36 Frases Sobre la Oración Que Necesitas Leer La oración es lo más subestimado por la mayoría de los cristianos. Es por eso que he escrito posts en mi blog sobre orar: “40 cosas que he aprendido sobre la oración en mi viaje espiritual“, “Pensando nuestra forma de orar” y “Cuando parece que Dios no responde tus oraciones“. Hoy quiero seguirte animando a que seas una persona de oración y aprendas más sobre ella. A continuación comparto contigo algunas frases sobre orar que he recopilado durante algo de tiempo (muchas las he extraído de libros que he leído) y han sido muy útiles para mí: 1. “Nuestras necesidades son tan profundas que no debemos cesar de orar hasta que estemos en el cielo” — Charles Spurgeon. 2. “La palabra de Dios es el alimento por el cual la oración es nutrida y hecha fuerte” — E. M. Bounds. 3. “La oración es un ejercicio de pasión; no de indiferencia” — R.C. Sproul. 4. “La oración no es un intento de hacer que Dios esté deacuerdo contigo o de que provea para tus deseos egoístas, sino que es una afirmación de Su soberanía, justicia, y majestad y un ejercicio de conformar tus deseos y propósitos a Su voluntad y gloria” — John MacArthur 5. “Si te amó, cuando estabas lleno de corrupción; ¿no escuchará tus oraciones ahora que te ha hecho heredero del cielo?” — Charles Spurgeon. 6. “La oración no es para cambiar los planes de Dios. Es para confiar y descansar en Su soberana voluntad” — Martin Lutero. 7. “En la oración itimos nuestra pobreza y la prosperidad de Dios, nuestra bancarrota y su liberalidad, nuestra miseria y su misericordia” — John Piper. 8. “No olvides orar hoy porque Dios no olvidó despertarte esta mañana” — Oswald Chambers. 9. “Si no permanecemos en la oración, vamos a permanecer en la tentación” — John Owen. 10. “Un cristiano que no ora es como un conductor de autobús que trata de empujar solo su autobús para sacarlo de un bache porque no sabe que Clark Kent está a su lado” — John Piper. 11. “Cuanto más entendemos la soberanía de Dios, nuestras oraciones son llenadas con agradecimiento” — R.C. Sproul.
12. “En la oración es mejor tener un corazón sin palabras que tener palabras sin un corazón” — John Bunyan. 13. “Si Dios hubiera contestado todas las oraciones tontas que he hecho en mi vida, ¿dónde estaría yo ahora?” — C.S. Lewis. 14. “Orar no nos pone en forma para el gran trabajo; orar es el gran trabajo” — Oswald Chambers. 15. “Si realmente supiéramos quien es Dios y todo lo que nos ha dado en Cristo, nuestras vidas de oración serían muy diferentes que lo que son ahora” — R.C. Sproul. 16. “La oración es la forma que Dios ha señalado para que nuestro gozo sea cumplido, porque es el aire que produce el calor interior de nuestro corazón hacia Cristo. Si no hubiera aire, si no pudiéramos comunicarnos con él en respuesta a su Palabra, seríamos tremendamente desgraciados” — John Piper. 17. “Si sólo oras cuando estás en problemas… estás en problemas” — Anónimo. 18. “Nada es muy grande o muy pequeño para traer ante Dios en oración” — R.C. Sproul. 19. “La oración es la respuesta espontánea del corazón que cree a Dios” — John MacArthur. 20. “Si alguno de ustedes me preguntara por un epítome del cristianismo, yo le diría que eso se encuentra en una palabra: oración. Vive y muere sin orar, y tendrás que orar bastante cuando llegues al infierno” — Charles Spurgeon. 21. “La persona orgullosa es una persona de poca oración” — Wayne Mack. 22. “Si Dios sabe lo que voy a decir antes de que lo diga, Su conocimiento, en vez de limitar mi oración, aumenta la belleza de mi adoración” — R.C. Sproul. 23. “¿No sientes el deseo ni la necesidad de hacerle peticiones a Dios? Entonces que Dios, en su inmensa misericordia, exponga tus miserias porque ¡un alma sin oración es un alma sin Cristo!” — Charles Spurgeon. 24. “Uno de los grandes usos del Facebook y Twitter será demostrar en el último día que la falta de oración no fue por falta de tiempo” — John Piper. 25. “La oración nunca puede ser un exceso” — Charles Spurgeon. 26. “Para la mayoría de nosotros la oración del Getsemaní es el único modelo. Mover montañas puede esperar” — C.S. Lewis.
27. “Tengo tantas cosas que hacer, que pasaré las primeras tres horas orando” — Martin Lutero. 28. “Nosotros oramos cuando no hay nada que podamos hacer, pero Dios quiere que oremos antes de toda cosa que hagamos” — Oswald Chambers. 29. “Si solo estudias la Biblia y no oras, te convertirás en alguien con el corazón duro. Y si solo oras pero no estudias la Biblia, te convertirás en un sentimentalista que será arrastrado por cualquier viento de doctrina” — Paul Washer. 30. “Esperar la respuesta a una oración es con frecuencia parte de la oración” — John Blanchard. 31. “La oración cambia las cosas. Nos cambia a nosotros” — R.C. Sproul. 32. “La oración es el balbuceo entrecortado del niño que cree, el grito de guerra del creyente que lucha y el réquiem del santo agonizante que se duerme en los brazos de Jesús. Es el aire que respiramos, es la clave secreta, es el aliento, la fortaleza y el privilegio de todo cristiano” — Charles Spurgeon. 33. “Debemos orar con nuestros ojos en Dios, no en las dificultades” — Oswald Chambers. 34. “Dime cuáles son las oraciones de un hombre y te diré cuál es el estado de su alma. La oración es el pulso espiritual” — J. C. Ryle. 35. “El secreto de la oración es orar en secreto” — Leonard Ravenhill. 36. “La oración es donde estamos de acuerdo con Dios en que Él es lo que dice que es y en que nosotros somos lo que Él dice que somos” — Jonathan Parnell. Es mi deseo que estas frases hayan sido de bendición para ti y te animen a orar. Si este post te ha servido, no olvides compartirlo en las redes sociales para que más personas lo lean. :)
40 Cosas Que he Aprendido Sobre la Oración en mi Viaje Espiritual En este viaje espiritual he estado aprendiendo mucho sobre la oración. Estas son algunas cosas que Dios me ha enseñado y que quiero compartir contigo: 1. No perseveramos en la oración para tratar de manipular a Dios, sino para reafirmar nuestra confianza en Él. (Esto tiene que ver con que Él ya conoce nuestra necesidades y está dispuesto a suplirlas – Mat 6:8) 2. Nosotros somos los que necesitamos orar, no Él el que necesita que oremos. 3. Una de las preguntas más importantes que podemos hacernos en nuestro caminar con el Señor es la siguiente: “¿Para qué orar si Dios es soberano y hará siempre su voluntad en nuestras vidas incluso aunque no sepamos como orar?” (Romanos 8:26-28). La respuesta a esta pregunta es maravillosa, y para conocerla necesitas leer bien la Palabra de Dios. 4. Los verdaderos avivamientos empiezan en la oración y en la lectura de la Biblia. Sin excepción. 5. Una oración sincera no es necesariamente larga ni con gritos. Dios no te va a escuchar porque tan larga es tu oración, sino por los méritos de Jesús. (Mat 6:7-8) 6. Para que Dios nos escuche no hay que repetir las palabritas “En el nombre de Jesús” como si fueran palabras mágicas. Juan 14:13-14 habla en realidad de orar en Su naturaleza. 7. En la oración, al igual que en todo, la Gloria de Dios es más importante que todo lo demás (Mat 6:9-10). 8. Si no tienes tiempo para orar a solas, es porque has permitido que otros te esclavicen y se vuelvan más importantes para ti que Dios y Su gloria. Eso es un EPIC FAIL. “Dios es capaz de responder nuestras oraciones mejor que como esperamos muchas veces” 9. Dios es capaz de responder nuestras oraciones mejor que como esperamos muchas veces (Efe 3:20). De hecho, es algo que Él siempre hace y muchas veces somos tan ciegos y pequeños que no nos damos cuenta de eso. 10. Más que pedirle cosas a Dios, la oración que agrada a Dios es aquella en donde manifestamos estar de acuerdo con las cosas que Él quiere darnos. Piénsalo. 11. No importa cuanto declares y cuenta metafísica disfrazada creas, Dios hará su voluntad. No la tuya. Eso es algo muy bueno porque los planes de Dios son
mejores que los tuyos. (Lee esta conversación de Dios con un evangélico promedio). Él quiere consentirte pero no malcriarte. 12. Dios no te dice “tienes que orar mucho para que yo te escuche”, y tampoco te dice “tienes que diezmar-sembrar-pactar-ofrendas para que yo te escuche” o “tienes que hacer guerra espiritual para que yo responda tus oraciones”. Dios te dice “Confía en mí y ora de acuerdo a mí voluntad. Yo me encargo del resto como siempre lo he hecho y como siempre lo haré”. 13. El insomnio es una invitación de Dios para que pases la noche conociéndolo un poco más (y orando). Eso es algo de lo que hablo en mi ebook (puedes recibir una copia de regalo) 14. Orar es la cosa más importante que puedes hacer además de leer y meditar la palabra de Dios. 15. El poder de la oración no fluye de ti. El poder de la oración se basa en Quien escucha y contesta nuestra oración (Mat 6:9). 16. La cantidad de fe que tienes no determina si Dios contesta o no contesta tus oraciones. Dios responde a veces a pesar de nuestra falta de fe. Ejemplo: En Hechos 12, la Iglesia ora por la liberación de Pedro de la cárcel (v. 5), y Dios contesta su oración (v. 7-11). Pedro va al lugar de la reunión de oración, pero en un principio, los que están orando rehúsan creer que es Pedro en verdad. Ellos oraron por su libertad pero fallaron al no esperar una respuesta a sus oraciones. Aún así Dios respondió y se glorificó. Así de maravilloso es Él. “Cuando oras en privado no hay ningún humano al que puedas impresionar…” 17. Cuando oras en privado no hay ningún humano al que puedas impresionar… y Dios usa eso para cuidarte de la hipocresía. 18. Buscar orar de forma teológicamente correcta es una forma de glorificar a Dios en tu vida y mostrar que lo amas. Es una forma de decirle “Señor, orar a ti de la forma en que tú quieres que yo lo haga me importa mucho porque tú me importas mucho”. Si amas a Dios, leerás la Biblia, y si lees la Biblia, orarás mejor y cada día verás más las cosas como Él las ve. 19. La lectura correcta de la palabra SIEMPRE conduce a la oración. (Lee también: 18 tips para leer mejor la Biblia) 20. Un día sin orar es un día en en el que fuiste orgulloso y creíste que no necesitabas a Dios. 21. Si el Hijo de Dios se está formando en ti (Gálatas 4:9), Dios siempre escuchará tus oraciones porque Él ama sin medida a Su Hijo. 22. Una vida sin oración es una vida sin amor, porque una vida sin oración es una vida sin Dios, y Dios es amor (1 Juan 4:8).
23. Las personas que no saben que la oración es más importante que el aire que respiramos, son las personas que menos oran. “Pedirle a Dios algo que no nos conviene, es pedirle que nos ame menos” 24. Pedirle a Dios algo que no nos conviene, es pedirle que nos ame menos y eso nunca lo hará. 25. Nadie puede hacer algo contra tus oraciones. 26. Dios usa la oración para moldear nuestros corazones conforme a Su voluntad. Con frecuencia, así es como nos convierte en respuestas a muchas de nuestras propias oraciones. 27. No es casualidad que Calvino haya escrito más sobre la importancia de la oración que sobre la predestinación. Y es que nos hace daño tener conocimiento de Dios en la mente si no bajamos ese mismo conocimiento al corazón por medio de la oración. 28. Orar sin tener en cuenta los atributos revelados de Dios no es orar. Jesús enseña que los paganos oran erradamente porque ellos no conocen la revelación de Dios (Su Palabra). Por eso, por ejemplo, no saben que el verdadero Dios sabe exactamente lo que necesitamos incluso aunque lo pidamos (Mateo 6:7-8). Allí está la clave del asunto: Tenemos que conocer los atributos de Dios adentrándonos en Su Palabra. 29. Solo porque parece que algo funciona en la oración, no significa que en realidad funciona. ¡La mayoría de las personas de la iglesia en latinoamerica necesita re-aprender a orar! La oración no se trata de cómo podemos orar, sino de cómo Dios ha revelado que quiere que oremos. 30. Cuando oras por tus enemigos, Dios te enseña a amarlos mejor. 31. En un grupo de personas orando, importa más la naturaleza de las oraciones que el número de personas… Orar mucho sirve de muy poco o de nada si no se busca ora bíblicamente. 32. A veces oramos de forma muy general por muchos asunto, y por eso no vemos una respuesta precisa a nuestras oraciones, a pesar de que Dios las responda y esas respuestas estén frente a nuestras caras. Sé más específico al orar. Así cuando la respuesta de Dios esté ante ti, verás de forma más clara cómo Él sí responde tus oraciones. 33. Nadie es un experto en oración, pero todo cristiano buscar orar cada día mejor (y Dios es paciente y amoroso con nosotros mientras aprendemos a orar, y nos escucha a pesar de que a veces nos equivoquemos). “Solo porque aún no veas la respuesta a tu oración no significa que Dios te ignora”
34. Solo porque aún no veas la respuesta a tu oración no significa que Dios te ignora. Cuando oramos, Dios nunca nos deja en “visto”. 35. Dios siempre concede nuestras peticiones cuando lo que más anhelamos es Él y Su voluntad. La Biblia dice: “Deléitate en el Señor y Él concederá los deseos de tu corazón” (Salmos 37:4). Y es que cuando nos deleitamos en Él, deseamos lo que Él desea. 36. Nunca debemos orar como si Dios nos debiera algo. 37. Dios es quien produce en nosotros el querer y el hacer (Filipenses 2:13)… y esto abarca nuestras oraciones y el motivo de ellas. Dios causa oraciones en los corazones de Sus hijos que Él planeó desde antes de la fundación del mundo que fuesen oradas y respondidas (Efesios 1 y 2 habla mucho sobre eso). 38. Dios quiere obrar a nuestro alrededor y en nuestras vidas de maneras que sean un reflejo de nuestras oraciones conforme a Su Palabra. Así queda muy claro que la gloria es de Él. 39. Hay un sentido en el que la espera de una respuesta o acción por parte de Dios es parte de la oración. Lamentablemente, en tiempos en que parece que Dios no nos responde, solemos actuar como si Él no hubiese hecho suficiente por nosotros. En vez de hacer eso, confiemos realmente en Él y seamos abrumados por Su grandeza. Seamos agradecidos y pacientes. Es difícil serlo, lo sé, pero con Dios todo lo bueno es posible. 40. Si no estoy orando con frecuencia y recibiendo gozo de Dios cuando es reafirmada mi confianza en Él, la culpa no es de Dios.
¡Verdadera Oración, Verdadero Poder! Un sermón predicado la mañana del Domingo 12 de Agosto, 1860 por Charles Haddon Spurgeon En Exeter Hall, Strand, Londres. "Por eso os digo que todas las cosas por las que oréis y pidáis, creed que ya las habéis recibido, y os serán concedidas." Marcos 11: 24 (Biblia de las Américas) Este versículo tiene algo que ver con la fe de los milagros; pero yo creo que tiene mucha mayor relación con el milagro de la fe. Esta mañana, de todos modos, vamos a considerarlo bajo esa luz. Yo creo que este texto es la herencia, no sólo de los apóstoles, sino de todos aquellos que caminan en la fe de los apóstoles, creyendo en las promesas del Señor Jesucristo. Ese consejo que Cristo dio a los doce y a sus inmediatos seguidores, la Palabra de Dios lo repite para nosotros en este día. Que recibamos constante gracia para obedecerlo. "Todas las cosas por las que oréis y pidáis, creed que ya las habéis recibido, y os serán concedidas." Cuántas personas hay que se quejan porque no disfrutan la oración. No la descuidan, pues no se atreverían a hacerlo; pero la descuidarían si pudieran atreverse, pues están muy lejos de encontrar algún placer en ella. Y, ¿acaso no debemos lamentar algunas veces que el carruaje pierda sus ruedas y nos conduzca pesadamente a lo largo de nuestras súplicas? Le dedicamos el tiempo programado, pero volvemos a ponernos de pie, sin alivio, como un hombre que ha estado acostado en su cama, pero que no ha dormido lo suficiente como para recuperar plenamente sus fuerzas. Cuando llega otra vez el tiempo de orar, nuestra conciencia nos vuelve a poner de rodillas, pero no tenemos una dulce comunión con Dios. No presentamos nuestras necesidades con la firme convicción de que Él las cubrirá. Después de musitar una vez más nuestra ronda acostumbrada de expresiones, nos ponemos de pie, tal vez más turbados en la conciencia y más afligidos en la mente, de lo que estábamos antes. Creo que hay muchos cristianos que tienen esta queja: que oran, no tanto porque sea algo bendito que se les permita acercarse a Dios, sino porque deben orar, porque es su deber, porque sienten que si no lo hiciesen, perderían una de las evidencias ciertas de su condición de cristianos. Hermanos, yo no los condeno; pero a la vez, si pudiera ser el instrumento para izarlos de ese estado tan bajo de gracia y llevarlos a una atmósfera más elevada y saludable, mi alma se gozaría en sumo grado. Si yo pudiera enseñarles un camino más excelente; si pudiesen considerar a la oración, de ahora en adelante, como su elemento, como uno de los ejercicios más deleitables en su vida; si llegaran a valorarla más que el alimento necesario, y a considerarla como uno de los mayores lujos del cielo, ciertamente habría cumplido con un grandioso cometido, y ustedes tendrían que dar gracias a Dios por una grandiosa bendición. Entonces, préstenme su atención mientras les solicito, primero, que miren al texto; en segundo lugar, que miren a su alrededor; y después, que miren por encima de ustedes. I. Primero, MIREN AL TEXTO. Si lo miran cuidadosamente, pienso que percibirán las
cualidades esenciales que son necesarias para que la oración sea grandemente exitosa y prevaleciente. De acuerdo a la descripción que hizo nuestro Salvador de la oración, siempre tiene que tener algunos objetivos definidos por los que debemos implorar. Él habla de cosas: "Todas las cosas por las que oréis y pidáis." Parece, entonces, que no dispuso que los hijos de Dios vinieran a Él en oración, cuando no tuvieran nada que pedir. Otro requisito esencial de la oración es un deseo vehemente; pues el Maestro supone aquí que cuando oramos tenemos deseos. Ciertamente, la forma externa o el esqueleto desnudo no sería una oración, sino solamente algo parecido a una oración. Pero no se trata de la actividad viva, la actividad que prevalece en todo, la actividad todopoderosa llamada oración, a menos que haya una plenitud y un desbordamiento de los deseos. Observen, también, que la fe es una cualidad esencial de la oración exitosa: "Creed que ya las habéis recibido." No pueden ser oídos en el cielo y recibir una respuesta satisfactoria para su alma, a menos que crean que Dios realmente les oye y que les responderá. Otro requisito es evidente aquí en la propia superficie, es decir, que una expectación de cumplimiento debe acompañar siempre a una fe firme: "creed que ya las habéis recibido." No se trata simplemente de creer que "las recibiremos" sino de creer que "realmente " las hemos recibido. Considerarlas como ya recibidas, como si ya contáramos con ellas, y actuar de manera correspondiente: actuar como si estuviésemos seguros de obtenerlas: "Creed que ya las habéis recibido, y os serán concedidas." Revisemos estas cuatro cualidades, una por una. Para que la oración tenga algún valor, debe tener peticiones definidas por las cuales suplicar. Hermanos míos, a menudo divagamos en nuestras oraciones, yendo tras esto, eso, y lo otro, sin obtener nada, porque en cada caso realmente no deseamos nada. Parloteamos acerca de muchos temas, pero el alma no se concentra en ningún objetivo. ¿Acaso no se ponen de rodillas, algunas veces, sin haber pensado de antemano qué quieren pedirle a Dios? Lo hacen por costumbre, sin ninguna motivación de corazón. Son semejantes a un hombre que va a una tienda sin saber qué artículos quiere comprar. Quizá llegue a hacer una compra útil estando allí, pero ciertamente no es muy sabio adoptar un plan así. Y de igual manera, cuando el cristiano está orando, puede sobrevenirle un deseo real, y alcanzar su fin, pero cuánto mejor le iría si, habiendo preparado su alma mediante la reflexión y un autoexamen, viniera a Dios con una súplica real, con un objetivo que quiere alcanzar. Si solicitáramos una audiencia ante la corte de su majestad la reina, deberíamos esperar tener que responder a la pregunta: "¿para qué deseas verla?" Sería inconcebible por nuestra parte, que fuéramos ante la presencia de la realeza, y que hasta en ese momento pensáramos en la petición por la que hemos llegado allí. Lo mismo sucede con el hijo de Dios. Él debe ser capaz de responder a la importante pregunta: "¿Cuál es tu petición y te será otorgada? ¿Cuál es tu demanda?" ¡Imagínense a un arquero que dispara con su arco, pero sin saber dónde se encuentra el blanco! ¿Tendrá posibilidades de éxito? ¡Conciban un barco en un viaje de exploración, que
navega sin que el capitán tuviera la menor idea de lo que está buscando! ¿Acaso esperarían que regresara abundantemente cargado ya fuera con los descubrimientos de la ciencia, o con muchos tesoros de oro? En todo lo demás deben tener un plan. No se presentan a trabajar sin saber qué es lo que necesitan fabricar; ¿cómo es que van a Dios sin saber qué es lo que necesitan obtener? Si tuvieran algún propósito, no encontrarían nunca que la oración es un trabajo monótono y pesado; estoy persuadido que la anhelarían vehementemente. Dirían: "Hay algo que necesito. Oh, que me pudiera acercar a Dios, y pedírselo; tengo una necesidad, y necesito verla satisfecha, y anhelo poder estar solo, para derramar mi corazón delante de Él, y pedirle esta cosa importante por la que mi alma suspira sinceramente." Descubrirán que es provechoso para sus oraciones que tengan objetivos a los que apuntar, y también pienso que es provechoso si cuenten con algunas personas que puedan mencionar en sus oraciones. No pidan a Dios simplemente por los pecadores en general, sino siempre mencionen a algunos pecadores específicos. Si eres un maestro en la escuela dominical, no pidas simplemente que tu clase sea bendecida, sino ora por cada uno de tus niños, específicamente, delante del Altísimo. Si hay alguna misericordia que anhelas para tu hogar, no vayas dando rodeos, sino sé claro y directo en tus peticiones a Dios. Cuando ores al Señor, dile lo que necesitas. Si no tienes dinero suficiente, si estás en la pobreza, si sufres estrecheces, presenta tu caso. No vengas con una fingida modestia delante de Dios. Ve de inmediato al punto; habla honestamente con Él. Él no necesita de un circunloquio como el que usan constantemente los hombres cuando no quieren decir abiertamente lo que tienen en mente. Si no necesitas ninguna misericordia, ni espiritual ni temporal, dilo. No rebusques en la Biblia para encontrar palabras con las cuales expresarte. Declara tus necesidades con las palabras que naturalmente broten de ti. Serán las mejores palabras, puedes estar seguro de ello. Las palabras de Abraham eran las mejores palabras para Abraham, y las tuyas son las mejores para ti. No necesitas estudiar todos los textos de la Escritura para orar justo como Jacob y Elías lo hicieron. Si lo haces, no los imitarías. Podrías estarlos imitando literal y servilmente, pero no tendrías el alma que sugirió y animó sus palabras. Ora utilizando tus propias palabras. Habla claramente con Dios; pide de inmediato lo que necesitas. Nombra personas, nombra cosas, y apunta directamente a la mira de tus súplicas, y estoy seguro que pronto descubrirás que el cansancio y la monotonía de los que te quejabas a menudo en tus intercesiones, ya no te asediarán; o, al menos, no tan habitualmente como ha sucedido hasta este momento. "Pero" -dirá alguno- "yo no siento que tenga algunos objetivos especiales por los cuales orar." ¡Ah!, mi querido hermano, no sé quién seas, o dónde vivas, para que no tengas objetivos especiales por los cuales orar, pues yo descubro que cada día trae ya sea su necesidad o su problema, y que yo tengo algo que pedirle a mi Dios cada día. Pero si no tuviéramos ningún problema, mis queridos hermanos, si hubiéramos alcanzado tal estatura en la gracia, que no tuviéramos necesidad de pedir nada, ¿acaso amamos tanto a Cristo que no tenemos necesidad de orar para que le amemos más? ¿Poseemos tanta fe que hemos cesado de clamar: "Señor, aumenta nuestra fe"? Estoy seguro que siempre descubrirán muy pronto, mediante un pequeño examen de conciencia, que hay algún objetivo legítimo por el que pueden tocar a la puerta de la misericordia y clamar: "Concédeme, Señor, el deseo de mi corazón." Y si no tienes ningún deseo, basta con
que le preguntes al primer cristiano atribulado que encuentres, y él te compartirá uno. "Oh" -te responderá- "si no tienes nada que pedir para ti, ora por mí. Pide que mi esposa enferma se recupere. Pide que el Señor alce la luz de Su rostro sobre un corazón desalentado; pide que el Señor envíe ayuda a algún ministro que ha estado laborando en vano, y desgastando sus fuerzas infructíferamente." Cuando hayas terminado con lo tuyo, suplica por otros; y si no te encuentras con alguien que pueda sugerirte un tema, mira a esta gigantesca Sodoma, esta ciudad como otra Gomorra desplegada ante ti; llévala constantemente en tus oraciones delante de Dios y clama: "Oh, ojalá Londres viva delante de Ti; que su pecado se detenga; que su justicia sea exaltada, que el Dios de la tierra atraiga hacia Sí mucho pueblo de esta ciudad." Junto con un objetivo de oración muy definido, es igualmente necesario que haya un deseo verdadero para alcanzarlo. "Las oraciones frías" -afirma un viejo teólogo- "piden ser rechazadas." Cuando le pedimos al Señor con tibieza, sin fervor, es como si detuviésemos Su mano, y le impidiésemos darnos las mismas bendiciones que pretendemos estar buscando. Cuando tengan su objetivo bajo la mira, su alma tiene que ser tan poseída por el valor de ese objetivo, por su propia suma necesidad de él, por el peligro al que estarían expuestos a menos que la petición les fuera concedida, que serán compelidos a suplicar por ella como un hombre suplica por su vida. Hay una hermosa ilustración de la verdadera oración, explicada en la forma de dos nobles damas, cuyos esposos estaban condenados a muerte y a punto de ser ejecutados, cuando vinieron delante del rey Jorge y le pidieron que los perdonara. El rey ruda y cruelmente les denegó la petición. ¡Era de esperarse de la naturaleza de Jorge I! Y por estar suplicándole una vez, y otra, y otra, no podían luego ponerse de pie; tuvieron que ser literalmente arrastradas fuera de la corte, pues no estaban dispuestas a retirarse hasta que el rey les hubiese sonreído, y les hubiese dicho que sus esposos vivirían. ¡Ay!, fracasaron, pero eran unas nobles mujeres por su perseverancia en suplicar de esta manera por las vidas de sus esposos. Esa es la forma en la que debemos orar a Dios. Debemos tener tal deseo por la cosa que necesitamos, que no nos levantaremos hasta que la hayamos obtenido: mas, sin embargo, siempre en sumisión a Su voluntad divina. Sintiendo que lo que pedimos no puede ser malo, y que Él mismo lo ha prometido, tenemos la determinación que nos sea otorgado, y si no lo fuera, argumentaremos la promesa, una y otra vez, hasta que las puertas del cielo sean sacudidas antes de que nuestras súplicas cesen. No nos debe sorprender que Dios no nos haya bendecido tanto últimamente, pues no somos fervientes en la oración como deberíamos serlo. Oh, esas oraciones provenientes de un corazón frío que se mueren en nuestros labios, esas súplicas congeladas: si no mueven los corazones de los hombres, ¿cómo habrían de mover el corazón de Dios? No brotan de nuestras propias almas, no provienen de las profundas fuentes secretas de lo íntimo de nuestro corazón, y, por tanto, no pueden elevarse a Él, que únicamente escucha el clamor del alma, ante quien la hipocresía no puede tejer ningún velo, o la formalidad no puede practicar ninguna simulación. Debemos ser sinceros, pues de otra manera no tendremos ningún derecho a esperar que el Señor escuche nuestra oración. Y seguramente, hermanos míos, si comprendiéramos la grandeza del Ser ante quien suplicamos, sería suficiente para reprimir toda ligereza y constreñirnos a una incesante
sinceridad. ¿Entraré en Tu presencia, oh Dios mío, para burlarme de Ti con palabras salidas de un corazón frío? ¿Acaso los ángeles velan sus rostros delante de Ti, y yo me contentaré con parlotear a través de una fórmula sin alma y sin corazón? Ah, hermanos míos, no tenemos idea de cuántas de nuestras oraciones son una abominación al Señor. Sería una abominación tanto para ustedes como para mí que oyéramos a unos individuos pidiéndonos algo en la calle, como si no necesitasen lo que pedían. Pero, ¿acaso no hemos hecho lo mismo con Dios? Eso que es la mayor bendición del cielo para el hombre, ¿no se ha convertido en un deber árido y muerto? Se decía de John Bradford que tenía un arte peculiar para orar, y cuando se le preguntó su secreto, respondió: "cuando sé lo que necesito, siempre me quedo en esa oración hasta que siento que la he argumentado con Dios, y hasta que Dios y yo hemos llegado a un acuerdo al respecto. Yo nunca prosigo con otra petición hasta no haber completado la primera." ¡Ay!, algunos hombres comienzan diciendo: "Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre;" y sin advertir el pensamiento de adoración contenido en: "santificado sea tu nombre," comienzan a repetir las siguientes palabras: "Venga tu reino"; luego, tal vez, algo impresione su mente: "¿realmente deseo que venga Su reino? Si llegara a venir ahora ¿dónde estaría yo?" Y mientras están pensando en eso, su voz sigue adelante con: "Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra;" de esta manera mezclan sus oraciones y dicen las frases de corrido. ¡Oh!, deténganse al final de cada frase hasta que verdaderamente la hayan orado. No traten de poner dos flechas en la cuerda a la vez, porque ninguna dará en el blanco. El que quiere poner dos balas en la pistola no puede esperar tener éxito. Descarguen un tiro primero, y luego carguen el otro. Pídanle algo a Dios y prevalezcan, y entonces pidan de nuevo. Alcancen la primera misericordia, y luego vayan otra vez por la segunda. No se satisfagan con pintar los colores de sus oraciones el uno sobre el otro, hasta el punto que no se pueda mirar ningún cuadro sino sólo un gigantesco pintarrajo, un embadurnamiento de colores de pésimos trazos. Miren a la propia Oración del Señor. Qué trazos tan claro y definidos se observan en ella. Hay ciertas misericordias definidas que no se entrecruzan. Allí está, y conforme miramos el conjunto, descubrimos un magnífico cuadro; no vemos confusión, sino un orden bellísimo. Que sea lo mismo con sus oraciones. Quédense en una petición hasta que hayan prevalecido con esa, y luego pasen a la siguiente. Con objetivos definidos y con ardientes deseos entremezclados, hay una alborada de esperanza de que prevalecerán con Dios. Pero otra vez: estas dos cosas no servirían de nada si no estuvieran mezcladas con una cualidad divina todavía más esencial, es decir, una fe firme en Dios. Hermanos, ¿creen en la oración? Yo sé que ustedes oran porque son el pueblo de Dios; pero, ¿creen en el poder de la oración? Hay un gran número de cristianos que no. Piensan que es algo bueno, y creen que algunas veces hace maravillas; pero no creen que la oración, la oración real, tenga siempre éxito. Piensan que en efecto depende de muchas otras cosas, pero que no tiene ninguna cualidad esencial o poder en sí misma. Ahora, la convicción de mi propia alma es que la oración es el mayor poder en el universo entero; que tiene una fuerza más omnipotente que la electricidad, que la atracción, que la
gravedad, o que cualquier otra de estas fuerzas secretas que los hombres han llamado por nombres, pero que no entienden. La oración tiene una influencia tan invariable, tan segura, tan verdadera, tan palpable sobre el universo entero, como cualquiera de las leyes de la materia. Cuando un hombre ora realmente, no se trata de si Dios le oirá o no. Dios debe oírle. No porque haya alguna compulsión en la oración, sino porque hay una dulce y bendita compulsión en la promesa. Como es el sublime y verdadero Dios, no puede negarse a Sí mismo. ¡Oh!, pensar en esto: que tú, un hombre insignificante puedas estar aquí y hablar con Dios, y a través de Dios puedas mover todos los mundos. Sin embargo, cuando tu oración es escuchada, la creación no es alterada; aunque las mayores peticiones sean contestadas, la providencia no será desordenada ni un solo instante. Ninguna hoja caerá más pronto del árbol, ninguna estrella detendrá su curso, ninguna gota de agua caerá más lentamente de su fuente, todo continuará siendo igual, y sin embargo, tu oración lo habrá afectado todo. Hablará a los decretos y a los propósitos de Dios mientras están siendo cumplidos diariamente, y todo ellos gritarán a tu oración, y clamarán: "tú eres nuestra hermana; nosotros somos decretos y tú una oración; pero tú misma eres un decreto, tan antiguo, tan seguro, tan viejo como lo somos nosotros." Nuestras oraciones son decretos de Dios en otra forma. Las oraciones del pueblo de Dios no son sino promesas de Dios musitadas por corazones vivos, y esas promesas son los decretos, sólo que puestos en otra forma y figura. No pregunten: "¿cómo pueden mis oraciones afectar los decretos?" No pueden, excepto que en la medida que sus oraciones son decretos, y que conforme brotan, cada oración que es inspirada por el Espíritu Santo a su alma, es tan omnipotente y eterna como ese decreto que dijo: "Sea la luz; y fue la luz;" o como ese decreto que eligió a Su pueblo, y ordenó su redención por la sangre preciosa de Cristo. Tú tienes poder en la oración, y tú estás hoy entre los ministros más potentes en el universo que Dios ha hecho. Tú tienes poder sobre los ángeles, pues ellos volarán a tu voluntad. Tú tienes poder sobre el fuego, y el agua, y los elementos de la tierra. Tú tienes poder para que tu voz sea escuchada más allá de las estrellas. Donde los truenos se desvanecen en silencio, tu voz despertará los ecos de la eternidad. El oído del propio Dios la escuchará y la mano de Dios mismo cederá a tu voluntad. Él te pide que clames: "Hágase tu voluntad," y tu voluntad será hecha. Cuando tú puedes argumentar Su promesa entonces tu voluntad es Su voluntad. ¿No parece algo sobrecogedor, mis queridos amigos, tener tal poder en las manos de uno como el poder de orar? Han oído algunas veces historias de hombres que pretendían tener un poder extraño y místico, por el cual podían llamar a los espíritus de los profundos abismos, por el cual provocaban aguaceros torrenciales y detenían el sol. Todo era una invención de la imaginación, pero si fuera verdad, el cristiano es todavía un mayor mago. Basta que tenga fe en Dios, y no habrá nada imposible para él. Será libertado de lo profundo de las aguas, será rescatado de las más penosas aflicciones, en los días de hambre será saciado, será librado de la peste, en medio de la calamidad caminará con paso firme y fuerte, en la guerra siempre será protegido, y en el día de la batalla alzará su cabeza, si cree simplemente en la promesa, y la levanta delante de los ojos de Dios y la argumenta con la convicción de una confianza inconmovible. No hay nada, lo repito, no
hay una fuerza tan tremenda, no hay una energía tan maravillosa, como la energía con la que Dios ha dotado a cada hombre, que como Jacob puede luchar, como Israel puede prevalecer con Él en oración. Pero tenemos que tener fe en esto; tenemos que creer que la oración es lo que es, o de lo contrario no es lo que debería ser. A menos que crea que mi oración es eficaz, no lo será, pues dependerá de mí en gran medida. Dios me puede otorgar la misericordia aun cuando no tenga fe; eso dependerá de Su propia gracia soberana, pero Él no ha prometido hacerlo. Pero cuando yo tengo fe, y puedo argumentar la promesa con verdadero deseo, ya no es más una probabilidad si voy a obtener la bendición, o si mi voluntad se verá cumplida. A menos que el Eterno se aparte de Su Palabra, a menos que el juramento que ha dado sea revocado, y Él mismo cese de ser lo que es, "sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho." Y ahora, subiendo otro escalón, conjuntamente con objetivos definidos, debe haber fervientes deseos y fe firme en la eficacia de la oración, y, ¡oh, que la gracia divina lo haga una realidad en nosotros! Deberíamos ser capaces de contar las misericordias antes de recibirlas, creyendo que vienen en camino. Leyendo el otro día un dulce librito, que recomiendo a todos ustedes, escrito por un autor norteamericano que parece conocer enteramente el poder de la oración y con quien estoy en deuda por muchas cosas buenas, un librito llamado La Hora del Sosiego, me encontré una referencia a un pasaje del libro de Daniel, en su capítulo diez, creo, donde, como dice, toda la maquinaria de la oración está al desnudo. Daniel está de rodillas en oración, y el arcángel se le acerca. Habla con él y le dice que tan pronto como Daniel comenzó a disponer su corazón para entender, y para humillarse delante de Dios, sus palabras fueron oídas, y el Señor despachó al ángel. Luego le dice como si se tratase de cualquier conversación de negocios en el mundo: "a causa de tus palabras yo he venido. Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme . . .He venido para hacerte saber lo que ha de venir." Vean, ahora, que Dios sopla el deseo en nuestros corazones, y tan pronto como el deseo está allí, antes de que llamemos, Él comienza a responder. Antes de que las palabras hayan recorrido la mitad de su camino al cielo, mientras todavía están temblorosas sobre los labios (conociendo las palabras que queremos decir) comienza a responderlas, y envía al ángel; el ángel llega y trae la bendición solicitada. Vamos, esto es una revelación, si pueden verla con sus ojos. Algunas personas piensan que las cosas espirituales son sueños, y que estamos hablando de cosas imaginarias. No, yo creo que hay tanta realidad en la oración de un cristiano como la que hay en un relámpago; y la utilidad y excelencia de la oración de un cristiano puede ser tan conocida sensiblemente, como el poder de un relámpago cuando parte un árbol, quiebra sus ramas y lo sacude hasta en su propia raíz. La oración no es una imaginación ni una ficción; es una cosa verdadera y real que ejerce coerción en el universo, atando con grillos a las propias leyes de Dios, y constriñendo al Sublime y Santo a poner atención a la voluntad de su pobre pero favorecida criatura humana.
Pero necesitamos creer en esto siempre. Necesitamos una seguridad en la eficacia de la oración. ¡Necesitamos contar las misericordias antes de que sean otorgadas! ¡Necesitamos estar seguros que van a llegar! ¡Necesitamos actuar como si ya las tuviésemos! Cuando hayan pedido por su pan de cada día, no deben turbarse con afanes, sino que deben creer que Dios los ha oído y se los dará. Cuando hayan presentado el caso de su hijo enfermo delante de Dios, deben creer que el niño se recuperará, y si no fuera así, que entonces será mayor bendición para ustedes y mayor gloria a Dios, y así dejarlo todo en Sus manos. Poder decir: "yo sé que me ha escuchado ahora; sobre la atalaya estaré yo continuamente; buscaré a mi Dios y oiré lo que tenga que decir a mi alma." ¿Te viste frustrado alguna vez, cristiano, habiendo orado en fe y habiendo esperado una respuesta? Yo doy mi propio testimonio aquí, esta mañana, que todavía no he confiado en Él, pero que me fallara. He confiado en el hombre y he sido engañado, pero mi Dios nunca me ha denegado la petición que le he hecho, cuando he apoyado la petición con fe en Su disposición a escucharme, y en la seguridad de Su promesa. Pero oigo que alguien pregunta: "¿podemos pedir por cosas temporales?" Ay, claro que pueden hacer eso. En todo den a conocer sus necesidades a Dios. La oración no es únicamente para lo espiritual, sino también para las preocupaciones cotidianas. Lleven sus más pequeñas preocupaciones delante de Él. Él es un Dios que oye la oración. Él es el Dios de su hogar así como el Dios del santuario. Siempre lleven todo lo que tengan delante de Dios. Como un buen hombre que está a punto de ser unido a esta Iglesia me dijo de su difunta esposa: "Oh" -dijo- "ella era una mujer que yo no podía convencerla de hacer algo hasta que hubiera orado por ello. Cualquier cosa que fuese, solía decir: 'debo ponerlo en oración'". Oh, que tuviéramos más de este dulce hábito de extender todo delante del Señor, justo como lo hizo Ezequías con la carta del Rabsaces, dejándolo todo allí, y diciendo: "Hágase Tu voluntad, yo me pongo en Tus manos." La gente dice que el señor Müller de Bristol es entusiasta, porque reúne a setecientos niños y cree que Dios dará la provisión para ellos; aunque no haya nada en la bolsa, a menudo, él cree que la provisión vendrá. Mis queridos hermanos, él no es un entusiasta; él sólo hace lo que debería ser la acción común de cada cristiano. Él está actuando sobre una norma de la cual el mundano siempre se burla porque no la entiende; es un sistema que siempre parece visionario y romántico al débil juicio del sentido, pero que nunca será percibido así por el hijo de Dios. No actúa conforme al sentido común, sino conforme a algo más elevado que el sentido común: la fe poco común. ¡Oh, que tuviéramos esa extraña fe que le toma la palabra a Dios! Él no puede permitir y no permitirá que el hombre que confía en Él sea avergonzado y confundido. He expuesto delante de ustedes ahora, lo mejor que he podido, lo que considero que constituyen cuatro elementos esenciales de la oración que prevalece: "Todas las cosas por las que oréis y pidáis, creed que ya las habéis recibido, y os serán concedidas." II. Habiéndoles pedido de esta manera que miraran el texto, LES PIDO QUE MIREN A SU ALREDEDOR. Miren a su alrededor en nuestras reuniones de oración, y miren a su alrededor en sus intercesiones privadas, y juzguen ambos elementos al tenor de este texto. Primero, miren a su alrededor en reuniones de oración; no puedo ser muy puntual en este tema, porque creo honestamente que las reuniones de oración que usualmente
tienen lugar entre nosotros, tienen mucho menos fallas de las que estoy a punto de indicar, que cualquiera de los otros grupos a los que he asistido. Pero todavía tienen algunas de las fallas, y espero que lo que diremos, sea recibido personalmente por cada hermano que tenga el hábito de practicar públicamente la oración en las reuniones de oración. ¿No es un hecho que, tanto pronto como entran a la reunión, sienten que, si son llamados a orar, tienen que ejercitar un don? Y ese don, en el caso de muchos hombres que oran (hablando duramente, tal vez, pero pienso que honestamente) radica en tener una excelente memoria para recordar una buena cantidad de textos, que siempre han sido citados desde los días del abuelo de nuestro abuelo, y en ser capaz de repetirlos en el orden adecuado. El don radica también, en algunas iglesias, especialmente en iglesias de aldeas, en tener buenos pulmones, como para ser capaces de sostener el tono sin respirar, durante veinticinco minutos cuando son breves, o tres cuartos de hora cuando se alargan un poco. El don radica también en pasar a través de toda una hilera de cosas, siendo incapaces de pedir algo específico, haciendo de la oración, no una flecha con una punta, sino más bien una herramienta estrambótica que no tiene una punta, y sin embargo está destinada a ser puntiaguda; que apunta a todos lados, y que, por consiguiente, no le atina a nada. A estos hermanos se les pide con frecuencia que oren, a esos que tienen esos peculiares, y tal vez, excelentes dones, aunque en verdad debo decir que yo no puedo obedecer el mandato del apóstol de procurar dones como esos. Ahora, si en lugar de eso, se le pidiera que orara a alguien que no ha orado nunca antes en público; supongamos que esta persona se levantara y dijera: "¡Oh Señor, me siento tan pecador que difícilmente puedo dirigirme a Ti, Señor, ayúdame a orar! ¡Oh, Señor, salva mi pobre alma! ¡Oh, que Tú salves a mis antiguos compañeros! ¡Señor, bendice a nuestro ministro! Que te agrade enviarnos un avivamiento. Oh Señor, no puedo decir nada más; óyeme por Jesucristo nuestro Señor! Amén. Bien, entonces, ustedes sentirían de alguna manera como si hubiesen comenzado a orar. Sentirían un interés por ese hombre, en parte por miedo a que se detuviera, y también porque quiso decir lo que dijo. Y si otro se levantara después de él, y orara en el mismo espíritu, ustedes saldrían diciendo, "esta fue una oración real." Yo preferiría tener tres minutos de una oración como esa, que treinta minutos de una oración del otro tipo, porque uno está orando, y el otro está predicando. Permítanme citar lo que dijo un viejo predicador acerca del tema de la oración, y comentarlo como un pequeño consejo para ustedes: "Recuerden que el Señor no los escuchará por la aritmética de sus oraciones; Él no cuenta su número. Él no los escuchará por la retórica de sus oraciones; no le importa el lenguaje elocuente en el que son transmitidas. Él no los escuchará por la geometría de sus oraciones; no las calcula por su longitud, ni por su anchura. No los considerará por la música de sus oraciones; no le importan las dulces voces, ni las frases armoniosas. Tampoco los mirará por la lógica de sus oraciones; porque estén bien arregladas y excelentemente compartidas. Pero Él los oirá, y medirá la cantidad de bendición que les otorgará, de acuerdo a la divinidad de sus oraciones. Si ustedes pueden argumentar la persona de Cristo, y si el Espíritu Santo los inspira con celo y sinceridad, las bendiciones que pidan, de seguro vendrán a ustedes."
Hermanos, me encantaría quemar todo el cúmulo de viejas oraciones que hemos estado usando estos últimos cincuenta años. Ese "aceite que va de vasija en vasija," ese "caballo que se apresura a la batalla," ese texto cortado citado indebidamente: "donde están dos o tres congregados, Tú estarás en medio de ellos," y todas esas otras citas que hemos estado fabricando, y dislocando, y copiando de hombre a hombre. Yo quisiera que vengamos a hablar con Dios, simplemente desde lo profundo del corazón. Sería algo grandioso para nuestras reuniones de oración; habría una mayor asistencia; y estoy seguro que serían más fructíferas, si cada persona se sacudiera de ese hábito de formalidad, y hablara con Dios como un hijo habla con su padre; pidámosle lo que necesitemos, y luego sentémonos y habremos terminado. Digo esto con toda la sinceridad cristiana. A menudo, porque he decidido no orar según cualquier fórmula convencional, la gente ha dicho: "¡ese hombre no es reverente!" Mi querido amigo, tú no eres el juez de mi reverencia. Ante mi propio Señor, me sostengo o caigo. No creo que Job haya citado a alguien. No creo que Jacob haya citado al viejo santo en el cielo: a su padre Abraham. No encuentro que Jesucristo citara la Escritura en oración. Ellos no oraban con palabras de otras personas, sino que usaban sus propias palabras. Dios no quiere que vayan recogiendo esas excelentes pero muy enmohecidas especias del antiguo santuario. Él quiere el aceite nuevo, acabado de destilar del fresco olivo de su propia alma. Él quiere especias e incienso, no de los viejos cofres, donde han permanecido por tanto tiempo que han perdido ya su olor, sino que quiere incienso fresco, y mirra fresca, traídos del Ofir de la experiencia de su propia alma. Procuren mucho orar realmente, no aprendan el lenguaje de la oración, sino busquen el espíritu de la oración, y que Dios Todopoderoso les bendiga, y les haga más poderosos en sus súplicas. He dicho: "miren a su alrededor." Quiero que continúen la obra y miren en sus propios aposentos. ¡Oh, hermanos y hermanas, no hay lugar que nos dé más vergüenza mirar que la puerta de nuestro aposento! No puedo decir que los goznes estén herrumbrados; la puerta abre y cierra a la hora acostumbrada. No puedo decir que la puerta esté cerrada con llave y tenga telarañas. No descuidamos la oración misma; pero esas paredes, esa vigas que sobresalen de las paredes, ¡qué cosas no dirían! "¡Oh!" -podría clamar la pared- "yo te he oído cuando has tenido tanta prisa que difícilmente podías pasar dos minutos con tu Dios, y te he oído, también, cuando estabas medio dormido, y cuando no te dabas cuenta de lo que estabas diciendo." Entonces alguna de las vigas podría clamar: "te he oído llegar y pasar diez minutos y no pedir nada; al menos tu corazón no pidió nada. Tus labios se movieron, pero tu corazón estaba silente." Cómo podría clamar otra viga: "¡Oh!, he oído que gimes con toda tu alma, pero he visto que te retiras desconfiado, sin creer que tu oración fuera oída, citando la promesa, pero incrédulo de que Dios la cumpliría." Seguramente las cuatro paredes del aposento podrían juntarse y caer sobre nosotros en su ira, porque a menudo hemos insultado a Dios con nuestra incredulidad y con nuestra prisa, y con todo tipo de pecados. Le hemos insultado incluso en Su propiciatorio, en el lugar donde se manifiesta más plenamente Su condescendencia. ¿Acaso no sucede lo mismo con ustedes? ¿Acaso no debe confesarlo cada uno de nosotros cuando nos toque nuestro turno? Cuídate entonces, hermano cristiano, y haz una enmienda, y que Dios te haga más poderoso y más exitoso en tus oraciones. que hasta este momento.
III. Pero para no detenerlos, mi último punto es, miren hacia arriba, MIREN ARRIBA. Miremos arriba, hermanos y hermanas cristianos, y lloremos. Oh Dios, Tú nos has dado un arma poderosa, y hemos dejado que se llene de herrumbre. Tú nos has dado la oración que es poderosa como Tú mismo, y hemos dejado que su poder permanezca dormido. ¿No constituiría un vil crimen si se le diera a un hombre un ojo que no quisiera abrir, o una mano que no quisiera levantar, o un pie que se quedara tieso por falta de uso? Ah, y, ¿qué diríamos de nosotros cuando Dios nos ha dado poder en la oración, poder sin par, lleno de bendición para nosotros mismos, y de innumerables misericordias para otros, y sin embargo, ese poder permanece quieto. Oh, si el universo se quedara quieto como nosotros, ¿dónde estaríamos? Oh, Dios, Tú le das luz al sol y el sol brilla con ella. Tú le das luz a las estrellas y ellas titilan. A los vientos les das fuerza y ellos soplan. Y al aire Tú le das vida y se mueve, y los hombres respiran ese aire. Pero a tu pueblo Tú le has dado un don que es mejor que la fuerza, y la vida, y la luz, y, sin embargo, ese pueblo permite que se quede quieto. Olvidándose que blanden el poder, raras veces lo ejercitan, aunque sería bendecido para incontables miríadas. Llora, hombre cristiano. Constantino, el emperador de Roma, vio que en las monedas de los otros emperadores, sus efigies estaban en una postura erecta: triunfante. En lugar de eso, él ordenó que su efigie fuera grabada de rodillas, pues dijo: "esa es la postura en la que he triunfado". Nunca triunfaremos hasta que nuestra efigie sea grabada de rodillas. La razón por la que hemos sido derrotados, y por qué nuestros estandartes se arrastran en el polvo, es porque no hemos orado. Vayan, vayan de regreso a su Dios, con tristeza, y confiesen delante de Él, ustedes hijos de Efraín, que estuvieron armados y llevaban arcos, pero dieron sus espaldas en el día de la batalla. Vayan a su Dios y díganle que si no fueran salvadas las almas, no es porque Él no tenga el poder de salvar, sino porque no han laborado copiosamente como si estuviesen de parto por los pecadores que perecen. Sus entrañas no han vibrado como arpas por Kir-hareset, ni su espíritu ha sido conmovido por las defensas de la tribu de Rubén. Despierten, despierten, ustedes que son el pueblo de Israel; sorpréndanse ustedes, descuidados; ustedes que han descuidado la oración; ustedes pecadores que están en el propio centro de Sion, y que han permanecido tranquilos. Despiértense; luchen y esfuércense con su Dios, y entonces recibirán la bendición: la lluvia temprana y la tardía de Su misericordia, y la tierra producirá en abundancia, y todas las naciones la llamarán bienaventurada. Miren arriba, entonces, y lloren. Una vez más, miren hacia arriba y gócense. Aunque han pecado en contra de Él, a pesar de eso los ama. No han orado ni han buscado Su rostro, pero, he aquí, Él todavía clama a ustedes: "Buscad mi rostro;" y no ha dicho: "En vano me buscáis." Tal vez no han ido a la fuente, pero ella sigue corriendo tan libremente como antes. Han cerrado sus ojos a ese sol, pero todavía brilla sobre ustedes con todo su lustre. No se han acercado a Dios, pero Él los espera para derramar Su gracia, y está listo para oír todas sus peticiones. He aquí, Él les dice: "Pregúntenme acerca de las cosas venideras, y en lo concerniente a mis hijos y a mis hijas, pídeme." ¡Qué cosa tan bendita es que el Señor del cielo esté siempre listo para oír! Agustín tiene un hermoso pensamiento acerca de la parábola del
hombre que tocó a la puerta de su amigo, a la medianoche, diciendo: "Amigo, préstame tres panes." La paráfrasis suya va más o menos así: "yo toco a la puerta de la misericordia, y está muy entrada la noche. ¿Saldrá alguno de los siervos de la casa para responderme? No; yo toco, pero están dormidos. ¡Oh!, ustedes, apóstoles de Dios, ustedes, mártires glorificados, ustedes duermen; descansan en sus camas; ustedes no pueden oír mi oración. Pero, ¿no responderán los hijos? ¿No hay hijos que estén listos a venir para abrir la puerta a su hermano? No; duermen. Mis hermanos que han partido, a quienes les pedía consejo, y que eran los compañeros de mi corazón, no pueden responderme, pues descansan en Jesús: sus obras les han seguido, pero no pueden obrar por mí. Pero mientras los siervos están dormidos, y mientras los hijos no pueden responder, el Señor está despierto, despierto también a la medianoche. Podrá ser medianoche en mi alma, pero Él me oye, y cuando yo digo: "préstame tres panes," Él viene a la puerta y me da todo lo que yo necesito. Cristiano, mira hacia arriba y regocíjate. Siempre hay un oído abierto para una boca abierta. Siempre hay una mano lista cuando hay un corazón listo. No tienes más que clamar y el Señor oirá; es más, antes de que llames, Él responderá, y mientras estés hablando, Él oirá. ¡Oh, entonces no seas tardo en la oración. Acércate a Él cuando llegues a tu casa; no, en el propio camino alza tu corazón silenciosamente; y cualesquiera que sean tus peticiones o tus súplicas, pídelo todo en el nombre de Jesús, y te será concedido. Además, miren hacia arriba, queridos hermanos cristianos, y enmienden sus oraciones de ahora en adelante. No miren más a la oración como una ficción romántica o como un arduo deber; mírenla como un poder real, como un placer real. Cuando los filósofos descubren algún poder latente, parecen deleitarse al ponerlo en acción. Creo que ha habido un gran número de ingenieros que han diseñado y construido algunas de las obras humanas más maravillosas, no porque fueran remunerativas, sino simplemente por un amor a mostrar su propio poder para realizar maravillas. Para mostrar al mundo lo que puede hacer la capacidad, y lo que el hombre puede lograr, han convencido a las compañías para que hicieran especulaciones sin ningún retorno aparente, hasta donde puedo ver, para poder tener una oportunidad de mostrar su genio. Oh hombres cristianos, y, ¿desarrollará grandiosas obras tan magnífico Ingeniero, manifestando Su poder, y tendrán ustedes un poder superior al que jamás haya tenido algún hombre, aparte de Su Dios, y permitirán que permanezca inmóvil? No, piensen en un grandioso objetivo, y ejerciten la musculatura de su oración para alcanzarlo. Que cada vena de su corazón esté saturada con la rica sangre del deseo, y luchen, y contiendan, y tiren con fuerza y esfuércense con Dios para alcanzarlo, usando las promesas y argumentando los atributos, y vean si Dios no les concede el deseo de su corazón. Los reto a que en este día sobrepasen en oración la munificencia de mi Señor. Les arrojo el guante del desafío. Crean que es más de lo que es; abran su boca tan grande que Él no pueda llenarla; vayan ahora a Él por más fe de la que garantiza la promesa; aventúrense, arriésguense, sobrepasen al Eterno si eso fuera posible; inténtenlo. O, como preferiría expresarlo, tomen sus peticiones y necesidades y vean si no las
honra. Prueben si creyendo en Él, no les cumple la promesa, y los bendice ricamente con el aceite de la unción de Su Espíritu por el cual ustedes serán potentes en la oración. No puedo evitar agregar únicamente estas pocas sílabas antes de que se vayan. Sé que hay algunos de ustedes que nunca han orado en su vida. Han dicho una forma de oración, tal vez, muchos años, pero no han orado ni una sola vez. ¡Ah!, pobre alma, debes nacer de nuevo, y mientras no hayas nacido de nuevo, no puedes orar, de la manera que he estado dirigiendo al cristiano para que ore. Pero permítanme preguntarles esto. ¿Anhela su corazón la salvación? ¿Les ha susurrado el Espíritu: "Ven a Jesús, pecador, pues Él te oirá?" Crean en ese susurro, pues Él les oirá. La oración del pecador despierto es aceptable a Dios. Él oye a los de quebrantado corazón y también los sana. Lleven sus gemidos y sus suspiros a Dios y Él les responderá. "Ah" -pero dirá uno- "yo no tengo nada que pedir." Bien, suplica como lo hizo David: "Perdonarás también mi pecado, que es grande." Tienen esa petición: su iniquidad es muy grande. Luego argumenten esa sangre preciosa, (ese argumento que prevalece), digan: "por Jesús que derramó su sangre," y prevalecerás, pecador. Pero no vayas a Dios, pidiendo misericordia con tu pecado en tu mano. ¿Qué pensarías del rebelde que se apareciera delante de su soberano y le pidiera perdón con una daga ceñida al cinto, y con la declaración de su rebelión en su pecho? ¿Merecería ser perdonado? No podría merecerlo, de ninguna manera, y ciertamente merecería doble condenación por haberse burlado de esta manera de su señor, mientras pretendía pedir misericordia. Si una esposa hubiese abandonado a su marido, ¿piensan que podría tener la desfachatez de regresar con frente descarada y pedir su perdón apoyándose en el brazo de su amante? No, no podría tener tal desfachatez, y sin embargo, así sucede con ustedes (tal vez pidiendo misericordia pero continuando en el pecado), pidiendo ser reconciliados con Dios, y sin embargo, albergando y entregándose a sus deseos. ¡Despierta! ¡Despierta!, y clama a tu Dios, tú que duermes. La barca se acerca a la roca, tal vez pueda chocar contra ella mañana y quedar deshecha, y tú podrías ser lanzado a los abismos insondables de la aflicción eterna. Invoca a tu Dios, digo, y cuando hayas clamado a Él, arroja tu pecado o no podrá oírte. Si alzas tus manos inmundas con una mentira en tu mano derecha, la oración sería indigna en tus labios. Oh, ven a Él, y dile: "quita toda iniquidad, recíbeme con gracia, ámame de pura gracia," y Él te oirá, y todavía orarás como príncipe prevaleciente, y un día estarás como más que un vencedor delante del trono estrellado del que reina por siempre, Dios sobre todo, bendito para siempre. 3 Preguntas Que Debes Hacer Cuando Lees la Biblia Cuanto más leo la Biblia, más puedo ver que hay una diferencia abismal entre mirarla y escudriñarla… y me preocupa ver como muchas personas en Latinoamérica miran la Biblia en vez de leerla realmente. Me preocupa mucho porque solía ser de esos que no la leen, aunque creen que lo hacen. Así que hoy quiero compartir contigo tres preguntas que debemos hacer al momento de leer la Biblia.
Puedo asegurarte que cuando te hagas estas preguntas y busques sus respuestas, te llevarás MUCHAS sorpresas y entenderás mejor la Palabra de Dios (lo cual es igual a más gozo para tu vida). Pregunta #1: ¿Cuál es el contexto histórico de esto? Por contexto histórico me refiero a lo siguiente:
El lugar en que fue escrito un texto.
Las personas a quienes es dirigido originalmente.
La fecha en que Dios inspiró el texto.
El autor a quien Dios usó y dirigió.
Conocer el contexto histórico es súper-importante porque así podrás entender muy bien por qué los autores escribieron de cierta manera (que a veces nos resulta incomprensible para nosotros) bajo la dirección del Espíritu Santo, entre muchas cosas más que aprenderás. También es importante reconocer que muchos pasajes en la Biblia no tienen una implicación directa para nosotros, que ahora vivimos bajo la gracia y que no somos del Israel étnico, aunque igual tienen muchas implicaciones indirectas, reales y significativas, una vez que los entendemos mejor. Lee también:
5 Razones Para Estudiar la Biblia en tu Juventud.
¿Qué diferencia a la Biblia de todos los otros libros?
Pregunta #2: ¿Cuál es el contexto bíblico de esto? Por contexto bíblico me refiero a lo siguiente:
Conocer qué dice el libro de la Biblia que lees, justo antes del pasaje que estudias.
Examinar si el pasaje realmente significa lo que a simple vista parece que significa.
Analizarlo a la luz de otros pasajes en la Biblia, que aborden el mismo tema, incluso los que parecen contradecirlo.
Conocer cada día más el contexto bíblico de lo que lees, te impactará porque verás cómo la Biblia es perfecta y asombrosa. Además, muchas de tus dudas serán disipadas por la palabra de Dios y tus pensamientos estarán mejor fundamentados en la verdad.
Pregunta #3: ¿Qué significa esto? Es asombrosa la cantidad de gente que nunca se pregunta “¿Qué significa esto?” cuando leen la Biblia. Por eso tenemos a personas que leen muchas veces pasajes como Efesios 2:8, pero creen que la fe es algo que ellos deciden tener o no (por ejemplo). “Dios no ha tartamudeado en Su Palabra, así que no es difícil entenderla si en verdad la leemos” Dios no ha tartamudeado en Su Palabra, así que no es difícil entenderla si en verdad la leemos y nos hacemos las preguntas correctas gracias a Dios. Con esto me refiero a buscar entender:
Por qué está en las Escrituras y es importante.
Qué revela sobre Dios y el evangelio.
Cómo debe afectar nuestras vidas.
Para concluir, te animo a hacerte estas tres preguntas cuando leas la Biblia. Es mi oración que cuando lo hagas el Espíritu Santo te guíe a toda verdad y seas abrumado por la grandeza de Dios (Juan 16:13).
Cómo Memorizar la Biblia (¡Éste es el Método Que Uso!) “El vigor de nuestra vida espiritual será en exacta proporción al lugar que la Biblia ocupa en nuestras vidas y pensamientos” — George Muller. En el pasado ya he hablado sobre cómo recordar lo que aprendes leyendo en la Biblia, pero hoy quiero hablarte sobre cómo ser más preciso en eso. Sobre cómo memorizar la Biblia. A muchas personas todo este asunto de memorizar la Biblia les parece una locura y hasta algo exagerado, pero no lo es. ¿Por qué memorizar la Biblia? La Biblia es muy diferente a todos los otros libros. Es la Palabra de Dios, y algo más maravilloso que tenerla en físico o en un teléfono celular, es tenerla en tu mente. Ojala yo pudiera convencer a todas las personas para que memoricen la Biblia. Cuando trabajo en memorizar la Biblia, medito los pasajes y así conozco la Palabra de Dios mucho más. Y es que memorizar la palabra de Dios es como predicarme a mí mismo, TODOS LOS DÍAS. Dios en Su gracia ha usado la memorización de Su Palabra para abrumarme y mostrarme mucho más de Su gran amor. Memorizar la Biblia…
Me hace entender más la Palabra de Dios y conocerlo.
Me hace tener Sus promesas en mi mente para que el Espíritu Santo me las recuerde cuando las necesito.
Me resulta asombrosamente útil para predicarle a otras personas cuando no tengo mi Biblia cerca.
El apóstol Pablo le escribe a la iglesia en Filipos: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros”. (Filipenses 4:8-9 Énfasis añadido) En otras palabras, pensemos en la Palabra de Dios. Nacimos para amar a Dios con nuestras mentes. Jesús dijo que el gran mandamiento es el siguiente:
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37). Es importante pensar en la principal razón por la que tenemos un cerebro en nuestros cráneos: Dios (Romanos 11:36). Cuanto más saturada está tu mente de la Palabra de Dios, tus acciones no pueden estar saturadas por otras cosas. Lee más sobre cómo memorizar la Biblia impacta nuestras vidas. Cómo memorizar la Biblia Solo pocos minutos al día es más que suficiente para aprendas la Palabra de Dios. La siguiente rutina que hago puedes hacerla de día o de noche. Conozco a personas que prefieren hacerlo en las mañanas, pero yo prefiero hacerlo antes de dormir, ya que soy de los que retienen mejor la información en las noches. Empieza así. En el primer día…
Lee 10 veces el primer versículo del libro o capítulo que quieres aprender, con mucha atención.
Luego dilo de memoria por 10 veces más.
¡Listo!
El siguiente día…
Recita 10 veces el versículo que aprendiste ayer (puedes revisar tu Biblia para refrescarlo).
Luego lee el siguiente versículo 10 veces, con mucha atención.
Recita el nuevo versículo que aprendiste 10 veces.
¡Listo!
El siguiente día…
Recita 10 veces el versículo que aprendiste ayer (puedes revisar tu Biblia para refrescarlo).
Luego recita una sola vez los dos versículos que ya te sabes (el primero y el segundo).
Luego lee el siguiente versículo, el que aprenderás hoy, 10 veces con mucha atención.
Recita 10 veces el nuevo versículo que aprendiste.
¡Listo!
Y así sucesivamente. En eso se resume la técnica que uso para memorizar la Biblia. Tips prácticos a la hora de memorizar la Biblia. Te animo a que tengas esto en cuenta: Empieza con un capítulo muy importante para ti o un libro corto. Si empiezas tratando de memorizarte todo el evangelio de Juan, por ejemplo, puedes llegarte a desanimar. Empieza con algo corto y mediante lo cual Dios te haya hablado de forma especial. Algo que haya despertado pasión en ti y quieras comprender más. Si estás indeciso, te recomiendo que empieces aprendiendo Romanos 8 o algunos Salmos, y luego puedes continuar con una carta corta de Pablo, como Colosenses, Filipenses o Efesios (eso es lo que yo hice). Es mucho mejor memorizar capítulos completos o libros completos, que memorizar versículos separados. Por eso este método resulta especialmente útil para aprender libros completos. ¿Por qué aprenderse incluso los versículos que no parecen significantes? Porque ellos te ayudan a entender mejor los que parecen claves. Son el contexto. Jesús dice en Mateo 4:4: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Y Pablo dice en 2 Timoteo 3:16-17: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”. Ora por tu memorización de la Palabra. Encomienda esto a Dios. Pídele a Dios que esto sea para Su gloria y no para la tuya, y Él te dará la capacidad de retener en tu mente Su revelación. Dale prioridad a la retención por encima de aprender más versículos. No te saltes el proceso de repasar los versículos que ya te sabes. De todas formas, lo más seguro es que no te vaya a resultar pesado repasarlos, por la simple razón de que el avance es progresivo y te vas adaptando. Te lo garantizo. Recitar Romanos 8 (39 versículos), por ejemplo, dura menos de dos minutos. Es asombroso lo corto que puede resultar ser recitar todo un capítulo o un libro corto de la Biblia. Vale la pena el esfuerzo extra de memorizarte los números de los versículos. Esto es algo que estoy tomando en cuenta recientemente y que Andrew Davis también recomienda en su folleto. Antes de decir un versículo en tu rutina de memorización, di el número del capítulo y el versículo (Ejemplo con Romanos 8: “Ocho, uno, ahora pues, ninguna condenación para los que están
en Cristo Jesús, los que andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu”. Memorizar los versículos es súper-útil para cuando prediques o estés leyendo un libro cristiano en donde el autor haga referencias a la Biblia, ya que no tendrás que abrir tu Biblia para saber qué dice ese versículo (lo cual es algo cool, por cierto). Además, eso te ayudará a no saltarte versículos cuando los recites. Cambias las palabras como “vosotros”, “os”, “vuestros”. Esto me ha resultado muy útil. Por ejemplo, memorizando Romanos 8:9, en vez de decir “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros…”, digo, “Más ustedes no viven según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en ustedes…”. Es mucho más fácil memorizarlo así, ¿no crees? Di los versículos en voz alta. Es mucho más fácil memorizar algo cuando lo dices en voz alta, en vez de solo decirlo en tu mente o susurrando. Trust me. ¡Tómale una foto mental a los versículos! La memorización también tiene un aspecto visual. Por eso es muy importante que cuando leas un versículo para aprenderlo, prestes mucha atención al orden de las palabras y a cómo están plasmadas en la hoja en la Biblia. Luego de que termines de memorizarlo, repite 100 veces. Luego de que te aprendas todo un libro o capítulo, repítelo de memoria por 100 días consecutivos. Se te será muy fácil porque siempre que aprendías un versículo, también repasabas todos los anteriores, así que esto no añadirá nada de tiempo a tu agenda diaria, además de que puedes hacerlo mientras estás duchándote o haciendo ejercicio, o caminando. Es importante que realmente afiances lo que aprendiste en tu memoria. Luego de esto, repite un día a la semana el libro que aprendiste por el resto de tu vida. Hazlo siempre a la misma hora. Creas un hábito al realizar algo siempre a la misma hora durante un mes y/o justo luego de hacer algo que haces a diario. Memoriza una versión o traducción que sea muy conocida. Esto ya es un consejo personal, pero lo considero muy útil. Así cuando prediques y menciones un versículo, las personas que te escuchen sabrán mejor de cual pasaje de la Biblia estás hablando. Estudia sobre el libro y el contexto. Si vas a aprender un capítulo o un libro, estudia sobre el contexto y sobre la personas que Dios usó para escribirlo. Esto te hará entender mucho más lo que vas a memorizar y te hará valorarlo más. ¡Dramatiza! Cuando recites algo, ponle emoción y buscar decirlo como crees que tal vez lo diría el escritor (o las personas del libro). Esto te hará recordarlo
más aún, además de que con esto te auto-predicas mejor cuando memorizas la Biblia. Espero que esto te anime a memorizar la Palabra de Dios. Es menos tedioso de lo que te imaginas, es mucho más fácil de lo que crees, y es mucho más valioso que lo que puedes pensar. Que el Señor nos conceda atesorar más Su Palabra y ser transformados más y más por ella.