La metafísica dogmática que afirma que por lo menos una entidad es absolutamente necesaria, es decir, que posee necesidad real, puede verse que con el principio de razón suficiente culmina en que toda entidad termina, en última instancia, deviniendo como absolutamente necesaria. Rechazar la metafísica dogmática es rechazar la necesidad real. Rechazar la metafísica dogmática es rechazar la prueba ontológica de la existencia de Dios. Rechazar la metafísica dogmática es rechazar el principio de razón suficiente. Y el salto que realiza Meillassoux aquí me parece sumamente interesante, por mis intereses en Marx, el marxismo, el posmarxismo y la teoría crítica, ya que el considera que este rechazo de la metafísica dogmática es la condición mínima de cualquier posibilidad de crítica de las ideologías. Ideología no es una representación engañosa, sino que es cualquier forma de pseudo racionalidad que tenga por meta establecer que lo que existe de hecho existe de manera necesaria. Esta vinculación entre lo ontológico y las posibilidades para pensar lo político me parece sumamente interesante (me recordó un poco lo que más me impresionó de la Teología política de Schmitt, salvando las distancias y genialidades obviamente). El rechazo a la metafísica dogmática como verdadera condición de posibilidad de una crítica a las ideologías, entendiendo ideología no como una representación incorrecta (que sería la lectura más común, vía elPrólogo a la Contribución a la crítica de la economía política de Marx), sino como la absolutización de una determinada situación, pasando como necesario algo que es histórico, eternizando lo contingente. Creo que por eso los tomistas ortodoxos, pre-críticos, no podrán nunca ver con buenos ojos la crítica ideológica y metafísica , así como mencioné que no había mucha afinidad electiva entre una democracia liberal, deliberativa y plural con el Opus Dei (la carta de Escrivá a Franco aquí). Pero más allá de ese comentario anecdótico y externo me interesa terminar con otro. Conversando en estos días con Javier, cuyo blog espero que salga en estos días, sobre un texto de Jean-Luc Nancy, llegué a un resultado similar. Proclamar en nuestra época “el fin de las ideologías” y pensar que ello es algo “eterno” o “natural” es justamente caer en la situación ideológica que Meillassoux caracterizaría. Es totalmente ideológico, aunque suene como a una especie de “trampa argumentativa” pensar que las ideologías han terminado. Ella es en todo caso la ideología más perversa de todas, pues se asume como a-ideológica, o peor aún, como post-ideológica. La tarea de Meillassoux ahora se determina un poco más: para no caer en la metafísica tendría que ser necesario pensar una necesidad absoluta que no reinstale ninguna forma de entidad absolutamente necesaria. Se trata de pensar una necesidad absoluta que no implique pensar en “algo” que sea absolutamente necesario. Esto será llamado por Meillassoux lo especulativo. Todo pensamiento que sostenga que se puede acceder o pensar algún tipo de absoluto será tomado por especulativo. La metafísica es el pensamiento que afirma acceder o pensar un ente absoluto,
vía
el
principio
de
razón
suficiente.
Toda
metafísica
es
pues,
por
definición,
especulativa. Meillassoux afirma que ello no implica que toda especulación tenga que ser metafísica. La idea es pues ver si es que es posible un pensamiento especulativo que no sea