Osvaldo Vergara Bertiche TEMA Las invasiones inglesas y la resistencia del Río de la Plata. Las ideas políticas. Economía y sociedad hacia 1810. La revolución en América Latina. La Revolución de Mayo y el Ciclo Independentista en Argentina y el resto de Latinoamérica. Buenos Aires y las provincias. La Asamblea del Año XIII, el Congreso de Arroyo del Medio (1815) y el Congreso de Tucumán (1816). Unitarios y federales. Guerras civiles y Tratado del Pilar. Cambios económicos y sociales. Período: 1806 - 1820 El criterio para el dictado de los temas precedentes se basa en presentar “imágenes” concretas, ya que no pueden ser completas, debido a la multicidad de hechos y personajes del período abarcado. Para ello, por encima de las clasificaciones académicas tradicionales, existe una ruptura con la estructuración del pensamiento “oficial” de la historia. Desde una concepción nacional, popular y federalista, los acontecimientos son reinterpretados mediante análisis no sesgados a la que fue sometida nuestra historia por hacer “política” de ella. Esta actividad puede practicarse tanto desde el periodismo, hasta por académicos, pasando por investigadores aficionados. La historia es un terreno propicio para la controversia política. Las circunstancias políticas del presente se fundamentan, justamente, en los hechos históricos del pasado, y así, por suerte, la revisión histórica no está amordazada, sino que la polémica pone de manifiesto tendencias inequívocas, en el ayer y en el hoy. Hechas estas salvedades, para abordar nuestra historia desde el revisionismo, pueden utilizarse materiales escritos de conocidas figuras, desde los hermanos Irazusta hasta los más recientes de Hugo Chumbita o Julio Rondina y Jorge Fernández. La lista es cuantiosa y conocida en los ámbitos interesados. En este caso concreto y debido a que la elección quedaba en manos de quién brinda cada clase o módulo, la decisión es la de utilizar solamente un libro: Historia de la Argentina – 1515/1835 – Tomo I, de Ernesto Palacio, Sexta Edición, Octubre de 1973, A. Peña Lillo, editor. Ernesto Palacio nació en San Martín (Provincia de Buenos Aires el 4 de enero de 1900, hijo de Alberto C. Palacio y de Ana Calandrelli. Fue abogado, docente, escritor y periodista. Ingresó en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires en 1919 y egresó como abogado en 1926. Como docente fue profesor de Historia Antigua y de Historia Argentina en la Escuela Comercial de Mujeres (1931-1938), de Geografía en el Colegio “Justo José de Urquiza” hasta 1942 y de Historia de la Edad Media en el Colegio Nacional “Bernardino Rivadavia” (1931-1955). Se desempeñó como diputado nacional entre 1946 y 1952, donde fue presidente de la Comisión de Cultura (1946-1947). Codirector junto a Rodolfo Irazusta de La Nueva República (1929-1931). Fundador en 1938 del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, donde dirigió y colaboró en su revista y fue miembro de la comisión directiva. Falleció a los 79 años el 3 de enero de 1979.
Fue autor de las siguientes obras: - La Inspiración y la Gracia (1929). - El Espíritu y la Letra (1936). - Historia de Roma (1939). - Catilina. La revolución contra la plutocracia en Roma (1946). - Teoría del Estado (1949). - La historia falsificada (1960). - Historia de la Argentina 1515-1938 (1954). Es dable señalar que elegir a este único historiador revisionista para fundamento literario de la temática, puede resultar desconcertante. Pero el dictante ha tenido una doble intención: rescatar una figura casi olvidada y poco leída y también proceder a entablar un debate en torno a sus ideas. Entre los revisionistas de mayor reconocimiento, si bien no antípodas pero ciertamente en muchos aspectos con posiciones disímiles, se encuentran José María Rosa y Abelardo Ramos. Se podría haber utilizado sus escritos, introducirse en su pensamientos y posturas y hubiera sido suficiente. Sin embargo convocar a Ernesto Palacio es concordante con la idea de robustecer el conocimiento. Nos señala en el libro de marras que: “Nuestra historia (tan corta) no adolece de lagunas de información, cuanto de fallas de interpretación. No se halla viciada por el desconocimiento de lo ocurrido, sino por su deliberada falsificación. Basta aplicar a los hechos que se conocen con certidumbre un criterio razonable, fundado en buenos principios políticos y una ajustada psicología, para que nos revelen sus relaciones causales y se agrupen en un orden armónico que, por satisfacer a la inteligencia, tiene que coincidir necesariamente con la expresión de la realidad. Negarlo sería negar la posibilidad misma de la Historia”. Para el comienzo de nuestro cometido, la Invasiones de 1806, nos dice que “Con paciencia y prolijidad de araña, la diplomacia inglesa había dispuesto los hilos para capturar la presa codiciada”. Y sobre nuestro final, asevera que “al Tratado (del Pilar) iba anexa una convención reservada por la que Buenos Aires se comprometía a entregar a los vencedores una cantidad de dinero y armamento completo para un millar de soldados y sus oficiales”. Apreciaremos entonces, que a la historia contada por los vencedores de Pavón se contrapone otra, discutida y muchas veces despreciada, pero escrita por “esa preocupación obsesiva por nuestro destino”.