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HéCTOR ALONSO RODRíGUEZ
DIANA
LIBSA
© Coedición: Edivisión Compañía Editorial S.A. de C.V. de México Grupo Editorial Diana ISBN: 968-13-3756-5
© 2004, Editorial LIBSA C/ San Rafael, 4 28108 Alcobendas. Madrid Tel. (34) 91 657 25 80 Fax (34) 91 657 25 83 e-mail:
[email protected] www.libsa.es Textos: Héctor Alonso Rodríguez Edición: Equipo Editorial LIBSA ISBN: 84-662-0641-8 Depósito legal: M-42369-03
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos vela por el respeto de los citados derechos. Impreso en España/P/'í/ñ^íf in Spain
Contenido
INTRODUCCIóN
13
ATRACCIóN, DESEO SEXUAL Y SEDUCCIóN
15
Los
ORÍGENES
19
La mujer en las sociedades primitivas
20
TEORíA Y PRáCTICA DE LA SEDUCCIóN
25
PRáCTICAS DE SEDUCCIóN
28
Estilos de seducción
29
Los ritos
30
La mirada, el rito de la vista
31
¿Cómo utilizar la mirada? La voz, el rito del oído
Los
;
32 32
Los tonos de voz en el hombre
33
Los tonos de voz en la mujer
33
La caricia, el rito del tacto
34
El aroma, el rito del olfato
34
El sabor, el rito del gusto
35
Los cinco sentidos
35
ASPECTOS CONDICIONANTES
37
Seguridad en uno mismo
37
¿Cómo mostrarse seguro?
38
Cosa de dos
39
El lenguaje del cuerpo
39
6 • EL ARTE DE LA SEDUCCIóN -f
El «look» y otros secretos
40
El vestuario
41
Definiciones de elegancia
42
Normas generales sobre el vestuario
43
Tabla básica del vestuario de gala
45
Tabla básica del vestuario informal
45
Los colores
46
Los complementos
46
Los perfumes
47
Sustancias de origen animal
48
Sustancias de origen vegetal
48
Consejos prácticos para regalar perfumes a los hombres
49
El maquillaje
50
ACTITUDES SEDUCTORAS
Los
51
El/la seductor/a universal
51
El/la seductor/a difícil
52
El/la seductor/a víctima
53
El sexo como objetivo
54
Peligros
55
Psicopatías
55
57
PRIMEROS CINCO MINUTOS
Los cinco pilares de la seducción
58
La sencillez
'
La sonrisa La mirada Formas de mirar
58 59
!
59 60
La voz
61
La imagen personal
61
Condiciones físicas y la apariencia
63
Los carbónicos
63
Los fosfóricos
63
Los tluóricos
64
Gestos delatores
66
CONTENIDO • 7
Caminar
67
Sentarse y levantarse
67
Brazos y manos
67
Qué hacer con los brazos y las manos
UNA TEORíA Y
30
REGLAS PARA SEDUCIR
68 69
La teoría
69
Los indicativos corporales
69
Las 30 reglas para seducir
70
Otros 30 consejos sobre lo que un/a seductor/a no se puede permitir
LA MUJER SEDUCE
El misterio Cómo sacarle partido al misterio La elegancia Qué es ser elegante La femineidad Qué es ser femenina
76 85 86 86 87 87 87 87
La inteligencia
88
Estrategias femeninas
88
El lanzado
89
El tímido
90
Seductores a los que hay que mantener a raya
91
El coleccionista
91
El lascivo
91
El «Pigmalión» o «maestro»
91
El niño de mamá
92
El explicativo
92
El rufián
92
Un caso muy singular
92
Seducir al jefe
92
El test de la empleada seductora
95
Tests para conocer tus actitudes de seducción
96
8 • EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
EL HOMBRE SEDUCE
107
La estrategia masculina
108
El primer beso
109
Cómo detectar el interés de ella
110
El día después
110
Lo que no se puede hacer
111
Seductoras a las que se ve venir
112
La que quiere y no puede
112
La que puede y no quiere
112
La madre universal
112
Test para conocer tus actitudes de seducción
UN MÉTODO CIENTÍFICO
113
119
Análisis de la situación
120
Información
122
Ambiente geográfico
123
Ambiente laboral
123
Ambiente social
123
Ambiente cultural
124
Ambiente económico
124
Análisis de la información
124
Datos sobre el análisis de la realidad
125
Datos de la investigación del ambiente geográfico
125
Datos de la investigación del ambiente laboral
126
Datos de la investigación del ambiente social
127
Datos de la investigación del ambiente cultural
127
Datos de la investigación del ambiente económico
128
Estrategia
128
AFRODISíACOS
133
Alimentos que encienden la libido
134
Alimentos afrodisíacos
135
La vitamina incendiaria
135
Sonidos, texturas y olores
135
Recetario afrodisíaco
137
CONTENIDO • 9
Cócteles y bebidas afrodisíacas
137
Amour
137
Cóctel de jengibre
138
Infusión de menta y canela
138
Kiss me boy
139
Lady love
139
Sevilla
139
Recetas de cocina afrodisíacas
140
Ensalada Paraíso
140
Endibias la tentación del Paraíso
141
Arenques fervorosos
142
Aguacate Cupido
143
Lasaña arrecife
144
Eondue de queso
145
Solomillo relleno de ostras
146
Carpetbag Steak
147
Ternera picante con leche de coco
148
Cordero pernicioso
149
Criadillas borrachas
150
Marisco erótico
151
Libritos de ternera tipo Afrodita
152
Sardinas licenciosas a la italiana
153
Ternera famosa a la Marsala
154
Cordero de Somoza
155
Salmón en buena compañía
156
Postres afrodisíacos
157
Bolas de queso
157
Cuajada de habichuelas con salsa de ostras
158
Naranjas cubiertas de chocolate amargo
159
Suflé de chocolate
160
Sayarín de pera
161
LAS CARICIAS
165
Aprender a acariciar
165
Cinco reglas de oro
166
10
• EL ARTE DE LA SEDUCCIóN 9
Las mejores caricias
166
El o más caliente
167
El baño
168
El baño en pareja
168
COMPORTAMIENTO SOCIAL
169
La cortesía
169
La urbanidad
170
La educación
170
Definiciones de educación
171
El trato social
171
El saludo
175
Usos y maneras de saludar
176
El apretón de manos
176
El abrazo
178
El beso
178
Conductas y acciones en el saludo
180
Normas para iniciar el saludo
180
El tuteo
181
Comportamiento en lugares públicos
182
Teatros, cines y otros espectáculos
184
Playa y piscina
185
Fumar
186
El regalo y el arte de regalar La elección del regalo
187 .'
188
Algunas sugerencias
188
Normas a seguir
189
Cuándo se debe regalar
189
Cómo presentar y entregar regalos
190
Las flores
190
El color de las flores
191
El lenguaje de las flores
191
Algunos consejos
193
Las flores afrodisíacas
194
Uso y abuso del teléfono
195
CONTENIDO • 11
Normas de utilización del teléfono
195
Teléfonos móviles
197
Contestadores automáticos y buzones de voz
198
SEDUCIR CON ARTE
La seducción del cine
SEDUCCIONES O RAPTOS MITOLóGICOS
199 199
209
Zeus y Leda
209
Zeus rapta a Hera
209
Zeus rapta a lo
210
Zeus rapta a Europa
210
Zeus rapta a Ganímedes
210
Hades rapta a Perséfone
211
Poseidón rapta a Pélope
211
Pélope rapta a Hipodamia
212
Layo rapta a Crisipo
213
Heracles rapta a Hyllas
213
Peleo rapta a Tetis
213
Teseo rapta a Helena
214
Teseo rapta a Antíope
215
Cástor y Pólux raptan a Febe e Hilaira
215
Eos, diosa, rapta, rapta y rapta
216
Los Vientos
216
Las ninfas raptan a Hyllas
217
Salmacis rapta a Hermafrodito
217
Ticio trata de raptar a Leto
218
Neso rapta a Deyanira
218
Revisemos un cierto pasaje de la Biblia
218
SEDUCCIONES HISTóRICAS
221
César, Cleopatra, Marco Antonio
221
Los amantes de Teruel
227
Marino Faliero, dux de Venecia
232
Pedro de Portugal e Inés de Castro
236
12 • EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
La marquesa de Pompadour
242
Casanova
260
El virrey Amat
262
Lady Hamilton
270
Napoleón y María Walewska
285
Sisí
302
Oscar Wilde
314
Don Juan Tenorio
316
Introducción
Pensemos lo que pensemos, digamos lo que digamos, hagamos lo que hagamos, la verdad es que el auténtico motor de esto que llamamos vida funciona con un combustible extraído de los comportamientos sexuales de cada una de las especies. En casi todos los seres de la creación, estos comportamientos se disparan a partir de un mecanismo común a todos: la atracción que experimentan los individuos, habitualmente de distinto sexo, los unos por los otros. En el caso del ser humano, especie más compleja que ninguna otra, esta atracción deriva casi inmediatamente en deseo y, para satisfacerlo, ha descubierto un mecanismo muy sofisticado y placentero que funciona muy bien a la hora de abrirle las puertas a los instintos. Este mecanismo es la seducción. La seducción a la que se va a referir este libro es un fenómeno específicamente humano y, sobre todo, del ámbito de las parejas; sin embargo, en todos los ámbitos de la vida se puede aplicar la seducción. Las plumas de los pavos reales, las danzas de las abejas o los cantos de los pájaros en época de celo constituyen manifestaciones del instinto animal que son siempre las mismas, eso sí, a veces muy bonitas. Es como si un hombre, para despertar el interés de una mujer que le tiene «sorbido el coco», se limitara a peinarse con gomina, vestirse de domingo y caminar como si estuviera bailando un merengue. Desde luego, la seducción también persigue llamar la atención, pero para conseguirlo se vale no sólo de una serie de formas externas y visibles, sino también de unas maneras que siempre son cambiantes como lo es la propia naturaleza humana. Y ahí precisamente reside la diferencia entre los pavos reales y casi todos los seres humanos; aunque muchos se empeñan en parecerse y actuar como esas espectaculares aves. Para cumplir a conciencia su cometido, la seducción cambia sus fórmulas con mucha frecuencia y a la misma velocidad que lo hace la historia. Su poder permanece inalterable, su fondo es siempre el mismo... pero su forma nunca es igual.
14 • EL ARTE DE LA SEDUCCIóN t
Los hombres, para dejar constancia de su paso por este mundo, han escrito la historia de cada una de las actividades a las que han dedicado su esfuerzo. Hay historias políticas, económicas, sociales y, estamos seguros, hasta la historia de la colombofilia. Sin embargo, que sepamos, nunca se ha escrito ninguna historia exclusivamente dedicada a la seducción y eso no nos parece Justo porque no hay historia ni política, ni social, ni económica, ni tan siquiera esa posible historia de la colombofilia en las que la seducción no rezume por todas sus páginas. Hombres y mujeres —famosos o no tanto- se han ido seduciendo los unos a los otros a lo largo del tiempo y muchos de estos actos de seducción han podido ser los detonantes principales de determinados hechos históricos. Así de importante es la seducción para la evolución del hombre.
Atracción, deseo sexual y seducción Estamos ante los tres mecanismos fundamentales que ponen en marcha ese imperativo tan inevitable que es la perpetuación de las especies: atracción, deseo sexual y seducción. Algunas de esas especies ponen en funcionamiento sólo uno de esos tres mecanismos; otras utilizan dos de ellos. El ser humano es capaz de servirse de los tres a la vez, aunque no siempre lo consigue. La atracción, que es un hecho natural, se produce fuera del control de la voluntad, aunque ésta sea muy fuerte. Es tan incontrolable que algunas personas consideran que funciona de manera muy parecida a como lo hacen dos imanes que irremediablemente se acercan el uno al otro. Cuando los imanes llegan a una determinada distancia el uno del otro, ¡zas!, se abalanzan y se juntan de manera irresistible. Lo mismo sucede con la atracción: es algo muy primario, casi mecánico, pero para algunas especies es suficiente. El deseo sexual es algo más elaborado. Después del primer acercamiento producido tras la atracción, explota una reacción química de gran potencia que despierta los sentidos y que modifica los comportamientos. Se activan entonces unos procesos que son similares en casi todas las especies. Tanto en la atracción como en el deseo sexual, actúan de manera independiente, es decir, por su cuenta y riesgo, unas singulares sustancias que todos los seres vivos tenemos en nuestro cuerpo. Estas sustancias son las feromonas. Pero, ¿qué hacen las feromonas? Para decirlo de una manera sencilla, son las encargadas de llevar los mensajes de amor de un individuo a otro. La feromona es una sustancia secretada por un animal que actúa sobre el comportamiento de otros animales de la misma especie. Las feromonas utilizan como medio de transporte los fluidos corporales. La orina de los ratones, por ejemplo, es el «autobús» de sus feromonas. Los hombres y las mujeres expanden las suyas a través del sudor, la saliva, el aliento y ciertas sustancias producidas por los órganos sexuales.
16 • EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
La seducción nada, o casi nada, tiene que ver con esa conmoción química. La seducción no proviene ni de la mecánica corporal ni del instinto. Es un producto de la cultura y por lo tanto es patrimonio del ser humano, único espécimen capaz de tener creatividad cultural. Cuando nos referimos a la cultura, queremos decir al modo de ser y de pensar, a las formas de educación y de comportamiento, al modo de entender el mundo, a los valores éticos y estéticos, a los gustos... La seducción es uno de los ingredientes más claros mediante los que cada civilización, cada cultura y, por supuesto, cada individuo muestran su total diversidad. Existen mecanismos seductores que se pueden aprender; otros, en cambio, forman parte de cada persona. Son estos últimos los que marcan la «diferencia» entre unas personas y otras, porque no todo el mundo es capaz de tener los mismos recursos ni la misma capacidad seductora. Es en la cultura donde reside el deseo de agradar y no en el instinto. Es un elemento cultural el que ilustra a una tailandesa cuando se pone flores en el pelo o a una sofisticada mujer del siglo xviii cuando coqueteaba detrás de su abanico desarrollando un lenguaje específico de gestos. La atracción, convertida ya en deseo sexual, no se puede confundir con la seducción. Mientras que la seducción cambia en cada época y en cada cultura y se muestra de forma diferente en cada persona, la atracción que siempre es instintiva, permanece inalterable. Como ya hemos mencionado, la «culpable» de poner en marcha la seducción es la cultura, que aporta los resortes necesarios para lograr que la otra persona se fije en nosotros y la cultura es un fenómeno exclusivamente humano. Por eso mismo, podemos recopilar una enorme variedad de formas de seducción que se desarrollan entre personas de distinto o del mismo sexo, desde el clásico enamoramiento sencillo y platónico hasta la más arrebatada de las pasiones. La seducción se convierte así en un arte, en cuyo ejercicio puede haber una inmensa variedad de gamas y calidades, de intenciones y de objetivos, que van desde los más humanos, nobles y cándidos, hasta los más refinados, complejos y engañosos. Es decir, que la seducción constituye un arte que se ha practicado en todas las épocas y que se basa en un juego lleno de riesgos y de oportunidades, de aventuras y desventuras, de encantos y desencantos, de medias verdades y falacias. Con la seducción, la sexualidad entra en una dimensión y en unas formas, casi siempre llenas de ambigüedad, que están muy lejos de lo que a simple vista pudiera ser de-
ATRACCIóN, DESEO SEXUAL Y SEDUCCIóN •
17
nominado «necesidad de saciar el sexo». Es una mezcla entre deseo físico y estrategia mental. Para disfrutar de una relación, de cualquier tipo de relación, es imprescindible poner en práctica todo el repertorio de atractivos y «trucos» de los que seamos capaces. Eso nos obliga a no bajar la guardia y a mostrarnos siempre activos con nuestros mejores atributos y recusos. En el caso de las parejas, son muchas las personas, hombres y mujeres, que una vez conseguidos sus objetivos seductores dejan sus encantos guardados en el baúl de los recuerdos. Es el caso de tantas y tantas parejas que una vez establecida su convivencia y asentada su relación, no se esfuerzan lo más mínimo en resultar atractivos el uno para el otro. Y precisamente, es todo lo contrario lo que se debe hacer: continuamente hay que estar poniendo en práctica todos esos recursos de los que somos capaces y que hacen que atraigamos a otras personas. La seducción no es una cuestión de hormonas, como se ha creído durante mucho tiempo. Tampoco es la «concupiscencia que lleva al mal». Aunque no nos agraden las comparaciones -y en este caso siempre son odiosas-, podríamos decir, para entendernos, que si los animales se atraen y copulan, los seres humanos se atraen, se seducen y hacen el amor. Puede existir simplemente atracción física; pero si lo que se busca es «algo más», hay que poner en marcha esos recursos de la seducción que desarrollaremos en capítulos posteriores. Por lo tanto, se puede decir que la seducción es una forma de expresión exclusivamente humana, un camino complejo, tortuoso, variado y, sobre todo, divertido que es esencial para establecer una pareja y mantener en buena forma una relación. Es todo un arte que necesariamente hay que practicar en todo tipo de relaciones humanas. Como todo arte, la seducción tiene su propia trayectoria, que ha ido cambiando a lo largo de los siglos y a lo ancho del planeta. El coqueteo de una mujer que vivía en las cuevas de Altamira probablemente no sería del agrado de un marqués de la Corte de Luis XIV, y los poemas de amor de Pablo Neruda no encenderían ningún fuego amoroso en una campesina de la Edad Media; incluso sin movernos de nuestro tiempo, los ritos de cortejo que están de moda en Bali resultan inofensivos en una discoteca de cualquiera de nuestras ciudades. Además, existen muchos elementos que pueden ayudar a seducir (los iremos analizando a lo largo de este libro): la ropa, un perfume, el movimiento de nuestro cuerpo, el lenguaje, el tono de la voz, los detalles, etc.
18
• EL ARTE DE LA SEDUCCIóN •4
Aunque estamos insistiendo sobre todo en las relaciones de pareja, no hay que olvidar que la seducción no sólo se pone en práctica con fines sexuales. La seducción está en todos los ámbitos de nuestra vida: en una entrevista de trabajo, en una reunión, en una tienda, en una cena con amigos... El fin siempre es que el otro se fije en nosotros. El objetivo es el que varía: conseguir un trabajo, firmar un contrato, conseguir que nos atiendan, reírnos con los amigos...
Los orígenes
«No es bueno que el hombre esté solo». Eso fue lo que pensó el Creador y con un poco del barro con el que había creado a Adán, hizo a Eva. Y todos sabemos lo que pasó: Eva cogió una manzana de un árbol que le estaba prohibido y se la ofreció a Adán, quien «mordió el anzuelo». Y ese, con toda seguridad, fue el primer acto de seducción, en este caso, con resultado fatal, del que se tiene noticia. Esta referencia es la más adecuada para justificar una aseveración tajante: la seducción nació con el ser humano. Jamás existió antes y sólo desaparecerá cuando también lo haga el hombre. Fuera de ese contexto bíblico, si queremos deducir cómo se llevaban a cabo los actos de acercamiento entre hombres y mujeres en los tiempos prehistóricos, hay que recurrir a las más modernas teorías antropológicas que se apoyan en minuciosos estudios realizados sobre los monos, ya que, como todos sabemos, son los animales más parecidos a nosotros. Y esos estudios demuestran que, en aquellos lejanísimos tiempos, los hombres, que debían vivir de forma muy similar a la de los monos en la actualidad, no cogían por el pelo a las mujeres para llevarlas arrastras hasta un rinconcito del bosque más o menos escondido y, una vez allí, tratar con todas sus fuerzas de hacerlas madres. Curiosamente lo que esos estudios demuestran es todo lo contrario, es decir, que son las monas las que eligen a los machos que han de fertilizarlas y si algún chimpancé macho trata de elegir a una hembra de su especie, lo menos que puede ocurrirle es que se lleve algunos dolorosos mordiscos. Para tratar de conocer el tipo de relación entre hombres y mujeres que practicaban nuestros más remotos antepasados, también se estudia el comportamiento y las tradiciones de las pocas tribus primitivas que van quedando en algunos lugares recónditos de la tierra. En todas esas tribus, casi todas a punto de desaparecer, la conducta sexual femenina es exactamente la opuesta a la que tradicional mente han lie-
20 • EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
vado las mujeres de nuestro dominante entorno cultural. En el seno de estas sociedades de conducta prehistórica, todavía permanecen ancestrales costumbres y antiguas instituciones que son ejemplos perfectos de lo que debió ser la relación hombre-mujer en la prehistoria.
LA MUJER EN LAS SOCIEDADES PRIMITIVAS
A lo largo de la Historia, la mujer ha sufrido el ejercicio de poder que el hombre siempre ha practicado. Pero este hecho no ha existido siempre, ya que en las sociedades primitivas el hombre no tenía tanto poder como el que más tarde tuvo y puso en práctica hasta extremos insospechados. Veremos ahora cómo eran las mujeres en esas sociedades primitivas antes de perder dicho estatus durante siglos. En la actualidad han vuelto a recuperar dicho «poder» de elección:
• La mujer disfrutaba de relaciones sexuales libres. • La mujer casada podía ser infiel a su esposo y era ella la que otorgaba a su huésped el privilegio de relacionarse con ella. La cultura occidental convirtió esa prerrogativa femenina en una salvaje donación que un hombre le hacía a su invitado. • Las mujeres elegían a sus amantes, que eran cuantos ellas quisieran tener, lo que era un síntoma de que no se dejaban dominar por ningún hombre y que ellas eran las que decidían primero. • En esas sociedades primitivas no existían los celos masculinos ante la conducta de una esposa infiel, y si algún esposo sufría un engaño, le estaba permitido vengarse del amante pero no de la esposa que, para él, siempre era intocable. • Cuando el esposo era el adúltero, entonces existía la costumbre de entregarle a los parientes de la mujer para que éstos, castigando al hombre, la vengaran. • En algunas sociedades las mujeres practicaban la poligamia, es decir, la relación de una mujer con varios hombres a la vez. Esta institución social subrayaba aún más la poderosa posición que la mujer ocupaba en las sociedades primitivas.
Los
ORÍGENES
*21
• La separación de parejas era frecuente y fácil de llevar a cabo. Y no suponía ningún problema moral tanto para los miiembros de la pareja como para los de la sociedad en general. • En otras ocasiones la mujer no convivía con su esposo, quien sólo la visitaba de noche. Ella se limitaba a mantener relaciones sexuales esporádicas con él. • Un hijo nacido de un padre desconocido estaba considerado como un nacimiento milagroso, y no como un hecho bochornoso como sucedió siglos después. • La mujer poseía una gran autonomía y gozaba de grandes derechos y poderes de libre decisión, siendo la elección de su pareja una cuestión exclusivamente dependiente de ella. • A los jóvenes, ellos y ellas, antes de casarse, se les permitía las relaciones prematrimoniales. Incluso existía una normativa que controlaba el buen discurrir de dichas relaciones. • En los panteones, el lugar preeminente estaba ocupado por las diosas, las cuales disfrutaban de una multitud de amantes que podían ser tanto divinos como humanos. Esto vuelve a demostrar la gran libertad sexual de la que disfrutaban las mujeres en esas sociedades.
Lo que hasta aquí hemos tratado de demostrar es el hecho de que en la más remota antigüedad no era el hombre quien gobernaba las relaciones de pareja, sino todo lo contrario. Desde la aparición de las filosofías monoteístas, los hombres se han esforzado en apartar a las mujeres de cualquier lugar desde el que pudieran tomar decisiones. Para llevar a cabo este singular «trabajo» se sirvieron en principio de su mayor fortaleza física y luego, cuando esa fuerza ya no fue suficiente, se igualaron a Dios, al que por cierto hicieron a su imagen y semejanza, y desde tan prominente posición dictaron órdenes. Desde entonces, a lo largo de la historia, la mujer ha sido madre, cuidadora del hogar, enfermera de emergencia, servidora, inspiradora de hazañas, mártir de una virtud impuesta por el hombre, detonante de pasiones masculinas... de todo menos protagonista de su propia vida. Casi todas aquellas mujeres que se atrevieron a comportarse de forma diferente han sido inscritas en el catálogo de la vida como personas de conducta cuando
22 • EL ARTE DE LA SEDUCCIóN T
menos irregular y casi siempre en el apartado dedicado a las personas consideradas como «malignas». Hay civilizaciones antiguas, muy alejadas entre sí tanto geográfica como temporalmente, que alimentan leyendas en las que queda claro que han sido las mujeres las auténticas promotoras de la historia humana. Este es el caso de una «Edda» nórdica que narra las historia de la ascensión de Sigfrido a la montaña Hindarfial. En la cima de la montaña Hindarfial una enorme hoguera lanzaba hacia el cielo un brillante rayo de luz. Cuando llegó a la cima de la montaña descubrió un enorme recinto construido con escudos, en cuyo interior yacía una figura humana totalmente cubierta por una armadura guerrera. Sigfrido sacó su espada y con ella rajo la resistente armadura. Le quito también el yelmo para descubrir su cara y se dio cuenta de que era una mujer. Ella se despertó entonces y tras extrañarse de su presencia le dijo que se llamaba Brunilda y que era una valkiria castigada por Odín a permanecer en ese recinto por haber concedido la victoria en una batalla a quien Odín no quería que ganara. Entonces Brunilda, liberada por Sigfrido, le ofreció a éste lo siguiente:
«Una cerveza llena de ensalmos y magias, buenos conjuros y útiles runas. Runas de victoria, runas de ayuda al parto, runas para calmar el mar, runas para sanar, runas de habla para vencer oralmente en las asambleas y runas de mente. Finalmente le dio sabios consejos, tales como tratar bien a los parientes, no jurar en falso, no discutir con memos, no alojarse en casa de bruja, cuidarse de las mujeles, apartarse de guerreros borrachos, no engañar a las mozas y enterrar a los muertos». Esta milenaria leyenda, en la que Sigfrido y Brunilda iniciaron su relación amorosa, nos viene a decir que no hubo un acto de seducción, sino que se trató de un intercambio de intereses. Sigfrido puso su fuerza y su valor para liberar a Brunilda y ésta, todo su saber y su inteligencia delante de él. De esta forma los dos aportaban elementos muy importantes a la relación que iniciaban en el momento en el que se conocieron. En realidad, desde que el hombre se apoderó del mando de las reUiciones intersexuales, todo en esas relaciones se tiñó de hipocresía. En la baja Edad Media, tiempos de caballería, la mujer era ensalzada hasta el punto de convertirse en el motor del ca-
Los
ORÍGENES •
23
ballero que realizaba las más arriesgadas hazañas inspirado en el amor de su inalcanzable dama... pero cuando partía a la aventura que le ocuparía varios años, se inventó el cinturón de castidad. Cuando la racionalidad científica empieza a abrirse paso entre la espesa oscuridad de las creencias, la mujer es considerada como apoyo imprescindible para la independencia del científico al que gobierna vida y hacienda... pero se le niega la capacidad de adentrarse ella misma en la ciencia. Avanzando algo más en el tiempo de la historia llegamos al momento en el que lo social, la búsqueda del equilibrio entre las distintas clases sociales, cobra una importancia fundamental. La mujer entonces es la columna vertebral de esa sociedad y garantiza la base segura desde la que lanzar experimentos con el mínimo riesgo posible... pero a ella se le niega el voto. Pero como esos son otros ámbitos de los logros de las mujeres en las sociedades modenas, los dejamos para otro libro ya que en este no tienen cabida. Dalila, Lisistrata, Cleopatra, Ginebra, Lucrecia Borgia, Madame Pompadour, entre otras mujeres más, han pagado con su imagen, y a veces con algo mucho más definitivo que eso, la decisión de actuar bajo las mismas reglas de libertad que los hombres. El resto, la inmensa mayoría, se han dejado envolver en el espeso manto que les han tejido los hombres y han hecho de la defensa de su virtud su ley de vida, ya que en muchas ocasiones la sociedad en la que vivían no les ha dejado opción a otra elección. Pero como el instinto es incontrolable, los hombres han tenido que desarrollar algunas técnicas para salir de la trampa que ellos mismos han creado. Una de las técnicas más utilizadas es la seducción. Hoy en día todo esto ha cambiado, o mejor tendríamos que decir que está cambiando. En las sociedades más desarrolladas ya no es preciso servirse de ninguna herramienta de poder para establecer relaciones entre los dos sexos. Empiezan a ser relaciones entre personas que buscan su propia felicidad, ya sea hombre o sea mujer. Se podría decir que la seducción ya no es necesaria, pero sí muy gratificante a la hora de entablar una nueva relación. Es nuestra teoría la de que si en un principio la seducción estuvo teñida de malicia y escondía intereses nada honestos, su técnica y su ceremonial son aceleradores muy eficaces en el proceso amoroso. Ocurre que si en un principio era una actividad reservada casi en exclusiva a los hombres, hoy es también propia de las
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mujeres que, sin duda, la han enriquecido de forma muy creativa aportando diferentes puntos de vista. El consejo es: seduzcamos y dejémonos seducir, siempre en igualdad y respetando la libertad del otro. De esta forma disfrutaremos mucho más de la vida y nuestras relaciones serán mucho más fructíferas y prósperas.
Teoría y práctica de la seducción Según el diccionario de la Real Academia Española la seducción es la acción y el efecto de engañar con arte y maña, o también persuadir suavemente al mal o, por último, embargar o cautivar el ánimo. Y la verdad es que la seducción puede ser cualquiera de esas tres cosas o las tres cosas a la vez. La esencia de la seducción está en lograr que alguien desee aquello que, en principio, no quiere y que aceptándolo con posterioridad, haga entrega de su cuerpo en principio y, a ser posible, también de su espíritu. Al calor de ese complicado proceso suele generarse una vaporosa nube de miedo que quizá obedezca a la tradicional vinculación con el mal que siempre, desde aquella famosa manzana de Eva, ha tenido la seducción. La seducción es un ejercicio de ingenio, un artificio intelectual consistente en modificar la apariencia de las cosas y que, según se cuenta, fue empleado como estrategia principal por el demonio para hacerse con almas excesivamente ambiciosas o vengativas. Integrada en nuestra imaginería como un conjunto de artimañas prácticamente diabólicas, la seducción ha sido desde siempre la estrategia seguida por el más implacable de nuestros enemigos en busca de nuestra precipitada y rápida caída en el pecado. Tres son los enemigos del hombre: el mundo, el demonio y la carne. Así rezaba uno de los preceptos básicos impuestos por los padres de la Iglesia. Desde la oscura Edad Media hasta la Ilustración, la seducción ha sido objeto continuo de inquietud y preocupación. Desde la provocación desenfadada del Don Juan en plena Inquisición española, hasta el refinamiento intelectual de la aristocracia sa, los artificios seductores siempre han sido considerados burladores y perversos. El objetivo que persigue la seducción es el de convencer al seducido de que es el único objeto de deseo del seductor. Este último, para llevar a buen fin sus labores de
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seducción, tratará de convertirse a su vez en el objeto de deseo del seducido. Toda una filigrana de complicado equilibrio. Y en esa filigrana residen el engaño y, en algunas ocasiones, la perversión, sobre todo cuando una vez cumplidos los objetivos del seductor, el seducido deja de tener importancia y queda abandonado a su suerte. Pero si tan malvada y frustrante es la seducción, ¿en qué radica su encanto, su irresistible fascinación? Su encanto está en que tras los anhelos del seductor suele estar la recompensa del sexo. La atracción sexual existente entre dos personas es el esqueleto fundamental sobre el que se vertebran los esfuerzos de casi todo seductor que se precie de serlo. Y es que la seducción construye todo tipo de atrevidos escenarios para enmarcar e inspirar al deseo erótico. La atracción sexual es natural, pero la seducción no. La seducción es ritual, necesita de la ceremonia, del cortejo y de la estrategia para realizar la conquista que de otra forma no se podría alcanzar. Frecuentemente sucede que un individuo, hombre o mujer, produce en otro individuo una atracción magnética de forma natural y espontánea. A veces esa atracción es recíproca. Lo llamamos flechazo. Pero incluso en estos casos en los que Bros, dios griego del amor, se manifiesta de una forma tan básica y directa, interesando casi químicamente a una persona por el atractivo natural de otra, va a ser necesario un ritual que permita un acercamiento gradual, un escenario en el que poder intercambiar signos y señales que orienten sobre la naturaleza del encuentro. Signos y señales que habrán de manejarse en una dialéctica de apariencias en la que quede claro en igual medida la aceptación que el rechazo. Un seductor o seductora tiene como primera tarea convencer a la persona que desea de que es el único objeto de su pasión y deseo; así pues, nada ni nadie será capaz de mitigar el dolor que le produce la indiferencia de la persona deseada.
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Esta primera etapa del acto de seducción es en la que mejor se desenvuelven los grandes románticos: los suspiros profundos, los largos silencios, las miradas lánguidas... A veces, y sobre todo en los tiempos que nos ha tocado vivir, estos gestos y ademanes de tan alta sensibilidad no son suficientes para probar tan profundos sentimientos y hay que acudir a otro tipo de pruebas que, cuanto más concretas sean, mejor resultado darán. Un pequeño regalo es siempre más eficaz que una enorme promesa. Si esta primera etapa del acto de seducción ha conseguido cubrir su objetivo de demostrar a la otra persona lo mucho que es deseada por el
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seductor, se entra en la segunda parte de la estrategia que va a requerir un esfuerzo importante. El seductor tiene que conseguir que la otra persona también llegue a desearle. Es el momento de extender sobre el escenario toda la bondad, la inteligencia y la belleza que el seductor sea capaz de desplegar, en un proceso en el que vale todo. Este momento suele ser el elegido por el seductor para exagerar sus virtudes y ocultar sus defectos. En definitiva cumplir con la primera acepción que sobre la seducción aparece en el diccionario de la Real Academia Española: «engañar con arte y mana».
Prácticas de seducción Hay sólo una teoría sobre la seducción y es la que hemos tratado de exponer en el capítulo anterior de este libro. Pero a esa teoría única no le corresponde una sola práctica, sino muchas. Y esto es así porque la materia de la está hecha la seducción es materia humana y, por lo tanto, está en continuo cambio. Y por la misma razón es impredecible y, en consecuencia, indescifrable. A lo largo de la Historia han existido seductores arquetípicos, pero si analizamos las estrategias de tan ilustres seductores, nos daremos cuenta de que no eran para nada parecidas. Quienes han tratado de seguir su ejemplo pronto se vieron obligados a cambiar de método porque con el de los maestros, en muchas ocasiones, no lograban los resultados perseguidos. Tiatar de conquistar a una joven contándole el éxito de nuestras innumerables conquistas mientras le recitamos al oídoi «No es verdad ángel de amor que en esta apartada orilla...», como hace Don Juan tras haber seducido a la joven e inocente Inés, lo más que puede reportarnos es una carcajada. En principio, la seducción no es más que un proceso de comunicación. Un emisor elabora un mensaje, lo codifica y se lo hace llegar a un receptot que lo descodifica y produce una respuesta con la que retroalimenta al emisor. Hay tres factores fijos: el emisor, el mensaje^ y el receptor, es decir, el seductor, la propuesta, que es el mensaje, y el seducido. Si un hombre le dice a una mujer: «Quiero acostarme contigo», estará haciendo una proposición, pero no estará seduciendo. Hay que reconocer que este tipo de propuestas es bastante común hoy en día, pero no cabe duda de que las relaciones nacidas de esa clase de planteamiento son efímeras e incapaces de crear algún tipo de compromiso emocional. Las lelaciones tejidas de esa manera tienen mucho que ver con las teromonas, esas sustancias tan viscerales de las que ya hemos hablado. Hay dos factores más
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en este proceso, en los que reside todo el arte de la seducción: la codificación seleccionada por el emisor para enviar su mensaje y la retroalimentación que le llega de vuelta. Esos factores son tan personales e intransferibles como el propio estilo.
ESTILOS DE SEDUCCIóN
Son muy pocas las expresiones propias de la naturaleza humana que se producen en torno a la reducidísima escala que corre sin interrupciones del blanco al negro. Casi todas lo hacen tomándose su tiempo y deteniéndose cada vez que sea necesario en una rica escala de grises... y de azules y de rojos y de verdes. Esa escala o camino con su «tempo», sus desvíos y sus estaciones de parada es el lugar en el que reside el estilo, o los estilos para ser más exactos. Es en el desarrollo de esos estilos y sobre todo en su disfrute, donde se encuentran las raíces de los comportamientos más genuinamente humanos. Las emociones, la convivencia o las artes suelen estar vestidas casi siempre por un multicolor tejido de estilos, que es lo que les aporta su gran riqueza y valor. Con la seducción pasa exactamente lo mismo, por lo que no es posible definir un estilo propio de la misma. Cada época, cada lugar y sobre todo cada individuo de cada lugar y en cada época, debe construirse un estilo propio de seducir. De no hacerlo así se cae en tópicos casi siempre empobrecedores. Cada persona debe desarrollar, y de hecho así lo hace, un estilo propio de seducción que es tan eficaz como el de los demás. No debemos caer en el tópico de creer que para seducir debemos de convertirnos en una Sofía Loren o en el mismísimo Robert Redford, puesto que para cada uno de nosotros, la seducción se desarrolla en campos de acción que nos son específicos. Lo que sí debemos hacer es elaborar nuestras propias pautas que tienen que ser las adecuadas a nuestras condiciones y al ámbito en el que estamos instalados. Vestirnos, maquillarnos y comportarnos siempre sabiendo estar a la altura en cualquier lugar o situación que se nos presente. Precisamente ahí reside el estilo de la seducción y su posibilidad de convertirse en todo un arte. En general, la idea de la seducción está vinculada a la atracción entre los sexos. Sin embargo, vivimos en una sociedad donde este concepto se ha ampliado a una multiplicidad de ámbitos, tales como los religiosos, los políticos e incluso los co-
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merciales. Se puede seducir o ser seducido por una persona, un vínculo, una idea o un producto, y en ese proceso la seducción triunfa cuando la idea, la persona o el producto logra instalarse en el territorio de las necesidades personales. Seducir significa llevar al otro a una zona de nuestro interés y de alguna manera adquirir el control y la conducción del proceso. Este es uno de los elementos típicos del juego. El factor estratégico donde las relaciones de poder son determinantes y es el poder, y sus diversas manifestaciones más o menos elaboradas, el quid de la seducción. Si volvemos de nuevo la mirada hacia los primeros tiempos históricos veremos que, salvo contadas excepciones, en todos los procesos de seducción, como en todos los procesos de la vida, el poder ha estado siempre en manos de los hombres: el poder de la fuerza, el poder del dinero o el poder de la persuasión por obligación El héroe, el protagonista del proceso, casi siempre ha sido un hombre. Las excepciones, que no son nada numerosas, son aquellas en las que las mujeres, casi siempre por derechos hereditarios y a veces por ejercicios de audacia, consiguieron tener el control. Por eso el término «seductor» se generaba mucho más en masculino que en femenino y eso hizo que en términos muy generales el principal estilo de la seducción fuese el propio de quien ordena y manda. Un estilo descarnado que exigía más que rogaba. Incluso cuando un seductor de ese estilo comenzaba rogando y no era aceptado, o llegaba a la exigencia y era rechazado, siempre le quedaba el recurso a una violencia que le hacía llegar hasta la violación. Se trataba de una clara vuelta al instinto y a los aspectos más «animales» que siempre han estado ligados a la llamada de los sentidos. Y sin embargo son esos mismos sentidos precisamente los que, ritualizados, se han convertido en las mejores armas de lo que hoy en día es la seducción. Y es que, por fortuna, la relación hombre-mujer ha cambiado.
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Los RITOS
Vista, oído, olfato, gusto y tacto son los cinco sentidos con los que se nos ha dotado para que a través de ellos percibamos el mundo que nos rodea. Cualquier ser vivo es consciente de poseer esos sentidos que, en principio, le sirven para identificar los objetos y personas que salen a su paso, reconociendo su bondad o su pe-
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ligro. Escuchar los ruidos que le hacen sentirse atraído o amenazado, oler aquellas cosas que le son beneficiosas o perjudiciales, saborear la calidad de los alimentos que va a consumir y percibir a través de la piel la textura y la temperatura de lo que resulta útil para su supervivencia. El ser humano ha conseguido hacer de sus sentidos los canales de penetración para otro tipo de percepciones más alambicadas que también le sirven para mostrarse siempre atractivo a los demás. Esa cualidad ha convertido al hombre en el gran depredador del mundo que habitamos y sobre todo le han dotado de todos los elementos imprescindibles en la química sexual. Para poner en marcha ese mecanismo la especie humana ha inventado, a lo largo de los tiempos, una serie de rituales y coreografías que apuntan al objetivo único y universal de atraer al ser deseado utilizando no sólo los sentidos propios, sino también los ajenos. Los sentidos se han convertido así en armas para la seducción.
LA MIRADA, EL RITO DE LA VISTA
Los ojos, órganos de la visión, cumplen dos requerimientos. El primero es el de mirar al otro y hacer una rápida y fugaz comparación inconsciente con los patrones internos, con las imágenes idealizadas del amor deseado y perfilado en el imaginario erótico. El otro requerimiento es el de componer una mirada que sea reclamo para atraer la consideración del otro. La primera parte de esta misión encomendada a los ojos, mirar al otro y evaluarlo, es un acto totalmente racional. Una buena mirada detecta con total precisión si la persona sometida a examen se corresponde con los cánones de belleza deseados. Con menor precisión, ya que cabe el disfraz, la mirada detecta también algunas de las cualidades sociales, económicas, de carácter y hasta intelectuales. La segunda misión encomendada a los ojos, la de componer una mirada que sea atractiva al otro, es fundamentalmente emocional. Una mirada puede estar llena de autoridad, de desdén, de alegría, de tristeza, etc. El seductor tendrá que utilizar aquella que considere más eficaz en cada ocasión. En la mirada reside esa notable y rara característica que hemos dado en llamar «amor a primera vista». Se produce cuando el seductor comprueba que el otro, el seducido, llena todas sus expectativas estéticas. Para entendernos, es esa mirada la que nos lleva a pensar para nuestros adentros: «¡Cómo me gusta esa persona!». Lo que ocurre
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es que la mujer o el hombre a quien hemos dedicado tales pensamientos se dan cuenta de ellos a través también de nuestra mirada. La mirada, el primero de los ritos de la seducción, se ha consumado y desencadena otros gestos que complementan la acción, como llevar la propia mano a los cabellos acariciándolos o girar el cuerpo y orientarlo hacia la persona a quien se quiere enviar el mensaje. Si el mensaje ha sido aceptado y compartido, la sonrisa es inevitable. La sonrisa es, a la vez, un gesto invitante y tranquilizador, abre o propone un espacio explícito de aceptación y además requiere ser respondida. Los seductores expertos saben cómo y cuándo utilizar la mirada, la sonrisa y la actitud correcta para debilitar cualquier resistencia, y saben también modificar sus propios gestos para facilitar la respuesta del otro.
CÓMO UTILIZAR LA MIRADA Si te encuentras con una persona que te atrae fuertemente y quieres entablar una relación con ella:
• Mírala aunque esa persona no te esté mirando. Tarde o temprano fijará su vista en ti. • Cuando esto ocurra, ella apartará rápidamente su mirada. No importa, hay que insistir. • Haz que tu mirada exprese con intensidad lo interesado que estás en ella. I
• Cuando te mire, sonríe. • Si ella también sonríe, empieza a hacerte escuchar.
LA VOZ, EL RITO DEL OíDO
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Cuando las miradas se han cruzado, intercambiado las sonrisas y los cuerpos adoptan actitudes receptivas, ya se puede poner en marcha el segundo ritual apoyado en el sentido del oído. El sonido más perfecto para cualquier enamorado es el de la voz de la persona amada... La voz y sus diversos tonos adecuadamente utilizados son el acompañamiento idóneo para toda la ceremonia. Una mayoría de hombres señalan el alto efecto erótico y sensual que una voz femenina ronca y algo apagada les produce. En cambio, una voz chillona y de tonos altos, les provoca, dicen, el efecto contrario.
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Los tonos más bajos se obtienen hablando en voz baja, es decir, de cerca. Por el contrario, una distancia excesiva obliga a elevar el tono de voz haciéndola más aguda. Este aspecto de la comunicación a través de la palabra nos obliga a abrirle un espacio a la siguiente consideración: la excesiva distancia o el acercamiento agresivo son dos actitudes que alteran las reglas del juego. Es como si las personas tuviesen en torno a sí un halo de energía, un espacio privado que nadie puede invadir sin autorización expresa. Si esta invasión se produce y la respuesta es permisiva, resulta casi obvio que no es necesario pedir permiso de paso para continuar con una caricia o con un beso. Esto sucede porque la aceptación ha sido implícita. Si entre una mirada y un beso no se producen palabras, es porque ya no hacen falta. La situación inversa, es decir, el mantenimiento de la distancia y la consiguiente falta de o, no parece ser la manera más adecuada para progresar por el camino de la seducción.
Los TONOS DE VOZ EN EL HOMBRE
• La voz alta se percibe como propia de una persona muy autoritaria y agresiva. • La voz baja suele percibirse en personas reflexivas y seguras de sí mism.as. • La voz baja entrecortada demuestra falta de confianza y una extrema timidez. • El susurro denota una clara intención de mostrarse confidencial y hasta algo misterioso. • La voz enronquecida es percibida como propia de una persona que haya tenido una vida muy intensa.
Los TONOS DE VOZ EN LA MUJER
• La voz alta demuestra nerviosismo y falta de naturalidad. • La voz baja es señal de querer controlar la situación. • La voz ininteligible, el susurro lejano, es propio de las mujeres que no saben qué decir. • El susurro cercano es muestra de confidencialidad.
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LA CARICIA, EL RITO DEL TACTO
En algunas ocasiones, entre dos personas que se han mirado y se han acercado hasta hablarse, surge una manera peculiar y reconocible de transmisión de energía sexual. Inmediatamente se despierta entre esas personas un interés mutuo, que habrá que intentar mantener. En esos casos el uso del tacto o el o corporal, por sutil que sea, genera un mensaje que abre en el juego otra compuerta sumamente interesante y productiva. Los seductores de uno u otro sexo saben cuándo y cómo tocar al otro de forma indirecta, aparentemente accidental, o por el contrario en forma directa y muy evidente. Un simple roce ocasional o un o prolongado y deliberado producen una especie de certeza sobre los límites a los que se puede llegar en un o físico más amplio. El tacto es el rito de las caricias, tema que desarrollaremos con mayor amplitud más adelante.
EL AROMA, EL RITO DEL OLFATO
El olfato es un sentido muy importante pero con un enorme poder de impregnación. Se dice que un olor, malo o bueno, es determinante a la hora de fijar en nuestra memoria cualquier situación que hayamos vivido. Su innegable importancia radica en que los olores son percibidos por la zona más primitiva del cerebro, aquella que aún conserva huellas de la época en que machos y hembras resultaban atraídos por las sustancias naturales segregadas por el sistema’hormonal. Hoy en día vivimos bajo la civilización del jabón y la limpieza. La higiene corporal ha desterrado, junto con una gran cantidad de enfermedades, aquellos antiguos vestigios olorosos. En nuestra cultura resulta más atractivo no oler a nada u oler a un perfume muy fuerte que emanar un aroma más «humano». Cuando aparece un aroma, lo más seguro es que sea «postizo», para el buen negocio de los fabricantes de perfumes que se ven obligados a pruebas muy exhaustivas, y suponemos costosas, antes de lanzar perfumes y colonias cuyas virtudes fundamentales deben ser la de agradar a todo el mundo. Sin embargo, el olor que percibimos de la otra persona sigue siendo muy importante a la hora de decidir si nos gusta o no.
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EL SABOR, EL RITO DEL GUSTO
Este es un ritual que sólo se celebra cuando la seducción ha logrado ya sus objetivos. Está muy ligado al del tacto y a las caricias, que bajo este rito se producen con la boca, y es prueba de una total entrega entre dos amantes. El sabor, al igual que el olor, es un elemento fundamental para disfrutar de la otra persona. La primera percepción amorosa que experimentamos los humanos nos llega precisamente a través de la boca cuando, nada más nacer, nos agarramos al seno materno en busca de alimento y de calor. Posteriormente se hablará de este ritual en el capítulo dedicado a las caricias.
LOS CINCO SENTIDOS
Los ritos de la seducción, ligados a los cinco sentidos, son ceremonias en las que las personas muestran lo mejor de sí mismas para ser aceptadas y deseadas. Constituyen un camino que conduce al placer, pero que además produce placer por el simple hecho de recorrerlo y que no tiene que ser abandonado o descuidado después de llegar a su fin, es decir, después de la conquista. Las personas capaces de seguir siendo seductoras con su pareja son las que más garantías acumulan de cara a la continuidad de la pasión. Si una mujer o un hombre llegaran a una relación tras haber sido seducido o seducida, la temperatura de esa relación funcionará al rojo vivo. La temperatura será exponencialmente superior que si a esa relación se hubiera llegado tras un largo y sosegado noviazgo formal. Para que el deseo sexual quede plenamente satisfecho, se requiere, como primer paso, un acercamiento decidido a la persona deseada. Tras ese acercamiento apasionado, hay que mostrar una disponibilidad inmediata y demostrar claramente que se está dispuesto a entrar en el juego del cortejo. Sólo así se podrá conseguir el nunca fácil objetivo final. Ahí es donde la seducción se convierte en una práctica necesaria para lograr nuestros objetivos. Podemos decir, con toda seguridad, que el seductor o la seductora lo que desea, aunque lo enmascare de otra manera, es encontrar, entre otras cosas, un compañero o compañera sexual.
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El sexo es divertido, misterioso y fundamental en una relación amorosa. La seducción es el preámbulo obligatorio para conseguirlo y de su buena ejecución depende lo que de frustrante o gratificante nos suceda después. Para lograr un buen final, el principio también debe ser bueno. Y si no lo es, lo más seguro es que dicho objetivo no se lleve a cabo.
Los aspectos condicionantes Ya hemos dicho que el arte de la seducción es tan complejo como apasionante. No todas las personas responden del mismo modo a la experiencia de la seducción. Y esto es así porque en la seducción, al igual que en otros muchos órdenes de la vida, aparecen distintas perspectivas que condicionan la acción. Son circunstancias distintas en entornos variables.
SEGURIDAD EN UNO MISMO
Hay muchas actividades humanas en las que, para triunfar, es absolutamente imprescindible tener una total seguridad en lo que hacemos; es lo mejor que se puede hacer. Sin ese convencimiento resultaría imposible conseguir los objetivos marcados. Quien se esfuerza en obtener determinados resultados en cualquier tipo de empresa sin estar absolutamente convencido de que posee las cualidades necesarias y es capaz de hacer los esfuerzos necesarios para conseguir sus propósitos, puede estar seguro de que lo único que cosechará será el fracaso. Todos los triunfadores en uno u otro menester, sean hombres o sean mujeres, tienen como denominador común la absoluta seguridad que poseen en sus posibilidades. La seducción es una de esas actividades. Sin no estamos convencidos de que nuestras cualidades físicas, intelectuales y persuasivas son las necesarias para lograr interesar a la persona que nos atrae, mejor no comenzar el proceso de acercamiento a esa persona. Si disfrutamos de esa seguridad no será muy difícil tener la paciencia necesaria para conseguir dominar el qué hacer y el qué decir en cada momento, sin perder la calma, eligiendo un buen tema de conversación y lanzando mensajes corporales que evidencien nuestra disposición y gusto por la otra persona. La confianza en uno mismo significa tener seguridad sobre lo que hacemos, pensamos y sentimos y sólo con ese control evitaremos el miedo al rechazo, la ti-
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midez y la vergüenza enfermiza que tantos y tantos obstáculos, prácticamente insalvables, colocan en el camino de la seducción. Para seducir es imprescindible la tranquilidad. Y la tranquilidad nace del conocimiento de nosotros mismos, de la seguridad que, con los años, hemos ido adquiriendo y de la autoestima del que se mira en un espejo y se dice a sí mismo: «Puedo conseguir todo lo que me proponga». Tenemos que partir de un pensamiento principal: todo lo que nos propongamos lo podemos conseguir y aunque tengamos que luchar mucho por ello, lo conseguiremos. Algunas personas pueden pensar que su falta de seguridad nace en esos kilos que les sobran, o en el mucho cabello que les falta, o en que son bajos o extremadamente altos, etc. Es difícil romper ese pensamiento negativo, pero no imposible. Una mirada intencionada, una buena conversación y la puesta enjuego de cualquiera de los muchos encantos que todo ser humano posee harán que esa molesta inseguridad comience a desaparecer. Los peores prejuicios que alguien puede tener son aquellos que se refieren a uno mismo. Hay que esforzarse por eliminarlos.
¿CÓMO MOSTRARSE SEGURO?
• Simplemente teniendo seguridad. Hay que estar convencidos de que si queremos, podemos. • Nunca se ha de apartar la mirada ante la mirada que'nos dirigen otras personas. • Emplear un tono bajo de voz pero a una distancia adecuada para hacernos escuchar. • Hablar sosegadamente sin balbuceos ni gestos excesivos. • Escuchar con atención. • Elegir un argumento y no apartarse de él ante la primera contrariedad que surja. • No criticar a alguien que no esté presente, eso siempre da muy mala impresión a nuestro interlocutor. • Reconocer sin reservas la validez de lo que se nos dice.
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ASPECTOS CONDICIONANTES •
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COSA DE DOS
Tras la necesidad fundamental de tener la total seguridad en nuestras posibilidades de seducción, hemos de tomar en consideración una segunda premisa. No es otra que la de reconocer que la seducción es cosa de dos. No se cumple con ese proceso de comunicación que es la seducción hasta que tras emitir nuestro mensaje adecuadamente codificado, recibamos la contestación que retroalimente nuestro proceso. Es decir: sólo cuando nuestras miradas, nuestras sonrisas o nuestros acercamientos hayan sido debidamente captados por la persona a quien se los hemos dirigido, aceptados inequívocamente sus contenidos, cosa que nos ha hecho saber a través de su propio mensaje, no será posible continuar con nuestro acto de conquista. Cuando consideremos que el juego de la seducción que hemos propuesto ha sido aceptado, ha llegado el importantísimo momento de manifestar parte de nuestros sentimientos y emociones hacia la otra persona. Conseguiremos así demostrar que tenemos un sano y maduro equilibrio psicológico, lo que nos ayudará a empezar a pensar sobre cómo abordar más tarde temas de naturaleza más íntima. El hecho de que percibamos que la persona a la que nos dirigimos está interesada en nosotros no quiere decir que ya la hayamos seducido. De ahí que nos convenga estar muy atentos a la evolución del proceso, interpretando correctamente el rechazo o la aceptación que produce nuestro comportamiento. En leguaje coloquial esto quiere decir que no es una buena táctica tratar de imponer nuestra presencia a quien no la desea si no queremos correr el riesgo de quedar como unos auténticos «pelmazos». Si adquirimos esa fama nos será muy difícil intentar una nueva conquista.
EL LENGUAJE DEL CUERPO
La opinión más generalizada entre los psicólogos es que la comunicación más importante entre los seres humanos no es la verbal. Todos los gestos que realizamos, desde la manera de sentarnos hasta la forma de coger un cigarrillo, transmiten a los demiás una serie de mensajes que, aunque sean inconscientes, dan una idea clara de nuestra personalidad. Estos mensajes se hacen más evidentes, a pesar nuestro, cuando estamos cerca de alguien por quien nos sentimos atraídos. Muchas veces, en vez de exteriorizar los sentimientos, procuramos ocultarlos, consiguiendo con frecuencia un resultado distinto al que en un principio pretendíamos.
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La gama de posturas o movimientos que realizamos a lo largo del día es tan variada que puede abarcar desde expresar una negatividad evidente cuando estamos distantes, hasta transmitir a la persona con la que estamos una dulce cercanía. Para seducir a alguien, debemos estar lo más relajados que podamos, de tal manera que el cuerpo se mueva con fluidez, dando siempre una sensación de naturalidad que despertará el interés de quien nos observa. Los ojos y la boca son clave en el arte de la seducción. Mirar a una mujer o a un hombre a los ojos de una manera suave, sin violencia, y dirigiéndole una agradable sonrisa, puede producir un efecto tan contundente que hará más fáciles todos los movimientos posteriores. Si conseguimos que se sientan cómodos en nuestra compañía, tendremos mucho ganado. Cuando él y ella se miran largo tiempo a los ojos, es que el deseo se ha encendido. Por lo demás, insistimos en que, incluso a la hora de desnudarse, los movimientos han de ser seguros pero sin el menor síntoma de violencia. Ser naturales es la mejor forma de alcanzar el éxito en nuestra relación. Tanto la educación familiar como la escolar enseñan a utilizar el lenguaje hablado, a medir las palabras y a no decir absolutamente todo lo que pensamos de los demás. De esa manera nos protegemos contra la imagen grosera e impertinente que conlleva el ejercicio de la absoluta sinceridad. En cambio, esos mismos procesos educativos no se suelen preocupar ni de ademanes ni de gestos. De este lenguaje, el gestual, es precisamente del que más y mejor podemos fiarnos para conocer la impresión que hemos causado en otra persona. Posee toda la sinceridad de lo primario y no son muchos los que saben controlarlo y reprimirlo. Tanto el lenguaje corporal como el gestual son utilizados casi inconscientemente, sin ningún pudor, y suelen dejar al descubierto lo que el lenguaje oral podría estar tratando de ocultar.
EL «LOOK» Y OTROS SECRETOS
El «look» en general es una prolongación de nuestra personalidad. Hay personas, hombres y mujeres, a los que les gusta realzar su sexualidad con ropa confeccionada para marcar sus formas, atractivos peinados o estudiados maquillajes. Otras prefieren ser iradas o comprendidas por su discreción, eligiendo atuendos más sencillos y desenfadados. Estas últimas anteponen el conjunto de su perso-
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nalidad a lo puramente sexual, lo cual no quiere decir, en absoluto, que no tengan interés por el sexo. Cada persona, hombre o mujer, presenta una tipología determinada fundamentalmente por su herencia genética y en menor medida por el ambiente socioeconómico en el que se ha desarrollado. Se es guapa o se es fea -guapo o feo— obedeciendo a unos cánones precisos que cambian inexorablemente en función de épocas y lugares. Pero también cambian dentro de cada época y lugar, como consecuencia de los aspectos añadidos que el ser humano ha venido utilizando para así mejorar su natural tipología. Estamos hablando del vestuario, de los complementos, del maquillaje, de los perfumes y, más recientemente, hasta de la cirugía estética. Los elementos añadidos a la apariencia real de las personas se han convertido en asunto de capital importancia. De su adecuada utilización puede depender una gran parte del éxito o fracaso en los inicios de una relación.
EL VESTUARIO
La vestimenta juega, y ha jugado casi siempre, un papel añadido e importante en el arte de la seducción. Decimos «casi siempre» porque en un principio el vestido no tenía otra función que la de abrigar y proteger. No parece fácil descubrir en qué momento y lugar se produce la transición del vestido cálido y protector al vestido como adorno y realce de la belleza natural. En muchos yacimientos arqueológicos milenarios, se han descubierto hebillas, collares, brazaletes y otros objetos de uso personal cuya única misión posible era la de engalanar a sus portadores. Pero desde que la historia nos ha permitido leer sus páginas, hemos podido comprobar que el vestido ha tenido una innegable importancia como elemento diferenciador entre unas clases sociales y otras. Cada época de esa historia que conocemos ha sabido transmitir, a través de lo que hemos dado en denominar moda, una manera de sentir, de expresarse y de vivir. La indumentaria tiene una gran trascendencia social, ya que con su amplia variedad sirve para identificar y jerarquizar a las personas. Un traje transmite una gran cantidad de información sobre quien lo lleva: sexo, raza, profesión, posición social, gustos y preferencias. Detrás de la presencia y la palabra, el vestuario es el elemento que revela más referencias relativas a la personalidad de cada uno de nosotros.
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Casi todas las personas aseguran que la elegancia está en la personalidad y no en el vestuario, pero eso son sólo palabras. El baremo con el que se mide el grado de elegancia son los elementos con los que se viste uno. Esto lo saben muy bien los creadores, los fabricantes y los vendedores de moda, que es la industria de la elegancia. Por eso la moda es cambiante, y cada día más rápido, haciendo de la elegancia un valor inestable y voluble. Lo que se considera correcto en Australia, por ejemplo, es distinto de lo que es elegante en cualquier país árabe. Según esto, la persona elegante sería la que ha sabido elegir entre todas las posibles vestimentas aquellas que mejor le sientan o favorecen, las que resaltan sus virtudes y disimulan sus defectos. Pero según este concepto, ¿qué es ser elegante? La elegancia ha sido definida de muchísimas maneras por las personas que son consideradas elegantes.
DEFINICIONES DE LA ELEGANCIA
• Se puede hablar del silencio de la ropa y del vestido, en el momento en que se olvida completamente que se lleva puesto determinado vestido, ya que te sientes tan cómodo como si no llevaras nada. • Un hombre bien vestido es aquel que ha comprado su ropa de manera inteligente, se la ha colocado con mucho esmero y después se ha olvidado de ella. • En general, la moda y la elegancia están muy unidas a la naturalidad, la armonía, la prudencia y el buen gusto, no siendo elegante lo que se suele juzgar como excéntrico, radical o demasiado atrevido. • Discreción y sencillez son siempre preferibles a la exageración y también a la ostentación. N
Hay un principio básico que no se puede desatender. Sería muy bueno que todo el mundo pudiera disfrutar de ropas consideradas elegantes y que pudiera estrenar prendas nuevas cada semana. Pero como esto no siempre es posible, es necesario estar convencidos de que la ropa más humilde también puede ser elegante. Lo que no es isible es que esté ajada o sucia. Vestir una prenda sencilla, simple y económica, si se hace con estilo y dignidad, puede transmitir una imagen de máxima elegancia, mientras que un traje muy caro, pero sucio y descuidado, transmite que quien lo viste es una persona abandonada y con poca higiene personal.
Los
ASPECTOS CONDICIONANTES •
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Se debe intentar evitar el deterioro de la ropa, cuidando su conservación. Coser los botones que empiezan a desprenderse, cuidar las costuras, guardarla en sitios o armarios adecuados para que no cojan malas formas, etc. Para causar una muy buena impresión, es importante llevar la ropa correctamente planchada, ya que las arrugas denotan un carácter torpe y desordenado. Hay que cambiarse de ropa con frecuencia, en particular la que está en o directo con el cuerpo. Camisas y ropa interior, por ejemplo, deberán cambiarse todos los días. Es importante tener en cuenta que hay que vestirse de acuerdo con las circunstancias que se den en cada ocasión ya que, por ejemplo, no es lo mismo acudir a una cena de gala que reunirse con los amigos en el campo durante un fin de semana. Sobre este tema existen unas normas de carácter general.
NORMAS GENERALES SOBRE EL VESTUARIO
• La oportunidad o inoportunidad de nuestra ropa transmitirá mensajes de poca o mucha adaptación social. Quien acude a un lugar correctamente vestido suele transmitir soltura y seguridad en sí mismo. • Todas las prendas llevan implícita alguna intención, por eso es importante vestirse de acuerdo con la impresión que queramos transmitir a los demás. • Los modelos, diseños y colores no están pensados para todo el mundo. Conviene que el vestuario sea el más adecuado a la edad así como a las características físicas de cada persona. • Es preferible no llamar la atención y recurrir a colores más bien neutros y líneas sobrias, para tener muchas más posibilidades de acertar. Los colores deben ser lo más clásicos posibles, y su gradación se realiza utilizando los colores más claros para la mañana, los intermedios para la tarde y los más oscuros para la noche, siendo estos últimos los más formales. • Los complementos deben armonizar con el conjunto, ya que a veces se puede echar a perder un traje por combinar mal estos detalles o por llevar demasiados. • El buen gusto suele ser independiente de las posibilidades económicas de cada uno. Algunas personas consiguen con poco dinero un aspecto
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s
mucho más elegante que otras que, sin un criterio global, se gastan bastante más dinero.
En nuestros días, la moda es una actividad generadora de importantísimas manifestaciones culturales, sociales y, sobre todo, económicas. Son muchas las industrias que han nacido y prosperado a su amparo y nadie es totalmente ajeno a sus dictados. Tan enorme es su influencia, sobre todo entre la población más joven, que de la adecuada elección de una prenda de vestir puede depender la dicha o la desdicha de muchas personas. Este poder casi dictatorial que le hemos entregado a la moda ofrece al seductor y a la seductora dos oportunidades, una muy positiva y otra bastante negativa. La positiva está en que es tanto lo que se escribe, se fotografía y se difunde sobre la moda, que resulta relativamente fácil hacer una selección adecuada. La negativa reside en que con alguna frecuencia la moda y sus dictados tienden a uniformizar a más gente cada vez. Esto supone la pérdida de una de las armas más eficaces para llevar a buen término un proceso de seducción que no es otra cosa que la diferenciación personalizada. Otras veces, tratando de disimular algún aspecto de nuestra propia identidad que nos parece inadecuado, ocultamos también alguna de nuestras más atractivas características. Esta reflexión nos lleva a formular, como principio, que el mejor vestuario que podemos elegir es aquel que realza y deja traslucir nuestra auténtica personalidad. Ese vestuario suele ser el menos complicado. Las grandes galas, aquellas que solemos irar en los fastuosos cuerpos de las y los modelos en lujosas pasarelas Ínter»
nacionales, hay que dejarlas para actos de muchísima relevancia a los que a nadie se le ocurriría acudir para seducir. N
Para esta labor, la de la seducción, tendremos que elegir el vestuario según los rasgos de nuestra personalidad que queramos resaltar. Por ejemplo, ante una persona de carácter abierto y jovial, no nos vestiremos como si fuésemos a la recepción de una embajada por mucho que pensemos que ese tipo de vestimenta es la que nos queda bien. Una cuidada dejadez natural a la hora de elegir nuestra vestimenta es la manera de proporcionar una imagen simpática y desenfadada. Un riguroso y ortodoxo vestuario hará de nosotros personas formales, serias y cuidadosas. Cada uno debe decantarse por el que más le convenga en cada momento.
Los
ASPECTOS CONDICIONANTES •
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TABLA BáSICA DEL VESTUARIO DE GALA
Alta-delgada
Tipo
Color
Dibujo
Diseño
Aspecto
Vestido
Oscuro
Ninguno
Clásico
Discreto y formal
Alto-delgado
Baja-delgada
Traje
Vestido
Negro,
Ninguno
azul 0
0 raya
gris oscuro
muy fina
Oscuro
Pequeño,
amplio
Clásico
Discreto y formal
Moderno
Imaginativo
colorido
Bajo-delgado
Traje
Gris oscuro
Ninguno
Moderno
Formal
Alta-gordita
Vestido
Claro
Ninguno
Moderno
Formal
Alto-gordito
Traje
Negro
Ninguno
Clásico
Formal
Dibujo
Diseño
Fuerte arriba
Sólo arriba
Moderno
Claro abajo
en contraste
muy
con base
cuidado
TABLA BáSICA DEL VESTUARIO INFORMAL
Tipo Alta-delgada
Alto-delgado
Baja-delgada
Dos piezas
Dos piezas
Vestido
Color
Dos piezas
Informal y
Oscuro arriba Ninguno
Clásico
Discreto
Claro debajo
Caro
y formal
Juvenil
Imaginativ
Ninguno
Moderno
Informal
Ninguno
Moderno
Cuidado
Moderno
Formal
Claro
Abundante colorido
amplio Bajo-delgado
Aspecto
Claras las dos
Alta-gordita
Vestido
Oscuro
0 rayas verticales Alto-gordito
Dos piezas
Oscuras las dos
Ninguno
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• EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
Los COLORES
¿Hay quien dude de la importancia del color como mensajero de emociones y sentimientos? Vamos a describir lo que los colores más habituales en la vestimenta, sobre todo en la femenina, aportan y comunican:
• Los marrones y beiges son formales, tradicionales y poco estimulantes. • Los tonos en la gama de los azules producen una sensación de tranquilidad y de sutil sensibilidad. Se prestan para la seducción reposada y serena. • Los colores más brillantes e intensos como rojos, amarillos o violetas son muy estimulantes para la seducción. El amarillo transmite una sensación de ligereza, libertad y cambio. El rojo simboliza el fuego, lo caliente y la pasión. Provoca sensaciones estimulantes y actúa siempre provocando excitación. El rojo usado por una mujer es muy provocativo. • El violeta, mezcla de rojo y azul, permite que la fusión de los extremos, pasión y serenidad, genere sensaciones óptimas de seducción y equilibrio. • El negro ocupa un lugar destacado en la seducción. Es un color enigmático, que sugiere los deseos más ocultos del inconsciente. Se puede decir que es lo profundo, a diferencia del blanco, que remite a lo puro, a lo diáfano, a lo no contaminado, a lo inocente. La ropa interior negra sugiere los deseos ocultos y velados tanto en varones como en mujeres.
Los
COMPLEMENTOS
Todos aquellos objetos que no son imprescindibles para que nos sintamos vestidos entran en la categoría de complementos y nos ayudan de forma determinante a configurar nuestra propia imagen. A veces son los únicos representantes de esa propia imagen. Los complementos -joyas, pañuelos, bolsos, corbatas, etc.- son como los toques finales que un artista da a su obra. Pueden ser como una sonrisa fresca que se asoma a la adustez de un vestido oscuro y lineal o el brillante acento con el que se tonifica una mano. No en vano los diseñadores más afamados del mundo de la moda son a su vez diseñadores de los complementos. La utilización de los complementos tiene que ser muy cuidadosa.
Los
ASPECTOS CONDICIONANTES •
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Deben constituir pequeños chispazos, tenues llamadas de atención que, puestos aquí y allá, no hagan que se pierda la totalidad del conjunto. En los procesos de seducción, sobre todo en sus inicios, los complementos pueden ser los pretextos perfectos para iniciar un acercamiento todavía más audaz. Habrá que arrimar el rostro a la cara de una mujer para apreciar la belleza de un pendiente o tomar una mano para examinar de cerca una sortija o una pulsera bien elegida. La peculiar corbata de un hombre bien puede merecer una caricia como anticipo de otra más íntima. La regla más general para la buena utilización de los complementos es que no sean ni muchos, ni de tamaño desproporcionado.
Los PERFUMES
Ya ha quedado dicho que el sentido del olfato es quizá el que posee una mayor capacidad de respuesta espontánea ante las manifestaciones, los olores, que se le presentan. El olfato está ubicado en la parte más antigua y menos elaborada de nuestro cerebro y es por eso que permite pocas posibilidades de duda ante lo que huele bien o huele mal. Carece casi por completo de subjetividad y sus dictámenes suelen ser inapelables. El cuerpo de las mujeres y de los hombres, como el de todos los animales, desprende un olor especial sobre todo cuando la llamada natural a la procreación se hace urgente. Ese olor no es un mal olor. Hay incluso quien lo encuentra altamente excitante, pero para que ello sea así es del todo imprescindible que sea un olor limpio. Y eso no ha sido así a lo largo de la historia e incluso hoy en día a veces tampoco lo es. Los perfumes nacieron precisamente para ocultar el olor corporal sucio, aquel que se produce ante la falta de higiene. En los muy sofisticados salones de la aristocracia sa de los siglos xvii y xviii, las personas raramente se lavaban ante el miedo a que la desnudez permitiera la entrada por los poros de innumerables miasmas que provocaban enfermedades. Como gustaban de reunirse casi multitudinariamente y sus elegantes narices se resentían de inaguantables agresiones olfativas, se bañaban literalmente en perfumes muy densos y pesados lo que, suponemos, crearía atmósferas que actualmente no hubiéramos sido capaces de respirar.
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Hoy han cambiado los hábitos higiénicos pero continuamos utilizando colonias y perfumes. Ya no es necesario recurrir a los densos y encubridores aromas primitivos, y la tendencia, cada vez más, es la de recurrir a olores florales y frescos para cada día y utilizar de forma muy discreta algún perfume más especial cuando la circunstancia lo requiera. Además, un exceso de perfume nos haría correr el riesgo de que los demás, y muy especialmente la persona a la que tratamos de seducir, piensen que estamos intentando disimular un olor no deseado que delataría nuestro descuido, tal y como les pasaba a los nobles ses. Al principio, los elementos activos con los que se lograban los distintos aromas de los perfumes eran de origen natural. Hoy en día, suponemos que, entre otros motivos, para abaratar costes, los diferentes aromas se diseñan y se producen en laboratorios muy sofisticados, pero conservando siempre su «toque», y hasta su nombre, natural. A continuación, vamos a exponer toda una relación de las diversas substancias que sirven de base en la elaboración de los diferentes perfumes, de sus propiedades y hasta de sus significados.
SUSTANCIAS DE ORIGEN ANIMAL
Almizcle: fuerte atracción sexual y un gran poder de seducción. A
Ambar gris: encantamiento, atracción sexual potente.
SUSTANCIAS DE ORIGEN VEGETAL »
Anís: anima el estado de animo; desarrollo psíquico y espiritual. Azahar: calma el estado de irritabilidad; provoca amor. Canela: suave, excitante; éxito; desarrollo psíquico y espiritual. Cedro: aporta seguridad y aplomo. Clavo: pasión; moderado afrodisíaco; ayuda contra el agotamiento. Eneldo: pasión; ayuda a perder el miedo a las cosas desconocidas. Espliego: amor; ayuda a mejorar el ambiente y a suavizar las relaciones. Haba tonca: atrae el dinero; suerte; éxito. Hinojo: pasión; equilibra las emociones. Jazmín: ayuda a atrapar recuerdos y a descifrar significados de las cosas.
Los
ASPECTOS CONDICIONANTES •
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Laurel: amor; protección contra el «mal de ojo». Limón: aporta energía extra cuando se requiere. Lirio o iris: amor. Mejorana: dinero. Menta: desarrollo psíquico y espiritual. Mirra: ayuda a atraer las cosas que deseamos o que nos cuesta conservar. Naranja: excitante y emocional; ayuda a crear emociones nuevas. Narciso: contra la melancolía. Nardo: amor. Nuez moscada: dinero. Pachuli: amor; pasión. Romero: suerte; desarrollo psíquico y espiritual. Rosa: amor. Sándalo: ayuda a conectar con el «yo» más profundo. Tomillo: salud; desarrollo psíquico y espiritual. Verbena: amor, pasión (raíz); éxito (hojas); salud. Veíiver: amor; éxito; protección contra el «mal de ojo». Violeta: amor; hace nacer la ternura.
CONSEJOS PRáCTICOS PARA REGALAR PERFUMES A LOS HOMBRES
Los hombres también comienzan a utilizar colonias y perfumes y no se conforman con los fuertes aromas de las lociones para después de afeitar. Para animarles a continuar por ese buen camino, sería aconsejable que alguien que les quiera de verdad les regale alguna colonia o perfume que esté de acuerdo con sus variadas personalidades. Proponemos algunas ideas para comprar un perfume a un hombre: Extrovertido: Para un hombre dinámico, van bien aromas florales y frescos. Introvertido: A los tímidos les van muy bien las fragancias orientales. Elegante: Para los seguros de sí mismos son recomendables los aromas florales.
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Alegre:
Una personalidad espontánea usará aromas frutales y florales. Romántico:
Aromas dulces, cálidos y orientales. Maduro y equilibrado:
Aromas frescos y naturales. Discreto:
Aromas marinos y frescos.
EL MAQUILLA.TE
Con el maquillaje ocurre algo que es muy parecido a lo que ocurre con los perfumes. Cuando se utiliza con profusión podría estar tratando de disimular las imperfecciones de un rostro. Es muy agradable que, a través de ligeros retoques de maquillaje, se resalte la belleza de unos ojos, la luminosidad de una piel o lo jugoso de una boca. Como en todo, el exceso produce resultados muy contraproducentes. También el maquillaje, o la ausencia de éste, va a determinar actitudes positivas o negativas.
Actitudes seductoras
Hasta aquí han sido expuestos algunos de los condicionantes más comunes de la seducción. Comentaremos ahora las actitudes que son también más frecuentes entre los seductores y las seductoras. Se trata de actitudes comunes a todas las personas, pero no debemos olvidar que conviene incorporar a este repertorio elementos representativos de cada uno, ya que se supone que nadie nos conoce mejor que nosotros mismos. Poniendo atención a ciertas formas de conducta podremos identificar de forma bastante exacta a los seductores/as que siempre ponen en práctica sus estrategias y que, por otra parte, suelen conseguir lo que pretenden.
EL/LA SEDUCTOR/A UNIVERSAL
Al buen seductor o seductora se le distingue por los siguientes e inequívocos signos, que todos suelen poner en práctica:
1. Siempre se muestra amable. 2. Siempre está cercano. 3. Practica con frecuencia la ironía. 4. No le gusta pasar desapercibido/a. 5. Se muestra siempre enigmático/a. 6. Permanece siempre atento/a a lo que dicen los demás. 7. No es frecuente que intervenga en ninguna conversación, pero cuando lo hace se muestra comprensivo/a aunque manteniendo una cierta distancia con su interlocutor. 8. Al comenzar un nuevo proceso de seducción se muestra muy prudente sin agobiar a la persona que tiene enfrente.
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9. Cubre todo el espectro posible al mostrarse fuerte y tierno/a a la vez. 10. De ellos siempre se habla con cariño, con respeto o con iración.
¡Cuidado con este/a seductor/a! Siente una especial predilección por conseguir al ser a quien desea, sin que le importe demasiado lo que pueda ocurrir luego. Este personaje suele estar siempre dispuesto para seducir y es una persona muy segura de sí misma, lo cual le facilita enormemente las cosas. De él o de ella no hay que esperar demasiadas cosas, una vez que ha conseguido su objetivo. No les gusta comprometerse a una relación estable y duradera porque son seductores natos y, en cualquier momento, tendrán otro «objetivo» a la vista.
EL/LA SEDUCTQR/A DIFíCIL
Esta es una técnica que, adecuadamente utilizada, puede dar buenos resultados. A quien la practica se le puede reconocer por los siguientes síntomas:
1. No suele hacer ninguna propuesta concreta, espera a que se la hagan. 2. En su conversación siempre están presentes sus anteriores conquistas. 3. Jamás plantea temas de futuro. 4. Hace múltiples referencias a lugares y personas que nos resultan desconocidos y que nos interesan. 5. Nunca aclara exactamente la relación que tiene o ha tenido con sus amigos/as. 6. Se muestra muy cercano/a y cariñoso/a con personas a lafe que se encuentra mientras está a nuestro lado. 7. Cuando recibe una llamada en su móvil, se esfuerza en que no escuchemos lo que dice. 8. Le gusta frecuentar lugares en los que es reconocido/a por mucha gente que le saluda nada más entrar. 9. Se muestra despegado/a sin mostrarse jamás apasionado/a. El seductor o seductora que mantiene esta actitud lo hace esperando del seducido una respuesta de este tipo: «Una persona a la que desea tanta gente tiene que ser muy buena y si yo consigo hacer que su atención esté centrada sólo en mí
ACTITUDES SEDUCTORAS • 53
también yo seré muy bueno». Este comportamiento de seducción tan ambiguo resulta muy atractivo aunque tiene un límite en el tiempo. La persona que termina pareciendo inaccesible es tan poco deseada como aquella que sugiere una fácil disponibilidad. Incluso algunas veces, esta manera de comportarse tiene una base totalmente psicológica. Se trata de eludir el miedo a ser rechazado, utilizando este juego no como la maniobra propia de un seductor, sino como la necesidad de ocultar nuestras carencias al no sentirnos capaces de reaccionar con la debida rapidez a las señales que la otra persona nos está enviando. Las mujeres y los hombres que practican este modelo de seducción suelen darse cuenta rápidamente de cuál es el papel a desempeñar. Se harán las difíciles, pero siempre se reservarán un recurso abierto a la accesibilidad.
EL/LA SEDUCTOR/A VíCTIMA
Esta es una actitud seductora mayoritariamente femenina, aunque con los cambios de roles que se están produciendo en los hombres y mujeres de hoy en día, ya comienza a ser también propia de algunos hombres. Los síntomas más característicos de estos/as seductores/as a los que les gusta hacer el papel de víctimas son los siguientes:
1. Se muestran desprotegidos/as y necesitados/as de ternura. 2. Presumen de inseguros/as e imprevisibles. 3. Harán todo lo posible por abonar el ego de quien se les ponga a tiro. 4. Si se trata de una mujer, exigirá protección. Si es un hombre recurrirá al instinto maternal. 5. Siempre se muestran pasivos/as y nunca se atreven (o no quieren) a llevar la voz cantante. 6. Tiende sus redes donde se encuentren personas de mayor edad, ya que es más fácil que estos últimos desarrollen más su instinto de protección hacia la persona-víctima. 7. Sus temas de conversación preferidos son aquellos que hacen referencia a continuas desgracias y a la fuerza visible de las personas que les escuchan.
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• EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
La mujer que juega a sentirse desprotegida y necesitada de ternura suele tener un gran atractivo entre los hombres, que inmediatamente se ofrecen a solucionarle los problemas para así realizarse como «machos» protectoras. Estas mujeres suelen ser tan falsas como peligrosas. El hombre que les da cobijo corre el peligro de verse metido en una dinámica en la que no diferenciará la verdad de la mentira, la sumisión del capricho irracional. Además, se caracterizan por no ser nunca conscientes del daño que pueden hacer. Por su parte, los hombres que mantienen esta actitud, demandando protección de las mujeres con el propósito de seducirlas, suelen destinar sus esfuerzos a mujeres de edad madura que se consideran ya alejadas de los circuitos amorosos. También resultan peligrosos por las desilusiones que producen en sus conquistadas, las cuales probablemente esperaban relaciones más sólidas y menos pasajeras que la que han logrado.
EL SEXO COMO OBJETIVO
Ya ha quedado claro que tras cualquier proceso de seducción, viene el sexo, que suele ser el objetivo por excelencia del seductor. Lo que ocurre es que históricamente ha sido una actitud propia de los hombres. Antes se decía que «las mujeres navegan por la vida en busca de amor... los hombres lo hacen en busca de sexo». Esto ha cambiado. Es una parcela más recuperada por las mujeres; ahora incluso en la seducción hay más igualdad que hace unos años. En esta evolución que aún no ha dicho la última palabra y para romper esquemas largamente establecidos, el sexo como actitud de seducción se está empleando de forma excesivamente directa y muchas veces por parte de las mujeres. Hay quien mantiene la teoría de que este tema está desconcertando a los hombies. La oferta de sexo lanzada y su aceptación inmediata simplifica muchísimo el proceso de seducción, pero no lo hace más extraordinario. La proposición de relaciones sexuales hay que ir introduciéndola gradualmente, como algo normal, pero estando atentos a la reacción que nuestras palabras producen en la otra persona porque puede atraer su atención o bien salir corriendo. Si todo va bien, las piezas irán encajando hasta componer un mosaico donde la sinceridad y la fluidez de la situación sean las idóneas para alcanzar nuestros propósitos, que no son otros que los de disfrutar de todo lo gratificante que nos ofrece
ACTITUDES SEDUCTORAS • 55
la práctica del sexo. En este punto, es conveniente advertir que las prisas son malas consejeras y aliadas. Las mujeres, en general, valoran mucho más el lenguaje agradable e inteligente que la torpe brusquedad, y cada vez más hombres participan de esa valoración. El éxito de nuestra «misión» como seductores consiste en que la mujer o el hombre elegidos tengan la impresión de que todo lo que está ocurriendo es sencillamente lo que tiene que ocurrir. Es decir, que la relación evoluciona porque es lo que se espera de ella; y no que se está saltando algún paso, lo que para algunas personas estropea la emoción inicial de toda relación de pareja.
PELIGROS
Aunque los peligros forman parte de los atractivos más intensos que ofrece la seducción, algunas veces nos pueden jugar una mala pasada. Así, por ejemplo, cuando un seductor o seductora tiene una relación con una persona pero además no puede reprimir el deseo de seducir a otra, se suele acabar teniendo problemas. Este tipo de seductor irreprimible ejerce sobre su pareja habitual una atracción que frecuentemente alcanza lo enfermizo. Confunde su poder de seducción, aquel que le permitió cautivar al principio a su pareja, con el poder de propiedad en exclusiva. Debido a ese intinto de posesión y dominio, esta persona se cree con el derecho de cometer cualquier tipo de traición e infidelidad. No es lo mismo que en una pareja haya un punto de misterio capaz de incentivar el amor, que convertir la relación en un infierno donde la sospecha del engaño está presente cada día.
PSICOPATíAS
Ciertas personas viven como suyos los procesos de seducción que casi siempre son de otros. Se entregan con tal pasión a esta creencia, que hablarán de las conquistas de otro como si fueran suyas. Lo que les resulta fascinante cuando se lo cuentan a otros se vuelve contra ellos produciéndoles una insoportable ansiedad que termina con graves perturbaciones sexuales. Este tipo de actitud se aprecia en personas con
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problemas para relacionarse y también en personas que, por la razón que sea, iran profundamente al seductor del cual hablan. Otra psicopatía, demasiado frecuente en la sociedad occidental, afecta a los seductores que se resisten a envejecer. Este problema afecta tanto a hombres como a mujeres. Estas personas se comportan siempre fuera de lugar: se visten como si fueran Jovencitos, buscan parejas a las que les sacan muchos anos, algunos se operan de cirugía estética para quitarse las arrugas (su palabra maldita), etc. Lo que consiguen, en la mayoría de estos casos, es hacer el ridículo.
Los primeros cinco minutos Muchos especialistas dedicados a la observación de la conducta humana, algún psicólogo de prestigio y la propia experiencia personal de cada uno de nosotros, coinciden en afirmar que sólo hay cinco minutos para causar una buena impresión. En esos cinco minutos, los primeros de un encuentro, el impacto visual, la postura, los modales, la forma de hablar o de mover las manos son los encargados de proporcionarnos los datos con los que construir una primera impresión sobre una persona. Luego será muy difícil cambiar esa primera impresión aunque tengamos la oportunidad de conocerla en profundidad. Aquí sólo intervienen factores de tipo social y físico. Al ser humano le resulta muy complicado controlar la información que se transmite en esa primera impresión. Los gestos que utilizamos ya delatan nuestro carácter, puesto que son gestos espontáneos, que nos salen con naturalidad y que siempre utilizamos cuando conocemos o nos presentan a alguien. Esos gestos hablan de nosotros, de lo que somos como personas, de nuestro nivel cultural e incluso, en muchas ocasiones, de nuestra disponibilidad a la hora de entrar en el juego de la seducción. Los factores físicos nos dicen muchas cosas de los demás. Por ejemplo, de una persona que es un poco más gordita que lo considerado normal, inevitablemente pensaremos que es descuidada, y nada proclive al deporte y la vida sana. La mayoría de esas veces, solemos caer en tópicos infundados, pero en nuestro subconsciente están amarrados, por desgracia, ese tipo de prejuicios. Los factores sociales que generalmente más se evidencian en esa primera impresión son la actitud y la vestimenta. Estos factores sociales sí que son controlables. Algo tan básico como la higiene y la educación pueden construir actitudes intransigentes de acercamiento o de rechazo. Durante esos primeros y fundamentales minutos en los que nos jugamos, posiblemente, todo el futuro de una acción de seducción, hay que tratar de controlar cinco elementos de los que no se puede prescindir si se quiere tener éxito en un proceso
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de seducción. Estos cinco elementos tienen que actuar en conjunto, siempre a punto en cada momento y en cada circunstancia.
Los
CINCO PILARES DE LA SEDUCCIÓN
Los cinco pilares de la seducción que toda persona debe llevar a cabo para tener éxito en una conquista son:
• La sencillez. • La sonrisa. • La mirada. • La voz. • La imagen personal.
LA SENCILLEZ
La sencillez es quizá la actitud más complicada de las muchas que condicionan el comportamiento humano. Se trata de una actitud que se caracteriza por la buena disposición a reconocer los valores que los demás poseen, aun a costa de minimizar los valores propios. Hay personas que son sencillas por naturaleza, condición por otro lado no demasiado frecuente, y para ellas no supone ningún esfuerzo comportarse con sencillez. Otras, la mayoría, cuando tienen que mostrarse sencillas para obtener algún tipo de beneficio, necesitan realizar bastantes esfuerzos que, a la larga, resultan difíciles de mantener. En las labores de seducción, se da la paradoja de que las personas que entre sus virtudes ostentan una auténtica sencillez suelen ser lo menos parecido a un seductor al uso. Sin embargo, esta actitud positiva les permite el acercamiento y entrada en o con todo tipo de personas en todos los ámbitos culturales y sociales, ya que una persona sencilla jamás quiere destacar y convertirse en el centro de atención. Esa actitud la convertirá en un ser asequible para todos, respetado y querido. La sencillez es una cualidad muy buscada por personas cuyo éxito o fracaso depende del veredicto de sus semejantes. Políticos sujetos a procesos electorales y personajes del mundo del espectáculo, sobre todo del televisivo que siempre está a la
Los
PRIMEROS CINCO MINUTOS •
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caza de las audiencias, obtienen gran rentabilidad a través de una sencillez que casi nunca es sincera. El problema les viene cuando consiguen una extraordinaria ración de poder, en el caso de los políticos, y un éxito apabullante, en el caso de la gente del espectáculo. Entonces, unos y otros se enorgullecen visiblemente y se alejan del resto de la humanidad, elevándose por encima de todo el mundo. Probablemente terminarán pagándolo muy caro. En la seducción amorosa, cuando el seductor trata de parecer sencillo para conseguir sus fines, puede ocurrir que enamorado acabe siendo de verdad plenamente sencillo. Eso es lo mejor que puede pasarle si quiere que la relación recién construida sea duradera.
LA SONRISA
La sonrisa espontánea es una manifestación de buen humor y de alegría, la expresión de una emoción del alma que conviene sobremanera aprender a controlar. Podríamos decir que es como un engalanado portero que nos abre la puerta de entrada a interiores cálidos y confortables. Son miuchas las ocasiones del día en las que las personas sonríen por una u otra causa y un porcentaje muy amplio de esas sonrisas es, y así aparece, un mero gesto mecánico de cortesía. No es difícil detectar la sonrisa preparada y ejecutada sólo desde los labios. La sonrisa verdadera también se produce en los ojos y sólo así cobra todo su valor de incitación al acercamiento emocional. Cuando una persona pretende seducir a otra debe estar bien pertrechada con un gran «abanico» de sonrisas amplias, es decir, de labios y de ojos, para poder disponer de una u otra según las expectativas que se tienen sobre la persona a la que se trata de seducir. No es un ejercicio complicado. Basta con pensar en el futuro inmediato, tras haber conseguido la seducción; y la boca y los ojos, automáticamente, conformarán una convincente sonrisa.
LA MIRADA
Siempre se ha pensado que unos ojos bonitos son aquellos que tienen un color especial o una determinada forma. Pero unos ojos bonitos no tienen forzosamente que ser garantía de éxito al utilizarlos en el juego de la seducción. La verdad es que los ojos
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•
EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
resultan seductores por lo que nos transmiten a través de la mirada, no sólo por su forma o su color. Una mirada puede expresar con claridad todo tipo de sentimientos: odio, ternura, cariño, apatía... La mirada es directamente responsable del 55 por ciento de la seducción, ya que es el más fiel reflejo de nuestros pensamientos, capaz, además, de expresar con absoluta evidencia cada uno de nuestros sentimientos. Así pues, debemos saber no sólo controlar nuestra mirada, sino educarla y utilizarla para conseguir nuestros objetivos. En una entrevista que se realizó al cantante Miguel Bosé, se le preguntó acerca del poder seductor de su mirada: «¿Cómo se puede conseguir una mirada tan seductora?». A lo que él respondió que sólo hay que tener una «mirada de miope», con los ojos entreabiertos, sin mirar directamente a un punto fijo y dejando que se pasee dispersa por el ambiente. No andaba nada mal encaminado. La mirada más seductora es la que está cargada de una fuerte nostalgia, una mirada de persona sabia que jamás podrá conseguir un adolescente, pero que con los años se llega a dominar con una naturalidad asombrosa. La mirada no es nunca neutral. Refleja siempre mil matices y a través de ella y sus signos, se pueden transmitir infinidad de mensajes. Algunos observadores han encontrado en diversos tipos de mirada algunos significados que pueden servir de guía.
Formas de mirar
• Bajar la vista es señal de timidez, modestia o humildad. • Mantener los ojos abiertos denota iración, ingenuidad o temor. • Las pupilas dilatadas, algo muy difícil de conseguir, es señal inequívoca de entusiasmo.
■
• Por el contrario, contraer las pupilas, cosa tampoco fácil de hacer, es una clara señal de enfado. • Una mirada prolongada e intensa es propia de las personas que son extrovertidas. • Mirar de reojo demuestra hostilidad, crítica o desprecio. • Mantener la mirada más tiempo de lo socialmente establecido puede ser señal de hostilidad o deseo de un o más íntimo y un claro síntoma de intentos de seducción.
Los
PRIMEROS CINCO MINUTOS
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• Mirar fijamente a los ojos de otra persona puede ser todo un desafío. • En una conversación no sólo hay que escuchar, sino hacer ver que se escucha. Nos resulta difícil aceptar que una persona nos está prestando su atención, si cuando le hablamos no nos está mirando. • Tradicionalmente se cree en la sinceridad de la mirada. El que interroga mira fijamente a los ojos, ya que resulta difícil mantener la mirada si se está mintiendo. • La cortesía occidental dicta que la exploración del cuerpo de arriba hacia abajo es un signo de desprecio e insolencia. • Para seducir no se debe mirar descaradamente a una mujer por debajo del cuello. • Una mirada seductora será aquella que se hace mezclando, en precisa y exacta combinación, el interés y la sensualidad. • Debemos intentar mirar con los «ojos del amor», esto es, desde el convencimiento de que nosotros tenemos las armas para seducir a cualquier persona, pues tenemos la más importante de ellas, la seguridad en nosotros mismos.
LA VOZ
Uno de los temas pendientes en nuestra cultura es la educación de la voz, por lo que a la mayoría de las personas nos resulta imposible servirnos de ella como medio para comunicar nuestros sentimientos. Y, sin embargo, sabemos apreciar las buenas voces profesionalizadas que casi siempre son utilizadas para convencernos de algo. Estas voces tan profesionales, y muy bien pagadas, son las que la publicidad utiliza una y otra vez con auténtica maestría. Los anuncios de coches tienen una voz que suena a eficacia; los de perfumes utilizan voces de tonos bajos y reposados; los de ofertas de productos o servicios a precios muy convenientes suelen gritar. La publicidad, que es un acto de seducción, sabe muy bien lo que se hace. En el uso diario y personal de la voz, casi todos dejamos de lado sus enormes posibilidades de comunicación. Con las diversas entonaciones de la voz se pueden mostrar sentimientos. Seguro que se han fijado en alguna persona que para referirse a su comida favorita cambia totalmente su entonación. Ésta se hace más suave, seductora, mucho más pasional. Es curioso cómo a los hombres y mujeres de nuestro tiempo parece que
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les resulta algo cursi hablar de amor con la entonación que el tema requiere. No decimos con esto que intentemos evocar el lenguaje de los caballeros y las damas del siglo
XVIII,
pero sí saber que nuestro corazón también tiene voz y que debemos
dejar que se exprese, que proyecte su entonación sin ningún tipo de ataduras ni cadenas.
LA IMAGEN PERSONAL
Hoy en día, resulta tan importante la imagen que proyectamos de nosotros mismos como los valores intelectuales y espirituales que desarrollamos en nuestro interior. Vamos a detenemos ante este tema al que damos una importancia extraordinaria, para tratarlo con mayor profundidad. Cuando hablamos de imagen personal, lo estamos haciendo sobre algo que va mucho más allá del simple concepto del vestido. En realidad, la imagen personal hace referencia a un conjunto de rasgos físicos, de gestos y movimientos, del estilo al caminar, del tono de voz, de la forma de mirar, etc. Se ti ata de un concepto relativo, pues cada persona tiene su propia imagen y se empeña, por lo general, en que sea diferente a la de los demás. La imagen es el primer mensaje de la comunicación interpersonal. Cuando un individuo se presenta ante otros, incluso antes de pronunciar una palabra, ha transmitido ya a los demás una infinidad de datos e ideas. Aunque no seamos conscientes de ello, todos proyectamos nuestra personalidad a través de la imagen. Se suele decir que el periodo más crítico es cuando se produce el primer encuentro entre dos personas. Los famosos cinco primeros minutos. Las impresiones que se foimen durante este tiempo persistirán y se reforzarán en función del comportamiento posterior del individuo, ya que a partir de entonces no será tratado e interpretado objetivamente, sino en relación a esas primeras impresiones. Esta primera impresión es importante y decisiva ya que crea en nuestra mente una representación que se convierte en un prejuicio muy difícil de modificar posteriormente. Se dice que es mucho más difícil rectificar una imagen previamente adquirida que crear una nueva. La explicación a todo esto es que se asocia la imagen de cada persona con ciertos juicios y valores, y nuestro inconsciente desarrolla una especie de filtro que hace que seamos mucho más receptivos a una información que coincida con nuestro esquema previo.
Los
PRIMEROS CINCO MINUTOS •
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Los psicólogos reconocen que la falta de correspondencia entre lo que una persona dice y la imagen que transmite produce en los receptores una gran falta de credibilidad. Sin caer en una manifestación claramente clasista, la tendencia generalizada es la de considerar a las personas atractivas y bellas más inteligentes y con mejor carácter del que poseen en realidad. Esto responde fundamentalmente a que el ser humano rechaza por sistema y por naturaleza la fealdad y se siente atraído por la belleza. Por tanto, la belleza exterior y el atractivo físico desempeñan un papel muy influyente en las reacciones que se producen en gran número de encuentros entre las personas. Todos sabemos que, por lo menos en un primer momento, nuestra reacción es mucho más positiva ante aquellas personas que nos resultan atractivas porque las percibimos más agradables y simpáticas. En este sentido la memoria hace que recordem.os con mucha más facilidad los rasgos de una persona que su propio nombre. Ese primer momento es el que marcará el transcurso, con éxito o no, de la reciente relación. Hoy en día, ya no sólo se comercializan electrodomésticos y automóviles asociándolos a la imagen de una mujer hermosa. Hasta los líderes políticos, de opinión y sociales, basan una buena parte de su éxito en cuidadosos estudios realizados por empresas especializadas, que les indican desde la manera de vestir, hasta cuáles deben de ser sus gestos ante los distintos contextos en los que se encuentren.
CONDICIONES FíSICAS Y LA APARIENCIA
Para comenzar este apartado queremos aportar un método bastante científico para que cada uno pueda conocer cuáles son aquellas de sus condiciones físicas que van a condicionar su apariencia exterior. Para una de las ramas de la ciencia médica, la homeopatía, hay tres tipos bien diferenciados de personas: los carbónicos, los fosfóricos y los fluóricos. Estos tres tipos son los que nos marcan a todos, y gracias a ellos podemos saber algo más, o intuir algo más, sobre la persona a la que deseamos, incluso saber más sobre nosotros mismos En base a esa clasificación, las personas son de una u otra manera, incluso se diferencian en sus respectivos caracteres.
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• EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
Los CARBÓNICOS
Para saber si uno pertenece a ese grupo, basta con extender un brazo y observar el ángulo que se forma entre el antebrazo y el brazo. Si este ángulo es agudo, se es carbónico y estas podrían ser sus características físicas:
• Robustez. • Estatura media o baja. • Escasa agilidad. • Huesos fuertes, pesados y exteriormente inapreciables. • Músculos cortos y de fácil desarrollo. • Extremidades cortas. • Movimientos bruscos.
Los FOSFÓRICOS Es cuando se hace la misma prueba de extender un brazo y no se percibe ningún tipo de ángulo. El brazo y el antebrazo se conectan en línea prácticamente recta. Los fosfóricos tienden a situarse en la parte media de la tabla y sus características físicas más representativas podríamos decir que son: • Cuerpo proporcionado. • Estatura media o alta. • Agilidad proporcional a su complexión. • Huesos apreciables. • Músculos alargados. • Extremidades de tamaño medio. • Movimientos coordinados.
Los FLUÓRICOS Al hacer la prueba del brazo extendido, el ángulo que se forma es obtuso y estas son sus características:
• Cuerpo muy estilizado.
Los
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• Estatura alta. • Agilidad lenta. • Huesos largos y sobresalientes. • Músculos muy largos y poco voluminosos. • Extremidades largas. • Movimientos descoordinados. ***
Sea cual sea la naturaleza de nuestra constitución, no nos queda más remedio que contar con ella a lo largo de toda nuestra vida. Sería más que conveniente el que, conociendo nuestras tendencias corporales, nos esmeráramos en acentuar aquellas que nos resultan útiles y tratar de corregir las que no nos sirven. Es sólo una cuestión de decisión, disciplina y algo de dinero para pagar las cuotas del gimnasio. Superando la belleza o falta de ella que están presentes en cada ser humano, la apariencia depende también de un conjunto de hábitos que se desarrollan de forma progresiva desde que somos pequeños, manifestándose en reacciones casi involuntarias como lo son las posturas, los gestos o el caminar. Algunas personas pueden tener un encanto personal y una capacidad de seducir superior a otras, aunque su aspecto físico no se corresponda con los cánones de belleza y atractivo físico aceptados y hasta impuestos por la mayoría de la sociedad en la que vive. Esto es así gracias a un lenguaje corporal agradable. Los gestos suelen ser un reflejo de sinceridad. Es difícil, por tanto, engañar a alguien que esté preparado para interpretar el lenguaje no verbal. Por ejemiplo, caminar con cierta elegancia es uno de los atributos de una persona con estilo. A la inversa, hacerlo con los hombros caídos, con el cuerpo echado hacia delante, dando zancadas demasiado largas, etc., produce una imagen negativa. Todos estos defectos deben, en la medida de lo posible, ser evitados y corregidos. La postura de nuestro cuerpo debe tender a la comodidad y al sosiego, para transmitir una imagen segura, sin rigideces ni tensiones, pero sin caer en un estado de excesiva relajación. En culturas del Mediterráneo y de Oriente Medio, la frecuencia en la gesticulación es considerada alegre y desenfadada. En las civilizaciones del Norte de
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Europa, esta exuberancia gestual está considerada como un signo pasional y excesivo. Hay gestos y ademanes que son rechazados por la etiqueta formal. Todos los conocemos o deberíamos conocerlos. El mirar fijamente suele considerarse, como mínimo, de mala educación. Por supuesto, es imperdonable hurgarse la nariz o las orejas, comerse las uñas o bostezar; a nadie debería ocurrírsele ocupar más sitio del que le corresponde limitando el sitio de los demás, etc. Son las diferentes partes de nuestro cuerpo y el uso que hacemos de ellas, los mensajeros de nuestra condición social y cultural, y una de las más definitivas es el rostro. El rostro es el centro de atención cuando iniciamos una conversación. A través de sus expresiones se transmiten y se reciben informaciones sobre los estados emocionales de nuestros interlocutores. Como norma general podríamos decir que el rostro, durante una conversación más o menos íntima, debe permanecer apacible y tranquilo pero mostrando siempre la animación suficiente como para que nuestra cara demuestre el gran interés que tenemos por lo que nuestro interlocutor nos está diciendo en ese momento, sobre todo si ese interlocutor es el objetivo de nuestro juego de seducción. En el siguiente apartado vamos a ver toda una serie de gestos típicos y tópicos que nos delatan en determinados estados anímicos.
GESTOS DELATORES
• Poner los dedos sobre los labios denota falta de seguridad. • Rascarse el cuello indica duda o incertidumbre. • Despegar con los dedos el cuello de la camisa informa sobre una incomodidad o situación engañosa. • Darse una palmada en la frente es la mejor señal de olvido. • Escuchar ladeando ligeramente la cabeza es un signo de que la otra persona nos despierta interés. • El pulgar en la barbilla y el índice en la mejilla indican una actitud analítica. • Acariciarse el mentón es síntoma de sopesar algo, antes de tomar una decisión.
Los
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Por otra parte, la postura del cuerpo refleja una parte importante de nuestra personalidad y por ello es necesario controlarla, tanto al caminar como al estar de pie o sentado.
CAMINAR
• La mejor y más airosa forma de caminar es hacerlo erguido, sin encorvarse, con los hombros rectos y la cabeza alta, evitando estirar el cuerpo de manera artificial. • Caminar despacio, con convicción, sintiéndose dueño del terreno, con orgullo y confianza, ya que ir deprisa indica nerviosismo. • Si se tiene la desgracia de sufrir una caída, hay que levantarse de una manera natural y restarle importancia y, por supuesto, no reírse jamás si ha sido otra persona la que se ha caído.
SENTARSE Y LEVANTARSE
• No debemos sentarnos hundiéndonos en las butacas. • Es importante disponer de un asiento que permita sentarse y levantarse con facilidad y que esté situado a la misma altura que los asientos del resto de las personas de nuestro entorno. • Hay que procurar sentarse en una posición asimétrica al asiento para obtener un aire más relajado, teniendo mucho cuidado en controlar la postura de las piernas. • Ai levantarse, no hay que doblarse sobre uno mismo, ni arrastrar el asiento, ni estirarse la ropa. • Ponerse de pie de forma rápida y controlada es una demostración de que uno es dueño de sí mismo.
BRAZOS Y MANOS
Son muchas las personas que cuando no saben qué hacer con sus brazos, los cruzan. Quizá no sepan que este gesto denota una actitud defensiva, negativa, ner-
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viosa y que siempre indica un deseo de distanciamiento. No conviene cruzar los brazos delante de nadie.
QUé HACER CON LOS BRAZOS Y LAS MANOS
• No cruzar los brazos en público, porque sobre todo resulta muy inadecuado en las mujeres; si se unen las manos a la espalda, la sensación que se ofrece es de seguridad y autoridad. • La mejor postura es dejar caer los brazos con naturalidad o, a lo sumo, unir las manos a la altura de la pelvis. • No jugar con monedas, llaves u otros objetos, ya que indica nerviosismo y falta de control de la situación.
Una teoría y 30 reglas para seducir LA TEORíA
Una vez que la biología ha hecho la parte que le corresponde, es decir, cuando ha conseguido que una persona se sienta sexualmente atraída por otra y ha comenzado el ritual de acercamiento que se produce a través de algunos gestos inconscientes, como arquear las cejas, humedecer los labios o abrir los ojos más de lo normal, ha llegado el momento de que entre enjuego la acción consciente de la conquista, la seducción. Estos mecanismos conscientes, cuya finalidad es establecer una relación de tipo afectivo o sexual con otra persona, varían según la cultura y la época, pero m.antienen unos rasgos comunes que forman el cortejo humano, hasta cierto punto no muy diferente al de otras especies animales. Se considera la existencia de tres tipos de mecanismos, el corporal, el sociocultural y el cognitivo, que son los que se utilizan en el juego de la seducción. No aparecen siempre definidos individualmente, sino formando un conjunto, y además varían mucho de unos individuos a otros.
Los INDICATIVOS CORPORALES
Los indicativos corporales son algunos gestos que demuestran la predisposición hacia la relación o que se utilizan para tomar la iniciativa con la esperanza de que la otra persona acoja favorablemente el interés mostrado. La mirada es acaso el más importante de los indicativos de este tipo. Se utiliza conscientemente, pero tiene también una parte instintiva que suele mostrar con sinceridad los sentimientos de la persona. La célebre frase «mírame a los ojos» ha registrado en las expresiones populares la cualidad que tiene la mirada de ser «el espejo del alma», como también suele de-
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cirse. Por esta razón, no es extraño que los ojos sean una de las partes del cuerpo más valoradas por ambos sexos a la hora seducir, y especialmente por los varones. En los primeros momentos del cortejo se rehuyen las miradas-directas, limitándose ambas partes a reconocerse mutuamente desde la distancia. Si tras este primer momento de miradas indirectas se hace evidente que existe un interés en continuar con el Juego, se pasa a las miradas frontales, directamente a los ojos de la otra persona. Es el paso de la zona pública (3,6 m) a la zona social (hasta 1,23 m). Reducir aún más esta distancia (entre 1,22 m y 46 cm) es entrar en la llamada zona personal, que permite establecer algunos os, sutiles o disimulados al principio. Esto nos sitúa en la llamada zona íntima (por debajo de los 45 cm). Otros indicativos corporales son la forma de andar, de sentarse, de acercarse al otro o la postura que se adopta en su proximidad. Asimismo, existen actitudes muy definidas al producirse en un grupo que demuestra el interés hacia una persona determinada.
LAS 30 REGLAS PARA SEDUCIR
1. Habla, no seas tímido No escatimar palabras es muy importante para cualquier seductor. Al principio no se debe hablar de cosas profundas y difíciles, a no ser que se compruebe que la otra persona es un intelectual sin remedio. Es conveniente no hablar de uno mismo y, si no queda más remedio que hacerlo, que sea con mucha moderación y, sobre todo, sentido del humor.
2. Despliega tu sentido del humor La risa es un poderoso afrodisíaco que hay que saber dosificar y saber utilizar en su Justa medida. Así pues, no se puede provocar la risa o la carcajada ridiculizando a nadie ni resaltando deficiencias de ningún tipo, eso es algo de mal gusto. En estos primeros momentos del Juego de la seducción, una magnífica forma de actuar es riéndose de uno mismo.
3. Muestra absoluta autoconfíanza Es necesario mantener siempre un aire de seguridad y autosuficiencia, como si se controlara el mundo.
UNA TEORíA Y 30 REGLAS PARA SEDUCIR • 71
«Con todos los grandes embusteros se produce un hecho digno de notar, al que deben su poder. En el acto concreto del engaño, se ven poseídos por una fe ciega en sí mismos: es esto lo que llama la atención de una forma tan milagrosa y tan poderosa a la gente que les rodea.» F.
NIETZSCHE
4. Cuida los tiempos muertos En todo proceso de seducción, por mucho que prometa, se producen espacios temporales aparentemente vacíos. Hay que tener mucho cuidado con lo que se hace durante esos tiempos muertos. Consumir alcohol, por ejemplo, es una práctica bastante común pero muy desaconsejable. El alcohol no es precisamente el mejor de los afrodisíacos.
5. Contrólate Un seductor en acción, debe mantener la cabeza siempre fría. Durante el juego de la seducción se van generando estados de alegría, de placer, de cólera o de tristeza. Cuando estas emociones se equilibran, se llega al centro de la situación en el que el estado de ánimo se muestra armónico y equilibrado. El camino recto del universo es el centro, y la armonía es su ley universal y la más constante. 6. Haz ofertas que no se puedan rechazar Nunca hay que dar la oportunidad de que alguien te diga que no. Para cumplir con esta regla, las propuestas que se hagan deben estar cuidadosamente medidas y atemperadas. Hay que caminar poco a poco, despacio, sin prisas, sin permitir que ninguna oferta excesivamente agresiva corte ese hilo de unión que está comenzando a fortalecerse. 7. Oculta tu juego No se puede pecar de directo ni de sincero. El seductor o seductora, como todo buen jugador, debe tratar de ocultar las cartas que le han tocado en suerte. Exponer directa e inmediatamente la naturaleza de
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las intenciones de cada uno nunca ha sido un buen método para negociar cualquier tipo de asunto.
8. Crea «suspense» Aunque sea evidente que el fin perseguido en el juego de la seducción es la conquista de la persona deseada, hay que mantener un cierto grado de incertidumbre, para así ampliar el misterio y la tensión, que también resultan muy atrayentes para otra persona. Hay que jugar con momentos de interés y con otros de indiferencia. Esto alimenta el misterio y eso es algo que casi todo el mundo desea.
9. Hazte indispensable Que no puedan pasar sin contar contigo para hacer cualquier cosa.
«Más se saca de la dependencia que de la cortesía; el satisfecho vuelve inmediatamente la espalda a la fuente. La primera lección de la experiencia debe ser entretenerla, pero no satisfacerla; así se conserva la dependencia que los demás tienen; incluso la del rey.» El Arte de la Prudencia (BALTASAR GRACIáN)
10. Rompe el ritmo Para seducir es muy conveniente utilizar la técnica del estímulo intermitente; un día mostrar el mayor interés del mundo y el siguiente no mostrar ninguno. Interésdesinterés pero sin un ritmo prefijado. I
«No obrar siempre igual. Así se confunde a los demás, especialmente si son competidores. No hay que obrar siempre de primera intención, pues nos captarán la rutina y se anticiparán y frustrarán las acciones. Tampoco hay que actuar siempre de segunda intención, pues entenderán la treta cuando se repita.» El Arte de la Prudencia (BALTASAR GRACIáN)
11. Sé impredecible Nunca hay que mantener comportamientos predecibles. Estos comportamientos tan planos eliminan misterio (tan importante en las relaciones, como vimos anteriormente) y resultan aburridos.
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«Confundir a los contrincantes significa actuar de'tal manera que les impida mantener la mente en calma (...) Intenta varias maniobras según la oportunidad del momento, haciendo pensar al contrincante que ahora vas a hacer esto, después lo otro, y a continuación algo distinto, hasta que veas que empieza a estar desconcertado, y así ganar su voluntad.»
El Libro de los Cinco Anillos
(MIYAMOTO MUSASHI)
12. Siembra misterio El misterio es uno de los ingredientes necesarios para sazonar el plato de la seducción, pero hay que tener mucho cuidado al utilizarlo. La fórmula ideal para cualquier persona sería la de vivir en el misterio sin resultar misterioso. 13. Amaga una retirada Cuando sea evidente que se ha despertado el interés de la persona deseada, es conveniente simular una retirada fingiendo indiferencia. Este método es muy utilizado por las mujeres.
«La ausencia disminuye las pequeñas pasiones e inflama las grandes, al igual que el viento apaga una vela y atiza un fuego.» M. DE LA ROCHEFOUCAULD
14. Muéstrate paciente La paciencia es absolutamente imprescindible. Hay que estar dispuesto a esperar para recoger la cosecha a su debido tiempo. La precipitación es el abono para el fracaso. Hay que seguir los ritmos y los tiempos del amor.
15. No pongas todos los objetivos al mismo nivel Para conseguir una manzana lo mejor es sacudir el árbol. Hay que marcarse varios objetivos para asegurar uno. Esto es muy práctico. 16. Sé constante No se puede despreciar ninguna ocasión. Todas las conquistas proporcionan horas de vuelo que entran a formar parte de nuestro currículum sentimental. Con un buen prestigio de seductor, las conquistas son más fáciles.
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«Hay que ingeniárselas, por encima de todo, para que cada una de nuestras acciones nos proporcionen fama de hombres grandes y de ingenio excelente.» . El Príncipe
(MAQUIAVELO)
17. Sé realista Más vale conquista en mano que cien proyectos volando. A lo mejor la persona de nuestros sueños es realmente inalcanzable. En ese caso lo mejor es pensar en no insistir cuando hemos sido rechazados unas cuantas veces, y buscar una nueva persona a la que seducir. Por supuesto, a esta nueva persona nunca le hablaremos de la anterior.
18. No pierdas el tiempo Hay que intentar conquistar en todo momento y lugar. Así pues, debes saber que cualquier ocasión y lugar puede ser bueno para encontrar una persona a la que te gustaría seducir.
19. Si la sigues, la consigues No decaigas en tu empeño; estadísticamente, cada diez intentos de seducción, diez consiguen tener éxito.
20. Atrévete Hay que ser audaz y hacer lo que se piensa. Casi siempre es mejor besar que pieguntai que si puedes besar, porque surtirá un efecto positivo, siempre y cuando la otra persona también esté interesada en nosotros. ¡Mejor arrepentirse que nunca haberse atrevido!
«Cieo que es mejor ser impetuoso que prudente, porque la fortuna es mujer, y si se desea dominarla, se puede ver que se deja conquistar por el audaz más que por aquellos que actúan fríamente.» El Príncipe
(MAQUIAVELO)
21. Amante y bandido Tal y como están las cosas, y como dice la canción, un hombre resulta más atrayente si es un poco sinvergüenza o picaro. Las mujeres todavía no han desarrollado ese territorio.
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«En relación con las mujeres, tengo que decirte que no existe ninguna de nosotras que no prefiera un poco de trato áspero a una excesiva consideración.» NINON DE LENCLOS
(cortesana)
22. Retírate a tiempo Cuando nada de lo que se pretende sale bien, es mejor retirarse a tiempo y dedicarse a algún nuevo proyecto.
23. Busca su punto débil Toda persona tiene una debilidad y cualquier seductor o seductora tiene que encontrarla y explotarla. La debilidad más frecuente es la de buscar el reconocimiento y el cariño como personas. «Encontrar el punto débil de cada uno: ese es el arte de mover las voluntades. Es más una destreza que una determinación. Es saber por dónde se ha de entrar a cada uno. Primero hay que conocer el carácter, después tocar el punto débil, insistir en él, pues infaliblemente se quedará sin voluntad.» El Arte de la Prudencia (BALTASAR GRACIáN)
24. Para casados/as Un seductor/a casado/a no debe recurrir al viejo truco de que se lleva mal con su pareja. Por el contrario, debe declarar que su matrimonio es perfecto, pero que ha encontrado algo muy especial y exclusivo en ella o en él.
25. Un poco de ética A pesar de que la seducción es un arte de engaño, hay un punto en el que es necesario mantener una postura discreta. Nunca se deben hacer públicas las conquistas y mucho menos presumir de ellas ante terceras personas.
26. Proporciona sorpresas Los detalles inesperados ponen una pizca de sal en la relación amorosa. Pero tienen que ser exactamente eso, una pizca. Los continuos obsequios llegan a agobiar al obsequiado.
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27. Sé humilde Jamás hay que presumir de conquistador. Presumir de serlo puede despertar unas expectativas que luego no se corresponden con la realidad. 28. Mide tu romanticismo Es bueno aparentar ser algo romántico (eso siempre gusta), pero nunca estúpidamente romántico. «Un hombre razonablemente enamorado puede actuar como un loco, pero no debería ni puede actuar como un idiota.» M. DE LA ROCHEFOUCAULD
29. Juega con los celos Sentir o dar celos de forma moderada proporciona un gusto agridulce a la relación. Pero cuidado con los excesos que pueden ser fuente de inquietantes actitudes.
30. Anticípate a la ruptura Si se tienen buenos y sólidos indicios de que él/ella va a cortar la relación, hay que anticiparse a esa ruptura.
***
La seducción, como tantas otras actividades humanas, pasa forzosamente por la práctica. Estos 30 consejos no deben ser considerados como las tablas de la ley, ya que cada experiencia tiene sus propias normas y cada uno de nosotros tenemos que encontrar las nuestras.
OTROS 30 CONSEJOS SOBRP: LO QUE UN/A SEDUCTOIVA NO SE PUP:DE PERMITIR
1. No gritar Hacerlo siempre deja una imagen de prepotencia. Elevar hasta el grito el tono de voz suele obedecer al propósito de imponer un argumento a cualquier otro que
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se le pueda oponer, incluso en sociedades latinas, como la nuestra, en las que generalmente el tono de voz habitual es bastante elevado. No es igual decir gritando «Vamos al cine», que hacerlo con voz suave y convincente, con la que lograremos nuestro objetivo más fácilmente. 2. No ser posesivo/a Nadie desea volver a los tiempos del sometimiento. Por lo general son los hombres los que tienden a ser posesivos con respecto a la mujer, como consecuencia de la secular tradición que tanto daño ha hecho a muchas parejas. Este problema ya está detectado y nos consta que en amplias capas de la población está desapareciendo o, por lo menos, se está poniendo gran empeño en que desaparezca. Pero ocurre que ahora empieza a desarrollarse entre bastantes mujeres ese mismo sentimiento de posesión con respecto al hombre, que muchas veces tiene que ver con un instinto maternal y de protección. Ni una cosa ni otra es buena. En vez de repetir el movimiento a la inversa, como lo hace un péndulo, trata de ponerte en el lugar de la otra persona.
3. No contradecir por principio No está bien vista la persona que siempre se muestra en posesión de la verdad, porque resulta muy autoritaria. «Lo que yo digo, va a misa»; esta es una frase que todavía se oye, con la que se transfiere, a lo que debería ser tan solo una opinión, toda la fuerza de una veidad re velada. Tal y como afortunadamente se van desarrollando las cosas, ya nada es negro ni blanco. Existe una riquísima gama de grises en la que se pueden albergar todas nuestras convicciones junto a las de la otra persona. Siempre es mejor apostar por el diálogo y poner en común las diferentes ideas.
4. No dar importancia a los valores de la otra persona Elacer una cosa así siempre es un desprecio. Si la otra persona se distingue por su elegancia, hay que declarar que la elegancia es un elemento cultural de primer orden. Si es simpática hay que decir que la simpatía es una demostración de tolerancia. Quien se considera elegante o simpático/a, no podrá por menos que considerarse también culto/a o tolerante, son aspectos que en ocasiones van muy relacionados.
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5. No empeñarse en imponer gustos muy personales y específicos Se destruyen inevitablemente territorios de disfrute en común. Este es un vicio que resulta bastante frecuente y que es muy perjudicial para el desarrollo de cualquier relación. Muchas veces se cae en él con la buena intención de compartir con la otra persona lo que a nosotros tanto nos gusta. Si, por ejemplo, te entusiasma un tipo de comida, no trates de imponer ese gusto tan particular a la otra persona; hay que buscar siempre el equilibrio y unos días comer lo que te gusta y otros lo que le gusta a la otra persona.
6. No mostrarse, en ningún caso, superior Esta actitud suele despertar miedos ya vencidos. Si alguien se considera más listo, más guapo y con más éxito que nadie y además lo dice, lo más seguro es que no sea ni guapo, ni listo ni tenga más éxito que nadie. Porque, vamos a ver, ¿qué pinta una persona con todas esas cualidades tratando de seducir a otra que le resulta tan inferior?
7. No mostrarse, en ningún caso, inferior Es algo que resulta profundamente aburrido. «No sirvo para esas cosas...», «No me atrevo...», «Si yo tuviera tu inteligencia. ..», «Si yo fuese la mitad de guapo que tú...», y así un día y otro y otro... De verdad que alguien que no haga más que repetir esas frases, o similares, y, lo que es peor, que las sienta como verdaderas, resultará ser una persona muy aburrida.
8. No perder nunca el control Se corre el riesgo de enseñar el lado más oscuro de nuestra personalidad. En la personalidad de todo ser humano hay aspectos positivos y aspectos negativos. En la gente normal, lo positivo supera en mucho a lo negativo. Cuando se pieide el control, lo más seguro es que salgan a relucir los aspectos más indeseables de nuestra personalidad: la grosería, la agresividad, la intolerancia, etc., cosas de las que luego nos arrepentimos muy sinceramente. Es aconsejable que, antes de explotar, recordemos los momentos comprometidos a los que nos ha llevado alguna vez una pérdida de control.
9. No prestar más atención a terceras personas cuando se está en grupo A nadie le gusta perder protagonismo.
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REGLAS RARA SEDUCIR •
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Esta es una de las situaciones que más amarga a quien la padece y que más perjudica a quien la comete. Cuando una pareja consolidada, o con posibilidades de serlo, sale con otras personas, parejas o no, y uno de sus componentes dedica más tiempo y más atención a otra persona del grupo, seguramente recibirá todo tipo de reproches, incluso delante de los demás. Y seguramente lo que haya estado tratando de conseguir manteniendo esa conducta, es hacerse el simpático o la simpática para que todo el mundo envidie a su pareja por el hecho de tener un compañero o una compañera así de divertido o de divertida. Bueno, pues ni así resulta aceptable. No te arriesgues a hacer una prueba porque ya te puedes imaginar el resultado.
10. No olvidar jamás fechas que sean importantes El descuido se traduce como desinterés. El día en que os conocisteis, su santo y su cumpleaños son fechas que si se recuerdan y se celebran darán un buen impulso a vuestra relación. Al contrario, olvidarse de esas fechas, es un fallo generalmente imperdonable.
11. No criticar nunca a su familia Es su familia, a pesar de lo que pensemos de ellos. Cualquiera puede criticar a uno u otro miembro de su familia, pero no va a consentir que sea otro quien lo haga. En una relación de pareja el que uno de sus critique a la familia del otro es una de las fórmulas más eficaces para dinamitar esa relación. No cuesta nada ensalzar las virtudes, verdaderas o no, de sus familiares.
12. No criticar nunca a sus amigos Hay que tener en cuenta que a los amigos los ha elegido él/ella. Caer en este error trae consigo aún más graves consecuencias que cometer el anterior. La familia no se adquiere voluntariamente, las amistades sí. Criticar a los amigos de una persona es criticar también a esa persona, ya que ha sido ella quien los ha elegido. En una relación de pareja, la crítica a un amigo puede ser confundida con un injustificado ataque de celos.
13. No mostrarse nunca excesivamente vehemente Suele ser síntoma de intransigencia.
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La vehemencia es un arma dialéctica de mucha utilidad en algunas ocasiones. En un proceso de seducción funciona bastante bien, en sus inicios, a la hora de describir los arrasadores sentimientos que embargan al seductor ante la sola presencia del seducido. Sólo funciona entonces porque después, defender con vehemencia esta o aquella cuestión, nos mostrará ante el otro como personas intransigentes y cercanas a la violencia. Y eso no es bueno para mantener una relación, ni siquiera para iniciarla. 14. No mostrarse nunca excesivamente desinteresado/a Es síntoma de despreocupación. Es verdad que un cierto grado de desinterés al principio de una relación puede piecipitar los acontecimientos y facilitar el trabajo seductor. Pero hay que medir muy exactamente ese «cierto grado». Si es muy elevado puede producir el efecto contrario al deseado y «ahuyentar» a la persona a la que queremos seducir, que no se siente lo suficientemente deseada, que es algo muy cercano y muy parecido a sentirse rechazada. 15. No intentar, sin previo acuerdo, una caricia demasiado íntima Sin haberlo consultado, una caricia puede confundirse con atrevimiento. Este es un tema muy delicado. Cierto es que el no atreverse a dar el paso definitivo que supone una caricia íntima, a veces es contraproducente. Pero no es menos cierto que hacerlo sin que previamente se haya percibido que esa caricia es bienvenida, suele producir una reacción de defensa ante lo que es, sin duda, un excesivo atrevimiento. Lo mejor es mostrar con nuestra actitud, e incluso verbalménte, que se desea hacer ese tipo de caricia, antes de atrevernos a llevarla a cabo, porque se trata de un paso muy definitivo.
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16. No rechazar nunca una caricia delicada Puede considerarse un rechazo. Un beso suave, una caricia en el pelo o en la mano, un tironcillo de oreja... son caricias delicadas que a nadie deberían ofender. Rechazarlas es una clara señal de que lechazamos de lleno a la persona que nos la ha hecho, y si estuviéramos interesados en esa persona, con nuestra actitud, habríamos terminado con la posibilidad de conseguirla.
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17. No presumir de grandes conocimientos Hacer eso es una pedantería. Lo que no se puede hacer es presumir de que uno sabe mucho de todo y es peor si lo hacemos ante la persona a la que tratam.os de seducir. Nos tacharía, con razón, de ser excesivamente pedantes.
18. No cambiar de tema de conversación constantemente Esos cambios son prueba de inseguridad. Esto ocurre, casi siempre, cuando no se tiene la confianza de saber desarrollar ningún tema en concreto. Es mejor quedarse callado, o mostrase de acuerdo con las opiniones que se vayan dando. Cambiar de tema constantemente descubrirá lo inseguros que somos. 19. No insistir en señalarle sus defectos Para ti, sus defectos no existen. La persona a la que tratamos de seducir no tiene ningún defecto porque, si lo tuviera, ¿por qué íbamos a querer seducirla? Como no existe ningún ser humano libre de todo defecto, debemos obviar aquellos que hayamos pereibido en la persona a la que pretendemos. Además, no deben ser muy graves esos defectos cuando nos sigue interesando dicha persona como pareja. 20. No dejar de ensalzar sus virtudes De esta forma, se esforzará en aumentarlas. En este asunto la sinceridad es del todo imprescindible. Debemos celebrar y aplaudir todo aquello que realmente nos guste de la persona a la que queremos conseguir. Si es una persona risueña y eso nos gusta, así deberemos decírselo. Cuando esté con nosotros acentuará ese rasgo de su carácter que tanto nos gusta. Por ser corteses no podremos expresar nuestra iración por alguno de sus rasgos, físicos o de carácter, que no nos guste de verdad; porque, como ya hemos visto, los acentuará. 21. No pretender que le gusten todas las cosas que a ti te gustan Si haces eso, acabará cansándose de ti.
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Si te gusta la ópera, por ejemplo, y a la otra persona no, no trates de cambiar la opinión que tiene. Si lo haces una vez, posiblemente no pasará nada. Pero si insistes una y otra vez, seguramente con un buen propósito, vete preparando al rechazo de la otra persona.
22. No empecinarse en hablar de asuntos que no le interesan Decidirá no escucharte nunca. Desconectar para dejar de escuchar un discurso que no nos interesa es uno de los más útiles mecanismos que empleamos todas las personas para protegernos contra injustificados ataques verbales.
23. No mantenerse lejos cuando la otra persona quiera estar cerca En este caso, otro/a puede ocupar el espacio que tu desechas. Nunca se puede dejar de acudir a una llamada de la persona a la que estemos tratando de seducir. Si desobedeces esta regla de oro, no te extrañe que cuando quieras acudir a esa llamada ya sea tarde y que el lugar que te estaba reservado ya esté ocupado por otra persona. 24. No empeñarse en acercarse cuando la otra persona desee estar a solas La intimidad y los momentos con uno mismo es algo a lo que nadie está dispuesto a renunciar. Todos, absolutamente todos, tenemos momentos en los que queremos estar solos. Es la manera que tenemos las personas de recargar pilas y analizar los hechos que nos pasan. Los momentos de soledad también sirven para asumir la complicada vida social que solemos llevar. En una sociedad en la que todo está marcado por las prisas, los momentos de soledad cada vez se hacen más necesarios.
25. No mentir Y si lo haces, que no descubra tus mentiras. En cuestiones amatorias, este asunto es de capital importancia. Hay que ser sincero con la otra persona, porque de esta manera los dos os sentiréis más seguros en el ámbito de vuetra relación sentimental.
26. No traicionar Y si lo haces y te descubre, niégalo todo.
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Es lo mismo que el anterior punto, no mentir, pues traicionar al fin y al cabo es mentir con nuestros actos más que con las palabras. Si nos descubren hay que negarlo o caeremos «abatidos». Tanto una mentira como una traición son difíciles de perdonar, sobre todo si estamos en el inicio de una relación. 27. No presumir ante nadie de lo loco/a que está por ti En algunos casos, si se hace así, puede perder el interés. «Está loca por mí» o «Le tengo loco» son frases que, dichas con publicidad y presumiendo ante los demás, ponen al supuesto loco o loca en una posición de inferioridad y casi sometimiento. Y esa es una posición que nadie está dispuesto a aceptar. Es más que probable que la persona así presionada decida que quiere dejar de estarlo y busque apoyo y auxilio en un hombro diferente al tuyo.
28. No dejar de proclamar lo loco/a que te tiene Conseguirás que aumente esa maravillosa locura. Otra cosa es comunicar a quien quiera escuchar que estás entusiasmado por una determinada persona. Esa persona se sentirá halagada y buscará tu compañía para que te encargues de ir diciendo a todo el mundo lo maravillosa que es. Nadie le hace ascos a un poco de buena publicidad, porque, en mayor o menor medida, todos tenemos un ego que alimentar. 29. No esperes mucho para llegar hasta el fínal Quien espera, desespera. «A mí, quien me enciende, me apaga», esto podría decir la persona a la que has dedicado durante días, semanas y hasta meses todos tus esfuerzos seductores. Persona que, por otro lado, no ha mostrado ningún tipo de rechazo. Entonces, no esperes mucho más para declararle todas tus intenciones. Si dejas pasar mucho tiempo, y aunque dicha persona esté interesada en ti, perderá dicho interés y buscará otro objetivo. 30. No lo dejes de intentar hoy... No dejes para mañana lo que puedes intentar hoy, ¿quién sabe qué puede suceder? Si esperas a mañana, ya sabes, será otro día y vete tú a saber si esa persona a la que tanto deseas se encuentra con otra que le seduzca más que tú. En esto de los
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sentimientos y la seducción, no conviene dejar pasar mucho tiempo, porque las relaciones no prosperan si no avanzamos cada día dando un nuevo pasito hacia adelante.
Seguramente hay muchas cosas más que un/a seductor/a no puede permitirse hacer, pero estas 30 sí que son de obligado cumplimiento. Cometer alguna de esas 30 incorrecciones, y lo que es peor, hacerlo repetidamente, supondrá un «hasta aquí hemos llegado» que borrará de tu agenda cualquier agradable encuentro con esa persona en el futuro.
La mujer seduce
Aunque en un capítulo anterior de este libro se ha mantenido que en la antigüedad prehistórica eran las mujeres las que tomaban la decisión del cómo, el cuándo y con quién se apareaban para perpetuar la especie, lo cierto es que, desde que hemos podido descifrarla, la historia no ha estado de acuerdo con esa hipótesis. Las mujeres siempre han sido objeto del deseo de los hombres y han estado supeditadas a sus gustos y preferencias. Han padecido imposiciones, raptos, violaciones y en numerosas ocasiones han sido consideradas como botín de guerra. Para mantener ese injusto estado de cosas, el hombre ha encerrado a la mujer en una celda construida con sólidos, aunque no justos, principios morales y la ha sujetado a la pared con una cadena forjada con gruesos prejuicios. A pesar de todo estamos convencidos de que la mujer ha sido la inventora de la seducción y aunque parezca una paradoja, lo ha sido como consecuencia de su débil posición ante el macho dománante. Intentando protegerse del acoso de algún varón que no fuese de su agrado, se empeñaba en atraer la atención de otro varón que le fuera más apetecible y eso es, ni más ni menos, un acto de seducción. Por otro lado hay que tener en cuenta que el hombre no tenía motivo alguno para perder el tiempo en zarandajas seductoras. Si le apetecía poseer una mujer, era suya. No necesitaba perder el tiempo en labores de seducción. A lo largo de la historia las mujeres que siempre han seducido, y siempre seducirán, han ido cambiando sus métodos de acción. Como ya vimos en un capítulo anterior, en un principio la mujer adoptó una actitud activa para querer y ser querida por el hombre que ella misma había elegido. Más tarde, cuando irrumpieron en la cultura de la humanidad las religiones llamadas «del Libro» y las mujeres fueron desterradas hasta un nivel ligeramente superior al que ocupaban las bestias, siguieron poniendo en práctica las artes de la seducción. Ahora que parece que las mujeres empiezan a sacudirse el yugo de la sumisión, siguen hilando fino para atrapar en sus redes al hombre deseado. En realidad, aunque cambiaron las normas por
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las que se regían, jamás dejaron de seducir. Para actuar en esos mulantes escenarios, tuvieron que cambiar sus métodos, pasando de la desprotección necesitada de amparo, al poder que indudablemente poseen en estos momentos a la hora de seleccionar al hombre que desean. Hay cuatro técnicas que las mujeres siempre han utilizado: el misterio, la elegancia, la femineidad y la inteligencia. Estas técnicas, basadas en otras tantas propiedades muy femeninas, son las que han proporcionado, y proporcionan, la mayor cantidad de éxitos a todas las seductoras que en el mundo han sido y siguen siendo.
EL MISTERIO
Al contrario de lo que ocurre con el hombre, que para ser misterioso tiene que inventarse hazañas y leyendas, el misterio que envuelve a una mujer no es inventado. Nace de la propia fisiología femenina. El hecho de que la vida misma se desencadene exclusivamente en el interior del vientre femenino tuvo forzosamente que ser todo un enigma para el hombre, que aún hoy se sigue soprendiendo por este hecho de la naturaleza. CÓMO SACARLE PARTIDO AL MISTERIO
• Jugar con la ambigüedad que proporciona el hecho de que el deseo sexual femenino no es tan visible como el masculino. • Hacer que el hombre entre en el juego de la margarita, «me quiere, no me quiere», es todo un exponente de esa duda que por fuerza tiene que asaltarle a todo hombre cuando se propone alcanzar los favores de una mujer. • Aprovechar la circunstancia de que no hay nada que excite más el instinto seductor de un hombre que el reto que le supone conseguir sus propósitos. • No ceder de inmediato a los requerimientos masculinos, hay que hacerle esperar un poco. Esta es un arma muy poderosa a disposición de las mujeres para atraer a los hombres que siempre estarán empeñados en adentrarse en el «misterio femenino».
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LA ELEGANCIA
Si exceptuamos una singular etapa histórica comprendida entre los siglos xvi y xvii en la que los hombres, no todos, se complacían en adornar sus cuerpos con ropajes y complementos de clara inspiración femenina, el engalanamiento corporal ha sido un territorio ocupado por las mujeres. Y quieren seguir ocupándolo en exclusiva para obtener ventajas.
QUé ES SER ELEGANTE
• Aprovechar las muchas posibilidades y las muchísimas ofertas que actualmente les ofrece la moda y que son variadas y atrevidas, llenas de color y formalmente provocadoras, sin dejar de ser elegantes. • Ceder una supuesta superioridad al hombre, itiendo que la mujer tiene la necesidad de engalanarse y estar guapa para satisfacerle. • Realzar sus atractivos a través de la moda, el maquillaje, los complementos y otros instrumentos a su alcance que, por supuesto, le son muy conocidos. • Otro punto impórtate es ocultar su inteligencia bajo una capa de elegante frivolidad.
LA FEMINEIDAD
No hay nada más atractivo para un hombre que encontrar en una mujer un alto grado de femineidad. No se lea esto como un discurso machista. En el año 1998, se llevó a cabo en Estados Unidos un amplísimo estudio sobre el tema en cuestión. En él quedó muy claro que los hombres se sienten siempre más atraídos por mujeres marcadamente femeninas. Ser femenina no es sólo llevar falda y zapatos de tacón de aguja, maquillarse mucho o mostrarse débil y desamparada.
QUé ES SER FEMENINA
• Ser femenina es hablar como una mujer sin tratar de competir con el discurso, muchas veces intrascendente, de los hombres.
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• Ser femenina es sentirse como una mujer, con todas sus aparentes debilidades y con toda su fuerza misteriosa. • Ser femenina es demostrar toda la dulzura y la elegancia que arrebatan el corazón de miles de hombres.
LA INTELIGENCIA
Si siempre el hombre ha basado su falsa superioridad en la mayor fuerza física, ¿qué les quedaba a las mujeres? La inteligencia. Si durante siglos, las diversas sociedades le han cerrado a las mujeres el paso a los estudios y a la cultura, ¿no será señal evidente del miedo masculino ante las posibilidades femeninas? Así utilizan las mujeres su inteligencia: • Aprovechando las grandes facilidades de preparación que la sociedad de hoy les ofrece. • Ocupando, cada vez que les es posible, un puesto en las vanguardias de casi todas las actividades humanas. • No mostrando autoridad intelectual ante los hombres si no les es absolutamente necesario. • istrando, con inteligencia, su misterio y su elegancia.
ESTRATEGIAS FEMENINAS
Cuando una mujer advierte que un hombre está interesado en ella y que bien podría convertirse en alguien cercano y placentero y se pone como objetivo «ir a por él», lo primero que tiene que hacer es estudiar los movimientos vitales del hombre en cuestión para así acomodar los suyos, evitando que se produzca cualquier situación indeseada. 1. A pesar de que el coqueteo tiene mala prensa, por aquello del feminismo intransigente, es parte importante de la seducción. 2. Saber cuándo y cómo coquetear es muy importante para no pecar ni por exceso ni por defecto a la hora de intentar la conquista del hombre de-
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seado. Llamar su atención puede resultar una tarea complicada, pero no por eso poco interesante. 3. No basta con arreglarse, vestirse y peinarse como si se tratara de una «top model» antes de una sesión fotográfica. También tendrá que sentirse capaz de conquistar ese corazón esquivo con la seguridad y la chispa necesarias. 4. La forma de moverse, mirar y hablar es fundamental. 5. No hay que ocultar la verdadera personalidad aunque habría que filtrarla para mostrar sólo los mejores aspectos. 6. Tampoco hay que mostrarse excesivamente misteriosa. El estilo Mata Hari es probable que haga huir a más de un hombre. 7. Otro punto importante es dejar los miedos de lado, porque a muy pocos hombres les atraen las mujeres atemorizadas y confundidas. 8. Armarse de valor para encarar una conversación con él. 9. Lanzarle una mirada sensual y provocadora. 10. Hacer un comentario casual que genere su curiosidad.
Afortunadamente no todos los hombres son iguales, así que la mujer que se ha propuesto seducir a uno de ellos debe invertir cierta cantidad de tiempo en evaluar la naturaleza del elegido. Los hombres se clasifican, generalmente, en dos grandes tipos: los lanzados y los tímidos. ¿Cómo puede una mujer acercarse a los hombres de uno u otro tipo?
EL LANZADO
Se trata de un hombre que no puede estarse callado ni debajo del agua. Siempre lleva la batuta de las conversaciones y no deja ni un respiro a los que caen en su red de palabras. Totalmente seguro de sí mismo, da por hecho que los demás son unos privilegiados al poder disfrutar de su compañía. Son hombres extrovertidos, simpáticos y egocéntricos. Así pues, para seducir a un hombre lanzado, conviene actuar de la siguiente manera:
1. Lo mejor es intentar la seducción demostrándole que también ella es independiente. 2. No hay que exigirle demasiado ni presionarle.
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3. No se le puede obligar a que aclare su tendencia a no compartir la vida con nadie ni acusarle de prácticas ermitañas. 4. La primera cita con él no será fácil, porque probablemente estará más ocupado en su propio divertimento que en el de la mujer que le acompaña. 5. Ante un hombre de estas características, una mujer no debe extenderse en la narración pormenorizada de su vida o de sus intereses, ni coquetear en exceso, ya que esa actitud le hará sentirse abrumado y aburrido. 6. En general tendrá que mostrarse muy cautelosa en las demostraciones afectivas, manteniéndose en el difícil equilibrio entre la demostración de su interés por él y la defensa de su propia personalidad.
EL TíMIDO
Los tímidos han existido siempre y últimamente han proliferado mucho, seguramente por el nuevo rol tan activo que están jugando las mujeres. Los trabajos de seducción que una mujer debe desarrollar con un hombre en el que ha detectado notables signos de timidez tendrían que estar ilustrados por los siguientes comportamientos:
1. Al principio la relación tiene que parecer que lo es tan sólo de amistad, cosa que ni siquiera los tímidos rechazan. 2. Ir mostrando ese interés más profundo que ha despertado en ella. 3. Un tímido necesita que le escuchen y sentir que es importante. 4. Hay que permitirle ser el protagonista, incitándole a que haga o diga cualquier cosa que se le ocurra, sin miedo a ningún tipo de censura o de sentimiento de vergüenza. 5. Si no habla mucho, se le pueden hacer algunas preguntas simples y casuales sobre el aspecto menos comprometido de su vida: qué le gusta comer, cuál es su música favorita, qué películas prefiere ver, etc. 6. Escuchar atentamente cuando él comience a hablar de las cosas que más le gustan. 7. No plantear salidas en grupo, ya que se siente incómodo ante gente que no conoce porque este hecho le genera una tensión que no es capaz de vencer.
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SEDUCTORES A LOS QUE HAY QUE MANTENER A RAYA
Toda mujer dispuesta a seducir a un hombre no puede dejar de considerar el hecho de que ella, a su vez, es también blanco de seducción, y hay algunos seductores con los que no se puede andar jugando. Conviene saber cómo son por si una mujer se encuentra con uno de ellos.
EL COLECCIONISTA
Hoy una, mañana otra... Este es un seductor bastante común. La fuente de su placer no es el acto de seducir a una mujer, sino el hecho de haber seducido a cuantas más mejor y, además, poder presumir de ello. En el fondo es un gran inseguro que se sobrepone a su condición demostrando que es capaz de conquistar a quien se le ponga por delante. Es muy poco selectivo y la relación con él no es nada gratificante.
EL LASCIVO
Se parece un poco al anterior en cuanto a la necesidad que tiene de seducir a muchas mujeres y, a ser posible, a la vez. Pero sus motivaciones son otras. Es un adicto al sexo y no necesita divulgar sus éxitos amatorios aunque si ello sirve para facilitarle nuevas conquistas, no se opone a que su vida sexual, que no amorosa, trascienda. Relacionarse con él para algo más que no sea una noche loca, durante la que se desenvolverá muy bien, es harto complicado, ya que enseguida se irá a buscar a otra.
EL «PIGMALIóN» O «MAESTRO»
Este personaje no busca en una mujer ni su belleza, ni su elegancia, ni su misterio, ni su inteligencia. Busca en ella a una alumna a quien poder enseñar todo lo que sabe y moldearla a su gusto. Es un egocéntrico que se cree en posesión de la verdad y del conocimiento y que además piensa que a este mundo ha venido a sembrar su insondable cultura. A estos hombres les van mujeres algo sumisas a las que no les importe estar en un segundo plano, porque será él quien destaque siempre por encima de su pareja.
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EL NIñO DE MAMá
Es pulcro, ordenado, respetuoso y delicado. Jamás lleva la contraria y su pareja le puede llevar a cualquier lado sin que se le escape ni un «pero». Aparentemente es todo un hallazgo, pero además de aburrido, mantener una relación con él supone estar dispuesta a compartirla con el enorme Edipo que lleva dentro.
EL EXPLICATIVO
Estamos ante un individuo muy singular. Todo lo que hace lo explica. Todo lo que ve lo describe. A todo lo que toca le da su lugar en el mundo. Si consigues abstraerte de sus prolijas explicaciones y has decidido mantener relaciones con él, ¡cuidado!, contará hasta el último pelo de tus cejas y te explicará por qué son como son y están donde están. Eso si no le da por medir la duración exacta de, por ejemplo, un beso.
EL RUFIáN
Es un hombre evidentemente guapo y muy simpático. Está lleno de detalles y es muy pródigo en pequeños obsequios: una flor, un poema copiado a mano, tres bombones...
en fin, cosas así de ocurrentes. Siempre preferirá lugares recónditos
en los que no haya mucha gente o, preferiblemente, la intimidad de tu apartamento de soltera. Si das con un personaje así, trata de no satisfacer su gusto por tu apartamento. Te lo puede desvalijar.
UN CASO MUY SINGULAR \
Este apartado bien podría ubicarse en el capítulo siguiente «El hombre seduce», como advertencia, pero como tiene interés también para las mujeres que pudieran estar inevitablemente cayendo en este inadecuado comportamiento, lo hemos incluido aquí.
SEDUCIR AL JEFE
Es frecuente la alusión a la «buena presencia» indispensable en los anuncios que solicitan los servicios profesionales de una mujer. Ya en sí misma esta exigencia no
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parece ser muy adecuada. Es políticamente incorrecta. De esa exigencia nace el comportamiento que vamos a exponer. Cuando una mujer ha sido aceptada para desempeñar un puesto de trabajo en el que se requiera «buena presencia», corre el peligro de utilizar ante su jefe esa buena presencia de la que está tan segura como sustitución de su preparación profesional de la que no lo está nada. Esta actitud es todo un síntoma de inmadurez pero también es producto de la inseguridad provocada, sobre todo en las mujeres, por la precariedad laboral. En cualquier caso, se trata de un arma peligrosa, que a la larga desprestigia a quien la usa y a quien la acepta. El atractivo personal y la simpatía son cualidades muy positivas, pero no son las más adecuadas para reemplazar con ellas un buen desempeño profesional. Ser atractiva o simpática son cualidades muy importantes pero que no pueden pretender reemplazar a un buen desempeño profesional. Son varias las tipologías femeninas que «practican» la seducción como arma para ganarse la aprobación de sus superiores masculinos. Veamos algunas de ellas.
La adolescente contestataria
Es la típica empleada que se queja de todo, en especial de las normas de autoridad, los estándares de calidad de la empresa y los reglamentos internos. Suele llegar tarde y salir temprano y, si nadie la observa, puede pasarse las horas limándose las uñas u hojeando una revista. En su interacción con los compañeros de trabajo busca aliados o cómplices. Llega a tomar decisiones sin estar habilitada para ello y, si el superior se indigna por cualquier motivo, pretende salir airosa con una observación inocente o una sonrisa despreocupada. Por medio de tales tretas envía este mensaje: «Soy encantadora. No me regañes». Cuando el jefe es un hombre maduro respeta las normas de la compañía (que explícita o implícitamente determinan no salir con el personal, sobre todo si se está casado); aunque «la adolescente rebelde» no entienda por qué a veces se molesta o le marca una distancia. Pero si el superior es también inmaduro, pudiera gustarle la actitud desafiante de la empleada y entrar en complicidad con ella en el juego de la rebeldía ante la-autoridad.
La niñita de papá
Adopta una actitud infantil y espera que se festejen sus bromas y se toleren sus errores. Pretende «ganarse» al jefe mediante la simpatía. En su relación con él, in-
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tenía renovar la aceptación y tolerancia incondicionales que de niña le prodigó su padre. En ocasiones asume el papel de criatura desvalida, con lo cual induce a su superior a considerarse el único capaz de ayudarla en sus problemas. «La niñita de papá» no soporta que le lleven la contraria y, al realizar cualquier tarea no solicitada, espera un gran reconocimiento. En una relación laboral de esta naturaleza, el desenlace irá de acuerdo con la actitud del jefe: si éste asume el papel de padre tolerante, aceptará a su colaboradora con la esperanza de que algún día crezca; si, por el contrario, es un hombre irascible y rígido, se mostrará cortante y quizá después de un tiempo, cansado de los desplantes de la empleada en cuestión, sea despedida por su ineficacia.
La adolescente seductora
Esta clase de empleada, la más común entre las que utilizan el arma de la seducción, pretende atraer al jefe con su belleza y sus atenciones, así como con el manejo de las emociones. Acostumbra a preguntarle a menudo cómo se siente o si necesita algo y espera la respuesta de él como hombre, no como una figura de autoridad. Además, aprovecha cualquier situación para interrumpirlo o invadir su espacio físico o emocional. Una mujer así considera que ser «Caperucita» y jugar con «el lobo» resulta divertido y no trae consecuencias. Lo cierto es que un jefe que no quiere ser seducido puede pararla en seco, o bien, cambiarla de departamento, lo cual será experimentado por ella como un rechazo. En estas circunstancias, cuanto más enojada se muestre «la adolescente seductora», mayores probabilidades habrá de que ésta pierda el empleo.
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En el supuesto de que un jefe acceda a entrar en el juego de cualquiera de estas subordinadas inmaduras, cabría preguntarse: ¿qué sigue después de la seducción? Algunas mujeres dan por hecho que, de lograr su propósito, formarán una relación con su superior y, por tanto, obtendrán múltiples ventajas laborales. Sentimos desilusionarlas: esto sucede muy raramente. El juego de la seducción generalmente es percibido por los demás en la empresa; por eso el jefe, la mayoría de las veces hombre casado, acabará alejando de sí a la empleada para no desprestigiarse.
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Ella, por su parte, al sentirse decepcionada en sus pretensiones, puede correr de una seducción a otra hasta convertirse en «la mujer fatal» de la compañía, limitada a puestos de poca responsabilidad. EL TEST DE LA EMPLEADA SEDUCTORA
¿Tu comportamiento en el puesto de trabajo que desempeñas puede ser percibido como un intento de seducción a tu jefe? Si quieres conocer la respuesta contesta al siguiente test: 1. ¿Interrumpes constantemente a tu jefe? 2. ¿Hablas fuera de contexto o haces observaciones que no vienen al caso? 3. ¿Llegas tarde con frecuencia y te disculpas con un comentario que desvía la atención del hecho? 4. Si tu jefe te llama la atención, ¿lloras? 5. Cuando tu jefe te cuenta un problema o una preocupación del trabajo, ¿evades el tema con un chiste o desvías la conversación? 6. ¿Rompes los límites verbales? (Por ejemplo, cuando él te pide que le hables de «usted», y tú le tuteas.) 7. ¿Rompes los límites físicos? (Entras en el despacho de tu superior sin llamar a la puerta o le llevas un café cuando no te lo ha pedido.) 8. ¿Invades su espacio íntimo? (Por ejemplo, pretendes quitarle un cabello de la solapa, arreglarle el nudo de la corbata o abrocharle un botón.) 9. ¿Invades sus emociones? (Por ejemplo, escuchas conversaciones telefónicas u opinas sobre sus actitudes sin ser requerida para ello.) 10. ¿Invades todos los terrenos al mismo tiempo sin medir las consecuencias? (Te sientas en su escritorio, usas escotes extravagantes, le hablas al oído, etc.)
Resultados
Si has contestado afirmativamente a más de 3 preguntas, estás intentando seducir a tu jefe, aunque sea inconscientemente. Si fueron más de 8, éste es un caso grave de seducción.
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Si has contestado con un «Sí» a las primeras 5 preguntas, eres una «seductora infantil». Si has dado esta misma respuesta a las preguntas de la 6 a la 9, eres una «seductora adolescente». Si has contestado afirmativamente a las 10 preguntas, ni siquiera permites a tu jefe tomar la iniciativa. Eres toda una «mujer fatal» y fatalmente te despedirán un día u otro.
TEST PARA CONOCER TUS ACTITUDES DE SEDUCCIóN
Y ya que hemos introducido el tema de los test, vamos a entretenernos un rato contestando a algunos que están especialmente indicados para conocer las actitudes de seducción de los más joven, muy especialmente de las mujeres, aunque puede extrapolarse y aplicarse también a los jóvenes aprendices del mítico Casanova. Son test que cumplimentados con honestidad, pueden indicarnos el estado actual de la situación, así como pueden darnos una idea de los inconvenientes y las ventajas con los que partimos.
Test 1 ¿Cuáles son tus armas de seducción?
¿Eres de las que creen que no hay chico que se resista a un buen escote? ¿O piensas que el «efecto escote» es perecedero y lo que enamora a los hombres son «
otro tipo de «encantos»? ¿Cuáles son tus armas de seducción? ¿Tu cuerpo? ¿Tu mirada? ¿Tu simpatía? ¿Tu carácter abierto? Si aún no estás segura de cómo consigues que ellos se rindan a tus pies, nosotros te lo vamos a decir, para que potencies esas armas ocultas.
1. Crees que tu punto fuerte es... a) La simpatía. Eres muy extrovertida, alegre e ingeniosa. b) Tu físico. Está mal reconocerlo, pero como diría alguno: «Tus padres te hicieron con mucho arte». c) Que no tienes vergüenza. Te encanta bailar, dar la nota y hacer pequeñas travesuras.
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2. Cuando te gusta un chico... a) Haces fuerza psicológica para que sea recíproco y él dé el primer paso. b) Mandas a tu amiga de Celestina. c) No hay nada como unas miradas insinuantes para que se dé por aludido. 3. Hoy discutes con tu novio. ¿Cómo lo arreglas? a) Dejas que se le pase y al día siguiente salís de marcha. b) Le llamas y habláis de lo ocurrido escuchando sus motivos. c) Quedando con él y esperándole en el sofá con tu vestido más sexy. 4. ¿Qué es lo peor que has oído sobre ti de boca de un ex ligue? a) Que lo hizo porque eres muy guapa. Pero no quiere nada serio. b) ¡No le quedó más remedio que irse contigo! Estabas juguetona. c) Que se lo pasó genial contigo pero no hay química.
5. ¿Qué crees que valora más un chico en una chica? a) Que sea divertida. b) Que no sea tímida. c) Que tenga un buen trasero. 6. En el campamento de hace tres años tus compañeros te eligieron... a) Miss Simpatía. b) Miss Popularidad. c) Miss Campamento.
7. Cuando ves a un chico que te gusta en la discoteca, ¿cómo te lanzas? a) Le tiras la copa cuando pasas por su lado. b) Mirándole fijamente hasta que consigues que vuestras miradas se crucen. c) Vas directa hacia él y le dices que por qué no te invita a algo. 8. Tu chico te.ha confesado que lo que le enamoró de ti fue... a) Tu sonrisa y tu mirada. b) Tu carácter alegre y alocado. ¡Contigo no hay quien se aburra! c) Tu sensibilidad y capacidad de saber escuchar. Eres la persona que mejor le ha hecho sentir en mucho tiempo.
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9. Necesitas que te ayuden con las matemáticas y te planteas pedir ayuda al empollón de la clase... a) Ni loca te dejas ver en público con el empollón. b) Se lo pides directamente. c) Empiezas a quejarte de lo mal que vas en la materia y coqueteas hasta que él mismo se ofrece. 10. Hoy es el primer día que sales con Luis. ¿Qué te pones? a) Algo cómodo, como unos jeans y una camiseta. ¡Bastante nerviosa estás como para encima tener que estar preocupándote del escote o la posición de tus piernas! b) Un vestido muy sexy que sabes que te queda muy bien y seguro que a él le gusta. c) Un buen escote que resalta bastante tu anatomía. De esta forma, le dejarás muy impresionado. Resultados
En este y los otros test que vienen a continuación, cada respuesta está marcada por una letra. Hemos elegido la manera de interpretarlos más habitual, que es sumar las opciones de respueta que hemos elegido. Si has elegido la mitad más una de las respuestas marcadas con «a», tus aptitudes y actitudes, para y hacia la seducción, son bastante limitadas. A lo mejor lo tuyo va de meditación y estudio. Si has elegido la mitad más una de las respuestas marcadas con «b», eres lo que i
podríamos considerar como «normalita». En unos casos serás bastante lanzada y en otros te mostrarás lejana y desinteresada, dependiendo de las expectativas que despierte en ti un chico. Seguramente esta es la mejor manera de comportarse. No podrás presumir de una gran voracidad seductora, pero tampoco dejarás pasar una oportunidad de oro. Si has elegido la mitad más una de las respuestas marcadas con «c» eres casi una mujer fatal de las que siempre están intentando ligar. Vas por la vida queriendo seducir y ser seducida. Si ninguna de las respuestas obtiene esa notable mayoría y todas están, más o menos, igualmente valoradas, eres un «bicho raro» o no has sido honesta al contestar las preguntas.
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Test 2 ¿Eres muy pasional?
No puedes evitarlo; tus sentimientos te hacen revelarte por cada cosa que ocurre a tu alrededor: amor y desamor, alegría y tristeza... ¿Necesitas a veces un punto de serenidad? ¿Eres demasiado impulsiva? ¿Demasiado «efervescente»? ¿Demasiado extremista en tus emociones? Descubre hasta dónde llega tu apasionamiento.
1. Te has pasado dos horas para arreglarte y nada más llegar a la discoteca un chico te tira toda la copa por encima... a) Pero, ¿será posible? ¿No podrías mirar por dónde andas? Si es que dejan salir a la calle a cualquiera. b) Te da mucha vergüenza y con cara de pocos amigos intentas decirle que no ha pasado nada. c) Piensas: «¡Pero qué guapo es! Seguro que lo ha hecho intencionadamente para ligar conmigo...» Le dices que no se preocupe y dibujas tu mejor sonrisa.
2. Has llegado tarde a casa y tus padres te castigan sin salir... a) Apechugas, pides mil disculpas y consigues su perdón; pero te quedas el sábado por la noche sin salir. b) Das un par de gritos y te enfadas. No les dirijes la palabra en dos días. ¿Qué se habrán creído? c) Te vas sin hacer caso de lo que te dicen, ¡que ya soy mayorcita!
3. Ves a tu chico abrazado a una desconocida y pasándoselo estupendamente... a) No vas a ser malpensada, seguro que hay una explicación lógica a esto. b) Tu primera reacción es de enfado, aunque decides no actuar en el momento y esperas a pedirle explicaciones antes de tomar una decisión. c) Te acercas y le dejas allí mismo con gran escándalo. 4. En una fiesta de lo más concurrida tropiezas por culpa de tus tacones de aguja y te caes delante de todo el mundo... a) Te muerdes la lengua y esperas que el rojo de tus mejillas no ilumine
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todo el ambiente. Te gustaría desaparecer en ese momento y que te tragara la tierra. b) No sabes qué te molesta más, si el dolor del golpe o el bochorno de la caída. Montas un espectáculo con lágrimas y gritos. c) Aunque la caída ha sido de aúpa, reaccionas aguantando y te ríes (por no llorar) y exclamas en voz alta: ¡Seré patosa! 5. ¿Con cuál de estos animales te identificarías? a) Burro. b) Perro. c) Gato. 6. Quieres ir a un concierto, pero tus padres no te dejan. ¿Cómo reaccionas? a) Preguntas por qué motivo no puedes ir y les pides una explicación, pues te parece una decisión injusta. b) Montas una escena, con lloros y gritos incluidos. c) No dices nada y te vas a dormir. Por la noche, te escapas por la ventana de tu habitación. 7. Estás de compras con tus amigas y en la tienda empieza a sonar la última canción de Ricky Martin, ¿qué haces? a) Sigues buscando el vestido de mi vida que, al fin y al cabo, es para lo que has venido. b) Tarareas mientras sigues mirando la ropa... esperando que no se te oiga «
demasiado. c) ¡Fiesta!, te pones a bailar y cantar allí mismo. 8. El chico que te gusta te está mirando y tú te das cuenta. a) Desvías la vista inmediatamente, ¡qué vergüenza! b) Le mantienes la mirada durante un rato, así de lejos no te da tanta vergüenza. c) Le lanzas un beso y le guiñas un ojo. ¡Si no tomas tú la iniciativa esto se puede alargar una eternidad...! 9. Has discutido con tu novio y se avecina una discusión...
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a) Piensas que en realidad no ha sido para tanto, y que no váis a discutir por esa tontería. b) Os decís muchas barbaridades hasta que hacéis las paces, ¡es tan romántica la reconciliación! c) Te vas enfadando hasta que empiezas a recordarle cosas que ocurrieron hace meses; lloras de rabia.
10. No te gusta el resultado que has obtenido en estos test... a) No le das importancia y te pones a leer la última revista del corazón. b) ¿Será que soy un poco histérica? Te prometes estudiarte mejor a ti misma. c) Te estresas y decides repetirlo todas las veces que necesites hasta que salga lo que a ti te gustaría.
Resultados Te recomendamos que hagas el test con tu pareja y comparéis los resultados. Si has seleccionado la mitad más una de las respuestas marcadas con «a», eres una persona poco apasionada y controlas siempre la situación no mostrando nunca tus sentimientos, lo que quizá resulte un poco chocante en labores propias de seducción. Si has seleccionado la mitad más una de las contestaciones marcadas con «b», estás en ese término medio que es manantial de seguridad y aceptables resultados. Si has seleccionado las respuestas marcada con «c», eres un incendio deambulante. Te desearán lo mejor y lo peor y siempre estarás sobre el volcán. Lo que no sería lógico es el que no te hubiera salido ninguna de esas tres opciones. O eres de una rareza muy singular o algo mentirosilla.
Test 3
¿Eres celosa? ¡Tú confías en tu pareja! ¡Vaya que si confías! Siempre que no haga nada sospechoso... ¿Quieres saber si tu afán de conocimiento de sus actos entra dentro de lo normal o si lo vuestro va a terminar como una película de terror? Este es el test que te proponemos:
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1
1. Hace media hora que habláis quedado y todavía no sabes nada de él... a) Piensas: «Pobre, seguro que ha perdido el bus, ahora tendrá que esperar otros 10 minutos.» b) Piensas: «¡Este inútil se ha quedado en casa viendo los últimos 10 minutos del partido!» c) Piensas: «Como si lo estuviera viendo. Se ha quedado a charlar con la camarera del bar de abajo.» 2. Este fin de semana tienes que irte al pueblo con tus padres... a) No te supone ningún problema, así él aprovechará y saldrá con sus amigos. Se ven tan poco últimamente... b) ¡Esperas que se lo pase tan bien como tú! Sesión de vídeo y palomitas. c) Te pasarás los dos días llamándole cada media hora... ¡a saber lo que hace sin ti!
3. Lleváis un año saliendo, y hoy te ha presentado a una prima segunda suya que es guapísima. ¡Y qué bien se llevan!... a) Os lo pasáis genial los tres contando anécdotas de cuando, de pequeñitos, decían que eran novios. b) Piensas que por eso es tan guapo; la cosa viene de familia. c) Miras mal a la prima y piensas que no se puede bajar la guardia. ¡Vaya prima, cómo le mira! 4. Nunca se quita esa pulsera... y descubres que se la regaló su antigua novia. »
¿Qué haces? a) Nada. Lo que le gusta es el regalo, no su ex. b) Desde luego no te gusta. Hasta cierto punto, es una falta de respeto hacia ti. c) Te enfadas mucho, ¿pero qué se ha creído?
5. De tu pandilla, ¿cómo es tu mejor amiga? a) Normal, se parece a ti. b) Es muy calladita y tímida. Si no fuera por ti, opinas que no saldría nunca de casa. c) Es una persona problemática, que siempre te mete en problemas.
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6. ¿Qué te molesta más de tu chico? a) Que no te preste atención cuando le cuentas algo. b) Que ría todas las gracias tontas de esa insoportable amiga suya. c) Que se quede como un bobo frente a la tele cada vez que ve el último vídeo de Paulina Rubio. 7. Te encuentras a tu antigua pareja acompañado de otra chica en una discoteca... a) Vas a saludarlos y ella te parece muy simpática. b) No te sientes muy bien. Lo vuestro todavía es muy reciente. c) Te sientes triste y piensas que tú eras mejor. 8. Tu chico ha ido al baño y en ese momento llega un mensaje a su móvil... a) Ni se te ocurre tocarlo, ;el móvil no es tuyo! b) Lo miras rápidamente a ver de quién es. c) Te quedas con la curiosidad. Cuando llega, y lo ve, se lo preguntas. 9. Tu actual pareja se lleva tan bien con su exnovia que hasta se consultan cosas de sus relaciones actuales... a) Lo comprendes porque es una chica muy simpática. Tú también te llevas muy bien con ella. b) Piensas que tienen mucha suerte y que a ver si a ti te pasa lo mismo si dejáis de salir juntos. c) No lo soportas y le obligas a elegir entre tú o ella. 10. Si te encuentras al chico que te gusta en la discoteca... a) Intercambias con él un par de bromas. A ver lo que va surgiendo... b) Te alegras de verle, pero te dedicas a hablar con tus amigas. c) No le quitas el ojo de encima en toda la noche. Quieres saber con quién habla, a quién se arrima, a dónde va... Resultados
Haz la misma operación que en los dos primeros tests. Si has elegido la mitad más una de las respuestas marcadas con «a», no eres nada celosa. Tienes una enorme seguridad en ti misma pero, a lo peor, estás enviando un mensaje de frialdad y desinterés.
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Si has seleccionado la mitad más una de las respuestas marcadas con «b», sin duda eres celosa, pero de forma atenuada por lo que tus celos son asumidles e incluso pueden llegar a ser gratificantes para la persona que los «sufra». Se sentirá especial y muy querida. Si has elegido la mitad más una las respuestas marcadas con «c» eres muy celosa. Eres muy pasional, muy entregada, pero excesivamente exigente. O das con alguna persona que hubiera elegido todas las respuestas marcadas con «a» (el que no es nada celoso) o te va a resular muy difícil mantener una relación sin tensiones y discusiones.
Test 4 ¿Te gusta seducir?
Este es un test más reposado que los tres anteriores y más adecuado para una mujer que sea más madura. En él de lo que se trata es de medir el nivel de tu predisposición a la seducción. El método para averiguar los resultados es, en este caso, a través de puntos, los cuales están indicados entre paréntesis al final de cada respuesta.
1. ¿En qué caso recurrirías a una operación de cirugía estética? a) Al verte las primeras arrugas. (5) b) Para corregir un defecto. (3) c) Por haber sufrido un accidente en el rostro. (3) 2. ¿Dónde te gustaría pasar tus próximas vacaciones? a) En Marbella. (5) b) Visitando ermitas. (0) c) En la ciudad de Nueva York. (3)
3. ¿Qué piensas de tu vida laboral? a) No tienes ambiciones ni aspiraciones, eres una trabajadora más. (0) b) Haces todo lo posible por ascender o ganar posiciones. (5) c) Tu profesión y tu trabajo son lo más importante de tu vida. (3) 4. ¿Cómo te definirías? a) Una persona agradable. (5)
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b) Muy soñadora e idealista. (3) c) Fría y calculadora. (0)
5. ¿Cuál de estos conjuntos es tu preferido? a) Falda y blusa. (3) b) Pantalón y camisa. (3) c) Camiseta y vaqueros. (0) 6. ¿Cuál es su flor preferida? a) La rosa. (5) b) Las violetas. (2) c) El clavel. (3) 7. ¿Cómo sería tu noche ideal? a) Reencontrándote con amigos de tu adolescencia. (2) b) En una fiesta, hablando con personas que te acaban de presentar y que para ti son unos desconocidos. (0) c) Te encanta improvisar: según se presente la ocasión. (5)
Resultados
Como ya hemos indicado, los números que aparecen detrás de cada una de las respuestas son los puntos que hay que ir sumando y el resultado de este suma es al que tenemos que prestar atención. Entre 30 y 35 puntos: eres una persona encantadora, te gustas tal y como eres, tienes muy alta tu autoestima y eres irresistible en cualquier lugar. Lo importante es que siempre actúas de forma natural, eres auténtica y no tratas de imitar a nadie. Estás contenta y satisfecha con lo que eres y para todo el mundo resultas atractiva. Entre 25 y 29 puntos: como a la mayoría de la gente, te gusta disfrutar de los momentos placenteros de la vida. Sin embargo, no haces ningún esfuerzo para lograrlo. Lo mismo sucede con tu magnetismo personal. Tu introversión, timidez y tu miedo a que te tilden de exhibicionista no te permiten mostrarte tal y como tú eres. Dentro de ti hay un gran poder de seducción y un atractivo secreto que tienes que aprender a manejar.
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Menos de 25 puntos: eres muy severa contigo misma. Vives criticándote, nunca estás satisfecha y cualquiera te parece mejor que tú. Eres tu peor enemiga. Tienes que empezar por aceptarte a ti misma. Cuando reconozcas tus propios méritos y dejes de reprocharte empezarán a aflorar de manera natural todos los valores escondidos y el atractivo que guardas en tu interior.
El hombre seduce
En la teoría no deberían existir diferencias entre hombres y mujeres a la hora de seducir; pero en la práctica, existen. Aunque estamos viviendo unos tiempos en los que las relaciones hombre-mujer están pasando por un terreno muy poco firme y bastante permeable, los hombres todavía mantienen casi intacto el prurito de llevar la iniciativa en ese asunto. Además, muchas mujeres aceptan de buen grado esa actitud. Por eso, a la hora de desarrollar unos, llamémosles, consejos que faciliten la acción de seducir, quizá caigamos en algunos tópicos. Pero son tópicos que han probado su eficacia en muchísimos casos. En primer lugar, hay que partir del tópico más conocido, según el cual lo que una mujer quiere no es exactamente lo mismo que lo que dice querer. Ellas siempre hablan en clave y es necesario aprender a descifrarla: 1. No hay que tratar de ser como ella dice que quiere que sea el hombre de su vida: un alma gemela de la suya. 2. Hay que crear y desarrollar un pasado misterioso, con una historia que tenga algo de especial, que le haga sentirse muy especial por haber sido la elegida por hombre con una vida tan atractiva. 3. Hay que llamarla con insistencia, ya que una mujer jamás llamará al hombre que le gusta porque no quiere que su interés sea tan evidente y quiere dejarle a él la iniciativa. 4. Cuanto antes hay que proponerles una relación sexual, aunque ella diga que está en busca de un amor espiritual; si le sigues esa corriente pronto te darás cuenta de que lo platónico no acaba de convencerla y que, además, se sentirá ofendida por el poco interés que sus encantos despiertan en ti. 5. Hay que hacer todo lo posible para enamorarla, ya que no hay nada que atraiga más a una mujer que sentirse enamorada y cuando se encuentran en ese estado de gracia lo que más desean es ser seducidas.
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6. La mejor manera de enamorar a una mujer es disponer de una gran cantidad de dinero y estar dispuesto a gastarlo con ella. 7. Si no se tiene dinero, también funciona la fama y el éxito. 8. Si no se tiene ni dinero ni fama ni éxito, también es válida la honradez.
Estas y algunas otras circunstancias proporcionan elementos muy útiles para un hombre dispuesto a seducir a una mujer.
LA ESTRATEGIA MASCULINA
Sería terriblemente arriesgado tratar de reducir a una sola las innumerables técnicas de seducción que han empleado los hombres para seducir a otras personas durante siglos. Para seducir a la mujer madura, el hombre maduro puede utilizar el valor de su inteligencia, la conveniencia de un encuentro sexual carente de compromiso, el poder que le proporciona su posición o su dinero... y las diferentes propuestas suele hacerlas abiertamente, sin meandros argumentativos que alarguen el tiempo de la conquista del que, a veces, no se dispone en demasía. Es entre la gente más joven, sobre todo si no tienen una gran experiencia, donde podría ser útil la formulación de algunas normas de actuación a la hora de plantearse una conquista amorosa. La seducción entre los jóvenes generalmente tiene un tiempo dedicado a ella y se da en lugares determinados. El tiempo suele ser el que se corresponde con los fines de semana y los lugares son aquellos en los que suelen reunirse: discotecas, pubs e incluso en las calles, donde organizan reuniones masivas. A los jóvenes que se encuentran en esas circunstancias que hemos mencionado, se dirigen las siguientes recomendaciones:
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1. Para comenzar con la labor de seducir a una chica desconocida con la que se ha coincidido en uno de esos lugares de reunión, lo primero que hay que hacer es conseguir un buen o visual, procurando que su mirada quede prendida en la nuestra. Este juego es altamente informativo. 2. Si la chica a la que se le propone lo acepta y las miradas se encuentran cada vez con mayor frecuencia y duración, la cosa no puede empezar mejor. Si no es así, lo mejor que se puede hacer es ir en busca de otra persona.
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3. Tras la mirada, tiene que venir la sonrisa, que debe ser leve y amistosa. Hay que observar su reacción. 4. Si ella devuelve la sonrisa, todo sigue marchando sobre ruedas. De no ser así, la acción a seguir vuelve a ser la discreta retirada. 5. Pero pongámonos en positivo, es decir, las miradas y las sonrisas han emprendido un lenguaje común. Esto sucede en ocho de cada diez situaciones, ya que hay que tener en cuenta que a ese tipo de establecimientos se va precisamente en busca de relaciones. 6. Es el momento de iniciar un acercamiento físico. Llegar hasta el sitio en el que está ella y saludar de forma sencilla. Basta con un «¡Hola!, ¿cómo estás?», para seguir adelante. 7. Enseguida hay que conseguir un intercambio de nombres, huyendo siempre de las manidas frases hechas que, con toda seguridad, ella está harta de escuchar. Las frases más naturales, aquellas de uso diario y coloquial, suelen ser las más adecuadas. 8. Una vez que se ha conseguido entablar una conversación, es muy positivo hacerla derivar hacia cosas divertidas, aunque sin excederse para no caer en el riesgo de parecer un payaso. Y aquí es cuando se produce un punto de inflexión. 9. Si la chica comienza a hablar de lo interesantes que son sus amigos y de lo bien que se lo pasa con ellos haciendo esta u otra cosa, hay que tratar de escabullirse. Hay más mujeres, no se acaba el mundo por un fracaso.
EL PRIMER BESO
Toda relación sentimental que logra llegar a la mejor y más deseada de sus metas comienza siempre con un beso. Pero el beso, además de un principio, también es un final, el objetivo lógico y perseguido por las acciones de acercamiento, establecimiento de o y siembra de interés. Es la primera, y por lo tanto más delicada, situación de intimidad. Tras haber conversado con una chica durante quizá un par de horas, ya es posible conocer cuál es su situación y cuáles son las posibilidades de éxito que ofrece la relación. En ese momento se sabrá ya si tiene novio, si no lo tiene y no lo quiere, si sólo busca un flirteo sin consecuencias o si es accesible a un acto de seducción en toda regla.
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CÓMO DETECTAR EL INTERÉS DE ELLA
• Se arregla continuamente el pelo. • Se estira y se acomoda la ropa. • Se le dilatan las pupilas.
Así envían las jovencitas sus señales de agrado y aceptación. Cuando todo eso se produce habrá llegado el mejor (para los muy tímidos el peor) momento de la noche: el delicado instante del beso. Decimos que es delicado porque según y cómo se produzca puede conducir al triunfo o al desastre. Los muy lanzados, a veces, cometen el disparate de tirarse a fondo. «¿Quieres rollo?», llegan a preguntar, y lo más seguro es que no les hagan caso. Ese tipo de agresividad produce rechazo, ya que a una mujer hay que hablarle con cierto romanticismo. Además, ese romanticismo, si se comparte, endulza todo aquello que pueda venir detrás. Lo más apropiado es decirle algo que no le asuste, que le suene bien y que le asegure un cierto grado de protagonismo: «¿Te puedo dar un beso?». Esa pregunta dicha con dulzura y con sinceridad puede dar un buen resultado. Lo peor que puede pasar es que diga que no, pero no se producirá una reacción de ruptura. Si se está muy seguro de que las cosas se van desarrollando a nuestro favor, también se puede besar a la chica sin pedirle permiso, pero en este caso el beso debe ser suave y romántico.
EL
DíA DESPUéS
Hasta aquí todo ha ido saliendo bien. Incluso es posible que esa'misma noche los besos hayan desembocado en una situación mucho más cálida. Ambas partes, chico y chica, han decidido continuar con su relación y ella le ha facilitado su número de teléfono. Para que la circunstancia siga evolucionando favorablemente habría que seguir ciertas normas de comportamiento:
1. No hay que llamar exactamente cuando ella le ha dicho que se haga. Hay que hacerlo un poco más tarde. Eso hará que se sienta mucho más atraída hacia el chico. Ya se sabe que si un deseo se convierte inmediatamente en realidad pierde una buena parte de su encanto y corre el riesgo de banalizarse. Ellas quieren un hombre que las haga sentirse mujeres, y no a
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alguien que les dé la razón y que haga todo lo que ellas quieran. Para eso ya tienen a su mejor amiga. 2. Tampoco es necesario contradecirla en todo. No se le puede obligar a ir a ver un partido de fútbol, si lo que ha pedido es ir al cine. 3. Es muy conveniente y hasta gratificante hacerle algún regalo. Es posible que no se le pase por la imaginación que al tercer día de conocer a un chico, vaya a recibir un regalo. Dicha agradable sorpresa le producirá una inmensa emoción. El regalo no tiene que ser fastuoso. Un ramito de flores puede ser mejor recibido que el más grande y costoso ramo de la floristería. Incluso una sola flor, debidamente presentada, puede causar bueno efecto. 4. Si se decide ir al cine, hay que tener mucho cuidado con la película seleccionada. El cine, como veremos en un capítulo posterior, tiene una enorme influencia sobre las emociones y los sentimientos. 5. Otro capítulo con el que hay que tener mucho cuidado es el relativo a los temas de conversación. Hay que dejarla hablar y escuchar todo lo que ella dice, tratando de memorizar aquellos aspectos que descubran sus gustos. 6. Hay que mirarla con interés mientras habla e interrumpirla tan sólo para hacerle preguntas sobre ella misma. 7. Los cumplidos y los piropos deben ser originales, no frases hechas. Es conveniente que tenga la sensación de que esas frases han sido creadas en exclusiva para ella. 8. Si la chica tiene unos ojos bonitos y es consciente de ello, no hay que decir «Qué ojos tan bonitos tienes», es mejor decirle «Qué mirada tan bonita tienes». La diferencia está en que la belleza de unos ojos es un asunto puramiente físico; la mirada implica, además, sensibilidad y sentimiento.
Lo QUE NO SE PUEDE HACER Junto a todas estas recomendaciones sobre qué hacer a la hora de iniciar y mantener una relación, hay cuatro reglas básicas que se refieren a lo que no se debe hacer en ningún caso:
No hay que mirar a otras mujeres.
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• No hay compartir los gastos de una cuenta, sobre todo al principio. • No hay que hablar de uno mismo todo el rato y cuando se haga, nunca será para enumerar las virtudes propias, ya las descubriremos más adelante. • No hay que cambiar el tema de la conversación que ella ha elegido, por mucho que resulte aburrido.
SEDUCTORAS A LAS QUE SE VE VENIR
A este tipo de mujeres más vale dejarlas seguir su camino, a pesar de arriesgarse a una relación poco placentera.
LA QUE QUIERE Y NO PUEDE
Se morirá de ganas, o eso dice, por llevar hasta sus últimas y gratas consecuencias la relación que ella misma propone. Compartiría momentos de intimidad totalmente desinhibida si no fuera porque sus sólidas convicciones morales, religiosas, familiares o de cualquier otro tipo no se lo impiden. Nada consistente puede salir de una relación tan condicionada.
LA QUE PUEDE Y NO QUIERE
Esta es una mujer que, al contrario que la anterior, habla frecuentemente y con desparpajo de sus numerosas experiencias sexuales. Dirá que es una mujer liberada que puede disfrutar, y de hecho disfruta, de todas y cada una de esas experiencias. Pero ahora no quiere. Tampoco de esta relación se puede esperar mucho.
LA MADRE UNIVERSAL
Cariñosa hasta la extenuación, besucona y mimosa. Su sistema o táctica es la de preocuparse mucho por todo cuanto le ocurre a su pareja. Cómo vive, con quién vive, qué come, qué bebe, quién le plancha las camisas... Tratará de cubrir con su trabajo todas las deficiencias domésticas que pueda tener el hombre a quien persigue. Se trata de un ligue que puede resultar conveniente, pero nunca cómodo.
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TEST PARA CONOCER TUS ACTITUDES DE SEDUCCIóN
En este capítulo dedicado a los hombres, hemos seleccionado dos test que tratarán de dilucidar el estado de las actitudes y aptitudes para la seducción de quien conteste con sinceridad a las siguientes preguntas.
Test 1
1. Lanzas indirectas sobre la posibilidad de celebrar tu cumpleaños con una cena íntima con posibilidad de un postre especial, pero tu chica te sorprende con una fiesta sorpresa con todos tus amigos. ¿Cómo reaccionas? a) Pones cara de felicidad. (0) b) Acudes a la fiesta, pero insistes en que te debe una cena. (3) c) Muestras tu desencanto sin vergüenza alguna. (5) 2. En medio de una fiesta, un chico musculoso se pone a charlar con tu novia. Tú... a) Te largas a la barra para no estorbarles. (5) b) Le dices a tu novia que ha llegado la hora de romper. (3) c) Abrazas a tu chica como quien no quiere la cosa para que todos/as se enteren de que es tuya y sólo tuya. (0) 3. Tras unos cuantos meses de felicidad, tu pareja te suelta el clásico discurso de «necesito más espacio». ¿Qué haces? a) Le dices que la esperarás, pero no indefinidamente. ^ b) Le dices que eres tú quien necesita espacio y no le llamas durante un tiempo. (5) c) La dejas todo el espacio del mundo sin quejas ni reproches. (0) 4. La mejor palabra para describirte cuando tienes un mal día es: a) Insoportable. Te aseguras de que quede claro que la culpa la tiene ella. (3) b) Racional. Con calma, piensas y hablas de los acontecimientos que te tienen en ese estado. (0) c) Resignado. Sufres en silencio y contienes tu rabia hasta que las aguas vuelven a su cauce. (5)
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5. Tu chica y tú soléis hacer el amor cuatro veces por semana, pero han pasado ocho días desde la última vez. ¿Cómo reaccionas en estos casos? a) Exiges saber qué es lo que pasa, insinuando que te engaña con otro. (0) b) Sufres imaginando que ya no se siente atraída por ti. (5) c) Planeas una tarde juntos y relajados e inicias tu particular juego de seducción. Si aun así continúa resistiéndose, habrá llegado el momento de sacar a relucir el tema claramente.^^
6. Bebes los vientos por una chica con la que trabajas. ¿Cómo llamas su atención? a) Le pides a una amiga que averigüe su número de teléfono. (5) b) No dejas que salga del ascensor hasta que fijáis una cita. (0) c) Pones la mejor de tus sonrisas cuando la ves y fantaseas con ella. '(3)
7. ¿Cuál de estas situaciones te gusta más? a) Un striptease lento y minucioso. (3) b) Observar cómo una pareja hace el amor. (0) c) Salir y conocer gente nueva. (5)
8. ¿Cuál crees que es tu mejor arma de seducción? a) La ropa. (0) b) Un estado de ánimo chispeante. c) Tu conversación. (3)
9. Si te presentaran a tu actriz preferida, ¿cómo reaccionarías? a) Declararías tu iración y la invitarías a salir. (5) b) Sólo le pedirías un autógrafo. (0) c) No sabrías qué hacer. (0)
10. ¿Qué es lo más efectivo para seducir? a) Lo visual. (3) b) Las cosas que son comunes con la otra persona^O^ c) Un conjunto de cosas, una percepción global. (5)
11. ¿Qué es lo primero que piensas cuando conoces a alguien que te atrae? a) En la posibilidad de hacer el amor con ella. (5)
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b) Pensarías en si sería una buena compañía para convivir. (0) c) En buscar una forma de acercarte a ella. (3)
12. ¿Crees que tener controlado el ambiente y decorarlo es importante a la hora de hacer el amor? a) Desde luego, la música y un ambiente agradable son una gran ayuda. (3) b) No. En esos momentos sólo cuenta la pareja. (0) c) Dependerá de la situación. (5)
13. Crees que las reconciliaciones se logran... a) Haciendo el amor. (5) b) Dejando pasar el tiempo. c) Con caricias y sonrisas. (3)
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14. ¿Qué tipo de regalos crees que debes hacer adecuados a tu pareja? a) Debe ser algo que le sea útil. (0) b) Hay que averiguar qué es lo que desea. (3) c) Debe ser algo divertido y sorprendente. (5)
Resultados Antes de sumar los puntos que aparecen en cada una de las respuestas, es conveniente darles un repaso a todas ellas. De 0 a 26 puntos: Lo más probable es que hayas perdido el poder de seducción que tenías antes. Quizá porque la seducción no es, en estos momentos, la mayor de tus inquietudes. Tendrías que revisar tus obligaciones y analizar si no te dejan tiempo para atender mejor a tu pareja. De 27 a 55 puntos: No cabe duda de que entiendes que la seducción es algo importante para la pareja y también para ti mismo. Sin embargo, tal vez por ansiedad o nerviosismo, olvidas esta etapa de la relación y quieres pasar de inmediato a mantener relaciones sexuales. También es posible que en este momento estés dándole más importancia a la comodidad que a la seducción. Sería muy positivo que revisaras los comportamientos que estás adoptando, ya que pueden ser la causa de algunos problemas. De 56 a 80 puntos: Eres una de esas personas que no sólo comprende la importancia de la seducción, sino que además practica las muy diversas formas de llevarla
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a la práctica. Comprendes, además, que parte de la felicidad de la pareja está relacionada con las formas de seducción para evitar las rutinas y demostrar lo importante que puede ser la otra persona para ti.
Test 2
Este es un test muy singular. No está hecho para ser cumplimentado por una sola persona. Es para hacerlo en pareja... y, ¿quién sabe?, puede servir de detonante para alguna experiencia de mayor interés y provecho. Hay preguntas más masculinas y preguntas más femeninas. Sugerimos que todas las preguntas sean contestadas por uno y otro. Los resultados son importantes, pero el objetivo es contestar el test en pareja y que gracias a cada pregunta, se inicie un diálogo fructífero.
1. ¿Cuándo fue la última vez que sorprendió a su pareja invitándole a un hotel? a) Hace mucho que no hacemos el amor fuera del hogar. b) Desde que llegaron los hijos no tenemos oportunidad de salir. c) No hace mucho. Fue después de una cena en la que estuvimos insinuándonos.
2. ¿Cuál es su reacción cuando ve que su pareja está usando un juego de lencería erótica? a) Primero la iro y luego empiezo a quitársela lentamente. b) Me vuelve loco y le arranco la ropa. c) Me gustan las mujeres sin demasiados adornos ni arreglos.
3. ¿Cómo elige su ropa interior? a) Por su precio. Alguna lencería, aunque hermosa, resulta muy cara. b) Primero pienso en mi pareja imaginando cómo será su reacción. c) Mi ropa interior no es lo importante. 4. Si están en el cine y presencian alguna escena de sexo explícito, ¿cuál es su reacción? a) Tomo la mano de mi pareja y la pongo sobre mi pubis.
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b) Generalmente no pasa nada. c) Me acerco más y pregunto bajito si le gustaría imitar lo que están haciendo los actores en la película. 5. ¿Alguno de estos productos puede asociarlo con el sexo? a) La lechuga. b) El chocolate. c) El vino. 6. ¿Qué haría con el producto elegido en la pregunta anterior? a) Lo pondría sobre las zonas que más me agradan del cuerpo de mi pareja. b) No haría nada especial. Sólo me lo comería. c) Trataría de compartirlo con mi pareja. 7. ¿Le agradan los videos eróticos? a) Algunos son graciosos. b) No. Eso es sólo pornografía. c) Pueden ser un apoyo psicológico para hacer el amor. 8. ¿Cómo reacciona cuando encuentra o conoce a alguien del sexo opuesto que le atrae? a) Le miro fijamente. b) Por lo general procuro no mirarle. c) Busco la oportunidad para acercarme. 9. Si alguien le gusta, ¿qué es lo primero que le mira? a) Los ojos y la forma de mirar. b) La forma en que se para y su manera de caminar. c) El timbre de su voz. 10. ¿Cómo reacciona si una persona desconocida le sonríe? a) Por lo general, me desconcierta. b) Si es una persona atractiva le devuelvo la sonrisa. c) Trato de pensar si conozco a esa persona.
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Resultados
Los resultados, si el test ha sido realizado como habíamos sugerido, es decir, en pareja, no pueden ser otros que el establecimiento de una complicidad que les puede llevar muy lejos y establecer más motivos de unión entre los dos. Si no se produce la complicidad ni el diálogo, esta pareja tiene problemas de comunicación.
Un método científico
Este capítulo que iniciamos aquí es bastante singular. Seguramente el método que en él vamos a desarrollar no se ha relacionado nunca con la seducción. Sin embargo, como se verá, puede funcionar muy bien y servir de mucha ayuda para aquellas personas dispuestas a conseguir los propósitos que se marcan y que son disciplinadas y muy pacientes. En otros ámbitos de la productividad, este método es el que ha cosechado mejores y más controlados resultados, que no siendo inmediatos, sí son bastante seguros. Los primeros pasos que hay que dar para poner en marcha el método científico de seducción son cinco:
1.
xA^nálisis de la situación.
2.
Información.
3.
Análisis de la información.
4.
Estrategia.
5.
Puesta en acción.
Si nos fijamos bien, en una acción seductora al uso, sólo se da el primero y el quinto de los pasos, el análisis de la situación y la puesta en acción. No cabe duda de que un acercamiento adecuado en un lugar especial y unas inspiradas palabras pueden colocar al seductor o la seductora ante la posibilidad de iniciar sugestivas caricias que le permitan llegar a conquistar del todo a la otra persona objeto de su deseo. Pero, no obstante, este sistema que aquí planteamos también puede ofrecer posibilidades de fracaso y sobre todo si se produce repetidamente un fracaso tras otro. Dichos fracasos pueden empeorar el ánimo del seductor o la seductora con una intensidad que resulta muy difícil de olvidar.
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t
A partir de aquí vamos a empezar a dar los eficaces pasos de este método aplicado a la seducción.
ANáLISIS DE LA SITUACIóN
La situación actual y el análisis que se haga de ella conforman el punto de partida desde el que iniciar cualquier tipo de acción; y la seducción no iba a ser una excepción a la regla. Por lo tanto, vamos a empezar a analizar cómo es este método de análisis. ¿Qué es la situación actual? Es como una instantánea fotográfica. En este momento y lugar las personas, su comportamiento y el ambiente en el que se desenvuelven son así y así funcionan. Una de esas personas, quizá la más importante, es la que actúa, es decir, la persona que se propone utilizar el método para planificar y llevar a cabo un acto de seducción. Es decir, uno mismo. Tratar de investigarse a uno mismo, o a una misma, no es asunto fácil. Por otra parte, se tiende a ser demasiado condescendiente y acomodaticio ya que, si como ha quedado dicho la seguridad en uno mismo es un estado de ánimo imprescindible, ¿cómo vamos a detectar y asumir los defectos que inevitablemente tenemos? Así pues, hay que armarse de sinceridad y tratar de conocerse a fondo. La confianza en uno mismo no nace sólo de las virtudes que nos adornan, sino también de los defectos. Sólo conociendo nuestros defectos podremos tratar de minimizarlos y sólo minimizándolos podremos llegar a tener una confianza total y real i
en nosotros mismos. Aunque a simple vista pueda parecer sencillo, no lo es tanto. Una manera bastante eficaz de analizarse a uno mismo es la de plantearse estas dos simples preguntas: 1. ¿Cómo soy yo? 2. ¿Cómo me ven los demás?
Contestar a la primera de las preguntas requiere esa gran dosis de sinceridad a la que antes aludíamos. Analizaremos primero nuestras condiciones externas, es decir. físicas: cómo soy yo.
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¿Soy una persona guapa o soy una persona fea? ¿Soy una persona mayor o soy una persona joven? ¿Soy alto o soy bajo? ¿Visto según los cánones de la moda actual o esa es una cuestión que no me preocupa? ¿Dispongo de dinero suficiente o por el contrario casi nunca llego a fin de mes? Es recomendable que al responder a estas preguntas se haga con criterios muy exigentes y sin engañarnos a nosotros mismos, ya que esto perjudicará al resultado de nustro análisis. Por norma general, se dice que quedar ligeramente por debajo de lo que son en realidad nuestras cualidades es siempre mejor que quedar por encima. Cuando nos hayamos situado lo más exactamente posible en la escala que mide esas condiciones externas, pasaremos a analizar cuáles son nuestras condiciones internas, esto es, el grado de inteligencia, el grado de simpatía, el grado de empatia, la capacidad de liderazgo, la facilidad de comunicación... Contestar a estas preguntas es muy subjetivo (evidentemente), pero merece la pena tratar de hacerlo de la manera más honesta y sincera que podamos. Si se consigue redondear una definición lo más aproximada posible de nuestra personalidad, no sólo nos servirá para seducir, sino también nos será útil para otros muchos ámbitos de nuestra vida. Plantearse y contestar la pregunta «¿Cómo soy yo?» es un ejercicio de introspección y es un hecho muy íntimo. Esto tiene la ventaja de que si las respuestas no son todo lo positivas que desearíamos, nadie tiene por qué enterarse y tendremos tiempo suficiente para corregir aquello de lo que no estemos plenamente satisfechos. Para contestar a la segunda pregunta, «¿Cómo me ven los demás?», es necesario emplear la técnica que los sociólogos llaman «trabajo de campo». Aquí no caben subjetividades ni introspecciones. Hay que estar seguro y por lo tanto hay que hacer a un grupo representativo de personas con las que habitualmente nos relacionamos las mismas preguntas que nos hemos hecho nosotros mismos para conocer cómo somos. No vale con preguntar sólo a aquellos que sabemos que nos tienen cariño y simpatía. Hay que preguntar también a quienes en algún momento no han estado de acuerdo con nosotros o con nuestro comportamiento. Lo más efectivo que se puede hacer para cumplir con esta investigación es elaborar un listado previo en el que incluyamos a hombres y mujeres de diferentes edades, siempre en la horquilla en la que se situaría la persona a la que nos propongamos seducir, entre los que se deben encontrar familiares, amigos y conocidos. Incluso preguntar a camareros y otro personal de servicio de los sitios a los
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que acudimos no sería nada descabellado. No hay que excederse, no es necesario hacer una encuesta entre cien personas. Diez personas, si están bien seleccionadas, es un buen número. Al tratar de contestar a esa segunda pregunta, «¿Cómo me ven los demás?», podemos descubrir en algunos casos que aquellas personas que no nos tenían en el mejor de sus aprecios cambian de opinión y se sitúan más cerca de nosotros. Incluso es posible que descubramos, si es que no lo tenemos decidido ya, a la persona que va a ser objeto de nuestro juego de seducción. O sea, la investigación puede dejar unas ventajas de esas que se llaman colaterales. La manera más idónea de abordar a las personas que van a constituir nuestro grupo de consulta es diciéndoles: «Me estoy replanteando mi actitud ante la vida y quiero saber tu opinión más sincera. ¿Te parezco guapo/a o feo/a, simpático/a o antipático/a, inteligente o tonto/a... ?», y así, hasta completar todo el cuestionario. Si todo ha ido bien, ya tenemos una aceptable definición de cómo somos y cómo nos ven los demás.
INFORMACIóN
El siguiente paso es el de informarnos sobre el ambiente en el que hemos decidido desarrollar nuestra acción de seducción. Evidentemente ese ambiente debería ser el mismo en el que estamos habituados a movernos. Salirse de él plantea grandes dificultades. Para decirlo de otra manera: sería muy difícil seducir a una princesa árabe, si nuestro ambiente natural es el de casa al trabajo, del trabajo a casa y salir de copas con un grupo de amigos los fines de semana. Podría hacerse... si uno fuese el personaje de una película de amor con final feliz. El ambiente, o mejor dicho los ambientes, que conviene que estudiemos son los siguientes: 1. Ambiente geográfico. 2. Ambiente laboral. 3. Ambiente social. 4. Ambiente cultural. 5. Ambiente económico.
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AMBIENTE GEOGRáFICO
¿Dónde estamos? Contestar a esa pregunta es bastante fácil, hasta incluso podríamos decir que simple, pero es necesario hacerlo por una razón muy sencilla, y es que a la hora de seducir no es lo mismo si nos movemos en un entorno urbano o en un entorno rural, ni es tampoco lo mismo estar al lado del mar que encontrarnos en el centro de una meseta. No es igual tratar de seducir a una persona de Arabia Saudí que a otra cuya residencia esté radicada en Ámsterdam. A la hora de tomar decisiones y adoptar fórmulas adecuadas de comportamiento, esta circunstancia vital tiene muchísima importancia.
AMBIENTE LABORAL
En el caso de que hayamos decidido encontrar a la persona deseada en nuestro mismo centro de trabajo, o incluso ya sepamos de quién se trata, la investigación del ambiente de ese lugar puede resultar decisivo. ¿Se trata de una empresa dirigida por personas liberales? ¿Es, por el contrario, una antigua institución cuyos directores son los mismos dueños de carácter decidida y claramente conservador? ¿Cuál es la proporción entre solteros/as y casados/as de la plantilla? ¿Hay una tradición de formar grupos de amigos para salir después del trabajo entre el personal de dicha empresa? ¿Se celebran muchas fiestas entre los compañeros?...
AMBIENTE SOCIAL
Este también es un importante tema a tener en cuenta. Tanto si queremos desarrollar una acción seductora en nuestro propio entorno social, como si lo planeamos dentro de un entorno social más elevado -hacerlo en un entorno social más bajo no requiere demasiadas reflexiones-, es preciso conocer cuáles son los parámetros dominantes. ¿Estudiantes o trabajadores? ¿Gente que suele salir por la noche dos veces a la semana o sólo una? ¿Personas de vida nocturna y discoteca o deportistas y amantes del aire libre? ¿Personas que forman parte de alguna pandilla o tribu urbana o bien solitarios e individualistas?...
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AMBIENTE CULTURAL
Compartir los mismos gustos y aficiones es una ayuda importante a la hora de establecer ese primer o indispensable para la seducción y no sólo para encontrar un alma gemela con iguales gustos que los nuestros, sino para poder iniciar una amistad si es que merece la pena hacerlo. ¿Cine o fútbol? ¿Literatura o música? ¿Restaurante o hamburguesería? ¿Machismo o feminismo? ¿Compromiso político-social o «nada me importa»? ¿Ir al cine o al teatro?
AMBIENTE ECONóMICO
Investigar sobre las posibilidades económicas y los hábitos de gasto y consumo del ambiente en que vamos a desarrollar nuestra estrategia es fundamental para poder establecer un criterio de gastos respecto a nuestras propias posibilidades económicas. Llevar 20 euros en el bolsillo y codearnos con gente dispuesta a gastar 100 euros es muy arriesgado, puesto que nos puede conducir a situaciones muy desagradables sin grandes posibilidades de escapatoria.
ANáLISIS DE LA INFORMACIóN
La información por sí sola no es una herramienta eficaz. Para que lo sea tenemos que »
ordenarla, mantenerla al día y analizarla. Ordenarla y mantenerla al día es una cuestión de disciplina y empeño, pero analizarla es un ejercicio que requiere unas buenas dosis de pragmatismo y el máximo de objetividad posible; sólo de esta manera la información será útil. No es bueno usar los datos obtenidos de la investigación para apoyar nuestras propias opiniones. Eso se lo dejamos a los políticos cuando analizan las encuestas de opinión que encargan con tanta profusión. A nosotros nos guía el interés, bastante más noble, de conquistar una voluntad seduciéndola. Vamos a poner un ejemplo de resultados, basado en el análisis de la realidad y en los datos obtenidos tras la investigación de los diversos ambientes. Se trata de un ejemplo gracias al cual veremos una manera de analizar la información, pero en
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cualquier análisis de una situación que se vaya a hacer tienen cabida las innovaciones que se deseen.
DATOS SOBRE EL ANáLISIS DE LA REALIDAD
Juan Pérez es un hombre joven que se considera físicamente «normalito», pero simpático. Las personas que le conocen piensan que es bastante guapo aunque un poco A
tímido. El se considera aceptablemente inteligente, pero los demás piensan que su timidez casi nunca le permite demostrarlo. Juan Pérez trabaja en el negocio familiar que un día heredará. Sin ser rico, dispone del dinero suficiente como para alternar sin dificultades. Sin embargo, quienes le rodean piensan que gasta mucho al invitar demasiado para poder vencer la timidez que le domina. Es aficionado al fútbol y con eso piensa que cumple con todas sus necesidades deportivas.
Análisis Las percepciones que de sí mismo tiene Juan Pérez no son del todo exactas. Aunque él se considera muy normal e incluso «del montón», los demás le ven bastante guapo, pero no han conseguido descubrir su inteligencia, ya que no se comunica lo suficiente. Cuando Juan invita, lo hace por simpatía, pero los demás piensan que se excede para vencer la timidez. La consecuencia que se extrae de todo esto es que Juan Pérez, en realidad, es un joven guapo pero sumamente tímido y con motivos no del todo claros cuando se empeña en pagar la cuenta.
DATOS DE LA INVESTIGACIóN DEL AMBIENTE GEOGRáFICO
Juan Pérez vive en una ciudad, capital de provincia, situada a más de 800 metros de altura sobre el nivel del mar. A pocos kilómetros hay una sierra en la que se abren varias estaciones de esquí. La ciudad donde vive Juan Pérez es famosa por su excelente cocina así como por su zona de «tapas». Además, para divertirse en la ciudad podemos acudir a unos doce cines, tres discotecas, dos teatros y un campo de fútbol en el que juega un equipo que compite en primera división desde la temporada pasada.
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La ciudad tiene además una escuela superior de estudios turísticos en la que están matriculados más estudiantes foráneos que nativos y en una proporción de 5 a 4 a favor de las chicas.
Análisis En los teatros, cines, discotecas y zona de «tapas», Juan puede encontrar al grupo de personas entre los que buscar y escoger a una chica que pueda convertirse en su pareja. Lo normal es que esa chica sea residente de la ciudad, lo que proporcionaría a Juan la posibilidad de iniciar una relación bastante estable, si es eso lo que busca. Como no sabe esquiar no se atrevería a convertir las cercanas estaciones de esquí en su zona de búsqueda de otra persona con la que compartir su vida y a la que hacer su compañera. El centro superior de estudios turísticos es un ambiente habitado por chicas con inquietudes intelectuales, apartadas de sus familias y que no viven todo el año en la ciudad.
DATOS DE LA INVESTIGACIóN DEL AMBIENTE LABORAL
Sólo hay dos mujeres empleadas en el negocio familiar en el que trabaja Juan y las dos están casadas, son de mediana edad y mantienen sólidas relaciones de amistad con los padres de Juan y con su familia en general. Con las dos tiene una relación de confianza comparable a la que uno puede mantener con las mujeres de su propia familia. Entre las dientas del establecimiento donde trabaja hay de todo: habituales, de t
paso, mayores y jóvenes. \
Análisis Como puede suponerse después de lo visto una vez analizado el ambiente laboral, éste ofrece muy pocas posibilidades, por no decir ninguna, de encontrar en él lo que Juan está buscando. Entre las empleadas y las dientas fijas sería un auténtico fracaso que Juan intentara desarrollar sus capacidades seductoras. Por otro lado, es obvio que las dientas ocasionales no le proporcionarían el tiempo suficiente para entablar ningún tipo de relación que pudiera desembocar en algo más productivo.
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DATOS DE LA INVESTIGACIóN DEL AMBIENTE SOCIAL
La sociedad que vive en la ciudad de Juan es bastante homogénea. No hay grandes diferencias ni de estatus ni de hábitos de vida ni de costumbres en general. La clase media es la dominante. Sólo en época invernal, en las estaciones de esquí que hay cercanas, suelen aparecer personas que se asoman con bastante frecuencia a las revistas especializadas en temas sociales.
Análisis Juan Pérez tiene la ventaja de mimetizarse perfectamente en el entorno social de su ciudad. Es un típico representante de la clase media dominante y no resalta por nada en especial, socialmente hablando.
DATOS DE LA INVESTIGACIóN DEL AMBIENTE CULTURAL
El hecho de que en la ciudad haya tantos cines y hasta dos salas de teatro, indica que es una sociedad muy abierta a la cultura. Los estudiantes de la escuela superior de turismo, por cursar precisamente esos estudios, acentúan esa característica cultural. Los restaurantes constituyen una zona visitada mayoritariamente por visitantes foráneos y el sector de mayor edad de la ciudad, todos ellos atraídos por su fama gastronómica. Por su parte, la zona de «tapas» así como las discotecas, en cambio, son el punto de reunión de gente más joven con residencia fija en la ciudad, de los estudiantes de la escuela superior y de los turistas que se alojan en pueblos de alrededor.
Análisis Después de lo visto, Juan Pérez tendrá que cambiar algo sus actividades culturales y de ocio. Deberá minimizar su preferencia por el fútbol e iniciar un acercamiento a cines y teatros. El «tapeo» y
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asistencia a discotecas no le van a facilitar vivir situaciones en las
que le sea relativamente fácil seducir a alguien. Su timidez le impide comportase como uno de los típicos seductores que habitan esos escenarios, por lo tanto seguramente tendrá que esforzarse más que otros chicos para conseguir pareja.
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DATOS DE LA INVESTIGACIóN DEL AMBIENTE ECONóMICO
Hay tres tipos de personas jóvenes entre los que Juan podría escoger a una persona que le gustase: • Las esquiadoras de temporada, que suelen tener grandes medios económicos. • Las jóvenes de la ciudad, que también poseen razonables asignaciones económicas. • Las estudiantes de la escuela superior de turismo, que son bastante buenas as de unos ahorros no excesivamente grandes.
Análisis Fuera de alcance, por difícil, esporádico y poco productivo, está el sector de esquiadoras que, además, suelen venir acompañadas por un grupo de pretendientes. Poco interesante es el sector de jóvenes de la ciudad, al estar habituadas a ser invitadas por los turistas y aficionados al esquí, y que además critican a Juan cuando lo hace. Más abierto y lleno de posibilidades es el sector estudiantil. Son personas que tienen sus fuentes de financiación lejos y fuertemente establecidas. El hábito que tiene Juan de invitar a quien está cerca puede ser bien recibido e interpretado por las componentes de ese sector.
ESTRATEGIA
Con todos los datos obtenidos, adecuadamente analizados, ha llegado la hora de programar una estrategia y lo primero que hay que hacer para comenzar a estructurarla es marcarse un objetivo. Detengámonos para ver cómo tiene que ser un objetivo. La primera consideración, la más importante, es partir del convencimiento de que un objetivo tiene que ser factible, es decir, que esté a nuestro alcance y que dispongamos de los medios y del tiempo para poder conseguirlo. Marcarse como objetivo de nuestra estrategia la conquista de Jennifer López, por ejemplo, que vive a miles de kilómetros, que se mueve en ambientes que no son los
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nuestros, que tiene novio, que es deseada por cuanto hombre ha tenido la oportunidad de irar sus atributos, etc., es un objetivo inalcanzable. Pero también es indispensable que un objetivo sea deseable, es decir, que al ser conseguido suponga una buena dosis de satisfacción. No vale la pena realizar esfuerzo alguno para conseguir seducir a una persona que no nos ofrece ningún tipo de atractivo. Teniendo claro cómo tiene que ser un objetivo, siempre factible y deseable, pasemos a seleccionar el tipo de persona a la que Juan Pérez debe dedicar sus esfuerzos seductores y su estrategia a seguir. Puede tratarse de un objetivo concreto, representado por una persona a la que tenemos identificada, o puede tratarse de un objetivo sin definir, representado por cualquier persona que nos salga al paso y que nos resulte interesante. Hay una diferencia fundamental en la forma de actuación que requieren uno y otro objetivo:
• En el primer caso, cuando tenemos identificada y localizada a la persona que trataremos de seducir, todo el proceso de investigación, y por consiguiente de análisis, se circunscribirá a los entornos en los que se mueve. Es, por lo tanto, más sencillo de cumplir, pero en cambio no ofrece la cantidad de posibilidades que sí proporciona el segundo. • En el segundo caso, objetivo indeterminado, hay que ampliar la recogida de datos y los análisis a todos los entornos porque no sabemos en cuál de ellos va a surgir la persona objeto de nuestro deseo. Esto es más laborioso de hacer pero a cambio nos ofrece un panorama con más posibilidades para Juan. Los románticos suelen marcarse objetivos concretos, con nombres y apellidos y, en muchas ocasiones, sus actos de seducción sólo les ha llevado al sufrimiento. Como entre poetas, pintores, músicos y artistas en general se dan muchos románticos, de ese sufrimiento al que antes aludíamos han surgido algunas de las más esplendorosas obras de arte. Por el contrario, los grandes seductores que bien podrían estar representados por Casanova, se marcan objetivos múltiples que a veces no son excesivamente exigentes. Ellos encuentran placer en el proceso mismo de la seducción y no tienen que esperar a sus resultados. Seleccionado el objetivo, pongámoslo al frente de la estrategia. Volveremos a recurrir al personaje Juan Pérez para ilustrar el tema.
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Juan Pérez no está interesado, ni mucho menos enamorado, de ninguna chica en particular. Así que va a intentar relacionarse con un grupo de ellas entre las que piensa que tiene mejores posibilidades. Después de analizar su situación, ha descartado, por inviable, al grupo de esquiadoras de temporada. Ha descartado al grupo de sus vecinas porque ya tienen formada una opinión no muy favorable sobre él y es mucho más difícil corregir una imagen establecida que crear una nueva. Selecciona, y no es mala elección, el grupo de estudiantes de la escuela superior de turismo. Son chicas con una mayor libertad de movimientos, ya que viven alejadas de sus familias. Ese alejamiento les produce, además, un cierto estado de soledad que les hace mucho más susceptibles a aceptar una nueva amistad fuera del ámbito de su escuela. Por lo ajustado de sus istraciones, aceptarán de buen grado cualquier tipo de invitación. Para llegar a conocer y seducir a una chica de ese grupo, Juan elabora una estrategia en tres partes: • El objetivo a cumplir en la primera etapa de la estrategia es el de introducirse en el grupo. • El objetivo del segundo tiempo estratégico es el de aislar a la chica que más le guste o que menos dificultades ofrezca. • El objetivo del tercer tiempo es el de seducir a esa chica.
Los militares y los comerciantes, que son los colectivos humanos que suelen usar el lenguaje de objetivos, estrategias, ataques y defensas, tienen’otro vocablo en su léxico: tácticas. Las tácticas son aquellas acciones puntuales que dan cumplimiento a la estrategia. En el caso de Juan, para cumplir con el primer tiempo de su estrategia, es decir, entrar en o con el grupo de estudiantes, se le ofrecen varias posibles tácticas. Una sería la de matricularse en la escuela. Pero esa táctica, que sí conseguiría cumplir con lo que marca la estrategia, trae consigo algunos problemas. Tendría que dejar de trabajar y, por lo tanto, disminuir sus ingresos. Se incorporaría al grupo de estudiantes y de esa manera perdería la ventaja de ofrecer una amistad diferente. Es una táctica a muy largo plazo porque hasta el siguiente curso no se abren las matrículas.
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Otra táctica que puede emplear es la de empezar a frecuentar todos aquellos sitios a los que acuden las estudiantes... que son todos en mayor o menor medida. Ir de aquí para allá, ofreciéndose como un gourmet, un discotequero o un amante del cine o del teatro no le va a permitir lanzar una imagen de sí mismo claramente diferenciada. Además, entraría en competición con los demás jóvenes de la ciudad y sus posibilidades se reducirían. Pero a Juan, el uso de esta planificación le ha servido para despertar su creatividad. Decide pactar con su padre una acción de promoción de su negocio ante los estudiantes de la escuela. A su padre le encanta la idea y no sólo la acepta, sino que le aumenta el sueldo a Juan. Juan comienza a visitar, en horas no lectivas, a los estudiantes. Sobre todo a las chicas a las que hace ofertas que no pueden rechazar. El coste de esas ofertas se cubre desde el capítulo de «gastos de promoción» que corren a cuenta del negocio. Ya tenemos a Juan situado en el lugar que se había propuesto cumpliendo con la primera parte de su estrategia. Para cumplir con la segunda parte de la estrategia, seleccionar y aislar a una de las chicas, Juan aprovecha el o profesional para ir conociendo sus gustos y la utilización de sus momentos de ocio, cine, teatro, discoteca... Vamos a iniciar aquí una reflexión que conviene tener en cuenta. No se aprovechan todos los esfuerzos si nos limitamos a una sola persona como objetivo. Hay que «trabajar» por lo menos con tres objetivos. De esta forma, si falla uno de los intentos de relación, aún tenemos a dos personas más con las que poder intentarlo. En el caso de Juan, éste selecciona a una chica a la que le gusta mucho el teatro, a otra que suele ir al cine todas las veces que puede y a una tercera a la que le enloquece bailar. Ha seleccionado a las tres para que cuando vaya con una a su lugar favorito, el riesgo de encontrarse con las otras dos sea mínimo, y así Juan ha conseguido tres amigas con las que va, por separado, una vez al cine, otra al teatro y otra a la discoteca. Juan ha cumplido, y con creces, la segunda parte de su estrategia. La tercera, seducir a la chica, pasa por investigar/averiguar más a fondo sus inquietudes, gustos y preferencias. Esa «investigación» que hay que hacer no puede llevarse a cabo preguntando a otros su opinión sobre la persona «investigada». Si ella llega a enterarse por terceras personas de que está siendo investigada, casi con toda seguridad que acabará por ofenderse.
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Hay una táctica que suele dar muy buenos resultados a la hora de recabar esa información más profunda y es la de preguntar directamente a la persona. Esta táctica es tan simple como preguntar «¿Por qué?», cada vez que la persona haga una aseveración. Vamos a analizar algunos ejemplos:
-A mí, los hombres me gustan cariñosos -diría una de las tres amigas de Juan. -¿Por qué? -inquiriría Juan, a quien sólo le faltaría tomar nota de las explicaciones de la chica.
-El cine de autor me encanta —diría otra de las chicas. -¿Por qué? -saltaría Juan dispuesto a no perderse ni una coma de la explicación de la muchacha. ***
Si cada vez que la chica menciona algo que le gusta, Juan le pregunta el porqué, se iniciará así un diálogo muy fructífero entre los dos. Es una forma de iniciar una conversación en la que se explican los motivos de por qué algo nos gusta, lo que aporta mucha información al interlocutor y, a la vez, se empiezan a establecer lazos de unión entre los dos.
Afrodisíacos
Brebajes, comidas, objetos, ambientes especiales... Los afrodisíacos pertenecen a todas las culturas y son muy efectivos cuando son utilizados como parte de la seducción.
«Gertrudis se sintió abrazada por un fuego interior y corrió por el desierto quitándose las ropas hasta quedar completamente desnuda, lista para montar en pelo el caballo de un combatiente de Pancho Villa, que al galope la levantó en el aire y se la llevó. La joven acababa de probar los primeros bocados de ‘Las codornices en pétalos de rosas’, un plato cuya receta combinaba 12 rosas rojas, 12 castañas, 2 cucharadas de mantequilla, 2 cucharadas de fécula de maíz, 2 gotas de esencia de rosas, 2 cucharadas de anís, 2 cucharadas de miel, 2 ajos, 6 codornices y 1 pitajaya.» Este fragmento pertenece a la novela y posterior película Como agua para chocolate, de Laura Esquivel, en donde Tita, su protagonista, preparaba exquisitos pla-
tos incluyendo afrodisíacos. Los afrodisíacos son tan viejos como el pecado y tan universales como la necesidad con la que se les asocia. En su definición entran todos aquellos brebajes, pócimas, comidas, fórmulas misteriosas, objetos, escenarios y climas cuyo objetivo es estimular y potenciar el instinto sexual. En buena parte de los casos no está demostrada su capacidad efectiva de estimulación sexual, perp se considera que, en última instancia, pueden servir como placebos, es decir, que convencidos de sus efectos, tratamos de actuar en consecuencia, quizá para no vivir la frustración de «ni siquiera así...». Sin embargo, más allá de la ciencia o de la sugestión de cada uno, es cierto que el hecho mismo de crear ambientes, seleccionar olores y colores y preparar alguna comida con velas de las que
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emane un perfume embriagador, supone una dedicación hacia el otro digna de ser premiada. El mundo está plagado de referencias a los afrodisíacos. Los consejos y las recetas aparecen abundantemente con sólo reclamarlos en cualquier medio. Contra toda mala prensa, por imperio del alfabeto, el primero en las listas suele ser el «ajo», que puede constituir «una excelente ayuda para la vitalidad y salud, ingredientes indispensables para obtener un perfecto rendimiento sexual». «No puedo separar el erotismo de la comida y no veo razón para hacerlo», dice Isabel Allende en Afrodita, un libro con sugerencias donde «no figuran aletas de tiburón, testículos de babuino ni otros ingredientes tan exóticos», porque, como cuenta la escritora, «no fue posible encontrarlos en los supermercados aledaños», y también porque, según ella, «si usted necesita recurrir a tales extremos para elevar su libido o las ganas de amar, sugerimos que consulte a un psiquiatra o cambie de pareja».
ALIMENTOS QUE ENCIENDEN LA LIBIDO
Desde el comienzo de los tiempos el hombre buscó en los alimentos la llave secreta para incrementar su libido e inauguró el culto a los afrodisíacos. Son estímulos amatorios, ya que el nombre remite a la diosa griega Afrodita (Venus en la mitología romana), que personifica el impulso sexual, la procreación y el poder del amor. Así, en todas las culturas existen recetas mágicas, sabores especiales y bebidas prohibidas que, se cree, mejoran la actividad sexual. El peripló de estos alimentos es curioso: sin que se haya demostrado científicamente su validez, fueron legitimados por el paso del tiempo, a través de leyendas orales, cuentos populares y en todas las mejores obras de literatura. Los alimentos afrodisíacos tienen una fuerte tradición, pero su utilidad no está comprobada científicamente con trabajos de laboratorio. Es decir, que no tienen una consecuencia farmacológica demostrada en ningún caso. De todas formas, se considera que pueden tener cierta licitud si pueden provocar un efecto placebo y ayudar a la persona a lograr el objetivo buscado. En el tema de los afrodisíacos es aplicable la popular frase «las brujas no existen pero haberlas, haylas».
AFRODISíACOS *135
ALIMENTOS AFRODISíACOS
Los alimentos que se supone que tienen efectos afrodisíacos son: las nueces, el apio, el ajo, las aceitunas (especialmente las negras), todas las variantes de mariscos, la carne de tiburón y de pez espada, el caviar, el jengibre, las frutas tropicales como el mango y la papaya... Otros alimentos afrodisíacos son las lentejas, las alubias blancas y las pintas, los frutos secos, los cereales, los huevos, la lechuga y el brócoli. En bebidas, el vino es considerado el mejor de los estimulantes; luego, le sigue el champagne y el cava.
LA VITAMINA INCENDIARIA
Un capítulo aparte merecen aquellos alimentos ricos en vitamina E que es considerada desde hace mucho tiempo como la vitamina de la fertilidad. La vitamina E, como es liposoluble, se utiliza en tratamientos para mejorar la calidad de los espermatozoides. Por eso se la denominó como «aura sexual».
SONIDOS, TEXTURAS Y OLORES
La creencia popular es sabia: casi todos los alimentos catalogados como afrodisíacos tienen un enorme valor nutritivo y ofrecen al cuerpo sensaciones de calor y vitalidad. Por esto, según dicen los especialistas, los secretos antiguos vincularon el consumo de estos productos con la mejora de la potencia sexual. Sin embargo, en el tema de los afrodisíacos, los antiguos no sólo centraban su atención en la comida, sino que también contemplaban otros elementos como los olores, los ambientes y las texturas que proporcionan una mayor potencia a la hora de seducir a la pareja con más intensidad. Además de los alimentos afrodisíacos, es decir, gustativos, existen otras variedades como:
Afrodisíacos auditivos
Utilizan la voz como vía de seducción, ya que por su inflexión, tono o volumen puede ser una motivación profundamente excitante.
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Afrodisíacos táctiles Se pueden originar a partir del mínimo roce con el cuerpo de la persona que deseamos, ya sea por el o de los dedos, las caricias o breves aproximaciones con la lengua.
Afrodisíacos visuales Por ejemplo, las telas que utilizaban las mujeres griegas en las fiestas. Adheridas al contorno del cuerpo, marcaban las formas y «fomentaban peligrosamente el erotismo», según las palabras de Séneca, filósofo de la época de Nerón. Las formas, las telas, los colores, las texturas, los complementos y los adornos constituyen también algunos afrodisíacos visuales.
Afrodisíacos olfativos Esencias y perfumes exquisitos que provocan estímulos amatorios. Sin ir más lejos, las feromonas, compuestos químicos generados por el organismo, serían, según la nueva mirada de la ciencia, un estimulante sexual. Los romanos y los árabes utilizaban los perfumes como herramientas de seducción. En uno de sus párrafos, en el Cantar de los Cantares se dice: «Sus labios como lilas derramando dulce aroma, los ungüentos y perfumes regocijan el corazón, áloes con todos los perfumes principales...». Más cercanas a nuestra época, las novelas de Emile Zola contienen numerosas alusiones al impacto sexual que provocan los olores. Giacomo, un famoso chef de la Italia medieval, en su libro de recetas, define a la ensalada de apio, nueces, ostras y aceitunas mezcladas con aceite de oliva como la combinación perfecta para estimular al amante. Esto, agrega, ácompañado con una copa de vino y «ropas apropiadas» garantizarán, en el pasado y en el presente, el éxito de una noche de amor. Los afrodisíacos están presentes en todas las culturas y son muy efectivos cuando son utilizados como remate a un proceso de seducción. Ahora vamos a proporcionar una serie de recetas culinarias, de no muy complicada elaboración, que proporcionan un buen rendimiento amatorio, sobre todo si al invitar a nuestra pareja a degustar cualquiera de ellas, le aclaramos que se trata de un plato afrodisíaco. Aceptar esa invitación es ya todo un signo inequívoco de que la pareja está dispuesta a llegar hasta el final y a sentir los placenteros efectos del afrodisíaco que le hemos preparado.
AFRODISíACOS •
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RECETARIO AFRODISíACO
Y lo primero son los cócteles, esos brebajes mezclados que sólo con su formulación ya predisponen a una velada cálida y emotiva. La buena y cuidada preparación de estas bebidas, espirituales más que espirituosas, es el escaparate ideal para mostrar nuestras aptitudes como educados, galantes y experimentados seductores o seductoras. Después pasaremos a una selección de primeros platos, segundos y postres.
CóCTELES Y BEBIDAS
AFRODISÍACAS
AMOUR INGREDIENTES •
1/3 de vermú rojo, que dará a nuestro cóctel el dulce amargor de lo italiano.
•
2/3 de Jerez para que irrumpa el sol andaluz en nuestras venas.
•
Una pizca de pimienta como necesaria picardía.
PREPARACIóN
En una coctelera con poco hielo (tres o cuatro cubitos), mezclar todos los ingredientes que hay que batir, no agitar, al estilo más característico del siempre triunfador en estas lides. James Bond. Servir en copa de cóctel con una corteza de limón.
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138 • EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
CÓCTEL DE JENGIBRE INGREDIENTES
• 200 g de jengibre fresco. • 2 litros de agua. • 3 pomelos y 3 limones. • Azúcar a voluntad.
PREPARACIóN
Este cóctel resulta muy útil para una reunión de amigos y amigas abstemios a quienes no les guste la sangría ni otros tipo de bebida alcohólica. Trocear el jengibre bien fino y pasarlo por la batidora con el agua. Colar pasando por el chino y agregar el jugo de los limones y pomelos. Añadir azúcar al gusto y servir muy frío.
INFUSIÓN DE MENTA Y CANELA INGREDIENTES
• 50 g de hojas de menta fresca. • 50 g de corteza de canela. •
1 litro de agua. \
[La menta, que es un estimulante, sólo es excitante si se asocia en igual proporción a la canela.]
PREPARACIóN
Dejar hervir durante 10 minutos la menta y la canela en el agua; dejar reposar durante otros 10 minutos más y filtrarla. Tomar sólo una taza por día de esta cocción, que puede beberse tanto fría como caliente. Esta infusión sentará mejor que el británico té de las cinco.
AFRODISíACOS
•
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KISS ME BOY INGREDIENTES
•
1/3 de zumo de naranja, la sabia dulce del Mediterráneo.
• 2/3 de vodka para atraer a la fuerza. • 3 pizcas de misterioso marrasquino. • 3 pizcas de jarabe de frambuesa para endulzar el ambiente.
PREPARACIóN
Mezclar los ingredientes en una coctelera con hielo. Mezclar, nunca agitar. Servir en copa de cóctel adornada con una cereza, preferiblemente al marrasquino, y una corteza de naranja.
LADY LOVE INGREDIENTES
•
1/3 de coñac o brandy.
•
1/3 de Curagao.
•
1/3 de Oporto.
•
1 pizca de crema de menta blanca.
• Jarabe de frambuesa.
PREPARACIóN
Mezclar los ingredientes en una coctelera con hielo. Mezclar bien y posteriormente servir en copa de cóctel con dos guindas al marrasquino.
SEVILLA INGREDIENTES
•
1/2 de O porto.
•
7/2 de ron.
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• EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
• 1 huevo. • Azúcar.
PREPARACIóN
Esta vez sí se prepara en una coctelera agitándola enérgicamente. Y posteriormente servir en copa de cóctel con una pizca de azúcar.
RECETAS DE COCINA
AFRODISÍACAS
\
ENSALADA PARAÍSO Para dos personas
INGREDIENTES
• 2 manzanas reinetas. •
1 lata pequeña de pina.
•
I apio entero.
AFRODISíACOS
•
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1 taza de mayonesa.
• 4 cucharadas soperas de nata líquida. •
1 limón.
• Avellanas picadas.
PREPARACIóN
Lo primero que debemos hacer es pelar las manzanas, quitarles el corazón, cortarlas en rodajas lo más finas que nos sea posible y rociarlas con zumo de limón para que no se ennegrezcan. Después, se escogen los tallos más blancos del apio, se pelan y se cortan en cuadritos pequeños. Se mezcla medio vaso de zumo de piña con la mayonesa y la nata. En una ensaladera, se ponen la manzana, el apio, la piña y las avellanas. Encima de todos los ingredientes se vierte la salsa por encima y se remueve con cuidado para que todo quede bien mezclado y no se rompan las rodajas de manzana. Dejar enfriar y servir.
ENDIBIAS LA TENTACIÓN DEL PARAÍSO Para dos personas
INGREDIENTES
• 2 endibias. •
1 huevo cocido.
• 60 g de jamón serrano (también sirve el jamón cocido). •
10 nueces.
•
1/2 vaso de aceite.
•
1/2 cucharada de vinagre.
•
1/2 cucharadita de estragón.
142 • EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
• Sal. • Pimienta.
PREPARACIóN
Se limpian y se lavan las endibias. Se les quitan con cuidado todas las primeras hojas hasta dejarlas limpias. Se cortan las endibias en juliana y se ponen en una ensaladera junto con el jamón (que también se ha cortado en juliana) y se añaden las 10 nueces (que previamente hemos picado). Se pica el huevo duro y se le añade el aceite, el vinagre, el estragón, la sal y la pimienta. Una vez que estén bien mezclados todos los ingredientes, se vierte sobre la ensaladera para servir.
ARENQUES FERVOROSOS Para dos personas
INGREDIENTES
• 2 arenques. • 200 g de patatas. •
1 cebolla pequeña.
•
1/2 pepinillo aromático.
•
150 g de remolacha hervida.
•
1/2 manzana.
•
1 cucharada de postre de alcaparras.
•
1/2 cucharadita de mostaza.
• 2 di de mayonesa. •
1 huevo duro.
• Sal. • Pimienta.
AFRODISíACOS •
143
PREPARACIóN
Antes de empezar, se lavan los arenques y se limpian muy bien. Se cortan en trocitos. Se hierven las patatas con su piel en abundante agua y una vez hervidas, se pelan y se cortan en dados. Se pican muy bien la cebolla y el pepinillo. Por otra parte, se cortan en dados, más ó menos iguales, la remolacha y la manzana pelada. Se mezcla todo en una fuente, junto con las alcaparras y la mayonesa, sazonada con la mostaza. Se deja reposar la ensaladilla durante una hora como, para que todos los ingredientes se impregnen bien de la mayonesa. Para terminar este exquisito y afrodisíaco plato, una vez transcurrido el tiempo conveniente, se sazona con sal y pimienta y se decora con el huevo duro cortado en rodajas.
AGUACATE CUPIDO Para dos personas
INGREDIENTES
• 2 aguacates. • 4 cucharadas de salsa rosa. •
100 g de salmón ahumado.
•
100 g de gambas peladas y cocidas.
• 2 ostras frescas. • El zumo de un limón. •
1 cogollo de lechuga.
•
1 tomate.
•
1 limón.
• Sal. • Pimienta negra.
144
• EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
PREPARACIóN
Se cortan los aguacates por la mitad. Se saca el hueso. Se yacía la pulpa y se corta en cuadritos; se reserva todo en un bol. Se pone también en el bol el salmón en juliana y unas hojas de lechuga. Se aliña con dos cucharadas de salsa rosa y pimienta negra. Se coloca dentro de las cáscaras de aguacate y encima se colocan las gambas. Con el resto de la lechuga cortada en juliana fina, se montan los platos de la siguiente manera: se hace una cama con la juliana de lechuga y se colocan los dos medios aguacates encima. Las ostras se abren por la mitad y se ponen al lado de los aguacates formando una cruz con éstos. Se sazonan con pimienta y limón. Con el tomate se cortan cuatro rodajas y se colocan por las orillas del plato. Una vez hecho esto, se aclaran las dos cucharadas de salsa rosa con unas gotas de agua y se ponen encima las gambas. Ya está listo para servir.
LASAÑA ARRECIFE Para dos personas
INGREDIENTES
• 6 placas de lasaña de espinacas. •
75 g de mejillones.
•
75 g de calamares cortados en lonchas o a dados.
•
75 g de sepia cortada a lonchas o a dados.
• 25 g de gambas peladas. •
150 g de salsa bechamel hecha con caldo de pescado.
• 50 g de queso Emmental rallado. •
1/2 vasito de vino blanco.
• 2 cucharadas de aceite de oliva. • Sal. • Pimienta.
AFRODISíACOS •
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PREPARACIóN
Para empezar, hay que poner el aceite de oliva en una sartén y sofreír los mejillones, los calamares, la sepia y las gambas. Condimentar todos estos ingredientes con sal y pimienta. Cuando estén dorados, bañarlos con el vino blanco y seguir la cocción hasta que se evapore. Retirar del fuego y sacar los mejillones de sus conchas con mucho cuidado para que no se rompa ninguno. Mezclar todo con la bechamel. Hervir la pasta «al dente». En una fuente especial para el horno, untada con mantequilla, ir poniendo alternativamente una capa de bechamel y una de pasta, hasta formar tres pisos de cada una. Espolvorear con abundante queso Emmental rallado y gratinar en el horno durante 10 minutos aproximadamente.
FONDUE DE QUESO Para dos personas
INGREDIENTES
• 3,5 di de vino blanco (es media botella aproximadamente).
• 1 diente de ajo. • Zumo de limón. • 400 g de queso Gruyere suizo rallado. • • • •
Nuez moscada.
•
Pan cortado en cuadritos.
200 g de queso Emmental suizo rallado. 1 copita de kirsch (aguardiente, no licor dulce). 1 cucharadita de maicena.
146 • EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
PARA LA BEBIDA
• 1 botella de Aquavit. • 1 botella de un buen vino blanco con cuerpo..-
PREPARACIóN
Es indispensable que esta receta se haga delante de la persona, con la que se pretenda disfrutar de este exquisito plato. Se coge el cazo de la fondue y con un ajo partido por la mitad, se frotan las paredes y el suelo del cazo. Se pone el cazo en el fuego, se le añade el vino y unas gotas de limón. A continuación se añade el queso y empezamos a remover poco a poco y muy lentamente. Se coge la copita de kirsch y se añade la maicena, se agita un poco para que se diluya, y se le añade a la fondue. Después, se agrega la nuez moscada al gusto. Se remueve un poco, y se sirve en la mesa. La botella de Aquavit y la de vino blanco hay que colocarlas en un cubo enfriador de los del cava.
SOLOMILLO RELLENO DE OSTRAS Para dos personas \
INGREDIENTES
• 2 fdetes de solomillo de vacuno (de unos 4 cm de espesor). • 6 ostras sin concha. •
/ cucharadas de perejil picado.
•
1 cucharadas de zumo de limón.
• Pimienta negra picada fresca. •
1 cucharadas de aceite.
AFRODISíACOS
•
1 taza de caldo de carne.
•
1 cucharadas de salsa Worcestershire.
•
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• 30 g de mantequilla. • Sal.
PREPARACIóN
Con un cuchillo bien afilado, hacer un corte a un lado del filete a modo de bolsillo. En un recipiente, mezclar las ostras, el perejil, el zumo de limón y después introducirlo en el bolsillo del filete. Cerrar el filete con palillos. Poner el aceite a calentar en una sartén. Freír a fuego fuerte durante 2 minutos por cada lado, dándole la vuelta sólo una vez. Si la carne se prefiere más bien hecha, deberá incrementarse el doble el tiempo de fritura. Sacar y secar con papel de cocina. Poner el caldo de carne junto con la salsa Worcestershire a hervir. Colocar posteriormente a fuego no muy fuerte y derretir la mantequilla en la mezcla anterior. Verter la salsa resultante sobre los filetes antes de servir.
CARPETBAG STEAK Para dos personas
INGREDIENTES
• 2 fdetes de solomillo de vacuno (de unos 4 cm de espesor). • 6 ostras, sin concha. •
1 cucharada de perejil picado.
•
1 cucharada de zumo de limón.
• Pimienta negra picada fresca. •
1 cucharada de aceite.
148 •
EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
• 1/2 taza de caldo de carne. •
1 cucharada de salsa Worcestershire.
• 30 g de mantequilla. • Sal.
PREPARACIóN
Con un cuchillo bien afilado, hacer un corte a un lado del filete a modo de bolsillo. En un recipiente, mezclar las ostras, el perejil, el zumo de limón y después introducirlo en el bolsillo del filete. Cerrar el filete con palillos. Poner el aceite a calentar en una sartén. Ereír la carne a fuego fuerte durante unos 2 minutos aproximadamente por cada lado dándole la vuelta sólo una vez. Si se prefiere más bien hecha, incrementar el tiempo de cocción. Sacar y secar con papel de cocina. Poner el caldo de carne junto con la cucharada de salsa Worcestershire a hervir. Colocar posteriormente a fuego no muy fuerte y derretir la mantequilla en la mezcla anterior. Verter la salsa resultante sobre los filetes antes de servir.
TERNERA PICANTE CON LECHE DE COCO Para dos personas \
INGREDIENTES
• 250 g de solomillo de ternera cortado en fdetes finos. • 50 g de cacahuetes sin cáscara. • 2 cebollas. • 2 dientes de ajo. •
Un poco de jengibre.
•
LM
•
100 mi de leche de coco.
cáscara de 1/2 limón.
AFRODISíACOS
• • • • • •
•
149
250 g de espinacas. 1 guindilla. 1 cucharada de azúcar. 1 cucharadita de salsa de soja. 100 mi de yogur natural. Sal.
PREPARACIóN
Machacar los cacahuetes, sin cáscara, en un mortero. Triturar las cebollas, los ajos, el jengibre, la cáscara de limón, la sal y la mitad de la leche de coco con la batidora, hasta obtener una crema fina. Picar las espinacas en juliana fina. Trocear la guindilla con el cuchillo. Calentar la leche de coco restante en una cazuela y añadir la carne. Cuando empiece a hervir, poner el fuego al mínimo, cocer durante 10 minutos. Añadir los cacahuetes machacados, el azúcar y la salsa de soja. Cocer durante 20 minutos más. Verter el puré dentro de la cacerola y cocer 20 minutos más. Cuando la carne esté cocida, apartar del fuego. Cocer las espinacas en un cazo aparte con un poco de mantequilla. Presentar esta receta en un plato con la carne en un lado, la salsa por encima, el yogur en el centro, las guindillas encima del yogur y las espinacas colocadas en un lado.
CORDERO PERNICIOSO Para dos personas
INGREDIENTES
•
200 g de carne de cordero molida
(de chuleta).
• • •
50 g de tuétano de novillo. 20 g de manteca de ganso. 30 g de nueces tostadas.
150 • EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
t
• 1/2 cucharadita de cada una de las siguientes especias: — canela. — jengibre. — nuez moscada. — comino. — pimienta negra molida.
• 50 g de cebollas. •
1 ramillete de cilantro y otro de perejil.
• Sal.
PREPARACIóN
Poner todos los elementos (menos la cebolla, el perejil y el cilantro) en un mortero de madera y mezclar escrupulosamente. Cortar a mano la cebolla, el perejil y el cilantro lo más finamente posible y mezclar con la carne. Formar unos churros de unos 15 cm aproximadamente de largo del diámetro de una salchicha gruesa. Asar en parrilla o en plancha ligeramente untados con aceite. Acompañar con ensalada a base de apio tierno, berros y zanahoria rallada. Sazonar con una mezcla de aceite de oliva virgen, vinagre al estragón, pasta de rábano y sal marina.
CRIADILLAS BORRACHAS Para dos personas
INGREDIENTES
• 2 criadillas de novillo joven de no más de un año. • 50 g de tuétano de vacuno. •
1 copita de buen coñac.
•
1 copita de licor de arándanos.
•
1/2 cucharadita de nuez moscada molida.
AFRODISíACOS *151
•
1/2 cucharadita de jengibre molido.
•
1/2 cucharadita de canela molida.
• 3 cucharadas de harina. • 25 g de piñones. • 2 claras de huevos frescos de corral. •
1 cucharada de nata.
•
Unas gotas de tabasco.
• 40 g de mantequilla. • Sal.
PREPARACIóN
Limpiar y cortar las criadillas en filetes finos y colocar en un recipiente de porcelana, vertiendo encima los líquidos, las especias y la sal. Cubrir y guardar en la nevera por espacio de una hora. Minutos antes de sacarlo de la nevera, batir las claras junto con la nata. Triturar el tuétano y freírlo con la mantequilla en un recipiente de barro a fuego lento. Una vez derretido el contenido, pasar los filetes por la harina y luego por la mezcla de claras y nata. Freír a fuego suave durante un minuto de cada lado. Una vez fritos los filetes, se colocan en una fuente de cristal. En la misma sartén donde se frieron los filetes, se fríen los piñones y se le agrega el líquido sobrante calentándolo, vertiéndolo a continuación sobre la carne. A la hora de servir, se aconseja acompañar de patatas guisadas salteadas con un poco de ajo y perejil.
MARISCO ERÓTICO Para dos personas
INGREDIENTES
• 2 aguacates no demasiado maduros. •
1 mango.
• 2 rodajas de pifia fresca.
152 • EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
• 20 hojas de menta fresca. •
75 g de almejas frescas sin su concha.
• 6 langostinos frescos. • 2 dientes de ajo. •
1/2 cucharadita de jengibre rallado.
• 1 cucharadita de curry. • 10 gotas de tabasco. • 3 cucharadas de aceite de oliva virgen. • 1 cucharada de mayonesa. •
1 cucharada se salsa de soja.
• 25 g de piñones tostados. • El zumo de 1 limón. • Sal y pimienta negra recién molida.
PREPARACIóN
Pelar y cortar los langostinos en finas láminas y agregarles las almejas. Ponerlos en un cuenco de porcelana Junto con los aguacates, el mango y la piña cortados todos ellos en dados. Machacar en un mortero de madera el ajo y la menta. Agregar al mortero el resto de los elementos y mezclar bien. Añadir esta salsa a la mezcla anterior, removiendo suavemente con una cuchara de madera. Esparcir los piñones ligeramente tostados. Acompaña muy bien a pescados finos como salmón, rape, cherne, rodaballo, etc., asados a la parrilla o simplemente hervidos.
LIBRITOS DE TERNERA TIPO AFRODITA Para dos personas
INGREDIENTES
• 4 chuletas de ternera. • 2 lonchas de jamón en dulce.
AFRODISíACOS
•
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• 2 lonchas de queso mozzarella. •
7/2 taza de pan rallado sazonada.
• 2 dientes de ajo picados. •
1 huevo batido.
• Mantequilla derretida (cantidad suficiente como para freír). • Sal.
PREPARACIóN
Colocar una loncha de jamón en dulce y otra de queso sobre una chuleta, y cubrirlo todo a modo de bocadillo con una segunda chuleta. De esta forma, el aspecto que tendrá será, como hemos dicho, de «bocadillo». Añadir ai pan rallado el ajo picado. Pasar los «bocadillos» hechos anteriormente con las dos chuletas, el jamón dulce y el queso por el huevo batido y a continuación, rebozar dichos bocadillos por el pan rallado. Freír en una sartén con la mantequilla fundida, por ambas caras, hasta que estén bien dorados. Servir calientes.
SARDINAS LICENCIOSAS A LA ITALIANA Para dos personas
INGREDIENTES
•
1 lata de sardinas.
• 4 tomates maduros. • Aceite de oliva virgen. • 3 dientes de ajo picados • Miga de pan.
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•
EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
• Sal. • Pimienta.
PREPARACIóN
Cortar los tomates en cuartos, y estos mismos otra vez por la mitad, y espolvorear con sal, ajo y pimienta. Una vez hecho lo anterior, rociar los tomates por encima con un poquito de aceite. Precalentar el horno a temperatura media. Cocer en el horno durante unos 5 minutos aproximadamente los tomates aliñados, añadir las sardinas, cubriéndolas con los tomates, una capa fina de miga de pan y un poco más de aceite. Cocer durante otros 5 minutos más. Servir en caliente.
TERNERA FAMOSA A LA MARSALA Para dos personas
INGREDIENTES
•
1/2 kg de chuletas de ternera finas.
• 2 cucharadas soperas de harina. • Mantequilla. \
• El zumo de 1 limón. • 3/4 de taza de vino de Marsala. • 3 cucharadas soperas de caldo de pollo. •
1 diente de ajo.
•
Una pizca de romero.
• Perejil. • Rodajas de limón. • Sal. •
Pimienta.
AFRODISíACOS •
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PREPARACIóN
Salpimentar las chuletas de ternera, mojarlas con el zumo de un limón y después enharinarlas. Saltear las chuletas rápidamente en la mantequilla hasta que se vea que están doradas. Añadir el vino, y antes de que se evapore por completo, diluir la salsa añadiendo el caldo de pollo. Dejar cocer hasta que estén tiernas las chuletas. Para servir, aderécese la ternera con abundante perejil. Para su perfecta presentación, lo mejor es acompañar los platos de carne de rodajas de limón cortadas muy finas.
CORDERO DE SOMOZA Para dos personas
INGREDIENTES
•
1/2 kg de carne de cordero deshuesada.
• 50 g de setas. • 3 dientes de ajo. • 40 g de mantequilla. •
25 g de almendras crudas peladas.
• 25 g de piñones. • 25 g de uvas pasas. • 3 enebrinas. •
1 ramita de canela.
•
1/2 cucharadita de jengibre.
•
7 cucharadita de pimentón dulce.
• 8 ciruelas pasas deshuesadas. •
1 vaso grande de cava seco.
•
1 hoja de laurel y 1 ramita de romero.
• Pimienta blanca, tabasco y sal.
156 • EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
PREPARACIóN
Cortar la carne en dados. Asimismo, hay que trocear las setas y ajos en tiras finas. Poner los 40 g de mantequilla en la cazuela de barro e ir derritiéndola a fuego muy lento. Agregar la carne, las setas y el ajo y dejar cocer a fuego fuerte durante 7 minutos aproximadamente. Añadir entonces el resto de los elementos y cocer durante 3 minutos más. Entonces se incorporar el cava. Inmediatamente, bajar el fuego, tapar y cocer durante aproximadamente unos 25-30 minutos. Se recomienda acompañar este plato con un puré espeso hecho a base de boniatos o batatas, una cucharada de mantequilla, dos de nata y una pizca de nuez moscada.
SALMÓN EN BUENA COMPAÑÍA Para dos personas
INGREDIENTES
• 250 g de salmón fresco sin piel ni espinas. • 6 langostinos grandes y frescos. • 25 g de pistachos. •
1/2 cucharadita de pimienta verde molida.
•
1/2 cucharadita de jengibre.
• 4 cucharadas de nata. • 2 claras de huevos de corral. •
15 hojas de albahaca fresca.
•
1 ramillete de perejil.
• 30 g de sésamo tostado. • 30 g de mantequilla. • Sal.
AFRODISíACOS
• 157
PREPARACIóN
En un mortero de madera poner los ajos, la albahaca, el perejil, los pistachos, la sal gruesa, el jengibre y la pimienta. Triturar todo bien. Pelar los langostinos y cortarlos en láminas muy finas, así como el salmón. Introducir en el mortero y mezclar muy bien con todo lo anterior hasta llegar a formar una masa. Batir la nata y las claras y añadir a la masa anterior, procurando que todo se mezcle bien. Guardar en la nevera durante unos 45 minutos. Retirar y formar unas albóndigas, rebozándolas luego por el sésamo procurando que éste penetre bien. Freír en mantequilla a fuego suave. Acompañarlo de una ensalada de berros y rábanos tiernos. Aliñar con una mezcla de aceite de oliva, una cucharada de nata y una cucharadita de mostaza fuerte.
POSTRES
AFRODISÍACOS
BOLAS DE QUESO Para dos personas
INGREDIENTES •
50 g de cada uno de los siguientes quesos: Gorgonzola, Camembert, Brie, puro de cabra y Parniesano.
158 • EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
• 4 cucharadas de nata líquida. • 50 g de piñones ligeramente tostados. • 50 g de sésamo tostado. • 1 cucharadita de jengibre fresco rallado. • 20 hojas frescas de albahaca. • 4 cucharadas de miel pura de abeja.
PREPARACIóN
En un mortero de madera, machacar la albahaca y poner todos los quesos troceados y el Parmesano rallado. Triturar hasta que se forme una pasta homogénea. Añadir la nata, la miel, los piñones y el jengibre. Mezclar bien. Formar bolitas del tamaño de una avellana y rodar por el sésamo tostado. Guardar en un recipiente de porcelana tapado en la nevera. Además de ser un postre, este plato se puede comer como tentempié y antes de las comidas 2 ó 3 bolitas.
CUAJADA DE HABICHUELAS CON SALSA DE OSTRAS Para dos personas
INGREDIENTES
• 25 g de cuajada de habichuelas. •
113 g de setas frescas.
• 6 cebolletas. • 3 tallos de apio. •
1 pimiento rojo o verde.
• 2 cucharadas soperas de aceite vegetal. •
125 nú de agua.
•
1 cucharada sopera de maicena.
AFRODISíACOS
•
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• 2 cucharadas soperas de salsa de ostras. • 4 cucharaditas de jerez seco. • 4 cucharaditas de salsa de soja.
PREPARACIóN
Lo primero que hay que hacer es cortar la cuajada en dados de 1,5 cm de grosor. Limpiar y cortar las setas en rodajas. Cortar las cebollas en trozos de 2,5 cm. Cortar el apio en trozos diagonales de 1,5 cm de ancho. Cortar el pimiento en trozos de 1,5 cm. Calentar una cucharada sopera de aceite y rehogar la cuajada de habichuelas hasta que esté dorada. Sacar del aceite. Calentar la otra cucharada sopera de aceite y añadir las setas, las cebolletas y el pimiento, remover y freír durante 1 minuto. Agregar la cuajada. Mezclar la maicena con la salsa de ostras y el jerez y ponerlo dentro de la sartén con el resto de los ingredientes. Mezclar bien durante 1 ó 2 minutos más y servir.
NARANJAS CUBIERTAS DE CHOCOLATE AMARGO Para dos personas
INGREDIENTES
• 4 naranjas de mesa. • 2 cucharadas de azúcar. • El zumo de 1 ó 2 limones.
PARA EL CHOCOLATE AMARGO
•
1 vasito de agua.
•
1 clavo de olor.
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•
EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
• 1 trozo de cáscara de naranja. • 100 g de chocolate negro (fondant) rallado. • 1/4 cucharadita de canela en polvo. • 1 pizca de pimienta de Cayena molida.
PREPARACIóN
Pelar las naranjas, soltar sus gajos y, tras retirarles cuidadosamente la fina membrana que envuelve a cada uno, dejarlos macerar 20 minutos con el azúcar disuelto en el zumo de limón. Al cabo de ese tiempo, pincharlos con sendos palillos y, extendidos en una bandeja, introducirlos 30 minutos en el congelador. Poner sobre fuego medio en un cazo el agua con el clavo de olor pinchado en la cáscara de naranja y cuando rompa a hervir, agregar el resto de ingredientes y dejarlos cocer mientras se remueve todo con una cuchara de madera hasta lograr una consistencia cremosa. Extraer los gajos de naranja del congelador y, agarrándolos por el palillo, irlos introduciendo de uno en uno en el chocolate caliente, que al entrar en o con el frío, se endurecerá rápidamente. Se formará una capa dura de chocolate alrededor del gajo. Se depositan en un recipiente con las puntas libres de los palillos hacia abajo, y se dejan secar unos momentos.
SUFLÉ DE CHOCOLATE Para dos personas
INGREDIENTES
• 50 g de chocolate de postre, partido en trozos. • 25 g de mantequilla o margarina. • 25 g de harina. • 1 y 1/2 vas i tos de leche.
AFRODISíACOS
• • • •
*161
50 g de azúcar. 1 gota de aromatizante de vainilla. 3 yemas de huevo y 4 claras. Azúcar glasé.
PREPARACIóN
Calentar el horno al máximo de potencia. Untar generosamente con mantequilla una terrina de suflé de 850 mi. Espolvorear con un poco de azúcar y verter el exceso. Poner el chocolate en un cazo con el agua, al baño María, y remover de vez en cuando, hasta que el chocolate se haya fundido. Retirar el cazo. Fundir la mantequilla en un cazo. Espolvorear con harina y poner a fuego bajo, removiendo, hasta que quede dorada. Retirar del fuego y añadir la leche, lentamente, removiendo. Volver a poner al fuego y dejar hervir, a fuego lento, removiendo, hasta que quede espesa. Retirar del fuego y añadir el azúcar; sin dejar de remover, hay que ir añadiendo el chocolate fundido y la vainilla. Batir bien. Añadir las yemas de huevo, de una en una, sin dejar de batir todo. En un cuenco limpio y seco, batir las claras a punto de nieve. Usando una cuchara de metal, añadir 2 cucharadas de claras a punto de nieve a la mezcla de chocolate. Agregar el resto de las claras a punto de nieve y mezclarlo formando pliegues. Verter la mezcla de chocolate en la terrina de suflé engrasada y hornear 20-25 minutos, hasta que el suflé haya subido. Espolvorear con azúcar glasé y servir de inmediato.
SAVARÍN DE PERA Para dos personas
INGREDIENTES
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100 g de harina fuerte blanca. 1 cucharadita de azúcar.
162 • EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
• •
Una pizca de sal. 7 g de levadura prensada
(si no se encuentra prensada, en polvo).
• • • • •
4 huevos grandes. 3 cucharadas de agua tibia. 50 g de mantequilla, reblandecida. Mantequilla fundida. Harina, para el molde.
PARA EL RELLENO
• • • •
175 g de azúcar. El zumo de 1 limón. 1 y 1/2 vasitos de agua. 600 g de peras firmes.
PARA DECORAR
• • •
3 cucharadas de mermelada de albaricoque 1 y 1/2 vasitos de nata Unas cerezas glaseadas
PARA EL ALMíBAR AL RON
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225 g de azúcar. 1 y 1/2 vasitos de agua. 8 cucharadas de ron.
PREPARACIóN
Hay que comenzar este laborioso pero exquisito plato tamizando la harina, el azúcar y la sal sobre un cuenco. Añadir la levadura y trabajar muy bien la mezcla. Cuando la masa esté lista, hay que formar un volcán con un agujero en el centro, donde añadiremos los huevos y el agua tibia. Batir durante 10 minutos con una cuchara de madera, o con la batidora eléctrica, hasta que la masa quede muy elástica.
AFRODISíACOS
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Una vez hecha la masa, cubrir con plástico adherente de cocina y dejar en un lugar templado durante unos 30 minutos aproximadamente o hasta que duplique de volumen. Untar el interior de un molde de corona de 20 cm con la mantequilla fundida y luego espolvorear ligeramente de harina. Cuando haya subido la masa con la levadura, hay que ir incorporando muy poco a poco la mantequilla reblandecida, cuidando de que quede toda la masa bien homogénea. Pasar esta mezcla al molde preparado, hasta la mitad, y cubrir la superficie. Dejar en un lugar templado unos 45 minutos o hasta que la mezcla llegue casi al borde del molde. Calentar el horno a 200 °C; mientras se va calentando el horno, preparar el relleno que se va a necesitar. Para el relleno hay que poner el azúcar en un cazo ancho con el zumo de limón y el agua. Calentar lentamente hasta que se disuelva el azúcar. Llevar a ebullición sin remover, luego dejar hervir 1 minuto. Pelar las peras, cortarlas en cuatro y quitar el corazón, poniéndolas inmediatamente en el almíbar con limón. Dejar cocer despacio, sin tapar, 10 minutos, o hasta que estén tiernas. Después, dejarlas enfriar en el almíbar. Hornear el savarín 25-30 minutos o hasta que esté dorado y se desprenda ligeramente de los bordes del molde. Entonces, sacarlo del molde y ponerlo boca arriba sobre una rejilla metálica; pincharlo por varios sitios con un tenedor. Para preparar el almíbar al ron:
Poner el azúcar y el agua en un cacito. Calentar lentamente hasta que se disuelva el azúcar y llevar a ebullición sin remover; luego incorporar el ron y retirar del fuego. Poner una fuente grande bajo la rejilla en donde colocó el savarín y regarlo, mientras está caliente, con el almíbar al ron, echándolo a cucharadas, hasta que lo absorba todo. Dejar enfriar completamente. Para terminar de realizar este exquisito postre, calentar la mermelada en un cacito y untarla por el savarín. Pasar a una fuente de servicio.
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• EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
Escurrir las peras y ponerlas en el centro del savarín. Montar la nata y con la manga pastelera, o con una cuchara, hacer adornos sobre las peras. Antes de servir este postre, decorar también con trozos de cerezas confitadas y servir una vez que hayan transcurrido 1 ó 2 horas.
Las caricias
Seguramente, las caricias son el mejor de los afrodisíacos. Piel contra piel, el calor multiplicado, la inmediata transmisión de sensaciones... Las caricias son la iniciación imprescindible en toda unión total. No pueden dejarse en manos de la improvisación. De su adecuación e intensidad depende todo el resultado final.
APRENDER A ACARICIAR
«El cuerpo de mi amante es un templo al que aún me está vedado entrar. Mis besos y mis caricias serán las llaves.»
PROVERBIO HINDú, SIGLO V A. C.
Las caricias, sin duda, tienen que ver con los besos y con la generosidad de dar y recibir placer en una etapa de acercamiento previa al encuentro sexual. Ahora vamos a establecer un breve catálogo de técnicas para saber acariciar y dejar huella con tus caricias. Las técnicas pueden ser muchas, pero se empieza con lo que está a la vista. Nunca te acerques sin estar perfectamente duchado y con los dientes limpios. Nada espanta más a un o a una amante que acercarnos a él o a ella esparciendo aromas desagradables. La caricia necesita de la ocasión, del lugar y fundamentalmente de la persona que nos corresponda. No fuerces los momentos de las caricias. Permítete disfrutar y, sobre todo, relájate para poder lograr toda la naturalidad necesaria. La extensa anatomía humana brinda a las parejas la oportunidad de una exploración mutua. El tacto, nuestro maravilloso aliado, nos permite anticiparnos al conocimiento pleno del cuerpo deseado. Acaricia y déjate acariciar, pero siempre hay que tener en cuenta que la suavidad es esencial. El hecho de rodear con nuestros brazos
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EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
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el cuerpo del ser amado expresa un deseo de contenerlo y cobijarlo que nos vuelve confiables y cálidos. El abrazo es muy apreciado si se brinda de manera amorosa.
CINCO REGLAS DE ORO
1. Manifiesta tu placer y alienta a que lo haga tu amante. Un susurro basta para señalar el correcto camino del goce compartido. No olvides que los silencios oportunos dicen más que mil palabras. 2. El acercamiento es la ocasión que tienen los amantes de compartir nuevas sensaciones; si lo aprovechan se estarán regalando el anticipo de un próximo encuentro sexual desinhibido y pleno. 3. Haz cosquillitas sensuales y estimulantes. Pasea la mano, suavemente, por el hombro de tu amante y estimúlalo sin límite. 4. Las caricias en la cara son una transmisión directa de amor y ternura. Pasar las manos por la cara de tu compañera/o es como estar diciéndole: «Te quiero». 5. En esta etapa previa, el beso se circunscribe a las zonas expuestas y conocidas. Los labios y sus comisuras son zonas imprescindibles para recorrer.
LAS MEJORES CARICIAS
• Mirar a tu amante mientras te besa las piernas y los pies puede resultar de lo más excitante. No dejes de relajarte y permite que el o ella te entregue todo lo mejor que tiene guardado para ti. • Si las piernas son el preludio de una escena ardiente, los pies sólo intentan preparar el terreno para entregarse al goce infinito de los cuerpos. No te inhibas. • Haz mimitos en la espalda y caricias sugerentes en el torso de tu amante. Puedes ayudarte con la boca y así recorrer el cuerpo de tu pareja. La suavidad y la ternura son los componentes fundamentales de este acercamiento. • Quítate la ropa. El striptease es de los juegos más sensuales que los amantes pueden proponerse. Quitarse cada prenda con erotismo es un arte y un juego que no debes perderte si quieres disfrutar.
LAS CARICIAS •
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• Haz circular tus dedos paralelamente por su cuerpo, como si fuera un tren de largo recorrido, desde la cabeza hasta los pies. El destino está claro: conseguir el placer mutuo.
EL O MáS CALIENTE
• LFtiliza tu lengua y tu boca para susurrarle cosas al oído. Dibuja con tus dedos sobre su espalda todo tipo de caricias. Juega a las adivinanzas: «¿Qué es lo que más me excita de ti?». Hazle una declaraeión de goce y placer. Cuanto más sepa lo que nos gusta, más difrutaremos. • Puedes proporcionarle a tu pareja mucho placer deslizando tus dedos suavemente por todo su cuerpo. La idea es avanzar con las manos recorriendo cada zona y explorando cada porción del cuerpo de tu amante. Un ritmo lento o un ritmo más rápido, la velocidad del paseo corporal la eliges tú. • Entrégate a la pasión desenfrenada. Besa y abraza con todo el cuerpo como instante previo de un encuentro sexual pleno y satisfactorio. • Diviértete. Las caricias son una fuente inagotable de placer. Disfruta sin tomarte las cosas muy seriamente. Prueba todas las modalidades. Si lo prefieres, imagina que tu amante es aquella persona con la que siempre has fantaseado tener relaciones sexuales, como tu galán o modelo favoritos. • El cuerpo entero ha sido hasta ahora el verdadero artífice del placer. La idea es que juegues con tu amante y descubráis juntos cuáles son las caricias que más os gustan. El cuello, los lóbulos de las orejas y la nuca son zonas que no pueden quedar fuera de un encuentro único e irrepetible. • La boca y los labios pueden iniciar, desde los lóbulos de las orejas, un itinerario lento y con dulzura por todo el cuerpo de tu amante. • También es importante morder de vez en cuando zonas del cuerpo de tu pareja que ya sepas que le gustan, pero siempre con mucha delicadeza y observando las reacciones. Muchas personas disfrutan de estos mordiscos incluso durante el acto sexual. • La estimulación por pellizcos es muy gratificante y se debe realizar a través de gestos breves y sencillos por todo el cuerpo de nuestra pareja. Normalmente se utilizan los dedos pulgar e índice de la mano, aunque también es posible realizarlos con los labios. En ambos casos hay que ser
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extremadamente delicado en su ejecución, para así obtener el efecto de excitación deseado.
EL BAñO
Para una pareja tomar un baño juntos puede aportar una nueva dimensión a su relación. Incluso puede ayudar a descubrir mejor el cuerpo de uno al otro y explorarlo de forma diferente.
EL BAñO EN PAREJA
• Si tienes problemas sexuales como impotencia, frigidez, eyaculación precoz, etc., seguro que un baño con tu pareja estimulará vuestra sexualidad y dará lugar a innumerables tipos de caricias que día tras día descubriréis que os agradan. • Para empezar se debe crear un clima íntimo en el cuarto de baño. Luces tenues, temperatura agradable, música, velas, olores, etc. • Las mejores esencias para el baño con características afrodisíacas son: el jazmín, el azahar, la rosa, el sándalo, el cardamomo y el ylang-ylang. Y tónicas y estimulantes son: el romero, el enebro y la albahaca.
Comportamiento social Abrimos ahora un capítulo que aparentemente no parece estar muy cercano al tema que se ha venido desarrollando en este libro, pero en el fondo es esencial. Nos referimos al comportamiento social, al bueno para ser más exactos, porque el malo no nos sirve ni para seducir ni para que caigamos bien a nadie. Hay muchas razones por las que una persona que quiera emprender un proceso de seducción debería estar informada sobre el tema del comportamiento social en general. La primera y principal de esas razones es el hecho de que la seducción es un auténtico acto social. Otra razón estaría en la esencia misma de lo que se ha dado en llamar buenas maneras sociales y que consiste, ni más ni menos, que en tratar de pulir todas aquellas asperezas que pudieran dañar la sensibilidad de otras personas. Y como razón más convincente, añadiremos que es precisamente en los actos sociales donde se encuentran los más provechosos territorios para obtener más y mejores seducciones. Esos son los motivos por los que nos ha parecido conveniente incluir este apartado.
LA CORTESíA
La cortesía es un estilo de comportamiento que, si uno se empeña, se puede llagar a aprender. Se puede resumir en el uso, más o menos sincero, de estas tres expresiones: por favor, gracias y perdón. Su nombre deriva del término «corte», y una corte es el «lugar donde habitan el rey y su séquito», personas todas ellas a las que se les supone una exquisita conducta. La cortesía, en el fondo, no es más que un barniz superficial de elegancia y distinción que ni suma ni resta encantos a la auténtica personalidad del individuo, pero que le ilumina con un gran foco de luz que hace brillar a sus mejores condiciones personales.
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Nada impide que una persona pueda ser al mismo tiempo un ser exquisitamente cortés y el más desaprensivo y redomado de los bribones. Las fórmulas de cortesía varían con el tiempo y el lugar. Hubo un tiempo en el que nos hubiera parecido una grosería no ceder el paso a una señora o a una persona que merezca mayor respeto... y cada vez son menos las personas que actúan de esa manera. Debe ser cosa de las prisas con las que vivimos. La cortesía tuvo su mayor vigencia en aquella época en que la sociedad estaba totalmente dividida en nobles y villanos. El pueblo ni sabía ni quería estar obligado a ningún tipo de etiqueta y, además, tampoco estaba forzado a hacerlo por mucho que a algunos de los nobles caballeros se les escapara algún que otro bastonazo. Una de las leyes fundamentales de la cortesía es no dejarse llevar por el primer impulso. No vale confundir la franqueza espontánea con la grosería, ni la verdad con la ofensa innecesaria. Provocaríamos más de una discusión si siempre nos manifestáramos tal y como en cada momento nos pide el cuerpo. Las reglas elementales de la cortesía son muy simples: «Alabar lo bueno de los otros, suprimir los reproches, dar importancia al prójimo y prestarle atención».
LA URBANIDAD
Al conjunto de normas que se ocupan del comportamiento en el trato social, es decir, la cortesía, se suman otras normas que organizan el comportamiento que podemos denominar «higiénico». Y eso es la urbanidad. La urbanidad es un término que viene del latín «urbe», ciudad, porque era en las ciudades donde se vivía, obligadamente, de manera muy arracimada, por lo que era preciso tratar de no producir olores desagradables e incluso contagios. La urbanidad ha sido asignatura obligatoria en los colegios hasta hace muy poco tiempo. Afortunadamente, en nuestro entorno, parece que esto ya no es necesario.
LA EDUCACIóN
A las normas de cortesía y a las normas de urbanidad, todas juntas, se les llama educación. La educación es un conjunto de actitudes y sentimientos que no se
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aprenden, se adquieren en los distintos ambientes en los que a cada uno nos toca vivir. Es el fruto de unas vivencias que nacen en la cuna, que van creciendo con el paso de los años y que se depuran a través de las experiencias que nos depara la vida. La única base de la educación es el respeto que cada uno se debe a sí mismo y que, de forma inconsciente, se refleja en el trato con los demás. Si hubiera que representar a la educación con una sola frase bastaría con decir: «No hagas ni digas nada de lo que no quisieras que te hagan o te digan a ti». Tal vez esto parezca algo demasiado elemental, pero en este concepto se basa la piedra angular que mantiene todo el edificio.
DEFINICIONES DE EDUCACIóN
• La educación es lo que sobrevive cuando se olvida lo que se ha aprendido. • La historia humana se convierte cada vez más en una carrera entre la educación y la catástrofe. • La educación es para el espíritu lo que el estado de gracia para el alma. • Vale más un demonio cortés que un santo grosero. • Sólo las personas que han recibido una educación son libres, ya que ser educado supone una superación ética de los instintos. • Donde hay buena educación no hay distinción de clases. • Educación es formación de hábitos, para que los actos que requieren al principio un esfuerzo consciente, lleguen a ser inconscientes y mecánicos. • La educación adopta mil formas que tienden a mejorar el aspecto de la existencia, a fin de hacerla más tolerable a los demás y a nosotros mismos.
EL TRATO SOCIAL
Las relaciones sociales se perfeccionan con el ejercicio recíproco de las buenas formas, es decir, tratando a los demás como uno desea ser tratado. Si bien es verdad que todos los hombres tienen la misma dignidad como personas, existe cierto orden o rango que está de acuerdo con las circunstancias intrínsecas que les distinguen.
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Aunque son mucho más frecuentes las relaciones sociales y profesionales entre personas de igual nivel, cuando hay que mantener alguna con personas de un nivel más alto, serán necesarias ciertas manifestaciones de cortesía. Esto también se aplica cuando se desea dar una mayor importancia a otra persona aunque no se la considere superior, cosa que ocurre en todo proceso de seducción. Con personas de menor rango se habrá de extremar la delicadeza en el trato, para evitar cualquier manifestación que pueda resultar humillante. Hay varias condicionantes sobre las que conviene reflexionar:
Audacia y timidez La audacia en el trato social tiene que ser istrada con medida, evitando en todo momento que derive en imprudente agresividad. En muchas ocasiones una persona tímida trata de vencer su timidez con gran esfuerzo y fácilmente puede «pasarse de rosca». Una persona así tendrá que plantearse seriamente y con gran prudencia cómo y hasta dónde debe actuar.
Susceptibilidad y amor propio La susceptibilidad y el amor propio ocasionan a veces serios percances en el trato con los demás. Una persona puede sentirse herida por una falsa impresión, por un equívoco, sin que haya razones para ello. En ocasiones así, el principio de «hablando se entiende la gente» es de muy útil aplicación. La forma más directa de entenderse es acudir a la persona que supuestamente ha ofendido y pedir, con sencillez, que explique bien lo que quería decir. Con este procedimiento se aclaran muchas situaciones complicadas que casi siempre no pasan de ser malas interpretaciones. Por otra parte, el amor propio desmedido lleva a veces a actuar desconsideradamente con los demás, es decir, sin el debido respeto y atención a las personas, rompiéndose en ocasiones la relación entre ellas. Hay personas que acaban siendo sumamente desagradables y antipáticas, mostrando públicamente su egocentrismo y tratando de lucirse a toda costa arrollando a los demás.
El feminismo y la femineidad Los movimientos feministas más radicales adoptan posturas que con frecuencia se llevan por delante las más preciadas cualidades de la mujer, empujándola hacia una
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dinámica de confrontación y buscando una evasión de la realidad con excusas que muchas veces son triviales. La verdadera femineidad rechaza la discriminación de la mujer, pero se diferencia del «feminismo» en que mantiene y salvaguarda todos los valores y cualidades que le son propios. Las diferencias fisiológicas y psicológicas entre hombre y mujer hacen posible que ambos puedan aportar unos valores que son diferentes entre entre sí... afortunadamente.
La caballerosidad
La caballerosidad es la práctica de la cortesía llevada hasta sus últimos detalles. Cuando se ejercita con elegancia, está muy lejos de ser una cosa del pasado. Las mujeres siempre agradecerán la presencia de hombres que no utilicen palabras malsonantes, que sepan cortar una conversación desagradable a tiempo, que le cedan el asiento y manifiesten de otros muchos modos el reconocimiento de su dignidad. La mujer agradecerá los detalles de auténtica caballerosidad, siempre que no se avergüence de su femineidad, ya que estos detalles no suponen en modo alguno arrogancia, no persiguen la anulación de sus valores ni limitan la valía social ni la capacidad profesional de la mujer.
Las familiaridades
Las familiaridades se originan al entrar indebidamente en la intimidad de otras personas o al comentar la propia sin ningún pudor.
Mantener las distancias
Mantener las distancias es la base para fomentar relaciones duraderas y verdaderas. La confianza no puede imponerse jamás, sólo debe inspirarse. Algunas personas abruman con confidencias de índole privada, tratando de forzar la intimidad. Hay que intentar mantener las distancias respecto a la propia intimidad, entre compañeros de trabajo y en la propia vida familiar. La sencillez no es incompatible con una delicada reserva de la propia intimidad que da un cierto encanto a la personalidad.
La ostentación
La ostentación es hacer alarde de posesiones excesivas y epatantes, ya sean relaciones con personas importantes, numerosos éxitos amorosos, dinero o cualquier
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otro tipo de propiedades. Es el afán de rodearse de cosas con el único fin de llamar la atención. Una persona ostentosa pretende ser siempre el centro de atención sin tener ni la categoría ni el encanto personal para serlo. Sólo logra conquistar a las personas fácilmente impresionables, pero las que tienen buen criterio no se dejan captar por esas actitudes y prefieren rechazarlas.
Los elogios
Los elogios sirven para demostrar, con palabras expresivas, una visión positiva que anima y hace la vida más agradable al elogiado. Normalmente esto es una virtud que tienen las personas observadoras, que saben ganarse la simpatía de todos, expresando como muestra de agradecimiento lo valioso de los demás. Es una norma de educación estar pendiente de los demás y dedicarles parte de nuestro tiempo, de nuestro pensamiento y, por lo tanto, de nuestros elogios. Un elogio considerado como Justo se distingue de la adulación en que ésta implica falta de prudencia y de sinceridad.
Las expresiones vulgares
Las expresiones vulgares deben ser evitadas en el transcurso de una conversación, por toda persona educada. Hay que procurar no utilizarlas nunca. El lenguaje empleado por una persona denota tanto su grado de inteligencia como los de su cultura y educación. Por otro lado, utilizar palabras con doble sentido es una demostración de mal gusto, sobre todo cuando el sentido oculto es de carácter grosero. I
Los ruidos
Ante los ruidos inevitables habrá que poner los medios para que molesten lo menos posible, para que no interrumpan la tranquilidad de los demás o les puedan impacientar. Cuando los ruidos se producen por descuido o accidente, habrá que pedir disculpas extremando el cuidado para que no vuelvan a producirse. Habrá que evitar ruidos que molesten a nuestros vecinos de edificio; trataremos de llegar puntualmente al teatro o a una conferencia y nos abstendremos de hacer comentarios por muy en voz baja que los hagamos; si asistimos a algún concierto evitaremos las toses y can-aspeos y mantendremos un escrupuloso silencio en los hospitales.
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La risa
La risa es una manifestación espontánea de buen humor y alegría. Es expresión de una emoción del alma y, por lo tanto, controlable. El motivo de la risa ha de ser noble, y en este sentido ha de evitarse ante una situación ridicula provocada por otra persona. Tampoco son aceptables las risas irónicas que humillan a la persona aludida.
EL SALUDO
No se sabe con exactitud cuándo surgió la costumbre del saludo. Lo que sí está claro es que su origen no constituyó tanto una manifestación de amistad, como una tácita declaración de no agresión. El gesto de una mano tendida demostraba palpablemente que no se llevaban armas (gesto que se puede constatar en algunos animales que siguen pautas de comportamiento social parecidas al hombre, como el caso de los chimpancés, quienes tienden la mano abierta, exponiéndola a un mordisco, en un gesto de sumisión ante un miembro más fuerte y agresivo de su especie; de este modo, el ejemplar dominante se siente apaciguado y no ataca a la presunta víctima). Los egipcios saludaban inclinando el cuerpo y bajando una mano hasta la rodilla en señal de respeto. Los judíos saludan con una inclinación de cabeza y un abrazo; los griegos se estrechaban la mano y los romanos el antebrazo. En el siglo xvii se extendió la costumbre de besar la mano a las señoras. Las inclinaciones y reverencias han evolucionado hasta hacerse más austeras llegando a nuestros días, en que aún subsiste esta costumbre, aunque de forma más gestual. Hasta principios del siglo xix, la mayoría de los saludos eran solemnes y rigurosos. La persona que saludaba a un superior se inclinaba hasta quedar en ángulo recto. Después se pasó a hacer una ligera inclinación de cabeza y más adelante se consideró suficiente con quitarse el sombrero. El saludo es una forma de cortesía y demostración de amabilidad y afecto que ocupa un lugar muy destacado entre los usos sociales. Así el saludo es una cortesía social que en las zonas rurales, por ejemplo, se practica entre todas las personas que se encuentran o coinciden en algún lugar, incluso aunque sea la primera vez que se ven y no se conozcan en absoluto. En cambio en las grandes ciudades, el ritmo de vida es tan acelerado, que su uso queda muy restringido e incluso se prescinde de él.
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El saludo tiene un gran valor simbólico. Si alguien entra en un local en el que están presentes personas que le resultan conocidas y no saluda con un gesto, con una mirada o con algunas palabras, estará transmitiendo una señal de irritación o tensión. Omitir el saludo es considerado de mala educación, siendo aceptado este mensaje como la forma más clara de exteriorizar el enfado (de ahí la expresión «retirarle a alguien el saludo»). Rechazar una mano extendida es poco menos que un grave insulto. En cualquier caso, para iniciar todo o verbal, cosa indispensable antes de emprender un proceso de seducción, es necesario el saludo.
Usos Y MANERAS
DE SALUDAR
La variedad de formas que puede revestir el gesto del saludo es amplísima. Las principales maneras de saludarnos que tenemos los occidentales se basan en el apretón de manos, el abrazo, el beso y el «besamanos» (menos usado hoy día). Veamos las maneras correctas de utilizar estas formas de saludar y su significado.
EL APRETóN DE MANOS
El apretón de manos es el gesto más utilizado para saludar en la sociedad occidental. En su origen era toda una manifestación de paz. Enseñar la mano desnuda era el modo más claro de demostrar que no se llevaban armas ni instrumentos agresivos. Alzar y mostrar las palmas de las manos es la señal universal de lealtad y deseo de concordia. Poner una mano sobre el corazón es el gesto ceremonial para adornar muchos juramentos... y es que las manos han sido desde siempre los grandes instrumentos de los que se ha servido el hombre para saludar y^entenderse. Darse la mano es darse recíprocamente lo mejor que cada uno tiene. El significado de un gesto tan simple como el apretón de manos en occidente es el mismo que tienen otras formas de saludo en otras culturas; así, por ejemplo, los esquimales se frotan la nariz, los indios elevan la palma de su mano derecha, los japoneses hacen una reverencia (ya que consideran antihigiénico estrecharse las manos y en general el o físico), en Rusia frecuentemente el saludo consiste en un beso en los labios, etc. Cualquiera de estas formas de saludar significan lo mismo, aunque sean tan diferentes.
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Información en un apretón de manos
En este apartado vamos a ceñirnos a estudiar el clásico apretón de manos y veamos qué es lo que podemos obtener como información: • Si la mano que se nos ofrece no está del todo limpia o muestra unas uñas mal cuidadas, estaremos a punto de saludar a una persona que descuida bastante su higiene. • Si la textura de la mano que estrechamos es rugosa y dura, la información que recibimos es que estaremos ante un trabajador manual. De ahí viene la expresión «dar el callo». • Si nos encontramos con una mano suave y delicada, nos hallaremos ante una persona de esas que suelen «sacarle el cuerpo» a toda actividad física. • Si la mano que estrechamos está húmeda y no llueve, estaremos ante una persona que en ese momento está nerviosa y se siente bastante insegura de sí misma. • Una mano seca demuestra todo lo contrario.
La intensidad del apretón de manos
La fuerza y la duración de un apretón de manos es muy importante a la hora de recabar información:
• Un apretón débil es propio de una mujer o de un hombre desinteresado o de carácter frágil. • Un apretón demasiado fuerte e intenso puede demostrar espíritu de dominio, lo que resultará doloroso. • Un apretón demasiado corto se asocia con desinterés y poca motivación. • Por el contrario, un saludo demasiado largo (si es sincero) transmite ilusión, alegría y lo bien que le caemos o que nos llevamos con la persona a la que estamos saludando. • En las mujeres está mejor visto un apretón de manos suave y aun así puede ser considerado como un saludo poco sincero. Se puede decir que el gesto de estrechar la mano debe ser breve y firme. Los apretones prolongados sólo tienen sentido entre personajes públicos, sobre todo cuando hay fotógrafos que deben captar el momento.
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Cómo interpretar un apretón de manos
También se puede determinar el carácter de las personas por su manera de saludar:
• La palma ofrecida de forma horizontal y hacia abajo es un gesto propio de alguien a quien le gusta someter. • Hacerlo con la palma hacia arriba generalmente demuestra sumisión. • Si se utilizan ambas manos para realizar el saludo, se refuerza la afectividad del encuentro. • También cogiendo con decisión el antebrazo de la otra persona se consigue este efecto.
EL ABRAZO
Esta forma de saludo es mucho más efusiva y se produce en ocasiones bastante especiales: • Entre personas que no se han visto durante mucho tiempo. • Para felicitar por un éxito notable. • Para dar un pésame. • Entre hombres, si hay confianza y amistad, el abrazo puede ser complementado con palmadas en la espalda e incluso con un beso. • Hay que intentar utilizar el abrazo sólo con personas sanas y robustas por aquello de no hacer daño a los demás. • No es habitual que las mujeres utilicen este tipo de saludo. • Es frecuente presenciar abrazos más prolongados y efusivos a la hora de despedirse que a la de saludarse. Esto quizá se deba a que la conversación no ha sido suficiente para expresar todo el afecto que existe entre los interlocutores.
EL BESO
El beso en la mano
Hay personas y momentos en los que puede y hasta debe utilizarse por protocolo el «besamanos», pues es la expresión de máximo respeto y iración hacia la per-
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sona que así es saludada, si bien es cierto que la mayoría de las personas no nos solemos encontrar en estas circunstancias:
• En los saludos a eclesiásticos. • En los saludos a de alguna familia real. • En los saludos a damas que por su posición son dignas de especial respeto. ® Cuando un caballero quiere demostrar una cierta formalidad a una señora que le han presentado.
Además, y al margen de todo lo anterior (pues son situaciones preestablecidas), besar la mano, aunque actualmente no sea frecuente, es la forma más cortés con la que un caballero puede saludar a una mujer. El beso en las mejillas Es la forma de saludar más afectuosa, por lo que se emplea, sobre todo, entre familiares o amigos muy íntimos, sean hombres o mujeres. Como no a todo el mundo le gusta que le besen, es conveniente cumplir con una serie de requisitos:
1. El beso ha de ser seco y silencioso, sin que apenas se note. 2. En España el beso en la mejilla es doble. 3. En Francia, Rusia y algunos países de Oriente es triple. 4. En Estados Unidos y en Iberoamérica, el beso es solamente uno. 5. No hay ninguna norma que impida que dos hombres se saluden dándose un par de besos. Aunque esto suele quedar restringido al ámbito puramente familiar. No sucede así con las mujeres que utilizan con mayor frecuencia este tipo de saludo. 6. La utilización de este tipo de saludo ha de surgir de una forma natural, por tanto, no es aconsejable besar a una persona que nos acaban de presentar. 7. En muchos de los casos la utilización de los besos lleva consigo connotaciones demasiado íntimas y de confianza. 8. Entre gente joven de distinto sexo, el beso puede significar más pasión que saludo. 9. Conviene que la persona de mayor categoría sea la que inicie el gesto.
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EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
10. Hoy en día se está extendiendo la costumbre de saludarse con un beso, más que con un apretón de manos.
CONDUCTAS Y ACCIONES EN EL SALUDO
En todo saludo, sea del tipo que sea, hay que observar una serie de conductas y ejecutar una serie de acciones:
• Mirar a los ojos a nuestro interlocutor durante algunos segundos y dedicarle una buena sonrisa y unas adecuadas palabras. • No se debe mirar nunca a una tercera persona mientras estamos saludando a otra, debemos guardar un orden de miradas. Tampoco es correcto ocultar los ojos con gafas de sol; aunque en el sitio donde se esté haya excesiva luz, lo mejor es quitárselas para saludar. • Quien use guantes habrá de quitárselos para estrechar la mano a otra persona, por mucho frío que haga.
NORMAS PARA INICIAR EL SALUDO
• El inicio del saludo corresponde, según las normas de cortesía más clásicas, a la mujer con respecto al hombre, a la persona de mayor edad con respecto a los más jóvenes y, en ámbitos profesionales, al superior jerárquico con respecto a los subalternos. • La persona que inicia el saludo decide si va a ser cariñoso, distante, frío o cordial. Por ejemplo, un superior jerárquico puede saludarnos de forma efusiva, pero nosotros no podremos hacer lo mismo aunque él nos dé confianza para ello. • Entre personas de la misma categoría, compañeros de trabajo por ejemplo, suele utilizarse el saludo que sea más habitual. • Cuando una persona se encuentra con una pareja o matrimonio, se saludará primero a la señora y después al caballero. • Si se encuentran dos parejas, el primer saludo será entre las dos señoras, esperando los caballeros a hacerlo a continuación. • Los fumadores apagarán su cigarrillo o lo dejarán sobre el cenicero, cuando vayan a saludar a alguien. Es de mala educación mantener el cigarrillo
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en los labios, así como pasarlo a otra mano en el momento de realizar la acción de saludar. • Si la mano izquierda no se utiliza para reforzar el saludo, habrá que dejarla caer sobre un costado con naturalidad en lugar de meterla en el bolsillo. • Si no existe un gesto que invite a ello por parte de la persona a la que pretendemos saludar, es mejor no forzar un o físico, beso o abrazo. • Cuando lleguemos a un lugar donde se encuentra un numeroso grupo de personas, basta con dirigir un saludo general a todas ellas, sin necesidad de saludar una por una, utilizando las normas adecuadas de cortesía. En cambio, si hubiera en ese grupo una persona con rango superior a todos, lo correcto es realizar un saludo dirigido a esta persona en concreto y después uno general. • Los cumplidos son las expresiones que se utilizan para completar el saludo. Hay que intentar evitar los tópicos y utilizar alguna frase que tenga que ver con el motivo del encuentro. Hay que tener en cuenta que las frases utilizadas tienen que estar adaptadas a las personas a las que vayan dirigidas.
Es importante para las relaciones sociales saber tratar a las personas con corrección, sin frialdad, siendo acogedores y haciendo la vida agradable a los demás. Saber estar ante la gente es todo un arte, y es necesario ejercitarlo en círculos más o menos amplios. Es difícil acertar con el trato social, si no se cuida toda una serie de detalles con los más próximos. Hay que empezar el buen trato con nuestra propia familia y hacerlo extensivo a todas las personas con las que tenemos relación.
EL TUTEO
Hay quien piensa que el «tuteo» debe utilizarse de manera general, pues es un tratamiento que da confianza y facilita la entrada a una conversación, porque piensan que el tratamiento de «usted» aleja y enfría el encuentro. Otros, en cambio, afirman que tratar de «usted» a la persona con la que se habla, ha de ser la regla general, ya que así lo exigen las buenas maneras, quedando el «tuteo» para contextos muy personales y concretos.
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Es cierto que el «usted» lleva consigo el establecimiento de una cierta distancia, pero es una demostración de respeto. Tutear a alguien que espera que le traten de «usted» es, como poco, contrariarle. De manera muy especial hay que tener en cuenta a una serie de personas a las que no parece adecuado tutearlas:
• Personas que nos acaban de presentar o personas a las que no se conoce de antemano. • Personas con una edad notablemente superior. • Personas que por razón de su cargo o categoría social merezcan un trato de especial respeto. • Personas que por su trabajo estén en situación de proporcionarnos algún servicio, tales como personal doméstico, taxistas, camareros, etc. En estos casos, no debemos tutear a estas personas, ya que ellos no pueden hacer lo mismo con nosotros.
En caso de duda, es mejor pecar por exceso de educación que por defecto, pues ante un exceso de confianza corremos el riesgo de sufrir una bochornosa reprobación de nuestro interlocutor. «¿Le importa que le trate de tú?». Esta es una frase típica que corresponde a la evolución del uso social de este tratamiento. En la actualidad, el «tú» se usa con muchísima frecuencia. De todas formas, la etiqueta social dicta que son las mujeres, los personajes de mayor categoría social y las personas mayores, los que tienen la potestad de proponer a los demás el «tuteo». En el caso español hay una tendencia a confundir el respeto con la subordinación y se prefiere más el uso del «tú» que el de «usted», pero no hay que olvidar que el trato debe ser compartido por ambos interlocutores para que no se produzcan situaciones tensas.
COMPORTAMIENTO EN LUGARES PúBLICOS
Ésta es una regla de oro para desarrollar un comportamiento adecuado cuando frecuentemos lugares públicos: mantener un comportamiento educado en nuestro espacio privado, es decir, en nuestra propia casa.
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El buen comportamiento social, eso que en términos coloquiales hemos dado en llamar «buenos modales», no puede ser como un traje que nos pongamos sólo en algunas ocasiones. Debe ser como la propia piel que nos envolverá en todo momento y lugar. Uno de los parámetros con el que se mide el desarrollo cultural de un país es la conducta de sus habitantes en lugares públicos. La buena o mala imagen de una ciudad suele depender muchas veces de la actitud de los ciudadanos con respecto a la limpieza de sus calles o a la atención que se les presta a los visitantes. Ir tirando colillas, envoltorios y otros tipos de deshechos fuera de las papeleras no sólo ensuciará el pavimento, sino que también dañará la imagen de esa ciudad. Atender con cortesía la pregunta de cualquier forastero desorientado añadirá valiosísimos puntos a la buena imagen de esa ciudad. La calle ha sido tradicionalmente el lugar en el que se desarrollaba una buena parte de las relaciones sociales. Bulevares y parques eran puntos de encuentro para una sociedad que solía lucir sus mejores galas, y modales, en sosegados paseos que eran programados con cuidado para lograr un mejor lucimiento de los paseantes. Razones económicas y sociológicas son las que han provocado que las calles dejen de tener este cometido. Ahora, salvo excepciones, la calle apenas sirve para que las personas se trasladen de un sitio a otro y, de vez en cuando, celebrar algún encuentro casual. Aun así, tendríamos que tener en cuenta aquellas normas sociales tan vigentes en otra época que orientaban la convivencia en la calle. Extrapolémoslas a nuestro comportamiento en lugares públicos. Las normas sociales a seguir cuando nos encontremos en la calle o trasladándonos de un lugar a otro son:
Ceder el paso ante puertas y lugares estrechos Ante una puerta o lugar estrecho, el hombre tradicional mente está obligado a ceder el paso a la mujer, así como también lo hará un joven con respecto a una persona de mayor edad, y la persona de menor categoría a la de mayor rango. La puerta se debe sostener hasta que la otra persona la pueda alcanzar con su mano, sin soltarla de manera brusca. Esta norma tiene una excepción singular: cuando se acceda a un lugar en el que se pueda correr algún tipo de riesgo, será el hombre, el joven o el ciudadano de menor rango el que entre primero para cerciorarse de que no existe ningún peligro.
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Cesión de los asientos La norma de uso social dicta que se debe ceder el asiento a las mujeres embarazadas o aquellas que llevan en brazos a algún niño, a las personas de mayor edad y a las personas impedidas.
Transporte de objetos pesados o voluminosos El paraguas, maletas, paquetes y otros bultos deben ser llevados por el hombre o la persona más Joven.
Higiene en lugares públicos Hay que evitar arrojar en la calle cigarrillos, papeles, envases... y, por supuesto, escupir.
TEATROS, CINES Y OTROS ESPECTáCULOS
Si hay lugares en los que las personas, muchas sin tener el gusto de conocerse, se ven obligadas a compartir un espacio más o menos reducido, son los cines, los teatros y los locales públicos en los que se celebran conciertos. Además, la naturaleza de estos espectáculos requiere unas normas de comportamiento común para que puedan ser disfrutados en plenitud:
La puntualidad ¿Hay todavía alguien que no haya sufrido en sus propias carnes la tortura de tener que levantarse de su butaca, ya a oscuras, para dejarle paso a una persona que ha llegado a las siete y cuarto cuando la proyección comenzaba a laá siete? Cuando esto ocurre, el sufrido espectador que ha sido puntual se pierde la primera escena, el nombre de los protagonistas, los primeros compases del tema musical y, muchas veces, la paciencia. Si cuando se llega tarde es a una representación teatral o a un concierto de música clásica, lo más probable es que al impuntual no le permitan la entrada a la sala hasta que no se produzca un entreacto. Otra cosa es si el concierto es uno multitudinario de música «pop». Lo que ocurre entonces es que la persona que llega tarde no consigue el mejor sitio para presenciar el evento y, más que una falta de educación, es un perjuicio para el que asiste al concierto.
COMPORTAMIENTO SOCIAL •
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No hacer ruido ni comentarios en voz alta Otra norma de obligado cumplimiento es la de no hacer ruido ni hacer comentarios en voz alta. Sobre todo si los comentarios son sobre la identidad del asesino cuando se está visionando una película de misterio. O cuando en una función de teatro, en pleno monólogo intenso de uno de los intérpretes, suena un teléfono móvil. O si al romántico fondo musical de la película se le añade el crepitar de una bolsa de patatas fritas. En un concierto de música clásica todo esto sería motivo inmediato de expulsión.
No molestar a los ocasionales vecinos Ocupar los dos brazos de la butaca puede ser muy cómodo para uno, pero es una injusta invasión del territorio ajeno. También lo es empujar con las rodillas el respaldo del asiento que está delante o moverse continuamente de lado a lado como si se tratara de impedir la correcta visión de la persona que se sienta detrás.
Qué hacer para mostrar qué nos ha parecido el espectáculo En principio dependerá de qué tipo de espectáculo se trate y de si nos ha gustado o no. Así, no es muy habitual aplaudir o mostrar nuestro rechazo en una película, salvo en los estrenos. En el teatro, para aplaudir una escena que nos haya conmovido muy especialmente, habrá que esperar a que el intérprete haga una pausa (y ellos saben cómo hacerlo) para demostrarle nuestro entusiasmo. Al final de cada acto y al final de la función, se puede aplaudir calurosamente o criticar dentro de unas elementales normas de cortesía.
Cómo salir una vez terminada la función Lo fundamental en el momento de la salida una vez terminado el espectáculo es no abalanzarse en busca de las puertas de salida. Hacerlo supone un peligro importante para todos los asistentes.
PLAYA Y PISCINA
En estos sitios a los que se suele ir para relajar el cuerpo y el espíritu, lo que no debe relajarse es el comportamiento ni la buena educación. Hay unas normas, como en
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todo, que permiten combinar perfectamente bien la relajación que se busca y la buena educación. La primera norma es la de estar pendiente de que nuestras acciones no molesten a los demás. Cuando decidamos el sitio exacto en el que extender nuestra toalla, habrá que asegurarse de que no hay ninguna otra toalla en ese sitio. Y está muy mal visto coger la toalla ajena y apartarla. Cuidado con el volumen de nuestro transistor. No todo el mundo tiene los mismos gustos musicales que nosotros. Cuando hayamos terminado de comernos un bocadillo o de bebemos un refresco, no hay que olvidar usar las papeleras; si no encontrásemos ninguna, hay que guardar los desperdicios en una bolsa y tirarlos después en la basura de casa. Si hemos pasado el día en la playa y queremos marcharnos, para sacudir la arena de nuestra toalla hay que tener mucho cuidado de no hacerlo encima de alguien. Cuando se disfruta de un día en la piscina, a todas las recomendaciones anteriores, se le suman otras muy específicas propias de estos lugares, tales como usar los vestuarios para cambiarnos, la prohibición del uso del calzado en determinadas zonas, el uso del gorro de baño y la imprescindible y prácticamente obligada ducha antes de lanzarse al agua.
FUMAR
Independientemente de lo insano, molesto y a veces hasta desagradable que puede llegar a ser el hábito de fumar, todavía es una costumbre socialmente itida, aunque últimamente los no fumadores están ganando terreno en la batalla diaria que libran contra los fumadores empedernidos. Expondremos algunas normas que se deben seguir para poder fumar sin caer en la mala educación y en la desconsideración más absoluta:
1. No se debe fumar en espacios reducidos o sitios cerrados. 2. Si ha de compartir espacios cerrados con otras personas durante algún tiempo, debe preguntar a los demás si les molesta que fume. 3. Las bocanadas de humo deben dirigirse hacia donde no molesten. Hacerlo a la cara de otra persona puede resultar muy cinematográfico, pero es terriblemente descortés.
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4. Al terminar apague la colilla y asegúrese de que está totalmente apagada, pues muchas veces es más molesto el humo de la colilla que el del propio cigarrillo. 5. Cuando esté en casa ajena, está permitido fumar si el anfitrión ofrece un cigarro. Si no es así y la abstinencia llegara a ser insoportable, habría que pedir permiso para sacar un cigarrillo de los nuestros. 6. No se extrañe si al comienzo de una comida no hay ceniceros en la mesa, ya que no se ponen hasta después de los postres. 7. En una comida no se fuma hasta los postres (según los expertos culinarios no es bueno entre plato y plato, ya que el humo no deja disfrutar del aroma ni el sabor de la comida). Por si esto no fuese suficiente, la sola presencia en la mesa de un cenicero con colillas es suficientemente desagradable sin necesidad del humo. 8. No es nada apropiado fumar cuando se visita a un enfermo. 9. Cuando se fuma en grupo, tradicionalmente los caballeros ofrecen a las señoras y los jóvenes a los mayores, aunque estos conceptos hoy en día han variado notablemente. 10. No es elegante llevar el cigarrillo en la boca mientras se habla. 11. No hay que apagar un cigarrillo en un plato de comida ni pisarlo contra el suelo. 13. No es correcto, ni cómodo, fumar mientras se baila. 12. No se debe saludar ni despedirse de nadie mientras se fuma. Hay que dejar el cigarrillo sobre el cenicero. 14. Lógicamente, no se debe fumar del mismo cigarrillo que está fumando otra persona sin su permiso o si no la conocemos.
EL REGALO Y EL ARTE DE REGALAR
Saber hacer regalos es todo un arte de intuición y sensibilidad. Es difícil establecer unas normas sobre.este comportamiento que puede implicar quedar muy bien o sencillamente meter la pata. No obstante, puede decirse que existen una serie de pautas generales que ayudan a lograr un efecto favorable, el de quedar muy bien, en la persona a la que se ofrece el obsequio.
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El objetivo consiste en averiguar, sin tener que preguntárselo, las preferencias del destinatario del regalo, para saber qué es lo que le producirá una mayor satisfacción. Hay que esmerarse en descubrir sus gustos de un modojndirecto y discreto incluso provocando conversaciones casuales.
LA ELECCIóN DEL REGALO
Al adquirir un regalo es importante conocer si al destinatario le gustará, lo necesitará y si podrá usarlo. Hay que ser creativo y no conformarse con seguir patrones establecidos y recurrir a regalos tópicos. La elección de un regalo exige tiempo y dedicación, algo que después se notará y será agradecido. Además, actuando de esa manera, el regalo puede resultar más económico que otro que se haya adquirido con mayor rapidez. El regalo representa a quien lo hace por lo que debe de ser elegido con sumo cuidado. Un embajador no puede nunca transmitir un mensaje equivocado. El destinatario de un regalo percibirá el grado de aprecio que le profesa la persona que le ha hecho el obsequio. Sólo la gente muy materialista se fijará en el precio. A la hora de elegir un regalo es importante tener en cuenta el tipo de relación que une a quien lo hace con quien lo recibe, así como el aspecto más destacado de la personalidad de este último.
ALGUNAS SUGERENCIAS
• Para una persona aventurera: una brújula antigua, una navaja suiza multiusos, un facsímil del Libro de marear de Juan de la Cosa, un viaje, etc. • Para una persona intelectual: la última novela de José Saramago, una pluma estilográfica clásica, etc. • Para una persona soltera: un libro sobre «cocina para principiantes», un animal de compañía (un loro sería el más adecuado), etc. • Para una persona ecologista: un tronco de Brasil, un libro de campo de los muchos que ofrece el mercado, etc. • Para un bancario/a: un cerdito hucha, una suscripción anual al Financial Times, etc.
• Para un médico: una primera edición de Cuerpos y almas, un fonendoscopio de diseño, etc. • Para una mujer a la que tratas de seducir: flores, una joya, tal vez ropa, etc.
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• Para un hombre al que tratas de seducir: una fotografía tuya lo más sugestiva que te atrevas, un libro de poemas de amor, etc.
Estas recomendaciones, aparentemente informales, tratan de señalar el camino que habría que seguir para acertar con un regalo a la medida de la persona a la que se trata de obsequiar, que no es otro que el de pensar más en cómo se percibe a sí mismo que en cómo es en realidad.
NORMAS A SEGUIR
Con un poco más de seriedad vamos a exponer una serie de normas básicas a seguir en torno a este capítulo de los regalos: • No se debe hacer un regalo muy costoso a personas que no estén muy cercanas a nosotros o con las que no tengamos una íntima relación, reservando los obsequios más caros para personas más allegadas o importantes compromisos como puede ser una boda. • Regalar joyas se debe reservar para personas con las que se tenga una relación íntima. • Es importante la discreción, ya que si se hace un regalo demasiado costoso a personas que tienen una economía pobre, es posible que se hiera su sensibilidad y se manifieste cierta superioridad sobre ella. • Un regalo nunca debe componerse de varios objetos que no tengan relación entre sí, como si se pretendiera sumar la cantidad de dinero que hemos pretendido gastar.
CUáNDO SE DEBE REGALAR
• El regalo que más se agradece es aquel que no se espera; por lo tanto, el mejor regalo es el que no está en función de ninguna celebración, aunque es importante que en aquellas celebraciones entre personas muy allegadas se cuente con un pequeño detalle u obsequio. • Los viajes constituyen una ocasión especial para demostrar a alguien que nos hemos acordado de él a pesar de estar lejos, comprando algún obsequio típico del lugar visitado.
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• No es muy conveniente regalar animales, ya que implican una gran responsabilidad. Sólo se debe hacer con personas con las que se tenga mucha confianza y que además hayan expresado ese deseo. • No se deben dar regalos que nos hayan hecho a nosotros mismos. • Los objetos de broma no son materia de regalo, ya que pueden no gustar al destinatario.
CÓMO PRESENTAR Y ENTREGAR REGALOS
• El envoltorio debe de cuidarse con la mayor atención, ya que el objeto más delicado del mundo pierde todo su atractivo si no se presenta correctamente. Para acertar en esta acción, se requiere cierta elegancia e imaginación, que no tienen nada que ver con la extravagancia y la ostentación. • Los regalos se entregan con la suficiente discreción, sin darle excesiva importancia, sobre todo sin mencionar su precio. Si el regalo requiere de explicación, se hará cuanto antes para que quien lo recibe no se sienta incómodo. • Por otro lado, quien recibe un regalo, debe siempre expresar su agradecimiento personalmente, por teléfono o por escrito. • El uso social occidental dicta que recibir un regalo implica la obligación de agradecerlo antes de abrirlo. Tras abrirlo y verlo en presencia de quien ha hecho el regalo, hay que volver a agradecer el detalle. • Aunque el regalo no guste demasiado, no se debe dejar escapar el menor gesto de decepción. • Si se reciben varios regalos, hay que agradecer todos por igual, sin destacar ninguno de ellos. • Si el obsequio consiste en bombones o dulces, es importante abrirlos y ofrecerlos a todos los presentes. • Es importante guardar el ticket de compra por si el obsequiado, por el motivo que sea, decide que quiere cambiarlo.
LAS FLORES
Las Lores son siempre un obsequio muy oportuno. Constituyen un signo de paz y amistad.
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Es un detalle de mucho estilo regalar flores con cierta frecuencia, acompañándolas con una nota, escrita a mano, que sea sencilla, cariñosa y breve. Un ramo de flores es el obsequio más adecuado para agradecer una invitación, pero es necesario enviarlo al día siguiente. Se pueden entregar las flores personalmente en casos de gran confianza, pero lo normal es hacerlo a través de una tienda especializada, para lo cual uno debe asegurarse de que la persona que las va a recibir se encuentra presente en su domicilio y no de vacaciones, por ejemplo. También se ite hoy en día enviar flores a hombres y no sólo a mujeres.
EL COLOR DE LAS FLORES
Con respecto a los diferentes colores de las flores, en el mundo occidental se dan algunas constantes: • El color blanco simboliza el agua, la inocencia, la pureza, la ingenuidad y la alegría. • El rojo representa al fuego, la pasión, la potencia y la ambición. • El verde simboliza la esperanza, la juventud y el éxito. • El azul simboliza el aire, el amor puro y platónico y la comunicación espiritual. • El amarillo significa triunfo, riqueza, ambición e infidelidad.
En líneas generales con respecto al color, podría decirse que los colores claros están más indicados para chicas jóvenes.
EL LENGUAJE DE LAS FLORES
Desde los más remotos tiempos, las flores tuvieron un sentido elocuente, claro y preciso para los iniciados. Con ellas expresaban las mujeres los más recónditos pliegues de su alma y sus más íntimos anhelos en el juego eterno del amor. Fue en Oriente donde surgieron las claves ocultas del lenguaje de las flores y a través de los siglos, pasando por los egipcios, en la Edad Media, en el Renacimiento, etc., llegó hasta la época del más puro y fino romanticismo. Entonces surgió con todo su esplendor el antiguo recurso de hacer hablar a las flores.
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Era tan extenso su significado que traspasaba los límites simplemente amorosos. Hoy en día este lenguaje ya está en el desván de los recuerdos, y es por ello que nos parece interesante proponer aquí una síntesis del lenguaje de las flores, a modo de curiosidad:
Acacia: «¡Qué elegante eres!». Acedera: «Tendré paciencia contigo». Adelfa: «Voy a seducirte». Albahaca: «Te aborrezco». Alelí encarnado: «Tu belleza durará siempre». Almendro: «Has cometido una indiscreción». Altramuz: «Todo lo que te digo es verdad». Ambrosía: «Me gustaría volver a intentarlo». Begonia: «Seamos amigos». Campanilla de invierno: «Aún tengo la esperanza». Capullo rojo de rosa: «Sigue siendo así de pura». Clavel rojo: «Mi corazón suspira por ti». Crisantemo amarillo: «Has desdeñado mi amor». Crisantemo blanco: «Te pido sinceridad». Crisantemo rojo: «Te quiero». Dondiego: «He perdido la esperanza». Enebro: «Te querré siempre». Eupatorio: «Te estoy muy agradecido». Farolillo: «Gracias, muchas gracias». Flor de azahar: «Respeto tu castidad». Flor de ciruelo: «Mantén tu promesa». Flor de lis: «Por favor, llama». Geranio oscuro: vEstoy melancólico». Geranio rosa: «Te prefiero a ti». Girasol: «Te adoro». Gladiolo: «Nos vemos mañana». Hiedra: «Te ofrezco matrimonio». Hortensia: «Estoy encaprichado contigo». Iris blanco: «No he perdido la esperanza». Jacinto: «Seré constante».
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Jazmín blanco: «Seré amable contigo». Laurel: «Eres mi mayor éxito». Lila: «Ante ti me siento muy humilde». Lirio: «Te saludo con cariño». Lirio del valle: «Vuelve mi felicidad». Madreselva: «Nuestros lazos de amor». Margarita: «¿Me amas?». Menta: «Eres virtuosa». Muérdago: «Estoy superando mis dificultades». Narciso: «Eres una egoísta». Nenúfar: «Mi corazón es puro». Olivo: «Vivamos en paz». Orquídea: «Eres muy bella». Pensamiento: «Cuánto te recuerdo». Rosa: «Amor». Rosa blanca: «Soy digno de ti». Rosa blanca y roja: «Mezcla de sentimientos». Rosa roja: «Belleza». Tomillo: «Impon tu constancia». Trébol blanco: «Piensa en mí». Tulipán amarillo: «Mi amor no tiene esperanza». Tulipán rojo: «Te declaro mi amor». Valeriana: «Me adaptaré a cualquier cosa». Verónica: «Te seré siempre fiel». Violeta azul: «Confía en mí».
ALGUNOS CONSEJOS
Acerca del mundo de las flores, no olvidéis tener en cuenta:
• Son preferibles las flores naturales a las secas, así como los ramos pequeños y con buen gusto en su composición. • Es mejor enviarlas a los domicilios particulares que a las clínicas (por ejemplo en caso de un nacimiento).
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• No se debe obsequiar con flores a personas que vivan en el campo. • Hay que esmerarse por obsequiar con aquellas flores que sepamos que el destinatario prefiera. • También se ite regalar plantas, para lo que hay que seguir los mismos pasos que cuando se regalan flores.
LAS FLORES AFRODISíACAS
Algunas flores comidas, acariciadas u olidas son también poderosas aliadas en las labores de seducción, pues resultan afrodisíacas. De una u otra manera estimulan alguno de los cinco sentidos e incluso podemos decir que a veces los cinco sentidos a la vez. Vamos a hablar de algunas de esas flores:
• Pensamiento: se puede consumir en ensaladas. Su colorido embellece los platos y sus pétalos tienen un gran poder afrodisíaco. • Jazmín: esta flor de aroma fuerte, dulce y muy envolvente, influye en el sistema reproductor femenino. Su perfume actúa a nivel emocional. Es un valioso afrodisíaco que calma y relaja el cuerpo. Se puede utilizar tanto en la preparación de perfumes como en masajes y baños. Además, ayuda a solucionar problemas relacionados con la impotencia y la frigidez y contribuye a fortalecer los órganos sexuales masculinos. • Rosa: una de las flores más usadas como afrodisíaco. Su olor es fuerte, envolvente y seductor. Es muy utilizada para la elaboración de aceites y perfumes. Sus pétalos son usados, de modo habitual, en baños de inmersión. En el plano psíquico, aleja la melancolía y tiene cualidades antidepresivas. Además, también puede ser usada en casos de impotencia y/o esterilidad. • Lirio: su combustión desprende un perfume que garantiza altas dosis de estimulación. •
Ylang Ylang: conocida por sus poderes afrodisíacos, la flor de este árbol posee un aroma bastante persistente. Puede ser utilizada como perfume o como aceite aromático. Ayuda a combatir los problemas relacionados con la impotencia o la frigidez. Su envolvente perfume es muy estimulante. Las semillas del ylang ylang eran muy utilizadas como ingrediente afrodisíaco en el arte culinario.
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• Guaraná: su fama como afrodisíaco se debe a las propiedades tonificantes y estimulantes que alejan el agotamiento físico y mental, estimulando, de modo general, al organismo. • Sándalo: está considerado como un árbol sagrado en la India. La destilación de la madera interna produce un aceite espeso y amarillo, de fragancia dulce, picante, intensamente oriental. En aromaterapia, este aceite se utiliza para tratar problemas relacionados con el aparato genital-urinario, especialmente la impotencia y la frigidez. Por su acción estimulante en las funciones sexuales es considerado un afrodisíaco.
Uso Y ABUSO DEL TELÉFONO El teléfono se ha convertido en el más importante instrumento de comunicación para todo tipo de relaciones: personales, profesionales, de consulta, de emergencia, etc. Son muchas las personas que resuelven todo tipo de asuntos haciendo o recibiendo llamadas telefónicas.
NORMAS DE UTILIZACIóN DEL TELéFONO
Al ser el teléfono un instrumento omnipresente en la vida cotidiana, se ha hecho necesario el establecimiento de una serie de normas de utilización, si bien no siempre se cumplen:
La primera norma es la de no abusar del teléfono
Este aparato se considera un intruso en el lugar donde suena, ya que quien recibe una llamada se ve obligado a dar preferencia a esa llamada, abandonando cualquier otra actividad. En este sentido no se debe alargar innecesariamente el tiempo de conexión, siendo la persona que llama la responsable de poner fin a la conversación.
Atención con el horario
Hay que tener en cuenta que no se debe telefonear demasiado temprano por la mañana, sobre todo en Jornadas festivas, ni muy tarde por la noche. Esto hay que tenerlo especialmente en cuenta cuando se llame a domicilios con niños pequeños o personas mayores. Las llamadas nocturnas producen inquietud y suelen ser asociadas a
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malas noticias. Tampoco se debe utilizar la hora del almuerzo, ya que lo más probable es que se interrumpa éste. Si se llama al extranjero, habrá que tener en cuenta la diferencia horaria y resistirse a elevar el volumen de la voz, tratando de cubrir innecesariamente la distancia.
Identificación inmediata
La persona que efectúa la llamada debe identificarse enseguida, aunque esté hablando con una persona conocida, para no provocar una situación violenta al obligar al interlocutor a averiguar quién le ha llamado.
Con respecto a la voz
Es preciso cuidar su entonación y claridad. No se debe beber ni comer, ni hacer ruidos mientras se está hablando.
Equivocaciones al marcar
La reacción correcta que hay que tener cuando nos equivocamos al marcar es la de pedir excusas y no cortar la comunicación sin decir nada. Lo que en cualquier caso deberíamos hacer es comprobar que el número que tenemos anotado es el correcto con el fin de no molestar dos o más veces a la misma persona con nuestro insistente error. Si por el contrario recibimos una llamada equivocada, la actitud más correcta será la de aceptación de las disculpas con amabilidad y comprensión.
No usar el teléfono para temas importantes
Sobre todo, no hay que usarlo como refugio para dirimir disputas. No hay que dejarse dominar por el mal humor ni colgar el teléfono airadamente dejando al interlocutor con la palabra en la boca. Una acción de ese tipo puede considerarse como una grave ofensa.
Recibir una llamada en casa ajena
Si para estar localizadles en una casa a la que hemos sido invitados hemos dejado ese número, cosa que sólo se permite para atender urgencias importantes, debemos explicar la circunstancia a los anfitriones nada más llegar y si la llamada se produce, ser breves en la conversación.
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Si por el contrario tenemos que usar el teléfono para cualquier emergencia en la casa de nuestros anfitriones, también debemos ser breves. El anfitrión, normalmente, ofrecerá una sala donde esté ubicado otro terminal de teléfono para que podamos hablar con tranquilidad y no ser molestados durante nuestra conversación.
Con relación a los teléfonos públicos
En un teléfono público debe extremarse tanto la moderación en el volumen de voz como en los gestos. Si hay otras personas esperando turno para utilizar el mismo aparato, no se debe extender la conversación demasiado (recordad que es un servicio público). Si somos nosotros los que esperamos, tenderemos a ser pacientes, manteniéndonos alejados prudentemente de quien está hablando.
Las llamadas privadas a o desde el puesto de trabajo
La comunicación a través del teléfono es muy importante para cualquier empresa, por lo que las llamadas particulares que tengamos que hacer deben limitarse a lo estrictamente necesario. Si nos encontramos en el despacho de otra persona y ésta recibe una llamada, le preguntaremos si quiere que abandonemos el lugar.
TELéFONOS MóVILES
Estamos viviendo unos tiempos en los que todo el mundo está comunicado con todo el mundo. Los teléfonos móviles han venido a devorar el sentido de la distancia y del tiempo. Es tal el tipo de libertad que conceden, que es muy difícil poner algún tipo de norma a su utilización.
• Lo primero que se nos ocurre es recomendar encarecidamente que se mantengan apagados en los lugares donde su sonido pueda causar molestias, por ejemplo, en la sala de espera de una consulta médica, en el teatro o en un concierto y, por supuesto, en los aviones, donde además están rigurosamente prohibidos. • La persona que llama a un móvil, además de identificarse, deberá preguntar si ese es un momento oportuno para continuar con la conversación, ya
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que dadas las características de estos aparatos, las llamadas pueden llegar en el momento menos adecuado. • La conversación se reducirá a lo imprescindible. Algunos aparatos disponen de un servicio de mensajes que es conveniente utilizar como un contestador automático.
CONTESTADORES AUTOMáTICOS Y BUZONES DE VOZ
La utilidad del contestador automático reside en no perder avisos cuando nos encontramos ausentes. El mensaje que se deja grabado debe ser claro y en él nos identificaremos con nuestro nombre y teléfono. Debemos responder lo antes que nos sea posible los mensajes depositados en nuestro contestador.
Seducir con arte
LA SEDUCCIóN DEL CINE
Nos atreveríamos a decir que muchas de las obras de arte que se hacen en todo el mundo han sido creadas por y para la seducción, buscando exclusivamente ese fin. Y, en líneas generales, no ha debido irles nada mal a los artistas en ese empeño creador. Arquitectos, pintores o escritores se han acercado a la persona deseada con sus obras maestras como carta de presentación. El Taj Majal, ese extraordinario y conocido palacio hindú, fue diseñado y construido para albergar los amores de un rajá y su princesa. Hoy en día, una casa, cuanto más lujosa, mejor, bien equipada de bodega y despensa, tenuemente iluminada y con el ambiente perfumado e invadido de suaves notas musicales, es una poderosísima arma especializada en las seducciones más difíciles. Poder disponer de un rinconcito así, incluso algo menos sofisticado, es toda una garantía de éxito. La pintura también ha dedicado infinidad de obras al tema amoroso y más concretamente a las seducciones más conocidas. Basta con darse una vuelta por el Museo del Prado de Madrid en el que están expuestas La maja vestida y La maja desnuda, se dice que dedicadas por Goya a la duquesa de Alba, o por el Louvre parisino en una de cuyas paredes está colgada la sonrisa más seductora de la historia de la pintura, La Gioconda. El arte de la palabra, poesía, narrativa y teatro, es quizá el más explícito. Desde El Cantar de los Cantares del Rey Salomón, hasta los versos más encendidos de Pablo Neruda, son, además de bellísimos escritos, instrumentos eficacísimos que facilitaron a sus autores las labores de seducción que se habían propuesto. Con la poesía amorosa ocurre algo muy especial. Sus apasionamientos y ardores son contagiosos. Un poema de amor está compuesto para expresar el sentimiento de quien lo escribe, pero además sirve perfectamente para expresar o simular el senti-
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miento de quien lo recita. Es de ida y vuelta y, como la música, enciende la pasión de quien lo escucha. Por ello es siempre conveniente tener a mano un libro escogido de poesía amorosa o, mejor aún, aprender de memoria algún que otro poema para poder utilizarlo en aquellos momentos en que sea preciso encender el espíritu de alguien a quien queramos predisponer para aceptar nuestros requerimientos seductores. ¿Y qué vamos a decir de la música? No hemos conocido a ninguna pareja ya constituida y consolidada en cuyo pasado no exista una melodía. Como tema de conversación, la música ofrece grandes posibilidades y se han descubierto profundas afinidades a través de los gustos por determinadas canciones y las preferencias hacia determinados intérpretes. Pero es la más moderna de las artes, el cine, la que con mayor exactitud ha venido a exponernos la mecánica de muchos actos de seducción del pasado, del presente y hasta del futuro. Además, como ya hemos dicho en un capítulo anterior, el cine nos puede proporcionar el lugar idóneo y las condiciones de ánimo más adecuadas para emprender una seducción particular. Una sala de cine suele ser un lugar muy confortablemente atemperado, calefacción en invierno y aire acondicionado en verano. Su estado natural es el de la oscuridad y por si esto fuese poco, justo enfrente de nosotros puede estar exhibiéndose una historia de amor altamente sugestiva. Las salas de cine han sido acogedores refugios para los primeros ansiosos besos y los primeros cálidos roces. En un principio, el cine fue apenas un brillante y sorprendente experimento científico convertido en una atracción de feria cuyo fin último era el de sorprender a sus espectadores con la magia del movimiento. Sus creadores no vieron en él más que la demostración de la permanencia de las imágenes en la retina del ojo humano. Las primeras películas eran de muy corta duración y retrataban aspectós insustanciales de la vida más cotidiana: la salida de los obreros de una fábrica, la llegada de un tren a la estación... pero lo cierto es que desde ese primer momento el germen del cine comenzó a seducir a cientos de espectadores que pronto se contaron por miles y que hoy en día son millones. Con esa enorme capacidad que tienen los norteamericanos para convertir cualquier asunto en industria, el cine rápidamente empezó a generar dinero y, para sentirse seguro, estableció sus propias reglas creativas. Las primeras películas arguméntales fueron épicas. La conquista del oeste americano sirvió de fondo para desarrollar un género, el «western», que arrasó, y aún arrasa, en todas las taquillas del mundo. Los héroes de acero, impermeables a todo tipo de adversidad, se hicieron los amos de
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la pantalla, pero pronto los personajes se repitieron y era difícil distinguir a unos de otros. En algún momento surgió un esquema narrativo, con la seducción como fondo argumental, que permanece hasta nuestros días. El esquema es el siguiente: «Chico busca chica; chico consigue chica; chico pierde chica; chico reencuentra chica... y juntos protagonizan un final feliz». Si nos fijamos bien, esa línea argumental está presente en prácticamente todas las historias cinematográficas y sirve para cualquier tipo de escenario. Funciona en películas musicales, en historias policíacas, en comedias... Los hombres y mujeres siempre se buscarán por muy difíciles que sean las circunstancias que les rodeen. El esquema «chico busca chica» requería unos actores y unas actrices muy especiales, capaces de interpretar a los diversos tipos humanos presentes en la sociedad real. Era difícil, por no decir imposible, que una actriz pudiera ser en una película una joven ingenua y en otra, una glamurosa vampiresa, o que un actor representara en una historia a un personaje duro y misógino y en otra a un educado y romántico caballero. Actores y actrices se especializaron y de esa manera nació el llamado star system que tanta gloria le ha dado al cine norteamericano y, sobre todo, tanto poderío económico. La primera gran seductora de la pantalla fue, sin duda, Mary Pickford. Ella sola, con su presencia en los títulos de crédito de cualquier película, llenaba las salas de casi todo el mundo. Durante muchos años fue la actriz más taquillera. En las historias que protagonizaba siempre era el mismo personaje: la joven ingenua a la que cualquier desalmado podía engañar. Esa condición de desamparo atraía al héroe de turno que se empeñaba en mil aventuras para proteger a la dama siempre en apuros. Douglas Fairbanks era otro seductor de una sola pieza. En todos sus trabajos se metía en la piel de arriesgados aventureros o de esbeltos atletas, seguros de sí mismos y consumados seductores de cuanta mujer se le atravesaba en el camino. Finalmente, el personaje siempre terminaba rindiéndose a los ingenuos encantos de alguna desamparada jovencita. Siguiendo la estela de Mary Pickford, surgieron muchas actrices que componían el mismo tipo de personaje (Lillian Guih, Dorothy Gish, Edna Purviance o Alice Terry, entre otras). En todas sus películas representaban a mujeres indefensas y pasivas que sólo cobraban algún valor como premio al protagonista masculino. Aquel era un cine hecho por hombres en el que se ensalzaban los valores tópicos de la masculinidad y en el que la mujer era apenas objetivo de seducción. Se trataba de una forma muy simple de percibir la vida bajo un punto de vista norteamericano.
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Cuando se incorporaron a la poderosa industria cinematográfica norteamericana algunos creadores del viejo continente, ese panorama comenzó a cambiar. Llegaba a los guiones otro tipo de mujer bien diferente: una mujenmuy activa tanto emocional como sexualmente. Es la mujer que elige al hombre y que si éste no la satisface, le abandona. Es la mujer fatal, la vampiresa que basa sus actos de seducción en una misteriosa belleza y en fuertes dosis de agresividad. Ante este nuevo tipo de personaje femenino, el héroe tradicional, guapo, valiente, generoso y aventurero dejó de funcionar. Había que crear un nuevo tipo de seductor... y se importó al gran amante latino. Este es un personaje muy al estilo de Casanova que vive casi exclusivamente para la búsqueda del placer. Sin prácticamente ninguna de las virtudes arquetípicas del antiguo héroe, basa su éxito con las mujeres en su belleza y, a veces, en su poder. Es un personaje egoísta y poco dado a heroicidades y sin embargo cautivó el corazón y la imaginación de millones de mujeres de vida tranquila y gris. El actor más representativo de esta etapa fue un emigrante italiano, Rodolfo Guglielmi, que se convirtió en un fenómeno de masas, sobre todo femeninas, bajo el nombre artístico de Rodolfo Valentino. Con su cabello repeinado, negro y brillante, su mirada sensual y sus gestos felinos, Rodolfo Valentino ha representado a jeques del desierto, rajás de la India o gauchos de la pampa seduciendo lo mismo a desmayadas jovencitas que a avezadas vampiresas. En el esquema que hemos expuesto («chico busca chica») se encuentran dos puntos de inflexión que son del todo necesarios para desarrollar una sólida exposición dramática: el «chico pierde chica» y el «chico recupera chica». Para sustentar esos dos puntos de inflexión se inventó un personaje nuevo: el villano o la villana. Estos personajes, en principio, representaban el mal absoluto. Su misión en cada historia era la de impedir que el héroe y la heroína pudiesen llegar a un'final feliz. Para poder desarrollar sus maldades solían recurrir a acciones violentas. Todos podemos recordar la escena de una jovencita atrapada por un villano, llevada hasta las vías de un tren, amarrada a ellas y gritando desesperadamente ante la inminente llegada del convoy; el héroe, tras una dram.ática pelea contra el villano y contra el tiempo, consigue en el último instante salvar a la joven de su cruel destino. Pero otras veces, el villano recurre a sus malas artes de seducción para conquistar el amor de la doncella, separándola así de la pureza y las buenas intenciones del héroe. Para que el villano pudiese actuar de esta segunda y mucho más elaborada manera, era preciso dotarle de algunas características agradables, con lo cual ya no era solamente el mal absoluto. Alguna virtud habría que adjudicarle. Nace así un nuevo
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personaje que enseguida se convirtió en todo un clásico del cine: el buen villano o el villano con buenos principios. Don Juan, ese personaje de ficción con el que nos encontraremos siempre que queramos personalizar la seducción, era el prototipo a seguir. Bello, ingenioso, valiente y rico... pero de intenciones malvadas, hasta que es redimido por un gran amor verdadero. Como venimos observando, ya desde los inicios del cine, aparecen modelos distintos de seductores y seductoras como sustento imprescindible de todas sus historias. Y esto no ha parado hasta nuestros días. Han cambiado los tipos ante los requerimientos de la sociedad, pero lo básico permanece inalterable. En 1939, se rueda una de las películas más vistas por espectadores de varias generaciones. Hablamos de Lo que el viento se llevó, una lujosa superproducción enmarcada en la Guerra Civil norteamericana, en la que habitan cuatro personajes arquetípicos. Dos hombres y dos mujeres que dibujan a la perfección los cuatro tipos básicos de seductor y seductora no sólo de la historia del cine sino de la historia de la literatura. Vivian Leight, Clark Gable, Olivia de Havilland y Leslie Howard son las actrices y actores encargados de encarnar a esos personajes. La protagonista indiscutible de la historia es Escarlata O’Hara (Vivian Leight), una caprichosa damisela dispuesta a todo para conseguir seducir a un elegante y algo pomposo caballero del sur (Leslie Howard) destinado a casarse con Melita (Olivia de Havilland), una mujer de corazón de oro. Los manejos de Escarlata son observados muy de cerca por Red Butler (Clark Gable), un rico caballero de dudoso pasado y tormentoso presente, empeñado a su vez en seducir a Escarlata en la que puede ver un alma casi gemela a la suya. Las idas y venidas de estos cuatro personajes a través de la desgarradora historia que les une constituyen un catálogo de técnicas de seducción. La elegancia, la belleza, la bondad, la arrogancia, el dinero... todo vale en algún momento para que cada uno de los personajes logren sus propósitos. Al final, tan sólo uno de ellos. Escarlata O’Hara, permanece con sus ambiciones intactas. Todos los demás desisten. Nos hemos detenido en los personajes de Lo que el viento se llevó porque han constituido los cimientos en la construcción de otros imperecederos personajes cinematográficos que, a su vez, se han convertido en ejemplo de cómo afrontar técnicas de seducción en la vida real. Si tenemos en cuenta la capacidad casi inagotable de producir fuertes emociones que el cine proporciona a su espectadores, bien podríamos utilizarlo para que nos
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ayude en nuestras labores de seducción. Si conocemos bien a la mujer o al hombre que despierta nuestro deseo, no hay mejor manera de iniciar la operación que visionar con él o ella una película en la que su protagonista, femenino o masculino, suela representar personajes que se parezcan a quienes estamos tratando de seducir. Enseguida tendríamos que acomodar nuestra propia conducta a la del personaje de ficción que termina conquistando o siendo conquistado por el o la protagonista. Este tipo de operación siempre será rentable. Aunque se dé cuenta de lo que pretendemos, cosa que puede pasar, estaremos enviando a nuestro amado o amada una señal inequívoca de que nos interesa. Si el romance es posible, nos seguirá en el plan. De no ser así, habremos obtenido una información preciosa que nos indicará que debemos buscar pareja por otro lado. También suelen ser muy productivas las conversaciones que se producen inmediatamente después de haber visto juntos una película. Se hablará de temas, que sin el cine de por medio, sería mucho más complicado iniciar. Podremos hablar de amor platónico, de amores prohibidos, de amor entre personas de diferente edad o extracción social... y podremos hablar de sexo, ya que es difícil encontrar hoy en día una película en la que los temas sexuales no se expliciten en profundidad. Seamos Julia Roberts en busca de su Richard Gere o Jack Lemon tras los infieles pasos de Shirley McLane... o incluso seamos Woody Alien tratando de hacerse perdonar por Diane Keaton... todos ellos son los herederos directos de los Humphrey Bogart, Julie Andrews, Gregory Peck, Elizabeth Taylor, Kirk Douglas... que a su vez han recibido de Vivian Leight, Clark Gable, Olivia de Havilland y Leslie Howard toda su sabidría, y sus mañas, de seducción. Han sido y son modelos a seguir y, desde luego, seguidos y, creemos, que así va a continuar por mucho tiempo. Hoy, cuando los temas cinematográficos se han heho más abiertos y sin tapujos, habitan las pantallas de medio mundo una generación de actores y actrices «condenados» a ser objetos del deseo de millones de hombres y mujeres que de ellos quieren tomar ejemplo, aunque sea inconscientemente. Habría una manera de descubrir la personalidad oculta de una persona a través de sus preferencias cinematográficas. Pongamos algún ejemplo. Si a una mujer le ha gustado El hombre que susurraba a los caballos, protagonizada por el incombustible Robert Redford, película en la que se cuenta una historia muy suave de un amor imposible, seguramente es una romántica empedernida que sólo se dejaría seducir por maniobras delicadas en las que el espíritu tenga más poder que la carne.
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Si a un hombre realmente le ha gustado Pretty woman, cinta protagonizada por Richard Gere y Julie Andrews, en la que un agraciado, elegante y rico caballero, contrata los servicios de una dama de compañía para luego enamorarse de ella y ofrecerle la salvación proponiéndole no se sabe si matrimonio, estaremos ante un hombre que se dejará seducir rogándole amparo y protección. En el cine actual, tan eficaz en términos industriales, los actores y actrices raramente se desligan de personajes muy precisos. Imaginamos que hay complicados y costosos estudios de mercado detrás de esa circunstancia. La verdad es que cada vez que un actor o una actriz ha representado personajes que están totalmentre fuera de su registro, el público no lo ha aceptado de buen grado y la película no ha conseguido cubrir los objetivos económicos que perseguía. Por poner un ejemplo, Gregory Peck, galán reconocidísimo de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, en una de sus películas decidió dejarse bigote; no volvió a hacerlo más. En las taquillas pudo comprobarse que las caras de los astros no se tocan. Esto nos da pie a facilitar aún más las cosas a la hora de tratar de descubrir rasgos predominantes de una persona a través de sus preferencias en cuanto a actores o actrices se refiere. Elijamos algunos de los que están más de moda.
Brad Pitt
Su grupo de fans es muy interclasista y abarca desde los 20 hasta bien pasados los 40 años de edad. Son mujeres un tanto arrebatadas en busca de emociones fuertes. Para seducirlas habría que dividir el tiempo entre momentos de estudiada indiferencia y otros muy calientes de pasión incontenida.
Cameron Díaz
Sus fans recorren un muy extenso abanico social cuyo común denominador es el placer que sienten por divertirse en situaciones que provoquen risas. Para seducirles bastará con mantenerse siempre dispuesta a la diversión y jamás, jamás, crearle problemas ni establecer conversaciones dramáticas.
George Clooney
Sus más dedicadas fans son mujeres de más de 30 años que se consideran liberadas y de educación y cultura superior a la media. Aunque ellas hacen gala de que si estuviera en sus manos conquistarían a George, habría que verlas si tal posibilidad se les ofreciera. Para seducirlas hay que abonar su sentido de la libertad...
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aparte de resultarles interesantes físicamente y estar dispuesto a incurrir en gastos muy elevados.
Hugh Grant
Aparte de un grupo de mujeres maduras y liberadas, a Hugh Grant le «persiguen» aquellas jovencitas que se sienten enormemente atraídas por hombres mayores que ellas, algo canallas pero, eso sí, muy corteses y educados. Para seducirlas habría que cuidar mucho el vestuario clásico con algún toque extravagante, y dar a entender que, como ellas, hay decenas de mujeres suspirando por compartir la habitación de un hotel de cinco estrellas.
Jennifer López
Es el prototipo de mujer deseada por todos aquellos hombres, en su mayoría maduros, por cuyas venas todavía fluye el magma del machismo y que para satisfacer su enorme masculinidad necesitan una mujer que tenga, y en abundancia, todo lo que, según ellos, «una mujer debe tener». Para seducir a este tipo de hombres, si es que interesa, no queda más remedio que gastarse unos euros en cirugía plástica.
Jodie Foster
Los hombres a los que gusta suelen ser entusiastas de la exactitud. Ven las cosas de una manera muy precisa y toman sus decisiones con frialdad considerando siempre lo que mejor convenga a sus objetivos inmediatos. Para enamorar a un hombre de ese tipo sería preciso mantener siempre una postura clara, a ser posible muy cercana a la que él mantiene en ese momento. t
Julia Roberts
Gusta a hombres generalmente mayores de 30 años, algo tradicionales y muy responsables en todos sus comportamientos. Para seducirles sería preciso tener a mano y comprender desde las últimas cotizaciones de bolsa hasta los más recientes avances en la física cuántica. Tendrá que mostarse segura de sí misma y mantener siempre una actitud sobria y elegante.
Kevin Bacon
Puede despertar pasiones en todas aquellas mujeres que son atraídas por la maldad, pero que están seguras de no verse influidas por ella, por lo tanto mujeres muy
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seguras de sí mismas. Ser malo de palabra y de actitud, presumir, tan sólo eso, de sentir placer haciendo daño a los demás, puede ser una buena forma de interesar a una mujer a la que atraiga este actor.
Kim Basinger
Hombres a los que les gusta presumir de lo mejor: los trajes mejor cortados, el coche más potente, el apartamento más lujoso y la mujer más envidiada. Hay que esforzarse mucho para seducir a un hombre de estas características. Hay que tratar de ser tan explosiva como esta actriz.
Leonardo di Caprio
Sus fans son mujeres apenas salidas de la adolescencia con el romanticismo en estado puro. Para seducir a una mujer fan de Di Caprio, antes habría que pedirles el carné de identidad para comprobar su edad.
Madonna
Es un mito para jovencitos que viven como jovencitos y para maduritos que quisieran vivir como jovencitos. Para conquistar a un hombre a quien le guste Madonna, hay que estar dispuesta a saltarse todas aquellas normas sociales que obligan a no promover escándalo.
Mel Gibson
Las mujeres a las que atrae este actor suelen estar en ese estadio en que la vida ya está resuelta. Son formales y organizadas madres de familia o profesionales con la carrera bien encaminada, por lo tanto son de edad media, pero a las que, de vez en cuando, les gusta romper la normalidad para vivir experiencias singulares. Para conquistarlas hay que acercarse a su organizado mundo y proponerles romperlo de vez en cuando con un viaje, por ejemplo.
Nicole Kidman
Le van los hombres serios, muy serios, con los conocimientos de diez catedráticos y las maneras de un jefe de protocolo. Así son los seguidores de Nicole Kidman. La mujer que se sienta atraída por alguno de ellos, deberá esforzarse en eliminar de su comportamiento hasta el más tenue rastro de frivolidad. Además deberá mostrarse intransigente y hasta un poco «gobernanta inglesa».
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Tom Cruise Sus iradoras son mujeres, no niñas, de gustos delicados. No visten ninguna prenda sin marca reconocida, a veces de imitación, y gustan de beber en copas de cristal de Bohemia aunque sea vino blanco del más barato del mercado. Seducirlas no resulta demasiado difícil; basta con dejarse llevar de un sitio a otro, ir limpio y no hacer comentarios excesivamente profundos.
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¿Son tópicos? Seguramente sí, pero es que el cine, las historias que cuenta y la manera en que los espectadores y espectadoras se relacionan con él son auténticos crisoles de fundir tópicos. Es cierto que los nuevos ídolos son los músicos y cantantes, pero a ellos casi nadie quiere parecerse a la hora de elaborar comportamientos de conquista sexual. Ellos provocan con sus actitudes inconformistas y liberales el deseo de encontrar una fórmula para que cada uno pueda disfrutar de los privilegios que esos artistas parecen tener. Una vez encontrada esa fórmula, lo mejor es recurrir al cine, ese lugar mágico en el que siempre ocurren apasionantes historias de amor que incluso puede protagonizar uno mismo.
Seducciones o raptos mitológicos No podíamos dejar de dedicarle un capítulo a los actos de seducción de nuestros muy conocidos protagonistas de la mitología clásica. Dioses, diosas, héroes, ninfas, centauros... y hombres y mujeres puestos a su alcance. Cada uno de los numerosos raptos que vamos a reseñar son auténticas acciones de seducción, pero al tratarse de personajes con tanto poder, parece lógico pensar que sus deseos se cumplían o se cumplían, siempre. Muchos de estos mitos pueden ser trasladados a nuestro mundo real y actual, haciendo las correcciones necesarias.
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-v:)s mitos a los que hacemos referencia Por una vez el dios del rayo
de armas de seducción sin emplear ningún tipo de violencia. Leda, la
bellisim.i íciihi de 11 ova, casada con Tíndaro, soberano de esa ciudad, no pudo resistirse a los encantos de Zeus que para la ocasión se transformó en cisne, cautivando con su elegancia y con su belleza a la joven. De esa unión nacieron Cástor y Pólux, dos de los más notables héroes mitológicos.
ZEUS RAPTA A HERA
Zeus, dios olímpico, rapta a Hera, también diosa olímpica, virgen aún, en la isla de Eubea, y la lleva a un apartado paraje del monte Citerón. Al cabo de un tiempo se enfadan y Hera abandona a Zeus. Para recuperarla, Zeus finge un nuevo matrimonio con una estatua de madera vestida de novia y eso despierta los celos de Hera, lo que es motivo para la reconciliación.
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ZEUS RAPTA A
lo
Zeus, dios del Olimpo, rapta a lo, que es una ninfa. Zeus„ muy activo en labores amatorias, ha puesto sus ojos en lo, una bellísima ninfa, y trama cómo poseerla sin que Hera se entere. lo le rehuye hasta que el dios cubre la tierra con una suave niebla que oculta su unión con la ninfa.
ZEUS RAPTA A EUROPA
Zeus, dios olímpico, rapta a Europa, que es una mujer mortal. Entre los muchos raptos que lleva a cabo el soberano del Olimpo, el mas conocido es el de Europa, para lo que recurre a la estratagema de la metamorfosis que tan buen resultado le había dado con Leda. En este caso se transforma en un bello ejemplar de toro de piel blanca, que se lleva sobre sus lomos a Europa, que en realidad es una joven cuya procedencia está en Asia.
ZEUS RAPTA A GANíMEDES
Zeus, dios olímpico, rapta a Ganímedes, que es un muchacho mortal. Los dioses olímpicos, como posteriormente veremos con los héroes, se dedican a raptar también a jóvenes varones, dentro de la corriente socialmente itida entre los antiguos griegos de tener relaciones amorosas con efebos (corriente mitológica se entiende).
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Es uno de los raptos más conocidos de la mitología y divulgado a través de todas las técnicas artísticas. El joven Ganímedes pertenecía a la estirpe real de Troya. Como otros de las familias reales, una de sus ocupaciones era guardar los rebaños del patrimonio en los montes de los alrededores de la ciudad. Zeus tuvo tiempo de observarlo y asegurarse de su deseo por el joven apenas adolescente y decidió raptarlo y llevárselo al Olimpo donde le haría su copero particular, desplazando en este oficio a su propia hija Hebe.
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Existe una versión que narra una nueva metamorfosis de Zeus, esta vez en águila, para llevar a buen fin su propósito de rapto.
HADES RAPTA A PERSéFONE
Hades, dios olímpico, rapta a Perséfone, que también es diosa olímpica. En ninguna historia se demuestra más claramente que rapto, matrimonio y muerte van íntimamente unidos que en la del rapto de Perséfone por su tío, el olímpico dios de los Infiernos, Hades. El dios se enamora de la joven y decide raptarla. Este rapto es llevado a cabo con el consentimiento de Zeus, cuando ella se encuentra con otras ninfas cogiendo flores en una llanura situada según algunas versiones en Sicilia. De este rapto mitológico existe un documento gráfico de reciente aparición. Vamos a detenernos en un testimonio de pintura griega. Se trata de un fresco que adorna una tumba que ha permanecido intacta durante siglos, en el que se puede ver a Hermes volando en un carro de caballos, sosteniendo las riendas con una mano y arrastando asida por uno de sus pechos a Perséfone. La túnica del dios cubre púdicamente las caderas de la diosa.
POSEIDÓN RAPTA A PÉLOPE Poseidón, dios olímpico, rapta a Pélope, que es un muchacho mortal. La historia de Pélope es una de las más interesantes desde el punto de vista que nos ocupa, ya que es el único mortal que, raptado por un dios, se convierte a su vez en raptor. La compleja vida de Pélope la seguimos desde su primera infancia hasta su madurez y está llena de aventuras. Su origen está en Asia Menor, es hijo de Tántalo, que tuvo que emigrar a Europa por disidencias con lio. Nos es bien conocido el nombre del padre asociado al sustantivo «suplicio» y se explica al conocer qué clase de acción cometió para hacerse merecedor de tal castigo. Dio muerte a su hijo Pélope, lo descuartizó y lo condimentó para guisarlo a continuación y ofrecérselo a los dioses en una comida. Todos los dioses se dieron cuenta del engaño menos Deméter que, hambrienta y distraída, se comió un pedazo correspondiente al hombro.
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Los dioses lo restablecieron a la vida volviéndolo a cocer en el mismo caldero y en lugar del hombro se le puso una pieza de marfil. Debió de volver a la vida con un físico mejorado porque despertó la pasión de Poseidón y decidió raptarlo y llevárselo al Olimpo para hacerlo su copero, como después, según Píndaro, haría Zeus con Ganímedes. Después de su ascenso al cielo, recuperó su condición de mortal y regresó a la tierra. Era costumbre en Grecia que los amantes renunciasen a ios jovencitos amados cuando les salía la primera barba y ellos mismos aspiraban al matrimonio.
PÉLOPE RAPTA A HiPODAMIA
Pélope, ser mortal, rapta a Hipodamia, que también es ser mortal. Enómao era rey de la ciudad de Pisa, en la Élide, región del Peloponeso. Tenía una bella hija, Hipodamia, que era pretendida por numerosos jóvenes, aunque su padre no quería entregarla a nadie. Las razones también difieren, bien porque él mismo estaba enamorado de su hija, bien por temor a un oráculo que afirmaba que moriría a manos de su yerno, como así fue. Para poder rechazar a los pretendientes los retaba a competir con él en una carrera de carros que siempre ganaba él con sus caballos divinos, regalo de su padre el dios Ares, y seguidamente cortaba la cabeza de los perdedores y pretendientes. Pélope, llegado del Oriente, también se sintió atraído por la belleza de la joven y decidió arriesgarse en la prueba utilizando los caballos que le había regalado su antiguo amante, Poseidón. Hipodamia se enamoró de él y puso todo de su parte para evitarle el mismo fin que a los demás. Pidió la ayuda de Mirtilo, el cochero de su padre, que también estaba enamorado de ella, y consiguió que sustituyera una de las clavijas de hierro de las ruedas del carro de Enómao por otra de cera. En la carrera el rey tuvo un accidente y murió. Pélope se llevó a la joven, no sin antes matar a Mirtilo, el cochero, que había tratado de cobrarse el favor violando a Hipodamia. Mirtilo, antes de morir, lanzó maldiciones contra los descendientes de la pareja y por ello la vida de sus hijos y nietos, Atreo, Tiestes, Agamenón, Egisto, etc., estará llena de crímenes, desgracias, maldiciones y adulterios.
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LAYO RAPTA A CRISIPO
Layo, héroe, rapta a Crisipo, que es un joven mortal. Crisipo era hijo de Pélope y de una ninfa, de nombre Axíoque. Cuando Layo tuvo que exiliarse de Tebas fue a Elide en calidad de huésped de Pélope y allí se enamoró del joven Crisipo, al que instruía en el arte de guiar carros. Le raptó y le hizo su amante. Este fue el primer caso de pederastia entre los mortales. Crisipo, avergonzado, se quitó la vida. La venganza de Pélope fue enorme porque lanzó a Layo la maldición de no tener hijos o, en caso de tenerlos, que serían asesinados por ellos, dando origen a las desgracias de la saga de la familia real de Tebas.
HERACLES RAPTA A HYLLAS
Heracles, héroe, rapta a Hyllas, un joven mortal. Otro caso de rapto de un muchacho por un héroe es el de Heracles a Hyllas. Heracles, en una de sus aventuras bélicas, luchando en Tesalia, en los alrededores del monte Parnaso contra los dríopes, mató a su rey Tiodamente y raptó a su hijo que era Hyllas.
PELEO RAPTA A TEXIS
Peleo, héroe, rapta a Tetis, que es una diosa. Tetis es una de las nereidas, hijas de Nereo, el Viejo señor del mar, y de Dóride. Es, pues, una de las divinidades marinas, tal vez la más famosa y muy bella puesto que los propios dioses olímpicos Zeus y Poseidón habían puesto sus ojos en ella. No osaron llevar a cabo la unión por temor a un oráculo de Prometeo que anunció que el hijo nacido de la nereida sería más poderoso que su padre. Como Zeus sabía las probabilidades para que se cumpliera un oráculo de estas características, renunciaron a ella y en cambio aceptaron que fuera asignada a un mortal. El sabio centauro Quirón, enterado de esta decisión, aprovechó para recomendar a su amigo Peleo y emparentarlo así con la divinidad. A ella no debió de parecerle tan bien la decisión de unirse a Peleo ya que éste tuvo que raptarla.
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Una propiedad de las divinidades marinas es su capacidad de transformarse en seres o fuerzas de la naturaleza diversas y cuando Peleo la abrazó fuertemente para llevársela, la diosa se transformó sucesivamente en fuego, agua, viento, árbol, pájaro, tigre, león serpiente y finalmente en jibia. Peleo, aleccionado por Quirón, le sujetaba mientras tanto firmemente y al fin Tetis recuperó su ser antropomorfo. Como otros casos de rapto, el asunto terminó en boda, acontecimiento del que se derivaron consecuencias imprevisibles.
TESEO RAPTA A HELENA
Teseo, héroe, rapta a Helena, que es una doncella mortal. Teseo entabla una gran amistad con Pirítoo, héroe de los lapitas, al que ayudó en la batalla contra los centauros. En una alocada apuesta, los dos amigos, sintiéndose capaces y merecedores porque ambos eran hijos de dioses, Poseidón y Zeus respectivamente, decidieion desposar cada uno a una hija de Zeus. Se echaron a suertes los nombres elegidos y a Teseo le tocó Helena, la divina hija de Zeus y Leda. Es un extraño episodio que no favorece a la buena fama de Teseo como héroe político favorecedor de Atenas. Plutarco intenta soslayarlo diciendo que estas aventuras las llevó a cabo en su etapa adulta, cuando ya contaba con relaciones y amores a sus espaldas y fue convencido por su joven amigo para llevar a cabo semejante reto. Primero se dirigieron a Esparta donde la niña ya apuntaba su belleza, y la raptaron sin esfuerzo mientras estaba practicando una danza ritual en el templo de Artemis Ortia. Se habían comprometido los dos héroes a llevar a cabo las dos hazañas juntos y Teseo debía pues acompañar a Pirítoo al Hades. Llevaron a Helena a Afidna y la dejaron al cuidado de su madre Etra. Durante su ausencia, los Dioscuros, hermanos de Helena, invadieron el Ática para rescatarla y con ella se llevaron a Etra, madre de Teseo, que desde entonces atendió a Helena y se fue con ella a Troya hasta que de allí fue liberada por sus nietos Demofonte y Acamante cuando cayó la ciudad. La segunda aventura fue intentar raptar a la mismísima diosa Perséfone y para ello descendieron a los Infiernos, aunque esta vez no tuvieron éxito.
SEDUCCIONES O RAPTOS MITOLóGICOS
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Hades simuló acogerlos benévolamente y les invitó a un banquete. Cuando quisieron levantarse de los asientos no pudieron y quedaron prisioneros. Sólo a Teseo le liberará posteriormente Heracles cuando baje al Hades para llevarse al Can Cerbero, pero Pirítoo quedará allí prisionero.
TESEO RAPTA A ANTíOPE
Teseo, héroe, rapta a Antíope, una amazona. Anterior en el tiempo es esta aventura en la que Teseo acompañó a Heracles a luchar contra las Amazonas. Mientras éste debía robar el cinturón de la reina Hipólita, Teseo raptó a la amazona Antíope. O bien él se dirigió al reino de las Amazonas sólo para raptar a una y fue Antíope la que le agasajó con productos de la tierra. Teseo la invitó a subir al barco y una vez que estuvo dentro, zarpó en dirección a Atenas sin dejar que se bajara de la embarcación. Para vengar ese rapto, las amazonas se dirigieron luego contra Atenas donde se entabló una batalla recogida en múltiples testimonios iconográficos. De esta unión nació Hipólito, del que se enamorará Fedra, la siguiente mujer de Teseo. Antíope fue asesinada de un flechazo por Molpadia, otra amazona que había acudido al ✓ Atica para atacarla.
CASTOR Y PóLUX RAPTAN A FEBE E HILAIRA
Cástor y Pólux, héroes, raptan a Febe e Hilaira, que son unas doncellas mortales. Cástor y Pólux son los más famosos héroes de Esparta, ciudad donde la costumbre del rapto es muy habitual. Decidieron raptar a sus primas, Febe e Hilaira, hijas de Leucipo, hermano de Tíndaro. Estas jóvenes estaban ya prometidas y a punto de casarse. En la ceremonia de las bodas a las que los Dioscuros estaban invitados, llevaron a cabo el rapto, lo que provocó el enfrentamiento con los novios y la posterior muerte de Cástor y Linceo. Según otras versiones, los primos no les disputaron a las jóvenes y después del rapto vivieron en común y tuvieron hijos. Fue posteriormente cuando tuvieron un enfrentamiento por el botín de una expedición a Arcadia para robar lo ganado.
216 • EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
Eos. DIOSA, RAPTA, RAPTA Y RAPTA...
Entre las divinidades antropomórficas que representan fuerzas de la naturaleza hay una diosa especialmente activa en el arte de raptar. Esta actividad es producto del castigo a que la somete Afrodita, por haber yacido con Ares, amante de esta última y vengativa diosa. El castigo consiste en que Eos permanezca siempre enamorada. Raptó a Orión, gigante hijo de Poseidón, y lo llevó a Délos, Raptó a Clito, nieto de Melampo, a causa de su belleza, y lo colocó entre los inmortales. Raptó a Céfalo que es un héroe descendiente de Deucalión según unas versiones o bien héroe ateniense, hijo de Pandión. Eos se enamoró de él y lo raptó y lo trasladó a Siria. Céfalo abandonó a la diosa y volvió a Atenas donde se casó con Procris, hija del rey Erecteo o del rey Cécrope. Según otra versión, la diosa lo había raptado a poco tiempo de casarse con Procris, y gracias a los ruegos y lamentos de ésta lo liberó. Raptó a Titono, héroe perteneciente al ciclo troyano y considerado hijo de Laomedonte (hermano mayor de Príamo). También él era un joven hermoso y Eos, sensible a la belleza masculina, decidió raptarlo. Lo condujo a Etiopía y con él engendró a Ematión y a Memnón, que será su hijo predilecto. Deseosa de beneficiar a su amante, pidió para él a Zeus la inmortalidad, pero se olvidó de añadir que fuese acompañada de la juventud. Y fue envejeciendo cada vez más y reduciéndose hasta que se le podía meter en una cesta de mimbre. Finalmente la diosa lo convirtió en cigarra.
Los
VIENTOS N
Los hijos de Eos, los Vientos, heredan el gusto por los raptos. Bóreas, representación del viento frío procedente del Norte, era temido por su fuerza y se representa como un osado raptor de doncellas. En la mitología ática juega un papel destacado porque raptó a Oritia, hija del antiguo rey Erecteo, que no había permitido que se casara con ella porque no quería que se trasladara a un país tan lejano y frío como Tracia, lugar donde habita el viento del Norte. Oritia era hermana de Procris, la mujer de Céfalo. Bóreas entonces se la lleva mientras jugaba en las orillas del río Ilisos.
SEDUCCIONES O RAPTOS MITOLóGICOS *217
Céfiro, viento suave del Este, rapta a Flora, divinidad de la vegetación que hace florecer los árboles y plantas. Ovidio pone a Flora en relación con un mito helénico y la identifica con la ninfa griega llamada Cloris. Un día que estaba paseando por los campos fue vista por Céfiro, quien se enamoró de ella y la raptó, aunque luego fue éste otro de los casos que terminó en matrimonio.
LAS NINFAS RAPTAN A HYLLAS
Las ninfas raptan a Hyllas, que es un joven mortal. Hyllas es objeto de un doble rapto. Primero fue objeto del deseo del héroe Heracles. Juntos participan en la expedición de los argonautas y en una escala en Misia, Asia Menor, para atender a las necesidades de los embarcados, Hyllas recibió el encargo de procurarse agua potable. Fue en su busca, pero ya no regresó porque las ninfas al verlo tan hermoso lo raptaron. Lo buscaron los argonautas, especialmente Heracles que entabló una lucha contra los misios y ya no volvió al barco porque, tal vez por consejo de los Bordadas, zarparon sin él.
SALMACIS RAPTA A HERMAFRQDITQ
Salmacis, ninfa, rapta a Hermafrodito, que es un joven mortal. Hermafrodito, joven de gran belleza, hijo de los dos dioses que le aportan su nombre, se encontraba una vez en Caria a las orillas de un hermoso lago. La ninfa que habitaba en él, de nombre Salmacis, al verlo se enamoró y le declaró su amor, pero el joven la rechazó porque no le gustó nada. La ninfa pareció resignarse al tiempo que urdía su plan en secreto. Cuando Hermafrodito se sumergió en el lago atraído por la claridad de las aguas, ella surgió de las mismas y se abrazó fuertemente a él al tiempo que suplicaba a los dioses que no se pudiesen separar sus cuerpos jamás. Salmacis fue escuchada por los dioses y surgieron de ahí unos nuevos seres dotados de doble naturaleza: Tritones y Sirenas. El deseo de Salmacis se hizo realidad después de implorar a los dioses, a pesar del rechazo del joven Hermafrodito.
218 • EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
TiCIO TRATA DE RAPTAR A LETO
Ticio, gigante, trata de raptar a Leto, diosa. Leto es hija
NESO RAPTA A DEYANIRA
Neso, centauro, rapta a Deyanira, mujer mortal. El centauro Neso estaba establecido a orillas del río Eveno porque se dedicaba a pasar a los viajeros de orilla a orilla. Un día se presentó Heracles, contra el que ya había luchado en otra ocasión, acompañado de su mujer Deyanira y su hijo. El héroe atravesó a nado y le confió la joven al centauro. Éste quiso violarla, pero ella llamó a Heracles quien, al apercibirse, disparó una flecha e hirió mortalmente al centauro.
Pero no es sólo en la pagana mitología clásica donde encontramos acciones reprobables utilizadas para conseguir llevar a cabo un acto de seducción. La mitología hebrea, fuente de la cristiana, ofrece también algún episodio no demasiado edificante.
REVISEMOS UN PASAJE PE LA BIBLIA
Un atardecer se levantó David de su lecho y se paseaba por el terrado de la casa del rey cuando vio desde lo alto de dicho terrado a una mujer que se estaba bañando. Era una mujer muy hermosa. Mandó David para informarse sobre la mujer y le dijeron: «Es Betsabé, hija de Eliam, mujer de Urías el Hitita». David envío gente que la trajese; llegó donde Da-
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vid y él se acostó con ella, cuando acababa de purificarse de su periodo. Y ella se volvió a su casa. La mujer quedó embarazada y envió a decir a David: «Estoy encinta». David mandó decir a Joab: «Envíame a Urías el Hitita». Joab envió a Urías adonde David. Llegó Urías donde él y David le preguntó por Joab, por el ejército y por la marcha de la guerra. Y dijo David a Urías: «Baja a tu casa y lava tus pies». Salió Urías de la casa del rey, seguido de un obsequio de la mesa real. Pero Urías se acostó a la entrada de la casa del rey, con la guardia de su señor, y no bajó a su casa. Avisaron a David: «Urías no ha bajado a su casa». Preguntó David a Urías: «¿No vienes de un viaje? ¿Por qué no has bajado a tu casa?». Urías respondió a David: «El arca, Israel, y Judá habitan en tiendas. Joab mi señor y los siervos de mi señor acampan en el suelo, ¿y voy a entrar yo en mi casa para comer, beber y acostarme con mi mujer? ¡Por tu vida y la vida de tu alma, no haré tal!». Entonces David dijo a Urías: «Quédate hoy también y mañana te despediré». Se quedó Urías aquel día en Jerusalén y al día siguiente le invitó David a comer con él y le hizo beber hasta emborracharse. Por la tarde salió y se acostó en el lecho, con la guardia de su señor, pero no bajó a su casa. A la mañana siguiente escribió David una carta a Joab y se la envió por medio de Urías. En la carta éste había escrito: «Poned a Urías frente a lo más reñido de la batalla y retiraos de detrás de él para que sea herido y muera». Estaba Joab asediando la ciudad y colocó a Urías en el sitio en que sabía que estaban los hombres más valientes. Los hombres de la ciudad hicieron una salida y atacaron a Joab; cayeron algunos del ejército de entre los veteranos de David; y murió también Urías el Hitita. Partió el mensajero y cuando llegó a su destino, comunicó a David todo lo que le había mandado Joab. David se irritó contra Joab y dijo al mensajero: «¿Por qué os habéis acercado a la muralla para luchar? ¿Quién mató a Abimélek, el hijo de Yerubbaal? ¿No arrojó una mujer sobre él una piedra de molino desde lo alto de la muralla y murió él en Tebés? ¿Por qué os habéis acercado a la muralla?». El mensajero dijo a David: «Aquellos hombres se crecieron frente a nosotros, hicieron una salida contra nosotros en campo raso y los rechazamos hasta la entrada de la puerta, pero los arqueros tiraron contra tus veteranos desde lo alto de la muralla y murieron algunos de los veteranos del rey. También murió tu siervo Urías el Hitita».
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Entonces David dijo al mensajero: «Esto has de decir a Joab: No te inquietes por este asunto, porque la espada devora ya a uno ya a otro. Redobla tu ataque contra la ciudad y destruyela. Y así le darás ánimo». Supo la mujer de Urías que había muerto su marido e hizo duelo por su señor. Pasado el luto, David envió por ella y la recibió en su casa haciéndola su mujer.
Seducciones históricas
A lo largo del transcurso de la Historia se han producido encuentros entre hombres y mujeres, hombres y hombres y mujeres y mujeres, en los que la seducción ha sido el punto de partida para el establecimiento de relaciones breves o prolongadas, tranquilas o tormentosas, pero siempre intensas. Muchos de esos encuentros galantes, debido a la naturaleza especial de sus protagonistas, han hecho variar el rumbo de la Historia. Vamos a recordar en este capítulo algunos de los casos cuya selección se ha hecho por la fuerza dramática con la que se produjeron.
CÉSAR, CLEOPATRA, MARCO ANTONIO...
Julio César, ese hombre singular que llegó, vio y venció para conseguir hacerse con todo el poder del más importante imperio del mundo conocido, sin duda alguna tuvo que ser un gran seductor y, a la vez, un gran seducido, en uno de los capítulos más apasionantes de su vida. Ya en el poder y ante el imparable crecimiento de Roma, César se dio cuenta de que las necesidades de la ciudad eran cada vez mayores. Si el trigo llegara a faltar, Roma se hundiría, y la mayor parte del trigo llegaba de Egipto. Por lo tanto, era necesario conquistar este país. Y así se hizo. La lucha era desigual. Por un lado las experimentadas legiones romanas, por otro un ejército valiente, sí, pero sin un general de valía. César venció, según su costumbre, y se estableció en Alejandría, la ciudad fundada por su irado Alejandro Magno. La reina Cleopatra había huido y no se sabía dónde estaba, hecho que preocupaba poco a César. ¿Qué podía temer de una jovencita inexperta que gobernaba desde los 17 años un país de un millón de súbditos sin tener ninguna experiencia
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sobre ello? Cleopatra se había casado con su hermano Tolomeo XII, que, accidentalmente, o así se dijo, había muerto ahogado en el Nilo. Luego había contraído nuevas nupcias con otro hermano suyo, Tolomeo XIII, con el que vivía cuando César conquistó su reino. El incesto, no considerado como tal, de los reyes era un ritual obligatorio, pues ¿no eran descendientes de los dioses? Entonces, ¿con quién podían emparentar dignamente sino con ellos mismos? Un buen día le anunciaron a César que un tal Apolodoro quería verle para entregarle una valiosa alfombra. Cuando Apolodoro estuvo frente a César, desenrolló la alfombra y de su interior apareció una joven mujer:
-Ave, César, soy Cleopatra. La joven era morena y muy bella. Sus ojos brillaban y sus labios sonreían incitadores. César se conmovió, la miró y le gustó. Aquella misma noche fueron amantes. Probablemente Cleopatra era menuda. Su hermosura, cantada a lo largo de los siglos, tal vez hoy no nos parecería tal. Su nariz debía ser aguileña. Este dato lo sabemos porque, por ejemplo, Pascal, siglos después, dijo que «si la nariz de Cleopatra hubiera sido más corta, la faz del mundo habría cambiado»; luego un humorista de la misma nación afirmó que «es posible que la faz del mundo hubiese cambiado, pero lo que es seguro es que lo que hubiera cambiado habría sido la faz de Cleopatra». Sus pechos eran menudos y de forma cónica y su tez morena aunque menos oscura que la de sus compatriotas. Plutarco nos dice que su hermosura no era tal que causaba asombro. Pero era lista, y sabía serlo, cosa más difícil todavía. César, como todos los hombres, era vanidoso y gustaba de contar sus proezas guerreras. Lo mismo que les pasa a los cazadores con sus triunfos cinegéticos. Cleopatra sabía escuchar y sus silencios eran tan expresivos que César la creyó una gran conversadora. Al fin y al cabo César era un hombre como todos los demás. Y como a todos, le gustaba contar sus hazañas, las cuales Cleopatra escuchaba con una sonrisa de iración y luego aplaudía. Y así pasaban los días, no así las noches que debieron ser diferentes, pues Cleopatra quedó embarazada. El fruto de sus amores se llamó Cesarión.
SEDUCCIONES HISTóRICAS • 223
Julio César debía volver a Italia. Pero, ¿cómo hacerlo sin esa encantadora mujer? ¿Cómo le recibirían los romanos? Una amante, un capricho, lo comprenderían; pero esa pasión, ese ardor, ¿le comprometería? Pese a todo, César instaló en Roma a Cleopatra con todo el lujo que podía ostentar una reina. La sociedad romana se dividió. Unos aceptaron a Cleopatra y otros la criticaron. La figura de César se vio empapada en esa pugna. Posteriormente, César tuvo que abandonar a Cleopatra para ir a combatir a España. Cleopatra se quedó en Roma luchando por él. Por un biógrafo de la reina. Cario Maria Franzero, conocemos algo de la vida de Cleopatra en Roma: «Los salones de la villa transtiberina eran ahora más frecuentados que nunca. La reina estaba allí para complacer, para agradar, para allanar el camino a César. Permitía y fomentaba las discusiones políticas. Eran muy fastidiosas, pero le ayudaban a saber los vientos que soplaban». A inicios del año 45 a. C., César, que había derrotado en Munda a sus enemigos, volvió a Roma y en una de sus reuniones en casa de Cleopatra le presentó a Marco Antonio. A
Este era un hombre guapo de 38 años. Los escritores lo describen como alto, atlético, de abundante cabellera negra... A
El aseguraba, medio en serio medio en broma, que descendía de Hércules. Decimos que medio en serio, porque le daba importancia, y que medio en broma, porque era un hombre con gran sentido del humor dispuesto a burlarse de todo el mundo, empezando por sí mismo. Era, además, hombre valiente y sus soldados le adoraban. Antiguo enemigo de César, se había convertido en entusiasta propagandista suyo y no se recataba de decir que deseaba la restauración de la monarquía con César como rey emperador. La actitud de César era cada día más arrogante. Por otra parte sus gustos se apartaban cada vez más de los tradicionales de Roma para decantarse hacia los usos orientales... egipcios, evidentemente. Esta actitud y los gustos recientemente adquiridos alimentaron la conjura. Durante el mes de marzo del año 44 a. C., a pesar de que sus amigos y varios adivinos le advirtieron del peligro que corría si iba, Julio César acudió a una reunión en el Senado. En la entrada del noble edificio, los conjurados se lanzaron sobre él. César quiso defenderse de los puñales y espadas que le herían, pero al ver entre los agresores a Bruto, se tapó el rostro con la toga, diciendo:
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vi
-jTú también, hijo mío!
Y cayó muerto. En su cuerpo se contaron veintitrés heridas. Cleopatra entonces se encontró sola. Desaparecido su protector pensó, por un momento, que Cesarión sería proclamado sucesor. Pero pronto Marco Antonio la desengañó: -No te hagas ilusiones. Vuelve a Egipto. Aquí no estás segura y allí estarás a salvo. De momento hemos formado un triunvirato. Octavio, Marco Lépido y yo, y ya veremos lo que sucede.
Cleopatra volvió a Egipto, pero no se dio por vencida. A rey muerto, rey puesto. Y puso su mirada en Marco Antonio. Con César había sido fácil. César era hombre conocido no sólo por sus virtudes guerreras, sino también por sus vicios privados. Marco Antonio era distinto. Para seducir a César, Cleopatra había usado el cerebro. César se había encontrado con una mujer inteligente, instruida, que sabía escuchar. Era ambiciosa, sin duda, pero también lo era él. Se complementaban. Cleopatra no dudó un instante que quien le convenía entonces era Marco Antonio, el cual tenía a su alcance a todas las mujeres que quería, por lo que era menester superarlas a todas. ¿Cómo? Con la lascivia, con el arte erótico que, aparte de resultarle habitual, había heredado de sus antepasados egipcios. Y a ello se dedicó y con tal fortuna que antes de partir para Egipto, ya había conquistado a Marco Antonio. Aunque, como tantas veces sucede, él no lo sabía. El caso es que, debiendo hacer un viaje por Asia Menor, Marco Antonio pidió a Cleopatra que se reuniese con él en Tarso. Al fin y al cabo, Egipto era una nación sometida a Roma. Aunque hubiese querido, que no lo quería, Cleopatra hubiese tenido que presentarse. Y así lo hizo, pero no como reina sujeta a Roma, sino simplemente como mujer. La embarcación con la que se presentó era verdaderamente regia, con un lujo oriental. Los remos eran de plata, las velas de púrpura. Sentada en un trono de marfil, rodeada de las más bellas esclavas que había podido reunir, Cleopatra se presentó ante Marco Antonio, quien, en vez de esperarla, salió a su encuentro. Al subir al navio, una orquesta de instrumentos exóticos acompañó la escena.
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El trono, casi un diván, estaba cubierto por un toldo de seda con hilos de oro y muchachos impúberes disfrazados de Cupido abanicaban a la reina entre nubes de incienso. No era sólo una reina, era una diosa. Marco Antonio se quedó a cenar. Iba con su séquito y todo el mundo quedó asombrado por el lujo que desplegó Cleopatra. Colgaduras de oro y púrpura, el suelo sembrado de flores aromáticas, muebles de ébano y marfil, todo era tan maravilloso que Marco Antonio se quedó asombrado.
-¿Te gusta? -Muchísimo. -Pues te lo regalo. La cena terminó y Marco Antonio se quedó con Cleopatra. Al día siguiente las naves de ambos zarparon con rumbo a Alejandría. Él tenía 42 años, ella tenía 29 años. ¿Se enamoró Cleopatra de Marco Antonio? Es difícil decirlo. Al parecer, sí. En su anterior relación con César, la política había Jugado un papel importante; en esta, parece ser que menos. La ambición de Cleopatra era firme e inextinguible. Un día apostó con su amante que en una sola comida gastaría diez millones de sestercios. Para ello disolvió en vinagre una perla que valía cinco millones y se la bebió. Iba a hacer lo mismo con otra perla igual, cuando su amigo Plauco, que hacía las veces de Juez, dijo que era innecesario y la proclamó vencedora de la apuesta. Así se salvó una perla preciosísima con la que después se adornó la Venus del Panteón; de esta manera al menos es como lo cuenta Plinio. ¿Por qué este alarde? Para asombrar a Marco Antonio que por aquellas calendas se había peleado con Octavio después que Lépido hubiese desaparecido del triunvirato. Quedaron en liza Octavio y Marco Antonio, que llegaron a las manos casi inmediatamente. Octavio iba ocupando los territorios romanos. Marco Antonio, que había ido dos veces a Roma, se veía hundido para siempre en sus ambiciones y volvió a Egipto, en donde en el ínterin Cleopatra había dado a luz dos gemelos a los que impuso los nombres de Helios, el sol, y Selene, la luna. Pero también durante este tiempo, y en su estancia en Roma, Marco Antonio se había casado con una hermana de Octavio. Era un completo vodevil que terminó trágicamente.
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Marco Antonio se dirigió a combatir contra los partos. Fue derrotado, pero a su vuelta a Alejandría hizo celebrar un mentiroso triunfo. Sometido a la voluntad de Cleopatra, se divorció de ^ esposa y se casó con la reina egipcia. En su testamento, que hizo depositar en el templo de Vesta, nombraba a Helios soberano de las provincias del Este, y a Cleopatra y Cesarión soberanos de Egipto y Chipre. Era la ruptura del Imperio romano y Octavio no se lo iba a permitir. Penetró en el templo e hizo que las vestales le entregasen el testamento, que obligó a leer en público en el Senado. Roma se indignó. Octavio declaró la guerra a Cleopatra, lo que era un subterfugio para declarársela a Marco Antonio, y envió una flota de guerra mandada por Agripa. La flota de Agripa constaba de cuatrocientos barcos y la de Marco Antonio de quinientos. Pero estos últimos, por su pesadez, no pudieron derrotar a las embarcaciones más ligeras de Agripa. En Actium la batalla tomó tan mal cariz que los sesenta barcos egipcios emprendieron la huida. ¿Fue cobardía o un error de señales? El caso es que Marco Antonio, viendo o creyendo que Cleopatra le abandonaba, hizo que su flota diera media vuelta y perdiera la batalla. A Marco Antonio le dijeron que Cleopatra había muerto; entonces se desesperó y, deshaciéndose de sus generales, se retiró a una habitación y se clavó un puñal en el pecho. La herida, que era mortal, no fue instantánea y tuvo tiempo suficiente como para enterarse de que Cleopatra vivía, por lo que se hizo trasladar hasta donde ella estaba. Llorando, la reina le juró su amor y Marco Antonio pidió una Copa de vino, brindó por ella, bebió y expiró. Cuando Octavio llegó a Alejandría, Cleopatra le esperaba desnuda en su habitación, pero él no le hizo caso. En ese momento, las artes seductoras de la bella mujer no hicieron mella en el ánimo de su vencedor, el cual le ordenó que le acompañase a Roma como rehén para así figurar como prisionera en el gran desfile triunfal que le estaban preparando. Cleopatra, reina hasta el fin, no podía soportar tal desventura. Se dice que mandó que en una cesta de higos le trajesen un áspid gris del cieno cuya mordedura es mortal. Hizo que el animal le mordiera en un brazo. Cleopatra murió, y fue enterrada junto a Marco Antonio.
SEDUCCIONES HISTóRICAS
Los AMANTES
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DE TERUEL
Son muchos los que consideran una leyenda la historia de amor de los conocidos como «Amantes de Teruel». Los trabajos de Emilio Cotarelo sobre ese tema, en principio, no dejan lugar a dudas. Pero si se consulta el magnífico libro de Luis Sotoca García Los Amantes de Teruel, editado por la Librería General de Zaragoza en su Colección Aragón, no se puede por menos que pensar que estamos ante una historia real. La historia puede relatarse así siguiendo el llamado «Papel de San Pedro», publicado como anexo tercero en el libro citado. El suceso acaeció en el año 1217, cuando era juez de Teruel Domingo Celada. Un joven llamado Juan Martínez de Marcilla (más adelante se le llamó Diego, equivocadamente, así como Marsilla en vez de Marcilla, también por error), que tenía 22 años, se enamoró de Isabel Segura, hija de Pedro Segura. El padre, que era muy rico, sólo tenía una hija. Los jóvenes se amaban desde niños y veíanse continuamente, pues sus casas eran vecinas. Ya mayores, el joven dijo que deseaba tomarla por mujer y ella respondió que su deseo era el mismo, pero que nunca lo haría sin que su padre y su madre lo permitieran. Pidió el joven a Pedro Segura la mano de su hija Isabel y la respuesta fue que, si bien era de buena familia, no tenía bienes de fortuna, pues era segundón y el padre tenía otros hijos con derecho a la herencia. Pedro Segura añadió que daría a su hija treinta mil sueldos de dote y la casa en que vivía. El joven dijo a Isabel que puesto que su padre no le despreciaba sino por el dinero, que esperase cinco años. Él se iría a la guerra, tanto por mar como por tierra, hasta tener el dinero necesario. Ella consintió en el plazo y Juan se ausentó por ese largo espacio de tiempo. Con las luchas contra los «moros» ganó distintos empleos y dinero. Durante este tiempo la doncella fue muy presionada por el padre para que tomase marido. La respuesta de la joven fue que había votado virginidad hasta los 20 años, alegando que las mujeres no debían casarse sin que pudiesen y supiesen regir su casa. El padre, como quiera que la amaba, la quiso complacer, pero cumplidos los cinco años le dijo:
-Hija mía, es mi deseo que tomes esposo.
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Y ella, viendo que los cinco años habían pasado y que en este tiempo no había sabido nada de su joven enamorado, decidió obedecer a su padre y se desposó con Azagra. Los desposorios, ceremonias que se practicaban antes del matrimonio, eran cosa normal y corriente en aquellos tiempos. Figuraban como sacramental que precedían al auténtico matrimonio y no podían romperse fácilmente. La novia dio en estar de allí en adelante melancólica y pensativa. No se ocupaba ya de nada, eligiendo el negro como color de sus vestidos. Y por fin se celebró el matrimonio; a esta sazón entró por la sala donde estaba Segura, un paje, con un recado en el que Marcilla el Viejo le dio la noticia de que su hijo regresaba con salud y muy rico. Llegó el joven Marcilla a su casa y le dieron la noticia de que Isabel se había desposado. A pesar de su dolor, disimuló ante su padre para no enturbiar el gozo del regreso con la pena que sentía. Acostóse Marcilla pero no reposó; dejó la cama y embozado se pasó al convite o danza del casamiento de Isabel y en cuanto comenzaron los instrumentos a tocar, salió Isabel a danzar, pero Marcilla, con más dolor que si viera un cuchillo en su garganta, dando rienda al furor, dejó aquel sitio y se metió dentro del aposento que estaba aparejado para el tálamo de los novios. Como había tanta gente en la casa, lo pudo hacer sin que lo vieran. Concluido el festín, Marcilla seguía en el aposento. Oyó que las visitas se iban y los novios se dirigieron a su habitación. El marido quiso usar del derecho que el matrimonio le concedía; Isabel le rogó que se abstuviera de ello por aquella noche porque es la única que le falta para cumplir un voto prometido. Azagra insistió pero ella volvió a negarse replicando que no es justo gozar contra su gusto a ninguna mujer, principalmente siendo la propia, y se lo rogó con lágrimas y sollozos. Finalmente se tumbaron en la cama y él, que estaba muy cansado, se quedó dormido. Mientras ella, aunque estaba casada con Azagra, no paraba de pensar en Marcilla, a quien tenía continuamente en su pecho. Juan Marcilla, como era muy osado y atrevido como amante, salió silenciosamente de detrás de las cortinas y cogiendo a Isabel con las manos le dijo quién era y cómo había llegado allí. Isabel se quedó muda de espanto y temor, no sabiendo si gritar o estarse callada, momento que aprovechó Juan para decirle:
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— Escúchame, Isabel, no te asustes que no es mi intención atentar contra tu honor. Tu padre no me quiso por ser pobre y te casas con un hombre rico, pero te digo que es imposible que él te quiera como yo te quiero, pues sabes que por ti padezco y muero. Prefiero morir a perderte. Sólo te pido un beso en premio a mi fe y mis servicios por el presente dolor y el bien pasado. - Te confieso, Juan, que del mismo modo que te amaba te amo ahora, pero como estoy casada, ya no soy libre. Es como si estuviera enterrada y no te puedo dar lo que es de otro. Besándote te daría lo que pertenece ya a mi esposo, haciéndole agravio y padeciendo mi castidad. En este sentido continuó la breve conversación que en voz baja sostenían los dos enamorados, él insistiendo y ella negando. Dando un suspiro Juan dijo:
-Bésame, que sin remedio me muero. Y negándoselo ella, él dijo:
-Adiós, Isabel. Juan cayó al suelo. Isabel que le llamaba por su nombre, pero él no contestaba. Se dio cuenta de que no respiraba y que había muerto. Después de oír esto, la muchacha se quedó sin habla y sin aliento y llamando a su marido le dijo:
- Perdona, estaba soñando que una amiga siendo pequeña quiso bien a un galán y no quisieron sus padres que se casasen por no tener igual hacienda, con lo que él partió a la guerra prometiéndose mi amiga que estaría cinco años esperándole y, sea por lo que fuere, casó con otro, y cumplido el término llegó el galán, que pudo verse con ella a solas antes de que el esposo lograse el fruto del matrimonio. Él, desesperado, pidió a mi amiga un solo beso y ella se lo negó diciendo que había de guardar a su esposo la fe de puro honrada. Por tres veces él se lo suplicó y ella firme se lo negó diciendo que antes prefería morir que faltar a la fe del matrimonio. Cuando decía esto, vio con espanto que su enamorado se había caído al suelo entregando
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su alma a Dios. Esta tragedia vi entre sueños cuando tú oíste las voces que daba. Y ahora dime, pues te precias de discreto, si la dama debía darle el beso al galán sin faltar a su deber o bien tenía que permitir que muriera.
Azagra se rió y le dijo: -Esta dama fue necia, impertinente y melindrosa además de muy cruel con quien la amaba, y ya que en vida no le dio el beso al galán en peligro de muerte, debía darle uno y dos mil de sentimiento. Este es mi parecer.
A esta respuesta se deshizo Isabel en lágrimas y suspiros y llevándole al lugar donde Marcilla estaba muerto le dijo:
-Yo soy la impertinente, la necia y la melindrosa, pero honrada.
El marido se quedó pasmado viendo un espectáculo tan lastimoso. Perplejos no acertaban a resolver el conflicto. Por un lado temían a la justicia si hallaban al muerto en su casa, por otro lado el temor a que la familia de Marcilla pudiese creer en una muerte alevosa. Al fin se resolvieron a llevarlo y ponerlo delante de la puerta de la casa de su padre, lo que hicieron con mucho cuidado para no ser vistos, pues ambas casas eran vecinas. Llegó el día y las gentes que por allí pasaban conocieron que era el joven Marcilla el que estaba cadáver frente a su domicilio; avisaron a su padre, que vio a su hijo rodeado de amigos y deudos llorando todos el desgraciado acontecimiento. El padre, sin que nadie lo pudiese detener, se arrojó sobre el difunto bañándole con lágrimas el rostro. Mientras estaban abrazados, metieron a los dos en la casa. Acudió la justicia y también Azagra haciendo ver que no conocía el hecho. Y decidieron que le harían las exequias y le darían sepultura. El entierro fue solemne, porque Teruel era entonces plaza de armas en la empresa que el rey don Jaime quería hacer contra los moros de Valencia, y había diez banderas de soldados. Como la casa estaba próxima a la de Isabel de Segura, ésta oyó el triste canto del entierro y desde una ventana vio al difunto metido en unas andas y un sudor frío le invadió el cuerpo. Presurosamente se despojó de sus galas y se puso un traje monjil de basta tela. Bajó apresurada y afligida a la calle y se metió en medio de las muje-
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res del cortejo fúnebre. La procesión con el cuerpo llegó a la parroquia de San Pedro en donde colocaron el cuerpo de Marcilla sobre un gran túmulo y, empezando el oficio. Isabel, tapada, se puso al lado del féretro suspirando:
-¿Es posible que estando tú muerto tenga yo vida? No tengas de mi fe duda que pueda vivir un solo punto, perdona mi tardanza que al instante contigo me tendrás. E inclinándose sobre el difunto le besó en los labios. Inmediatamente se quedó inmóvil. Los asistentes, al querer retirarla del féretro, se dieron cuenta de que había muerto y que la mujer difunta era Isabel de Segura. Azagra, al contemplar el espectáculo, no pudo contenerse y relató lo que había sucedido en su casa la noche anterior. De acuerdo con la famália de Marcilla, decidieron que como realmente Juan e Isabel desde niños se tuvieron entrañable amor y los dos habían muerto de puro enamorados, era razón que se enterrasen juntos en un sepulcro. Efectivamente, fueron enterrados solemnemente. Esto sucedió en 1217, y en el año 1553 -otros dicen que 1555-, siendo Miguel Pérez Arnal juez de la ciudad de Teruel, labrándose una capilla antigua en la iglesia de San Pedro donde estaban sepultados, hallaron sus cuerpos en dos ataúdes o cajones de madera que estaban juntos en una sepultura y enteros «sin casi nada tener gastado de sus cuerpos», según dice el documento. Los cuerpos momificados fueron colocados en una alacena del claustro de la iglesia de San Pedro, siendo trasladados después a un templete diseñado por Lacarrier, en donde permanecieron hasta 1902, cuando colocaron las momias en unos ataúdes donde estaban a la vista del público. Hoy descansan en unos sepulcros hechos por y
Juan de Avalos. Esta historia se encuentra narrada en el Decarnerón de Boccaccio, en el cuento octavo correspondiente a la tercera jornada (en el libro de Sotoca figura como de la cuarta jornada, pero es un error). Decía Cotarelo Mori que en la obra de Boccaccio debía encontrarse el origen de esta historia que consideraba fabulosa. El estudio de Sotoca García no deja lugar a dudas de que la influencia fue al revés de como suponía Cotarelo, ya que el cuento de Girolamo e Salvestra pertenece a la primera mitad del siglo xiv, mientras la historia de los «Amantes de Teruel» tiene su origen como se ha dicho al comienzo del siglo
XIII.
Es seguro pues que, debido a la enorme influencia política y cultural que el
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reino de Aragón ejercía sobre Italia, llegase a oídos de Boccaccio la historia de los amantes turolenses y la aprovechase para su libro, aunque no es cosa que pueda probarse absolutamente en estos momentos. Es curioso que Boccaccio inicia el cuento diciendo «Según cuenta la tradición», cosa que no dice en otros lugares del libro. Jaime Caruana, en su libro Los Amantes de Teruel, dice que en Boccaccio «todos los detalles concuerdan con la tradición turolense acoplándose con facilidad y resultan forzados en la versión italiana, probando que no es si no una adaptación trasplantada del suceso que no fue bien aquilatada en su impresionante idealismo por el materialista Boccaccio». Sea como fuere, la historia sentimental y romántica de los Amantes de Teruel debe figurar por derecho propio entre las más bellas historias de amor. Para quien desee conocer más a fondo la verdadera historia de los amantes, recomendamos sin vacilar el magnífico libro de Sotoca ya mencionado.
MARINO FALIERO, DUX DE VENECIA
A veces es difícil separar en un relato lo que hay de histórico y lo que hay de novelesco. Cuando existen varias versiones de un mismo hecho, especialmente cuando éste se desarrolla en un periodo de tiempo dilatado, o cuando en él interfieren intereses políticos, odios, amores, pasiones y secretos de Estado, entonces es más difícil desvincular lo puramente histórico del elemento romántico que se le ha ido añadiendo a lo largo del tiempo. En 1354 moría en Venecia el dux Andrea Dándolo y fue elegido como su sucesor el patricio Marino Faliero, que se encontraba entonces en Avignon en donde ejercía el cargo de embajador de la Serenísima cerca del Papa, que residía entonces en la ciudad sa. Faliero tenía 76 años y desde hacía dos estaba casado con una mujer cuarenta años más joven que él. El nuevo dux, en su viaje de regreso a Venecia, unía así la satisfacción de su nombramiento, el más alto de la poderosa «Perla del Adriático», con la de volver a reunirse con su bella esposa, de la que hacía un año estaba separado debido a su cargo de embajador. Se dice que la noche de su llegada a Venecia pesaba sobre la ciudad una niebla espesísima que impedía la vista a pocos metros de distancia. Se afirma que, a causa de
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esta niebla, la barca que llevaba al nuevo dux al embarcadero cambió el rumbo dejando al primer magistrado en la plaza de San Marcos en lugar de hacerlo en el puesto convenido. Ignorante del punto exacto en el que estaba, Fallero subió los escalones y penetró en la plaza, haciéndolo con tan mala suerte que, sin darse cuenta, pasó entre las dos columnas que allí existen todavía, una rematada con el león de san Marcos y la otra con la imagen de san Teodoro, lo cual era interpretado como mal agüero puesto que en dicho lugar se ejecutaban las sentencias de muerte. Pasado el primer momento de estupor, los magistrados de la ciudad que formaban el Gran Consejo y la multitud que esperaba al nuevo dux le aclamaron con gran entusiasmo. Entre las personas que le esperaban figuraba en lugar destacado la esposa del dux, la nueva dogaresa Ludovica. Aquí empieza la parte novelesca que se entremezcla inevitablemente con la historia oficial. Se dice que de la bella esposa del flamante dux estaba enamorado un patricio llamado Michele Steno. Este patricio realmente existió, pero su amor por Ludovica no está probado. El caso es que Marino Faliero se encontró en Venecia con una serie de problemas derivados de la situación política y de la guerra con Génova. Hacía años que las dos ciudades, rivales en el dominio de los mares, luchaban por la posesión de los consulados que tenían en el Próximo Oriente. Un año antes de la toma de posesión de Faliero, la flota veneciana, a las órdenes de Nicolo Pisani, había derrotado a los barcos genoveses mandados por el almirante Grimaldi en la batalla naval de Lojera, en las costas de Cerdeña. Génova había encargado a Pietro Doria vengar la derrota, lo que hizo éste entrando en el Adriático y saqueando Lescina, Curzola y Paiy nzo, mientras por su parte Venecia había encargado al gran poeta Petrarca que buscase la paz negociando con el embajador genovés en Avignon. El miedo a la flota genovesa fue tan grande en Venecia que desde entonces se colocó una gran cadena de hierro que cerraba el paso a los barcos que desde el mar entraban en la laguna pasando por el pequeño estrecho del Lido. Esta cadena se retiraba hundiéndola en el agua durante el día y elevándola, cerrando el paso, durante la noche y en los días de poca visibilidad. A todo eso, haciendo caso omiso de la dignidad del dux, Michele Steno, cada vez más enamorado de Ludovica, se mostraba más impertinente. Era acosada de tal for-
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s
ma que la dogaresa no se atrevía a salir de palacio si no era para ir a San Marcos a oír misa y cumplir sus deberes religiosos. Y como la catedral está adosada al palacio ducal, el trayecto era demasiado corto para que Steno pudiese intentar aproximarse discretamente a la dama de sus sueños. Pero llegó el Carnaval, que era una tradición intocable en Venecia. Y se celebró haciendo caso omiso de la derrota que la flota veneciana había sufrido a manos de los genoveses y en la que cinco mil marineros venecianos habían sido hechos prisioneros, en Portolungo. En uno de los bailes celebrados en el palacio ducal, Michele Steno, aprovechando el antifaz que le cubría el rostro, se acercó a Ludovica Fallero y quiso aprovecharse de ella. Ante la resistencia de la dogaresa, que llamó en su auxilio a unas damas que estaban cerca de ella, Michele Steno huyó, pero antes grabó con su puñal en el trono del dux unos versos insultantes para Ludovica. Al enterarse de ello, Marino Fallero interrogó a su esposa, quien ya no tuvo más remedio que informar a su marido del acoso que estaba sufriendo por parte de Michele Steno. Indignado, el dux hizo prender al joven patricio, que fue inmediatamente encerrado en el calabozo. Aquella misma noche se reunió el tribunal de la Quarantia para Juzgarle. Fallero esperaba una condena a muerte o a cadena perpetua, pues el caso era grave al tratarse de un insulto directo al dux, pero como los que formaban el tribunal eran todos patricios parientes o amigos del acusado, únicamente le condenaron a un año de prisión. El dux se indignó con razón y Ludovica creyó morir de vergüenza en ese mismo instante porque su nombre andaba ya en todas las bocas, dispuestas siempre a la murmuración insidiosa. Cuando Fallero mantenía todavía su rabia, le visitó el almirante comandante del arsenal, Stefano Ghiazza, que se quejó al dux de la actitud de un rico patricio, Marco Bárbaro, que le había ofendido de palabra y obra, y le pidió justicia. -¿Cómo quieres obtener justicia si yo, el dux, no la he podido obtener? Ya has visto que el tribunal de la Quarantia es un clan formado por patricios que se apoyan unos a otros. -Demasiada gente manda en Venecia -dijo Ghiazza-. Es necesario hacer un escarmiento. El que manda debe ser obedecido.
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-Es fácil decirlo, pero ¿cómo hacerlo? —Tengo gente dispuesta a ello. Si tú quieres no habrá en Venecia otro poder que el del dux.
Tal vez por razones políticas o quizá por el ansia de vengar el honor ofendido de su esposa, Marino Faliero formó parte de una conjura para eliminar el poder de los patricios de la Quarantia. Intentó mantener al margen a su esposa para no preocuparla. Se fijó el golpe de Estado para el día 15 de abril. Los conjurados eran tres patricios, el arquitecto de Palacio, unos cuantos militares y unos pocos mercaderes. Uno de ellos, un marchante de pieles llamado Beltramme, quiso salvar a un patricio, Lion, al que debía muchos favores, y le sugirió que al día siguiente no acudiese a la reunión del Gran Consejo. Extrañado, Lion acosó a preguntas a Beltramme, quien acabó confesando toda la conjura. La reacción de la Quarantia cuando se enteró de la conjura fue fulminante. Se reunió el Consejo de los Diez, y ordenó al capitán de la guardia ducal que arrestase al dux. Inmediatamente el Consejo de los Diez condenó en el acto a Marino Faliero, dux de la Serenísima República de Venecia, a ser decapitado. La sentencia se cumplió al alba del día siguiente. Marino Faliero, que había escuchado impávido la sentencia, fue conducido al rellano de la escalera principal del palacio, donde le esperaba el verdugo. Fue desposeído del manto de oro y del corno, símbolo de su dignidad ducal. El primero fue sustituido por un manto negro, y con la cabeza descubierta se arrodilló y rezó por su alma. Encomendó a Dios a su esposa Ludovica, de la que no le permitieron despedirse. El verdugo levantó el hacha y la cabeza del dux rodó por el suelo. Un miembro del Consejo de los Diez la cogió por los cabellos y la mostró al pueblo, que se había congregado en la plaza de San Marcos atraído por el movimiento de soldados.
-¡El traidor ha sido ejecutado! ¡Venecia ha hecho justicia!
Los soldados entraron en los apartamentos ducales. Sin permitir que Ludovica cogiese ni siquiera un manto, casi a rastras la expulsaron de palacio. Tuvo que pasar por el lugar donde yacía el cadáver decapitado de su marido. Sus ojos se abrieron y de su boca surgió un grito estremecedor. Unas manos piadosas la acompañaron hasta el palacio familiar situado en el Gran Canal y allí, sin salir de él, pasó el resto de su vida hundiéndose cada vez más en los abismos de la locura, hasta que perdió por comple-
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to la razón. Michele Steno fue liberado y se dio cuenta entonces de lo que su insensato amor había provocado. Continuaba enamorado de Ludovica y estaba arrepentido de lo que había hecho. Sin acercarse al palacio donde ella vivía, cuidó de ésta hasta su muerte. Seguía estando enamorado y entonces entendió que muchas veces el amor no consiste en conquistar, sino en sacrificarse. Según parece que no tuvo otro amor más que el que profesaba a Ludovica. Consagró su vida al servicio de Ludovica y de Venecia. También intentó rehabilitar el nombre de Marino Faliero, pero no lo consiguió. A los 68 años fue elegido dux de Venecia y, para ser proclamado, tuvo que subir las escaleras de palacio y pasar por el mismo rellano en el que había sido tristemente decapitado Marino Faliero. En aquel momento, no pudo reprimir un frío estremecimiento. Hoy en día, cuando el turista visita en Venecia el palacio de los dux, en la sala del Gran Consejo ira los retratos de los diversos dux allí representados. Entre ellos hay un espacio en que, sobre un velo negro, se leen estas palabras:
«Hic est locus Marini Faletri decapitati pro criminibiis».
(«Este es el lugar de Marino Faliero, decapitado por sus crímenes».)
PEDRO DE PORTUGAL E INéS DE CASTRO
Cuando en 1328 el infante don Pedro de Portugal -hijo del rey Alfonso IV y de Beatriz, hija del rey de Castilla, Sancho IV-, cumplió 8 años, se convino su matrimonio con la infanta Blanca de Castilla, su prima, pero como era una muchacha enfermiza que no aseguraba la posibilidad de un matrimonio futuro, se deshizo el contrato. Más adelante el infante don Manuel, que regía el reino de Castilla, concertó el enlace de don Pedro con su hija Constanza, decisión de la que luego se arrepintió por el comportamiento del rey castellano. A causa de esto, estalló la guerra entre Castilla y Portugal. En 1340 se hicieron las paces y se celebró el matrimonio. En la comitiva de doña Constanza figuraba una bellísima joven llamáfda Inés de Castro. El matrimonio de Pedro, establecido por conveniencias políticas, hubiese sido un desastre completo si no fuese porque él siempre trató a su esposa con respeto y afecto.
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Sin embargo, Pedro se enamoró de Inés de Castro. Esto no hubiese tenido mayor importancia si no fuese por el hecho de que no se trataba de un amor pasajero, sino de un profundo enamoramiento. De no ser así el episodio no hubiese pasado de ser uno de tantos como se leen en las historias en los que un soberano o un gran señor mantiene a la vez relaciones con su esposa y con amores adúlteros. Don Pedro, aun tratando con gran respeto a su esposa, no pudo dejar de sentir por Inés de Castro un amor auténtico que en nada se parecía al respeto que ofrecía a su esposa. Tanto fue así que incluso se dijo que la reina miraba con comprensión los amores de su marido con Inés. Pero estos amores eran demasiado fuertes para que no incidiesen no sólo en las relaciones familiares, sino también en las políticas. Por lo que respecta a lo primero, la reina Constanza, que comprendió como nadie la situación sentimental de su marido, hizo que Inés fuese la madrina de su primer hijo, con lo que contraía un parentesco espiritual con don Pedro. Pero éste continuó su relación con Inés, hasta el punto de que le dio tres hijos. En 1345, cinco años después de su matrimonio, moría la reina. Pedro, que la lloró amargamente con sinceridad, pues nunca dejó de reconocer y agradecer su comprensión, decidió legalizar su situación casándose con su amante, a lo que se opusieron los nobles del rey Alfonso IV por temor de que los poderosos Fernández de Castro, cuyo jefe de familia era el padre de doña Inés, quisiesen que ella fuese reina de Portugal. Hay que constatar que Inés era hija bastarda de don Pedro Fernández de Castro y de doña Aldonza Soares de Valladares. Es curioso que en esta ocasión se hizo de la bastardía una cuestión de honor. Nueve años duró esta situación hasta que, al cabo de ellos, don Pedro quiso legalizar definitivamente su situación casándose con doña Inés. Unos historiadores dicen que quien bendijo la unión fue el obispo de Guarda, otros que el de Lisboa. El caso es que la unión se celebró pero sin que se haya encontrado ningún documento que lo verifique. Todo esto empeoraba la situación, pues no aclaraba los derechos que pudieran tener en adelante doña Inés y los hijos que había tenido con don Pedro. La situación se hacía cada vez más complicada. El rey Alfonso IV, padre de don Pedro, temía que, obcecado por su amor, éste transmitiese el reino a uno de los hijos tenidos con doña Inés, problema que también temían los nobles más importantes de Portugal. Un año después del matrimonio de don Pedro, si es que existió realmente, pues ya hemos dicho que no hay prueba fehaciente de ello, el rey, agitado entre el deseo de asegurar el trono a su nieto, el hijo de doña Constanza, y el deseo de acabar de
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una vez con tal situación, se decidió, a instancias de algunos nobles, a dar orden de que se asesinase a doña Inés. Para ello encargó a tres cortesanos suyos llamados Pedro Coelho, Diego Lopes Pacheco y Alvaro Gon9alves para que con él fuesen a Coimbra donde estaba doña Inés. Entró primero el rey en la cámara donde ella estaba y, al salir, hizo una señal a sus tres sicarios, los cuales, entrando a su vez en la habitación con las espadas desenvainadas, mataron a la pobre infeliz y salieron luego a todo correr en sus caballos hacia Lisboa. La reacción de don Pedro no se hizo esperar. Loco de rabia, se rebeló contra su padre y durante algún tiempo los partidarios del rey y los del príncipe lucharon encarnizadamente. La esposa de Alfonso y madre de don Pedro intercedió muchas veces para que cesase la lucha, consiguiéndolo al fin, aunque en realidad de manera poco definitiva. La paz duró hasta la muerte del rey Alfonso. Al subir al trono con el nombre de Pedro I, lo primero que pensó fue en la venganza, pero los asesinos de su esposa habían huido a Castilla, en donde reinaba Pedro, el Cruel o Justiciero, que comprendió tanto más la cólera de don Pedro al haber estado enamorado de doña María de Padilla. Por otra parte, en Portugal se habían refugiado unos enemigos del rey castellano, por lo que se convino en intercambiar los prisioneros. ✓
Sólo fueron entregados Pedro Coelho y Alvaro Gon^alves, pues Diego Lopes, temeroso de lo que podía pasar, se había escapado de Castilla para ir a ponerse a las órdenes de Enrique de Trastámara, hermano bastardo de Pedro de Castilla, con quien estaba en lucha. Lo que prosigue en la historia es bastante desolador. El escritor portugués Antero de Figueiredo lo describe en su obra Don Pedro e Dona Inés de esta manera: «En el palacio real de Santarem, don Pedro esperaba impaciente la llegada de los criminales hidalgos. Una tarde llegaron los presos, mientras don Pedro celebraba un banquete, pero en cuanto recibió el aviso de su llegada se levantó de la mesa con la boca llena y masticando carne, y bajó corriendo escaleras abajo al encuentro. En la plaza, en medio del pueblo curioso, se encontraban Alvaro Gongalves y Pedro Coelho exhaustos, envejecidos, cubiertos de polvo, con las manos atadas y con una cuerda al cuello. Don Pedro, no viendo a Pacheco y sabiendo instantes después por qué no venía, se mordía los dedos de rabia, pero luego, volviendo a mirar a los presos, empezó a carcajearse a guisa de contentamiento y escarnio, gesticulando desordenada-
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mente, batiendo palmas, saltando ante ellos. Quería hablar y no podía. Espantosa explosión de alegría de un apasionado corazón vengativo que día a día, hora a hora, minuto a minuto, durante años estuvo suspirando por este feliz momento de feroz desquite». De pie, cubiertos de polvo, con los vestidos desgarrados y andrajosos y las caras terrosas, los hidalgos portugueses esperaban altivos mirando fijamente a los ojos del rey sin bajar la vista:
-¡Asesinos! Y empezó a hacer preguntas gritando atropelladamente:
-¿Por qué matasteis a Inés? ¿Quién más entró en la conjura? ¿Quién más? ¿Qué era lo que mi padre tramaba contra mí? ¿Dónde? ¿Por qué? ¡Asesinos, vamos, quiero saber quién me la mató! ¡Los nombres, los nombres! De pie, los hidalgos miraban al rey con supremo orgullo, con la serenidad de quien está seguro de haber cumplido con su deber. No respondían, a pesar de que don Pedro les retorcía los brazos y les apretaba la garganta para obligarlos a responder. Cada vez más rabioso, con la boca llena de espuma, repetía a gritos las preguntas:
-¿Quién más? ¿Quién más? Los nombres, los nombres.
Escupía las palabras y escupía a la cara de los presos. Coelho cubrió de insultos al rey.
-¡Cobarde! ¡Carnicero de hombres! ¡Villano ruin! ¡Perjuro! ¡Hijo rebelde! ¡Que la lepra de la maldición te pudra! ¡Excomulgado! ¡Cobarde! -¡Cobarde tú! ¡Cobardes vosotros, villanos, que no os batistéis conmigo, un hombre, cara a cara como un caballero, si no que asesinasteis a una mujer como cobardes! Los otros gritaban: -¡Villano, villano!
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Don Pedro, radiante de verlos sufrir, reía a carcajadas saboreando el infinito placer de prolongarles el dolor. De repente, encolerizado, también comenzó a gritar:
-¡Calla, miserable Coelho, que te voy a desollar vivo! ¿Qué sabor tiene tu corazón? ¿Sabrá a conejo de monte?
Y a grandes carcajadas don Pedro repetía la gracia del conejo de monte:
-Quiero comerme estos corazones, quiero morderlos. Y mandó que a uno por la espalda y a otro por el pecho les sacasen los corazones para tenerlos en sus manos. Los soldados desnudaron de cintura para arriba a Coelho y a Gonqalves. A cuchilladas le abrieron a uno el pecho mientras decía: -¡Villano, míralo bien, que has de encontrar aquí dentro un corazón fuerte como el de un toro y leal como el de un caballo! Y murió gritando. A su lado, de bruces, agonizaba Gon9alves.
-Traedme los corazones -gritaba el rey. Y cogiéndolos con las manos se los llevó a la boca mordiéndolos con fruición. La sangre le corría por la barba mientras restos de las visceras aparecían en las comisuras de los labios.
-¡Villanos y asesinos! -gritaba mientras mordía.
Lanzó al suelo los trozos de corazón que no había comido y ordenó: -Que lo quemen todo y aventen las cenizas. Y así se hizo. Fue satisfecha así, en parte, la venganza, porque uno de los asesinos había escapado. Así don Pedro quiso rehabilitar la imagen de la mujer amada. Para ello fue a Coimbra e hizo exhumar el cadáver de Inés, medio podrido y medio momificado. El
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rey besó la boca sin labios de la muerta e hizo que el ataúd (hecho con madera noble) fuese conducido a palacio. Una vez allí organizó un espectáculo escalofriante. En el salón del trono se dispuso un estrado cubierto por un dosel, bajo el cual había dos tronos; en uno se sentó el rey, en el otro hizo depositar el rígido cadáver de doña Inés vestido con las mejores galas que pudo encontrar. La cabeza cubierta con un espeso velo escondía las cuencas sin ojos y los dientes brillantes de la difunta. Una mano fue colocada, casi descarnada y corroída, sobre lo que había sido la rodilla de doña Inés. Cuando todo estuvo instalado empezó la ceremonia. Sentado el rey en su trono, teniendo a su derecha el trono de doña Inés y en presencia del príncipe heredero, los cortesanos fueron pasando uno a uno ante el cadáver besándole la descarnada mano. Un gran silencio invadía la estancia, sólo alterado por el ruido de los pasos. En silencio, sin atreverse a levantar los ojos al rey, los cortesanos desfilaron rindiendo honores reales al cadáver de doña Inés, sobre cuya cabeza brillaba la corona. El rey, también silencioso, observaba con todo detalle el desfile intentando adivinar cualquier movimiento de rechazo, por pequeño que fuese, en alguno de los cortesanos. Pero no lo hubo. En parte por miedo, en parte por respeto al rey y en parte por iración al amor profundo que representaba el acto, uno a uno los hombres de la Corte besaron la mano de doña Inés. Siguieron las damas y cuando el acto acabó, sonó la voz del rey:
—\ ahora la reina será enterrada en la tumba real que le he preparado. Al día siguiente se formó el cortejo. Había que caminar las diecisiete leguas que separan Coimbra de Alcobaga. Presidía el rey con sus amigos el conde de Barcelos, el prior del Hopital, el canciller mayor y los grandes maestres de Cristo y de Santiago. Seguían en sus muías el arzobispo de Braga y los obispos de Oporto, de Lisboa, de Viseu, el abad de Alcoba9a, el alto clero, grandes personajes de la Corte, personajes principales, damas y doncellas. Después, entre los infantes don Juan y don Dionis, cabalgaba con gallardía don Fernando, heredero del trono. Seguían un grupo de soldados y la enorme masa del pueblo, hombres y mujeres vestidos de luto. No hablaban pero en sus miradas se leía la iración por aquella muestra de amor. El cortejo, por su orden y autoridad, parecía una larga y lúgubre procesión.
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En Coimbra, las campanas de la seo vieja de Santa Cruz, San Bartolomé y Santa Ana y Santo Domingo tocaban a muerto sin parar. Cuando dejaron de oírse, fueron sustituidas por las campanas de las iglesias de los pueblos del recorrido. En lo alto del monte, don Pedro miró hacia atrás, hacia la Coimbra en la que tan feliz había sido. El río Mondego brillaba como entonces, como cuando paseaba por sus orillas al lado de doña Inés. Multitud de recuerdos asaltaron su mente, pero pronto tuvo que volver a la realidad. Estaba ahora con doña Inés, pero en su entierro. Poco a poco, despacio, la comitiva fue acercándose a Alcoba9a. Por un lado, don Pedro deseaba llegar al monasterio para ofrecer a su amada el sepulcro real que había imaginado, por otro lado aquello significaba el adiós para siempre. ¿Para siempre? No, para siempre no. Don Pedro creía en la resurrección de la carne, estaba seguro de que se encontraría en el más allá con ella. Hizo labrar dos tumbas encaradas una frente a la otra de tal forma que, como dijo el rey, «el día del Juicio Final, cuando resuciten los cuerpos y se incorporen de sus sepulcros, lo primero que verán los ojos de ambos será el rostro del ser amado». Hoy, las tumbas de Alcoba^a son, como las de Romeo y Julieta en Verona, objeto de peregrinación de enamorados de todo el mundo. Pero las tumbas de Alcoba^a son auténticas. Don Pedro reinó diez años, durante los cuales no se le conoció ningún amorío, y murió a los 37 años de edad.
LA MARQUESA DE POMPADQUR
El rey Luis XV de Francia volvía de cazar en el bosque de Senart en su carroza junto con su amante Madame de Cháteauroux y Madanie de Chevfeuse. A lo largo del camino se encontraban coches y carros de la pequeña nobleza o de la burguesía, que esperaban ver pasar el rey. Entre ellos un faetón color cobalto conducido por una joven dama de singular belleza. No era la primera vez que el rey la veía, pues cada día que salía de caza se cruzaba a la vuelta con el coche y su conductora. Intrigado, el rey había ordenado averiguar quién era aquella dama y supo que era Madame Le Normand d’Etiolles, cuyo nombre familiar era Juana Antonieta Poisson. El rey la miró atentamente, como hacía cada vez que pasaba por allí, y como Madame de Chevreuse dijo que «aquella pequeña d’Etiolles estaba más bonita que de costumbre», Madame de Cháteauroux, celosa, buscó traidoramente con el suyo el pie de Madame de Chevreuse y lo aplastó tan
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cruelmente que ésta lanzó un grito y se sintió indispuesta. Aquello hizo que no se hablase más aquella tarde de la dama del faetón azul. No era casualidad el que cada tarde de caza Madame Le Normand d’Etiolles estuviese en el mismo lugar. Cuando era niña, una adivina, Madame Lebon, le había predicho que no sería reina pero sí casi reina, lo que hizo que en su familia llamasen siempre a Juana Antonieta con el sobrenombre de «Reinecita». El padre de «Reinecita» era hijo de un aldeano. Feo y muy brusco en sus maneras, sin moralidad y sin escrúpulos, había hecho su fortuna como proveedor de las tropas reales. Encargado de avituallar París durante la escasez de 1725, especuló de tal forma que no pudo rendir cuentas al intendente general y tuvo que escaparse a Alemania, en donde intrigó y obtuvo al fin la revisión de su proceso, recuperando su puesto mediante la entrega al tesoro de cuatrocientas mil libras. La madre era muy parecida a él en cuanto a carácter. Con fecha de abril de 1745, Barbier presentaba en su diario a la madre de Juana Antonieta en estos términos!
«Su madre era una tal señora Poisson, muy bella aún, hija del señor de La Motte, quien la casó con Poisson, que era un intrigante. Un día el señor Le Blanc, secretario de Estado en el departamento de Guerra, hallándose en los Inválidos, donde el señor La Motte ejercía un cargo, vio un retrato que le emocionó. Le dijeron que era la hija del señor La Motte y esposa de Poisson. Le Blanc hizo que su padre se la presentara, se enamoró de ella y la convirtió en su amante. A continuación ella lo fue de un embajador y, finalmente, habiendo conocido al señor Le Normand, se hizo amiga de él y continuó siéndolo siempre. De esta amistad nació la señora d’Etiolles a quien Le Normand llevó a vivir con él en compañía de su madre». En otro escrito de la época se lee:
«La señora Poisson era una de las mujeres más desvergonzadas que pueda imaginarse. Carecía de todo freno y de todo pudor. Después de haber traficado con sus encantos, le pareció oportuno que su hija la imitara, y tantas veces le dijo que era un bocado de rey, que acabó despertándole el deseo de ser amante del monarca».
Cuando nació Juana Antonieta, el señor Le Normand tomó muy en serio su supuesta paternidad. Hizo que a la niña se la educase esmeradamente y aprendió a cantar, a tocar, a danzar y a declamar.
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Apenas adolescente era ya una mujer excepcional y el señor Le Normand le escogió esposo en la persona de su sobrino Carlos Guillermo le Normand d’Etiolles, a quien entregó la mitad de sus bienes, prometiéndole la oira mitad cuando él falleciese. El 9 de marzo de 1741 la señorita Poisson se convirtió en la señora d’Etiolles. Este casamiento representaba para Juana Antonieta la posibilidad de frecuentar un mundo que hasta entonces le estaba vedado. Naturalmente no se trataba de la nobleza, sino de la alta burguesía. Una de las amistades que consiguió hacer fue la de Madame de la Ferté-Imbault, quien narra la primera vez que la visitaron la señora Poisson y su hija ya casada: «Había alquilado una casa cuatro puertas más allá de la de mi padre, y la Poisson puso especial empeño en entrar en relaciones de amistad con mi madre, cuyo salón comenzaba a adquirir gran celebridad. Tomó como pretexto a su hija, a quien deseaba poner en buena compañía, y con gran asombro y desagrado vi llegar un día a nuestra casa a la Poisson con su hija. La madre estaba tan desacreditada que era imposible cultivar su trato; pero la hija merecía alguna cortesía. Me vi muy apurada para separar a una de la otra sin parecer grosera; conseguí al fin mi deseo no devolviendo la visita más que a Madame d’Etiolles, la cual había pedido permiso a mi madre para frecuentar nuestra casa ‘para adquirir esprit’, pues las amistades de su tío, decía ella, ‘eran muy buenas personas, pero de muy mal tono’».
Como era lista y bonita, no tardó en tener muchos galanes a su alrededor, pero ella los rechazaba a todos; recordando la predicción de Madame Lebon decía; «Solamente el rey lograría hacerme ser infiel a mi marido». El 25 de febrero de 1745 se celebraba en la galería de Versalles un baile en el que se mezclaban los de la nobleza con los de la alta burguesía. Era un baile de disfraces y todo el mundo esperaba la llegada del rey procurando adivinar quién sería entre los hombres disfrazados y enmascarados. Una dama, Madame de Portad, lo descubrió en un grupo y con refinada coquetería se lo llevó a una habitación en donde se prestó a todo aquello que el amor, la pasión, el deseo y la ambición pueden provocar entre un hombre y una mujer. Lo triste es que después del combate amoroso el supuesto rey se quitó el antifaz y resultó ser uno de los componentes de la Guardia Real, el cual, encontrando la aventura divertida, la explicó a todo el mundo. De madrugada, el rey se dio a conocer y se dirigió a un grupo de jóvenes burguesas entre las que distinguió, al quitarse el antifaz, a Madame Le Normand d’Etiolles,
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quien, una vez llamada la atención del rey, inició un coqueteo dejando caer un pañuelo que el rey recogió del suelo y se lo devolvió lanzándolo por encima de las cabezas de los asistentes. Algunos días después el rey habló con su camarero de más confianza, que se llamaba Binet y que daba la casualidad que era primo de Juana Antonieta. Le dijo que estaba cansado de sus amantes y que deseaba encontrar una mujer que le hiciese olvidar las pesadumbres de su oficio de rey y las preocupaciones del gobierno del país. Binet entonces vio el cielo abierto y le habló de una mujer que le gustaría, que desde niña estaba enamorada de él y que no era otra que la señora del bosque de Senart y del baile de máscaras. A primeros de abril el rey la invitó a cenar a solas con él en sus habitaciones privadas. De madrugada la señora Le Normand d’Etiolles llegaba a su casa despeinada y con ojeras. Esta primera entrevista no satisfizo a Luis XV. Al parecer la señora D’Etiolles no era precisamente una gran amante. Se dijo después que era fría, por no decir frígida, y que si conquistó al rey y permaneció a su lado como favorita durante tan largo tiempo se debió más a su inteligencia que a sus sentidos, ya que supo sustituirlos por los placeres que al rey le podían proporcionar otras mujeres que ella escogía, generalmente jóvenes e inexpertas, y que no podían hacer daño a su papel de favorita real. Una tarde Luis XV preguntó a Binet;
-¿Qué ha pasado con vuestra prima? -Majestad, se pasa el día llorando -respondió. -Se debe arrepentir de haber pecado. Pero me gustó. Parece un poco ambiciosa. Me he mostrado indiferente para ver cómo reacciona -dijo el rey. Binet se apresuró a contestar que su prima se había enamorado locamente del rey, que su marido había sospechado algo y ella se debatía entre el amor al monarca y la fidelidad a su marido. Esta respuesta añadía algo picante a la relación entre el rey y Madame D’Etiolles, lo que no dejó de interesar al monarca, el cual la citó para una cena unos días después. La futura marquesa de Pompadour, aleccionada por su primo, representó a la perfección el papel de mujer enamorada que se debate entre el amor y el remordimiento. Habló de su celoso marido, capaz de cualquier cosa, y el resultado de su representación teatral fue que el rey la invitase a quedarse y la instalase en las habitaciones
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que antes había ocupado la marquesa de Mailly, su antigua amante. En esto, el rey tuvo que partir para Flandes a reunirse con el ejército que luchaba allí y la señora D’Etiolles se quedó en París, desde donde le escribía cartas ardientes que le dictaba el abate de Bernis, su amigo fiel. Las cartas dieron buen resultado. Las respuestas del rey eran cada vez más ardorosas. La última de las veinticuatro que le escribió iba dirigida «a la marquesa de Pompadour». El marquesado de Pompadour pertenecía a una ilustre familia del Limousin y se había extinguido por falta de descendencia. Faltaba la consagración oficial de la nueva marquesa de Pompadour, es decir, su presentación en la Corte. Además de todo eso, el marido de la nueva marquesa de Pompadour tomó a mal el hecho de que su esposa fuese la nueva favorita real, cogió una pistola y anunció que iría a la Corte a matar a su mujer. Los amigos le desarmaron y le convencieron de que lo más sensato era dejar que las cosas siguieran su curso y retirarse fuera de París. Así lo hizo el pobre cornudo, instalándose en Avignon, en donde por lo visto recapacitó, pues al cabo de unos meses volvió a París, donde le fue concedido un magnífico empleo muy bien retribuido. La presentación en la Corte fue objeto de un pequeño escándalo. Hasta entonces las amantes del rey habían sido damas pertenecientes a la Corte, pero ahora se trataba de una burguesita sin ningún título de nobleza más que el muy reciente que le había concedido el rey. Una noche, en una reunión aristocrática, un tertuliano dijo:
-Me gustaría saber quién será la puta que presentará a eáta otra puta. -No digáis más -respondió la dueña de la casa-, la primera puta seré yo.
Y así se hizo. Madame de Pompadour, quien hizo las inclinaciones y reverencias que marcaba el protocolo, fue presentada al rey oficialmente, y pronunció unas pocas palabras: -Estaré siempre al servicio de su majestad.
Lo cual podía entenderse de muchas maneras. La reina, a quien también la Pompadour fue presentada, la acogió con benevolencia, cosa que no hicieron los hijos del
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quienes desde entonces en adelante la llamaron «mamá puta» o «la señora puta». Como se ve, el lenguaje de la Corte en aquellos tiempos era bastante libre. Algunos días después de la presentación, la Pompadour fue a Choisy en compañía del rey. Éste se puso enfermo y, contraviniendo todas las previsiones, la reina sentó a su mesa a la favorita. En realidad a la reina le importaba muy poco quién fuese la amante de su marido. Estaba acostumbrada a ver pasar una tras otra a las damas de la Corte y le hizo una cierta gracia que esta vez fuese una burguesita la que sustituía a las aristocráticas damas predecesoras. Por otra parte no pudo prever la influencia que después tendría la nueva favorita. Debió de pensar que era un capricho pasajero como tantos otros. Pero en esto se equivocó. La Pompadour fue una amante muy especial. Ya he dicho que se afirmaba que era frígida. Muchas prostitutas lo son, pero saben fingir -es su oficio- y si se añade a ello que en ningún momento pierdan la cabeza, aunque sea por simulación, resultan más peligrosas que otras mujeres más sensuales que ellas. Indiscutiblemente Madame de Pompadour era una advenediza, la simple hija del señor Poisson que carecía de todo refinamiento, o por lo menos del que era necesario para brillar en la Corte. Pero como era muy inteligente, poco a poco fue puliendo su lenguaje y sus maneras hasta hacer olvidar su humilde origen. Sin embargo, los comienzos fueron difíciles. El mismo rey se sentía molesto y solía decir para justificarse:
-Si hay que educarla, yo me entretendré en ello. La Corte se dividió en dos grandes bandos. De un lado estaba el bando tradicional y clerical, entre los que se encontraba el confesor del rey, que atacaba sin piedad a la nueva favorita. Uno de sus puntales era el ministro Maurepas, quien tenía práctica en ello, pues había sido enemigo sistemático de todas las amantes del rey, no por razones morales, sino porque se inmiscuían en los asuntos de Estado. Por otro lado, y cada vez más numeroso, estaba el grupo de los partidarios de la Pompadour. En él figuraban los que pretendían abrirse paso fuera como fuese en la Corte y, poco a poco, los intelectuales y artistas que, en todo momento y cada vez más, recibían la protección de la favorita. No se debe olvidar la habilidad de la Pompadour, que desde que fue presentada a la reina no desperdició una sola ocasión de hacerse grata. La murmuración no había
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cesado ni ante las gradas del trono y la misma reina era víctima de ella. La Pompadour hizo lo posible para desvanecer la prevención que el rey tenía contra su esposa. El monarca lo agradeció y desde entonces se mostró menos descortés con ella, hasta el punto de compartir con la reina su mesa de juego, cosa que no había hecho jamás, y regalarle el primero de enero de 1741 una cajita de oro para rapé con un reloj incrustado en el centro. La Pompadour vivía en Versalles en un pequeño apartamento compuesto de una antecámara, una cámara o salón, un comedor, una alcoba y una habitación para el servicio de mesa. Luis XV llegaba a las habitaciones de Madame de Pompadour muy de mañana, permanecía con ella hasta la hora de la misa, volvía después del oficio divino, comía una sopa o un trozo de asado y no se retiraba antes de las seis de la tarde. Podrá extrañar esta mezcla de vicio y religión. Era muy frecuente en aquella época, y como muestra la anécdota siguiente es muy reveladora. Un día Luis XV estaba con una de sus amantes y rechazó una cena porque en ella se le servía carne siendo día de vigilia. La dama le dijo: -Señor, ¿qué importa esto si vamos a pasar la noche juntos? —No añadamos un pecado más al que vamos a cometer —respondió el rey.
A pesar de todo, la característica principal de Luis XV no era la lascivia, sino el aburrimiento. La Pompadour tuvo que luchar contra este tedio que embargaba al rey y en el que el amor sólo era un fugaz remedio. La favorita se daba cuenta de que el más bello y más raro triunfo de una mujer no es conquistar un amante, sino retenerlo. Por una crónica de la época sabemos que «la señora era fría para el amor hasta el exceso y trató de despertar su helada naturaleza tomando chocolate perfumado con triple vainilla, trufas y menestras de apio», lo cual no fue muy bueno para su salud. Un día dijo a su amiga Madame de Brancas: -Tiemblo ante la idea de perder el corazón del rey al dejar de gustarle. Los hombres, como debéis de saber, dan mucha importancia a ciertas cosas y yo tengo la desgracia de ser de un temperamento muy frío.
La señora de Brancas le recomendó que hiciese lo posible para que el rey se encontrase a gusto con ella hablándole y distrayéndole, pues los hombres se cansan
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pronto en la cama y menos en el salón. En el fondo, Madame de Brancas sabía perfectamente que en la mayoría de los hombres la vanidad está por encima de la voluptuosidad. Si una mujer quiere halagar a un hombre después del acto amoroso no debe preguntarle «¿Has gozado?», sino decirle «¡Cómo me has hecho gozar!»; éste fue el consejo de la señora de Brancas para halagar a todo corazón masculino. Madame de Pompadour se hizo indispensable para el rey. Ocupaba todo su tiempo y no le abandonaba en ningún momento. Cuando algún ministro entraba a despachar con el monarca, observaba el rostro de éste y en cuanto veía en él los primeros signos de fastidio, le interrumpía y los hacía salir. El mariscal duque de Richelieu refiere que un día, mientras Maurepas le leía un informe, el rey en vez de escucharle reía con la Pompadour, por lo que el ministro al darse cuenta interrumpió la lectura.
-Continuad, os entiendo muy bien -dijo el rey. Pero la favorita intervino diciendo:
-Señor de Maurepas, ha hecho usted que el rey se aburra. Hasta luego, señor Maurepas. Y el ministro tuvo que marcharse. Todo ello se comentaba en palacio y el grupo de enemigos de la favorita se aprovechaba de ello para lanzar dardos contra ella. Estas murmuraciones y estos ataques llegaban al pueblo, que al comentarlos los aumentaba haciendo de Madame de Pompadour la bestia negra de la monarquía. Se le reprochaba el lujo insolente que exhibía y los cuantiosos gastos que al tesoro real costaban sus caprichos. No era tarea fácil la de la favorita. El rey se mostraba a veces taciturno y silencioso y las mujeres saben muy bien que en aquel momento el hombre se les escapa, por ello la favorita procuraba hablar y distraer su humor melancólico y, cosa rara en las mujeres, pero no tan rara en las mujeres que aman y por ello adivinan lo que place al hombre amado, sabía dosificar sus palabras y sus silencios. Luis XV hablaba mucho de la muerte, como persona que la temía, y a veces tenía caprichos macabros. Un día, yendo en coche con Madame de Pompadour y la maríscala de Mirepoix, mandó parar, llamó a un caballerizo y le dijo:
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-¿Veis aquel pequeño montículo? Hay cruces y seguramente debe ser un cementerio. Id y ved si hay alguna fosa reciente.
El caballerizo obedeció y dijo al rey: -Señor, hay tres fosas recién cavadas. -En verdad -murmuró la maríscala de Mirepoix- es como para hacerse la boca agua.
Y Madame de Pompadour volvió la cabeza llena de horror. Luis XV era un morboso hipocondríaco siempre pesimista y con un marcado gusto por lo macabro. Cuando un ministro le presentaba un proyecto, fuese cual fuese, su primer impulso era oponerse a él temiendo siempre lo peor. Ni que decir tiene que muchas veces tenía razón, pero no siempre. El príncipe de Croy cuenta algún detalle curioso de la vida privada del rey explicando una de las cenas a la que asistió Madame de Pompadour: «No fuimos servidos más que por dos o tres criados del guardarropa, que se retiraron después de habernos puesto delante todo cuanto pudiéramos necesitar. La libertad y la decencia me parecieron muy bien observadas. El rey estaba alegre, libre, pero siempre sin olvidar su altivez; no me pareció tímido, sino de trato corriente, hablando bien y mucho, divirtiéndose y sabiendo divertir. Parecía muy enamorado de Madame de Pompadour, sin cohibirse en este sentido, sin reparos y siguiendo su idea fija quizá porque se hallaba aturdido. »Me pareció muy enterado de las cosas menudas y los pequeños detalles, pero no se arriesgó a tratar de cosas de importancia. La discreción nació'con él; no obstante algunos creen que en la vida privada todo se lo comunicaba a la marquesa... Me pareció que le hablaba con demasiada libertad, como a la querida a quien amaba, pero con quien quería divertirse, y ella se condujo muy bien, con mucho sentido, aunque el rey quería ser siempre el dueño absoluto y se conducía con firmeza en este punto... Estuvimos dos horas a la mesa, con gran libertad y sin ningún exceso. Después el rey pasó al saloncito y calentó y se sirvió él mismo su café, pues ningún criado apareció allí y cada uno se servía de por sí. Formó una partida de cometa con Madame de Pompadour, Coigny, Madame de Brancas y el conde de Noailles. La cometa es un pequeño Juego que gustaba al rey, pero que Madame de Pompadour detestaba sobremanera, por lo que decidió alejarse. El resto de invitados hicieron dos partidas. El rey
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mandó a todos que se sentasen, incluso a los que no jugaban; yo permanecí apoyado contra la mampara de la chimenea, viéndole jugar. Madanie de Pompadour se dormía, y como le dijese que era hora de retirarse, a la una se puso en pie, y a media voz y alegremente, dijo:
-¡Vamos a acostarnos! »Las damas hicieron una reverencia y se marcharon; el rey también hizo la reverencia y se encerró en sus habitaciones y entonces todos bajamos por la escalera de Madame de Pompadour, a donde da una puerta, y regresamos por los salones a acompañarla mientras ella se acostaba, acto que ordinariamente era público, lo cual hizo enseguida... »A1 propio tiempo que distraía al rey, Madame de Pompadour no dejaba de tener atenciones para con la reina, cosa que nunca habían hecho las demás amantes del rey. Procuraba que éste visitase con asiduidad los aposentos de la reina y le animaba a mostrarse respetuoso e incluso galante con ella. Una vez, mientras los reyes estaban en Choisy, la Pompadour hizo limpiar las habitaciones de la reina en Versalles, quien a su vuelta las encontró embellecidas, pues los dorados de la cámara aparecían tan pulidos y brillantes como si fuesen nuevos. Las paredes estaban adornadas con nuevos tapices y lo que era una sencilla cama de barrotes había sido sustituida por un lecho elegante y señorial cubierto de seda encarnada». A todo esto se añade el hecho de que madame de Pompadour reunía a su alrededor a un grupo de intelectuales, filósofos, poetas, autores teatrales, científicos, etc., que daban relieve a sus reuniones. Era ella la que recibía a Voltaire, Marmontel y a los autores de la Enciclopedia. Hizo instalar un pequeño teatrito en el que se representaban obras de los autores contemporáneos y clásicos, empezando por el Tartufo de Moliére. Se comentó que este teatro había costado millones cuando en realidad no había pasado de una cantidad muchas veces inferior. Participar en estas comedias era ambición de todas las personas de la Corte, y Madame de Hausset narra a este propósito un rasgo muy curioso: «En la época en que se representaban comedias en los reservados obtuve por un medio bien singular una plaza de lugarteniente del rey para uno de mis parientes, que prueba el alto precio que ponían los grandes señores por un pequeño a la Corte... La señora no quería pedir ningún favor a Monsieur D’Argenson. Hostigada por
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mi familia, que no concebía que me fuese difícil conseguir para un militar de poca graduación un pequeño mando, resolví dirigirme directamente al conde D’Argenson. Le expuse mi petición y le dejé un memorial. Me recibió fríamente y me despidió con vagas palabras. Al salir, me siguió el marqués de Voyer, hijo del conde, el cual, desde su habitación, había oído a su padre.
-Deseáis una comandancia -me dijo-. No hay más que una sola vacante, que me ha sido prometida para uno de mis protegidos, pero si queréis que hagamos un cambio de favores, y hacéis que yo obtenga uno, os la cederé. Yo quisiera ser «exento de policía», y en vuestras manos está el que yo obtenga esa plaza. - No concibo broma semejante -le contesté. - Ved de qué se trata. Va a representarse Tartufo en los reservados. Hay un papel de «exento de policía», que tiene muy pocos versos. Si obtenéis de la señora que yo represente dicho papel, la comandancia será para vuestro pariente.
Yo no prometí nada, pero conté a la señora lo sucedido. La cosa se hizo y obtuve la plaza para mi pariente y Monsieur de Voyer dio las gracias a la señora con la misma gratitud que si le hubiera hecho duque.» El papel de la favorita no era precisamente fácil, pues a pesar de todo el rey no le era fiel. Tuvo aventuras con la condesa de Choiseul y el ministro D’Argenson encargó a su propia amante, Madame de Estrades, que conquistase al rey. Ninguna de ellas tuvo éxito. Hicieron el amor con el monarca y éste no se acordó más de ellas. Cada noche, a las diez, la Pompadour se reunía con Luis XV. Lo sabía todo el mundo, incluso la reina. \
Una noche Madame de Pompadour jugaba con ella a las cartas cuando en un reloj del salón sonaron las diez. Con gran confusión, la favorita pidió permiso para ausentarse. La reina sonrió con bondad.
-Id, ya es la hora -fue todo lo que dijo.
Madame de Pompadour hizo una reverencia a la reina y fue a acostarse con el rey. La favorita dominaba al rey en todos los terrenos, incluido el político. Nombraba y despedía ministros. Se decía que Maurepas era el autor de ciertos epigramas contra
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ella y la Pompadour decidió enfrentarse directamente con el ministro. Le visitó en su despacho:
-Después se dirá que envío a buscar a los ministros. Esta vez he venido yo a buscaros. ¿Cuándo se descubrirá al autor de estos epigramas contra mí? —Cuando lo sepa os lo diré, señora. —Poco caso hacéis de las amigas del rey. —Señora, siempre las he respetado, fuesen de la clase que fuesen. La respuesta era hábil pero la favorita, indignada, consiguió pronto la destitución del ministro. Una vez que hubo alcanzado el poder sobre el rey, la Pompadour se dedicó a proteger a su familia. Madame de Pompadour hizo que a su padre se le concediese el señorío de Marigny. El hombre vivió hasta el año 1754, murió a la edad de 70 años, después de haber llevado una larga existencia de hombre cínico, satisfecho y sobre todo dado a los placeres del vino. El hermano de la Pompadour era todo lo contrario a ella. Inteligente, guapo y tímido. Su modestia era tan grande que cuando le concedieron un título de marqués al principio rehusó usarlo, y se quejaba de ver que por ser el hermano de la favorita real, nobles y personas importantes le adulasen. Fue nombrado subconservador de los reales palacios y la Pompadour le mandó más tarde a Italia para que se familiarizase con el arte. Ella quería mucho a su hermano e hizo todo lo posible para aconsejarle y para otorgarle todos los honores que podía, algunos de los cuales él rechazó por creer que no era apto para ellos. Fue un gesto que le honró. El tiempo iba pasando y el ascendiente de la Pompadour iba en auge en el terreno cortesano pero no en el personal. No gozaba de buena salud y ello mermaba cada vez más sus encantos físicos. La favorita veía con espanto que se acercaba el día en que el rey se cansaría de ella. Le buscó otros entretenimientos y conociendo la lascivia del rey buscó, ya que ella había perdido sus encantos, a otras mujeres que le sustituyesen en los placeres reales. Claro está que ello ofrecía una dificultad grande y era la de que estas mujeres pudieran sustituirle en el cargo de favorita real. Pero el rey también envejecía y su vida sexual disminuía. A pesar de todo, le seguían gustando las jóvenes.
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La Pompadour se dio cuenta de que favoreciendo este gusto senil tenía todas las de ganar, puesto que las jovencitas inexpertas que podía llevar al lecho real no le harían sombra en el salón, en donde no podían ser presentadas, ni en la política, de la que no sabían nada. Al parecer la primera de las muchachas de que se sirvió la Pompadour fue una tal Morphi. Louison Morphi era amiga nada menos que del célebre aventurero Casanova, quien nos explica en sus memorias cómo la conoció: «Encontrándome en la feria de San Lorenzo con mi amigo Patu, éste tuvo la idea de que cenásemos con una actriz flamenca llamada Morphi. La muchacha no me interesaba, pero ¿cómo negar tal favor a un amigo? Hice lo que él quería. La Morphi tenía una hermana, una mocita de 13 años llamada Elena... »Blanca como un lirio, Elena reunía cuanto de más bello pueda imaginar un pintor. Sus líneas eran tan suaves que producían una sensación de felicidad y una deliciosa calma. Era rubia, pero sus ojos tenían el fuego de los más bellos ojos negros. Un pintor alemán me hizo un magnífico retrato de ella por el precio de seis luises. El artista, que era diestro y tenía muy buen gusto, la pintó con tal maestría y veracidad, que no se podía pedir nada más irable. Yo estaba satisfechísimo de aquel retrato. Escribí bajo él: «O-Morphi» (expresión que, aunque no sea de Homero, no por ello es menos griega, y que significa bella). »Mas, ¿quién puede adivinar los designios secretos del destino? Mi amigo Patu quiso tomar una copia de aquel retrato. No era cosa de negar tan pequeño servicio a un amigo, y encargamos al mismo pintor que la hiciese. Poco después, habiendo sido el pintor llamado a Versalles, mostró, ante todos, una reproducción en miniatura de aquel cuadro suyo, y el señor de Saint-Quentin lo encontró tan irable, que lo enseñó al monarca. Su majestad cristianísima, gran perito en la materia, quiso comprobar con sus propios ojos si el original respondía al retrato. »E1 señor de Saint-Quentin, amigo complaciente del príncipe y ministro de sus placeres, fue encargado de la tarea, y al efecto preguntó al pintor si la modelo de aquella pintura podía ser llevada a Versalles. Pareciéndole esto al pintor cosa fácil, prometió ocuparse del asunto. »Vino, pues, a comunicarme la proposición. Como me pareció bien, se la comuniqué a la hermana de la muchacha, que, muy satisfecha, comenzó a lavar a la jovencita. Dos o tres días más tarde, después de haberla vestido decentemente, ambas hermanas salieron, acompañadas del pintor, para realizar el mayor experimento... El ayuda de cámara del ministro tenía ya instrucciones al respecto y recluyó a las dos
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muchachas en un pabellón del parque, mientras el pintor se instalaba en la posada para esperar la conclusión de aquellas negociaciones. Media hora después, el rey entró en el pabellón y preguntó a Morphi si era griega.
-¿Por qué te ríes? -Me río porque os parecéis, como una gota de agua a otra, a un escudo de a seis... »La ingenuidad de la muchacha hizo prorrumpir al rey en una gran carcajada. Luego le preguntó si le gustaría quedarse en Versalles.
-Depende de mi hermana -dijo la pequeña. »La hermana se apresuró a manifestar al rey que no deseaba otra cosa si no tan inmensa fortuna. El rey se fue, pero un cuarto de hora después el señor de Saint-Quentin apareció, instaló a la pequeña en un departamento, dejándola a cargo de una mujer, y, acompañado entonces de la hermana mayor, fue a reunirse con el pintor, a quien se le dieron cincuenta luises por el retrato y nada a la Morphi. Tomó sólo su dirección y le prometió que le daría noticias suyas; en efecto, al día siguiente le envió mil escudos. »La joven y bella O-Morphi —porque el rey la llamó siempre así— gustó al monarca más aún por sus gentilezas y por su ingenuidad que por su rara belleza, la más correcta que yo haya visto jamás. La instaló en un departamento del Parque de los Ciervos, verdadero harén de aquel voluptuoso monarca, donde a nadie se le autorizaba la entrada... »La Morphi cayó en desgracia tres años después, pero el rey, al despedirla, le regaló cuatrocientos mil francos, que ella aportó como dote a un oficial bretón con quien se casó. »En 1783, encontrándome en Fontainebleau, trabé conocimiento con un gentil joven de 25 años, fruto de aquel matrimonio y verdadero retrato de su madre, cuya historia ignoraba absolutamente, y que yo no creí necesario relatarle. Le di mi nombre y le rogué que presentara mis respetos a su madre.» La desgracia de la bella Morphi fue ocasionada por una mala acción de la señora de Valentinois. Esta dama, conocidísima en París, dijo a la joven que si quería hacer reír al rey lo único que tenía que hacer era preguntarle cómo trataba a su vieja espo-
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sa. La muchacha, demasiado ingenua para adivinar la malignidad del consejo, hizo la pregunta a Luis XV, quien, furioso, la increpó: -¡Desgraciada! ¿Quién os ha aconsejado preguntarme tal cosa?
La pobre O-Morphi, muy asustada, cayó a sus pies y le confesó la verdad. El rey se separó de ella y no volvió a verla más. La condesa de Valentinois no compareció en la Corte hasta dos años después. Este monarca, que sabía muy bien como hombre lo mal que se comportaba con su esposa, quería ignorarlo como rey, y ¡ay de quien faltara a la reina!... La Pompadour pasó de ser amante suya a convertirse en su amiga y en su proveedora de Jovencitas. Así nació con visos de verosimilitud la leyenda del Parque de los Ciervos que tanta importancia tuvo al final del Antiguo Régimen, durante la Revolución sa y el Romanticismo. La casita así denominada estaba en el número 4 de la calle Saint-Méderic, en Versalles. En su planta baja se hallaba una gran cocina, un cuarto de aseo, una cochera y una cuadra para un solo caballo. Por una escalera de madera se sube al único piso de la casa en el que se encuentra un salón con una alcoba y un gabinete adyacente, luego otra alcoba y otro gabinete. No hay lujos de ninguna clase, pues todo está pintado de color gris claro. Qué lejos está esta realidad de las fantasías que han hecho escribir a ciertos historiadores de un pequeño palacio que había costado cien o ciento cincuenta millones de francos, un pretendido castillo siniestro en el que gruesas puertas ahogaban los gritos de las víctimas de la actividad sexual del rey; víctimas que algunas memorias cifran en mil ochocientas. ¿Cómo puede imaginarse que un hombre de cuarenta y tantos años precozmente avejentado pudiese lidiar con tantas víctimas inocentes? En realidad, aunque no se sabe cuántas muchachas pasaron por esta famosa casita, lo que sí se sabe ciertamente es que no pasaban una o dos a la vez. Además muy vigiladas por una ama de llaves que figuraba como intendente en los gastos del rey. Sabemos nombres de algunas de estas jóvenes, como las señoritas Fouquet, Hénault, Robert, Hlicquet, Tresson. De una de ellas, que quedó embarazada y que dio a luz en una casa de la avenida de Saint-Cloud, sabemos que era muy bella, muy elegante, muy alegre y muy ingenua. Se le regaló un broche de diamantes y preguntó;
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-¿Cómo está el señor conde? -el rey se hacía pasar por conde polaco-. Sentirá mucho no encontrarle a mi lado pero sé que se ha visto obligado a viajar a su país. Dijo también que su madre era viuda y pobre y que el señor conde había salvado a la familia dándole mil quinientas libras de renta y seis mil francos en dinero contante. Madame de Hausset, que hacía de intermediaria entre el rey y las jóvenes del Parque de los Ciervos, explica:
«Seis días después dio a luz. Siguiendo mis instrucciones me dijeron que había sido una niña, aunque en verdad fue un varón, y poco después debían decirle que su hija había muerto a fin de borrar todo rasgo de su existencia durante cierto tiempo. Más tarde ya sería devuelto a su madre. El rey daba siete u ocho mil libras de renta a cada uno de sus hijos. Heredaban los unos a los otros a medida que se iban muriendo; los fallecidos eran ya seis o siete».
La muchacha en cuestión fue casada en provincias con cuarenta mil escudos de dote y algunos diamantes. Alguna muchacha descubrió la verdad y fue encerrada en un manicomio, donde se le quiso hacer creer que sufría alucinaciones y que todo lo había soñado. Este comportamiento no parecía cruel ni al rey ni a Madame de Pompadour, quienes, al contrario, creían que actuaban con gran bondad. Hubo una muchacha que por un momento parecía que iba a desbancar a la Pompadour. Fue Ana de Coupiers de Romans, hija de un abogado de Grenoble. La muchacha quedó encinta y trajo al mundo a un niño del que no consintió separarse y que fue bautizado con el nombre de Luis Amado Borbón, como hijo de Carlos de Borbón, capitán de caballería. Un día, paseando por los jardines de Versalles, la Pompadour se hizo la encontradiza con Ana de Coupiers y iró mucho al niño preguntando quién era su padre, a lo que la muchacha respondió diciendo que era alguien muy importante que sin duda le sería conocido. La Pompadour tuvo miedo de esta nueva rival, pero pronto se tranquilizó porque Ana era más bien sosa y sin ninguna gracia en la conversación, lo que al poco tiempo aburrió al rey. El desenlace de la aventura fue cruel. Luis XV hizo raptar al niño, se educó lejos de su madre y más tarde fue, tras una juventud desgraciada, el abate de Borbón, protegido por Luis XVI y con grandes conquistas femeninas.
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Ana fue casada a la fuerza con monsieur De Cavanhac y desapareció del libro de la historia. En esto, el 5 de enero de 1757, cerca de las seis de la tarde, cuando el rey se dirigía a la carroza que debía conducirle al Trianon donde debía pasar la noche, en las puertas de palacio un hombre abriéndose camino entre los cortesanos y los soldados se lanzó contra él blandiendo un cuchillo. La herida que le causó fue tan leve que el cirujano La Martiniére dijo que el rey podría reanudar sus ocupaciones habituales al cabo de tres días. Pero el rey se asustó, permaneció en cama y pidió un confesor, que pasó tres cuartos de hora con el monarca. Por la noche tuvo que quedarse en la cámara regia reclamado a cada instante por el enfermo; los cortesanos se reunieron, los ministros acudieron a Versalles y madame de Pompadour, olvidada en sus habitaciones, no cesó de llorar. Luis XV no pronunció su nombre en ningún momento. El miedo a la muerte le hizo olvidar su amistad y su afecto. Un ministro entró en la habitación del rey. Una hora después entró en el gabinete de la marquesa. Todo el mundo estaba a la espera de lo que iba a pasar. ¿Continuará en palacio? ¿Será despedida? Cuando el ministro salió, el abate de Bernis entró en el gabinete de laca roja de la marquesa que, sollozando, exclamó:
—Hay que partir —y casi se desmayó.
Pero una buena amiga fiel de la Pompadour, Madame de Mirepoix, le invitó a reflexionar:
- No olvidéis nunca que quien abandona la partida, la pierde. El ministro D’Argenson está en vuestra contra y se aprovecha de la debilidad del rey en este momento. Retrasad vuestra partida el mayor tiempo posible. \
Así se hizo, y pasado el susto pasó también el arrepentimiento del rey, que a los pocos días volvía a frecuentar las habitaciones de la Pompadour. Y D’Argenson fue desterrado. Por su parte, el abate Bernis fue nombrado ministro, luego embajador, y llegó a cardenal, pero conoció a su vez más tarde la amargura de la desgracia en el favor del rey. El 26 de marzo el regicida fue condenado a muerte, y antes de la ejecución se le sometió a un interrogatorio de cinco horas. Afirmó que no tenía cómplices y dijo que
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había decidido el atentado para evitar el escándalo de un rey sometido a los caprichos de una concubina. En la ejecución concurrieron detalles horribles, pues se le cortó la mano en la que había llevado el cuchillo con el que había herido al rey y después fue descuartizado vivo. La plaza de la Gréve estaba atestada de gente y se pagaron altísimos precios para ocupar las ventanas y azoteas que la dominaban. Un cronista de la época dijo que «las mujeres, tan sensibles, tan compasivas, asistieron al suplicio con los ojos secos, sin testimoniar la más leve emoción, mientras que los hombres desviaban las miradas y se estremecían». A esta espantosa ejecución, según sus memorias, también asistió Casanova, quien confiesa que, durante la misma y en un balcón desde el que la presenciaban varias damas y caballeros, tuvo una relación disimulada con una joven de la Corte. Pero el fin de la Pompadour cada vez estaba más cerca. Enferma, arrojaba sangre por la boca y vivía atormentada por escalofríos alternados con violentos s febriles. A pesar de ello continuaba asistiendo a recepciones y banquetes. Pero un día ya no pudo más y sintiéndose morir, serena e impasible, el 15 de abril de 1764, dictó un codicilo a su testamento y dirigiéndose al confesor que tenía a su lado le dijo:
-No os vayáis, padre, nos iremos juntos. La sentaron en una butaca y allí murió. El rey aplazó aquel día un banquete de gala que debía celebrarse. Sabía dominar sus sentimientos y así lo hizo. Algunos historiadores narran que cuando vio pasar el entierro de la marquesa de Pompadour bajo la lluvia dijo: -Mal tiempo tiene la marquesa para su último paseo. Tal vez lo dijo, o tal vez no, pero un cronista narra lo siguiente que prueba que la muerte de la Pompadour le afectó profundamente: «El rey estaba enterado de la hora de los funerales. Eran las siete de la tarde. Hacía un tiempo espantoso. El rey tomó el brazo de Chamfort. Cuando estuvo en su aposento cerró la puerta y salió al balcón. En religioso silencio estuvo contemplando cómo se alejaba el cortejo fúnebre y a pesar del mal tiempo, a cuyas inclemencias parecía insensible, permaneció en el bal-
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cón hasta que el entierro hubo desaparecido por completo. Entonces volvió a entrar en el aposento. Dos gruesas lágrimas se desprendían de sus ojos. A Chamfort le dijo estas palabras que: -Es el único homenaje que puedo rendirle.»
CASANOVA
Si los personajes de ficción con alma de tinta y cuerpo de papel, pudieran ser encarnados en alguien poseedor de venas, músculos y huesos, Don Juan Tenorio, Don Giovanni o el Burlador de Sevilla se encontrarían muy confortablemente instalados en el cuerpo de Giovanni Giacomo Casanova. Se trata de un personaje que orientó todas las actividades que realizó en su vida a lograr placer. Fue diplomático al servicio de Venecia, su ciudad natal, músico, curandero, mago... y, por encima de todo, hombre libertino que jamás renunció a sus actividades ni se arrepintió de ellas. Tan es así que nos ha dejado un volumen de memorias en el que para narrar sus infinitos lances de amor, hace un muy exacto retrato de la época que le tocó vivir. Sus orígenes no están muy claros. Si bien sí se sabe que nació en Venecia, no se conocen quiénes fueron sus padres: pudo ser el hijo de unos humildes comediantes itinerantes o el hijo bastardo de algún comerciante viajero que nunca llegó a reconocerle. No importan sus orígenes. Casanova empieza en sí mismo. Muy pronto tuvo que salir de su Venecia natal obligado más por los desmanes cometidos en mesas de juego, en las que desplumaba a ingenuos burgueses, que a sus ya muy numerosos, e ilegítimos, lances de amor. En la Europa de aquel momento había un país que inevitablemente ejerció una atracción especial en el aventurero veneciano. Ese país era Francia, cuya Corte practicaba las más licenciosas costumbres de la época. Francia fue para Casanova el puerto donde recalar entre viaje y viaje. Durante sus numerosísimas escalas en ese puerto que le resultaba tan apropiado, Casanova conoció a todo tipo de gente, a cortesanos, filósofos, artistas..., pero sobre todo conoció a mujeres, muchas mujeres: nobles damas, jóvenes inocentes, monjas de clausura, actrices, criadas...
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Conoció, entre otros, a Voltaire, a quien le unió una amistad basada en lo parecido de sus espíritus inquietos. También tuvo la oportunidad de frecuentar a Rousseau, un sufridor profesional del mal de amores para quien las relaciones sentimentales siempre estaban ligadas a los sentimientos más profundos, en contraposición a la postura de Casanova sobre ese mismo tema. Amar, para el veneciano, era tan buen deporte como la equitación o la esgrima, disciplina de la que fue aventajado practicante. Se llegó a batir en duelo en el Bois de Bologne en el que ganó hiriendo a su entonces desdichado adversario, curándole luego las heridas con un ungüento de su invención. De esta forma, se ganó así un amigo para toda la vida. En el libro de rutas de Casanova se podrían marcar hitos en función del hacer y deshacer fortunas o del hacer y deshacer amistades, pero, sobre todo, de mujeres seducidas de todas las nacionalidades y de toda clase y condición. Si cada uno de esos hitos estuviera representado por un alfiler clavado en el mapa de Europa, no se podría distinguir mapa alguno. Todo él estaría cubierto y tapado por las cabezas de los alfileres. En sus memorias, dignas de ser leídas por muchos motivos, Casanova relata las estrategias y las artimañas con las que conseguía sus conquistas a largo o corto plazo. No da consejos a seductores novicios. Tan sólo describe con pelos y señales sus propias experiencias, lo que constituye la mejor de las lecciones. Cuidar de doncellas enfermas, escuchar las quejas de esposas insatisfechas, asaltar con nocturnidad y alevosía conventos de clausura, secuestrar cuerpos y voluntades, proponer ágapes pantagruélicos con viandas altamente afrodisíacas... nada dejó de utilizar tan extenso amador para conseguir, día sí, día también, un cálido regazo femenino en el que calentar su libido. Guillermo G. Oropeza, en un breve pero apasionado ensayo, describe así a Casanova:
«Hijo de su irrecuperable siglo xviii, Casanova se movió en medio de un ballet de noblezas; de pelucas empolvadas; de falsas danzas pastorales en el Jardín del Trianon; de misas negras mandadas decir por las favoritas del rey, enfermas de celos y poder; de oficiales que regresaban de América enamorados de la ilusión de la libertad. Casanova sabía que en esa centuria tan sa, todo -los cuadros, el clavicordio, la arquitectura, el teatro o el arte del Jardín— debía obedecer la ley suprema de la medida, de la estricta austeridad del placer.»
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Casanova fue un hombre que cuidó mucho de su espíritu, pero lo hizo más de su cuerpo, que era precisamente el que más y mayores placeres le proporcionaba. Aun así, llegó, como a todo el mundo le llega, la decadencia física. ¿Abandonó los trabajos amatorios por esa cuestión? No. Siguió amando a mujeres maravillosamente maduras a las que contentaba con el bagaje de suaves y sabias caricias que había conseguido reunir a lo largo de toda su vida de libertino. Sus días los terminó ejerciendo como tutor de unos jóvenes nobles centroeuropeos a los que, bien seguro, enseñó el arte de seducir mujeres, complacerlas en sus instintos más básicos y escapar luego de ellas para emprender nuevas conquistas. No nos extenderemos más sobre la biografía del mayor seductor de la historia europea. Pero sí recomendamos la lectura de sus memorias que, además de divertidísimas, serán de gran utilidad a todo aquel que se proponga actuar, aunque sólo sea de vez en cuando, como Giovanni Giacomo Casanova.
EL VIRREY AMAT
Don Ricardo Palma fue un distinguido escritor peruano nacido en Lima en 1833 y fallecido en 1919. Es una de las primeras figuras de las letras hispanoamericanas, autor de Tradiciones peruanas, su obra más conocida y de más prestigio que fue la que le dio nombre. En 1893 y años posteriores fueron editadas las Tradiciones peruanas en Barcelona por la editorial Montaner y Simón en cuatro volúmenes, a los que siguieron dos más de «Apéndice» que, aunque muy interesantes, no llegan al estilo de los cuatro primeros tomos. Ya en las páginas del primer tomo se pueden leer párrafos referentes al virrey Manuel de Amat y Junyent, a quien, de manera equivocada, llama Juniet. La capitanía general de Chile fue un escalón para subir al virreinato. Manso de Velasco, Amat, Jáuregui, O’Higgins y Avilés, después de haber gobernado en Chile, fueron virreyes del Perú. A finales de 1761, Amat se hizo cargo del gobierno. Según ha escrito algún historiador:
«Traía la reputación de activo, organizador, inteligente, recto hasta el rigorismo y muy celoso de los intereses públicos, sin olvidar la propia conveniencia».
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Su valor personal lo había puesto a prueba en una sublevación de presos en Santiago. Amat entró solo en la cárcel; recibido a pedradas, contuvo con su espada a los rebeldes. Al día siguiente ahorcó a dieciocho de ellos. Como se ve, no era un hombre que se andaba con tonterías. Amat empezó a ejercer en el gobierno cuando, hallándose más encarnizada la gueira de España contra Inglaterra y Portugal, las colonias de América sospechaban que iban a ser invadidas. El nuevo virrey reaccionó perfectamente al defender la costa desde Panamá a Chile, enviando eficaces auxilios de armas y dinero a Paraguay y a Buenos Aires. Organizó en Lima milicias cívicas, que sumaron a cinco mil hombres de infantería y dos mil de caballería, y él mismo se hizo nombrar coronel del regimiento de nobles, que contaba con cuatrocientas plazas. Llegada la paz, Carlos III premió a Amat con la Cruz de San Jenaro, y mandó a Lima veintidós hábitos de caballeros de diversas órdenes para los vecinos que más se habían distinguido por su entusiasmo en la formación, equipo y disciplina de las milicias. El virrey, cuyo liberalismo en materia religiosa se adelantaba a su época, influyó, aunque sin éxito, para que se obligase a los frailes a hacer vida común y a reformar sus costumbres, que no eran precisamente evangélicas. Lima encerraba entonces entre sus murallas a unos tres mil trescientos frailes y los monasterios de monjas a setecientas mujeres. Para espiar a los frailes que andaban por los barrios de Abajo del Puente, Amat hizo construir un balcón en el palacio que da a la plazuela de los Desamparados, donde pasaba muchas horas escondido tras las celosías. Algún problema debieron darle los frailes de la Merced, pues siempre observaba hábitos de esa comunidad, murmuraba entre dientes:
-¡Buen blanco!
Los que lo oían pensaban que el virrey se refería a la tela del traje, hasta que un curioso se atrevió a pedirle aclaración, y entonces dijo Amat: -¡Buen blanco para una bala de cañón!
Amotinada en el Callao a los gritos de «¡Viva el rey y muera su mal gobierno!», la tripulación de los navios Septentrión y Astuto reclamaban el pago retrasado de sus
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sueldos; el virrey enarboló en un torreón la bandera de justicia, asegurándola con siete cañonazos. Fue luego a bordo, y tras dar una brevísima conversación, mandó colgar de las entenas a los dos cabecillas y diezmó a los insurrectos, fusilando a diecisiete. Amat decía que la justicia debe ser como el relámpago. Licencioso en sus costumbres, provocó muchos escándalos en su país por sus numerosas aventuras amorosas. Muchas páginas ocuparían las historias amorosas en donde figura su nombre unido al de Micaela Villegas, la Perricholi, actriz del teatro de Lima. Sus contemporáneos criticaron a Amat por la falta de transparencia en el manejo de los fondos públicos y como prueba de esta acusación, decían que cómo se explica que viniera de Chile con una pequeña fortuna y que, a pesar de lo mucho que derrochó con la Perricholi que gastaba un lujo insultante, salió millonario del mando. Entrar en este tipo de cuestiones no es muy relevante para este libro, lo que sí podemos mencionar es que el virrey fue absuelto de este cargo a causa de la envidia y de la maledicencia humana. En junio de 1776, después de cerca de quince años de Gobierno, lo reemplazó el excelentísimo señor don Manuel Guirior. La citada Perricholi tenía unos 20 años cuando pisó por primera vez un escenario de Lima, allá por el año de 1760. ¿Fue la Perricholi una mujer de gran belleza? No, si por belleza entendemos la regularidad de las facciones y armonía del conjunto; pero ahora bien, si la gracia es la belleza, indudablemente Micaela Villegas era más que digna de cautivar a todo hombre de buen gusto. Según narran las crónicas, era:
«De cuerpo pequeño y algo grueso, sus movimientos estaban llenos de vivacidad; su rostro oval y de un moreno pálido, lucía pequeñas señales de viruela, que ella disimulaba diestramente con los primores del tocador; sus ojos eran pequeños, negros como el ébano y animadísimos; profusa su cabellera y sus pies y manos microscópicos; su nariz nada tenía de bien formada, pues era de las que los criollos llamamos ñatas; un lunarcito sobre el labio superior hacía irresistible su boca, que era un poco abultada, en la que ostentaba dientes menudos y con el brillo y limpieza del marfil; cuello bien contorneado, hombros incitantes y seno turgente. Con tal mezcla de perfecciones e incorrecciones podía pasar hoy mismo por bien laminada o buena moza.»
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Acababa Amat de encargarse del gobierno del Perú cuando en 1762 conoció en el teatro a Micaela Villegas, que era la primera actriz y que se hallaba en un momento de apogeo en lo que respecta a juventud y belleza. Se trataba de una jovencita de buen ver, y el casi sexagenario virrey, que por sus canas se creía ya asegurado de incendios amorosos, cayó rendido a sus pies, haciendo por ella, durante catorce años, más locuras que un adolescente, con no poca murmuración por parte de la aristocracia de Lima, que era por entonces muy estirada y mojigata. El enamorado galán no tenía escrúpulo para presentarse en público con su querida, y en una época en la que Amat iba a pasar el domingo en la quinta de su sobrino el coronel don Antonio Amat y Rocabertí en Miraflores, se le veía en la tarde del sábado salir de palacio en la dorada carroza de los virreyes, llevando a la Perricholi a caballo (era una excelente amazona) en la comitiva, vestida a veces de hombre y otras con lujoso faldellín celeste recamado de franjas de oro y sombrerillo de plumas. Amat no fue virrey querido en Lima, y eso que contribuyó bastante al engrandecimiento de la ciudad. Por este motivo se exageraron sus desaires amorosos. El empresario del teatro de Lima en 1773 era un actor apellidado Maza, que tenía contratada a Miquita por ciento cincuenta pesos al mes. Cierto era que la Villegas, querida de un hombre opulento y generoso, no necesitaba pisar la escena. Sin embargo, el teatro era su pasión y su deleite, y antes de renunciar a él habría roto sus relaciones con el virrey. Parece que dicho empresario dispensaba en el reparto de papeles ciertas preferencias a una nueva actriz conocida por la Inesilla, preferencias que no le gustaban a la Perricholi. Se representaba una noche la comedia Fuego de Dios en el querer bien, de Calderón de la Barca, y estaba Maza sobre el proscenio, donde desempeñaba el papel de galán, y Micaela el de dama, cuando a mitad de un parlamento o tirada de versos Maza murmuró en voz baja:
-¡Más alma, mujer, más alma! Eso lo declamaría mejor Inés. Entonces se desencadenó la ira. La Villegas se olvidó por completo de que estaba delante del público, y alzando un cuchillo que traía en la mano, cruzó con él la cara del impertinente. Cuando cayó el telón, el público se puso a gritar:
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-¡A la cárcel la cómica, a la cárcel!
El virrey, abochornado, abandonó su palco y la función, desgraciadamente, concluyó a palos. Aquella noche, cuando la ciudad estaba ya en un profundo reposo, Amat se dirigió a casa de su querida, y le dijo:
-Después del escándalo que has provocado, todo ha finalizado entre nosotros, y debes agradecerme que no te haga salir mañana al escenario a pedir de rodillas perdón al público. ¡Adiós, Perricholi! Y sin atender a sus lloriqueos, Amat le volvió la espalda y regresó a palacio. Desde ese momento, Amat pasó muchos meses sin visitar a la iracunda actriz. Ésta estuvo mucho tiempo sin presentarse en el teatro, por miedo a que el público se vengase de ella. Pero el tiempo, que todo lo calma, hizo que las cenizas calientes que quedan donde ha habido un fuerte fuego, y más que todo, el amor de padre, ya que la relación amorosa de la Perricholi con el virrey dio su fruto, un precioso chiquillo que paseaba por el patio de la casa de la Puente-Amaya, vestido de forma lujosa y llevando una bandita roja, imitando a la que usan los caballeros de la Real Orden de San Jenaro. Su abuela cuando le veía, desde el balcón le gritaba:
-¡Quítate del sol mi niño, que no eres un cualquiera, si no hijo de cabeza grande! \
Probablemente todas estas causas provocaron la reconciliaron de los reñidos amantes enfadados. La reconciliación tuvo lugar el 17 de septiembre de 1775. Pero era preciso también reconciliar a la Perricholi con el público, que por su parte había casi olvidado lo sucedido año y medio antes. El pueblo fue siempre desmemoriado, y tanto, que hoy recibe con palmas y arcos a quien ayer arrojó del solio entre silbos y poco menos que a palos. Maza se había curado con algunos obsequios que le hiciera la Perricholi y el público, engatusado como siempre por agentes diestros, ardía en impaciencia por volver a aplaudir a su actriz favorita.
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En efecto, el 4 de noviembre, es decir, mes y medio después de hechas las paces entre los amantes, se presentó la Perricholi en escena, cantando antes de la comedia una tonadilla nueva, en la que había una copla para satisfacer al público. Aquella noche recibió la Perricholi la ovación más espléndida desde hacía mucho tiempo, a pesar de que había salido a escena con miedo y timidez. El virrey animó a la actriz diciéndole desde su palco:
-¡Eh! No hay que avergonzarse, jvalor y a cantar bien!
Pero a quien supo mal todo aquello fue a la Inesilla que, durante el año y medio de eclipse de su rival, había estado de primera dama. No quiso resignarse ya a ser segunda de la Perricholi y se escapó a Lurin, de donde la trajeron presa. Ella, por salir de la cárcel, rompió su contrato... y con él su porvenir. Manuel de Amat y de Junyent nació el 1704 en el pueblo de Vacarisses en la actual provincia de Barcelona. Tenía, pues, 58 años cuando conoció a la Perricholi. A esta edad, ya lejana de la juventud, es muy habitual caer en la trampa del amor y llevarle a cometer mil tonterías. En la senectud se contempla la juventud como el rastro de aquello que se ha perdido. Es comprensible, pues, que el virrey Amat se sintiera atraído por una llamativa joven que a su belleza se le unía la popularidad de su profesión como actriz. En el año 1967 el Museo de Historia de la Ciudad de Barcelona publicó el libro de Alfredo Sáenz-Rico Urbina El virrey Amat. Se trata de un estudio sobre la vida y la obra de don Manuel de Amat y de Junyent, y en sus páginas se puede encontrar un capítulo titulado «La leyenda de la Perricholi». De la lectura de este capítulo se desprende que las relaciones del virrey con la Perricholi fueron presentadas con las características siguientes: intromisión en el gobierno al templar el duro corazón de Amat; haber tenido un hijo con ella; exhibirse ambos con el niño, el cual ostentaba una bandita roja a imitación de la de San Jenaro del padre; formar la Perricholi parte en el cortejo de las excursiones a Miraflores, ya en el forlón o ya a caballo vestida de hombre; darle preferencia en el asiento, la conversación y el respeto de cuantos la rodeaban. Le regaló una calesa para que la luciera en la Alameda el día de la Porciúncula (la misma tarde la donó conmovida a la parroquia de San Lázaro, después de haberla cedido al sacerdote que llevaba el viático); la construcción para ella del suntuoso retiro del Prado, y hasta animarla en alta
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voz en el teatro, marcando el compás de la canción que interpretaba. En suma, lo que hacía era aconsejarle en todos los sentidos sin importarle las consecuencias que derivarían a su política de gobierno. Muchas cosas son verdad, otras sin embargo, no. Algunas de ellas han pasado a la novela, al teatro y al cine. Por ejemplo Prosper Merimé en su Teatro de Clara Gazul incluye una pieza titulada «La carrosse du Saint Sacrament», que fue aprovechada por Offenbach para su opereta «La carrose» o «La Perrichole», y en el cine con La carroza de oro, que tuvo bastante éxito en las pantallas. Todos los datos de esta historia al parecer surgieron después de que el virrey Amat abandonara su puesto, y no abiertamente, sino por medio de documentación clandestina. Como dice Sáenz-Rico en su estudio:
«Resulta contradictorio que los primeros amores del virrey con la Perricholi se fijen desde 1766 hasta 1773 o 1774, pues si nos atenemos a lo dicho por un clérigo, U1 Cuzco, en 1769 la favorita que, según la voz pública, intervenía en el gobierno de Lima era «Madame Chepita». Precisamente en 1769 es cuando la leyenda de la Perricholi habla del bautizo secreto, en la parroquia limeña de San Marcelo, del fruto de tales relaciones: un niño que recibe el mismo nombre y apellido que don Manuel de Amat. Este tipo de afirmaciones no se dan por hecho, a no ser que estén debidamente documentadas por actas legales, pues cuesta mucho creer que un virrey, y menos en la situación de Amat, reconociese a un hijo natural, así como que tan asombroso suceso, imposible de mantener en secreto, no escandalizase al Perú y a la Corte originando su caída. De haberse producido estos amores de una manera tan escandalosa, lo natural sería que las denuncias al rey se hubieran efectuado de forma abrumadora hasta conseguir la sustitución del gobernante, o por lo menos una amonestación para que se diera cuenta de la situación que estaba provocando. Pero nada de esto se hizo y así permaneció el gobierno durante casi quince años, a pesar de sus constantes peticiones de cese, gozando siempre de la mayor confianza de la Corte». Era preceptivo que al volver un virrey a España se le realizase el llamado «juicio de residencia», durante el cual se examinaba minuciosamente su comportamiento tanto público como privado. Pues bien, nada de esto aparece en el juicio que se le hizo al virrey Amat. Todo esto induce a pensar que los pretendidos amores con la Perricholi son pura leyenda. Lo cual es una verdadera lástima porque realmente son pintorescos.
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Lo que en realidad fue pintoresco y auténtico fue el matrimonio de don Manuel de Amat y de Junyent. El virrey se había retirado a Barcelona, en donde vivía tranquilamente. Un sobrino suyo llamado Antonio de Amat y de Rocabertí había dado palabra de casamiento a una joven barcelonesa llamada doña María Francisca de Fivaller y de Bru, que acababa de profesar en el monasterio de Junqueras. Nada tiene de extraño esta situación, puesto que en la Real y Militar Orden de Santiago de la Espada de Uclés las damas nobles que ingresaban podían salir para casarse. Pero el sobrino del virrey faltó a su palabra y rompió el compromiso y, según dice la leyenda, Amat se sintió indignado y fue a presentar sus excusas a la joven, que tenía 21 años, y le dijo:
-Siento mucho no ser más joven, pues en este caso sustituiría a mi sobrino. Pero a mis años, del matrimonio sólo os podría ofrecer las cadenas sin ninguna contrapartida. -Más pesadas son las cadenas del convento -respondió la joven- y las he soportado hasta ahora. Si me ofrecéis vuestra mano la aceptaré con gusto.
Se convino el matrimonio y se efectuó por poderes para evitar espectacularidad a un enlace tan desigual en años. Amat construyó para su esposa un palacio en la Rambla que aún hoy se llama de la Virreina y arregló otra propiedad que tenía en la villa de Gracia, en el lugar que hoy ocupa la plaza de la Virreina. El citado Sáenz-Rico dice que la romántica explicación con que se ha justificado su matrimonio es absolutamente cierta, «pero también que, por debajo de las razones del honor, intervinieron en su decisión los siguientes factores:
1) Por formar un hogar honorable que desvirtuase la estampa de libertino que había mostrado, e intentar tener un hijo que heredase tanto su nombre como sus bienes. 2) Por la relación con doña María Francisca, en las ocasiones que la trató, por medio de los informes que le suministraban sus sobrinas y prima de Junqueras. 3) Por inspirarle gran simpatía aquella joven en la que se reflejaba el drama de sus años mozos y el de sus hermanos y sobrinos -desdeñada, noble y con muchos hermanos-, y verla condenada a marchitarse en el convento».
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Un poeta italiano de la época, Pietro Trai -más conocido con el sobrenombre de Metastasio- escribió en uno de sus libros:
«L'árido legno fácilmente s'accende e piu che i verdi rarni avvampa e splende». («La leña vieja fácilmente se enciende y más que las verdes ramas calienta y brilla».)
El caso es que el viejo Amat estaba enamorado de su mujer. Le brindó cuidados y lujos, y estaba siempre pendiente de todos sus caprichos, que eran pocos porque ella demostró siempre ser mujer sensata. El matrimonio fue ejemplo de amor y de fidelidad. Fue respetado por todos los ciudadanos barceloneses, que tal vez en un principio se rieran de la desigualdad de años, pero que vieron después una compenetración y un amor mutuo verdaderamente ejemplares. El virrey Amat murió el 14 de febrero de 1782. Su muerte fue muy sentida por el pueblo, hasta el punto de que fue preciso colocar unas barreras de madera delante del palacio de la Rambla para contener a la gente que se apiñaba ante la puerta. El entierro, que el vin*ey había dispuesto que se celebrase sencillamente, se efectuó el día 16 y fue presenciado por infinidad de personas. La virreina no volvió a casarse, puesto que decía que jamás encontraría hombre tan digno, honesto y honrado amante y buen marido como el virrey Amat. Murió el 3 de octubre de 1791 en la iglesia de la Merced, en un día de acción de gracias de la novena en honor de la Virgen. El pueblo barcelonés ha conservado su recuerdo en el nombre del palacio y de la plaza antes citadas.
LADY HAMILTON
Emma Lyon era una joven muy hermosa. Hija de un herrero y de una criada, Emma trabajaba desde su más tierna infancia. La madre había tenido que trabajar como sirvienta en casa de lord Halifax, y Emma, de tres años, juega en el patio o en las cuadras con los hijos de los otros criados. Tenía una peculiaridad que la distinguía de los demás: una finura en su cara, una incipiente coquetería en el moverse, coquetería innata, pues a su edad no puede ser de otra manera. Al vestirse y disfrazarse buscaba instintivamente las ropas más finas y los chales menos remendados. Pero a los 12 años tuvo que ponerse a trabajar y entró en casa de Honoratius Thomas, un pequeño burgués felizmente casado, sin hijos, que vio en Emma una posible
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hija adoptiva. Si esto hubiese sucedido, la historia habría perdido una heroína de las historias de amor, pero Emma habría encontrado tal vez una felicidad burguesa y una vida serena. Un día llegó a casa de los Thomas la madre de Emma, que había decidido abandonar la casa de lord Halifax para ir a buscar mejor medio de ganarse la vida en Londres. Como es natural, se llevó a su hija, que tenía ya 14 años. En Londres la madre de Emma pudo colocar a su hija como doncella en casa de un compositor llamado Linley, asociado con el director del teatro de Drury-Lane. Precisamente en este teatro fue donde Emma vería por primera vez cómo se desenvolvían las actrices que representaban papeles de reinas, grandes damas y refinadas amantes. Tenía la edad en la que el amor, que todavía no conocía, le empezaba a interesar. Pero cuando el hijo del compositor Samuel Linley murió de tuberculosis, sus afligidos padres se instalaron lejos de Londres, lo que hizo que Emma se encontrase sin trabajo. Esta situación duró poco, porque primero encontró trabajo en casa de un doctor, después se puso a vender frutas, en donde cautiva por su belleza y su encanto a todas las dientas, y una de ellas, la señorita Kelly, conocida más por su sobrenombre de la Abadesa, se la llevó consigo. Esta Abadesa resultó ser una alcahueta, en cuya casa había hombres amables y generosos de dinero y mujeres no menos amables y generosas con sus encantos. Por casualidad la Abadesa no utilizó a Emma como cebo para sus clientes, pero la muchacha aprendió en su casa las artes de la coquetería y de la seducción, a las que de manera natural estaba muy inclinada. Un día la Abadesa encontró a Emma en su cuarto vestida con uno de los mejores trajes, imitando ante el espejo los gestos y actitudes que había visto en el teatro. Es curioso que la alcahueta no viese en la muchacha a una futura alumna, si no a una criada entrometida. El caso es que la echó a la calle. Entró entonces de sirvienta en una taberna regentada por artistas y actores, los cuales quedaron entusiasmados por la belleza de la nueva sirvienta, que coqueteaba con unos y con otros sin concederles jamás nada. Un día la madre de Emma fue a ver a su hija y le contó que uno de sus primos había sido enrolado en la Marina Real a la fuerza y le pidió que buscase, entre los personajes que concurrían en la taberna, alguna recomendación de algún oficial o jefe de la Marina que pudiera ayudarle. Y efectivamente, uno de los comensales le entregó una para el teniente John-Willet Pay-
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ne, quien recibió a Emma, consiguiendo ésta el favor a cambio de otorgarle los suyos. Fue su primer amante. Payne no sólo se interesó por Emma en el tema sexual, sino también por el tema emocional y por su inteligencia. Se dio cuenta de las inmensas posibilidades que existían en su jovencísima amante y busca maestros que le enseñaran música y a escribir sin faltas de ortografía, y todo lo necesario para que una muchacha pueda brillar en la pequeña sociedad en la que vive. Incluso le llegó a comprar un piano. Emma se quedó embarazada y a los 17 años dio a luz a una niña a la que también llamará Emma, que será confiada a la abuela materna. La vida continuaba y los gastos se iban acumulando: cenas así como reuniones con los camaradas de Payne, todos los cuales se enamoraron de la bella muchacha. Uno de ellos, Harry Featherstonehaugh, más encaprichado que los demás, se declaró a Emma; ésta no le hizo mucho caso, pero Harry esperó con paciencia sabiendo que pronto llegaría su turno y, efectivamente, cuando Payne hubo acumulado tantas deudas que no podía pagar, Harry se ofreció a hacerlo a cambio de que le cediera a Emma. Así se hizo, y Payne partió hacia la India en su barco abandonando a la muchacha en brazos de su más rico rival. Harry se la llevó a una finca llamada «Up-Park», un pequeño castillo en donde Emma realizó sus sueños de dueña y señora. Pero tampoco esta situación fue la definitiva. Uno de los contertulios de Harry, sir Charles Greville, hijo del conde de Warwick, muy bien relacionado en los ambientes aristocráticos a los que pertenecía y a los artísticos en los que le había introducido su tío William Hamilton, era conocido de grandes pintores como Romney y Thomas Lawrence, que seguro estarían interesados de tener a Emma como modelo. La vida en «Up-Park» se desarrollaba sin contratiempos hasta el día en que Harry tuvo que confesarle a Emma que estaba arruinado. Emma tuvo que abandonar el castillo y volver a Londres. Se acordó de Charles Greville y fue a verle, pero el muchacho estaba fuera de Londres y Emma debía volver al coche que la había llevado a la casa y pagar al cochero con sus encantos. Pronto encontró un nuevo empleo: un doctor llamado Graham había inventado «el lecho de Apolo» que, a través de unas corrientes eléctricas, reanima los cuerpos desfallecidos de los pacientes haciéndolos aptos para los combates amorosos. Junto al lecho se desplazó y se contoneaba la diosa Hygea, que atraía a los curiosos más que la cama eléctrica. Entre ellos sir Charles Greville, que había regresado a Londres a
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comienzos de 1782, y se quedó sorprendido al comprobar que la tal diosa no es otra que Emma, de la que estaba enamorado desde que la vio por primera vez. Greville hizo que Emma abandonase al doctor, que tuvo que buscar una nueva diosa, para convertir a la muchacha en una señora capaz de ser presentada en un salón. Para esto hizo que cambiase su nombre y por el de mistress Hart. La madre, que desde entonces acompañará siempre a su hija representando el papel de ama de llaves, se llamará mistress Cadogan. No sólo cuidaba de su hija, también de la cocina, en la que destacó, y, vestida modesta pero dignamente, acompañaba a Emma a casa del profesor de música y al estudio de Romney, el pintor de moda. Romey tenía por entonces alrededor de unos 50 años, había pintado grandes personajes y había retratado a grandes damas de la sociedad, pero lo que más le gustaba era poner sus pinceles al servicio de bellas y agradables figuras femeninas por las que siempre estuvo entusiasmado. En Emma encontró su ideal y la retrato varias vecesr como modelo, como dama de la sociedad, tan pronto sonriente como con aspecto trágico, pero siempre extremadamente bella y seductora. Un día Greville anunció el regreso a Londres de su tío sir William Hamilton, que venia a dai cuenta al Gobierno del rey Fernando y la reina María Carolina, de su gestión en Nápoles. Hamilton era rico y su fortuna pasaría un día a Greville, su único sobu no, pues de su esposa, de la que enviudó, no tuvo hijos. Pero no tiene más que 52 años, por lo que Greville debería esperar. C uando l.inma le conoció, se quedó entusiasmada por la delicadeza de sus modales y por su conversación. Se encontró ante un hombre que a su cultura y distinción se le unían los modales más exquisitos de la refinada aristocracia inglesa. Por su parte, Hamilton encontró que la querida de su sobrino, aparte de ser fabulosamente hermosa, es de distinguidos modales y una apreciable cultura. No sólo se comportaba como una señora en la mesa y en el salón donde se retiraba después de cenar, si no que también, saboreando las copas de Oporto que cerraban la velada gastronómica, Emma acompañaba al piano, cantando con una deliciosa voz, unas arias de ópera o canciones populares. Al día siguiente el embajador la acompañó al estudio de Romney y allí iró la pintura y el trabajo que la modelo había aportado al pintor en sus diversas representaciones. Durante su estancia en Londres, Hamilton estuvo en todo momento acompañado por su sobrino y su amante. Se mostraban en público con la indiferencia que caracterizó a la aristocracia del siglo xviii.
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El trío se hizo popular en los sitios elegantes. Trío que a veces se convirtió en cuarteto, cuando se les unía Romney, el pintor más querido por la aristocracia. Una vez más la cuestión económica complicó la situación. Greville estaba arruinado y lo único que podía salvarle era la herencia de su tío... o un casamiento por interés. Lo primero estaba muy lejano; lo segundo, muy difícil. ¿Cómo buscar una mujer rica y de buena familia cuando era notoria su aventura con su conocida amante? La solución sería que el tío cuidase de la querida del sobrino. Al fin y al cabo todo quedaba en la familia y así se evitaría un temible futuro matrimonio que echaría por tierra las esperanzas de la herencia. Así pues, Greville se puso de acuerdo con su tío. Éste partió para Nápoles en donde al cabo de una semana se le uniría Emma. Y él, por su parte, iría a Edimburgo en donde le esperaba un espléndido enlace matrimonial con una muchacha aristocrática y de buena familia. Al principio Emma, enamorada de Greville, se resistió a sus planes, pero se vio obligada a aceptar. Un mes después de la partida de Hamilton, Emma embarcó hacia Nápoles después de una noche llena de promesas de amor. Adelantándonos a los acontecimientos, diremos que los proyectos matrimoniales de Greville terminaron en fracaso. A su llegada a Nápoles, Hamilton, que la esperaba, la condujo al magnífico palacio que ocupaba como embajador de Inglaterra. Las habitaciones que le destinaron eran suntuosas, ni la propia reina de Nápoles podía tenerlas más ricamente decoradas. Emma preguntó si había carta de Greville y la respuesta fue negativa. Por la noche, durante la cena, Hamilton le regaló a Emma una diadema, un collar, un brazalete, unos pendientes y un anillo que habían pertenecido a su difunta esposa. La vida de Emma en Nápoles se desarrollaba entre reuniones y fiestas, pero esto no impedía que su corazón estuviera lleno de amor por Greville. Le escribía una carta tras otra, pues todavía soñaba con volverle a ver, con reunirse con él para siempre, pues no olvidaba sus promesas de amor eterno:
«Es necesario que esté alegre junto a sir William y no obstante estoy a punto de llorar cada vez que pienso en ti. Vivir sin ti me es imposible... Te quiero tanto que en este momento ninguna calamidad del mundo me parece comparable a esta... Preferiría la pobreza, el hambre, la muerte helada, el camino emprendido descalza con el fin de unirme a ti.
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»Si me amas, ven mañana mismo; ni un hermoso caballo, ni una bella carroza, ni muchos criados, ni las representaciones de ópera pueden conseguir que sea feliz. En tu poder está que sea feliz o desgraciada. Respeto a sir William, tu tío y amigo, y tengo por él una gran estimación, pero él me ama y no obstante no podrá jamás ser mi amante... Soy tuya y no perteneceré más que a ti y nadie ocupará tu puesto en mi corazón.»
Efectivamente, sir William se había enamorado de Emma pero, como hombre mayor que era, sabía controlar sus emociones y sabía esperar el momento propicio. «Más sabe el diablo por viejo que por diablo», y sir William no era un demonio, sino un hombre maduro que sabía lo que quería y cómo conseguirlo. Le buscó a Emma profesores que le perfeccionen en el estudio de la música y el canto y maestros que le enseñen el italiano y francés, ya que el inglés es poco conocido entre los múembros de la alta sociedad napolitana. Una noche, en una reunión, el embajador, que había comprado una estatua antigua, pidió a Emma que imitase su postura, lo que hizo con tanta gracia, que todos los presentes, entusiasmados, le rogaron que reprodujese gestos y ademanes inspirados en diversas obras de arte. Así lo hizo Emma, con tanto acierto que esto se puso de moda en las reuniones napolitanas, sin que ninguna otra mujer lograse hacerlo con la gracia y la elegancia de la bella inglesa. Las cartas de Emma a Greville eran cada vez más desesperadas y las de Greville a Emma cada vez más indiferentes. No se veía en ellas al amante, si no al amigo, a veces cínico, que aconsejaba a Emma que cultivase la amistad de Hamilton. Emma contestó:
«No me escribas como amigo, si no como amante. No puedo soportar entre nosotros el nombre de amigo. Entre nosotros habrá amor, pero amistad jamás. Sir William seiá el amigo, nosotros somos amantes. ¡Con qué fría indiferencia me recomiendas que me una a sir William! ¡Oh, esto es lo peor de todo...! ¡Si estuviese junto a ti te mataría y me mataría después!».
En la alta sociedad napolitana pronto el nombre de la protegida del embajador ingles estuvo en boca de todo el mundo. Su fama llegó hasta el palacio y el rey Eernando quiso conocer al personaje de quien todos hablaban, para lo cual concertó con sir William un encuentro en el jardín del Posilipo.
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El rey Eernando, conocido en Nápoles con el apodo de «il Nasone», es decir, «el Narizotas», era hombre muy dado a la caza, sea de animales, sea de mujeres, pero Emma no corría ningún peligro, pues los gustos del soberano iban hacia las mujeres del pueblo: cuanto más ordinarias mejor. Todo el mundo en Nápoles se enteró de la entrevista del rey Eernando con Emma y se comentaba la distinción con la que ésta había hecho la reverencia ante el soberano, contestando luego a sus preguntas en francés y en italiano. El rey se sentó en un banco de la terraza e hizo que ella se sentara a su lado, pero sir William se dio cuenta del peligro de dejar que se prolongara la conversación. El vocabulario de Emma en italiano y en francés es limitado y es arriesgado perder la primera impresión que había dado, por este motivo se acercó al duque de Gloucester, que se encontraba de visita en Nápoles, y pidió permiso al rey para presentárselo a Emma. Ésta respiró tranquila pensando que tenía otro motivo más para agradecer la habilidad de su protector. Un instante después, el rey se levantó y Emma esbozó una reverencia que el soberano galantemente interrumpió. El triunfo de Emma era casi completo. Sólo le faltaba ser recibida en la Corte, y esto no lo lograría mientras su situación no estuviese regularizada. Por el momento, no era más que la bella protegida del embajador de Inglaterra. El propio Goethe quedó fascinado por la belleza de Emma cuando visitó Nápoles. Hamilton, después de mostrar su afición a las artes y haber estudiado durante mucho tiempo la naturaleza, había encontrado el colmo de los placeres de la naturaleza y del arte en la belleza de Emma, que cautivó por sus múltiples encantos, por sus delicados cabellos, por sus gestos, por su expresión; era una mujer que incitaba a estar soñando contantemente con ella. Al final,
William obtuvo lo que quería y Emma se convirtió en su amante. La
delicadeza, el cariño, la asiduidad, el o ganaron a la ausencia y al desapego. Emma soñó entonces con el casamiento legalizaría su situación. Todo dependía de la Corte real. El rey Eernando no pondría dificultad a recibirla en palacio. Pero, ¿cuál sería la reacción de la reina María Carolina? Se decía que la reina tenía un amante, John Acton, que se hacía llamar Giovanni Acton, convertido en el primer ministro del rey. Era irlandés y visitó con frecuencia a Hamilton y a Emma. Ella se interesó por los problemas de la política napolitana y consiguió ganarse las simpatías de Acton, que la tenía cada vez mejor considerada. Pero sean cuales fueren las simpatías, Emma no podía ser recibida en la Corte ni ser presentada a la reina. Vivía entonces en Nápoles la vieja duquesa de Argyl, que en primeras nupcias había estado casada con el duque de Hamilton y era por ello lejana pariente del emba-
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jador. Hamilton fue a visitarla y le pidió consejo. La duquesa aceptó conocer a y
Emma. Esta desde el primer momento cautivó el corazón de la vieja dama que se entusiasmó con ella con un interés que duraría toda su vida. De la duquesa aprendió Emma el refinamiento de la conversación y el comportamiento propio de la elite aristócrata a la que pertenecía. Le visitaba todos los días, le ayudaba a pasear ofreciéndole el brazo, tenía todas las atenciones que se pueden tener con una persona mayor perteneciente a la más alta jerarquía social. Seguidamente después del episodio de la duquesa de Argyl, la colonia inglesa residente en Nápoles, compuesta por numerosos aristócratas que buscaban el sol de esta ciudad huyendo de las brumas londinenses, abrió las puertas de sus salones a la bella compatriota que pronto se convirtió en la mujer de moda, en la mujer que todo lo había conseguido, excepto entrar en la Corte. Había obtenido tanta reputación, que en las reuniones que ofrecía en la embajada de Inglaterra, no las oficiales, sino las privadas que daba ella personalmente, tanto los aristócratas napolitanos e ingleses acudían con sus esposas. La reina María Carolina siguió con interés el éxito mundano de Emma, tanto más cuando se enteró de que la cantante Banti había dado un recital junto con Emma y que, al final, la profesional no pudo dejar de irar a la aficionada exclamando:
-¡Qué voz tan maravillosa!
Hamilton decidió dar el paso definitivo. Solicitó audiencia a la reina y una vez recibido le pidió su opinión sobre una decisión que no se atrevía a tomar sin su consentimiento. María Carolina adivinó enseguida de qué se trata, y antes de que Hamilton pudiera decir nada, le informó de que no vería con malos ojos la presencia de una gentil embajadora inglesa en la Corte. En el fondo, en María Carolina podía más la curiosidad que las convenciones sociales. Pero había algo más: en Erancia corrían vientos revolucionarios y Nápoles debía mirar por su seguridad. Si en Francia sucediese algo sería contra los reyes y sólo Inglaterra podría ser la protectora de los derechos divinos de los soberanos. Convenía, pues, estar a bien con el embajador de la gran potencia. Así pues, su consentimiento tenía un interés político. Pero si la Corte napolitana aceptó a Emma, ¿sucedería lo mismo con la Corte inglesa? No había más que un camino para saberlo: ir a Inglaterra. La venganza de Emma sobre Greville se mostró en la carta que a ésta envió su antiguo amante:
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«Querido Greville, no temáis mi llegada a Inglaterra. Estaremos muy poco tiempo, pues no quiero llamar la atención. Quiero ser un ejemplo de discreción y no tengo otra ambición que la de hacer feliz a sir William. Comprobaréis que lo es. En cuanto a lo de proporcionarnos dos habitaciones separadas no podéis pensar que consientan en ello dos personas que han vivido durante cinco años en una gran felicidad doméstica y que no piensan en otra felicidad que la de vivir en compañía. Nos gustará mucho recibiros. Yo os apreciaré siempre por el afecto que tenéis por sir William y por el papel de intermediario que habéis interpretado y gracias al cual me ha sido posible conocerle. No puedo amar a otra persona. Esta confesión supongo que os alegrará». Greville no escribió a Emma, sino a su tío, y le advirtió de que su carrera de diplomático podía verse truncada. Pero Hamilton era gato viejo en estas lides y convenció al Gobierno inglés de que no podían encontrar mejor embajadora que una mujer a quien María Carolina, que a fin de cuentas era quien gobierna Nápoles junto con Acton, tenía gran interés en recibir en la Corte. El 6 de septiembre de 1791 sir William Hamilton y Emma Lyon contrajeron matrimonio. Greville no asistió a la ceremonia. A su regreso a Nápoles los Hamilton pasaron por París. Luis XVI y María Antonieta los recibieran en las Tuberías, donde se encontraban como prisioneros. Y la reina entregó a lady Hamilton una carta para su hermana María Carolina, que será la última que le enviaría. ¡Qué cambio! Ahora Emma era lady Hamilton, embajadora y portadora de cartas privadas entre soberanos. Cuando llegó a Nápoles, todo el mundo estaba esperando el momento en que la embajadora inglesa fuera recibida en la Corte por lá reina; pero, rompiendo todo protocolo, ésta fijó una audiencia privada para el día siguiente a las once de la mañana. Los cortesanos se sorprendieron, pues ignoraban la existencia de la carta de María Antonieta. Para la audiencia, Emma se vistió elegante aunque sencilla, sin ninguna joya. María Carolina esperaba la carta, pero también sentía curiosidad por conocer a la mujer de la que todo Nápoles hablaba. Cuando se encontraron la hija de la emperatriz de Austria y la de un pobre herrero de pueblo, la reina por derecho divino y la reina de la belleza y la gracia, que también son divinos dones, saltó en el acto una chispa de simpatía mutua.
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-¿Habéis hecho un buen viaje? -preguntó la reina, que dejó a un lado la carta para leerla después. María Carolina quedó seducida por esta criatura que sabía moverse, inclinarse, mirar y hablar con delicadeza y finura, con respeto a la soberana, pero también con sobrada distinción. Al despedirse, la reina dijo que sería ella misma quien fijara el día de presentación en la Corte. Emm.a había llegado a lo más alto de su vida. Un día de febrero de 1793, Nápoles se preparó a celebrar el carnaval. De pronto llegó la increíble noticia: su majestad cristianísima el rey de Francia Luis XVI había sido guillotinado. Lady Hamilton, que se disponía a asistir al baile de palacio disfrazada de bacante, se vistió de luto y fue a palacio para consolar a la reina. Si la carta de María Antonieta a María Carolina era una carta familiar, no lo era menos política. De ahora en adelante las cortes de Europa se aliarían contra los revolucionarios que habían osado asesinar a su rey.
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Como buena inglesa, Emma no sentía ningún afecto por los ses, y como amiga de la Corte napolitana odiaba todo lo revolucionario. De ahora en adelante intervendría en política de forma excepcional. El día 10 de septiembre del mismo año 1793, una flota de guerra fue avistada desde Nápoles. Era una flota inglesa. Emma pensó si sería la mandada por John-Willet Payne, el padre de su hija, que había llegado a ser almirante y con el que se carteaba de vez en cuando para tener noticias de la niña. El jefe de la flota inglesa visitó al embajador, quien fue presentado a su esposa:
-El capitán Horacio Nelson. El capitán se quedó a comer. Era feo y se encuentraba un poco desplazado en aquel ambiente mundano y refinado, sobre todo cuando al final de la comida Emma recibió una carta de la reina María Carolina, que leyó en voz alta y en la que la soberana expresa su pesar por no haberla visto en la cena del día anterior. La carta hablaba también de cómo los ingleses habían entrado en Tolón ayudados por los monárquicos de la ciudad. Lady Hamilton pidió permiso para escribir y contestó a la reina.
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Nelson estaba aturdido. El hijo de un pobre párroco rural iró a la bella mujer que con tanta tranquilidad se carteaba con una reina. Una mujer cuya extraordinaria belleza y distinción la hacían tan distinta de su esposa, la pobre señora Nelson que le esperaba en Inglaterra. Nelson tenía 35 años y se vio convertido en el héroe de Nápoles. Desgraciadamente no podía gozar mucho tiempo de su éxito, pues debía partir inmediatamente hacia las costas de Cerdeña, donde se había anunciado la presencia de buques de guerra ses. Pocos días después llegaron a Nápoles dos desastrosas noticias: la reina María Antonieta de Francia había muerto en el cadalso y los ses se habían apoderado de Tolón al mando de un teniente llamado Napoleón Bonaparte. Se terminaron las fiestas y los bailes, que dejaron paso a la política. Emma escribió a Greville:
«Hemos pasado tres días y tres noches escribiendo cartas de importancia para nuestro Gobierno que salen en este mismo correo. Se debe agradecer a sir William y a mí, en particular, nuestros esfuerzos, pues mi situación en esta Corte es bastante extraordinaria hasta tal punto de que nadie antes de mí había llegado a tanto. Pero desconfío de la gratitud y estoy de vuelta de los honores».
La monarquía de Nápoles se tambaleaba. En el reino y especialmente en la capital había exaltados que comulgaban con las ideas de la Revolución sa. En estos mismos momentos Bonaparte se embarca con rumbo desconocido. La flota sa fue dispersada por una tempestad y, antes de que los barcos pudieran volver a reunirse, uno de ellos fue capturado por la flota inglesa. Nelson s¿ enteró así de que el destino de los ses era Egipto. Nelson quería dirigirse hacia allí pero no tenía ni agua ni víveres para ello, y un tratado de 1796 firmado entre Nápoles y Francia fijaba en dos los barcos que podían entrar en el puerto napolitano y otros del reino de las Dos Sicilias. Nelson envió un mensajero a la embajada inglesa y Hamilton vio difícil que se diera autorización a la flota inglesa para que ésta se procurara lo necesario para seguir su ruta. Pero lady Hamilton tardó poco en apresurarse al palacio real y despertó a la reina. De rodillas y con lágrimas en los ojos le pidió la revocación del tratado. Fue empresa fácil, pues los deseos de Emma coincidían con los de la reina; ésta extendió su mano hacia un mueble, cogió un papel y escribió:
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«Ordenamos a todos los gobernadores de los puertos del reino de las Dos Sicilias que reciban a la flota inglesa con hospitalidad, que le proporcionen agua y víveres y la ayuden en todo lo que sea necesario».
Por su parte, lord Hamilton había ido a ver al primer ministro Acton sin conseguir nada de él. Así puede imaginarse la sorpresa de los dos cuando Emma llegó con la orden de la reina. Hamilton escribió a Nelson y no ocultó en ningún momento que el éxito de la gestión se debía a su esposa:
«Recibiréis de Emma la orden que deseabais y que os procurará todo aquello que necesitéis». Nelson respondió:
«Querida lady Hamilton. He besado la orden de la reina. Decidle por favor que espero tener el honor de besarle la mano si todo sale bien. Asegurad a su majestad que nadie velará por su honor más que yo mismo. Hasta siempre. Vuestro devoto. Horacio Nelson».
El resultado fue la batalla de Abukir con la derrota de la escuadra sa y en la que Nelson perdió un ojo, como tiempo atrás había perdido un brazo en las islas Canarias. Bromeando sobre ello, Nelson escribió a Emma:
^^-^^ora os podre mostrar lo que resta de Horacio Nelson. Espero que las mutilaciones sufridas no le impedirán ser bien recibido por vos. Son las marcas del honor. Me permito presentaros al capitán Capel que os lleva mis noticias».
La respuesta de Emma fue de una pura exaltación romántica: «La alegría, la agitación y la felicidad me han producido fiebre. ¡Santo Dios, qué victoria! Cuando me enteré de la feliz noticia, me desmayé. Nunca, nunca ha sucedido un acontecimiento tan glorioso y tan completo. Consideraría como un favor morir en este momento. Pero no, no quiero morir antes de haber visto y abrazado al héroe del Ni lo».
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La noticia causó una alegría desmesurada en la Corte de Nápoles. La reina María Carolina se desmayó, luego abrazó a su marido, a sus hijos y a las personas que la rodeaban. Se inventó en el acto un vestido -a lo Nelson-. Se hicieron pendientes con áncoras y botones con la inscripción «Nelson y el Nilo». En Nápoles, rebosante de alegría, como no podía ser menos, se organizaron festejos populares mientras se preparaba una gran recepción al vencedor. Al día siguiente la flota inglesa llegó a Nápoles. El rey Eernando IV iba en persona a recibir al almirante. Le acompañaba sir William y su esposa Emma. En el momento de subir a la pasarela, el rey cogió la mano de Emma y subió con ella al barco. Nelson creyó por un momento que quien acompañaba al rey era la reina. No se había acostumbrado todavía a mirar con un solo ojo. Cuando se dio cuenta de que era lady Hamilton la que acompañaba al rey, vaciló. Sabía que primero debía saludar al soberano, pero su mirada no se apartó de la gentil embajadora. El rey resolvió la situación al hacer que se adelantara lady Hamilton, quien ofreció al vencedor un ramo de rosas. Al hacerlo, Emma hizo un amago como si se desmayase y Nelson la recibió con su único brazo. Los oficiales se arremolinaron en torno a ellos y sentaron a Emma en una silla traída rápidamente, modificando un poco el protocolo real. La noticia de la victoria de Abukir llegó a Inglaterra y el rey concedió a Nelson el título de barón del Nilo, pero para el marino la mayor recompensa estaba en la sonrisa que le dedicó a cada momento lady Hamilton y en la que adivinó un amor incipiente. Todo esto unido a las fatigas del viaje, a la tensión producida por las batallas y al cansancio debido a las fiestas y reuniones, que se sucedían una tras otra, hicieron que Nelson cayera enfermo. En vez de guardar cama en su barco fue trasladado al palacio de la embajada inglesa, donde Emma le cuidó con mimo. Los médicos recomendaron que el almirante bebiera mucha leche de burra y lady Hamilton no faltara a la cabecera del lecho del enfermo. Desde Inglaterra recibió Nelson cartas de su esposa y de sus amigos pidiéndole que regresara a la isla. Contestó que no podía debido a la situación en el Mediterráneo. Tal vez fuera verdad, pero la realidad no era otra que Nelson y Emma se habían convertido en amantes. Pero las tropas sas marcharon sobre Nápoles. Era necesario huir. Nelson acogió a lady Hamilton y a su marido a bordo de su barco y, a petición de Emma, trasladó a María Carolina y al rey Fernando hasta Palermo. Hecho por el cual el rumbo elegido fue hacia Inglaterra.
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A principios de noviembre llegaron a Londres, en donde les había precedido la noticia del romance (o unión sentimental, como se diría ahora) entre el almirante y la embajadora. Por este motivo, consciente de esta situación, lady Nelson reprochó a su marido la infidelidad:
-Debes escoger entre ella o yo. Fue una ruptura definitiva. Horacio pudo dedicarse por completo a su amante. Sir William Hamilton, que había cumplido 70 años, aceptó con resignación lo que sucedía. Y lo aceptó hasta tal punto que cuando Emma se quedó embarazada, hizo ver que no se dio cuenta de nada. Nació una niña, a la que se puso el nombre de Horada para que no hubiera duda alguna de quién es su padre. En esos días Nelson se encontraba en alta mar. Para salvar las apariencias, la niña fue conducida de noche a casa de una nodriza. Emma llevaba un espeso velo sobre su rostro y no disimulaba su prisa en irse. Tenía fiebre y al llegar a su casa tuvo que acostarse rápidamente, casi desmayada. Al día siguiente, cuando sir William preguntó si la podía visitar, la encontró sonriente, repuesta, asegurando que no tenía fiebre y que iba a levantarse de un momento a otro. La situación es extrañamente curiosa. Por una parte, en la familia Nelson se acogía a la amante con cariño, mientras la verdadera esposa se veía relegada a un segundo plano. Cuando le era posible, el almirante huyó de Plymouth, donde fondeó su flota, para pasar unos días con los Hamilton, y siempre que podía visitaba a su hija en casa de la nodriza. Un día del mes de julio, aprovechando una pausa en su trabajo, se instaló con los Hamilton en una casa cercana a Londres. Pero la guerra continuaba. Cuando Nelson no estaba con Emma, la sociedad inglesa rechazaba a la embajadora, que veía cerrarse ante ella las puertas de la alta aristocracia. En abril de 1803 murió .s/r William. En su testamento nombró heredero universal a su sobrino Greville, con la obligación de pasar cien libras a la viuda. ¡Cien libras! ¿Qué son cien libras para una mujer acostumbrada a gastar diez veces más en vestidos y fiestas? Estaba en la miseria. Greville se vengó del pasado y expulsó a su antigua amante del palacio que ocupaba en Picadilly. Más adelante le entregó las cien libras, que destinó a los acreedores de Emma.
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Pero a Emma todavía le quedaba Nelson, que la instaló en casa de su hermano, el reverendo William Nelson. Escribió a la reina María Carolina para que concediera una pensión a Emma. La carta no tuvo respuesta respuesta. Los reyes, más aún que los demás mortales, no devolvían los favores recibidos. Parece como si esto los humillase. El 21 de octubre de 1805, Nelson mandó a la escuadra inglesa, que se enfrentó con la francoespañola, frente a Trafalgar. Antes de la batalla, redactó su testamento y escribió: «Mi muy querida Emma, amiga adorada de mi corazón. Los enemigos acaban de dar la señal para que salga del puerto la flota aliada. Quiera el Dios de las batallas coronar mis deseos de éxito. De todos modos quiero obrar de manera que mi nombre sea todavía más querido por ti y por Horacia, los dos seres que yo amo más que mi vida, y como mi última carta antes de la batalla es para vosotras, espero que viva lo suficiente para terminarla después de la batalla. El cielo os bendiga. Es el ruego de vuestro Nelson». El resultado de la batalla de Trafalgar fue favorable a la escuadra inglesa a costa de la muerte de su almirante, que cayó mortalmente herido. Se dio cuenta de ello y llamó al segundo en el mando:
-Hardy, estoy perdido, esto se acaba. Acercaos, tengo algo que deciros. Haced que corten un mechón de mis cabellos y que se lo entreguen a lady Hamilton con todo lo que poseo. No olvidéis a lady Hamilton ni a Horacia, las lego a mi país... sí lady Hamilton... Horacia...
En este momento le anuncian la victoria: \
-Gracias a Dios, he cumplido con mi deber.
Entonces murió. El dolor de Emma fue inmenso. En un cuaderno Nelson había escrito unas líneas destinadas a asegurar la existencia material de Emma y de Horacia, pero el reverendo William Nelson no quiso cumplimentarlas. La sociedad inglesa, ejemplo de hipocresía, rechazó a la «concubina» de Nelson. De nuevo estaba en la miseria.
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Por dos veces, Emma fue a la cárcel por deudas. Cuando, en un registro de su domicilio, encontraron las cartas de Nelson, la hipócrita opinión pública no quiso aceptar la realidad y declaró que eran falsas. En 1814 la paz con Francia permitió a Emma huir de los acreedores instalándose en Calais, primero en un hotel y luego en una vieja granja en los alrededores de la ciudad; su única preocupación era su hija Horacia. Moriría feliz si el porvenir de Horacia estuviese asegurado, si pudiese terminar su educación. Solía maldecir:
-¡Pensar que yo, que he dado tanto con tanta generosidad, me veo obligada a mendigar!
Resignadamente, Emma había vuelto a los inicios de su vida. Un día, cuando una inglesa llamada mistress Hunter compraba en una carnicería un trozo de carne para su perro, el carnicero le dijo:
-Señora, yo sé lo buena que es usted para sus compatriotas. Este trozo de carne que compra usted para su perro, y aun otro peor, servirían para aliviar el hambre de una inglesa que se encuentra en la miseria. -¿Cómo se llama esta inglesa? Y su asombro fue enorme cuando se enteró de que se trataba de lady Hamilton, la célebre modelo de Romney y de Lawrence, embajadora de Inglaterra, amiga de reinas, correo de María Antonieta y amante de Nelson. Poco después, el 15 de enero de 1815, moría Emma Lyon, lady Hamilton. Sobre su miserable cama brillaba un retrato de Nelson en uniforme de gran gala.
NAPOLEóN Y MARíA WALEWSKA
La familia de María Walewska era noble. María nació en 1789. Su padre, Mateo Laczinski, había muerto dejando a su esposa y a seis hijos con graves problemas económicos. Los Laczinski tenían un preceptor francés llamado Nicolás Chopin, padre del que fue gran compositor y pianista. Era hombre sensible, que enseñó su idioma a María hasta que tuvo que abandonar el cargo por falta de pago. Pero aun así, la joven
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aprendió, además del francés, alemán, música y baile. Era la educación normal en aquella época de una joven de buena familia. En su corazón sólo cabían dos pasiones: la religión y el patriotismo. Hacía trece años que Rusia había ocupado Polonia, y la anexionó. ¡Pobre Polonia! Pequeño país entre dos colosos, Prusia y Rusia, cuyo destino había sido siempre el de verse sojuzgado. María tenía 16 años cuando se le presentaron dos pretendientes que querían casarse con ella. Uno era un hombre joven, cabal -según Frédéric Masson, historiador muy reconocido- y muy apuesto, dotado de un físico agradable y que le gustó a primera vista. Era sumamente rico, de buena familia, de arrogante figura..., la única «pega» existente es su origen ruso, hijo de uno de los generales que más se habían ensañado contra Polonia. El patriotismo de María se sublevó contra este enlace. El otro era Anastasio Colonna de Walewice-Walewski, tenía 60 años, era viudo por segunda vez y el mayor de sus nietos tenía 9 años más que María. Dice Masson que era muy rico, y en el país que habitaban los Laczinski era el señor y el dueño de todas las tierras y del castillo. Era el que daba la ley y el único que recibía a los vecinos pobres y los invitaba a comer. En sus tiempos había sido chambelán del difunto rey y en los días solemnes ostentaba el cordón azul de la Orden del Águila Blanca. Era el jefe de una de las más ilustres familias de Polonia, una familia que descendía, según parece, de los Colonna de Roma, llevaba las mismas armas y por consiguiente era más antigua que cualquiera de las familias del reino. La madre de María favorecía este enlace, al que la pobre adolescente no se atrevió a oponerse. De todos modos cuando se hizo público el futuro enlace cayó enferma y estuvo cuatro meses en cama debatiéndose entre la vida y la muerte. Aún conN
valeciente, se casó. Casada, vivió tranquila tres años. Dio a luz un niño y ella continuó dedicada a sus ideas religiosas y patrióticas. De pronto un suceso inesperado trastornó su apacible vida: Napoleón había declarado la guerra a las potencias centrales y en Austerlitz las había vencido a pesar de que estaban aliadas con Rusia. Con seguridad, éste sería el redentor de Polonia. Gracias al emperador francés, su patria se vería libre del opresor ruso. El 1 de enero de 1807, María tenía 18 años. Napoleón, que de Pulstuck se dirigía a Varsovia, se paró un instante para el relevo de los caballos en la puerta de la villa de Bronia.
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Un gentío inmenso aclamó al que creían salvador de Polonia. El general Duroc, que a duras penas se abría paso entre el gentío, oyó una voz femenina que en francés decía:
-Señor, señor, sacadnos de aquí para que le podamos ver un solo instante.
Duroc vio entonces a dos distinguidas mujeres que destacaban entre la muchedumbre de obreros y campesinos. Una de ellas parecía una niña: rubia, de ojos azules, candorosos y apasionados. Era la que había gritado. Era pequeña pero, a pesar de los vestidos de época, se adivinaba en ella un cuerpo atractivo. El general no dudó un instante. Tomó a la joven del brazo y la condujo hasta el coche de Napoleón.
Señor, aquí tenéis a una mujer que ha sorteado toda clase de peligros para llegar hasta vos.
Napoleón, galante, se quitó el sombrero y dirigió la palabra a la joven, pero ella, interrumpiéndole, exclamó: —Mil veces seáis bienvenido a nuestro país. Nada podrá expresaros tanta alegría como sentimos al veros y los sentimientos que albergamos hacia vuestra persona.
Napoleón, cogiendo un ramillete que había en el coche, se lo ofreció diciendo:
-Guárdalo en prenda de mis buenas intenciones. Espero que nos volvamos a ver en Varsovia y entonces solicitaré las gracias de vuestra bonita boca.
Duroc subió al coche y éste se alejó. María Walewska se quedó mirándolo y vio cómo Napoleón desde la portezuela agitaba su sombrero a modo de saludo. Poco podía pensar que le encontraría nuevamente y que su destino iba a cambiar de manera radical. Poco podía imaginar que su nombre pasaría a la historia. Para esto fueron necesarias varias coincidencias. En primer lugar: Walewski decidió trasladarse a Varsovia en donde se esperaba que se fraguasen los cambios en el país.
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En segundo lugar; la prima de María, que era quien la había acompañado en Bronia, contrariamente al silencio de María, daba todo tipo de explicaciones sobre el viaje, hasta el punto de que llegó a ser de dominio público. Y en tercer y más importante lugar: Napoleón había quedado tan impresionado por la visión de María que había encargado al príncipe Poniatowski, jefe del gobierno provisional de Polonia, que encontrase a la bella desconocida dama que tanto le había gustado. No fue difícil para el príncipe encontrar a María, y una mañana se presentó en su casa para invitarla a un baile que se pensaba dar en honor a Napoleón. Lo hizo con una risa de complicidad que a la muchacha le pareció extraña. Ruborizándose, declinó el convite, pero Poniatowski le expresó que en una de las comidas que se habían ofrecido al emperador, éste se había fijado en la princesa Lubomirska porque se parecía a ella y en un primer momento la había confundido. Walewski no comprendía la resistencia de su esposa y la obligó a aceptar la invitación. ¿Cómo rechazarla? ¿No era Napoleón el árbitro de Europa y el único gobernante en quien confiaba Polonia? Poniatowski insistió. -Acaso el cielo quiera servirse de vos para restablecer la independencia de nuestra patria.
A la orden de su marido se reunieron las solicitudes de los personajes importantes de la política del país. El baile se celebraba en el palacio Bacha. María asistió con una condición, puesto que todas las señoras habían sido ya presentadas al emperador, no sería ella sola el objeto de una presentación aislada que aumentaría su confusión. Durante el camino hasta Bacha, Walewski criticó su vestido: \
-Hubieras podido elegir otro más elegante y vistoso.
El que había escogido María era de raso blanco sin adornos ni labrados, con una túnica de gasa y de tocado llevaba una simple diadema de ramitas. Cuando el matrimonio llegó al palacio, Poniatowski se acercó a ellos e hizo una seña a sus ayudantes, que se apresuraron a acaparar la atención de Walewski y a separarle de su mujer. Poniatowski se acercó a María.
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-El os esperaba con impaciencia y os ha visto llegar estremecido de gozo. Ha hecho que le repitieran vuestro nombre para saberlo de memoria. Ha examinado a vuestro mando y entonces se ha encogido de hombros diciendo: «¡Desgraciada víctima!», y me ha dado la orden de invitaros a una danza. —Lo siento, pero no bailo —fue la respuesta.
Frederic Masson, el más ilustre de los historiadores de Napoleón, explica en su libro Napoléon et les femmes este suceso. El principe replicó que era una orden y que el emperador estaba esperando para ver SI había condescendencia, que si no bailaba, él mismo quedaría comprometido y que el éxito del baile dependía únicamente de ella. A todo esto, María se negaba con mas Obstinación. A Poniatowski no le quedaba más que un recurso, ir a hablar con Duroc para que dijese al emperador lo que pasaba. Alrededor de la hermosa desconocida se habían agrupado ya varios de los brillantes oficiales del estado mayor, que ignoraban la aventura que andaba de boca en boca de todos los polacos. Entonces, Napoleón echó mano a los grandes recursos para alejar a todos aquellos rivales inconscientes. A Luis de Perigord, que parecía el más obsequioso, le despachó inmediatamente al 6.° cuerpo del ejército que estaba sobre el arge. Después le tocó el turno a Bertrand, a quien mandó partir en el acto al cuartel general del príncipe Jerónimo, que estaba frente a Breslau. A todo esto se suspendió el baile: el emperador recorría los salones, dirigiendo frases de fingida amabilidad, pero que, por efecto de la preocupación que le embargaba, resultaban algo chocantes. Asi, por ejemplo, a una señorita le preguntó cuántos hijos tenía; a una solterona, SI su mando estaba celoso de su belleza, y a una señora obesa si le gustaba mucho el baile. Hablaba como sin pensar, sin oír los nombres que le decían, porque sus ojos y su inteligencia estaban preocupados en una mujer, la única que en aquel momento existía para él. Al fin llegó junto a ella. Sus amigas le dieron con los codos para que se levantase. De pie, con los ojos bajos y muy pálida, esperó en esta actitud.
-Lo blanco con lo blanco no cae bien, señora -dijo el emperador, y luego añadió por lo bajo-. No es este el recibimiento que tenía derecho a esperar después...
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Y ella no contestó. El emperador la estuvo observando un momento. Al poco rato se retiró. Cuando el emperador se retiró del baile, María pudo también escapar. En el coche en el que volvía a su casa con su marido, éste le dijo muchos reproches. ¿Estaba ciego? ¿Era ambición? ¿Quizá patriotismo? El caso es que la pobre muchacha de sólo 18 años, no sabía qué hacer. Una vez llegado a casa, y mientras su marido le acusaba de no haber sido amable con el emperador, María quiso desvestirse, pero su doncella le entregó una tarjeta que acababa de llegar.
«No he mirado ni irado a otra más que a usted, ni deseo a otra más que a usted. Dente contestación rápida para calmar el impaciente ardor de N.»
La misiva le indignó. El príncipe Poniatowski, que esperaba en la calle, recibió el recado de boca de la sirvienta: -No hay contestación.
Empujando a la criada, el príncipe penetró en la casa llegando hasta la puerta de la habitación de María, quien pese a sus ruegos se negó a dejarle pasar. Poniatowski rogó y amenazó, pero todo fue inútil. Ante el temor de un escándalo tuvo que retirarse furioso. María no pudo conciliar el sueño. En su abatimiento se mezclaban personas y sentimientos. Su marido, Napoleón, el patriotismo, el sentido del deber, Polonia, el emperador, sus convicciones religiosas... A la mañana siguiente su doncella entró a despertarla con otra tarjeta, que se negó a abrir y que mandó devolver a su portador junto con el que había recibido la noche anterior. Pero le avisaron de que el salón de la casa estaba lleno de gente, y gente importante. Estaban allí los más altos personajes de la nación: los del Gobierno, incluso el mariscal Duroc. Ella no quiso presentarse y puso como pretexto una jaqueca, pero su marido se encolerizó y para probar que no era celoso, intiodujo en el dormitorio de su esposa a todos los presentes. Delante de ellos el marido le exigió que asistiera a la comida que Napoleón ofrecía a las autoridades. En vista de que María insistía en su jaqueca, el más importante de los piesentes le dijo.
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-Todo se debe posponer, señora, en vista de las circunstancias tan altas y superiores para nuestra nación. Esperamos, pues, que el mal habrá pasado de aquí a la comida proyectada, a la que no podéis faltar si no es pasando por mala polaca. Tras estas palabras y la exigencia del marido. Mana consintió en asistir al banquete. Por consejo de su esposo, María fue a casa de Múdame du Vauban, que era la amante del principe José y que se dispuso a ejercer de celestina. Era mujer muy libre y muy cínica que alardeaba de sus liviandades y era conocida por su vida más que escabrosa. Eso de facilitar una aventura a un soberano le parecía muy bien y ya se veía como una nueva marquesa de Pompadour, ofreciendo jóvenes inocentes a la perfidia de un nuevo Luis XV. Un ama de llaves joven, despierta y sin escrúpulos se complació en vestir a María al mismo tiempo que le repetía:
¡Todo, todo por la santa causa de nuestra patria! Y cuando juzgo que había llegado el momento propicio, le entregó una carta escrita y firmada por los más grandes personajes.
«Señora: las pequeñas causas producen a veces grandes efectos. En todo tiempo han tenido las mujeres gran influencia sobre la política del mundo. La historia de los tiempos mas remotos, como la de los modernos, nos atestigua esta verdad. Mientras los hombres estén dominados por las pasiones, las señoras serán una de las potendas más temibles. De haber sido hombre hubiera usted dado su vida por la digna y causa Justa de la patria. Siendo mujer no la puede usted defender exponiendo su cuerpo por oponerse su naturaleza. Pero en cambio hay otros sacrificios que usted puede hacer y que debe imponerse aun a costa de su repugnancia. ¿ Cree usted que Ester se entregó a Asuero por un sentimiento de amor? Probablemente era el terror que le inspiraba el que provocaba desmayos ante su mirada, ¿no es una prueba de que no se unió a el por amor? Ella se sacrificó para salvar a su nación y tuvo la gloria de podedo conseguir.
/ Ojala podamos decir otro tanto para gloria y dicha de usted! ¿Acaso no es usted esposa, madre, hermana e hija de celosos polacos, que forman todos con nosotros
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el núcleo nacional, cuya fuerza no puede aumentar más que con el número y la unión de los que lo componen? Pues sepa usted, señora, lo que un hombre célebre, un santo y piadoso eclesiástico, Fénelon, dijo: ‘Los hombres que gozan de toda autoridad en público no pueden con sus deliberaciones establecer un bien efectivo si las mujeres no los ayudan a ejecutarlo’. Escuche usted esta voz unida a la nuestra para gozar de la dicha de veinte millones de hombres.»
Desde la Biblia a Fénelon, desde el patriotismo a la llamada política, desde los altos personajes de la nación hasta su marido, todo se confabulaba contra ella. Para acabarlo de rematar le leyó la misiva que Napoleón le había enviado el día anterior y que ella no había querido abrir:
«¿Le he disgustado a usted, señora? Sin embargo, tema derecho de esperar lo contrario. ¿Me he equivocado? Vuestro afecto se ha paralizado mientras que el mío aumenta. Me está usted quitando el reposo. ¡Oh, dé usted un poco de alegría y felicidad a un pobre corazón dispuesto a adorarla! ¿Es tan difícil obtener una respuesta? Usted me debe dos. N.»
En el momento en que la insidiosa mujer acababa de leer este texto, entró el marido. Envanecido con el éxito que su mujer había obtenido y cuyo mérito se atribuía a sí mismo, sin comprender nada, sin sospechar nada de lo que se pretendía de su mujer —pues era hombre honrado—, volvió a insistir para que fuera a la comida. La pobre joven conocía que el paso era decisivo y que él mismo la obligaba. Como todo el mundo lo quería así, iría. Hasta la noche no se despejó el salón de visitas diligentes que le traían mudas felicitaciones y para que no se le ocurriera cambiar de parecer durante la noche, permaneció cerca de ella, hasta la mañana, la mujer de confianza de Madame Vauban. Sigo en esta narración el relato que hace Frédéric Masson en su obra ya citada: «María Walewska no podía imaginarse que todo se confabulaba para hacer de ella la amante del poderoso. Sabía que no le amaba y no pensó jamás que llegaría a ser la amiga íntima -y tan íntima- de Napoleón». Consciente de esto fue a la cena con aprensión y con la intención de no hacer caso de insinuaciones o peticiones que consideraba improcedentes o inmorales y que rechazaba en su fuero interior.
Continuamos cediendo la palabra a Masson; «En la mesa la colocaron al lado del mariscal Duroc, casi enfrente del emperador, el cual, desde que se sentaron, comenzó con su tono breve y peculiar a preguntar a uno de los invitados sobre la historia de Polonia». Parecía que escuchaba atentamente las respuestas, repetía cada término y lo discutía haciendo nuevas preguntas; pero, ya hablase, ya escuchase, sus ojos no se apartaban de María Walewska, si no para ponerlos en Duroc, con quien parecía sostener una muda correspondencia. Hubiérase dicho que las palabras que Duroc dirigía a su vecina estaban dictadas por ciertos gestos naturales que el emperador hacía como maquinalmente, continuando un discurso muy serio sobre la política europea. En un momento dado se llevó la mano al costado izquierdo de su túnica. Duroc titubeó un instante, miró con atención a su amo y, en fin, adivinando, pronunció un ¡ah! de satisfacción. La seña de Napoleón se refería al ramillete de Bronia.
¿Qué ha sido del ramillete ? —preguntó Duroc a su vecina. Y ella se apresuró a responder que guardaba religiosamente para su hijo las flores que el emperador le había dado.
¡Ah!, señora -repuso el mariscal a media voz-, permita usted que le ofrezcan otras más dignas para usted. La señora entendió en eso una alusión que la indignó y replicó en alta voz, sonrojándose y encolerizada:
-No me gustan más que las flores. Duroc se quedó un momento avergonzado.
-Pues bien -dijo por fin-, vamos a recoger laureles en vuestro suelo natal para ofrecéroslos. Esta vez había estado más acertado, y así lo comprendió al ver la turbación de la dama.
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Cuando terminó la cena y el emperador se levantó, todo el mundo estaba pendiente de lo que sucedería. Napoleón se acercó a ella y le dijo casi al oído: -¡No, no! Con estos ojos tan dulces y amorosos, con esa expresión de belleza no se debe resistir ni complacerse en causar tormento, a no ser la más coqueta y cruel de las mujeres.
Cuando el emperador se retiró, todo el mundo rodeó a María:
—El emperador sólo se ha fijado en vos, y os echaba miradas de fuego.
Y todos le repetían que sólo en ella se encontraba la salvación de Polonia. Poco a poco fueron dejándola sola y cuando creía que podría descansar se presentó el general Duroc con una carta de Napoleón. Antes de entregársela le dijo: —¿Cómo podéis rechazar la petición de quien no ha recibido jamás un desdén? Mirad, señora, que su gloria está empañada de tristeza y sólo depende de vos reemplazarla por unos instantes de felicidad.
Y le entregó la misiva pidiéndole que acudiese a una cita. María se puso a llorar, indignada y ofendida. Duroc apeló a su patriotismo y se retiró. La pobre joven abrió la carta de Napoleón:
«Hay momentos en que pesa demasiado la grandeza, y eso es lo que experimento yo ahora. ¿Cómo satisfacer la necesidad de un corazón enamorado que quisiera correr a vuestros pies y se encuentra impedido por el peso de altas consideraciones que paralizan el más ardiente de sus deseos? ¡Ah, si vos quisierais!... Nadie más que vos puede quitar los obstáculos que nos separan. Mi amigo Duroc os facilita} á los medios. ¡Oh! ¡Acudid! Todos vuestros deseos serán satisfechos. Amaré aún más a vuestra patria cuando os hayáis compadecido de mi pobre corazón. N.»
De modo que la suerte de su país estaba en sus manos. Cinco días duró su resistencia. Cinco días durante los cuales hombres y mujeres la acosaban, la incitaban, la tentaban con los más variados argumentos que, al fin, podían reducirse a uno solo: el
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patriotismo por Polonia. Al fin, agotada tras noches de no dormir y días de sufrimiento, pronunció las palabras que todos esperaban:
—Haced de mí lo que queráis. Incluso entonces creyó que se salvaría. No podía ser que Napoleón quisiera violarla. Ella le suplicaría, le pediría compasión. Le diría que no sentía ningún amor por el, solo iración. Sí, aún podría salvarse. Ni hablaría siquiera, se limitaría a mirarle pidiendo piedad. A las diez de la noche fueron a buscarla. En la esquina de su casa había un coche. Cubierta con un velo la introdujeron casi a la fuerza en el vehículo, que salió a toda prisa hacia el palacio en el que se alojaba Napoleón. Cuando estuvo en su presencia rom.pió a llorar, se aproximó y le dijo algunas frases que no fueron entendidas por María. Solo comprendió una cosa. Napoleón había dicho: «Tu viejo marido...». En aquel momento ella quiso huir, pues vio toda la vileza del adulterio que iba a cometer y él se quedó asombrado. Era la primera vez que le sucedía. Todas las mujeres con las que había tratado se mostraban contentas y orgullosas de ser merecedoras de sus atenciones. Y, ahora, esta chiquilla le hacía una escena a la que no estaba acostumbrado. ¿Estaría representando una comedia? No, no, todo era demasiado auténtico. Hay momentos en los que se distingue el fingimiento, y este no era uno de ellos. Mana quiso escapar y Napoleón la agarró por los brazos y la hizo volver al canapé en el que estaba desde su llegada. Con voz cada vez más afectuosa le empezó a preguntar cosas de su vida. ¿Cómo y por que se había casado? ¿Había sido por amor, por obligación familiar, por riqueza, por la vanidad de los títulos? ¿Cómo podía ser que una muchacha tan joven hubiese podido unirse a un vejestorio como su marido? Ella iba respondiendo maquinalmente a las preguntas, cada vez más íntimas e insidiosas. Al fin se escudó en sus creencias religiosas; Napoleón se echó a reír y ella volvió a llorar. El emperador no sabía qué pensar. Era la primera vez que le sucedía una cosa semejante. Acostumbrado como estaba a una sociedad frívola y corrompida no podía imaginar algo distinto. La conversación duró hasta las dos de la madrugada en que, según lo convenido, llamaron a la puerta para conducir a María a su casa.
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i.
-¿Ya? -dijo el emperador-. Mi tímida paloma, enjuga tus ojos y deja de llorar. No temas, no emplearé contra ti más fuerzas que las de un amor apasionado que desea ser amado por tu corazón. Acabarás por amarme porque seré todo para ti. No lo olvides.
María fue conducida a su casa, pero antes le hizo jurar que volvería la noche siguiente. María no sabía qué pensar. Había sido amable y cariñoso. Si aquella noche no había pasado nada, ¿por qué tenía que pasar algo la noche siguiente? A la mañana siguiente la dama de confianza y, a la vez celestina, la despertó llevando un voluminoso paquete. Al abrirlo aparecieron flores de invernadero mezcladas con ramas de laurel y unos joyeros que contenían una guirnalda y un broche de diamantes. María, llorando, los tiró al otro lado de la habitación. -¿Qué se cree Napoleón? ¿Que estoy en venta? ¿Que soy una cortesana, una prostituta que se vende ante la visión de una joya?
En el paquete también había una carta: «María, mi dulce María, mi primer pensamiento es para ti, mi primer deseo es volverte a ver. Volverás, ¿no es verdad? Así me lo has prometido. Si no el Águila volará a ti. Te veré en la comida; así lo dice el amigo. Dígnate aceptar ese ramillete y que sirva de lazo misterioso que nos una secretamente entre el gentío que nos rodea. Expuestos a las miradas de la muchedumbre, podremos entoldemos. Cuando mi mano oprima mi corazón, sabrás que está ocupado enteramente por ti. y para responder tú oprimirás tu ramillete. Ámame, mi linda María, y que tu mano no dejejamás tu ramillete. N.»
^
A la hora de la cena de gula María se presentó sin las joyas. -Majestad -le dijo-, no me gustan los brillantes y el presente era demasiado precioso para considerarlo como recuerdo.
Napoleón no dijo nada, pero al terminar el banquete los patriotas polacos llevaron a María al saloncito donde el emperador le esperaba. Era como lanzar una oveja a las fauces de un león.
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Napoleón le recibió con el entrecejo fruncido y aspecto de mal humor. Empezó a hablarle y, poco a poco, se fue exaltando. Uno de los trucos de Napoleón era fingir cólera ante sus interlocutores hasta que lograba espantarlos. Esto lo hizo a lo largo de su carrera ante ministros y reyes. Tal vez fingiese, pero María no lo podía suponer. El emperador cogió un reloj que llevaba en un bolsillo.
—Quiero, ¿comprendes bien esta palabra?, quiero obligarte a que me ames. Yo he hecho revivir el nombre de tu patria, gracias a mí existe todavía su raza y aún haré más. Sin embargo, ten presente que así como delante de ti hago añicos este reloj que tengo en la mano, así también perecerán su nombre y todas tus esperanzas si me obligas a ello, rechazando mi corazón y rehusándome el tuyo. Lanzó el reloj al suelo y lo pisoteó gritando:
-Así trataré a Polonia si rechazas mi amor.
María Walewska escribió mucho más tarde: «Sus ojos me taladraban. Creía vivir una horrible pesadilla. Toda mi voluntad me impelía a despertar de aquel horroroso sueño, pero su salvaje mirada parecía que me clavaba en el diván donde yacía. Estaba sentada en el mismo rincón en el que me había hecho sentar cuando llegué. Temblaba y me inundaba un sudor frío, tuve la impresión de que me levantaban y pensé que por fin iba a despertar, pero un peso terrible me oprimía y no podía respirar. Comprendí lo que era y me desmayé».
Napoleón aprovechó aquel desmayo. Lo cual no dice nada en favor del gran corso. Ni como caballero ni como amante. Un caballero no se aprovecha de un desvanecimiento para llegar a sus fines, un amante no posee, no ya un cuerpo inerte, sino una mujer consciente. Amar no es poseer, es darse. Darse mutuamente. Vibrar física y espiritualmente a la vez. Un amante no goza de una mujer, sino que goza con ella. Al volver en sí, María comprendió lo irremediable. Napoleón la miraba. Tal vez arrepentido, tal vez con la desgana del amante satisfecho. En un instante María se dio
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cuenta de que, perdida ya en su honor, quedaba al servicio de Polonia. Se levantó, fue hasta Napoleón, le besó en la mano y le dijo:
-Te perdono. Napoleón la tomó en sus brazos y comenzó a besarla apasionadamente. María interrumpió las efusiones: -No vas a creer que volveré a casa. Ahora soy tuya. No voy a reanudar mi vida con mi marido como si nada hubiese pasado ni volveré a verte a escondidas como una cortesana. -Tienes razón, vivirás conmigo.
Y mandó que le preparasen una habitación al lado de la suya. Hecho lo cual volvió hasta María, la desnudó y volvió a hacer con ella conscientemente lo que había hecho durante su desmayo. Desde entonces se convirtió, no ya en la amante de Napoleón, sino en la esperanza de todos los polacos, que veían en ella a la salvadora de su patria. No tardarían mucho en desengañarse y no por culpa de la pobre María. Ella suplicaba y pedía, pero Napoleón prometía, prometía... y no cumplía. La posición de la Walewska era considerada por todos como normal. No mereció en su país ni una sola reprobación, según explica Masson. Casi todo el mundo se apresuraba a hacerle la corte, no como a una favorita, sino como a una víctima, al tener que abandonar a su marido y aceptar sacrificarse por el futuro de Polonia. Porque nadie ignoraba cuánto sufría ni cuán digna era de estima, respeto y compasión. Las mismas hermanas de su marido, la princesa Jablonowska y la condesa Birginska, se habían constituido en sus dueñas. No dependía más que de ella ocupar en Varsovia el primer puesto, y si fuera otra aparecería como soberana. Entonces sí que tendría enemigos acérrimos. Pero como no quería figurar ni aspiraba absolutamente a nada, no era temida: la compadecían en vez de lisonjearla. Por otra parte, su aventura nada tenía de chocante para una sociedad que adornaba las costumbres de poligamia oriental con el escepticismo elegante llegado de Versalles; que había recibido y conservado los ejemplos de moral de Catalina la Grande,
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y que en el divorcio hallaba, cuando le convenía, la sanción legal y aun religiosa de sus caprichos extraconyugales. Felizmente, había dado con una mujer tal que en cien años no habrían podido encontrar otra Igual: sencilla, candorosa, pudorosa, desinteresada, animada únicamente por la pasión de la patria, ella sola era capaz de inspirar un sentimiento durable y una verdadera pasión, conteniendo en sí todo lo más amable y generoso que había en la nación. Ella no sería para Napoleón una querida de paso, sino una especie de esposa suplente, que no participaría realmente de las dignidades de la corona ni de los esplendores del trono, pero que ocuparía un puesto especial, que sería la embajadora de su pueblo cerca del emperador, su mujer polaca. Con un lazo muy débil todavía, pero que más tarde podría apretar, uniría el corazón de Napoleón a los destinos de Polonia. Con sólo su muda presencia le obligaría a acordarse de sus promesas, a justificarse de no cumplirlas y a despertar sus remordimientos por no pagar la deuda. Y en el fondo ese razonamiento no era descabellado, porque casi todas las noches volvía Napoleón al problema que le recordaba constantemente aquella mujer.
—Puedes estar segura —le dijo— de que cumpliré con la promesa que te he hecho. Ya he obligado a Rusia a soltar la parte que había usurpado, y el tiempo hará lo demás. No es este momento oportuno para realizarlo todo; es preciso tener paciencia. La política es una cuerda que se rompe cuando la estiran demasiado. Mientras tanto se van formando vuestros hombres políticos; porque, vamos a ver, ¿cuántos teneis? Sois muy ricos en buenos patriotas; convengo en que no os faltan brazos: el honor y la bravura transpiran por todos los poros de vuestros valientes. Pero eso no basta, es preciso una compacta unanimidad. Bien sabes que amo a tu nación; que mi intención, mis miras políticas, todo me mueve a desear su completo restablecimiento. Me presto con gusto a secundar sus esfuerzos y a sostener sus derechos: todo cuanto dependa de mí sin alterar mis deberes y el interés de Francia, lo haré sin falta. Pero piensa en que nos separan grandes distancias. Lo que puedo hoy establecer, acaso mañana será destruido. Mis primeros deberes son para Francia. Yo no puedo derramar sangre sa por una causa ajena a sus intereses, ni armar a mi pueblo para venir a socorreros cada vez que sea necesario.
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Un día Napoleón anunció de pronto que abandonaba Varsovia. María quedó aterrada. ¿Y qué pasaba con ella misma?
-No temas, me ocuparé de tu patria y tú me seguirás dondequiera que vaya.
En Finckenstein, donde Napoleón trasladó su cuartel central, María Walewska llevó una vida melancólica. A
Su soledad sólo se veía interrumpida por las comidas con el emperador. Este le reprochaba sus vestidos -pues se preciaba de ser muy entendido en esas cosas-, que María llevaba siempre oscuros o negros cuando visitaba a su amante.
-¿Por qué llevas siempre esos vestidos? -Llevo todavía luto por mi patria. Cuando la hayáis resucitado, vestiré de otro color.
Esta respuesta hacía callar a Napoleón. La vida recoleta de María le satisfacía más que la brillante de Varsovia en donde se veía adulada por los nobles, lo que le producía una sensación que llegaba a ofender a su pudor. En 1808 se trasladó a París. Sabía que Napoleón le era infiel, y al año siguiente se instaló en Viena en una casa cercana al palacio de Schoenbrun. Allí descubrió que estaba embarazada y viajó hasta Walewice para que su hijo naciese en Polonia, lo que sucedió el 4 de mayo de 1810. Al niño se le bautizó con los nombres de Alexandre Fiorian Joseph Colonna Walewski, como si su verdadero padre fuera el marido de María. A fines de 1810 se trasladó a París con el niño; el emperador, que le pasaba una renta de diez mil francos mensuales, mandaba todas las mañanas a uno de sus edecanes a pedir órdenes. Tenía reservado un palco en todos los teatros y el general Duroc tenía orden expresa de satisfacer cualquier capricho de la polaca. Pero María poco se aprovechó de ello. Continuó su vida silenciosa y anodina. De vez en cuando iba a palacio con su hijo, al que Napoleón había concedido el título de conde del Imperio. Aparte de los polacos, a los que recibía con asiduidad, pocas personas sospechaban la relación de Napoleón con María.
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Un día ésta se encontró en palacio con la emperatriz Josefina, quien, sin sospechar lo más mínimo, acarició al niño felicitando a María por su buen aspecto. A principios de 1812 se veía que la guerra con Rusia era inminente, lo que hizo concebir esperanzas a todos los polacos, y a María en primer lugar. Pero la cosa no era tan sencilla como imaginaban. En la misma Polonia había nobles y grandes terratenientes que eran partidarios de Rusia con el fin de poder así conservar sus posesiones y su autoritarismo, mimético del ruso. Y la población, poco o nada informada, era una masa inerte sin opinión. Sólo la burguesía y los pequeños nobles se exaltaban con los motivos patrióticos. En 1805 se había formado la Santa Alianza, y en la lucha entre Napoleón y la oligarquía reinante en Europa, los más poderosos e influyentes personajes europeos tomaban posiciones contra el emperador. A
Este, por otra parte, en abril de 1810, es decir, un mes antes de nacer el hijo de Mana Walewska, se había casado con Mana Luisa de Austria, que también le dio un hijo: «el Aguilucho». El resto es cosa sabida: Napoleón invadió Rusia y fue derrotado por el frío y las armas zaristas que llegaron a incendiar Moscú para evitar que fuera tomado por el francés. La trágica retirada le hizo pasar cerca de Varsovia, pero no se paró a visitar a María. Posteriormente se exilió en la isla de Elba. María Walewska fue a visitarle, cosa que no hizo su esposa María Luisa, y le ofreció todas sus joyas. Napoleón las rechazó y además le regaló sesenta mil francos ya que no percibía la pensión que se le había concedido. Al despedirse, Napoléon abrazó a María y al pequeño Alexandre que la había acompañado.
-Adiós, querido hijo de mi corazón; ¿qué piensas ser cuando seas mayor? -Militar. -¿Por qué? -Porque quiero mucho a Napoleón. -Y, ¿por qué le quieres? -Porque es mi papá y mamá me ha dicho que le ame.
Durante los «Cien Días», Napoleón volvió a ver por última vez a María en público, le cogió la mano y la estrechó contra su corazón.
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y
Después, vinieron Waterloo y Santa Elena. María se quedó viuda y se casó en Bruselas con el general Ornano, lejano pariente de Napoleón. Éste se enteró de la boda en Santa Elena y no hizo ningún comentario. Tal vez pensó que María Walewska le había amado de verdad, que de haberse casado con ella en vez de hacerlo con María Luisa hubiera creado un reino en Polonia que habría servido frente a la potencia rusa. Le hubiera alegrado saber que su hijo Alexandre, después de ser militar como había anunciado, sería un gran político, embajador y ministro de Napoleón III. Pero esto era el porvenir. María quedó encinta de su nuevo marido, al que dio un hijo. Pero gozó sólo un año de felicidad matrimonial. Murió a los 28 años de edad pronunciando una sola palabra: -Napoleón.
Sisí La berlina de la duquesa Ludovica de Baviera corre por el camino de Munich a Ischl. En ella van, además de la duquesa, sus dos hijas: Elena y Elisabeth. El viaje no tiene otro fin que el de terminar con el noviazgo de Elena y el emperador Francisco José de Austria. Ludovica es una duquesa de Baviera, pero no «la duquesa de Baviera», cosa que le apura mucho. Todas sus hermanas se han casado con príncipes reinantes. Una, Carolina, es emperatriz. Otra, Elisabeth, es reina de Prusia. Amelia y María han sido, una después de otra, reinas de Sajonia. Ludovica ha tenido peor suerte, es sólo la esposa de un duque bávaro que no reina. Pero las cosas van a cambiar porque Elena, su hija mayor, será emperatriz de Austria. Así se ha decidido entre las dos familias. Francisco José, el emperador, tiene 23 años, es simpático, rico y poderoso. Ha demostrado su valentía en los campos de batalla, pero el valor le abandona cuando tiene que enfrentarse con su madre la archiduquesa Sofía. Es ella la que ha pactado el matrimonio entre el emperador y Elena Possenhoten, que es el título de Maximiliano, su padre y marido de la duquesa Ludovica.
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Elisabeth acompaña a su madre y a su hermana, y disfruta con el viaje. Es guapa, vivaz y traviesa. Familiarmente le llaman Sisí y por el momento se interesa por los paisajes de las poblaciones que atraviesan. Sisí es la favorita de su padre. Un poco bohemio y con tendencias más intelectuales que el resto de su familia, se ha dedicado a viajar, ha estudiado en la Universidad de Munich y ha publicado un libro titulado Viaje en Oriente, en el que narra sus impresiones de sus visitas a Grecia, Turquía, Nubia y Egipto. Pocos lectores saben que colabora en el periódico de Munich firmando con el seudónimo de Pkantasius. A Sisí le gusta leer, pero más todavía correr, subir a las montañas y montar a caballo. Y odia la etiqueta; en esto se parece a su padre. Al parar el coche en Rosenheim, Sisí se ha mezclado con los cocheros y ha empezado a charlar alegremente con ellos preguntándoles detalles sobre los caballos. Ha ido hacia las cuadras y allí ha irado a los caballos de repuesto. En las cuadras se ha ensuciado las botas y los bajos de su falda de modo que su madre se ve obligada a amonestarla y ha de decirle que, si vuelve a suceder otra vez, será enviada a Baviera sin que pueda contemplar el compromiso de su hermana Elena con el emperador Francisco José. El 16 de agosto de 1853 tiene lugar el encuentro del emperador con la mujer escogida por su madre para ser su esposa. En el fondo, Francisco José no tiene ganas de casarse. Ama demasiado su libertad de soltero, pero su poco valor le impide decírselo a su madre y se somete a su voluntad, a pesar de que no sentía el menor interés por Elena. Se había acordado que se celebraría una cena al final de la cual el emperador pediría la mano de Elena a su madre. Durante la cena, Francisco José se obstinaba en mirar fijamente al fondo de la sala evitando poner sus ojos en la que pronto sería su prometida. De pronto se oye la risa de Sisí. El emperador se fija por primera vez en aquella muchacha de 16 anos, vestida de blanco, color sólo alterado por una ancha cinta azul en la cintura. Se produjo el flechazo. Adiós proyectos maternos, adiós planes combinados e intrigas palaciegas. Por primera vez, Francisco José se enfrentará con su madre. Empieza al final de la cena, cuando todo el mundo espera la petición de mano. El emperador se levanta y dirigiéndose a Sisí le pide que le acompañe a dar una vuelta por el jardín. Sorpresa general. Elena, humillada. Ludovica y Sofía, madre del emperador, consternadas, y los cortesanos atónitos.
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Mientras tanto, Francisco José y Sisí pasean por el jardín. Ella le pide que le enseñe las cuadras y le confiesa que le gustan mucho los caballos, que sabe montar muy bien y que al día siguiente le gustaría hacer una excursión. No se da cuenta del revuelo que ha armado. No se da cuenta de que, mientras ellos están charlando, las madres respectivas están desoladas e intentan poner fin a la situación. Pero todo es en vano. A su regreso del paseo, Francisco José comunica a su madre su intención de casarse con Sisí. La emperatriz no puede contener las lágrimas. -No, no es imposible. Elena es una honesta muchacha que hará tu felicidad y será una buena madre de sus hijos. ¿Cómo puedes haberte fijado en Sisí? ¿No ves que es una niña de 16 años inconsciente y coqueta?
Ludovica, por su parte, solloza sentada en el sofá. En el fondo no sabe qué pensar. Los proyectos que había imaginado para su hija Elena se ven desvanecidos. Pero tal vez puedan trasladarse de Elena a Sisí. La discusión entre madre e hijo duró toda la noche. De madrugada, la emperatriz hizo llamar al cardenal que había de proceder a la bendición del noviazgo. Le contó todo lo sucedido y le encargó que convenciese a su hijo Francisco José para que, recapacitando, no cometiese el disparate de prometerse con Sisí:
-En nombre del Señor y del Imperio, haced que mi hijo reflexione y obre sensatamente.
Todo fue en vano. A las nueve de la mañana el cardenal bendecía solemnemente el noviazgo del emperador con la duquesa Elisabeth. Al día siguiente toda la familia fue a misa. En el momento de entrar en la iglesia, la archiduquesa Sofía se inclinó, en una ceremoniosa reverencia de corte, cediendo el paso al emperador y a Sisí. Los asistentes se dieron cuenta de que aquella jovencita de 16 años sería la futura emperatriz de Austria y Hungría. Días después el periódico oficial del Gobierno, el Wiener Zeitung, daba la noticia oficialmente:
«Su majestad apostólica, imperial y real, el emperador Francisco José I, con el consentimiento de su majestad el rey Maximiliano de Baviera, se ha prometido en
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Ischl con la princesa Elisabeth, Amalia, Eugenia, duquesa en Baviera, hija de sus altezas el duque Maximiliano José y de la duquesa Ludovica, princesa de la casa real de Baviera. Que la bendición de Dios Todopoderoso...».
Aparte de la desilusionada Elena, otra persona de la familia no se mostraba muy conforme con los acontecimientos. Era el padre de Sisí, el duque Maximiliano. Si por una parte le halagaba que su hija fuese emperatriz, por otro lado, y desde un punto de vista humano y personal, le dolía que su hija favorita se casase con un hombre al que consideraba como un militar de la escuela prusiana, y como un gobernante tiránico y nada comprensivo con las ideas modernas que se estaban imponiendo. Ludovica, la madre, al final se mostró satisfecha. Al fin y al cabo una de sus hijas era emperatriz. Más tarde la duquesa pudo contemplar con cierta satisfacción los matrimonios de sus hijas y sus hijos. Luis, el hijo mayor, renunció a sus derechos para casarse con una actriz, Henriette Meidel, lo que llenó de consternación a la madre aunque divirtió muchísimo al padre y a Sisí; Carlos Teodoro, a quien en la familia llamaban el «tonto», se había casado con su prima la princesa Sofía de Sajonia; Max Emmanuel, el más joven de todos, conocido como el «idiota», murió soltero; Elena, la hija mayor destinada en principio al emperador de Austria, se casó con el príncipe Thurn und Taxis; María fue reina de Nápoles, luego destronada; Matilde fue condesa de Trani al casarse con el hermano del rey de Nápoles, y la más pequeña, Sofía, se casó con el segundo hijo del duque de Nemours de la casa de Orleans, convirtiéndose así en duquesa de Alencon, y encontró más tarde una trágica muerte en el incendio del Bazar de la Caridad, en París. Mientras tanto, en Munich, Sisí preparaba su ajuar matrimonial. Con gran paciencia su padre le daba lecciones sobre la manera en que debería comportarse en Viena:
-Has de saber que la etiqueta de la Corte austríaca, como la de la Corte española, es muy rígida. Tendrás que acostumbrarte a vigilar tus gestos, tus vestidos, incluso tus costumbres de beber y de comer pueden ser cambiadas. Aquí bebemos mucha cerveza, en Viena también, pero en la Corte se bebe más vino.
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-Con lo que a mí me gusta la cerveza. -Sí, pero tendrás que acostumbrarte. Hija mía, serás esclava de la etiqueta.
Fue preciso organizar el viaje hasta Viena. Sisí se despidió de todo el mundo. No olvidó a nadie, ni siquiera al jardinero y a su esposa ni a los criados de la casa. La comitiva llegó a Straubing, donde les esperaba un barco que, por el Danubio, les llevó a Linz. Por el camino, al pasar por los pueblos, sonaban las campanas de la iglesia y Linz les recibió con delirante entusiasmo. El emperador Francisco José se adelantó para recibir a su futura esposa. Al día siguiente, en otro barco adornado con rosas del palacio de Schoenbrunn, se marcharon a Nussdorf, un puerto de Viena; era la víspera de su matrimonio. Sisí se trasladó al palacio de Schoenbrunn, con sus mil cuatrocientas cuarenta y una habitaciones y ningún cuarto de baño. Sin perder tiempo, Sisí se bañó en una bañera portátil y se perfumó. Debía mostrarse al público que llenaba los jardines y las terrazas. Del brazo de Francisco José se asomó al balcón y millares de voces saludaron a la que el día siguiente sería su emperatriz y que en aquel momento era una auténtica heroína de una hermosa historia de amor. El enlace matrimonial tuvo lugar al día siguiente con el aparatoso ceremonial de la Corte austríaca. Al día siguiente corrió el rumor de que la noche de bodas había sido un fracaso. Sisí había aparecido por la mañana con los ojos enrojecidos de haber llorado. Nunca se supo si de dolor o de desilusión. Tal vez recordó entonces Sisí, que era muy supersticiosa, la predicción que afirmaba que los Wittelsbach nunca serían dichosos, y que un fraile misterioso se aparecería a los de la familia cada vez que iba a suceder una desgracia. Por su parte, Francisco José, pocos días después, declaraba a su amigo Alberto de Sajonia:
—Estoy enamorado como un teniente y dichoso como un dios.
El emperador no explicó por qué los tenientes pueden ser ejemplo de enamorados. De todos modos su carácter había cambiado e, influido por su esposa, empezó a promulgar una serie de indultos y la suspensión del estado de guerra en Hungría, Galitzia y la Voivodina. Tres mujeres condenadas a muerte fueron también indultadas.
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actitud que era censurada por la madre del emperador y por toda la Corte, compuesta exclusivamente por elementos conservadores y retrógrados. En la primera cena importante que se dio en la Corte en la Hofburg, o palacio real, ya demostró Sisí cómo era su alegre y muy independiente carácter, ordenando a un criado:
-Que me traigan una cerveza. —Con perdón de su majestad creo haber entendido mal. —Cerveza... un vaso de cerveza. El maitre desapareció completamente aturdido. Sisí se dirigió a su vecino el príncipe Schwartzenberg:
-Tengo sed y no hay nada como la cerveza para calmar la sed. El príncipe sonrió débilmente y, esperando indicar a su majestad la etiqueta a seguir, levantó discretamente su copa de vino como bebiendo a su salud. Sisí cogió su copa y también la levantó en respuesta al gesto del príncipe, pero no bebió de su contenido. El servidor llegó con la cerveza, que ella bebió con entusiasmo, después de lo cual se quitó los guantes blancos que llevaba y los entregó al aturdido criado. Los asistentes quedaron mudos de estupor, pues jamás habían visto que una gran dama cenase sin guantes. Al terminar la cena, su suegra llamó la atención a Sisí:
-Habéis escandalizado a todo el mundo comportándoos como una lugareña bávara. Los guantes están prescritos por la etiqueta, la cerveza no es bebida para una emperatriz, por lo menos en público. No es correcto para una emperatriz reír, debe limitarse sólo a sonreír, tanto si se divierte como si se aburre... —Si no me quieren tal como soy, lo siento mucho, pero no quiero cambiar. Rechazo absolutamente comer con las manos enguantadas, encuentro que es una tontería. Esta moda debió de ser impuesta por una reina que debía de tener una enfermedad de la piel. Pues bien, yo no la tengo. Será una etiqueta nueva, pero voy a imponer la moda de comer sin guantes.
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No sólo eran cuestiones de etiqueta las que enfrentaban a las dos mujeres. Eran también las distracciones y las lecturas. Sobre todo las lecturas. Sisí, acostumbrada por su padre a vivir en un ambiente intelectual de talante liberal, leía autores considerados en Viena como revolucionarios: Byron, Heine, Blake. Leía novelas rusas a escondidas de la escandalizada Sofía, que las consideraba como obras del diablo. Un buen día Sisí se encontró mal; unas náuseas hicieron comprender a la Corte que la emperatriz estaba encinta. Nueve meses después daba a luz una hija. El emperador Francisco José no pudo disimular su decepción. Esperaba un hijo que continuase la dinastía. Cuando se repuso, continuó su vida contraria a toda etiqueta. Con gran estupor de la Corte llegó a salir a pasear por las calles de Viena como cualquier ciudadana, cosa que no había hecho jamás una emperatriz de Austria. Cuando se lo reprocharon, dijo simplemente: -El pueblo me ha visto y me ha aplaudido. Quizá sería conveniente que el emperador hiciese lo mismo.
Y Francisco José vaciló en hacerle caso. Ganó al fin la etiqueta. Tal vez de haber hecho caso a su esposa hubiese ganado en popularidad sin perder el respeto de su pueblo. La rígida etiqueta austríaca pudo más que su amor por su esposa, a pesar de que la adoraba y estaba cada vez más enamorado de ella. Un día la emperatriz pidió a una de sus damas: -¿Conocéis acaso la historia del fantasma de los Habsburgo? -A su majestad no le gustará. -¿Por qué? -Es un secreto triste y lúgubre que corre desde hace siglos por la historia de los Habsburgo. A su majestad el emperador no le gustará que os lo cuente. -Dejémonos de etiquetas. ¿De qué se trata? -Parece ser que una débil aparición de un fantasma vestido con ropa blanca y transparente y al que se llama la Dama Blanca aparece a veces por los corredores del palacio anunciando cada vez una desgracia para la familia. Se le ha visto tres veces, y cada una de ellas en un momento crítico para la dinastía de los Habsburgo. Una vez en 1621, ul comienzo del reinado de Fernando II; otra vez en 1740, después de la muerte de Carlos VI; y la última vez en 1809,
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cuando nuestro país estuvo amenazado por Napoleón. Cada vez que se ha aparecido ha sido para anunciar una desgracia. Al día siguiente las damas de honor fueron despertadas por un grito de la emperatriz; acudieron presurosas a su habitación y la encontraron muerta de miedo asegurando que la Dama Blanca la había visitado. Era el anuncio de desgracias sin cuento. Supersticiosa como era, como todos los de su familia, desde ese preciso momento creyó que su vida estaría marcada por el dolor. Y lo terrible del caso es que no se equivocó. Pronto se vio que la impetuosa Sisí no se plegaría jamás a las rígidas reglas de la Corte. Lo que en un principio parecían inocentes chiquilladas que hacían gracia, se transformó pronto en una tozuda decisión de llevar la contraria a todo lo que le rodeaba. No se daba cuenta, ni se dio cuenta jamás, de que su posición de emperatriz le obligaba a cumplir con un protocolo y con unos deberes de los que no podía escapar. Caprichosa e inconsciente, no hizo caso de la etiqueta, no escuchaba los consejos y escandalizaba a los servidores de palacio llevando a él niños que encuentra en la calle y a los que invita a merendar. Se rodeaba de personas extrañas, médicos con raras ideas sobre su profesión, profesores de gimnasia, perros, gatos, loros y hasta compraba vacas y caballos de circo. Sisí es impetuosa, caprichosa, superficial y fantástica. Francisco José, por el contrario, es ordenado, meticuloso, puntual y tiene de su cargo el concepto de la dignidad real que ha heredado de sus antepasados. Pronto se dan cuenta de que pasadas las ilusiones, aun amándose, él más a ella que ella a él, no podrán entenderse. No obstante, la pareja sigue unida, aunque precariamente. Nacen más hijos, que Francisco José aleja de su madre para educarlos al estilo austríaco y que no sufran la influencia nefasta de Sisí. Un día, en octubre de 1860, tiene lugar en palacio una terrible escena. Francisco José y Sisí discuten en voz alta, cosa que no había sucedido hasta entonces. Los gritos de la pelea se oye por todo el palacio. Los cortesanos están consternados y el asombro es general cuando, estupefactos, se enteran de que la emperatriz ha mandado hacer las maletas para escapar de palacio y de Viena. La escapada termina en la isla de Madera, donde Sisí vive una vida de libertad gozando de la naturaleza y del sol. Se cansa de Madera y se traslada a Inglaterra. Tampoco allí se encuentra a gusto. Un día oye hablar de Grecia y sin vacilar decide trasladarse a aquel país.
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Francisco José, siempre enamorado, encuentra a faltar a la mujer que llevó a palacio fantasía, alegría y juventud. Continuamente le envía mensajeros pidiéndole que vuelva a Viena y, al final, se decide a ir personalmente a Corfú para hacerla volver al palacio real y a la vida de Corte. Estalla la guerra entre Austria y Prusia y Sisí se comporta como una verdadera mujer sentimental. La emperatriz sale de palacio cada mañana vestida sencillamente y se dirige a los hospitales, donde hay heridos de guerra, cuidándoles como una enfermera. Visita a las viudas de guerra y a los huérfanos. Demuestra con ello sus buenos sentimientos, pero desgraciadamente no van acompañados de buenos razonamientos porque sufre a veces visiones siempre tristes. En ocasiones ella misma confiesa que huye de sí misma, y a una de sus amigas le confía:
-Sé que voy hacia un fin espantoso que me ha sido asignado por el destino. Terminada la guerra, vuelve a escaparse de la Corte para poder seguir su vida errante. Pero antes, enterada de que el emperador miraba con buenos ojos a una actriz del Burg-Theater llamada Catherine Schratt, va a verla, la encuentra muy vivaz, bonita y alegre y le propone que distraiga al emperador de su terrible trabajo y le ofrezca la dulzura, la gracia y el perfume de una presencia femenina.
—Señorita, el emperador está muy interesado en usted. Vive solo, muy solo, pues yo soy una esposa incómoda, siempre ausente. Su juventud, su alegría y su afecto serán preciosos para él. Si usted quiere, nosotras seremos dos buenas amigas y usted se ocupará del emperador. Asombrada, Catherine aceptó y desde entonces cada día se podía ver el coche de su majestad el emperador que conducía a éste a la calle Gloriette número 9, donde vivía la señorita Schratt. Tomaba con ella un café con leche y le hablaba de Sisí, su gran amor, tan lejos, y de que le escribía adorables cartas. Sisí, cada vez más desequilibrada, se rodea de mujeres extrañas. En Viena se murmura que son lesbianas y se comenta su gran amistad con Luis II de Baviera, homosexual notorio, que muere trágicamente suicidándose. Su cuñado Maximiliano morirá trágicamente fusilado en Querétaro después de haber sido por poco tiempo emperador de México.
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Su hijo Rodolfo, heredero de la corona, se suicida en Mayerling, al lado de su amante María Vetsera. Su hermana, la duquesa de Alenlon, muere quemada viva en 1897 en el incendio del Bazar de la Caridad, en París. Alrededor de la que había sido la alegre y Juvenil Sisí no había más que tragedia, dolor y lágrimas, hasta el punto de que un día dejó escapar:
—Las verdaderas lágrimas no se pueden llorar y las que se lloran, se lloran en vano. ¿Se enamoró Sisí de otros hombres? De esto se la acusó repetidamente en Viena, pero nada pudo probarse. Se decía también que quien hacía correr estos rumores era su suegra, la archiduquesa Sofía, que no la podía ver. Un día Sisí dijo a María Larisch, su sobrina, que había tenido una desilusión amorosa:
-Eres joven e inexperta. Deja que te dé un consejo: no existe ningún hombre en el mundo que merezca que un corazón de mujer se destroce por él. Un hombre, aun cuando se cree enamorado apasionadamente, encontrará siempre alguna otra mujer para consolarse. Una mujer, nunca. Un día volvía de paseo junto con su viejo amigo Christomanos cuando llegados cerca de una cabaña oyeron unos gritos de mujer, casi inhumanos. La emperatriz ordenó entonces a su amigo que fuese a ver de qué se trataba. Christomanos se acercó y vio un grupo de mujeres llorando y en medio de ellas una vieja mujer que se arrancaba los cabellos y lanzaba gritos casi animales. Detrás, un cadáver cubierto con una sábana. Christomanos volviendo hasta la emperatriz, dijo:
-Alguien ha muerto y una mujer se lamenta a gritos. -¿Quién es el muerto? -No sé, quizá una vieja. -No, no, te equivocas, debe ser el hijo de aquella mujer que grita así. Ve a infórmarte. Pero, no, es inútil, yo sé que es su hijo. Después, continuando el camino, sólo abrió la boca para decir:
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-Para aquella mujer todo ha terminado. En ella sólo cabe para siempre el dolor del hijo perdido.
Pensaba sin duda en la trágica muerte de su hijo Rodolfo. Tenía un extraño don de prever el futuro. Varias veces manifestó que moriría a orillas de un lago, como así sucedió. Erancisco José continuaba enamorado de ella. En sus cartas a su marido se mostraba cariñosa como nunca. Era un extraño amor que necesitaba la ausencia para mostrarse. Cuando estaban juntos, la discusión estaba segurada. Cuando estaban separados, se echaban de menos. El 9 de septiembre de 1898 Elisabeth parte hacia Ginebra. Cena en casa de los Rothschild. Como viaja de incógnito, los anfitriones retiran la bandera de los Habsburgo que habían preparado en el jardín. La cena se desarrolla amenizada por la música de Wagner, que tanto gusta a la emperatriz. Al día siguiente, día 10, Elisabeth se prepara para trasladarse de Ginebra a Caux, donde tiene fijada su residencia. Antes de embarcar, pasa por un almacén de música para comprar un orquestión. Pero el tiempo apremia y el barco para Caux está a punto de salir. Elisabeth señala los castaños en flor.
-Mi marido dice que en Viena también han florecido.
Se apresura puesto que ya ha sonado la sirena del barco. De pronto un hombre que se disimulaba tras los árboles se lanza corriendo contra ella y le da un golpe en el pecho. Sisí vacila. \
-No empuje, por favor.
Y, vacilando, sube al barco, que empieza a separarse de la orilla. De pronto la emperatriz cae al suelo sostenida apenas por los brazos de su compañera la condesa Sztaray que ve cómo una pequeña mancha de sangre aparece en el vestido. Precipitadamente, el capitán Roux dirige el barco hacia Ginebra. Una pasajera introduce en los labios de la emperatriz un terrón de azúcar mojado en agua de colonia. La emperatriz se esfuerza en sonreír.
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-Gracias. Sisí está agonizando. De rodillas ante ella la condesa Sztaray reza. Al llegar a la orilla, seis hombres improvisan una camilla en la que depositan a la moribunda tapada con el manto negro que llevaba. En la orilla le esperan dos médicos que le trasladan al hotel. La esposa del propietario, una enfermera inglesa, les ayuda. Pero el doctor se incorpora.
-Desgraciadamente no hay esperanzas. Se inclina sobre la moribunda e instantes después pronuncia las fatídicas palabras:
-Ha muerto. El arma del asesinato es encontrada por un portero de la calle de los Alpes. Es una simple lima triangular con mango de madera, la parte metálica mide diez centímetros de longitud. El asesino ha sido detenido. Se trata de un italiano, nacido en París, de 25 años oe edad, anarquista y al que se supone loco, pero los médicos no encuentran nada anormal en él. Confiesa que ha llegado a Ginebra con la idea de matar a un aristócrata. Había pensado en el duque de Orleans, pero como no le había podido encontrar, había decidido matar a la emperatriz.
-He actuado sin cómplices, yo solo soy responsable de mi acto.
Había reconocido a la emperatriz por haberla visto cuatro años antes en Viena. La había encontrado por casualidad yendo al barco y había decidido asesinarla. Se llamaba Luigi Luccheni. El cuerpo de la emperatriz llegó a Viena en tren a las diez de la noche. Ealtan tres meses para que Francisco José celebre los 50 años de reinado. Con una rígida inmovilidad y extremadamente pálido el emperador asiste a la ceremonia. Un testigo ocular explica:
«Cuando el sacerdote de la Hofburg empieza a recitar las oraciones, el emperador parece perder el dominio de sí mismo. Sus labios se mueven convulsivamente. La voz del sacerdote se hace más fuerte y más solemne. Cuando pronuncia el nombre de
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Elisabeth, los ojos del emperador se llenan de lágrimas y no intenta disimular la emoción que le invade, encorva su talle, inclina la cabeza y con un gesto de ternura impotente apoya su mano derecha sobre el ataúd de Elisabeth».E1 príncipe de Liechstenstein entrega al emperador las llaves del ataúd. Francisco José se arrodilla y abraza el ataúd como se abraza el cuerpo de la mujer amada. Sus labios apenas pueden murmurar: -Adiós, mi amor. Adiós, Sisí.
OSCAR WILDE
Estamos ante un personaje que, en su tiempo y en su país, fue víctima de una increíble notoriedad más por su irreverente modo de vida que por su enorme y demostrado talento literario. Oscar Wilde se atrevió a mantener una relación homosexual, para la cual sin duda fue seducido, en el seno de una de las más puritanas sociedades de la historia de Inglaterra. Este novelista, poeta, crítico literario y autor teatral de origen irlandés fue el gran exponente del esteticismo cuya principal característica era la defensa del arte por el arte. Oscar Fingal O’Flahertie Wills Wilde nació el 16 de octubre de 1854, en Dublín, y estudió en el Trinity College de esa ciudad. De joven solía participar en las reuniones literarias organizadas por su madre. Más tarde, siendo estudiante de la Universidad de Oxford, destacó en el estudio de los clásicos y escribió poesía. Su extenso poema «Ravenna» ganó el prestigioso premio Newdigate en 1878, y convirtió el estilo bohemio de su juventud en una filosofía de vida. En Oxford, recogió la influencia de innovadores estéticos tales como los escritores Walter Pater y John Ruskin. De carácter excéntrico, el joven Wilde llevaba el pelo largo y vestía pantalones de montar de terciopelo. Su habitación estaba repleta de objetos de arte, como girasoles, plumas de pavo real y porcelanas de china. Sus actitudes y modales fueron repetidamente ridiculizados en la publicación satírica Punch y en la ópera cómica Pacienciaáe, de Gilbert y Sullivan.
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A pesar de ello, su ingenio y su talento le hicieron ganar innumerables iradores. Su primer libro fue Poemas (1881), y su primera obra teatral. Vera o los nihilistas (ISS2), se representó por primera vez en Nueva York, ciudad en la que el autor se encontraba por entonces, de paso en una larga gira de conferencias por todo Estados Unidos. Tras ella, se estableció en Londres y, en 1884, se casó con una mujer irlandesa muy rica, Constance Lloyd, con la que tuvo dos hijos. A partir de entonces, se dedicó exclusivamente a la literatura. En 1895, en la cima de su carrera, se convirtió en la figura central del más sonado proceso judicial del siglo, que consiguió escandalizar a toda la mojigata clase media de la Inglaterra victoriana. Wilde, que había mantenido una relación amorosa con lord Alfred Douglas, fue acusado de sodomía por el padre de éste, el marqués de Queensberry. Se le declaró culpable en el juicio, celebrado en mayo de 1895, y, condenado a dos años de trabajos forzados, salió de la prisión arruinado material y espiritualmente. Pasó el resto de su vida en París, bajo el nombre falso de Sebastian Melmoth. Entre sus primeras obras se cuentan dos colecciones de historias fantásticas, escritas para sus hijos. El príncipe feliz (1888) y La casa de las granadas (1892), y un conjunto de cuentos breves, El crimen de lord Arthur Saville (1891). Su única novela, El retrato de Dorian Cray (1891), es una melodramática historia de decadencia moral, que destaca por su brillante estilo epigramático. Aunque el autor describe todo el proceso de la corrupción del protagonista y, a través del sorprendente final, defiende la lucha contra la degradación moral, los críticos de su tiempo continuaron considerándole un inmoral. Las obras teatrales más personales e interesantes de Wilde fueron las cuatro comedias El abanico de lady Windermere (1892), Una mujer sin importancia (1893), Un marido ideal (1895) y la mil veces representada La importancia de llamarse Ernesto (1895), caracterizadas por unos argumentos hábilmente entretejidos y por sus ingeniosos diálogos. A pesar de su escasa experiencia dramática, Oscar Wilde consiguió demostrar un talento innato para los efectos teatrales así como para la farsa, y aplicó a estas obras algunos de los métodos creativos que solía utilizar en sus restantes obras, como las paradojas en forma de refrán inverso, algunas de las cuales han llegado a hacerse muy famosas: «La experiencia es el nombre que cada uno da a sus propios errores».
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«¿Qué es un cínico? Una persona que conoce el precio de todo y el valor de nada».
En contraste con sus comedias, Salomé es una obra teatral seriasobre la pasión obsesiva. Originalmente escrita en francés, la estrenó en París en 1894 la reconocida actriz Sarah Bernhardt. Posteriormente, el compositor alemán Richard Strauss compuso una ópera homónima basada en ella. Precisamente lord Alfred Douglas, seguramente el causante involuntario de su calvario, la tradujo al inglés. En la cárcel, Wilde escribió De profundis (1895), una extensa carta de arrepentimiento por su pasado estilo de vida. Algunos críticos la han considerado una obra extremadamente reveladora; otros, en cambio, una explosión sentimental poco sincera. «La balada de la cárcel de Reading» (1898), escrito en Berneval, Francia, muy poco después de salir de prisión, y publicado de forma anónima en Inglaterra, es uno de sus poemas más poderosos. En él retrata la dureza de la vida en la cárcel y la desesperación de los presos, con un lenguaje bello y cadencioso. Durante muchos años, el nombre de Oscar Wilde llevaba consigo el estigma impuesto por la puritana sociedad victoriana. En la actualidad, Oscar Wilde ha sido reconocido como un brillante crítico social y sus obras todavía mantienen una vigencia universal. Por fortuna, una sociedad más abierta y libre le ha sacado de la cárcel a la que le llevó el papanatismo perverso de la hipocresía y le ha introducido de lleno en el ese espacio casi celestial reservado sólo para los muy brillantes.
Hasta aquí, todas las historias que hemos incluidoo, son historias reales. Quizá alguna de ellas esté enriquecida por el siempre intrigante toque de lo legendario. En todo caso los personajes son reales y las vivencias que aquí se han narrado, bastante cercanas a la realidad.
DON JUAN TENORIO
Como colofón hablaremos del personaje de ficción que más y mejor ha representado la condición de seductor del hombre. Nos referimos a Don Juan, que ha vivido sus
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aventuras galantes en novelas, obras de teatro, óperas y sesudos tratados sobre la personalidad humana. Se trata de un personaje que, aunque haya sido tratado por autores de otras latitudes, siempre tiene sus orígenes en España, en Sevilla para ser más exactos. Don Juan es el gran mito de la seducción amorosa.
«¡Qué largo me lo fiáis! Y mientras Dios me dé vida, yo vuestro esclavo seré. y
Esta es mi mano y mi fe.» La capacidad creadora de caracteres que se ha atribuido a Tirso de Molina como su mérito más alto se manifiesta especialmente en estas dos grandes obras dramáticas: en El Burlador de Sevilla y Convidado de piedra y en El condenado por desconfiado-, mucho más, sin embargo, en la primera de ellas, con la que Tirso crea el gran mito humano y literario del Don Juan, del que afirma doña Blanca de los Ríos, sin exageración alguna, que «lo mismo en grandeza que en universalidad excede a los gigantes de Shakespeare, en el interés humano y en intensidad dramática supera a Fausto y en virtud prolífica a don Quijote». Se trata de una aseveración indudable, pues aparte de la perennidad inagotable y la universalidad de las pasiones de que es portador -o precisamente por ello-, ningún otro mito literario ha reflorecido tan insistentemente como él en todas las literaturas, circunstancias y ambientes, ni recibido tan diversas interpretaciones y matices, que modifican detalles, pero que dejan intacto su carácter esencial. Don Juan, mito eterno, ha venido a convertirse —cualesquiera que sean sus grados- en símbolo viviente de la seducción amorosa masculina, de la agresividad sexual, del conquistador irresistible, del hombre audaz y disoluto que convierte el placer en fin de todas sus acciones. De aquí su condición de «burlador», es decir, de hombre que busca a la mujer para la satisfacción egoísta de su goce, y escapa presuroso a toda relación que pueda resultar permanente. El Tenorio es un «caballero» apuesto y cortesano, que encubre sus perfidias con refinada elegancia aristocrática, sabe envolver su persona de cuanto pueda hacerla atractiva y rinde religioso culto al honor (palabra que no se le cae de la boca), siempre que se trate del propio, por supuesto, porque pisotear el honor ajeno es una de las glorias:
318 • EL ARTE DE LA SEDUCCIóN
«Sevilla a veces me llama el Burlador, y el mayor gusto que en mí puede haber es burlar una mujer y dejarla sin honor».
En esta forma fue dramatizado por Tirso en su obra. Don Juan Tenorio, hijo de noble familia sevillana, huye de Nápoles después de burlar a la duquesa Isabela, en cuya habitación había entrado fingiendo ser el duque Octavio, su prometido. Naufraga en las playas de Tarragona, es llevado a la cabaña de una pescadora, Tisbea, a la que seduce bajo palabra de casamiento y huye luego. Llega a Sevilla y entra en la casa de doña Ana de Ulloa, hija del Comendador don Gonzalo, debido a que consigue interceptar una carta de aquella en que se citaba con su prometido el marqués de la Mota. Cuando advierte el engaño, a los gritos de doña Ana, acude su padre. Don Juan le mata y se da a la fuga. Mientras prenden al marqués de la Mota, don Juan huye a Dos Hermanas, lugar donde está a punto de celebrarse allí una boda de campesinos. Aleja al novio con engaños y seduce a la novia deslumbrándola con sus riquezas y la promesa de matrimonio. Después de dejar a la infeliz campesina, don Juan regresa a Sevilla. Cierto día encuentra en una iglesia la estatua del Comendador, que él había matado, puesta sobre su tumba. Le habla a la estatua a la que invita a cenar. El Comendador acude al convite y le invita a su vez para otra cena en su propia sepultura. Don Juan acepta, pero al tender la mano a la estatua, siente que le penetra por ella un fuego que le mata. Grita, pide confesión, pero ésta no llega y muere sin haberse confesado. Atiéndase bien a este desenlace, porque es indispensable para entender el drama de Tirso. A lo largo de toda la obra Don Juan es amenazado con el castigo que pueden acarrearle sus acciones. Tisbea había tratado de asegurarse de la promesa de matrimonio de Don Juan, diciéndole: «Advierte, mi bien, que hay Dios y que hay muerte», a lo que responde para sí Don Juan, con palabras que ha de repetir muchas veces con cínica temeridad: «¡Qué largo me lo fiáis!».
SEDUCCIONES HISTóRICAS «319
De la pluma de Tirso de Molina salió la estampa del Burlador, lista para recorrer el mundo con el mito de su significación amorosa. Pero la intención última que el fraile mercedario había puesto en ella al crearla era manifiestamente moral y ejemplificadora. Menéndez Pelayo señaló con toda claridad que cuando el Romanticismo despojó a Don Juan de su grave lección moral, destruyó la finalidad perseguida por su creador. Si bien lo lanzó a vivir por otro de los muchos caminos abiertos y posibles a su innata diversidad. Comentando la universalidad y perennidad del Burlador, escribe Valbuena: «Por preceder de una creación vital, antes que literaria, Don Juan ni se logra ni se muere. Queda siempre —sombrero de plumas y espada al cinto— en todas las encrucijadas de las épocas, presto a emprender una nueva conquista, pero también pronto a evadirse». Cuando Don Juan acude al convite del Comendador, cantan misteriosamente unas voces:
«Adviertan los que de Dios juzgan los castigos grandes que no hay plazo que no llegue ni deuda que no se pague».
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