Las Aguas De La Vida 51mv

PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN

1.

Te invito a leer otros dos textos del Nuevo Testamento donde se nos habla de la fuente de agua viva: Juan 7,37-39 y Apocalipsis 21,6.

2. ¿Cuántos ya hemos tenido un encuentro personal con Jesucristo y le hemos hecho la misma petición de ese don gratuito? ¿Cuántos lo han recibido verdaderamente? 3.

PODEMOS ACTUAR: El cuadro de la vida de esta samaritana que hemos leído se sigue repitiendo. Creo que nunca antes el ser humano se había sentido tan necesitado y vacío como en nuestros días. Todas las religiones y sectas que existen son una señal del reconocimiento del hombre de su necesidad espiritual, de su sed. Ellos están gritando con sus acciones: “Dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni siga viniendo aquí a sacarla”.

Es hora de ocupar nuestro lugar en la tierra como portadores de la fuente que brota para vida eterna. Realiza una acción de bien en los demás en la que puedas experimentar la felicidad en ti mismo, así como que otros puedan experimentar la felicidad en el bien de esa acción que tú le ofreces.

Son numerosas las citas bíblicas que encontramos en el Antiguo Testamento que nos hablan del agua como fuente de vida. Así tenemos: Salmos 36,9; Proverbios 13,14; 14,27; Isaías 12,3; 49,10; Jeremías 2,13; 17,13; 31,12. Pero nosotros nos vamos a detener en la cita que nos ofrece el evangelista Juan 4,6-26. El lugar concreto es el pozo de Jacob. Nos dice EL TEXTO: Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta. (7) Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. (8) Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. (9) La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí. (10) Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. (11) La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? (12) ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados? (13) Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; (14) mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. (15) La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla. (16) Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá.

(17) Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho, No tengo marido; (18) porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad. (19) Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta. (20) Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. (21) Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. (22) Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. (23) Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. (24) Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. (25) Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. (26) Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo.

Esta es una bella historia de alguien que tuvo un encuentro personal con Jesús el Cristo que transformó su vida por completo. En realidad esto es algo que deberíamos buscar continuamente para recibir, al igual que la samaritana, enseñanzas frescas salidas de la boca de Dios mismo. La primera afirmación que el Señor dijo a aquella mujer es una puerta abierta para descubrir y recibir de las maravillosas bendiciones que Dios tiene preparadas para los que le aman: “Si supieras lo que Dios puede dar, y conocieras al que te está pidiendo agua — contestó Jesús—, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua que da vida” (vs. 10) Si supiéramos lo que Dios puede y nos quiere dar cuán diferente sería nuestra situación actual. Es de vital importancia para esto entender los principios establecidos por Él y no seguir nuestras propias opiniones o lo que alcanzamos a entender. En esta historia había una mujer que fue en busca de agua. El agua es un elemento de vital importancia y representa nuestras necesidades primordiales. Es usada simbólicamente en la Biblia con alta frecuencia, entendiendo que los pueblos aquí narrados vivían en una región geográfica donde el agua era algo de incalculable valor. La samaritana no conocía al que hablaba con ella, solo notó que era judío y que lo normal fuera que no tuvieran nada en común. Su manera de interactuar con ella la asombró y no tenía en ese momento la capacidad para entender sus palabras, pero luego de aquella conversación comprendió que necesitaba urgentemente lo que Cristo le estaba ofreciendo. “Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni siga viniendo aquí a sacarla” (vs. 15).

Jesucristo ya no está visiblemente como en aquel tiempo, pero aún está presente a través de su Iglesia. Hay muchos que continuamente tienen que estar buscando calmar su sed con un agua que, como el mismo Jesús dijo: “Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed”. Solo la que Él ofrece tiene la capacidad de saciar las vidas, pues es FUENTE DE VIDA ETERNA. Tal vez os preguntaréis a esta altura. ¿Qué tiene que ver esto conmigo? ¡Pues mucho! La fuente ya está en Ti (vs. 14) “pero el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna”. En todo el que ha probado en don de Dios ha sido depositada esta fuente de donde brota vida eterna, pero muchos no son verdaderamente conscientes de esto. ¡La fuente está en Ti! La fuente proviene de Dios y está en ti. Creer esto desde la fe y vivirlo puede cambiar nuestra vida. La fuente es el Espíritu Santo (Jn. 7, 38-39). “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él, pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado”. La fuente es el Espíritu Santo depositado en nuestros corazones. Esa fuente es Dios mismo saciando nuestra sed. Si queremos que realmente esta fuente brote en nuestras vidas, hemos de mejorar y cultivar nuestra relación con el Espíritu de Dios. ¡Mientras más llenos estemos con el Espíritu Santo, y Él dirija cada aspecto de nuestras vidas, con mayor poder contagioso fluirá esta fuente alcanzando a muchos! La fuente solo puede ponerla Jesucristo en tu vida (vs. 14) “pero el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna”. Jesucristo es el único mediador entre Dios y los hombres (1 Tim. 2, 5) No existe otro camino que te conduzca a esta gracia (Jn. 14, 6). No nos ha sido dado ningún otro nombre para alcanzar la salvación (Hch. 4, 12). Así Dios lo ha determinado. Si no tienes una relación personal y fructífera con Cristo, solo estarás en la capacidad de ofrecer un agua que no saciará la sed.