Ruth, una moabita en el linaje de David
Ruth, una moabita en el linaje de David Padre! Concédeme recoger las espigas de tu palabra, para que mi espíritu se alimente. ¡
Francisco Martínez A. Noviembre 2012
Fuente: Sagrada Biblia, Catholic.net
Belén, ciudad de David
La historia de Ruth es una de las más cortas de los libros de la Biblia, en tan sólo 4 capítulos. Su personaje principal es una moabita mujer llamada Ruth , la hija-en-ley de una viuda judía llamada Noemí. Es un relato íntimo de la familia de la desgracia, un astuto uso de los lazos de parentesco, y en última instancia, la lealtad.
Moab al otro lado del Jordán
¡Qué carácter, fe y gran decisión! Digna, de iración es Ruth y que gran suegra fue Noemí, al ver su determinación, influyó positivamente en su nuera. Realmente, el éxito de Ruth, fue la fe que ella puso en Dios.
Moab o Kerak
Vivía en Belén de Juda, cerca de Jerusalén un matrimonio formado por Elimélec, Noemí y sus dos hijos, Mahlón y Quelión . En una época de sequía y hambre se ve obligado a emigrar a Moab, al otro lado del Mar Muerto, fuera de la tierra prometida
La Capital de Moab Durante el tiempo de los Jueces hubo una gran sequía en el país, y un hombre de Belén de Judá emigró a los campos de Moab, con su mujer y sus dos hijos. El hombre se llamaba Elimélec, su esposa Noemí, y sus dos hijos, Majlón y Quilión: eran efrateos, de Belén de Judá. Una vez llegados a los campos de Moab, se establecieron allí. Ruth, 1:1-2
La ciudad de Moab
La tragedia persiguió a esta familia y Elimélec falleció, dejando a su esposa con sus dos hijos. Sus hijos se casaron con mujeres moabitas, aún y cuando este tipo de unión era severamente prohibida por la ley de Moisés (Deuteronomio 23:3). La esposa de Majlón se llamaba Ruth y la esposa de Quelión se llamaba Orpá. Pasados diez años, los hijos de Noemí murieron, dejando a su madre desamparada sin su esposo y sin sus hijos.
Al morir Elimélec, el esposo de Noemí, ella se quedó con sus hijos. Estos se casaron con mujeres moabitas -una se llamaba Orpá y la otra Ruth- y así vivieron unos diez años. Pero también murieron Majlón y Quilión, y Noemí se quedó sola, sin hijos y sin esposo. Ruth, 1: 3-5
Salen de Moab y cruzan el Jordán
Noemí escuchó que ―Yahvéh había visitado a su pueblo para darle pan‖, esto implica que la hambruna había terminado y decide regresar a su país, llevando a sus dos nueras con ella. Pero Noemí revisa su situación y considera que las jóvenes moabitas, podrían tener un mejor futuro si de quedaban en Moab, por lo que les pide que regresen a la casa de su madre y se casen nuevamente.
Campos de Moab Entonces se decidió a volver junto con sus nueras, abandonando los campos de Moab, porque se enteró de que el Señor había visitado a su pueblo y le había proporcionado alimento. Así abandonó, en compañía de sus nueras, el país donde había vivido. Mientras regresaban al país de Judá,
Noemí dijo a sus nueras: «Váyanse, vuelva cada una a la casa de su madre. ¡Que el Señor tenga misericordia de ustedes, como ustedes la tuvieron con mis hijos muertos y conmigo! Que el Señor les dé un lugar para vivir tranquilas, en compañía de un nuevo esposo». Y las besó. Pero ellas prorrumpieron en sollozos
y le respondieron: «No, volveremos contigo a tu pueblo». Noemí insistió: «Regresen, hijas mías. ¿Por qué quieren venir conmigo? ¿Acaso tengo aún hijos en mi seno para que puedan ser sus esposos? Vuélvanse, hijas mías, vayan. Yo soy demasiado vieja para casarme.
Y aunque dijera que todavía no perdí las esperanzas, que esta misma noche voy a unirme con un hombre, y que tendré hijos, ¿esperarían ustedes hasta que ellos se hagan grandes? ¿Dejarían por eso de casarse? No, hijas mías; mi suerte es más amarga que la de ustedes, porque la mano del Señor se ha desatado contra mí».
Ellas volvieron a prorrumpir en sollozos, pero al fin Orpá despidió a su suegra con un beso, mientras que Ruth se quedó a su lado. Noemí le dijo: «Mira, tu cuñada regresa a su pueblo y a sus dioses; regresa tú también con ella».
De vuelta a Belén
Pero Ruth le respondió: «No insistas en que te abandone y me vuelva, porque yo iré adonde tú vayas y viviré donde tú vivas. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios.
De vuelta a Belén
Moriré donde tú mueras y allí seré enterrada. Que el Señor me castigue más de lo debido, si logra separarme de ti algo que no sea la muerte». Al ver que Ruth se obstinaba en ir con ella, Noemí dejó de insistir.
Al fin surgieron a su vista las colinas cubiertas de hierva del Judá central. Ante ellas se extendía el pueblo de Belén, con sus humildes casas pintadas de blanco, unas junto a otras sobre la ladera de una colina. Más abajo, los campos de cereal mostraban su fruto en sazón. Las dos mujeres entraron en la ciudad y no tardaron en encontrar un alojamiento acorde con sus posibilidades.
De vuelta a Belén
Entonces caminaron las dos juntas hasta llegar a Belén. Su llegada conmocionó a toda la ciudad, y las mujeres exclamaban: «¡Pero si ésta es Noemí!».
Casa de Noemí en ruinas
Ella, en cambio, respondía: «No me llamen más Noemí; díganme Mará, porque el Todopoderoso me ha llenado de amargura. Partí llena de bienes y el Señor me hace volver sin nada. ¿Por qué me siguen llamando Noemí, si el Señor da testimonio contra mí y el Todopoderoso me ha hecho desdichada?».
Casa de Noemí en reparación
Así regresó Noemí con su nuera, la moabita Ruth, la que había venido de los campos de Moab. Cuando llegaron a Belén, comenzaba la cosecha de la cebada. Ruth, 1: 6-22
Las tribulaciones sufridas por Noemí están en la vida. Pero no se olvidó Dios de ella. No regresó a Belén en cualquier momento, sino en el momento específico en que Dios le había suscitado el afán de volver. ―El comienzo de la cosecha‖ representa una bendición especial para ella.
Noemí tenía, por parte de su esposo, un pariente muy rico llamado Booz, de la familia de Elimélec. Ruth, la moabita, dijo una vez a Noemí: «Déjame ir a recoger espigas al campo, detrás de alguien que me haga ese favor». «Puedes ir, hija mía», le respondió ella.
Ruth salió y comenzó a recoger espigas en el campo, detrás de los segadores. Y dio la casualidad de que el campo donde estaba trabajando pertenecía a Booz, el pariente de Elimelec. En eso llegó Booz desde Belén y saludó a los segadores. Que el Señor lo bendiga, le respondieron. Ruth, 2: 1-4
Ruth encontró gracia delante de los ojos de Booz, el conocía quien era. Ella le pregunto: Cómo es que le he caído tan bien a usted, hasta el punto de fijarse en mi siendo una extranjera. .–Ya me han contado — le respondió Booz –todo lo que has hecho por tu suegra desde que murió tu esposo. –Que El Señor te recompense por todo lo que haz hecho.
―-¡Ojalá siga yo siendo de su agrado, mi señor! – contestó ella-. Usted me ha consolado y me ha hablado con cariño, aunque ni siquiera soy como una de sus servidoras‖ ) Y ordenó a los segadores, dejaran caer algunas espigas de los manojos, para que ella los recogiera a su paso y no la molesten y cuando ella las recoja, no le digan nada.
Ella desgranó lo que había recogido y era casi una bolsa de cebada, y le llevó también a Noemí, le dio de beber y comida y le contó lo que le había sucedido. Su suegra le preguntó: «¿Dónde has ido hoy a recoger espigas? ¿Dónde estuviste trabajando? ¡Bendito sea el que se interesó por ti!». Ruth contó a su suegra con quién había estado trabajando y le dijo:
«Estuve trabajando en el campo de un hombre llamado Booz». Entonces Noemí exclamó: «¡Bendito sea de parte del Señor, que no deja de manifestar su bondad ni a los vivos ni a los muertos!». Luego añadió: «Ese hombre es pariente cercano nuestro, es uno de los que tienen el deber de responder por nosotros».
Ruth dijo a su suegra: «Incluso me permitió quedarme con sus servidores hasta que termine la cosecha». Noemí le respondió: «Es conveniente, hija mía, que vayas con las servidoras de ese hombre; así nadie te molestará en otro campo».
Ruth siguió recogiendo espigas con las servidoras de Booz, hasta que terminó la cosecha de la cebada y del trigo. Mientras tanto, vivía con su suegra. Ruth, 2: 10-13, 15-23
Ruth en su interior decía: Bendito es el Dios de Israel, quien me ha demostrado su favor. Este Dios es más grande que todos los dioses, un Dios de generosidad y misericordia. En vez de no recibir nada, he recibido abundancia. Dios ha oído mi oración. Bendeciré al Dios de Noemí por siempre. ¡Santo es el nombre de este Dios!
Al terminar la cosecha, Noemí habla con Ruth, le expone que desea que se case, y que el mejor candidato es Booz, ya que cumple con las condiciones para redimirla, es un derecho que como esposa de un judío tiene, y le da ciertas indicaciones para hacer valer su derecho
Entonces Noemí, su suegra, le dijo: «Hija mía, yo quisiera conseguirte un lugar seguro, donde puedas ser feliz. Por otra parte, Booz, el hombre con cuyas servidoras estuviste, es pariente cercano nuestro. Esta noche él estará aventando la cebada en la era.
Lávate, perfúmate, cúbrete con tu manto y baja a la era. No dejes que te reconozca antes que termine de comer y beber. Cuando se acueste, fíjate en el lugar donde él esté acostado; entonces ve, destápale los pies y acuéstate allí, Después él mismo te indicará lo que debes hacer».
Ruth siguió las indicaciones de Noemí, y en el momento propicio le pidió a Booz que fuera su redentor, tomándola como esposa Ella le respondió: «Haré todo lo que me has dicho». Ruth bajó a la era e hizo todo lo que su suegra le había mandado.
Booz comió y bebió, y se puso alegre. Luego fue a acostarse junto a la parva de cebada. Ella fue sigilosamente, le destapó los pies y se acostó. A eso de la media noche, el hombre se despertó sobresaltado, y al incorporarse, vio que había una mujer acostada a sus pies.
«Y tú, ¿quién eres?», le preguntó. «Soy Ruth, tu servidora, respondió ella; extiende tu manta sobre tu servidora, porque a ti te toca responder por mí». Booz se sintió agradado por la petición de Ruth, la felicitó por cumplir con la tradición y evitar que se perdiera la herencia y linaje de su difunto esposo,
ya que como cualquier viuda jóven, Ruth podía optar por casarse nuevamente, posiblemente con un hombre más joven, pues parece que Booz era mucho mayor que Ruth. Él exclamó: «¡Que el Señor te bendiga, hija mía! Tú has realizado un segundo acto de piedad filial, mejor que el primero, al no pretender a ningún joven, ni pobre ni rico.
Y ahora, hija mía, no tengas miedo. Haré por ti todo lo que me pidas. Todo mi pueblo sabe que eres una mujer ejemplar.
Es verdad que a mí me toca responder por ti, pero hay otro pariente más cercano que yo. Pasa aquí la noche; y mañana, si él quiere ejercer contigo su derecho, que lo haga;
Pero si no está dispuesto a hacerlo, ¡tan cierto como que el Señor vive, te juro que yo te redimiré! Ahora acuéstate aquí hasta que amanezca. Así que se quedó acostada a sus pies hasta el amanecer, y se levantó cuando aún estaba oscuro; pues él había dicho: Que no se sepa que una mujer vino a la era.‖
Entonces le dijo: «Trae el manto que tienes puesto y sujétalo bien». Mientras ella lo sujetó, él midió media bolsa de cebada y puso la carga sobre sus hombros. Después, ella entró en la ciudad. Cuando llegó adonde estaba su suegra, esta le dijo: «¿Cómo te ha ido, hija mía?». Ruth le contó todo lo que el hombre había hecho por ella,
y añadió: «Me entregó esta media bolsa de cebada, diciéndome que no debía volver con las manos vacías a la casa de mi suegra». Noemí respondió: «Quédate tranquila, hija mía, hasta que veas cómo se resuelve todo esto. Seguramente este hombre no descansará hasta arreglar hoy mismo este asunto». Ruth, 3: 1-18
No demoró Booz el cumplimiento de su promesa. Aquella misma mañana fue a las puertas de la ciudad de Belén, centro de la vida pública, donde casi todo el mundo se daba cita durante el día. Era el punto de llegada de las caravanas, y donde agricultores y ganaderos se reunían para traficar o acaso para tan sólo charlar.
Los mercaderes hacían sus transacciones y los comerciantes tendían su mercancías sobre el suelo, y a veces bajo un toldo. También acudían allí los ancianos de la ciudad en calidad de jueces de paz. Actuaban en las querellas relativas a la propiedad y juzgaban una gran variedad de delitos, desde el robo de ganado hasta el asesinato. Si los ancianos declaraban culpable el acusado, éste recibía allí mismo su merecido.
Booz subió hasta la puerta de la ciudad y se sentó allí. Cuando pasó por ese lugar el pariente del que había hablado antes, le dijo: «Amigo, acércate y siéntate aquí». El hombre se acercó y se sentó. Luego Booz llamó a diez ancianos de la ciudad, diciéndoles: «Siéntense aquí». Ellos se sentaron, y él dijo a su pariente: «Noemí ha vuelto de los campos de Moab y ha puesto en venta la parcela de nuestro hermano Elimélec.
Me ha parecido bien informarte de esto y sugerirte que la compres en presencia de los que están aquí sentados y de los ancianos de mi pueblo. Si tú quieres ejercer tu derecho de rescate, puede hacerlo; de lo contrario, dímelo para que yo lo sepa. Tú eres el primero que puede ejercer ese derecho, y después vengo yo». El hombre le respondió: «Está bien, lo haré».
Pero Booz añadió: «Si le compras a Noemí la parcela de campo, también tendrás que casarte con Ruth, la moabita, esposa del difunto, a fin de perpetuar el nombre de este sobre el patrimonio». El respondió: «En esas condiciones yo no puedo comprar, porque perjudicaría a mis herederos. Ejerce tú mi derecho, porque yo no puedo hacerlo».
En Israel existía antiguamente la costumbre de quitarse la sandalia y dársela al otro para convalidar los convenios de rescate o de intercambio. Esta era la manera de testificar en Israel.
Por eso el pariente dijo a Booz: «Adquiérela para ti», y se quitó la sandalia. Entonces Booz dijo a los ancianos y a todo el pueblo: «Ustedes son hoy testigos de que yo compro a Noemí todas las posesiones de Elimélec, de Quilión y de Majlón.
También son testigos de que tomo por esposa a Ruth, la moabita, que fue mujer de Majlón, para perpetuar el nombre del difunto sobre su patrimonio y para que ese nombre no desaparezca de entre sus hermanos ni en la puerta de su ciudad».
Toda la gente que estaba en la puerta de la ciudad y los ancianos respondieron: «Somos testigos. ¡Que el Señor haga a esta mujer semejante a Raquel y a Lía, las dos que edificaron la casa de Israel!
¡Que llegues a ser poderoso en Efratá y adquieras renombre en Belén! Que el Señor te dé una descendencia por medio de esta joven, para que tu casa sea como la de Peres, el hijo que Tamar dio a Judá».
Booz se casó con Ruth y se unió a ella. El Señor hizo que ella concibiera y diera a luz un hijo. El te reconfortará y será tu apoyo en la vejez, porque te lo ha engendrado tu nuera que te quiere tanto y que vale para ti más que siete hijos».
Noemí tomó al niño, lo puso sobre su regazo y se encargó de criarlo. Las vecinas le dieron su nombre, diciendo: «Le ha nacido un hijo a Noemí», y lo llamaron Obed. Este fue el padre de Jesé, el padre de David.
Esta es la descendencia de Peres: Peres fue padre de Jesrón; Jesrón fue padre de Ram; Ram fue padre de Aminadab; Aminadab fue padre de Najsón; Najsón fue padre de Salmá; Salmá fue padre de Booz; Booz fue padre de Obed; Obed fue padre de Jesé y Jesé fue padre de David. Ruth, 4: 1-22
Esta hermosa historia de amor termina mostrando que Ruth es bisabuela de David Ruth también se encuentra en la genealogía del Señor Jesucristo (Mateo, 1:5-6, 16)
Mateo, nos dice respecto a los antepasados de Jesús: Documento de los orígenes de Jesucristo, hijo de David e hijo de Abraham. Abraham fue padre de Isaac, y éste de Jacob. Jacob fue padre de Judá y de sus hermanos. De la unión de Judá y de Tamar nacieron Farés y Zera. Farés fue padre de Esrón y Esrón de Aram.
Aram fue padre de Aminadab, éste de Naasón y Naasón de Salmón. Salmón fue padre de Booz y Rahab su madre. Booz fue padre de Obed y Rut su madre. Obed fue padre de Jesé. Jesé fue padre del rey David. David fue padre de Salomón y su madre la que había sido la esposa de Urías.
Salomón fue padre de Roboam, que fue padre de Abías. Luego vienen los reyes Asá, Josafat, Joram, Ocías, Joatán, Ajaz, Ezequías, Manasés, Amón y Josías. Josías fue padre de Jeconías y de sus hermanos, en tiempos de la deportación a Babilonia. Después de la deportación a Babilonia, Jeconías fue padre de Salatiel y éste de Zorobabel. Zorobabel fue padre de Abiud, Abiud de Eliacim y Eliacim de Azor.
Azor fue padre de Sadoc, Sadoc de Aquim y éste de Eliud. Eliud fue padre de Eleazar, Eleazar de Matán y éste de Jacob. Jacob fue padre de José, esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. De modo que fueron catorce las generaciones desde Abraham a David; otras catorce desde David hasta la deportación a Babilonia, y catorce más desde esta deportación hasta el nacimiento de Cristo.
Concluimos diciendo que este libro también nos presenta como la poderosa mano de nuestro Señor interviene en la vida de sus hijos, aún cuando éstos no se percaten de ello, en este caso la acción divina aseguró la preservación del linaje de David, que es también el linaje de nuestro Señor Jesucristo.
Mateo, 1: 1 - 17
Para el creyente de la actualidad, presenta una valiosa enseñanza respecto del impacto que tiene un testimonio de vida cristiana en las personas que aun no han conocido al Señor, y nos llama a ser fieles aún en las dificultades.