Soy Lo Que Siento l2a42

Índice

Portada

Sinopsis

LUZ

Ser verdad

Elegirse

Todo por sentir

¿Atreverse o quererse?

¿Quién puede pedirte lo que sientes o no?

Traer luz a la oscuridad

Yo vivo trabajando

No eres lo que quiero

Beso para sobrevivir

El miedo no me toca si tú sí

Viernes donde no deberían/deberías estar

La libertad del «aquí»

Enamórate

Casa no es un lugar

Resistirse solo hace que lo que tenga que venir tarde más

Desearte saltando

El corazón se comunica

¿Sonamos?

Ser mar

En la desnudez

Renunciar a lo que eres nunca es un lugar para amar a nadie

Estás donde necesitas estar

Esencia es siempre donde volver

¿Sujetarse el corazón?

La verdad no duda

Nadie se va. Se queda de otra manera

Lo que nos separa es que no queramos ser iguales

Tú, vuela

Valiente es quien lucha aún cuando hay pocas fuerzas y muchas balas

El lugar del otro donde ser libre

También eres tormenta

Cómo no olvidar a alguien

Eramos todas

Suenas en las personas que llevas dentro

La piel que me incluye

Amarse en la duda

El volumen de los susurros

Yo soy tú

Soltarte a ti

Soy un espacio para ti

Agradecimientos

¿Cómo comunicarte conmigo?

Créditos

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La poesía puede ser una herramienta para el crecimiento personal. Un libro de autoayuda que despierte el lirismo más escondido que guardamos dentro. Que libere al ser oculto en nuestra intimidad. Que ayude a sabernos, reconocernos, realizarnos:

«Hay algo más bonito que una mujer libre. Una que sabe que lo es».

«Apaga la tablet, el móvil y la tele. Escucha el latido de tu poético yo interior».

LUZ

Si escucháramos a la vida, no nos haríamos ninguna pregunta.

Quizás lo primero que pienses cuando leas este libro es que estoy equivocada. Que aquella emoción que te hizo gritar a esa persona a la que quieres tanto no debía estar allí, que aquella tristeza que mostraste a esa persona que había decidido que en su plan entraba el no besarte más no deberías habérsela enseñado, que pasarte un domingo entero viendo Netflix con ganas de salir del mundo es perder el tiempo. Que eso no te pertenece. Que hay veces que no eres tú el que grita, que solo eres tú cuando estás en calma. También quizás pensarás que hay emociones que no son tuyas porque te hacen daño o pueden hacer daño a los demás. Que decirle a alguien que ya no lo quieres duele a dos personas, pero no quererte te duele a ti el doble. Quizás no me creas y me encantaría que no lo hicieras. Me encantaría que pasaras por este libro sin creerme, solo si al final consigo que te creas a ti mismo. Que te desnudes y te toques. Sí, te toques. Eres lo que yo llevo dentro. Lo que tú guardas fuera. Lo que al vernos vemos. Lo que cuando vemos nos eclipsa. La luz que disipa todo. La que ciega.

La que expira inspirando. Somos la luz que dejamos ver. Yo soy eso en ti. Tú eres eso en mí. Y si yo soy lo que siento, imagina entonces qué eres tú ahora mismo.

A mí hay momentos

que me apetece no escucharme.

Que me busco para no encontrarme.

Que me parece que nada está a tiempo ni en saldo.

Luego hay momentos que paro, que siento y me permito SER.

Y ahí todo me abraza,

cuando me abrazo yo ENTERA.

Con ganas de saber que, si siento lo que siento, entonces y solo entonces,

SOY lo que SOY.

HAY COSAS QUE PIDEN SER SENTIDAS

ser verdad

Solo hay algo mejor que tu alma, lo que la hace andar.

LAS 18:38 DE UN MIÉRCOLES ANTES DE SALIR CORRIENDO AL MAR.

Allí pertenezco, después de 33 años de luchar contra lo que debería ser, ahora sé que yo soy ese mar.

No significa que me guste, ni que él me sepa a vacaciones, ni siquiera que me traiga calma.

Es algo mucho más claro, mucho más alto, con mucho más volumen.

No sales corriendo a ningún lugar si no perteneces a él, no escapas del mundo en un espacio que no es verdad para ti.

Yo soy verdad exactamente igual que tú lo eres, lo único que hace el mar, para mí, es recordármelo.

Durante años me negué a ver qué era lo que él quería decirme, me negaba a

aceptar que había una parte de mí que nunca se iba de allí, que cuando llegaba a la ciudad yo por más que la buscaba no estaba.

Entonces, me pregunté: ¿ser verdad es algo que solo puedes ser en el mar?

Silencio.

Y algo dentro de mí contesta a día de hoy mientras mis dedos escriben esto: ser verdad es aceptar que hay «lugares» donde cada uno amamos ser. Y tú amas mucho SER en el mar.

Hasta que no vi eso yo no aceptaba esa parte de mí, la negaba, la condenaba a ser mentira y sobre todo me culpaba de no ser totalmente feliz —si es que existe esa totalidad— en un lugar fuera del mar.

Me contaba a mí misma que jamás conseguiría ser nada si el mar no estuviera cerca.

Aquí estoy, a 400 km de él, y escribiendo mi tercer libro hablando de emociones: si yo no soy verdad ahora mismo que baje ahora —en lo que creáis— y lo vea.

Yo soy verdad siempre, pero soy más verdad o el camino a verlo es más verdad cuando acepto que hay un lugar, una actividad, un estado, que me recuerdan mi verdad. Y sobre todo cuando reconozco que mi verdad es ser con todo, con lo que entiendo, con lo que no, con lo que acepto, con lo que no, con lo que enseño, con lo que no me atrevo…

Ser verdad es la única manera de pasar por aquí, la única verdadera, lo único que hace ver que sin serlo esto merece la pena la mitad, que todos buscamos verdad pero nos asusta enseñarla.

Solo ves la que enseñas.

Me di cuenta que ser verdad es eso, pertenecerte a ti.

Y ME VOLVERÍA A ELEGIR MIL VECES

elegirse

A mí que la vida me pille brillando pero creyéndomelo.

CADA VEZ QUE ME DEJO DE ELEGIR.

Cada vez que alguien no lo hace.

Cada vez que no soy lo esperado, lo mejor o lo que debería ser.

Cada vez que no estoy guapa, que no estoy bien vestida, que no estoy peinada, que no llevo sujetador, que mi cuerpo no está «preparado para gustar».

Cada vez que siento que mis emociones son juzgadas.

Cada vez que demando, que siento, que pido responsabilidad, que busco amor, que me busco y no me encuentro.

Cada vez que estoy en un lugar que no me gusta, que no sé hacia dónde correr, que me paran, que me paro.

Cada vez que veo el mar y me veo.

Que me reconozco en el caos.

Que me enamoro de él.

Me elijo no para pertenecer

sino para pertenecerme a mí.

Me elijo entera y rota, con ganas de vivir y con ganas de no salir de entre las sábanas. Eso también es vivir.

Me cuesta entender que todo es vida y que, estés donde estés, ya hay vida latiendo ahí. Cada día me cuesta menos.

Debo reconocer que hay momentos en que el «elegirme» se me pasa y no soy consciente del todo, que busco la elección fuera, que me sirve para calmar todo lo que llega por lo que yo, a veces, no sé cómo hacerme llegar a mí.

Después hay días como hoy que me escucho en alto y me elijo, elijo no tener miedo a lo que venga, que soy yo con todo lo que estará presente y atenta a gestionar de la mejor manera todo lo que aparezca.

Cuando te eliges no hay miedo, al menos no ese miedo que paraliza; solo aparece aquel que duda, que aún no es consciente, ese que nace para sostener, para afianzar que ya no tiene ese lugar donde antes se sentía tan cómodo.

Me siento libre eligiendo, me siento en paz conmigo misma y con los demás, siento como si algo externo me dijera que el abrazo que se busca fuera empieza dentro.

Tengo a dos pasos de mí el sol, un cielo cubierto de luz y un octubre sediento de mí, de que sienta, de que me atreva cada día más a ser yo y no culparme, de que «me atraviese».

Tengo a dos pasos una luz con ganas de taparse en mí, de cubrir mi cuerpo, de sentir mi respiración y mis ganas con vértigo de saltar hacia un lugar nuevo.

El vértigo siempre habló de atreverse.

El vértigo siempre habló de la vida que llevas en ti.

¿Cómo no me voy a elegir si tengo ahí fuera a la vida eligiéndome?

ME ENCANTA VIVIR

todo por sentir

EMOCIONES ACEPTADAS Y VIVIDAS.

Nada de lo que siento me tiene pero yo sí las tengo a ellas.

Hay veces que lo anterior es mentira.

Tengo miedo.

Me gusta el aire en la cara y en el pelo.

Me da pena.

Me agobia la soledad.

Lloro a ratos cuando me da por querer lo que no está pasando.

En verano me sirve más la vida que en invierno.

Siempre tengo una ventana abierta para salir volando.

Divido a veces la vida en «lo que es» y «lo que debería ser».

Nunca encuentro nada en el «debería».

Me gustaría algún día vivir en una casa en la que ver amanecer y atardecer.

Sé que esto pasará.

Hay ratos que te busco y no te encuentro.

Lo mismo que me pasa conmigo.

Me juzgo en los momentos en los que no estoy a «mi altura».

Amo reírme hasta que no sé por qué lo estaba haciendo.

Hay momentos en los que sé exactamente por qué estoy aquí.

Me enfada cuando entran donde yo no quiero.

Me enfada que no entres.

Me gustan mucho las patatas, da igual cuáles.

Me gustaría saber cantar.

Aun así, canto igual.

No me gusta no atreverme a decir cosas a veces.

Me da miedo perder a personas.

Hay algo en la luz del atardecer que me hace viajar.

Desconecto del mundo casi siempre cerca del mar.

Sí, tú, a veces, eres mar.

Me enfadan mucho las injusticias.

Me hace sentir bien que me pienses.

Me vuelve loca ser mujer.

Lo que siento con el nórdico en la cama es adoración.

A mí lo que me pasa cuando me besan el cuello no sé si es normal.

A veces me da miedo respirar.

Echo mucho de menos a una persona.

Y un poco a otras.

Siento igual tocando que cuando me tocan.

Me pone triste a veces volver a recuerdos.

Las sorpresas, si son con amor, son bienvenidas.

Me encanta escuchar verdad.

Adoro el sexo después de comer.

Tengo una capacidad intuitiva que a veces da miedo.

Un beso lento y luego ya el resto.

Me gusta verme en las tormentas.

Diferencio bastante bien si lo que tengo delante es vida o ganas de vivir.

Sin lo segundo yo no estaría aquí.

Me encanta vivir.

LA MAYOR VALENTÍA ES LA DE ATREVERSE A ABRAZARSE SIN PENSAR EN TODO LO QUE SE DEJA DE ABRAZAR CUANDO ESO PASA.

¿atreverse o quererse?

ATREVERSE A QUERERSE.

La lucha no existe cuando hay un camino en el que las dos cosas tienen cabida.

La lucha es siempre elegir cuando quizás no haya que hacerlo y la respuesta sea que quererse también es una forma de atreverse a ser querido.

No lo sé.

Hay veces que nos atrevemos demasiado, que decimos que sí a cosas, situaciones, justificaciones que no están ahí para ser vividas sino para ser evitadas.

O quizás no. Quizás toque vivirlas antes para evitarlas después.

Atreverse a hacerlo con uno/a mismo/a no dejándonos en tierra firme mientras saltamos al mar; es saltar al mar y llevarnos.

El salto necesita de ti para ser un salto «seguro», para formar parte de tu historia, para ser consecuente con lo que eres y con lo que vives.

El salto queriéndose no te puede llevar a ningún lugar donde arrepentirse; quizás al principio sí entre el miedo porque no solemos llevarnos en los saltos y esa sensación de responsabilidad vestida de miedo pese más que el amor usado para saltar. Pero esa sensación se disipa y, después de todo, después de todo eso sentido, solo estás tú.

Tú atreviéndote a quererte.

Tú solo/a en el aire.

Tú viviendo libre.

Tú delante de todo aquello que te mire.

Tú dispuesto/a a mirarte.

Y ahí cuando entras es como si al hacerlo se llevaran la puerta de vuelta, como si ya no hubiera opción de mirar hacia atrás, como si el «ahora» después de mirarte ya no pudiera atender a ningún ayer sin hacerlo.

Es como si ya solo hubiera un camino de ida.

Como si el billete de vuelta se borrara, como si ya fuera imposible dejar de ver,

dejar de verte.

Así lo sentí yo hace unos años, como si hubiera estado evitando verme para así evitar quererme de verdad. Como si mi camino hasta ese momento tuviera otro sentido y ahora tuviera uno diferente. Como si allí me tuviera que atrever a unas cosas que no eran mías —aunque sí formaban parte de mi historia— y ahora me tuviera que atrever a ver las que sí lo eran.

Como si ahora tocara atenderme a mí.

El salto fue inmenso. Y lo que dejé al otro lado del precipicio me dio mucho miedo.

Miedo de ese que crees que jamás se va a ir. Miedo de ese que paraliza y cuenta cosas para quedarse más tiempo. Miedo de ese que grita en la oscuridad de la noche cuando solo tus brazos están ahí para calmarte y tú ni siquiera los ves.

Ni mucho menos los sientes.

Pero al otro lado estaba yo y eso no hay miedo que lo pare.

Sé que soy revolución porque cuando me miro no veo otra cosa.

Inspiras a vivir

SI NIEGO LO QUE SIENTO POR TI, ME NIEGO A MÍ MISMA.

¿quién puede pedirte lo que sientes o no?

Ser vulnerable no es sentir de más, es elegir no sentir de menos.

NO DEBERÍAS SENTIR ESO».

Alguien entrando en un lugar que no le pertenece.

Tocando piel que no es suya y encima intentando cambiar lo que siente o no cuando la tocan.

La capacidad de decir a alguien que debe ser diferente a lo que está siendo, que ese sentimiento está mal ahí, que no «toca», que es excesivo, que tienes que hacer lo contrario para no ser pesado/a, para no enseñar «tanto» de ti, para que nadie se aleje de lo que sientes porque no quiera verlo.

Si alguien se aleja por lo que eres: adiós.

Nadie se da cuenta de que lo que te pasa dentro es parte de tu libertad y que comunicarlo eres tú dejando a tu libertad hablar.

Dejando que se comunique contigo y con otro.

Dejando que sea.

No eres débil por ser tú con todo.

No eres vulnerable por fingir que no lo eres.

Tus debilidades también te pertenecen. Tus debilidades necesitan de tus manos para ser cuidadas.

La vulnerabilidad es la puerta hacia todas las fortalezas que tenemos. Hacia cualquier lugar donde ser libres. Ser vulnerable no es ser débil, es saber dónde eres fuerte y dónde no lo eres tanto.

Hay muchas personas que no se permiten verte así, ni verse a sí mismas.

Te rechazas a ti mismo/a porque alguien externo establece lo que debes sentir o no.

Te cuestionas si estás en el momento de sentir eso, si es mucha intensidad, si llevas mucho tiempo haciéndolo, si no te cansas, si es lo que alguien merece o no…

Lo que sientes no es cuestionable.

No es o es según alguien externo quiera.

No le pertenece a nadie y mucho menos nadie puede tocarlo para que sea mayor o menor, que sea más intenso o menos, o pertenezca o no a «lo que debería» pasar.

Eres lo que estás sintiendo hable quien hable, no existe nada que pueda hacerte callar para parar eso.

Lo que es de verdad no se para, se mueve.

Se mueve para ser parte de nosotros/as.

Se mueve para ser comunicado.

Se mueve para sentirse vivo/a.

Se mueve porque necesita del movimiento para ser, para bailar, para cambiar, para transformarse, para verse en todo ese baile.

Pase lo que esté pasando ahora mismo en tu alma: ella necesita sentirlo, tú vivirlo y alguien de fuera —si está relacionado o quieres compartirlo—, oírlo.

Somos lo que sentimos para vivir lo que somos.

Que nadie con miedo a vivir te diga que es mentira.

Que nadie con miedo te hable de sus miedos sin que tú quieras oírlo.

Sin que tú quieras acompañarlo.

Que nadie con miedo te enseñe su miedo a no sentir cuando tú sí quieres hacerlo, cuando tú si sientes abrazarlo, cuando solo tú sabes cuál es el lugar de ese sentimiento.

Que NADIE entre si no está preparado a sentir en alto lo que tú sientes en bajo.

Que NADIE salga sin sentir en bajo todo lo que tú le ofreciste en alto.

Quien se quede que jamás juzgue intensidades, tiempos, momentos o distancias.

Solo que los abrace contigo dentro.

«No te enfades que estás muy guapa».

Me enfado por eso mismo.

Porque la vida no me pide que no me enfade y tú sí.

Porque mi belleza no entiende de estados de ánimo y mucho menos de emociones.

Porque si frases como esa no me las hubieran repetido mil veces, no estaría cuestionándome si debo o no sentir emociones negativas.

Porque no existen las emociones negativas.

Porque tú eres neutro y yo también.

Y ellas solo pasan por nosotros para darnos la voz que a veces nos falta.

Porque belleza es sentirlo todo y no culparte.

Porque belleza es decirle a alguien: «Cómo me pones mientras lloras».

Y abrazarlo hasta que él/ella decida parar.

Porque belleza eres tú y yo sintiendo. Y ninguno arrepintiéndose.

Porque jamás sabrá ser silencio cuando se lo pidan.

Yo siempre juego a sentir. Los demás lo llaman «perder».

De espaldas a lo que un día nos dijo que callar es la forma más valiente de aceptar lo que sientes, cuando sentir es la forma más valiente de callar a quien nos lo dijo.

SOMOS LA LUZ QUE NOS PERMITIMOS VER.

traer luz a la oscuridad

Nada busca su opuesto sin saber que existe por él.

LA LUZ ES QUIEN CREA LAS SOMBRAS, ELLA ES LA RESPONSABLE DE QUE EXISTA SU OPUESTO.

La que busca para encontrarse, la que hay lugares por donde no pasa y se lo permite.

La oscuridad sabe tanto de la luz como de ella misma, parece que no está, que molesta, que debe algo a alguien, que grita para no salir…, pero no es así.

Ella sabe tanto de sí misma que se deja ser hasta que la luz viene a buscarla.

Nosotros somos los que podemos cambiar eso, hay que traer luz a la oscuridad para así poder verla, para así poder vernos.

En todo este tiempo de crecimiento personal me he dado cuenta de que el miedo que tenemos a la oscuridad es como el miedo que tenemos cuando somos pequeños a no ver, el miedo a lo desconocido, a algo que está fuera de nosotros y, como es así, no vemos.

Le negamos su existencia para así no tener que verlo.

Qué fácil negar algo para así no tener que tocarlo, qué fácil no señalarlo para así no tener que ponerle luz, para que así, con un poco de suerte, no exista.

La luz no tiene miedo de que exista su opuesto; tiene miedo de que, por estar todo el tiempo jugando a no verlo, no la veamos a ella.

Nosotros sí tenemos miedo a que haya algo opuesto a lo que queremos ser, que ese «opuesto» salga a decir cosas de nosotros, que ese «opuesto» venga a contarnos que tiene, muchas veces, más que contar que todo eso que ya hemos aceptado en el camino hasta aquí.

Nos aterroriza pensar que la oscuridad puede salir a la luz y sobre todo que alguien pueda verla; así, con esta situación, lo único que hacemos es utilizarla como excusa para crear capas, capas que envuelven lo que somos.

Lo que de verdad somos.

Allí en la última capa no hay luz. Está totalmente tapada.

Por ello se llama oscuridad, porque la escondemos de la luz para que nadie la pueda encontrar.

Ni nosotros mismos.

Y luego está ese momento, ese en el cual sabes que tienes que entrar a mirar, ese que sabes que toda la luz que tienes no sirve solo para enseñar lo que aceptas de lo que eres, sino que quieres, ahora sí, hacer de esa luz también un vehículo en el que ir a buscar todo aquello que está al final, entre capas, en aquel lugar donde da miedo mirar.

Y ese día cambia todo.

Cambias todo.

Te cambias a ti y el mundo te cambia de vuelta.

Ese día entras a mirar, a mirarte.

De pie. De frente. Con ganas y con mucho cuidado.

Ese día no tiene camino de vuelta.

No se puede «volver» a ningún lugar después de encontrarte.

Después de ver que en tu oscuridad también estás tú.

También forma parte de ti y también necesita amor.

También te necesita.

NO PIENSO HABITAR UN LUGAR DONDE NO SER YO MISMA.

yo vivo trabajando

NO ES FÁCIL QUE ME ENCUENTRES EN UN LUGAR DONDE NO SER YO MISMA.

Me cansa tener que poner yo más valor a lo que hago porque haya personas que solo vean que trabajar es eso que haces obligado cada día de tu vida.

Me gustaría hacerles saber que hace poco tiempo que decidí ser libre.

Que decidí que el resto de mi vida no iba a estar marcada por días vacíos de mí.

Que acepté que lo que yo amo hacer a día de hoy es difícil que lo llamen «trabajar» como ese término socialmente aceptado.

Pero yo no estoy ahí si no lo siento.

De momento sé que voy a vivir esta vida.

Que me encanta escribir, sentir y hacer sentir a los demás.

Que amo ser coach y lo que eso significa en mi vida y en las que toco.

Que mi vida sin la fotografía no tendría nada de vida ni de alma.

Que he trabajado mucho y muy fuerte por ello durante los últimos años.

Que un libro, para quien no lo sabe, tiene mucho trabajo detrás, muchas horas de sueño, muchas horas de edición, muchas emociones, mucha carretera y mucha vida.

Que ser coach es estudiar desde hace tiempo para entenderme a mí misma y así poder entender a los demás; que hay dinero, tiempo y muchas ganas invertidas en ser lo que soy ahora mismo con el coaching.

Que ser fotógrafa es dar tus ojos al mundo, crear, trabajar por muy poco dinero, regalar fotos, viajar lejos y muchísimas horas de trabajo delante y detrás de la cámara.

Como veis no se llama «trabajo», pero se trabaja mucho.

Que soy lo que soy gracias a que una parte de mí creyó que serlo siempre merecería la pena.

A quien me dude, que vea qué duda de sí mismo.

Quien no lo entienda, que antes de juzgar, me pregunte.

Y quien no lo quiera ver, elija no mirarme.

Yo elegí no ser lo que era antes por ser lo que soy ahora.

Y me volvería a elegir mil veces.

Qué facilidad tiene la tristeza para entrar en cualquier metro a las ocho de la mañana.

ENTRE LA DISTANCIA ENTRE LO QUE QUIERO Y LO QUE SOY: TIENES QUE ESTAR DENTRO.

no eres lo que quiero

No estás huyendo,

estás eligiendo.

HE SUBIDO A UNA MONTAÑA Y AL VER TODA LA VIDA QUE SE EXPANDE DESDE ALLÍ, AL CONECTAR CON TODA LA VIDA QUE LLEVA LA VIDA DENTRO, HE DECIDIDO QUE NO ERES LO QUE QUIERO.

Hay veces que todo se rompe en mitad de la calma. Y hay veces que todo se descoloca de la misma manera.

No siempre las personas que están ahora mismo en nuestra vida tienen un lugar en la vida que queremos.

Todo esto transforma el «no te quiero» en «en lo que quiero ahora no te quiero dentro».

Nada que ver.

Nos sentimos culpables a veces por sacar a alguien de nuestra vida por la

primera razón, cuando es la segunda la que tiene peso, la que es real, la que pertenece.

A mí me ha dado miedo muchas veces salir corriendo de personas.

Salir corriendo de mí ante ellas.

Irse de una historia construida por dos.

Al final no se sale de ellas, se sale de lo que tú eras dentro de esa relación, de todo lo creado, de ese capítulo.

La identificación que te creas y te crean dentro de ese espacio donde eres con alguien, parece que no, pero es algo muy fuerte.

Ahora no eres nadie, parece.

Cuando te alejas parece que no eres nadie.

Y es verdad.

Lo parece porque lo es.

Nos permitimos dejar de ser para ser con alguien, nos lo permitimos mucho.

No eres lo que quiero.

Ya está.

El aire inundó todo y yo me permití sentirlo.

Y dentro de todo aquello: las horas que van despacio, el miedo al futuro, lo irreal de la palabra «quédate», lo que permanece después de la última canción, un baño en el mar sin miedo a verme en él…

Dentro de todo: tú.

Dentro de todo: yo queriendo lo que no eres tú.

Te escribo para decirme: vuela.

Y sí. Todo es todo. Porque cuando se quiere a alguien se VIVE y la vida es lo que tiene, que o la vives o no sientes cosas. Tú eliges.

QUIEN TE QUIERE TE HARÁ SENTIR TODO

La luz sabe tanto de la oscuridad que la deja existir hasta que ella vuelva.

SOY LO QUE SOY PORQUE BESO COMO BESO.

beso para sobrevivir

Soy incapaz de besar algo en lo que no creo.

SOY LO QUE SOY PORQUE BESO COMO BESO.

Me comunico a través de ellos casi siempre.

Y hay una verdad a medias cuando ellos no reinan.

Debería deciros que soy verdad desde que ellos me ayudan a llevar esa verdad fuera, hace tiempo que decidí que una de mis maneras de hablar de mí hacia el mundo sería besándolo.

Desconozco si lo estoy consiguiendo, si quien va pasando por mi vida lo sabe, si es tan cierto para mí como para el resto… lo único que sé es que yo lo que siento cuando lo hago no lo siento en ningún momento en mi vida fuera de ahí.

Desde pequeña me enseñaron a besar mucho, creo que hay muchas cosas que no aprendí mientras crecía, muchas cosas que a día de hoy sigo aprendiendo y cambiando para convertirme en la mujer que quiero ser, pero sí sé que me enseñaron a besar. Eso sí lo tengo claro.

Me besaron mucho de niña, había amor que no me contaban/demostraban pero ese amor llegaba a mí besado. Aún puedo recordar los labios de mi madre cada noche al acostarme hasta que se fue con 27 años; aún recuerdo su amor en esos labios, su manera de contarme que me estaba amando lo mejor que sabía, lo mejor que sabían sus labios…

Puedo recordar al resto de mi familia besándome, al resto de mis amigos haciéndolo, a mí adolescente con trece-catorce deseando besar por primera vez.

Me instauraron el amor ahí, me contaron que los besos contaban eso, que contaban como amabas el mundo, a una persona, a ti misma…

A día de hoy beso como modo de supervivencia.

Para sobrevivir de la auténtica maravilla que es vivir.

Para contarle a alguien que me podría quedar a vivir en su boca —aquí me sale la poeta—.

Para dar ese beso en la mejilla que habla de la confianza de la amistad sin grados.

Para decirme a mí lo bonito que sé amar a través de «mi dentro», para contarme esa verdad en alto.

Para amar a otro con todo lo que ello conlleva.

Para dejarle en la boca a alguien toda mi verdad.

Para sobrevivir del lugar donde siempre quiero quedarme.

Soy lo que soy porque beso como beso. El beso en el cuello antes de pasar al resto. El beso rápido que busca al lento. El beso que se va diciéndote todo lo que te queda por vivir. Y el beso que sabe tanto de ganar que solo espera a unos ojos que lo acepten. Hoy me recuerdo que sin ellos nada. Que, con ellos, lo que sea.

Lo que te pasa dentro cuando alguien te dice «me encantas»

¿Y si la cuestión fuera nunca jugar a perder?

No hay distancia entre dos personas que han decidido quererse.

No es si yo estoy mejor donde tú estás o si tú estás mejor si yo estoy.

Es si existe un lugar donde seamos.

RECUERDA QUE TIENES UNAS MANOS QUE CALMAN.

el miedo no me toca si tú sí

—a veces—

El miedo no depende de que estés tú o no para tocarme, pero hay miedos que si se comparten son menos «miedos», que si me abrazas suenan menos.

LA TRAMPA.

La velocidad de buscarnos en un lugar donde no estamos.

El miedo viene a tocarme, atento/a.

Tienes un lugar en mí donde abrazarme y dejarme sentir que el miedo es menos miedo si estás cerca.

Ni salvarnos solos de todo ni dejar que el miedo deje de buscarnos por estar acompañados.

El miedo llega siempre que tiene que hablar, es simple.

Da igual el lugar, lo expuestos que estemos, la emoción que gane en ese momento.

Él sabe vencer porque lo que tiene que decir es mucho más grande que lo que calla.

Lo mismo que nos pasa a nosotros.

Él se libera a través de ti.

Y si lo callas es como si le metieras un calcetín en la boca, eso siempre es bastante efímero. Todos lo sabemos.

A mí hay miedos que me gusta compartirlos y miedos que me permito vivir sola; antes solo entendía de miedos que no debía compartir y que estaban ahí para que yo los viviera conmigo, que era un mensaje solo para mí, que yo debía pasar sin ayuda de nadie. Todo ello me llevó a no compartirlos, a hacer «casa» en ellos y a cerrar todas las ventanas para que nadie los viera.

Parecía que si nadie los veía era como si existieran menos, como si no fueran reales.

Puedo ahora ver como hay miedos que han estado muchos años conmigo, que hay personas muy cerca de mí que ni sabían que yo los vivía, personas que jamás vieron en mí que eso existía y yo no hacía más que dormir con ellos cada noche.

Vivía con ellos como vivía conmigo misma, pero no salían nunca a la luz. Yo no quería que nadie los viera, que nadie me viera vulnerable, que nadie sintiera que yo era débil por sentir esos miedos.

Ahora vivo mis miedos desde otro lugar; para empezar, me dejo sentirlos en alto y en bajo, me permito compartirlos si creo que esos miedos van a transformarse si alguien me abraza, o si simplemente contarlos en alto me va a hacer sentir más tranquila, más en calma conmigo misma. Me permito contar que soy humana y hay veces que el miedo entra en mí y me paraliza.

Desde aquí soy capaz de ver lo que el miedo tiene para mí.

Desde aquí soy capaz de verte abrazarme en mi miedo y no sentirme vulnerable. O sentirlo pero con tus brazos.

Desde aquí sé ver que los miedos que veo en mí los puedo ver en tus ojos también.

Que yo soy vulnerable porque tú también lo eres. Que yo puedo abrazarte y contarte que la vida va más allá de ellos y al mismo tiempo estarme calmando a mí/en ti.

El miedo está para juntarnos, no para crear distancia con los demás y con nosotros/as mismos/as.

Mi miedo me acerca a mí: a lo que temo, a lo que anhelo, a lo que busco y de lo que huyo.

Nuestros miedos nos acercan al que tenemos enfrente, nos enseña dónde tiembla, adónde le cuesta llegar, dónde se para antes de tocar. Nos enseña cuál es la razón de que sus manos a veces se queden quietas.

Nos enseña que tenemos nuestras propias manos para sanar.

Nos enseña que tenemos unas manos enfrente para calmar.

¿Y si los dos tuviéramos que vivir esto para ver que sí puede haber alguien que destruye mis miedos cuando nos mira?

YA NO COMPRO QUE SE ME VENDA.

viernes donde no deberían/deberías estar

NO SÉ SI SON LOS VIERNES O YO QUIEN ESTÁ MAL COLOCADA.

Es una sensación que tengo desde hace unos años cuando comprendo que el mundo está diseñado para quien trabaja de lunes a viernes, quien tiene pareja con la que salir todos los viernes o quien establece que es el día en el que todo empieza a merecer la pena si hay algo que sustente tu paz.

Estoy en un lugar donde el mar me ve por la ventana.

Es viernes y nadie viene a verme.

No sé si yo valgo como alguien, tampoco sé si soy capaz de verme ahora mismo.

Lo que sí entiendo en días como hoy es que la soledad es algo que se compra, que te crees o no, que no se lleva dentro sino que es ria.

Lo que sí siento en días como hoy es que me pertenezco más que otros días, que ya no compro que si no estoy un viernes ligando con alguien en un bar debería llamar a la tristeza para que me acunara esta noche. Ya no compro que se me venda.

Y no hablo de vender en modo exposición como mujer, hablo de lo que conlleva que haya un mundo ordenado para que haya gente que no esté ordenada.

Se crean grupos para que haya personas que no tengan ninguno.

Se crean rutinas para lo mismo.

Se crean días de diario para que así el fin de semana seas capaz de ver lo «libre» que eres.

Y se crean los fines de semana para que así sientas si «perteneces» o no.

Yo hoy debo de no pertenecer y debo de no ser libre.

Pd: estoy en casa porque lo he elegido amando lo que hago hacer. Decidme si tiene que venir alguien a decirme si soy libre ahora mismo o no y si pertenezco a algo cuando no hay manera en el mundo en la que yo me pertenezca más a mí misma que en este momento.

Pd 1: la soledad no ha venido a verme.

Pd 3: —nunca me gustaron los números pares—. La libertad sí que llamó a la puerta y le dije que ya la sentía.

TUS MIEDOS nunca deben saber más de ti que tú mismo.

Nadie se queda en un lugar que no le salva. El caso es,

¿necesito ser salvado?

Que en la vida hay momentos para sentirse libres y momentos para darte cuenta de que esa libertad te necesita

libre a ti primero.

JAMÁS LLEGAREMOS A LA LIBERTAD SI LA SEGUIMOS COLOCANDO FUERA DEL LUGAR DONDE ESTAMOS.

la libertad del «aquí»

Cuando dejas de buscar porque ya todo está.

YO DONDE ESTOY YA SOY LIBRE.

Libre de a veces no sentirme libre.

Libre de que mis alas estén más preparadas que yo.

Libre de sentirme vulnerable a ratos.

Libre de amarme sin límites y con brazos.

Libre de pensar y sentir lo que pienso y siento.

Libre de que me enfade que no me cuentes toda la verdad.

Libre de que la vida me vea en ella.

Libre de sentirme pequeña si no me piensas.

Libre de sentirme grande cuando me pienso yo.

Libre de tocarme, sentirme y besarme cuando me da la gana.

Libre de elegir si me besas o no.

Libre de querer compartir o no lo que me pasa.

Libre de reírme a tiempo.

Libre de tener miedo al tiempo.

Libre de que el tiempo no sea libre.

Libre de no echarte de menos a veces y mucho mucho tiempo.

Libre de echarme de menos yo cada vez menos.

Libre de los juicios, las identidades, la falsa modestia y los límites relacionados

con querer a alguien.

Libre de querer a alguien más que a mí.

Libre de escribir a ratos mintiéndome.

Libre de decirme la verdad solo cuando quiero.

Libre de que mi libertad a veces esté cerca y a veces lejos,

pero que siempre esté

donde esté yo.

Es que él también necesita su lugar.

Él también necesita que se sepa que existe para dejar de hacerlo.

Él te necesita de vuelta.

ENAMÓRATE DE QUIEN ERES EN ESTE MOMENTO.

enamórate

ENAMÓRATE DE QUIEN ERES EN ESTE MOMENTO.

De las prisas por volver a casa cuando tú estás allí.

Del mar pidiendo a gritos que lo toques.

Enamórate de todo lo que un día quisiste ser y nunca llegaste.

Del amor que no pide ningún rescate.

De que no seas capaz una vez más de besar por última vez.

Enamórate de todo aquel sueño que pises sin zapatos.

De poder gritar con calma en los bolsillos.

De los tequiero que no esperas ningún tipo de respuesta.

Enamórate de la vida cuando tú no te subes. De los cielos que no se aguantan nada y que llueven todo. De tu vida pensando en alto, la oiga quien la oiga.

Enamórate de ser quien respira con todo el cuerpo. De las distancias que tu alma elige. De que el amor sea eso que te despierta en medio de la noche.

De ti SIEMPRE de ti.

Y que el resto haga lo que quiera.

Si quiere olvidarte, que lo haga.

Si quiere volver a ti, que llame antes de entrar.

Si quiere dudar, que dude.

Pero tú, no.

Tú no te quedes sin ti.

Que olvidarnos de recordarnos lo que somos no es un camino posible,

no lo es porque no estamos.

No lo es porque no están nuestros pies.

MIENTRAS TÚ NO TE OLVIDES DE TI todo está bien.

SI CASA FUESE UN LUGAR, TÚ TENDRÍAS PAREDES.

casa no es un lugar

La bonita sensación de sentirme que soy un lugar donde quedarse.

AL MENOS NO FÍSICO.

No es algo que podamos ubicar dentro de unas coordenadas y limitarlo a un espacio en concreto. Casa es todo lugar donde tú te sientas en ella.

Hace tiempo que concebí que la palabra «casa» venía conmigo a donde iba, que había muchos lugares donde yo quería estar, muchas personas con las que compartir este camino, mucho amor en muchos sitios. Ahí entendí que no había ninguna razón para establecer «mi lugar» en nada físico y concreto.

Desde entonces casa es volver a mí. Casa es saber que podré estar en cualquier sitio mientras me habite a mí misma.

Ya todo tiene un sentido mucho más grande desde ahí y me libera de tener un lugar donde ir para sentirme así; si «casa» eres tú ya no hay que ir a ningún otro sitio. Ya no es llegar a algún lugar, ahora todo consiste en quedarse. Quedarse donde estés es quedarse en casa.

Malgastamos mucho tiempo a veces en encontrar y pensar esta reflexión tan simple, buscamos fuera donde crear un hogar que tenga todo lo que yo necesito, que estén las personas que quiero todo el rato y que esté en un espacio que me haga sonreír cada día. Casa no es eso.

Eso es el reflejo de todo lo que no encuentras dentro por no buscar en el lugar adecuado, o por no dejar de buscar lo que crees que aún no tienes. Lo desconozco.

Casa es que no exista nada porque existes tú.

No es donde estoy y donde quiero ir. Es a donde no quiero volver. No es si yo estoy mejor donde tú estás o si tú estás mejor si yo estoy. Es si existe un lugar donde seamos. No es parar o seguir andando, es si piensas que es buen lugar este donde quedarse o hay otro abrazo mejor donde atracar. No es volver a casa, es saber que ya no estás en ella donde antes si estabas.

Mi casa es un lugar donde se ama o se ama. Donde quien está suena.

Desde que conozco el viento ya no sé de otra casa a la que llamarla hogar.

Cuando te permites ser como los lugares: jamás el mismo.

LA CALMA DE SENTIRTE EN CALMA.

resistirse solo hace que lo que tenga que venir tarde más

Nada tiene menos sentido que pensar en lo que seguro no pasará mañana. Tú ayer no sabías nada de hoy.

TODO ESE CAMINO PARA LLEGAR AQUÍ.

Para darme cuenta de que la sangre siempre sale de un corazón pero hay muchas veces que pasa por otro.

Para cumplir que todo lo que vivo es la vida creándose a través de mí.

Desde eso. Desde eso ya os contaré qué nos ha pasado al miedo y a mí. Cuando ya ninguno se busca en el otro sin entenderse.

Todo este camino para llegar AQUÍ. La única verdad es que el camino es largo en distancia porque queremos hacerlo largo, porque el camino es siempre el de vuelta, el de vuelta a «casa», el de

vuelta al «ahora», a lo que pasa en este instante en el que estás leyendo esto. No hay más.

En numerosas ocasiones nos vemos resistiéndonos a lo que está pasando, colocándonos en un lugar donde aún no estamos y donde quizás nunca lleguemos a estar. Es como estar todo el día creando una película que aún no ha empezado a filmarse, que no sabemos quién actuará ni dónde se grabará, ni siquiera cuál será el lugar donde discurrirá. Así solemos vivir, en constante creación sobre lo que no tenemos ni idea.

Toda esta creación de momentos puede estar bien, pero para mí lo más negativo de ella es la falta de presente que se crea en nuestro instante, la resistencia a que lo que está pasando ahora mismo es lo que tiene que estar pasando ahora mismo. TODO.

Nos guste más o menos, lo hayamos preparado o no, nos apetezca en mayor o menor grado, o sintamos o no que es el momento de vivir esto.

Que esté pasando ya tiene toda la información que necesitamos. Que exista ya habla.

Nos cuesta estar en el presente sobre todo cuando no nos cuadra, cuando no aceptamos y cuando no queremos ver lo que nos quiere contar. El presente no necesita que tú lo entiendas para existir, viene con un mensaje, con un volumen y con una intención. En tus manos está el recibirlo y amarlo o el rechazarlo y resistirte.

Lo que no nos damos cuenta es que cuando nos resistimos nos estamos

resistiendo a nuestra propia historia, a nuestras propias vivencias, a todo lo que tiene la vida para enseñarnos y acompañarnos. En toda esa sabiduría ya está todo para que lo vivamos. En nuestra elección está ver y abrazar todo eso sin miedo o seguir contándonos que todo «debería» ser diferente porque como está siendo no me apetece nada vivirlo.

La vida está llena de situaciones que muchas veces cuesta afrontar, que duelen, que nos hacen dudar y nos colocan en lugares bastante difíciles de gestionar. La vida está completa porque en su completud entra que todo lo anterior exista, ella es completa porque lleva todo inscrito desde que ella es ella misma. Nosotros, igual. Desde que nacemos estamos expuestos a un sinfín de cosas que pasan a nuestro alrededor y todo ello está ahí para ser vivido.

Cuando nos sentimos en coherencia con lo que nos pasa, lo aceptamos y nos dejamos de resistir, abrimos un camino a que lo que tenga que estar esté y lo que ya haya cumplido su función se vaya.

De tal manera abrimos un hueco a lo que aún no ha llegado porque no tenía sitio donde colocarse.

Esto puede parecer muy metafórico, pero es real.

Es maravillosamente gráfico.

Yo he experimentado, cuando he dejado espacio para que llegara algo —y no me he resistido a ese cambio o esa pérdida—, como algo nuevo ha venido a habitar ese nuevo lugar. Es tan simple como eso. Nada entra si no tiene donde estar.

Por ello mil veces nos encontramos en situaciones en las que nada cambia, en las que nada nuevo asoma, en las que todo sigue en su estricto orden y posición y, por lo tanto, con esa resistencia estamos autoboicoteando lo que tiene que venir: oportunidades, personas, cambios…, no lleguen a nosotros porque no les estamos abriendo la puerta a nuestra vida ni a nuestros brazos.

De verdad, ahí fuera siempre hay algo esperándonos si nosotros/as no esperamos nada. Si confiamos. Si solo confiamos.

ESTO VA DE QUE ESTÁS VIVO Y SIENTES.

desearte saltando

FUE LLEGAR Y DESEARLO.

Como esas veces que se cruza algo en tu vida y tú no puedes evitar la atracción.

Nadie sabía si uno se podía bañar o no allí.

Pero de repente vimos a alguien que lo había hecho.

Alguien que con ropa había decidido que era el plan que quería ahora mismo en su vida.

Alguien que mientras nos decía que sí se podía, se tiraba de cabeza a esta poza.

Nos faltaron solo unos minutos para encontrar nuestra braga del bikini y subirnos al muro para pensarnos el entrar.

Mientras estaba ahí arriba pensé muchas cosas.

Lo primero, que el agua estaba a 12-13° grados.

Que podía darme con alguna roca.

Y que salir de allí no era nada fácil (una cascada a un lado de unos diez metros y un muro al otro donde trepar).

Todo pintaba «difícil» de gestionar.

«Difícil» de vivir.

Cuando paré mi mente contándome todo eso solo sentí mi corazón latiendo al mismo son que esa agua. Al mismo tiempo. Con la misma vida.

Sentí mi cuerpo decidiendo si saltar o no, pero con muchas más ganas que miedo.

Y mi ser respirando que la vida que estaba viendo estaba a un salto de ser vivida sin miedo.

«Saltaaaa, es solo saltar», oí a lo lejos.

Esas palabras llegaron como un aliento.

Como vida rozándome.

Como el aire sujetándome.

El resto que recuerdo es caer allí.

Sentí mi cuerpo latiendo sin parar.

Mi corazón sobrepasado.

El agua helada moviendo todas mis células y mi respiración agitada.

Fue una sensación increíble.

Cuando tocas la vida, el miedo desaparece.

La vida estaba allí.

Unida.

Saltando.

Permitiéndose ser y permitiéndose quererse.

Y yo era eso.

TODO eso.

—Saltar. Era solo saltar—.

CORAZONADA: LO QUE TU CORAZÓN SABE ANTES QUE TÚ.

el corazón se comunica

No tenemos ni idea de hasta dónde puede llegar nuestro corazón sin nosotros movernos.

EL CORAZÓN SE COMUNICA NO PORQUE NADIE LO EXPLIQUE CIENTÍFICAMENTE, SINO PORQUE YO HE VISTO AL MÍO HACERLO.

Es importante saber que el campo energético que abarca nuestro corazón es mucho más amplio en intensidad y en distancia que el campo energético que produce el cerebro. Ahí ya gana.

Mucha más verdad y mucho más volumen por tanto.

El corazón atiende en su comunicación a nuestro estado emocional, él sabe exactamente cómo comunicar cómo nos sentimos. Sus latidos son incoherentes y desordenados cuando pasamos por emociones «negativas» o desagradables y, en cambio, cuando nuestras emociones son emociones amorosas y agradables, sus latidos automáticamente se ordenan y entran en coherencia armónicamente.

Él se comunica así, sus latidos son como nuestras palabras. Es su manera de salir al mundo a contar cosas.

Se comunica con nosotros/as mismos todo el tiempo a través de la escucha de

nuestro propio cuerpo, a través del silencio en el que le dejamos llegar a nosotros/as. Todos hemos vivido ese momento en medio del mar en el que «haces el muerto» y, al estar taponados tus oídos con el agua, escuchas tu corazón. Ese es el tipo de silencio que necesita el corazón para sentirse escuchado y poderse comunicar contigo.

En el ruido nunca va a encontrar su lugar para contar lo que necesita contarte tantas veces y tú no lo escuchas.

A su vez, él se comunica con los demás y con el resto del mundo. Tiene un campo energético que puede llegar a un metro y medio de distancia, parece poco pero es mucho, y en ese espacio ser capaz de contarle al otro/a lo que está sintiendo.

Las sincronías entre personas atienden a esta comunicación, ya que es mucho más directo el o cuando los corazones están tranquilos y en coherencia, ya que la información que le estás dando al otro —tanto a su cerebro como a su corazón— es de paz y de un lugar seguro para ser y dejarse conocer y querer.

Por ello es tan importante que primero lo escuchemos nosotros/as y lo cuidemos —porque toda escucha implica cuidado— para saber lo que estamos enseñando al mundo de nosotros/as mismos/as. Todo lo que le atañe a él está totalmente relacionado con la manera en la que vibramos en el mundo y de ahí atraemos lo mismo que vibra ese corazón.

Un corazón incoherente y no cuidado encuentra lo mismo en su búsqueda. Un corazón atendido y abrazado encuentra de vuelta a alguien que abraza lo mismo y que, en consecuencia, está abierto a abrazar al que tiene enfrente.

El campo del corazón es un campo intuitivo y se mueve a través de la intuición. Por ello el corazón es el primero en recibir la información que llega a nosotros/as. Siempre ha parecido que no, que el primero es el cerebro pero no es así, el corazón le lleva siempre ventaja.

De ahí que hablemos a veces de «corazonadas» cuando de repente sentimos cosas que no atienden a ninguna lógica y solo responden al momento presente y a la parte emocional que reacciona en este instante. De esto os hablo, de que esa «corazonada» es nuestro corazón sabiendo antes que todo lo demás que «eso sí», que «por ahí es el camino», «que es esa persona y no otra», él sabe todo eso antes de que tu mente lo sepa. De ahí la importancia de subir su volumen y escucharle, y bajar el de la mente y pedirle que se ponga a servicio de él, de la verdad más genuina, de la verdad de la intuición.

La intuición es el lenguaje del corazón.

Recibir ese mensaje consiste en hablar directamente con tu corazón y decirle que estás preparado/a para escucharle te diga lo que te diga y que tú de vuelta le pidas que te ayude a ver aquello que no sabes aún ver solo.

Es pedirle ver el camino y que él —mientras lo escuches— te lo cuente.

Recuerda que si late es para ser escuchado. Nada grita sin querer que se le escuche.

COMO CUANDO ME TOCAS. ASÍ SUENA LA LIBERTAD.

¿sonamos?

Ludovico, yo quiero besar el resto de mi vida como tú tocas el piano.

Damien Rice —sept 18—

UN SOLO FOCO DE LUZ Y EN AQUEL LUGAR LA LUZ REINABA.

Jamás entenderé la capacidad de muy pocas personas de hacerte mover todas tus células en un instante.

Él ayer lo hizo.

Salió al escenario y mi mundo se volvió del revés.

Salió y lloré.

Como cuando tienes quince años y te firma tu disco favorito el/la cantante que te gusta.

Igual. O más.

Me siguen sorprendiendo las lágrimas que salen cuando tu cuerpo está ante algo tan grande que no sabe cómo gestionarlo.

Que llora por dar las gracias por vivir.

Por ser tan afortunada de poder vivir esto.

Por dar emoción a lo que está respirando ahora mismo.

Que llora para sacar hacia fuera todo lo que está pasando dentro.

Que se emociona para devolverle a este maravilloso músico lo que estaba haciendo conmigo en ese momento y lo que lleva haciendo ya mucho tiempo.

Es inmenso lo que haces, Damien.

Inmenso del verbo «inmensidad».

Sonaste para romper.

Para neutralizar.

Para darme cuenta de donde estaba.

Para abrazarme una vez más entre tu voz.

Una sola luz.

La oscuridad viviendo de nosotros.

Como esos besos en mitad de la noche que no necesitan de nada para saber mejor.

Para hacerte viajar más lejos.

A eso supiste:

a un viaje del cual no se regresa.

Antonio Orozco —julio 18—

A mí se me quedó grande la vida mientras cantaba.

Grande de ese que sientes cuando algo va a estallar dentro y sabes que no vas a querer pararlo.

Grande de ese grande que flotas.

Que no perteneces aquí.

Ni quieres hacerlo.

A mí se me ocurrió decirle mil cosas al oído mientras cantaba, mientras rompía todo y no pensaba arreglarlo.

Mientras no paraba de tocarse el corazón para enseñarnos lo que estaba sintiendo.

Lo que se estaba moviendo.

La parte de su vida que en ese momento nos pertenecía solo porque quisiera compartirla con nosotros/as.

Somos eso, la parte de vida que queremos compartir con los demás.

Y la parte que vivimos con y por nosotros/as mismos.

El corazón desnudo siempre esperando a más.

La ternura de una noche de verano donde sientes celos y no te los guardas.

Donde sientes y no te lo callas.

Ojalá muchos más valientes como tú.

Ojalá muchas más almas así.

Gracias por sentir.

Ludovico —sept 17—

Paralizaba a miles de personas mientras ni lo veía.

Un corazón provocando todo lo que se puede provocar.

La sensación de que el mundo por unas horas solo suena.

Y solo existe él para hacerlo sonar.

Yo aún no volví a mí del todo.

Creo que hay algo de mí que sigue volando por aquel espacio.

Ajeno a todo.

Y a la vez dentro de la nada.

Él pone al verbo FLUIR las notas para que exista.

Él crea lo que no se puede imaginar

porque ES.

Gracias, Ludovico,

no por enseñar tu luz sino por serla.

Andrés Suárez —sept 18—

Me encanta que nadie sepa desde cuándo está en mi vida. Que sea el secreto mejor contado. La duda llamando a un escondite donde se le ven los pies. Me encanta que mi rincón favorito sea a ratos su voz. Que a través de él he dicho «te quiero», «vuelve», «escúchame», «fóllame más», «quédate hasta mañana», «bésame los miedos» y eternidades de realidades que antes desde donde estaba ni avistaba.

He dicho que la vida me parecía más real para que se quedaran a mi lado a vivirlo. Cómo no ser real después de él.

Él no sabe que desde que él es, es mi POESÍA.

Que me salvó de la única manera que se puede salvar a una persona: haciéndola libre. Gracias por tu verdad abrazando a la mía. Por tus ganas como salvavidas. Que la marea empezó a subir no para echarnos de la playa sino para invitarnos a vivir en ella. Benijo, como cualquier playa donde poder hacer/hacerte el amor. Y desde entonces, tanto.

Que nunca te falte la vida que repartes.

La libertad no es para elegirla, es para vivirla.

LA ATRACCIÓN AL MIRAR AL MAR DE VERME A MÍ MISMA.

ser mar

Como encontrarse en un lugar. Como ver el azul que llevas y saber que sí, que lo ves fuera porque está dentro.

A mi mar:

TE RECONOZCO.

TE RECONOZCO DENTRO CUANDO TODO VUELVE A CASA MENOS LO QUE ERAS TÚ MISMO.

Te reconozco libre.

Cansado y descalzo.

Te veo cuando me veo.

Cuando nos vemos.

Te reconozco en plena marea y en plena calma. Y en medio.

Te reconozco en casa cuando ninguno sabíamos dónde estaba.

Te reconozco en mí cuando grito y creo que nadie me oye.

Cuando el volumen descansa.

Cuando en mitad de la nada surges.

Te reconozco sin nadie delante.

Cuando me da miedo la noche sin que te quedes.

Te reconozco pidiendo calma a gritos y yo contándote esto.

Contándote que te cuides cuidándome.

Que me mires mirándote.

Que nos sepas diciéndonos adiós.

Que somos bienvenida.

Que somos lo mismo.

Que de ti y de mí surge la vida.

Creo habértelo dicho sinceramente: no hay ningún tipo de mar en el que no te piense.

Desde que sé mostrar todo lo que soy ya el miedo no respira solo. Me dejo vivir. Pero atento/a, soy capaz de dejarme acariciar por eso de vivir la vida sin miedo.

Por eso de no vivir el miedo sin vida.

CUIDADO: SERÁS CAPAZ DE VERME CUANDO TE DEJE ENTRAR.

DESNUDO A LAS PERSONAS LAS MISMAS VECES QUE LAS MIRO.

en la desnudez

Soy lo que ya sabes. La desnudez que tantas veces has visto. La que nunca te he ocultado.

ES EN EL ÚNICO LUGAR DONDE NOS PODEMOS ENCONTRAR.

No sé si podéis imaginar el momento en el que tienes a alguien desnudo delante, hablo de físicamente, alguien que perdió todo lo que le suele acompañar en su día a día y de repente está desnudo delante de ti.

Vulnerable. Quieto. Como si toda su vida se pudiera ver en ese momento.

Y tú, respiras y lo atraviesas. Entras allí como si te hubieran dado la llave hacia todo lo que le atañe, y tú, sin saber usarla, sin saber si será para bien, sin saber si éste es el mejor momento, entras.

Tú y tu desnudez.

Ahí, en ese preciso instante, estáis en el mismo lugar.

No hay diferencias, no hay nada que coloque encima o debajo a ninguno de los dos; la vulnerabilidad pone el contador a cero y lo deja así, impasible.

Esa desnudez es el espejo de la que transitamos cuando nos sentimos desnudos emocionalmente. La desnudez de fuera atiende a la de dentro y la enseña, recibe el mensaje de que está preparada para ser vista, para ser vivida, para salir sin miedo a que la toquen.

Por eso mismo es el único lugar donde podemos encontrarnos: cuando tú te muestras y yo también.

Ahí se crea un espacio donde vernos sin distancia, donde colocarnos sin prisa, donde tocarnos con calma.

Experimentar esto creo que es de lo más adictivo que se puede experimentar en esta vida, la verdad de lo profundo, la verdad del «no miedo», la verdad que se permite ser todo además de ser verdad, como si eso mismo fuera poco.

No hay nada más bonito que le puedas entregar a alguien que tu desnudez, que tu intimidad con lo que eres y con lo que estás sintiendo, nada que pueda superar la entrega de esa veracidad completa, sin ninguna protección sobre nada, con ningún miedo a ser vista. Con la seguridad de esas manos que tiene enfrente mientras es recibida.

Amo y cada vez que amo a alguien abrazo esa desnudez, la cuido y la protejo porque entiendo y soy consciente de que para ninguno/a es un lugar fácil donde

habitar, a ninguno/a nos es indiferente dejar a alguien ver todo lo que somos, por ello qué mínimo que cuidarlo.

Soy capaz de ver en esos cuerpos todo lo que, a veces, no veo en sus palabras.

Soy capaz de tocar pieles que mueren por ser escuchadas.

Soy capaz de ver en esa desnudez todo: sus miedos, su lucha, sus inseguridades, sus fortalezas…, y ahí, en medio de todo, solo me sale amarla. Abrazar su totalidad.

Jamás dejaré de sentir la importancia de cuidar a un cuerpo y amarlo, de respetar por todo lo que ha pasado antes de llegar a mí, de escuchar todo lo que quiera contarme, de abrazarlo por las noches como a ese niño que se mete en la cama de su madre cuando tiene cinco años…

Porque sí, a ratos seguimos siendo eso.

Entregamos mucho cuando nos desnudamos de alma para fuera y de cuerpo para dentro a alguien; qué menos que cuidarnos.

Qué menos que ver todo lo que conlleva.

Qué menos que acariciarlo despacio.

Qué menos que saberte desnudo/a y tú verme entero/a.

Y al revés.

Somos todos los lugares que tocamos.

DESDE QUE ESTOY YO, LA VIDA ME PARECE SIEMPRE UN LUGAR DONDE QUEDARME.

renunciar a lo que eres nunca es un lugar para amar a nadie

A la vida le pido que no estés si no estoy yo.

PASAMOS POR MIL LUGARES DONDE NO NOS RECONOCEMOS, AL MENOS EN PARTE. NOS SITUAMOS EN HISTORIAS QUE HABLAN DE NOSOTROS A GRITOS: DE LO QUE NOS FALTA.

Esas historias aparecen para que tú seas consciente de que mientras estás en ellas hay cosas de ti que no llegaron hasta allí. Y está bien, todo está en su lugar pero de poco te sirve mirar hacia otro lado si eso no hace que te veas a ti mismo/a.

Pasé por historias en las que no me veía, en las que cuando me daba la vuelta a buscarme no me encontraba, en las que yo parecía ser alguien extraño cuando me intentaba encontrar en mi lugar.

No siento que hoy sea libre del todo de esto, pero sí que siento que en todas mis relaciones cada poco salgo a buscarme, me llamo, me encuentro y cuando lo hago me pregunto si estoy donde quiero estar.

Parece una pregunta muy simple, porque «parece» que siempre estamos donde queremos pero no es así.

Si paras a preguntarte hay millones de veces que estamos ahí por mil razones que no nos pertenecen, al menos no en esencia. Hay parejas que siguen juntas porque creen que, si la otra persona no estuviera, su mundo tampoco; parejas que se acompañan en los miedos pero no uniéndose en verlos, sino uniéndose en ver cómo me salva el otro para dejar de verlos. Y así no es.

Yo no puedo estar en un lugar contigo si es porque sin ti yo me muero: lo primero porque ahí no estoy «yo», ahí está «mi yo que tiene miedo a que no estés» y, lo segundo, porque nadie se muere sin nadie, aunque a veces esa sea una verdad indiscutible en nuestra mente y en nuestro cuerpo.

Si yo no soy yo entera contigo, no merece la pena que estés a mi lado.

Si renuncio a mí, dime entonces qué puedo entregarte.

Y ahí está, entregamos todo menos lo que somos, enseñamos nuestros miedos mucho antes que nuestra alma, y si eso es lo primero que se ve, entonces solo llega quien está en ese mismo lugar, quien lo primero que enseña es lo que no lo define en esencia, quien tiene mil capas preparadas para que las veas antes de verlo/a.

No se encuentra a quien amar entero si tú estás solo en partes.

En este momento estoy en proceso de quererme todo el rato.

De verme entera y no asustarme.

De contar hasta diez y no saber terminar cuando siento el diez.

Estoy en proceso de dormir con mis infidelidades.

De contar los papeles rotos encima de la cama.

De sanar heridas sin besos pero con lenguas.

Estoy en proceso de aprender a amar aunque sea tarde, aunque no sea «a tiempo», aunque dependa del día, la hora y el momento.

Estoy en proceso de vivir la vida sabiendo que la lucha nunca llega a una puerta abierta al mar, y que el mar nunca aceptaría una lucha.

Porque se sabe.

Estoy en proceso de luchar contra mí misma.

De no entenderme 24/7 y abrazarme igual por las noches.

De no intentar comprender porque cuando beso a personas respiro más fuerte.

De respirar más lento cuando me beso a mí.

Estoy en proceso de no juzgarme, de no mentirme, de no engañarme y de pillarme cuando lo hago.

Estoy en proceso de que la vida me hable y yo solo la escuche a las cinco de la mañana.

Estoy en proceso de vida y de muchas muertes. De muerte y mucha vida.

De mí sin nadie. De que nadie vuelva a mí sin mí.

Puede ser que haya cosas que sientas lejos y estén a la vuelta de la esquina.

Que para quemar el pasado te haga falta una hoja nueva.

Y que si me quitas tus besos, yo ni idea.

Puede ser que me dé miedo saltar no porque al caer no estés sino por si al caer no estoy yo.

Puede ser que romper el miedo consista en atravesarte.

En pasar a través de ti y quedarme a dormir en cada parada.

Puede que no seamos capítulos pasados.

Que seamos presente hasta dentro de unos años.

Puede que me vaya.

Puede que se vayan.

Puedes tú y puedo yo.

Yo solo sé que antes de mí tenía miedo al fuego y me quemé contigo.

Y el miedo, ni idea.

Que antes de mí no creías en los besos sabor luna.

Y ahora mira.

Aquí ella mirándonos.

Que estemos juntos en lo quemado.

O juntos en la hoja en blanco guardada bajo la cama.

Pero juntos.

LO QUE LE QUITAMOS A LA VIDA DE PRESENTE NO NOS LO DARÁ NI EL FUTURO NI EL PASADO.

estás donde necesitas estar

La vida siempre a tiempo.

RESPIRA.

Quédate quieto/a en este precioso instante en que estás leyendo esto, y sé capaz de sentir que lo que está pasando ahora mismo es lo único que podría estar pasando.

¿Lo sientes?

Yo he escrito esto para que tú ahora mismo lo estés leyendo, para que en este instante nos conectemos tú y yo en un espacio y un tiempo y seamos conscientes de que éste era el único momento, y el único lugar donde encontrarnos a través de este capítulo.

«Estás donde necesitas estar» no ha sido una frase que haya sido fácil para mí incorporar a mi vida, ha sido una frase muy compleja de sentir por todo lo que conlleva y por todo el peso que tiene en quien la toca.

La empecé a tocar hace unos años, aunque a veces leo cosas de mi adolescencia y soy consciente de que ya estaba allí gestándose, que en parte de mis textos en cuadernos ya estaba el «si esto está pasando es porque tenía que ser así» y al

leerlo me daba cuenta que ya estaba en mí la búsqueda de la razón del porqué en todo.

En mi búsqueda de esto lo primero que descubrí es que no había un porqué de todo, que había muchas cosas que no lo tenían y que la búsqueda de ese porqué lo único que hacía era limitarme a mí y dejarme encerrada en la idea de que, si no lo encontraba, algo estaba haciendo mal o no estaba buscando en el lugar correcto.

Más tarde y tras trascender esto me di cuenta de que todo tiene su razón pero la tarea de nosotros/as no es encontrarla, al menos no siempre.

Eso te coloca en un lugar de no búsqueda y te libera —que me parece muy importante—.

Me hizo darme cuenta que solo sabría la razón de por qué estaba pasando algo cuando estuviera preparada para saberlo y fuera el momento.

Después me di cuenta de que hay cosas que pasan que desde aquí aun no puedo comprender, como por ejemplo cuando acabas un trabajo y no sabes que ese final significa que otra oportunidad vendrá en unos meses, o cuando te alejas de alguien y en un tiempo eres capaz de ver lo que te estaba enseñando que pasara esto: sin esa persona había un lugar para que llegara otra.

Todos estos aprendizajes me llevaron a este último, al título de este capítulo: «estás donde necesitas estar» que para mí significa que todo lo que pasa es lo único que podría estar pasando y eso, a mi entender, es revelador.

Cuando entras en sintonía con esto, aceptas que aunque a veces no nos guste lo que pasa o queramos que sea de otra manera hay que ver que eso está pasando para tu crecimiento y aprendizaje, y que si ahora no lo entiendes, más adelante sí lo harás.

Estás en el único lugar donde podrías estar.

Abraza que esté pasando lo que está pasando.

Y confía en que, si estás en tormenta, vendrá la calma.

En que, si estas en calma y un día viene la tormenta, estarás preparada para ella.

En que estás.

Deja de pensar en el dónde. En el cuándo. Y en el con quién.

Tú estás.

LO LIBERADOR DE TIRARSE AL VACÍO POR UNO MISMO.

esencia es siempre donde volver

El alma siempre dispuesta.

CUANDO PIENSO EN DÓNDE ESTOY Y ADÓNDE QUIERO LLEGAR A VECES ME EQUIVOCO, NO SÉ DETERMINAR SI EN DONDE ESTOY YA ESTOY YO CON TODO O SI HA HABIDO COSAS QUE HE DEJADO POR EL CAMINO Y, POR EL MIEDO A VOLVER A POR ELLAS, SE HAN QUEDADO ALLÍ.

No sé exactamente a veces dónde está mi hogar, si «casa» es cualquier lugar donde me sienta abrigada o solo es aquel lugar donde no tenga que abrigarme.

Cada día creo más en lo segundo.

Lo que sé contaros a día de hoy es que ya sé que solo tengo un lugar donde volver. Un lugar donde repetir y no cansarme nunca de hacerlo. Un espacio verdadero donde comunicarme con lo que siempre quise ser mientras ya lo era: mi esencia.

La verdadera vuelta a «casa» es volver ahí, a donde tu esencia respira, donde ella habita y ha habitado siempre aunque a veces olvidemos el camino.

Esencia es siempre donde volver, donde irnos quitando capas y cosas que nos sobran, donde ir dándole valor a todo aquello que siempre necesitó de nosotros y

pocas veces le damos el amor que tenemos.

No hay ninguna otra sensación de pérdida mayor que la que te separa de quien eres y de ti sintiendo, es lo único que realmente te hace sentir desconectado/a de lo que eres y lo que has venido a hacer aquí, a esta vida y a este cuerpo.

En tu esencia reside toda la información de ti que necesitas para recordarte que eres todo lo bello que te dejas ver, y que tu luz brilla todo lo alto que tu esencia hable, y hablamos mucho cuando estamos conectados/as con ella.

Desde aquí te hablo hoy. Desde mi verdadera esencia.

Te regalo mi esencia en este capítulo para que tú pienses en la tuya, la reconozcas y la beses.

Hazle el amor hasta que su respiración se agite y su ser solo pida vivir más alto, más fuerte, más tiempo.

Y ahí, en medio de ese viaje, di:

Solo yo y ella sabemos de lo que pasa dentro de lo que queremos ser fuera.

Solo ella y yo.

A menudo busco en la vida lo que aún no existe. Salto en lugares donde solo hay pájaros y yo no pregunto por mis alas. Y me resisto a no encontrarte en cada palabra que pienso que no digo en alto. Pero luego esto. Luego tanto. Luego me respiro y siento: sabes ser aire. Solo te queda imaginártelo.

NO ES LIBRE QUIEN SE ESTÁ SUJETANDO EL CORAZÓN TODO EL TIEMPO.

¿sujetarse el corazón?

No se trata de inteligencia emocional, sensorial o sensitiva. Se trata de que cuando el corazón va delante, va delante.

SI EL MIEDO NO SUPIERA MÁS DE SÍ MISMO QUE DEL CORAZÓN NO GANARÍA A VECES.

Si no creyéramos más en él que en lo que de verdad sentimos, nuestra vida sería totalmente diferente.

Si gana es porque el poder que le damos es mucho más fuerte que el que damos a quien nos tiene latiendo aquí ahora mismo. Es absurdo.

Si un corazón nos ha traído hasta aquí, como puede quedarse callado ante la presencia de un miedo que nunca hizo vivir a nadie, nunca mantuvo nada vivo mucho tiempo, ni mucho menos quiso responder ante la verdad.

Quien se sujeta el corazón deja que el miedo entre hasta el salón y se quede a vivir. Deja que pase y haga en su casa su propia cárcel, tira a la basura su libertad y sus ganas de ser libre, como si eso fuera fácil de recuperarse después.

Estoy en una casa gaditana en un tercer piso donde una terraza que mira hacia el

mar acaba de hacerme sentir como en casa, estoy en diciembre y hay unos veinte grados ahora mismo y mi piel sabe a toda la sal que ahora mismo puede contener. Tengo delante de mí un sol al que le quedan quince minutos para dejarse morir en el mar y un horizonte vestido totalmente de azul.

Éste es el lugar donde estoy eligiendo terminar este libro y éste es el regalo por no sujetarme el corazón, por dejarlo ser, por abrazarlo, contenerlo y por llevarlo de viaje y traerlo aquí. Ésta es su manera de darme las gracias por escucharlo y proponerle vivir una vida desnuda de todo tipo de miedos cada vez que pueda.

En este lugar mi corazón es libre, se siente parte de toda esta naturaleza que lo acompaña mientras yo escribo esto, y se siente muy «sol» junto con todos los colores que ahora mismo le miran. Si mi corazón estuviera sujeto ahora mismo no se reconocería aquí, no tendría ganas de ver lo que está viendo ni podría agradecer con tanto amor que la vida es un regalo a cada paso y este momento es una prueba de ello.

Hay quien piensa que cuanto más cerrado esté su corazón, más protegido y más libre será, que es la manera de salir ileso de cualquier dolor o pena y que «protegerlo» de esta manera es la única manera de protegerse a sí mismo.

Para mí no puede haber mayor error que hacer esto, que hacerte esto. Esa «protección» solo lo protege de vivir y vivir es lo único para lo que está hecho. Te estás protegiendo de vivir.

Es duro escribirlo con tanta veracidad pero es de las mayores certezas que puedo entender ahora mismo dentro de mí. Yo no protejo a mi corazón de vivir porque es lo que quiero que haga, no lo protejo de su razón de ser ni de mi razón de latir.

Si lo sujeto a él me sujeto a mí misma, me quedo sin sentir lo que la vida tenga que enseñarme y regalarme, y para mí una vida sin eso no merece la pena en ningún momento.

Lo único que hay que hacer con el corazón es cuidarlo, escucharlo y respetarlo más a menudo. Ser su compañero/a en el viaje que os ha tocado vivir juntos y escucharos tanto en los momentos de dolor como en los momentos en los que está tranquilo y amoroso, porque lleno de vida está en los dos casos. A día de hoy soy capaz de ver toda la vida que hay dentro de mí saltando a cualquier mar —cosa que amo hacer— o llorando sin consuelo bastante rato. En los dos momentos mi corazón rebosa vida y los dos momentos significan cuidarlo. Que nadie os cuente lo contrario y si os lo cuentan nunca lo creáis.

Es tu corazón viviendo lo que sea.

Es el que inició tu vida contigo, el que no para ni por las noches de estar cuidando de ti y quien no tiene miedo a nada más que a ti queriendo que él no viva intensamente.

Quién soy para pararlo.

Quién soy para decirle que no sienta.

Qué enorme error el querer vivir sin ellos

cuando son ellos quienes viven por nosotros/as.

Valentía es quedarse donde tu corazón quiere.

Y no siempre parece fácil de ver. Y no siempre parece el mejor momento. Y no siempre hay apoyo. Y no siempre hay claridad. Pero sí, siempre estás tú para verlo, para VERTE.

EL MIEDO A QUE ALGUIEN TE QUIERA COMO ERES TE DA LA RESPONSABILIDAD DE SER LO QUE ERES, SIN MENTIRTE NI MENTIR A LOS DEMÁS.

la verdad no duda

La falta de saber lo que quieres es por no querer de verdad.

DIGAMOS QUE HAY ALGO POR ENCIMA. ALGO QUE ATIENDE A SER Y SOLAMENTE A SER, ALGO QUE SI LO VES SOLO TIENES QUE QUEDARTE A VERLO.

La palabra «verdad» es preciosa pero lo es por lo que lleva dentro, no solo por su ordenación de letras, ni por su sonoridad, es bella porque al nombrarse todo se coloca.

Todos más o menos sabemos lo que es verdad y lo que no lo es, distinguimos esto desde que nacemos, somos parte de ello desde que decidimos mentir por primera vez y en ese preciso momento nos damos cuenta de que ya, ahí, no estamos atendiendo a lo que es cierto, que eso ya no nos pertenece.

Hace unos días vi una película que hablaba de que a veces mentir es bueno, nos libera, nos hace «no exponernos»; en ese momento no estuve muy de acuerdo con ello, de hecho seguí viendo la película con cierta desaprobación. Ahora, mientras escribo esto, siento que mentir a veces nos hace ser más capaces de ver la verdad, es como si a través de ella fuéramos capaces de ver su opuesto.

Quizás sí se necesiten en momentos, quizás si puedan unirse para saber lo que queremos, es probable que sea una manera de ubicarnos en ellas, de descifrar

cuál es la cantidad de verdad que en este momento nos permitimos transitar.

No quiero decir que esté bien mentir pero sí creo que a veces nos sirve de camino para llegar a la verdad.

Quizá muchos momentos ni nos demos cuenta de que estamos mintiendo o nos estamos mintiendo.

El inconsciente es lo que tiene, que no siempre es fácil de ver cómo juega.

Yo soy muy verdad, o al menos lo intento.

Miento, sobre todo a mí algunas veces, y oculto a veces la verdad a los demás, cosa que aún a lo largo de mi vida no he sabido diferenciar si eso es mentir o no. No tengo ni idea.

Lo que sí sé es que cuando soy verdad no me dudo. Ni nadie lo hace.

Lo que sí sé es que cuando veo la verdad fuera soy incapaz de no rendirme ante ella.

Lo que sí sé es que cuando oigo verdad hay algo que se me rompe dentro y abraza lo que oye.

Para mí la verdad es como eso que eres incapaz de no devorar, eso que atiende a tanta certeza que te atrapa.

Luego entra la mente y lo duda, entran los miedos y lo intentan romper, entran las inseguridades y lo transforman en mil cosas indescriptibles a simple vista pero ella sigue, quieta, inmóvil, como si todo lo que tuviera que decir ya estuviera dicho. Como si todo lo que tuviera que demostrar atendiera a la «nada».

Ella sabe tan bien quién es que no duda.

Tú, cuando llegas a ese mismo estado, tampoco lo haces.

Porque no dudas de ti.

Porque no dudas de la verdad que eso refleja de ti.

Quizás es que sois lo mismo pero solo os falta encontraros.

A eso me refiero cuando me refiero a mí. A ti. Cuando te veo a ti conmigo. Cuando me siento a mí en ti. Supongo que es imposible que lo que me pasa(s) dentro no te llegue. Supongo que es imposible no tocarte como me tocas tú a mí. Un duelo de verdades siempre a punto de comenzar.

Cuando sientes que lo que hay fuera es lo mismo que llevas dentro.

No lo temes.

No te temes.

Te tienes dentro.

SOLO LO QUE PUEDA LLEGAR A TI MIENTRAS TE ABRAZAS.

SOLO.

NADA SE PIERDE. SOLO SE COLOCA EN OTRO LUGAR.

nadie se va. Se queda de otra manera

Las despedidas duelen porque piensas que esa persona no te volverá a tocar. ¿Y si piensas que nunca dejará de hacerlo?

ENTENDEMOS LA PÉRDIDA SOLO COMO EL VACÍO QUE CREA Y CREO QUE ESA ES LA PRINCIPAL RAZÓN DEL SUFRIMIENTO QUE PROVOCA.

Siento que lo primero importante a entender en toda pérdida es que el hueco que deja hay que sentirlo, abrazarlo, ser consciente de que eso ha pasado y hacerlo con todo nuestro ser.

Después de abrazarlo viene la manera como lo miras: la percepción. Ese hueco deja un espacio vacío y cualquier espacio vacío se puede ver como una oportunidad para colocar algo nuevo allí, algo que conecte contigo en este momento. Te está invitando a llenar de vida lo que ha sido vaciado de aquello que ya no tenía nada más que vivir allí.

Toda pérdida es una ganancia: de vida, de cambio, de oportunidades y de nuevas vivencias.

Siendo sincera para llegar a entender lo anterior con bastante certeza, he tenido

que aprender antes a ver o a sentir, o los dos, que nadie se va de ti, solo se coloca en otro espacio, de otra manera.

Puedo hablar de esto con bastante experiencia ya que yo perdí a mi madre hace unos años y sé bastante bien de lo que hablan los vacíos y más cuando pierdes a alguien tan importante como tu madre.

Es inconcebible pensar en una vida sin verla, sin tocarla y sin oír su voz. Es un vacío inmenso y muy doloroso. Perderla a ella fue perder una parte de mí muy grande y su amor era imposible de rellenar con ningún otro, a día de hoy sigue siendo imposible de rellenar su ausencia. Nada llena que no esté.

Me di cuenta de que yo no quería rellenar eso con nada ni con nadie, que mi madre se había ido de alguna manera pero permanecía cerca de mí y en mí. Yo perdí mucho con su falta pero no la perdí a ella.

Jamás la perderé a ella.

Yo siento que no «pierdes» a una persona solamente, es importante también la pérdida del papel que ha tenido en tu vida hasta ese momento y el papel que tú tenías dentro de esa persona y con ella.

Esos papeles inevitablemente cambian, ya no son.

El resto permanece: lo vivido, lo aprendido, todo lo compartido en el tiempo que esos caminos estuvieron físicamente unidos. Todo eso no se pierde, lo llevas en

ti porque forma parte de lo que eres y de la historia de ti que has construido y que cada día construyes.

Nadie se va, solo pide otro espacio, solo necesitas que se vaya para que veas que tiene donde quedarse en el «después».

Que tu amor le deja otro espacio donde habitar cerca de ti.

Que nadie que te haya amado puede irse, porque el amor no sabe de despedidas, solo de uniones.

LO QUE NOS CUESTA a veces GRITARNOS todo lo que no nos atrevemos a decirnos hacia adentro.

UNO SE LLEVA HASTA DONDE SE CREE POSIBLE.

Qué bello eso de dejarle al otro ser lo que quiera ser contigo.

lo que nos separa es que no queramos ser iguales

ME PUEDO ENCONTRAR EN ALGUNOS MOMENTOS EN LOS QUE AÚN NO SOY CAPAZ DE VER AL OTRO, DE CREAR ESA DIFERENCIA PARA NO SENTIRME IGUAL.

De crear espacio para no aceptar el miedo que tengo de saltarlo, de separarme para así no tener que verme en ti.

Nacemos y pertenecemos a una identificación que nos nombra como si ese nombre nos perteneciera para siempre, como si ya fuese imposible salir de ahí, como si la vida fuera para siempre siendo lo que somos.

Yo, si no quiero ser como tú, me invento que tú eres diferente.

Esto es la mayor invención de la vida para «creernos» que somos algo distinto a los demás, que nosotros valemos más o menos, que nosotros tenemos una piel que dicta como somos, que nosotros tenemos más o menos suerte de pertenecer a una familia o de vivir donde vivimos.

Si no de qué las guerras, de qué las diferencias políticas, raciales, sexuales, de pensamiento, intelectuales, las batallas ideológicas, la diferencias de poder…

La eterna mentira para no itir la grandeza de encontrarnos en los ojos contrarios, la que nos separa de que el otro nos pueda o no necesitar, la que hace

que no veamos que todos podríamos estar en un lugar diferente al que estamos y la verdad sería la misma.

Ese espacio dentro de otros millones de espacios que a día de hoy están respirando alrededor de este planeta, millones de almas perteneciendo a trabajos, pieles, casas, dinero, religiones, creencias y razones.

Millones de pieles que están respirando ahora mismo con los mismos miedos, inseguridades, circunstancias y vivencias que en gran parte son lo mismo que tú eres aquí ahora. Todos ellos/as trascendiendo cada día lo que les limita y luchando contra todo lo que les hace daño para ser cada día más libres y mientras andando por pueblos y ciudades como tú y como yo.

Por ello cada vez que voy por la calle, por el bosque, por cualquier playa intento verme en todo lo que veo. He visto ojos que reflejaban exactamente lo que me estaba pasando en ese momento, cuerpos que tenían el mismo cansancio que yo y que solo querían un abrazo con un «todo irá bien», almas llenas de luz que con una sonrisa salen a pasear la mía, mentes enfadadas porque no todo estaba pasando como ellas querían y yo podía verme dentro de ese enfado.

Me reconozco en lo que veo porque soy yo andando y viviendo, porque al final parecemos muy diferentes pero no lo somos, al final todos buscamos las mismas cosas y nos desestabilizan cosas muy parecidas. No hay nada de ti que yo no pueda de una manera u otra ver en mí.

Por ello mi forma de relacionarme con esto es intentar cuidar todo lo que veo en el otro de la misma manera que me gustaría a mí que lo cuidaran; lo intento a día de hoy tanto con las personas que trabajo con el coaching, como con la gente que quiero, como con la gente que va pasando por mi vida —conocidas o no—, aprovechar que, si yo tengo la oportunidad de tocar sus vidas, hacerlo de la

mejor manera que sepa y con toda la compasión que sé usar ahora mismo.

El otro día leí una definición de «compasión» que me gustó mucho; decía que significa «estar con» y me pareció que es la manera que yo reconozco esta palabra en mí, con todo el amor de «estar con» alguien en el momento que sea, con toda la verdad de tu cuerpo y de tus palabras, con todo lo que puedas hacer para calmar su alma.

Me parece el mejor regalo que le puedes hacer a alguien, el de sentirte cerca de su corazón y prometerle que harás lo que puedas para que, por un rato, se sienta más tranquilo, más seguro y con más amor.

Dime si tú no querrías lo mismo de vuelta.

Da igual si es en un autobús, en la cola del supermercado, en una playa pérdida de otro país, un amigo/a que amas mucho, o alguien con quien estás compartiendo intimidad. Da igual. Todos/as sin excepción necesitamos vernos en los ojos contrarios.

Para saber que no estamos solos.

Para saber que somos lo mismo.

Para no sentir la indiferencia, la distancia, los límites.

Porque no hay límite de un corazón a otro, por qué tendría que haberlo de ti a mí.

Porque nos hemos inventado que cada uno siente algo diferente al otro y lo diferente es que algunos/as lo vemos y otros/as no.

¿QUÉ MEJOR REGALO QUE SU CORAZÓN ABIERTO?

tú, vuela

YO NO SÉ SI UN DÍA TENDRÉ UNA HIJA A LA QUE TENDRÉ QUE DECIRLE QUE AUNQUE LA RECHACEN NUNCA INSULTE LLAMANDO «MARICÓN».

Yo no sé si un día tendré un hijo al que decirle que jamás se sienta insultado si le llaman «gay».

Que eso no es un insulto.

Es solamente una persona que ha decidido amar a otra persona con todo su ser.

Y amar su parte de libertad, con lo que cuesta eso a veces.

Yo no sé si tendré una hija a las que sus amigas le dirán que tiene que ser femenina para pertenecer.

Y si la tengo le diré que no hay ningún lugar donde pertenecer si no es a ella misma.

Que no necesitamos de nada externo para proclamarnos bellas.

Que no somos femeninas para gustar.

Somos femeninas y masculinas para ser, lo de gustar viene después.

Yo no sé si algún día tendré un hijo al que sus amigos le dirán que tiene que tener sexo con mujeres para potenciar su masculinidad.

Que ponerse encima de nosotros sexualmente es lo mismo que va a vivir en la calle.

En la vida.

En su clase.

En su trabajo.

En todo.

Si es así le diré que en el sexo no hay lugares.

Que se cambian todo el rato.

Que algo tan grande como unirte célula a célula con alguien no entiende de posesiones ni de lugares que lo apoyen.

Que el amor no necesita de nada para ser.

Que folle a quien folle nunca busque ser más que esa persona, que solo busque SER con él/ella.

Ser con TODO.

Que no sabe la belleza que su cuerpo contendrá después de ello.

Yo no sé si algún día tendré una hija a la que quitarle las lágrimas mientras sienta que su mundo se ha roto si esa persona no está.

Si es así le diré que todo lo roto que siente lo puede reconstruir con sus manos.

Que todos hemos sentido el mundo acabar cuando alguien se va.

Que escuche la potencia de su ser «después de querer a alguien» con todo lo que es.

Que escuche la vida que grita ahí.

El amor que envuelve ese momento.

Yo no sé si algún día tendré un hijo que se esconda para llorar en vez de mostrarse libre con quien quiera compartirlo.

Un hijo que no permite a su cuerpo expresar la tristeza.

Un hijo que no es capaz de decirle a alguien que le echa de menos porque eso habla más de debilidad que lo que se espera de él.

Si es así le diré que esconder su verdad es esconderse a sí mismo.

Y que cualquier persona que le provoque algo en su vida debe saberlo, que es el mejor regalo que le podrá dar a alguien.

¿Qué mejor regalo que su corazón abierto?

Yo no sé si algún día tendré un hij@ que me pregunte que qué hice yo cuando quise a alguien.

Que cómo sobreviví al colegio lleno de juicios.

A la sociedad nombrándome débil a cada paso.

A los rechazos hacia lo que quería ser por encima de lo que debía.

A la vida pidiéndome que dejara escuchar cualquier ruido de fuera.

Que si había una sola verdad era la mía, que el resto solo eran sonidos ajenos.

Restos de quien por miedo no es y lo lanzan al mundo porque dentro ni lo aguantan.

Si me preguntan todo esto les diré que se abracen cada noche y se pregunten.

Que se cuiden con cada pensamiento, emoción, pérdida, anhelo y sueño.

Que sientan si les pertenece.

Si es su corazón quien reina ahí.

Y si la respuesta es sí.

Que abran ventanas y le digan a la vida

que van a vivirla como si fuera suya y de nadie más.

De nadie más.

HUIR ES OPCIÓN SI LO HACES EN DIRECCIÓN CONTRARIA A DONDE NO TE QUIERES.

valiente es quien lucha aún cuando hay pocas fuerzas y muchas balas

Latimos por encima de todo lo que llamamos «miedo» porque sino no estaríamos aquí .

HAY VECES QUE LA VIDA DUELE BASTANTE FUERTE, QUE NOS ENCONTRAMOS EN MOMENTOS EN LOS QUE TIRAR LA TOALLA SERÍA LA MEJOR OPCIÓN, EN LOS QUE LAS GANAS FLAQUEAN Y NOSOTROS/AS MISMOS/AS CON ELLAS.

Hay días en los que nada vale, en los que las fuerzas se agotan, en los que se pierde el rumbo y lo demás que aparece parece no llevar a ningún lugar.

Y ahí en medio estás tú, diciéndote una y otra vez que todo esto pasa por algo. Pero hay veces que no se sabe ese algo. Y cuando no lo sabes, te culpas por no saberlo, y cuando el de enfrente tampoco lo sabe también le culpas por no saberlo para decírtelo.

¿Os suena?

Valiente es quien se pone por encima de esto.

Quien suma todo lo que está experimentando y lo llama «su vida».

Quien mira hacia atrás y ve toda la fuerza perdida por el camino pero sabe cómo construir más.

Quien mira al presente y ve todas las balas que atravesaron su pecho y aún así en ese lugar sigue viviendo un pecho dispuesto a amar.

Quién sabe que la vida va de esto.

De saberte valiente y cobarde.

Vulnerable y poderoso/a.

Con pechos heridos y rebosantes de vida.

Con la fuerza a veces justa y otras con ganas de expandirse.

Que no hay rincón en ti que no tenga a veces miedo y otras tiemble para vivir intensamente.

Que somos todo a la vez y nada.

Vida en expansión y en introspección.

A veces sabiéndonos enteros y otras veces sin saber nada.

Pero que sin duda valientes somos un rato.

Y que la fortaleza después de no ser tú consiste en ser más tú que nunca.

Os juro que no lo entiendo pero la vida a veces nos pilla con miedo a ser felices.

AMO TU LIBERTAD PORQUE ES TUYA Y PORQUE LA HE VISTO.

el lugar del otro donde ser libre

Que siendo de alturas le dijo: me quedo contigo hasta que podamos volar los dos.

SOY LA VIDA QUE ENCUENTRO EN LOS OTROS CUANDO ME MIRO. LA CAPACIDAD DE VER MI LIBERTAD EN OTRO CUERPO, EN OTROS OJOS, EN OTRA BOCA.

Las alas que el otro me deja en su casa para volar.

Desde que me vi ahí supe que si algún día tuviera que encerrar el amor dentro de algún término sería dentro de éste, de lo bello de sentirte amada en un lugar donde se ama que seas. Ya está.

Pasé muchos años de mi vida intentando ubicar el amor dentro de mi historia, intentado entender y verbalizar qué era lo importante de ese sentimiento para mí o para lo que yo quiero sentir cuando lo vivo.

Dudé tanto de él como de mí misma, imagínate entonces todo lo que dudé de quien tenía enfrente. Dudé del amor, de sus mentiras, de su dependencia, de si era siempre cierto, de cuánto duraba, de si tenía que durar lo mismo para ambas personas… Dudé hasta de que yo pudiera amar bien, de si algún día podría hacerlo sin hacer ni hacerme daño, si eso era posible de alguna manera…

Hasta que me vi volando en los ojos de alguien, hasta que mi libertad salió con todas sus alas y hubo alguien enfrente que supo dejar un hueco para hacer despegar esas alas, hasta que entendí de ese momento, de esa sensación, de esa verdad tan fuerte cuando lo único que quieres de la persona que tienes enfrente es que sea libre y en su libertad elija «ahora» compartirla contigo. El único amor de verdad es éste, el de aceptar que el otro es libre en toda su existencia y que tú eres libre siendo a su lado.

Me harta no parar de oír lo contrario, de soportar todo el amor que se vende fuera de este concepto, que se hable de que quien te quiere tiene que estar contigo en todo, amarte por encima de sí mismo/a y ayudarte a cambiar si no le gusta lo que ve. El amor no va de cambiar a nadie, ni de poner rejas, ni de condicionar o manipular sentimientos.

El amor no va de lo que tú necesites, va de lo que tú seas.

Cuando alguien usa su libertad contigo, de igual manera, es el mayor regalo que puede hacerte.

De esta manera lo que se crea es un espacio donde tú puedas amar o no todo lo que es, puedes decidir y elegir si es lo que quieres ahora mismo o no en tu vida, es la claridad del amor sirviéndose para quien quiera o no incluirlo en su viaje, en este momento preciso de su viaje.

Cuando dos personas unen su libertad y crean un espacio dentro de sí mismos para que quienes tienen enfrente se sientan libres y se vean de la misma manera; en ese momento existe un amor puro, lleno de sinceridad y lleno de todas esas cosas que faltan cuando queremos que el otro nos ame desde su «no libertad». Desde ahí nada fluye, todo se desordena y al final te das cuenta de que lo que llamaste amor taaaanto tiempo no viene a ser más que miedos a la temida

soledad o a las culpabilidades de tener que cuidar o ser cuidados por el otro. Cuidar es un acto de amor que solo sirve si es desde la libertad, que solo vale si es desde dentro, que solo suma si hay dos corazones que están eligiendo libremente que quieren cuidar al otro.

Amar es decirle al otro que le quieres libre y cumplirlo. Que es eso o nada.

Que intentaras tener esto siempre presente y recordarte que estamos aquí para acompañarnos no para pertenecernos.

Que ninguno necesitamos ser salvados, pero verme en ti libre, eso, ya me salva.

Somos un regalo en el momento justo de la vida del otro.

TODO LO QUE SALE DE TI LO CREAS TÚ, NO HAY RAZÓN PARA ASUSTARSE.

TAMBIÉN ERES TORMENTA

—Abril 18—

Corremos por las calles como si el cielo se fuera a caer y nosotros estuviéramos debajo.

Cuando es al revés.

Nos atemoriza todo lo potente.

Lo que rompe.

Lo que no se puede volver a coser.

Y lo real.

Sobre todo lo real.

Que el cielo grite y se rompa es real.

Que tú llores y rompas también es real.

Que corramos es lo que no pertenece.

Que nos escondamos es lo que está fuera de toda lógica.

Buscamos la lógica para luego no cumplirla.

Para luego no cumplirnos.

Porque no huyes del cielo, huyes de ti.

Porque no hay lógica en ser tormenta y, quieras o no, lo eres.

—Octubre 18—

Estoy tumbada en la playa.

Me acabo de bañar y de sentir en mí todo lo que un mar te puede contar cuando te bañas en él.

La calma reina. Hay silencio de ese que juega a desmontarte a la vez que te mece.

Conecto con ese instante. Lo siento en mi cuerpo. Me relajo.

De repente empieza a llover —como todo aquello que llega sin avisar para que no estés preparado—.

Me quedo inmóvil medio desnuda sobre un cielo que ha decidido romper. Aquí, en este instante, con ese carácter.

El silencio se quiebra. Nadie se queda a vivirlo. NADIE.

Cierro los ojos y empiezo a oír lo que suena cuando alguien teme algo. Algo así de inconcreto.

La gente empieza a recoger, a hablar en alto, a discutir, a salirse de sí mismos/as.

A salir de algo que no les pertenece.

Yo sigo tranquila escuchando, reflexionando el porqué de aquel momento, cuál es la razón de que haya que irse cuando llueve.

Lo que viene a movernos nos produce miedo, lo que no controlamos, lo que nos saca de nuestro centro. Huimos de una playa en tormenta porque hay pocas cosas que puedan ser más verdad.

Huimos de mojarnos porque nos vemos ya enfermos, con toda la ropa mojada y expuestos ante los demás.

Huimos del miedo a que ese cielo rompa y nos pille a nosotros sin aceptar que él rompe porque nosotros/as lo hacemos, él rompe para recordarnos que somos la calma y la tormenta en una misma piel, porque él sí se permite gritar hacia fuera todo lo que quiere expresar y nosotros no.

Me quedé un buen rato ahí, mi cuerpo se mojaba, mi mente se sentía muy aliviada, muy tranquila, muy parte de todo aquello. Me encantó vivir ese momento porque me di cuenta, una vez más, de todo lo que nos perdemos por miedo a vivir, por miedo a qué pasará si llega la tormenta y nos pilla, por miedo a que yo no sepa qué hacer conmigo si la tormenta se queda a vivir un tiempo.

Somos mucho más fuertes de lo que creemos, una tormenta no viene a romper todo, viene a romper lo que necesita ser sanado y expresado. No viene a vivir, por eso es rápida, por eso es fuerte, por eso no avisa. No necesita de nada de eso para ser, necesita de su intensidad y su verdad para tocar donde la dejen entrar, donde la dejan ser vivida, donde haya un cuerpo y un alma que quiera ver que ser tormenta es un estado más, un estado real, del cual no correr, al cual quedarse a ver. A vivir.

La tormenta solo se va si la dejas vivir. Si te dejas vivirla.

Como todo lo que pasa a través de ti.

NADA DE LO QUE ES VERDAD CUANDO ESTÁ DENTRO DEJA DE SERLO CUANDO ESTÁ FUERA.

cómo no olvidar a alguien

CÓMO VAMOS A CURARNOS SI AÚN SIGUE ÉL DENTRO?».

Le decía yo a mi corazón cuando lo exponía a estar en un lugar donde él no quería transitar.

Ya no lo obligo.

Ya no le pido que se ponga en un estado en el que no vibra ahora mismo.

Ya nunca le digo que para sanarnos tenemos que sacar a nadie de nuestra vida.

Llevo estos días amando mucho a un corazón que lleva a alguien que ahora mismo no está en mi vida, podría hacerle sentir culpable por seguir llevándole a donde voy, por recordarme a cada paso que sigue latiendo cerca a pesar de haber decidido lo contrario, podría insistir en contarle la historia de «todas esas personas que no olvidan a otras y nunca salen de ahí» —he de decir que esa historia me aterra—.

Pero no, ni siquiera me sale el contársela porque me cuido de todo a través de él y él me cuida de todo a través de mí.

He decidido que tengo que cuidar a un corazón que aún lleva a otro cerca, que acaba de perder algo que le duele mucho, que lo recuerda porque aún respira muy cerca.

Nos obligamos a sacar a las personas de nuestra vida como si eso fuera lo que «toca» ahora mismo, como si no fuera importante sentir el vacío que dejan, lo que necesita nuestro cuerpo y corazón ahora mismo, el tiempo y el cuidado que todo esto necesita.

Les pedimos demasiado. Que no sufran, que no lloren, que estén bien pronto, que no busquen nada fuera y mucho menos a esa persona, que se curen rápido y que olviden más rápido aún.

No nos damos cuenta del daño que nos provocamos aquí, la poca escucha y el poco amor que usamos con nosotros mismos/as. Nos pedimos lo imposible para intentar que esto pase rápido, que nadie se entere, que nada se note.

Aparte de esto me parece muy importante la transformación de la idea: «hay que olvidar a quien ya no está en tu vida».

Me parece sin sentido y abusiva. Creo que nadie se merece ser olvidado y tú no mereces exponer tu cuerpo, tu mente y tu alma a que olvide a nadie.

No se cura sacando a las personas de nuestra historia, se cura colocándolas donde sientes ahora que pueden estar. Es algo orgánico.

Nos duele tanto olvidar porque estamos luchando contra nosotros/as mismos/as, contra natura, contra nuestra historia y nuestra parte de vida compartida con alguien. Estamos luchando contra alguien que nos ha hecho sentir, vibrar y vivir. Es como si negáramos la vida que aconteció en ese momento en el tiempo, como si no quisiéramos haberla vivido, como si la quisiéramos arrancar del todo, de dentro.

Imagina entonces cuando hacemos eso como se siente la vida con nosotros/as, cuál es su sentir con esto.

No hay nada que olvidar y mucho menos a personas. Es mucho más fácil vivir esto como un proceso donde incluir lo compartido dentro de tu historia, dentro de un lugar donde no duela, dentro de lo que tu corazón necesite en este momento.

Y así, escuchándonos, todo se va colocando.

Se coloca de una manera libre, orgánica, cuidada en su tiempo y proceso y sintiéndose acompañada y querida.

Así se coloca todo en nuestras vidas, con amor y cuidado.

No hay que olvidar nada ni a nadie.

Solo hay que recordar. Siempre recordar.

Que vino para ser vivido, sentido y disfrutado y se fue para que en tu recuerdo sigas sintiendo que hubo un día que alguien en un instante de su vida y de la tuya te enseñó que su abrazo hizo de esto algo más fácil, menos solo y con más amor. Pero que aunque no esté lo sigues guardando en el pecho.

Que cuando te hacen latir eso sigue, no para.

Aunque pensemos que sí.

Aunque queramos que sí.

Aunque sintamos que no.

Ni que la noche llegue antes de que despertemos. Ni si los miedos se dividen o duplican. Ni nada si tú. Ni mucho si yo. Ni si todo valdrá cuando nada valga. Que si dejamos de hablar de los miedos, desaparecerán. ¿O no te acuerdas de aquella vez que…? Sí, debes acordarte porque si no, yo no. Si no, nosotros nada.

PORQUE RECUERDA: ERES SU AEROPUERTO NUNCA JAMÁS SU JAULA.

eramos todas

NO ÉRAMOS NI CINCO NI SEIS.

Ni siquiera un número que mañana vayas a leer en un periódico y te vaya a parecer «suficiente».

Porque éramos todas.

Porque cuando te encuentras en tal lugar gritando libertad no solo eres tú contigo.

Son las células de tu madre mientras tenía miedo a tenerte,

las de tu abuela luchando por ser mujer donde era poco serlo,

las de esa amiga del cole que llamaban fresca cuando decidía que quería hacer con su cuerpo y las tuyas propias cuando pensaste que tus labios eran demasiado rojos.

Y aún piensas «demasiado para quién».

Éramos todas las que hemos sentido en la noche que hay que ser valiente por encima de libre.

El Ministerio de Sanidad lo dice claro:

hay que tener cuidado con las niñas que beben porque se exponen a ser violadas.

¿Qué?

¿Que después de llevar treinta años sintiéndome así encima tengo que cargar con la culpa?

Joder, no.

No pienso seguir oyendo que una «manada» no ha violado a una chica porque no pronunció el «no».

Que es ella quien provocaba.

Que no está «lo suficientemente triste».

Ella que ha sido investigada para ver cómo está psicológicamente y quien lleva una camiseta que habla de sus bragas.

Y claro.

Eso es suficiente para todo.

Suficiente para que ya no sea víctima.

Suficiente para serlo aún más.

Suficiente para que no lo sean las conversaciones de sus agresores en las que hablan de cómo organizarse «porque luego queremos violar todos».

Suficiente para seguir alimentando el heteropatriarcado que nos mantiene sin voz.

Sin voz que sea escuchada, claro.

Que no es no cuando falta el sí.

Que mi cuerpo no es para provocarte.

Que gritando somos preciosas.

Pero ojalá en el silencio

también se nos escuchara.

GRACIAS POR EL LUGAR EN TU VIDA CUANDO SÉ CUÁNTO LA AMAS.

suenas en las personas que llevas dentro

A VECES PIENSO QUE LAS PERSONAS SOMOS CANCIONES, QUE EN NUESTRA VIDA VAMOS CAMBIANDO DE LETRAS, DE MELODÍAS, DE RITMOS, PERO QUE SIEMPRE ANDAMOS POR LA VIDA SONANDO ALLÁ DONDE VAMOS.

Creo que esas canciones nos representan, dicen más de quienes somos que lo que muchas veces podríamos contar nosotros mismos. Hablan de lo que no sabemos oír, y suenan a todo lo que siempre hemos querido decir.

Por esto mismo creo que en las personas que tocamos nos quedamos en modo canción, nos pueden recordar, sentir o cantar en ellas y eso es algo que permanece en sus cuerpos para siempre.

Por ello creo que seguimos sonando en «ese lugar» donde un día estuvimos aunque ahora mismo no estemos, aunque ahora mismo no sepamos qué estará sonando en esa persona, aunque no sepamos el volumen que lleva, si han pasado nuestra canción más de una vez para no oírnos o si llevan toda la tarde en bucle escuchándonos. Pero somos.

Sonamos en las personas que llevamos dentro porque dejamos eso allí, nuestro sonido, nuestras notas como acordes que se instauraron un día allí y siguen sonando porque a veces siguen teniendo algo que decir.

No sé cual es la canción que suena en mi lugar, si es la que «esa persona» quiere seguir escuchando, si sueno en una habitación vacía, de camino al trabajo, o un

sábado a las 5am en el centro de la capital pero sí sé que sueno. Que mi canción suena para contar que donde un día fui sigo siendo a pesar de todo. A pesar del frio, de la verdad a medias, de los atascos de la M-30, de las demás canciones que parecen más «adecuadas», de los desórdenes en cualquier metro que no para en cada estación y solo para en la que te quieres bajar. A pesar de todo, sueno. A pesar de todo, suenas.

De igual manera yo sigo oyendo las canciones que me dejaron en mí quien estuvo, canciones de todo tipo, algunas que aparecen en los momentos menos esperados, otras que salen en sueños y me paralizan, otras que suenan cuando yo oigo al mar sonar y esta canción se acompasa. Yo no las dejo sonar, al menos conscientemente, pero suenan.

Hubo algún día en el que evitaba oírlas, que creía que ya había pasado de canción, que las personas solo deben sonar en tu vida cuando están, cuando su vida está en la tuya en modo presente, pero ya no.

Siento y acepto que suenan porque yo quiero que sigan sonando, que no me arrepiento de nada de lo que viví y por lo tanto no me arrepiento de ninguna persona y de ninguna de sus canciones. De ningún sonido que me recuerde que he vivido, que los he vivido.

No hay ningún sonido que no me recuerde lo que soy, lo que ya no o lo que quiero ser. Todos suenan para contarme mi historia, mi forma de amar, de temer, de temblar y de ser amada.

Solo son notas vibrando en positivo, respirando y viviendo aquello que pasa y que pasó.

Solo es la vida sonando y tú y las personas de tu vida reconociéndose en esa frecuencia.

Nada de lo que suene en mí dejará de tener volumen y yo no dejaré de tener volumen en quien toqué su vida.

Si sonamos una vez, queramos sonar siempre.

Entiende que soy lo que cuando piensas en mí me abraza.

Las consecuencias DE SER TÚ siempre merecen la pena.

SI MI CUERPO NO ES LIBRE, YO TAMPOCO.

la piel que me incluye

Un «tápate» que te van a ver.

Un «no eres lo que esperan».

Una distancia entre lo que debe ser y lo que ERES.

Un cuerpo latiendo.

Sintiendo.

Rompiéndose.

Corriéndose.

Besando vida.

Sanando heridas.

Libre cuando me da la gana.

Todo durante 33 años.

Un cuerpo que me contiene.

Que me lleva por el mundo sin juzgarme.

Que me habla para sanarme.

Que me aguanta, me abraza y me permite abrazar a otros.

Un cuerpo sincero.

Que sabe de la vida porque yo le expongo cada día ante ella.

Que sabe de la pérdida porque ha perdido personas importantes

a las que no quiere dejar de abrazar.

Que lucha, que ama, que se mantiene a salvo y se dilata cuando puede.

A través del cual voy a vivir esta vida.

A través del cual no pienso dejar de amar.

LA DUDA NECESITA SILENCIO PARA ESCUCHARSE.

amarse en la duda

HAY VECES QUE LO ÚNICO QUE TENGO CLARO ES QUE ESTOY VIVA, Y NO TODO EL TIEMPO.

La consciencia de estar aquí es algo tan simple que atiende a la ley que yo llamo la «complejidad de lo simple».

No nos creemos que algo que resulte fácil pueda ser la solución cuando las últimas veces que se solucionó algo fue muy complicado de resolver. Muchas palabras, muchas emociones, mucho que atender…

Permitirnos la duda es atender a la premisa de que la mayoría de las veces hay muchas cosas que no sabemos.

El «no saber» aquí ocupa lugar. Y ocupa lugar porque tú estás habitándolo ahora mismo, porque en este instante perteneces ahí, porque la duda existe en ti.

La duda viene a decirnos que si no sabemos de algo lo más sabio es parar de andar, quedarte quieto a vivir qué te viene a contar, dejarle aire para que en mitad del vuelo sea capaz de comunicarse contigo.

Si «andamos» en la duda no la oímos, el ruido de la vida no la deja hablar, y si la deja hay tanto volumen de otras cosas que no atendemos a que lo importante ahora mismo es parar y aceptar que eres un ser que duda.

Un ser que ahora mismo abraza que no sabe lo que quiere.

Un ser que no se siente juzgado por decidir si no lo tiene claro.

Un ser que no «debe» hacer nada para evitar esta situación, solo debe mirarse hacia dentro y saber en qué lugar exactamente le apetece vivir la duda ahora mismo.

Dudar es humano.

Siempre.

Es la capacidad de la vida de ayudarnos a recolocarlos.

El volumen necesario como para pararnos a oír.

El espacio en el tiempo donde no actuar.

Para mí, amarse en la duda es la respuesta. La forma de resolver el «no saber», el «no tengo ni idea ahora mismo».

Yo me miro y paro.

Acepto que dudo y que no quiero salir de aquí ahora mismo.

Aceptando esto acepto que esto que estoy viviendo necesita aire, espacio, tiempo, que la vida ande…

Abrazo que éste no es el momento aún para saber nada.

Que soy quien soy ahora mismo porque dudo y no sé.

Que quizás es la oportunidad que me da la vida para amarla más lento, mirarla con duda y quererme por dentro.

Quizás es la oportunidad de verme sin acción, de escucharme sin buscar música fuera, de decirle a los demás que aún no estoy preparada.

Tus dudas son tu forma de decir que paráis a ver hacia dónde.

Que paráis los pies y que el siguiente paso será cuando sientas andar.

Ni antes ni después.

Solo cuando sientas andar.

Si la herida sangra

es que aún tiene que decirte algo.

DEBERÍAMOS SUSURRAR ALGO A ALGUIEN TODOS LOS DÍAS.

el volumen de los susurros

El vacío existe solo cuando no te oyes.

CUALQUIER PERSONA SUSURRÁNDOTE ALGO AL OÍDO CREA INTIMIDAD CONTIGO.

Esa intimidad atiende a un momento en el que yo solo quiero decirte algo a ti y ese algo solo quiero que sea en bajito.

Tras pensar y reflexionar en alto con algunas personas me di cuenta de que hay dos maneras —que yo conozca— de relacionarse con los susurros: una con valentía y amor y otra con amor pero sin la valentía que requiere de verdad ese amor.

Esa última forma es como si le dijeras «puedes ser pero en bajo solo».

Es tan diferente que se haga desde un espacio de verdad que solo quieres compartir con otro/a o desde la elección de que eso sea en bajito porque si es en alto me muero de miedo.

Metemos el miedo hasta en la forma de relacionarnos en intimidad con alguien, es increíble.

Hablando con mi prima Candela el otro día llegamos juntas a esa conclusión, hay quien está preparado/a para esa intimidad y quien solo juega con ella. Atentos/as a los segundos/as.

A mí entender hay que cuidar mucho la parte de intimidad que creo en/con el otro, la que susurro y el volumen que uso para compartirlo contigo. No se trata de un juego porque está unido a muchas cosas importantes de nuestro «dentro». Quien susurra con miedo está creando miedo en el otro, es así de simple.

No susurro porque me dé miedo decirlo en alto, susurro porque en este instante quiero que solo seamos tú y yo quienes lo oigamos. Qué gran diferencia.

Por lo tanto en cualquiera de las dos formas de hacerlo hay volumen en estos susurros.

La ironía de algo dicho en bajo y, por el contrario, todo el volumen que en verdad contiene.

En las dos formas algo suena por encima del susurro, que es pausado, en bajito, de cerca y muy dentro de las personas que lo transitan.

El volumen cuando dos personas atienden a su intimidad sin miedo es un volumen alto y sonoro, melódico y con tanto amor que suena para atenderlo y cuidarlo. Quien te susurra desde ahí te está regalando todo su amor en un espacio en el que solo estáis los dos, en el que estáis eligiendo compartiros con todo en ese momento.

Ese volumen es inclusivo y sencillo.

El volumen cuando atienden a esa intimidad con miedo es igual de alto pero cuenta cosas diferentes, un susurro con miedo dice mucho de quien susurra, dice mucho de lo que no se atreve a decir en alto, dice mucho de lo que quiere conseguir cuando solo se atreve a decir las cosas en bajo. Ahí no está su verdad, al menos no su verdad completa y por lo tanto la persona que lo recibe tampoco recibe una información clara y melódica; recibe que solo es una verdad a medias que puede escuchar en ese contexto y de esa manera, nada más.

Ese volumen es excluyente y complejo.

Atentos/as a quien os susurra desde dónde lo hace.

Atentos/as a desde dónde susurráis vosotros/as.

Porque no tiene nada que ver una cosa con la otra, si se hace al menos que se haga con el corazón en la mano, con las ganas en la piel y con la verdad en los labios.

Que se use su volumen para gritar con todo lo que existe de verdad.

Esa es la única manera de hacer sentir al otro que se lo dices en bajo

pero con el volumen más alto que pueda imaginar.

Lo que más me gusta de tí es que NO me salves.

Cuándo nos daremos cuenta de que el amor no va de deshacer nudos. Va de saber ver que el otro también los tiene.

MÍRAME, ¿TE VES?

yo soy tú

Lo único que nos separa es que no queramos vernos en el otro.

CRÉEME CUANDO TE DIGO QUE SOY CAPAZ DE VERME EN TUS OJOS Y QUE NO HAY MOMENTO EN EL QUE VEAS ALGO DE MÍ QUE NO SEA TUYO.

Yo solo te enseño quién eres.

Y tú solo me enseñas quién soy.

Vivimos en un mundo lleno de espejos donde mientras caminamos nos vamos viendo. Hay espejos que nos gustan más y nos quedamos a vivirlos y besarlos y otros que, al verlos, salimos corriendo sin pararnos a pensar qué de lo que estamos viendo nos da tanto miedo ver.

Funciona así, todo lo que vemos forma parte de quienes somos y de lo que llevamos dentro, somos una superficie mucho más transparente de lo que creemos y por tanto es muy fácil la unión de esas percepciones.

Si fuéramos más sensibles a todo esto nos daríamos cuenta de que todo lo que hay enfrente nos dice algo de nosotros/as, no es que sea más importante lo

positivo que vemos en lo demás o que, por el contrario, sea lo negativo. Todo es importante.

A mí entender lo positivo es importante verlo porque hay muchas veces que no lo reconocemos en nosotros/as mismos/as, somos capaces de irar cosas en personas que tenemos al lado sin darnos cuenta de que eso de alguna manera también podemos hacerlo hacia nuestras personas. Si yo te iro hay algo de ti que hay en mí, si yo no soy eso ni lo reconozco tampoco podría verlo en ti. Así que es simple, ponte a ver a las personas que tienes cerca y mira a ver qué ves en ellos/as y después párate en ti y busca todo aquello que has visto. Al principio es un ejercicio difícil pero ya veras que con un poco de tiempo y amor te darás cuenta de cosas maravillosas y sorprendentes de ti.

Lo mismo pasa con las cosas que no nos gustan tanto ver en el otro, las solemos llamar las cosas «negativas» pero para mí no lo son. Las denominamos así porque el espejo que nos hacen no es tan agradable de ver y porque normalmente, como son cosas que no nos gustan, suelen estar sin revolver.

Lo que pasa con las cosas que están sin resolver es que la vida en su sabiduría nos enfrente a situaciones una y otra vez hasta que las superamos y sanamos; por ello estos espejos son bastante pesados muchas veces porque como no queremos verlos los vamos archivando en esa carpeta que pone «hoy no me apeteces» y ahí se quedan, esperando a que un día dejen de volver a «molestarnos».

NO vienen a molestarnos. Vienen a hacernos crecer.

Vienen a recordarnos que este tema aún nos duele y que la manera que tenemos de trascenderlo es usar esa experiencia que trae la vida para que ya no tengamos que pasar más por ello.

Estos espejos nos vienen en forma de personas, de situaciones, de experiencias que cuando las miramos y nos encontramos con ellas nos hacen daño, pero ese daño no viene para doler en vano. Viene para doler curando.

En mi trabajo de coaching hablamos y trabajamos mucho con estos espejos y nos ayudan cada día a conocernos y ser capaces de crecer en el proceso que cada persona esté viviendo en ese momento.

Te animo a que te atrevas a mirarte en cada espejo que aparezca en tu vida, y donde te reconozcas y te sientas en paz lo archives para recordarte la luz que tú también has venido a mostrar al mundo y, en donde no te guste verte y te apetezca salir corriendo, te animo a quedarte, a abrazarte en ese lugar y decirte en alto a ti mismo/a: nos quedamos a aprender, no a que nada nos haga daño.

Así viéndonos en el otro como lo mismo.

Dejando que el otro/a se vea en ti de la misma manera.

Es verme en ti y volverme loca. Recuerda que yo solo vine a que te veas. Que yo solo te beso para que lo hagas tú. Que yo solo te cuido para que sepas lo que es cuidarse. Que somos lugar en el otro donde vernos para mirarnos. Donde construir lo que somos.

Soy esto. Da miedo, lo sé. Es la luz permitiéndose ser todo. Es el todo permitiéndose ser luz.

Hay tanta belleza en QUIEN se deja ser.

CUANDO CONFÍAS TODO ES.

soltarte a ti

Eres la forma más evidente de traer música a tu vida en silencio.

SUÉLTATE A TI SOLTANDO COSAS.

Deja de obligarte a ser sin algo si eso aún forma parte de ti.

Escucha la verdad detrás de todo, de todo es de todo.

De tu mente, de tus prejuicios, tus alas rotas y tus cosidos en los vaqueros.

Identifica un lugar donde ser sea lo más importante que hacer ahora mismo, donde soltar no obligue a nada, donde la capacidad de ver de dentro te haga sentir que no hay que quitar nada de donde está.

Suéltate a ti.

De tu idea de ti.

Del miedo a que pase lo que quieres.

Del miedo a perder lo que ya no necesitas.

Del miedo a ti sin ti mismo queriendo soltar todo lo que no te apetece vivir ahora mismo.

En ningún momento de todo esto soltar libera cuando no llega exactamente el momento de hacerlo, y la única verdad es que ese momento llega sin llamar a la puerta. Él no necesita de ninguna preparación, de ningún miedo, de ninguna inseguridad para llegar, llega cuando no se lo busca.

Tiene tanto poder en sí mismo que no necesita que nadie le sostenga, que nadie crea en él, que nadie lo espere.

Suelta la idea de que lo importante es estar todo el día soltando, no conservando, alejándote de lo que un día fue y ya no es. Lo que se suelta no necesita de ti agobiado/a con la acción de soltarlo, se separa cuando orgánicamente llega el momento.

No sé si eres capaz de recordar todos aquellos momentos en los que de repente piensas: ¿cuándo solté yo eso que me hacía daño?, ¿cuándo terminé con aquello que ya no quería?, ¿cuándo se terminó aquel dolor?, y muchas veces no sabes el momento exacto en el que todo aquello se soltó de ti o tú lo soltaste, ni siquiera importa quién lo hizo, lo único importante es qué pasó.

Por ello no es importante quién dejó una relación, ni quién decidió que se terminara ese trabajo, ni quién eligió salir de aquel lugar; lo importante es que pasara, que todo se moviera y tú estuvieras al frente de esa situación. Lo importante es que tú soltaste la idea de soltar y la vida te fue enseñando otros caminos por lo que podías elegir caminar esta vez.

Para mí, «soltarte a ti» significa confiar.

CONFIAR en mayúsculas.

Ser capaz de ver que tú si sueltas todo no te sujetas, pero si sueltas tus ideas de todo sigues estando de pie.

Y ahí ya nada hace falta, porque estás tú.

En medio de un millón de cosas de las que separarte y otro millón de cosas a las que ir más cerca.

Y aun así, da igual.

Tú si sueltas lo que eres sigues siendo, y lo que no eres se soltará de ti de la manera más simple que existe.

Como todo lo que no es de un lugar se mueve hacia donde sí es.

Me encanto cuando me regalo vida sin dudarme. Sin saberlo. Sin ser consciente. Me encanto fluyendo. Decidiendo el lugar donde ser, saliendo del espacio donde no me lo permito. Me encanto escondiéndome de las excusas, de lo que no me dejan ser y de las mañanas sin luz. Me encanto libre porque ya no tengo miedo de mi energía cuando lo soy. Porque ahora la nutro. Creo en ella. Y la lanzo. Es curioso cómo llega, cuándo y a quién. Pero ahí está mi lugar donde SER.

Nada necesita ser llamado para volver

cuando el volver significa hacerlo donde vio crecer sus alas.

Soy un espacio para ti

1. Escríbete dándote las gracias.

2. Recuérdate donde eres libre (busca fotos, recuerdos, frases que te conecten con esa sensación).

3. Dibújate a ti mismo como te dé la gana pero con amor (con colorines, por favor).

4. Pídele a alguien que te dibuje y escriba todo lo bello que ve en ti (no olvides recordarle que todo eso que ve también lo lleva dentro).

5. Escribe lo que sientes ahora mismo (solo para ti).

Agradecimientos

A mí misma porque sin mí nada de lo escrito aquí existiría.

Por la valentía, fuerza y ganas en todo este viaje desde que nací hasta el día de hoy. Por elegirme en cada momento. Por saber con toda seguridad que «me tengo» por encima de todo, y que quiero seguir escribiendo lo que siento para mí y para los demás.

A mis padres por ser todo lo que sintieron ser y hacer de mí un ser que siente tanto.

A mi madre por amarme como supiste y por seguir en mí a cada paso, te quedaste conmigo sin ningún tipo de duda.

A mi padre por seguir amándome como sabes y por seguir aprendiendo cada día a quererte y quererme mejor.

A mi familia por ser amor y ganas. Ganas de amar.

A mis primas por ser hermanas, por toda vuestra luz y amor en este viaje:

Maca, te adoro. Cande, eres lo más. Manu, nos aprendemos tanto juntas. Ro,

ojalá más cerca.

A mis tíos/as por vuestro abrazo siempre como punto de partida. Por vuestro modo de ser segundos/as padres y madres. Por ser.

A mis amigos/as por ser siempre lugar donde quererse, porque es precioso el camino donde hay cuatro manos que quieren cuidarse. Porque hay abrazos que paran mundos y los activáis vosotros/as.

Me encanta la vida cerca de donde estáis, de lo que sentís, del espejo tan bello que me hacéis, de lo que compartimos y de la libertad que nos dejamos mutuamente ser.

Porque soy muy afortunada de tener en quien caer.

A mis chicas/os con los que trabajo de coach, sin vosotros/as este libro no existiría ni sería lo que es. Nuestras horas de tarea, logros, lloros, amor, desamor, ganas, desilusión han creado estas páginas.

Gracias por acompañarme en este camino de crecimiento y amor hacia dentro y por dejarme seguir trabajando en aquello que amo. No hay mayor placer que ir a trabajar con las ganas y el amor que yo lo hago cada semana con vosotros/as.

Gracias por dejarme entrar dentro de algo tan importante como es vuestra alma. Nos seguimos cuidando.

A MI LUGAR:

Jávea, mi libro.

Mi libro, Jávea.

Gracias por hacerme realidad tantas veces.

Por tus playas como emoción primera.

Por tu luz como abrigo. Tu mar siempre como salvavidas.

Por el sol contando secretos a mi piel. Por la luna como paz magnética para mis ojos.

Por lo contado, confesado y vivido y por todo lo que nos queda por vivir.

No me canso nunca de ti.

Cádiz, fuiste inspiración y libertad para estas páginas. Gracias por tu esencia y por tus ganas siempre de hacerme vivir.

Pienso devolvértelo y vivir algún día, algún tiempo, en ti.

Santander, gracias por ser casa tantas veces, por sujetarme en tu mar y dentro de tus personas. Por verme sentir, llorar, celebrar y vivir.

Por ser portada y vestir este libro, a mi amiga Mela, por hacerlo/hacerme posible tantas veces en sus brazos. Ésta era la luz de la que hablábamos, la que nos cumplía.

El resto de lugares que me vieron temblar, gracias por provocarlo.

A ti que leyendo esto haces que sea posible.

A quien me lee y me hace llegar tanto amor cada día gracias por ser parte fundamental de este viaje, por tu luz a cada momento y por dar más sentido aún a que siga escribiendo y sintiendo cerca de vosotros/as.

No sabéis lo importantes que sois, espero hacéroslo llegar aunque sea a ratos, aunque no llegue del todo, aunque siempre sea poco.

A Espasa por llegar para enseñarme que los sueños no se hacen realidad si tú no te haces realidad primero. Gracias por la vivencia y la oportunidad de este salto.

A mis editoras y diseñadora por su entrega, energía femenina, palabras y apoyo cada día de trabajo. Gracias por creer tanto en mí.

Y a la vida, aunque te deje para el final eres el principio de todo.

Gracias por tu respirar, tu aliento y tu soporte.

Porque el verme en ti me da tanta fuerza que ahora sí realmente me siento imparable.

A tu lado, sí.

A tu lado TANTO.

GRACIAS A TODOS/AS POR SENTIR

Y POR ELEGIRME A MÍ CERCA

MIENTRAS LO HACÉIS.

Nos amo.

Pau

¿Cómo comunicarte conmigo?

Siempre hay algo que resuena dentro mucho más que fuera. Algo que cuando toca transforma. Que te coloca en un lugar donde ser tú es portada en todas las noticias del día. En tu día, claro. Si hay algo en este libro que te ha hecho sentir eso, alguna frase, algún texto o alguna fotografía, estaré siempre cerca para recibirlo si quieres compartirlo conmigo o con el mundo. Todos/as, al final, somos la fuerza de todos/as. Aquí están mis redes por si quieres compartirlo, enseñarlo o sentirlo en alto.

@_paualbert_

Pau Albert Escritora

@PauAlbert_ Siempre en alto. GRACIAS SIEMPRE.

Soy lo que siento Pau Albert No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal) Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. Puede ar con CEDRO a través de la web www.conlicencia.com o por teléfono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47 Diseño de la cubierta: © Planeta Arte & Diseño Fotografía de la cubierta: © Mela © Pau Albert, 2019 © Editorial Planeta, S. A., 2019 Espasa Libros, sello editorial de Editorial Planeta, S. A.

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