Cuestionario Jesus De Nazaret 3t1u3p

Carla Rivera Pastrana Gonzalo Balderas Jesús de Nazaret, ¿mito o historia? Cuestionario II 20 de noviembre de 2012 1 Jesús de Nazaret no se predicaba a sí mismo, sino el Reino de Dios. En el evangelio de San Mateo se le llama «Reino de los Cielos». Se dice que San Mateo prefirió esta denominación de Reino de los Cielos para acomodarse al modo de expresarse de los judíos, a los cuales iba dirigido su Evangelio ya que estos solían abstenerse de expresar el nombre de Dios y sustituían este por el nombre de «cielo». Jesús quería que sus discípulos entendieran qué era el Reino de los Cielos. «Y acercándose los discípulos le dijeron: ¿Por qué hablas en parábolas? Él les respondió: Es que a vosotros se os ha dado conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene se le dará y sobrará; pero a quien no tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden. (Mateo 13: 10-14). El Reino de los Cielos es una realidad espiritual, dentro del corazón del hombre y una realidad externa, con cosas en los Cielos y en la Tierra. La reunión de ambas cosas bajo la Voluntad de Dios, son parte del secreto sagrado de éste. Por medio de las parábolas se revela el secreto y es Jesús quien tiene el poder de predicarlo. El Reino de los Cielos es un gobierno que rige desde el Cielo a la Humanidad. «Pero cuando los fariseos le preguntaron cuándo vendría el reino de Dios, les contestó y dijo: El reino de Dios no viene de modo que sea llamativamente observable, ni dirán: ‘¡Miren acá!’, o, ‘¡Allá!’. Porque, ¡miren!, el reino de Dios está en medio de ustedes. (Lucas 17:20-21). Hay dos posturas diferentes pero que se complementas respecto al Reino de los Cielos. Para algunos el Reino de los Cielos es una realidad espiritual que Dios existe en el corazón del creyente y que alcanzará la plenitud cuando la Tierra esté llena del conocimiento de Dios. Sin embargo, existe otra postura que niega el carácter espiritual del Reino de los Cielos en el corazón del creyente, y dice que el Reino de los Cielos es el gobierno celestial de Jesús y sus seguidores. En la teología católica, Jesús invita a todos los hombres a entrar en el Reino de Dios. El Reino pertenece, ya aquí en la tierra, a quienes lo acogen con corazón humilde. A ellos les son revelados los misterios del Reino de Dios. La Iglesia se considera a sí misma como el inicio sobre la tierra del Reino de Dios. El Reino de Dios para los judíos era, en cambio, una esperanza político-religiosa. Estaba unido al entendimiento judío de que Dios habría de intervenir directamente para restaurar la nacionalidad de Israel y luego gobernar sobre ella, por lo que no tiene un carácter universal como el que predicó Jesús. El Reino de Dios fue prometido al Rey David, haciendo un pacto entre él y Dios en donde reinaría siempre alguno de sus descendientes. 2 La figura del Mesías aparece en la Revelación del Antiguo Testamento como consecuencia de la necesidad de salvación que tiene Israel y la humanidad en general. Los judíos esperaban la llegada del Mesías-rey y la instauración del Reino de Dios. A partir de un determinado momento, la salvación se considera depositada en la familia de David y, en concreto, en un descendiente, que será el definitivo Mesías. Al Mesías se le llama Hijo de David que cumplirá las promesas de salvación que Dios hizo a su pueblo.

Para los judíos este Mesías-rey era concebido como un gran político-militar, que vencería a todas las naciones del mundo. El profeta Daniel lo presenta como viniendo de lo alto, sobre las nubes del cielo. «A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas te sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás» (7, 13-14). Lo presenta luego como vencedor de cuatro bestias, que simbolizan poderes diversos, enemigos de Dios. Le da el título de Hijo del Hombre que será el más frecuentemente que usará Jesucristo. Por tanto, en el Antiguo Testamento, la idea central sobre el Mesías es que será una manifestación definitiva de Yavé para salvar a todos los hombres. Para ello instaurará el «Reino de Dios», haciendo una nueva alianza entre Yavé y su pueblo. En él cabrán todas las personas, que participarán de la salvación concedida a Israel. Mesías es una palabra hebrea que significa «ungido». En griego, Mesías se traduce por «jristós», de donde viene la palabra castellana cristo. Posteriormente se les llamará también ungidos a los profetas, porque también son salvadores del pueblo. En este tiempo había una tensa y generalizada espera del Mesías, resaltando en lo que representaría de liberador de la opresión de los enemigos. No se esperaba a un Mesías que sufriera y fuera humillado. Los judíos siempre han visto a Cristo como uno de tantos falsos mesías que han aparecido a lo largo de la historia. El judaísmo nunca ha aceptado ninguna de las profecías que los cristianos dicen que se le atribuyen a Cristo. Los cristianos denominan Mesías a Jesús de Nazareth, llamándole Cristo. Según la tradición cristiana, la promesa hecha a Israel en realidad debería entenderse como realizada a todos los hombres, razón por la que Jesús sería entonces el Mesías y el redentor de la humanidad. Jesús tenía conciencia de las expectativas del pueblo que anhelaba su pronta liberación; sin embargo, no descartó la aspiración popular de una liberación que involucrara a la persona y a su entorno social. Fuente: Dr. Enrique Cases, «Jesús es el Mesías». El que busca encuentra. com: Portal Católico. 14 julio 2012. Web. 3 Dios escogía a los profetas para hacer llegar a través de ellos su Palabra al pueblo. Eran personas de autoridad que tenían un rol especial, hablar por Dios a las personas. Dios los usó a través de toda la historia bíblica, siempre para comunicar mensajes al pueblo. En la época de Jesús se esperaba a un profeta en el que se cumplirían todas las profecías anteriores. Para unos éste sería un profeta diferente a todos los demás, para otros se trataría del regreso de alguno de los grandes profetas de la antigüedad: Moisés, Enoch, Elías, Jeremías, etc. Jesús no desarrolló una práctica sacerdotal sino profética, en parte se parece y en parte se diferencia de los profetas antiguos y al Profeta esperado. Al igual que ellos tenía la misión de trasmitir la palabra divina y de enseñar a los hombres a percibir el alcance divino de los acontecimientos. Pero su modo fue muy distinto al de todos los profetas del antiguo testamento. Estos recibían de fuera la palabra de Dios, más allá de su voluntad. Jesús, en cambio, habló siempre en su propio nombre. Trasmitió lo que había oído de su Padre, y lo transmitió como cosa propia. Dios también usó a los profetas para hablar al pueblo acerca de eventos que sucederían en el futuro. Esta era una de las maneras en que Dios advertía a su gente. Él les habló acerca de los castigos que les vendrían si ellos continuaban actuando de maneras erróneas. Jesús hizo este tipo de predicciones acerca del futuro durante su tiempo sobre la tierra. Predijo que algunos de sus amigos lo traicionarían y que el templo en Jerusalén sería destruido. También habló acerca de su muerte y resurrección.

Asimismo asimiló su destino como el de los profetas: Jesús murió como ellos a causa de su testimonio, fue perseguido por sus compatriotas y también su muerte se debió a su fidelidad del mensaje que llevó. Sólo que en su caso, su muerte no fue solamente un testimonio de fidelidad, sino la salvación para todos los que creyeron en él. Ni los fariseos, ni los saduceos, zelotas, esenios o herodianos tenían este carácter profético. Ellos más bien se encargaban de transmitir sus creencias a favor del cumplimiento de Ley. Los fariseos, dedicaron la mayor atención a las cuestiones relativas a la observancia de las leyes de pureza ritual. Junto a la Ley escrita, fueron recopilando una serie de tradiciones y modos de cumplir las prescripciones de la Ley. Los saduceos, por su parte, eran personas de la alta sociedad, de familias sacerdotales, cultos, ricos y aristócratas. No gozaban de la popularidad ni el afecto popular del que disfrutaban los fariseos, pero tenían poder religioso y político, por lo que eran muy influyentes. La figura del sacerdote era una figura aristocrática, alejada realmente del pueblo y de sus verdaderos intereses. Los zelotes, estaban convencidos de que el Señor contaba con la colaboración humana para traer la salvación. Esa colaboración se movía primero en un ámbito puramente religioso, en el celo por el cumplimiento estricto de la Ley y más tarde en el político y en el militar. Finalmente, los esenios fueron un grupo alejado de esas prácticas comunes con la idea de conservar y restaurar la santidad del pueblo en un ámbito más reducido, el de su propia comunidad. La retirada de muchos de ellos a zonas desérticas tuvo como objeto excluir la contaminación que podría derivarse del o con otras personas. Consumada su ruptura con el templo y el culto oficial, la comunidad esenia se entiende a sí misma como un templo inmaterial que reemplaza al templo de Jerusalén mientras que en él se siga realizando un culto que consideran indigno. 4 Jesús solía hablar a las multitudes y tenía una forma de enseñanza muy diferente a la de los fariseos. Él hablaba y enseñaba a la gente y a sus discípulos utilizando recursos que facilitaran la comprensión de sus enseñanzas. Asimismo Jesús enseñaba al aire libre permitiendo que cualquiera se pudiera acercar. Llevó la religión a las calles y a la disposición del pueblo. No utilizó el lenguaje elevado rabínico, sino un lenguaje sugerente, penetrante, poético y sobretodo sencillo y llevado a la realidad y a la vida práctica. Jesús no explicó la Torá sino que hablaba de Dios y de su cercanía a los seres humanos con una enorme autoridad ya que buscaba que sus oyentes realmente lo escucharan y reflexionaran. Lo que Jesús buscaba con las parábolas no era transmitir nuevas ideas, sino llevar el conocimiento elevado de Dios al pueblo. Los fariseos se opusieron a Jesús, a sus enseñanzas y a su forma de enseñanza. Ellos observaban la ley al pie de la letra y cuidaban que el pueblo también asimilara todo estrictamente. Vivían esparcidos por todo Israel y regían en las sinagogas, teniendo así una enorme influencia sobre el pueblo y los conocimientos religiosos. Muchos pasajes de los evangelios citan a Jesús haciendo crítica sobre ellos. «Los escribas y fariseos se han sentado en la silla de Moisés. Todas las cosas que les digan, obsérvenlas y háganlas; pero no lo hagan de acuerdo con lo que ellos hacen. Porque ellos dicen, no hacen. Porque ellos ponen cargas muy pesadas en los hombros de los hombres, pero no levantan un dedo para hacerlas mover. Y todo lo que hacen es para tener notoriedad. Porque hacen sus filacterias anchas, y alargan los flecos. Ellos adoran estar en los primeros lugares de las fiestas, y ocupar las primeras sillas en las sinagogas. Y desean obtener los saludos en los mercados y ser llamados Rabí» (Mateo 23: 1-8). 5 Las bienaventuranzas más famosas son las de Mateo en el capítulo 5 y las de Lucas en el capítulo 6. Entre ellas hay similitudes pero también diferencias importantes. En ambos se usa y comienza con la palabra «bienaventurados» o «dichosos». Hay también una diferencia muy clara entre las primeras bienaventuranzas y la última algo así como un cambio de estilo: mientras que las primeras son breves y claras, la última es más larga y concluyente.

En ambos evangelios, el tono general viene dado por la primera bienaventuranza que se suele considerar el compendio de todas las demás: «Bienaventurados los pobres» (Lucas 6:20), «Bienaventurados los pobres de espíritu» (Mateo 5:3). Estas semejanzas nos dan una idea de lo que pudo haber dicho realmente de Jesús. En el evangelio de Mateo, las bienaventuranzas constituyen el comienzo del discurso conocido como el «sermón de la montaña». En Lucas, en cambio, se ubican en el comienzo del llamado «discurso en la llanura». En cuanto a las bienaventuranzas mismas, la primera diferencia que se advierte es la del número: Mateo tiene 9; Lucas sólo 4, pero las hace seguir de otras cuatro sentencias que recogen exactamente la otra cara de las bienaventuranzas: las maldiciones. Lucas considera situaciones penosas (Dichosos los pobres... Dichosos los que ahora tenéis hambre...), mientras que Mateo tiene en cuenta actitudes y disposiciones espirituales (Dichosos los pobres de espíritu... Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia...). Si bien estas dos series de bienaventuranzas se sitúan en dos planos distintos, parecen ser complementarias y convergentes: Bienaventuranzas Rojo: Similitudes (los que pudo realmente haber dicho Jesús) Negritas: Maldiciones (Reinterpretaciones de Lucas) Normal: Diferencias. MATEO Bienaventurados son los pobres de espíritu, Bienaventurados los mansos, Bienaventurados los que lloran,

porque de ellos es el Reino de los Cielos porque ellos poseerán en herencia la tierra porque ellos serán consolados

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,

porque ellos serán saciados

Bienaventurados los misericordiosos, Bienaventurados los limpios de corazón, Bienaventurados los que trabajan por la paz, Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, Bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa

porque ellos alcanzarán misericordia porque ellos verán a Dios

LUCAS Bienaventurados los pobres, Bienaventurados los que lloráis ahora, Bienaventurados los que tenéis hambre ahora,

Porque de ellos es el Reino de Dios porque reiréis ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto porque seréis saciados ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre

porque ellos serán llamados hijos de Dios porque de ellos es el Reino de los Cielos Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros

Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo por causa del Hijo del hombre.

Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra esperanza será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! Pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas.

Después de las bienaventuranzas, Mateo y Lucas ya no coinciden tanto. Mateo escribe los siguientes pasajes: Sal de la tierra y luz del mundo; Cumplimiento de la ley; La justicia nueva, superior a la antigua; La limosna en secreto; La oración en secreto; La verdadera oración. El padre nuestro; El ayuno en secreto; El verdadero tesoro; El ojo, lámpara del cuerpo; Dios y el dinero; Abandono de la Providencia; No juzgar; No profanar las cosas santas; Eficacia de la oración; La regla de oro; Los dos caminos; Los falsos profetas; Los verdaderos discípulos; y iración de la gente. En estos se puede ver su postura frente a la ley, la importancia de la oración, y el lugar que tiene que tener el hombre en el mundo, también habla de ciertas leyes antiguas como «No juzgar» ampliando su significado y ejemplificándolo. En Lucas se encuentran los siguientes pasajes en el capítulo 6: Las espigas arrancadas en sábado; Curación del hombre de la mano seca; Elección de los Doce; La muchedumbre sigue a Jesús; Amor a los enemigos; Misericordia y beneficencia; Celo bien ordenado; y Necesidad de las obras. En «La espigas arrancadas el sábado» critica la hipocresía con la que los fariseos se acercan a reprochar lo que Jesús está haciendo. Este no va en contra de las tradiciones sino que les da un giro según lo que realmente se debe de hacer respecto al sábado. En este capítulo, Lucas también elige a sus doce apóstoles y nos muestra el impacto que Jesús tiene en la gente. Asimismo y al igual que Mateo da breves enseñanzas respecto al comportamiento del hombre independientemente de las leyes antiguas: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seres perdonado… ». No se limita a la Torá, sino que la menciona de manera que la gente pueda entenderla y aplicarla a su vida al añadir ejemplos cotidianos. 6 Según el Nuevo Testamento, los fariseos eran fieles seguidores de la Ley. En la teología, profesaban un gran interés por los ritos y diferían considerablemente con los saduceos en torno al tema de la resurrección. Mateo habla del carácter hipócrita de los fariseos en algunos de sus pasajes en el capítulo 6. Jesús dice que no ha venido a abolir la ley sino a dar cumplimiento de tal. Dice que el que «observe y enseñe» la ley será grande en el Reino de los Cielos. Asimismo habla de una justicia y una moral mayor a la que tienen los fariseos y los saduceos. Habla de los mandamientos y expande su significado, no lo limita a un «No cometerás adulterio» como los fariseos, sino que lo expande diciendo «Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón». Jesús atacó la interpretación farisaica de la Ley ya que la interpretación literal y estricta de la Ley no bastaba para entrar en el reino de Dios. Los llamó hipócritas por no vivir a la altura de los valores éticos del judaísmo; es decir, enseñaban al pueblo la observancia de la Ley, pero no daban el ejemplo cumpliendo el espíritu de la Ley. Escudándose en el conocimiento de las Escrituras, despreciaban a los pecadores, limitando de esa forma el amor de Dios hacia los sectores más necesitados de la sociedad. Este pasaje muestra la postura de Jesús ante los mandamientos: «En esto se le acercó uno y le dijo: «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?» El le dijo: « ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.» « ¿Cuáles?» - le dice él. Y Jesús dijo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Dícele el joven: «Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?» Jesús le dijo: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme.» (Mateo 19:16-21).

7 La actitud de Jesús hacia los paganos fue la misma que mostraba hacia las sectas judías. No iba en su búsqueda, ni invitaba a que se les predicase, pero respondió positivamente a ellos cuando se le acercaron con fe. Incluso actuó entre ellos e hizo alguno que otro milagro a favor de ellos. Para Jesús la fe era más importante que la etnicidad y las barreras étnicas y rituales que separaban al pueblo elegido de Israel. En la parábola del buen samaritano, ataca los prejuicios judíos contra mestizos y apóstatas. Jesús apuntaba hacia una experiencia universal de la gracia de Dios. «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva." ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» (Lucas 10, 25-37) Jesús no dio instrucciones explícitas a sus discípulos sobre una futura misión a los paganos. Hay que reconocer que estos no entraban en el campo inmediato de las preocupaciones y objetivo de la misión de Jesús. Incluso, en los primeros años de la vida de la Iglesia no existió dicha misión. Sin embargo, había precedentes en la actitud abierta de Jesús hacia todos, en su visión de un Dios sin fronteras, en su rechazo de un judaísmo nacionalista y excluyente. Por otra parte en el Antiguo Testamento se podían leer algunos versos de Isaías y de otros profetas que claramente hablan de un futuro en el que los gentiles serían itidos en el pueblo de Israel. Estos precedentes hicieron posible que, llegado el caso, a la luz de una determinada iluminación profética del Espíritu Santo, y no sin grandes reservas y conflictos, se acabase abriendo camino a la opinión de itir a los paganos al bautismo y a la fe, sin necesidad de exigirles la circuncisión y la práctica de los preceptos positivos de la Ley, y de itir que los judíos creyentes en Jesús pudieran compartir la mesa eucarística y la comunión con dichos gentiles, lo cual de alguna manera iba a terminar dejándolos fuera del judaísmo. Fuente: «Jesús y los paganos» Upcomillas.es. Web. 8 Para Jesús los milagros son signos de que el Reino de los Cielos está llegando. « En aquélla misma hora curó a muchos de sus enfermedades, de dolencias y de malos espíritus, y dio la vista a muchos ciegos. Y les respondió diciendo: Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres se les anuncia el Reino» (Lucas 7: 21-22) Los milagros de Jesús son los supuestos hechos sobrenaturales que, según la religión cristiana, fueron realizados por Jesucristo en el curso de su vida terrenal y que han sido recogidos en los Evangelios canónicos. Estos milagros se pueden clasificar en cuatro grupos: las curaciones, exorcismos, la resurrección de los muertos y el control sobre la naturaleza. «Según Jesús los milagros son el lenguaje de Dios. Sólo Él puede emitir una palabra que vaya más allá de los límites que ha querido establecer en la naturaleza. Los milagros hablan del amor omnipotente del eterno. Todos los milagros de Jesús son para el bien; nunca realiza ningún milagro para castigar o hacer caer fuego del cielo sobre los injustos o los malhechores. Los que los observan, ven el dedo de Dios que señala: mirad a mi Hijo. Los beneficiados se gozan. Los ciegos se llenan de alegría, al ver; los paralíticos saltan de gozo, y los leprosos estrenan nueva convivencia al quedar limpios.» Fuente: Cases, Enrique. «Los milagros de Jesús». Catholic.net. Web

Jesús les pide a los apóstoles y a quien solicita el milagro que crean en esas obras, y establece que quien cree en Él, podrá hacer las obras que Él hace y que todo lo que pidan al Padre en su nombre Él lo hará, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Jesús exige la fe para que se realice el prodigio. Tanto es así que la fe provoca milagros y la falta de fe los hace imposibles. Estos milagros causaban la indignación de los escribas y los maestros de la ley. En esos tiempos, los escribas, fariseos y otros, atribuyeron a una confabulación con Satanás este poder de expulsar a los demonios. Jesús se defendió enérgicamente de estas acusaciones. 9 Jesús es hijo del hombre e hijo de Dios. Combina la naturaleza divina y la humana en una sola unión. Dios el Padre envió a Jesucristo a la tierra en forma humana manteniendo su divina naturaleza. «De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree no es condenado; pero el que no cree ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios» (Juan 3:16-18). Para Jesús era más importante llamarse hijo del hombre que Mesías-rey porque recordemos que esta segunda tiene una denotación política dentro del judaísmo, en cambio ser hijo del «hombre» alude a una universalidad. «Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un Hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de Él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; Su dominio es dominio eterno, que nunca pasará y Su reino uno que no será destruido» (Daniel 7:13-14) «Hijo del Hombre» indica que Jesús es el Mesías, y que Él es verdaderamente un ser humano. Jesús es aquel a quien le fue dado dominio, la gloria, y el reino. Cuando Jesús usaba esta frase en relación a sí mismo, él se estaba adjudicando la profecía del «Hijo del Hombre» de Daniel a Él mismo. Los judíos de esa época, debieron haber estado íntimamente familiarizados con la frase y a quién se hacía referencia. Más tarde, entró en desuso el título «Hijo del Hombre» por la instauración de la santísima trinidad: Dios padre, Dios hijo, Dios Espíritu Santo. El misterio de la Santísima Trinidad consiste en que Dios es uno solo y en Él hay tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Jesucristo se presentó a sí mismo como el eterno y divino Hijo de Dios y nos reveló más plenamente al Padre así como a la tercera Persona divina, el Espíritu Santo. El Padre y el Hijo, después de la Resurrección, lo enviaron a la Iglesia. 10 Antes de tomar el curso veía a Jesús como una figura un tanto lejana a mi vida. Al ya no practicar la religión católica, Jesús poco a poco se fue convirtiendo en un símbolo de lo que había dejado atrás. Sin embargo hoy me doy cuenta de lo presente que está en mi historia y cultura occidental. Es importante aclarar que no me sorprende él, que es incomprensible, sino lo que el hombre ha hecho de él. El estudio de Jesús de Nazaret no es el estudio de un hombre, sino el estudio del ser frente a un símbolo, frente a una invención. Da vértigo pensar lo que ha llegado de histórico u objetivo a nuestros días, que es prácticamente nada. Ya no será el cuestionamiento y la búsqueda de la verdad, sino las interpretaciones que podamos sacar de las múltiples historias, la utilización de los relatos y su transformación a través del tiempo, y la conciencia de que el mito está vivo, lo que nos hará interesarnos por su estudio. Las palabras de Jesús están tan vivas como cualquier otro mito occidental. Forman parte de lo más profundo de nuestros pensamientos y casi ni nos damos cuenta de lo arraigado que puede estar algo como las bienaventuranzas

en nosotros, y no en un sentido moralizante, sino en el sentido del sentido común de todo hombre que identifica y se cuestiona sobre el bien y el mal. La elaboración de los cuestionarios fue una manera de ver la magnitud y el trabajo que conlleva acercarnos a la historia de Jesús, o más bien, a una parte de esta. Con ellos me di cuenta que hablar sobre Jesús de Nazaret es caer en una hoyo negro en donde no nos podemos limitar a tratar de contestar solo una pregunta porque no es suficiente una sola respuesta. Tampoco nos podemos limitar a cierto discurso histórico o antropológico, ni podemos confiar ciegamente en lo que nos enseñaron alguna vez en catecismo. Jesús no es perfección, ni divinidad, es hombre alrededor del cual hay duda y ambigüedad y frente al cual nos cuestionamos sobre nuestra propia condición humana de duda y ambigüedad.