LA PUERTA DE LA GRATITUD (Salmo 100) v.4 INTRODUCCIÓN: Es bueno que por lo menos una vez al año haya una época para detenerse y agradecer al Creador y Sustentador de la vida, por sus cuidados providenciales manifestado en sus indiscutibles y seguras bendiciones. Estamos hablando del Día de Acción de Gracias, conocido en inglés como el "Thanksgiving Day". La nación, familia e iglesia que hace esto reconoce que hay una fuente donde proceden los bienes materiales y espirituales. Alguien, escribiendo sobre un "Corazón Magnetizado", dijo: "Si me dan un plato lleno de arena y me dicen que hay partículas de hierro en él, puedo quizá buscarlas con mi vista e incluso con el tacto de mis dedos y no encontrarlas. Pero si tengo un imán y hurgo con él en el interior de la arena atraeré las casi invisibles partículas de hierro con el poder de su atracción. El corazón que no es agradecido, al igual que mis ojos y dedos, no descubre nada bueno. Pero dejemos que el corazón pasa a lo largo del día y veremos cómo su magnetismo encuentra el hierro. Hallará cada día que en la arena de la vida hay bendiciones del cielo que sólo los corazones agradecidos saben detectar y gozar" (503 Ilustraciones Escogidas. CBP, pág. 107) Tenemos una tendencia a olvidar las cosas; y este no es un mal solo de los adultos, aun los niños les sucede lo mismo. Sin embargo, aunque hay olvidos que pueden justificarse, el que es inexcusable es el que tiene que ver con los beneficios divinos, no importando la edad que se tenga. Fue por eso que el salmista exclamó: "No olvides ninguno de sus beneficios" (Sal. 103:2) Los salmos, y en especial este último, nos muestran a un David que no mantuvo en secreto su acción de gracias hacia su Dios. En cada uno de ellos hay una manifestación especial de reconocimiento al Dios de quien obtuvo la vida, la salvación y su posición como rey ungido. El salmista nos dejó una invitación para entrar por la puerta de la gratitud. CONTENIDO I. ES UNA INVITACIÓN PARA RECONOCER A DIOS CON REGOCIJO v. 3 El hombre se ha enfrentado durante toda su vida a itir la existencia o no de Dios. Entre aceptarlo y adorarlo, o rechazarlo y vivir a espaldas de él. Los tiempos no han cambiado, y hoy el hombre sigue viviendo en una actitud de indiferencia pasiva hacia Aquel que siempre ha querido lo mejor para él. El ser humano le ha costado "reconocer que Jehová es Dios". Es una contradicción pensar que es más fácil para el hombre reconocer a otros dioses, algunos hechos por la mano del él mismo, que el Dios que se nos ha revelado de tantas maneras. De allí que el salmista nos emplaza a escrutar quién es el verdadero Dios para entrar por sus "puertas con acción de gracias". "Reconoced que Jehová es Dios" es saber que cualquier ídolo que el hombre adore es vano. Ellos no reclaman adoración como lo hace nuestro Dios. Un corazón agradecido dejará un especial lugar para reconocer que Dios es la fuente de su existencia. Lo primero que itirá es que "él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos". Esta declaración no deja dudas sobre el origen de nuestra existencia. Los escritores sagrados no se complicaron sobre el origen del hombre por medio de teorías que no han podido comprobarse. La experiencia que cada uno de ellos tuvo, les hacía confesar quién era su Creador. ES una maravilla pensar que Dios nos hizo de donde no existía antes nada. Por otro lado, el texto es enfático cuando nos dice que es imposible que nosotros mismos nos hayamos creados por nosotros mismos. El hombre podrá clonar seres parecidos, partiendo de las mismas células humanas, pero jamás podrá crear a otro ser humano. Eso es un derecho divino. Él tiene los originales de nuestra creación. Nadie puede obtener copias de ellos para montar una fábrica de seres humanos. Pero además de esto, el texto nos dice que "pueblo suyo somos, y ovejas de su prado". Como nuestro Creador, Dios
tiene legítimo derecho sobre nuestras vidas porque él tiene los títulos de propiedad sobre lo que somos. Todo esto nos hace entrar por sus puertas con una especial gratitud. El que ha traído todo a la existencia tiene derecho sobre todo ello, ¡eso es justo y lógico! II. ES UNA INVITACIÓN PARA VENIR ANTE ÉL CON REGOCIJO v. 2b La primera cosa que viene a nuestra mente cuando vemos esta clase de invitación es que no podemos venir ante la presencia del Señor de la misma manera que entramos a un culto fúnebre. En lugar como ese lo que hay es tristeza, llanto y dolor. La invitación del salmista es para entrar ante él con regocijo. Eso significa que las tristezas y las preocupaciones deben disiparse cuando estamos en su presencia. Nuestro Dios es un Dios alegre, en consecuencia, su pueblo debiera ser un pueblo alegre. Un estudio detenido de todas las palabras de este salmo nos hace ver su alegría, expresado en notas de alabanzas. De esta manera el salmista nos dice que nuestro canto debiera ser alegre: "Cantad alegres a Dios". La entrada por sus atrios debiera ser con alabanza v.4b. El imperativo es para "alabadle, bendecid su nombre" v.4c. Y el texto que sirve de base para este punto nos invita para "venid ante su presencia con regocijo" v. 2b. Es significativo que el primer versículo del salmo se constituye en una invitación de alabanza universal: "Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra". Nada ni nadie queda excluido en este llamado de alabanza divina. El llamado para esa alabanza no está limitado solo a una nación. ¿Será que las aves y la naturaleza con todo su esplendor han entendido mejor esta invitación para venir cada mañana y rendirle honor y alabanzas al creador, más que el hombre mismo? Por otro lado, ¿estaría este salmo profetizando lo que un día vio Juan en su visión del Apocalipsis? Él no solo vio a una gran multitud, sino que la oyó cantar de esta manera: "Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero" (Apc. 7:9,10) La alabanza en la Biblia está muy relacionada con la acción de gracias. El culto que le brindamos debe ser nuestro continuo reconocimiento a su obra. El escritor a los Hebreos nos exhortó a traer ofrendas de alabanza: "Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesen su nombre" (He. 13:15) ¿Cómo venimos delante del Señor? ¿Cómo entramos por sus puertas? ¿Hay gratitud en nuestros corazones expresada en el canto alegre? III. ES UNA INVITACIÓN PARA SERVIR A ÉL CON RECOCIJO v. 2ª La mayoría de los servicios que se prestan no siempre se hacen de buena gana y con el mayor de los gozos. Es más, a veces podemos calcular el costo y los beneficios de algún servicio prestado. Mas no es esta la actitud de un adorador. El servicio que ofrecemos a nuestro Dios debiera tener el sello distintivo de nuestro gozo. Nosotros no servimos al Señor con un temor de esclavos. No servimos al Señor buscando alguna recompensa. No servimos al Señor por temor a su castigo. No servimos al Señor para competir con otros. No le servimos por compulsión o por la fuerza. No le servimos por renuencia y pesimismo. Nosotros servimos al Señor porque eso forma parte de nuestra adoración a él, y eso trae regocijo a nuestra alma. El servicio de Dios es una fuente del más alto gozo que el hombre conozca. En el servicio a él encontramos plena satisfacción y un día se nos dirá "buen siervo y fiel, en lo poco has sido fiel, en lo mucho te pondré; entra en el gozo de mi Señor". No dejemos que la pereza espiritual, o la actitud de indiferencia y conformismo nos haga
perder del gozo del creyente. Descubramos que en nuestro servicio estamos trayendo nuestra ofrenda de gratitud. Descubramos que en el servicio alegre tiene que ver con lo que somos y tenemos, de modo que podamos decir: "Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor" (He. 12:28, 29) IV. ES UNA INVITACIÓN DESTACAR SUS ATRIBUTOS CON REGOCIJO v.5 En esta invitación para entrar por sus "puertas con acción de gracias", el salmista destaca tres de los más incomparables atributos de Dios que se hacen manifiesto en la vida cotidiana del hombre. La razón por la que somos convocados a entrar por sus "atrios con alabanzas", es "porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones" v. 5. Primero se nos dice que él es bueno. Él no es un mero poder. No es meramente el Creador. Él es bueno, todo lo contrario de ser malo. Satanás y el pecado es la antítesis de lo bueno. El hombre también es malo. Sólo Dios es absolutamente bueno. Como Dios bueno es digno de toda adoración. El Señor Jesucristo queriendo describir este atributo de su Padre, y haciendo referencia a las actitudes de los seres humanos dijo: "Pues si vosotros siendo malos sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos cuánto más vuestro Padre...". En segundo lugar se nos dice que "para siempre son sus misericordias". Esta es la mejor noticia que oído humano podría escuchar. La Biblia nos dice que "por sus misericordias no hemos sido consumidos". Que "nunca decayeron sus misericordias", sino que "son nuevas cada mañana" (Lamentaciones 3:22, 23) Las misericordias de los hombres son temporales, no pasan la prueba de los años. Las de nuestro Dios son eternas. La incidencia más grande de su misericordia es en nuestra salvación, de allí que la Biblia nos diga: ¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia” (Miquea 7:18) Y el texto también nos dice “y su verdad por todas las generaciones” v.5c. Nuestro Dios no cambia nunca. Lo mismo fue ayer, lo es hoy y lo será mañana. Su verdad ni cambia ni es negociable con el tiempo. Él envió del cielo a su único Hijo para mostrarnos y perpetuar esa verdad. Fue por eso que Jesucristo mismo dijo: “Yo soy la verdad...”. No es que él nos mostró alguna forma de conocer la verdad, él es la verdad misma de Dios. Cada generación ha comprobado que sólo Dios es poseedor de la verdad. No está en una religión, sectas filosofías, Nueva Era, etc. Dios es la verdad que permanece y la que debemos creer para conocer la salvación y la vida eterna. CONCLUSIÓN: Todo esto nos da suficientes razones para “entrar por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanzas”. Bienaventurado la nación, pueblo, y gente que sabe detenerse para agradecerle a Dios por lo que él es y lo que él hace. No seamos como el hijo de Homero, en la película animada de los Simpsons, cuando se le pido que dirigiera la oración de acción de gracias, y al momento de hacerlo dijo lo que vino a su mente, y luego preguntó: “¿Por qué debemos darte gracias Dios si lo que tenemos lo hemos comprado nosotros?”. Esa es una actitud de una sociedad en decadencia. De Dios recibimos todo por eso debemos agradecerle, reconociendo lo que él es; viniendo ante su presencia con regocijo; sirviéndole con regocijo y destacando sus atributos con regocijo también.
ENTRAD POR SUS PUERTAS CON ACCIÓN DE GRACIAS (Salmo 100) INTRODUCCIÓN: Hay una variedad de motivaciones cuando venimos a la Casa del Señor. Solamente usted sabe cómo anda al “entrar por sus puertas”. En no pocas ocasiones llegamos con la expectativa de recibir más que de dar. Pero si queremos saber cómo acercarnos a la Casa del Señor, el salmo 100 nos presenta un imperativo que debe ser tomado en cuenta. Nos dice el v. 4: “Entrad por puertas con acción de gracias...”. Este llamado nos ubica desde el mismo principio en lo que debiera abundar en nuestros corazones, una profunda gratitud. La gratitud tiene historias asombrosas. Una de ellas pasó con una familia acomodada de Inglaterra quienes visitaban a unos amigos en su casa del campo en Escocia. Mientras el hijo Wiston nadaba sintió un fuerte calambre y estaba a punto de ahogarse. El hijo del jardinero que estaba cerca logró sacarlo. La familia, sabiendo que el joven héroe quería estudiar medicina, y por estar tan agradecida frente a este hecho, decidió pagarle sus estudios. Alexander Fleming se graduó con grandes honores y llegó a ser el inventor de la penicilina. Pero, ¿quién fue el joven que fue salvado de morir ahogado? Nada menos que Wiston Churchill, uno de los más grandes ministros de Inglaterra. Pero la historia no termina allí. Durante la Segunda Guerra Mundial, y siendo Churchill ministro de Inglaterra, cayó enfermo de neumonía cuando atendía la famosa conferencia de Teherán, donde también estaban Rooselvet y Stalin. Su condición fue tal que los presentes temían por su vida. Así fue el rey de Inglaterra, preocupado por el destino del ministro, requieró de los servicios de un buen médico. Y, ¿sabe a quien invitaron a atender a Churchill en su gravedad?, a Alexander Fleming quien le había salvado la primera vez. Imagínese el tipo de gratitud que conservó Churchill por este hombre. ¡Cómo olvidar tan grande beneficio! Nosotros tenemos a un gran salvador. Jesucristo nos salvó de la condenación de la muerte y nos ha dado herencia con los redimidos. Todo esto es motivo para entrar por sus puertas con acción de gracias. Este imperativo contiene una invitación que está plasmada de regocijo. Veamos por qué. CONTENIDO
I. ES UNA INVITACIÓN PARA RECONOCER A DIOS CON REGOCIJO v. 3 El hombre se ha enfrentado durante toda su vida a itir la existencia de Dios. Muchos vacilan entre aceptarlo y adorarlo, o rechazarlo y vivir a espaldas de él. Desde los tiempos antiguos hasta nuestros días al hombre le ha costado “reconocer que Jehová es Dios”. Es una paradoja que el hombre se postre ante una figura hecha de manos, en lugar de postrarse ante el Dios que nos ha dado tantas pruebas de su existencia. Las filosofías modernas, aupadas por la Nueva Era, le han venido diciendo al hombre que no hay tal cosa como la existencia del Dios que se muestra en la Biblia. La pregunta que se hacen es cómo podía un Dios de amor permitir que su Hijo muriera tan cruelmente por otros. Esto ha dado lugar a creencias como la panteísta, que sostiene que “todo es Dios y Dios es todo”. De manera que en esta corriente, nos extraño que el hombre mismo llegue a ser dios. El humanismo enfatiza también este principio. Su posición es que cada persona debe aceptar y probar de una manera individual todo lo que tiene que ver con alguna convicción de dogmas, ideologías y tradiciones religiosas, sociales o políticas, en lugar de ser aceptados simplemente por cuestión de fe. Hay un rechazo explícito de un Dios creador y redentor. El hombre es su propio redentor. Sin embargo, un corazón agradecido dejará un especial lugar para su Dios, para reconocerlo, y no avergonzarse de llamarse hijo suyo. En esa confesión hay que decir: “Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos”. Así que esta declaración no da lugar para pensar que venimos de los monos, o de un milenario proceso de evolución. Dios nos hizo. Hizo al mundo de la nada. Luego nos hizo del polvo de la tierra soplando en su nariz aliento de vida. El hombre podrá clonar seres parecidos, partiendo de una misma célula, pero jamás podrá él mismo hacer a otro ser humano. El copyright de ese producto lo tiene Dios. El archivo de nuestra creación está la biblioteca celestial. Pero además el texto dice que “pueblo suyo somos, y ovejas de su prado”. Esto nos indica que solo Dios posee el “título de propiedad” de todo lo que nosotros somos. Por tal razón debemos entrar reconociendo a él primero. La gratitud de nuestro corazón se refleja cuando reconocemos que no hay otro Dios como él.
II. ES UNA INVITACIÓN PARA VENIR ANTE ÉL CON REGOCIJO v. 2b La primera cosa que viene a nuestra mente cuando vemos esta clase de invitación es que no podemos venir ante la presencia del Señor de la misma manera como entramos a un funeral. En tal lugar lo que hay es tristeza, llanto y dolor. Que yo sepa el único funeral donde un grupo de damas y después de caballeros, salieron gozosos y alegres, fue cuando al visitar la tumba de Cristo se encontraron que había resucitado. Pues déjeme decirle que la invitación del salmista es para que vengamos a celebrar con regocijo delante de la presencia de un Dios vivo; que se levantó de los muertos. Un creyente que todo el tiempo se queja, que ande con una cara de recién peleado, es una mala propaganda para el evangelio. Nuestro Dios es un Dios alegre, en consecuencia, su pueblo debe ser un pueblo alegre. Este salmo está lleno de tales imperativos. Entre ellos resalta el de la alabanza. De modo que nuestra entrada por sus atrios debería ser con alabanza v. 4b. Se nos exhorta a venir “ante su presencia con regocijo” v. 2b. Al comenzar el salmo, lo primero que se nos exhorta es a “cantad alegres a Dios...” v. 1. Y note que esta invitación no solo es para los que están en la iglesia sino los “habitantes de toda la tierra”. Los habitantes de toda la tierra incluyen a los animales y a toda la naturaleza. ¿No es maravilloso pensar que las aves del campo, los bosques y las montañas se anticipan al alba para cantarle a su creador? Esta invitación hay que tomarla en cuenta en el contenido profético porque un día ciertamente estarán delante del Dios las naciones redimidas, alabando su nombre. Eso fue lo que vio Juan cuando describió los tiempos del fin: “Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero” (Apc. 7:9, 10). De modo, pues, que la alabanza y la gratitud van agarradas de las manos. Una forma de expresar mi gratitud es alabando a mi Dios. Esta fue la invitación que hizo el escritor a los Hebreos: “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesen su nombre” (Hebreos 13:15). Así tenemos que lo primero que hay que hacer es venir ante su presencia con regocijo. Eso plantea la necesidad de reunirnos, de congregarnos. La invitación es a apartar un tiempo y venir y entrar por sus atrios con tal alabanza. ¿Cómo venimos delante del Señor? ¿Cómo entramos por sus puertas?
III. ES UNA INVITACIÓN PARA SERVIR AL SEÑOR CON REGOCIJO v. 2ª No todos los servicios que se prestan son hechos con alegría. Es más, algunos son tan duros y estresantes que desearían no hacerse. Sin embargo no es esto lo que sucede con el que sirve a Dios. Cuando el salmista nos dice que entremos por sus puertas con acción de gracias, nos dice que no hay mejor forma de mostrar esa gratitud que la que tiene que ver con el servicio. No servimos al Señor con un temor de esclavos. No servimos al Señor buscando una recompensa. No servimos al Señor por un temor al castigo. No servimos al Señor por competir con otros. Nosotros servimos al Señor porque eso forma parte de nuestra adoración a él, y eso trae regocijo a nuestra alma. El servicio a Dios es una de las más completas expresiones de gozo y de gratitud. ¿Por qué usted le sirve al Señor? Porque él le sirvió primero. En el servicio a él encontramos plena satisfacción y un día se nos dirá “buen siervo y fiel, en lo poco has sido fiel, en lo mucho te pondré; entra en el gozo de mi Señor”. Al hacerlo descubrimos que en nuestro servicio estamos trayendo nuestra ofrenda de gratitud. Descubrimos que el servicio alegre tiene que ver con lo que somos y tenemos, de modo que podemos decir: “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor” (Heb. 12:28, 29).
CONCLUSIÓN: Este es un salmo que nos invita a reconocer a Dios como “creador, redentor y rey”. Como creador nos dice que “que él nos hizo y no nosotros a nosotros mismos”. Como redentor nos ha dicho que “pueblo somos y ovejas de su prado”. Cuando Cristo murió nos hizo parte de su pueblo y nos hizo
sus ovejas, sus hijos. Y como rey, él es digno de todos nuestros reconocimientos; de allí que se nos invita primero a: “Cantad alegres a Dios… servid a Jehová con alegraría… venid ante su presencia con regocijo… venid ante su presencia con regocijo… reconoced que Jehová es Dios… entrad por sus puertas con acción de gracias… y por último, debemos “alabadle y bendecid su nombre”. Pero, ¿por qué hacer esto? “Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones” v. 5. Ahora bien, una forma de expresar tu gratitud al Señor es que tú lo hagas tú redentor y también tu rey. ¿Lo harás hoy?
“¡GRACIAS A DIOS POR SU DON INEFABLE!” (2 Cor. 9:8-15) INTRODUCCIÓN: Se ha dicho que la gratitud es el mejor antídoto contra el desaliento. Una leyenda cuenta que un hombre encontró el almacen donde Satanás guardaba las semillas que tiene listas para ser sembrada en los corazones de los hombres, y al encontrar que la semilla del desánimo abundaba más que las otras, se enteró que dicha semilla podía crecer en cualquier parte. Cuando le preguntaron a Satanás que en que otro lugar él en que otro lugar no podía crecer, itió de mala gana que si había un lugar. —¿Dónde es ese lugar?— le preguntaron. A lo que Satanás respondió con tristeza: —En el corazón de una persona agradecida—. El “Día de Acción de Gracias” es una excelente ocasión para mostrar nuestra gratitud al Señor por lo que él es y ha hecho. Consideremos en esta ocasión el tema de la gratitud, pensando en el “don inefable” que ha venido de parte de nustro Dios. Respondamos a las presentes preguntas. CONTENIDO I. ¿EN QUÉ CONSISTE EL DON INEFABLE? La palabra “inefable” en sus variados sinónimos, también significa: indecible, inenarrable, inexplicable, inexpresable, indescriptible, inconfesable, incontable y maravilloso. Todas estas palabras nos sugieren algo que no podemos explicar de una manera fácil, o que no podemos ponerlo en palabras humanas, debido a la grandeza misma de su significado. Pablo después de haber dedicado dos capítulos para hacerle ver a los corintios lo que significa la gracia de dar, utilizando a los macedonios como un vivo ejemplo en este sentido, y haciendo ver las distintas maneras sobre cómo ellos habían sido enriquecidos con la gracia divina, no puede contenerse y expresar lo que es un sentimiento profundo y sincero. De allí que prorrumpe con esta exclamación “¡gracias a Dios por su don inefable!”. Pero, ¿cuál es ese don? ¿De qué regalo está hablando Pablo? En el contexto de toda esta exposición, aparece un versículo que es único en la Biblia. Es el corazón mismo del evangelio. Bien pudiéramos decir que es un binomio de Juan 3:16. Ese “don inefable” fue expresado así: “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Cor. 8:9) En este texto hay algo inefable. ¿Cómo explicar semejante gracia? ¿Cómo asimilar tan desprendida entrega por nosotros? Hacerse pobre siendo rico, y todo por amor a nosotros, es un asunto que solo pudo hacerlo el Señor. Los ricos nunca querrán ser pobres, aunque los pobres si querrán ser ricos. Pablo destaca la “gracia de nuestro Señor Jesucristo” para hacernos ver que esa es encarnación de la gracia de Dios. Todo esto nos muestra un acto deliberado de la divinidad para alcanzarnos con la salvación. Debemos reconocer que aun cuando Dios había determinado que el camino de la salvación tenía que ver con la muerte de Jesús, él pudo rechazar ese plan. De hecho, estando en la agonía del Getsemaní le preguntó a su Padre tres veces si había alguna otra manera para salvar la humanidad, y no la hubo. Así tenemos que Jesucristo es el Don de Dios; su más grande riqueza. Pero aun cuando él era rico, por ser dueño de todo el universo, lo primero que Dios hizo al enviarlo por amor a nosotros, fue que se hiciera pobre. ¡Esto es algo inefable! Cristo, siendo la causa misma de la creación, desciende de las alturas y se identifica con sus criaturas asumiendo nuestras limitaciones, aun las económicas. De esta manera vemos que Jesús nació pobre. Para su tiempo no se conocían casos de niños judíos que hubiesen nacido en una comedero de animales. Tuvo padres pobres. Para su dedicación en el templo lo que ellos pudieron ofrecer fueron dos tórtolas, la ofrenda que ofrecían los pobres. Vivió una vida pobre. En una oportunidad dijo que las “zorras tienen guaridas, y las aves del cielo
nido; mas el Hijo del Hombre no tiene donde recostar su cabeza” (Mt. 8:10). No tenía dinero. Mandó a Pedro a sacar un pez para pagar los tributos (Mt. 17:27), y le pedió prestado una moneda a los que preguntaron sobre si era lícito o no dar tributo al César para dar respuesta a su pregunta (Mt. 22:21). Fueron las mujeres las que sostenían su ministerio. Murió pobre. Si el pesebre nos mostró su pobreza al nacimiento, la cruz fue lo más bajo que pudo llegar. Lo único que hizo suya fue la ignominiosa cruz que representó la extrema humillación y vergüenza. Y todo esto lo hizo por amor. Aun la tumba donde le enterraron era prestada. Así tenemos que Jesucristo es la más completa expresión de la gracia de Dios. No hay ningún vestigio de mezquindad de parte de Dios cuando nos dio su mayor regalo. Aquí radica lo inefable de su amor, para que nosotros “en su pobreza fuésemos enriquecidos”. II. ¿POR QUÉ DEBEMOS SER AGRADECIDOS? 1. Porque Dios ha hecho abundar toda gracia en nosotros v.8. Es muy importante afirmar que Dios es poderoso cuando hablamos de todas las cosas que ha hecho posible para todos nosotros. Pero la abundancia de su gracia no solo apunta en tener todas las cosas que necesitamos desde el punto de vista material. Con frecuencia nos equivocamos al pensar que son las cosas materiales las que más necesitamos, y que son las que esperamos de parte de Dios. La abundancia de la gracia de Dios no describe a un hombre que posee toda clase de cosas. Mas bien describe a un hombre que ha aprendido a estar contento aun con lo poco que posee. Muestra a un hombre que es feliz dando, no de la abundancia que posee, sino de lo poco que aun pueda tener. La tendencia humana es que queremos tanto para nosotros mismos que al final no dejamos nada para compartir. El texto nos da las razones de estar equipados con la abundancia de su gracia. 2. Porque Dios además de la tierra, también da la semilla v.10. El “Día de Acción de Gracias” tiene origen en el reconocimiento a Dios por los frutos que da la tierra. Está enmarcado en el concepto que él es el proveedor de todo; que ha dado la tierra, pero también la semilla para que sea sembrada. Note la frase de Pablo,”semilla al que siembra y pan al que come”. Esto explica toda una acción que envuelve la provisión divina. Dios da la tierra; recordemos que Él es el creador. Luego da el sol y la lluvia para prepararla. Él da la semilla para ser sembrada. Pero además de todo esto, él la hace germinar, nacer, crecer y multiplicarse hasta que haya abundante fruto. La única función del hombre es sembrarla. No tener un corazón agradecido frente a toda esta demostración de gracia, es vivir en el más absoluto estado de ignorancia y de egoísmo. Tengo la impresión que muchas veces la tierra pareciera recordarle a los hombres que deben ser agradecidos cuando ella misma deja de producir o se pierden las cosechas. ¿Qué poseemos que no provenga del Señor?. El salmista dijo: “De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan. Porque él la fundó sobre los mares, y la afirmó sobre los ríos” (Sal. 24:1-2). El profeta dijo: “Mía es plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos” (Hag. 2:10). No haya nada que podamos decir que sea nuestro, por eso debemos agradecer. III. ¿CÓMO PODEMOS SER AGRADECIDOS? 1. Haciendo siembras generosas v.6. La extravagancia de la gracia de Dios no nos pone límites para la siembra que nos corresponde hacer. El principio bíblico de este texto es que nuestras cosechas son proporcionales a nuestras siembras. Cuando nos quejamos de las pocas bendiciones que obtenemos, deberíamos revisar el tipo de siembra que estamos haciendo. Proverbios nos recuerda esto: “Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay
quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza” (Pr. 11:24) Obtienes de tu vida cristiana lo que inviertes en ella. Esto nos plantea la necesidad de escudriñar dentro de nosotros mismos el tipo de siembra que estoy haciendo. ¿Cómo es mi siembra en relación al tiempo que le dedico a las cosas del Señor cuando comparo todo lo que él me proporciona? ¿Cómo es mi siembra de amor fraternal cuando ito que mis demás hermanos tienen tanto amor e interés por mí? ¿Cómo es mi siembra en el estudio de la palabra y mi vida de oración cuando veo que en estas disciplinas se esconde el gran secreto de una vida cristiana victoriosa? ¿Es mi siembra escasa en todas estas demandas o me estoy esforzando para presentarle al Señor una gran siembra donde lo pueda hacer con toda mi alma, mente, cuerpo y voluntad? 2. Dando como hemos propuesto en el corazón v.7. La acción de gracias está enmarcada en el principio de dar. La gratitud es uno de los más i mportantes frutos del Espíritu. Brota de un corazón justo y noble que ha entendido el don inefable de parte de nuestro Dios. Se dice que le pertenecemos a Dios por un triple derecho: creación, sustentación y redención. Todo esto involucra los grandes dones de Dios, quien nos hizo, nos sustenta y nos salva. Somos el sello de la creación. Somos objeto del más caro y grande amor reflejado en la cruz del calvario y somos parte del más exquisito cuidado de parte del Dios de los cielos. ¿No nos convocan sus dones a tener un sentido de gratitud que debería ser expresado en dar también? Pablo nos enseña el principio que de gracias recibiste, debemos dar de gracias. Es interesante ver que cuando Dios nos anima a dar, con un sentido de gratitud, no dijo: “cada uno de como propuso en su mente”. El gran problema de muchos creyentes para dar radica en el racionamiento. Cuando la mente examina todas nuestras necesidades le manda una orden al corazón que dice algo así: “No te emociones mucho para dar, hay otras necesidades para resolver”. ¡Qué bueno es saber que nuestro Dios no actuó de esta manera cuando nos creo y nos salvó! El dar, sea que esto involucre nuestro tiempo, dones, talentos, diezmos u ofrendas, no debe ser hecho por “tristeza o necesidad”. Eso es una motivación errada. Ni a Dios ni a la iglesia se le pagan los favores. Recordemos esta promesa: “Dios ama al dador alegre”. Esto entonces me dice que debo usar mis dones y talentos con alegría. Que debo dedicar mi tiempo al Señor con alegría. Que debo entregar mis diezmos y ofrendas con alegría. Que debe haber alegría en todo lo que doy para mi Señor. Así, pues, la acción de gracias se traduce en reconocer y dar. COCLUSIÓN: La acción de gracias es la reacción del alma redimida quien al verse rodeado de todos los dones divinos, prorrumpe en alabanza y reconocimiento al gran Dador, como lo hizo Pablo, destacando que todo lo que tiene proviene de Dios. Es una parada obligada para itir que hemos sido “enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios” v. 11. Es la ocasión para acercarnos al Señor y alabarlo por el don eterno de la salvación en su Hijo Cristo, y el regalo del Espíritu quien nos consuela y fortalece. Es la puerta que se abre como dijo el salmista, para entrar por ella con acción de gracias y alabarle. Y otra vez Pablo nos exhorta, diciendo: “Dad gracias a Dios en todo, porque esta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús” (1 Tes. 5:18) “¡Gracias a dios por su don inefable!”