MUJERES DE LA BIBLIA. 3. REBECA - GUÍA DE ESTUDIO
el nombre de Rebeca, Rebekah o Rivka ( רר בב קקה, en Hebreo estándar Rivqa, en Hebreo Tiberio Riḇḇqāh) significa: LAZO. Rebeca fue una matriarca bíblica cuya historia viene narrada en el libro del Génesis. Fue la mujer de Isaac, hijo de Abraham, quien mandó a su criado Eliécer hasta tierras de Mesopotamia para encontrar a la mujer de su hijo Isaac. Fue madre de los gemelos Esaú y Jacob, éste último elegido por su padre Isaac gracias a la mediación de su madre Rebeca. Génesis 24:15 – 27:46
“No te desvíes a la derecha ni a la izquierda; aparta tu pie del mal” Proverbios 4:27
Leemos la historia de Rebeca en apenas tres capítulos de Génesis y, sin embargo, ¡hay tantas cosas que aprender de esta mujer! Vamos a ver cómo pasó de ser una muchacha virtuosa a una madre controladora y manipuladora que no tenía el más mínimo reparo a la hora de engañar a su esposo. Fue una mujer que decidió desviarse del camino correcto por favorecer a uno de sus hijos y que sufrió las consecuencias de esa decisión.
Ella... 1. En Génesis 24:1-9 Abraham habla con su criado Eliezer (15:2) ¿Qué le dice Abraham a su criado? ~ ~
24:1-4 24:6-9 ¿Qué le dice el criado a Abraham?
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Génesis 24:5
Las hijas de los cananeos – no conocían al verdadero Dios y por tanto no eran apropiadas para Isaac.
2. En el v. 10 vemos al criado tomando 10 camellos y regalos para comenzar su viaje hasta Nacor, en Mesopotamia. Allí hizo descansar a los camellos en un pozo de agua a las afueras de la ciudad para esperar a las doncellas, que a esa hora salían a buscar agua (v.11). ¿Cuál es la oración que hace Eliezer en relación a la esposa para Isaac? (24:12-14)
Nacor – Ciudad cercana a Harán (Génesis 11:31; 22:20; 27:43). El viaje de regreso a Mesopotamia sobrepasaba los 800km. Eliezer no se preocupa por la apariencia de la mujer, sino por su carácter, porque sea aquella que Dios haya escogido.
3. ¿Quién apareció en el pozo? Génesis 24:15 ¿Cómo se la describe? Génesis 24:16. Teniendo en cuenta Génesis 11:29; 22:23 y 24:4, ¿Era candidata a casarse con Abraham?
Dios respondió la oración de Eliezer antes de terminar de orar, aunque él no lo supiera todavía, puesto que esperaba la confirmación por parte de Dios. Isaías 65:24 habla de esta clase de respuesta a la oración: “Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído”
4. El criado corrió hacia Rebeca y le pidió que le diera agua de su cántaro, tal y como había orado con anterioridad para discernir cuál era la mujer que Dios tenía para Isaac. ¿Cuál fue la respuesta de Rebeca ante esta demanda? Génesis 24:17-20 5. Cuando Rebeca hubo terminado de dar de beber a los camellos, Eliezer seguía esperando que Dios le confirmara si ella era la indicada o no. ¿De qué forma confirmó Dios al criado que Rebeca era la esposa que El tenía para Isaac? Génesis 24:22-28 6. Labán, el hermano de Rebeca también salió a la fuente a recibir al criado (24:29-30) y le ofreció hospitalidad. Describe cómo lo hizo (24:31-33a) 7. En Génesis 24:31b-49, Eliezer hace un recuento de los acontecimientos. ¿Cuál es la respuesta de Labán y Betuel? 24:50-51
Betuel – “hombre de Dios”. Hijo de Nacor y Milca. Era sobrino de Abraham y padre de Labán y Rebeca (Génesis 22:20-23; 24:15-29; 25:20; 28:2-5)
¿Cómo fue la salida de Rebeca de su casa? 24:58-61
Una de las características más irables de Rebeca es su total disposición a dejarlo todo para comprometerse con un hombre que nunca había visto. Rebeca está poniendo su fe en acción y tomó una decisión, sin ninguna duda, guiada por Dios.
8. ¿Cómo se describe el encuentro entre Isaac y Rebeca? 24:62-67 ¿Te imaginas las conversaciones que Rebeca y Eliezer tendrían durante el viaje? Probablemente ella quería tener toda la información que pudiera sobre Isaac, al que amaba sin haber visto. El cubrirse con el velo (v. 65), era un signo de castidad, modestia y sumisión. Esa era la forma en la que Rebeca había decidido conocer a su esposo. “El encuentro entre Isaac y Rebeca es un cuadro de Jesús y la iglesia. Podemos resumir las imágenes de Isaac, Rebeca, Jesús y la iglesia de este modo: a. Tanto Rebeca como la iglesia: 1. 2. 3. 4. 5.
Fueron escogidos antes de saberlo (Efesios 1:3-4) Son necesarias para el cumplimiento del propósito eterno de Dios (Efesios 3:10-11) Están destinadas a compartir la gloria del hijo (Juan 17:22-23) Deben dejarlo todo con gozo para estar con el hijo Son amadas por el hijo. b. Tanto Isaac como Jesús:
1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.
Fueron prometidos antes de su venida Aparecieron en el momento oportuno Fueron concebidos milagrosamente Se les dio un nombre especial antes de su nacimiento Fueron ofrecidos en sacrificio por el padre Regresaron de la muerte (Jesús en sentido literal, Isaac en sentido figurado) Prepararon un lugar para su esposa”
9. ¿En qué circunstancias quedó embaraza Rebeca? ¿Cómo se describen el embarazo y el parto? ¿Qué le dice Dios a Rebeca? 25:21-26
Isaac y Rebeca oraron durante 20 años hasta que pudieron tener hijos. Las leyendas judías dicen que Jacob y Esaú trataron de matarse el uno al otro en el vientre de Rebeca. Las circunstancias que rodearon su nacimiento fueron usadas para ponerles nombre. Esaú se refiere a su cantidad de vello corporal y Jacob se refiere al hecho de que nació agarrando el talón de su hermano. Jacob también tiene que ver con “engañar”, lo cual se revelaría más tarde como una de sus características. En Romanos 9:10-13, Pablo usa el hecho de que Dios escogiera a Jacob sobre Esaú antes de su nacimiento como una ilustración de la soberanía de Dios: “Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor.” Si bien en Malaquías 1:3 la Escritura habla de “amor” y “odio” al refereirse a Jacob y Esaú, estos términos deben entenderse como “aceptación” y “rechazo”, siendo que Dios no odia a nadie. La elección de Dios es soberana, mas no aleatoria. Cometemos un gran error al pensar que Dios escoge a alguien o que permite alguna circunstancia por razones arbitrarias. Una señora le dijo una vez a Spurgeon “No puedo comprender cómo Dios pudo odiar a Esaú” Y Spurgeon le respondió “Esa no es mi dificultad, señora. Mi problema es entender cómo Dios pudo amar a Jacob” Quizás no entendamos las razones por las que Dios hace las cosas, pero no nos toca entenderlas, sólo confiar en que Dios sabe por qué hace las cosas y que su soberanía nunca es caprichosa, sino que siempre busca nuestro bien.
10. ¿En qué circunstancias fueron Isaac y Rebeca a Gerar? 26:1-3 ¿Qué error comete Isaac alli? Genesis 26:7-1 Isaac pasó de una experiencia espiritual intensa (Génesis 26:1-5) a repetir el mismo pecado que su padre. Pedro es un ejemplo perfecto de cómo el pecado puede venir después de una gran bendición, por algo dice 1 Corintios 10:12: “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga”.
11. ¿Qué nos dice la Escritura sobre la forma en la que Esaú y Jacob fueron criados?
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25:29-34 26:34-35; Hebreos 12:16 27:35-36 27:41 ¿Cuál crees que pudo ser la influencia de Rebeca en todo esto? Recuerda Génesis 25:28.
12. Cuando vemos a Rebeca maquinando con Jacob en Génesis 27:1-29, apenas reconocemos a aquella muchacha que Eliezer vio en el pozo y que sirvió agua tanto a él como a sus camellos ¿Qué pudo haberle pasado a Rebeca?
Rebeca aconseja mal a su hijo Jacob para que engañe a su padre. Ya Dios le había prometido en Génesis 25:23 que Jacob estaría por encima de Esaú, pero ella no quiso esperar a que Dios hiciera las cosas.
13. ¿Cuál fue el último engaño de Rebeca a Isaac? 27:42-46
Rebeca consiguió que Isaac enviara a Jacob a Harán, a la casa de su hermano Labán para buscar esposa. Lo que probablemente ella no sabía era que nunca más volvería a ver a su hijo amado.
Yo... ~
Si aún eres soltera, ¿qué pasos estás tomando para casarte con el hombre adecuado? ¿Cuáles son las características que debes buscar en un hombre para poder casarte de acuerdo a la voluntad de Dios? 2 Corintios 6:14 dice: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?”
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1. 2.
¿Cómo tomas decisiones? ¿Tomas en cuenta a Dios antes de decidir? Aquí hay algunos pasos para tomar decisiones de acuerdo a la voluntad de Dios: Ora – Jeremías 33:3 Define la decisión que debes tomar y ponla a la luz de la Biblia – Salmo 119:105
3.
Prepárate para aceptar y obedecer la respuesta de Dios aunque no sea la que esperas – Proverbios 3:5-6 4. Ejercita la fe, algunas decisiones requieren tiempo – Hebreos 11:6 5. Obtén consejo de personas sabias – Proverbios 15:22 ~
1. 2. 3. 4. 5.
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Vimos a Eliezer hacer una “Oración de emergencia”, tal y como haría después Nehemías (Neh 2:4). ¿Cómo es tu vida de oración? ¿Sólo recurres a Dios cuando necesitas algo? Ten en cuenta que aunque las oraciones de Eliezer y Nehemías fueron breves y puntuales, habían sido precedidas por un largo tiempo de petición al Señor (Nehemías 1:4-11). Para llegar a Dios con las oraciones de emergencia, necesitamos cultivar nuestra relación con El por medio de una vida de oración continua. Cuando ores recuerda incluir estos elementos: Confesión de pecado Alabanza y adoración Acción de gracias Intercesión por otros Peticiones personales
¿Le temes al trabajo duro o no te cuesta esforzarte y cumplir tus obligaciones con excelencia? ¿Qué dice estos versículos al respecto? 1 Crónicas 28:20 Salmo 31:24 Proverbios 31:17 2 Timoteo 2:1
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¿Luchas contra la soberanía de Dios en tu vida? ¿Crees que hay algún área en la que Dios ha sido “injusto” contigo? Lee Jeremías 29:11; Romanos 8:28 ~ ¿Tienes hijos? ¿Los estás criando piadosamente en la Palabra de Dios? ¿Hay algo que puedas hacer para mejorar la forma en la que los estás criando?
http://www.elviajedeunamujer.com/2012/07/mujeres-de-la-biblia-3-rebeca-guiade.html#.V9mj55jhCM8
LOS PRINCIPIOS DE REBECA SEGÚN LA BIBLIA
“…HAS HECHO MISERICORDIA...” (Génesis 24:14b) Un día, mientras Rebeca estaba junto al pozo, un hombre mayor se le acercó y le pidió agua (lee Génesis 24:17b). Sin titubear, ella se la dio. Después ofreció abrevar a sus camellos. Esto no fue algo fácil. Un camello puede beber más de noventa litros de agua. Echa cuentas: diez camellos a noventa litros cada uno son novecientos litros. Novecientos litros sacados con un cubo de veinte litros supone (tener que) sacar agua del pozo cuarenta y cinco veces, a tres minutos cada vez son más de dos horas. Lo que Rebeca no percibió en aquel momento es que su simple acto de generosidad cambiaría su vida para siempre. No tenía ni idea que sus acciones eran la respuesta a la oración de un criado y el plan de un Dios soberano. Hizo lo que sintió que debía hacer, pero, al hacerlo, se convirtió en la novia de Isaac, el heredero de la fortuna de Abraham, y progenitora de nuestro bendito Señor Jesucristo. Rebeca fue “la milla extra”. Su generosidad es un enorme contraste con las actitudes prevalecientes de hoy en día. Ella dijo: “No sólo haré lo que me ha pedido, haré más”. Por el contrario, muchos de nosotros dicen: “Voy a hacer lo mínimo que se espera de mí y trataré de sacar lo máximo de ello”. Lamentablemente, esta actitud ha calado también en las vidas de los creyentes. Muy pocos quieren hacer más de lo que deben. Por todas partes donde mires, ves una actitud de esfuerzo mínimo por una máxima recompensa. Los principios de Rebeca nos enseñan que cuando vas por la vida buscando pequeñas oportunidades para ser generoso, esto te produce grandes beneficios. “…HAS HECHO MISERICORDIA…” (Génesis 24:14b) Antes de dejar a Rebeca, vamos a aprender otras tres enseñanzas importantes: (1) Cuando das generosamente, recibes más de lo que jamás creíste ser posible. Jesús dijo: “…con la medida con que medís se os medirá” (Mateo 7:2b).Establecemos la medida de lo que recibimos en función de lo que damos. Rebeca dio más de lo que se le pidió y recibió mucho más de lo que hubiera esperado recibir en la vida. ¡Se convirtió en la tatatatatatatatatatatatatatatatatatatatatatatatatatatatatatatatatatatatatatatatarabuela del Mesías! Da lo que puedas y te sorprenderás de lo que Dios te dará en recompensa. (2) Cuando das desinteresadamente, tus seres queridos también serán bendecidos.
Cuando el criado de Abraham reveló quién era, sacó objetos de oro y vestidos y se los dio a Rebeca. Pero también les dio cosas valiosas a su madre y a su hermano (lee Génesis 24:53). Las recompensas por tu generosidad siempre sobreabundarán y tocarán las vidas de los que están más cerca de ti. (3) Cuando das, el impacto de tu generosidad te sobrevivirá. En el momento de dar no puedes ni imaginarte cómo tus actos podrán impactar las vidas de otros en el futuro. Figúrate como sería el mundo si Miguel Ángel hubiera dicho: “No pinto techos”, si Noé hubiera dicho: “No construyo barcos”, si David hubiera dicho: “No lucho contra gigantes”, si Maria hubiera dicho: “No quiero dar a luz siendo virgen”, si Pablo hubiera dicho: “No escribo cartas”, o si Jesús hubiera dicho: “No me sacrifico”. Un estilo de vida de dar con generosidad te sobrevivirá y bendecirá a tus sucesores.
http://www.devocionalescristianos.org/2014/07/los-principios-de-rebeca-segun-labiblia.html
MUJERES
DE
LA
BIBLIA
II
Hoy continuamos con Rebeca, la esposa de Isaac y madre de Esaú y Jabob. Rebeca es otra mujer decisiva en el destino del pueblo hebreo, del pueblo escogido. Sin ella la historia bíblica habría sido muy diferente. Su peripecia vital, o al menos la que interesa para el destino de Israel, se lee en el “Génesis” y presenta los siguientes aspectos: 1. 2. 3. 4. 5.
Cómo
Rebeca
conoce El nacimiento Episodio Su intervención en La orden que da a Jacob
y
la para
se casa con de sus de primogenitura de que parta a casa de
Isaac hijos Guetar Jacob Labán
Veamos con mayor atención estos acontecimientos. En el “Antiguo Testamento” (Génesis, 24) se incluye un relato, muy bien narrado y con gran lujo de detalles, en torno al “Casamiento de Isaac”. Al morir Sara, la madre de Isaac, éste se quedó desconsolado. Pasaron los años y seguía sin contraer matrimonio; tanto que Abraham, su padre, se inquietó y encargó a uno de sus siervos que le escogiera esposa, pero le hizo prometer que no la buscaría en Canaán, pues que allí eran paganas, sino en Mesopotamia, en la tierra de sus padres, en la suya propia:
La historia prosigue con elementos de carácter práctico. A la mañana siguiente, el siervo pretende llevarse ya a Raquel, pero, para su familia, la noticia ha sido precipitada y se resisten a dejarla ir tan pronto. Rebeca soluciona el conflicto diciendo que quiere partir. Parece intuir que la misión que la aguarda es de suma importancia y no puede demorarse. Su familia le bendice con estas sencillas palabras: “Hermana nuestra eres; que crezcas en millares de millares y se adueñe tu descendencia de las puertas de los enemigos” (Génesis, 24, 60). Rebeca no parte sola, como era natural en una joven de casa adinerada. La acompañan sus doncellas y su nodriza. Y aquí la historia cambia de escenario y vuelve de nuevo a Isaac quien, hasta ahora, había permanecido ajeno a su propio futuro:
En la época era costumbre que el marido no viera la cara de su esposa hasta la noche de bodas, así no es de extrañar que Rebeca se cubra la cara con premura al ver a Isaac. Nada más se dice de la impresión que tuvieron el uno del otro, pero queda claro que Isaac se consoló con Rebeca de la muerte de su madre, Sara. A todo eso, Abraham volvió a tomar mujer y tuvo varios hijos más, aunque los envió a oriente, lejos de su hijo primogénito, Isaac. Abraham murió a los 175 años. Tras su muerte, Isaac fue bendecido por Yavé y siguió viviendo junto al pozo de Lajai Roi. Entendemos, por los datos que nos da la historia, que Rebeca era mucho más joven que Isaac, cuando se desposaron. Isaac tenía 40 años. Al principio Rebeca tardó en quedarse embarazada y las malas lenguas decían que era estéril. Cuando, por fin, concibió, tuvo un embarazo difícil: “Chocábanse en su seno los niños, y dijo: ¿Para esto a qué concebir?” Y fue a consultarle a Yavé, que le dijo: “Dos pueblos llevas en tu seno, dos pueblos que al salir de tus entrañas se separarán. Una nación prevalecerá sobre la otra nación. Y el mayor servirá al menor.” (Génesis, 25, 22-23). Estas palabras la indican que los dos hermanos serán el origen de dos pueblos que siempre tendrán problemas para convivir, como son los edomitas (descendientes de Esaú) y los israelitas (descendientes de Jacob). Finalmente dio a luz dos gemelos, el mayor Esaú y el menos Jacob. Sabido es que los nombres no se ponían en balde, sino que significaban algo. Así Esaú vendría a significar “el velludo o peludo” y Jacob parece ser que significa “Dios proteja”, aunque la etimología popular relaciona su nombre con el hecho de su curioso nacimiento. Isaac tenía entonces 60 años:
“Salió primero uno rojo, todo él peludo, como un manto, y se le llamó Esaú. Después salió su hermano, agarrando con la mano el talón de Esaú, y se le llamó Jacob” (Génesis, 25, 25-26). Estos muchachos crecen y se dedican a labores distintas, a Esaú le atrae la caza porque es fiero y fuerte; a Jabob le atrae más la vida tranquila y el hogar. Los padres estaban divididos, aunque Rebeca muestra claramente sus inclinaciones hacia el pequeño. Se narra el episodio conocido de la venta de la primogenitura por un plato de lentejas como podemos leer: “Hizo un día Jacob un guiso, y llegando Esaú del campo, muy fatigado, dijo a Jacob: “Por favor, dame de comer de ese guiso rojo, que estoy desfallecido”. Por esto se le dio a Esaú el nombre de Edom. Contestóle Jacob: “Véndeme ahora mismo tu primogenitura”. Respondió Esaú: “Estoy que me muero; ¿qué me importa la primogenitura?”. “Júramelo ahora mismo”, le dijo Jacob; y juró Esaú, vendiendo a Jacob su primogenitura. Diole entonces Jacob pan y el guiso de lentejas; y una vez que comió y bebió, se levantó Esaú y se fue, sin dársele nada de la primogenitura” (Génesis, 25, 29-34). A todo esto, hay un inciso en la historia y Rebeca vuelve a cobrar protagonismo. Se declara un episodio de hambre y han ir a Guetar por indicación de Yavé, que no quiere que vuelvan a Egipto. En ese momento Yavé hace la promesa a Isaac igual que la hubiera hecho a su padre: “...te bendeciré, pues a ti y a tu descendencia daré todas estas tierras, cumpliendo el juramento que hice a Abraham tu padre, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y le daré todas estas tierras, y se gloriarán en tu descendencia todos los pueblos de la tierra, por haberme obedecido...” (Génesis, 26, 3-5).
En la propia familia hay también problemas, porque Esaú contrae matrimonio con mujeres del país que no gustan a sus padres, antes al contrario, “fueron para Isaac y Rebeca una amarga pesadumbre” (Génesis, 26, 35). Por último, llegamos al episodio crucial del relato que es cuando Isaac, ya anciano, sin apenas vista, decide bendecir a su hijo mayor antes de morir. Ruega a Esaú que salga al campo y le prepare un buen guiso antes. Rebeca que ha estado muy antena corre a decírselo a Jacob y no sólo eso, interviene y cambia el destino. Ordena a su hijo Jacob que le traiga dos cabritos para que ella misma haga el guiso: “Ahora, pues, hijo mío, obedéceme y haz lo que yo te mano. Anda, vete al rebaño y tráeme dos cabritos buenos para que yo haga con ellos a tu padre un guiso como a él le gusta y se lo lleves a tu padre, y lo coma y te bendiga antes de su muerte” (Génesis, 27, 8-10).
Jacob pone obstáculo porque él es lampiño y su hermano velludo y su padre lo reconocerá al tacto; pero Rebeca se muestra con una voluntad indomable, dispuesta a beneficiar a su hijo pequeño a toda costa: “Sobre mí tu maldición, hijo mío; pero tú obedéceme. Anta y tráemelos” (Génesis, 27, 13). Sigue
Rebeca
siendo
la
protagonista
de
este
momento
decisivo:
“Tomó Rebeca vestidos de Esaú, su hijo mayor, los mejores que tenía en casa, y se los vistió a Jacob, su hijo menor; y con las pieles de los cabritos le cubrió las manos y lo desnudó del cuello; puso el guiso y pan, que había hecho, en manos de Jacob, su hijo y éste se lo llevo a su padre...” (Génesis, 27, 15-17). Isaac sospecha al principio, pro acaba por bendecir a su hijo pequeño, como si fuera el primogénito. Cuando ha acabado su bendición llega Esaú, pero ya no se puede dar marcha atrás porque las palabras han sido pronunciadas. Esaú se desconsuela y ruega una bendición, la que sea, porque ya se sabe sin nada y le duele. Isaac entonces pronuncia estas palabras que más que bendición parecen una maldición:
Es comprensible, desde un punto de vista humano, que Esaú comience a odiar visceralmente a su hermano, aunque no se priva de decirlo e incluso de advertir que lo matará algún día. Rebeca, en ese momento, vuelve a intervenir para torcer el curso de los acontecimientos y le ordena que parta a su tierra, a casa de su hermano Labán con la pretensión de que tome mujer allá:
Y a partir de aquí nada más de sabe de Rebeca. Podemos imaginar que le dolería la ausencia de Jacob, quien tuvo que pasarse mucho tiempo en casa de su tío Labán, aunque ésa es otra historia. El propio Isaac da la autorización para la partida. A Rebeca no se le pueden hacer sólo alabanzas; eso está claro, pero acaso sea ése su mayor encanto puesto que se muestra como una mujer con aspectos negativos y positivos, una mujer de carne y hueso, que a veces decide bien y otras decide mal. Rebeca supo mostrarse como una mujer caritativa y eso gustó a Dios, quien la escogió como esposa de Isaac. Rebeca fue también buena esposa y buena madre hasta cierto punto, ya que demostró un favoritismo sin motivo hacia su hijo pequeño, quizá porque el mayor presentó aún mayor voluntad que ella al casarse con paganas, quizá por otras razones que desconocemos. El caso es que Rebeca cambió el destino y al hacerlo sembró el odio y el rencor en el corazón de su hijo mayor, a la vez que desataba problemas en su propia familia.
Y ella misma sufrió la condena al verse privada del hijo al que más amaba. Pero no vamos a juzgar a Rebeca, no somos quiénes para hacerlo, acaso estaba jugando un papel mucho más importante en la historia del pueblo escogido, mucho más importante de lo que ella misma hubiese podido imaginar nunca. Acaso ella misma no fue quien escogió hacer lo que hizo. Rebeca era una persona buena, perfecta y agradable, una respuesta real de Dios. A ella la encontraron trabajando (Génesis 24:15), dispuesta a servir (Génesis 24:18-20) y preparada para el encuentro (Génesis 24:14-15, 18 y 58). Un ejemplo de cómo se debe estar cuando la bendición del Señor llegue. No hay que estar acomodado, esperando que alguien le sirva y sin preparación para recibir lo que Dios tiene para entregarle. Quizás sea por ese motivo que los milagros tardan en llegar para algunas personas. ¿Cómo Dios puede entregar algo precioso a alguien prejuicioso, sin disposición y sin preparación? El siervo de Abraham fue hasta la familia de Rebeca y le explicó el objetivo con el que estaba en esas tierras. Su padre y su hermano no vacilaron en creer que todo lo que sucedió hasta allí era de Dios. E hizieron que Rebeca eligiera si quería realmente ir con él al encuentro de Isaac, y ella dijo “sí”. Dios es respetuoso y va a esperar su decisión (por más que Él sepa cual será). Eso demuestra que Rebeca no era solamente atractiva, bondadosa, dispuesta, diligente y hospitalaria, sino también decidida, perspicaz y llena de fe implícita. Ella pudo ver que todo lo que vivió en esos momentos era de Dios y actuó según Su voluntad. Cuando se tiene el corazón abierto y se está atento a lo que Él muestra y trae, no hay dudas de la decisión que debemos tomar. Y Rebeca entonces, fue al encuentro de Isaac. Se casaron y comenzaron a desear tener hijos. Pero ella era estéril, hecho que no la desanimó porque conocía al Dios a quien servía (Génesis 25:21). Solo después de 20 años, Dios le concedió lo que tanto pidió: ella pudo concebir y tener los gemelos Esaú y Jacob. Un ejemplo más de firmeza y, por encima de todo, de fe. Cuántas veces usted comienza a orar por un propósito, pero cuando no recibe la respuesta de Dios, desiste y piensa que Él no le ama. Se olvida de que el tiempo de Dios no es su tiempo (Eclesiastés 3), que Dios sabe el momento justo para que las cosas sucedan y que es lo mejor para su vida. Los niños nacieron y Rebeca concentró su afecto en Jacob y, con el tiempo, Esaú llegó incluso a desprenderse de su primogenitura (Génesis 25:33). Como Dios había prometido que “… el mayor servirá al menor.”, (Génesis 25:23), Rebeca juntó su afecto por Jacob con la promesa de Dios, y decidió ayudarlo para que la Su Palabra se cumpliera. Ella lo ayudó a Jacob a engañar a su padre, Isaac, para que él recibiera la bendición que era para el hijo mayor. En fin, Rebeca muestra un defecto que es hacer que las promesas de Dios se cumplan a través de sus fuerzas. ¿Usted nunca hizo eso? ¿Realmente le entregó su camino y confió en Él para que Él hiciera (Salmos 37:5)? Dios no necesita ayuda para que Su Palabra se cumpla. Él solo quiere que crea y confíe que Él hará. Rebeca vivió la consecuencia de su actitud. Isaac envió a Jacob a Padan-aram para que busque a una esposa y nunca más regresó. No hay ningún registro bíblico que indique que ellos se volvieron a ver. ¿Cómo habrán sido los años que ella estuvo sin saber y sin ver a su hijo amado y preferido? -Que Rebeca sea realmente un ejemplo de vida y también de lo que no se debe hacer. Un ejemplo de que Dios no necesita acciones personales para cumplir sus promesas y de que hay consecuencias de lo que se hace sin el consentimiento de Dios. - See more at:
http://www.universal.org.ar/mujeres-de-la-biblia-rebeca-mujer-firme-y-preparada-paralas-promesas-de-dios#sthash.LZrE2agS.dpuf La historia de la elección de novia para Isaac es una sombra de la elección de la Novia del Cordero. Abraham es una imagen espiritual de Dios Padre; el siervo Eliezer es figura del Espíritu Santo; Isaac, el Mesías; Rebeca, la Novia de Cristo (el Ungido, el Mesías). Dios ha enviado al Espíritu Santo a buscar en la Tierra a todos aquellos que quieran ser parte dela Novia. Los que aceptan deben estar dispuestos a dejarlo todo por él. (Isa. 48:20; Isa. 52:11; Jer. 51:6, 45, 50; 2 Cor. 6:17; Apoc. 18:1-4; Apoc. 21:1-2; Heb. 12:22). Así como lo hizo Rebeca, los redimidos saldrán de Babilonia (el sistema del mundo) y vendrán a ser parte de la Novia de Cristo. REBECA: NOVIA, ESPOSA Y MADRE, PARTE I Génesis 24 es un rico capítulo Bíblico en donde podemos apreciar las cualidades que adornan el carácter discreto de Rebeca, la ayuda idónea que Dios preparó para Isaac, el hijo de su amigo Abraham. Aunque los seres humanos somos imperfectos, dentro de sus inevitables limitaciones ... El capítulo 24 del Génesis es una de las más bellas y conmovedoras páginas de todo el Antiguo Testamento. Me es difícil leerlo sin que se me humedezcan los ojos. Si sabemos leer entrelíneas, podremos adivinar en su parco relato las cualidades que adornan el carácter discreto de Rebeca, la ayuda idónea que Dios preparó para Isaac, el hijo de su amigo Abraham. Aunque los seres humanos somos imperfectos, dentro de sus inevitables limitaciones, Rebeca era la mujer más adecuada para ser madre del padre de las doce tribus, esto es, de Jacob, y madre de dos pueblos que serían rivales. (Nota 1) Rebeca ocupa un lugar importante en el plan de Dios. Ella es un eslabón vital en la cadena que Dios está trenzando para llevar a cabo su proyecto de redención del género humano. Sin embargo, a pesar de que aquí se trata de «la pedida de mano» de Rebeca, el personaje principal de este capítulo no es ella sino el siervo Eliezer. 1–4.«Era Abraham ya viejo, y bien avanzado en años; y Jehová había bendecido a Abraham en todo. Y dijo Abraham a un criado suyo, el más viejo de su casa, que era el que gobernaba en todo lo que tenía: Pon ahora tu mano debajo de mi muslo, y te juramentaré por Jehová, Dios de los cielos y Dios de la tierra, que no tomarás para mi hijo mujer de las hijas de los cananeos, entre los cuales yo habito; sino que irás a mi tierra y a mi parentela, y tomarás mujer para mi hijo Isaac.» Siendo de edad avanzada (como de unos 140 años) Abraham comprende que es necesario que su hijo tome mujer y asegure el cumplimiento de la promesa que Dios le ha hecho: ser padre de una nación
grande. Él desea que ella sea de su parentela, lo cual quiere decir, en la práctica, que tenga sentimientos y costumbres semejantes a las suyas, diferentes a las de los idólatras que viven en la tierra de Canaán. La comunidad de hábitos y costumbres es una de las condiciones ordinarias requeridas para la felicidad conyugal, porque de no haberla pueden producirse choques basados en estilos diferentes de vida que no siempre se acoplan con facilidad. De otro lado, Abraham teme que dada la influencia que la mujer tiene en el marido, las prácticas paganas de una esposa cananea podrían contaminar a Isaac. El hecho de que Abraham encomiende esta delicada tarea a su mayordomo Eliezer muestra el ascendiente de que este siervo gozaba en casa de su patrón. 5.«El criado le respondió: Quizá la mujer no querrá venir en pos de mí a esta tierra. ¿Volveré, pues, tu hijo a la tierra de donde saliste?» En las sociedades patriarcales de la antigüedad era responsabilidad del padre encontrar novia para su hijo, así como también novio para la hija. Era su responsabilidad asegurar que se perpetuara el linaje familiar y que el hijo forme un hogar, que es la base mas sólida para su vida adulta y el mayor logro de un hombre. Lo sumo de la hombría, en verdad, está en formar una familia propia. En nuestros días esa meta, ese propósito humano superior, ha sido descartado en beneficio de un individualismo miope. En consecuencia, los hombres se despojan a sí mismos, mutilan un aspecto valiosísimo de su naturaleza varonil. Las relaciones con la mujer se han vuelto pasajeras, ocasionales, superficiales, y no conducen a nada sólido y estable. ¡Cuánto pierden ellos y ellas en calidad humana! Así como el destino de la mujer es ser madre —y eso está inscrito elocuentemente en los órganos para gestar que la naturaleza le ha dado— el destino del hombre es ser padre, tal como Dios es Padre. La paternidad conjunta de hombre y mujer es una de las leyes básicas de la vida humana. Negarla, bloquearla, es rebelarse contra Dios. Es cierto que hay circunstancias que pueden negar a un hombre o a una mujer la oportunidad de ejercer ese don —y son más frecuentes en el mundo moderno que en el antiguo— pero no habiendo obstáculos insuperables, ellos sólo pueden renunciar a esa responsabilidad por un fin más alto o por consideraciones de mucho peso. Si bien, como se ha dicho, el matrimonio era entonces decidido por los mayores, los padres temerosos de Dios no imponían su decisión a la hija casadera sino respetaban su voluntad y buscaban su consentimiento. De ella dependería en este caso irse o no con Eliezer. Podría objetarse que los parientes de Abraham eran idólatras. Pero Abraham no hubiera escuchado la voz de Dios si no hubiera nacido en un ambiente en el que el temor de Dios predominaba. Es innegable, a mi juicio, que la revelación inicial del Dios único y verdadero, creador de todo lo que existe, se había mantenido con cierta fuerza en muchos lugares y pueblos de la antigüedad aunque estuviera mezclada con las idolatrías y supersticiones. El sentimiento del temor de Dios es instintivo en el hombre, y aunque sea en una apariencia deformada, los pueblos idólatras lo poseen, tal como lo demuestra la antropología. Si Betuel y Labán invocan el nombre de Jehová es porque lo
conocen y reverencian, no sólo porque lo pronuncie Eliezer, como algunos intérpretes creen siguiendo la tendencia de ver la historia sólo en términos de blanco y negro. 6-9.«Y Abraham le dijo: Guárdate que no vuelvas a mi hijo allá. Jehová, Dios de los cielos, que me tomó de la casa de mi padre y de la tierra de mi parentela, y me habló y me juró, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra; él enviará su ángel delante de ti y tú traerás de allá mujer para mi hijo. Y si la mujer no quisiere venir en pos de ti, serás libre de este mi juramento; solamente que no vuelvas allá a mi hijo. Entonces el criado puso su mano debajo del muslo de Abraham su señor, y le juró sobre este negocio.» (Nota 2). Abraham no quiere que su hijo vaya a Harán porque podía ser tentado a quedarse allá. Él se aferra a la promesa que Dios le ha hecho de darle a su descendencia la tierra en que viven como forasteros y no quiere hacer nada que pueda poner su realización en peligro. Si Dios le dio un hijo cuando ya no podía tenerlo ¿no será capaz Dios de disponer los medios para que su promesa se siga cumpliendo en su descendencia? Siendo él un hombre de fe pone en las manos de Dios el resultado de la empresa de encontrar mujer para su hijo y, siguiendo su ejemplo, Eliezer hará lo mismo. ¿Cuántos padres cristianos obran de esa manera? 10–11. «Y el criado tomó diez camellos de los camellos de su señor, y se fue, tomando toda clase de regalos escogidos de su señor; y puesto en camino, llegó a Mesopotamia, a la ciudad de Nacor. E hizo arrodillar los camellos fuera de la ciudad, junto a un pozo de agua, a la hora de la tarde, la hora en que salen las doncellas por agua.» Eliezer parte entonces llevando consigo todo lo necesario para su misión y, después de un viaje de no sabemos cuántos días, llega a la localidad donde habitaba la familia de Nacor. Al arribar se detiene en el lugar al que se acercan por necesidad todos los forasteros con sus bestias, a la fuente principal de la ciudad. Es la hora en que las muchachas salen a llenar sus cántaros de agua para llevar a casa. 12–14. «Y dijo: Oh Jehová, Dios de mi señor Abraham, dame te ruego, el tener hoy buen encuentro, y haz misericordia con mi señor Abraham. He aquí yo estoy junto a la fuente de agua, y las hijas de los varones de esta ciudad salen por agua. Sea, pues, que la doncella a quien yo dijere: Baja tu cántaro, te ruego, para que yo beba, y ella respondiere: Bebe, y también daré de beber a tus camellos; que sea ésta la que tú has destinado para tu siervo Isaac; y en esto conoceré que habrás hecho misericordia con mi señor.» ¿Cuál son las cualidades que Él busca en la muchacha que será mujer de Isaac? Que sea servicial, bondadosa, que no rechace el hacer caridad no sólo al hombre sino también a sus animales. Bien ha juzgado Eliezer. No ha pensado en belleza, ni en que la muchacha sea hija de padres ricos. Ha pensado en el carácter de la chica, porque es el carácter de la mujer lo que hace feliz o infeliz al hombre, no su belleza. Pero él no quiere ser juez del carácter y disposiciones de la doncella. Quiere que sea Dios quien la escoja. En verdad, él debe haber pensado que si Dios ama a su amo, ya tiene escogida la novia para Isaac y por ese motivo le propone al Señor una señal que le permita reconocerla sin dificultad.
15–16. «Y aconteció que antes que él acabase de hablar, he aquí Rebeca, que había nacido a Betuel, hijo de Milca mujer de Nacor hermano de Abraham, la cual salía con su cántaro sobre su hombro. Y la doncella era de aspecto muy hermoso, virgen, a la que varón no había conocido; la cual descendió a la fuente, y llenó su cántaro, y se volvía.» Apenas ha terminado de orar Dios responde y empiezan a suceder los hechos en la forma que él ha previsto. ¡Qué puntual es Dios cuando confiamos ciegamente en él! 17–20. «Entonces el criado corrió hacia ella, y dijo: Te ruego que me des a beber un poco de agua de tu cántaro. Ella respondió: Bebe, señor mío; y se dio prisa a bajar su cántaro sobre su mano, y le dio a beber. Y cuando acabó de darle de beber, dijo: También para tus camellos sacaré agua, y sacó para todos sus camellos.» La muchacha hace exactamente lo que Eliezer le había pedido a Dios que hiciera como signo para reconocer a la que Él ha escogido como mujer para Isaac.. 21. «Y el hombre estaba maravillado de ella, callando, para saber si Jehová había prosperado su viaje, o no.» Eliezer contempla maravillado cómo la chica hace con diligencia y eficiencia lo que le había ofrecido: darle de beber no sólo a él sino también a sus camellos. No obstante, él no se precipita ni renuncia a su razón aceptando ciegamente lo que parece ser la respuesta a su oración, sino considera con cautela si ése es el signo propuesto. ¿Significa eso falta de fe? No creo. Dios no quiere que dejemos de usar las facultades que nos ha dado. 22–27. «Y cuando los camellos acabaron de beber, le dio el hombre un pendiente de oro que pesaba medio siclo, y dos brazaletes que pesaban diez, y dijo: ¿De quién eres hija? Te ruego que me digas: ¿hay en casa de tu padre lugar donde posemos? Y ella respondió: Soy hija de Betuel hijo de Milca, el cual ella dio a luz a Nacor. Y añadió: También hay en nuestra casa paja y mucho forraje, y lugar para posar. El hombre entonces se inclinó, y adoró a Jehová, y dijo: Bendito sea Jehová, Dios de mi amo Abraham, que no apartó de mi amo su misericordia y su verdad, guiándome Jehová en el camino a casa de los hermanos de mi amo.» El gesto de regalar esas joyas a la muchacha tiene no sólo el propósito de manifestarle su agradecimiento; también es un mensaje a los padres de ella para hacerles ver que él viene de parte de un hombre muy rico. Labán responderá ávidamente a ese gesto (versículos 30 y 31). Como dice Proverbios, «la dádiva del hombre le ensancha el camino" (Pr 18.16). Eliezer se maravilla al ver cómo Dios lo ha guiado con mano segura directamente a una muchacha que es de la parentela de su amo. Él no ha tenido que ir por acá y allá preguntando y averiguando. Dios ha dirigido sus pasos no sólo por amor a Abraham sino también porque él es siervo fiel de su patrón.. Entonces reconociendo que Dios está en el asunto y ha tenido misericordia de Abraham y de él, Eliezer se inclina y adora al Señor. 28–32. Los padres y el hermano de Rebeca reciben gustosos al hombre que viene de parte de su pariente y le brindan la hospitalidad generosa que era habitual entre ellos
practicar con los forasteros importantes. Le ofrecen su casa para él, sus camellos y los siervos que trae consigo. 33. «Y le pusieron delante qué comer; mas él dijo: No comeré hasta que haya dicho mi mensaje. Y él le dijo: Habla.» Eliezer se niega a sentarse a la mesa de la hospitalidad que le ofrecen sus anfitriones antes de haber transmitido el encargo que lo trae desde tan lejos. Tiempo hay para comer. Antes de restaurar el cuerpo, él quiere cumplir con su cometido. Su obligación pasa delante de su satisfacción personal. 34–48. Entonces, muy a la manera oriental, les relata con lujo de detalles la historia del porqué ha venido y cómo fue el encuentro que tuvo con Rebeca guiado por la mano de Dios. 49–51. «Ahora, pues, si vosotros hacéis misericordia y verdad con mi señor, declarádmelo; y si no, declarádmelo; y me iré a la diestra o a la siniestra. Entonces Labán y Betuel respondieron y dijeron: De Jehová ha salido esto; no podemos hablarte malo ni bueno. He ahí Rebeca delante de ti; tómala y vete, y sea mujer del hijo de tu señor, como lo ha dicho Jehová.» Ellos reconociendo por el relato que hace Eliezer que era de Dios de quien viene lo que han escuchado, acceden con gusto al pedido que les hace el siervo de su pariente: «Ahí la tienes. Llévala para que sea esposa de nuestro hermano». 54–56. «Y comieron y bebieron él y los varones que venían con él, y durmieron; y levantándose de mañana, dijo: Envie a mi Señor. Entonces respondieron su hermano y madre: Espere la doncella con nosotros a lo menos diez días, y después irá. Y él les dijo: No me detengáis, ya que Jehová ha prosperado mi camino; despache para que me vaya a mi señor.» Llegados al acuerdo Eliezer quiere partir sin demora para llevar a Isaac la muchacha que Dios le destina, pero los parientes desean, como es natural, que se quede un poco de tiempo con ellos para agasajarlo y disfrutar de su compañía. Aunque seguramente para él también sería agradable quedarse gozando de su hospitalidad acogedora, Eliezer se niega a permanecer ni un solo día más, obrando de una forma que podría parecer descortés. Para él lo más importante es cumplir el encargo que le han encomendado y no detenerse ni demorar la buena nueva por cualquier otra consideración que lo halague. En esa manera de obrar vemos una manifestación de su fidelidad. 57–58. «Ellos respondieron entonces: Llamemos a la doncella y preguntémosle. Y llamaron a Rebeca, y le dijeron: ¿Irás tú con este varón? Y ella respondió: Sí, iré.» Betuel y los suyos dejan la decisión en manos de la doncella. Pero ¿qué más querría ella sino ir a encontrar a su prometido? Ella siente también que esto viene de Dios, que es una gracia excepcional para ella, y tiene prisa para que se lleve a cabo. ¡Qué sabia y espontánea es su reacción! Sí, me voy con él ahora mismo. Ella no quiere despedidas largas, no va a extrañar lo que deja. Ella sabe que su destino, fijado por Dios, está en esa tierra lejana, que no tiene miedo de partir.
Pero detengámonos un momento a pensar. ¿Qué muchacha hoy estaría dispuesta a partir empeñando su vida y su futuro para unirse a un desconocido, aunque sea su pariente? ¿Qué muchacha moderna arriesgaría tanto sólo porque piensa que esa es la voluntad de Dios? Ella era una mujer valiente y de carácter. Pero también de fe. Hay un sugestivo paralelismo entre el llamado de Abraham y el de ella. Como ocurrió con su pariente ella sale de Harán para ir a la tierra de Canaán. Dios le dice a Abraham. «Sal de tu tierra». Ella responde. «Sí iré». 59–61. «Entonces dejaron ir a Rebeca su hermana, y a su nodriza, y al criado de Abraham y a sus hombres. Y bendijeron a Rebeca, y le dijeron: Hermana nuestra, sé madre de millares de millares, y posean tus descendientes la puerta de sus enemigos. Entonces se levantó Rebeca y sus doncellas, y montaron en los camellos, y siguieron al hombre; y el criado tomó a Rebeca, y se fue» no sin antes ser bendecida de una manera elocuente. Ellos pronuncian sin saberlo una palabra profética en la que resuena el eco de la promesa hecha por Dios a Abraham. 62–63. «Y venía Isaac del pozo del Viviente-que-me-ve; porque él habitaba en el Neguev. Y había salido Isaac a meditar al campo, a la hora de la tarde; y alzando sus ojos miró, y he aquí los camellos que venían.» Isaac ha salido a hablar con Dios al campo, porque meditar es buscar a Dios. En ninguna parte puede hacerse mejor que lejos de la compañía humana, en medio de la paz de la naturaleza. En el campo bulle una vida diferente, la vida de la creación que obedece en todo a su Creador. Allí se encuentra Dios y nosotros lo encontramos. Dios vino al encuentro de Moisés en la soledad del desierto y al encuentro de Jacob cuando estaba solo. Quizá Isaac pedía por el buen fin de la misión de Eliezer. 64–65 «Rebeca también alzó sus ojos, y vio a Isaac, y descendió del camello; porque había preguntado al criado: ¿Quién es este varón que viene por el campo hacia nosotros? Y el criado había respondido: Este es mi señor. Ella entonces tomó el velo, y se cubrió.» Cuando Rebeca ve la silueta de un hombre en la lejanía su intuición femenina le indica que podría ser el varón a quien ella está destinada y prontamente se baja del camello. Cuando se asegura de que es él cubre su rostro con el velo de novia, según la costumbre de su pueblo. Ella se sabe bella, pero no quiere asombrar a su novio con su belleza. (Nota 3). Otras cosas son más importantes. ¿No le habría preguntado ella a Eliezer en el camino cómo era Isaac? ¿No se había estado ella enamorando de su novio al escuchar de boca de Eliezer las cualidades que adornaban a Isaac? La Biblia dice poco acerca de Isaac, pero por lo que transpira el texto era un hombre de carácter noble y obediente a su padre. Pensemos tan sólo en el episodio de su sacrificio: el joven Isaac no ofreció resistencia alguna (Gn 22). 66–67.«"Entonces el criado contó a Isaac todo lo que había hecho. Y la trajo Isaac a la tienda de su madre Sara, y tomó a Rebeca por mujer y la amó; y se consoló I saac después de la muerte de su madre.» Isaac no vivía ya con su padre sino en otro lugar. Pero puede entenderse que al llegar Rebeca la lleva donde su padre, y la introduce a la
que había sido la tienda de su madre que ya había muerto. Y de inmediato se realiza el matrimonio a la usanza de ellos. El texto dice que Isaac la amó. ¿Cómo podría no amarla si ella tenía tantas cualidades? El suyo era un matrimonio hecho en el cielo. Dice que se consoló de la muerte de su madre. Es decir, Rebeca toma en su corazón el lugar que su madre había dejado vacío al irse. Dos mujeres dominan la vida del hombre, la madre y la esposa, y no deben ser rivales, sino complementarse, y no debería ser necesario que la madre muera para que la esposa ocupe plenamente en el corazón de su marido el lugar que le corresponde. Cuando la madre es sabia la esposa de su hijo la amará y respetará tanto como su hijo porque ella es un solo cuerpo con su marido He aquí las cualidades más saltantes de Rebeca, tal como se revelan en este capítulo. Ella es bella y sin embargo su belleza —como ocurre con tantas muchachas agraciadas— no la ha vuelto orgullosa ni distante. Al contrario es servicial: le ofrece a Eliezer más de lo que él le pide. Él pidió de beber para sí y ella le dice que dará de beber además a sus camellos. Eran diez, y tendrían «sed de camellos», es decir no poca. ¿Cuántas veces habría bajado ella al pozo a llenar su cántaro? Podemos suponer que también dio de beber a los siervos que venían con Eliezer. Ella es rápida en sus movimientos, no es lenta ni perezosa. En su manera de servir se muestra humilde. No se pavonea con las joyas que le regala Eliezer pero le ofrece sin mezquindad la hospitalidad de su casa paterna. Al oír el relato de cómo Eliezer trata de seguir la guía de Dios en su búsqueda de novia para el hijo de su amo, ella reconoce la intervención del Altísimo en esos hechos. Por eso ella no duda en seguir la invitación de Eliezer para acompañarlo. Ella se somete al consejo de Dios y no teme dejar padre y madre y hermanos para cumplirlo. ¡Ojalá fuéramos todos tan bien dispuestos!(9.5.04) Notas:
(1) A lo largo de su historia la descendencia de Jacob prevalecerá sobre la de Esaú, los llamados edomitas. Cuando se acerca la hora en que debía cumplirse el plan de salvación de Dios Edom prevalece sobre Israel porque un rey de esa estirpe (Herodes el Grande) ha usurpado el trono de David.
(2) Ese gesto, que tocaba las partes vitales del hombre, era entonces una forma solemne de hacer juramento
(3) El nombre de Rebeca significa: «la que tiende lazo», o «la que encadena al hombre», indicando que era de una belleza notable.
REBECA: NOVIA, ESPOSA Y MADRE, PARTE II Aunque los seres humanos somos imperfectos, dentro de nuestras cotidianas e inevitables limitaciones, Dios encontró en Rebeca a la mujer más adecuada para ser madre del padre de las doce tribus, esto es, de Jacob, y madre de dos pueblos que serían rivales...
(Génesis 25.20–34, 27, 28.5) 25. 20–21. «Y era Isaac de cuarenta años cuando tomó por mujer a Rebeca, hija de Betuel arameo de Padan-aram, hermana de Labán arameo. Y oró Isaac a Jehová por su mujer, que era estéril; y lo aceptó Jehová y concibió Rebeca su mujer.» En Isaac se repite lo ocurrido con su padre Abraham que toma por esposa a una mujer que era estéril. En la antigüedad la esterilidad era una deshonra para una mujer, mientras que su mayor honor era engendrar hijos. Para el marido la esterilidad de la mujer era peor que deshonra, pues significaba que su memoria y el de su linaje morirían con él ya que no dejaría hijos que los perpetúen. Isaac y Rebeca deben haberse dicho: ¿cómo se cumplirá la promesa de Dios a nuestro padre Abraham si nosotros no tenemos hijos? Pero confiados en que si Dios había dado a Sara un hijo a pesar de que ella era estéril, y eso a una edad muy avanzada, pensaron que bien podría Él dárselo también a Rebeca si clamaban. La oración de Isaac por su mujer debe haber sido una oración de fe basada en la experiencia de su propio nacimiento tardío. (Nota 1) 22–24. «Y los hijos luchaban dentro de ella; y dijo: Si es así, ¿para qué vivo yo? Y fue a consultar a Jehová; y le respondió Jehová: Dos naciones hay en tu seno, y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; el un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor. Cuando se cumplieron sus días para dar a luz, he aquí había gemelos en su vientre.» Por el favor de Dios Rebeca concibió, y no sólo uno sino dos hijos mellizos que luchaban en su seno, algo ciertamente inusual. La pelea le causaba un malestar tan grande que la vida se le hizo ingrata y deseó morir. ¡Cuánto había ella deseado durante los primeros veinte años de su matrimonio tener hijos para que ahora, cuando finalmente los tiene, y por partida doble, esos hijos tan deseados le sean motivo de sufrimiento! ¡Cuántas veces nos sucede lo mismo: deseamos algo ardientemente pero cuando lo poseemos nos decepciona y nos arrepentimos de haberlo deseado! Viéndose atribulada por su embarazo ella sale a buscar la voz de Dios. En respuesta Dios le habla bien claro y le predice el futuro de sus hijos. Ella sabe en adelante lo que debe esperar de ellos (2) La maternidad de Rebeca era penosa porque, de una manera misteriosa para ella y para nosotros, Dios estaba realizando sus propósitos a través de ella. Dos hijos llevaba en su vientre pero sólo uno sería el portador de la promesa de Dios a Abraham. La lucha que se llevaba a cabo en su vientre era un anuncio de la rivalidad que habría más tarde entre los dos hermanos y entre los descendientes de ambos, es decir, entre dos pueblos. Pero
era también una profecía velada de acontecimientos futuros. El conflicto que aflige a Rebeca no es una contienda cualquiera: Es un conflicto de alcance cósmico de profunda significación. Dos principios convivían en su seno y eran contrarios: el de la salvación y el de la perdición del mundo representados por Jacob y Esaú (3). 25–26. «Y salió el primero rubio, y era todo velludo como una pelliza; y llamaron su nombre Esaú. Después salió su hermano, trabada su mano al calcañar de Esaú; y fue llamado su nombre Jacob. Y era Isaac de edad de sesenta años cuando ella los dio a luz.» Y he aquí que Esaú sale primero, como si la causa de Satanás llevara la ventaja. Pero la causa de Dios no deja triunfar a la del diablo y a la larga vencerá. Eso es un símbolo de lo que con frecuencia ocurre en la tierra: la causa de Dios parece vencida de antemano, pero al final triunfa. La mano de Jacob en el calcañar de Esaú es señal de la lucha entre ambos por nacer primero (4). 27–28. «Y crecieron los niños, y Esaú fue diestro en la caza, hombre del campo; pero Jacob era varón quieto, que habitaba en tiendas. Y amó Isaac a Esaú, porque comía de su caza; mas Rebeca amaba a Jacob.» Los mellizos suelen ser, por lo general, muy cercanos el uno al otro y muy amigos porque tienen gustos y aficiones comunes. Este es un caso extremo de diferencia de temperamento y de enemistad. Esaú era cazador, amaba la acción violenta, mientras Jacob era tranquilo. Esaú era impulsivo, extrovertido; Jacob era calculador, introvertido. Uno era velludo, el otro, lampiño, y eso sólo es ya un signo elocuente de diferencia de temperamento. Esaú era del tipo de personas que suelen ser muy populares, simpáticos, atléticos, deportivos, amantes del aire libre, fuertes, sensuales, pero nada espirituales ni intelectuales. Esaú era de la tierra. Si en esa época hubiera habido encuestas de popularidad sin duda Esaú habría salido ganando. Isaac, que era posiblemente también tranquilo, apreciaba en Esaú las cualidades expansivas que a él le faltaban. (Nota 5) En cambio Rebeca prefería a Jacob. Las madres suelen preferir a los hijos dóciles, sobre todo cuando ellas tienen carácter fuerte; los padres prefieren a los aguerridos. Por contraste de carácter Jacob estaba más apegado a su madre mientras que Esaú lo estaba a su padre. Pero hay una razón especial por la cual Rebeca amaba a Jacob. Dice que Jacob habitaba en tiendas, esto es, permanecía en la casa paterna junto a su madre (6). Había entre ella y su hijo una relación estrecha que no existía con el otro, que era amante del campo abierto y de la aventura, y seguramente era de carácter brusco, independiente y poco afectuoso, mientras que Jacob sí era lo último(7). Lo cierto es que las miras de Esaú eran muy diferentes a las de Jacob. Él tenía sus ojos puestos en lo material, en las satisfacciones sensuales; era un vividor, amante de la buena mesa, del deporte. ¿Sería Jacob más espiritual? Su nombre quiere decir suplantador y los capítulos siguientes lo muestran como tramposo y calculador. Era astuto donde su hermano prefería el uso de la fuerza. A la larga la astucia triunfa sobre la fuerza ciega. Pero si su madre prefería a Jacob era sin duda también porque era más sensible, más dado a lo espiritual y, ¿por qué no?, a causa de la profecía que había recibido. Él debe haber escuchado narrar a su padre la promesa que Dios le había hecho a su abuelo, y
también a su madre la palabra del Señor que ella había recibido cuando él estaba en su seno. ¿Por qué no pensar que él haya deseado fervientemente que la promesa a Abraham se cumpliera a través de él y no de su tosco hermano, tanto más si su madre había recibido de Dios una palabra que lo respaldaba y que, como consecuencia, entre madre e hijo se hubiera establecido una complicidad secreta para lograr ese objetivo? En todo caso pronto tendría oportunidad, que no desaprovechó, para obtener que Esaú le cediera el derecho a la primogenitura. 29–34. «Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado, dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto fue llamado su nombre Edom. Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura. Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura? Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él le juro, y vendió a Jacob su primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura:» Jacob ve en el hambre de Esaú una ocasión favorable para sus propósitos y no la desperdicia. Pero si él sabía que él estaría algún día sobre su hermano y que eso implicaba la primogenitura ¿por qué no esperó que Dios se la diera y se tomó en cambio la libertad de cogerla por propia iniciativa? Simplemente porque no sabía cómo Dios actúa y por falta de confianza en él. Pagará muy caro su error. Pero no seamos demasiado severos con él. ¿Quién había ahí para enseñarle cómo Dios obra? Durante los años y las peripecias que vendrían después él iba a aprenderlo y —he ahí lo importante— nosotros lo aprendemos a través de él. Esas cosas sucedieron y fueron escritas como ejemplo para nosotros, recalca Pablo (Ro 15.4; 1Co 10.6). Nótese que Esaú seguramente no ignoraba lo que encerraba la promesa dada a Abraham y que se transmitiría a los primogénitos: ser padre de multitudes y ser bendición para todos los habitantes de la tierra. Pero eso a Esaú no le interesa porque él —en sus propias palabras— algún día va a morir y ¿de qué le sirve lo que él no va a ver? Es decir ¿de qué le sirve lo que él no va a gozar personalmente? Él no tiene reparos en desprenderse de lo que no le atraía y en sellar su renuncia con un juramento. Le importaba tan poco que la Escritura dice que después de comer y beber «se levantó y se fue». No sabía lo que dejaba detrás. A Esaú sólo le interesa lo material, concreto, lo que se puede ver y tocar. Para ver en el futuro se requieren los ojos de la fe y él no los tenía. Pero Rebeca sí. Aunque en su preferencia por el hijo menor hubiera un elemento de puro afecto humano, como es tan común cuando hay afinidades de temperamento, ella debe haber sido consciente de que había un propósito de Dios en la irreflexiva cesión de sus derechos, hecha por Esaú, coincidiendo con lo que a ella le había sido anunciado. Capítulo 27.1–29. (El lector haría bien en leer este pasaje, que por falta de espacio no puedo reproducir y en el que se cuenta con lujo de detalles cómo Isaac fue engañado). Por el motivo señalado arriba, lo ocurrido con el plato de lentejas contó sin duda con la aprobación de Rebeca, porque cuando ella se enteró de que su esposo Isaac se
preparaba para transferir su herencia de la bendición de Abraham a Esaú, concibió rápidamente un plan para que la cesión que Esaú había hecho a Jacob de su primogenitura le fuera confirmada por su padre, de ser necesario mediante un engaño. Aquí vemos el lado humano de Rebeca. Ella en ese momento de la vida —ya debía haber pasado los sesenta años— se siente más ligada a su hijo preferido que a su marido, porque con tal de favorecer a ese hijo no teme engañar a su esposo. A lo largo de la vida el amor entre los esposos se enfría si el marido no cultiva el cariño de su mujer, y los hijos ocupan su lugar en el corazón de ella. Llega un momento en que la mujer es más madre que esposa; el hijo de sus entrañas pesa en su afecto más que el marido que lo engendró. ¿Tiene que ser siempre así? En muchas sociedades y culturas antiguas el fuerte patriarcado está compensado por el influjo de la madre en el hogar, por un matriarcado más sutil pero de influencia más penetrante. La madre tiene a veces más influencia en los hijos que el padre. Cuando eso sucede dice mucho acerca del carácter de la madre. Rebeca, astuta como suele serlo toda mujer instintiva —que las mujeres me perdonen— concibe un plan audaz para que Jacob suplante a Esaú ante su marido y trama una estratagema que Jacob temeroso por sí solo nunca se habría atrevido a llevar a cabo (v.11–12). Ella tiene autoridad sobre su hijo: «Obedéceme, yo sé lo que hago». En su arrojo ella está dispuesta a asumir la maldición que pudiera recaer sobre su hijo si Isaac descubre el engaño. (8) Ella no sólo prepara el guiso de la manera cómo le gusta a Isaac, sino que toma los vestidos de Esaú y se los pone a Jacob, y cubre sus manos, brazos y cuello lampiños con la piel del cabrito. Pese a sus insistentes sospechas Isaac se deja engañar por su hijo. ¿Puede Dios aprobar el engaño? ¿Refrendará Dios la bendición conferida por Isaac a pesar de que se obtuvo mediante un fraude? La frase de Jesús: «lo que atares en la tierra será atado en el cielo» ¿se aplicaría a este caso? Sea como fuese Dios se vale de los actos humanos, aun de los injustos para sus propósitos, y refrenda a veces sus consecuencias, porque en su conocimiento previo de todas las cosas, él ha previsto lo que haría el hombre. Y se vale de ello. Así es como muchas injusticias y crímenes han hecho adelantar el plan de Dios. De hecho, como bien sabemos, el más grande de los crímenes fue utilizado por Dios para llevar a cabo el mayor de sus propósitos, la salvación del género humano. Y así como la traición de Judas fue parte de su plan, el engaño concebido por Rebeca formó parte del proyecto de largo alcance de Dios, de forjar un pueblo que sería la cuna humana de su Hijo (9). Rebeca ama al hijo de la promesa. ¿Cuántos hijos de la promesa hay en Génesis? Dos: Isaac y Jacob. Pero Jacob es hijo de una promesa de otro orden, dada a ella personalmente, no a Isaac. Isaac no parece haber hecho mucho caso de la promesa hecha a su mujer porque estuvo dispuesto a traspasar los derechos a la bendición de Abraham a Esaú sin recordar las palabras dichas a Rebeca. Quizá no creía mucho en ellas. y prefirió seguir la costumbre —el heredero es el mayor— y los dictados de su
corazón. Curiosa ironía: el hijo de la promesa que fue Isaac no se cuida del hijo, también de promesa, que él tuvo. 27.41–28.5. Pero Rebeca tuvo que pagar caro por el engaño. Cuando ella se enteró de que Esaú quería vengarse de Jacob y se proponía matarlo cuando su padre muriera, no le quedó otro remedio que convencer a Jacob que huyera donde los parientes de ella que estaban en Harán y se quedara ahí hasta que el enojo de Esaú pase (v.41–44). (Nota 10). En esta ocasión ella le dice nuevamente a Jacob: «Obedece a mi voz». Pero ella sola no puede enviar a su hijo donde sus parientes sin la autorización de su marido. Bajo el régimen patriarcal que prevalece entonces, en que el padre domina la vida familiar, sólo él padre puede autorizar al hijo a irse. 46. Entonces ella recurre una vez más a la astucia. Finge estar muy molesta (aunque quizá no finge, sólo exagera su fastidio) por el hecho de que Esaú haya tomado como esposas a dos hijas de Het, y le sugiere a su marido enviar a Jacob donde sus parientes para conseguir mujer, tal como él, Isaac, había recibido de allá a Rebeca. Isaac accedió al consejo de su esposa y mandó a Jacob donde sus parientes con el consejo expreso de no tomar mujer de los hijos de Canaán (28.1). Isaac despide a su hijo consciente de que es la bendición de Abraham la que él le transfiere (28. 3–4). Sin embargo, para Rebeca tener que enviar al hijo amado tan lejos era privarse de su compañía por mucho tiempo. En verdad ella pierde de un golpe a sus dos hijos: A uno porque se va, y al otro, porque seguramente nunca le perdonaría lo que ella le había hecho. Notemos que ella amaba también a Esaú, que también era su hijo, pues dice: «¿Por qué seré privada de ambos en un mismo día?» (27.45). En verdad ella nunca volvió a ver Jacob porque cuando él regresa finalmente después de más de catorce años de ausencia, a ella no se le menciona, signo seguro de que ya no vivía. Concluyamos estas reflexiones diciendo que Rebeca, novia, esposa y madre, con sus virtudes y defectos tan humanos, fue un eslabón precioso y no pequeño en los planes de Dios para su pueblo y para la salvación del mundo.(16.05.04) Notas
(1) Este es el segundo caso en la Biblia en que se ore por una deficiencia o dolencia física y hay sanidad. El primero está en Gn 20.17.
(2) No se nos dice cómo consultó Rebeca al Señor. Se han tejido muchas conjeturas al respecto. Es posible que ella fuera donde un vidente o profeta, como había entonces incluso entre los pueblos paganos, a los que la gente acudía en busca de orientación sobre el presente o sobre el porvenir, tal como la gente hace ahora. No es imposible tampoco que hubiera entonces siervos del Dios verdadero a quienes Dios transmitía su palabra («Vino palabra de Dios a....»), al lado de otros con el mismo género de dones, pero que no estaban en o con Dios, sino con el demonio, y que éste los utilizara, igual que hace hoy, para engañar y desviar a la gente. Algunos han especulado que pudo haber ido donde Melquisedec, pero eso es muy aventurado.
(3) En Isaac se reproduce lo ocurrido a su padre, que tuvo también dos hijos — aunque de madres diferentes— que serían enemigos, ellos y su descendencia (Gn 16.11,12; 21.8–10).
(4) Isaac tiene a su primogénito también a edad avanzada, aunque no tanta como su padre Abraham (Gn 21.5).
(5) Pero es interesante observar que los tipos simpáticos y extrovertidos como Esaú no son lo que suelen jugar un papel preponderante en la historia sino los menos populares porque son más profundos. En este caso, en efecto, él pronto desaparece del libro del Génesis, mientras que Jacob ocupa muchas de sus páginas.
(6) Siendo pastores Isaac y su familia no tenían casa fija. Eran nómadas que plantaban sus tiendas donde encontraban pasto.
(7) En el siguiente capítulo nos enteramos de que las esposas que tomó Esaú entre las mujeres de los habitantes de Canaán eran causa de amargura para sus padres (Gn 26.35). ¿Por qué motivo? No se dice ni explica, pero podría ser a causa de su carácter, o porque fueran idólatras o, por lo menos, de hábitos de vida distintos. Es un hecho que las esposas de los hijos o viceversa, los maridos de las hijas, pueden ser causa de satisfacción y alegría para los padres, como también de sufrimiento y preocupación.
(8) Nótese que aunque Isaac descubre el engaño él no maldice a su hijo. Quizá piense que había algo de justicia en el hecho de que fuera él y no Esaú el que recibiera la bendición de Abraham. De hecho Esaú al haber tomado esposas cananeas e idólatras se descalificaba automáticamente. Quizá tardíamente recordó también que la primogenitura había sido prometida a Jacob antes de que naciera. También es cierto que no podía maldecir a quien ya había bendecido: «Yo le bendije y será bendito» (27.33). Pero el engaño cometido por Jacob y su madre no deja por eso de tener malas consecuencias para ambos.
(9) El fraude perpetrado por Jacob con el apoyo de Rebeca es muy censurable en términos de la ética cristiana. Pero nosotros no podemos trasladar sin más la moral de tiempos posteriores a esos tiempos en que la moral no estaba muy avanzada. No podemos juzgar los actos y personajes del pasado con los ojos del presente porque la revelación de que ellos disponían estaba recién en sus comienzos.
(10) Esaú pospone sus deseos de venganza hasta la muerte de su padre, respetando sus canas, algo que los hermanos de José no hicieron.
Rebeca, mientras somos solteras...
Génesis
24:15
–
27:46
El relato bíblico de Rebeca nos muestra diferentes etapas que una mujer puede vivir y como se desenvuelve en cada una de ellas. Ella fue un personaje bíblico complejo; donde se aprecia a una mujer servicial pero por otra parte maquinadora. A continuación veremos quien era ella… Rebeca era la hija de Betuel, esposa de Isaac (Gén. 24:67), madre de Jacob y Esaú (Gén. 25:25-26). Se le presenta como una hermosa virgen servicial y hospitalaria con los extranjeros. En obediencia a la voluntad de Dios, dejó su casa para convertirse en esposa de Isaac. Se convirtió en el consuelo de Isaac después de la muerte de Sara. Al igual que su suegra Sara, tuvo dificultad para quedar embarazada. El Señor le concedió la petición de tener hijos y le regaló gemelos; Jacob y Esaú. Luego de tener a sus niños, Rebeca mostró favoritismo hacia Jacob. La Biblia nos muestra como ella tramó un plan en el cual engaño a su esposo Isaac con el fin de favorecer a Jacob. De cada una de las etapas de Rebeca, podemos desprender aspectos positivos y negativos que pueden ser de gran enseñanza en nuestras vidas.
Soltería
de
Rebeca:
Relato
bíblico
en
Génesis
24:1-67
Abraham decidió buscarle una esposa a su hijo Isaac y quería que fuese de la tierra donde él había vivido originalmente, no de los pueblos paganos de Canaán. Ante esto, él envió un criado de confianza para encontrar la esposa a Isaac. Cuando el criado llegó a la ciudad de Nacor, fue junto a un pozo de agua, en la hora en la que salí an las doncellas por agua. Estando en el pozo, el criado le oró a Dios que tuviese misericordia de Abraham y le dijo: “Sea, pues, que la doncella a quien yo dijere: Baja tu cántaro, te ruego, para que yo beba, y ella respondiere: Bebe, y también daré de beber a tus camellos; que sea ésta la que tú has destinado para tu siervo Isaac; y en esto conoceré que habrás hecho misericordia con mi señor”Génesis 24:14. Luego… “Y aconteció que antes que él acabase de hablar, he aquí Rebeca, que había
nacido a Betuel, hijo de Milca mujer de Nacor hermano de Abraham, la cual salía con su cántaro sobre su hombro. Y la doncella era de aspecto muy hermoso, virgen, a la que varón no había conocido; la cual descendió a la fuente, y llenó su cántaro, y se volvía. Entonces el criado corrió hacia ella, y dijo: Te ruego que me des a beber un poco de agua de tu cántaro. Ella respondió: Bebe, señor mío; y se dio prisa a bajar su cántaro sobre su mano, y le dio a beber. Y cuando acabó de darle de beber, dijo: También para tus camellos sacaré agua, hasta que acaben de beber. Y se dio prisa, y vació su cántaro en la pila, y corrió otra vez al pozo para sacar agua, y sacó para todos sus camellos. Y el hombre estaba maravillado de ella, callando, para saber si Jehová había prosperado su viaje, o no” Génesis 24:15-21. Podemos apreciar en Génesis 24:21, cómo Rebeca fue observada por el siervo de Abraham. Rebeca, mostró cualidades que causaron iración en el siervo. Ella actuó de manera natural, hizo lo que tenía que hacer y lo hizo bien. El relato bíblico nos muestra a una doncella hospitalaria, respetuosa y abnegada. Sin embargo, ella desconocía que éste hombre iba a ser el medio que Dios iba a utilizar para proveerle un marido (Isaac). Su buen testimonio fue de bendición a su vida. La Biblia nos presenta que después del criado interactuar con Rebeca, él le explicó a la familia de ella el propósito de su viaje y manifestó su deseo de llevarla a ser la esposa de Isaac. Rebeca y su familia accedieron a la petición y ella emprendió un largo viajo con el criado de Abraham. Al llegar a la región donde estaba Isaac, ella tomó un velo y se cubrió la cara. El cubrirse con el velo era un signo de castidad, modestia y sumisión. Luego de que el mayordomo le contara a Isaac todos los detalles del viaje, Isaac llevó a Rebeca a la tienda de campaña de su madre Sara, y se casó con ella. Así fue como Rebeca llegó a ser su esposa, y él la amó mucho. A través de este capítulo de la Biblia podemos valorar grandes virtudes de Rebeca. Ella sirvió a una persona que desconocía (criado) y lo hizo con esmero y dedicación. En adicción, tuvo la valentía de dar agua a los 10 camellos del extranjero. En ciertas circunstancias, los camellos pueden ir hasta 50 días sin agua, sin embargo, cuando tienen la sensación de su privación se vuelven animales peligrosos. Cuando los camellos perciben que hay agua, luchan y se pisotean unos a otros para llegar al agua. Esto nos demuestra, que Rebeca fue una mujer valiente y esforzada, dar agua a 10 camellos sedientos no es una tarea fácil. La generosidad de Rebeca en aquel pozo de agua dio comienzo a una nueva etapa de su vida. Aquel acto de bondad, provocó que el siervo le diera obsequios a ella y a su familia, y sobre todo un compañero. Por sus virtudes, fue elegida para ser la esposa del hijo de la promesa de Abraham y Sara. Rebeca nos demostró que estuvo dispuesta a dejar todo lo que conocía para hacer la voluntad de Dios. Su acto es un ejemplo de lo que la Palabra nos indica en Génesis 2:24: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. Ella dejó a su padre y madre y fue junto a su futuro esposo Isaac. Podemos aprender mucho de esta etapa de la vida de Rebeca. Si somos solteras, enfoquémonos en buscar a Dios y su justicia. Esto implica hacer la voluntad de Él
primero y todo lo que a Él le agrada. Sirvamos a nuestro prójimo con amor y esmero. Tengamos presente que siempre somos observadas. Tal vez ella jamás pensó que el criado iba a ser el medio que Dios iba a utilizar para proveerle un marido, de la misma manera podría suceder con nosotras. Mientras tanto guardemos nuestro testimonio como un tesoro. El día que Dios provea un hombre como lo hizo con Rebeca, tengamos presente que tenemos que dejar a nuestra familia y tal vez otras comodidades para unirnos a nuestro esposo. ¡Aprendamos de Rebeca!
Rebeca y su vida familiar TEXTO BASE: “Y los hijos luchaban dentro de ella; y dijo: Si es así, ¿para qué vivo yo? Y fue a consultar a Jehová, le respondió Jehová: Dos naciones hay en tu seno, Y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; El un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, Y el mayor servirá al menor”. Génesis 25:22-23 Como se nos muestra en el relato bíblico el encuentro entre Isaac y Rebeca, fue un encuentro que generó un profundo amor, (Génesis 24:67: “Y la trajo Isaac a la tienda de su madre Sara, y tomó a Rebeca por mujer, y la amó; y se consoló Isaac después de la muerte de su madre”). Cuando Isaac se casó con Rebeca, éste tenía cuarenta años, si bien no era un anciano, si era un hombre mayor para no haberse casado antes. Podemos concluir que él estaba esperando en el Señor el tiempo y la mujer adecuada, para que las promesas de Dios se cumplieran. Rebeca cumplío con todas sus expectativas, llenó todos sus requisitos. Especialmente que era una mujer temerosa y obediente a Dios, quien no dudo en dejar todo lo que siempre había conocido para hacer la voluntad de Dios. Génesis 24:58 “Y llamaron a Rebeca, y le dijeron: ¿Irás tú con este varón? Y ella respondió: Sí, iré”. Pasaron los años y el amor de ésta pareja estaba firme y fundamentado en Dios. Sin embargo, había una circunstancia dolorosa para ellos, Rebeca era estéril. Isaac quien amaba a su esposa, hizo lo que todo hombre de Dios, sacerdote de su casa y cabeza de la mujer debe hacer cada día: orar a Dios por las necesidades de su familia. En este caso, por la necesidad específica de Rebeca; Génesis 25:21 nos indica: “Y oró Isaac a Jehová por su mujer, que era estéril; y lo aceptó Jehová, y concibió Rebeca su mujer”. Isaac sabía a quién debía acudir y en quién podía confiar para hacer el milagro de dar vida; en medio de la esterilidad de su mujer. Seguramente él mismo conocía por la boca de sus padres, su propia historia; cómo el Dios viviente le había hecho una promesa a sus padres en el ocaso de sus vidas y como él era el cumplimiento vivo de esa promesa. Así Isaac oró por su mujer, cómo un esposo amoroso y compasivo, y el Señor escuchó su oración. En Génesis 25:26 la Palabra nos presenta: “… Y era Isaac de edad de sesenta años cuando ella los dio a luz”. Dios da y añade, y en vez de un hijo les dio dos (gemelos). Isaac tenía sesenta años, lo que quiere decir que pasaron veinte años entre el tiempo de
su casamiento y el tiempo en que fueron padres. Isaac amaba a Rebeca sacrificialmente, como Dios ordena al hombre a amar a su esposa. Él espero con ella el cumplimiento de las promesas de Dios. Isaac no la abandonó, deshechó, humilló ni la menosprecio, y sin lugar a dudas esta actitud compasiva de parte de él, hizo que Rebeca le amara aún más. Desde el vientre de su madre, los niños manifestaban la clase de conflicto que iban a vivir en un futuro, tanto que Rebeca deseó morir antes que seguir viviendo esa lucha. Así quedó manifestado en Génesis 25: 22: “Y los hijos luchaban dentro de ella; y dijo: Si es así, ¿para qué vivo yo? Y fue a consultar a Jehová”. Rebeca sabía al igual que su esposo de que Dios era su fortaleza, su consuelo y quien en su total soberanía y voluntad le había permitido concebir, entonces fue a consultarle. En el versículo 23, la Biblia nos expone: “y le respondió Jehová: Dos naciones hay en tu seno, Y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; El un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, Y el mayor servirá al menor”. Nacieron los niños y como vimos anteriormente la lucha entre ellos quedó manifestada desde el mismo momento de su nacimiento (versículos 25 y 26). Las diferencias entre ellos eran claramente notorias, no solo físicamente sino en su carácter y sus habilidades. Esaú era rubio y velludo y siendo el primero en nacer, se le otorgaba el derecho de la primogenitura y todo lo que esto conllevaba. Jacob por el contrario, fue el segundo en nacer, y lo hizo pegado al calcañar de su hermano. De allí surge su nombre, cuyo significado entre otros es “suplantador”. Más adelante, en los versículos 27-28, la Biblia nos dice: “Y crecieron los niños, y Esaú fue diestro en la caza, hombre del campo; pero Jacob era varón quieto, que habitaba en tiendas. Y amó Isaac a Esaú, porque comía de su caza; mas Rebeca amaba a Jacob”. Vemos como también en las características de su temperamento, habilidades e intereses ellos fueron diametralmente opuestos; mientras que Esaú era rudo y fuerte, Jacob era tranquilo y sosegado. Estas diferencias hicieron que cada uno de sus padres tomará partido a favor de uno de ellos. Isaac amó a Esaú y Rebeca a Jacob. Las pregunta son: ¿Cómo un padre puede amar más a uno de sus hijos que al otro? ¿Acaso no están los dos hijos en igualdad de condiciones, amor y cariño? ¿No son ambos fruto del amor de sus padres? ¿No son los dos en este caso, el cumplimiento de la promesa de Dios? Y la respuesta es que no deben, pero hay casos como el que nos relata la Biblia que no son casos aislados o único. No obstante, no es lo normal o lo correcto delante de los ojos de Dios. En condiciones normales los padres deben amar a todos sus hijos de la misma manera; con la misma intensidad. Se debe proporcionar a todos sus hijos el mismo ambiente y se debe proveer para todas sus necesidades en igualdad de condiciones. Los padres no deben bajo ninguna circunstancia mostrar favoritismo por alguno de ellos, sin depender de sus intereses, preferencias o afinidades. Todos los hijos deben ser tratados bajo los mismos parámetros de disciplina y amor.
Detengámonos un momento en la situación de esta familia, por años Isaac y Rebeca habían estado esperando que el Señor escuchara su oración y les permitiera tener descendencia. Isaac había escuchado la promesa que Dios le había hecho a su padre Abraham de que su descendencia sería tan numerosa como la arena del mar; necesariamente el siendo su hijo, debería participar en el cumplimiento de ella. Por otra parte, Rebeca anhelaba ser madre como la mayoría de las mujeres anhelan llegar a serlo algún día. Su oración por fin fue atendida; cuando Dios en su soberanía lo concedió y tuvieron hijos gemelos. Pero siendo ellos personas temerosas de Dios, y siendo él un hombre amador de su esposa y ella una mujer respetuosa de su marido, con todo y eso se equivocaron como padres. El hecho de mostrar favoritismo por uno u otro, generó una grave tensión familiar que creó una rivalidad innecesaria y dolorosa entre los hermanos. Esto ocasionó un conflicto que desencadenó graves consecuencias para todos. Lo que los padres deben hacer es guiarse por el consejo de Dios a través de su palabra. Proverbios 22:6 nos declara: “Instruye al niño en su camino…”, estudiemos esta frase en su idioma original. La palabra “instruye” en el hebreo, es la palabra Chanakh que se usa para referirse a: la encía, al paladar, los jinetes utilizan un puente, cuando hala el freno, este se mete en la boca del caballo haciendo que este sienta dolor en el paladar y obedezca la orden del jinete y vaya en la dirección que este le da. Cuando la biblia dice en Proverbio 22:6, “instruye al niño”, nos está diciendo dale dirección a tu hijo, marca su rumbo, edúcalo, entrénalo, prepáralo para la vida. Esta tarea debe ser exclusivamente de los padres, no la podemos delegar a nadie, es nuestra responsabilidad. Pero sigamos en el versículo, La palabra “niño” en el hebreo se refiere a una persona desde la infancia hasta aproximadamente los 17-18 años de edad; educar desde que nacen hasta que están en la adolescencia, es decir hasta que tenemos control de ellos, mientras están en la casa. Los muchachos reflejan la educación de la casa, cómo los padres son. Por ejemplo, materialistas, inmorales, superficiales, orgullosos, así serán muchas veces nuestros hijos. El carácter es transferido y manifestado en los hijos la mayor parte del tiempo, de acuerdo a lo que recibieron de sus padres. Siguiendo con el texto, la palabra “en” significa “de acuerdo a” y la palabra “camino” significa “característica”. Es decir, ésta frase literalmente significa dale dirección al niño de acuerdo a su carácter (el del niño); no a nuestro carácter, a nuestra idea, a nuestro forma o plan. No podemos forzar al niño a ser cómo nosotros somos, sino de acuerdo al camino que Dios tiene para ese niño. Nuestra responsabilidad es descubrir ese camino y conocer el carácter individual para poder moldearlos en su educación. Como padres no podemos tratar a cada uno de nuestros hijos de la misma manera, ni educarlos de la misma forma, pero si debemos amarlos y considerarlos con el mismo amor. Lo que tenemos que hacer es pedirle a Dios la sabiduría suya para educarlos, respetando sus particularidades, y adaptar los mismos principios bíblicos a cada niño de acuerdo a su temperamento. Padre pida sabiduría y se le dará (“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” Santiago 1:5).
Muchos de los conflictos entre los hermanos son generados por ignorancia del principio mencionado. Los padres intentan que todos sus hijos sean iguales, los comparan unos con otros, menosprecian a uno y exaltan al otro, consienten al menor o a la niña, o prefieren al niño porque es el varón. En fin pueden ser tantas las consideraciones que una madre o un padre pueden tener para hacer de un hijo su preferido, pero cualquiera que sea la razón, ésta no tiene ninguna justificación. La diferencia y la inclinación que Isaac tenía hacia Esaú y de la misma manera la inclinación que Rebeca tenía hacia Jacob, fue provocada porque cada uno de ellos tenía ciertas características con las cuales el uno o el otro sentían más afinidad. Al final Rebeca, ideó un plan para lograr que su hijo “predilecto y protegido”, lograra la bendición que por ley natural le correspondía a su hijo mayor Esaú. Isaac conocía el plan de Dios, pero a pesar de ese conocimiento y siguiendo la tradición, él iba a darle a Esaú su bendición porque esté era su hijo preferido. Por su parte, Rebeca también tenía la revelación de Dios de que el menor serviría al mayor, y tal vez pensó que de alguna manera ella tenía que “ayudar a Dios”. Con astucia y perspicacia, (características de la mujer que mal aprovechadas pueden generar graves problemas), pensó en todo lo necesario para llevar a cabo su idea y lograr su cometido. Como vemos en Génesis 27:1-17, en el versículo 1: “Aconteció que cuando Isaac envejeció, y sus ojos se oscurecieron quedando sin vista…”, Rebeca se aprovechó descarada y tristemente de la situación de su esposo y de su incapacidad para ver correctamente. Este hecho en sí mismo es muy bajo, sacar ventaja a favor de su hijo preferido a expensas de su marido casi ciego; esta acción, habla muy mal de ella. Rebeca usufructo la autoridad de su esposo como cabeza del hogar y quizo tomar la autoridad y el destino de su familia. Cada vez que una mujer intenta esto, siempre acarreara las consecuencias. Estas consecuencias, no solamente le afectarán a ella sino a toda su familia; porque el orden y el diseño original de Dios no puede ser alterado sin funestas consecuencias. Aunque Rebeca logró su cometido, lo que precedió fue realmente doloroso. Esto provocó la separación de su familia: discordia y el odio entre sus hijos y el destierro de éstos, y el dolor y la soledad de ellos como padres, dolor mucho dolor. Ella debió haber hablado con su esposo, dejarle saber sus inquietudes y sentimientos y someterse a la voluntad de su esposo; quien correcta o incorrectamente era el único que tenía el derecho dado por Dios para hacerlo. En los versículos 41-45 leemos: “Y aborreció Esaú a Jacob por la bendición con que su padre le había bendecido, y dijo en su corazón: Llegarán los días del luto de mi padre, y yo mataré a mi hermano Jacob. Y fueron dichas a Rebeca las palabras de Esaú su hijo mayor; y ella envió y llamó a Jacob su hijo menor, y le dijo: He aquí, Esaú tu hermano se consuela acerca de ti con la idea de matarte. Ahora pues, hijo mío, obedece a mi voz; levántate y huye a casa de Labán mi hermano en Harán, y mora con él algunos días, hasta que el enojo de tu hermano se mitigue; hasta que se aplaque la ira de tu hermano contra ti, y olvide lo que le has hecho; yo enviaré entonces, y te traeré de allá. ¿Por qué seré privada de vosotros ambos en un día?”.
Pasaron muchos años y con ellos muchos acontecimientos antes de que estos dos hermanos se encontraran de nuevo, cara a cara. Se perdieron muchos momentos juntos, que hubiesen podido vivir felices y en hermandad. Cada uno hizo su vida lejos del otro, nunca pudieron compartir sus tristezas y alegrías. Nunca más pudieron disfrutar de una cena en familia, hablando hasta tarde y confiándose sus más íntimas cosas, fueron tantos abrazos sin recibir, tantos besos que se quedaron sin dar, tantos sentimientos amarrados en el corazón…. Padre y madre sean sabios, amen a sus hijos y fomenten el amor fraternal entre ellos. No promueva y sea el causante de conflictos y odios entre ellos. Antes bien, cuando un conflicto surja sea el mediador; llévelos a que resuelvan con prontitud y diligencia sus diferencias. Enséñeles que por encima de todo, amen a Dios y se amen el uno al otro como es agradable a Dios. Instrúyales en el temor de Dios. Recuerde que las actitudes buenas y malas, que ellos observan en nosotros las imitaran. Ellos aprenderán los comportamientos correctos cómo los incorrectos, sean sabios. ¡Dios les bendiga! http://www.mujereshacendosas.org/mujeres-de-la-biblia/category/rebeca l nombre Rebeca significa “atada”, “sujeta”. Los comentaristas dicen que se requirió de un gran esfuerzo el darle agua a 10 camellos que venían de un viaje tan largo. Pero a Rebeca no le importó, porque ella era generosa y hospitalaria. Considerando que un camello puede beber hasta 20 galones (75.5 litros), dar de beber a
10 camellos significaba por lo menos una hora de trabajo duro. Un camello puede almacenar unos 200 litros (54 galones) de agua. Los recipientes que se usaban en esa época contenían unos 10 litros (2,5 galones). En el caso de que los 10 camellos estaban vacíos necesitarían unos 2000 litros (540 galones) de agua. Esto significa que Rebeca tuvo que correr unas 200 veces entre el pozo y el abrevadero. Incluso si los camellos estaban a la mitad o a tres cuartos de su capacidad, lo que hizo Rebeca consistía en un esfuerzo enorme como mencionamos. Esta actitud de amor incondicional a un extranjero le capacitó para ser la esposa de Isaac.
El siervo de Abraham tenía una misión complicada, encontrar esposa para Isaac, un joven rico, único heredero de su padre, la promesa de Dios. Los requisitos eran que la futura esposa de Isaac fuese una mujer de la misma fe, claro que esto incluye cualidades como: trabajadora, fuerte, piadosa y un corazón dispuesto a servir. Rebeca era una encantadora mujer soltera y tenía grandes cualidades que llamaban la atención de Dios. Era virgen, se mantuvo pura esperando al hombre que Dios tenía preparado para ella y no estaba afligida ni andaba lloriqueando por los rincones porque estaba soltera, o insinuándose a los hombres. En lugar de eso era muy dedicada, hospitalaria, atenta y le encantaba servir a todos. El día de su bendición estaba cerca, pero Rebeca necesitaba pasar por una prueba de fuego. Ella no sabía nada, mas su actitud haría la diferencia. Estaba a punto de cosechar todo lo que había sembrado. Llegando el viejo Eleazar, criado de Abraham, cansado de su largo viaje, pidió agua a Rebeca, como siempre graciosa y servicial, enseguida le dio agua y también a sus camellos, demostrando una vez más su corazón de sierva. Esta actitud le hizo alcanzar la bendición. Fíjate en el detalle: ella le servió sin segundas intenciones, pues no sabía quien era ni cuál era su propósito. Ella creyó que esto venía de Dios y su fe la hizo dejar todo para ir al encuentro de su prometido. ¿Ya pensaste que tu prometido podría no estar en la misma ciudad que tú? Tal vez vive en otro estado o incluso en otro país. ¿Te sientes desanimada porque no ves a nadie que podría ser tu otra mitad? Confía en Dios, Él hace cosas sorprendentes. Pero, ¿qué estás haciendo para ser bendecida en tu vida sentimental? Pon atención a los siguientes consejos: *¿Estás buscando marido actuando como una mujer del mundo, o será que has buscado adquirir cualidades que de verdad van a atraer al hombre de Dios, como las que tenía Rebeca? *Nunca llames la atención de una manera equivocada, queriendo seducir con la mirada o exhibiendo tu cuerpo, debes ser graciosa y discreta. * Si tu corazón está ansioso y desesperado, es posible que hayas tomado actitudes precipitadas y te hayas equivocado una y otra vez. *Tal vez te has preocupado mucho con tu belleza para conseguir marido, mas no te olvides que lo más importante es el carácter, tu relación con Dios, el hombre de Dios necesita una mujer de Dios, no solamente un rostro bonito.
*Algo muy importante, debes buscar a alguien de la misma fe, casarse con un incrédulo puede traer infelicidad y sufrimiento para tu vida, mucho cuidado a la hora de elegir. Mejor dejar a Dios escoger, ¿verdad? Él nunca se equivoca. *Si tu sueño es hacer la obra de Dios en el altar, cuida del pueblo, ama a las almas, ten intimidad con Dios y Él cuidará de cada detalle de tu vida. * Sé sincera, nunca hagas las cosas con segundas intenciones, para recibir algo a cambio, sino que hazlas porque de verdad tienes un corazón dispuesto a servir, Dios conoce la intención de nuestro corazón.
Rebeca Rebeca (el árameo ‘cuerda con lazo para atar animales jóvenes’ del vocablo rabaqa, atar firmemente’). Mujer de Isaac, hija de Betuel, sobrino de Abraham (Gn. 22.23). El relato de la elección de Rebeca como esposa para Isaac (Gn. 24) destaca marcadamente la guía y providencia divinas. Abraham envió al principal criado de su casa, cuyo nombre no se menciona pero que probablemente era Eliezer, a su país natal a buscar esposa para su hijo. Después de orar, el mayordomo fue guiado directamente a Rebeca. Betuel y el hermano de ella, Labán, habiendo escuchado todas las circunstancias, dieron su conformidad al casamiento. Durante los primeros veinte años de su vida casada Rebeca fue estéril. Isaac suplicó a Dios, y ella dio a luz varones mellizos, Esaú y Jacob, recibiendo de Yahvéh antes del nacimiento un oráculo en el cual se profetizaba sus respectivos destinos (Gn. 25.20–26). En Gn. 25.28 se anuncia el comienzo de tragedias. Leemos allí del favoritismo de Isaac y Rebeca por uno u otro de los hijos, lo cual ocasionó inevitablemente la destruccción de la unidad
de
la
familia.
Reminiscente de Abraham y Sara fue el incidente durante la permanencia de Isaac en Gerar, cuando engañó a Abimelec y los filisteos simulando que Rebeca era su hermana (Gn. 26.1–11; cf. Gn. 20). Tanto Isaac como Rebeca lamentaron los casamientos de Esaú con
mujeres
hititas,
o
sea
de
raza
extraña
(Gn.
26.34s).
En la acción traicionera por medio de la cual Jacob suplantó a Esaú, y obtuvo la bendición de su anciano padre, la iniciativa fue tomada por Rebeca, quien planeó el engaño (Gn. 27.5–17). Al tener éxito este plan, temiendo que Esaú diera muerte a Jacob,
le hizo huir y buscar refugio con su tío Labán en Padan-aram, justificando esta acción ante Isaac diciendo que Jacob debía buscar esposa entre su propia pueblo (Gn. 27.42– 28.5). Los últimos episodios de Rebeca de los cuales se tiene mención son la muerte de su ama Débora (Gn. 35.8), y su sepultura junto a Isaac en la tumba de la familia en la cueva de Maela
(Gn.
49.31).
En el NT la única referencia a Rebeca se encuentra en Ro. 9.10. Pablo se refiere al oráculo que recibió ella antes del nacimiento de Esaú y Jacob como ilustración de la elección
divina
por
gracia.
Rebeca era una mujer de voluntad y ambición fuertes, dedicadas primeramente a su esposo, pero más tarde transfiriendo parte por lo menos de esa dedidación a su hijo menor, con resultados desastrosos para la unidad de la familia, aunque el resultado demuestra que aun esto fue aprovechado para el cumplimiento de los propósitos divinos.