CARACTERÍSTICAS DEL TEATRO ESPAÑOL En la España del s. XV y comienzos de s. XVI se producen dos hechos que permiten el desarrollo de la actividad literaria y, en particular del teatro: El fortalecimiento de las ciudades El auge de la Corte como un lugar en torno al cual se reúne una serie de hombres poderosos que cultivan las artes según el ideal caballeresco. En esta nueva estructura social si bien sigue siendo un valor la nobleza de sangre, comienza a considerarse los méritos personales. Esto significa el inicio de la valoración subjetiva por parte de un público y hacia los autores conscientes de su oficio, hacia cierta profesionalización de la actividad teatral. Esta primeros pasos supone una etapa de experimentación donde coexisten diversos ensayos dramáticos difíciles de clasificar. Testimonio de ello es la nomenclatura vacilante que hallamos en este período, autores y editores denominan a sus textos teatrales, sin mucha claridad en sus diferencias, como “autos”, “églogas”, “farsas”, “comedias” o “tragicomedias”. La mayoría de los textos de este teatro carecen de didascalias explícitas, de acotaciones. Esto indica que los autores aún no tienen un dominio de las convenciones escénicas. Sin embargo, ya comienza a perfilarse la figura del “hombre de teatro”, dramaturgo que ejerce a la vez de director e incluso de actor y que busca un elenco para montar su obra y le paga un sueldo. A su vez este hecho conlleva la aparición de un público ávido de entretenimiento, inicialmente cortesano pero luego de todos los estratos sociales. En este contexto aparece la Celestina o Comedia o Tragicomedia de Calisto y Melibea (Burgos,1499) y se debate sobre su carácter teatral. Anónima y sin título, constaba de 16 actos. En 1502 aparece otra edición en Sevilla, con 21 actos y con el nombre del autor: Fernando de Rojas. Es una obra que se desarrolla a través del diálogo, de modo que todo lo que sucede se conoce a través de los personajes, sin embargo su desconexión con las formas dramáticas es evidente. Por esto en el s. XVIII se debate sobre su pertenencia o no al género dramático y se concluye que es una novela dialogada, porque es demasiado extensa, obscena y carente de categorías teatrales relacionadas con el tiempo y el espacio. Actualmente, gran parte de la crítica no la consideran que sea obra de teatro. Aunque podría argumentarse a su favor, sosteniendo que las categorías aludidas aún no estaban claras. Indudablemente, el autor de la Celestina maneja categorías dramáticas, pero no escénicas, es decir, no ha preparado el texto para la puesta en escena (no existían en el s. XV). Las primeras obras teatrales que se pueden considerar en los Siglos de Oro se escribieron en Castilla hacia 1492, año que Colón descubre América e Isabel reconquista el reino de Granada. Durante los reinados de Carlos V y Felipe II los dramaturgos fueron adquiriendo poco a poco nuevas técnicas y ampliando la temática de sus obras, y, de este modo, la comedia y el auto sacramental se convierten en los dos grandes géneros del teatro español. El teatro llega a su máximo esplendor durante los reinados de Felipe III y Felipe IV.
Los espacios donde tenían lugar las representaciones teatrales en el s. XVI y XVII eran las plazas y posadas de los pueblos donde representaban las compañías de cómicos ambulantes que iban de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo; las calles donde tenía lugar la representación de los autos sacramentales; también se ponía en escena en universidades y en palacios. A fines del siglo XVI, todas las ciudades y poblaciones importantes de España contaban con teatros fijos, los “corrales”, con un patio destinado a los espectadores más pobres, que permanecían de pie, asientos y palcos para los ricos, y algo de tramoya. El corral permitió el control de al espectáculo, el control del público, que la actividad teatral se convierta en un negocio y que se profesionalice la empresa teatral. Los corrales se concentraron especialmente en Sevilla, Madrid y Valencia. En los últimos años del s. XVI Madrid se convirtió en el centro teatral de España, y los centros provincianos entraron en decadencia. Hacia 1630, la larga tradición de espectáculos costosos en las cortes de los reyes españoles y de los grandes nobles culminó con la construcción el Coliseo Italiano del palacio del Buen Retiro, residencia de recreo de la familia real. Este se constituyó en el más completo teatro de España. En este teatro se representaban las obras de escenografía más compleja. Sin embargo, en los palacios reales también habían escenarios más sencillos para obras menos complejas. En el Siglo de Oro una obra compleja podía pasar de la corte a los teatros públicos o viceversa. Los auto sacramentales, de carácter alegórico-religioso, con los que se celebraba el Corpus Christi, en Madrid, se presentaba en el palacio real, pero también en escenarios levantados en las calles para el pueblo. En sus mejores momentos fue un teatro marcadamente didáctico: los escritores comunicaban sus lecciones morales y políticas tanto a reyes, nobles como al pueblo llano. En el momento de madurez, los dramaturgos españoles dejaron de observar las unidades clásicas de tiempo y lugar. Si bien tienden a seguir varias normas fundamentales de la dramaturgia clásica, no lo hacen con cinco actos, optan por tres actos. Además, el teatro español se distingue de los otros de. S. XVII por su rica polimetría, perfeccionada por Lope de Vega; i.e.: dentro de la obra se emplea diferentes metros y estrofas para expresar distintos tipos de escenas, situaciones o emociones dramáticas.