1 SER Y TIEMPO*. Capítulo segundo. El estar-en-el-mundo en general como constitución fundamental del Dasein Heidegger presenta en este segundo capítulo de la primera sección de Ser y tiempo dos temas desarrollados en sendos parágrafos, el doce y el trece. El primero de éstos lleva por título Bosquejo del estar-en-el-mundo a partir del estar-en como tal; el segundo, en tanto, se denomina Ejemplificación del estar-en por medio de un modo fundado. El conocimiento del mundo. Como se anuncia en el encabezado del parágrafo doce, en esta parte del capítulo segundo, Heidegger sólo efectuará un bosquejo de un existencial fundamental del Dasein, el estar-en-el-mundo. Las determinaciones de ser del Dasein señaladas antes por Heidegger en el parágrafo nueve propiedad e impropiedad–, según el autor,
–existencia, el ser-cada-vez-mío,
sólo reciben una adecuada iluminación
sobre el trasfondo de esta estructura que tendrá que ser interpretada, luego de esta primera aproximación, de manera cuidadosa en el transcurso de los siguientes tres capítulos (3, 4 y 5). El bosquejo a que hace referencia el autor en este parágrafo se llevará a cabo a partir del encuadre de uno de sus momentos constitutivos, el estaren1. Este encuadre, a su vez, sólo reviste aquí la forma de una anticipación orientadora, pues el desarrollo de este momento constitutivo se efectuará recién en el capítulo quinto como parte del detenido tratamiento temático de que será objeto el estar-en-el mundo. En el abordaje previo de este momento constitutivo, el estar-en, Heidegger explicita el significado que adquiere la expresión que designa esta instancia. De este modo, efectúa una distinción entre el sentido del estar-en entendido espacialmente, es decir, como un “estar dentro de”, y el estar-en entendido, desde una perspectiva ontológico-existencial, como “habitar en” o “estar familiarizado con”, y con esto, *
Heidegger, Martin, Ser y tiempo, Santiago de Chile, Editorial universitaria S.A.,1997 (Traducción, prólogo y notas de Jorge Eduardo Rivera C. ). Al momento de citar o referirme a algún pasaje de esta obra emplearé las iniciales del título de la misma (ST) seguidas del correspondiente número de página. 1 Heidegger señala que el estar-en-el-mundo está referido a un fenómeno unitario, que, sin embargo, contiene tres momentos estructurales constitutivos, a saber: – El “en-el-mundo”, momento relacionado con la idea de mundaneidad, planteada como la estructura ontológica del “mundo”. – La mostración del sujeto de la cotidianidad a partir de la pregunta por el “quién es el que es” en medio de esta cotidianidad. – El estar-en como tal, instancia en que se muestra la in-idad (carácter mismo del “en” en tanto el estar-en de un ente como el Dasein), es decir, el análisis temático a fondo del estar –en. Cada uno de estos momentos estructurales constitutivos serán examinados exhaustivamente por Heidegger en los capítulos tercero, cuarto y quinto, respectivamente.
2 interpretado, como lo señala Hubert Dreyfus 2 bajo el sentido de “involucramiento”. Así, el estar-en “espacial”, que, por su parte, tiene el sentido de “inclusión”3 está referido al modo de ser del ente que está en el mundo de modo distinto al del Dasein. El ente que no es el Dasein se encuentra “dentro del mundo” –de ahí que se lo denomine ente intramundano–, de modo
tal que
a este ente puede concebírselo inserto en
una
relación de lugar en que cabe decir que un ente está dentro de otro. En virtud de este modo de ser, propio y privativo de este ente, se dice que es el estar-ahí el que determina dicho modo de ser. El estar-ahí, entonces, viene a constituir una categoría que sólo le es adjudicable al ente que no tiene el modo de ser del Dasein. El Dasein, en tanto, “está en el mundo”, pero no como un ente “dentro del mundo”, sino, como se ha señalado ya, como un ente que “habita” el mundo, en el sentido de estar “familiarizado” con el mundo. De esto se sigue que el-estar-en no es una simple “propiedad” que se le pueda atribuir al Dasein, la misma que éste podría tener o no tener, según las circunstancias; muy por el contrario, el-estar-en constituye
un
carácter de ser del Dasein, una determinación inherente a este ente. Por esta especial significación que adquiere el estar-en en relación con el Dasein esta determinación ontológica se constituye en la expresión formal del ser del Dasein , es decir, tiene el carácter de
un existencial, no el de
una categoría, y en virtud de lo cual, aquella
determinación ontológica revela la estructura fundamental del Dasein, el-estar-en-elmundo. El estar-en constituye, asimismo, la base de otro existencial, el “estar en medio” del mundo. Heidegger establece la distinción ontológica entre este existencial fundado en el estar-en, y, por tanto, referido al Dasein, y el sentido que dicha expresión adquiere con respecto a las cosas que se encuentran “dentro del mundo”, una de cuyas categorías , como hemos visto, es el estar-ahí. Al ser un existencial, esto es, una determinación ontológica del Dasein fundada en el estar-en, el “estar en medio” del mundo no se refiere a un estar juntos los entes signados por el “estar-ahí”. Mucho menos aún se podría decir que el Dasein y el mundo son entes que están juntos. Así, pues, el “estar en medio” del mundo sólo concierne al Dasein en tanto éste está absorto en el mundo. Esto supone, que el requisito primordial para poder hablar, por ejemplo, de un “tocar” o de un “estar junto a” es que el ente del cual se dice que “toca” o “está junto a” tenga un mundo en el sentido en que sólo lo tiene el Dasein, vale decir, un mundo con el que el Dasein se involucra, un 2
Cf. H. Dreyfus, Ser-en-el-mundo. Comentario a la división I de ser y tiempo de Martin Heidegger, Santiago de Chile, Cuatro vientos editorial, 1996, pág. 48. 3 Loc. cit.
3 mundo en que está inmerso,
aunque no, ciertamente,
sólo en
sentido espacial,
–veremos luego que la espacialidad también concierne al Dasein, aunque no en el sentido que adquiere en referencia a una «cosa»–, sino sobre todo como un “estar familiarizado” con el mundo que lleva a este ente señero a ocuparse de los entes y de los otros en virtud del cuidado que está a la base de su estructura existencial. Esto último también se verá luego; por lo pronto nos ocuparemos de lo que se mencionó antes en referencia a la espacialidad del Dasein. Se ha visto ya la enfática diferenciación que hace Heidegger entre el estar-en como constitución de ser del Dasein, que asume así el carácter de existencial, y cuyo sentido está dado por una familiaridad con el mundo y no por una simple relación espacial con otros entes, esto por una parte; y, por otra, el estar-en entendido como inclusión física, como simple extensión en el espacio, y que en virtud de esta determinación, sólo pertenece a los entes que comparecen en el mundo y que se distinguen por tener un modo de ser distinto al del Dasein, modo de ser signado por el estar-ahí. Pero aun cuando esta distinción pone de relieve el sentido no espacial del estar-en como existencial constitutivo del Dasein, el mismo Heidegger indica que con esto no se niega tajantemente toda espacialidad al Dasein. En efecto, el Dasein también está en el espacio, pero de modo distinto al de los entes intramundanos. Así, este estar-en-el-espacio del Dasein está fundado en el originario estar-en-el-mundo, y, por esto, esta espacialidad adquiere un carácter existencial. En relación con esta estructura inherente al Dasein, el estar-en no podría ser mostrado como la conjunción de dos entes –esto sería recaer en una cosificación del modo de ser del Dasein–, lo cual sería el resultado de concebir dos planos en el hombre: el estar-en un mundo como una propiedad espiritual suya –lo que equivaldría a mentar una «cosa espiritual»–
y su espacialidad como un modo de ser derivado de su cuerpo
–que
vendría a constituirse en la «cosa corpórea»–. Por tanto, el único modo de evitar una interpretación «objetivadora» del Dasein es remitir la consideración de la espacialidad de este ente a la comprensión del estar-en-el-mundo como su estructura fundamental. La mostración de esta estructura fundamental del Dasein, basada en una analítica existencial propiamente ontológica en el sentido que intenta una aproximación al ser a partir del develamiento de las estructuras existenciales que el Dasein cobija en medio de su cotidianidad, deja de lado, entonces, la visión tradicional que ha seguido la senda de una interpretación basada en la sola presencia, es decir en el estar-ahí, modalidad propia de los entes intramundanos –y por esto “metafísica”–, y cuyo fruto ha sido la consagración de una visión que contempla al hombre como un ente más en medio de otros entes.
4 Al momento de hacer referencia al “estar en medio” del mundo se dijo que sólo el Dasein puede “tocar” a los entes en virtud del hecho de tener un mundo, condición que supone una «inmersión familiar y cotidiana» en el mundo, y un involucramiento estrecho con éste. Esta condición determina que el Dasein pueda establecer un o con los entes a través del cual éstos comparecen ante él, se “encuentran con” él. Este comparecer indica que el Dasein
simplemente no está-ahí, sino que su
“encuentro con” los entes se da en el marco de ese mundo con el que está relacionado «desde siempre»4 merced a su intrínseca estructura existencial, el estar-en-el-mundo. Los entes que no tienen el modo de ser del Dasein, por tanto, no tienen un mundo; a éstos no les es dado acceder a un mundo, sino que, como se acaba de señalar, sólo comparecen ante un ente como el Dasein. Así, a diferencia del Dasein, que existe, los entes intramundanos están ahí. Sin embargo, el Dasein puede ser considerado, en algún sentido, como simplemente estando ahí; esto, si se hace abstracción de su estar-en como estructura existencial. Pero, con todo, esta manera de concebir al Dasein no le es propia; lo propio de él es una peculiar manera de “estar-ahí”, que, contrariamente a aquella otra manera de verlo, se deriva de la expresa consideración de su estructura existencial, y, por esto, este peculiar “”estar-ahí”, ontológicamente, toma una forma distinta al hecho de estar-ahí de un ente intramundano. A esta peculiar y privativa manera de “estar-ahí”, propia del Dasein, Heidegger
la denomina
5
“facticidad” . Se ha traído a colación este concepto porque Heidegger a partir del mismo va a arribar a la mención del cuidado, punto que en el curso de esta exposición quedó, líneas arriba, en suspenso. Veremos esto inmediatamente.
4
Un poco más adelante, Heidegger se refiere a la idea de “mundo” en estos términos: “Cuando preguntamos por el “mundo” desde un punto de vista ontológico, no abandonamos de ningún modo el campo temático de la analítica del Dasein. Ontológicamente el “mundo” no es una determinación de aquel ente que por esencia no es el Dasein, sino un carácter del Dasein mismo” (ST,pág. 92). 5 A fin de clarificar el concepto de facticidad, considero conveniente consignar lo que señala el mismo Heidegger en relación con dicho concepto: “(...) El concepto de facticidad implica: el-estar-en-el-mundo de un ente “intramundano”, en forma tal que este ente se pueda comprender como ligado en su “destino” al ser del ente que comparece para él dentro de su propio mundo” (ST, pág. 82). En otro punto de la obra, dirá: “La facticidad no es el carácter de hecho del factum brutum de algo que está-ahí, sino un carácter de ser del Dasein, asumido en la existencia, aunque, por lo pronto, reprimido” (ST, pág. 159). G. Vattimo se refiere a este concepto en los siguientes términos: “El Dasein es pues finito, por cuanto (aun siendo el que abre y funda el mundo) es a su vez lanzado a esta apertura, la cual no le pertenece ni como algo de que él pueda disponer, ni como una determinación trascendental de todo sujeto como tal. Esta estructura lanzada del Dasein es lo que Heidegger llama la efectividad (Faktizität) [“Facticidad” en la traducción de J. E. Rivera] de la existencia. Efectividad y Geworfenheit (estado-de-yecto) [“Condición de arrojado” en la misma traducción] son expresiones sinónimas (...)”. ( Introducción a Heidegger, Barcelona, Gedisa,S.A., 2000, pág. 39-40).
5 La facticidad del Dasein determina la fragmentación de su estar-en-el-mundo en variadas formas de estar-en. Estas formas de estar-en suponen el despliegue de actividades de la
más diversa índole. El ocuparse (Besorgen) es el modo de ser de
estas múltiples formas de estar-en, o, dicho de otra manera, constituye el ser de una determinada posibilidad de estar-en-el-mundo (podría decirse que el espectro de posibilidades va desde el simple riego de un jardín hasta la labor de un físico con un acelerador de partículas; incluso, el coloquial «no hacer nada» sería un modo deficiente
del
ocuparse).
Heidegger
significaciones precientíficas y
precisa
que,
en
contraposición
a
las
de carácter óntico que suelen adjudicarse al término
que designa “el ocuparse”, él empleará la expresión “ocuparse de algo” bajo el rango de existencial. Esta expresión, “ocuparse de algo” es empleada por Heidegger porque, según señala, el Dasein es, ante todo, cuidado (Sorge). Y en efecto, el “ocuparse de algo”, bajo uno de sus aspectos, es en realidad, “cuidado de” las cosas 6; con esto se advierte, pues, que el señalamiento del cuidado como ser del Dasein queda justificado. Con
esto
queda
establecido,
también,
que
el
estar-en-el-mundo,
como
involucramiento, propio del Dasein, es fundamentalmente ocupación. Es preciso señalar que para Heidegger el término Sorge (cuidado), es asumido como un concepto estructural ontológico, de modo que su significación, se mantiene alejada, en general, y al igual que el término Besorgen (ocuparse de) de toda connotación coloquial, y, en particular, de toda referencia a la “aflicción” o a la “tristeza”, o a cualquier otro estado de carácter óntico. Como se habrá advertido, en la determinación del estar-en-el-mundo a partir del abordaje anticipatorio de el-estar-en como uno de sus tres momentos constitutivos, ha primado la caracterización negativa, es decir, Heidegger ha puesto más énfasis en señalar qué rasgos «no» determinan esta estructura, antes que intentar determinarlo de manera enteramente positiva. Y esto, a decir de Heidegger, no es casual, pues el tratamiento fenomenológico de esta estructura que él efectúa pretende exhibir a ésta al abrigo de cualquier distorsión que encubra su más originario carácter7. Por esto, la 6
7
Cf. ST, pág. 214-215.
En este punto resulta pertinente traer a colación lo que apunta José Russo Delgado, aunque refiriéndose a otro pasaje de este capítulo; mutatis mutandis lo dicho por este autor calza perfectamente aquí; Russo Delgado afirma: “Se comienza rechazando la desfiguración, heideggerianamente, porque usualmente el fenómeno es mal entendido: Hay que desvanecer un “parecer” antes de arribar al “fenómeno”. (El hombre y la pregunta por el ser. Estudio de Ser y tiempo de Martin Heidegger, Lima, UNMSM, Departamento de publicaciones,1963, pág. 40)
6 labor de mostración que emprende Heidegger es ardua, pues la estructura en cuestión ha sido experimentada ónticamente como una relación entre un alma y un mundo, a raíz de la extraviada comprensión que de sí mismo a alcanzado el Dasein, comprensión que se ha instalado en él como producto de haberse visto como una proyección de los entes intramundanos, y, con esto, haberse concebido como un ente más, como una presencia, como un mero estar-ahí. Y esto ha dado lugar a una interpretación ontológica deficiente que concibe la constitución del Dasein no como un estar-en-elmundo que cobra sentido en el involucramiento y la ocupación basada en el cuidado, sino como una cosa que está al lado de los demás entes. De esta forma, el-estar-enel-mundo, aunque experimentado prefenomenológicamente, es decir, ónticamente, en el curso de la cotidianidad, no recibe una adecuada iluminación y permanece, por esto, mistificado, encubierto por una interpretación que en última instancia relaciona entes, pero que, no obstante, es incuestionable en su facticidad, esto es, en esa inmediatez óntica del peculiar “estar ahí” del Dasein al que se hizo referencia líneas arriba. Y es incuestionable, justamente, porque aparece como lo más natural y evidente, pues es percibida como
la relación existente entre dos entes: el sujeto (alma) y el objeto
(mundo), entes que se constituyen en los polos de una relación cognoscitiva signada por una categoría por demás entificante: el estar-ahí, propia del ente que no es el Dasein, y que más bien comparece ante él. Precisamente a raíz de esta descaminada interpretación se asume esta relación cognoscitiva
–cognoscitiva, en tanto es
conocimiento del mundo por un sujeto cognoscente– como un fenómeno ejemplar del estar-en, al punto de que teórico–
este supuesto proceso de conocimiento –exclusivamente
es el que preside la comprensión del estar-en-el-mundo, determinando,
incluso, la caracterización del comportamiento práctico, pues éste resulta definido en función de aquél como no-teórico y ateórico. Heidegger, yendo contra la corriente, se propone mostrar que, por el contrario, el conocimiento teórico es, más bien, una modalidad existencial del estar-en, y de ningún modo su aspecto primero y directriz; a esto dedicará el siguiente parágrafo de este segundo capítulo , el parágrafo trece, del cual me ocuparé a continuación Este segundo parágrafo del capítulo segundo contiene una ilustración del estaren a través de la exhibición de un modo concreto de esta estructura constitutiva del Dasein, fundada en el-estar-en-el-mundo. Este modo concreto, que constituye una manera más de estar-en-el-mundo, está dado, como acabamos de señalar en el párrafo anterior, por el conocimiento del mundo. La asunción del primado del conocimiento teórico determina el encubrimiento del estar-en-el-mundo como estructura existencial, pues el conocimiento del mundo, el
7 proceso de aprehensión contemplativa, es considerado como el modo básico del estaren-el-mundo. Heidegger mostrará que lejos de ser esto así, el conocimiento es un modo concreto del estar-en del Dasein; con esto lo que se remarca es que el conocimiento teórico es una posibilidad, entre muchas otras, de estar-en-el-mundo. En principio es necesario determinar el carácter que asume el conocimiento. Para esto, Heidegger concede que se lleve a cabo esta labor desde la perspectiva cosificante que ha impuesto la tradición metafísica, pero sólo para mostrar al final, como veremos, los obstáculos que, inevitablemente, aparecen y que ensombrecen aún más el camino hacia la comprensión del ser del Dasein. Si se asume la primacía del estar-en-el-mundo caracterizado fundamentalmente como conocimiento, se arriba a la dicotomía sujeto-objeto. En virtud de esta manera de concebir la relación del «hombre» con el mundo, se advierte que el conocimiento no está en la naturaleza, sino en el sujeto que conoce. Sin embargo, el conocimiento no pertenece al hombre de modo externo, como una parte de su cuerpo, sino que se «sitúa» en el ámbito interno. Esta caracterización refuerza la creencia en que la pesquisa acerca del conocimiento va por buen camino. Pero en este punto un problema aparece. Éste tiene que ver con la pregunta en torno a cómo el conocimiento
–el
proceso de aprehensión teórica– trasciende al sujeto y se proyecta hacia el objeto de estudio. Lo que Heidegger sostiene es que no hay ninguna relación de este tipo, no se opera ningún paso de la inmanencia del conocimiento en el sujeto hacia una trascendencia que llegaría al objeto, sino que el conocimiento es, más bien, una modalidad de ser del Dasein, esto es, el conocimiento es una manera de ser-en fundada en el estar-en-el-mundo. Heidegger, a fin de mostrar la coherencia de esta caracterización del conocimiento, deja de lado la dicotomía sujeto-objeto que supone que el conocimiento «alcanza» al objeto trascendiendo al sujeto, y en lugar de esto, dirige su atención al propio fenómeno del conocimiento y al modo de ser del que conoce; este procedimiento, claro está, se desenvuelve desde la perspectiva de un enfoque fenomenológico. Este enfoque permite determinar que el conocimiento en tanto aprehensión contemplativa se funda en el estar-en-el-mundo, estructura existencial propia del Dasein. Como se ha visto ya
este estar-en-el-mundo es ocupación, y primariamente,
cuidado, pues la ocupación es cuidado de las cosas del mundo o entes intramundanos. La ocupación, en este sentido, implica desplegar un sinfín de actividades que mantienen al Dasein sumido en el mundo. El conocimiento como determinación contemplativa es posible sólo cuando esta agitación cotidiana se atenúa o decae –Heidegger habla de una deficiencia del quehacer que se ocupa del mundo– , pues es
8 entonces cuando surge el mero-permanecer-junto-a que conduce a que los entes sean aprehendidos. Esta aprehensión, por su parte, da lugar a una determinación que se hace patente exteriorizándose bajo la forma de proposiciones que vendrían a constituir el conocimiento teórico. Así, pues, es este quehacer que se ocupa del mundo el que da lugar, en virtud de este «aquietamiento» a otra forma de estar-en: la mirada contemplativa que teoriza. No obstante, al dirigir su mirada contemplativa hacia los entes en medio de este enervamiento o inhibición del discurrir cotidiano, el Dasein no sale de su esfera interna, pues él, por el hecho de existir, esta ya siempre “fuera”8, involucrado con lo entes que comparecen ante él; pero, del mismo modo, este “estar fuera” en medio de los entes supone un “estar dentro”, toda vez que el Dasein se encuentra “dentro” de una forma de la ocupación, una determinada posibilidad de estar-en-el-mundo, pues, precisamente, está-en el mundo cognoscente; incluso, el olvido, la ilusión o el error en relación con lo que se aprehende cognoscitivamente siempre será una determinada manera del estar-en originario, y, por esto, siempre será parte de ese estar-en-el-mundo, propio de un ente como el Dasein. De esta forma, el conocimiento, concebido erróneamente como un proceso de aprehensión teórica, es visto ahora, luego de esta iluminación fenomenológica, como una manera más de estar-en-el-mundo. De esto se sigue que el conocimiento no es el proceso rector que según la tradición metafísica inaugura el o de un sujeto y un mundo –relación que, justamente, por tener este carácter, es cubierta por un denso barniz cosificante–, sino que constituye el ser de una determinada posibilidad de estaren-el-mundo9. Con esto, se hace patente el carácter fundamental de esta estructura que, por esto y como ya quedó indicado al inicio de este texto, será objeto de un prolijo enfoque a lo largo de los siguientes tres capítulos de esta primera sección de Ser y tiempo.
8
“El término existencia, en el caso del hombre, ha de entenderse en el sentido etimológico de exsistere, estar afuera, sobrepasar la realidad simplemente presente en dirección de la posibilidad” (Vattimo, G. Op. Cit., pág. 26) 9 “El ser [estar] en el mundo no tiene nada del “sujeto” de que habla mucha filosofía moderna, porque esta noción presupone precisamente que el sujeto es algo que se contrapone a un “objeto” entendido como simple presencia. El Dasein no es nunca algo cerrado de lo que se deba salir para ir al mundo; el Dasein es ya siempre y constitutivamente relación con el mundo, antes de toda artificiosa distinción entre sujeto y objeto. El conocimiento como interpretación no es el desarrollo y articulación de las fantasías que el Dasein como sujeto individual pueda tener sobre el mundo, sino que es la elaboración de la constitutiva y originaria relación con el mundo que lo constituye” (Ibid., pág. 35)
9