Bikini Bandits
Antes he hablado sobre ellas, pueden considerar esta historia una de sus situaciones más entretenidas que les han sucedido a estas tres chicas de origen sureño y i pod’s de muchos gigas, que gustan de andar por ahí esparciendo su material didáctico por las zonas más júnior elite de esta ciudad de encantadores colores plomo y taquerias a granel.
Les recuerdo brevemente quien es la banda de los dulces, en primer lugar encontramos a la trouble maker del grupo, la niña dura y con actitud agresiva llamada Chocolates, que tiene de camarada y front-girl a la encantadora y muy rubia algodón de azúcar, esta jovencita cansada de que la subestimen y en busca de respeto en la calles del sur de la ciudad decidió formar con sus amigas más cercanas una banda, La banda de los dulces, por ser dulces y encantadoras, además de unas bien documentadas adictas a los caramelos de toda índole; la tercera de estas chicas es Beans, chica bien educada y con clase, se dedica a proveer de os a la banda para poder esparcir estupefacientes por toda la ciudad de México.
Como la ley vale para un carajo en la ciudad de México no tuvieron mucho problema en establecer una organización funcional y con un par de negocios “legales” para lavar dinero y distribuir su mercancía con tranquilidad. Hubo una ocasión en que tuvieron que ir a Cancún a cerrar un trato y revisar que tan confiable era distribuir algo de mercancía en aquel lugar, las ganancias eran buenas, el riesgo según dijeron era bajo. Así que como buenas jóvenes en busca de diversión y negocio decidieron ir a conocer el lugar en temporada de spring break, no había mejor momento que ese para revisar que tan complicado sería aquella aventura de negocios.
Algodón de Azúcar se vio en la necesidad de conseguir un vehículo que impactara, que hablara de ellas y les diera actitud, así que pronto pensó en la colección de autos de su padre; esas joyas mecánicas llamadas muscle cars, para tal fin, decidieron tomar el challenger súper cargado de su padre, una maquina color azul petróleo, con rines, actitud, mucha actitud; había que llegar seguros y moverse rápido por la carretera, que mejor auto
que ese. Decidieron llevar consigo algo de su mercancía para mostrarla en el lugar, el producto: heroína, un material de excelente calidad, refinada y procedente de Afganistán, era un viaje largo pero prometedor. El detalle de toda esta aventura es que el viaje en su totalidad lo hicieron estas chiquillas en bikini y el sobre-nombre que habrían de ganarse sería el de “las bikini bandits”.
Se encaminaron tan rápido como el acelerador se lo permitió, viaje ligero, un par de cajetillas de cigarrillos, algunas botellas de vodka y whiskey, su mercancía, y muchos chocolates para no dormir. Cerca del destino un reten de la policía de caminos estaba revisando los autos, ellas simplemente ignoraron la señal para orillarse, la que conducía era Chocolates, Algodón de Azúcar y Beans estuvieron consumiendo bastante alcohol, se sentían algo osadas como para ignorar la orden de la autoridad, iniciaron una persecución por algunos kilómetros que habrían de superar fácilmente. Despues de algunas millas, el tema de la gasolina se hizo apremiante así que se detuvieron cerca de una estación de gas con el firme propósito de robar todo el combustible que necesitaran para llegar aquel tanque, se detuvieron, Chocolates entro al mini-mart a tomar los víveres necesarios, Algodón de Azúcar estaba dentro del auto lista para arrancar; Beans fue hasta la cajuela, le dijo al sujeto que atendía. que llenase el tanque, abrió el baúl con mucha tranquilidad saco una de las sorpresas que a su padre le gustaba coleccionar, un ex Vietnam-soldat enamorado de las armas de fuego y la parafernalia nazi, éste tipo habría de tener buenos juguetes en casa y así fue; la chica con toda confianza en sus delgados y blancos brazos sostenía entre sus manos una Desert-Eagle .50, un verdadero cañón color negro ahumado y detalles en plata que dejaban muy poco a la imaginación sobre lo que esa arma podía hacer; sin pensar más corto cartucho, con simpatía y un bikini que me recordaba a Malory Knoks de asesinos por naturaleza le pidió que se desnudara y le entregara todo el dinero de su overol a la rubia que conducía, pero… que lo hiciera muy lentamente, el sujeto una vez desnudo, con miedo, por que yo hubiese tenido miedo de qué hubiera pasado sí a la chica se le escapaba un tiro, dejo su no muy atlética figura desnuda en el suelo y se quedo muy quieto, para dejar que Chocolates saliera con un Malboro sobre sus labios y tras de una bocanada entrara tranquilamente al auto sin mucha prisa, más que la que un auto así puede acelerar. En pocos metros se desvaneció en la carretera camino a Cancún.
Una vez en el destino conocieron a Frank un sujeto con algunos clubs en el lugar, él sería el o, llegaron al anochecer, sitio calido y con mucha vida nocturna, fueron al club de Frank, él y un par de sus socios se picaron con la mercancía de las chicas. Nota, primera regla: nunca pruebes tu propia mercancía, segundo: siempre mantén tu palabra, esas dos simples reglas serian rotas desde que Chocolates y Beans decidieron picarse por primera vez con su material y enloquecer en el club con algunos tipos, Algodón de Azúcar mantendría cierta distancia y vigilaría, al cabo de un par de tragos decidió probar un poco de lo que en el lugar le llamaban yeyo es decir cocaina, la situación se puso difícil, Frank y sus “socios” decidieron comprar lo que traían las chicas, dijeron que juntarían el dinero y lo tendrían en un par de horas, cosa que no paso, por lo menos ese día.
A la mañana siguiente muy golpeadas por su material y dispuestas a cobrar lo suyo decidieron ir al negocio de Frank. Resultaba ser que el puerco tenía una concesionaria y ahí les daría su dinero a las chicas, algo así como 15 mil dólares, por que estas niñas si algo aprendieron en el Green Gates fue a cobrar en dólares, el peso no vale en este país; dieron largas, sólo tenían cinco grandes, conseguirían lo demás en un par de horas -según dijeron- les llamaron nenas, las distrajeron y las tomaron por tontas. Digamos que Frank y sus amigos no sabían tratar a ésta gente, supusieron que eran simples dialers. Las chicas les dijeron que tomarían el anticipo e irían a comer algo, regresarían a las cinco de la tarde.
Se dispusieron a ir por algunos tragos para relajarse, compraron algunos galones de gasolina, un par de metros de tela, bebieron lo que les quedaba en el auto del vodka, fumaron un par de Malboros y caminaron a un expendio de hamburguesas llamadas “Big Kajuna Burgers” unas deliciosas hamburguesas samoanas verdaderamente buenas, las comieron lentamente, hay que ser puntuales a las citas de negocios, bebieron sprite para limpiar todo ese sabor de las hamburguesas. Chocolates se dirigió a la concesionaria y en un acto de dramatismo tarantinesco recito algo así como un pasaje de la Biblia, Ezequiel 25:17, detrás de ella caminaba Beans. Algodón de azúcar detuvo el auto cerca de la
entrada a la concesionaria, reviso bien el lugar, mientras sus amigas entraban con la disposición de cobrar su dinero e irse a casa.
Era de esperarse, no tenían nada, tres sujetos bien vestidos y con blazer deportivos que me recordaban a esa serie de Miami Vice, se reían de Chocolates y Beans, les parecía simpático que dos chicas entraran en bikini a su oficina a pedir su dinero, el error de estos sujetos fue intentar besar a Beans y pasar un buen rato con ellas, la chica enloqueció. Tomo al sujeto por los cojones y los llevo a la pared, mientras Chocolates les dijo – ustedes así lo quisieron- encendió un tabaco y al momento de cerrar su zippo entro Algodón de Azúcar con el cañón entre su manos, no dijo más, le dio en la pierna a un tipo, en los cojones al que acosaba a Beans y termino con un simpático y certero balazo al estomago de Frank, Chocolates tomo el cenicero de cristal cortado que estaba en el escritorio del lugar, dejo caer la ceniza en él y azoto la pesada pieza de cristal en la cabeza del sujeto con la pierna echa mierda; para retirarse, se alcanzaba a oler un fuerte aroma a gasolina en la oficina, pues si, era gasolina derramada por todo el piso de la oficina, obsequio de las bikini bandits, otro tanto de gasolina cerca de la toma de gas del establecimiento y un poco más por las instalaciones, cerca de materiales flamables y de algunos autos. Entonces bien, así fue que la ultima bocanada de Chocolates dejo tras de sí la colilla aun encendida del cigarrillo, se deslizo de entre sus labios para prender todo aquel sitio, un verdadero desmadre de carne quemada y autos inservibles; todo lo anterior para regresar prontas a la ciudad de México sin más daño que una gripe por haber pasado dos días enteros en bikini y una larga explicación sobre el kilometraje del challenger de su padre.
La cosa es que a estas jovencitas les encanto su viaje, se dieron cuenta que no hay mucho que les puedas hacer a tres chicas armadas con un cañón y bikinis. No es muy usual reaccionar a esa situación, menos cuando tienen un auto con ese caballaje. Niñas afortunadas y divertidas a fin de cuentas.
Gracias por su tiempo. INKEN DEAN.
(DAHC)
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