Sanguineo 452829

CARÁCTER SANGUÍNEO (nE A P) Los cuatro caracteres no emotivos se explican a base de las constituciones Tierra y Metal; éste es uno de ellos, y en buena medida, podemos asimilarlo al temperamento sanguíneo hipocrático, con el que presenta notables semejanzas. Correspondencias a) En Medicina Tradicional China es el Yang Ming de constitución Tierra predominando sobre el Metal. b) Dentro de los tipos planetarios, forma parte del espectro de Júpiter, con el que coincide en una amplia banda. Reconocimiento visual De cuerpo, incluso de rostro, recuerda al colérico, aunque difiere de él en los rasgos de sensibilidad; el carácter sanguíneo da el tipo rechoncho-dilatado, a veces obeso, de estructura ósea espesa, tiene los hombros y las caderas anchos, pecho amplio, cuello corto, carnes prietas, musculosas. Puede darse un tipo grande, agigantado, caricaturesco. El paso es seguro, decidido, los ademanes algo impetuosos, sin vacilaciones. No es muy flexible de cuerpo y sí algo lento en sus reacciones, pero deja entrever una gran fuerza. En el rostro la vitalidad se revela a través de un cuadro sólido, sin predominios verticales, ancho, dilatado, de modelo tónico, firme; se diferencia del colérico en la falta de sensibilidad, que se manifiesta en unos receptores menos finos, de carne espesa y poco móviles. Los ojos son globulosos, risueños, paternales, la expresión es amplia, acogedora, los labios golosos. La naturaleza vascular del tipo se deja ver en la facilidad con que mejillas, nariz y orejas se tiñen de rojo. En los hombres, la calvicie ataca

Modelos masculino (arriba) y femenino (abajo) de rostros sanguíneos.

89

sobre todo en la frente y en la coronilla. Reconocimiento quirológico Mano gordezuela, carnosa, cálida y húmeda al tacto, de color rosa o rojizo, con buena consistencia de carnes, palma de igual longitud que anchura pero sin aristas, con curvas suaves, sin huecos, los montes bien visibles, el de Venus amplio y consistente, apenas tiene alguna línea transversal, el resto de las líneas de la palma anchas, poco numerosas y medianamente profundas, de coloración rosa o rojiza, al igual que la palma, pero más intensas de tono. Los dedos no son muy largos, regordetes también, con uñas más bien cortas, de buena lúnula y rosadas o incluso tonos más fuertes, en general los dedos no son muy flexibles; en sujetos equilibrados, no hay estrías verticales en las caras internas de los dedos (segundas y terceras falanges), o las hay apenas. Fuera del equilibrio aparecen estas estrías, que comparte con el carácter colérico. Por lo demás, los dedos son lisos, sin nudosidades, de puntas redondeadas o cuadradas, aunque estos detalles son muy variables. La falange basal del pulgar, algo estrechada (primariedad), el índice más largo que el anular (parte radial de la mano más importante que la cubital, o sea, más exteriorización que introversión). Características psicológicas El sanguíneo es un tipo vigoroso, extrovertido y práctico, con los pies bien anclados al suelo; esto se nota ya en la infancia en los juegos, donde prefiere los de actividad física y competición al ajedrez, por ejemplo. Las chicas de este carácter pueden ser amantes del fútbol, y por su fortaleza física, más afines a los chicos que a sus compañeras de juegos. En general, estos niños están dotados de buena memoria y van bien en la escuela, superando los exámenes y los cursos; pero lo suyo no está en los estudios, en los libros, necesitan espacio y aire libre, desfogar su gran caudal vital. Y si estudian, no prefieren lo abstracto sino lo concreto, práctico, con aplicación inmediata y remunerada. Lo suyo, desde luego, no es el idealismo. 90

Este modo de ser, que se continúa en las etapas siguientes de la vida, se justifica por la escasa emotividad del tipo, que lo aleja de profundizar en asuntos trascendentes y de las preocupaciones de otros más sensibles, lo cual, unido a su actividad, a su gran vitalidad y a su primariedad, lo hace pragmático, directo, una persona de mundo. De ese modo, quita hierro a los asuntos, los desdramatiza, manifestándose como un tipo objetivo de gran sentido común, exacto, hábil en los razonamientos y en la exposición de sus ideas. Volcado hacia fuera, es un ser social, un animal de sociedad, de reuniones, de encuentros, de fiestas; imposible que se le hunda la casa encima. Es un ser incapaz de soportar la soledad ni entender a los solitarios, pues ante todo disfruta con las relaciones humanas, con los os de todo tipo. El carácter sanguíneo brilla allí por su modo fácil de entrar en las personas, por su habilidad para establecer relaciones. Tiene siempre la palabra justa, la amabilidad que lima asperezas y rompe hielos, la diplomacia para quedar bien con todo el mundo e incluso la habilidad para que se entiendan los que no lo hacían. Es lo opuesto de cualquier tipo seco: pregunta y se interesa por todo el mundo, a todos conoce y con todos trata de un modo abierto, cortés, mundano...aunque también hay que reconocerlo, el sanguíneo es un ser superficial a quien disgusta profundizar o ir más allá en sus relaciones. Él no se neurotiza, como los caracteres sensibles o hiperemotivos, tratando de comprenderse o comprender a los demás, el sanguíneo va al grano, a pasar el rato y divertirse, que la vida es breve y hay que disfrutarla. Irónico, sabe jugar con el sentido doble de las palabras como nadie, hace retruécanos, es amigo de dichos y refranes, tiene la virtud de ser gracioso y caer en gracia...salvo para ciertos hipersensibles, que lo encuentran cargante, vano, superficial... Con su gran tono vital, hiperactivo, dicharachero, objetivo y práctico, destaca en las actividades de relación como el comercio, en el mundo de las ventas, en las actividades deportivas o que tengan relación con el deporte, con el juego, con buenas cualidades podemos tener

MANO SANGUÍNEA

* Mano gordezuela, carnosa, consistente. * Palma cuadrada, sin aristas. * Tacto cálido y húmedo. * Ausencia de retracciones. * Eminencia tenar amplia y consistente. * Tonos progresivos. * Dedos lisos, pero no muy flexibles. * Índice más largo o igual que el anular. * Segunda falange del pulgar estrechada. * Uñas cortas y con buenas lúnulas. * Si hay estrías en las caras ventrales de los dedos, apunta componente colérico. * Líneas anchas, poco numerosas y medianamente profundas. * Los montes, bien desarrollados. una persona de empresa, de negocios. Tiene una gran facilidad para manejar a las personas, para vencer resistencias, y esto, si se sabe aprovechar, es una gran herramienta para triunfar; los sanguíneos de tipo negativo se quedan en la francachela, en la juerga, ven y se dejan ver sin sacar partido de sus cualidades.

Pero con tensión interior, con ambiciones, si saben explotar su potencial interno, pueden llegar a grandes triunfadores. Con su modo espontáneo de entrar en relación,sutolerancia,diplomaciaysentidopráctico, puede allanarse fácilmente el camino hacia el triunfo; en lo político, suelen ser liberales, pero no por ideas, con las que no se complican la vida, sino por pragmatismo. Sin embargo, a diferencia del apasionado que renuncia y sufre para obtener el logro ansiado, el sanguíneo no sacrifica nada o casi nada y triunfa de un modo natural en el que las cosas vienen a él y no al revés. Fuera del equilibrio, el sanguíneo extrema su conducta y su modo de ser preparando el terreno a la enfermedad; si su humor se torna excesivamente alegre y eufórico -a lo que es propenso- vienen entonces los errores de juicio, los fallos de cálculo. Demasiado optimista, llega el día en que los números no cuadran, y lo construido se viene abajo. Dentro de estos hechos, los trastornos emocionales, la euforia, son presagio de lo 91

que vendrá después, la debacle económica y la enfermedad, y pueden ser avistados en el tiempo mediante el ciclo de resonancia, el C-60, casi siempre ligados a tránsitos de Marte. En épocas críticas, el sanguíneo desequilibrado genera al apostador, al gastador, al despilfarrador, al juerguista; en esas épocas, el individuo se vuelve impulsivo, tenso, insoportable, arisco, gruñón, de trato difícil, impenetrable hasta para los más allegados. Se encierra en su superficialidad, en las apariencias, y de ahí no se lo puede sacar, ni siquiera los más íntimos. De todos modos, como el carácter sanguíneo es una combinación de constituciones Tierra y Metal, este relajamiento de la conducta se produce con un predominio neto de la primera; sin embargo, una buena dosis de Metal introduce el factor secundario proporcionando aspectos flemáticos, que se traducen en autocontrol y mayor lucidez. En el terreno amoroso el sanguíneo es una persona sensual, con fuertes necesidades físicas, sin embargo, al igual que desdramatiza la vida, desdramatiza las relaciones y no se complica con grandes pasiones ni enrevesados romances; no es celoso, o un gran celoso al menos, sigue aquí la tónica de su comportamiento superficial, sin grandes compromisos. Para él, el amor es un terreno donde continuar el entretenimiento, la diversión, un hueco más para entregarse al gozo de los placeres; es un tipo verde, picante, tanto hombres como mujeres no se cortan con indirectas y sentidos figurados a diestro y siniestro, con guiños, con insinuaciones, con relaciones múltiples... La fidelidad a la pareja no es modélica en el sanguíneo, o al menos, esa es la tendencia del tipo... Diátesis En Medicina Tradicional China el carácter sanguíneo es llamado Yang Ming, nombre de la asociacióndelosmeridianosdelIntestinoGrueso y del Estómago; la patología es sobre todo digestiva (el estómago está ligado al páncreas en MTC) y circulatoria, cuando como en este carácter predomina la constitución Tierra. Pero hemos dicho que esta constitución va asociada al Metal y hay una interconexión entre 92

ellas, pudiendo fluctuar los porcentajes a lo largo del desarrollo físico en las diferentes etapas de la vida, sobre todo en edades críticas señaladas por el horóscopo. La constitución Metal imprime la patología digestiva y cólica, además de la respiratoria (los sujetos Metal presentan una debilidad natural de los meridianos del Pulmón y del Intestino Grueso). Que ambas constituciones presenten síntomas circulatorios se explica en MTC porque tanto el meridiano del Estómago como el del Intestino Grueso se superponen en sus trayectos a los grandes troncos y vasos arteriales. Curiosamente, en Occidente, se ha asignado a este carácter el término de sanguíneo, y el temperamento hipocrático del mismo nombre, también presenta básicamente una patología cardiorrespiratoria (ha sido llamado tipo respiratorio por algunos autores modernos). En la infancia, es donde se nota más la fluctuación de las constituciones; el niño sanguíneo goza generalmente de buena salud, es fuerte y rollizo, a veces obeso, glotón, de mejillas encendidas, fuerte y activo en los juegos. Pero la presencia del Metal pudo hacer de él un niño delgado y enclenque de sensibilidad respiratoria,conrinofaringitisderepetición,sinusitis,bronquitis sobre todo en invierno, etc. Hacia los 15 años, o hacia los 22 aproximadamente (la época de intercambio constitucional puede interpretarse muy bien por el ciclo de resonancia humana, C-60), el niño obeso puede reabsorber el exceso de peso y estilizarse, o al revés, el joven delgado engordar al prototipo sanguíneo. Este intercambio constitucional, implica evidentemente una evolución de las patologías, pero también del modo de ser, que se hace más flemático (secundario) o más sanguíneo (primario). El sujeto sanguíneo suele ser deportista y gusta del ejercicio físico; esto lo mantiene en forma y hace guardar su línea sobre todo en la etapa en que practica, la juventud. Cuando va cesando la actividad, según se aproxima a los cuarenta, engorda y pierde la línea en un suspiro. El ejercicio físico moderado y regular es bueno para toda persona sana, pero más para la sanguínea, que debe cuidar sobre todo el aparato

cardiocirculatorio. El sanguíneo teme el calor y la humedad, por tanto el clima del verano -él ya es cálido de por sí-, y el tiempo húmedo, brumoso, las nieblas y los rocíos no le sientan nada bien, pues atacan su aparato respiratorio. Prefiere la alimentación sustanciosa y rica, las salsas, goza comiendo y por eso lo hace en demasía; pero predominando la Tierra, es un amante de los postres y de los dulces, de la miel, de azucarar el café más de la cuenta. Este carácter tiene una tendencia natural al recalentamiento del Yang del estómago, origen de los trastornos que suelen aquejarlo, sobre todo los circulatorios. Dentro del sector digestivo pueden presentarse gastritis, úlceras de estómago, pancreatitis, hernias de hiato, diabetes, o simplemente molestias digestivas difusas, acidez, etc;perotambiénpuedetratarsedeinflamaciones intestinales, con diarreas o estreñimiento. Los excesos en el comer o en el beber, el calor y la humedad, el estrés y las crisis vitales, desvían al sanguíneo de su equilibrio, y del individuo alegre y optimista pasa a tener arrebatos de mal genio, se vuelve criticón y autoritario, no tolera los retrasos, hay que obedecerle al instante. Es su aura de enfermedad, acompañada de erupciones en la piel, hambre o sed fuertes a deshora (señal inequívoca de ansiedad), mal aliento, calores corporales que impiden el sueño, olor corporal ácido, ardor estomacal, etc. Por otro lado es propenso a las afecciones cardíacas y coronarias, a las perturbaciones de los vasos, alteraciones en el metabolismo del colesterol, hipertensión, varices (sobre todo en las pantorrillas), hemorroides, arterioesclerosis, arteritis, hemorragias diversas gástricas, cerebrales, uterinas, nasales, pulmonares-, forúnculos, fístulas... Está expuesto a la apoplejía, a los infartos de miocardio, a las congestiones pulmonares. Suele producirse acumulación de ácido úrico en la sangre, con las implicaciones subsiguientes: artritismo, gota, cálculos, etc. La sensibilidad cardíaca puede sospecharse cuando el individuo suele levantarse por la noche para orinar. Un viejo aforismo médico

dice así: el orinal es el termómetro de los cardíacos. Si además hay ronquidos nocturnos que acaban a veces en despertares bruscos y taquicardias, se confirma la sensibilidad cardiorrespiratoria. Sanguíneos populares Javier Gurruchaga, Jordi Estadella, Dyango, Alfredo Landa, José Bodalo. SEMBLANZA DE UN SANGUÍNEO Pablo Guillorme siempre pensó, ya desde pequeño, que algún día llegaría a ser futbolista. Su padre, un asalariado, y su madre igualmente de origen humilde, vivían con él y su hermana mayor en las afueras de Aranda de Duero, en un grupo de casas de la propia empresa donde el padre trabajaba. La distancia nunca fue un obstáculo para que Pablo hiciese la mayor parte de su vida en el casco de la ciudad desde bien joven. Iba solo a la escuela pese al par de kilómetros que lo separaban y el frecuente mal tiempo de invierno; volvía a casa para comer, y otra vez la caminata de ida y vuelta a la tarde. A él, a diferencia de otros, no le importaba: era una excusa para extraviarse por el camino y jugar en las arboledas, por la orilla del río. Fumaba a escondidas con menos de siete años porque así ya le parecía ser mayor, y a falta de otra cosa, si no había tabaco consumía yesca en grupo, junto a sus compañeros. Él siempre estaba delante y en el centro de las salsas, infantiles primero, juveniles después. Y sin embargo, pese a no ser robusto, se entregaba duro durante los juegos, volviendo a casa cada día rendido. A los ocho años sufrió una pulmonía seria de la que los mismos médicos temieron por su vida. Más bien delgado, crecía con cierta dificultad y solía tener problemas respiratorios durante el invierno. Pese a su aparente debilidad física, era de los más atrevidos de su edad y siempre andaba lejos de casa jugando o haciendo algo. Pasaba largas horas practicando el fútbol, y lo hacía bien pese a su falta de desarrollo; era hábil en el regate y tiraba a puerta con buena puntería. Acababa extenuado, y a veces, vomitaba del esfuerzo excesivo. Con el cambio de la pubertad, cesaron sus problemas respiratorios, y su cuerpo sufrió una 93

gran trasformación: su pecho se anchó, al igual que los brazos y las piernas, la piel, antes blanca, tomó una tonalidad bien sonrosada, a veces rojiza. Con el frío, las orejas se le encendían. Pese a ir bien en los estudios, no quiso continuar, y a los 14 años comenzó a trabajar en la misma empresa de su padre. Prefería un sueldo y disfrutar de la vida sin tener que depender de la familia a ser una carga y encerrarse a estudiar. Pablo siempre fue un ser necesitado de movimiento, de actividad: no era raro que en el cine o ante la televisión, se durmiera por falta de atención. Con el cambio constitucional, mejoró su aptitud para el deporte, y su viejo sueño comenzó a convertirse en realidad: pasó a juveniles, destacando como una joven promesa. Era un chico feliz: trabajaba y vivía su vida los domingos, futbolista en ciernes y capricho de las chicas en los guateques. Su vida social era intensa: los días de labor, nada más acabar el trabajo, cogía su Harley y marchaba para merendar en Aranda con los amigos, buenas francachelas, luego solían ir al salón recreativo, donde jugaban al billar, a veces iban al cine o hacían rondas de vinos. Con buen o mal tiempo, con frío o con calor, Pablo y sus amigos nunca estaban recogidos en casa; siempre en los ambientes, gentes muy conocidas en la ciudad y sus alrededores. A Pablo no se le escapaba una cara, un nombre, todos eran conocidos para él. Excelente fisonomista, gozaba de una vista y de un oído privilegiados propios de un hombre que vivía fuera de la piel. Los jueves entrenaba con su equipo, era el único día que sacrificaba parte del tiempo dedicado a los amigos. Siempre volvía tarde a casa, pero su madre no se acostaba hasta verlo llegar y darle un beso. Sanguínea como él, tenían ambos una gran necesidad de estar a bien con los demás. Las peleas, las desavenencias, los desequilibraban a ambos en profundidad. La alegría de las buenas relaciones, dentro y fuera de casa, eran de extremada importancia para su equilibriovital. Pablo caía bien por su simpatía, por su manera de ser abierta, bromista, divertido, guasón. Persona activa y con una vida volcada totalmente hacia el exterior... ¿quién diría que este ser podría pasar por crisis vitales al borde de la muerte a edades relativamente tempranas? 94

Vivía y dejaba vivir, no era dominante como otros, no buscaba protagonismo exclusivista, sino simplemente estar presente, dejarse ver... Este modo de ser le facilitó las cosas, y con veinteañosfichóporelprimerequipodelBurgos, en segunda división. Dejó la fábrica para profesionalizarse, viviendo durante varias temporadas una época dorada. Su sueño convertido en realidad: entrenamientos matinales, para él trabajar jugando, sesiones de baño y masaje, tardes de siesta y ronda por la ciudad, pasear y sentir la iración de los transeúntes, sobre todo de las chicas, por las noches escapadas y juergas huyendo de la vigilancia del Club. Mientras tanto, por influencias futbolísticas, solamente un par de meses de instrucción en el servicio militar y luego no saber qué es una guardia ni un domingo encerrado en el cuartel porque hay que marcar goles. Años después, Pablo se explaya todavía recordando estos tiempos memorables de su vida deportiva: compañeros y amigos famosos, entrenadores, copas y bareo, cenas, vida nocturna, excursiones al País Vasco y a la Rioja Alta, bodegas, tapeo, vida feliz y regalada... Muestra orgulloso la foto de recién ascendidos a primera división, otra abrazado al presidente, está gozoso, está pletórico, no cabe en sí de dicha... Sin embargo, no pudo mantenerse a un alto nivel de competición durante muchos años: entrenando y jugando al límite de sus fuerzas, solían manifestarse síntomas de cierta debilidad constitucional. Sus entrenadores sabían que era jugador de primer tiempo, y no era raro que vomitase durante el descanso. Se entregaba a tope para brillar, para no desmerecer de sus compañeros; no dosificaba sus fuerzas, y tenía que ser sustituido en el segundo tiempo. Realmente se desfondaba. A los 24 años conoció a Luisa, una dulce sentimental que poco a poco y sin que él se diese cuenta, lo fue sacando de aquellos ambientes dicharacheros; la boda a los veintiséis y el progresivo declive deportivo de Pablo hicieron que dejara a poco de casarse el profesionalismo. Volvió a Aranda, para jugar esporádicamente en equipos de tercera o regionales. Del dinero ganado en sus años de profesional, apenas que-

daba nada: la buena vida, una boda por todo lo alto y la mediocre istración de su madre, ella derrochadora y Pablo nada ahorrador, se llevaron casi todo. Tubo que reintegrarse a su vieja empresa, en plena crisis económica local. Un cambio excesivamente duro para Pablo, y menos mal que lo pudo endulzar con sus primeros tiempos de matrimonio. Un matrimonio entre dos personas realmente enamoradas, con todo el corazón puesto en la unión de sus jóvenes vidas. La empresa duró un par de años en Aranda antes de cerrar sus puertas. La dirección nacional trasladó las instalaciones a Sevilla, manteniendo el puesto de trabajo a quien decidiera ir con ella. Pablo no tenía otra alternativa, y marchó con su mujer y el primer hijo de apenas un año a Dos Hermanas. Fueron momentos duros, dejar atrás la familia y toda una vida, todo un mundo y un mar de conocidos y de amigos. En su nuevo ambiente andaluz, entró bien: parte de los compañeros de trabajo eran los de siempre, y con el alegre y desenfadado modo de ser de aquellos habitantes del Sur se adaptó desde el primer momento. Eran continuas las meriendas en la empresa y los copeos después, ambientes de palmas y guitarra, de cálido clima andaluz. Parecía que Pablo fuese allí el hombre más feliz del mundo, lleno de nuevos amigos otra vez y con una mujer y un hijo dispuestos a hacer cualquier sacrificio por él. Pero en el fondo, no dejaba de sentirse exiliado, y en secreto, añoraba su ambiente natal, los suyos de siempre, su familia. Tan alegre y tan abierto en apariencia, y sin embargo no lo sabía nadie. Tenía una parcela íntima inasequible incluso para su mujer, algo paradójico dado su modo de aparecer ante los demás. Ella lo supo de golpe: vuelta a Aranda al año y medio de marchar para tener allí el segundo hijo al lado de su madre, Pablo regresó de imprevisto con el camión de mudanzas y toda la casa encima. Le habían ofrecido trabajo de mecánico en una empresa agrícola de Aranda, y aunque el sueldo sería inferior, prefirió volver a su tierra. Para Luisa fue toda una sorpresa, pero no para sus amigos que lo conocían desde la infancia. Allí comenzó de nuevo su vida de siempre. Asentado con los años, algunos ratos los dedi-

caba a ayudar a su suegro en el huerto familiar. A Pablo le gustaba hacer las cosas a lo grande: pese a lo escaso del terreno, atajaba las labores como si se tratase de una explotación industrial. Maquinaria, abonos, riego, y su viejo suegro refunfuñaba por detrás a causa de los gastos excesivos. Cuando cogía las herramientas para trabajar la tierra, se vaciaba enseguida, intentaba hacer toda una exhibición de fortaleza que como ya hemos dicho no la tenía en exceso. Su suegro sonreía entonces comentando si había alguien delante que su yerno era de los de “arrancada de macho y parada de burro”. También montó un corral y poder así disponer de animales para consumo familiar, gallinas y conejos: hizo toda una instalación soberbia, pero nunca recuperó la inversión, porque al poco tiempo perdió el interés y la ilusión. Comenzó a ganar sobrepeso hacia los treinta y cinco años de edad; era la evidencia de que pese a su apariencia juerguista y alegre, estaba pasando por una profunda crisis vital. De nuevo peligraba su puesto de trabajo, la empresa en una quiebra insalvable, de nuevo problemas, la ansiedad lo devoraba. A la vez, dificultades familiares con los suegros, desentendimiento con su mujer, se sumergió en una de las etapas más negras de su vida. Compensaba sus angustias con la comida, con la bebida y con el tabaco. Se volvió hosco e insoportable en casa. Un domingo, con treinta y ocho años, durante un partido de fútbol sala, sufrió un infarto de miocardio. Se juntaron todos los factores que la suerte pudo reunir para que su vida se salvara. La recuperación fue larga, pero pudo volver a hacer vida normal. Bajó de peso y hubo de cambiar todos sus planteamientos. Con ayuda psicológica, el matrimonio se salvó. Pero pasados unos años y el tremendo susto, Pablo ha superado su peso anterior y devora de nuevo la comida. Bebe a escondidas de su mujer. Sus hijos lo tienen casi por imposible. Él se refugia en que sus análisis clínicos están bien, pero en el fondo sabe que es a causa del permanente control médico, que le durará mientras viva. Además, ¿por qué amargarse la vida cuidándose para cuatro días que se viven? Ya hace tiempo que ha vuelto a las anda95

das. Su cara se ve coloradota, nunca tiene frío, ni en pleno invierno. Mientras tanto, su mujer y sus hijos necesitan abrigarse de lo lindo. Pablo se ríe de ellos. No pierde ocasión para gastar una broma con el primero que tiene delante. En el fondo... en el fondo nadie sabe, porque nunca se abrió a nadie hasta allí. Aparenta ser el hombre más feliz del mundo. ¿Hasta cuándo? SEMBLANZA DE UNA SANGUÍNEA (por Louis Corman) Estamos en el mercado, bien temprano por la mañana. Todo el mundo se apresura. La calle está plagada de coches en plena descarga. De repente, una camioneta que circulaba a toda velocidad frena bruscamente con estrépito hasta pararse. Es una mujer quien la conduce y a golpes de claxon reclama el paso con insistencia. Al sacar la cabeza por la ventanilla muestra un rostro de cuadro voluntarioso, y grita: “¡Eh, allá abajo! ¿Te vas a mover? ¡LLevo prisa!” Y le responden: “Un poco más y movemos”. Entonces, la conductora dice a su marido que se halla sentado junto a ella: “¿Los vamos a ayudar, Alphonse?” Desciende ligera de la camioneta. Es una mujer de unos 40 años, algo alta, corpulenta, la tez colorada, los ojos vivos y ampliamente abiertos. A primera vista, se diría que tenga un andar un poco pesado, pero no es así. Con paso rápido, se adelanta a su marido dirigiéndose al vehículo averiado y ambos lo empujan a lo largo de la calzada. Luego, con la misma presteza, vuelve al volante de su camioneta y arranca bruscamente, forzando a los peatones a subir a la acera pies para que os quiero. “¡Siempre en forma, la marchosa de Adèle!”, le grita un conocido. Ella contesta riendo escandalosamente. Ya hace veinte años que junto a su marido recorre los mercados de la región, debido a lo cual conoce a todo el mundo. El comercio es su vida. Sus padres ya tenían una tienda en un pueblo rural. Adèle les debe su robustez física y su buen sentido para los negocios. Por su vigor, ella no ha tenido miedo a nada ni a nadie, como suele decir. No conoció apenas las enfermedades infantiles, su crecimiento fue fácil y ello es prueba de su gran 96

vitalidad. Nada torpe, fue bastante bien en la escuela. Pero jamás sintió demasiado interés por los libros, prefiriendo en cambio hacer cosas útiles con sus propias manos, como ayudar a las tareas domésticas o en el comercio de sus padres. El cálculo, los problemas, todo lo que tenga que ver con las cifras, eran su materia favorita, así como lecturas prácticas. Pero jamás tuvo afición ni de soñar ni de escribir sus sueños como su prima Eliane, la sentimental, a quien veía en las vacaciones. Desde bien temprano, destacó por su espíritu decidido. “Yo hago esto, arreglo aquello”, eran sus expresiones favoritas. Y por ejemplo, cuando sus padres le pedían buscar algún objeto extraviado, segura de ella misma, no respondía “voy a buscarlo”, sino “te lo encuentro enseguida”. A los 17 años Adèle era una mujer hecha y derecha que sabía muy bien lo que quería. Muy ligada a sus padres, amante de su trabajo, repudiaba sin embargo la vida demasiado sedentaria de los pequeños comerciantes que esperan pacientemente la llegada de los clientes, sentados tras el mostrador. A su temperamento vigoroso le hacía falta más espacio, más movimiento. Ella sabía que lo que requería su necesidad de actividad desbordante no era esperar a los clientes, sino correr de un lado para otro por las carreteras con la mercancía. El matrimonio debería ayudarla a realizar este deseo. ¿Feliz azar? En absoluto. Además, Adèle no cree en el azar. Ella ha decidido así su matrimonio, y eso ha tenido. Conoció a Alphonse en una boda. Él también se dedicaba al comercio con sus padres en un pueblo vecino, e igualmente deseaba ensanchar su negocio, su campo de actividad. Se entendieron rápidamente y enseguida anunciaron su promesa de matrimonio, justo antes de que Alphonse se marchara para el servicio militar. ¡Gran acontecimiento en el círculo de sus amistades, donde Adèle era una de las más jóvenes! ¿Cuando conocerían a su prometido? ¿Qué tipo de hombre era? Las preguntas corrieron rápido. Eliane (la sentimental) se encuentra precisamente de vacaciones en casa de sus primos. - ¿Así que vas a casarte pronto?- le pregunta-. ¿Cómo es él? ¿Está... bien?

- Muy bien -responde Adèle-. Es grande, fuerte, tiene una salud robusta, es un excelente comerciante. Un poco el tipo del hermano de Albertine, tú ya sabes. - ¿El hermano de Albertine? -exclama Eliane sorprendida-. ¿Ese muchacho grueso y vulgar con el rostro coloradote? ¡Ah...! ¿Y tú le quieres? - Sí - dice Adèle-, nos llevamos muy bien. Tenemos los mismos gustos, las mismas ideas sobre la vida, sobre el comercio. Va a hacer ahora la mili, después nos casaremos. Eliane pregunta tímidamente: - Pero... ¿no lo añorarás, no soñarás con él tiernamente? ¿Le escribirás cuando esté lejos? Me parece que debe ser delicioso soñar con el amor y recibir cartas llenas de dulces frases. - ¡Oh! Tú sabes, Eliane, yo no soy una sentimental como tú. Si está aquí, pues bien. Que no está aquí, pues no pienso en ello. Ya sabes que yo apenas sueño, ya lo sabes... - Pero... ¿tú lo amas? -dice Eliane. - Desde luego que lo amo. Pero pequeña, el amor, tal como tú lo imaginas, es un amor de novela: el Príncipe Azul, nada menos. Para mí, un hombre es un hombre. Él es vigoroso y esbelto, puede satisfacerme y darme hijos robustos... ¿Qué más puede pedirse? - ¡Tú sí que eres tierra en la tierra! -exclama Eliane mientras enrojece. - ¿Tierra en la tierra? -replica Adèle-. Llámalo como quieras. Yo no vivo en las nubes, no hago sentimientos vanos. Alphonse es un buen partido para mí. Quisiera marcharme de casa, allí me aburro, y establecerme. Él también está de acuerdo. Entre los dos podremos hacer un buen trabajo. El trabajo es todo en la vida para mí. Mira por dónde, lo único que yo no podría soportar es un hombre perezoso, un blando que sueña en lugar de hacer. El hecho es que Adèle y Alphonse, ahora casados, se llevan bien. Proyectaron poner en común todo lo que poseían para ampliar al máximo su comercio y llegar así a toda la región. Se pusieron a trabajar con todas sus fuerzas, y ahora están a punto de triunfar. A decir verdad, de los dos, la más activa es Adèle. Su marido es un excelente comerciante, pero tiene un fondo de indolencia: le gusta tener sus ratos libres,

pasar unas horas en el café o en la bolera mientras su mujer sigue trabajando. Además, con los años ha engordado, ha echado barriga. Deja que su mujer conduzca la camioneta, y sentado a su lado, dormita. Adèle es la primera en levantarse por la mañana, la última en acostarse por la noche, se muestra siempre activa e infatigable. Desde luego, le encanta trabajar. La verdad es que no puede pasar sin hacer nada. Reposar es para ella cambiar de ocupación. Goza teniendo un montón de cosas que hacer y variar de vez en cuando. En primer lugar ella tiene su casa, de la que se ocupa bastante. De esta casa se muestra muy orgullosa. Es el primer resultado tangible de diez años de trabajo en común. Ella quiso que se construyera grande, con espacios bien amplios. Los muebles los eligió personalmente; los tenía viejos de su familia, pero no eran suficiente a sus ojos. Además no es de esas que se complacen con las cosas del pasado, ella pretende ser una mujer de su época. Suele jactarse de decir que todo lo que tiene lo debe a su esfuerzo. Ha querido todo nuevo y sólido, como hoy se lleva, el comedor, las habitaciones, la cocina, y las muestra orgullosa a sus familiares y amigos. Alphonse también está orgulloso de tener una mujer tan trabajadora que llega a todo, tanto a la casa como al trabajo comercial. Hay que verla dando órdenes a todo el mundo, cómo mete prisa a los proveedores, a los trabajadores, a los obreros que vienen a casa para hacer una reparación. Pero en el fondo cae bien, porque ella tiene un aire de cordialidad y reparte buen humor en torno suyo. Cuando hace falta se muestra testaruda y grita como nadie, sin afectarse para nada. Lo único que no pasa a los demás es que no pongan corazón en lo que hacen. De ese modo, no tiene ninguna piedad para los empleados perezosos o fatigados. - ¡Yo no os pago para no hacer nada! - les grita sin cesar. Le gusta la rapidez en el trabajo: - ¡Te esmeras demasiado, hija mía, apresúrate! - espeta a una demasiado minuciosa. Adèle es muy rápida en todo lo que hace y 97

necesita mantener este ritmo a lo largo de toda la jornada. - ¡Vamos, necesitamos eso enseguida! repite ella a menudo. Tiene facilidad para todo y acaba venciendo cuantas dificultades se le presentan, sabe poner a todo el mundo firmes cuando hace falta. Pero el resultado no siempre es tan bueno como podría esperarse, hay que reconocerlo, y así, su marido, más moderado, viene a decirle: - ¡Si reflexionases un poco antes de lanzarte en picado! - Para reflexionar antes hay que hacer las cosas - le responde ella. El hecho es que su impaciencia natural la lleva siempre a hacer las cosas antes de pensarlas, lo cual no siempre conduce a los mejores resultados. En segundo lugar, ella tiene a sus hijos, dos chicos y una chica, los tres bien robustos. Eliane, la sentimental, piensa que su prima Adèle no es una buena madre de familia, porque no es tierna con los niños y la emprende con ellos si no se portan bien. Desde luego, una cuestión de puntos de vista. Adèle le responde que están bien alimentados, bien vestidos, y que no les falta de nada. No es nada sentimental con ellos, no tiene tiempo para ñoñerías. Además dice que si se emplea demasiada ternura con los niños, luego salen blandos y demasiado sensibles, mal armados para la vida. Ella piensa que sus tres hijos son de naturaleza vigorosa y no parecen resentirse de la rude-

98

za con la que están siendo educados. Están a gusto en la familia, quieren y iran a sus padres, y aunque jóvenes, ya están dispuestos a seguir su ejemplo. En tercer lugar, Adèle tiene su comercio. Cuatro veces a la semana, ella y su marido cogen la carretera y van a vender a los pueblos de la región. Como ya hemos dicho, es ella quien conduce. Y lo hace rápido, puesto que le gusta la rapidez en todo; pero en despecho de sus brusquedades, ella es buena conductora y jamás ha tenido un accidente. Incluso hace de ordinario lo que las mujeres no suelen hacer: si hay una avería, es ella quien la repara a solas. No teme a los esfuerzos, y lleva a cuestas como un hombre los grandes bultos de mercancía. Pasa por ser una buena comerciante. Se desenvuelve bien, tiene mucho sentido práctico. Sabe aprovechar las buenas ocasiones aunque sea por los pelos, lo mismo que volver sobre sus pasos. Cuando se trata de comprar mercancía o añadir algún producto nuevo, sabe arriesgarse, y con su audacia sale adelante. Su marido, que metódicamente sopesa los pros y los contras, la quisiera más prudente, por eso le hace sabias recomendaciones que ella no siempre escucha, porque el orden, la reflexión, el método, no son su fuerte. Él define la situación con un poco de humor diciendo: - Entre los dos hacemos marchar el negocio. Ella tiene el pie sobre el acelerador, y yo, sobre el freno.