Marcelo Elbaum
Ser Rico es p osible Cómo istrar el dinero en tiempos de crisis
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Elbaum, Marcelo Hombre rico, hombre pobre.- 1ª ed. – Buenos Aires : Planeta, 2008. 208 p. ; 21x14 cm.
ISBN 978-950-49-1844-8
1. Finanzas I. Título CDD 332
A mi esposa Judit y a mis cuatro hijos, Juan, Maylen, Joaquín y Jerónimo, por todo el amor que recibo día a día y que me hace sentir que “ser feliz es posible”.
Diseño de cubierta: Departamento de Arte de Editorial Planeta © 2008, Marcelo Elbaum Derechos exclusivos de edición en castellano reservados para todo el mundo: © 2008, Grupo Editorial Planeta S.A.I.C. Independencia 1668, C 1100 ABQ, Buenos Aires www.editorialplaneta.com.ar 1ª edición: marzo de 2008 ISBN 978-950-49-1844-8 Impreso en Artesud, Concepción Arenal 4562, Capital Federal, en el mes de febrero de 2008. Hecho del depósito que prevé la ley 11.723 Impreso en la Argentina Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor.
Introducción En esta vida hay que morir varias veces para después renacer. Y las crisis, aunque atemorizan, nos sirven para cancelar una época e inaugurar otra. Eugenio Trías (1942-?), filósofo español.
En septiembre de 2008, cuando promediaba la escritura de este libro, estalló la crisis financiera internacional. La primera idea que me surgió entonces fue la necesidad imperiosa, y atemorizante a la vez, de releer todo el material que venía trabajando a la luz de los nuevos acontecimientos mundiales. Como autor, los interrogantes eran varios: ¿estaba el texto a la altura del posible cambio de paradigma mundial?, ¿daba respuestas a pesar de las transformaciones que ya se producían y las que se avecinaban? Y aún más, ¿seguía teniendo sentido hablar de economía y comportamientos financieros cuando la incertidumbre se apoderaba del planeta y las bases mismas de la economía internacional temblaban?, ¿serviría para algo? No parecían preguntas sencillas de responder en medio del vendaval en el que estábamos insertos. Sin ser rico es posible
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embargo, en el tiempo que dediqué a dicha tarea, no pude menos que percibir, en mí mismo y en quienes también leyeron el material en bruto, que el texto no sólo no se contradecía con la situación imperante (lo que ya era todo un logro), sino que conseguía iluminar aspectos de la realidad que en los momentos previos al estallido —los tiempos de hipereuforia que siempre preceden a la explosión de las burbujas financieras— incluso tendían a ponerse en tela de juicio. Parecía que el libro se adecuaba más a la visión de la realidad que antes, porque en la base de la crisis estaban los elementos sobre los que el texto advertía, y que en el anterior período de “manía” nadie quería ver ni escuchar. Recuerdo que en 2007, cuando le contaba a un pe riodista que la idea de mi nuevo libro se basaba en la necesidad de encontrar el equilibrio en las propias finanzas para alcanzar las metas deseadas y en la im portancia de gastar con la austeridad adecuada a los ingresos, su primera reacción fue decirme: “Bueno, ¿pero para qué está el dinero si no es para gastar?” En ese tiempo, en el que las alzas de los precios en el mun do no parecían tener fin y la ola de crecimiento se pronosticaba por al menos dos décadas, no se hacía tan fácil explicar que la racionalidad, el método y el equilibrio siempre deben primar en las finanzas más allá de que las épocas sean de bonanza o de recesión. 10
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Para ponernos en contexto, nada más útil que analizar primero la crisis que se produjo en la primavera de 2008, para que, a partir de ella, ahora sí lejos de los espejismos que siempre obnubilan, podamos extraer las enseñanzas y el aprendizaje de lo que deberíamos hacer con nuestra propia economía (o lo que no deberíamos hacer), a fin de poder concretar lo que deseamos.
La burbuja en “ritmo de jazz” El comienzo de la primavera de 2008 trajo consigo no sólo los habituales cambios climáticos y el florecimiento de plantas y jardines, sino también el estallido del “pánico” en los mercados financieros mundiales. De pronto, la gente común comenzó a experimentar sentimientos contrapuestos: por un lado, la consabida “esperanza” sobre el amor y el dinero que se abre en esta estación, y por el otro, el “miedo” y la “confusión” producto de comenzar a escuchar y leer a través de los medios de comunicación que los mercados financieros se derrumbaban, sin entender qué efecto podrían causar sobre sus empleos, sus gastos, ahorros e inversiones. Esto fue así porque los mercados financieros se adelantan a lo que pueda ocurrir en la economía real. ser rico es posible
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A partir de ese momento, lo que la gente comienza a intuir, aunque no tenga muy en claro los motivos, es que su forma de vivir va a dar un giro drástico. Muchas de las agendas de los individuos, empresas y gobiernos deberán reprogramarse, porque ya poco o nada será igual que antes. Muchos se preguntaban, y se preguntan aún hoy, qué sucedió de la noche a la mañana. ¿Estábamos ante un “comportamiento normal” de los mercados, que oscilan entre la euforia y la depresión conforme reza la “teoría del comportamiento bipolar”, o ante un cambio radical en la forma de conducirnos económicamente luego de que estallara una “burbuja financiera”? La respuesta es que desde finales de 2008, nos ha llamos ante un cambio radical. El “síntoma” eran el caos o revolución que se observaban a nivel mundial y nacional. Ahora, ¿qué subyacía a este síntoma? Sin duda, una historia de crecimiento y consumo desmedidos que terminó en la explosión de la gran burbuja internacional. Sin ánimo de realizar una descripción exhaustiva, podríamos señalar que durante el período 2001-2004, la Reserva Federal de los Estados Unidos —una suerte de Banco Central de ese país— decidió reducir fuertemente las tasas de interés para evitar una recesión más profunda, producto del estallido de la crisis de las empresas de tecnología del año 2000. 12
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La fuerte baja en el “precio del dinero” (el precio por comprar dinero es la tasa de interés) fue la causa que determinó el desaforado endeudamiento tanto de empresas como de familias, que, a su vez, provocó un exuberante e irreal aumento del valor de los activos bursátiles y reales (viviendas y productos agropecuarios y de energía). Este hecho se vio sin duda exacerbado porque, después de la caída del Muro de Berlín, casi todas las economías del mundo habían ingresado en el sistema capitalista, que acabó por inundar el mundo en busca de inversiones y desató un consumo desmedido internacional y una “fiesta inolvidable del crédito”. Si bien tanto los activos financieros (acciones, mo nedas distintas del dólar estadounidense, precios de productos agrícolas y de energía, metales preciosos, entre otros), como los reales (empresas y viviendas) se elevaron de forma desaforada, esta suba se dio predominantemente en el mercado de la vivienda. Por ello esta nueva burbuja se podría denominar “burbuja in mobiliaria”. Pero ¿dónde radicó profundamente el problema? En la disminución —forzada principalmente por el go bierno norteamericano pero imitada también por otros gobiernos de países centrales, en particular por Inglaterra y España— de las exigencias relacionadas con la aprobación de préstamos. Esta situación comenzó a principios de los 90 para incrementar el de ser rico es posible
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infinidad de personas a su vivienda. En los Estados Unidos, antes de la creación de la Federal Housing Ad ministration (FHA) en 1934, los compradores de vi viendas debían pagar, en promedio, el 40% del valor en efectivo y obtenían créditos de entre 5 y 15 años. Debido al seguro que brindaba sobre las hipotecas el FHA, se permitió tomar préstamos a 20 años y poner en efectivo sólo el 20%. Posteriormente, se expandió el período de repago a 30 años y se redujo el pago inicial al 5%. En la última etapa, se necesitaba sólo el 3% en efectivo para los préstamos de la FHA, e incluso algunos otorgadores de préstamos más audaces financiaban el 100% de la vivienda y hasta los gastos de es crituración. En muchos casos se les requería mínima documentación sobre ingresos, activos o su posibilidad de repago. Adicionalmente a lo anterior, y como una derivación del mismo fenómeno, los principales bancos de Wall Street crearon sofisticados instrumentos financieros, que podríamos denominar “títulos de propiedad súper abstractos”. Todo comenzaba con un crédito que otorgaba un banco para la compra de una vivienda, que generaba una hipoteca a favor de dicha entidad. Para hacerse nuevamente de dinero líquido y volver a prestarlo, es tas hipotecas eran vendidas a una entidad que actuaba como fiduciaria y que convertía los préstamos en 14
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bonos (garantizados por los préstamos), que vendía, a su vez, en pequeñas proporciones en distintas partes del mundo a bancos, fondos de inversión y fondos de pensión. Dado que este proceso se volvió sumamente lucrativo, mucha gente sin experiencia, que no debería haber vendido estos instrumentos, entró en la cadena de ven tas. Bancos y empresas de seguros que nunca deberían haber comprado este tipo de productos, se vieron en candilados por sus promesas reveladoras, y muchas empresas que necesitaban financiamiento recurrieron a dichos instrumentos, volviéndose dependientes de éstos para aumentar sus ganancias. ¿Qué sucedió finalmente? La extraordinaria demanda produjo el alza de los precios de los distintos activos, que generaron las consiguientes presiones inflacionarias. Para contener la suba de precios, los distintos Bancos Centrales del mundo comenzaron a subir el costo del dinero, o sea, la tasa de interés, con el objetivo de desalentar el consumo e incentivar el ahorro. En consecuencia, cada vez se hizo más difícil conseguir dinero para alimentar la suba de precios de los distintos productos, lo que comenzó a provocar la caída de sus precios. Cuando, producto del encarecimiento del crédito y la desaceleración de la economía, el valor de las viviendas comenzó a caer, muchas hipotecas origiser rico es posible
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nales se volvieron incobrables ya que el valor de los créditos en la mayoría de los casos superaba el precio del inmueble. La mencionada venta internacional de dichas hipotecas en cuotas parte produjo que todo el sistema financiero se infectara. Es así que se suspendieron los préstamos, porque nadie sabía cuánto valían los créditos que estaban en los balances de los bancos y tanto el sistema financiero como la economía real sufrieron un terremoto. Como se puede observar, este tipo de instrumentos resultaron opacos o muy poco transparentes, y ya no representaban la razón de existir original, es decir, la compra de una vivienda mediante una hipoteca. Los certificados de propiedad de las viviendas, que se registran en el Registro de la Propiedad avalado por el Estado, en muchos casos se trasladaron a manos de banqueros y especuladores que emitían certificaciones sobre activos a los que no podían responder. Básicamente, esto condujo a la quiebra del sistema de propiedad. La gran falta de transparencia en las transacciones tuvo el consecuente impacto sobre la fiabilidad de la información que se transmite a la gente. Occidente, entonces, estuvo próximo a perder lo más preciado que tenía, aquello que le otorgaba cierta superioridad sobre otras regiones: su sistema legal y la seguridad sobre la propiedad que permite realizar operaciones de forma transparente. 16
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De la “crisis financiera” a la “crisis económica” Como consecuencia de la declaración de quiebra del Banco de Inversión norteamericano Lehman Brothers, el sistema financiero global fue empujado a las puertas de un colapso. Esto trajo aparejada una importante crisis crediticia que amenaza con expandirse fuertemente sobre la economía real, provocando una reducción del crecimiento, del empleo y del consumo. ¿Qué podemos esperar en el campo de la economía real y por lo tanto de nuestra economía doméstica? La experiencia de otras crisis financieras indica que una acción agresiva y a tiempo por parte de los gobiernos para estabilizar el sistema financiero y apuntalar la demanda de las familias y empresas, permite reducir significativamente la pérdida de producción y empleo producto de la crisis crediticia. Dado que esta crisis ha tenido dimensiones globales, las medidas han sido coordinadas por los distintos gobiernos nacionales. Dichas medidas, que parecen correctas y suficientes para estabilizar el sistema financiero, han sido: a) Aumento de la garantía de los depósitos ban carios. b) Diseño de esquemas de recapitalización de los bancos que han sufrido problemas importantes, o decir que el Estado se hizo cargo de los bancos ser rico es posible
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en problemas, inyectando capital para que éstos pudieran volver a prestar. c) Facilidades para comprar a los bancos activos en problemas e inyectarles liquidez. d) Compromiso de los Bancos Centrales para pro veer toda la liquidez o el efectivo necesario para las instituciones financieras y las del sector real. e) Reducción de las tasas de interés para contrarrestar algunos de los efectos negativos de la crisis crediticia entre los particulares y así evitar una recesión mayor. Si bien, como dijimos, estas medidas van en el sentido correcto, sería un error creer que no existirá un efecto sobre la economía real, es decir, sobre la producción y el consumo. Las instituciones financieras retomarán de a poco el otorgamiento de crédito. Un inevitable cambio de humor en el ánimo de los otorgantes de créditos los inducirá a tener una excesiva aversión al riesgo luego de un período largo de excesivo apetito; por otra parte, el deterioro de las perspectivas económicas probablemente los inducirá a retener el capital o nuevo efectivo que adquieran en vez de ponerlo a trabajar (o sea, prestar). Dado que es de esperar que el crédito por parte de las instituciones tarde en reaparecer, se necesitará 18
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un estímulo fiscal significativo para que las economías vuelvan a funcionar. A pesar de los grandes déficits fiscales de los Estados Unidos y Europa, es de suponer que los lleven a cabo para apuntalar las economías. Pero ¿cuánto va a afectar la economía real y por cuánto tiempo? Los expertos más optimistas sostienen que la desaceleración durará dos años; otros, que se extenderá por cinco y los más pesimistas de todos o catastróficos hablan de una duración superior a los diez años, como sucedió durante la Gran Depresión de los años 30. Esto se puede traducir a las letras del abecedario: para los más optimistas, la recuperación puede ser como una “V”; para los del segundo grupo sería como una “U” y en el caso de los más pesimistas como una “L”, en donde el crecimiento cae y durante mucho tiempo no se recupera. Claramente, la combinación de la disminución de la riqueza de los particulares, el encarecimiento del crédito y la poca disponibilidad de éste inducirá a una desaceleración del crecimiento y el consumo. Para poder determinar la profundidad y la duración, es bueno servirse de la historia. Es verdad que ésta será la más costosa de las crisis financieras de la edad moderna. Existen muchas comparaciones con la Gran Depresión de los años 30 y el temor es que se repita dicho escenario, en el que ser rico es posible
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la depresión económica producto del crac bursátil del año 29, condujo a que el Producto Bruto Interno (o sea, la cantidad de bienes y servicios que se producen en la economía) se desplomara más del 30% y que la tasa de desempleo llegara al 25%. Reviendo las anteriores crisis financieras ocurridas luego de 1980, se puede decir que la repetición de la situación de la década del 30 es muy poco probable. En los casos de las crisis inmobiliarias en Suecia y Noruega, a principios de los 90, se tuvo un efecto no tan pronunciado debido a que los gobiernos actuaron en forma agresiva y a tiempo. Si bien para Finlandia el efecto fue devastador, esto tuvo mucho que ver con la caída de la Unión Soviética, país con el que tenía fuertes lazos comerciales. El caso negativo de Japón a fines de los años 80, que sufrió una caída importante de su PBI y cuya economía incluso aún hoy no está del todo recuperada, es un ejemplo de lo que puede suceder cuando se dilatan tanto la recapitalización de los bancos (o sea, cuando se tarda en inyectarle dinero y retirar del balance los créditos incobrables), como la aplicación de una política fiscal expansiva que apuntale el consumo de las familias, producto del ajuste que realizan en sus presupuestos. Si bien es cierto que las crisis de 1929 y de 2008 tienen en común que ambas fueron generadas, como 20
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ocurre en la mayoría de la crisis, por un boom de crédito a tasas de interés bajas y principalmente por el optimismo inexorable de inversores y analistas, existen diferencias importantes. Más allá de que en dicho período los consumidores perdieron el 25% de su ingreso disponible y la producción industrial cayó más del 50%, algo muy lejano a lo que ocurre en la actualidad, la principal diferencia entre ambas crisis es el papel de los gobiernos y su intervención coordinada para evitar que la de bacle siguiera creciendo. En dicho momento existía el Patrón Oro (es decir, que todo el dinero que estaba en poder de la gente estaba respaldado ciento por ciento por oro en las arcas de los Bancos Centrales), razón por la cual si la gente demandaba el metal, se sacaba dinero de circulación, y esto se traducía en una menor capacidad para otorgar préstamos. Por otra parte, dado que se creía que el mercado se autocorregiría, se decidió bajar el gasto público como medida de austeridad, lo que pro fundizó aún más la recesión (la teoría keynesiana y el intervencionismo del Estado necesario para salir de un período recesivo recién apareció en los años 30, luego de este fenómeno). Además, en aquella época se tomó la decisión por parte de los distintos gobiernos de aplicar un fuerte proteccionismo para sostener el tipo de cambio de cada país, con el objetivo de mantener su competitividad, lo que frenó el comercio internacional y lo único que provocó fue que la crisis se extendiera. ser rico es posible
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Con las actuales medidas señaladas anteriormente esto no debería suceder, lo que implica que si bien se sentirá el efecto sobre la producción y el consumo, no sería devastador como en aquellos años.
1 Riqueza: no todo lo que reluce es oro
De todas maneras, si es cierto que toda crisis representa una oportunidad, con certeza, aunque dolorosamente, ésta nos ha arrojado a la realidad. En estos tiempos confusos, en los que nada es lo que parecía, en los que sólo se escucha hablar de volatilidad y desaparición del dinero, se hace indispensable volver a colocar las piezas en su lugar, comenzar desde el principio y concentrarnos, nuevamente, en el tema central de todo sistema económico y financiero: la riqueza. Desentrañar qué es, cómo está usted situado ante ella y cuáles son los caminos para obtenerla en las distintas etapas y en las diferentes circunstancias de la vida es la propuesta de este nuevo libro, que lo ayudará a alcanzar sus metas con muchas más certezas que incertidumbres.
Dos linajes solos hay en el mundo, como decía una agüela mía, que son el tener y el no tener. Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1516), escritor español.
En la mayoría de los estudios que se realizan en la Argentina se define la riqueza por medio del nivel de ingresos que tienen una persona o un grupo familiar. En este sentido, por ejemplo, el segmento más alto lla mado ABC1 está compuesto por quienes ganan un pi so mínimo de $ 12.000. Este tipo de clasificación ha fomentado, tanto en nuestro país como en otros de América latina, la creencia de que poseer altos ingresos supone tener riqueza y que quien los posee debe de ser necesariamente rico o adinerado. Sin embargo, nada suele distar más de la realidad. Cualquiera de nosotros puede constatar a diario a su alrededor que existen personas con idénticos estudios,
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Monto a septiembre de 2008. ser rico es posible
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