de las mujeres; en esta sociedad comercial se vendió la idea de que para cambiar la vida había que cambiar el cuerpo, entonces muchas mujeres se focalizaron en reestructurar su apariencia física, por presiones psicológicas internas o externas, considerando que un cambio corporal cambiaría inmediatamente la opinión personal que tenían acerca de ellas mismas. Es una trampa que no solo ha distorsionado las relaciones con las mujeres, sino que ha generado una tendencia que hace depender la autoestima de estar fit o no. Sin duda, la estética corporal es un valor y se contempla con placer y alegría, pero la realidad humana es mucho más amplia y variopinta. He conocido a mujeres cuya estética ha sido el principal obstáculo para realizarse como seres humanos, porque han dejado que solo se les vea eso y nada más. Ser fit no es lo más importante. Es obvio, que todos nos tenemos que cuidar y ser sanos físicamente —no solo las mujeres, nosotros también— pero no basta con eso para ser felices. Sin proyecto de vida coherente, sin habilidades sociales que permitan buenas relaciones interpersonales, sin capacidad crítica para reformular las situaciones, sin una buena autoestima y autoeficacia, sin un gran autoconocimiento, etc., no vale para mucho ser estético. La belleza no solo está compuesta por la estética corporal, la belleza incluye todas las características que mencioné arriba, la belleza implica una serie de características que nos hace contemplar a las mujeres sin reducirlas a su estética física. Las mujeres no pueden dejar que se les valore por lo que pueden exhibir —realmente, ningún ser humano ha sido creado para eso—. Niégate a ser un adorno. Reconoce todo lo que tienes en tu ser, todas tus posibilidades, todas tus capacidades, todas tus habilidades y vive desde ellas. Ten una mirada en conjunto de lo que eres. No dejes que ningún ser humano te haga creer que vales solo por tu dimensión estética. Eres bella y eso no está supeditado a coincidir con los estereotipos estéticos que nos venden cada día.

Tampoco es cierto que tu única gran fortaleza está en tu capacidad de hacer que algo luzca bien ordenado y limpio. Es cierto que puedes centrarte en los detalles y ordenar de la mejor manera las cosas, es cierto que te gusta encontrar la dimensión romántica y sublime de las realidades cotidianas, es cierto que las caricias son un muy buen lenguaje de expresión para ti, pero eso no significa que sirves para eso y nada más, que eso es lo único que puedes aportar a la sociedad. Belleza es armonía, lo cual implica ser posibilidad de unidad, de convivencia, de sumarse sinérgicamente en medio de las diferencias normales. La mujer es proclive a generar una composición armónica de los espacios y de las relaciones. Eres tu capacidad estética pero también eres practicidad, ubicación espacial, posibilidad de aglutinar y juntar a las personas que amas y que son importantes en tu vida, y este conjunto de aptitudes y actitudes te hacen bella.

Eres intuitiva y eres racional

La intuición se ha entendido como una característica mayoritariamente femenina, entiendo la intuición como esa capacidad de captar el sentido de la realidad de un solo golpe, y no como consecuencia del devaneo procesual de un ejercicio racional. Por eso en ocasiones se tiene claro el sentido, e incluso la certeza de este, aunque no se puede sostener y explicar con argumentos. Aquí el énfasis está en comprender la totalidad de la realidad sin entrar en la separación de cada elemento y dimensión, hecho que siempre corre el riesgo de ser reduccionista. No se trata simplemente de entender la relación de causalidad entre los elementos que conforman esa situación, sino verlos todos de manera sistémica y de un solo golpe en las múltiples relaciones posibles entre ellos. Las mujeres son muy intuitivas. Son capaces de captar lo que los varones que están a su alrededor no han podido. Por eso muchas veces la esposa, la madre, la hermana, la amiga son capaces de ver que una amistad, un negocio, una decisión, no convienen y nos lo hacen saber pero no pueden explicar exactamente porque no son buenas posibilidades para nosotros. Es una manera de conocimiento válida y legítima que nada tiene que envidiar a la racional. No se puede despreciar ni absolutizar. Se debe complementar con lo racional. Lo importante es no dejar que la sociedad las entienda únicamente como intuitivas y las margine de los espacios racionales. No hay todavía investigaciones científicas lo suficientemente desarrolladas que puedan explicar la intuición femenina, no tenemos los argumentos para decir con certeza cómo se produce la intuición en las mujeres, ni las partes del cerebro que intervienen en tal actividad. Parece más un tema de adaptación cultural, tiene que ver más con el componente histórico y evolutivo. Son dos los contextos sociohistóricos que les han permitido a las mujeres desarrollar más su intuición. Por un lado, está el aspecto maternal; las mujeres han desarrollado la intuición para lograr una conexión más precisa para la supervivencia de sus hijos, la madre necesita entender lo que pide un niño que no puede hablar, estableciendo así una conexión especial con su hijo que le permite comprender las señales que

este envía. De esta forma, se considera que las mujeres han adquirido la capacidad atávica de la intuición, que las hace idóneas para conectar con una persona diferente a sí mismas. Por otra parte, encontramos la idea del poder o la falta de este en toda la situación de exclusión en la que se ha visto envuelta la mujer en las diferentes culturas durante su proceso de socialización. Los seres humanos tenemos o con dos agentes de socialización durante nuestro desarrollo. El primero es la familia, e históricamente en muchas culturas la mujer ha estado ausente en el ejercicio del poder dentro de ellas, las decisiones fundamentales comúnmente eran una tarea privilegiada del varón, la mujer solo se entendía dentro de la familia como una ejecutora de las decisiones, ya sea en su rol de hija o esposa. El otro agente de socialización lo compone un grupo de individuos o entes con los que la mujer, en este caso, interacciona; tales como la escuela, la religión, el trabajo, etc. Durante muchos años la mujer, inserta en esos dos agentes de socialización, dependía de la figura masculina como el sexo fuerte y detentor del poder para que la protegiera, la escogiera en matrimonio o le diera un estatus en la sociedad; de esta manera la mujer, con pocas posibilidades de participar directamente en la reproducción de la sociedad y al no tener un rol determinante en ella, debía analizar y leer las características de los dueños del poder para lograr en algún momento intervenir en las situaciones o para sobrevivir. Por eso desarrollar esa capacidad de comprender la realidad más allá de los fríos razonamientos y tener una visión más total tiene que ser desarrollada y trabajada, no se puede abdicar de ella. Sentir, conectarse, sintonizarse con los otros seres humanos y con lo que pasa con ellos es una ganancia que no se puede despreciar. El mundo femenino, además de ser racional como ninguno, es proclive a esa intuición, a esa conexión que le hace establecer relaciones más profundas, más integrales, más cálidas y más apasionadas que cualquier otra forma de conocimiento. Negarse a dejar que esta dimensión sea despreciada e intente ser cercenada de la sociedad y del ser individual es una expresión antimachista. Impedir que esta manera de captar el sentido sea reducido solo a algo informal y no se tenga en cuenta en la construcción de los proyectos sociales es una manera de afirmar la feminidad como una posibilidad de realización. Aquí se da una relación con la emocionalidad. Que tampoco puede verse como un defecto o una tara. Ser emocionales reporta una gran cantidad de posibilidades que hay que tener presente para valorar adecuadamente tu ser femenino. Ella posibilita firmeza, empatía, comprensión y autenticidad.

Acciones para enfrentar el machismo

El amor y las relaciones han evolucionado de forma muy drástica con los cambios de la época. No era lo mismo un matrimonio de la realeza en el siglo xi que una relación que comienza por Internet en el siglo xxi. Se hablaba distinto, se cortejaba distinto, se interpretaban los gestos del otro con otra clave de lectura, y se amaba distinto. No sabemos cómo serán las relaciones en el siglo xxii, pero con seguridad tendrán rasgos radicalmente diferentes a las de hoy, pues muchos de los viejos estereotipos sobre la relación entre hombres y mujeres estarán pasando al olvido. La idea de que para una mujer no es posible la vida sin un hombre, la necesidad del macho proveedor, del caballero al rescate, la damisela en problemas, que, si bien parecen viejas leyendas de los cuentos medievales, siguieron siendo durante mucho tiempo los elementos principales de las historias de amor, de los cuentos de princesas, de los relatos idealizados de muchas mujeres respecto a lo que esperan vivir en el amor. He repetido hasta la saciedad que llevo mucho tiempo escuchando personas, particularmente mujeres, que suelen ser multitud en las iglesias mientras que los hombres lo somos en los estadios, y aunque no sea el único tema es bastante probable que este sea el más frecuente en sus crisis y preocupaciones: la relación con los hombres. No me interesa hablar sobre las relaciones de pareja, me he ocupado ampliamente de eso en otros libros, pero sí de la forma como los esquemas de relación con los hombres determinan muchas de las maneras de asumir la vida de buena parte de las mujeres. Los dramas aquellos de Corín Tellado y de las telenovelas latinoamericanas parecen haber hecho mucha más mella incluso que los cuentos de hadas en el imaginario de las mujeres sobre lo que son o deben ser en su vida los hombres y, por tanto, de lo que deben ser ellas mismas en su vida, pues, como les decía, buena parte de sus preocupaciones y crisis tienen que ver con esas relaciones. En ese mundo del que todavía no logramos despedirnos del todo en el que las mujeres tenían como propósito en la vida conseguir un buen partido, hacerse a un matrimonio digno con un hombre capaz de cuidarla, protegerla y proveerla de todo lo necesario, la vida de la mujer giraba bastante alrededor de estar preparada para ser cuidada, protegida y proveída. Una preparación que no

necesariamente implicaba muchos desafíos existenciales, aunque implicara unas enormes cantidades de tolerancia, abnegación y virtudes que en su momento terminaban siendo sumamente prácticas y valiosas, y que aunque ya no valoremos de la misma manera hicieron posible que nuestras familias tuvieran un futuro. Los relatos han cambiado, seguramente porque han cambiado las ideas de la cultura, o tal vez cambiaron las ideas cuando empezaron a cambiar los relatos. De la damisela encerrada en la torre que espera a que su príncipe se deshaga del dragón y la rescate de su encierro, pasamos a una Hermione que rescata a Harry Potter y a su amigo Ron liberando un dragón, domándolo y huyendo con él del calabozo en el que estaban encerrados, una escena maravillosa de la saga. De la mujer hacendosa y dispuesta a cumplir las expectativas de sus antepasados y de la sociedad, que difícilmente se sale de los patrones de la tradición y cuando lo hace se resigna a un castigo merecido, pasamos a la audacia y la intrepidez de Tris, que renuncia a pertenecer a una determinada facción y que es capaz de desafiar todo su entorno porque sabe que puede ser mucho más de lo que le digan, y que los demás también. De la chica que viene de abajo y que logra enamorar al hombre rico y llegar a ser la señora de la casa, pasamos a Katniss, la misma chica que viene de abajo y que desde sus habilidades y su irreverencia se convierte en el símbolo de una revolución de todo un pueblo contra una tiranía de señores opulentos. De la chica en peligro rescatada por el superhéroe varón del que se enamora instantánea y perdidamente, pasamos a la Rey que despierta la fuerza y que desafía al villano del lado oscuro mirándolo a los ojos. Sí, me encanta el cine, y me asombran esos personajes femeninos que distan tanto de esos viejos estereotipos. Creo en ese cambio porque creo en la libertad. Creo en la libertad de los seres humanos en todas las circunstancias y en la búsqueda de libertad de todas las poblaciones que alguna vez la hayan visto amenazada. Creo en las conquistas que han logrado las mujeres, que hoy viven valientemente en países que no han sido diseñados ni pensados para ellas, que se desenvuelven de manera muy entusiasta en sociedades que no necesariamente las tienen en cuenta ni respetan esa misma búsqueda. Sé que en todas las reivindicaciones de derechos se pueden cometer excesos, se pueden desviar las cosas y cometer errores, nadie podría saber cómo es el camino a la libertad antes de recorrerlo y equivocarse al hacerlo; como dice también otra película, Los agentes del destino: “El libre albedrío es un don que solamente aprendemos a usar cuando luchamos por él”. Esa libertad tiene que ver con temas sociales, políticos, religiosos, pero creo que

tiene que ver mucho más con lo personal, con lo interior, con la manera de entender la propia vida, el propio papel en el mundo, el propio protagonismo en la historia. La existencia de cada mujer es una única oportunidad que merece ser aprovechada con total autonomía. Con autodeterminación. Quiero exponerles algunas de las líneas que considero que son relevantes al pensar en una vida libre e independiente, una vida no referenciada en las reglas que ha impuesto lo masculino para permanecer al mando. No porque crea que necesariamente deben tomar las mujeres el mando, sino porque creo profundamente que cada persona debe estar al mando de su propia existencia, y que juntos podamos construir de manera equitativa una sociedad que lo permita y lo promueva sin que nadie tenga que vivir con miedo de ser vulnerado ni menospreciado por otra persona.

Reconoce y ocupa tu lugar

Nuestra vida es demasiado corta como para vivirla agachados, cabizbajos, invisibles. No hemos nacido para ser los extras de la historia que otros protagonizan. No estamos aquí solo para cumplir funciones relacionadas con la felicidad de otros. Detente, respira, mira a tu alrededor y especialmente mira dentro de ti, la mujer que eres, la mujer que quieres ser, la mujer que sabes que serás. Intenta concentrarte en ti misma por un tiempo, no porque las personas de tu vida no sean importantes, sino precisamente porque lo son y merecen tu mejor parte, tu mejor versión. Más allá de todas las funciones, tareas, obligaciones y responsabilidades; más allá de lo que piensan los demás de ti, incluso esos que son vitales en tu cotidianidad, más allá de todo estás tú, con tus anhelos, con tus intenciones, con tus sueños, con tus frustraciones, con tus ideas sobre la vida, con tus recuerdos. Eres todo eso y eres mucho más que eso. Eres tú. Una mujer que no puede reducirse a una opinión ajena, ni a una expectativa, ni a un rol. Tal vez seas mamá y eso es grandioso, pero eres mucho más que mamá. Tal vez seas esposa y eso es fantástico, pero eres mucho más que esposa. Tu vida es más que una suma de piezas de distintos papeles que interpretas; es una oportunidad extraordinaria para realizarte, llevarte a la plenitud, ser feliz. En eso consiste reconocer el propio lugar, en que tomes conciencia de la importancia que debes ocupar en tu vida, en tus decisiones, en tus actos. No es sano dejarse de lado y marginarse al punto de que se descuiden todas las oportunidades de crecer, mientras se hace todo el esfuerzo en darle posibilidades a los demás. Parece un gesto noble, incluso un sacrificio de amor, pero en realidad es una negación de la propia vida, de la propia responsabilidad con la historia, en la que somos protagonistas únicamente de nuestro propio caminar, así por momentos tengamos roles definitivos en la vida de otros.

Toma tus decisiones con autonomía

Si tu primera reacción a este título es “ya lo hago”, puedes pasar al siguiente punto. Si tu reacción es “¿será que lo estoy haciendo?” o “quisiera algún día hacerlo”, continúa. Entiendo la autonomía como tener la última palabra y la primera acción sobre cada una de las cosas que hacemos. Escucho opiniones, valoro consejos, entiendo razones de otros para sugerirme esto o aquello, pero la decisión final es mía, la elección recae esencial y exclusivamente en mí. Y cuando decido algo, cuando elijo, no me quedo esperando a que otros hagan las cosas, a que otros muevan la primera ficha o den el primer paso, sino que con responsabilidad tomo cartas en el asunto y doy el primer paso. La autonomía va mucho más allá de simplemente hacer lo que me da la gana. Especialmente porque no hay nada más autónomo que resistirse a ciertos impulsos o caprichos por las grandes y determinantes elecciones que hemos hecho. Hay mucha más libertad en la coherencia que en la impulsividad. Por eso te invito a que consideres seriamente quién tiene en sus manos el timón de tu existencia, quién lleva las riendas. ¿Realmente tú en tus cinco sentidos y con todos tus cabales habrías tomado todas estas decisiones y habrías elegido este camino? Tal vez sí, tal vez no, solo lo sabes en lo interno de tu propia confrontación. Es más usual de lo que nos gusta reconocer que el camino sea trazado por otros y, lamentablemente en el caso de las mujeres, muchas veces sus destinos han sido trazados por otros, a veces padres, compañeros de vida, incluso jefes, que aun cuando hayan tenido las mejores intenciones, o la disposición a ayudar y evitar tropiezos y sufrimientos desde su perspectiva, amputaron, al menos temporalmente, el precioso regalo de la independencia. Siempre será más sencillo entregarles el destino a otros, darles las llaves para que conduzcan nuestra vida. Ser independiente tiene unas implicaciones en la forma de tomar, asumir y vivir las decisiones que pueden llegar a ser desgastantes, pero renunciar a la dependencia, a tener siempre que preguntar por lo que te implica directamente a ti, tener que es- perar una señal, una palabra, un movimiento de otro para poder saber qué va a pasar contigo no solo es desgastante, sino que asfixia. Es tiempo de que las cosas esenciales de tu vida

recaigan sobre ti y casi que exclusivamente sobre ti. Que las normas bajo las que se rigen tu manera de vivir, de construir relaciones o interactuar con otros, de istrar tu tiempo, tus talentos, tus recursos, sean escritas y puestas a prueba por ti. Vivimos con otros, claro, nadie es completamente dueño de sí mismo en la medida en la que vamos a tener que asumir ciertas convenciones sociales para poder estar juntos y estar en paz, eso pasa tanto en las grandes sociedades como en las pequeñas relaciones entre dos. Pero tu vida es tuya, y ser mujer no puede nunca más ser una excusa para que sean otros los que decidan por ti, o para que te quedes detrás de la realidad esperando que sean los otros los que hagan las cosas para saber por dónde ir.

Hazte responsable de ti

Los esquemas machistas no están presentes exclusivamente en los varones. Detrás de no pocas viejas y muy aceptadas costumbres, ancladas en los comportamientos y formas de ver la vida de muchas mujeres, está latente ese machismo duro que las menosprecia y las minimiza. Cuando una mujer renuncia a la posibilidad de hacerse cargo de sí misma, de responsabilizarse por sus necesidades, proyectos, gustos, deseos, en todos y cada uno de los campos de la vida y descarga esa posibilidad en alguien más, sobre todo si ese alguien es un varón que difícilmente le reconoce sus capacidades y potencial, está perpetuando una forma de sexismo que hace mucho debió desaparecer de nuestro planeta. Entiendo que existen distintos acuerdos en las familias, especialmente en la vida de pareja, y que muchas veces en medio de esos acuerdos alguien se hace cargo de la consecución del dinero y la otra persona, del sostenimiento del hogar. Entendamos que incluso ese es un buen acuerdo si se ha llegado a él como fruto de una decisión autónoma de ambas partes. Pero ese es un acuerdo que solo funciona de manera humana y justa si los dos reconocen que lo que hace el otro es igual de valioso. Igual de indispensable para el futuro de ambos. De lo contrario, hay desbalance y desaparece la igualdad, y ninguna relación desigual puede ser plenamente realizadora para nadie. Soy un hombre creyente y confío en mi Dios por encima de cualquier otra confianza, pero tengo claro que si quiero algo en mi vida debo trabajar por ello, y una vez conseguido debo cuidarlo y hacerlo crecer. De eso también creo que se trata la independencia. Superar el machismo implica que cada mujer sepa que tiene la capacidad, el talento y la inteligencia para hacerse cargo de sí misma, para salir adelante sin dependencias, sin buscar una estabilidad proveída por alguien más. Que cada mujer sepa que sus sueños no dependen de las decisiones de otros, que sus gustos no tienen que ser necesariamente complacidos por alguien más, sino que ella misma puede ser la fuerza que sostiene todo su proyecto porque ella es suficiente y está completa.

Hombre y mujer: la ley de la complementariedad

No puedes aceptar, mujer, ninguna manifestación machista que quiera negarte la firmeza que nace de tu estructura emocional. Eres fuerte y firme, y aportas a las relaciones una fortaleza que no siempre está presente en la virilidad. Una mujer que asume su condición emocional, que maneja bien sus emociones, que no tiene miedo de sentir y expresar lo que siente establece una buena conexión con las personas con las que interactúa. La empatía es posible para aquel que gestiona bien sus emociones desde la aceptación, el control y el aprovechamiento de ellas para la realización del proyecto personal. Las mujeres hacen una conexión especial por su apertura al sentir del otro, no se niegan la posibilidad de encontrarse con las manifestaciones emocionales de las otras personas, no hay un juicio que implique subvalorarlas o despreciarlas. Cuando alguien no se siente juzgado ni señalado por lo que siente, abre su corazón y se conecta más fácilmente con las personas. Todos los seres humanos pueden hacer empatía con los demás según el índice de inteligencia emocional que tengan, pero desde la constitución femenina, y seguro desde la influencia cultural, ha habido en las mujeres una propensión a ello, que debe ser valorada y respetada. Nadie puede creer que esta capacidad de empatía es una debilidad. Ninguna mujer debe pensar que es menos fuerte por ser capaz de sentir al otro, al contrario, debe hacer de esto una gran herramienta de relaciones con los demás. La empatía permite que haya una apertura al otro que se expresa en una gran posibilidad de comprensión. Cuando sientes al otro, puedes comprender mejor lo que piensa y cree. Comprender se relaciona con la intuición. Tal vez no estás de acuerdo ni tienes claras todas las relaciones de causalidad que se han dado, pero tiene el sentido de lo que esa persona está comprendiendo. Es bien distinto a entender que se explica más desde el paradigma de la descripción. Una mujer está abierta, desde su ser emocional, a comprender a los otros. Por eso algunas veces son mejores consejeras y cómplices que los varones. Ser comprensiva no significa estar de acuerdo ni tener que acolitar lo que está mal. No puede ser una posibilidad de manipulación ni de sometimiento. Ser comprensiva es una posibilidad de afirmación y de decisión frente a lo que no se considera correcto. Quien no tiene miedo de expresar lo que siente es más auténtico que aquel que

tiene que maquillar emociones, hacer poses, buscar estrategias, ser políticamente correcto para ser apreciado y valorado por los demás. Quien identifica, acepta y controla sus emociones puede expresarse tal cual es, sin el miedo de ser rechazado o marginado. Sabiendo que su aporte a la sociedad, en cada relación, es bien singular porque no hay otro ser igual en la historia. Estar libre de toda intención de engaño, de toda apariencia permite que la esencia fluya libremente y eso genera serenidad y paz en la existencia misma. Cuando no hay que esconder las emociones, se puede vivir cada momento sin prevención y en transparencia. Ser auténtico posibilita realización. Las fuerzas que se pierden en aparentar son usadas en la construcción de la felicidad. Por ello destacar estos elementos que se hacen presentes más notoriamente en las mujeres lo que quiere es que cada fémina se sienta llamada a vivir su género sin ninguna inhibición ni temor, sino en la libertad de quien se sabe llamado a ser feliz siendo quien es. Son características que la sociedad culturalmente ha señalado como femeninas, pero que también se encuentran en los hombres, aunque, además, no hacen inferior a la mujer bajo ninguna circunstancia, sino, al contrario, posibilitan una identificación más plena de su ser. Es hora de que pasemos de un paradigma excluyente marcado por la conjunción “o”, a uno incluyente donde las relaciones se den desde la conjunción “y”; esto es, no es hombre o mujer, sino mujer y hombre. Esa es la manera de establecer una relación que les permita a los dos realizarse como seres individuales y a la vez sociales. Debe existir una relación de complementariedad entre el varón y la mujer, estos dos géneros no deben ser vistos en una relación de contrariedad. Hombres y mujeres deben construir juntos, saberse llamados a ser felices en una relación de recíproca solidaridad sin perder la identidad de cada género. Ninguna característica del ser femenino la hace inferior al masculino, ni viceversa. Deben relacionarse desde el reconocimiento de la dignidad del otro y desde la necesidad de compartir lo que son y pueden realizar. Luchar contra el machismo no es mostrar lo femenino como superior, sino dejar claro que toda postura machista, por sutil que parezca, es dañina y desconoce el valor del ser femenino. No se trata de enfatizar el feminismo hasta doblegar a los hombres, sino de extirpar toda mentalidad machista. La mujer no tiene que exagerar sus rasgos singulares, pero sí debe potenciarlos y realizarlos naturalmente y, desde luego, resistirse a cualquier forma de imposición del “macho”. No se trata de imponerse ante el otro género, pero tampoco de dejarse

subordinar por la persona con quien se debe establecer una relación de pares y de compañeros que construyen juntos los proyectos de la vida. Todo aquel que se niega a una relación de iguales con el otro género está cerrando la puerta a grandes posibilidades de crecimiento y realización. La primera gran razón para esta complementariedad es descubrir que en cada género de alguna manera está presente el otro. Es decir, yo como varón no puedo negar las manifestaciones femeninas que también forman parte de mi ser. Culturalmente, se nos ha enseñado a negar cualquier rasgo femenino en nosotros, pero estos están allí presentes. Quien quiera realizarse tendrá que asumir esa realidad. Soy un varón y mayoritariamente mis rasgos son masculinos, pero también hay intuición, ternura, necesidad de protección y de cuidado que pueden ser entendidos como rasgos femeninos. Lo mismo debes ser tú como mujer, seguro hay rasgos masculinos en tu vida y los tienes que asumir para poderte realizar. Muchas de las frustraciones que sufren los seres humanos nacen al tratar de extirpar en ellos, como si fuera un tumor, estos rasgos del otro, lo cual los lleva a sufrir por no poderse identificar con lo que también son. A veces, en entornos machistas, se equipara el reconocimiento de los rasgos del otro género con homosexualidad, otra identidad que no debe ser denigrada ni excluida, pero es claro que ese reconocimiento de lo femenino que hay en cada hombre, o de lo masculino que hay en cada mujer, no determina la opción sexual, al contrario, la posibilidad de compartir el afecto y la intimidad con quien se elija hacerlo se potencia cuando cada uno ha asumido e integrado esos rasgos. No hay necesidad de negar lo que eres. No debes reducir, de manera excluyente, todo lo que hay en ti. La realidad te exige saber romper paradigmas e ir más allá de lo simple en busca de lo complejo. Ser mujer implica trascender los límites de tu género y encontrar los aportes del género masculino para comprender mejor la realidad. Una mirada solo femenina puede ser parcial y necesita que la masculina ilumine con su singularidad lo que vives. No es que estemos incompletos, sino que se trata de descubrir que hay mucho más de lo que puedes ver y experimentar desde tu identidad. Estoy seguro de que un equipo de trabajo en el que se suman sinérgicamente y en igualdad de condiciones la mirada femenina y masculina puede alcanzar niveles de producción que equipos constituidos solo por de un mismo género no alcanza. La fuerza física masculina y la ternura femenina dan un alcance mucho más grande que el que puede tener cada una por separado. Soy un convencido de que cuando se juntan estas dos visiones de la vida se alcanza un ciento veinte por ciento de rendimiento, es decir, se tiene

un plus por encima del todo que pueden lograr individualmente. Hay que complementarse sin ningún miedo o complejo, sabiendo que todos crecerán sin perder nada en la sumatoria de esas posibilidades. La estructura humana presenta la diferencia como una posibilidad de riqueza y de crecimiento. La diferencia no debe generar miedo ni invitarnos a enconcharnos escondiéndonos de lo que no es igual a nosotros, sino que debe ser una invitación franca a descubrir lo otro como fuente de riqueza y de nuevos aportes. En esa medida, cuando se complementan lo femenino y lo masculino hay una gran riqueza en todos los aspectos de la existencia y cada uno de los sujetos presente en la relación crece. No se trata, entonces, de homogeneizar los géneros, sino al contrario de potenciar las diferencias, sin establecer jerarquías ni subordinaciones inútiles, para que se descubran nuevas posibilidades. Cuando he tenido la oportunidad de trabajar con mujeres, me siento enriquecido por todas las habilidades que las caracterizan, pero a la vez porque tienen una manera de ver la vida que jalona la mía por su diferencia. Me encanta encontrar mujeres dueñas de sus proyectos de vida, gestoras de sus sueños, trabajadoras incansables en la realización de sus metas que no se sienten amenazadas por lo que soy ni buscan “achicopalarme” por lo que ellas son, sino que generan relaciones de complementariedad que me hacen crecer y ser cada día más feliz. Mi madre es una de esas mujeres que entiende que la felicidad es su responsabilidad y que no tiene que tener a un hombre a su lado para conseguirla, y por eso establece una relación de amor con mi padre en la que sobresale su acción de cuidarlo, de consentirlo y de dejarlo ser. Me encanta una amiga que es capaz de reconocer sus limitaciones sin ningún miedo y que aporta sus cualidades con tanta franqueza que hace retroceder al más machista; ella no tiene reparos en aceptar que hay cosas que están fuera de sus posibilidades, pero deja claro lo que puede hacer en una oferta abierta a los varones que están a su alrededor. Esta complementariedad se da en asumir sin ningún miedo la posibilidad de satisfacer las necesidades del otro sin generar relaciones de dependencia. Se trata de no negarle al otro lo que tú tienes y al otro le falta. Así como tú, mujer, no debes ser dependiente de ningún varón, tampoco debes buscar que ellos lo sean de ti. Ayuda solidariamente, entrega en gratuidad, da con generosidad todo lo que creas que pueda posibilitar al otro realizarse, pero nunca busques generar una relación de dependencia que te limite y te haga reducir tu espacio de maniobra. No te niegues a ayudar al otro y a recibir su ayuda, pero no pierdas tu autonomía.

La complementariedad a veces supone romper esquemas sociales y culturales marcados por lógicas machistas, que reducen y arrinconan todo lo que la mujer nos puede ofrecer de su singularidad. Sí, las formas machistas nos privan de crecer en complementariedad. En algunas relaciones de pareja el machismo no permite que sea la mujer la que istre los recursos económicos, cuando es ella la que tiene las mayores habilidades para hacerlo; no es cierto que tenga que ser el hombre el que maneje el dinero. Una mujer con gran capacidad istrativa es una bendición para una relación si el hombre echa a un lado esos prejuicios culturales y la deja realizar esa tarea con tanta diligencia como es capaz. También recuerdo a una pareja en la que el esposo tenía mayores aptitudes para el cuidado y la crianza de los niños, y por lo mismo decidieron que fuera este quien se quedara trabajando desde casa para que estuviera más atento a los hijos; ellos, venciendo cualquier suposición machista de que es la mujer la que tiene que quedarse en casa, no solo garantizaron un mejor cuidado de sus hijos, sino que ella logró establecer unos indicadores altos de producción económica. Se complementaban no desde lo que la sociedad, con sus prejuicios exige, sino desde lo que ellos en su singularidad encontraron como posibilidad. Romper esos esquemas y abrirse a nuevas experiencias es una gran riqueza que toda pareja tiene que asumir si quiere ser verdaderamente feliz. Lo contrario sería vivir tristes y amargados, pero acorde a lo que la sociedad ha impuesto como una “verdad”, aunque ellos en su experiencia saben que habría otras formas de realizarse. Romper los esquemas religiosos tradicionales erróneos, nacidos de una distorsionada lectura de los textos bíblicos, es una tarea que tienen que acometer esas parejas que quieran relacionarse y complementarse eficazmente, como creo que es la voluntad de Dios. No se puede aceptar ningún sistema religioso en el que la mujer sea sometida y usada por el hombre, la teología nos ha enseñado que su relación es de igualdad. Lamento que en algunos espacios religiosos se mire con reparo la contribución de las mujeres o que se crea que estas deben estar en roles o ministerios secundarios en nuestras comunidades. Estoy seguro de que eso no es la voluntad de Dios, que nos ha hecho diferentes pero no desiguales en dignidad. Somos complementarios. Cuando en algunos lugares he compartido el escenario de predicación con algunas mujeres y siento la presencia de Dios en sus palabras y acciones, descubro que negarles oportunidades es una manera de obstaculizar el plan de salvación de Dios y cerrar posibilidades de experimentar la gracia de su presencia. Estoy seguro de que sin la participación, el apostolado, la abnegación y el compromiso de

nuestras mujeres la fe cristiana no habría podido mantenerse como hasta hoy. La complementariedad encuentra en la relación genital la metáfora más elocuente. Hombres y mujeres no tienen que abdicar de sus características morfológicas, sino que deben ofrecerse, con dignidad, responsabilidad y libertad para ser fuente de placer del otro. El coito representa la expresión de complementariedad más clara y evidente de lo que son el hombre y la mujer. Ya que en ella cada uno se expresa en lo que es y lo que puede ofrecer a su pareja. Lástima que también la cultura y las prácticas sociales hayan establecido paradigmas en los que hay subordinación, egoísmo y manipulación del otro. Los estereotipos que muestran a los varones creyendo que solo basta su propia satisfacción sexual y las enseñanzas a las mujeres de que ellas tienen que dar placer a su pareja aunque les toque fingir que están disfrutando lo único que demuestra es la distorsión de la relación entre los seres que han sido creados para vivir complementándose plenamente. Tú, como mujer, tienes que entender que la relación genital también es para tu plenitud y que si eso no sucede tiene que ser revisada y cuestionada. En el acompañamiento espiritual me he encontrado con mujeres no solo insatisfechas sexualmente, sino que son sometidas a una abstinencia sexual por sus parejas, que no solo no tienen relaciones genitales con ellas, sino que se niegan a recibir cualquier tipo de ayuda para mejorar la situación. Tú, mujer, tienes que establecer lógicas de igualdad. No patrocines ninguna manifestación machista en tu entorno. No dejes que nadie se quiera imponer porque es hombre ni permitas que te sometan a manipulaciones por tus características de mujer. Sé dueña de tu proyecto de vida y esfuérzate por ser tú misma, sin miedo y con la seguridad de que la felicidad es tu tarea y tu responsabilidad. Mantente distante de todas aquellas prácticas que te hagan creer o sentir que eres inferior a los hombres y evita toda actitud machista de tu parte. Me preocupa bastante cuando las mismas mujeres son las validadoras de manifestaciones machistas. Me impresionó mucho que ante un comentario mío en Twitter (@PLinero) en el que decía que las mujeres pueden vestirse como quieran y que nosotros debemos respetarlas, muchas mujeres me escribieron a increparme y a justificar que algunos hombres les faltan el respeto por su manera de vestir. Nada más absurdo que una mujer justificando el maltrato y la estupidez de algunos hombres en su forma de tratarlas. No es cierto que la manera de vestir justifique el irrespeto. Cada persona tiene que ser dueña de sus emociones e impulsos y respetar a los seres con los que vive. Lástima que el hecho de

entender mal el relato de la caída (Génesis 3), es decir, la participación de Eva en la desobediencia a Dios, les haga creer que siempre la mujer tiene la “culpa” de la irresponsabilidad, la enfermedad psicológica y emocional de algunos hombres. Se puede respetar a una mujer y tratarla con decencia, tenga la ropa que tenga. No somos animales dominados por instintos, sino seres humanos capaces de controlar y manejar nuestras tendencias naturales. Se tiene que luchar por un mundo sin machismo. No es cierto que sea un mal necesario o que nunca se puede acabar. Nadie puede justificarlo, y la existencia de manifestaciones machistas lo único que muestra es que no hemos llegado a ser plenamente humanos y que todavía tenemos actitudes propias de seres irracionales.

Preguntas para reflexionar

¿Cuándo fue la última vez que lograste desarmar al otro sin necesidad de pelear, sino únicamente con tu ternura?

¿Qué imagen de mujer crees que proyectas? ¿Cuál te gustaría proyectar?

¿Qué aprendiste de la última vez que te equivocaste al tomar una decisión?

Tareas

La próxima vez que te encuentres en una situación de conflicto, decide escuchar al otro antes de responder, conéctate con su emoción y toma acción desde allí.

Pregúntale a alguien de confianza y también a alguien menos cercano qué le haces sentir cuando hablas o propones alguna acción.

Ten algún gesto de ternura con alguien que te haga sentir inferior (hombre o mujer). Observa cómo reacciona esa persona.

Oración

Señor mío y Dios mío,

Gracias por hacerme una mujer tierna, intuitiva, responsable, fiel, y por darme la posibilidad de ser fuerte y capaz de dar la batalla en todos los aspectos de mi vida. Gracias por ayudarme todos los días a conocerme, aceptarme y amarme cada vez más. Te suplico que en este momento me hagas consciente de todas las posibilidades que tengo para ser feliz, que no me llene de miedo ante los problemas y sepa que tú estás en mí y me animas a dar lo mejor que tengo. Gracias por acompañarme en todas las situaciones diarias y a ayudarme a evitar comportamientos machistas que ayuden a que los varones nos hagan sentir subordinadas o nos traten de dañar.

Te suplico, mi Señor, que me llenes de alegría para no dejar que las dificultades me amarguen y me hagan ser una mujer incapaz de salir adelante en mi vida. Te confío todas mis relaciones y te suplico que en ellas me comporte digna, honesta y solidaria para realizar mis sueños con alegría y fortaleza.

Amén.

Capítulo 6

Manifiesto antimachista

Creo que es necesario crear un manifiesto antimachista que deje claro todo lo que ustedes ofrecen a esta sociedad. Un manifiesto que no pretenda la búsqueda de un nivel superior con respecto al género masculino, sino para reconocer que somos seres con la misma dignidad y que debemos tener las mismas condiciones para podernos realizar. Un manifiesto que les permita a las mujeres encontrar una herramienta para entenderse mejor y exponer su singularidad con total claridad. Un manifiesto que evidencie la manera como el machismo está presente en todas las dimensiones de la vida y se vislumbra, a veces, de forma imperceptible, pero igualmente dañina y destructora. Un manifiesto que enfrente muchos mitos, que de tanto repetirse se han hecho verdades incuestionables en la mente de las personas, pero que no dicen nada de la realidad concreta del valor indiscutible de las mujeres.

Imagina un mundo sin machismo

Quiero imaginar por un momento cómo sería mi entorno, mi cuidad, cómo sería una emisión de las noticias, cómo sería un día en la prensa mundial, un día en Twitter, en Facebook, cómo sería una noche de fiesta o un carnaval en mi Caribe del alma, cómo sería un reinado de belleza, si por fin superáramos nuestras tendencias a minusvalorar, menospreciar o instrumentalizar a la mujer. ¿Cómo sería un día de tu vida sin machismo a tu alrededor?

Imagina un mundo…

»Sin nadie que te falte al respeto por la forma de tu cuerpo, cualquiera que sea. »Sin los silencios de duda en tu trabajo sobre si es mejor darte esa responsabilidad a ti misma o a un compañero hombre. »Sin tener que preguntarte si puedes ir a determinado sitio sola. »Sin que tengas que preguntarte en la mañana delante del espejo si la ropa que tienes puesta te puede traer problemas. »Sin que nadie jamás se atreva a tocarte sin tu consentimiento. »Sin que nadie jamás se atreva a golpearte. »Sin el piropo ofensivo que te hace sentir amenazada. »Sin el o innecesario en el transporte público que te hace sentir pánico e indignación. »Sin la sensación de que tienes que ceder ante la insistencia de un hombre que no te gusta.

»Sin tener que dudar por lo que vas a estudiar, pues ese campo está “reservado” para los hombres. »Sin que tus hijos tengan que vivir en un hogar en el que presencian el maltrato a diario. »Sin que tu ropa sea diseñada exclusivamente para personas de cierta figura y cierta talla. »Sin que se te reconozca exclusivamente por tu apariencia. »Sin que tras un reconocimiento se te pregunte “¿cómo lo lograste siendo mujer?”. »Sin que tus relaciones sociales estén determinadas por ser quien sale con determinado “caballero”. »Sin que tengas que anclarte en una relación nociva, pensando que no vas a poder ser capaz de vivir fuera de ella. »Sin que ganes menos que tus compañeros que hacen lo mismo que tú. »Sin que tu amabilidad se confunda con coquetería. »Sin que tu sencillez se interprete como necesidad de tener al lado a un “macho”. »Sin que para obtener un puesto para el que estás totalmente calificada tengas que esquivar insinuaciones sexuales. »Sin que se te pregunte en cada escenario social para cuándo es el matrimonio o los hijos. »Sin que nadie a tu lado crea que lo que hace por ti le da derecho a decidir sobre ti.

Imagina un mundo…

»En el que el feminicidio sea una pesadilla del pasado. »En el que ni los autos ni las cervezas se anuncien con modelos femeninas. »En el que dos amigas viajando en vacaciones no sea visto como un acto extraordinario de valentía. »En el que ningún hombre que haya maltratado a una mujer vaya impune por la vida. »En el que la maternidad no sea vista como una función menor. »En el que el abuso sexual sea visto con la misma mirada que el holocausto. »En el que “la primer mujer presidente” sea una expresión añeja y vencida. »En el que no sea necesario que una ley equilibre el porcentaje de mujeres en el gobierno. »En el que la seducción no sea un juego de vencidos y vencedores, sino una coincidencia de gustos y deseos compartidos. »En el que desaparezcan de los libretos de las películas las escenas en las que ellas les preguntan a ellos ¿qué hacemos ahora? (recordando el famoso discurso de la actriz Reese Whiterspoon). »En el que la violencia de género, física o psicológica, sea erradicada junto con todas las violencias. »En el que cada mujer pueda engendrar, gestar y cuidar a sus hijos sin temor a perder su trabajo. »En el que una mujer que toma la iniciativa para conocer a alguien no sea vista como inmoral. »En el que “nenita”, “niñita” ni cualquier forma de llamar a una mujer sea usada como insulto entre o hacia los hombres. »En el que ser mujer no signifique nunca más ser débil.

Preguntas para reflexionar

¿De qué maneras cambiaría tu mundo si no hubiera machismo?

¿Qué puedes cambiar en tu vida hoy para combatir el machismo?

¿Qué significa para ti un mundo sin machismo?

Tareas

Nota: para realizar estas tareas, revisa primero “Los diez mandamientos de la mujer diez” (pp. 194 - 195)

Lee atentamente e interioriza los mandamientos propuestos.

Agrega al listado un mandamiento personal y, si es el caso, desecha aquellos con los que no estés de acuerdo.

Comprométete a vivir según el listado de “Los diez mandamientos de la mujer diez”.

Oración

Señor mío y Dios mío,

Que yo sea una mujer que luche porque no haya machismo en mis relaciones interpersonales. Dame la claridad mental para hablarle a los ojos a los hombres machistas y mostrarles que somos valiosas y merecemos equidad. Dame firmeza para no dejarme maltratar y saber actuar asertivamente. Dame paz en el corazón para saber comportarme con todos los que me relaciono. También, te pido que bendigas a los hombres que me rodean para que no se dejen llevar por esas equivocadas creencias machistas y sean equitativos en el trato con nosotras. Te amo, mi Señor.

Amén.

Los diez mandamientos de la mujer diez

Reconócete, acéptate y ámate tal cual eres todos los días de tu vida. Eres bella, valiosa y única. Tienes todo lo que necesitas para ser feliz; que nadie te diga lo contrario.

No renuncies a tus sueños. Define tus metas y utiliza tus talentos para alcanzarlas. Recuerda que eres madre no solo por tu capacidad para tener hijos, sino para gestar, nutrir y dar a luz todos los proyectos que te propongas.

Libérate de todo sentimiento de inferioridad. Busca relaciones solidarias con los hombres, pero ten claro que no naciste para servirles, sino para trabajar con ellos de igual a igual en la construcción de una mejor sociedad.

Toma en tus manos la conducción de tu vida y no permitas que nadie tome tus decisiones por ti. Has sido creada para ser autónoma, independiente y autosuficiente. Sé inteligente y firme al actuar.

Evita toda crítica o comentario denigrante hacia otras mujeres. Sé solidaria, compasiva, empática, y construye con ellas relaciones de mutuo empoderamiento. Tú debes ser la primera en generar un ambiente de respeto hacia todas las mujeres.

No permitas que nadie en ningún contexto te maltrate física, verbal o psicológicamente. Ten presente que maltrato es toda acción o palabra que atente contra tu dignidad, seguridad o valía. Establece tus límites y no temas pedir ayuda a terceros si lo consideras necesario.

Si eres esposa, no dependas de tu pareja ni te comportes como un apéndice de ella. El matrimonio es un proyecto conjunto de felicidad y se construye día a día entre ambas partes.

Si decides no casarte o no tener hijos, o si prefieres esperar para hacerlo, no permitas que nadie te tilde de infeliz o fracasada. Sobre todo, no te califiques así tú misma.

Vive plenamente y haz de tu vida una experiencia maravillosa, llena de propósito, sanas relaciones y felicidad.

Disfruta libremente de ser mujer y de ser tú misma. Sé auténtica y por nada del mundo pidas permiso para brillar.

Palabras de conclusión

Un mundo sin machismo

Al terminar este libro, pienso en mis sobrinas Alana, Nicol y Laura, ellas son niñas, tienen toda la vida por delante, están llamadas a tener su propio proyecto de vida y realizarse plenas y felices. Termino con la esperanza de haber aportado algo con estas letras para que el mundo que les ha tocado vivir sea más amable con su feminidad y les dé la oportunidad de vivirla sin miedos, sin subordinaciones, sin traumas y con la libertad, el respeto y la equidad que se requiere. Sé que no es fácil, porque más allá de mis reflexiones, de mis comentarios radiales y televisivos, de mis publicaciones en redes, no es más lo que puedo hacer, por eso me he dedicado a trabajar en ellas, en su autoestima, en sus emociones, en sus habilidades y destrezas para relacionarse, para no temerle a los desafíos de la vida y asumirlos con inteligencia y firmeza. Pero también pienso en mis sobrinos varones y en ayudarlos a comprender que no son superiores a las mujeres, que no pueden nunca irrespetarlas, porque a todo ser humano se le respeta. Espero ser útil para que comprendan que no pueden construir relaciones de subordinación ni de sometimiento, que deben dedicarse a construir su proyecto de vida en solidaridad, sinergia y colaboración con los demás, en igualdad de condiciones. Sin manifestaciones machistas de ningún calibre. Sabiendo que la virilidad no se mide en esos términos consumistas que la sociedad de hoy les presenta, sino en la amabilidad, la tenacidad, la bondad, la firmeza con la que expresan su singularidad de género al mundo. Creo que esa es una tarea fundamental que nos queda a todos, construir modelos de crianza donde no haya machismo y se entienda que los géneros son maneras humanas de ser que expresan lo que Dios es, y que debemos vivir en esa riqueza maravillosa que sus diferencias traen sin querer homogeneizar a nadie. Es una tarea que nos toca a todos, no solo a los padres de familia y a los educadores, sino a todos los que formamos parte de esta sociedad. Por ahí comienza esta sociedad a ser diferente y mejor. También espero que este libro haya dejado claro que no hay ninguna razón religiosa —desde la fe cristiana— para someter, subordinar o maltratar a una mujer, Dios nos quiere libre y felices a todos. No sería posible que Jesús de Nazaret, quien nos ha enseñado a amar y a servirle a todos, posibilite relaciones de desigualdad y esclavitud en su nombre. Cada mujer debe tener clara su singularidad y desde ella expresar todo lo que es y potenciar todo lo que puede a

favor de la sociedad. Esto no se puede hacer sin un propósito claro y definido que oriente la vida y les haga saber por dónde ir. Estoy seguro de que son muchos los interrogantes y las reflexiones que quedan. Entiendo que mis palabras se unen a las de muchos y muchas otras que buscan generar ese movimiento que nos transforme de verdad y nos haga vivir en el mundo nuevo que estamos creando, a través de todas las modificaciones que le hacemos a la vida misma. Mujer, agradezco tu benevolencia al leer el texto. Espero que sigas adelante en tus objetivos personales, sin olvidar que juntos, hombres y mujeres, vivimos, convivimos y sobrevivimos en este mundo. Espero que cada una de las reflexiones consignadas en este libro te ayude a ser más feliz. Al fin y al cabo, para eso has sido creada.

Dios te bendiga,

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Los diez mandamientos de la mujer diez*

Por: Alberto Linero

Reconócete, acéptate y ámate tal cual eres todos los días de tu vida. Eres bella, valiosa y única. Tienes todo lo que necesitas para ser feliz; que nadie te diga lo contrario.

No renuncies a tus sueños. Define tus metas y utiliza tus talentos para alcanzarlas. Recuerda que eres madre no solo por tu capacidad para tener hijos, sino para gestar, nutrir y dar a luz todos los proyectos que te propongas.

Libérate de todo sentimiento de inferioridad. Busca relaciones solidarias con los hombres, pero ten claro que no naciste para servirles, sino para trabajar con ellos de igual a igual en la construcción de una mejor sociedad.

Toma en tus manos la conducción de tu vida y no permitas que nadie tome tus decisiones por ti. Has sido creada para ser autónoma, independiente y autosuficiente. Sé inteligente y firme al actuar.

Evita toda crítica o comentario denigrante hacia otras mujeres. Sé solidaria, compasiva, empática, y construye con ellas relaciones de mutuo empoderamiento. Tú debes ser la primera en generar un ambiente de respeto hacia todas las mujeres.

No permitas que nadie en ningún contexto te maltrate física, verbal o psicológicamente. Ten presente que maltrato es toda acción o palabra que atente contra tu dignidad, seguridad o valía. Establece tus límites y no temas pedir ayuda a terceros si lo consideras necesario.

Si eres esposa, no dependas de tu pareja ni te comportes como un apéndice de ella. El matrimonio es un proyecto conjunto de felicidad y se construye día a día entre ambas partes.

Si decides no casarte o no tener hijos, o si prefieres esperar para hacerlo, no permitas que nadie te tilde de infeliz o fracasada. Sobre todo, no te califiques así tú misma.

Vive plenamente y haz de tu vida una experiencia maravillosa, llena de propósito, sanas relaciones y felicidad.

Disfruta libremente de ser mujer y de ser tú misma. Sé auténtica y por nada del mundo pidas permiso para brillar.

* Tomado del libro

Alberto Linero

Teólogo, comunicador y predicador que ha conquistado a Colombia con su mensaje coloquial y lleno de humor. Sus enseñanzas espirituales se han plasmado en un oracional mensual titulado El man está vivo, del que vende unas 300.000 copias en cada número.

Sigue a Alberto Linero en Twitter: @PLinero

Biblioteca Alberto Linero

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