LA NAVIDAD: Origen, significado y elementos 1.- Origen de la Navidad Lo primero que se empezó a celebrar fue la pasión, muerte y resurrección de Cristo. A esta celebración se le añadió un tiempo de preparación que fue la cuaresma. Siguiendo este esquema podremos entender la Navidad. De la celebración de la pasión se ampliaron las fiestas hasta el nacimiento de Jesús y a esta fecha se le puso un tiempo de preparación que fue el Adviento. Por tanto el esquema sería: PASIÓN - RESURRECCIÓN + TIEMPO DE PREPARACIÓN NAVIDAD + TIEMPO DE PREPARACIÓN A pesar de esto, los orígenes de una verdadera y propia celebración de litúrgica de la Navidad parecen remontarse a tiempos bastantes lejanos y cuyo lugar de origen es la memoria sobre la gruta de Belén. La gruta, venerada por los primeros cristianos, sobre todo los venidos del judaísmo, fue profanada, pero no destruida por los romanos. En el año 135 el emperador Adriano la convirtió en un bosquecillo sagrado e implantó culto a Adón, lo que hace pensar que allí se tenía la seguridad de que nació Jesús. De hecho un especialista sobre judeocristianismo señala que los primeros cristianos celebraban la encarnación de Dios en el mismo lugar en el que se realizó. En el siglo III la cueva es restituida a los cristianos y en el 326 santa Elena construyó la basílica de la Natividad. A finales del siglo IV la peregrina Egeria escribe que en los primeros días de enero se celebra una solemne vigilia en esa gruta, pero como fiesta de la Epifanía o manifestación del Señor. Mientras que en Oriente y parte de occidente en el siglo IV se celebraba la Epifanía (6 de enero) en Roma hay una novedad y es la fiesta del 25 de diciembre en honor al nacimiento del Señor. Del Cronógrafo Romano de Filócalo, donde aparecen las fechas de los martirios y los obispos desde el 136, aparece la fecha del 25 de diciembre, día correspondiente al Natalis solis invicti (Nacimiento del sol invicto), en la que se indica que nace Cristo en Belén de Judá. De aquí se deduce que los primeros cristianos en el siglo IV fijan en la fiesta civil romano del sol invicto la conmemoración del Natividad del Señor. Por tanto los cristianos, ante esta fiesta pagana de gran arraigo, lo que hicieron fue cristianizarla, y aplicársela al nacimiento de Jesús como el verdadero sol de justicia que nace de lo alto y que vence las tinieblas 2.- ¿Qué es la Navidad?
Navidad es un momento importante para los cristianos. Y por ello es necesario que nos planteemos con claridad el doble desafío que
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nuestro mundo presenta a la celebración de la Navidad: el desafío de la paganización y el desafío de la trivialización. El desafío de la paganización consiste en un retomo —no neutral— a las fiestas del solsticio de invierno. Hace algunos años, en el ambiente de las fiestas navideñas, surgió esta tesis de la Navidad pagana. Es una tesis falsa y peligrosa para nuestra fe. No existe una "Navidad" pagana, porque Navidad —con mayúscula— es la Navidad de Jesucristo. Los cristianos, "conscientes del momento en que vivimos", no podemos hacer el juego a estas iniciativas que vienen a diluir las afirmaciones fundamentales de nuestra fe, precisamente con motivo de las fiestas que son las grandes ocasiones en que nuestra fe se identifica colectivamente. Pero existe igualmente el desafío de la trivialización: la Navidad como vacaciones de invierno, como ocasión de fiestas íntimas o clamorosas, pero sin ninguna referencia cristiana: la Navidad como fiesta "infantil", de nuevo el tiempo para comprar, y escuchar incesantemente los villancicos, que en las tiendas acompañan a los cuentos infantiles... No se trata de descalificar la fiesta popular y familiar - ¡todo lo contrario!— sino de darle profundidad, de darle su auténtica dimensión. Y esto solamente puede hacerlo la fe. Una Navidad celebrada sin preparación penitencial y sin eucaristía gozosa y solemne, sin atención a los pobres y marginados, sin austeridad y moderación, sin compartir y perdonar, es una Navidad trivial, que no dejará ningún rastro en nuestra vida. Hoy día estas concepciones están tan arraigadas en nosotros que nos parecen lo más elemental y natural. 3.- Belén Para ver la importancia de esta ciudad nos tendremos que remontar hasta el profeta Samuel, que, inspirado por Dios, quiso buscar un sucesor del rey Saúl y lo encontró en Belén, apacentando los rebaños de su padre; era el joven David. Desde entonces será Belén la ciudad que quedó marcada como ciudad de esperanza. Los profetas hablarán de la ciudad de Belén como lugar del nacimiento del Mesías. Será Lucas quien nos hable del nacimiento en Belén y de los pastores y los rebaños que adoran a Jesús al igual que hiciera David. Mateo habla de Belén como lugar de adoración de los magos. Belén se ha convertido en el centro geográfico de la Navidad, de ahí que se diga preparar el “Belén”. Y así es, reaparecen las figuras que con ilusión se van colocando. 4.- El árbol El árbol que quizás hayamos tenido todos en estas Navidades en nuestra casa y que tan colorido e iluminado y adornado se ha encontrado es lo que una canción llamó el “árbol santo”. 2
Parece que ser que confluyen dos tradiciones del folklore centroeuropeo: la primera es más antigua y se refiere a la costumbre vinculada a la fiesta de Adán y Eva —celebrada, popularmente, el día 24 de diciembre—. En esta fiesta se levantaba un árbol en memoria del árbol del paraíso —árbol de la vida— y se ornamentaba con manzanas. Los testimonios que tenemos de esta práctica son del siglo XVI. Otra costumbre era la pirámide luminosa que se encendía con motivo de la Navidad, en cuyo vértice se instalaba un cirio encendido. Ambas prácticas se fusionaron, y el árbol del paraíso se convirtió en el árbol luminoso, propio de Navidad. De hecho, la universalización de esta costumbre empezó en el siglo pasado. Fue en América, concretamente en Boston en el año 1912, donde empezó la costumbre de plantar grandes árboles en los lugares públicos de la ciudad, iluminados, durante las celebraciones de la Navidad. La práctica se ha extendido universalmente y de alguna manera se puede decir que se ha convertido en el símbolo más universal de la presencia de la Navidad en las calles. La historia rápidamente descrita nos da testimonio del origen cien por cien cristiano del árbol de Navidad. Su presencia en casa, durante las fiestas, es un doble signo de Cristo; Jesús, con su nacimiento, nos ha dado de nuevo la posibilidad de acercamos al árbol de la vida, y El mismo quiso morir en un árbol: la cruz, verdadero árbol de la vida para todos los hombres; Jesús es la luz del mundo, y es coherente que su nacimiento sea celebrado con el encendido gozoso de tantas luces. Incluso la presencia de los árboles en la ciudad se convierte, en estos días, en un elemento simbólico. Quizás en muchas ocasiones se colocan más por ornamentación popular —o reclamo— que por valoración del simbolismo cristiano. Pero, a los que los contemplamos, pueden recordarnos que el árbol de la vida —la cruz de Cristo— está a disposición de todos los hombres que quieran acercarse a él. Así, el árbol de Navidad puede ser un elemento de evangelización. 5.- Los regalos navideños ¿Quién podrá negar el carácter entrañable de esta práctica universal? Ya sea Santa Claus ( S. Nicolás), Papá Noel, estén en el árbol o los traigan los reyes magos, lo que es claro que los regalos forman parte de estas fiestas. Es cierto que vienen marcado por el consumismo, por una propaganda sofocante, ruidosa y creadora de falsas necesidades, pero, a pesar de esto y sabiendo comprender lo siguiente, los regalos son un elemento navideño importante. Un obsequio no es simplemente una "cosa". Una cosa se convierte en obsequio en el momento en que se convierte en instrumento de relación personal. Cuando una cosa queda asumida por una persona para transformarla en un signo de acercamiento a otra, en un signo de atención, de benevolencia, de deseo de felicidad, entonces tenemos constituido el obsequio. Casi podríamos decir que el obsequio es cualquier cosa en la medida en que está personalizada, espiritualizada; cuando es vehículo de entrega mutua. Puede tratarse de un objeto, o de unas líneas; pero, en cualquier caso, algo que pasa de su materialidad a una nueva situación. En primer lugar, por coherencia con el sentido más profundo de estas fiestas. La Encarnación del Hijo de Dios, Jesús, ¿no es como el gran obsequio que Dios ha hecho a la humanidad? Parece un hombre como los demás, pero 3
es la gran realidad de la salvación de todos los hombres. Emmanuel: Dios-connosotros. Jesús nos ha sido dado como manifestación —"Epifanía" significa manifestación— del amor salvador de Dios a todos. Por ello, en esta fiesta crece en nuestro interior un deseo de compartir la actitud generosa de Dios, y manifestarnos también como amor para con los que conocemos, y para con los que no conocemos. En segundo lugar, porque obsequiar es siempre algo que nos da oportunidad de pensar en los demás, motivo para buscar lo que puede hacerles más felices. Y hay que reconocer que pocas cosas son tan cristianas como esta actitud. También es cierto que hay pocas cosas que nos hagan tan felices como obsequiar a los demás. "Es más feliz quien da que quien recibe", decía Jesús. 6.- Los tres reyes magos de Oriente En los últimos tiempos han aparecido en varios lugares comentarios y comentaristas "denunciando" las "manipulaciones" de la Iglesia a propósito de la narración de los magos. Como si la Iglesia, por oscuros motivos, hubiese "decidido" cambiar lo que dicen los evangelios... En realidad, se trata de tradiciones que se han ido acumulando por el deseo popular de enriquecer un relato ya existente. El relato es una composición de Mateo que quiere afirmar que el Hijo de Dios no viene sólo para Israel sino que es una estrella capaz de guiar a todos los pueblos; y que, mientras en Israel no quieren saber nada de él, unos sabios extranjeros están atentos a los signos de Dios y descubren su presencia. La tradición ha enriquecido el relato fijando en tres el número de magos, a partir de los tres regalos que ofrecen al Niño, y asignando un nombre a cada mago (nombres que inicialmente fueron distintos según los lugares). También les ha dado un color distinto a cada uno, resaltando así muy acertadamente su universalidad. Y finalmente los ha imaginando como reyes, mientras el relato habla sólo de magos o sabios: magos, en aquella época, indicaba normalmente a personas que escrutaban los astros para conocer el futuro, y equivalía prácticamente a sabios; pero el hecho es que con el tiempo se les fue considerando reyes, en parte como un eco del salmo 71,10-11 y en parte también porque así se evitaba favorecer las prácticas, entonces bastante extendidas, de la magia más zafia... 7.- Las inocentadas. Se trata de una tradición en la línea de muchas tradiciones de bromas y escarnios que tienen lugar en distintas fechas según los lugares y épocas. El origen de las del 28 de diciembre no es, desde luego, muy afortunado: nacen a partir de entender la palabra "inocente" como "fácil de engañar", lo cual tiene poco que ver con el significado de la palabra aplicada a los niños de Belén muertos por Herodes.
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¿Qué pasa con los belenes? ¿Qué es lo que ha escrito el Papa sobre la mula y el buey? ¿Se los ha cargado? ¿Ha mandado que no se pongan en los belenes? En primer lugar hay que ser honestos y ver qué es lo que ha escrito el Santo Padre, en concreto sobre el pesebre y la presencia de animales en él. Estos serían los párrafos en cuestión: Escribe el papa Benedicto que “San Agustín ha interpretado el significado del pesebre con un razonamiento que en un primer momento parece casi impertinente, pero que, examinado con más atención, contiene en cambio una profunda verdad. El pesebre es donde los animales encuentran su alimento. Sin embargo, ahora yace en el pesebre quien se ha indicado a sí mismo como el verdadero pan bajado del cielo, como el verdadero alimento que el hombre necesita para ser persona humana. Es el alimento que da al hombre la vida verdadera, la vida eterna. El pesebre se convierte de este modo en una referencia a la mesa de Dios, a la que el hombre está invitado para recibir el pan de Dios. En la pobreza del nacimiento de Jesús se perfila la gran realidad en la que se cumple de manera misteriosa la redención de los hombres”. Continúa el Papa: “Como se ha dicho, el pesebre hace pensar en los animales, pues es allí donde comen. En el Evangelio no se habla en este caso de animales. Pero la meditación guiada por la fe, leyendo el Antiguo y el Nuevo Testamento relacionados entre sí, ha colmado muy pronto esta laguna, remitiéndose a Isaías 1,3: «El buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no comprende.» Peter Stuhlmacher hace notar que probablemente también tuvo un cierto influjo la versión griega de Habacuc 3,2: «En medio de dos seres vivientes... serás conocido; cuando haya llegado el tiempo aparecerás». Con los dos seres vivientes se da a entender claramente a los dos querubines sobre la cubierta del Arca de la Alianza que, según el Éxodo (25,18-20), indican y esconden a la vez la misteriosa presencia de Dios. Así, el pesebre sería de algún modo el Arca de la Alianza, en la que Dios, misteriosamente custodiado, está entre los hombres, y ante la cual ha llegado la hora del conocimiento de Dios para «el buey y el asno», para la humanidad compuesta por judíos y gentiles. En la singular conexión entre Isaías 1,3, Habacuc 3,2, Éxodo 25,18-20 y el pesebre, aparecen por tanto los dos animales como una representación de la humanidad, de por sí desprovista de entendimiento, pero que ante el Niño, ante la humilde aparición de Dios en el establo, llega al conocimiento y, en la pobreza de este nacimiento, recibe la epifanía, que
ahora enseña a todos a ver. La iconografía cristiana ha captado ya muy pronto este motivo. Ninguna representación del nacimiento renunciará al buey y al asno” (páginas 76-77-78). Ahora podemos describir lo que de verdad ha escrito el papa Benedicto XVI: 1. En primer lugar, como el Evangelio, quiere que dirijamos la mirada a lo fundamental, y lo fundamental es que el Hijo de Dios se hizo hombre naciendo en Belén de Santa María la Virgen por obra del Espíritu Santo. 2. Jesús nace de una mujer, es verdadero hombre. Pero nace de María por obra del Espíritu Santo, sin intervención de varón, es verdadero Dios. Y esa intervención directa de Dios es signo del amor de Dios que acude en ayuda de la humanidad que no puede darse a sí misma un Salvador. Un ser humano nacido de un hombre y de una mujer nunca podrá ser la persona perfecta que nos salve. Dios, dice el teólogo K. Rahner, “se nos entrega a sí mismo de manera inefablemente libre. Esta realidad en María no tenía que vivirse sólo en las disposiciones de su corazón, sino que debía expresarse en todo su ser, incluso en su corporeidad; tenía que manifestarse y representarse en su existencia corporal. Por ese motivo, María es Virgen en el espíritu y en el cuerpo, única en todo el plan de Dios” 3. Estos dos puntos hacen que en el centro de nuestro belenes esté Jesús, acompañado de María, su madre, y de José, esposo de María. José, acogiendo a María y a Jesús, haciendo las veces de padre, y junto con Jesús y María, nos hablan de la importancia de la familia. Y además de esta manera José, que es descendiente de David, colabora para que se cumplan las Escrituras que anunciaban que el Mesías pertenecerá a la descendencia de David. Nosotros, como san José, podemos colaborar para que Jesús sea acogido en medio del mundo con credibilidad, será así si vivimos con autenticidad nuestra fe. A ello nos quiere ayudar la celebración de este “Año de la fe” y el mismo libro del Papa sobre “La infancia de Jesús”. 4. ¿Qué pasa con el pesebre? El pesebre, tal y como el mismo Papa lo recuerda, es el lugar donde se coloca el alimento. Jesús es colocado en el pesebre. De este detalle, el Papa como buen pedagogo y siguiendo a su gran amigo san Agustín, nos dice que ya desde la Navidad estamos invitados a acoger a Jesús como “el alimento que da al hombre la vida verdadera, la vida eterna”. Así cuando contemplamos un belén podemos fortalecer nuestra fe en Jesús que es, como Él dijo de sí mismo, “el Pan de Vida”. Cada belén nos ha de ayudar a valorar el gran don de la Eucaristía, y de cada Misa.
5. Y, ¿qué pasa con los animales? El Santo Padre comienza recordando algo que es verdad: en los evangelios no se menciona la presencia de animales. Pero, continúa recordando que como el pesebre es el lugar dónde se alimentan los animales, la comunidad cristiana muy pronto entendió que no es extraña la presencia de animales en torno al recién nacido. Pero no llenó de cualquier manera esa laguna de los evangelios, los cuales van a lo esencial. Nuestros primeros hermanos acudieron a varios textos del Antiguo Testamento. 6. ¿Qué textos del Antiguo Testamento sirvieron como fuente de inspiración para que en la iconografía (es decir en las pinturas y grabados, en las esculturas y en los retablos) aparezcan el asno y el buey, o la mula y el buey? El Papa recuerda tres textos: Isaías 1,3: «El buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no comprende.». Este texto quiere indicar que esos animales saben quiénes son sus señores y quiénes les dan de comer, pero Israel, que representa la humanidad, no reconoce a quién es su Señor y quién le da la vida. Habacuc 3,2: «En medio de dos seres vivientes... serás conocido; cuando haya llegado el tiempo aparecerás». Este texto, en unión con otro de Éxodo 25,18-20, que habla del arca de la Alianza, nos recuerda a los dos seres angélicos, dos querubines, que están en la tapa del Arca de la Alianza, y que al mismo tiempo que custodian algo valioso, señalan ese importante signo de la presencia de Dios en medio de su pueblo.
De la conjunción de estos textos resultó que se colocaran junto al Niño un buey y un asno (o mula). ¿Qué representan? En el fondo, ¿qué misión tienen? Por una parte, desde los textos de Habacuc y Éxodo, ellos, como los querubines, brindan su protección, guardan y abrigan, al signo más grande de la presencia de Dios en medio del mundo: Jesús, el Hijo de Dios hecho Niño. Y al mismo tiempo que lo custodian, señalan su presencia. Por eso la mula (o el asno) y el buey en nuestros belenes nos ayudan a centrar la atención en lo importante: Jesús. Por otro lado, por lo que sugiere el texto de Isaías, ellos ahora sí que conocen y reconocen a su Señor, y a Quién les cuida. Ellos, en el belén, representan a la humanidad, nos representan a nosotros que ahora, en Jesús, que es la revelación plena de Dios, tenemos la oportunidad de saber quien nuestro Señor, el Señor que nos sirve y nos alimenta, dándose Él mismo como alimento.
Dicho todo esto, unas sencillas conclusiones: Tengamos cuidado, no insultemos a nadie, y menos llamándole burro o asno. La figura del asno, junto con la del buey, nos evoca cosas muy bellas e importantes. Benedicto XVI siempre quiere que vayamos a lo esencial, al centro de nuestra fe: Jesucristo. Y con Él al encuentro de cada persona, sobre todo de quienes sufren. No sucumbamos ante quienes sin leer el texto, o desde una lectura superficial de las palabras del Papa, o con una mala intención nos quieren contagiar desafección e incluso burla ante el sucesor de Pedro. La víctima no será Benedicto XVI, a quien muchos no le perdonan que sea él quien sea el Papa, las víctimas seremos nosotros, en la medida en que quieren debilitar los soportes de nuestra fe y la misma fe, haciéndonos pensar que creemos en cosas trasnochadas o ridículas. Se lamentan de que el Papa quiera quitar el asno y el buey, cosa que no es verdad, y ridiculizan la maternidad virginal de María, acontecimiento que es cierto. El Papa dice: “Ninguna representación del nacimiento renunciará al buey y al asno”. Pues sigamos con esa hermosa costumbre, además tengamos en cuenta que el Papa no ha pretendido, ni por asomo, que quitemos estas dos simpáticas figuras del belén, al contrario, como he señalado antes, nos ha ofrecido unas claves muy hermosas y sugerentes para que las valoremos y sepamos qué significan. Ojalá que así se lo trasmitamos a nuestros niños y jóvenes, a los cuales también ha llegado una imagen distorsionada del Papa y de sus palabras.
Así pues no sólo no se le puede recriminar nada al Santo Padre, sino que es preciso una vez más agradecerle su servicio, realizado como buen pastor, experto teólogo, y sencillo y eficaz catequista. Ante todo demos gracias a Dios porque ha querido ser el Dios con nosotros. Que la intercesión de santa María y san José, junto a las simbólicas imágenes de los animales que abrigan al recién nacido, nos ayuden a acoger a
Jesús, y a creer en Él, como nuestro Dios y Salvador, Amigo y Hermano, Origen y Meta de nuestras vidas y de la humanidad entera. Vuestro párroco, Francisco Javier Sagasti Boquet